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El impacto ambiental se puede concebir como la modificación ocasionada por la acción del
hombre en combinación a la de la naturaleza, tomando en cuenta las alteraciones
ambientales que causan los fenómenos naturales más globales.
En este sentido, la problemática del evidente deterioro ambiental se presenta como una de
las principales preocupaciones del fin del siglo para el planeta. Ya en 1992, la Cumbre de
la Tierra fue una de las reuniones internacionales que mayor número de Estados convocó,
en la cual dos rubros despertaron gran interés: el cambio climático y la conservación de la
biodiversidad.
Antecedentes
A fines de la década del 60’s se dicta en EEUU la Ley Nacional de Política Ambiental
(National Environmental Policy Act – NEPA), la cual, en su párrafo 102.C, establece la
obligación de las agencias gubernamentales de requerir una Evaluación de Impacto
Ambiental (a partir de ahora EIA) a toda acción federal importante que afecte de modo
significativo la calidad del ambiente humano. A posteriori, los primeros países en incorporar
la figura de la EIA a sus regímenes jurídicos son Alemania en 1972, en Canadá en 1973,
tres años después Francia e Irlanda y, casi dos décadas más tarde, México (1988) , entre
otros.
La evaluación del impacto ambiental es, desde luego, uno de los instrumentos de política
ambiental más extendido mundialmente. El término se introduce en nuestro sistema en
1982, cuando se reforma por primera vez la Ley Federal de Protección al Ambiente de 1982.
La Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente de 1988 retoma parte de
lo dispuesto por su antecesora, pero considera a la evaluación del impacto ambiental como
uno de los instrumentos de política ecológica de carácter preventivo, posteriormente
desarrollada por el Reglamento a la ley mencionada.
Las etapas de este procedimiento (EIA) pueden consistir tanto en una única instancia en la
que se determine que la obra propuesta no requiere de un estudio de Impacto Ambiental
(IA), o en varias instancias (dependiendo de la envergadura del proyecto) que permitan
arribar a una etapa final o declaración de impacto ambiental fundamentada y completa, que
incluya: un diagnóstico ambiental del área de influencia, análisis de los impactos
ambientales de los distintos componentes del proyecto, análisis de alternativas, medidas
mitigadoras, planes de monitoreo, seguridad y contingencias, información y audiencia
pública, dictamen técnico y la declaración final antedicha.
Manipulaciones Locales
Desde esta comprensión de la EIA como procedimiento, resulta sumamente llamativo que,
en la página www.saladeprensa.yucatan.gob.mx, la autoridad ambiental , que debiera
evaluar, objetiva e imparcialmente los estudios de cualquier proponente, aún se trate en
este caso del Gobierno del Estado al mismo tiempo que receptar opiniones de la
ciudadanía, se exprese en los siguientes términos:
El área prevista para la reubicación del aeropuerto de Mérida, en el municipio de Hunucmá,
es el adecuado desde el punto de vista ambiental, ya que no afecta alguna área natural
protegida, cuerpos de agua y fauna de importancia, planteó el delegado de la Semarnat,
Ramiro Rubio Ortiz.
Sólo hay que cumplir con los requisitos en materia de impacto ambiental dice y confirma
que por su propia cuenta ha convertido y rebajado el procedimiento de la EIA, a un mero
trámite de presentación de documentos apostando, quizás, a que la mayoría no los leerá y
que dichos documentos justificarán seguir haciendo lo mismo de siempre pero como si la
institución realmente protegiera el ambiente.
El hecho de que el proponente sea el Gobierno del Estado, es decir otra institución
gubernamental , no exime al otro funcionario, también gubernamental, del encargo
primordial que la sociedad le asignó como autoridad ambiental: la de evitar el deterioro del
entorno natural. El hecho de que ambas instituciones sean gubernamentales convierte
al propio proceso de evaluación en un proceso muy delicado y en el cual la autoridad
ambiental debiera exacerbar el celo evaluativo para consolidar su rol institucional.
En tanto la ley exija un procedimiento que arranca con el Manifiesto de Impacto Ambiental
y sigue con la Evaluación de Impacto Ambiental debe respetarse la ley y su intencionalidad,
trabajar con seriedad y dejar de lado livianas declaraciones mediáticas sospechosas de
complicidad política antes que de análisis objetivo.
No es, para nada, una práctica extraña en los países latinoamericanos que en muchos
proyectos u obras, los estudios se realizan con el proyecto ya en ejecución o concluido,
prácticas que revelan no sólo el desinterés por el ambiente, sino el sistemático no
acatamiento de la legislación ambiental inculcando desde el Estado la práctica del no
cumplimiento de la ley, el descuido del aspecto temporal de aplicación del proceso y la
participación pública.Algunos presumíamos que esta práctica quedaría enterrada en un
pasado que acentuaba los beneficios económicos por sobre todas las cosas y entendidos
en su sentido más restrictivo “desarrollo”.
Ese “desarrollo” ya ha probado, de mil maneras diferentes, que su única ambición ha sido
enriquecer a unos pocos y empobrecer a una gran mayoría destruyendo ecosistemas por
doquier e hipotecando las posibilidades de vida de las generaciones por venir. Más allá de
matices políticos acerca de cómo usar los recursos y en qué cantidad, todas las variantes
políticas comulgan con esta visión del “desarrollo”.
En México esta cuestión está lejos de ser un problema meramente terminológico, que tiende
a confundir el procedimiento de la evaluación con el documento presentado por el
proponente. Si la propia autoridad enfatiza sólo partes o instancias del procedimiento,
confundiendo MIA con EIA, ocultando el todo y su por qué, se vacía de significación al
procedimiento indicado por ley y se pone en tela de juicio la integridad de la institución
legalmente encargada de vigilar y evitar más impactos destructivos del medio ambiente.
En muchos casos la Evaluación es entendida, tanto por los proponentes como por los
propios funcionarios, como si fuera un obstáculo a salvar y no como una oportunidad de
incorporar al proyecto, criterios y conceptos, que harán al proyecto más funcional, más
adecuado a las condiciones de lugar y menos deteriorante de las condiciones ambientales.
Una vez entendido como obstáculo, parecen querer superarlo a base de apilar extensos
documentos que poca relación muestran con el proyecto y que destrozan la letra y el espíritu
de la ley.
El término "impacto", incluido tanto en la MIA como en la EIA, debe comprender las
alteraciones en los aspectos ecológicos, así como los efectos en los recursos naturales y
en los componentes, estructura y funcionamiento de los ecosistemas afectados, también
aspectos estéticos, históricos, sociales o relativos a la salud pública, ya sean estos directos,
indirectos o acumulativos.
Por ello, en primer lugar, el impacto debe estar causado por la alteración física que el
proyecto cause. Esto significa que los aspectos económicos o sociales no deben ser
entendidos por sí solos como susceptibles de requerir una Manifestación y Evaluación de
Impacto Ambiental aunque deban ser analizados en el contexto global de una evaluación,
sobre todo en la medida que estén interrelacionados con efectos naturales o físicos. Así, si
el titular de la Semanart con “importante para Mérida” se refiere a aspectos sociales o
económicos ellos no están en el primer lugar en la EIA.
Así, cabe destacar que aunque algunos impactos como el desempleo o la recesión
usualmente producen de un modo indirecto alteraciones en el medio ambiente, como ser
grandes concentraciones urbanas, desarrollo desigual, y contaminación no son
(desafortunadamente) consideradas ambientales por la legislación, y no requerirán por
tanto una MIA y su EIA. El concepto empleado por la legislación expresa que la alteración
debe estar causada por cualquier forma de materia o energía resultante de actividades
humanas.
Por lo tanto, la EIA como procedimiento analítico y de valoración por parte de la autoridad
gubernamental del proyecto propuesto, es un sistema que prevé la presentación de una
Manifestación o Estudio de Impacto Ambiental por parte del proponente , y una posterior
evaluación detallada del mismo por parte de la autoridad correspondiente de las
consecuencias y efectos ambientales, esa tarea es denominada Evaluación de Impacto
Ambiental, en la legislación.
¿Quién debe realizar y costear el estudio de impacto ambiental? El estudio deberá ser
necesariamente elaborado por el proponente de la obra o proyecto, por sí o por terceros,
siendo factible la contratación de un consultor, (en este caso COPREMIA S.C.P. firma
consultora cuya página electrónica no es accesible y acerca de la cual no es posible evaluar
su capacidad) . Este estudio que integra la EIA, debe ser presentado y costeado por el
proponente, y poseer en general los siguientes contenidos:
No sólo deberán ser manifestados y evaluados los impactos directos, sino también
aquellos indirectos o acumulativos. Los impactos directos son definidos por el mencionado
como los efectos causados por el proyecto propuesto en el mismo tiempo y lugar, en tanto
impactos indirectos son aquellos que son causados por la acción más extensa y se
observarán temporalmente en forma tardía o espacialmente a mayor distancia, pero son
razonablemente previsibles.
Impactos Acumulativos
Los impactos acumulativos deben ser estimados sobretodo porque, pudiendo ser
menores en forma individual, podrían transformarse en significantes en el transcurso del
tiempo o la distancia. Así un impacto acumulativo es aquel que resulta de los impactos
incrementales de una obra, toda vez que este se añade a otros pasados, presentes o
razonablemente previsibles proyectos futuros, independientemente de la persona o agentes
que estén llevando o hayan llevado a cabo esas acciones.
Tampoco se describen los impactos del asentamiento de las pistas y de todas y cada una
de las complejas funciones que se desarrollan en un aeropuerto, desde el mantenimiento
de las aeronaves hasta su reparación y puesta a punto nada se dice. Ni siquiera hay listado
completo de substancias químicas que estarán presentes tanto en la etapa constructiva
como en la operación misma.
Para ilustrar con un ejemplo, el alcance de estos impactos en los hechos, en un caso
jurisprudencial estadounidense " Natural Resources Defense Council v. Hodel", la justicia
determinó que, respecto de los efectos de un plan de exploración y explotación de petróleo
"off shore" entre las costas de California y Alaska, si bien evaluados individualmente cada
uno de los proyectos u obras no acarreaban impactos significativos, considerados en su
conjunto y en forma completa, se determinó que resultarían nocivos para especies
migratorias de la fauna marina. ¡No escondan la totalidad del proyecto! ¡No evalúen los
impactos ambientales disociados en el tiempo! ¡Las consecuencias negativas las sumará
la naturaleza, aunque Uds. las seccionen documentalmente!
¿Que deben contener la Declaración de Impacto Ambiental expedida por la autoridad para
permitir identificar y prevenir estos efectos negativos? El órgano ambiental competente
deberá evacuar una detallada declaración que contenga:
Las etapas que en líneas generales abarcará este procedimiento consiste en:
Entendemos que estos son los objetivos y etapas que en forma secuencial y necesaria se
deben dar para autorizar un proyecto u obra susceptible de producir efectos ambientales
negativos y significantes, y que son los elementos sustanciales a ser tenidos en cuenta para
evaluar la eficacia del sistema de EIA adoptado.
¿Cual es la diferencia más saliente entre la Evaluación de Impacto Ambiental y la
Declaración de Impacto Ambiental (DIA)? En que la EIA es un procedimiento que
comprende y abarca a la DIA, entendida esta como el documento con carácter declarativo
emanado de la autoridad ambiental que constituye una de las posibilidades de conclusión
de una EIA. Inexorablemente toda DIA se dictará dentro del procedimiento secuencial de
EIA, no en declaraciones superficiales a la prensa.
Uno de los tipos más usuales de alternativas es en razón del lugar, donde se deben
contemplar los distintos lugares donde el proyecto puede llevarse a cabo, siendo uno de los
ejemplos más comunes la construcción de una autopista, la que podría ser realizada en
rutas diferentes, analizando los impactos potenciales que acarrearían una u otra propuesta.
Distinto sería el caso de la construcción de una represa hidroeléctrica donde el lugar estaría
supeditado a un preciso lugar de embalse, que reduce las posibilidades de establecer una
alternativa en razón de lugar. En el caso de un aeropuerto, si fuera necesario destruir el
uno que funciona y que ya destruyó ambiente natural y construir uno nuevo que volverá a
destruir naturaleza en regeneración, la razón del lugar deberá considerarse como
primordial.
Aún si fuera cierto que el aeropuerto es un obstáculo para el desarrollo urbano de Mérida,
cuestión que no está urbanísticamente sustentada, antes que renacionalizar el viejo
aeropuerto y construir uno nuevo, sería mejor garantizar y proveer a la gente viviendas de
calidad allí o en otro lugar, por ejemplo en el desarrollo urbano de Caucel.
De esa manera mejoraríamos las condiciones de vida de la gente sin destruir más
naturaleza al mismo tiempo que generaríamos nuevas y mejores condiciones urbanas en y
alrededor del aeropuerto actualizando su funcionamiento en consonancia con criterios
ambientales que no fueron considerados en su época de construcción. Alternativa que
hasta podría ser menos costosa y que con intervenciones urbanísticas quirúrgicamente
precisas y pensadas en detalle mejore las condiciones de habitabilidad de la zona.