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A Elisabeth Blochmann

Martin Heidegger
En HEIDEGGER, M., “Correspondance avec Elisabeth Blochmann,
Gallimard, Paris, 1966. Traducción publicada en Imago Agenda número
24.

Friburgo, 12 de octubre de 1968.

Querida Elisabeth:

Te agradezco mucho tu atención para mi cumpleaños. El número ochenta es


para el próximo año. Pero cuando se alcanza una edad tan avanzada, nadie sabe
lo que el porvenir le reserva.

Elfriede y yo nos alegramos mucho de tu restablecimiento y de saberte en


buenas manos. Hubiese sido bueno poder verse en Selva-Negra. Este año recién
fuimos al chalet el 5 de octubre debido al mal tiempo. Los días hermosos y claros
de octubre, que por lo común duran al menos dos semanas, tuvieron un final
prematuro ya desde el último martes 8 de octubre. A nuestra edad -y a la del
chalet- ya no podemos aventurarnos allí para una estadía prolongada, en especial
por el riesgo de la humedad. El chalet está construido al ras del piso. Por suerte,
un profesor canadiense vino a visitarnos, con su auto, el 8 de octubre. Nos
decidimos rápidamente a armar el equipaje y, después de haber puesto burletes
para el invierno, volvimos al valle en coche con una lluvia tremenda.

Del 27 de agosto al 9 de septiembre, visité en Provence a mi amigo el


poeta René Char. Al mismo tiempo mantuve, durante ocho días, unos
seminarios[i] de tres horas con amigos franceses (profesores y estudiantes
avanzados). No puedo dejar de comprobarlo cada vez: la disponibilidad para
escuchar y el respeto por la obra espiritual son allá muy diferentes a lo que ocurre
entre nosotros, ubicados tras la estela de una filosofía ociosa y tras la sociología
evitando las cuestiones (preguntas) esenciales de la gran tradición. Por otra parte,
mi manera (casi socrática) de llevar el seminario resultó inédita y estimulante en
contraste con la rigidez del sistema de enseñanza francés. Puede ser que allí se
trate de algo nuevo. En definitiva, el diálogo vívido es más potente que todo lo
que proviene de lo escrito, que se halla librado a todo tipo de
malinterpretaciones. Pero esto, ya lo sabía Platón, como lo testimonia el final
del Fedro.
Siempre estoy trabajando y me siento agradecido por cada hora alerta.
Muchos pensamientos se presentan más simplemente, pero también son mas
difíciles de decir en una época en que los hombres pierden la verdadera relación
con la lengua y se vuelven esclavos de la computadora. Elfriede siempre se ocupa
de la casa y del gran jardín, a pesar de estar muy bien ayudada en sus tareas.
Nuestra pequeña pileta, calefaccionada desde este año, nos invitaba cada mañana,
todavía hasta hace poco, a una zambullida.

La familia de Jörg, que está acá (cuatro hijas y un varón), y la de Hermann


en Bonn (más exactamente en Meckenheim), dos hijas y tres varones, se
encuentran bien; lo mismo en casa de Erika, su marido es ahora pastor contratado
en una clínica de Tübingen, el mayor estudia filología clásica y en cuanto a
Ursel,[ii] se casó este verano con un vicario y todavía está en la Escuela Superior
de Pedagogía en Reutlingen.

Hace mucho tiempo que ya no escuchamos hablar de Walter Bauer.


Bultmann nos envió una notita donde evocaba la enfermedad de su mujer.

A nuestra edad, tenemos que estar agradecidos por cada día que nos es
concedido aunque la edad no deje de hacerse recordar con su cúmulo de
inevitables pequeñas miserias.

Estamos felices de que puedas reanudar tu trabajo, que es el verdadero


medio de mantenerse alerta y dispuesto. Te saludamos cordialmente con nuestros
mejores deseos.

Tu Martin Heidegger

[i]
Los protocolos conocidos como Seminarios de Le Thor recogen los
Seminarios dictados por Heidegger en casa de René Char en 1966, 1968 y 1969.
Entre los asistentes estaban Beaufret, Vazin, Fedier, Ginevra
Bompiani, Roger Munier y Giorgio Agamben.
[ii]
La hija de Erika.

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