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Echarelcuento PDF
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Echar el cuento
Por Fernando García Mongay
eCícero
EL MEJOR PERIODISMO
www.ecicero.es - @eCiceroLibros
Fotografía portada: Álvaro Calvo/Congreso de Perio-
dismo Digital
Colección: #REPORTER
eCícero® — España
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A Alberto Salcedo Ramos le gusta contar chistes.
También le gusta contar cuentos. Echarlos, como dice
él. Para echar un cuento es necesario que haya público.
Puede ser más o menos numeroso, pero sin público no
hay cuento. También se pueden echar los cuentos por
escrito a los lectores. Salcedo Ramos los echa muy bien
de las dos maneras.
En un taller que impartió en Zaragoza en marzo de
2013, proyectó el texto de La niña más odiosa del mun-
do, una de sus crónicas más conocidas, y, frente a la
pantalla, comenzó a leer con la cadencia que la historia
necesitaba. Sin prisa, de su boca salieron más de 1.300
palabras sin que los que le escuchábamos perdiéramos
el interés que el cronista había ganado desde la primera
sílaba siguiendo el ejemplo de su abuela: “Ella sabía
dosificar las cargas narrativas”.
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tierra, donde jamás volviera yo a saber de su vida.
Aún hoy estoy convencido de que aquel fastidio era
justo: Socorrito Pino arruinaba mis alegrías, y pa-
recía tener entre ceja y ceja el propósito de no dejar-
me tranquilo ni un minuto. Cuando yo peleaba con
mi hermana Chari, ahí aparecía Socorrito como
convidada de pesadilla, para impedir que le pegara.
Lo hacía interponiéndose entre mi hermana y yo, o
poniéndole quejas a mi abuelo. Cuando, después del
baño, me ponía frente al espejo para peinarme, la
muchachita insistía en que yo estaba perdiendo el
tiempo, pues las peinadas no hacían milagros. Mu-
chas de mis siestas, que en aquella época eran sagra-
das, fueron interrumpidas bruscamente por Socorri-
to Pino, que me jalaba los dedos de los pies y luego
salía corriendo, con una risita de triunfo que me ta-
ladraba los nervios. Como vivía metida en mi casa
a toda hora, conocía el penoso secreto de que yo, con
12 años, todavía me orinaba en la cama, y hasta se
atrevía a preguntarme si aquello no me parecía
vergonzoso. Un día llegó al extremo de decirme que
ella no creía que yo mojara la cama por enfermedad
sino por la pura pereza de levantarme por las ma-
drugadas.
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Unos meses antes había coincidido con Salcedo
Ramos en el Encuentro de Nuevos Cronistas de Indias
que organizó la Fundación García Márquez para el
Nuevo Periodismo en México DF. Le mostré mi inte-
rés en publicar una crónica suya y le dije que me gusta-
ría que no fuera una historia triste. Tomó el ejemplar
de La eterna parranda que me acabada de dedicar y bus-
có El testamento del viejo Mile, un perfil precioso de
Emiliano Zuleta Baquero, un autor e intérprete de mú-
sica vallenata que, entre otras muchas canciones, com-
puso La gota fría. Además, la historia, bien leída, puede
resultar un excelente manual de seducción para seniors.
A. J. Liebling decía que hay tres clases de periodis-
tas: el reportero que dice lo que ha visto, el reportero
interpretativo, que dice lo que piensa que es el signifi-
cado de lo que ha visto, y el experto, que explica el sig-
nificado de lo que no ha visto. Alberto Salcedo Ramos,
a poco que le dejen, explica que quiere reivindicar un
oficio que comienza moviéndose hacia algún sitio para
contar con las herramientas de la literatura lo que ha
visto, lo que le han dicho y cómo lo han hecho: “La
crónica debe ser veraz porque es un género periodísti-
co”, afirma.
“Si quieres volverte rico”, dijo Salcedo Ramos en su
taller en España, “tienes que ser un petrolero porque de
periodista no se gana dinero”. Por eso destierra la pre-
misa de que solo se gana cuando se cobra el trabajo. La
crónica, para él, es una vocación, algo así como una
misión que ejerce en ese pequeño grupo de la primera
división de los cronistas latinoamericanos junto a Mar-
tín Caparrós, Leila Guerriero y unos pocos más.
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Como buen colombiano, Salcedo Ramos practica el
primer mandamiento de la mañana, “tomar un café”, y
está convencido de que quien quiere escribir siempre
encontrará un argumento para hacerlo. Unos días antes
de que le concedieran el Premio Ortega y Gasset de
Periodismo 2013, le propuse que respondiera a unas
preguntas. En una de las respuestas, hablando sobre el
ejercicio freelance del periodismo, se encuentra la clave
de su forma de entender el oficio:
“Yo elegí hacer crónicas porque me gusta contar
historias”.
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PREGUNTA.: ¿Por qué estudiaste periodismo?
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A.S.R.: A los veintidós años tuve la suerte de encontrar
en El Universal a un gran escritor de mi región: Jorge
García Usta. Gracias a él reafirmé mi pasión por las
historias. Él me dio a conocer a los grandes autores del
periodismo narrativo estadounidense: a Capote, a Mai-
ler, a Talese. Era apenas tres años mayor que yo, pero
parecía haberse leído todos los libros que valían la pena.
Además revisaba mis textos y los descuartizaba con un
lápiz rojo implacable. Me enseñó a dudar de mí mismo
a una edad en que me creía más listo de lo que real-
mente era, y eso fue muy útil para mí. Gracias a él
aprendí que un texto no queda bien escrito cuando uno
simplemente lo escribe, sino cuando uno lo reescribe.
Me gusta depurar los textos, leerlos una y otra vez, y
encontrarles problemas cuando parece que ya están
bien.
P.: ¿Y después?
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periodismo empieza justo en el momento en que el
reportero se olvida de Google.
P.: Admiras a Gay Talese. ¿Has conversado con él en
alguna ocasión?
+) "
A.S.R.: Siempre en persona. Solo uso el teléfono y el
mail para confirmar ciertos datos que me generan du-
das cuando estoy en la fase de escritura.
" ++"
A.S.R.: Soy más bien lento porque me castigo mucho.
Me parece que el texto no queda bien en la mera fase
de escritura, así el autor sea el más brillante del mundo.
Se necesita la reescritura. Uno escribe con el talento y
reescribe con el oficio. Hay que volver al texto, revisar-
lo, pulirlo, revolcarlo si la historia está mal planteada, y
tener el valor de borrar párrafos enteros, o reelaborarlos
cuando consideremos que no tienen fuerza y claridad.
En un día suelo escribir alrededor de mil palabras, pero
ojo: si solo me sale un párrafo y lo he producido con
esfuerzo, no pienso que el día de trabajo haya sido ma-
lo. Se trata de que mi texto quede lo mejor posible, no
de producir montones de palabras, y si en una jornada
me ha salido un solo párrafo a pesar de mi dedicación,
es porque estoy buscando calidad. Alguien podría decir
que en los periódicos es imposible aplicar semejante
método. Yo le diría que justo por eso no trabajo en un
periódico. Eso sí: cada quien tiene derecho a elegir su
método y a decidir sus prioridades.
+! "
P.: ¿Tú propones los temas a los editores o son ellos
quienes te los encargan?
P.: ¿Y el de la crónica?
+$ "
P.: ¿Un consejo para un joven periodista que empieza a
ejercer el oficio?
P.: ¿Y un libro?
" +%"
tivas, una manera de mirar que siempre sorprende al
lector y una calidad literaria única.
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SOBRE ALBERTO SALCEDO RAMOS
Twitter: @SalcedoRamos
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SOBRE FERNANDO GARCÍA MONGAY
Twitter: @Mongay55
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SOBRE LA EDITORIAL
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Echar el cuento, entrevista a Alberto Salcedo Ramos,
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