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La grana cochinilla: el insecto mexicano que pintó al mundo

Villaseñor-Ulloa Fernando Rafael. Biblioteca Central CUCBA, Universidad de

Guadalajara. Km. 15.5 carretera a Nogales, Las Agujas, Zapopan, Jalisco. C.P. 45110.

fervillasenor@hotmail.com

Palabras Clave: Historia, grana, cochinilla, interpretación.

Difícil es encontrar en la Historia de la humanidad a un insecto con la trascendencia y la

importancia económica que logró la grana cochinilla (Dactilopius coccus Costa),

durante el periodo colonial mexicano, aproximadamente de 1521 a 1821.

Al momento de la conquista, los ojos de los europeos se detenían constantemente en las

mantas y huipiles de los antiguos mexicanos llenos de color y vida, en donde los tonos

fuertes eran usados de forma constante, resaltando obviamente el rojo, que salía al paso

decorando edificios, convertido en parte de murales y en los códices.

Un color destinado para la realeza europea y los príncipes de la iglesia católica estaba

aparentemente al alcance de muchas más manos en la zona cultural mesoamericana,

desatando de inmediato la codicia entre aquellos que tenían algún tipo de conocimiento

sobre el costo de los tintes. El color rojo, ha sido históricamente el más difícil de

obtener en el mundo, por ello durante siglos se le dio un lugar de preeminencia, dado

que al ser complicado de conseguir y escasos los medios para obtenerlo, se convertía en

un tinte muy caro, fuera del alcance de la mayoría de la población.

Nocheztli, que significa sangre de tunas en lengua náhuatl, fue el primer termino que

conoció el europeo para nombrar al causante de la pigmentación roja en Mesoamerica;

sin embargo varias culturas poseían vocablos distintos para nombrar al mismo culpable,

tales como Induco en mixteco, Bi-yaa en zapoteco, Mucay en maya, Gal mojua en

chontal, Charapeti yustaca en purépecha, Chujk ak en quiché, Kooni en chantino, por


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nombrar algunas de las lenguas autóctonas que existen en la actualidad y que poseen un

vocablo para el efecto.

El nocheztli, bautizado por los españoles como grana y cochinilla, o grana cochinilla fue

de inmediato un producto que desató ambiciones y que a una velocidad sorprendente

creó un mercado más allá de los mares. La primera exportación del colorante de la que

se tiene registro, se llevó a efecto en 1523, apenas dos años después de la caída de

Tenochtitlán, obedeciendo a una petición expresa del emperador Carlos V, quién gracias

a la segunda “Carta de relación” de Hernán Cortés obtuvo noticias de la existencia de

los diversos colorantes mexicanos.

El tinte proveniente del insecto mexicano tuvo un éxito tan grande, que los ropajes de

Cardenales y la guardia Vaticana se tiñeron con él desde mediados del siglo XVI y hasta

principios del siglo XX. Como datos curiosos, es digno de hacer notar que los mantos

de la familia real y las chaquetas de gala del ejército británico se tiñen desde el siglo

XVI con su tinte. Además, los hermanos franceses Gobelin hicieron uso de los diversos

matices de rojo que podían producirse para iluminar los famosos tapices llamados

“gobelinos”, que a pesar de los cientos de años de haber sido elaborados conservan sus

tonos firmes.

El termino “granado” utilizado para hacer alusión a algo ilustre y notable, proviene de

“grana” una de las denominaciones del insecto, por el hecho, de que para poder comprar

el colorante, se debe tener una posición económica muy buena, por lo tanto, sólo se

forma parte de lo más granado de la sociedad teniendo dinero suficiente como para

comprar grana.

De 1560 y hasta 1810 la trascendencia económica del insecto fue tan grande que

significaba el 70% de las exportaciones no metálicas de Nueva España, solamente el oro

y la plata, metales preciosos obtenidos también en estas latitudes, superaban lo


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recaudado por la grana. Sin embargo el siglo XIX trajo consigo una singular aportación:

las anilinas, colorantes artificiales que a un precio mucho menor pueden producir casi

cualquier tono deseado. Su aparición así como el proceso de independencia nacional

dieron un tiro de gracia a la industria de la grana cochinilla mexicana, que fue

prácticamente destruida. Encontrando en otras latitudes la oportunidad de desarrollarse,

especialmente en Sudamérica e Islas Canarias.

México fue el lugar de origen y expansión del Dactylopius coccus Costa, ahora después

de casi 500 años es el segundo consumidor mundial y su producción es prácticamente

artesanal, el mercado interno debe de hacer uso de la importación del producto para

poder responder a la necesidad del mismo.

Los usos del colorante natural son enormes, en la industria textil, a raíz del

descubrimiento de que ciertos colorantes artificiales pueden causar cáncer en la piel ha

vuelto a tomar importancia; en la cosmética, en la alimenticia, en la artesanal. Se sabe

que las propiedades del mismo permitirán emplearlo en un futuro inmediato para

elaboración de productos contra el cáncer, es probable que se le encuentre según

estudiosos en la materia un uso como antiviral y para disolver cálculos renales.

Los científicos del mundo han volteado la mirada al pasado para encontrar una fuente

natural de tintura que sea segura y garantice el abasto, no sería extraño que dentro de

pocos años, de continuar la tendencia que apunta hacia un repunte de sus ventas,

podamos ver como la sangre de los dioses mexicanos circule una vez más en grandes

cantidades por los mercados mundiales; en México no podemos quedarnos con los

brazos cruzados ante esta segunda oportunidad que aparece en el horizonte del “oro

rojo” mexicano Dactylopius coccus Costa.

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