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La Congregacin Marista fue aprobada por la Santa Sede en 1863 como Instituto autnomo y
de derecho pontificio. El Vaticano respetando su nombre de origen le dio el de Hermanos
Maristas de la Enseanza (F.M.S.: Fratres Maristae a Scholis).
Los Hermanos Maristas somos hombres consagrados a Dios, que seguimos a Jess al estilo
de Mara, vivimos en comunidad y nos dedicamos especialmente a la educacin de los nios y
de los jvenes, con ms cario por aquellos que ms lo necesitan. Somos cerca de 3.500
hermanos esparcidos en ms de 80 pases de los cinco continentes. Compartimos nuestra
tarea de manera directa con alrededor de 40.000 laicos y atendemos cerca de medio milln de
nios y jvenes.
Si algn joven se muestra interesado en ser Hermano Marista debe recorrer un itinerario de
formacin que comprende las siguientes etapas: discernir la vocacin, postular el ingreso en
comunidades de formacin, vivir un tiempo de noviciado que culmina con la profesin de los
votos o compromisos, proseguir un perodo de formacin acadmica para las tareas que se
desempearn en los aos sucesivos e iniciar de manera directa su dedicacin a los nios y
jvenes en las ms diversas situaciones, consciente de que su servicio constituye un valor
inestimable.
El ltimo Captulo General nos pide una presencia fuertemente significativa entre los nios y
jvenes pobres. Hemos avanzado ya bastante en esta direccin pero debemos colocar ms
an nuestro corazn junto a los nios y jvenes en la realidad perifrica o de frontera.
Debemos asumir el reto de comprometer todas nuestras estructuras y frentes de misin,
independientemente de las personas a las que atendemos, en la transformacin de la realidad,
de la justicia social y de la construccin del proyecto del Reino de Dios.
Para dar este paso es preciso, como dice el Captulo General, ver el mundo con los ojos de los
nios y jvenes pobres. Lo cual significa ver el mundo desde abajo, desde el nivel de los
excluidos y olvidados de este mundo, tal como lo vieron Mara y Marcelino. Ver el mundo desde
abajo exige desplazamientos. La presencia sincera, verdadera y solidaria junto a los nios y los
jvenes pobres favorece nuestra conversin de corazn tanto personal como institucional. La
evangelizacin y el compromiso con la vida en plenitud, conforme al Evangelio, deben estar en
todos nuestros proyectos de misin as como en nuestros corazones y en nuestras mentes.