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de acacia
Y otros fragmentos de la
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Semillas 1-13
No toca [ré] otras antenas. No acaricia [ré ]. Emplea [ ré] en unas
semillas secas la dulzura de [mi] alma. Quizá la encontrarán cuando
[yo] haya muerto. ¡Tocad esta madera seca! ¡Os llamo! ¡[Estoy]
aquí!
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cuantos pápájaros extraños que permanecen allí
acurrucados, en la oscuridad del pleno invierno, a 50
grados bajo cero, en el hielo eterno, con un huevo
sobre los pies?”
Y mi respuesta es afi
afirmativa. Como al profesor
Duby, la intuición me dice que la belleza de esa
poesía es tan asombrosa como cualquier cosa que
descubramos nunca en la Tierra.
A aquellos colegas míosmíos que posean una intensa
curiosidad científica y u fuerte sentido del riesgo
estético, se lo digo. Imagí
Imagínense ustedes: el hielo, el
azote de la nieve,
nieve, la oscuridad, los incesantes gritos
y gemidos del viento. En esa negra desolación vive,
acurrucado, un pequeño grupo de poetas. Está Están
famélicos, y no van a comer durante varias semanas.
Sobre los pies de cada uno, bajo las tibias plumas del
vientre, reposa
reposa un gran huevo, preservado así así del
contacto mortal del hielo. Los poetas no pueden
verse unos a otros, ni pueden oírse. Sólo pueden
percibir el calor de los demás. Ésa es su poesía: ése
es su arte. Como
Como todas las literaturas ciné
cinéticas, es
silenciosa; a diferencia de otras literaturas ciné
cinéticas,
es todo menos inmóvil, es inevitablemente sutil. El
susurro de una pluma; el movimiento de un ala; el
contacto, tenue, ligero, tibio contacto del que está al
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lado. En la indecible, tristísima
tristísima,
istísima, negra soledad, la
afirmación. En la ausencia, la presencia. En la
muerte, la vida.
He obtenido una cuantiosa beca de la UNESCO, y he
organizado una expedición. Quedan aun cuatro
vacantes. Salimos para la Antá
Antártida el próximo
jueves. Si alguien dese
desea unirse a nosot
nosotros, será
bienvenido.
D. Petri
¿Qué es el lenguaje?
Esta cuestión, fundamental para la ciencia de la
zoolingüís
zoolingüística,
üística, ha sido respondida –heurí
heurísticamente-
sticamente-
por la existencia misma de dicha ciencia. El lenguaje
es comunicación. Éste es el axioma en que se basan
nuestra teoría y nuestra investigación; y el éxito de
nuestros descubrimientos da fe de la validez del
axioma. Pero a una cuestión relacionada
relacionada con la
anterior aunque no idéntica, ¿qué es el arte?, no le
hemos dado aúnaún respuesta satisfactoria.
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Tolstoi, en el libro cuyo tí título es esa misma
pregunta, respondió a ella con firmeza y claridad:
también el arte es comunicación. A mi entender, esta
respuesta ha sido aceptada sin análisis ni critica por
los zoolingüis
zoolingüistas.
üistas. Por ejemplo: ¿por qué estudian los
zoolingüis
zoolingüistas
üistas solamente a los animales?
Porque las plantas no se comunican.
Las plantas no se comunican, indudablemente. Por
tanto, las plantas no tienen lenguaje; muy bien; esto
se desprende de nuestro axioma básico. Por tanto,
Las plantas no tienen arte. Pero, ¡alto ahí! Esto no se
ded
deduce de nuestro axioma, sino de la definición de
Tolstoi.
¿Y si el arte no fuese comunicativo?
¿Y si algunas clases de arte fuesen comunicativas y
otras no?
Nosotros, por ser animales, activos,
activos, depredadores,
buscamos (lógicamente) un arte activo, predatorio,
comunicativo; y, cuando lo encontramos, lo
reconocemos. El desarrollo de esta capacidad de
reconocimie
reconocimiento,
iento, de valoración,
valoración, es un avance reciente
y magnífico.
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Pero yo creo que, a pesar de los enormes progresos
que ha dado la zoolingüís
zoolingüística
üística en las
las últimas décadas,
estamos só sólo al principio de una era de
descubrimientos. No debemos ser esclavos de
nuestros propios axiomas.
axiomas. AúAún no hemos alzado la
vista hacia los vastos horizontes que se extienden
ante nosotros. No nos hemos enfrentado al desafí
desafío
casi aterrador que nos plantea el reino vegetal.
Si existe un arte no comunicativo, vegetativo,
debemos reconsiderar las bases mismas
mismas de nuestra
ciencia, y aprender unas técnicas completamente
nuevas.
Es sencillamente imposible adaptar nuestras
capacidades crí
críticas y técnicas, aptas para el estudio
estudio
de los relatos policí
policíacos de las comadrejas, de las
obras eró
eróticas de los batracios o de las sagas
subterráneas de la lombriz, de modo que se apliquen
al arte de las secoyas o de los calabacines.
La demostración concluyente de esto fue el fracaso –
honroso fracaso-
fracaso- de los esfuerzos del doctor Srivas,
en Calcuta, por confeccionar un léxico de girasolé
girasolés
mediante la fot
fotografía
ografía de larga exposición. Era una
una
empresa audaz, pero condenada al fracaso. Veía Veía el
girasolé
girasolés como algo cinético, y le aplicó
aplicó un método
apropiado a las artes comunicativas de la tortuga, la
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ostra y el perezoso. Consideró que el problema a
resolver, el único problema, era la extrema lentitud
del movimiento de las plantas.
Pero el problema era mucho mayor. El arte que él
buscaba, en caso de que existiera, sería un arte no
comunicativo, y probablemente, no cinético. Es
posible que el tiempo, el eleme
elemento social, matriz y
medida de todo arte animal conocido, no intervenga
en absoluto en el arte vegetal. Tal vez las plantas
usen la medida de la eternidad. No lo sabemos.
No lo sabemos. Lo único que podemos adivinar es
arte de las plantas es totalmente
que el supuesto arte
diferente del arte animal. No podemos decir lo que
es; aú
aún no lo hemos des
descubierto. Pero yo me atrevo a
predecir que existe, y que, cuando se lo encuentre, se
verá que no es una acción sino una reacción; que no
es una comunicación
comunicación sino una recepción. Será
exactamente lo contrario del arte que conocemos y
reconocemos. Será el primer arte pasivo que
conozcamos.
¿Podremos conocerlo realmente? ¿Podremos llegar a
comprenderlo?
Será inmensamente difícil. Esto está claro. Pero no
debemos
debemos deses
desesperar.
esperar. Recordemos que, hasta unas
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fechas tan avanzadas como mediados del siglo XX, la
mayoría de los cientí
científicos y muchos artistas
artistas no
creían siquiera que el mismísimo delfiné
delfinés llegase un
día a ser comprensible para el cerebro humano… ¿ni
que valiese
valiese la pena comprenderlo! Cuando haya
transcurrido otro sisiglo, quizá nosotros pareceremos
igualmente ridículos. “¿Te imaginas? – le dirá dirá el
fotolingüista
fotolingüista al crí crítico-
tico-, ¡no entendían ni el
berenjinés!” Y sonreirán ante nuestra ignorancia,
mientras toman las mochilas y echan a nadar, para
ir a leer las canciones,
canciones, recientemente descif
descifradas, de
los líquenes de la cara norte del monte Pike.
Y con ellos estará tal vez, o vendrá des
despué
pués de ellos,
ese aventurero aú aún má más audaz: el primer
geolingüís
geolingüísta
üísta que, prescindiendo
prescindiendo de las delicadas y
efímeras canciones de los líquenes, leerá
leerá por debajo
de ellas otra poesía aún
aún menos comuni
comunicativa, aún
aún
más pasiva, del todo intemporal: la poesía fría y
volcánica de las rocas. Cada roca una palabra
pronunciada quié
quién sabe cuá
cuándo por
por la tierra misma,
en la inmensa soledad y en la aú aún mámás inmensa
comunidad del espacio.
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