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La independencia y autonomía del Ministerio Público Fiscal con la reforma

constitucional de 1994 (art. 120) a partir del análisis del Fallo de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación “Quiroga”

Marco de análisis: García, Luis M.; El caso “Quiroga” o el primer golpe de


demolición al actual sistema de enjuiciamiento criminal en el orden nacional.
Reconstruyendo entre las ruinas hasta que se acuerde un plan de construcción
alternativo, en Pitlevnik, Leonardo G.; “Jurisprudencia penal de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación”, t. 2, Hammurabi, Buenos Aires, 2007, pág. 173 a 331.
Ponentes: Guillermo G. Mercuri

§1.-Introducción. El objetivo de este trabajo es analizar los Fallos “Quiroga”


(23/12/2004), “Mattio” (23/12/04) y “Del´Olio” (11/7/06), ambos resueltos por la Corte
suprema de Justicia de la Nación; compararlo con sus precedentes y que dieran
fundamento a éstos, como así también con sus posteriores, de los que el mismo ha
servido de fundamento.
Luego, analizar cuales son los alcances y hasta que punto dicho fallo proyecta sus
consecuencias en nuestro ordenamiento procesal

§2.- Antecedentes. Los hechos en la causa Quiroga eran los siguientes: En la


oportunidad prevista por el artículo 348 del C.P.N. el representante del Ministerio
Público Fiscal solicitó el sobreseimiento del imputado. El Juez a cargo de la instrucción
discrepó con tal criterio y por aplicación del artículo 348 del ordenamiento procesal
citado, remitió los autos en consulta a la Cámara de Apelación, la cual resolvió remitir
el sumario al fiscal general ante esa alzada para que apartara al agente fiscal de grado y
desinsaculara un nuevo representante del Ministerio Público Fiscal.
El Fiscal General requirió la declaración de nulidad del auto por el que el juez elevó la
causa en consulta y de todos los actos posteriores practicados en consecuencia, con
fundamento en que mentado artículo 348 había sido derogado tácitamente en virtud de
lo dispuesto por los artículos 120 de la Constitución Nacional y por el artículo 1 y 76 de
la Ley Orgánica del Ministerio Publico (Ley 24.946). Subsidiariamente sustentó la
nulidad en que, de no considerarse derogada tácitamente la norma procesal en cuestión,
ella sería de todos modos inconstitucional a la luz de los artículos 18 y 120 de la Ley
Fundamental.
La Cámara de Apelaciones rechazó la nulidad impetrada y contra esa decisión, el fiscal
general interpuso recurso de casación que fue concedido. La Sala I de la Cámara
Nacional de Casación, sin embargo, declaró inadmisible el recurso por considerar que la
decisión impugnada no constituía sentencia definitiva ni era equiparable a ella en los
términos del artículo 457 del C.P.N y que el recurrente no había tenido en cuenta ni
criticado la doctrina de la Sala sobre derogación e inconstitucionalidad pretendidas.
Contra la resolución, el fiscal general ante la Cámara de Casación Penal interpuso
recurso extraordinario, cuya denegación dio lugar la queja ante la Corte Suprema.
La Cámara había sostenido que la función asignada al Ministerio Público en el sentido
de promover la actuación de la justicia en defensa de la legalidad y de los intereses
generales de la sociedad no debe ser interpretada de modo excluyente sino en
coordinación con las demás autoridades de la República, entre las cuales se encuentra,
sin dudas, tanto el juez de instrucción como la Cámara de Apelaciones.
En el procedimiento ante la Corte, el Procurador General opinó que debía admitirse la
queja y sostuvo el recurso extraordinario de su inferior.
En su dictamen, el procurador no desarrolló fundamentos, sino que se remitió a uno
anterior del caso “Banco de la Nación Argentina s/ defraudación” (Fallos, 326:1106) y
requirió que se hiciese lugar a la queja, se declare procedente el recurso extraordinario y
se revocase la resolución de la Cámara de Apelaciones que había rechazado la nulidad
antes referida.
Por la remisión efectuada por el Señor Procurador al precedente Banco Nación,
corresponde en consecuencia que me detenga en el mismo, para luego procesar el
análisis rumbo al fallo Quiroga.
Éste no era un caso idéntico al de caso Quiroga, pero existe cierta analogía entre ambos.
En Banco Nación, un fiscal federal de la ciudad de Rosario había solicitado la
desestimación de una denuncia por entender que el hecho no constituía delito y el juez
federal, discrepando con aquél , había decidido elevar en consulta la causa a la Cámara
Federal competente. El Código ritual federal no concede autorización expresa para este
procedimiento, sin embargo el mismo era en general aceptado por una parte importante
de los tribunales a partir del precedente de la Sala II de la Cámara de Casación Penal
Federal en el caso “Avila”, quien lo había construido por analogía con el artículo 348
del C.P.P.N.
El dictamen elaborado por el procurador en este caso y al que luego se remitiera en
Quiroga, sostuvo que el artículo 120 de la C.N. reconoce al Ministerio Público una
independencia funcional que asegura su actuación sin sujeción a indicaciones,
instrucciones o directivas de otros órganos; y que en definitiva ello hace a la garantía de
la defensa en juicio y del debido proceso consagrada en el artículo 18 de la C.N. Y en
ese sentido, destaca que la defensa de una persona imputada por un delito únicamente
tiene chance de convencer a los magistrados sobre la inocencia del reo cuando
comparece ante un tribunal imparcial, que revisa el caso sin ningún prejuicio o
preconcepto y no abriga siquiera una mínima tendencia interna hacia el veredicto
adverso.
Destacó además que no debe olvidarse que nuestro sistema procesal se estructura sobre
la base de que cuando el acusador arriba a la conclusión de que no corresponde abrir el
juicio, no es posible entrar al plenario, porque el plenario es un juicio en material
criminal que participa de la naturaleza del juicio ordinario en materia civil, es decir, es
un juicio seguido entre partes, un juicio contradictorio. Entrar al plenario sin acusador,
sería lo mismo que abrir la tramitación de un juicio ordinario civil, sin existir
demandante.
Señaló asimismo que el criterio adoptado por el juez importa la inadmisible conclusión
de que los jueces pueden gobernar la pretensión punitiva del Estado, en detrimento del
sistema acusatorio que organiza nuestra legislación vigente por el cual se pone en
manos de un órgano especial, distinto del que declara el derecho, el cometido de excitar
la jurisdicción mediante el ejercicio de la acción. Además, la imparcialidad es una de las
condiciones de que debe el juez estar siempre revestido, y esa imparcialidad es
inconciliable con las funciones de la acusación, funciones que en rigor viene a
desempeñar, cuando a pesar de la opinión del Ministerio Público manda a llevar
adelante procedimientos.
Finalmente, es preciso destacar que la Corte no trató este recurso, por entender que la
decisión no provenía del superior tribunal de la causa.
Ingresando ahora sí en el fallo “Quiroga”, la Corte hizo lugar a la queja y trató el
recurso, toda vez que consideró que la Cámara había omitido considerar una cuestión
esencial planteada por el fiscal general para fundar su rechazo, toda vez que el
pronunciamiento atacado ocasionaba un perjuicio de insusceptible reparación posterior,
puesto que la autonomía del Ministerio Público Fiscal en el ejercicio de la función de
acusar y, con ello, las reglas del debido proceso legal, sólo podían ser objeto de tutela
útil en la etapa prevista para esa etapa procesal.
Por tal motivo, La corte hizo lugar a la queja, declaró procedente el recurso
extraordinario y dejó sin efecto el pronunciamiento apelado.
Pero antes de ingresar al análisis de los fundamentos expresados por los Ministros, creo
conveniente recordar el texto del artículo 348 del C.P.P.N. que en concreto se ataca, no
sin antes puntualizar que el mismo se refiere a la etapa en la que el Juez a cargo de la
instrucción estima completa la investigación, corriendo vista sucesiva al querellante y al
fiscal para que éstos formulen el requerimiento de elevación a juicio. El problema que
se plantea, y que en definitiva suscita la cuestión, es cuando el fiscal requiere el
sobreseimiento.
Al respecto, el artículo 348, segundo párrafo dispone: “... El juez dictará sobreseimiento
si estuviere de acuerdo con el requerido (el sobreseimiento). De lo contrario, sea que no
esté de acuerdo con el sobreseimiento requerido por el fiscal, o sea que sólo el
querellante estimara que debe elevar la causa a juicio, dará intervención por seis días a
la Cámara de Apelaciones. Si ésta entiende que corresponde elevar la causa a juicio,
apartará al fiscal interviniente e instruirá en tal sentido al fiscal que designe el fiscal de
Cámara o al que siga en orden de turno.”
Como vemos entonces, son dos los supuestos que el segundo párrafo del artículo 348
plantea. El primero, se da cuando el juez no está de acuerdo con el sobreseimiento
pedido por el fiscal; mientras que la segunda hipótesis se da cuando el fiscal pide el
sobreseimiento, pero habiendo querellante, este pide la elevación de la causa a juicio.
No obstante, en los dos casos planteados, cuando el juez discrepa con el pedido fiscal de
sobreseimiento conducen a que éste proceda de una misma manera, esto es, dándole
intervención a la Cámara de Apelaciones para que la misma defina si corresponde
sobreseer o elevar la causa a juicio, apartando al fiscal que hubiera instado el
sobreseimiento.
Con la reseña anterior, pasaré ahora a analizar los fundamentos expresados por los
Jueces de la Corte para fallar como lo hicieron.
En primer lugar, debo destacar que los señores Ministros coincidieron en que el trámite
de consulta previsto por el artículo 348, segundo párrafo primera hipótesis, afecta de
manera directa el principio acusatorio.
En ese sentido, señalaron que:
La exigencia de “acusación”, si es que ha de salvaguardar la defensa en juicio y la
imparcialidad como condición del debido proceso, presupone que dicho acto provenga
de un tercero diferente de quien ha de juzgar acerca de su viabilidad, sin que tal
principio pueda quedar limitado a la etapa del debate, sino que su vigencia debe
extenderse a la etapa previa de discusión acerca de la necesidad de su realización (del
voto del Juez Petracchi y la Jueza Highton de Nolasco)
En el marco de un sistema procesal regido por el principio de legalidad procesal, en el
cual la pretensión penal pública es llevada adelante por dos representantes del Estado (el
fiscal y el juez), la exigencia de que las funciones de acusar y juzgar se encuentren, al
menos formalmente, en cabeza de funcionarios distintos queda completamente diluída si
también el tribunal de alzada puede, en contra del criterio del Ministerio Público,
decidir, por sí solo, que se produzca la acusación y la apertura del debate (del voto del
Juez Petracchi y la Jueza Highton de Nolasco).
Aún en un contexto normativo limitado a lo que ha dado en llamarse el principio
acusatorio formal, resulta insostenible que sea el tribunal encargado de controlar la
investigación preparatoria el que pueda ordenarle al fiscal que acuse. Pues el ejercicio
de tal facultad de sustituir al acusador hace que los jueces, en vez de reaccionar frente a
un estímulo externo a favor de la persecución, asuman un compromiso activo a favor de
ella. Tal actitud es susceptible de generar dudas en cuanto a la imparcialidad con quien
debieron haber controlado el procedimiento de instrucción, esto es permaneciendo
ajenos. (del voto del Juez Petracchi y la Jueza Highton de Nolasco).
Una regla procesal que permita un procedimiento cuya utilización despierta sospechas
de parcialidad debe ser rechazada, en tanto supone un sistema en el que los jueces
actúan de oficio, en ejercicio de funciones de “control”, solo cuando el fiscal se
pronuncia a favor de la desincriminación, mientras, que, para revisar el pedido de
persecución, exigen la existencia de un “recurso” (del voto del Juez Petracchi y la Jueza
Highton de Nolasco))
No obstante lo cual, lo dicho no resulta aplicable a los supuestos en los que la
discrepancia se plantea entre el fiscal –que se manifiesta a favor del sobreseimiento- y el
querellante, que pretende que la causa sea elevada a juicio. En tales casos, en principio,
no es posible suponer una afectación genérica de la imparcialidad del tribunal, en la
medida en que su intervención quede limitada a asegurar que el querellante pueda
ejercer el derecho que la ley le concede a ser oído en juicio oral y público (conforme la
doctrina del caso Santillán), ni una afectación intolerable a la independencia del
Ministerio Público Fiscal (del voto del Juez Petracchi y la Jueza Highton de Nolasco).
Por su parte, el Ministro Dr. Carlos Fayt enfatizó que el principio ne procedat iudex ex
officio supone que el proceso sólo podrá iniciarse si hay acusación del fiscal extraña al
tribunal de juicio, en tanto ello es garantía de la imparcialidad de quien ha de juzgar.
Agregó que en nuestro sistema de enjuiciamiento penal es el Estado el que por sí mismo
se encarga de la persecución penal (principio de oficialidad). El principio acusatorio
sólo puede ser concebido en su acepción formal, es decir, aquella según la cual se ponen
en manos de un órgano especial, distinto del que declara el derecho, el cometido de
exitar la jurisdicción mediante el ejercicio de la acción. El principio acusatorio consiste
en que el juez y acusador no sean la misma persona. Se trata del desdoblamiento formal
del Estado en dos órganos específicos: uno que acusa y otro de decide.
En tanto que el Dr. Maqueda, sostuvo que la estricta separación de funciones de acusar
y de juzgar responde a la exigencia estructural de un proceso justo, con reales y eficaces
posibilidades de defensa y jueces lo más desvinculados posibles de los intereses en
juego para que puedan juzgar con un grado aceptable de imparcialidad. Por ello la
separación de las funciones de perseguir y juzgar, además de ser el más importante de
todos los elementos constitutivos del modelo teórico acusatorio, está íntimamente ligada
al principio de imparcialidad, y por ello es un presupuesto estructural y lógico de todos
los demás. Supone la configuración del proceso como una relación triangular entre tres
sujetos, dos de los cuales actúan como partes en la causa, con funciones de postulación:
acusador y defensor, y el tercero, ubicado por encima de aquellos, con la tarea de
juzgar: Juez y tribunal. Este esquema no admite un monólogo del juez con la prueba
para buscar la verdad, sino que requiere el enfrentamiento de las partes, expresado en
afirmaciones y refutaciones, pruebas y contrapruebas, argumentos y contra argumentos,
ambos ante un tercero que decide imparcialmente.
Por último, el Dr. Zaffaroni señaló que la separación de las funciones de acusar y de
juzgar es el corolario lógico de la interpretación armónica de las normas invocadas. La
autonomía funcional, que como órgano independiente de los demás poderes del Estado
le otorga el artículo 120 de la C.N. al Ministerio Público Fiscal, el ejercicio de la acción
pública, así como el imperativo de promover y ejercer la acción durante el proceso, de
que lo inviste los artículos 5 y 65 del C.P.P.N. y el control jerárquico que impone la ley
24.946, no dejan lugar a dudas de que la función de acusar recae de manera excluyente
en los miembros del Ministerio Público Fiscal y que la de juzgar, en orden a la
imparcialidad de las decisiones y la necesidad de garantizar el derecho de defensa, recae
en la figura del juez, también de manera excluyente, ya que es la única garantía de
obtener un adecuado equilibrio en cada una de las etapas del proceso penal.
Pasaré ahora a analizar qué han dicho los jueces votantes respecto a la cuestión central
del fallo, esto es respecto a la autonomía funcional del Ministerio Público Fiscal
reconocida en el artículo 120 de la Constitución Nacional (según reforma del año 1994)
en relación con el artículo 348 del Código Procesal Penal de la Nación.
En el sentido apuntado, el Juez Petracchi y la Jueza Highton de Nolasco señalaron que
la introducción del artículo 120 de la Constitución Nacional señala una modificación del
paradigma procesal penal vigente hasta ese momento. Al establecer la independencia
funcional de dicho organismo indica una clara decisión a favor de la implementación de
un sistema procesal en el que ha de existir una separación mucho más estricta de las
funciones de acusar y juzgar. Desde este punto de vista, una regla procesal como la del
artículo 348 del Código Procesal Penal de la Nación, que unifica la potestad de acusar
en cabeza de la Cámara de Apelaciones se torna insostenible.
El Ministerio Público del artículo 120 de la C.N. supone no sólo independencia del
Poder Ejecutivo, sino también del Poder Judicial, como correlato de una concepción
dentro de la cual sólo dicha independencia permite estructurar un procedimiento penal
en el que las garantías de la defensa en juicio y la imparcialidad del tribunal no estén en
discusión.
Por ello, la estructuración de un sistema procesal en el que el fiscal es verdaderamente
“titular de la acción penal ” supone una arquitectura legislativa compleja, que sin lugar
a dudas no ha sido realizada hasta hoy. Frente a esta situación, sólo nos queda a los
jueces intentar solucionar con prudencia la difícil convivencia entre el artículo 120 de la
C.N., la ley orgánica del Ministerio Público y un Código Procesal en el que perduran
innumerables elementos inquisitivos, pero que no podrían considerarse tácitamente
derogados. (del voto del Juez Petracchi y la Jueza Highton de Nolasco).
La necesidad de asegurar la independencia funcional del Ministerio Publico Fiscal
consagrada por el artículo 120 de la C.N. impone declarar la inconstitucionalidad del
artículo 348, párrafo 2, primera alternativa del Código de Procedimientos Penal de la
Nación, en cuanto autoriza a la Cámara de Apelaciones, en los casos en que el juez no
está de acuerdo con el pedido de sobreseimiento del fiscal, a apartarlo e instruir al que
designe el fiscal de cámara, a fin de producir la elevación a juicio (del voto del Juez
Petracchi y la Jueza Highton de Nolasco).
Por su parte, el Dr. Fayt, señaló que la cuestión a resolver se circunscribe a determinar
si este requerimiento de juicio obligado que cubre formalmente la expectativa de
acusación es compatible con la actual redacción de la Constitución Nacional en relación
a la jerarquía constitucional otorgada a la independencia y autonomía funcional del
Ministerio Público (art. 120 C.N.) y consiguientemente determinar si el vicio de
voluntad que padecería el órgano independiente lesiona el debido proceso.
Agregó que, la constitucionalización del Ministerio Público entraña entonces el rechazo
a que otro órgano que no tenga esa función constitucionalmente asignada se inmiscuya,
en tanto resulta impensable que de toda atribución conferida expresamente por la
Constitución Nacional pueda implicarse, sin más, una autoridad que destruya,
precisamente, los límites de la concesión .
Señalando asimismo que las cualidades de independencia –no subordinado a otro poder-
y de autonomía funcional –que no recibe instrucciones de ninguna autoridad- que hoy
ostentan jerarquía constitucional, obliga a considerar inconstitucional cualquier norma
inferior, que consagre precisamente lo opuesto: que otro poder –como el judicial-
“aparte” e instruya a los fiscales respecto de una función competencial propia.
Por su parte, el Dr. Boggiano dijo que la enmienda de 1994 ha establecido que el
Ministerio Público Fiscal queda libre de toda interferencia en su función de impulsar la
acción. En consecuencia, el artículo 348 del Cod. Proc. Penal ha dejado de guardar
coherencia con la Ley Fundamental, pues no solo concede a los jueces la posibilidad de
apartar al fiscal, sino también de imponerles la obligación de acusar.
Por último, el Juez Maqueda destacó que el mecanismo jurídico previsto por el artículo
348 implica la consagración de facultades judiciales con clara injerencia en las
funciones del Ministerio Público Fiscal, incompatible con el fin que tuvo el
constituyente al sancionar el artículo 120, que fue el de elevar al Ministerio Público
como un órgano extrapoder con clara independencia orgánica y funcional respecto tanto
de la rama judicial como la ejecutiva.
Por esos fundamentos, es que la Corte dejó sin efecto el pronunciamiento apelado.
Luego la Corte fue convocada a decidir en el recurso interpuesto por Juan Carlos
Del´Olio, resultando este caso de similares características a “Quiroga” en lo que hace a
la autonomía del Ministerio Público Fiscal.
Antecedentes:
El Tribunal en lo Criminal Nro. 12 de Capital Federal resolvió condenar a Juan Carlos
Del´Olio a la pena de dos años de prisión en suspenso y costas, como co autor
penalmente responsable del delito de administración fraudulenta. El fiscal había
solicitado la absolución del justiciable. La defensa interpuso recurso de casación contra
el fallo, el cual fue desestimado. Luego acudió en queja, que tampoco prosperó y
finalmente dedujo apelación extraordinaria federal, que declarada inadmisible, derivó en
su presentación directa.
El agravio de la defensa radicaba principalmente en que la sentencia condenatoria violó
la garantía de la defensa en juicio y el debido proceso, pues se dictó sin mediar
acusación fiscal válida. Señaló asimismo que debía tenerse en cuenta que la querella no
había respondido la vista que prevé el artículo 346 del C.P.P. N., el juez de instrucción
le dio por decaído el derecho. Si bien esta circunstancia no le imposibilitó ejercer los
derechos procesales ulteriores, sí debió privarla de alegar al concluir el debate, pues se
trató de un acto que se orientó a integrar un reproche que, de su parte, no había tenido
lugar en tiempo apropiado.
En esta oportunidad los Dres. Petracchi, Highton de Nolasco, Maqueda, Zaffaroni y
Lorenzetti dijeron:
Tiene dicho esta Corte en el precedente Santillán que la exigencia de la acusación, como
forma sustancial en todo proceso penal, salvaguarda la defensa en juicio del justiciable,
sin que tal requisito contenga distingo alguno respecto del carácter público o privado de
quien la formula.
No obstante lo cual, la decisión del juez de instrucción de dar por decaído el derecho a
responder la vista que prevé el artículo 346 del C.P.P.N. aparejó la pérdida de los
derechos procesales vinculados al acto precluido. Si el particular ofendido no concretó
objetiva y subjetivamente su pretensión, no podría integrar legítimamente una
incriminación que no formuló previamente.
Este aspecto es decisivo para resolver el pleito en sentido adverso a la eficacia del fallo
de condena, lo que permite descalificar a la sentencia apelada como pronunciamiento
jurisdiccional válido, pues al haberse dictado en las condiciones señaladas resultó
violatoria del derecho de defensa en juicio.
Por las consideraciones expuestas, la Corte declaró procedente el recurso federal y dejó
sin efecto el pronunciamiento impugnado.

§3.- Análisis de los fallos.


§3.1.- Consideraciones sobre “Quiroga”. Al resolver el caso “Quiroga” la Corte llegó
al fallo con seis votos (Petracchi, Highton de Nolasco, Fayt, Boggiano, Maqueda y
Zaffaroni) que han declarado que la primera alternativa contenida en el segundo párrafo
del artículo 348 del C.P.P.N. resulta contraria a la Constitución Nacional, mientras que
un voto (Belluscio) consideró que la Corte no estaba habilitada para considerar la
cuestión por vía del artículo 14 de la ley 48, por cuanto la decisión impugnada no
provenía –a su criterio- del superior tribunal de la causa.
La impugnación que llegó a la Corte en “Quiroga” tenía su origen en el reclamo del
Ministerio Público Fiscal de un interés institucional, cual es el de la independencia y
autonomía funcional del Ministerio Publico frente a los jueces del Poder Judicial. No
obstante lo cual, al fallar, la corte tuvo que resolver sobre una cuestión de política
criminal, cual es la de las facultades del querellante para impulsar de manera autónoma
el proceso y su relación con las garantías del debido proceso, la defensa enjuicio y la
imparcialidad del tribunal.
En ese sentido, la Corte (con voto coincidente de seis de sus Ministros) ha señalado que
el artículo 120 de la C.N. establece la autonomía e independencia funcional del
Ministerio Público Fiscal no sólo respecto del Poder Ejecutivo, sino también del Poder
Judicial, y que, por ende, el procedimiento del párrafo 2° del artículo 348 del C.P.P.N.
conduce a que los jueces obliguen a los fiscales a pronunciarse a favor de la prosecución
de la acción penal, limitándoles así de manera evidente la independencia y autonomía
que el art. 120 le reconoce.
Y por ello, es correcto sostener que según nuestro régimen constitucional, los jueces
conocen o examinan, lo que los fiscales les requieren, para luego decidir. En
consecuencia, les está vedado a los jueces actuar si previamente los fiscales no
promueven su intervención.
El principio nex procedat iudex ex officio, que puede inferirse directamente de los
artículos 116 y 117 de la Constitución nacional, impone como presupuesto procesal del
ejercicio de la jurisdicción la realización de un acto promotor llevado adelante por
alguien ajeno al Poder Judicial: el Ministerio Público en los delitos de acción pública y
los particulares en los delitos de acción privada según la elección que ha realizado el
legislador.
De tal manera, los pedidos de desestimación de la denuncia o de sobreseimiento no son
actos procesales que impiden la tarea de juzgar, porque el poder de jurisdicción no es
algo que se tiene de oficio, sin habilitación externa, que se ve inhibido por actos u
omisiones de la fiscalía. Al contrario, el poder de jurisdicción por regla esta inhibido, y
solo puede ser habilitado cuando hay un requerimiento externo hábil. Así entendido, no
es que los fiscales impiden a los jueces su tarea de juzgar, sino que, al contrario, en los
delitos de acción pública, sus requerimientos habilitan a los jueces al ejercicio de una
jurisdicción que no podrían mover de oficio.
Es por ello que, si los jueces no pueden imponer a los fiscales la manutención de la
acción mediante presentación de un acto formal de imputación, cual es el requerimiento
de remisión a juicio, queda por averiguar qué deberían resolver los jueces cuando un
representante del Ministerio Público Fiscal declara que no está en condiciones de llevar
adelante el juicio. Si la respuesta fuese que en ese supuesto los jueces están obligados a
dictar el sobreseimiento, entonces la superación de un problema apareja la creación de
otro. Pues si los fiscales tuvieran la autoridad para imponer a los jueces de modo
vinculante que dicten una decisión de mérito, y el sentido de esa decisión, entonces
estaría afectada la división de poderes en cuanto los jueces no serían ya quienes deciden
los casos, sino que homologan lo que otros han decidido.
Pero antes de intentar una respuesta a ello, resulta necesario dilucidar el segundo
problema que se deriva del fallo de la Corte. En efecto, en “Quiroga” La Corte ha
declarado inconstitucional el procedimiento del párrafo segundo del artículo 348 del
C.P.P.N . en cuanto regula el supuesto de disenso del juez con el pedido de
sobreseimiento, pero nada resuelve sobre el procedimiento de consulta previsto en el
segundo supuesto, esto es, cuando el querellante ha pedido la remisión a juicio y el
fiscal el sobreseimiento.
Son oscuras las razones por las cuales la Corte ha dejado a salvo la segunda hipótesis de
la alternativa que presenta el artículo 348, párrafo 2, segunda hipótesis. No obstante lo
cual, vale destacar que cuatro de los jueces que han concurrido a la decisión del caso
“Quiroga” han dado alguna explicación, mientras que otros sólo se han limitado a
declarar que la inconstitucionalidad del párrafo 2ª solo alcanza al primer supuesto ( es
decir, en caso de desacuerdo del juez con el pedido de sobreseimiento) y no al segundo
supuesto ( es decir, el caso en que la querella formule requerimiento de elevación a
juicio, mientras que la fiscalía ha solicitado el sobreseimiento). Los que han dado
alguna explicación, no coincidieron siquiera mínimamente en los fundamentos de la
misma, de modo tal, que no puede sostenerse que la Corte haya fijado una doctrina
sobre la cuestión.
Pasaré entonces a referirme a los fundamentos expuestos por los Ministros votantes.
Así, en el voto de los jueces Petracchi y Highton de Nolasco, se aclara y se deja a salvo
que los argumentos en los que se apoyó la declaración de inconstitucionalidad del
artículo 348, párrafo 2, primera hipótesis no resultan aplicables a la segunda hipótesis,
pues en tales casos, en principio, no es posible suponer una afectación genérica de la
imparcialidad del tribunal, en la medida en que su intervención quede limitada a
asegurar que el querellante pueda ejercer el derecho que la ley le concede a ser oído en
juicio oral y público; agregando además que el supuesto previsto en esta segunda
hipótesis, tampoco constituye una afectación intolerable al a independencia del
Ministerio Público. Citan entre los fundamentos de su posición, el caso Santillán,
Francisco. (CSJN- Fallos, 321:2021.)
Por su parte, el Juez Zaffaroni hace una afirmación similar, pero con relevantes
omisiones –no menores- que dejan inferir diferencias sensibles con los fundamentos
expuestos por los jueces Petracchi y Highton de Nolasco. En efecto, el Dr. Zaffaroni no
hace referencia en ningún pasaje de su voto al casa “Santillan”, ni tampoco a la
circunstancia de que dicho procedimiento constituya una afectación a la independencia
del Ministerio Público Fiscal.
Conviene entonces analizar cuáles son las diferencias de los votos antes apuntadas.
En primer lugar, cuando los jueces Petracchi y Highton de Nolasco refieren que no hay
una afectación “intolerable” a la independencia del Ministerio Público Fiscal, debe
interpretarse que según su criterio, en realidad sí existe una afectación a la mentada
independencia, pero que la misma no resulta –a su juicio- intolerable, lo cual resulta de
difícil interpretación, toda vez que la afectación a la independencia y autonomía del
Ministerio Público Fiscal no es distinta, o mas o menos tolerable, según que en un caso
la consulta sea promovida de oficio por el juez que disienta con el fiscal, o por razón de
la discordancia entre la pretensión del querellante y la de la fiscalía.
Por lo dicho entonces, el silencio guardado por el Dr. Zaffaroni respecto a esta puntual
referencia realizada por los Dres. Petracchi y Highton de Nolasco, llevaría a sospechar
que el mismo podría eventualmente revisar la cuestión si a la Corte llegara un caso en el
que el proceso hubiese sido remitido en consulta a raíz de la pretensión del querellante
de elevar el caso a juicio cuando el fiscal hubiera pedido el sobreseimiento.
Más aún se complica la cuestión, cuando los argumentos del fallo “Quiroga”
precedentemente analizados son revisados a la luz del precedente “Mattio” (CSJN
fallos, 327:5959) dictado el mismo día en que la Corte resolviera Quiroga.
Digo ello, por cuanto ambos casos guardan cierta analogía, solo que en “Mattio” había
parte querellante, y esta había requerido la remisión de la causa a juicio, mientras que el
fiscal había pedido el sobreseimiento. No obstante lo cual, y pese a lo sostenido por los
jueces Petracchi y Highton de Nolasco en el precedente “Quiroga” , aquí se remitieron a
la doctrina del mismo, por considerar la cuestión planteada como “sustancialmente
análoga”. En cambio Zaffaroni, reiteró su opinión en el sentido de que no estaba en
juego la imparcialidad del tribunal, pero agregó que “aún cuando la elevación en
consulta a la Cámara de Apelación resulte viable en este supuesto, ello no habilita al
órgano judicial a ordenar el apartamiento del fiscal actuante, facultad de la que carece
por tratarse de un organismo distinto y autónomo”
De lo hasta aquí expuesto dos conclusiones deben extraerse. La primera es que para la
Corte, aún sin decirlo expresamente, el segundo supuesto del artículo 348 del Código
Procesal Penal de la Nación también resulta incompatible con el artículo 120 de la
Constitución Nacional.
La segunda, y que se desprende del voto del Dr. Zaffaroni, es que en los supuestos de
discrepancia entre el querellante y el representante del Ministerio Público, la causa
puede remitirse a la Cámara en consulta y que esta podría tomar alguna clase de
decisión –sin aclarar cuál- pero que de todos modos, no puede apartar al fiscal
interviniente.
Distinto es el fundamento expresado en este supuesto por el Dr. Maqueda, y el cual vale
resaltar, por guardar la doctrina derivada del mismo directa relación con nuestro
ordenamiento ritual. En efecto, al concurrir con su voto el Dr. Maqueda en el caso
“Quiroga”, el mismo no ha dejado la puerta abierta respecto a la intervención del
querellante. Y en ese sentido, luego de analizar las explicaciones de ciertos teóricos
sobre la irrupción histórica del Ministerio Público, sustituyendo los intereses del estado
por los de la víctima del delito, ha entendido que hubo una evolución de la
jurisprudencia de la Corte en el sentido contrario, reconociéndole a ésta el derecho a
intervenir en el procedimiento para procurar la investigación y castigo del autor del
delito, evolución que ha tenido su punto de inflexión en el caso “Santillán”. Por ello, el
Juez Maqueda ha sostenido que en principio no sería objetable desde un punto de vista
de la imparcialidad, que el querellante sea el que reclame ante el tribunal su derecho de
elevar la causa a juicio, para ejercitar el derecho a ser oído en juicio oral y público, que
es el verdadero juicio. Para el juez Maqueda entonces, el querellante tiene un derecho
autónomo a requerir la remisión del caso a juicio. En este supuesto no sería necesario
ninguna consulta y podría habilitarse la apertura del juicio con su solo requerimiento,
aunque el fiscal hubiese promovido el sobreseimiento.
Atento la vinculación que la mayoría de los jueces han hecho en el presente con el
precedente Santillán, analizaré sucintamente los antecedentes y las conclusiones de
aquél.
Los hechos en el caso “Santillán, Francisco A.” son los siguientes: en un juicio, en
ocasión de alegar oralmente sobre la prueba producida, el representante del Ministerio
Público Fiscal había solicitado la absolución del imputado por considerar atípica la
conducta que se le atribuía, en tanto que el querellante particular había requerido que se
lo condenase por el delito de abandono de personas agravado. El imputado resultó
absuelto por aplicación de la doctrina del caso “Tarifeño”. Llegado el caso a la Corte, la
misma sostuvo que el presente difería del precedente “Tarifeño”, toda vez que en este
había querellante; por lo que, el pedido de condena de éste habilitaba al tribunal para un
pronunciamiento de condena.
El voto mayoritario de la Corte sostuvo que al desconocerle el Tribunal apelado al
querellante un derecho autónomo de acusación, había hecho una interpretación de las
disposiciones del Código Procesal Penal de la Nación que derivó en consecuencias
respecto de la intervención que se le reconoce en el proceso penal; menoscabando de
ese modo los derechos asegurados en la Constitución Nacional al privarlo de formular
acusación en juicio penal.
No obstante lo cual, lo dicho por la Corte en “Santillan” no puede ni debe ser valorado
de manera independiente a los criterios sostenidos por el Tribunal en pronunciamientos
anteriores y que no han quedado derogados por éste último. En relación con lo señalado,
ha mantenido la Corte que el querellante no tiene un derecho constitucional para
intervenir en la causa criminal como tal, ni a obtener la condena penal de terceros
(CSJN- Fallos, 153:5) puesto que la facultad reconocida por la ley a los particulares de
hacerse parte querellante en los delitos de acción pública no es un derecho de propiedad
en el sentido de la ley civil, sino una mera concesión de la ley susceptible de suprimirse
en todo tiempo (CSJN Fallos, 143:5), y en todo caso, la admisión del querellante
particular en los procesos que motivan los delitos de acción pública es cuestión librada a
las leyes procesales respectivas, y su exclusión no compromete principio constitucional
alguno. (CSJN, Fallos, 252:195). Esta discreción concedida por la Constitución
Nacional no se ha visto modificada por la incorporación al orden interno, con jerarquía
constitucional, de los instrumentos internacionales de derechos humanos (art. 75 inc. 22
de la Const. Nacional). Si bien en ellos se establece el derecho de acceder a un recurso
judicial efectivo que ampare contra todo acto de agentes del Estado o de particulares
que violen sus derechos reconocidos por esos instrumentos, por la Constitución o por la
ley (art. 8 DUDH; 25, CADH, 2.3 PIDCP), nada indica que el recurso de protección sea
equivalente al derecho de acusación.
Por el contrario, hasta ahora jamás la Comisión ni la CIDH han declarado que de los
artículos 8 y 25 de la CADH pueda inferirse un derecho de toda persona a formular por
sí acusación para obtener la condena por un delito.
No obstante lo cual, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en oportunidad
de pronunciarse, sí ha señalado que el acceso a la jurisdicción por parte de la víctima de
un delito, sólo en los códigos que así lo autorizan, deviene un derecho fundamental del
ciudadano.
Más aún, toda la doctrina que puede extraerse de la jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos sobre los derechos de las víctimas, se sintetiza en
la idea de que debe asegurárseles a éstas un derecho de acceso a todas las instancias de
los procesos penales, pero de ningún modo la Corte ha llegado a declarar que las
víctimas tuviesen un derecho de acusación derivado directamente de la Convención. Al
respecto, sirve de ejemplo la sentencia del caso “Bulacio” (dictada por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos el 18/09/03), donde la familia de la víctima había
pretendido que la Corte impusiera al Estado argentino el deber de garantizar que la
familia Bulacio sea incorporada a la causa penal como querellante. Allí la Corte no
declaró la existencia de un derecho de querella, sino de participación en los
procedimientos de acuerdo a la ley interna y a la Convención. En otros términos, el
derecho de participación no ha sido entendido como derecho de acusación.
Hasta ahora entonces, la Corte jamás ha declarado un derecho de la víctima para
promover por sí la acusación y obtener una condena. La Corte ha declarado sí que el
estado tiene una obligación propia de investigar, perseguir y castigar frente a la
comisión de un delito, pero en absoluto ha señalado que el estado debe procurar a los
particulares una acción para promover por sí la persecución y la condena de una
persona por cualquier delito del que se consideren víctimas.
A esta altura entonces, estamos en condiciones de decir que no puede derivarse ni del
artículo 18 de la Constitución Nacional, ni de los artículos 8.1 de la CADH y 14.1 del
PIDCP un derecho autónomo inherente a toda persona de acusar a otros por los delitos
que puedan aparecer como víctimas, sino que la decisión de reconocer o no a las
personas tal derecho y en su caso si se le concede dicho derecho de manera autónoma o
adhesiva, queda exclusivamente librada al legislador local.
Ahora bien, a falta de un derecho de acusación directamente derivado de la Constitución
Nacional, debemos examinar entonces si el mismo ha sido reconocido por el legislador
local al formular el Código Procesal Penal de la Nación.
Un repaso por el Código Procesal Penal Federal arroja, en primer lugar, que el ejercicio
de la acción sólo le corresponde al Ministerio Público en los términos del artículo 5
cuando se trate de un delito de acción pública. En segundo lugar, toda persona que
pretenda la apertura de un proceso penal para la persecución de un delito de acción
pública como querellante no tiene reconocido por la ley un derecho autónomo de
acción. Ello por cuanto sus denuncias y pretensiones solo pueden ser iniciadas en virtud
de un requerimiento fiscal o de una prevención o información policial, es decir que
están condicionadas a las presentación de un requerimiento de instrucción de la fiscalía
y esta puede pedir su desestimación, y contra esta desestimación al pretenso querellante
sólo le cabe la posibilidad del recurso de apelación. Pero lo cierto es que a la luz de lo
dicho por la Corte en “Quiroga”, tampoco puede abrigar demasiadas expectativas de
seguir adelante con su pretensión, toda vez que en el supuesto de que el Fiscal de
Cámara insistiera con la desestimación de la denuncia, ningún Juez, ni siquiera los de la
Cámara, podrían instruir a los fiscales para que presenten un requerimiento de
instrucción. Es decir que la ley no le ha dado al querellante la llave de apertura del
procedimiento.
Y así como su imputación no tiene idoneidad para habilitar el requerimiento fiscal de
instrucción, tampoco está habilitado para abrir con su sola pretensión el juicio, sino que
es necesaria la existencia de un requerimiento fiscal de elevación a juicio. Además, sólo
el fiscal cuenta con la facultad de ampliar la acusación. En base a lo expuesto, se puede
concluir que los poderes de definición del objeto del juicio han sido reservados al
Ministerio Público en los casos de delitos de acción pública; presentando el querellante
una función coadyuvante a la del Ministerio Público Fiscal.

§3.2.- Las proyecciones del precedente Quiroga en otros pronunciamientos de Organos


inferiores. Las consecuencias del precedente “Quiroga” poco tiempo tardaron en
hacerse sentir. En la causa “Storchi”, la Sala I de la Cámara Nacional Criminal y
Correccional, tuvo la oportunidad de expedirse en un hecho donde la querella había
pedido la elevación a juicio respecto de cinco imputados, mientras que el Ministerio
Público pretendía la apertura del juicio sólo respecto de dos de esas personas y el
sobreseimiento de los restantes tres. El Juez había disentido con el pedido de
sobreseimiento de la defensa y elevó la causa en consulta a la Cámara. Al promover el
Fiscal General la nulidad del apartamiento del fiscal de grado, la Cámara declaró la
inconstitucionalidad del artículo 348 del C.P.P.N. señalando asimismo que la querella
estaba habilitada a promover de manera autónoma la apertura del juicio contra las tres
personas respecto de las cuales el fiscal de grado había solicitado el sobreseimiento.
Aquí, por mayoría los jueces entendieron que lo resuelto por la Corte en Santillán era
decisivo para todas las etapas del proceso, y que a partir de la decisión de ese caso era
legalmente posible remitir una causa a juicio por un delito de acción pública con la sola
acusación de la querella.
Para los jueces de la Cámara, a partir del precedente Santillán, el querellante abandona
su participación adhesiva en el proceso, para adquirir una nueva de carácter autónoma.
Este criterio genera consecuencias de marcada importancia a nivel del efectivo derecho
de defensa en juicio. Digo ello por cuanto, al concedérsele al querellante facultades
autónomas para requerir por sus pretensiones y sin sujeción a las del Ministerio Público
Fiscal, -que vale destacarlo, conserva las propias-, puede suceder que en procesos de
multiplicidad de víctimas, puedan existir numerosos querellantes, con la consecuente
posibilidad de que existe una multiplicidad de objetos de la imputación; lo que genera
que los imputados de este tipo de delitos, se vean en una situación rayana a la
indefensión, pues así como una acusación es un presupuesto de sus posibilidades de
defensa, la posibilidad prácticamente ilimitada de acusaciones con objetos más o menos
divergentes sobre un mismo hecho histórico, anulará también toda posibilidad de
actuación en condiciones de igualdad de armas y de defensa efectiva.

§3.3.- El sistema procesal penal federal y el de la Provincia de Buenos Aires. Para


poder determinar el alcance de la doctrina de Quiroga y Mattio, resulta necesario
establecer cuáles son las facultades de intervención que los ordenamientos procesales le
otorgan a la víctima –bien como querellante en el ordenamiento federal, o bien como
particular damnificado en nuestro ordenamiento provincial.
En ese sentido, no tengo dudas que el legislador local al sancionar el digesto de forma
nacional, otorgó al querellante un rol adhesivo. Luego, pretorianamente a través de la
doctrina emergente de los fallos de la corte, su rol pasó a ser subsidiario; es decir que
cuando el fiscal renuncia a formular requerimiento o pide el sobreseimiento, es el
querellante quien de manera subsidiaria puede llevar adelante dicha tarea.
En el ordenamiento procesal Nacional, el querellante tiene el derecho de tomar
intervención en una investigación ya iniciada con el fin de acreditar el hecho delictuoso
y de probar la responsabilidad penal del imputado, impulsando para ello el proceso,
proporcionando elementos de convicción, como así también argumentar sobre ellos y
recurrir.
Pero impulsar el proceso no debe ser confundido con la facultad de promover el mismo,
tarea que en orden federal se le asigna de manera exclusiva al Ministerio Publico Fiscal.
Esto es lo mismo que sucede en nuestro ordenamiento procesal provincial. En efecto,
pese a la reforma operada por ley 13.943, entiendo que en absoluto puede sostenerse
que el mismo haya adquirido un rol autónomo en el proceso.
El repaso de las normas, nos conduce a la conclusión que –en definitiva- el particular
damnificado podrá impulsar el procedimiento pero no tiene la facultad para promoverlo.
Así, vemos que el artículo 6 señala: la acción pública corresponde al Ministerio Publico
Fiscal, sin perjuicio de la participación que se le concede a la víctima y al Particular
Damnificado.
Las peticiones del Particular Damnificado habilitarán al Juez o Tribunal a abrir o
continuar el juicio, a juzgar y a condenar con arreglo a las disposiciones de este código.
Si bien, de una primer lectura ,la redacción del artículo antes referido puede generar
alguna duda respecto a la participación autónoma del Particular Damnificado en el
proceso, lo cierto es que un repaso íntegro y concordado de nuestro ordenamiento
procesal, permite, sin dudas, descartar dicha autonomía.
Digo ello, por cuanto en el análisis del catálogo de facultades expresamente acordadas
al Particular Damnificado, no se encuentra la de impulsar de manera autónoma la acción
penal (art. 79).
En consecuencia, la participación concedida al Particular Damnificado en el artículo 6,
facultándolo a peticionar válidamente ante el juez o tribunal, habilitándolo así para abrir
o continuar el juicio, a juzgar y condenar; debe ser entendida solo en función de lo
dispuesto por los artículo 334 bis y 368 último párrafo del C.P.P., pero no más allá.
A través del artículo 334 bis, el juez, ante el pedido de sobreseimiento formulado por el
Agente Fiscal y confirmado por el Fiscal de Cámara, debe dar vista al particular
damnificado –cuando existiera y estuviera debidamente constituido- para que éste
requiera la elevación a juicio a su costa. Presentado dicho supuesto, si el juez no
estuviera de acuerdo con el sobreseimiento solicitado por el fiscal, decretará el cese de
la intervención del Ministerio Público Fiscal en el proceso y correrá vista a la defensa
del contenido el requerimiento de elevación formulado (art. 337 y 337 del C.P.P.)
Por su parte, el último párrafo del artículo 368 establece que si en cualquier estado del
debate, el Ministerio Público Fiscal desistiese de la acusación, el Juez o Tribunal
absolverá al acusado, salvo que el ofendido constituido en particular damnificado
sostenga la acusación que hubiera formulado el fiscal en la oportunidad del artículo 334.
Del análisis precedente, surge de manera más clara la intervención subsidiaria que se le
otorga al particular damnificado en nuestro ordenamiento procesal provincial, quien
asume el rol de acusador solo de manera subsidiaria cuando el Ministerio Público pide
el sobreseimiento. De este modo habilita al juez para abrir el juicio; pero ninguna
herramienta le otorga para impulsar de manera autónoma la acción penal, que como el
propio código consagre, le corresponde solo al Ministerio Público.
Para una mejor ilustración de lo que quiero significar y para comprender el alcance que
un querellante verdaderamente autónomo asume en un proceso, me parece oportuno
analizar el Código de Procedimientos de la Provincia de Santa Fe.
Allí, en su artículo 93 se regula la actuación del querellante dentro del proceso junto con
el Ministerio Público Fiscal, remarcando que la presencia de ambos no condiciona a
ninguno de ellos en sus criterios de actuación (art. 85 primer párrafo, como así también
el artículo 97 in fine cuando consagra que en ningún caso su actividad estará
subordinada as directivas o conclusiones del fiscal.
También se prevé bajo diversas circunstancias su actuación exclusiva. Así en los casos
del artículo 22 ante la aplicación de algún criterio de oportunidad del artículo 291, ante
decisiones de desestimación y archivo fiscal y en el artículo 347 y siguientes para
delitos de acción privada.
Señala el artículo 16 que la preparación y el ejercicio de la acción penal pública estará a
cargo del Ministerio Público; pero podrá también estar a cargo del Querellante.
En cuanto a la investigación penal preparatoria, dispone el artículo 251, la investigación
corresponderá al Ministerio Público, pero podrá sin embargo quedar a cargo del
querellante.
Vemos en consecuencia que en el ordenamiento ritual Santafesino, se le otorga al
querellante la calidad de actor pleno durante todo el proceso penal y en similares
condiciones a las de actuación del Ministerio Público Fiscal.
La transcripción de alguno de sus artículos servirá de ilustración en orden a lo que
postulo.
Art. 9: Derechos de la víctima - Para quien invocara verosímilmente su calidad de
víctima o damnificado o acreditara interés legítimo en la Investigación Penal
Preparatoria, se le reconocerá el derecho a ser informado de la participación que puede
asumir en el procedimiento, del estado del mismo, de la situación del imputado y de
formular las instancias de acuerdo a las disposiciones de este Código.

Art. 16: Acción promovible de oficio - La preparación y el ejercicio de la acción penal


pública estará a cargo del Ministerio Público Fiscal, quien podrá actuar de oficio
siempre que no dependiera de instancia privada. Podrá sin embargo estar a cargo del
querellante, en los términos de este Código.
Las peticiones del querellante habilitarán a los Tribunales a abrir o continuar el juicio, a
juzgar y a condenar con arreglo a las disposiciones de éste Código. La participación de
la víctima como querellante no alterará las facultades concedidas por la ley al Ministerio
Público, ni lo eximirá de sus responsabilidades.

Art. 22: Resolución. Conversión - Si el Tribunal admite el criterio de oportunidad, la


acción pública se tramitará conforme lo previsto para el procedimiento de querella,
cualquiera fuera el delito de que se tratase. En tal caso la querella deberá presentarse
dentro del término de sesenta (60) días hábiles desde la notificación de la resolución.
La víctima tendrá el derecho y el Estado el deber de asegurarle el asesoramiento jurídico
necesario cuando no pudiese afrontar los gastos en forma particular.
Vencido el término, la acción penal quedará extinguida para el autor o partícipe a cuyo
favor se aceptó el criterio de oportunidad, salvo el supuesto del inciso 2 del artículo 19
en que los efectos se extenderán a todos los partícipes.
Art. 82: Asistencia técnica - Para el ejercicio de los derechos que se le acuerdan a quien
invoque su condición de víctima, no será obligatorio el patrocinio letrado, salvo lo
dispuesto en el artículo 94.
Si no contara con medios suficientes para contratar un abogado a fin de constituirse en
querellante, el Centro de Asistencia a la Víctima u organismo pertinente, se lo proveerá
gratuitamente.
El artículo 219 dispone que la prisión preventiva procede solo a pedido de parte.
Art. 287: Participación del querellante - Cuando el Fiscal estimara agotada la
investigación, y se hubiera celebrado la audiencia del artículo 274 y concordantes, citará
al querellante interviniente en el procedimiento, si lo hubiera, proporcionándole las
copias y las explicaciones necesarias para que se imponga del procedimiento, de su
decisión de abrir o no el juicio y de los extremos que habrá de contener su acusación.
En esta oportunidad, le acordará un plazo de cinco días para que señale por escrito y
puntualmente sus eventuales diferencias.
Si no hubiera disenso, el querellante formulará su acusación en el plazo
establecido en el artículo 294.
Art. 288: Disenso entre el Fiscal y el querellante. Sustitución en el ejercicio de la acción
- Si hubiera disenso sobre los temas señalados en el artículo anterior, las cuestiones
controvertidas, serán resueltas por el Fiscal superior en grado, sin recurso alguno,
después de una entrevista informal donde los discrepantes fundamentarán sus
pretensiones. Cuando la disidencia hubiera referido a pruebas faltantes, y el Fiscal
superior hubiese aceptado la pretensión del querellante, fijará un plazo no mayor de
treinta (30) días para su producción; si no le hiciere lugar, el querellante podrá postular
su producción en el debate.
Satisfecho el trámite y producida en su caso la prueba, el querellante formulará su
acusación en el plazo establecido en el artículo 294 y solicitará las cautelas pertinentes
dentro de los primeros cinco (5) días.

Art. 291: Notificación y disconformidad - La desestimación y el archivo dispuesto por


el Fiscal, serán notificados a la víctima y en su caso al querellante, quienes en un plazo
de cinco días podrán manifestar su disconformidad ante el Fiscal superior en grado. Este
realizará, cuando corresponda, una sumaria averiguación y convalidará o revocará la
decisión del inferior. En este último caso podrá impartir instrucciones y aún designar
nuevo Fiscal como encargado de la investigación.
Cuando el Fiscal General convalidara la decisión del inferior, dentro del mismo plazo,
se podrá ocurrir ante el Procurador General, quien luego de cumplir idéntico
procedimiento, resolverá definitivamente.
En caso de mantenerse el rechazo de la pretensión de la víctima, ésta podrá iniciar la
persecución conforme el procedimiento de querella, cualquiera fuera el delito de que se
trate, dentro del plazo de sesenta (60) días hábiles de notificada la resolución del
Procurador General.
Art. 321: Ampliación de la acusación - Durante el debate, el Ministerio Público Fiscal, y
el querellante en su caso, podrán ampliar la acusación por inclusión de un hecho nuevo
o circunstancia que modifica la calificación legal o la pena del mismo hecho objeto del
debate, o que integra la continuación delictiva, que no hubieran sido mencionados
originariamente.

§4.- Conclusiones. Si bien en nuestro ordenamiento procesal provincial no se presenta


el problema que llevó a la Corte a tomar intervención en Quiroga, toda vez que el
procedimiento de consulta que nuestro ritual contempla se da en el propio ámbito del
Ministerio Público, lo cierto es que la confirmación de parte del Fiscal General respecto
al pedido de sobreseimiento, cunado no existe particular damnificado legalmente
constituido, obliga a nuestro Juez a dictar una resolución de carácter definitivo,
debiendo –aún cuando no comparta la tesis propuesta- dictar el sobreseimiento.
Entiendo que de ese modo se violenta la independencia de los poderes; y así como la
Corte resolvió que era inconstitucional la intromisión del Poder Judicial en las
facultades propias del Ministerio Público, el mismo criterio debe seguirse en el caso
inverso.
Y con lo dicho no quiero significar que el Juez pueda imponer su criterio cuando no
comparta el pedido de sobreseimiento, pero tampoco puede sostenerse que sea el fiscal
el que pueda imponer el suyo.
Es por ello que, a mi entender, la solución con la que cuenta el fiscal y que deja a salvo
la autonomía e independencia de ambos poderes, es acudir al archivo de las actuaciones
cuando a su entender, no cuenta con elementos para seguir adelante su acusación.
Archivo que luego sí se convertirá en sobreseimiento por el transcurso del tiempo, pero
no por valoración de prueba, que es tarea propia e inherente del juez y que a mi entender
no puede ser despojado, obligándolo a que convalide algo que no comparte.

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