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Introducción
Mario Bunge
Hugo Marietan,
www.marietan.com, 1994
Definiciones básicas
2) Para distinguirse del resto de las ramas de la Medicina, la Psiquiatría debe tener
suficientes elementos diferenciadores como para producir dicha división. Se ocupa
entonces de:
a) Pacientes que estando afectados del cerebro no responden in toto a los parámetros de
la neurología (espaciales) (Ejemplo: S. Korsakoff, etcétera).
- Observación;
- Descripción;
- Deducción diagnóstica;
- Clasificación nosológica;
La psicopatología
Para que sea una ciencia debe utilizar la inducción, que es propia del método
experimental (muy en pañales aun en nuestra especialidad). Es decir, para que la
psicopatología sea una ciencia, le falta completud metodológica. Por eso debe depender
aún de la filosofía.
La clínica psiquiátrica
La semiología
El objetivo de estas clases es ofrecer noción de los elementos que forman parte de las
enfermedades mentales, es decir, los síntomas y signos. Para ello es necesario aprender
un lenguaje con el cual describirlos.
El paciente debe pasar de un nivel vivencial a un nivel verbal. Ese pasaje nos da una
transcripción indirecta, y por supuesto, no del todo precisa. El receptor debe interpretar
lo escuchado, con lo cual la decodificación del mensaje verbal se vuelve menos
confiable aun. La serie de imprecisiones que se van sumando facilita que el error se
incremente.
En este punto observamos a veces una desarmonía en los esquizofrénicos, quienes dicen
una cosa y expresan otra a través de sus manifestaciones no verbales.
Son tantas las variables a tener en cuenta en las enfermedades mentales, que
evidentemente la posibilidad de error es muy amplia.
Concepto
La semiología psiquiátrica se ocupa de los síntomas y signos que traducen los enfermos
mentales, con el fin de llegar a un diagnóstico.
Metodología
Si el paciente nos dice, por ejemplo, que está triste, angustiado, que no le encuentra
sentido a la vida, y esto va acompañado de posturas y gestos acordes con un estado de
desgano y flexión, constituye en su conjunto un contenido del que aislamos las formas
que son semiológicamente significativas, lo que nos permite llegar a los síntomas, de
ellos a los síndromes, y luego realizar un diagnóstico presuntivo, para finalmente
orientar la terapéutica.
Objetivo
Caso clínico
Una joven de 28 años viene a la consulta después de haber sufrido una crisis.
Está bien vestida, presenta clara dicción y denota en su discurso una buena preparación
cultural. Informa que es pintora. Está empleada en una empresa importante, en la que
hubo un conflicto muy serio con gran resonancia pública. La paciente habría participado
involuntariamente en ese problema administrativo.
La joven decía que tenía un insomnio que duró dos noches seguidas, que estaba agitada
y muy apenada por lo que había pasado. Le pregunto si está triste y me dice que sí.
Lloraba, se sentía culpable, creía que el problema había devenido a causa de su
accionar.
Tenía una marcada inhibición, decía que no podía dormir ni hacer cosas, no tenía
voluntad. Sentía opresión precordial y sensación de no poder respirar, como una cosa
que le molestaba en el pecho. Este síntoma de angustia es muy frecuente cuando la
tristeza desborda lo psíquico y pasa a manifestarse físicamente.
La actitud era de aflicción: tenía el cuerpo flexionado hacia adelante, que es muy propio
de los estados de angustia.
El discurso era coherente, ya que los gestos y lo verbal eran armónicos. Decía que se
sentía triste, culpable, sin ganas, y a su vez lloraba con el cuerpo flexionado. El todo
conformaba algo armónico.
La tristeza, si tiene una intensidad o una duración ajustada al motivo, no constituye algo
patológico. En el ejemplo, la tristeza de haber provocado un daño puede estar
encuadrada en lo normal. Si practicamos la empatía (colocarse en el lugar del otro),
podemos decir que nosotros, en esas circunstancias, también estaríamos tristes.
Un duelo, por ejemplo, si se prolonga por seis meses no llama la atención, pero si dura
más de un año, es materia analizable.
Le pregunto si hay más elementos, algún otro síntoma, y dice que no.
La impresión que da esta joven es la de una persona muy sensible, insegura, melindrosa.
La madre confirma estos rasgos de personalidad.
Se siente muy culpable, entonces le recuerdo los términos del contrato terapéutico que
se establece en la primer entrevista. Como se trabaja con información que da la
paciente, se insiste en que ésta no debe ser falsa ni se debe omitir información, es decir,
se espera sinceridad.
Le vuelvo a preguntar por los hechos, y en la cuarta entrevista dice lo siguiente: "Lo que
pasa es que yo unos días antes de este escándalo fui a consultar a un «lugar malo»,
donde había una vidente que me dijo «cosas»". (Es una católica practicante).
Frente a un discurso como éste hay que percatarse de que la paciente está dando sólo los
titulares de la noticia; es aconsejable entonces inquirir por los detalles y no realizar una
escucha pasiva.
La vidente le había dicho qué iba a pasar con cada uno de los miembros de la empresa.
La cuestión es que la paciente pensaba que la bruja había incidido en el escándalo
económico. Se produce el siguiente diálogo:
—¿Qué información?.
—Altos ejecutivos.
—¿Con qué objeto, con que fin la vidente iba a usar tu información para dárselos a un
superior jerárquico?
—Para perjudicar al jefe, a mi familia, a mí. (Ideas de perjuicio).
Le argumento que no era necesario que ella le informara a la vidente quiénes eran los
involucrados, ya que son figuras muy conocidas en el medio, y que el escándalo al que
se refería era público, entonces me dice enfáticamente:
¿Y por qué no creerle? ¿Se puede dar un caso así, donde se use información para
perjudicar a un personaje importante?
Pero ella sólo había mencionado a la vidente nombres muy conocidos, el valor de la
información era insignificante. No encontramos mucho sentido a la relación que hace
entre dar sólo nombres y el perjuicio a la empresa. A pesar de eso, la paciente creía
haber gravitado en el desencadenamiento del problema empresario (ideas
megalómanas).
Al preguntarles, tanto a la madre como a la hija, por qué no habían comentado esto
desde el principio, objetaron que era una cosa muy delicada, y temían que si trascendía
las podían perjudicar laboralmente.
La idea de certeza en sus convicciones delirantes les quita a estos pacientes la noción de
estar enfermos. Ella decía que veía claramente las cosas y que no estaba enferma: en
consecuencia trataba de boicotear el tratamiento, es decir, no tomaba adecuadamente los
comprimidos. Sí reconocía el síndrome depresivo, pero no su síndrome delirante, ya que
la cosa era "así", como ella lo pensaba.
La madre señaló que se pasaba horas explicándole a su hija que su importancia en todo
ese problema era ínfima, que en realidad todo se debía a una maniobra de tipo gerencial.
Después que terminaba toda su argumentación (de horas de hablar), la hija mantenía su
convicción inicial: la ideación era irreductible al razonamiento.
Luego de cuatro o cinco días seguía igual. Una de las características de los
neurolépticos es que, suministrados a dosis bajas, llegan a su efecto completo al cabo de
varios días. No así en el caso de los cuadros agudos, tratados a dosis altas en la Guardia
del hospital.
Pasada una semana más la paciente "amortigua" su cuadro delirante: las ideas de
perjuicio aminoran, habla más y se conecta más con sus amigas. Para ella sus amigas
habían participado de todo. Decía, por ejemplo, que hablaban de cosas de siempre, pero
en realidad estaban en "algo". Esto, en semiología, lo tipificamos como la sensación de
cosa artificial o preparada. Para algunos delirantes lo que sucede está armado
especialmente para él (autorreferencia): no es producto de la casualidad, todo es causal.
A partir de que el síndrome delirante se debilita, la paciente está activa, se ríe más,
cuenta chistes, es decir, disminuye también su síndrome depresivo sin haberla medicado
con antidepresivos, ya que lo depresivo era causado por la ideación delirante.
Un mes después realiza una crítica de su cuadro diciendo que había estado mal, que era
posible que las cosas no hubieran pasado como se las imaginaba: hace una crítica de sus
ideas delirantes.
Pero aun así hay que estar alerta para evaluar si la paciente está mejorando o
simplemente se siente mejor y hace otra coraza más, es decir, no da información sobre
sus certezas delirantes. Por eso es necesario realizar un seguimiento expectante.
En esto consiste el trabajo semiológico. La persona que consulta es una incógnita para
nosotros, ya que no sabemos qué padece.
Bibliografía
1. Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1981.
http://escuela.med.puc.cl/Publ/ManualSemiologia/Indice.html
Semiótica y semiología
„Semiología
Una rama de las ciencias humanas que tiene por objeto todos los sistemas de
signos que constituyen sistemas de significación y, por lo tanto, no sólo el
lenguaje propiamente dicho sino también los gestos, las imágenes y los sonidos.
Tal disciplina nace en el Curso de Saussure (el cual, aunque estableció las bases
teóricas, no volvió a tocar el tema): „Se puede, pues, concebir una ciencia que
estudie la vida de los signos en el seno de la vida social. Tal ciencia sería la parte
de la psicología social, y por consiguiente de la psicología general. Nosotros la
llamaremos s.“ (Saussure 1968: 33).
„Semiología y lingüística:
Si fuéramos retóricos, diríamos que este texto de 1915 es una profecía científica:
¡tal es hoy la importancia de este campo del saber actual! Téngase en cuenta la
relación de los sistemas de comunicación con las ciencias humanas, en general,
y con el hombre, en particular.
Hacia la misma época, el americano Ch. S. Peirce concibe igualmente una teoría
general de los signos, que llama semiótica.