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Historia de China

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Mapa político animado de la historia china: Dinastías.

China, Taiwán y los países ligados a su historia cultural, a saber, Corea, Japón, Mongolia,
Vietnam y los territorios adyacentes del Sureste Asiático y Asia Central.
La historia de China, como cronología de una de las civilizaciones más antiguas del
mundo con continuidad hasta la actualidad, tiene la dinastias avanzadas en el año 2012 sus
orígenes en la cuenca del Río Amarillo, donde surgieron las primeras dinastías Xia y Shang
. La existencia de documentos escritos desde muy antiguo han permitido el desarrollo en
China de una tradición historiográfica muy precisa, que ofrece una narración continua
desde las primeras dinastías hasta la edad contemporánea.
La enorme extensión del territorio ocupado por el estado actual de la República Popular
China hace que, inevitablemente, la historia de todo este territorio abarque, en sentido
amplio, a un gran número de pueblos y civilizaciones. Sin embargo, el hilo conductor de la
narración tradicional de la historia china se centra, en un sentido más restringido, en el
grupo étnico de los chinos han, y está íntimamente asociada a la evolución de la lengua
china y su sistema de escritura basado en los caracteres. Es esta continuidad cultural y
lingüística la que permite establecer una línea expositiva de la historia de la civilización
china, que, desde los textos más antiguos del I milenio a. C., como los clásicos confucianos,
y pasando por las grandes historias dinásticas promovidas por los emperadores, ha
continuado hasta el presente. Los descubrimientos arqueológicos del siglo XX, muy en
especial los de los huesos oraculares, que recogen las primeras manifestaciones escritas en
lengua china, han contribuido en las últimas décadas a un conocimiento mucho más
detallado de los orígenes de la civilización china.
La narración tradicional china de la historia se basa en el llamado ciclo dinástico, mediante
el cual los acontecimientos históricos se explican como el resultado de sucesivas dinastías
de reyes y emperadores que pasan por etapas alternas de auge y declive. Este modelo del
ciclo dinástico ha sido criticado por muchos autores[1] por dos razones fundamentales. En
primer lugar, por su simplismo, ya que el modelo adopta un patrón recurrente en que los
primeros emperadores son heroicos y virtuosos, mientras que los últimos emperadores son
débiles y corruptos. Esta visión está sin duda influida por la interpretación de las propias
dinastías reinantes, que encontraban en la degradación de la dinastía precedente una
legitimación de su propio ascenso al poder. En segundo lugar, el modelo dinástico ha sido
también criticado por presentar una visión nacionalista artificial, pues lo que en una
interpretación alternativa podría verse como una sucesión de diferentes estados y
civilizaciones en un mismo territorio, aparece como una mera alternancia de regímenes de
gobierno en el marco imperturbable de una entidad nacional única.
A pesar de estas críticas, el modelo del ciclo dinástico permite ver los acontecimientos
históricos que han llevado a la formación de la China actual como una estructura lineal de
fácil comprensión, lo cual ha mantenido su vigencia entre los historiadores hasta la
actualidad. Otra razón principal por la que el estudio de las dinastías y sus emperadores ha
sido fundamental entre los chinos en el análisis de su propia historia es el sistema
tradicional de datación de fechas, en que cada emperador establecía sus periodos de reinado
como marco para contabilizar los años. Así, el año cristiano de 1700 corresponde en el
sistema tradicional chino al año 38 de la era Kangxi, mientras que el año 1750 sería el año
15 de la era Qianlong. Incluso hoy en día, en Taiwán al año 2007 se le designa en
contextos formales como año 96 de la República. Este uso de las dinastías y sus
emperadores para la propia datación de los años ha hecho imprescindible en la tradición
cultural china el dominio de la cronología dinástica para adentrarse en el estudio de la
historia.

Contenido
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• 1 Prehistoria
• 2 Era Antigua
○ 2.1 Los Tres Augustos y los Cinco Emperadores
○ 2.2 Dinastía Xia
○ 2.3 Dinastía Shang
○ 2.4 Dinastía Zhou
• 3 Era Imperial
○ 3.1 Dinastía Qin
○ 3.2 Dinastía Han
○ 3.3 Periodo de los Tres Reinos
○ 3.4 Dinastía Jin
○ 3.5 Dieciséis Reinos
○ 3.6 Dinastías Meridionales y Septentrionales
○ 3.7 Dinastía Sui
○ 3.8 Dinastía Tang
○ 3.9 Periodo de las Cinco Dinastías y los Diez Reinos
○ 3.10 Dinastía Song
○ 3.11 Dinastía Yuan
○ 3.12 Dinastía Ming
○ 3.13 Dinastía Qing
• 4 Era Moderna
○ 4.1 República de China
○ 4.2 República Popular China
• 5 Bibliografía
• 6 Véase también
• 7 Enlaces externos

[editar] Prehistoria
Prehistoria de China
Cultura de Longshan.
El territorio que actualmente ocupa la República Popular China ha estado poblado desde
hace miles de años. Se han encontrado restos de homínidos que constituyen los antepasados
más remotos del hombre. Así lo demuestran los restos hallados pertenecientes al hombre de
Renzidong; el hombre de Yuanmou; el hombre de Nihewan; el hombre de Lantian; el
hombre de Nanjing o el hombre de Pekín. Posteriormente surgirían otras culturas, como el
hombre de Dali; el hombre de Maba; el hombre de Fujian o el hombre de Dingcun.
El Homo sapiens hace su aparición hace unos 40.000 años. Hace unos 10.000 años se
empieza a cultivar arroz en el río Yangtsé y poco después mijo en la provincia de Henan.
En el VIII milenio a. C. las culturas de la zona del valle del río Amarillo se hicieron
sedentarias. Un milenio después comenzaría la domesticación de animales.
Entre el VII y VI milenio a. C. surgen las primeras culturas neolíticas, Peilikan y Cishan,
precursoras de la cultura de Yangshao, que se fusionaría con las de Dawenkou y Hongshan
para dar lugar a la cultura de Longshan, comienzo de la unidad territorial y política de
Llanura del Norte de China.
[editar] Era Antigua
[editar] Los Tres Augustos y los Cinco Emperadores
Artículo principal: Tres augustos y cinco emperadores
Son los gobernantes mitológicos de China anteriores a las primeras dinastías históricas.
Existen discrepancias sobre sus identidades. Los tres augustos pudieron ser Fuxi, Nüwa y
Shennong y los cinco emperadores el Emperador Amarillo, Zhuanxu, Diku, Tangyao y
Yushun.
[editar] Dinastía Xia
Artículo principal: Dinastía Xia
Extensión territorial de la dinastía Xia.
Según las Memorias históricas de Sima Qian, la primera dinastía china fue la dinastía Xia,
que se habría prolongado desde alrededor del año 2100 a. C. hasta alrededor del 1600 a. C.
(XXI a de C. - XVI a de C.), y habría ocupado el curso medio del Río Amarillo. Sus 17
soberanos establecieron las sedes del gobierno en lo que hoy son el sur de la provincia de
Shanxi y el oeste de la provincia de Henan.
Los nombres de los reyes de la dinastía son nombrados por Sima Qian con los años de
reinado de cada uno. Debe tenerse en cuenta, en todo caso, que Sima Qian escribió su obra
más de quince siglos después, por lo que sus datos, basados en las tradiciones que llegaron
a esa época, deben tomarse con cautela. Ni siquiera hay pruebas concluyentes de que haya
existido la dinastía Xia. Luego de poner fín a las catástrofes que provocaron las crecidas
anuales del río Amarillo, Da Yu (Huang Di, el Emperador Amarillo), funda la primera
dinastía China, con el apoyo de varias tribus, conquista las mejores tierras de China en la
parte norte, expulsando a sus oponentes, entre ellos a los antepasados de los actuales Miao;
y se transforma en una sociedad esclavista en la que se admitía la propiedad privada. En la
dinastía Xia se elaboró el primer calendario Chino; donde se computan los doce meses
según la posición de la Osa Mayor, se explicaba sobre la astrología, los meteoros y otros
fenómenos naturales, y se determinaba las labores agricolas y sus actividades políticas de
acuerdo a cada mes.
[editar] Dinastía Shang
Artículo principal: Dinastía Shang
Monedas de las épocas Shang y Zhou.
Según el relato de Sima Qian, en el que se basa toda la historiografía china posterior, la
segunda dinastía fue la dinastía Shang, que se extendió en el tiempo desde alrededor del
1600 a. C. hasta alrededor del 1100 a. C., otros sostienen que la Dinastía Shang gobernó
entre 1766-1045 aC. La existencia de la dinastía Shang también fue puesta en duda por
muchos historiadores, en particular los no chinos, hasta que en el siglo XX se produjeron
descubrimientos arqueológicos que permitieron comprobar la veracidad de la existencia de
muchos de los reyes mencionados por Sima Qian. Los reyes de esta dinastía practicaban
artes adivinatorias utilizando los llamados huesos oraculares, omóplatos de buey y
caparazones de tortuga, sobre los que inscribían textos en los que se expresaba el resultado
del ritual de adivinación. Estos textos inscritos en los huesos oraculares son la forma más
antigua conocida de la escritura china (甲骨文 jiǎgǔwén). La confirmación arqueológica de
la existencia de los reyes Shang que mucho más tarde mencionaría Sima Qian confirma la
meticulosidad con que los chinos registraban el paso del tiempo y los acontecimientos. Esto
hace verosímil que también la dinastía Xia haya tenido existencia real.
La dinastía Shang tuvo su capital cerca de la actual ciudad de Anyang, en el Valle Juang
He, el reino Shang era una sociedad altamente desarrollada, gobernada por una clase
hereditaria de aristócratas. El reino en sí no constaba de un territorio consolidado, sino más
bien de una suerte de red de ciudades que respetaban la autoridad del rey. Estas ciudades
que compartían cultura vivían junto a otros pueblos que no formaban parte del mundo
Shang. Precisamente uno de estos pueblos, procedente de una ciudad de nombre Zhou,
derrotó militarmente a los Shang. Tras matar al último rey Shang, el rey de este pueblo
ocupó su puesto como soberano, fundando la nueva dinastía Zhou. Estaba dividida en dos
clases sociales, la nobleza y los plebeyos, guiados por un sacerdote rey. Realizaron
delicadas tallas en jade, tejidos de seda y trabajos en bronce, también durante este período
fueron desarrollados los carros de guerra tirados por caballos, y un sistema de escritura; el
sistema de escritura Shang usaba más de 3.000 símbolos, tallados en trozos de hueso o
caparazón de tortuga. Esta lengua de “oráculo”, evolucionó más tarde en los caracteres
usados en el idioma chino. Veneraban a sus ancestros y a un panteón de dioses, practicaban
el sacrificio humano y enterraban vivos a los esclavos, en las tumbas de sus amos. La
Dinastía Shang terminó cuando una rebelión de esclavos derrocó al último emperador, que
se lo consideraba un déspota.
[editar] Dinastía Zhou
Artículo principal: Dinastía Zhou
La dinastía Zhou gobernó China desde 1045-256 aC. En el año 1045 aC, la China Zhou
Occidental derrocó a los Shang y estableció de esa forma su propia dinastía. La sociedad
Zhou tenía un sistema de clases parecido al de los Shang, con aristócratas y plebeyos, y
agregaron la clase esclava. La Dinastía Zhou controlaba solamente partes del norte de
China, dividiendo el reino en varios estados, cada uno de los estados estaba controlado por
un gobernador local, que hacía cumplir la autoridad central. Pasado el tiempo, estos estados
crecieron cada vez más independientes, y el poder de la dinastía se debilitó.
En el año 771 aC, una invasión extranjera forzó a los Zhou a abandonar su capital y
trasladarse hacia el este, comenzando el período Zhou Oriental. Las ciudades crecieron,
creando una clase comercial que usaba dinero en vez del trueque. La fabricación del bronce
alcanzó un pico artístico y técnico; hubo grandes pensadores y filósofos durante este
tiempo, tales como Confucio y Lao Tzu y durante este período se produjeron cantidad de
grandes libros, incluyendo el I Ching o Libro de los Cambios, el Shijing o Libro de los
Poemas, el Shujing o Libro de la Historia, el Liji o Libro de los Ritos, y el Chunqiu o
Anales de la Primavera y el Otoño.
Los Zhou establecieron dos capitales principales, una en el oeste, Zhouzong, cercana a la
actual Xi'an, y otra en el este, Chengzhou, cerca de la actual Luoyang. La primera fue la
capital principal de los Zhou hasta el año 771 a. C. En ese año, la corte se traslada
definitivamente a Chengzhou. En la cronología tradicional china se divide a la dinastía en
dos partes: Zhou Occidental, hasta 771 a. C., y Zhou Oriental desde 771 a. C. hasta
256 a. C., año en que muere el último rey Zhou.
La época de los Zhou Orientales se puede a su vez dividir en dos partes: El periodo de las
Primaveras y los Otoños, que abarca de 722 a. C. a 481 a. C., y el periodo de los Reinos
Combatientes, que va desde 480 a. C. hasta 221 a. C. El primer periodo toma su nombre de
un libro de anales, cuya recopilación la tradición atribuye a Confucio, en el que los
capítulos se delimitaban por el comienzo de la primavera y el otoño. De ahí que los dos
caracteres 春秋 (chūnqiú) con que se encabezaban los capítulos asumieran el significado de
"anales" y dieran nombre al libro. Esta época fue un periodo en el que los reyes Zhou
conservaban una autoridad religiosa como poseedores del mandato del Cielo, y ejercían una
autoridad política bastante limitada sobre un número de estados en gran medida
independientes. Fue también una época de gran esplendor cultural en la que vivieron y
escribieron sus obras algunos de los principales pensadores chinos de la antigüedad como
Confucio, Mencio o Zhuangzi.
El período de los Reinos Combatientes, por el contrario, estuvo marcado por las guerras
entre los diferentes estados, que acabaron negando la autoridad de la corte Zhou. Tras la
muerte del último rey Zhou en 256 a. C. se prolongó esta situación de guerra constante, el
gobierno central perdió poder y se separo en 7 grandes estados; hasta que el Estado
occidental de Qin conquistó a los demás.
[editar] Era Imperial
[editar] Dinastía Qin
Artículo principal: Dinastía Qin
El rey de los Qin funda una nueva dinastía y toma para sí el nuevo nombre de 皇帝
(huángdì), de connotaciones religiosas, que traducimos al español por "emperador". A
partir de este momento histórico, todos los monarcas chinos posteriores utilizarán este
título, abandonando la denominación de "reyes" (王 wáng). El nuevo emperador se hizo
llamar 始皇帝 Shǐ Huángdì ("primer emperador"), viéndose a sí mismo como el primero de
lo que esperaba fuera una larga dinastía de emperadores. Es la primera dinastía de una
China reunificada y mucho más grande que la gobernada por los Zhou. Hoy en día los
chinos lo llaman más frecuentemente Qin Shi Huang ("Primer Emperador Qin"). Con él
surge, por primera vez en la historia, un estado chino fuerte, centralizado y unificado.
El Estado Qin llevó a cabo una labor intensa de unificación de normas: Se unificaron las
pesas y las medidas, así como el sistema de escritura. Se ordenó la tristemente célebre
quema de libros, en la que se destruyeron escritos que no se ajustaban al modelo religioso y
social del nuevo imperio. Construyó enormes palacios en Xianyang para convertir a sus
antiguos enemigos en cortesanos,unificó los fragmentos de muralla construidos durante los
siglos anteriores en la Gran Muralla, también inició la construcción de su mausoleo, los
famosos Guerreros de Terracota.
A pesar del éxito militar de la unificación, las características del estado Qin hicieron su
supervivencia inviable, y éste se vino abajo tras la muerte de Qin Shi Huang. Su crueldad y
los numerosos trabajos que impuso al pueblo sembraron el descontento; tras su muerte en
209 a. C., los rebeldes aprovecharon el reinado de su débil hijo Èrshì Huángdì ("Emperador
Segundo"),para acabar con la dinastía Qin y arrasar su capital, Xianyang. En 206 a. C., Liu
Bang, que dirigía la rebelión militar contra el ejército Qin, se proclama emperador,
fundando una nueva dinastía: los Han.
[editar] Dinastía Han
Artículo principal: Dinastía Han
Liu Bang estableció una nueva dinastía, la dinastía Han. China prosperó con rapidez, la
agricultura, la industria y el comercio florecieron.
El general Zhang Qian, fue enviado a las regiones del Oeste a buscar los necesarios
caballos por continuas guerras contra los hunos, a su vuelta se inauguró la Ruta de la Seda,
las sedas chinas se vendían muy bien en esas tierras, de las que llegaban productos hasta
entonces desconocidos. Se inventa el papel, lo que ayuda a promover la educación, el
sismógrafo y numerosas técnicas nuevas que revolucionan el país. Los ideales que
contribuyeron a levantar la dinastía van desapareciendo, el pueblo que se encontraba
disgustado va aumentando su rechazo al régimen y surgen revoluciones en distintos puntos
del país; como la de los "Leñadores Verdes" y las "Cejas Rojas" obligan a trasladar la
capital desde Xi'an a Louyang en el año 25. Y la de los Turbantes Amarillos, en el año 184,
acabará por poner fin a la dinastía.
La dinastía Han se divide en dos periodos: Han Occidentales, que tuvieron su capital en
Chang'an, y los Han Orientales, que mantuvieron un control menos efectivo sobre el
territorio, y tuvieron que desplazar la corte al este, cerca de la actual Luoyang.
Entre ambos periodos, la dinastía Han se vio interrumpida brevemente por el "usurpador"
por excelencia de la historia china, Wang Mang, que instauró su propia dinastía Xin e
intentó organizar un estado basado en el pensamiento confuciano.

El periodo Han Occidental fue un periodo de prosperidad económica y cultural,


especialmente durante el reinado del emperador Wu (Han Wudi, en chino), que derrotó al
pueblo nómada Xiongnu, y abrió rutas comerciales con Asia Central e India, en particular
la Ruta de la Seda, la cual, al intensificar los contactos entre China y otros pueblos
asiáticos, hizo posible la entrada del budismo en China. Durante el reinado del emperador
Wu, el gran historiador chino Sima Qian completó las Memorias Históricas, obra
comenzada por su padre, Sima Tan, en la que se narra toda la historia china hasta aquel
momento.
]
[editar] Periodo de los Tres Reinos
Artículo principal: Tres Reinos
Es el período en que China, se halla dividida tras la caída de la dinastía Han, y por las
luchas que se extienden por el país. Brevemente se unifica bajo los Jin del Este, para
nuevamente ser dividida en numerosas dinastías de breve reinado. Se destaca la dinastía
Wei del Norte (386-534), fundada por los Tuoba, un pueblo de la familia de los Hunos, que
desde las capitales Datong y luego en Luoyang, dan un impulso al establecimiento del
budismo, se inició la construcción de las majestuosas cuevas de Yunggan, Longmen,
Mogao.
La autoridad de Cao Cao en Luoyang, donde el poder nominal aún residía en el emperador
Xian, le enfrentó a sus dos rivales militares Liu Bei y Sun Quan. Tras la Batalla de los
Acantilados Rojos, en el año 208, en que éstos derrotaron a las tropas de Cao Cao, el
imperio quedó dividido en tres. En el año 220, tras la muerte de Cao Cao, su hijo Cao Pi
derrocó al último emperador Han, y se proclamó emperador en Luoyang de la nueva
dinastía Wei. Liu Bei no aceptó la legitimidad de la nueva dinastía y en 221 se
autoproclamó continuador de la dinastía Han en Chengdu, en el estado de Shu, actual
provincia de Sichuan. Del mismo modo, Sun Quan, desde su base de poder en el bajo
Yangzi, tras fracasar en los intentos de alcanzar un acuerdo con Cao Pi, fundó el Reino de
Wu en 222, y unos años después, en 229, se proclamó emperador. De este modo, China
quedó dividida en tres reinos, Wei, Shu-Han y Wu, que se disputaban la legitimidad de la
continuidad de los Han.
[editar] Dinastía Jin
Artículo principal: Dinastía Jin (265-420)
La reunificación de China se produjo bajo la dinastía Jin, que puede dividirse en dos etapas:
los Jin Occidentales (265 - 316), que consiguieron unificar China, y los Jin Orientales (317
- 420), que continuaron gobernando el sur de China.
En el año 263, las tropas de Wei conquistaban el estado de Shu, con lo que los tres reinos se
convirtieron en dos. En 265, Sima Yan, de la prestigiosa familia Sima, descendientes de
Sima Qian, derrocó al emperador Wei, acabando con el poder de la familia Cao, e instauró
la dinastía Jin. En el año 280, los Jin conquistaron el reino de Wu, con lo que consiguieron
reunificar bajo la nueva dinastía el antiguo imperio Han.
Esta unificación no duraría mucho tiempo. La corte Jin en Luoyang se veía amenazada por
los pueblos nómadas del norte que habían formado varios estados y gozaban de una larga
tradicición militar. Estos estados del norte acabarían conquistando las capitales; Luoyang
en el año 311, y Chang'an en 316. Así, el estado Jin desapareció del norte de China, que
pasó a estar dividido en dieciséis reinos. La conquista del norte por parte de los pueblos
nómadas o seminómadas provocó un importante éxodo de población hacia el sur. La corte
Jin se reconstituyó en la ciudad sureña de Jiankang, cerca de la actual Nanjing, donde
seguiría gobernando hasta el año 420.
[editar] Dieciséis Reinos
Artículo principal: Dieciséis Reinos
Los historiadores chinos han dado el nombre de "periodo de los Dieciséis Reinos" a la
época comprendida entre los años 304 y 439, durante la cual el norte de China atravesó una
etapa de fragmentación política y de caos. Estos dieciséis reinos habían sido formados por
pueblos de etnia no china.
[editar] Dinastías Meridionales y Septentrionales
Artículo principal: Dinastías Meridionales y Septentrionales
Esculturas budistas en las cuevas de Longmen, cercanas a Luoyang, de la época Wei del
Norte.
Precisamente sería otro pueblo de etnia no china, los tuoba, los que consiguieran unificar el
norte de China al derrotar a todos estos pequeños estados y proclamar la dinastía Wei del
Norte en el año 440. Con la unificación del norte, China queda dividida en dos estados:
Uno en el norte, en el que se sucederán las llamadas dinastías septentrionales: Wei del
Norte, Wei del Este, Wei del Oeste, Qi del Norte y Zhou del Norte; y otro en el sur, en el
que, al ser derrocado el último emperador Jin en 420, se sucedieron cuatro dinastías en la
corte de Jiankang: los Song, Qi, Liang y Chen.
[editar] Dinastía Sui
Artículo principal: Dinastía Sui
En el año 581, Yang Jian, que fue primer ministro del último emperador de los Zhou del
Norte toma el poder, y tras derrotar a las dinastías del Sur unifica China de nuevo,
estableciendo la dinastía Sui.
En el año 581 Yang Jian, general del ejército de la dinastía Zhou del Norte, se hizo con el
poder y proclamó una nueva dinastía: los Sui. Ocho años después, en 589, la dinastía Sui
derrotaba a la débil dinastía Chen del sur, con lo que conseguía la reunificación del sur y el
norte.
Tras la reunificación, se inició una etapa de reformas institucionales y de consolidación del
poder central. En esta época se construyó el Gran Canal y se amplió la Gran Muralla China.
También fue una época de promoción del budismo. En el año 604, Yang Guang sucedió a
su padre en el trono. Tras una serie de reveses militares en las regiones fronterizas, se
produjeron insurgencias militares. El segundo emperador Sui moría asesinado en el año
617. Se intenta mejorar con reformas la situación del pueblo, pero son traicionadas por su
hijo, desencadenándose una sucesión de guerras campesinas, que finalizan con la toma del
poder por Li Yuan, en el año 618, que funda la dinastía Tang, con capital en Xi'an.
[editar] Dinastía Tang
Artículo principal: Dinastía Tang
En efecto, en el año 618, un año después de la muerte del último emperador Sui, el militar
Li Yuan asumía el poder como emperador Gaozu de la nueva dinastía Tang. En el año 624,
su hijo, tras haber matado a dos de sus hermanos frente a la puerta de Xuanwu en Chang'an,
le obligaba a abdicar, convirtiéndose en el segundo emperador Tang, Taizong. Tras la
muerte violenta del primer heredero al trono, un segundo hijo del emperador fue nombrado
heredero, y subiría al trono como emperador Gaozong en 649. Durante el reinado de
Taizong, una de sus concubinas, que había sido anteriormente concubina de su padre,
alcanzaría un gran poder de influencia hasta el punto en que finalmente, después de seguir
gobernando desde la sombra bajo el reinado de dos de sus hijos, ella misma se convertiría
en emperatriz.

Emperatriz Wu.
Así, tras derrocar a su propio hijo, el emperador Zhongzong, la Emperatriz Wu se convirtió
en la primera y única mujer que gobernaría China en toda su historia. Al subir al trono,
proclamó una nueva dinastía Zhou.
El reinado de la emperatriz Wu estaría marcado por su intento de legitimar su poder,
cuestionado por muchos que veían una vulneración de las normas confucianas en la
presencia de una mujer en el trono imperial. La emperatriz patrocinó el budismo y, en
especial, formas de éste que daban legitimidad a su poder.
En el año 705, la emperatriz Wu, que, según las crónicas existentes, tenía ya 80 años de
edad, fue derrocada y su hijo el emperador Zhongzong retomó el poder, restaurando la
dinastía Tang. Tras varios años de luchas internas, el emperador Xuanzong consolidaría el
poder de la dinastía.
A pesar de todas estas luchas por el poder que se sucedieron en estos años, esta primera
parte de la dinastía Tang fue una época de esplendor cultural y en la que el imperio
dominaba grandes extensiones de terreno, incluso partes de Asia Central, en la actual
Región Autónoma de Xinjiang, que no volverían a estar controladas por un emperador
chino hasta la última dinastía Qing. En la visión tradicional china, la dinastía Tang
representa una de las épocas gloriosas de China.
Sin embargo, esta época de esplendor tendría su fin al final del reinado de Xuanzong. A
pesar de la aparente fortaleza del imperio, el general de origen centroasiático An Lushan
dirigiría uno de los mayores intentos de rebelión de la historia china: La Rebelión de An
Lushan, que sacudiría los cimientos del estado chino en el año 755.
A pesar de que el estado, en manos del nuevo emperador Suzong logró finalmente sofocar
la rebelión en el año 763, las consecuencias se sentirían en los siguientes siglos.
La pérdida de poder efectivo por parte del estado, que para acabar con la rebelión había
tenido que hacer concesiones a militares y a pueblos fronterizos, como los uigures y los
tibetanos, hizo que el control efectivo sobre los recursos del territorio se redujera de una
manera drástica. El modelo de estado centralizado y fuerte que habían implantado los Tang
se vino abajo, y no volvería a existir un estado fuerte y centralizado hasta la proclamación
de la República Popular China en el siglo XX.
Mucho más debilitada, la dinastía Tang se mantendría en el poder en Chang'an hasta
principios del siglo X.
En el año 904, el dirigente militar Zhu Wen lanzó un ataque contra Chang'an, destruyendo
la ciudad y haciendo matar a la corte del emperador. Finalmente, en 907 Zhu Wen hizo
matar al último emperador Tang y proclamó una nueva dinastía: la dinastía Liang, con
capitales en las ciudades de Luoyang y Kaifeng.
[editar] Periodo de las Cinco Dinastías y los Diez Reinos
Artículo principal: Cinco Dinastías
Tras el fin de la dinastía Tang, con la fundación de la dinastía Liang en el norte de China,
se inicia una etapa de inestabilidad que vería sucederse cinco dinastías breves en el norte de
China (dinastía Liang Posterior, dinastía Tang Posterior, dinastía Jin Posterior, dinastía Han
Posterior y dinastía Zhou Posterior), mientras que en el sur aparecieron diez reinos
independientes. A esta época, de 907 a 960, los historiadores chinos la conocen como
"periodo de las Cinco Dinastías y los Diez Reinos", o simplemente "de las Cinco
Dinastías".
Las Cinco Dinastías (Wu Dai) y los Diez Estados (Shi Guo), hacen referencia a los reinos
formados tanto en el norte, Wu Dai, como en el sur, Shi Guo. La historiografía china ignora
el sur, denominando este período sólo por las casas reinantes del norte: Liang, Tang, Jin,
Han y Zhou, que conforman las Cinco Dinastías. A partir de la caída de la dinastía Tang
cuando se inició un movimiento basculante, en el que el sur va a sustituir al norte desde un
punto de vista no sólo económico sino también político y artístico. El norte, amenazado
eternamente por las invasiones, llevo a sus habitantes al sur de Yangzi, donde se sentían
protegidos de los bárbaros y donde pudieron desarrollarse económicamente a través de la
agricultura o el comercio. Entre los pueblos invasores los kitanes se impusieron sobre el
resto e instauración la dinastía Liao (907-1125). Se extendieron geográficamente desde la
actual Manchuria a la provincia de Hebei, conquistando la ciudad de Yu (hoy, Beijing); su
poder fue muy grande, eso le permitió exigir un tributo a la dinastía Jin (936-943) y
continuar sus conquistas hacia el sur. Junto a los kitanes, con una menor fuerza y presencia,
se estableció un pueblo procedente del Tíbet, los Shato, que por medio de su poderío militar
impusieron sus formas de gobierno y costumbres a los Han, residiendo su valor en su
poderío militar, en vez de en la razón y la fuerza de su cultura. Mientras en el norte se
fueron creando estructuras políticas más o menos sólidas que daban entrever la posibilidad
de una reunificación, los Diez Estados del Sur (Shi Guo) se debilitaron por pequeñas
guerras de conquista, facilitando la invasión de los reinos del norte.
En el año 960, Chao Kuangyin (Emperador Daizu, 960-976), inició el proceso de
unificación del país, inaugurando una nueva dinastía, la Song.
[editar] Dinastía Song
Artículo principal: Dinastía Song
En el año 960, el militar de la dinastía Zhou del Norte Zhao Kuangyin fundaba la dinastía
Song, continuación de las cinco dinastías que se sucedieron en el norte tras la caída de los
Tang. Esta dinastía, que estableció su capital en Kaifeng, consiguió conquistar los reinos
del sur y reunificar gran parte del territorio que había estado bajo soberanía Tang.
Durante la dinastía Song se produjo un gran desarrollo del comercio. Se generaliza el uso
de dinero, y aumenta de manera espectacular el movimiento de personas y mercancías
dentro del país. Este aumento del comercio lleva a la aparición de grandes ciudades.
Durante el periodo Song, se sucedieron tres estados importantes formados por pueblos de
etnia no china en el norte. Los kitán (o khitan) fundarían la dinastía Liao en el noreste. En
el noroeste, en las actuales regiones de Gansu y Ningxia, los tangut fundan la dinastía Xia
Occidental. El tercero de estos estados, y el más importante, sería la dinastía Jin, fundada
por los yurchen (o jürchen), que llegaría a conquistar el norte de China, obligando a los
Song a huir al sur en el año 1127. Estos tres estados adoptaron el modelo dinástico chino,
por lo que la historiografía tradicional china los incluye en los listados de dinastías.
El periodo Song se pude dividir en dos partes: "Song del Norte", hasta 1127, cuando la
dinastía controlaba la parte principal del territorio histórico de China, y "Song del Sur", de
1127 a 1279, periodo durante el cual la corte Song hubo de refugiarse en el sur,
estableciendo la capital en la actual Hangzhou, después de su derrota frente a los Jin. Desde
el sur, los Song mantenían el objetivo de reconquistar el norte, pero nunca pudieron hacer
frente a la superioridad militar de los pueblos altaicos.
La reunificación de China se produciría, paradójicamente, gracias a la conquista del
territorio chino por otro pueblo extranjero procedente del norte: los mongoles.
Por razones de política exterior tuvo dos capitales, la primera de ellas fue Pian (hoy
Kaifeng) en la provincia de Henan, donde la dinastía Song del Norte reinó del 960 a 1127.
Por el avance de los kitanes y de los mongoles hacia el sur se aconsejó trasladar la capital a
Linan (hoy Hangzhou) en la provincia de Zhejiang, iniciándose un segundo período
denominado Song del Sur (1127-1279).
Durante la dinastía Song surgió el renacimiento intelectual y artístico Song, debido al
desarrollo del comercio interno y externo, así como medidas políticas encauzadas hacia la
coexistencia con los pueblos del norte mediante el pago de tributos. El ministro del
emperador Shenzhong (1068-1085) Wang An-Shih (1021-1086), fue quien desarrolló estas
reformas con el (Memorándum de las diez mil palabras) o la articulación del cambio social
adecuado a los nuevos tiempos. Existía una ausencia de movilidad social, por el
asentamiento de una clase ilustrada (Shih) sobre el rígido sistema de exámenes, esta fue una
de las causas por las que las innovaciones tecnológicas y económicas no constituyeron el
motor del cambio social, como si sucedió en Europa. Wang An-Shih, con sus reformas
políticas y económicas, intentó dotar a la clase mercantil (shang) de suficiente poder con el
fín de poder contrarrestar la falta de movimiento de los Shih, por eso es que introdujo en las
materias de examen al Estado el conocimiento técnico y científico, ignorados hasta esa
época. Favoreció también el desarrollo del papel moneda y las letras de cambio, con el fín
de agilizar el comercio entre las diferentes regiones, así como proteger a los pequeños
propietarios y campesinos equilibrando la presión fiscal. Desarrollo el sistema de graneros,
como despensa del Estado. El desarrollo de las comunicaciones interiores y la navegación
favorecieron el desarrollo económico, pero no fueron eficaces para frenar el avance militar
de los pueblos del norte. En el año 1127, tras la captura del emperador Huizong y de la
emperatriz regente, la corte huyó a la ciudad de Nanjing y de ahí a Hangzhou, donde se
estableció provisionalmente. La ciudad de Hangzhou se convirtió gracias a la dinastía Song
en una ciudad rica y en la más poblada del mundo, con un modo de vida absolutamente
diferente al del norte, debido al desarrollo de su economía monetaria y de la exportación del
té y la porcelana.
La dinastía finalizó con la victoria militar de los mongoles y el inicio de la dinastía Yuang.
[editar] Dinastía Yuan
Artículo principal: Dinastía Yuan
Los mongoles, pueblo nómada del norte de lengua altaica, llegarían a establecer uno de los
mayores imperios de la historia de la humanidad. Bajo su gran líder Chinguis Jan (o
Genghis Khan), las conquistas mongolas llegaron a unir bajo un mismo imperio territorios
tan distantes como Europa Oriental, Irán y China.
El propio Chinguis Jan logró la conquista de los Xia Occidentales. Su hijo Ögedei Jan, el
segundo jan, derrotaría a los Jin en 1234.
El imperio mongol había sido dividido en cuatro partes. Una de ellas, el Gran Janato, ocupó
gran parte del territorio de las actuales China y Mongolia. En el año 1271 el Gran Jan,
Kublai Jan, fundó una dinastía al estilo chino, bajo el nombre Yuan, con capital en Pekín.
Kublai Jan, ya como emperador Yuan, derrotó definitivamente a la dinastía Song del Sur en
la batalla de Yamen en 1279.
Los emperadores mongoles tuvieron que enfrentarse a la tarea difícil de gobernar una
sociedad muy diferente de la suya. Clasificaron a la población en varias categorías étnicas
y, tras un periodo de interrupción, reanudaron los exámenes imperiales para captar
funcionarios para la administración.
El periodo Yuan estuvo marcado por una gran inestabilidad social, situación agravada por
desastres naturales, como las inundaciones en el valle del Río Amarillo, que provocaron
hambrunas, y también por la epidemia de peste, que afectó a una gran parte del territorio.
[editar] Dinastía Ming
Artículo principal: Dinastía Ming
Representación artística de Zhu Yuanzhang, el fundador de la dinastía Ming.
El desorden social del final de la dinastía Yuan provocó numerosas rebeliones contra los
mongoles. Un líder rebelde de origen humilde, Zhu Yuanzhang, funda la dinastía Ming en
1368, estableciendo la capital en Nanjing.
A Zhu Yuanzhang, el emperador Hongwu, le sucederá, tras una breve guerra civil, su hijo
el emperador Yongle, que trasladará la capital a Pekín.
El emperador Hongwu de la Dinastía Ming, murió a la edad de 71 años, sobrevivió a la
muerte de la emperatriz y de su hijo y heredero por cinco años. Docenas de concubinas
fueron quemadas vivas en su funeral y enterradas con el; la tumba esta en el sector norte de
la Montaña Morada (Montaña Morada de Oro) en Nanjing, China, la construcción de la
misma comenzó en el año 1381 y terminó en 1405.
Durante el reinado de Yongle, China se convertiría en la primera potencia marítima del
mundo, como evidencian los siete viajes de Zheng He al sur de Asia y África. Sin embargo,
estos viajes no tendrían continuidad. Probablemente por el coste que éstos habían supuesto
para las arcas del Estado, China abandonó su flota y renunció a continuar las expediciones
marinas.
En el ámbito económico, durante el periodo Ming cae en desuso el papel moneda, debido a
los problemas de inflación que generaba, y se empieza a utilizar la plata. A pesar de que los
Ming habían prohibido el comercio con extranjeros, la escasez de plata en China hace que
surjan numerosos contactos comerciales con Japón y, más adelante, con los portugueses,
establecidos en Macao desde mediados del siglo XVI, y con los españoles, que
transportaban plata de América a Filipinas.
[editar] Dinastía Qing
Artículo principal: Dinastía Qing
Retrato del emperador Kangxi (1661 - 1722), uno de los principales monarcas Qing.
En el año 1644, la dinastía Qing, procedente de Manchuria, conquista Pekín.
En China, la dinastía Qing ha sido considerada una dinastía opresora. Los manchúes
impusieron su estilo de peinado y su forma de vestir a la población china, y la lengua
manchú se utilizaba para los asuntos más importantes en la corte, dominada por la clase
dirigente de origen manchú.
La dinastía Qing consolidaría la expansión territorial de China, incorporando al imperio
Taiwán, Tíbet, Xinjiang y Mongolia.
A pesar de la fortaleza militar del imperio Qing, se sucedieron las rebeliones contra éste. La
más importante de las rebeliones antimanchúes fue la Rebelión Taiping, que causaría
millones de muertos entre 1851 y 1864.
A lo largo del siglo XIX se sucedieron las disputas comerciales con las potencias
occidentales, que dieron lugar a la Primera Guerra del Opio, que enfrentó a China con el
Reino Unido entre 1839 y 1842, y a la Segunda Guerra del Opio, entre 1856 y 1860, en la
que una alianza franco-británica tomó la ciudad de Cantón. El resultado de estas guerras fue
la firma de los tratados de Nanjing y de Tianjin, por los que el Reino Unido consiguió la
soberanía sobre parte del actual territorio de Hong Kong, además de derechos comerciales y
de navegación para las potencias occidentales.
En las últimas décadas de la dinastía Qing, bajo el mando de la poderosa Emperatriz
Regente Cixi continuaron los conflictos con las potencias extranjeras por disputas
comerciales. Además, la rivalidad con Japón por la influencia sobre Corea provocó la
guerra chino-japonesa entre 1894 y 1895. Tras la derrota china en esta guerra, se firma el
Tratado de Shimonoseki, por el que China reconocía la independencia de Corea, que pasaba
a estar bajo influencia japonesa, y cedía Taiwán a Japón.
La derrota frente a Japón hizo crecer el desprestigio de la dinastía Qing. El descontento con
el gobierno imperial manchú se manifestó en la aparición de numerosos movimientos
revolucionarios que pedían la formación de una república.
[editar] Era Moderna
[editar] República de China
Artículo principal: Historia de la República de China (1912 - 1949)
Sun Yat-sen, primer Presidente de la República de China.
El 10 de octubre de 1911 se produce el Levantamiento de Wuchang, rebelión contra la
dinastía Qing en la actual ciudad de Wuhan, que provoca la Revolución de Xinhai, que
acabará con el derrocamiento definitivo del último emperador Qing, Puyi, en 1912.
El líder revolucionario chino Sun Yat-sen, al tener noticia del levantamiento de Wuchang,
vuelve a China desde Estados Unidos. Aunque Sun llega a ser nombrado Presidente de la
República de China, el país se encuentra dividido, dominado por dirigentes locales, y llega
a un acuerdo con el destacado militar Yuan Shikai, que controlaba los restos del ejército
Qing en el norte, para que éste sea presidente.
La ambición de Yuan Shikai, que llegaría a autoproclamarse emperador en 1915, hace
crecer la oposición a éste. China se encontraba aún dividida, y Sun Yat-sen vuelve del
exilio para instalarse en Cantón, desde donde dirige el Kuomintang, el partido político que
él había fundado. En Cantón, Sun Yat-sen funda la Academia Militar de Whampoa, en la
que se formará el ejército que, bajo el mando de Chiang Kai-shek, sucesor de Sun Yat-sen
al frente del Kuomintang, conseguirá conquistar gran parte de China y establecer en
Nanjing la capital de la República de China, cumpliendo la ambición de Sun Yat-sen.
Chiang Kai-shek se convierte en presidente de la República y, desde el principio, tendrá
que enfrentarse a dos problemas. Por un lado, el Partido Comunista Chino, a pesar de varios
periodos de colaboración con el Kuomintang, lucha por establecer un régimen comunista.
Por otro lado, el imperialismo japonés presiona a China. En 1931 Japón conquista
Manchuria, y establece allí el estado títere de Manchukuo. En 1937 el ejército japonés
inicia una invasión a China.
Durante la invasión japonesa, el gobierno de Chiang Kai-shek abandona la capital Nanjing,
ocupada por Japón, y se repliega al interior, estableciéndose en la ciudad de Chongqing.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, Japón abandona sus conquistas en
Asia, y China recupera Manchuria y Taiwán.
Cuando parecía que el gobierno de Chiang Kai-shek podría ya lograr consolidar la
estabilidad de la república, se reanuda el enfrentamiento con los comunistas. Éste se
convierte en una guerra civil total a partir de 1947.
En contra de las previsiones, los comunistas logran vencer al ejército de la República. El
gobierno del Kuomintang, junto a parte del ejército y muchos de sus simpatizantes, se va a
Taiwán, desde donde confiaba en poder reconquistar el continente. Esta situación, sin
embargo, acabaría manteniéndose y la República de China continúa existiendo en la
actualidad en la isla de Taiwán.
[editar] República Popular China
Artículo principal: Historia de la República Popular China

Imagen del presidente Mao en la Puerta de Tian'anmen en Pekín.


El 1 de octubre de 1949, el líder del Partido Comunista Chino Mao Tse-Tung proclama la
República Popular China desde la puerta de Tian'anmen de la Ciudad Prohibida de Pekín.
Mao fue el líder máximo de China hasta su muerte en 1976. Su periodo de gobierno estuvo
marcado por profundas conmociones sociales y políticas, como las campañas del Gran
Salto Adelante o la Revolución Cultural.
Tras la muerte de Mao, el sucesor elegido por éste, Hua Guofeng, no consiguió consolidar
el poder, que acabó en manos de Deng Xiaoping.
Deng Xiaoping inició un proceso de reformas económicas y apertura comercial al resto del
mundo. Desde entonces, la economía china ha conseguido crecer a un ritmo espectacular. A
pesar de estos éxitos económicos, la represión política se manifestó de una manera
especialmente trágica en 1989, con la intervención del ejército para acabar con las protestas
de la Plaza de Tian'anmen.
Tras la muerte de Deng, su sucesor Jiang Zemin mantuvo el poder hasta que entre los años
2002 y 2004 fue sustituido en todos sus cargos por el actual Presidente de la República
Popular China Hu Jintao.
[editar] Bibliografía
• Bregolat Obiols, Eugenio (2007). La segunda revolución china. colección Imago Mundi.
Barcelona: Ediciones Destino. ISBN 9788423339198.
• Ceinos, Pedro (2006). Historia breve de China. Madrid: Silex ediciones. ISBN 978-84-
7737-173-1.
• Domenach, Jean-Luc (2006). ¿A donde va China?. colección Paidós Historia
Contemporanea. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica. ISBN 978-84-493-1841-2.
• Fairbank, John K. (1997). China. Una nueva historia. Santiago de Chile/Barcelona: Ed.
Andrés Bello.
• Freches, Jose (2006). Erase una vez China. colección Gran Austral (Espasa). Madrid:
Espasa-Calpe. ISBN 978-84-670-2215-5.
• Gernet, Jacques (2007). El mundo chino. Barcelona: Editorial Crítica. ISBN 978-84-8432-
868-1.
• Hansen, Valerie (2000). The Open Empire. A History of China to 1600. W.W. Norton and
Company: New York.
• Lovell, Julia (2007). La Gran Muralla: China contra el mundo (1000 a. C.-2000 d. C.).
Barcelona: Editorial Debate. ISBN 978-84-8306-720-8.
• Martinelli, Franco (1975). Historia de China. dos volúmenes. Barcelona: Editorial de
Vecchi.
• Olle I Albiol, Manel (2005). Made in China: el despertar social, político y cultural de la
China contemporánea. colección Imago Mundi. Barcelona: Ediciones Destino. ISBN 978-
84-233-3769-9.
• VV.AA. (2003). El despertar de la nueva China: implicaciones del ingreso de China en la
organización mundial del comercio. Madrid: Asociación Los Libros de la Catarata. ISBN
978-84-8319-169-9.
Notas
1. ↑ Véase Hansen (2000), p. 9.

[editar] Véase también


• Interpretaciones de la Historia de China
• Cultura de China
• Historia de Taiwán
• Historia de Macao
• República Popular China
[editar] Enlaces externos
• Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Historia de
China.Commons
• Historia de China en China Viva
• Tabla cronológica de la historia de China
• Página sobre historia de China de Leon Poon (en inglés)
• Historia de China (en inglés)
• Chinaknowledge. A universal guide for China studies (en inglés)

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Portada Estudios
experienc
Presentación del Número 0 - Febrero 2002
número Documen
Temas de portada El reto de las identidades y la multiculturalidad(*). Reseñas

Martin Hopenhayn Martín Hopenhayn


Eduardo Nivón Bolán

Jesús Martín Barbero


I. Globalización y postmodernidad: la irrupción de lo cultural
en lo político y el reclamo de la diferencia(1)
Germán Rey
Los discursos de la modernidad y el desarrollo lograron generar un orden y un
imaginario centrado en conceptos como los de Estado-Nación, territorio e
identidad nacional. Hoy estos conceptos se ven minados por afuera y por
debajo: de una parte la globalización económica y cultural borra las fronteras
nacionales y las identidades asociadas a ellas, mientras la diferenciación
sociocultural cobra más visibilidad y voz dentro de las propias sociedades
nacionales. La relación establecida entre cultura y política queda radicalmente
cuestionada en la medida que el Estado-Nación pierde su carácter de unidad
político-cultural y tiende a restringirse al carácter de una unidad político-
institucional, con funciones regulatorias en el campo de la economía y de los
conflictos entre actores sociales.
La cultura se politiza en la medida que la producción de sentido, las imágenes,
los símbolos, íconos, conocimientos, unidades informativas, modas y
sensibilidades, tienden a imponerse según cuáles sean los actores
hegemónicos en los medios que difunden todos estos elementos. La asimetría
entre emisores y receptores en el intercambio simbólico se convierte en un
problema político, de lucha por ocupar espacios de emisión/recepción, por
constituirse en interlocutor visible y en voz audible. Mientras avanza, a escala
global, un statu quo que racionaliza económicamente por el lado del
capitalismo, y políticamente por el lado de las democracias formales, adquiere
mayor conflictividad el ámbito de la cultura y la identidad. ¿Quién hace circular
los signos y las sensibilidades, quién impone su interpretación a los hechos,
quién recicla la basura mediática para convertirla en señal de identidad
colectiva?
De una parte las megafusiones multimedia sumergen al individuo y a los grupos
en la sensación de impotencia frente a la inédita concentración de los medios
audiovisuales. La idea de que a mayor concentración de la propiedad de los
medios, más se estandarizan los signos, desanima a cualquier entusiasta del
multiculturalismo. Pero de otra parte, los mismos medios de comunicación
deben abrirse a gustos de distintos grupos para empatizar con audiencias cada
vez más segmentadas. Y en los medios interactivos, la democracia
comunicacional avanza a medida que se difunden los terminales de
computadoras y las capacidades para usarlos. Finalmente, los públicos
receptores van reconstruyendo identidades en combinación con la oferta de la
industria cultural, lo que implica un estallido de mediaciones múltiples en el
tejido social. Así, el tema del multiculturalismo cobra primacía tanto en América
Latina como en el mundo industrializado con las dinámicas de la globalización,
el paso de sociedades modernas a posmodernas, y de sociedades industriales
a sociedades de la información. Varios fenómenos estructurales concurren en
ello:
1. Un descentramiento político-cultural, donde las prácticas ciudadanas no
fluyen hacia un eje de lucha focal (el Estado, el sistema político o la
Nación como su expresión territorial), sino que se diseminan en una
pluralidad de campos de acción, de espacios de negociación de
conflictos, territorios e interlocutores -y muchos de estos campos tienden
cada vez más a considerarse conflictos culturales o “identitarios”-. El
ciudadano deja de ser sólo un depositario de derechos promovidos por el
Estado de Derecho o el Estado Social, para convertirse en un sujeto que,
a partir de lo que los derechos le permiten, busca participar en ámbitos
de “empoderamiento” (empowerment) que va definiendo según su
capacidad de gestión y según, también, cómo evalúa instrumentalmente
el ámbito más propicio para la demanda que quiere gestionar. Y a medida
que se expande el papel del consumo individual, tanto material como
simbólico, en la vida de la sociedad, el sentido de pertenencia se
desplaza desde el eje Estado-Nación hacia una gran dispersión en la
producción de sentido y en la interacción de sujetos. La idea republicana
de ciudadanía reaparece pero no en el horizonte de la participación
política, sino de una gran variedad de prácticas culturales, sean
asociativas o comunicativas, que no necesariamente concurren en lo
público-estatal. En ello encontramos identidades monádicas, híbridas y
miméticas. Diversificación y fragmentación aparecen como dos caras de
la misma moneda.
2. El "boom" de la diferencia y la promoción de la diversidad, lo que implica
que muchos campos de autoafirmación cultural o de identidad que antes
eran de competencia exclusiva de negociaciones privadas y de referencia
“hacia adentro” de los sujetos, hoy pasan a ser competencia de la
sociedad civil, de conversación “hacia afuera” y del devenir-político y el
devenir-público de reivindicaciones asociadas. Así, por ejemplo, prácticas
que definen sujetos colectivos fuera de la esfera laboral y territorial, y
más en la esfera de la cultura, hoy son politizadas y llevadas a la lucha
por derechos y compromisos: diferencias de género, etnia, cosmovisión,
culturas tribales arcaicas y postmodernas, y otras. El consumo material y
el consumo simbólico no sólo diferencian por status sino también por
tribus. Y algunas de ellas trascienden su núcleo de pertenencia y se
proyectan a un diálogo público en que se espera cambiar la opinión
pública, revertir los estigmas que pesan sobre algunos grupos, ampliar la
tolerancia o imponer íconos. La globalización trae consigo una mayor
conciencia de las diferencias entre identidades culturales, sea porque se
difunden en los medios de comunicación de masas, se incorporan al
nuevo imaginario político difundido por ONGs transnacionales, o se
intensifican las olas migratorias; o sea porque hay culturas que
reaccionan violentamente ante la ola expansiva de la “cultura-mundo” y
generan nuevos tipos de conflictos regionales que inundan las pantallas
en todo el planeta. De este modo, aumenta la visibilidad política del
campo de la afirmación cultural y de los derechos de la diferencia.
3. El paso de lógicas de representación a lógicas de redes, donde las
demandas dependen menos del sistema político que las procesa y más
de los actos comunicativos que logran fluir por las redes múltiples de
información. El ejercicio ciudadano se expande a prácticas cotidianas a
medias políticas y a medias culturales, relacionadas con la interlocución a
distancia, el uso de la información para el logro de conquistas personales
o grupales, la redefinición del consumidor (de bienes y de símbolos)
como agente que da voz a sus derechos y sus preferencias, y el uso del
espacio mediático para transformarse en actor frente a otros actores. Más
se multiplican las redes, más se dinamizan los micromundos que circulan
por ellas.
En este contexto quisiera destacar una tensión propia de las democracias
actuales.(2) Por un lado se trata de apoyar y promover la diferenciación,
entendida doblemente como diversidad cultural, pluralismo en valores y mayor
autonomía de los sujetos, pero sin que esto se convierta en justificación de la
desigualdad o de la no inclusión de los excluidos. Por otro lado se busca
recobrar o redinamizar la igualdad, entendida sobre todo como inclusión de los
excluidos, sin que ello conlleve a la homogeneidad cultural, a mayor
concentración del poder político o a la uniformidad en los gustos y estilos de
vida. La integración-sin-subordinación pasaría por el doble eje de los derechos
sociales y los culturales, en que una mejor distribución de activos materiales va
de la mano con un acceso más igualitario a los activos simbólicos (información,
comunicación y conocimientos). Todo esto, con una presencia más equitativa
de los múltiples actores socioculturales en la deliberación pública, y con un
pluralismo cultural encarnado en normas e instituciones.
Pero todo esto no se da con suave cadencia postmoderna sino con la doble
cara de la lucha por la hegemonía y la apuesta por la democracia cultural. La
globalización hace que el multiculturalismo se haga presente en la realidad
tanto bajo la forma del conflicto como de la promesa de mayor riqueza cultural.
De una parte la amenaza del atrincheramiento fundamentalista o su contracara,
la mac-donalización del mundo. De otra parte, las posibilidades de expandir la
subjetividad de cada cual en la interacción intensiva con un otro que nos
atraviesa con otras formas de mirar, de vestir, de comer, de compartir, en fin, de
practicar el amor y la espiritualidad. Y también la globalización, en el ámbito
político e ideológico, nos coloca el multiculturalismo como un valor e incluso
como un ideal. Convenciones internacionales que proscriben la discriminación y
abogan por el derecho a la diferencia son ratificadas por los Estados
nacionales, y las constituciones prescriben derechos culturales cada vez más
amplios. Señales auspiciosas son los Estados que se reconocen como
pluriétnicos (Ecuador, Bolivia); la institucionalización de la educación bilingüe en
zonas donde el español suele ser segunda lengua; la politización de las
demandas de propiedad sobre las tierras por parte de culturas autóctonas; el
respaldo de la comunidad internacional a los migrantes refugiados, y otros. Las
ONGs del mundo se organizan en redes para fiscalizar todas las formas de
discriminación y exclusión, y algunos medios de comunicación difunden una
sensibilidad multicultural en las pantallas de los hogares.
La tolerancia y la defensa de la diversidad cultural se convierten en parte de lo
políticamente correcto y gotean en un imaginario global que sin duda es hoy
más proclive al multiculturalismo en su versión democrática de lo que era en
décadas precedentes. Pero los mismos medios electrónicos utilizados por las
ONGs son aprovechados por grupos pro-nazis para difundir sus ideas y buscar
adherentes, y los candidatos nacionalistas y xenófobos en Europa ganan cada
vez más apoyo electoral, como el caso reciente de Austria. Las juventudes
europeas, que otrora protagonizaron la épica de la liberación, hoy día se
desplazan hacia posiciones de ultraderecha y reavivan viejos racismos frente a
migrantes árabes, turcos, pakistaníes, latinoamericanos y africanos. Finalmente,
en el campo del consumo de bienes y de símbolos, también se dan tendencias
paradójicas, donde convive el enlatado norteamericano (de jugo de tomates, o
de series televisivas), con la mayor diversificación de sensibilidades tanto en la
oferta como en la recepción. Las "hibridaciones culturales" nos hablan hoy de
una industria cultural poderosa e influyente en la vida de la gente, y también nos
hablan de las formas locales en que dicha industria se decodifica por sus
usuarios: más densidad cultural y más diferenciación de identidades.
¿ Qué ocurre con América Latina y cómo se ubica en el cruce entre mayor
multiculturalismo real y mayor carga valórica del multiculturalismo? Tal como se
plantea en las páginas que siguen, creo que la región tiene al respecto una
deuda histórica que se ve beneficiada por el hecho de que hoy el tema de la
diferencia cultural adquiere mayor relieve político y público. Pero por lo mismo,
es importante precisar de qué deuda estamos hablando.
II. El multiculturalismo y la negación del otro
En América Latina y el Caribe, los conflictos del multiculturalismo se vinculan
históricamente a la “dialéctica de la negación del otro” (3): ese otro que puede ser
indio, negro, mestizo, zambo, campesino, mujer o marginal urbano. Entendida
en términos étnicos y culturales, la negación del otro se remonta al período de
descubrimiento, conquista, colonización y evangelización, y recorre la relación
entre la metrópoli (España y Portugal) y la periferia (América Latina y el Caribe).
Pero no acaba allí, sino que se transfigura a lo largo de nuestra historia
republicana y sus procesos de integración social y cultural. En este sentido,
podemos decir que Iberoamérica está marcada desde sus orígenes por el
problema multicultural, en la medida que la diferencia se constituye en el eje del
poder, el disciplinamiento y la expropiación.
Aunque en la formación de los Estados nacionales en el siglo XIX se planteó
formalmente la superación de las estructuras jerárquicas de la colonia bajo la
bandera de una sola cultura y una sola nación, esta fórmula sirvió también para
empresas de homogenización nacional que arrasaron con las culturas
indígenas, sea por medio de la aculturación o del exterminio. Mediante la
construcción de dicotomías excluyentes como "civilización o barbarie", se forzó
a las culturas indígenas a someterse a las formas culturales del eje dominante
de la cultura blanca-europea. La negación del otro por parte de las elites
políticas y económicas (las elites que asumen su identidad como criolla, casi
nunca como mestiza) tiene, asimismo, otras caras contrapuestas y pendulares.
Por un lado el otro es el extranjero, y la cultura política latinoamericana, en sus
versiones más tradicionalistas y autoritarias, ha exhibido con frecuencia esta
resistencia xenofóbica al otro-extranjero: aquello que amenaza la identidad
nacional desde fuera y corroe la nación. Es frecuente encontrar discursos
esencialistas en gobiernos autoritarios, que ostentaron el poder político en
muchos países de la región, para quienes la influencia externa adquirió el rostro
de la decadencia moral o la potencial corrupción del ethos nacional. En el
extremo opuesto, el propio "criollo" latinoamericano ha negado al otro de
adentro (al indio, al mestizo) identificándose de manera emuladora con lo
europeo o norteamericano; o bien definiendo el ethos nacional a partir de un
ideal europeo o ilustrado, frente al cual las culturas étnicas locales quedaron
rotuladas con el estigma del rezago o la barbarie.
Podría argumentarse que la negación del otro es negación del multiculturalismo,
es decir, el reconocimiento unilateral de una cultura como válida frente a otras
que se les niega legitimidad. Pero también es una forma opresiva de asumir el
multiculturalismo: se reconoce la presencia de otras identidades, pero sólo para
degradarlas ontológicamente y, desde allí, hacer de esta jerarquía la estrategia
discursiva para justificar la expropiación de tierras y otros recursos, la
explotación de mano de obra y la dominación política. Más aún: el
reconocimiento del otro-cultural, asociada indisolublemente al otro étnico-racial,
se constituye en un dispositivo necesario para los procesos de conquista,
colonización, y constitución de Estados nacionales cimentados en un ideal de
ethos homogéneo.
Otra forma de negación del otro fue la aculturación de los pueblos indígenas y
afrolatinoamericanos,(4) vale decir, la negación de su propio universo simbólico
con el fin de disciplinarlos en el trabajo productivo, la ideología del Estado-
Nación, el espíritu racionalista y el uso de una lengua europea. Si antes habían
sido desvalorizados por pre-cristianos, más tarde lo fueron por pre-racionales y
pre-modernos. Epítetos propios de un juez que mira desde las alturas y colocan
a estos grupos en el punto más bajo de la jerarquía social y cultural, fueron, y
en parte siguen siendo, los de salvajes, haraganes, indolentes, impulsivos,
negligentes, brutos, supersticiosos, disolutos, y otros.
La negación del otro adquirió luego el rostro más visible de la exclusión social y
aún lo perpetúa. Tras siglos de exclusión y dominación, a principios del nuevo
milenio los pueblos indígenas, afrolatinos y afrocaribeños, así como los
migrantes de países vecinos, presentan en América Latina y el Caribe los
peores indicadores económicos y sociales. La mayor parte de los pueblos
indígenas y de las poblaciones afrolatinas viven en condiciones de extrema
pobreza. Si tomamos indicadores clásicos como logros educativos,
remuneración al trabajo, formalización en el empleo, calidad de los
asentamientos y dotación de patrimonio, vemos que estos grupos ocupan hoy el
lugar más bajo en la estructura social. Lo mismo ocurre cuando medimos el
bienestar en términos más simbólicos que materiales, pues estos grupos son
los que tienen menos poder político, son los menos valorados culturalmente y
los que menos voz ostentan en el diálogo mediático donde se construyen las
imágenes sociales respecto de los actores que componen la sociedad. Para
ellos, el multiculturalismo es, a lo sumo, una esperanza vaga de reconocimiento
o una retórica que tiende un manto de invisibilidad sobre sus demandas
concretas.
En efecto, un rasgo cotidiano de exclusión ha sido la recurrente invisibilización
de la diferencia Dicho mecanismo tiene manifestaciones muy diversas: el no
reconocimiento del otro-indígena y el otro-afrolatino en los currículos de la
educación formal; la ausencia del componente étnico-racial en los sistemas de
relevamiento estadístico (p.e., todavía muchos censos nacionales todavía no
preguntan sobre la adscripción étnico-racial), lo que hace que estos grupos no
aparezcan definidos por su identidad étnica o cultural en el diseño y aplicación
de políticas sociales; la minimización que tanto el Estado como los medios han
hecho -hasta hace poco tiempo- de los efectos destructivos de la modernización
sobre los patrimonios de grupos indígenas y afrolatinoamericanos; y la ausencia
del "tema del otro" en el debate político, en los programas partidarios y en las
utopías modernizadoras.
III. El multiculturalismo como mestizaje y tejido intercultural
A la negación del otro como afirmación de la identidad propia se opone, aunque
también se complementa, el mestizaje como realidad y como discurso. En
América Latina el mestizaje racial es intrínseco a los procesos de conquista y
colonización, y la población mestiza es mayoritaria en la región.(5) El mestizaje
racial constituye, en cierta forma, la base histórica para entender cómo se
"resolvió" el tema del multiculturalismo en América Latina. Este largo proceso es
susceptible, también, de miradas distintas.
De una parte el mestizaje fue y es la forma de encuentro entre culturas. De otra,
ha sido la forma de asimilación (y aculturación) de los grupos indígenas y
afrolatinos a la cultura de conquistadores y colonizadores -y más tarde, de
republicanos y modernizadores-. El mestizaje puede entenderse como
mediación, pero también como subordinación y renuncia; como forma histórica
del encuentro, y como estrategia dominante de absorción de los dominados.
El mestizaje ha servido de palanca simbólica para instituir un "ethos" nacional
como ideología del Estado-Nación. El símbolo del "crisol de razas", sesa en
países con alta población indígena o receptores de flujos migratorios europeos,
resulta emblemático en este sentido. La "patria mestiza" constituye así una
formalización del multiculturalismo, donde lo multicultural se transmuta en
intercultural. Pero esta idea ha sido cada vez más cuestionada. Se arguye, al
respecto, que el mestizaje constituye un tipo de mitificación que sirve de manto
ideológico para soslayar los conflictos entre culturas y, sobre todo, para
enmascarar una historia poblada de expoliaciones y exterminios de un grupo
por otro. También se afirma que el ideal de patria mestiza ha sido un dispositivo
de homogenización por parte de los Estados nacionales para constituir
unidades culturales-territoriales allí donde siempre ha campeado, aunque
silenciada, la diversidad de culturas. Finalmente, también se señala la brecha
entre el discurso y la realidad, por cuanto la invocación positiva del mestizaje no
ha facilitado el acceso de los "mestizos" al poder o a los beneficios del
progreso, sino más bien los ha compensado simbólicamente sin hacerlos
protagonistas reales del desarrollo o de la política.
Otra forma de mirarlo es pensar América Latina y el Caribe como una región
que desde sus orígenes produce y recrea su condición de interculturalidad o
"asimilación activa" de la cultura hegemonica (desde el catolicismo hasta la
modernidad) desde el acervo histórico-cultural propio.(6) Esta condición persiste
hasta la fecha, y sugiere la idea de permeabilidad entre culturas y sujetos de
distintas culturas, así como la sincronía de distintas temporalidades históricas
en el presente. América Latina y el Caribe es intercultural porque coexiste y se
mezcla lo moderno con lo no moderno tanto en su cultura como en su
economía; y porque la propia conciencia de la mayoría de los latinoamericanos
está poblada de cruces lingüísticos o culturales. Esta interculturalidad ha
encarnado en múltiples figuras y ha recibido distintos nombres: ladinización,
cimarronería, creolismo, chenko, etc. El migrante campesino que se bate por
sobrevivir en las grandes urbes es la expresión de un sincretismo espacial; las
mezclas interculturales que genera la modernidad es también otra figura
recurrente; la apertura a los mercados mundiales y la heterogeneidad
estructural también tienen una connotación de tejido intercultural; e incluso la
tradición populista constituye un tejido sincrético en que los rasgos de la
modernidad se entremezclan con culturas políticas premodernas.
Desde esta perspectiva la identidad latinoamericana debe entenderse a partir
de la combinación de elementos culturales provenientes de las sociedades
amerindias, europeas, africanas y otras. El escritor mexicano Carlos Fuentes
señala que tiene, para América Latina, una "denominación muy complicada,
difícil de pronunciar pero comprensiva por lo pronto, que es llamarnos indo-afro-
iberoamérica; creo que incluye todas las tradiciones, todos los elementos que
realmente componen nuestra cultura, nuestra raza, nuestra personalidad".(7) El
encuentro de culturas habría producido una síntesis cultural que se evidencia en
producciones estéticas, tales como el llamado barroco latinoamericano del siglo
XVIII, o el muralismo del presente siglo. Este tejido intercultural se expresa
también en la música, los ritos, las fiestas populares, las danzas, el arte, la
literatura; y también permea las estrategias productivas y los mecanismos de
supervivencia.
Esta identidad bajo la forma de tejido intercultural ha sido considerada tanto
desde el punto de vista de sus limitaciones como de sus potencialidades.
Respecto de lo primero, se afirma que nunca ha sido del todo constituida ni
asumida. Tal es la posición que asumen, por ejemplo, Octavio Paz y Roger
Bartra(8). En la metáfora del axolote utilizada por Bartra, la identidad mexicana
tendría un carácter larvario o trunco, condenada a no madurar del todo. Como
potencialidad, la identidad mestiza aparece constituyendo un núcleo cultural
desde el cual podemos entrar y salir de la modernidad con versatilidad (9), y con
el cual podríamos —si asumimos plenamente la condición del cultural— tener
un acervo desde donde contrarrestar el sesgo excesivamente instrumental o
"deshistorizante" de las oleadas e ideologías modernizadoras.
IV. El multiculturalismo y la xenofobia
El final del conflicto Este-Oeste, o de la confrontación ideológica capitalismo-
comunista como eje de la alineación global, otorga mayor presencia y fuerza a
conflictos y divisiones de otra naturaleza. Nacionalismos xenofóbicos,
fundamentalismos religiosos y conflictos étnicos pasan a primer plano en la
noticia, en la política nacional e internacional, y en en la preocupación de los
pueblos. Por un lado se hacen visibles, y por el otro se recrudecen. El fin de los
socialismos reales ha ido acompañado, tanto en la ex-Unión Soviética como en
Europa Oriental, de nacionalismos fuertes que, de alguna manera, constituyen
“deudas” culturales y políticas de larga data. Lamentablemente, estas dinámicas
van acompañadas de luchas cruentas entre naciones emergentes y revitaliza la
“dimensión siniestra” de la afirmación identitaria, a saber, la discriminación racial
e incluso los proyectos de “limpieza étnica”.
Además, la mayor afluencia de migrantes internacionales y fronterizos generan
–o reviven- la xenofobia y los prejuicios raciales en los países receptores de
Europa Occidental, lo cual se exacerba si en estos últimos aumenta el
desempleo y se hacen más deficitarios los servicos sociales básicos provistos
por el Estado. Ante esta última situación, grandes contingentes de obreros poco
calificados, jóvenes desocupados y dependientes de la subvención estatal
tienden a levantar chivos expiatorios para responsabilizarlos de su propia
situación: los extranjeros que disputan puestos de trabajo y los beneficios
sociales del Estado de Bienestar. Un nacionalismo reactivo comienza a verse
en países industrializados frente a grupos étnicos de otros países que llegan, a
su vez, expulsados de sus lugares de origen por falta de oportunidades, o bien
porque a su vez se refugian de situaciones de guerra que han padecido en sus
países de origen. Las acciones de los jóvenes pro-nazis en Alemania
constituyen un triste ejemplo. Nuevos y viejos fanatismos adquieren grandes
dimensiones y generan situaciones incontrolables en regiones enteras. Algunos
de ellos se ejercen desde el propio Estado, y la consecuencia más dramática de
ello en los últimos años es el conjunto de genocidios sufridos por Bosnia, Timor
Este, Ruanda y Kosovo.
Europa se ve hoy atravesada por dinámicas contrapuestas. De una parte la
integración europea avanza en distintos ámbitos que reinscriben a sus
habitantes en un marco ampliado de pertenencia, marcado por referentes
simbólicos tan potentes como la moneda, la residencia jurídica y el derecho al
trabajo. Pero al mismo tiempo las migraciones internas en Europa y su impacto
sobre sociedades golpeadas por el desempleo, así como la fuerza de los
regionalismos y sus identidades, coloca un signo de pregunta tanto sobre el
proyecto de integración europea como sobre la convivencia entre identidades
heterogéneas. A medida que la exclusión del mundo del trabajo golpea tanto a
jóvenes nacionales como a migrantes de otros países y otras etnias, los
primeros van rechazando a los segundos. Los valores de la tolerancia y la
solidaridad social, tan caros al modelo de Estado de Bienestar y tan propicios
para un multiculturalismo proactivo, se estrellan contra el debilitamiento –
material y simbólico- de ese mismo modelo de Estado-Nación.
Un síntoma inquietante de lo anterior es el aumento de sitios xenófobos y
racistas en Internet. En junio pasado, el Centro Simon Wiesenthal con sede en
Los Angeles, sostuvo que en 1995 había sólo un website que promovía el odio
xenofóbico, y que en la actualidad existen más de 2.000. Para junio del
presente año, sólo en Alemania, el número de páginas de la web de extrema
derecha se había incrementado a 330, unas 10 veces más que hace cuatro
años. Como en Europa, también en América Latina el uso de Internet también
se ha utilizado para promover grupos xenófobos de tipo nazi. Este instrumento
fue crucial en la preparación del congreso nazi que iba a tener lugar en Chile en
abril del 2000 y que fue impedido por las autoridades chilenas, según lo
afirmaron sus propios organizadores. En el mismo mes, la organización judía
Centro Simon Wiesenthal advirtió de la existencia de al menos cinco sitios de
Internet elaborados en Brasil dedicados a la promoción del odio y la violencia.
En América Latina y el Caribe la xenofobia hunde sus raíces históricas en la
discriminación étnico-racial, sobre todo en el patrón de "negación del otro"
referido en páginas precedentes. Este imaginario cultural de negación del otro
se transfiere más tarde al otro-extranjero, sobre todo si no es blanco y migra
desde países caracterizados por una mayor densidad de población indígena,
afrolatina o afrocaribeña. Así, los migrantes paraguayos y bolivianos en
Argentina han sido, desde hace décadas, apodados como "cabecitas negras", al
igual que los aymaras del norte del país que se trasladan hacia la metrópolis.
En Chile, los migrantes peruanos y ecuatorianos de años recientes son vistos
como "cholos". En Perú los ecuatorianos reciben el apodo de "monos", el mismo
apodo con que los ecuatorianos de Quito desprecian a los de Guayaquil. Todas
estas expresiones reúnen sentimientos xenofóbicos con la secular
discriminación étnica o racial. Estos prejuicios los padecen también los
migrantes colombianos en Venezuela, haitianos en República Dominicana,
guatemaltecos en México, o nicaraguenses en Costa Rica, y todos ellos en
Estados Unidos y países europeos. Tales prejuicios se ven agravados por el
hecho de que los migrantes suelen incorporarse a una masa de trabajadores no
especializados que compiten en los mercados de trabajo de los países
receptores. Y en circunstancias en que se agrava el desempleo de la PEA no
especializada, el rechazo o desprecio hacia los migrantes también se exacerba.
En Argentina, durante el presente año la comunidad boliviana que reside en las
afueras de Buenos Aires ha sido víctima de robos que incluyen ataques y
torturas. La discriminación de migrantes guatemaltecos en el sur de México ha
sido ampliamente documentada. En Brasil, el Departamento de Extranjeros del
Ministerio de Justicia ha reconocido la existencia de denuncias de maltrato
contra extranjeros, casi todos ellos en situación irregular. En República
Dominicana, los migrantes haitianos realizan las faenas más duras en las zonas
rurales y viven y trabajan en condiciones deplorables. Además, los dominicanos
ven en los haitianos a la población "negra" mientras ellos prefieren verse como
descendientes de etnias indígeno-caribeñas y blancos. En agosto pasado, en
Venezuela se retiró de la educación pública un texto de “Instrucción Premilitar”,
a raíz de comentarios presuntamente xenófobos. El texto escolar, previsto para
ser impartido a partir de este año en la educación media del país, califica como
"irracional" la inmigración de colombianos, ecuatorianos, peruanos,
dominicanos, cubanos y ciudadanos de otros países del Caribe, y se los señala
como portadores de "costumbres violentas", afirmando que las "mujeres venden
la carne al mejor postor" para conseguir la nacionalidad venezolana.
V. Multiculturalismo proactivo: asumiendo deudas históricas
en contextos postmodernos
Las páginas precedentes sugieren que, tanto en Europa como en América
Latina y el Caribe, el actual escenario de globalización y postmodernidad
exacerba tanto el multiculturalismo (como realidad y como valor), como también
las dificultades para asumirlo proactivamente. Entiendo el multiculturalismo
proactivo como una fuerza histórica positiva capz de enriquecer el imaginario
pluralista-democrático, avanzar hacia mayor igualdad de oportunidades y al
mismo tiempo hacia mayor espacio para la afirmación de la diferencia. Un
multiculturalismo proactivo necesita conciliar la no-discriminación en el campo
cultural con el reparto social frente a las desigualdades. Esto incluye a su vez
políticas de acción positiva frente a minorías étnicas, y también frente a otros
grupos definidos por estrato socioeconómico, identidad cultural, edad, género o
proveniencia territorial. Las políticas contra la discriminación de la diferencia
(promovidas desde los derechos civiles, políticos y culturales) deben
complementarse con políticas sociales focalizadas hacia aquellos grupos que
objetivamente se encuentran más discriminados, vale decir, en condiciones más
desventajosas para afirmar su identidad, satisfacer sus necesidades básicas y
desarrollar capacidades para ejercer positivamente su libertad.
La acción positiva debe extender los derechos particularmente a quienes menos
los poseen. No sólo se refiere esto a derechos sociales como la educación, el
trabajo, la asistencia social y la vivienda; también a los derechos de
participación en la vida pública, de respeto a las prácticas culturales no
predominantes, y de interlocución en el diálogo público. En este contexto se
combinan los desafíos del nuevo escenario con su larga historia de negación o
dominación del otro. El reconocimiento y valoración de la diferencia tiene que
hacerse cargo de la superación de cualquier idea de homogeneización cultural,
de dominación o de superioridad de una cultura en relación a otra. Es
necesario, pues, sustraer todo fundamento y legitimidad a las fuentes históricas
de desigualdades y exclusiones por razones de raza, etnia, creencia, región o
nacionalidad. El reconocimiento de la diversidad multicultural y pluriétnica
implica que los estados y gobiernos reconozcan los derechos de estos grupos,
los incorporen a la legislación –o incluso respeten sus propios sistemas
autónomos de justicia y propiedad- y provean los medios necesarios para su
ejercicio real.
El desafío es compatibilizar la libre autodeterminación de los sujetos y la
diferenciación en cultura y valores, con políticas económicas y sociales que
hagan efectivos los derechos de “tercera generación”, reduciendo la brecha de
ingresos, de patrimonios, de adscripción, de seguridad humana y de acceso al
conocimiento. Se trata de promover la igualdad en el cruce entre la justa
distribución de potencialidades para afirmar la diferencia y la autonomía, y la
justa distribución de bienes y servicios para satisfacer necesidades básicas y
realizar los derechos sociales.
Lo anterior plantea una agenda muy diversificada si se quiere responder al reto
del multiculturalismo proactivo. Dicha agenda incluye, pero a la vez trasciende,
el ámbito de las políticas culturales en sentido estricto. Valgan, a modo
ilustrativo y para motivar la reflexión, los siguientes puntos propositivos.(10)
En materia de educación, no sólo implica generalizar programas bilingues en
zonas donde los educandos tienen el español como segundo idioma, sino
también pasar a un modelo educativo con vocación multicultural, y donde dicha
vocación se refleje en contenidos, valores y prácticas pedagógicas. El respeto a
la diversidad étnica y cultural, la educación cívica apoyada en la ciudadanía
plena y extendida, la pertinencia curricular frente a distintas realidades sociales
y culturales con que llegan los niños a las escuelas, así como el fomento a
prácticas comunicativas basadas en el respeto al otro y la reciprocidad en la
comprensión, son elementos básicos en este cambio de concepto.
En cuanto a la comunicación a distancia, ésta tiende a ser cada vez más
importante para incidir políticamente, ganar visibilidad pública y ser interlocutor
válido en el diálogo entre actores. Se debe, pues, prestar especial atención en
promover el acceso de los pueblos indígenas, afrolatinos, afrocaribeños y
migrantes a las nuevas tecnologías, especialmente en el ámbito de las
comunicaciones, tanto porque los capacita productivamente para la sociedad
del conocimiento, como también porque les permite mayor capacidad colectiva
en materia de gestión, organización e interlocución política. Ya en América
Latina muchas organizaciones utilizan los medios interactivos, como Internet,
para publicitar sus reclamos y formar parte de movimientos supranacionales.
También sería altamente positivo que los gobiernos, desde sus secretarías de
comunicación y organismos colegiados (como asociaciones o colegios de
periodistas y comunicadores), trabajen coordinamente con los medios de
comunicación para diseñar estrategias mediáticas que promuevan los valores
positivos de la tolerancia, la apertura al otro, el multiculturalismo y la disposición
al diálogo intercultural y "trans-fronteras". Y que prevengan contra toda forma de
comunicar que despierte xenofobias, o que estigmatice a los otros (culturales,
raciales, territoriales) por el mero hecho de ser otros.
En relación al empleo y el trabajo, donde indígenas, migrantes y afrolatinos
enfrentan una situación de clara desventaja -y con frecuencia, discriminación-
los Estados deben fiscalizar para asegurar un trato menos discriminatorio, y a la
vez promover el acceso más equitativo a la educación. Es preciso velar por
remuneraciones iguales por iguales tareas, y por la extensión de derechos y
prestaciones sociales, de salud y accidentes y enfermedades profesionales.
Para promover mayor igualdad en acceso al empleo y y condiciones de trabajo
será necesario contemplar, allí donde sea posible, medidas de acción afirmativa
o discriminación positiva, no sólo para opciones de empleo a las minorías, sino
también para institucionalizar mecanismos que prevengan contra la
discriminación y segregación a futuro en el empleo.
En el campo de la salud, es necesario adoptar medidas especiales para lograr
que los servicios de salud y otros servicios sociales sean más accesibles a
estas poblaciones y respondan mejor a sus necesidades; y reconocer y
promover la medicina y farmacología tradicional, aceptando el empleo de
medicamentos acreditados por su uso eficaz.
Los Estados deben asegurar los derechos territoriales y la posesión de las
tierras que los pueblos indígenas han habitado y utilizado secularmente, sea a
través de normas legales generales y específicas o por la vía del
reconocimiento de los derechos consuetudinarios y los usos y ocupaciones
históricas. En contexto de autonomía y autodeterminación, como lo fija y define
el Convenio 169 de la OIT, se debe propender al establecimiento de medidas y
programas de acción para que las poblaciones indígenas administren y
gestionen sus propios territorios y recursos naturales.
Respecto de la invisibilidad de los grupos discriminados, crecientemente las
organizaciones indígenas y de afrolatinoamericanos han planteado enérgicos
reclamos. No sólo es preciso apoyar con soportes tecnológicos y de
capacitación las prácticas comunicativas de estos grupos en una sociedad
mediática. Hay que trabajar también en otros niveles. En el relevamiento de
datos, es preciso generalizar datos censales actualizados sobre la población
indígena, afrolatinoamericana, afrocaribeña y migrante, así como encuestas de
hogares que permitan recoger información sobre sus condiciones
socioeconómicas y su percepción de la discriminación. Esos datos deben, a su
vez, hacer posible la construcción de indicadores que permitan a los Estados,
las organizaciones no gubernamentales y las instancias diversas de acuerdos
políticos, plantear políticas consistentes con la situación de los grupos que se
ven discriminados social y culturalmente. En el nivel de los medios y de la
política, es importante dar visibilidad a la discriminación. Piénsese que muchos
Estados declaran que en sus países no existe discriminación racial o cultural
por el hecho de que sus constituciones lo proscriben, pero no dan cuenta de las
formas consuetudinarias que dicha discriminación adquiere. Por lo mismo, debe
apoyarse a las organizaciones y grupos de la sociedad civil que trabajan en el
combate a la xenofobia, el racismo y todas las formas de discriminación,
concediéndoles facilidades para acceder a espacios públicos, emitir mensajes
en los medios de comunicación y participar del diálogo político.
El tema de Internet es cada vez más relevante a medida que se extiende su
uso y su influencia en la opinión pública. Especial mención merece el aumento
de los mensajes xenofóbicos y neo-nazis que circulan por la red. Se sabe que
es muy difícil regular el flujo interactivo de estas redes, pero sí es posible emitir,
tanto vía Internet como en los medios convencionales, mensajes que adviertan
a la ciudadanía (y sobre todo a los usuarios de Internet) sobre los riesgos que
implican estos grupos, y sobre el carácter siniestro que asumen estas
ideologías cuando adquieren poder y apoyo masivos.
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En síntesis: un multiculturalismo proactivo nos invita a conciliar la afirmación de
la diferencia con la igualdad de oportunidades de los distintos grupos e
identidades culturales que recorren el tejido social. Esta invitación nos desafía,
a la vez, a combinar múltiples campos de acción política, y de diseño y
aplicación de políticas. Los foros, convenios y tratados internacionales, así
como las constituciones dentro de los países, constituyen una base jurídico-
política desde la cual se puede avanzar en esta dirección. Pero si la propia
sociedad civil y los sistemas políticos no se movilizan con imaginación e
iniciativa, dicha base puede confinarse a letra muerta. Por otro lado la
globalización, tanto económica como comunicacional, va nutriendo a las
sociedades nacionales con una diversidad creciente de identidades y proyectos
colectivos, lo que provoca riesgos, conflictos y promesas. Y el tiempo apremia si
queremos se trata de inclinar la balanza hacia el lado de las promesas.
__________________________________
Notas
(*) MULTICULTURALISMO PROACTIVO: UNA REFLEXIÓN PARA INICIAR
EL DEBATE (Nuevos Retos de las políticas culturales frente a la Globalización,
Barcelona, España, 22-25 de noviembre de 2000)
(1) Basado en mi trabajo inédito: "¿Integrarse o subordinarse? Nuevos cruces
entre política y cultura", a publicarse por CLACSO en 2001.
(2) Esta idea se basa en el capítulo final de “Equidad, desarrollo y ciudadanía”,
CEPAL, 2000.
(3) Los siguientes párrafos se basan en: Fernando Calderón, Martín Hopenhayn
y Ernesto Ottone, Esa esquiva modernidad: desarrollo, ciudadanía y cultura en
América Latina y el Caribe, Caracas, UNESCO-Nueva Sociedad, 1996.
(4) Agradezco la colaboración del antropólogo Álvaro Bello en este punto.
(5) Entendiendo el mestizaje no sólo como descendencia de indígenas y
blancos, sino también de blancos y afrolatinos, de afrolatinos e indígenas, etc.
(6) Este punto se basa en: Fernando Calderón, Martín Hopenhayn y Ernesto
Ottone, Esa esquiva modernidad, op. cit.
(7) Entrevista de Sergio Marras, América Latina, marca registrada, op. cit., p.
34.
(8) Ver Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, D.F., Fondo de Cultura
Económica, edición original de 1959; y Roger Bartra, La jaula de la melancolía:
identidad y metamorfosis del mexicano, México, D.F., Grijalbo, 1987.
(9) Ver Néstor García Canclini, Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir
de la modernidad, México, D.F., Grijalbo, 1990.
(10) Algunas de estas propuestas se basan en: Alvaro Bello y Marta Rangel,
"Etnicidad, 'raza''y equidad en América Latina y el Caribe", CEPAL, Santiago,
doc. LC/R.1967, agosto de 2000.
__________________________________
Martín Hopenhayn
Máster en Filosofía por la Universidad de París VIII bajo la dirección del Filósofo
francés Gilles Deleuze. Ha sido profesor de Filosofía en la Universidad de Chile,
Universidad Diego Portales y Academia de Humanismo Cristiano de Chile.
Ha trabajado como consultor-investigador en el Instituto Latinoamericano de
Estudios Transnacionales (ILET), en el Programa de Economía y Trabajo (PET),
en el Centro de Alternativas de Desarrollo (CEPAUR), en la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), en el Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y en el Instituto
Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILEPES). Desde el año
1989 es investigador de la División de Desarrollo Social de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Es autor de numerosos libros y artículos sobre temas culturales
latinoamericanos, integración social, política, educativa, y cultural, industrias
culturales y globalización.

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