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Andaluces de Jaén,
Andaluces de Jaén, aceituneros altivos,
aceituneros altivos, pregunta mi alma: ¿de quién,
decidme en el alma: ¿quién, de quién son estos olivos?
quién levantó los olivos?
Jaén, levántate brava
No los levantó la nada, sobre tus piedras lunares,
ni el dinero, ni el señor, no vayas a ser esclava
sino la tierra callada, con todos tus olivares.
el trabajo y el sudor.
Dentro de la claridad
Unidos al agua pura del aceite y sus aromas,
y a los planetas unidos, indican tu libertad
los tres dieron la hermosura la libertad de tus lomas.
de los troncos retorcidos.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Menos tu vientre
todo es oculto,
menos tu vientre
todo inseguro,
todo es postrero
polvo sin mundo.
Menos tu vientre
todo es oscuro,
menos tu vientre
claro y profundo.
Nanas de la cebolla Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
La cebolla es escarcha y de mi amor.
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días La carne aleteante,
y de mis noches. súbito el párpado,
Hambre y cebolla, y el niño como nunca
hielo negro y escarcha coloreado.
grande y redonda. ¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
En la cuna del hambre desde tu cuerpo!
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla Desperté de ser niño;
se amamantaba. nunca despiertes.
Pero tu sangre, Triste llevo la boca.
escarchada de azúcar, Ríete siempre.
cebolla y hambre. Siempre en la cuna
defendiendo la risa
Una mujer morena pluma por pluma.
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo Ser de vuelo tan alto,
sobre su cuna. tan extendido,
Ríete, niño, que tu carne parece
que te tragas la luna cielo cernido.
cuando es preciso. ¡Si yo pudiera
remontarme al origen
Alondra de mi casa, de tu carrera!
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos Al octavo mes
la luz del mundo. con cinco azahares.
Ríete tanto Con cinco diminutas
que en el alma, al oírte, ferocidades.
bata el espacio. Con cinco dientes
como cinco jazmines
Tu risa me hace libre, adolescentes.
me pones alas.
Soledades me quita, Frontera de los besos
cárcel me arranca. serán mañana,
Boca que vuela, cuando en la dentadura
corazón que en tus labios sientas un arma.
relampaguea. Sientas un fuego
correr dientes abajo
Es tu risa la espada buscando el centro.
más victoriosa,
vencedor de las flores Vuela niño en la doble
y las alondras. luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
No cesará este rayo que me
habita…
¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
Rosario, dinamitera,
puedes ser varón y eres
la nata de las mujeres,
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandores,
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores.
Vientos del pueblo me llevan… leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
Vientos del pueblo me llevan, reyes de la minería,
vientos del pueblo me arrastran, señores de la labranza,
me esparcen el corazón hombres que entre las raíces,
y me aventan la garganta. como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
Los bueyes doblan la frente, vais de la nada a la nada:
impotentemente mansa, yugos os quieren poner
delante de los castigos: gentes de la hierba mala,
los leones la levantan yugos que habéis de dejar
y al mismo tiempo castigan rotos sobre sus espaldas.
con su clamorosa zarpa.
Crepúsculo de los bueyes
No soy un de pueblo de bueyes, está despuntando el alba.
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones, Los bueyes mueren vestidos
desfiladeros de águilas de humildad y olor de cuadra;
y cordilleras de toros las águilas, los leones
con el orgullo en el asta. y los toros de arrogancia,
Nunca medraron los bueyes y detrás de ellos, el cielo
en los páramos de España. ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
¿Quién habló de echar un yugo tiene pequeña la cara,
sobre el cuello de esta raza? la del animal varón
¿Quién ha puesto al huracán toda la creación agranda.
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo Si me muero, que me muera
prisionero en una jaula? con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
Asturianos de braveza, la boca contra la grama,
vascos de piedra blindada, tendré apretados los dientes
valencianos de alegría y decidida la barba.
y castellanos de alma,
labrados como la tierra Cantando espero a la muerte,
y airosos como las alas; que hay ruiseñores que cantan
andaluces de relámpagos, encima de los fusiles
nacidos entre guitarras y en medio de las batallas.
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,