cuando el aire es más turbio y más espeso, allí me aprieta el fiero ardor de amores.
Miro el cielo, los árboles, las flores,
y en ellos hallo mi dolor expreso, que en el tiempo más frío y más avieso nacen y reverdecen mis temores.
Digo llorando: «¡Oh dulce primavera,
cuándo será que a mi esperanza vea ver de prestar al alma algún sosiego!»
Mas temo que mi fin mi suerte fiera
tan lejos de mi bien quiere que sea, entre guerra y furor, ira, armas, fuego. Ojos Claros y serenos Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, ¿por qué, si me miráis, miráis airados? Si cuanto más piadosos, más bellos parecéis a aquel que os mira, no me miréis con ira, porque no parezcáis menos hermosos. ¡Ay tormentos rabiosos! Ojos claros, serenos, ya que así me miráis, miradme al menos.