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Entre armas, guerra, fuego, ira y furores,

que al soberbio francés tienen opreso,


cuando el aire es más turbio y más espeso,
allí me aprieta el fiero ardor de amores.

Miro el cielo, los árboles, las flores,


y en ellos hallo mi dolor expreso,
que en el tiempo más frío y más avieso
nacen y reverdecen mis temores.

Digo llorando: «¡Oh dulce primavera,


cuándo será que a mi esperanza vea
ver de prestar al alma algún sosiego!»

Mas temo que mi fin mi suerte fiera


tan lejos de mi bien quiere que sea,
entre guerra y furor, ira, armas, fuego.
Ojos Claros y serenos
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

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