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La Arquitectura del Hierro

Palacio de Cristal de Joseph Paxton

Siglo de la industrialización
Nos encontramos ante un siglo contradictorio, un siglo en el que se recrean
por un lado los estilos del pasado, y por otro se hacen construcciones como la
Torre Eiffel. A la belleza depurada de las formas clásicas se le opone la lógica
de mecánica de los nuevos materiales, es decir, a la estética de la forma se
opone la estética de la función. A lo largo del siglo dos grandes líneas de
acción definirán el quehacer edilicio: la "arquitectura-arte" y la "arquitectura-
ingeniería". La persistencia de la primera buscando su camino en las formas, y
la audacia de la segunda, guiada por la técnica, ofrecen un panorama
complejo, cundo no contradictorio. Sobre todo para el espectador. Para el
hombre de la calle, aunque su cultura fuese amplia, arte y técnica no son
conciliables. Sin embargo para los arquitectos la dicotomía no va a ser tan
marcada, y con frecuencia arquitectos historicistas como Viollet-Le-Duc van a
investigar profundamente en las posibilidades de los nuevos materiales,
principalmente el hierro, y otros constructores-ingenieros como Eiffel o
Labrouste van a preocuparse por las posibilidades puramente estéticas de la
ingeniería.
El siglo XIX es, pues, tiempo de gestación. La nueva sociedad, la nueva
cultura industrial, necesitaba una respuesta arquitectónica a sus necesidades
y esta respuesta, que no será dada satisfactoriamente hasta el siglo XX, se
elabora arduamente en el XIX. Hay algunas condiciones que influyen en la
variada trama de la arquitectura de este tiempo y conviene considerarlas:
• El Romanticismo. Es el grito de rebeldía contra el siglo de la Razón y
de las Academias. A la "Gran Europa" de Napoleón se oponen las
nacionalidades que luchan por su independencia o por la búsqueda de
su identidad. Grecia lucha contra Turquía o Polonia contra Rusia, pero
Francia, España, Alemania o Inglaterra buscarán en sus propias
fuentes medievales la raíz de su personalidad y su desvinculación de la
dictadura greco-romana del clasicismo. El gótico, el mudéjar o el
románico serán la fuente de inspiración de ciertas concepciones
arquitectónicas de ese tiempo.
• La aventura colonial: La economía europea necesita mercados como
consecuencia del desarrollo industrial, y esto lanza a las principales
potencias económicas a la creación de nuevos imperios. El Medio
Oriente, la India y el sudeste asiático, por un lado, así como África por
otro serán repartidas en zonas de administración o de influencia. De
estas colonias, principalmente de las de Asia, retornará a las

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metrópolis europeas toda una exótica cultura que será inmediatamente
aceptada sobre todo por los espíritus post-románticos, aventureros e
imaginativos. Palacios, invernaderos cafés, monumentos, etc.
adquirirán aires indios, árabes e incluso chinos.
• Las nuevas necesidades: La organización social conllevará
modificaciones profundas en las estructuras materiales. Nacen nuevos
medios de comunicación, como el ferrocarril, que exige estaciones,
puentes y, en general, grandes obras públicas; además, las nuevas
industrias requieren instalaciones de características y dimensiones
hasta entonces desconocidas. Se potencian factores culturales y son
necesarios museos y bibliotecas. Por otra parte la gran riqueza
producida requiere la conquista de mercados, con lo que surgen las
grandes exposiciones internacionales con sus enormes instalaciones
provisionales que exigen un alto desarrollo de la técnica constructiva,
principalmente del hierro.
• Los nuevos materiales: El hierro había sido utilizado desde la
antigüedad como complemento de la arquitectura para grapas o
uniones, en general, pero hasta el XVIII no se obtiene un hierro lo
suficientemente consistente como para utilizarlo en la construcción. A
la forja le sustituye el hierro fundido, después el hierro forjado y
finalmente el acero para estructuras. El vidrio cobra igualmente alta
importancia gracias al desarrollo técnico que a primeros del siglo XIX
logra producir hojas de hasta 2,50 x 1,70 metros. Los invernaderos,
estaciones de ferrocarril, museos, nuevas tiendas, pabellones para
exposiciones, etc., utilizan el vidrio como una verdadera piel traslúcida
que sustituye al muro o a la cubierta. El cemento no hará su aparición
hasta finales de siglo, y aunque verdaderamente no influirá apenas
sobre la concepción arquitectónica del XIX sí anticipará el valor
constructivo y estructural que significará la arquitectura del siglo XX.

ARQUITECTURA DEL HIERRO


En 1777 se construye el primer puente de hierro del mundo, el de
Coalbrookdale (Inglaterra) y, ya en el siglo XIX, el mismo Violet-Le-Duc no
vacila en emplear el hierro para sus estructuras neogóticas.
Un excelente ejemplo de adecuación del nuevo material al espíritu neogótico
lo ofrece el Museo de la Ciencia de Oxford (1850) construido por Deane y
Woodward. En él los arcos apuntados son de hierro y la leve decoración que
añade es de hierro colado. Ruskin, que es el verdadero inspector de la obra,
detestaba el metal en arquitectura, pero detestaba aún más los pretextos, por
eso el Museo ofrece su estructura diáfana y limpia y los haces de columnas
suscitan una intención vegetal y naturalista que está perfectamente de
acuerdo con el contenido del Museo. Esta sinceridad estructural será el mejor
hallazgo de la nueva arquitectura del hierro.
Pero los mejores exponentes de la arquitectura del hierro lo ofrecen las
Exposiciones Universales. La naturaleza de las mismas, dadas las grandes
dimensiones que requerían, para albergar el conjunto de productos,

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máquinas, nuevos inventos, etc., exigía pabellones enormes que le dieran a
todo ello una unidad de aspecto y una cierta coherencia. Por otra parte, estas
Exposiciones, a pesar de su carácter universal, eran el exponente orgulloso
del país que las organizaba. Por ello los pabellones se construyen con los
medios técnicos más avanzados y haciendo gala de la mayor sabiduría
constructiva posible; como por otra parte no tienen que seguir una
monumentalidad de "estilo" los arquitectos-ingenieros se preocupaban al
máximo de la funcionalidad. En estos grandes pabellones termina por estar la
clave que modificará la construcción tradicional. Los tres edificios más
significativos son: el Palacio de Cristal, de Paxton (Londres 1850-51), la
Galería de las Máquinas, de Dutert y Contamin y la Torre de Gustavo Eiffel
(París 1889).
El concurso abierto para la Exposición de Londres de 1851 lo gana Paxton y
resuelve el pabellón con elementos prefabricados que se montan y se
desmontan como en un "mecano". Este edificio será el prototipo en el que se
inspirarán la mayoría de los Palacios de Cristal europeos y todos los demás
pabellones destinados a usos semejantes.
El siguiente y definitivo paso, se dará en la Exposición de París en 1889.
Principalmente con la Galería de las Máquinas y la Torre Eiffel. La primera
sorprende por sus dimensiones (420 metros de largo por 115 de anchura).
Esta increíble anchura se obtiene con un solo arco constituido por dos medias
parábolas articuladas en su unión. Es la mayor luz conseguida hasta entonces
en arco o bóveda alguna. Su sistema de elementos prefabricados, como los
de Paxton, permitieron un montaje y desmontaje rapidísimos y altamente
económicos. La Galería fue admirada por el público de su tiempo, pero era
aceptada fácilmente sólo por su carácter no-estilístico, y por la inmediata
vinculación psicológica con los productos expuestos.
Mucho más controvertida fue la Torre del ingeniero Eiffel. Criticada por la
mayoría de sus contemporáneos, Zola, Meissonier, Garnier y Goncourt,
entre otros, acaba por ser admirada como elemento insustituible del paisaje
urbano parisino. Eiffel levanta su Torre de 300 metros como un orgulloso
monumento a la técnica.

Joseph Paxton
Nacido el 3 de Agosto de 1801 cerca de Woburn, Bedfordshire en Inglaterra.
Murió el 8 de Junio de 1865 en Sydenhar, cerca de Londres.
Era un conocido paisajista y diseñador de invernaderos y fue el arquitecto del
Palacio de Cristal de la Exposición Universal de Londres de 1851. Comenzó
siendo el jardinero del Duque de Devonshire, para convertirse después en
amigo y consejero suyo. Desde 1826 fue supervisor de los jardines de
Chatsworth, la finca propiedad del duque situada en Derbyshire. Allí construyó
el famoso invernadero de hierro y vidrio, así como el de lirios para la extraña
Victoria regia del duque en 1850. En ese mismo año, después de haber sido
seleccionado oficialmente un extraño diseño por los organizadores de la
Exposición Universal, el destacado proyecto de Paxton de un edificio
construido a base de piezas prefabricadas de hierro y vidrio pasó a sustituirlo.

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Paxton fue miembro del Parlamento por Coventry desde 1854 hasta su
muerte. Durante el período de sus estructuras de vidrio también diseñó
muchas casas de estilos eclécticos e ideó varios parques públicos

Palacio de cristal
El primero de mayo de 1851, abría sus puertas la primera feria internacional
de muestras de la historia, conocida comúnmente como la Gran Exposición de
Londres (The Great Exhibition). Según la documentación preparada durante el
proceso de organización, la Gran Exposición se definía como una muestra de
productos y aparatos técnicos relacionados con la industria. Sin embargo, la
novedad histórica de este acontecimiento no consistía en su carácter
industrial, pues la Exposición de Londres no era en absoluto la primera
manifestación dedicada específicamente a mostrar los avances de la industria.
Francia ya había organizado varias muestras de mercancías nacionales
desde los tiempos de la Revolución (1789), y la que se celebró en París en
1849 había tenido un éxito clamoroso. Por otra parte, cundo el príncipe
Alberto promocionaba la Gran Exposición probablemente pensaba en la
experiencia berlinesa de 1844; también en Inglaterra se habían celebrado
exposiciones locales en los distintos centros industriales patrocinadas por los
propios empresarios. Sin embargo, la Gran Exposición de Londres de 1851
era indiscutiblemente el primer acontecimiento que reunía productos
provenientes de todos los países de la tierra y de tradiciones productivas muy
distintas.
En la historia del siglo XIX, la Exposición significó esencialmente la primera
expresión del triunfo del sistema productivo impuesto por la Revolución
industrial. Se celebró en el momento preciso que la Revolución industrial
había perdido definitivamente todo carácter revolucionario y la industrialización
era un hecho generalizado. Desde 1830 la mecanización había llegado a
todos los sectores básicos de la economía nacional, y en 1850, después de
superar la primera gran crisis económica del sistema capitalista, los
hambrientos años cuarenta (the hungry forties), inglaterra era el país
occidental más desarrollado técnica y socialmente. Los objetivos fueron
ampliamente cumplidos, pues los promotores consiguieron financiar por
completo la muestra mediante suscripción popular sin necesidad de recurrir a
ningún tipo de subvención del gobierno. El éxito del público fue así mismo
enorme, y las puertas del extraño edificio de hierro y cristal que acogió la
Exposición permanecieron abiertas durante todo el verano y parte del otoño.
La Exposición tuvo además una incidencia importante en la historia general de
la arquitectura y del diseño. Al reunir por primera vez productos de todos los
sectores de la producción, agrupados con ejemplos de otras tradiciones
culturales y con objetos creados con procedimientos preindustriales, la Gran
Exposición puso de manifiesto los problemas implícitos de la producción
industrial y los errores derivados de la aplicación de forma indiscriminada de la
mecanización. Vale la pena dar una ojeada rápida al catálogo de objetos
expuestos en ella, ya que refleja perfectamente los problemas estéticos y
técnicos con que se enfrentaba la arquitectura decimonónica. La Exposición

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estaba organizada en cuatro secciones principales, dos de las cuales son
especialmente significativas. La primera sección, dedicada a la maquinaria,
recogía todos los inventos, innovaciones tecnológicas y procedimientos
técnicos propios de la industria de la época. Excepto algunos inventos
verdaderamente surrealistas, como el baól-salvavidas-piragua con remo
incorporado, la sección de maquinaria detacaba ppor la calidad técnica y
estética de los objetos expuestos, debida a la adecuación generalizada entre
las formas, los materiales y los requisitos funcionales que debían cumplir. Así
mismo sorprenede la capacidad de innovación de los inventores victorianos,
pero todavía más su habilidad para resolver problemas totalmente nuevos. En
esta sección se expusieron segadoras agrícolas, maquinaria para la
manipulación de papel en artes gráficas, nuevos modelos de telares, los
primeros ejemplos de muebles articulados y muebles de producción estándar
a base de tubo metálico. La calidad manifiesta de los productos técnicos de la
Exposición provenía en gran parte de la ausencia de pretensiones artísticas
en su concepción. Una situación exactamente inversa se produjo en la
sección de mercancías y bienes de consumo. En ella todas las empresas
rivalizaron en la confección de complicadísimos ornamentos que simulaban
los acabados y texturas de materiales nobles, a la vez qu se exponían
muchos objetos decorativos carentes de toda razón utilitaria. La mezcla de
criterios estético-artesanales y la aplicación indiscriminada de métodos
industriales en la creación de objetos de uso hicieron de esta sección lo que
Dickens habría de calificar en una de sus novelas como el "gabinete de los
horrores". No había paraguas neogóticos, pero sí, por ejemplo, papeles
pintados con motivos góticos, aunque el tipo de objeto fuese completamente
contradictorio con el estilo adoptado en su decoración artística. Así, la sección
de mercancías puso de manifiesto la debilidad y la degradación estética
existente en la producción industrial, advertida ya con anterioridad por algunos
pensadores, como Carlyle y Ruskin, o por los mismos diseñadores
profesionales, entre ellos Pugin, Henry Cole, Redgrave y Owen Jones. La
Exposición puso en evidencia, hasta para los mismos victorianos, el mal gusto
imperante y desde entonces el acontecimiento ha pasado a la historia como la
acumulación más grande y densa de mal gusto y de sus propias creaciones
artísticas.
En cualquier caso, la Exposición constituyó todo un acontecimiento social para
la Inglaterra victoriana. Pero el detonante más espectacular de todo el montaje
fue el proyecto y la construcción del edificio que debía acogerla. Los
promotores querían a toda costa que la feria tuviera una gran repercusión
social y para ello decidieron construir un edificio singular en un emplazamiento
privilegiado del centro de la ciudad. A pesar de la oposición de los vecinos y
de los periódicos, optaron por Hyde Park, más concretamente por la fachada
sur del parque, paralela a Knightsbridge. La elección del proyecto par el nuevo
edificio tuvo, en cambio, un largo y dilatado proceso, lleno de polémicas entre
los distintos arquitectos encargados. Después de innumerables correcciones
estilísticas, se eligión u proyecto inviable por dos razones principales. En
primer lugar, su elevado coste superaba con creces las expectativas de la
sociedad promotora, habida cuenta de que la financiación del proyecto
procedía de la suscripción popular. En segundo lugar, la complejidad técnica
del proyecto escogido, planteado a partir de los sistemas técnicos
tradicionales, requería mucho tiempo de edificación e impedía cumplir los

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plazos previstos. Ésta fue una de las razones fundamentales que llevaron al
comité organizador a decidirse por el extraño proyecto que Joseph Paxton
había presentado sin ser invitado y totalmente fuera de concurso. Su proyecto
constituía una novedad absoluta con relación a la arquitectura de la época,
tanto por el aspecto exterior como por el sistema de construcción empleado.
Siguiendo los procedimientos constructivos que ya había ensayado en al
edificación de invernaderos en los jardines del duque de Devonshire en
Chatsworth, Paxton consiguió edificar en el tiempo récord de ocho meses (el
precoz desarrollo alcanzado por el ferrocarril posibilitó el transporte de piezas
y materiales, permitiendo que diversos fabricantes colaborasen en el diseño y
la construcción de los diversos elementos, lo que aceleró el ritmo de
construcción) una de las naves más grandes y más elegantes jamás vista
utilizando únicamente hierro y vidrio. La solución propuesta garantizaba
además la suficiente iluminación natural en todos los departamentos interiores
de la Exposición. La estructura del edificio se componía de piezas
estandarizadas que llegaban totalmente terminadas de fábrica y preparadas
para ser ensambladas, con lo cual el proceso de construcción del edificio
consistió exclusivamente en el montaje de la estructura general y en la
colocación de los cristales. No había más elementos arquitectónicos que la
estructura vista de hierro y los muros de cristal; faltaban todos aquellos
detalles ornamentales y motivos estilísticos que normalmente eran requeridos
para que un edificio fuera considerado "arquitectura". Las naves de cristal
salían imponentes entre los árboles mostrando toda su simplicidad y su
tamaño, y por esta razón el edificio fue popularmente bautizado con el nombre
de Crystal Palace.
Consistía en una compleja red de finas barras de hierro que sostenían las
paredes de vidrio transparente. La parte principal del edificio tenía unas
dimensiones de 563 metros de largo y 124 metros de ancho, con una altura
de 33 metros. Ocupaba una superficie de 7 Ha. de terreno y a superficie
construida era de 9 Ha. En el piso bajo y las galerías había más de 13 Km. De
mesas de exposición. En cuanto a detalles constructivos y ornamentales, la
estructura principal consistía en unas piezas formando arcos de 7,3 metros de
luz, con ménsulas de hierro fundido y un tirante de hierro forjado. Sobre esta
estructura se levantaba la cubierta, en la que las aguas se dirigían a unas
bajantes situadas dentro de las columnas huecas de hierro. Paxton utilizó la
analogía de una mesa cubierta por un mantel para explicar la estructura
interior con columnas de hierro fundido y cerchas también de hierro –la
"mesa"-, que reviste mediante un ligero "mantel" exterior de vidrio, con marcos
de madera. Tenía una bóveda de cañón que se extendía sólo a lo largo del
transepto, y a mayor altura que el resto del edificio. No prevista inicialmente,
fue una idea de Paxton para no tener que cortar unos árboles. Las columnas
interiores, cada 7,3 metros, se extienden en toda la longitud del edificio.
Mediante unas persianas horizontales de acero, accionadas mecánicamente,
se regulaba la circulación del aire. El techo acristalado se cubrió con un toldo
móvil, que cuando hacía calor se mojaba con agua. Los elementos
decorativos se utilizaron sólo como motivo unificador del aspecto estético del
edificio. Los arcos, las ventanas circulares, los pináculos y las celosías
acentúan el ritmo de los módulos estructurales. Interiormente, la estructura iba
pintada de colores para coordinar el montaje. La delgada estructura interior,

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revestida de vidrio, era un sistema constructivo barato con el que se
conseguía una magnífica iluminación natural.
Entre 1852 y 1854 la estructura fue desmontada para ser reconstruida en
Sydenham Hill, donde permaneció hasta 1936 que quedó prácticamente
destruido por un incendio. Sólo quedaron en pie las torres, que fueron
demolidas en 1941 por ser consideradas como posible referencia para los
bombarderos alemanes.
Tanto por la utilización de unos materiales que sólo se obtenían por
procedimientos industriales como por el hecho de aplicar en la construcción
los métodos de trabajo propios de la industria, el Palacio de Cristal es uno de
los mejores ejemplos de la arquitectura industrial del siglo XIX. Pero la
originalidad del edificio no se debe tan sólo a la adopción de procedimientos
industriales: desde el siglo XVIII se utilizaban estructuras de hierro
prefabricadas en la construcción de puentes, y aunque más recientemente se
habían empleado también en las grandes estaciones de ferrocarril, la práctica
más común escondía la estructura mediante la construcción de una fachada
arquitectónica de marcado carácter historicista. La obra de Paxton fue una
especie de manifiesto-programa de un nuevo estilo arquitectónico adecuado a
las necesidades y alos modos de la época. Pero, si por una parte hacía
realidad el sueño de los arquitectos críticos, que buscaban un estilo para la
nueva época, por otra era un desafío al propio concepto de arquitectura por el
mero hecho de renunciar a la exigencia del estilo.
Aunque el desafío lanzado por el Palacio de Cristal tuvo una fervorosa
acogida popular, no le faltaron tampoco los detractores. En general todo el
mundo reconoció la grandiosidad del proyecto, la originalidad de la
construcción e incluso se llegó a admitir que estéticamente no desentonaba
en el paisaje natural del parque, pero nadie, excepto los mismos promotores
del acontecimiento, descubrieron en el Palacio de Cristal la promesa de una
nueva arquitectura. Para la sociedad victoriana, la arquitectura como arte era
sobre todo una cuestión de estilo, como siempre lo había sido, y los rasgos de
un estilo eran difícilmente reconocibles en un invernadero de hierro y vidrio por
muy grande y majestuoso que fuera. Por esta razón, el experimento del
Palacio de Cristal quedó aislado en el tiempo y su ejemplo no fue seguido
hasta la llegada del Modernismo. La sociedad victoriana se mantuvo fiel a la
tradición de los estilos históricos adaptándolos tan estrictamente a sus
necesidades que llegó a determinar, bajo la máscara del eclecticismo, un
estilo propio todavía vigente en la actualidad.

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BIBLIOGRAFÍA
• BARNECHEA, Emilio; FERNÁNDEZ, Antonio y HARO, Juan.
Historia del Arte.
Editorial Vicens-Vives. 1ª Edición, 1989.
• Crónica visual Larousse.
Volumen 7. "Los grandes cambios del SXIX".
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• Enciclopedia del Arte Garzanti.
Ediciones B. 1ª Edición 1991.
• El gran Arte: Arquitectura.
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Editorial Salvat.
• Guía visual de Pintura y Arquitectura.
El País Aguilar.
Ediciones El País, S.A./Santillana, S.A. 1997
• RISEBERO, Bill.
Historia dibujada de la Arquitectura.
Celeste Ediciones, 1991.
• RUSSEL HITCHCOCK, Henry.
Manuales de Arte. Arquitectura de los siglos XIX y XX.
Editorial Cátedra. 4ª Edición.

- www.britannica.com

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