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huellas perdidas en tierra nazi

por: flow
pum!, pum!... las balas pasan y traspasan cuerpos llenos de miedos; miedo a
morir, miedo a no volver a casa, miedo a no ser suficientemente hombre y poder
matar al enemigo, miedo a que se metan los invasores a violar nuestras mujeres,
a esclavizar nuestros hijos y después a asesinar lo que no les sirva… miedo puro!

Un grupo de amigos con sangre campesina y con ganas de encontrar la gloria


personal dentro de un modernismo ideal esculpido por la maquinaria que buscaba
saborear un progreso materialista afuera de la mierda de vaca y el schweinefutter
de todos los días… obedecían órdenes a regañadientes por la gloria de su
Deutschland überalles, menos uno: Thomas el nazi, que era nazi de pura cepa y
creía en Adolfito ciegamente y en la purificación de su raza aria. Ellos habían
compartido la entera vida cotidiana y sus oficios varios antes de empezar la guerra
entre el pequeño pueblito pintoresco del siglo XIX de nombre Bad Schussenried.

La gloria venia enmarcada en un plano de superioridad que les había metido el


régimen entre discursos nacionalistas y fuerza metalizada en forma de armas que
inventaban sus más prominentes científicos para llevar a Alemania hacia la
cúspide de una gloria que se convirtió en pesadilla como lo comprueba la historia.

Bube, Andrée, Georgile, Thomas el nazi, Smuff, Sepp el francotirador, Mikka y


Hohenstauffen era el grupo de ocho hombres pertenecientes al batallón de ataque
en las Elsaß por la conquista de una serie de montañas donde descansaba la
segunda capital de Francia: Straßburg. Los uniformados blandían sus MP40
dentro el área rural de los Vosgos en Francia mientras llegaban al objetico. Cada
uno llevaba al cinto su Lüger PO8 y un par de granadas de mano de esas que los
ingleses le decían la “varita”, que era una Stielhandgranate modelo 24. Sepp
llevaba además una K43 semiautomática con mira telescópica ZF4 de 4x. Thomas
el nazi cargaba en su espalda un lanzacohetes de esos Panzerschreck de 88mm
capaces de romper aceros de 114mm. Hohenstauffen era el sargento encargado
del grupo de asalto, un colombo-alemán que no se pudo volar para Colombia
antes de empezar la guerra y quedo maniatado y a la fuerza recluido a apoyar la
invasión germana en toda Europa. Sus padres que vivían en Cali, tenían
dificultades con el gobierno local que recibía presión yankee para poner bajo
custodia a todo ciudadano alemán, japonés o italiano, en las cárceles
improvisadas donde habían miles de extranjeros viviendo en las casas-hospedajes
provisionales, en una de ellas se encontraba Klaus el padre del sargento Ángel
Hohenstauffen.
La misión del 8 de septiembre de 1944 a la que los habían enviado, consistía en
mantener el dominio de una sección de las montañas de Vosgos para repeler un
fuerte ataque planeado por las fuerzas francesas replegadas en toda el área del
territorio perteneciente a Straßburg. El grupo del sargento Hohenstauffen
permanecía atrincherado en un paso estratégico a donde trataban de llegarle las
tropas francesas a mando de un señor Leclerc de la GTV, el “groupement” en el
que se incluía el III regimiento de asalto y por lo tanto imposible de llegar a poder
vencerlo o aun detenerlo un grupito de ocho desalmados alemanes que ni siquiera
estaban la mayoría de ellos de acuerdo con la guerra que estaban librando. El 12
de septiembre alcanza el groupement la cima de la montaña donde estaban los
chicos alemanes y bajan a Andelot dejando detrás de ellos y a todo lo que habían
encontrado al cruzar por la cordillera francesa, convertido en un rio de
Schwäbischeblut ó sangre campesina sobre la húmeda tierra francesa.

Hace 10 años eran solo niños que corrían por las callejuelas de Bad
Schussenried, Bube siempre tan elegante aun para salir a jugar, era a su madre la
que le gustaba vestirlo bien, “Que va a ser un gran hombre de leyes” decía ella en
la plaza de mercado a su comadre doña Tartatua mientras trataban de captar a
algún paseante desprevenido para que les comprara las botellas de alcohol que
según ellas las hacían en casa sus abuelas. “Pero que dices mujer, si el cachorro
mío ya puede recitar de memoria algunos de los más simples poemas de Johann
Wolfgang von Göthe”, le decía la matrona a la mama del Bube. “Cual poesía
mujer, mi Bube ya lee párrafos enteros de varios libros de la literatura alemana…
pero mejor digamos, que yo, realmente no entiendo de eso de leer nada y menos
de nombres, porque para serle honesta mijita, no entiendo ni pio de lo que mi
Bube lee”, “Pues lo mismo me pasa a mi” y se revienta de la risa doña Tartatua.

Tenían todos ellos bicicletas de esas que uno ve en las fotografías antiguas de
campesinos que transitaban por entre las comarcas de los dulces bosques
europeos, vistiendo ropas en color caqui aunque nunca se supo el color real de la
ropa, dado que la mayoría de las fotografías de la época eran en sepia. Los niños
en esa silueta pueblerina, gritaban con vocecitas chillonas y saltaban de júbilo
junto con sus Fahrrads antes de aventurarse a recorrer el bosque puesto que las
calles del pueblo, siendo tan pequeñito, los empujaba a internarse en el bosque. Al
final del caserío, donde quedaba la casa de Georgile al frente de la estación del
tren, se reunían antes de salir del pueblo. Tiraban piedritas, hacían mucho ruido o
tocaban la puerta de la casa de Georgile hasta que lo hacían salir a regañadientes
de su papa que lo mantenía ocupado raspando viejos muebles que este vendía en
un garaje de antigüedades que tenía al frente de la plaza mayor.
El taller de ebanistería para reparación de muebles de madera que tenía el papa
de Georgile, estaba localizado en lo que fue antes un granero viejo donde el
abuelo de la familia crió cerdos y vacas. El papa de Georgile no continuo con la
tradición y en su lugar lo acomodo para montar un taller de restauración de
muebles antiguos. A los 13 años, ya Georgile era un experto en el manejo de casi
todas las herramientas de ebanistería. Alguno de sus amigos venían a ganarse un
par de marcos los fines de semana, tirando lija todo el día y haciendo bromas
entre ellos. Especialmente intercambiaban bromas con un grupo de yugoslavos
que trabajaban para el papa de Georgile. Solo Thomas el nazi, Sepp y Mikka no
fueron a trabajar nunca en el Werkstatt.

Un día de primavera -porque la primavera entra en Alemania con unas


ganas, como si nunca la hubiera visitado antes… se siente en cada milímetro del
aire, como un día después de lluvia en Cali. Los colores son más intensos, en el
sentido de que se pueden sentir más cerca de la óptica visual. Las formas se
mueven todas, aun las que parecen estáticas como el andén, se mueven y les
gusta moverse, como si recibieran una orden del sol para que se desplazaran un
poco hacia los lados para darle al observador la sensación de un meneíto
constante entre estos. Así es la primavera en Alemania. Otra cosa es el problema
adentro en el hipotálamos humano, no es solo que se comienzan a acelerar
emociones reprimidas por meses de invierno, sino que de verdad se aceleran del
todo; aunque para algunos individuos, fuera de que se les suma algún tipo de
dificultad emocional o vivencial, no se les despierta para nada en primavera el
hipotálamos y se quedan es divagando dentro de una depresión neuronal de una
forma tan lúgubre que ni ellos mismos son capaces de soportarse. Y menos
cuando algunos están a estas alturas presintiendo hechos invisibles que se
avecinan sobre Europa encima del corcel de la guerra con todos los seguidores
desalmados sin conciencia que alientan a cada respirar del moho de sus
pulmones inspirando deseos de ambiciones fallecidas que solo con sangre
rebotando como la de Abel, los hace sentirsen a gusto durante el conflicto
programado con anterioridad para tal efecto.

Ese día de primavera, Andrée, Bube y Hohenstauffen habían quedado en ir al


Bodensee muy temprano. Bube se había pegado una perra tan tremenda la noche
anterior que no se apareció, dormía aun en su cuarto y no quería que lo jodieran,
eso gritaba cuando fue Andrée a llamarlo. Los tres alquilaban cuartos en la casa
grande de varios pisos que le pertenecía a la familia del papa de Georgile.
El tren rechiflaba ensordecedor echando vapor por la chimenea, era de esos
trenes viejos que en pleno siglo XX aun seguían cambiando la fisionomía del
continente. Silbaba y pitaba, era un sonido que a veces para Hohenstauffen,
sonaba romántico. Romántico porque le traía recuerdos de una amiga suya que se
fue antes de la navidad a visitar a sus padres a Francia, Straßburg. Pagaron su
pasaje de ida y vuelta hasta Zürich, Andrée y Hohenstauffen se tiraron literalmente
sobre los asientos de madera firme del vagón de pasajeros. Eran chicos rebeldes
y ruidosos, sobre todo Andrée que hablaba hasta por los codos, pero con la
excepción de que sus conversaciones eran bastante agradables. Tenía un acento
del norte diferente al de todos sus amigos Suabos, aunque provenía su familia del
sur. Vocalizaba las palabras en forma más clara y se le notaba una caracterización
corporal noble por su presencia y porte, las palabras se embellecían al salir con el
interés de una retorica que él le aplicaba a sus turnos. Conocía bastante de
electricidad y de cosas de ese estilo. Tenía en su cuarto Andrée una cantidad de
elementos que eran casi desconocidos para Hohenstauffen, pero le encantaba
aprender y preguntar, algo que aprovechaba hacer cada vez que visitaba a su
amigo; aunque de verdad, Andrée nunca dejaba salir tan fácilmente sus
conocimientos. En el tren durante el viaje de ida platicaron pendejadas, de chicas,
de rumbas locas, y a veces se quedaban en silencio por largos trechos. Mirando
cada uno por la ventana y sentados el uno al frente del otro. No era un tren de
cabinas cerradas para viajes largos, era simplemente el tren de los domingos que
salía de Ulm e iba directo hasta el Bodensee y volvía. Los asientos eran abiertos y
de esos que un lado esta espalda a espalda con el otro dejando así la posibilidad
de que se pudieran sentar la gente al frente el uno del otro y compartir durante el
viaje. La campiña del sur de Alemania es muy peculiar y típica del sur de Europa,
grandes campos de colores en primavera, todos cuadraditos y llenos de cultivos; a
veces entre ellos se dejaba como pintar un bosquecito lleno de pinos silvestres o
eucaliptos que no solamente aromaban el espacio, sino que dejaban al pasar una
sensación que almacenaban secretos que nadie más conocía sino ellos. Las
casitas de los pueblitos por donde pasaba el tren, tenían muchas veces las
mismas características arquitectónicas: altas con techos picudos para que la nieve
no llenara de peso el techo y con sus típicos maderos de color café oscuro sobre
paredes blancas que sobresalían entre un pálido color que ahora brillaba más en
la primavera. La idea del viaje a Zürich que hacían los dos amigos, era porque el
lunes era festivo y los habían invitado a una reunión con unas amigas de Andrée.
Este era el chico de las conexiones, que sabía muy bien el conversar con las
damitas y por ende conocía varias por toda Europa.
Cuando el tren arribó al lago, los esperaba muy puntual un ferri que salía para
Zürich, se embarcaron y corrían, Hohenstauffen emocionado mirando para todos
lados siguiendo a Andrée que andaba como loquito agitando su bufanda mientras
que el viento le meneaba esa cabellera con corte extraño que manejaba con gran
habilidad. Bube le había hecho el corte y parecía como si tuviera grandes
trasquiladas, pero era la forma como Andrée quería el corte: arriba mucho pelo,
levantado y tirando hacia un lado y a los lados iba cayendo hasta que a la altura
de las patillas y el cuello se desvanecía en una corte de cuchilla bien delineada.
Hohenstauffen por el contrario tenía unos mechones ensortijados que le caían en
la frente y no se los cortaba, atrás en la nuca era corto también a filo de cuchilla
pero los lados y el tope era un poco salvaje. Todo mundo en el ferri llevaba
sombreros elegantes o baratos, sobre todo las damas. Ellos por el contrario,
parecían niños grandes sin control. La brisa del lago era tibia, casi fría, el invierno
se había marchado y con él el frio del polo que cuando bajaba hacía temblar los
huesos. En la primavera el clima era fresco, aunque a veces una brisa fría recorría
las campiñas como buscando albergue donde ocultarse para más tarde volver a
lanzarse, resguardo que encontraba casi siempre entre los arboles altos de los
pocos bosques que se veían alrededor del lago. Muchos de estos bosques eran
cortados y las maderas usadas para el bien del progreso a la competitividad de
una nueva civilización que se prevenía y se manifestaba con fuerza.

Al llegar a Zürich caminaron el resto de la soleada mañana por entre los tantos
estudiantes que vivían en esa ciudad, y que presurosos andaban a esa hora del
día buscando un lugar al aire libre con hierba donde montar su picnic, tirarse junto
a un lago o descansar a la intemperie. El bodegón gigante donde vivían las
amigas de Andrée quedaba un par de cuadras más allá de donde los dejo el
tranvía. Tocaron el aldabón antiguo del portón y se escucho el eco que repercutía
trayendo a la mente ecos de memorias de pasados para muchos de estos chicos
nunca conocidos. Eran ecos que hablaban de abuelas jóvenes que con sus
vestidos largos caminaban por entre las calles empedradas donde los carruajes de
caballos iban y venían trayendo y llevando parejas o caballeros que visitaban
damas de una sociedad que comenzaba a independizarse de otros pasados
campesinos cuando los abuelos de estos abuelos vivían entre montañas alpinas
criando cabras y alimentando cerdos y vacas al tiempo que las canciones
Tiroleses se escuchaban entre el eco que dejaban los cuernos alpinos en la
campiña rocosa de un país pequeñito que desde sus principios no fue amante de
las guerras pero si del dinero. Hohenstauffen de familia Swabia, tenía algunos
familiares que residían en la Suiza, los mismos que nunca pudo visitar.
Dentro del bodegón de las amigas de Andrée, se comenzó a formar una tertulia
diurna de amigos y amigas que iban y venían, traían comida, alcohol fuerte y
compartían el día hablando de muchas cosas, entre ellas de un rumor de guerra
que se presentía cada día más fuerte desde las bancadas nacionalistas en el
parlamento alemán lideradas por un tipo elocuente y raro de nombre Adolfito,
como le decía el chico que hacía de locutor en ese momento. Al rato de tanto
politiquear y entre el silencio del par de alemanes que visitaban la congregación
de suizos en casa de Lucia, se levanto Hohenstauffen diciéndole a todos los
presentes con voz firme y con ese acento que los diferenciaba de los suizos:

“Amigos presentes del bodegón de Lucia,

estoy aquí para regalaros un poco de la terminología germana

de la cual estoy fascinado de descubrir entre las raíces de escritores como Hesse,

y que va para Uds. en forma metafórica inconclusa y existencial

por culpa de aquello de mi sensibilidad a la pluralidad contemplativa

desde un individuo del normal, que divaga entre los movimientos

culturales y filosóficos de una nación, que como todos sabemos

se prepara para otra guerra innecesaria, pero inevitable

por culpa de los pesos de consciencia a los que nuestra raza

se ha tenido que acostumbrar al pasar de ser una tribu de barbaros

a una comunidad campesina y por último a lo que somos hoy en día,

un pueblo que busca avanzar a fuerza de lo que sea,

para ocupar una posición en un mundo cambiante y ambicioso

además de exigente que no da a torcer el brazo,

por más que la presión sea más fuerte que nuestra voluntad.

La poesía que quiero entregaros a vosotros dice así y la llamo


Selbe Liebe:

Manchmal wenn ich mich selbe Liebe kann


alle dingen bei meine Körper blitzen draußen schnell
und ich gehe, und ich gehe durch die Straßen
allein aber nicht einsamer
kucken ich alle um mich herum für geilen Figuren
die sie schön sieht aus am meinen Fotos
klicken, klicken Fotos die sie machen Leben verhafteten immer weiter...
ich hoffe das alle menschen auch wurden einmal und finden Liebe für sich selber
für die Heilung unsere Planeten
das ist genau was Erde immer sagt
wann eine Erdbeben machen alles kaputt bei unsere Städte...
für mich, Wunsche ich ganz anderes Sachen
eine Welt wo am jeder Ort und am jeder Stadt
einem großen Park die Zement ersetzt
wo gibt es keine mehr Häuser
Kein mehr Backstein Schutzhütten
ein platz wo nur ein große Liebe, sich Umarmt uns alle
so wie kleine kinder am park spielen
so wie die Milchstraße geschütztene ist bei Gott am hoch...
menschen, menschen so einsamer
und so weit weg von diesen Momentums
die, für unsere ewige Liebe erwartete wollen.“

La gente que estaba presente en casa de Lucia escuchando al alemán pronunciar


un poema escrito por él mismo con semejantes palabras que evocaban de una
amor que iba en contravía de la realidad de su país, dejo en silencio a la audiencia
y entre algunas de las chicas una que otra lagrima rodaba la piel siendo ocultada
por el cabello que caía sobre el rostro o por sus anchos sombreros que usaban tal
vez para recordar a sus abuelas ocupadas entre cocinas fabricando aun las
delicias de la pastelería suiza. Hohenstauffen no dijo nada mas, solo camino
derecho y se sentó en el sofá junto donde estaba Andrée que le dio una
palmadota bien fuerte en la espalda como felicitándolo…
- De donde sacastes semejante vocabulario H, que lo tenias guardado con
tanto silencio, le dijo Andrée
- Por ahí entre los baúles ocultos de mi corazón, creo, le dijo H
- Varias chicas del grupo comenzaron a rodearlo y se acerco una de ellas a
H que comenzó a platicarle… esta el corazón más dispuesto que la mente a
declarar que es más importante el amar que el morir en una guerra?
- Todo depende, dijo H, una guerra puede despertar conciencias muertas
que andan perdiendo tiempos innecesarios. Un amor puede andar
muriéndose en forma innecesaria sin darse cuenta por culpa de caer en los
brazos de la monotonía
- Otra chica que también estaba ahí se acerco junto a H, y comenzaron a
aproximarse mas y mas a H, algunas de ellas haciéndole más
pregunticas… es el medio más importante que el objetivo?, le dijo una más
intrépida…
- Nunca un medio es indispensable o dejaría de ser parte de un objetivo… se
detuvo H a pensar un momento y continuo… el objetivo debe ser
progresivamente trabajado en forma colectiva por el bienestar de una causa
común ya sea en el nivel personal o grupal, y los medios puestos a prueba.
- Cómo te llamas, le dijo otra chica con los cachetes pintados de pecas y
unos ojitos saltones que parecía se le iban a salir de un rostro de muñeca.
- Me dicen H… solo soy un observador de paisajes y de actividades sociales,
eso cualquiera lo puede hacer y así crear un eco en el interior que pueda
dejar claro a sus amigos que no todo afuera es simplemente lo que
aparenta ser… puede llegarse a descubrir de lo observado, que es aun más
hermoso que la apariencia óptica de su reflejo pasajero o temporal…
- Entonces Andrée entro en la conversación que de todos modos no había
abrumado a H, parecía que dominaba su audiencia de unas 9 chicas
ansiosas por respuestas y con la curiosidad de conocer más del chico raro
alemán… chicas, chicas, déjenlo que tome un poco de aire, mi amigo el de
verde rabia de calor, dénmele cerveza hágame el favor…
- Dos chicas se levantaron rápidamente, y salieron corriendo hasta la cocina
mientras que una compañera que estaba con ellas le dijo a Andrée, -ya le
traen algo de beber al prófugo de las letras… y dirigiéndose a H le
pregunto… chico del norte, tenés una profundidad en tus palabras que no
es común en nuestras universidades, nuestros maestros leen a Göthe pero
al tiempo aman las instituciones bancarias y la filosofía del no involucrarse
en las vicisitudes externas de las comunidades en conflicto de nuestro
sistema inter-social humano, ni siquiera con lo de nuestros más próximos
vecinos como Alemania… que sabes tú de la tan promovida democracia por
los países fuertes de occidente?
- Y H le dijo en tono seco, sin pestañear y sin detenerse a pensar, como si
supiera de memoria y ya hubiera preparado lo que tenía que decir… el
principio de una comunidad, entre otras cosas, fue el compartir o el
intercambio para el bienestar de una sobre-vivencia, a este principio volverá
a caer al final de los días lo que conocemos en política como la democracia,
ya sea esta denominada socialista o de avanzada, o simplemente una
democracia normal, “pluralista” o de derecha porque de todos modos todas
ellas llevan las mismas marcas de los defectos de un principio erróneo de
planos o directrices para nuestra civilización modernista. No vamos hacia
un lugar seguro ni rodeados de beneficios iguales o similares para todos los
participantes, sino hacia una autodestrucción que no durara mucho en su
proceso, como dice el dicho, “no hay mal que dure cien años”, porque los
arquitectos de nuestro sistema social respiran separatismo y sus objetivos
son necesariamente urgidos por los medios para llegar sin importar lo que
cueste, aunque esto sea destruir lo que se cruce en el camino, hacia
encontrar una victoria que satisfaga un esfuerzo pintado de codicia.
- Llegaron las chicas con las cervezas para todos y le pasaron una a Andrée
y otra a H, una de ellas le dice a H, en forma muy inocente sin haber
escuchado las últimas palabras que este había pronunciado… que piensas
del amor, niño del norte?
- El amor es nuestra vena que viaja como rio cristalino por entre las
palpitaciones de nuestras células, no importa si amas a una hormiga o a un
ser humano, lo más importante es que para llegar a amar a un ser reflejado
afuera de nosotros, tenemos que comenzar por mirarnos en silencio por
dentro de nuestro cuerpo humano y tratar e sentir todas esas vibraciones
que llevamos por dentro con los ojos cerrados hasta ver si podemos
amarlas… amar todo aquello que se presenta dentro de nosotros, todo
pensamiento también, para que cuando recibamos un llamado de la otra
esquina del amor, podamos sentir lo opuesto, para que así influyamos
positivamente todas las acciones de nuestros sentires… de esta forma
nuestro amor puede llegar a reflejarse en un animal, un árbol, una
construcción de casas, una nube, un ave que pasa u otro humano que se
nos acerca para probar si nuestras existencias se cruzan… y lograr con
éxito una jornada suave y sin ilusiones falsías...
- Pero… le interrumpió la chica, como hago para entender tanto pensamiento
si solo quiero es amar a mi novio?
- Todos reventaron de carcajadas al escucharle decir aquello, especialmente
las chicas alrededor de esta, una de ellas le dijo a la chica ligera… mira, lo
único que tenés que hacer es mirarte al espejo, profundamente dentro de
los ojos y decirte que te amas con todas las fuerzas…
- Las interrumpió un chico de afuera que dijo… no tenés que mirarte los ojos,
mírate los senos, decís que te amas y luego me amas, y rompieron a reírse
todos los chicos… las chicas malhumoradas algunas voltearon a mirar para
otro lado, buscando al chico alemán, pero este y Andrée se habían
escabullido de la discusión que se tornó más bien en un tira y jala de los
sexos, y decidieron dejar el bodegón de Lucia y salir a caminar…

Mientras tanto en tierra Swabia, Thomas el nazi caminaba por el andén que
iba de la estación de tren hasta el centro del pueblito de Bad Schussenried.
Caminaba oriondo con su pelito todo engominado como si alguien se lo hubiera
pintado con tinta china en su cabeza, encima de esta, un sombrero zuavo de ala
corta inclinado hacia un lado, acompañado con un vestido típico alemán y con su
brazo doblado, y de él asido la alegre Lotte. Iban al pueblo a caminar por la plaza
donde todos los habitantes se reunían los domingos de primavera a mostrar sus
galas, a conversar sobre las dificultades del invierno y sobre la política nacionalista
que debería cambiar y mejorar el país en manos de Adolfito. Parecía una
procesión de gente todas con sus mejores pintas y sobreros, las mujeres con sus
atavíos Suabos de campesinos civilizados y con esos sobreritos tratando de imitar
vedettes de los años 20 de un Hollywood que comenzaba con fuerza a proclamar
en formas audiovisuales el sueño gringo de unos pocos para solo algunos, o de lo
gloriosos que eran los hombres mientras mataban animales en África, o
conquistaban mujeres hermosísimas -que no tenían nada en el cerebro, con solo
mostrarles que se llevaba un bigotico machito junto al arma que dejaba humo
después de malograrle el día a otro ser humano de otro país donde no existía
nada porque el único país del planeta donde existía ese tipo de héroes era la tierra
yanqui regida por sueños y complejos judíos importados y poblada de tantas
maravillas y estrellas al estilo Hollywoodense.

Thomas el nazi, seguía y repetía muy bien los movimientos que había visto en las
películas de Marlene Dietrich, como también era hábil en los discursos de la plaza
de Bad Schussenried los domingos en la mañana, al frente de muchas juventudes
nazis que ya portaban panfletos y afiches que levantaba orgullosos algunos de
ellos vestidos con el uniforme nacionalista y el emblema de la suástica en el brazo
en color blanco y rojo que sobre un fondo negro recordaba el poder que los
romanos ejercieron antes sobre el continente europeo.
A la distancia desde tan típico paisaje nacionalista alemán de principios de los
años cuarenta, pasó en la bicicleta de su abuelo, Smuff seguido por su novia, la
pequeñita Tania, bella como un melocotón alemán. Volteo a mirar Smuff a su
novia y se rieron al ver a Thomas en semejantes cosas. Smuff tenía un espíritu
libre y le gustaba mucho -mientras podía, subir en bicicleta o a pie, las carreteras y
senderos que lo llevaran a las montañas, o cruzar con su novia entre los bosques
de los paisajes donde antes casaban sus abuelos los cerdos salvajes o los
jabalíes, cuando todo era más desordenado en la monotonía .

Las cosas en tierra Swabia no se diferenciaban mucho del aire hostil que se
estaba creando en toda la Europa central, sin olvidar mencionar los aires violentos
de los partidos nacionalistas que también emergían fuertemente en otras naciones
similares como España e Italia. La sombra de una calavera nacionalista ya estaba
asentada en Europa, y por ende todos sus habitantes hombres deberían estar
listos para enrolarse a las fuerzas de contención. Aun H que siendo de sangre
alemana, nacido en Colombia y con sus padres en el extranjero, debía de pagar
servicio militar obligatorio, todo por la causa de Adolfito el raro.

El día que los llamaron a presentarse a los correspondientes regimientos, los seis
amigos se volvieron a encontrar a dos suabos más que se presentaron al
reclutamiento en el mismo lugar de Bad Schussenried, pertenecían al condado de
Stuttgart. Eran Sepp y Mikka. Uno era un silencioso que no hablaba, Sepp, se
sabía por su experiencia, dijo Mikka que hablaba hasta por los codos, que era un
gran tirador al blanco… Thomas el nazi se dijo el mismo en voz alta, ahora me
siento más seguro, a lo que Andrée respondió en forma inmediata, -él al menos no
es un nazi loco como vos, esta acá por la obligación que nos empuja un gobierno
demente… para qué? Si de todos modos nos van a masacrar por Verrückten.

En la trinchera arriba de las montañas que dividen a Francia de Alemania, se


encontraba el pelotón de los ocho amigos suabos. Cada uno en su posición, Mikka
llevaba el radio y pasaba un reporte que leía de un papel. El sargento los
observaba desde más arriba, mientras que intercambiaba miradas con las
posiciones en que estaban localizados sus soldados, miraba también por unos
binóculos hacia debajo de la pendiente… un fuerte regimiento de muchos hombres
armados hasta los dientes, comenzaba a quebrar formación y se dirigían hacia
ellos, Hohenstauffen bajó los binoculares y luego camino por cada trinchera…
como si se estuviera despidiendo de cada uno en forma individual…
En una tarde cualquiera, hace mucho tiempo, de aquel tiempo que no volverá a la
vida de los ocho amigos suabos, corría el año 1938, hubo una fiesta, para
entonces los chicos tendrían unos diecisiete años de edad. La fiesta era en casa
de Georgile, casi todos los chicos estaban felices y bailaban, las chicas estaban
por todos lados, algunos parecían emparejados… entre las chicas que fueron a la
fiesta de cumpleaños de Georgile, estaban la Uli, Lotte, Jutta, Tania, María
Magdalena, Lola, Juliana y muchas amigas y amigos de Andrée entre ellas Lucia.
La música de Marlene Dietrich bamboleaba los corazones, mientras que el
Charleston movía los esqueletos de los bailarines. También sonó en esa tarde
Boleros de Agustín Lara y Tangos de Carlitos Gardel. Las canciones con letras en
español, le recordaban a Hohenstauffen a su tierra patria Colombia allá lejana.
Sus padres y sus hermanitas menores viajarían a esa tierra suramericana a finales
del otoño, su padre opinaba que no debía dejar que su familia se arriesgara a vivir
otra guerra como la que él ya sintió en carne propia de niño, cuando su padre
nunca regreso a casa…

Las parejitas se iban armando poco a poco, a medida que pasaba la tarde y la
malzbier hacia su efecto lentamente. A la fiesta la única pareja que llego cogida de
manos y ya organizada fue la de Thomas el nazi y la Lotte. Lote había sido
siempre esa chica amiga de todos los chicos que se crio junto a los hombres, hija
única entre siete hermanos mayores, que no sabía de palabras dulces ni de
corazón suave. No conocía nada mas diferente la Lotte y por esas razones había
encajado perfectamente con Thomas el nazi, ya que la insensibilidad a las cositas
pequeñas y delicadas de la vida, se le había escapado del alma y había terminado
enfrentándose a una serie de novios a través de su turbulenta infancia, con los
que se golpeaba como iguales y de las que siempre salía perdiendo. Thomas el
nazi llego a la fiesta muy encopetadito con su sombrerito de ala y amarrada al
brazo derecho la cinta con la suástica pintada. Los chicos que en el principio se
agrupaban en la esquina donde servían las malzbier, comentaban entre sí…

Smuff que hace el nazi con ese cinto en el hombro, acaso cree que está en
una reunión del partido?, o que…

Andrée el muy carepalida cree que debe demostrar sus cualidades de cerdo

Bube miren, miren, se acerca el muy imbécil y tan tranquilo como si nada

Thomas -llegando muy oriondo y seguro- hola imbéciles, reunión de


pendejos?, les aseguro que esta será mi noche, hablare del partido

Georgile no hablar de nada idiota, le diré a mi padre para que te saque


corriendo ya mismo
Thomas no harás nada imbécil, sos un pobre ratón de pueblo, no saben nada
sobre la grandeza de la raza aria -tiraba el brazo hacia arriba y abajo

Bube yo lo único que he leído es que son descendientes de los negros –


jajajaja se reía todo el grupo de Thomas mientras lo señalaban.

Thomas búrlense no mas partida de analfabetas que no saben ni montar


bicicleta por los bosques, son una partida de imbéciles –en eso dio
un paso adelante Hohenstauffen y todos guardaron silencio mientras
lo miraban a esperaban a ver si le pegaba al Thomas

H no somos de tu tribu Thomas, somos de otra estirpe…

Thomas la estirpe de los imbéciles serán, y vos que sos? Suramericano de


mierda que venís a hacer a Alemania, ah? paria partido sin madre
tierra acogido por la grandeza del imperio alemán para sostenerte…

H -los chicos pegaron un gritico como de guerra, pensaban que ahora


sí, Hohenstauffen le rompería la geta al nazi, pero H solo dijo con
mucha serenidad- todos tus insultos no llegan a ser escuchados más
que por tus propios oídos, soy de otra tribu que tiende a aumentar,
mientras que tu estirpe tiende a desaparecer. Guardo silencio porque
no hay ningún tema del que podamos compartir juntos, representáis
emblemas de una agonía que ni siquiera intenta sobrevivir, sino que
se desparrama entre almas soñolientas mientras vuestro osado ego
trascienden a otras áreas que le mantienen vivo el deseo de auto
alimentar un ciclo de desahogos innecesarios, para al final, terminar
mordiéndose el rabo sin ni siquiera darse cuenta de lo animal que
sois. –y el grupo estallo otra vez a carcajadas, jajaja.

Thomas ni siquiera entendés lo que estás diciendo –y voltio y se alejo hacia


donde estaba Lotte compartiendo con otras chicas

Smuff vos sos el que no entendistes nada, jajajaja –le gritaba mientras se
alejaba Thomas el nazi, levantando el brazo donde tenía la cinta

La fiesta parecía llegar a su fin, el padre de Georgile, ya se había asomado a la


fiesta un par de veces, como mirando o pensando si acababa el ruido del
Charleston, o dejaba que los chicos siguieran un rato más con la diversión.
Los brincos y sonidos que dejaban las suelas de los zapatos de los chicos y chicas
bailando sobre la baldosa fría del amplio salón, rimaban el uno con el otro, como si
se unieran todos los zapatos junticos a celebrar una fiesta mágica y magnifica
acompañando los sonidos quisquillosos de un fonógrafo bien cuidado y nuevecito
con partes doradas que brillaban de tanto pulimiento que le daba el papa de
Georgile. Alrededor en las paredes, se habían quedado colgados los cuadros
antiguos entre fotografías oxidadas y oleos mediocres que tenia don Britscher,
recolectados por tantos años de comprar cosas viejas y antiguas a gitanos que
pasaban por su tienda, o en remates de antigüedades en sitios especializados.
Parecía una colección de generales de guerra, aristócratas desconocidos, mujeres
hermosas de épocas antiguas, parejas de recién casados, una que otra mujer
sensualmente desafiando una época oculta a la expresión corporal de la mujer,
cuando todavía no se sentían demasiado expuestas al caminar en las ciudades
con atuendos que no les tapaba nada -pensaría don Britscher.

A eso de las siete y media de la noche, un poco antes de que apareciera


finalmente don Britscher a cerrar la velada en forma ceremoniosa y con un medio
discurso lleno de consejos para la juventud, las parejas de chicos y chicas se
habían ya comenzado a formar de una forma y otra, de acuerdo a las atracciones
de los genes. En una esquina solito estaba Thomas el nazi sentadito con su gorrito
campesino y su bandita de la suástica en el brazo, mientras que enseguida de él
estaba Lotte conversando con otras dos amigas del pueblo. Más allá en una
gritería tremenda, se juntaba la mayoría de los chiquillos familiares de los Britscher
y vecinos de estos o amiguitos de la escuela. En el centro conversaban el grupo
de amigos; Smuff bailaba un bolero apretadito con Tania, mientras que lo mismo
hacía Jutta con Bube, María Magdalena con H, Lola y Mikka, y Lucia con Andrée.
Sepp no había podido ir a la reunión ese día mientras que Julianna solita en un
sillón sentada con lagrimas de nostalgia en los ojos y mirada de mimada,
observaba a todas sus amigas disfrutar del baile. Detrás de ellas un balcón ancho
y encima de este un baile de estrellas acompañaba la tempranera noche. En un
descuido Lola y Mikka se fueron escabullendo hacia el balcón solitario, afuera Lola
corrió hacia la baranda mirando hacia las estrellas como pidiendo los deseos que
se escondían detrás de ellas esperando a que una doncella romántica las
encendiera. El bolero movía lentamente las parejas, mientras que con una mirada
perdida entre un recuerdo de infancia falaz, aburrido miraba Thomas el nazi a sus
ex amigos, como si muy dentro de él aun añoraba aquellos días, cuando todos
juntos salían muy ruidosos y felices por entre los bosques a montar las bicicletas.
Esa noche se le veía a media luz, entre la mirada que estaba solo Thomas el nazi,
aunque nadie en realidad se dio cuenta de ello, pues Lotte no estaba bailando el
bolero, que según su novio, era música corrompida y no pura, entonces ella se
dedicaba a hablar y hablar con sus otras amigas a todo volumen, como para
aburrirlo más a él para que cambiara a la fuerza de manera de pensar por la
semejante estupidez que le acababa de decir como disculpa para no bailar –será
que a lo mejor no sabe ni bailarse un bolero, susurró como para que no la
escucharan la amiga más cercana a Lotte, para todas juntas soltar la carcajada; -
de que bobadas se ríen ahora, les grito Thomas el nazi, pero ellas, como si nadie
hubiera hablado.

El baile había llegado a su fin, Thomas el nazi se había ido rápidamente para su
casa, solo, porque la Lotte no lo había seguido, y en lugar había decidido
quedarse con sus amigos de toda la vida para compartir juntos sentados sobre las
barandas y el planchón del segundo piso del bodegón donde almacenaba don
Britscher los muebles que salían del Werkstatt.

Lotte allá va mi noviecito idiota que tanto amo

Jutta si es tan idiota, porque lo amas?

Lotte estupideces de mujer… que te puedo decir?, encoñada, diría otra…

Smuff el muy bastardo no bailo nada en toda la noche, que porque toda la
música estaba sucia y no era pura, jajaja. Con razón la Lotte esta
aburrida

Uli eso no es nada, yo lo hubiera dejado hace años, mucho patán…

Los recuerdos sobre sus aventurillas y eventos que compartieron juntos en la


infancia y la temprana adolescencia en Bad Schussenried, eran para H como un
recurso que utilizaba para sanar sus relaciones con otra gente, H pensaba en
silencio, porque este tipo de cosas no las compartía con nadie, ni con su mejor
amigo Mikka, porque le parecía que lo iban a tildar de loco, eso ya le paso una
vez, cuando trato de compartir algo con su mama cuando era más jovencito.
Pensaba H que era necesario recordar esos momentos idos con ellos, para sanar
sus karmas en vida y no tener que volver a reencarnar otra vez en la tierra. Este
tipo de pensamientos no sé realmente de donde los sacaba H, pareciera que a él
le salían de adentro.
Arriba en las trincheras donde se ocultaban los amigos, esperando y observando a
las tropas francesas que acampaban abajo, H sabia que ellos con número tan
reducido no irían a poder detener por mucho tiempo la estampida francesa,
aunque su posición fuera mucho más favorable que la de ellos, en los últimos días
sobre Europa, se habían detectado varias apariciones de objetos voladores no
identificados sobre las zonas de conflicto. H pensaba que a lo mejor eran extra-
terrestres que estudiaban el comportamiento bélico de los humanos. H no sabía si
era para venir a invadirlos o para ayudarles.

Esa tarde antes de que las tropas francesas comenzaran a movilizar el


campamento, H presentía que un cambio fundamental en su vida iba a ocurrir, lo
sentía en su centro más profundo, le hacía gárgaras en el estomago, y le subía y
le bajaba un friíto dentro de la sangre atrás en su columna vertebral. Al tiempo que
la adrenalina de la guerra le afloraba las neuronas afilando su armamento como
pegándose a un último recurso de acción por una causa que era inexistente para
él, que pensaba que ni siquiera era odio ni nada lo que sentía por sus “enemigos”.
En medio del dilema, los franceses habían comenzado a subir la montaña, y en un
par de horas estarían sobre ellos, H sabia que la noche vendría pronto, y el plan
francés era trabajar con la oscuridad en beneficio de ellos.

Pum!, pum!, sonaban otra vez las balas de un lado y del otro, nada serio podía
pasar si este escenario fuera una tira cómica de manga o de dibujitos franceses.
Alrededor de H y sus amigos las balas pasaban y dejaban rumores de una muerte
indeseada mientras los amigos, como respuesta agresiva al pum-pum, dejaban
escapar una mirada entre ellos por un breve segundo entre la balacera, como
preguntándose a ciegas si ese destino que se olía al frente de ellos era necesario
compartir, si era necesario dejar la sangre rebotar la tierra húmeda en el nombre
de una nación que de todos modos estaba siendo maltratada por sus dirigentes
más brillantes en manos de la demencia.

H imploraba el cielo en su alma mientras que su moderna MP40 escupía infierno a


rafagadas entre sus dedos secos. Sin importar la clemencia que podrían o no
tener los franceses si los capturaban vivos, las ordenes que había recibido el
sargento Hohenstauffen por el receptor de sonido de Mikka, eran muy claras,
debía de sostener la posición, a cualquier costo, no irían a recibir apoyo hasta la
otra mañana, porque las tropas se encontraban ocupadas recibiendo ataques
frontales en todas sus fronteras. En otras palabras, sálvese como pueda y resista
hasta que le explote una bala el alma en mil pedazos.
Sepp disparaba como nadie con su telescópica K43, a cada disparo caía un
humano francés a lo mejor con otro cuento de libertad y de prosperidad en su
cabeza, para ellos era la Liberté con la que fueron amamantados en el nombre de
la democracia, como inventores de un nuevo ciclo y un nuevo dogma en letras
para poder establecer ríos y mares de dominios económicos para el bienestar de
un país de una nación y de un continente entero, mientras que la realidad era que
en el nombre de la democracia, se debería de derramar sangre a diario, para
mantenerla viva y encendida con la mecha del progreso. La industrialización exigía
un reto del “bienestar” material a toda costa y sus socios estaban dispuestos a
sacrificarse por tan glorioso anhelo con un discurso patriótico en el nombre de una
tierra que mantenía una línea azul, otra blanca y una roja alrededor de sus
fronteras, como gritando que era de ellos, tierra francesa, solo para franceses,
para ellos… y así lo mismo pero en otra retorica y otros colores, con sabor a opera
cantada en alemán antiguo, las fuerzas nazis blandían su poder metálico en forma
de armas y toda suerte de inventos de hierros firmes que se movían de una nación
a otra, esperando a que el mejor postor se adueñara de ellas en nombre de
codicias desconocidas e ingratas aunque uno no se dé cuenta de ello.

Thomas el nazi estaba en su salsa, desparramando fuego malévolo con su


Panzerschrek que a cada bocanada extirpaba legiones de humanos franceses
como si fuera fumigando hormiguitas arrieras en una finca de ganado en un valle
cualquiera de allá en la Suramérica donde se refugiaban los padres de H, ya
cuando la noche estaba en su trance y la vía Láctea en su continuo derroche de
luces que jugaban una entre otra. H en una de sus miradas hacia el cielo, vio
como un gran círculo brillante se posaba muy por encima de ellos, H levanto la
mano hacia el circulo, pensaba él que era una ilusión que se le dibujaba en medio
del delirio de una muerte anunciada cuando Gabo no tendría ni quince años y se
revolcaba por entre el macondo caribeño donde se ocultaban muchos alemanes,
italianos y españoles que escapaban la furia de una avalancha nacionalista en sus
países de origen…

A qué horas se le ocurrió al círculo ese en medio de la vía Láctea volverse una
nave gigantesca con luz propia?, no se sabe, porque al mismo instante las balas
francesas parecían que atravesaban los cuerpos de los amigos en el otro lado de
la ilusión de fronteras y sus sangres en lugar de caer al fondo de la trinchera,
parecía que se elevaran hacia una rejilla que estaba en la nave recogiendo
pedazos de cuerpos y pieles que se materializaban en forma instantánea
alrededor de sus espíritus que habían sido como absorbidos por la nave en una
manera serena de salvar algo que no debería de dejar su existencia en forma
violenta, como si se rajara un hueco en el corazón para exhalar el último suspiro
de amor incontenible que salía de la tierra, como suplicando: no más sangre!, no +
Ningún francés parecía haber notado la presencia de la nave, los amigos tampoco,
solo H… abajo en el campamento, los franceses solo encontraron el cuerpo
tendido y sangriento de Thomas el nazi, una foto de Lotte traspasada por una
bala, salía de su bolsillo, en la foto la mujer sonreía mientras que la bala había
atravesado la foto exactamente a través del rostro de Thomas el nazi. Lotte
debería de estar sintiendo la partida de su amor carnal. El amor que unía parejas,
el amor que era una danza de atracción corporal que llamaban los seres humanos
amorcito del bueno aunque en realidad no era amor, sino una necesidad salvaje y
carnal de estar devorando a otro ser humano a través de salvajes impulsos
sexuales que dejaban explorar y compartir así los seres humanos unos con otros y
a veces hasta entre los mismos géneros para la satisfacción de un deseo franco y
físico y natural entre poros sudoríparos, que los románticos habían disfrazado para
mantener distraída otra parte de nuestra conciencia en un estado relativamente
lejano a la realidad. Así pensaba Mayra Santos Febres, y no le importaba que las
novelas de amor tele-novelesco la tildaran de pornográfica, siempre y cuando no
fuera a caer en manos de una mentira disfrazada de dibujitos falsos de amor.

Al otro lado de la nave extra-terrestre visual, en el centro de un salón inmenso, un


señor altísimo de unos 3 metros de alto, recibía a cada uno de los “invitados”,
Hohenstauffen se comunico por medio de un sistema que parecía más fácil de
expresar a como antes lo hacía, en ese momento, sintió H que no necesitaba
ocultar nada, que todo se sabía, que todo estaba bien. Cuando volteo a mirar al
lado, antes de decir algo, vio que sus amigos estaban junto a él, y que todos
tenían la misma estatura del ser nuevo que estaba dentro del salón donde
estaban. Cualquiera en la tierra que estuviera rezando canticos religiosos, diría
que se fueron al “cielo”, lo que en realidad no era sino un cambio de estado a otra
dimensión, sin sentir los rigores de la dual, cruda y violenta donde vivían antes.

Lemurian: Hola señores, soy Amor-Uno, de la raza de los Lemurianos de la


tierra, avanzado a la quinta dimensión para trasladarlos a Uds. a un
lugar más seguro, antes de que se venga el cambio de era que la
tierra comenzara a hacer pronto para su propia sanación…

H: estábamos… allá abajo… cuando… dónde estamos?

Amor-Uno: no te preguntes nada ahora, solo siente la nueva existencia, y


acóplate rápidamente a la nueva transición… tus huellas allá, han
sido borradas… disfruta la nueva vida con tus amigos, es diferente,
grandes cambios positivos se viene sobre nuestro planeta Gaia…

fin

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