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El sentido ético de la existencia humana

El hombre puede ser estudiado como ser


físico, por sus energías y cualidades físico-
químicas; como ser orgánico, por sus
cualidades vitales; como ser racional, dotado
de libertad y dominio sobre su vida; y como
ser social, por la necesidad de interacción y
relación con sus semejantes.
Un Principio filosófico dice que los seres se
conocen por sus obras; el obrar sigue al ser. De
esta manera ocurre que la existencia humana
contiene en sí misma otras formas de vida,
pero se distingue de ellas. En la clásica
distinción de la jerarquía de los seres:
minerales, vegetales y animales, tenemos que
el hombre asume todas y, sin identificarse con
ninguna, la supera a causa de su racionalidad.

La racionalidad en el hombre lo hace un ser


especial con capacidades no sólo distintas sino superiores a las de los demás seres. Los
actos y las actitudes, las obras, le otorgan una especial orientación y sentido a su
existencia. La existencia humana debido a su peculiar, única y significativa condición de
ser racional adquiere posibilidades excepcionales.

Ya hemos visto que la ética es una ciencia filosófica práctica y normativa que nos ayuda a
captar la inclinación buena o mala de nuestras acciones. Pues aquí reside el núcleo de la
cuestión que estamos abordando. La existencia humana, al tener una dimensión ética, en
tanto ciencia que estudia las acciones humanas por referencia a una norma, que busca
que la dirección y el sentido de la existencia la lleve a adquirir su manera propia de ser, le
facilite conseguir la perfección como ser humano.

Cada nivel jerárquico de los seres tiene su rango propio de perfección. Un mineral por
ejemplo el zinc, necesita, para ser un perfecto mineral, contar con ciertas condiciones
propias y que las tenga lo más puras posibles para que se pueda decir que es perfecta la
calidad del zinc. Lo mismo sucede con un sauce llorón o con una jirafa. Requieren
determinadas condiciones para que podamos decir que son perfectos.

Según una manera de entender lo que es el ser humano, se puede decir que no nacemos
hombres, sino que nos hacemos hombres en el camino. El hombre es un ser en proceso
hacia la perfección y la plenitud. Hemos mencionado ya que en la actualización de las
posibilidades humanas hay un paso hacia la perfección y plenitud; es con los actos y las
obras como el hombre se va haciendo, se va realizando y perfeccionando. El filósofo
español José Ortega y Gasset dice: “La vida es constitutivamente un drama porque es
siempre la lucha frenética por conseguir ser de hecho lo que somos en proyecto”. De esta
manera, entendido así el hombre, como un ser llamado a perfeccionarse por sus obras, la
ética será una ciencia que le ayudará a descubrir la dirección y el sentido que esas obras
adquieren para conseguir su plenitud.

Decimos que el ser humano con su existencia histórica tiene un proceso y un camino; la
ética le ayudará a no ir a la deriva y sin rumbo, sino con un sentido; le señalará los medios
para realizarse plenamente y lograr su perfección, para conseguir la “buena vida”.

En las distintas facetas de la existencia humana (familiar, social, o profesional) vemos que
no cualquier tipo de actuaciones nos hace ser perfectos y plenos (por lo tanto felices) sino
que se requiere de cierto tipo específico para que aquéllas puedan alcanzar el calificativo
de perfectas.

Se puede ser un mal padre o un mal vecino o, también, un mal profesionista. Igualmente
se puede ser un buen o mal ser humano en el más amplio sentido de la palabra. El modo
de actuar será el paradigma (ejemplo a seguir) de la calificación. No basta saber o conocer
lo bueno; es preciso hacerlo. La ética busca hacer al hombre moralmente bueno. La ética
entonces, puede darle rumbo y trayectoria a nuestra vida. Conocer los fundamentos de
esta ciencia y ponerla en práctica dará dirección y sentido a nuestra existencia humana.

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