Una Agenda de Crecimiento para España

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Una agenda de crecimiento para España


Enrique García y Luis Garicano - Política Exterior 140
Ingeniero por la École Polytechnique de París, MBA por Stanford (Estados Unidos) y
socio de McKinsey & Company en la oficina de Madrid; doctor en Economía por la
Universidad de Chicago, catedrático de Economía y Estrategia en el departamento de
Empresas y
-------------------

¿Tiene la economía española alguna fortaleza sobre la que cimentar el cambio


de modelo de crecimiento que necesita? Las infraestructuras, el capital
humano y el liderazgo de sus empresas pueden ser el punto de partida para
una España emprendedora.

La economía española no tiene un problema de deuda pública, sino un problema de


endeudamiento generalizado con baja productividad y pérdida de competitividad. Sin
perspectivas de crecimiento, será imposible hacer frente a la deuda y la crisis se
mantendrá con episodios de gravedad variable. Por ello, es urgente mostrar que España
es viable, que la deuda se puede y se va a pagar. Alcanzar un crecimiento sostenido es,
además, la única vía para que España pueda acabar con el lastre social y económico
que supone el alto desempleo crónico. Pero ¿qué necesita España para crecer? ¿En qué
sectores es preciso apostar y cómo hacerlo?

Un modelo de crecimiento vulnerable...


Entre 1995 y 2008, la diferencia en renta real per cápita de España con el resto de
Europa se redujo más de siete puntos porcentuales, alcanzando el 90 por cien de la
renta media de la UE-15. El gran motor de este crecimiento fue el aumento del empleo,
donde, a su vez, el aumento en la tasa de participación (principalmente la incorporación
de la mujer al mercado de trabajo), fue el factor principal. A pesar de la reciente crisis,
en España se han creado casi seis millones de puestos de trabajo desde 1995,
distribuidos entre casi todos los sectores de la economía.

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Sin embargo, al último ciclo de crecimiento de España, para ser sostenible, le ha faltado
el cimiento fundamental de la productividad. De hecho, durante el periodo 1995-2008
España ha sido uno de los pocos países europeos con una variación negativa de la
contribución a la productividad total de los factores.

La productividad no ha crecido lo suficiente, y más del 50 por cien del diferencial con el
resto de Europa se produce por una menor productividad relativa dentro de cada uno
de los sectores. Ello quiere decir que nuestro mal va más allá de haber “apostado” por
sectores relativamente poco productivos como la construcción.

España necesita pues un nuevo modelo de crecimiento basado en un ciclo virtuoso de


productividad, competitividad y, por ende, de una mayor capacidad para captar
demanda externa y generar una demanda interna sostenible, no basada en
endeudamiento creciente. Nuestros déficit sostenidos han generado una necesidad de
financiación que, acumulada a lo largo de 2000-09, alcanzaba 520.000 millones de
euros.

… Con posibilidades reales de mejora


Un estudio conjunto de McKinsey&Co y Fedea concluye que España puede crear hasta
un millón de empleos si alcanza los niveles de productividad y actividad de la media
europea, y de hasta tres millones de empleos sostenibles si lograse los niveles de
Estados Unidos. Esto iría acompañado por un crecimiento del PIB de entre 125.000 y
450.000 millones de euros en cada uno de los respectivos escenarios.

Conseguir dicho potencial será posible solo si se produce un cambio radical del modelo
económico, pero, ¿posee España algún tipo de fortaleza en su economía sobre la que
pueda cimentarse este cambio radical? La respuesta es afirmativa: España posee
fortalezas importantes como son las infraestructuras, el capital humano disponible y el
nivel de liderazgo de sus empresas.

Las infraestructuras españolas son de primera línea mundial: la red de autopistas más
extensa de Europa, una red de alta velocidad ferroviaria que será líder mundial a partir
de 2010 en kilómetros explotados, así como puertos y aeropuertos modernos que se
complementan con una posición geográfica óptima, haciendo de la combinación
infraestructuras-climatología una atractiva oferta como lugar de segunda residencia
para ciudadanos de la UE, o como lugar de residencia privilegiado y atractivo para
investigadores y emprendedores.

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El capital humano español es competitivo. Pese a tener tasas de abandono escolar muy
elevadas e importantes carencias en el sistema educativo, el 38,2 por cien de la
población española entre 25 y 34 años tiene titulación universitaria, frente al 33,5
europeo. Además, estos licenciados son más económicos de emplear: contratar a un
licenciado español de entre 25 y 34 años supone un coste medio de 38.000 euros,
frente a los 66.000 de uno alemán y los 70.000 de uno británico.

Por último, hay empresas líderes españolas en 12 de los 38 sectores en los que la
revista Forbes clasifica las actividades económicas. Más allá de la importancia que
tienen para el resto de nuestra economía, son prueba de la alta capacidad de gestión de
la cual es capaz la empresa española.

Análisis sectorial
Un análisis cuantitativo de los diferentes sectores de la economía española sugiere que
el cambio tiene dos motores de crecimiento principales. El primer motor está formado
por los sectores de los bienes exportables y turismo, que pueden erigirse como “motor
de arranque”, ya que dependen de la demanda externa. Además estos sectores también
desempeñan un papel fundamental en el restablecimiento del equilibrio externo del país.
Nuestra estimación es que el potencial de creación de empleo en estos dos sectores es
de hasta 0,6 millones. La clave para ello es que España sea capaz de mantener una
cuota de exportaciones saludable, orientándose en mayor medida a las nuevas fuentes
de demanda global. Las palancas fundamentales para acelerar el crecimiento serían,
entre otras, el desarrollo de un plan agresivo de diplomacia económica y, con efecto a
medio plazo, un conjunto de políticas destinadas a promover la diferenciación, la
innovación, la competitividad en costes (incluyendo palancas laborales) y la
consolidación-colaboración entre empresas.

El segundo gran motor de crecimiento es el sector servicios. Este tiene mayor potencial
de empleo y puede ser el verdadero motor de crecimiento de España a medio plazo,
tanto en los servicios locales (distribución minorista y mayorista de todo tipo de bienes
y servicios), como en los servicios empresariales (ingeniería, tecnologías de la
información, servicios jurídicos, publicidad, servicios de Internet, etcétera).

España ha creado mucho menos empleo que el resto de Europa y que EE UU en estas
actividades. A nivel ilustrativo, mientras que en Europa estos servicios han supuesto
más del 15 por cien del empleo creado entre 1995 y 2005, en España su aportación ha
sido inferior al cinco por cien. Si España se acercara a los niveles de productividad y
empleo de países más avanzados en este tipo de actividades podría crear hasta 2,5
millones de empleos sostenibles. Crear empleo de calidad en estos sectores no solo
tiene efectos directos, sino que serviría para mejorar la productividad de las empresas
en otras partes de la economía. Para acelerar esta potencial creación de empleo es
necesario, entre otras cosas, hacer que la regulación fomente la competencia e
incremente el dinamismo; favorecer la eficiencia de estos mercados con la creación de

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certificaciones abiertas que permitan diferenciar a los proveedores de calidad; y –lo más
importante– invertir en capital humano “profesional” para tener técnicos en todas las
áreas de futuro donde exista exceso de demanda.

El resto de sectores, pese a no tener la misma relevancia en términos de potencial de


crecimiento de los anteriores, son claves como facilitadores del crecimiento. Como en el
caso de los motores anteriormente descritos, cada uno de ellos requiere políticas
específicas. Un ejemplo es la infraestructura logística y, en particular, el transporte
ferroviario de mercancías. En este sector el volumen transportado se ha mantenido
constante en los últimos 20 años, siendo la media española (cuatro por cien del
transporte total de mercancías) considerablemente inferior a la europea (18 por cien),
además es un sector donde la competencia no se ha activado lo suficiente para
desarrollarlo. Es necesario un impulso adicional para que la penetración de este sistema
de transporte de mercancías, que en muchos casos puede ser más eficiente que otras
alternativas, se desarrolle de forma adecuada, mejorando los costes logísticos.

Finalmente, hay que abordar políticas específicas urgentes sobre el sector de la


construcción. La llegada de la crisis ha tenido un impacto tremendo sobre este sector,
donde la drástica reducción de empleos y de capital invertido demuestra, una vez más,
que es uno de los más afectados por el actual periodo de corrección. Por tanto, es
urgente plantear medidas que permitan liberar el capital, tanto financiero como
humano, que sigue ligado a este sector y debe fluir progresivamente a áreas con más
potencial de la economía.

Hemos identificado más de 60 iniciativas, cada una de ellas aplicable en el ámbito de un


sector, para favorecer el crecimiento. De hecho, uno de las conclusiones de nuestro
estudio es la importancia de desarrollar políticas específicas a cada sector.

Análisis transversal
Del análisis de las necesidades de cada sector es posible organizar siete grandes
“temas” alrededor de los cuales estructurar un programa de cambio para potenciar el
crecimiento sostenible.

En primer lugar, las empresas necesitan apoyo en su orientación al exterior, ya que la


variable de mayor relevancia para el crecimiento de una empresa es la selección de
mercados que crecen por encima de la media. Actualmente, España es el primer
destino de nuestra producción y Europa el principal destino extranjero. Entre 2010 y
2015 más del 70 por cien del crecimiento del comercio global vendrá de Asia y América.
Es preciso un “rebalanceo” del foco geográfico: en la actualidad, España sólo realiza el
0,6 y el 0,8 por cien de su comercio en dichos mercados, cuando nuestra cuota en la
economía mundial es el 2,1 por cien. El apoyo que la administración podría dar a las

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empresas puede ir desde el desarrollo de un nuevo modelo de diplomacia económica


que satisfaga las necesidades de España, al establecimiento de incentivos que
favorezcan la reorientación hacia el exterior de la producción o el desarrollo de las
capacidades lingüísticas.

Segundo, es fundamental crear empresas con mayor tamaño. A tamaño comparable,


las empresas españolas tienen una productividad parecida a las de otros países
europeos. La diferencia clave es que el tejido empresarial español se caracteriza por un
predominio mucho mayor de empresas pequeñas. Esto explica en gran parte la
diferencia de productividad entre España y el resto de Europa. Por ejemplo, si España
mantuviera la productividad actual pero con una composición de empresas idéntica a la
alemana, tendría una productividad un 30 por cien superior a la actual.

Tercero, es preciso llevar a cabo correcciones en el mercado laboral, que facilitarían la


inversión en actividades de mayor valor añadido y la creación de empleo de calidad,
además de permitir que los salarios y condiciones laborales se ajustasen a la realidad
económica de cada empresa. Asimismo, facilitaría la toma de riesgos por parte de una
compañía en crecimiento.

Es necesaria pues una reforma laboral en profundidad que simplifique, elimine


dualidades y descentralice sustancialmente la negociación colectiva. En este sentido, las
reformas que se han llevado a cabo en España han sido insuficientes y no alteran en
absoluto la esencia de este disfuncional mercado. Hay que tener en cuenta que más de
la mitad del empleo destruido durante la crisis proviene de la construcción. Las horas
trabajadas per cápita se han reducido a niveles comparables a los de la UE y EE UU. La
mayoría de los trabajadores que han perdido su empleo no han completado la
educación obligatoria, lo cual dificulta su reciclaje y recolocación en otros sectores. En
concreto, actualmente hay más de 850.000 menores de 30 años que sufrieron fracaso
escolar y que se encuentran en desempleo.

Las bajas perspectivas de empleo en el sector de la construcción, junto con unas


políticas ineficientes y con escaso margen de éxito en la formación y en la colocación de
desempleados, generarán una pérdida de capital humano irreversible que España no
puede permitirse. Conseguir la reincorporación de todos estos jóvenes al empleo, en el
menor tiempo posible, reciclando su capital humano, ha de ser una de las prioridades
urgentes de la política económica. Para ello, deben reformarse en profundidad las
políticas activas, afectando no solo a la legislación nacional y de las comunidades
autónomas, sino también reformulando el papel de los interlocutores sociales. Esto
requiere tocar aspectos muy sensibles para la financiación de las organizaciones
empresariales y de los trabajadores.

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Cuarto, es preciso establecer garantías para la disponibilidad y/o acceso a un capital


humano adecuado. Es necesario facilitar, en particular a través de la formación, la
disponibilidad de recursos humanos con capacidades internacionales (idiomas,
conocimiento cultural, orientación internacional). También hay que reorientar el sistema
educativo para garantizar la disponibilidad de profesionales con un nivel formativo
adecuado a las necesidades de la industria, sobre todo titulados en grados medios (la
Formación Profesional supone en España la mitad que en EE UU y la UE), en detrimento
del modelo actual que genera números elevados en los extremos (alto fracaso escolar y
alto número de licenciados). Es conveniente fomentar la cultura emprendedora y la
formación empresarial desde la educación básica y hasta la universidad. Muchos países
desarrollados han lanzado programas para desarrollar tanto la actitud como la aptitud
empresarial a todos los niveles educativos.

En este contexto es imprescindible facilitar la atracción de talento, dado el déficit de


perfiles que aúnen capacidad técnica con mentalidad emprendedora. La atracción
selectiva de talento internacional puede ser una palanca importante para impulsar la
calidad y cantidad de los proyectos innovadores que se lanzan y desarrollan en España.
Un claro ejemplo de éxito es Silicon Valley, un enclave tecnológico mundial cuyo pilar de
éxito es, entre otros factores, su capacidad para atraer talento (un 60 por cien de su
población viene de fuera de EE UU, frente al 10 por cien en el resto del país).

Quinto, se necesita una simplificación radical de la regulación, un problema de vital


importancia. Según el informe “Doing Business” del Banco Mundial, España ocupa el
lugar 147 entre 183 países clasificados por las facilidades para empezar un negocio. Un
ejemplo claro es el sector de la distribución minorista: mientras que en países como
Suecia, Reino Unido, Holanda, Francia, Finlandia o EE UU no es necesario que un nuevo
establecimiento figure en un registro comercial, en España es obligatorio y puede tardar
hasta 90 días. Además, existe una regulación específica para establecimientos de gran
tamaño. Otras restricciones regulatorias lastran también la demanda del sector, como el
límite en las horas de apertura semanales. Mientras que países como EE UU, Suecia,
Reino Unido, Francia o Alemania han eliminado casi todos los límites, España
permanece a la cola de la UE, con un máximo de 72 horas semanales en la mayoría de
las comunidades autónomas.

Sexto, es necesario una mejora sustancial en la actividad innovadora, en especial en


aquellos subsectores donde sea clave de competitividad y crecimiento. El peso de los
subsectores con elevado nivel de diferenciación es en España significativamente menor
que en otros países desarrollados. Mientras que en España representan un cuatro por
cien del valor añadido total, en Francia o en Italia ascienden a un 11 y un nueve por
cien, respectivamente.

Por tanto, es prioritario que las empresas españolas desplacen su esfuerzo hacia
actividades en las que puedan alcanzar diferenciación por otros motivos que no sea el

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precio, principalmente innovación y marca. En el caso de subsectores que ya se


encuentran expuestos a una elevada competencia en precio, esto estaría asociado a la
orientación hacia las fases de mayor valor añadido del proceso productivo (diseño,
marketing y producción especializada). Aunque gran parte del esfuerzo debe estar en el
sector privado, las políticas económicas también pueden desempeñar un papel
fundamental. Entre ellas, destacan cuatro: mejorar la eficacia de la inversión pública en
innovación; una revolución en la universidad; el lanzamiento de un plan de atracción de
empresas multinacionales de alta intensidad en I+D; y haciendo más sencilla la
movilidad de investigadores entre universidad y empresa.

La primera medida sugiere una mejora de la eficacia de la inversión pública en


innovación, con una mayor participación de las empresas, creando una cultura
orientada a resultados en las agencias públicas y fomentando la priorización y
concentración de esfuerzos en torno a un número más reducido de centros de
innovación o en asuntos más delimitados.

La segunda propone una universidad más sensible a las necesidades de innovación de


la sociedad: cambiar radicalmente el modelo de gobierno universitario para darle
autonomía presupuestaria, modificar el sistema de elección del rector para que sea
elegido por la sociedad (y no por grupos internos de presión), “des-funcionarizar” la
carrera universitaria, introducir sistemas de evaluación de la investigación de las
universidades por organismos independientes como el sistema inglés (Research
Assessment Exercise) y darle verdadera autonomía a la universidad en la contratación y
compensación de personal. Estos cambios son posibles y han sido llevados a cabo
recientemente en otros países como Finlandia.

La tercera política es el lanzamiento de un plan de atracción de empresas


multinacionales de alta intensidad en I+D. La existencia de grandes empresas
tecnológicas en una región genera un efecto “halo” que promueve la creación de
empresas innovadoras en su entorno. Existen ejemplos de este impacto, como el caso
de Dresde (Alemania), donde se instalaron compañías como Infineon y AMD en 1997 y
1999, respectivamente, tras lo cual el número de compañías se duplicó en los
siguientes tres años, y las patentes presentadas por empresas de la zona crecieron a un
ritmo de un 41 por cien anual (frente el 12 por cien anterior).

La cuarta y última política trata sobre la importancia de facilitar la movilidad de


investigadores entre universidad y empresa. El capital humano es el mecanismo
principal de transferencia de innovación, e incrementar su movilidad es clave. Un
mecanismo en esta dirección puede ser introducir la posibilidad de que los
investigadores reciban excedencias temporales para trabajar en empresas de base
tecnológica. Es necesario modificar la legislación para facilitar la creación de pasarelas
entre el mundo académico y la explotación privada de las “ideas”.

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El séptimo y último “gran tema” aborda la necesidad de promover la disponibilidad de


capital para la iniciativa empresarial a través de la liberación de capital dedicado
actualmente al sector inmobiliario y a la construcción, así como un mayor uso de
mecanismos alternativos de financiación.

El nivel de endeudamiento de las empresas de construcción españolas está próximo al


80 por cien, frente al 50 en países como Alemania. En la actualidad, España se ha
convertido en uno de los países con mayor nivel de endeudamiento de Europa,
principalmente por la contribución del sector privado (tanto particulares como
empresas). A esto hay que añadir que la crisis ha hecho que una parte relevante de
este crédito sea problemático (en particular, en la componente de construcción), y sus
garantías no sean líquidas (por la falta de liquidez en el propio mercado inmobiliario).
Esto está dando lugar a problemas de solvencia, liquidez y acceso a capital y, como
consecuencia, de capacidad de concesión de crédito a la economía por parte de las
instituciones financieras. Se reduce, por tanto, la disponibilidad de crédito para otros
sectores de la economía y se obstaculiza el avance hacia el nuevo modelo de
crecimiento.

Es conveniente acelerar el reconocimiento de pérdidas en los bancos y cajas de ahorro


para incentivar un ajuste de precios en el mercado inmobiliario, y dar transparencia a
los mercados sobre la exposición real del sector financiero. Debemos aprovechar todos
los mecanismos existentes (en particular el Fondo de Reestructuración Ordenada
Bancaria, FROB, y las nuevas posibilidades de capitalización de las cajas previstas en la
Ley de Órganos Rectores de Cajas de Ahorro) para apoyar la necesaria recapitalización
del sector financiero.

Más allá de la construcción, sería importante la promoción de líneas de crédito directas


del ICO destinadas a financiar fusiones y adquisiciones en el entorno de la consolidación
de pymes, con cobertura suficiente para financiar todos los costes asociados, así como
la creación de fondos de capital riesgo orientados a la pequeña y mediana empresa.

A modo de ejemplo, en 1996 Israel lanzó los fondos Yozma, con una inversión total de
100 millones de dólares: 80 millones a repartir entre 10 fondos de inversión (ocho
millones para cada uno) enfocados en sectores de alta tecnología, y los 20 millones
restantes para inversiones adicionales. Al limitar el número de fondos a 10, obligó a los
interesados a acelerar sus procesos. Para formar un fondo Yozma era necesario cumplir
una serie de requisitos: aportar al menos 12 millones de dólares, invertir en sectores de
alta tecnología e involucrar a un socio extranjero con experiencia. Todos eran
gestionados por iniciativa privada y podían comprar la participación del Estado a coste,
dando así incentivos al crecimiento. Como resultado, se consiguió generar una gran
industria de capital riesgo en Israel, creciendo un 55 por cien al año entre 1996 y 2002

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(es decir, multiplicándose por un factor de 14 en seis años). Actualmente, Israel es el


segundo país con más empresas en el Nasdaq.

¿Cómo hacer el cambio posible? Lecciones internacionales


La primera clave del cambio es movilizar conjuntamente a la iniciativa privada y a la
administración en la definición de la aspiración, las prioridades e iniciativas críticas para
despertar el crecimiento económico en sectores fundamentales de la economía. Un
ejemplo relevante es el caso de Malaisia, desarrollado alrededor de una transformación
sectorial. La transformación ha sido liderada por el gobierno central, pero han
participado activamente ministerios, gobiernos regionales y locales, principales
decisores del sector privado y personalidades del mundo académico. Otro ejemplo es
Francia, donde se han realizado, entre otros, programas para buscar soluciones
sectoriales que mejoraran las opciones de salida de la crisis de sectores específicos. Se
han creado equipos que unen a todos los agentes relevantes en estos sectores
(incluyendo empresas privadas, sindicatos, líderes de opinión y agentes públicos) para
la comprensión de la situación de partida y establecer los objetivos de desarrollo. Estos
equipos han alcanzado elevados niveles de consenso, y han creado una motivación
común a la hora de plantear iniciativas específicas de transformación y mejora del
sector.

La segunda clave es crear un programa integrado y consensuado de cambio, con


iniciativas claras, responsables para su ejecución y un calendario detallado de cambio.
Singapur ofrece un buen ejemplo de cómo una perspectiva sectorial se puede traducir
en una visión transversal para el país y un plan de acción concreto que pueda ser
ejecutado por la administración. Singapur ha conseguido gran parte de su desarrollo
gracias a la existencia de una estrategia común, con objetivos claros y una ejecución
profesionalizada e impecable desde la administración. El país se ha convertido así en
uno de los núcleos de desarrollo económico y empresarial de Asia, y de mayor
crecimiento mundial.

Finalmente, es fundamental asegurar el seguimiento y el rigor en la ejecución, con


transparencia en el grado de avance a partir de métricas objetivas y mecanismos de
seguimiento rigurosos. Merece la pena revisar en este caso el modelo adoptado en
Reino Unido en 2001. Con el objetivo de acelerar la implantación de programas clave
para el cambio, se creó una “unidad de desempeño” (PMDU, Prime Minister Delivery
Unit). Este equipo se encarga de establecer las condiciones de seguimiento del
progreso de dichos programas y comprobar el nivel de desempeño según los
calendarios y los niveles de ejecución acordados (PSA: Public Service Agreements).
Adicionalmente, colaboran con los equipos de implantación para garantizar alineamiento
de agentes y éxito en la ejecución.

En resumen, hay tres elementos claves para el éxito de un programa de cambio y, con
los ajustes necesarios, podrían aplicarse en España: en primer lugar, la movilización

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conjunta de la iniciativa privada y de la administración en la definición de la aspiración y


las prioridades, así como su integración en un proyecto que ilusione al conjunto de la
sociedad; en segundo, la creación de un programa integrado y consensuado de cambio,
con iniciativas claras, responsables para su ejecución y un calendario detallado; y
tercero, el seguimiento riguroso de la ejecución de dicho programa, en particular a
través de métricas claras y objetivas.

En definitiva: visión, liderazgo, rigor. España está en una situación difícil pero el
crecimiento es posible. Hay cosas que pueden y deben cambiar de forma inmediata
para construir los cimientos necesarios sobre los que basar dicho crecimiento.

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