Está en la página 1de 4

Los efectos de la digitalización de los medios

El advenimiento de las tecnologías digitales no sólo ha significado un salto cualitativo en


las herramientas de producción y distribución utilizadas por los medios, sino que ha
beneficiado sobre todo al usuario, ya que ha pasado a convertirse en un agente activo en el
circuito de la comunicación.

La era digital ha comportado una transformación total de la cadena comunicativa. No es sólo


que las nuevas herramientas permitan a los periodistas trabajar con una mayor eficacia y
rapidez: es el mismo contrato entre medio y público lo que ha cambiado, ya que el usuario
también ha visto cómo se multiplicaban las vías de acceso a la información y la posibilidad de
personalizar los consumos de contenidos. Con todo, los efectos de la digitalización son muy
diferentes dependiendo de si se habla de prensa, radio o televisión, por lo que vale la pena
analizarlos separadamente, empezando por los medios escritos.

La era digital ha situado la prensa ante el abismo: ¿desaparecerán los diarios impresos, porque
el proceso de producción es demasiado lento y costoso? En una era de máxima explosión
informativa y consumos inmediatos, se pone en duda la continuidad del diario en formato físico.
Después de haber sobrevivido a la radio, a la televisión y al cine, numerosos expertos le cantan
los responsos, mientras que los más optimistas señalan que su destino es convertirse en un
producto de élite, con tendencia a encarecerse de precio, reducir el número de páginas y/o el día
de aparición.

Mientras tanto, las ediciones digitales que los editores de prensa pusieron en marcha se han
consolidado como los grandes referentes en Internet: de las 20 webs informativas más visitadas
a nivel mundial, el grupo más numeroso es el de cabeceras que tienen su origen en papel,
seguidos a distancia por los agregadores de noticias, las televisiones y los medios
exclusivamente digitales. El problema es que la mayoría de estas ediciones en línea pagan sólo
una parte pequeña de la estructura general de las grandes empresas. Los lectores han empezado
a desplazarse, pero el dinero todavía se encuentra anclado en el papel, de manera que por cada
euro de publicidad que se insiere en una versión digital por término medio, su correspondiente
tradicional ingresa nueve.

Pero, de cara al usuario, el cambio ya es una realidad. La entrada de las tecnologías digitales le
permite consumir mucha más información (puede leer tantas cabeceras como quiera sin
sobrecoste) y también personalizar sus intereses (cada vez hay más medios que parcelan su
oferta y presentan los contenidos adaptándolos a los registros históricos que conservan de cada
usuario en línea).

La participación también ha cambiado. Del modelo anterior, en el que la presencia del lector se
limitaba a la página de cartas y poco más, ahora su rol puede ser mucho más activo. Las noticias
admiten comentarios y los diarios abonan esta función, ya que les genera páginas vistas, una de
las medidas de audiencia de un medio. Los lectores participan también de encuestas, encuentros
digitales con personajes célebres, foros de discusión... Incluso hay quien ejerce de corresponsal
altruista, como en el caso del diario ‘La Vanguardia’ y sus ‘lectores corresponsales’. Se habla de
periodismo 3.0 o periodismo ciudadano, porque a menudo ya no es el profesional el primero en
llegar al lugar de los hechos, sino un ciudadano particular que puede captar la instantánea, por
ejemplo, con la cámara del móvil.

Mientras tanto, la radio ha acusado con menos virulencia la sacudida que ha significado la
rápida adopción de las herramientas (y las costumbres) digitales. De hecho, el sistema DAB
(Digital Audio Broadcasting) hace años que está atascado, excepto en el Reino Unido. Aunque
hay nuevos desarrollos como el DAB+, los operadores no tienen clara la migración. La tónica
general señala que se trata de una tecnología que no aporta ventajas significativas, mientras que
todavía levanta dudas, como los problemas frecuentes de recepción en el interior de edificios.
Por otra parte, que se trate de una tecnología de sustitución, que hace necesaria la compra de un
nuevo aparato, constituye un elemento disuasorio para la mayoría de oyentes.

Mientras que la digitalización total de la radio es una incógnita, Internet se ha coronado como el
siguiente estadio de la evolución del medio. La posibilidad de escuchar la radio de manera
asincrónica (a través de los archivos colgados en la red que pueden ser consumidos cuando el
oyente lo desea) da más vida a unos espacios que caducaban anteriormente en tiempo presente.
Asimismo, la escucha de las emisiones en directo o los ‘podcast’ han empezado a popularizarse.
La radio temática ha encontrado en Internet una vía para su expansión. La posibilidad de
desarrollar canales temáticos resulta tentadora y asequible. En Cataluña, por ejemplo, iCat FM
ha desdoblado la programación musical en cinco canales: iCatjazz, Musicatles (música del
mundo), Totcat (en catalán), Mediterràdio y Xahrazad (voces femeninas) que se suman a la
oferta generalista, la única que emite por ondas hertzianas.

Finalmente, con respecto a la televisión, y al contrario de lo que ha pasado con la radio, la


migración digital ha recibido un impulso inapelable: un mandato de la Unión Europea para que
la TDT sea la tecnología común que facilite el acceso de los ciudadanos a la televisión gratuita.
Paralelamente, la televisión a través de Internet (IPTV) también se ha posicionado como
tecnología de futuro.

Porque, de hecho, lo que está en juicio es la vigencia del mismo modelo televisivo tal como se
ha conocido en el último medio siglo. La necesidad de adaptar los horarios personales a los que
deciden los programadores de las diferentes cadenas ya no tiene mucho sentido, en el momento
en el que el usuario puede descargar un programa y verlo a la hora que le complazca. Las
ventajas de consumir televisión con esta modalidad son evidentes y la prueba de ello es que los
jóvenes ya consumen más contenidos audiovisuales a través del monitor del ordenador personal,
a la vez que han ido abandonando la televisión convencional que les ata a una hora y un lugar.

El servicio ‘3 a la Carta’, de TV3, es el ejemplo más logrado. Pero queda por resolver qué
pasará con la tradicional función social de la televisión, como gran aglutinadora de audiencias.
Parte del éxito de muchos espacios se debe a la posibilidad de comentarlos en grupo, ya sea con
la familia, ya sea con los amigos o compañeros de trabajo. Una televisión altísimamente
individualizada rompe este modelo (y por lo tanto hará falta reformular de manera radical
también cuáles son sus vías de financiación).

La TDT aprovecha la mayor compresión de la señal para liberar espacio radioeléctrico que se
puede dedicar a nuevos servicios de valor añadido. Por ello, hay en el mercado un abanico de
periféricos que incorporan un disco duro que permite la grabación remota de programas con el
fin de poder verlos con posterioridad. Asimismo, los modelos evolucionados también permiten
un cierto grado de interactividad e, incluso, la posibilidad de efectuar compras con tarjeta de
crédito. Esto abre un campo para los anunciantes, que pueden ofrecer promociones concretas
para las que hará falta respuesta inmediata.

El otro triunfo de la TDT es la calidad de imagen, claramente superior a la de la televisión


analógica. Además, la liberación de espacio radioeléctrico –la señal viaja más comprimida–
permite que algunos canales emitan en alta definición.

Y mientras el televisor y el ordenador libran la llamada ‘batalla de las pantallas’, discretamente


el móvil conquista protagonismo como distribuidor de contenidos audiovisuales y de espacios
televisivos en directo. La limitación en el tamaño de la pantalla implica un tipo de consumo
diferente, pero la tendencia y la evolución de estos artilugios pasarán por una interfaz más
versátil que facilite un mayor consumo de contenidos audiovisuales.
La digitalización permite nuevos consumos comunicativos, periodísticos y de contenidos que
obliga a reformular el paradigma existente. La audiencia se fragmenta hasta el átomo que
supone cada individuo y paralelamente el tempo informativo se acelera. Es en este contexto
donde los dispositivos móviles –en sus múltiples modalidades y tamaños– alcanzan un papel
destacado como periféricos, ya que pueden suministrar la información en cualquier lugar y de
manera inmediata a los ciudadanos. Estas posibilidades de nuevas prácticas comunicativas, así
como la fragmentación de los contenidos pueden afectar de forma significativa a la producción
audiovisual y la práctica periodística en los próximos años.

También podría gustarte