Está en la página 1de 4

FRANCISCO DE QUEVEDO

SONETO 471

AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA


MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera


sombra que me llevare el blanco día,
y podrá dejar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,


dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,


venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:

su cuerpo dejarán, no su cuidado;


serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
TEMA

El eje temático principal de este soneto, tal y como indica su título, es la descripción de un amor
de intensidad tal que es capaz de perdurar más allá de la muerte.

Se trata de un amor que se ha alojado en la totalidad de su ser, no sólo en su espíritu, sino que
ha penetrado en las médulas de sus huesos (“medulas que han gloriosamente ardido”) y cuyo
ardor se ha alimentado con la sangre de sus venas (“venas que humor a tanto fuego han dado”).
Este tipo de sentimiento, que ha afectado de forma tan profunda al poeta, no puede desaparecer
como si nada: el cuerpo se consumirá (“serán ceniza” / “será polvo”) pero el sentimiento
continuará (“mas tendrán sentido” / “polvo enamorado”).

El profundo sentimiento de la muerte, característico del Barroco, enemigo del amor y la belleza
es vencido casi heroicamente por la obstinación del poeta (de todas y cada una de sus partes, de
sus células) en vencer el destino inevitable que lleva a la separación del alma y el cuerpo, a la
destrucción y al olvido. Se trata de un poema enormemente dramático, en el que poeta se
muestra capaz de hacer lo que ningún mortal ha logrado (que su amor permanezca cuando él ya
no sea más que cenizas y polvo). La tradición cristiana señalaba que el hombre es polvo y que
en polvo se convertirá (“pulvis est; et in pulverem reverteris”), pero el más mínimo resto que
quede del poeta seguirá sintiendo el amor a pesar de que el alma le haya ya abandonado.

Este concepto del amor perdurable más allá de la muerte es de raíz plenamente petrarquista.
Recordemos los versos de la Canzione XXXVIII: “Non la tocchar; ma reverente ai piedi / le di’
ch’io sarò là tosto ch’io possa, / o spirto ignudo od uom di carne et d’ossa.” (No la toques –la
mano-; mas de rodillas a sus pies / dile que yo estaré a su lado tan pronto como pueda / desnudo
espíritu u hombre en carne y hueso) que fueron homenajeados por Garcilaso en su soneto IV
(“Muerte, prisión no pueden, ni embarazos,/ quitarme de ir a veros, como quiera,/
desnudo espirtu u hombre en carne y hueso.).

Este tema aparece acompañado de un tema secundario que toma su fuente de inspiración en la
literatura clásica y en la construcción mítica del infierno. El alma debe cruzar “el agua fría” (la
laguna Estigia”) y ha perdido “el miedo a ley severa”, es decir, no va a respetar la ley que señala
que aquellos que beben las aguas del río Leteo (uno de los que configuran la geografía clásica
del infierno) pierden la memoria de cuanto vivieron y sintieron.

Continúan las referencias clásicas en los tercetos, esta vez haciendo referencia a ese dios
(“Amor”) que ha estado prisionero en el alma del poeta.

ESTRUCTURA

Este soneto respeta la estructura más tradicional que separa temáticamente los dos cuartetos de
los dos tercetos. Estamos, por lo tanto, ante una estructura bipartita:

1ª parte (los dos sonetos).- señala la rebeldía del alma respecto a las leyes de la muerte y cómo
ese sentimiento perdurará en su alma. Esta parte desarrolla la visión clásica de la geografía
infernal.

2ª parte (los dos tercetos).- señala directamente esas partes de su ser que se han visto
consumidas por el amor (su alma, la médula de sus huesos, sus venas) y señala que tras su
desaparición el sentimiento del amor seguirá existiendo.

Como vemos, en realidad, la diferencia estructural no se produce por el tema (pues en ambas se
trata el mismo sentido de la perdurabilidad del amor tras la muerte), sino la persona del
discurso: en la primera parte se trata de la 1ª persona del singular (“que me llevare”, “el alma
mía”), mientras que en la segunda predomina la 3ª persona (“su cuerpo dejará”, “serán ceniza”,
“tendrán sentido”).
Igualmente esta estructura parece avalada por el hecho de que los dos cuartetos y los dos
tercetos constituyen dos unidades oracionales y son, por lo tanto, inseparables entre sí.

ANÁLISIS DE LAS FIGURAS LITERARIAS

Como buen poema barroco este soneto de Quevedo presenta el problema de la dificultad al
tiempo que presenta características típicamente barrocas como la exacerbación del sentimiento y
el enorme dramatismo que reina en su atmósfera. Claro que, desde el momento en que estamos
ante un poema que pertenece a la corriente conceptista y no a la culteranista (capitaneada por
Góngora), esa dificultad no hay que buscarla en la acumulación brutal de recursos sino
precisamente en el fenómeno contrario: en el decir mucho con poco, en la capacidad de exprimir
significados y de hacer uso de multitud de redes de contenido, con el mínimo de recursos
léxicos. Seguramente ahí radique la enorme belleza y capacidad de emoción de este poema.

No nos detendremos en señalar dos de los recursos más habituales en la poesía tradicional y en
la barroca en particular como son el hipérbaton y el encabalgamiento, presentes en todo el
poema. Simplemente señalaremos que estos contribuyen a la construcción de un universo
dominado por el patetismo y la angustia, que es el mundo del Barroco, lejos ya de la armonía y
la delicadeza del Renacimiento.

“cerrar podrá mis ojos la postera / sombra que me llevare el blanco día”

Uno de los recursos preferidos del barroco, y de Quevedo, es la antítesis. Así podemos observar
la antítesis entre “sombra” (que implica negrura y nocturnidad) y “blanco día”. Además
“postrera sombra” (T.I.) es metáfora por “muerte” (T.R.). El fundamento de esta metáfora está
basado en la tradición que relaciona la muerte con la noche, con algo fugaz e incorpóreo como
una sombra que “cierra los ojos” del yo poético.

“y podrá dejar esta alma mía/ hora a su afán ansioso lisonjera”. La muerte significa el final de
todo sufrimiento y una liberación para el alma que puede abandonar “lisonjera” (alegre)
cualquier dolor o angustia “afán ansioso”.

“mas no desotra parte en la ribera/ dejará la memoria en donde ardía”. Ya hemos explicado que
este verso hace referencia a la concepción de la mitología clásica que señalaba que cruzar la
laguna Estigia y beber las aguas del río Leteo implicaban la pérdida de la memoria. “La ribera”
separa el mundo de los vivos y los muertos. La memoria no se quedará en la otra parte, en el
cuerpo de cuyas potencias ha formado parte (perífrasis: “en donde ardía” = “cuerpo
enamorado”).

“nadar sabe mi llama el agua fría”. Observemos la antítesis entre “llama” / “agua fría”. La
“llama” (T.I.) es metáfora por “alma como depositaria de la memoria del amor” (T.R.). El
Fundamento de esta metáfora se basa también en el tópico de que el alma es “fuego divino”,
parte de la esencia del Creador, que es lo que nos diferencia del resto de los seres. Esa “llama”
es capaz de “nadar” (T.I.), metáfora por “continuar existiendo”. Fundamento.- partimos de que
para llegar al reino de los cielos hay que atravesar la laguna Estigia, que esa llama de fuego
divino debería haberse apagado. Sin embargo es capaz de sobreponerse y vencer a una
naturaleza tan contraria a la suya como el “agua fría”. Observemos el epíteto “fría” referida al
“agua”. Si normalmente el agua es símbolo de vida su frialdad la hace equivalente a la muerte,
uno de cuyos rasgos más evidentes es el enfriamiento progresivo del cuerpo.

“y perder el respeto a ley severa” (T.I.) es metáfora por “seguirá recordando”. Fundamento.- el
sentimiento es tan intenso que no se ha apagado en el agua en contra de la ley sobrenatural que
rige el mundo infernal, y que no admite excepciones (de ahí el epíteto “severa” aplicado a
“ley”).

El verso que inicia el primer terceto es una muestra clásica de cómo el hipérbaton puede ser un
recurso que funcione para la recreación de un mundo atormentado (“alma quien ha sido prisión
a todo un dios”) en el que los sentimientos son tan desmesurados que el alma de un simple
mortal puede aprisionar nada más y nada menos que al dios Amor. La metáfora es “ser prisión a
todo un dios” (T.I) por “ha estado enamorada (el alma)” (T.R.). Fundamento.- el alma está
enamorada con una intensidad tal que el amor no puede acabarse, escapar de esa prisión.

“venas que humor a tanto fuego han dado”.- La metáfora de “fuego” (T.I.) por “amor” (T.R.) se
remonta a la antigüedad y basa su fundamento en la enorme intensidad de un sentimiento que
ocupa nuestra mente de forma exclusiva, que nos obsesiona y que nos destruye de una forma
enormemente placentera… La sangre de las venas ha servido de combustible para ese amor. El
fundamento de esta metáfora es que el amor no es sólo un sentimiento y, por lo tanto, afecta
únicamente al alma, sino que es un estado que se extiende no sólo por el alma, sino también por
el cuerpo. Las venas son las portadoras de la vida, de la sangre, que desde el corazón (donde
según la tradición reside el sentimiento amoroso) van llevando ese sentimiento a todo el cuerpo.

Lo mismo ocurre con las “medulas que han gloriosamente ardido” (T.I.). El fundamento de esta
metáfora es el mismo que la anterior. La médula es el interior de los huesos, lo más alejado que
en el cuerpo humano hay de la piel y los sentidos exteriores. Sin embargo hasta esa profundidad
ha calado el sentimiento amoroso de forma tan intensa que se han consumido en “el fuego del
amor”. Obsérvese la antítesis: las venas han alimentado una hoguera (el amor) en la cual se han
consumido las médulas. Sin embargo esta destrucción por amor no es negativa (como la
destrucción por la muerte), sino heroica, noble. Así lo indica el adverbio “gloriosamente”.

El alma, las venas y las médulas constituyen una sinécdoque por “ser humano” (estas son las
partes más importantes de la unidad de alma y cuerpo que es el hombre). Esta fragmentación del
hombre en sus componentes (todos intensamente unidos en la gloria del amor) intensifica la
sensación de dramatismo pues todas ellas dejarán un testimonio del amor incluso después de
haber sido destruidas y desaparecido para siempre.

El excesivo hipérbaton dificulta la conciencia de que los tercetos ocultan una estructura
paralelística (más evidente en el segundo, pero también presente en el primero):

Sustantivo (alma/venas/medulas) + relativo (que) + verbo (ha sido / han dado/ han ardido) +
Complemento (prisión / fuego/ gloriosamente)

El segundo terceto esconde una estructura diseminativo-recolectiva: los elementos sembrados


en el primer terceto (el alma/ las venas/ las médulas) son los sujetos elípticos de las
proposiciones coordinadas yuxtapuestas que constituyen el segundo: (el alma) dejará su cuerpo,
pero no (dejará) su cuidado; (las venas) serán ceniza, mas tendrán sentido, y finalmente (las
médulas) serán polvo, mas polvo enamorado.

Cada una de las proposiciones que integran el segundo terceto contiene dos términos antitéticos:

a.- el alma dejará el cuerpo/ no dejará el cuidado. Cuando el hombre muere su alma abandona su
cuerpo, pero en este caso no abandonará el sentimiento que la ha obsesionado en vida.

b.- las venas: serán ceniza (T.I.) metáfora por “destruirse”, “descomponerse” (T.R.) / pero estas
cenizas “tendrán sentido” (T.I.) metáfora por “seguirán sintiendo amor” (T.R.). Fundamento.- el
amor es “el sentido” de la vida, la razón por la cual esas cenizas siguen siendo algo valioso, no
un simple despojo.

c.- las médulas: “serán polvo” (igual que antes, destrucción), pero ese polvo seguirá
“enamorado”.

Obsérvese la gradación ascendente que implica la serie “cuerpo”-“cenizas”-“polvo”. El poema


avanza dramáticamente desde la cobertura exterior del alma (el cuerpo) hasta la destrucción
total (el polvo). Y, sin embargo, esta degradación, esta destrucción, no es capaz de acabar con el
amor.

También podría gustarte