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El texto que vamos a analizar es uno de los poemas más conocidos de Rubén Darío (1867-
1916), autor nicaragüense, padre del Modernismo literario en español. El poema pertenece al libro
Cantos de vida y esperanza (1905), su último gran poemario.
El título, “Lo fatal”, ya anuncia un texto de carácter existencial y tono melancólico, muy
reflexivo, que se corresponde con la abundancia de sustantivos abstractos (“dolor”, “pesadumbre”,
“terror”, “espanto”) de connotaciones muy negativas.
El poema puede dividirse en dos grandes partes. La primera (versos 1-4), con un ritmo lento y
pausado, muy elaborado sintácticamente mediante subordinadas adjetivas y adverbiales causales
y consecutivas, presenta una reflexión que constituye la tesis del texto: el dolor de existir (verso 3:
“pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo”). En otras palabras, la ecuación ser = sufrir.
La segunda parte (versos 5-13), con un ritmo mucho más rápido y construida con estructuras
coordinadas gracias a un intenso polisíndeton, desarrolla los argumentos que justifican la tesis
inicial, es decir, el conjunto de todas aquellas cosas (“y... y... y... y... y...”) que hacen de la existencia
una experiencia penosa. Fundamentalmente, la falta de “rumbo cierto”, la incertidumbre, el hecho
no ya de no saber (verso 5: “ser y no ser nada y ser sin rumbo cierto”), sino de ni siquiera
sospechar (verso 9: “no conocemos y apenas sospechamos”). En otras palabras, la ecuación ser =
no saber.
Tomando las dos partes, podemos decir de modo sintético que la idea principal del poema es
la angustia existencial del yo lírico ante la incertidumbre y la falta de respuestas a las grandes
incógnitas de la vida.
La estructura externa hace un guiño al clasicismo, ya que parece la de un soneto, salvo por el
cómputo silábico (tetradecasílabos o alejandrinos en lugar de endecasílabos, lo que permite aún
más desarrollo argumentativo). Eso sí, en la parte final se rompe la regularidad: tenemos dos
versos en lugar de tres, uno eneasílabo y otro heptasílabo, más breves, lo que supone una
importante llamada de atención sobre el contenido de esos versos, las dos preguntas definitivas
del ser humano: “adónde vamos” (¿qué hay más allá de la muerte?) y “de dónde venimos” (¿cuál
es el origen y la razón de nuestra existencia?). Además, estos versos finales están también
destacados por la entonación exclamativa, para añadir mayor dramatismo, y se cierran por unos
puntos suspensivos, lo que refuerza la sensación de inseguridad e incertidumbre.
Sobre el cómputo silábico, una curiosidad: el verso físicamente más largo es precisamente el 3,
el que dice “pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo”, como si el autor tratase de
representar gráficamente la inmensidad del dolor de vivir.
Ya hemos comentado los diferentes patrones rítmicos que nos ayudaban a distinguir las dos
partes de la estructura interna: nótese también el encabalgamiento entre el verso 8 y 9 (“y sufrir
por la vida y por la muerte y por / lo que no conocemos y apenas sospechamos”), donde quedan
separados los dos miembros del sintagma preposicional, tan ligados siempre, como una imagen de
ruptura, de vértigo, de salto al vacío, como representando el abismo existencial al que se asoma el
ser humano.
Estos son solo algunos ejemplos de la complejidad de la técnica literaria de la que hace gala el
autor. Propio del esteticismo y del culto a los sentidos del estilo modernista, es la abundancia de
epítetos, de carácter puramente ornamental (verso 2: “piedra dura”), y de aliteraciones,
especialmente de erres para lograr mayor intensidad, y de úes, que le dan al texto una tonalidad
fúnebre (versos 5-7 o versos 10-11).
Los versos 10 y 11 merecen un comentario aparte (“y la carne que tienta con sus frescos
racimos, / y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos”). En ellos el autor utiliza sustantivos
concretos para presentar del modo más sugerente posible la contradicción existente entre el
placer y la muerte, como parte de lo incomprensible de la vida y su falta de lógica. Como las dos
caras de una moneda, hay un perfecto paralelismo sintáctico (conjunción + sintagma nominal +
oración subordinada adjetiva), en contraste con las oposiciones semánticas (las metonimias
carne/tumba, tienta/aguarda, frescos/fúnebres, racimos/ramos). El erotismo propio de la corriente
modernista se presenta tan esplendorosamente aquí como siempre, para inmediatamente ser
corregido en el verso siguiente por el anuncio de la muerte inexorable, una reformulación personal
del tópico clásico del “memento mori” ('recuerda que morirás').
En resumen, y como podemos observar, forma y contenido del poema se armonizan para
construir un texto extraordinariamente complejo, clásico y original al mismo tiempo, con una
elaborada técnica literaria. Rubén Darío se presenta aquí como un autor en plena madurez y con
un sello literario propio, al mismo tiempo que como un hombre con fuertes inquietudes
existenciales, lleno de melancolía y aparentemente superado por sus circunstancias vitales.
Por otra parte, “Lo fatal” puede ser considerado como uno de los textos principales y
simbólicos de la crisis de fin de siglo que puso en duda el modelo materialista y burgués de la
sociedad del siglo XIX, constatando que la razón y la tecnología son incapaces de dar respuesta a
los problemas esenciales del ser humano.