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CENTENARIO DE

JOSÉ MARÍA

ARGUEDAS
(ANDAHUAYLAS, 18 DE ENERO DE 1911 — LIMA, 2 DE DICIEMBRE DE 1969)

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Dos Textos

Autobiográficos
Decantada ya la sorpresa, que a todos inspiró la trágica y prematura muerte de José María Arguedas, y
claramente perfilada la significativa proyección de su obra en el proceso de la cultura peruana, juzgamos
oportuna y necesaria la investigación documental en torno a su vida y sus desvelos creadores. Y así como nos
cupo la satisfacción de alentar su iniciación —escuchando las primeras lecturas de los relatos incluidos en AGUA,
corrigiendo las pruebas de la edición original, dando a la publicidad el primer ensayo crítico sobre sus valores
literarios y sociales, y aun promoviendo su difusión entre escritores de diversas latitudes—, así nos complace
ahora divulgar dos textos autobiográficos del inolvidable amigo. Ostentan la espontaneidad y la frescura
admiradas en sus creaciones; y, por corresponder a suscitaciones de las extremas etapas de su existencia literaria,
ofrecen datos y motivaciones que esclarecerán cualquier estudio posterior.
El primer texto data de 1937: es la respuesta dada a un cuestionario que le formulara el suscrito, movido a la
sazón por el propósito de acopiar informaciones directas sobre la vida y las obras de los escritores coetáneos,
como información preparatoria del amplio trabajo que aspiraba a consagrarles. La guardé hasta hoy con especial
afecto. Y creo que el lector estudioso sabrá apreciarla.
El segundo texto data de los comienzos del año 1968. Proviene de una cinta magnetofónica, que en un
momento de inquietud y soledad grabó el autor de LOS RÍOS PROFUNDOS, y que, a la manera de una misiva
confidencial, envió a Alejandro Ortiz Rescaniere. Se encontraba éste en París, efectuando estudios de postgrado en
Antropología, bajo la dirección de Claude Levi Strauss; y, acosado ya por sus designios letales, deseaba
constituirlo en legatario de sus planes y sus materiales de investigación folklórica. Por eso hubo de incluir en la
cinta algunas referencias personales al destinatario, quien ahora ha juzgado discreto suprimirlas de la
transcripción (y representarlas por convencionales puntos suspensivos).
Treinta años de diferencia entre uno y otro textos; y entre ellos, las circunstancias de una vida intensa,
fecunda, atormentada. Véaselos con el afecto y la unción que merece el recuerdo de José María Arguedas,
Alberto Tauro
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1) José María Arguedas Altamirano. Nací en Andahuaylas el 18 de enero de 1911.
2) Mi padre, Víctor Manuel Arguedas de Arellano, nació en el Cuzco; era de origen muy español; su
aspecto lo denotaba así inmediatamente; tenía barba rubia, ojos azules y nariz aguileña. Mi padre fue
abogado de profesión; pero nació con espíritu de vagabundo. Ejerció su profesión en más de quince provin-
cias. A todas partes lo acompañé yo.
b) Mi madre, Victoria Altamirano, era bien mestiza, morena y bajita. Murió cuando yo tenía tres años de
edad. No tengo ningún recuerdo claro de ella. Era Andahuaylina.
3) a) Aprendí a leer en la Escuela Elemental del Pueblo de San Juan; allí estudié hasta el primer año. El
segundo año lo estudié en Puquio en la escuela particular de un viejo maestro, muy severo. Cuatro años
estuve casi abandonado, entre una hacienda y un pueblo de indios. En seguida me recogió, otra vez mi pa-
dre; y fuimos a dar al Colegio Nacional de Abancay; allí estudié el cuarto y quinto año de Primaria, b) La Ins-
trucción Media la estudié en Ica, Huancayo, y Lima, los dos últimos años de alumno libre, estudiaba sólo en
la sierra y venía a dar examen al Colegio de la Merced, c) La Instrucción Superior en Lima, con las alterna-
tivas que ya conoces, d) Quizá llegue a ser doctor en Letras, e) De idioma sólo sé castellano y kechwa.
II: a) Aprendí a leer en la Escuela Elemental del pueblo de San Juan, con una profesora limeña. La Srta.
Elena hacía como que me adoraba, yo era el hijo del Juez de la Provincia. Estuve casi tres años en esa Escuela,
mezclado con los escoleros indios y mestizos. Tuve en esos tres años, varias maestras, b) Si la pregunta se
refiere a influencia intelectual, no sufrí la influencia personal de nadie; cuando empecé a leer libros, ningún
autor me influenció hasta que leí a Víctor Hugo y Baudelaire, esos sí me sugestionaron muchísimo.
4) Una sola vez he sido burócrata: casi cinco años de honorable auxiliar de la Administración de Correos
de Lima.
5) Esta pregunta es larguísima de contestar para mí. He vivido en más de veinte pueblos; he viajado, en
detalle, casi por todo el sur del Perú. En unos pueblos nos fue muy bien, en otros muy mal. En el pueblo de
Pampas, casi nos morimos de hambre; allí odian a los forasteros; todos los vecinos, y principalmente los
tinterillos, sitiaron a mi padre. Yo y mi hermanito menor Carlos, teníamos que robar choclos, habas y un poco
de fruta; robábamos gallinas con trampas de rata; mi padre se ocupaba en rezar y lamentarse; pero a veces,
también robaba gallinas; gallo o gallina que entraba al patio de la casa, ya no salía, mi padre colaboraba bien
en esa tarea; a veces cuando veníamos de la calle, encontrábamos al viejo persiguiendo algún gallo o gallina
entre las yerbas que crecían en el patio. Pero lo más interesante de mi vida son los años que pasé en la hacien-
da Viceca y en el pueblo de Utek'. Durante unos años conviví con los indios en el mismo plano, de igual a
igual; y aprendí a conocerlos. Los detalles de esta experiencia sería largo de contarlos; además mucho ya he
contado en mis cuentos que he publicado; y en los que estoy escribiendo y en los que más tardes escribiré.
6) Tú me conoces bastante. Sabes cómo es mi carácter: sabes que soy violento, apasionado, pero que lo
característico de mi corazón es la ternura. Que durante toda mi vida he aprendido a odiar la injusticia. Que
he estado enamorado varias veces, sin pizca de suerte, que ahora estoy más enamorado que nunca, que amo
a mi Ratita.
7) "Agua" 1935. Cuentos en "La Prensa" y "La Calle", "Palabra", "Ecos y Noticias", "Literatura Americana"
de Bs. As. Traducción de "Agua" por la Rev. Literatura Internacional al ruso, alemán, francés e inglés.
8) Mis canciones kechwas y dos novelas que publicaré en 1938.
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Este cuento o estos cuentos fueron recogidos por un padre alemán cuyo nombre no me acuerdo en este
momento, pero que te lo voy a decir en carta, Alejandro. El dice que tiene una colección como de cuarenta
cuentos, recogidos, como éste, en quechua y castellano. El me dijo que todos los cuentos los había recogido
durante el tiempo que permaneció de párroco en varios pueblos de Ancash, especialmente en el callejón de
Huaylas.
Voy a tratar de conseguir copias de los otros cuentos que ya los escucharé; parece que éste lo recogió de
una chica que no se sabe si es enferma o es empleada del hospital Stella Maris.
Bueno Alejandro, sabes que recibí tu carta anteayer, porque hacía días que no iba al apartado. Ayer me
avisó tu papá de una manera casual, que tu mamá se va el lunes. Hoy es viernes, así que no he tenido tiempo
de copiar estos cuentos y en la casa de tu mamá lo acabo de grabar.
Tú no puedes tener la menor idea, por mucho que hagas no puedes tener idea de cómo me han hecho
bien, y nos han hecho bien a todos, las dos cartas, especialmente la segunda. Hemos tenido un almuerzo co-
mo para la carta de que te hablé y después del almuerzo la hemos leído y hemos meditado y hemos discutido
algo con tu mamá. Tu papá y yo estamos completamente de acuerdo de que solamente cuando un hombre
tiene una sensibilidad sin límites, una sabiduría tan grande y un amor tan igualmente grande pueden llegar a
hacerse las deducciones profundas que tú haces, que están llenas de una seguridad en el porvenir de las gen-
tes por las cuales yo incluso he estado un poco desanimado, a pesar de que ellos han sido la razón de mi vida.
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He decidido hablarte al final de ésta cinta y veo que hablar es mucho más difícil que escribir.
No te preocupes que de alguna manera vamos a conseguir que tengas cómo permanecer todo el tiempo
que sea en París. Voy a hablar con Silva ahora y vamos a ver si podemos arreglar de modo que puedas tener
si no es la beca, una bolsa de viaje........ yo no sé, pero en fin, tú sabes que en este país mediante los
compadres, puedes conseguir cosas a favor o en contra de alguien, por los modos más insospechados,
ilegales o legales, pero de todos modos vamos a conseguir que tú estés por lo menos hasta diciembre del año
entrante. No te preocupes. Lo que estás aprendiendo, a medida que voy leyendo tus cartas, comprendo que
tu campo es todavía mucho más vasto. Es formidable comprobar como los mejores descubrimientos sobre el
Perú, los hacen en ese país. Como es indispensable tener el dominio de la teoría, para poder hacer los
descubrimientos más difíciles.
Pero la teoría como decíamos con tu papá, sin un corazón Heno de amor y deseos en el ser humano no
dan para mucho.
Creo que países tan ricos como éste, siempre logran formar a las personas que lo necesitan en el
momento oportuno.
Todavía tú vas a llegar a tiempo, para poder demostrar cuan maravillosa fuente de conocimiento del ser
humano y felicidad también para cualquiera es la cultura quechua. Es una de las manifestaciones más bellas
y al mismo tiempo una de las más sabias.
Bueno: estoy grabando estas cintas completamente entrecortadas, porque Merlín está rondando aquí,
acaba de subirse sobre la mesa y he tenido que echarlo fuera.
No te puedes imaginar tampoco, la alegría incalificable, inexpresable que tiene tu mamá de hacer el viaje.
Yo estoy aquí en un estado de ánimo de lo más indecible; anoche pasé una noche espantosa, tuve una
pesadilla horrenda, como solamente la pueden tener las gentes que han tenido experiencias demasiados feas,
y yo seguramente las he tenido, pero en una época de la cual no me acuerdo. Casi no he dormido nada, he
trabajado toda la mañana. Bueno, estoy en un grado bastante fuerte de decaimiento y bastante deprimido,
pero la carta que tú me has escrito está demostrando que efectivamente no debo estar tan mal como yo creo,
pues anoche, por ejemplo, he dormido muy poco, casi nada y sin embargo en mi trabajo, ésta mañana, he
hecho algunos descubrimientos formidables. ¿Sabes que he copiado el catálogo de discos de música folklórica
serrana y recibí seiscientas cuarenta piezas? Espérate un momentito, te voy a dar las cifras exactas, aunque
después te voy a mandar los resultados. Copié el catálogo de una tienda de ventas de discos de la sierra, son
mil trescientos trentaicuatro discos, con dos mil seiscientas sesentaiocho muestras de música. De estas, dos
mil doscientas cuarenticinco son huaynos y son huaylas el número más alto siguiente o sea doscientos
cuarenta. El huaylas fue una danza ritual, hasta hace solamente treinta años, en el valle del Mantaro. Fíjate
que de las dos mil doscientas sesentaiocho piezas, mil cincuentaidos corresponden al valle del Mantaro,
porque he dividido el país en nueve áreas, y de los dieciocho tipos de música o relativamente de género de
música que hay por todo, hay del valle del Mantaro una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez,
once, doce, trece, ¡catorce!, mientras que el inmediatamente más rico que es el del Cuzco, sólo tiene cuatro,
como en la zona de Ancash y también la zona de Ayacucho. Es decir que de cuatro muestras de música
andina que es lo más que se imprime en discos de música de Ancash, del Cuzco, de Apurímac, y de
Huancavelica y de Ayacucho, cuatro fíjate en cambio del valle del Mantaro son catorce. Son tantas que ahora
se están popularizando, como la chunguinada, el toril, el huaylas del que ya te he hablado es decir que, una
de las zonas más intensamente aculturadas, como dirían los antropólogos, es al mismo tiempo, la que ha
conservado la mayor cantidad, y variedad de música de origen pre-hispánico por un lado y de la música
colonial que fue profundamente modificada por la influencia indígena. Todo esto viene a comprobar de la
manera más categórica lo que dices en tu carta: allí donde más aparentemente han incidido, o no
aparentemente, sino allí realmente donde ha incidido más la cultura occidental, donde más ha penetrado es
allí, justamente donde más fuertemente se ha impuesto o ha sobrevivido la música de origen pre-hispánico.
Entonces no solamente estamos de acuerdo, sino que estoy cosechando tu aprendizaje y me lo estás
trasmitiendo en los momentos más necesarios, en los días más angustiados, más preocupados. Te quiero
hacer una confesión muy importante para mí: hace muchos años tenía gran dificultad para poner en orden el
argumento de los "Ríos Profundos". Estaba angustiado, escuchando la suite francesa número dos o tres, no
me acuerdo cual, de Bach, en casa de Manuel Moreno Jimeno, cuando logré enlazar todo el argumento de
manera que ya podía empezar a escribir. Eso mismo me ha ocurrido hoy en la mañana, amanecí con una
pesadilla verdaderamente pavorosa, creí que en unos momentos más me moriría. Pero me puse a pensar en
tí, en todo lo que tú me decías en tu carta, y creo haber enlazado los precisos elementos, argumentos,
historias, intenciones que…. bueno un verdadero caos de universo........ que he estado tratando de enlazar en
una nueva novela, que provisionalmente se debe llamar "El zorro de arriba y el zorro de abajo". Esto está
inspirado, lo he tomado de los mitos de Huarochirí.
A propósito: cuanto más los leo, encuentro que son cada vez más reveladores, más ricos, verdaderamente
es un mar sin fondo.

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Bueno, "El zorro de arriba y el zorro de abajo" se encuentran en estos mitos y cuentan todo lo que está
ocurriendo en la parte alta "El zorro de arriba" y el mundo yunga es "el zorro de abajo". Yo voy a hacer más o
menos lo mismo, voy a contar todo lo que está ocurriendo en la parte de la costa por medio de un zorro y lo
que está ocurriendo en todos los Andes por medio del otro zorro. Tengo ya muchas historias verdaderamente
interesantes que están llenas, creo, de significado y de revelaciones y una cosa es decirlo simplemente así, que
yo creo que alguna vez tú viste que cuando yo empiezo a escribir, por lo menos cuando yo empiezo a
escribir, empiezan a brotar mundos que yo mismo no sospechaba y uno no se convierte sino en una especie
de médium intermediario de verdaderos universos y van saliendo del cuerpo de uno de la manera más
extraña. Entonces yo he enlazado, o creo haber enlazado, todas esas historias dispersas, formidables que a mí
me parece quizás te puedan mostrar el Perú de hoy que es formidable, tan mezclado, tan viviente, tan
caótico, aparentemente, pero a través del cual o de un enrejamiento por todas las cosas que dices en tu carta y
que me han servido para galvanizar una serie de angustias, de sospechas de preocupaciones, de temores, de
relámpagos, de destellos mismos. Todo esto lo he enlazado y ¡zas! me pongo a escribir, yo me pongo a
escribir Alejandro y basta que me ponga a escribir y logre hacer unas cinco o seis páginas, me voy de largo
sin parar y quizás escriba unas cuatrocientas o quinientas páginas, lo que me pasa es que estoy tan deprimido
o creo estar tan deprimido, que apenas leo un libro me inquieta mucho y llego a delirar a exaltarme en un
grado espantoso, tampoco puedo leer mucho y no puedo escribir.
Oye, a propósito no sé si has leído un libro que te voy a mandar de todas maneras mañana. Mañana te
voy a mandar este libro, que a mí me parece formidable, realmente una maravilla de García Márquez, que se
llama "Cien años de soledad", y también te voy a mandar un mate de Huancayo que es de los últimos que
están haciendo, que están imitando los antiguos mates de Ayacucho, lo he comprado en la feria y te lo voy a
mandar. Creo que te va a gustar, bueno ya no sé que más decirte y todavía falta un poco de la cinta.
Voy a pensar algo. ¿Sabes que tengo un éxito descomunal en el curso de quechua? He tenido solamente
seis alumnos y en tres meses he conseguido ya que los alumnos conversen, así que el viaje, tu viaje a los
Estados Unidos sería muy importante para que conozcas el país, porque ese país hay que conocerlo antes de
venir definitivamente al Perú.
Si yo te enseño quechua, estoy seguro Alejandro de que conmigo, antes de que pase un mes.... te exagero,
antes de que pasen dos meses, haciendo una hora diaria aprenderás el quechua. Será un infinito goce para los
dos el que tú vayas descubriendo el idioma, porque conmigo a medida que vayas descubriendo el idioma,
vas a ir descubriendo otros aspectos de este mismo mundo en el cual estás penetrando a través de los mitos y
de las leyendas, pero con el lenguaje te vas a meter mucho más al fondo.
Bueno Alejandro, yo pocas veces he estado más angustiado, pero pocas veces tan feliz.
Seguramente tú eres la criatura a quien he visto crecer física y espiritualmente como sí fuera un hijo mío,
y alcanzar límites y alturas que creí que no estaban ya para ser tocadas con las manos.
Bueno me he puesto medio solemnote, y todo eso es parte de mi depresión.
Ah, una cosa: no sé cuando voy a llegar a París, porque no he recibido los pasajes. La única información
que tengo es que debo de estar en Cuba hasta el diez de febrero, pero no sé en que fecha voy a partir, pero ya
te pasaré un cable y si tú no estas en París no importa, porque yo voy a estar hasta el diez de febrero y tengo
que pasar por París de todos modos, de manera que no te preocupes si para la fecha de llegada tú no estás,
porque de todos modos al regreso te escribiré con tiempo. Entonces haremos un plan para estar los tres
juntos con tu mamá, será una cosa muy regularcita.
En este pedacito voy a tratar de cantar la fiesta de la cosecha de alberjas...... (canta Arguedas una canción
en quechua).
Esto que he cantado tan mal lo he oído en Pampas, Tayacaja, cuando tenía unos quince años de
edad. Estábamos caminando por las afueras del pueblo, a la orilla de un río que tiene un valle muy plano;
sentimos este canto a lo lejos, con mi hermano y otro amigo, y alcanzamos a llegar al sitio donde estaban
cantando las mujeres, mientras que los hombres con los pies trillaban las alberjas o arberjas.
Como te dije, hemos almorzado aquí con tu papá...... oye no te imaginas lo feliz que está ese
individuo con la lectura de tu carta, además con cuanta inteligencia ha comprendido los alcances que ella
tiene como información, como sabiduría, como intuición, como felicidad tuya, sobretodo. Oye, esta gente está
muy contenta. No puedo decir de ninguna manera que estoy más contento que ninguno, pero sin duda que
estoy tan contento como ellos y es bastante decir.
Bueno Alejandro, te he hablado así tan imperfectamente, como lo hago cuando estoy muy fregado, pero
quería que aprovecharas este pedazo de cinta para conversarte un poco. Bueno mi amigo, yo a nadie le debo
más que a tí en cuanto a transmisión de luz, de fé, en algo que yo nunca debía haber perdido la fé, pero ya
vez, que la fé sin la iluminación de la teoría.......

—Publicado en San Marcos Revista de Artes, Ciencias y Humanidades editada por la UNMSM.
Nº 12. Lima, julio-setiembre de 1975. Pp. 5-12. Digitalizó: http://www.arlequibre.blogspot.com

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La guerra silenciosa de
Todas las sangres
Por ALBERTO ESCOBAR
LAS ULTIMAS novelas de Arguedas han confirma-
do la calidad excepcional de su talento y le han confe-
rido un lugar de privilegio entre los escritores de ese
género en Hispanoamérica. Todas las sangres (Losada,
1964) indica además un fenómeno especial-mente sig-
nificativo: el afinamiento del aparejo técnico que de-
manda el canon novelesco, y la ampliación, enrique-
cida, del mundo imaginario que descubre el escritor.
Para el lector de Agua, Yawar Fiesta y Los ríos
profundos, el libro último de Arguedas reserva algunas
sorpresas que, más que por su novedad, valen por el
cambio que introducen en el método constructivo y
en la dimensión ideal de la realidad. En cuanto a lo
primero, se ha desbordado el dualismo simple de la
estructura y el ordenamiento lineal del desarrollo;
respecto de lo segundo, se ha fracturado la noción del
espacio humano, en favor de una presentación pluri-
valente que, desplazada sobre un eje de simultaneida-
des, se revela en un cúmulo de personajes que circu-
lan, en disloque constante, por los ámbitos que no
sean el propio, y que, en su repetido roce o intersec-
ción, imponen la ley interna de una sociedad
múltiple.
De esta manera podría explicarse que algunos lectores echen de menos —en la reciente novela— la
precipitación lírica o la remembranza mágica tan propias de Los ríos profundos y de Agua; o que otro lector le
reproche detalles imprecisos que, desde un punto de vista sociológico o desde una estética verista, podrían
imputarse al autor. No es el caso justificar o rebatir esas reacciones; con estas notas ensayamos explicar el
cambio operado en el arte de Arguedas, pero al mismo tiempo, la causa de su identidad profunda, de su
relación con los textos precedentes, no obstante que, por otros aspectos, el nuevo libro aparezca tan
radicalmente diverso. Todas las sangres merece, en primer término, ser entendido como lo que es: la novela de
un escritor maduro que llega a la plenitud de su carrera literaria, cuando ese esplendor coincide con el
ensanche de su experiencia humana y su análisis del mundo y los hombres que le prestan la inspiración
creadora. Quisiéramos, por tanto, asomarnos a la intimidad de la obra; penetrar en ella con entusiasmo, sin
prejuicios, y sin el vano afán de cotejarla con el libro que cada uno de nosotros quisiera reclamar a Arguedas,
y que quizá él alguna vez escriba.
Antecedentes
Las anteriores novelas de José María Arguedas nos han habituado a un cierto tipo de caracteres, que
presuponemos en su técnica y en la realidad figurada de aquellas. Uno de éstos, extraordinario por el vigor
que comunica y el acento de autenticidad que traduce, es, sin duda, el corte autobiográfico de la mayoría de
sus páginas. Entiéndase que puede resultar cierto o falso que el hombre-Arguedas haya experimentado
situaciones equivalentes a las que produce el escritor-Arguedas; lo que se señala en este caso es la técnica de
concebir a un personaje de la obra como actor y relator de la historia novelada.
En cada ocasión, es decir, Agua, Warma Kuyay, Diamantes y Pedernales, El Sexto, Los ríos profundos,
Arguedas encomienda a un personaje el testimonio y la función de referir el curso de la aventura en el
contexto literario; en cada circunstancia, ese personaje se instituye en una suerte de crucero desde el cual se
nos entrega e ilumina la realidad: y, a menudo, el que la tarea se halle a cargo de un niño, de un adolescente o
de un adulto que evoca el pasado, ha permitido que la ruptura de la visión lógica ensamble este factor con la
vertiente mágico-sentimental que aflora del horizonte indígena, integrándose con una intensidad deslum-
bradora e ingenua.
Creemos que este rasgo estilístico se vincula con dos situaciones fácilmente discernibles: a) la innegable
virtud sugestiva de las evocaciones y cuadros descriptivos, en los pasajes más logrados de nuestro escritor: su
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colorido emocional y la estricta pureza que conquistan en dicha versión los sentimientos; y, b) el arreglo de la
acción en torno de un eje de referencias que dispone personas y sucesos desde un ángulo visual, el que se
diluye en un correlato apretado, personalísimo, de los planos objetivo y psicológico de la trama. Sobre este
esquema se articulan los hallazgos más lúcidos de la prosa narrativa de Arguedas, y de la misma fuente, casi
por paradoja, se desprenden las vacilaciones de estructura de alguna de sus piezas. De cualquier modo, el
esquema es distinto en Todas las sangres: no tenemos por exacto que sea un personaje concreto el que trasmita
la visión esencial de la novela, la criatura que insertada en el nivel literario, deje un testimonio encubierto del
autor; esta vez el foco ha desaparecido: por instantes, la multitud de personajes accede a la postulación de su
verdad y es desplazada luego por la réplica de otras criaturas, y en ese continuo disloque de planos y actores
se expande el mundo real e individual de las criaturas de la obra. El impersonalismo del método expositivo
propicia, pues, este descentramiento del foco de la acción, y, al conseguirlo, incluye un factor, dinámico, que
impone en el texto un elemento rítmico de "tempo narrativo", con el cual se favorece el recuento de la historia
'múltiple y multitudinaria' que es Todas tas sangres.
Estructura
La fluencia natural que cautiva en las buenas novelas descansa siempre en un requisito menos visible,
oculto a los ojos del lector, pero indispensable para que el conjunto novelesco se organice en un orden (o
desorden) que fundamentan su 'sentido' el literario por cierto; es decir, aquella necesidad interna que asimila
el bagaje de experiencias, de ideales o sentimientos, y despoja a la realidad material e ideal del mundo en que
vivimos, para conformar la creación de un universo que, frente a aquél, puede o no revelar su parentesco,
pero que sólo adquiere razón de ser en la medida que alcanza autonomía, y se sostiene por el poder verbal de
su arquitectura y su alquimia simbólica. En verdad, no hay una manera exclusiva de conseguir la estructura
novelesca; al contrario, existen posibilidades sin límite para hacerlo; pero según las épocas y según los
autores, esa opción sin recortes cede ante preferencias más o menos constantes. En el caso de Arguedas, p. e.,
Yawar Fiesta revela la manera más simple, más próxima al esquema típico del siglo diecinueve: el curso
novelesco depende de una previa introducción en el 'escenario' y luego asoman los actores, tipos de grupos
en conflicto social, y, en secuencia cronológica, se adiciona la trama, la captura de Misitu y el desborde vital,
épico, que difiere los proyectos del sector oficialista y de los jóvenes 'civilizados' en la capital. En El Sexto, la
coyuntura se organiza sobre un espacio cerrado, que, en virtud del aguzamiento existencial que evidencian
los actores, reclusos, cuestiona la noción de 'realidad' y la objetiva, desbordándola en el plano simbólico, en la
figura física de la cárcel como imagen volumétrica de la sociedad y el destino plural. Los ríos profundos
establece, si no equivocamos, una composición que combina los factores más activos en los textos citados y,
por ello, descubre una medida espacial abierta, pero visible, material, subrayada por la vigencia del campo y
los caminos; pero de otra parte adosa a ese elemento primario una dimensión de idealidad, conquistada por
la remembranza o la interpretación infantil, que, confundida con la noción de espacio, nos procura esa
dualidad físico-mágica de la realidad y los actores.
Si juzgamos en términos estrictamente constructivos, quizá pueda explicarse así que Yawar Fiesta
aparezca como la obra, entre esas tres, de más firme composición, y que sea, aunque muy simple, muy bien
integrada. Tratándose de El Sexto, en cambio, se advertirá que la fuerza unitaria deviene de la imagen que
decanta —en segunda instancia— el discurrir de los actores, y que por tal causa, en alguna medida se excusa
la prematura muerte de Cámac. En Los ríos profundos descubrimos la vigorosa alianza de 'realidad' e
'irrealidad' con la resultante poética como nervio central, la que, no obstante el moroso tempo de los capítulos
primeros y la repentina pérdida de el "Viejo", trasunta la brutalidad feudal y su contrapunto mítico en la
vertebración de un texto dramático, incluso en la tersura de su lirismo.
Todas las Sangres es, sin riesgo de error, también en este punto una estancia diversa en el arte novelístico
de Arguedas. Véase que no sólo se ha desplegado, como un espectro, la noción espacial; sino que este hecho,
en concierto con la retracción del personaje narrador o del contexto autobiográfico, hace posible la presencia
de una serie de personajes de la más surtida naturaleza psicológica y social: tipos caracterizados individual-
mente, como Don Bruno y Don Fermín, o el padre de ambos; personajes colectivos como Paraybamba o
Lahuaymarca; actores singularizados en el ambiente local, como Asunta, Anto, o Rendón Wilka; criaturas
míticas como Pukasira y Apukintu; presencias invisibles como el consorcio o la patria; personas agentes,
mandatarios simbólicos, como los miembros del sistema político, Cabrejos o los accionistas, por citar apenas
una selección estrecha. Pues bien, esta concurrencia de personajes que alternan y al hacerlo demarcan los
cambios de escena, el tiempo cronológico y el tempo novelesco, define el recorte o la ampliación incesante del
mundo de la novela, y son ellos, por el mérito de su función, los que definen no sólo el ensambla -miento de
las partes en un vasto mosaico, sino también la configuración del espacio geográfico, social, mítico de la obra;
pero esta vez, su actuar es siempre consecuencia de un ajuste o redefinición sobre los otros miembros o
grupos, y en ese planteamiento dual, que los disocia e integra, se construye un equilibrio engrampado a las
distintas normas, que ya en el conflicto o en el acuerdo de sus intereses, cimenta la extraordinaria solidez
estructural de la obra.
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Aventura del personaje
La galería de personajes que accede a la escena novelesca de Todas las sangres importa, pues, un vario
elenco de caracterizaciones que, con su comportamiento y la explicitación de sus actitudes, entreteje el
decurso narrativo y proyecta una visión del proceso múltiple que cristaliza en la acción de la trama, y
aprehende en su trazo figuraciones imaginarias de su trasmutación artística. En ese sentido, y como ninguna
de las obras anteriores, ésta es por esencia una novela de personajes, aunque parezca perogrullesco; pero lo es,
a nuestro juicio, en la medida en que no hay presupuestos; en la misma escala en que por su gestión se
configuran los planos de realidad, se actualizan los conflictos, acrece la tensión de la pieza y se avizora un
prisma de desarrollos efectivos y virtuales que perfeccionan la imagen de su mundo.
Desde este mirador, lo dicho podría resaltarse sosteniendo que la problemática del libro se difunde y
fragmenta en la problemática social y psicológica de los actores, y que ésta descansa sobre el amasijo del
contacto intercultural que sustenta su caracterización. Véase, para confirmar estas líneas, que según avanza la
novela y se incluyen en ella distintas perspectivas personales, ideológicas, económicas, sociales, el conflicto to-
tal, es decir, el nudo novelesco, padece modificaciones que, sin desvirtuarlo, lo enriquecen y trasladan hasta
nuevos ángulos, y acumulan su intensidad, de acuerdo con la mudanza de la perspectiva que corresponde al
sujeto. En ese respecto, y aunque pudiera señalarse un asunto genérico que subyace en la obra, ésta es más
bien el resultado de la exposición de una serie de estratos y cortes perpendiculares que proceden de la
problemática encarnada y revivida en cada uno de los personajes dominantes. El estrato semántico de la
novela se resiste a la identificación temática a priori; su clasificación en las categorías tradicionales de
'indigenismo', 'ruralismo', 'lucha por la tierra', 'por el poder', empalidece la multivalente postulación que
emerge del flujo fabulado; circunscribe el factor determinante de esta sustitución continua, que, en el texto,
sirve de hilván y fibra al encadenamiento de un mundo más complejo que cualquiera de las dicotomías que
pudieran aislarse en la novela, y que, en las obras precedentes, constituían el apoyo primario del aparato
novelístico. Si en el "haber" creativo de Arguedas se había reconocido ya el desvelamiento del mundo
anímico de los seres del Ande; si, desde Agua, este hallazgo se incrementó con la interiorización de un
sentimiento natural, fogueado por una conciencia mítica de la realidad, y en desbalance con el agrietamiento
de la norma social, en ningún caso, como en Todas las sangres, se había compuesto el mural desde la
problematización social y psicológica de una galería de personas que, en su contraste, se compensan y forjan
esa necesidad destructiva e hiriente; la articulación que se refleja con patética versosimilitud en un cuadro
individual y comunitario, lugareño y nacional, realista y mágico, providencial y empírico, político y humano.
Y este decurso múltiple se integra progresivamente por obra del quehacer de figuras que, como Bruno o
Fermín, Cabrejos o Rendón Wilka crecen en la novela e instalan en ella la valencia abigarrada de su carácter
individual y su conducta contextual, como una aventura singular, pero sometida al reajuste con todos los
planos por los que discurre la realidad de la novela.
La verdad subyacente
Si la clásica temática del indigenismo centraba el problema social en el avasallamiento de la propiedad y
dignidad del indígena, por mano del terrateniente y sus secuaces, y con ese motivo demoraba la acción en el
relieve de la crueldad con que se sometía a los desposeídos a un régimen tan injusto como inhumano,
Arguedas, sin acallar la protesta, fue diversificando el conflicto, y por ende, resaltándolo en sus matices, al
presentar a sus indios o comuneros libres en una serie de ambientes, que nos descubrían sus pautas
tradicionales en el amor y en el trabajo, o sus creencias, ritos y temores. Hoy es lugar común insistir en que su
pintura del indio procede desde adentro del ámbito comunitario y personal; pero la empresa de Arguedas
hasta ahora tenía un límite, se hallaba circunscrita al choque entre la hacienda y los siervos, o la comunidad, o
el pueblo vecino, y al despojo e imposición que ocurría al encontrarse esos grupos, o la fricción que suscitaba
el roce entre la cultura serrana-campesina, con la serrana-mestiza o la costeña urbana.
Esta vez asistimos a una expansión, gradual, de la controversia. No falta la figura paternalista y
arbitraria, ni el señorío despiadado e inicuo; pero esa voracidad ha encajado en un marco más amplio que la
comprende y sitúa dentro de un sistema económico y moral. Es por eso que, conforme se desarrolla la trama,
la problemática se amplía como el fuelle de un acordeón, y difunde el abuso, el despojo, la usurpación, el
empobrecimiento material y ético. Y cada uno de estos pasos se ilustra con varias resonancias subjetivas, con
las distintas réplicas sociales, con la transformación de los hombres y de un carácter en el discurso general de
la historia. Si de un lado el "patrón grande" se querella con la esposa y maldice a los hijos; de otro los Aragón
de Peralta, Don Bruno y Don Fermín, se destruyen en silencio, y los dos acosan, aunque por razones distintas,
a los hacendados colindantes, y son amenazados por ellos; y todos en conjunto asedian a los vecinos de San
Pedro. Pero estos, a su vez, son un escalón del peso que soportan los indios, quienes, por ocasionales
diferencias, no representan un grupo homogéneo, definible por su oposición a los vecinos y gamonales. Sin
embargo, el esquema de la pugna no se agota en esta lista; la rivalidad y la insidia entre los vecinos, la
ambición o la venganza entre algunos de los indígenas, en especial entre aquellos próximo a los grupos de

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poder; la competencia sorda entre Cabrejos y Don Fermín, entre el consorcio extranjero y el empresario local,
entre el repentino nacionalismo y la complicidad oficialista, y, superpuesto a todo ello, entre la visión
patriarcal, cínicamente eglógica y cristiana de Don Bruno, y la imagen de un torpe progresismo material de
Don Fermín, hacen el correlato polifónico a una subyacente controversia entre un ideal aborigen de vida y
cultura, y el paradigma de un deforme 'desarrollo' productivista. Todas estas fracturas se dan a plenitud en la
novela y exaltan un sucesivo enfrentamiento de la honestidad y la ignominia, campaña en la que el valor
humano, en un espiral de frustraciones, sucumbe ante la voracidad creciente de quienes, desde una jerarquía
de poder, testimonian de un modo irreversible la nueva repartición del Perú, aquella lucha impersonal, según el
Ing. Cabrejos (p. 156); aquella réplica, en pequeño, de la distribución de los países débiles entre las grandes
potencias, después de cada gran guerra; el desvaimiento de los rasgos locales o internos, en una amalgama
indescifrable que desconocíamos en nuestra literatura.
Lirismo
Hemos intentado explicar la condensación lírica que ha distinguido a los libros de Arguedas y señalamos
algunos elementos sobre los que se asentaba su pureza. Cotejando esos textos con Todas las sangres, no debe
omitirse la extensión de este último, carácter que además de los rasgos de composición también ya discuti-
dos, ilustra sobre el fugaz desvanecimiento de aquella constante. Pero lo cierto es que por efecto del auge de
un nuevo factor, que habremos de considerar más abajo, la última novela ha diseminado la connotación lírica
que, de otro lado, es un rasgo definitivo en la visión de la realidad que comparten Arguedas hombre y
escritor.
¿Por qué llega al circuito novelesco esa dosis de ternura irradiante o de violencia catártica? Son
innumerables los canales por los que mana esa persistente presentación del sentimiento en su estado más
fino, en su expresión más tersa y vehemente, y el cual aparece en las circunstancias menos previsibles, como,
por ejemplo, cuando el sacristán, abocinando las manos, pregona:
"La gran señora, doña Rosario Iturbide de Aragón de Peralta, que en paz descansa bajo la tierra,
ha sido entregada por sus hijos a la comunidad de Lahuaymarca. Ella, como las campanas lo han
anunciado, es ya muerta india, no gran señora. Los indios están bebiendo en este momento la
copa de la despedida. Ningún vecino podrá arrodillarse ante su tumba. Que un lirio brote de ella
y suba hasta los cielos. He pregonado, como Arariwa, por orden del alcalde mayor del Común,
don Felipe Maywa. En el nombre de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo." (p. 221)
También alcanza expresividad notable el coro que repite los versos de la p. 217, cuando entona "Gusano
negro" en homenaje de la "gran patrona". Pero así como nos conmueve el temblor ante la muerte o el
recogimiento con el que se despide a los difuntos, así mismo nos hiere el impacto con que irrumpen el odio o
el desdén, ya al rechazar la visita de los propietarios colindantes, ya en el juramento de Anto, y en sin fin de
pasajes.
La maestría de Arguedas para expandir la atmósfera animista y reconciliar la creencia con la
superstición, el conocimiento con la fantasía popular, no sufre mengua: el Apukintu y el Pukasira descienden
en el mensaje del gavilán mientras los vecinos de San Pedro celebran su cabildo, u orea levemente la plegaria
del colono; su presencia física se vitaliza y envuelve el clima de las relaciones de los indios y los blancos e
impresiona más de una vez a los incrédulos. Pero en Todas tas sangres este despliegue mítico avasalla, por
instantes, al grupo dominante y lo penetra e impele a una meditación que pone en duda su firmeza lógica; e
incluso, en Don Bruno se instala y resplandece como una verdad purificante. Tal sucede, verbigracia en la
aceptación de los planos del trasmundo al que nos conduce la muerte; escúchese:
—Gracias, alcalde Maywa —continuó don Bruno—. Has recibido a mi madre. Ya no le al-
canzarán las falsas compasiones de los vecinos; ya no le alcanzarán las maldiciones de mi her-
mano. K'oto, hijo de mi hacienda, hijo mío: don Fermín va a maldecir mucho. Recen por él,
hermanos. Llévense de una vez a mi madre al K'oropuna, que trabaje allí, junto con los muertos
lahuaymarcas. Ella sabía cocinar, hacer ros-quitas de azúcar. En el K'oropuna hay malos y
buenos, Maywa? —No, hermano Bruno Aragonés de Peralta. Son muertos no más. Trabajan,
pues, De noche duermen.
—¿Quién los manda?
—Nuestro señor San Francisco. (p. 231.)
Quizá nunca antes el lirismo se había compenetrado tan hondamente con la doble norma cultural, con las
distintas facetas de la vida y la realidad de los personajes de Arguedas. Asimismo, podría decirse que en este
libro el lenguaje ha ganado una notable libertad para frasear el espíritu del hablante quechua; para incluso,
con sólo ciertas acotaciones y algunos recursos de tipo gramatical, dejar la impresión de que el personaje se
expresa en su lengua nativa, y que, como tal, puede encomendar a ella toda la delicadeza o gravedad que sus
vivencias demandan.
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Visión de la realidad
La realidad de Todas las sangres se nos aparece no
como una secuencia espacial, abierta o cerrada; no co-
mo un territorio discontinuo; no como una imagen
simbólica; no como una frontera entre indios y blan-
cos, o siervos y patrones, sino como todo eso a la vez
y mucho más. Ya hemos visto en que forma los perso-
najes componen una articulación multitudinaria y po-
livalente; de otra parte, recordemos que la problema-
tica se ensancha y transfigura en sucesivas expansio-
nes; sabemos también que el decurso tensivo de la o-
bra se apoya en un intermitente cotejo de las distintas
versiones en conflicto, y que el estrato económico y é-
tico, al que podría reducirse la entraña del fenómeno
humano y social, se nos entrega no como un todo con-
tinuo, sino como las caras distintas de un poliedro so-
bre el que se refracta la luz constante de las pasiones
humanas, sus miserias, y la cual, al rozar y atravesar
los distintos planos y secciones de ese objeto, se
difunde y trasmuta, se fracciona y rehace, y proyecta
como las variantes de una versión repetida por muy
distintos ecos. La realidad de Todas las sangres está
pues atrapada en la interacción constante de sus
criaturas y en la pugna de los intereses envueltos en
aquella lucha impersonal que los enfrenta y rechaza,
que los reúne y disocia, y al hacerlo configura la
imagen de una sociedad definible por el aislamiento,
pese a la relación necesaria de cada una de sus partes,
pero víctima de una desintegración que la aniquila.
Este mundo complejo, recorrido por pasiones
turbulentas, por fríos cálculos, por voraces apetitos,
por teorías inhumanas, por vocaciones frustradas, se
identifica en un signo de negación constante, de extra-
vío irredento.
Mensaje
El mensaje de la novela es igualmente múltiple, como su realidad. Si la lucha de intereses destierra el
régimen de una norma moral; si la imagen del pulpo caracteriza la organización de un universo concebido
para la explotación; si la sicosis anticomunista empaña la inteligencia de los hechos que deprimen la
condición del campesino, y si en el nivel de la gran empresa, la idea de la patria se empequeñece y diluye,
buena parte de la lectura de la novela nos invita a la contemplación reflexiva de ese mundo caótico,
indescifrable para la mirada tradicional, localista e ingenua, incluso en su perversidad.
Pero de otro lado, esa versión de una sociedad gobernada desde el mercado de los influyentes consorcios
internacionales, adquiere un nuevo rostro en la descomposición del grupo feudal que cede sus privilegios al
capitalismo moderno. Y de otra parte, si el grupo indígena se exhibe en la riqueza de sus valores, pero en la
sumisión a la autoridad del "mando", los instantes en que se avizora un cambio nos llegan desde su ladera.
Ya sea en el surgimiento de la figura excepcional de Rendón Willka, ya sea en la actitud concertada y
solidaria de los campesinos ante el falso Amaru; ya en la dignidad de los alcaldes al fijar el salario de su gente,
o en la arrogante resurrección de la Comuna de Paraybamba. Es entonces cuando un hilo emocional nos
conecta con la revuelta de Pantacha y la fuga del niño (Agua), con la bravía terquedad de los indios de Puquio
(Yawar Fiesta), con el brillo incisivo del ojo sano de Cámac (El Sexto), con el cruce del río por la masa indígena
dispuesta a morir (Los ríos profundos). En la medida que el ámbito indígena se difunde y colora a los otros
grupos y realidades; en la medida que se proyecta sobre ellos, la diversidad de sangres, cultura e intereses
adquiere el frescor rudo de una esperanza inédita, y la sabiduría absorta de quien empieza a reconocer su
fortaleza.
—Publicado en la Revista Peruana de Cultura. Nº 5. Lima, Abril, 1965.
Editada por la Comisión Nacional de Cultura. Pp. 37-49.
Digitalizó: http://www.arlequibre.blogspot.com

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ARGUEDAS Y LA EPOPEYA AMERICANA1
Por ARIEL DORFMAN
Las semejanzas ENTRE LA CIUDAD Y LOS PERROS de Mario Vargas Llosa y LOS RÍOS PROFUNDOS de José
María Arguedas, son evidentes en una primera lectura. Ambas novelas se desarrollan en un internado, uno
regido por militares, el otro por sacerdotes; es decir, establecimientos educacionales dirigidos por miembros
de las instituciones más tradicionales de Perú y de América, la espada y la cruz que, habiendo realizado la
Conquista, mantuvieron vigente durante siglos, hasta nuestros días, el orden social y económico del
continente. La tensión de las novelas deriva, en gran medida, del hecho de que justamente estos organismos,
iglesia y Ejército, que miran hacia atrás, aferrados al pasado, enceguecidos por el poder y una falsa
concepción de la realidad, sean los encargados de educar a los jóvenes, de ir (de) formando el futuro. Estos
adolescentes, síntomas de una América aprisionada por una paideia retrógrada, ponen de manifiesto una
básica ambigüedad, la contradicción entre lo que los hombres creen acerca de la realidad y la realidad misma
que ellos viven. Así, sin poner en duda ni por un momento los mitos religiosos, patrióticos, sociales, que dan
fundamento a las instituciones educacionales y al mundo injusto que las soporta, viviendo plena y
activamente esas ilusiones torcidas, interpretando lo real a través de los ojos religiosos y militares de sus
educadores, los muchachos padecen una circunstancia muy otra, una que desmiente tanto al Cristo divino
como al Héroe Militar. En ambas novelas el objetivo de los protagonistas sigue siendo cumplir el ideal de sus
mayores, sin advertir que éste ya se ha desvirtuado: la santidad o el heroísmo bélico, la caridad o el coraje.
No hay rebeldía contra el sistema o el mito como tal; la lucha indirecta entre autoridades y jóvenes permite al
lector ironizar la situación.
Tanto en una obra como en la otra, se muestra ese internado como el punto de reunión de, los más
diversos representantes de Perú, como una muestra, diminuta pero simbólica, de las diferentes geografías
y clases sociales de ese país, y las alianzas, treguas y luchas entre ellos pueden proyectarse en una parábola
acerca de las divisiones regionales, étnicas, económicas y culturales que enfrenta toda nación americana.
Los muchachos viven en un profundo abandono, que tiene todas las características del desamparo
existencial contemporáneo: sufrimiento, culpabilidad, expiación, mirada introspectiva a las raíces de la
maldad, odio e incomunicación, soledad. A esto se agrega la infaltable violencia, y las luchas están descritas
con metáforas extraídas del reino animal. Lo mismo ocurre con el sexo. En ambas novelas, frente a la
descarnada caverna de lo sexual, bestializado, se alza la figura irreal, sublimada, casi idílica, de una mujer,
una Beatriz salvadora capaz de guiarlos más allá del Inferno.
Sin embargo, Arguedas logra configurar, frente a este mundo y dentro de él, un sentido totalmente
diferente, un impulso que lleva en otra dirección. En LOS RÍOS PROFUNDOS, en "Amor Mundo" y tanto otros
cuentos, en el pequeño indígena de EL SEXTO, en las experiencias escolares de Rendón en TODAS LAS
SANGRES, aparece el tema del niño abandonado, el hogar destruido, el alejamiento del padre. Ernesto se
enfrenta a la crueldad de un ancho mundo, que extermina pájaros como exprime a indios, a "El Viejo", que
puede aniquilar a un pongo con una orden, al Padre Director, al ejército, y a la peste, símbolo de todas las
fuerzas del mal. El joven logra salvarse, esquivando la ubicua dura boca de la muerte, porque para Arguedas
el hogar persiste en cada hombre y nunca desaparece la solidaridad con la gran familia de la naturaleza o de
los otros. Mediante la espada mágica de ojos y manos imaginando orígenes, a través del acto poético que
funde al hombre con un universo que ya lo incluye y aguarda, por medio de las lluvias brillantes, ensoñadas,
que caen desde el hombre a la tierra, desde las nubes al hombre, cada personaje puede salir del 'abismo de
hiel, cada vez más hondo y extenso, donde no podía llegar ninguna voz, ningún aliento del rumoroso
mundo'. Una montaña que clarea y calma, un pájaro que une guitarra y lejana oreja, un zumbayllu como un
valle que baila alto, pierna y cumbre, un río que se lleva la infección, algún apretón de manos desde el pasado
en la noche. Los hermanos del protagonista son innumerables otros hombres, especialmente indígenas,
explotados por una sociedad que también los ha abandonado. Es más fuerte en Arguedas este hogar
universal, unión de tradición occidental y precolombina, que las fuerzas destructivas que han empozado al
individuo en el desamparo. Frente al "Viejo", ancestro del niño y parte-peldaño de su familia, está el Origen
auténtico, las lágrimas que cantan en los muros del Cuzco, la campana María Angola que todo lo canta-vierte
en oro. La obra entera de Arguedas es la lucha entre las tinieblas y los diversos tipos de luz ('el claror, el

1 Este estudio es parte de un ensayo más completo y complejo, 'Mario Vargas Llosa y José María Arguedas: Dos Visiones de una sola
América', cuya versión original será publicada por Casa de las Américas y en mi libro IMAGINACIÓN Y VIOLENCIA EN AMÉRICA, en
prensa en la Editorial Universitaria de Santiago de Chile. Las referencias a Vargas Llosa han sido reducidas a un mínimo
indispensable, con lo cual, naturalmente, la intención inicial se menoscaba. Por falta de tiempo fue imposible re-escribir el
presente ensayo dedicándolo exclusivamente a José María, ni tampoco me hubiera parecido justo, ya que la grandeza de
cualquier escritor —de cualquier hombre— se entiende cabalmente desde los caminos igualmente válidos que él no quiso
escoger.
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relámpago, el rayo, toda luz vibrante. Estas especies de luz no totalmente divinas con las que el hombre pe-
ruano antiguo cree tener aún relaciones profundas entre su sangre y la materia fulgurante'). Los monstruos,
omnipresentes en la obra de Arguedas, serán ahogados en los ríos profundos que surgen desde la estructura
solidaria del cosmos ('¿Tu sangre acaso no es agua? Por ahí le habla el alma, al agua que siempre existe bajo
la tierra.')
Si bien Arguedas ve la realidad como una cárcel ('y no teníamos adonde ir. Las paredes, el suelo, las
puertas, nuestros vestidos, el cielo de esa hora,… todo parecía contaminado, perdido o iracundo. Ningún
pensamiento, ningún recuerdo podía llegar hasta el aislamiento mortal en que durante ese tiempo me
separaba del mundo'), no desarrolla esta idea hasta sus últimas consecuencias, como lo hace Vargas Llosa,
para quien América aparecería como una prisión ontológica, de tiempo, de muerte, de palabras, donde el
hombre es un verbo siempre escrito en tiempo pasado, una voz sin cuerpo visitado por tiempos simultáneos
y fantasmas futuros. La imaginación del hombre que en Arguedas liberaba las potencias luminosas de la
música y del heroísmo, sirve en LA CASA VERDE para construir espejismos lingüísticos, ilusiones devorantes,
que succionan al hombre hacia la nada. La inocencia del indígena termina en el burdel de la Chunga.
Arguedas evoluciona hacia otra concepción: ya en TODAS LAS SANGRES no se trata de seres que sobreviven
dentro de la cárcel esperanzados en su ligazón emocional y mágica con el hombre y la naturaleza que lo
llaman desde fuera de su encadenado existir, sino de héroes que se enfrentan a la prisión desde el exterior,
desde el otro lado de la puerta, y que han de destruir con su acción rebelde todas las cárceles del
mundo, hombres que liberarán a los presos, que harán realidad social eso que las venas de hombre y bosques
prometían con su canto salvaje y alegre. La lucha en la primera etapa de Arguedas, anterior a TODAS LAS
SANGRES era individual e interior, era la batalla del ser humano por superar la maldad que él encuentra en el
mundo, mediante el procedimiento de derrotar las tentaciones, las bajezas, la peste, que intuye en su propia
conciencia. Es una idea cristiana, dostoievskiana, en parte existencialista: en mi salvación personal está
cifrada la del universo todo. Las guerras sociales por un mundo mejor se ganan con seres divididos,
desgarrados, complejos. Sólo la contaminación interna puede explicar la persistente predominancia del mal
en el mundo. Cada hombre redime a los demás. Pero una vez que Arguedas, después de años y años de lucha
con sus propias tormentas y tormentos, ha logrado no sucumbir a la perversión, a la cárcel interior que cada
hombre cobija, debe retornar para buscar a los seres que ama, a los indígenas que le permitieron, mediante su
solidaridad y ejemplo y canto subterráneo, liberarse: debe abrazar la lucha colectiva del pueblo en rebeldía. 'Y
así,' dice Ernesto, 'renovado, vuelto a mi ser, regresaba al pueblo: subía la temible cuesta con pasos firmes. Iba
conversando mentalmente con mis viejos amigos lejanos… que me criaron, que hicieron mi corazón
semejante al suyo'. La huida de Ernesto, finalmente, es posible porque él sabía que 'los colonos, con sus
imprecaciones y sus cantos, habían aniquilado a la fiebre' y que 'el río la llevaría a la Gran Selva, al país de los
muertos'. ¿Acaso podrá olvidarlos? ¿Podría negarse a volver? Porque José María vuelve ahora, tiene que
retornar, transfigurado, sano, entero ahora, para enfrentarse socialmente con esas fuerzas que ha derrotado
en su interior en las novelas anteriores. Para exorcizar a la muerte no basta con vencerla en la soledad
compartida, sino que debemos llegar a la gigantesca aniquilación de las fuerzas económicas que, de no
extinguirse, enleprarán el mundo. (La lucha interior, naturalmente, sigue en diversos personajes —Don
Bruno, el caso más sobresaliente—, y estas almas acosadas por el sufrimiento y la duda son bastante más que
una intensificación de la guerra mayor que se desarrolla en el contorno. Es la mirada que se le reserva a la
sombra, a lo diabólico, a la negra mano derramada que no nos permite despertar en el medio de un sueño
atroz, a todo eso que debería ser explicado como simple producto de la enajenación social, pero que existe
para Arguedas como algo insondable y ambiguo, algo que no puede ser explicado y tal vez nunca del todo
derrotado. Arguedas vacila, y esa misma vacilación profundiza su eco en algunos personajes. Los mismos
conflictos que antes motivaban y daban unitaria estructura a toda la acción narrada, aparecen en TODAS LAS
SANGRES reforzando una titánica lucha en todos los niveles, y también con cierta silenciosa advertencia,
dando a entender que tampoco todo es tan claro. Pero esto es materia para otro estudio, que examinaría el
cristianismo y el marxismo en Arguedas.)
Las novelas y los cuentos anteriores a TODAS LAS SANGRES presentan a los adolescentes que se inician en
un mundo perverso e injusto. Mediante una voluntad lírica, bella pero confusa, llena de vibrante ternura
hacia todo lo viviente, narrada en primera persona, el joven decide no dejarse destruir. Pero en TODAS LAS
SANGRES, objetivada en tercera persona como para alejar toda noción de subjetividad o egocentrismo, las
fuerzas que se rebelan no se apoyarán sólo en sentimientos mágicos o en la dignidad feroz del indígena, sino
que también habrá una estrategia de combate a largo plazo, una preparación racional y emotiva para la
guerra, una guerra homérica que se desarrollará en torno a una mina en el Perú. Trataremos de demostrar
que esta lucha toma características épicas, es decir, que TODAS LAS SANGRES, sin dejar de ser evidentemente
una novela, se aproxima en muchos sentidos al género literario de la epopeya.
Para entender la originalidad genial de Arguedas, hay que hacer ante todo una rápida revisión
comparativa de la visión narrativa con la cual entronca y que él ha superado definitivamente: la novela

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indigenista anterior, que es una de las formas que toma la novela de la explotación social en América, 2 cuyo
interés principal es mostrar la opresión. En esas vidas despedazadas por vejámenes, en esos indios aplastados,
ingenuos, engañados, inconscientes del mundo en que viven, se enfatiza la pasividad, la acumulación de
sufrimientos, la falta absoluta de control sobre los acontecimientos. La personalidad de cada cual se establece
desde los golpes y las heridas. Esta visión no sólo se debe a las condiciones históricas que prevalecían en esa
época y que desafortunadamente aún persisten en parte en la nuestra, sino también a la influencia del
determinismo naturalista en la literatura, el hombre como un ser agarrotado por la fatalidad exterior (su
medio ambiente, sus circunstancias históricas) e interior (su raza, sus genes).
El mundo revelado en estas novelas sociales es estático, casi eterno, sin movimiento o cambio. Cuando
por fin, en la última página, los indios se rebelan (si es que lo hacen), se debe a un impulso ciego, instintivo,
inútil, un último intento desesperado por no ser despojado del último reducto de tierra que les va quedando.
Es una reacción automática, casi pavloviana, para poder sobrevivir, llevada a cabo por seres que resisten no
porque tengan un plan para su liberación, una estrategia para la batalla, sino debido a que ya no tienen
dónde escapar: tendrían que huir fuera de las páginas del libro, escurrirse más allá de sus tapas. Se han
cerrado todos los caminos, las alternativas han sido examinadas todas, y ahora, contra su voluntad, con rabia
y resignación, puesto que intuyen que morirán infructuosamente, deciden luchar. Reiteradamente se muestra
a los indígenas listos para retroceder, felices en sus exiguas posesiones, con tal de que los dejaran en paz. Si
no fuera por la acción continua de los gamonales y de los intereses extranjeros, no habría conflicto. El
estallido está provocado por la repetición intensificada de los abusos. La aniquilación del pobre es
consecuencia natural de su falta de preparación militar e ideológica, su letargo. La tensión dramática de estas
novelas es naturalmente mínima.
La novela de Arguedas, en cambio, sin dejar de denunciar la opresión e indignarse por ella, muestra
desde el principio la rebelión, y no como resultado casi mecánico de abusos inaceptables, sino como una
ofensiva decidida de parte de un sector de los indígenas por instaurar un nuevo orden social y humano,
cuyas raíces futuras se hunden en el ser mitológico. No se trata de re-acción biológica, el hombre no es un
reflejo condicionado o un perro que muerde de tanto que lo han pateado, sino de acción originaria, política y
militarmente originaria. La novela de Arguedas no muestra el camino que recorre el indígena para llegar a la
conclusión de que debe resistir: es la resistencia misma, desde la primera página. Donde termina la obra de
Ciro Alegría, Lara, Icaza, ahí es donde comienza la rebelión de José María. Rebelión inevitable, indispensable,
esencial, necesaria. No hay ceguera ni accidentalidad en esta lucha. Rendón Willka, símbolo del pueblo,
figura prometeica, sabe perfectamente qué hacer. Ni es ingenuo ni le engañarán. Ha medido todo: puede leer
no sólo libros, sino almas humanas y sus intenciones. Su lucha es para largo, y dentro de su plan figura su
propia muerte. El universo le pertenece, con calma y aplomo. Con dones proféticos, conocimientos casi
sobrenaturales, aparece como un ser semi-divino, una leyenda haciéndose ante nuestros ojos. Descarga los
golpes cuando a él le conviene, no cuando es provocado por los terratenientes o por el Consorcio Extranjero.
Derrota uno por uno a sus adversarios.
Arguedas ha ido preparando el heroísmo de sus indígenas en todos sus libros anteriores. No sólo ha
mostrado cómo el hombre aniquila la maldad interiormente, sino que establece en LOS RÍOS PROFUNDOS, (en
la actitud de Doña Felipa, y cuando dice 'pero podría igualmente luchar contra una legión de cóndores y de
leones o contra los monstruos'), en YAWAR FIESTA (tareas de Hércules que cumplen los indios: el camino y el
toro), en innumerables cuentos, que el indio es moralmente superior a sus explotadores, más inteligente y
fuerte y bello. Ha ido creando un concepto de la dignidad del indio que faltaba en toda la tradición anterior.
Porque aun los autores que más amaban al indígena lo miraban desde afuera, desde lejos, con una mirada
turística que se posaba paseante en su exotismo y costumbres raras. La solución propuesta era generalmente
que el indio se civilizara, es decir, que elevara su estatura a la del hombre blanco y entonces podría resistirlo,
incorporándose plenamente al mundo opresor. Algo así como una vía pacífica, reformista. Pero en Arguedas
—siguiendo el principio que Aristóteles estableció para el género de la canción épica— estos hombres son
"mejores" que el lector, superiores a él, y la batalla que desarrollarán es más importante que la cotidiana lucha
de los lectores. Los bárbaros son más humanos, más necesarios, más "civilizados". Quien es pasivo es el
lector, dedicado a recibir las imágenes que un narrador le entrega. El héroe épico es activo: cambiará el
mundo.

2 Nuestras ideas se basarán principalmente en las siguientes obras: HUASIPUNGO (Icaza), EL INDIO (López y Fuentes), METAL DEL
DIABLO (Céspedes), RAZA DE BRONCE (Alcides Arguedas), PLATA Y BRONCE (Fernando Chaves), TUNGSTENO (Vallejo), los cuentos
de López Albújar, ALUVIÓN DE FUEGO (Oscar Cerrutto), ALTIPLANO (Raúl Botelho Gosálvez), más algunas obras que muestran la
explotación sin indígenas (Fallas, Gallegos, Lomboy, Rivera, Gil Gilbert. Osorio Lizaraso y César Uribe Piedrahita), pero nos
fijaremos especialmente en aquel monumento, EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO, con el cual TODAS LAS SANGRES guarda una
extraña e inversa relación.

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Claro que la novelística anterior preparó el
terreno para Arguedas al documentar la vida indígena
y proponer, como solución final, definitiva, la
violencia. Antes de poder narrar la gesta liberadora de
América, que es el sentido de TODAS LAS SANGRES, era
necesario desmitificar y desmixtificar al indio,
rechazando tanto la falsa visión decorativa,
sentimental, del romanticismo a imitación de
Chateaubriand, así como la concepción feudal de que
era un salvaje, ignorante, bestial, irredimible. Con ese
material fotográfico, con las superficies que los
criollistas trajeron de vuelta de la tierra, Arguedas
debió empezar otro camino, ahora hacia el
mito, debió crear un nuevo mito, uno verdadero esta
vez y no falso, la leyenda contemporánea de la
rebelión en pos de una nueva humanidad. Partiendo
del resultado a que llegara la novelística anterior,
Arguedas narra las consecuencias complejas de esa
decisión de resistir, y lo hace tomando en cuenta toda
la maraña de actitudes posibles en el mundo actual, encarnándolas en individualidad, de acuerdo con la
tendencia de la nueva novela hispanoamericana, y que sólo es posible cuando al hombre se lo libera de la
pasividad y del sufrimiento mudo, y se lo personaliza en una relación cambiante con su medio.
Con esto, Arguedas rescata una de las vertientes esenciales de América (y de toda la humanidad actual,
especialmente en el Tercer Mundo), continente donde aún es posible lo heroico. No sólo por sus luchas
pasadas y futuras de liberación social y por su primitivismo bárbaro, sino también porque su situación
cultural es lo suficientemente madura como para esbozar grandes obras en torno a estos temas.
Narrar este destino social colectivo, ideal y posible, ya significa afirmar que, contrariamente a lo que
sucede en casi todas las novelas contemporáneas (incluyendo las de Vargas Llosa), el hombre puede cambiar
su mundo: se construye una esperanza, el futuro discernible de Perú y de América. Se narra una
potencialidad. Los protagonistas participan de la característica primordial del héroe épico: la ambición
orgullosa, pero no desmedida. Derriban montañas, se enfrentan a los monstruos de la noche que se dice
viven dentro de la mina, desafían a ejércitos e intereses que aparecen como invencibles y siniestros, los
terratenientes y un Consorcio Internacional que dispone de la tecnología moderna con redes tentaculares en
todo el mundo y que tiene a su favor, además, al Parlamento, a los Juzgados, a las autoridades locales, a la
iglesia. Frente a esto se hallan las figuras macizas, gigantescas, míticas ya, de Rendón y de su aliado Don
Bruno. Este desafío emocionante nos indica que aquella lucha, para Arguedas y para el lector, tiene las
dimensiones trascendentales de otros hechos, históricos o imaginarios, que han movido a otros cantores
épicos: la disputa por la mina, que representa la lucha por la liberación de América, reviste la misma seriedad
de momentos tales como la fundación de Roma (LA ENEIDA de Virgilio), como la conquista de Jerusalén por
los cruzados (LA JERUSALEMME LIBERATA de Tasso), como la creación del Imperio Español (LA ARAUCANA de
Ercilla) o del Imperio Portugués (OS LUSIADAS de Camoens), como la justificación de la caída del hombre, o
su salvación (PARADÍSE LOST y PARADISE REGAINED de Milton). Según C. S. Lewis (A PREFACE TO PARADISE
LOST) una característica fundamental de lo que él llama la épica secundaria o escrita (en contraposición a la
homérica u oral), es que estos momentos tratados son únicos, irrepetibles, arquetípicamente significativos. Ya
veremos que Arguedas, a pesar de que su obra es una novela y no un poema épico, intenta crear un mundo
irrepetible y épicamente único. El mundo, después de la acción de los héroes de todas estas obras, ha de
quedar esencialmente alterado.
Puede haber heroísmo, entonces, porque aquí la acción tiene sentido, dispone de una jerarquía
valorativa, un eje de claridad axiológica en torno al cual girar. Para Vargas Llosa, su obra misma es la
búsqueda de este sentido. El significado está, si es que se halla en alguna parte, en el recorrido, en el
desarrollo, en el encuentro que se adelgaza y atenúa entre el humo de gestos y vocablos. Para Arguedas el
sentido está dado, ya estructura la acción con una determinada orientación combativa. La muerte, en TODAS
LAS SANGRES, es una resurrección en la historia, porque hay un significado mayor que enmarca los momentos
transitorios de la derrota. La muerte es un obstáculo más, el más duro, en la lucha; pero no es el esqueleto
mismo de las cosas, como en Vargas Llosa, donde los personajes están cadavercomidos por la eterna, única,
cotidiana muerte, el común denominador en este caos demasiado exacto e inevitable, donde cada historia
paralela y simultánea es la negación de la libertad y del sentido en toda otra secuencia. Para Arguedas, la
muerte es la pequeña muerte o la muertecita, como dice Rendón Willka, anticipándose proféticamente al Che.
La vida puede más. Los fusiles no pueden apagar el sol.

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Esto, por lo demás, nos da una clave para entender la actitud hasta cierto punto tradicional de Arguedas
frente a la estructura narrativa y al lenguaje. La guerra, tema central, exige dimensiones claras, indudables:
hay un centro en torno al cual giran los hechos y acontecimientos, hacia el cual convergen situaciones,
personajes, espacios. La técnica narrativa pide también definición. exactitud, limpieza, casi como si fuera un
personaje épico más. Destruir el funcionamiento aparentemente racional del universo imposibilitaría la
unidad de la epopeya.
Así, el hecho de que la obra misma de Vargas Llosa es un tumultuoso viaje hacia sí misma, hacia un
universo que sólo se desenmascara en el transcurso de rebuscar un significado que tal vez no exista, el hecho
de que el exilio es más importante que la guerra, porque en el hacerse ajeno a las raíces, perderlas, se las
recrea de nuevo en cada instante, el hecho lingüístico y formal, no puede separarse en absoluto de un tema
fundamental en Vargas Llosa y en toda la literatura contemporánea: la imposibilidad de ser un héroe. Ser
épico (se entiende en el sentido aristotélico y no en la forma de Staiger) es ser protagonista de su propia
historia, ser más que la masa en el cambio de la historia, elevarse por encima de su circunstancia. El personaje
de la novela actual, europea y norteamericana, es una víctima, un espectador dentro de la masa, que busca la
dignidad en su propia conciencia, raramente en la acción. Enfrentado a un mundo tan complejo que lo enreda
y lo engaña, se refugia en los confusos rincones expuestos de su yo. Desentrañar su situación dentro de la
totalidad de interrelaciones que lo inmovilizan, dialogar con su pasado brumoso, negarse a la corrupción,
conservar la humanidad a la defensiva, es lo más que se puede hacer. En Latinoamérica se agrega la
necesidad de la violencia, de sobrevivir. En Vargas Llosa podemos advertir, muy de pasada, que no existe el
honor, sino que la hombría, la transitoria alianza para alejar la muerte y morder alguna dignidad, porque la
muerte no puede ser trascendida.
Si miramos la otra cara de la guerra, la del amor, se llegan a las mismas conclusiones. Para Vargas Llosa
al hombre sólo le queda la mujer, una relación personal, en un mundo que se desintegra: la acción se centra y
se formaliza en torno al eje femenino, el principio de falsa eternidad que la mujer-tierra encierra. En Ar-
guedas, todas las mujeres se parecen entre sí, neblinosas y vagas, importando en TODAS LAS SANGRES en
cuanto retardan o adelantan los acontecimientos, tal como Armida en la obra de Tasso, apoyando o haciendo
retroceder lo heroico. Don Bruno no vacila en dejar a la mujer que ha encontrado; es más importante para él
la lucha, a pesar de que ha logrado lo que los personajes de Vargas Llosa han anhelado siempre: una mujer,
un hogar, el respeto de los demás, un hijo.
Se repite así el lugar subordinado de la mujer de la epopeya: Dido en LA ENEIDA (sirve para mostrar la
voluntad de Eneas, el plan de los dioses, y para configurar la futura lucha de Roma con Cartago), Andrómaca
en LA ILIADA (la nostalgia, lo que Héctor dejará al morir, como puntualiza Rachel Bespaloff en ON THE ILIAD),
o la transitoria aparición de la dama de Roldan, llorando su muerte. No hablamos, claro, de los romanzi
caballerescos, basados en el amor cortés (Boiardo, Ariosto, Spenser). Aún el problema de la violación de la
indígena, tan reiterada en la novela social americana importa en cuanto ayuda a Don Bruno a tomar
conciencia épica, al situarlo frente a una batalla con el demonio interno que también deberá derrotar en la
sierra peruana. La lucha en el nivel alegórico-moral se funde con la lucha social.
Por lo demás, esta actitud de Arguedas ante la mujer se relaciona con el hecho de que para poder acercar
su cosmos al de una epopeya, el autor ha tenido que rechazar la realidad cotidiana, endeble, carcelaria, de to-
dos los días, para lograr la creación de un mundo estético que vaya más allá de los límites de lo minucioso
fotografiable y factual. La novela anterior de la explotación ha sido, en palabras de Portuondo, 'documento
denunciador, cartel de propaganda, llamado de atención, hacia los más graves y vigentes problemas sociales
dirigidos a las masas lectoras como excitante a la acción inmediata'. Pero una gesta heroica no puede ser un
documento o una fotografía, o un ensayo adornado con personajes, ni puede tener un "método naturalista-
nativista-tipicista-vernacular" (frase de Carpentier); hay que exagerar para llegar a lo heroico, hay que salirse
de las reducidas dimensiones del escamoteo fenomenológico que mata la hazaña, hay que crear gigantes. Lo
objetivo, lo veraz, lo científico, lo observable, eran los fundamentos de la novela social anterior: desmitificar,
informar sobre lo que se ha simulado ignorar. Es una intención gnoseológica realista. Arguedas, aunque no
deja de mostrar nuevas realidades factuales, está más interesado en la reordenación de éstas, en la gestación
de un ente nuevo, único, cuya bondad no resida en su correspondencia exacta con la realidad objetiva, sino
que tiene calidad en cuanto crea un nuevo mito, encarnando el deber ser de lo real, el sentido profundo y hasta
ahora oculto de la historia, y esto se hace utilizando las categorías de lo épico. Una situación exactamente
como la de TODAS LAS SANGRES no ha ocurrido ni ocurrirá, aunque puede estar imitando la estructura
potencial o actual del acontecimiento mayor e íntegro de toda América Latina: la liberación de los pueblos
oprimidos mediante la acción revolucionaria.
Por otra parte, las situaciones de las novelas sociales anteriores han ocurrido efectivamente, son la copia
fiel, pero no profunda, de una realidad repetible. Casi todos esos autores fundamentan su novelar con
extractos de diarios, pruebas de permanencia entre los explotados, etc., demostraciones de que su obra es
verdadera, basándose especialmente en lo que Wolfgang Kayser llama el "asunto". Arguedas no copia, no

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calca, aunque tampoco deja de documentarse él, pero el sentido no es documentar al lector, sino conmoverlo
estéticamente: es un supremo acto de la imaginación, la creación de otro mundo. Proyecta en el papel algo
nuevo, algo que es REPRESENTATIVO de todo el proceso de Perú, pero que representa porque no toma
fotografías, sino que selecciona, intensifica y concentra. Lo épico pide la elevación de lo cotidiano a mito, el
alejamiento de lo periodístico, el salto por encima de la interioridad que tal vez posea la mesa del comedor o
la hoja que cae al suelo. ¡Basta de cepillos de dientes llenándose de algas! Todas las sangres del Perú, es decir,
todos los intereses, individuos, clases, convergen hacia un sitio y batallan en él. El lugar existe en cuanto
representa y reúne todas esas fuerzas que no se tocan en la habitualidad diaria, pero que en el teatro de la
historia americana, deberán, y ya lo están haciendo, enfrentarse. Parece imposible la reunión de tantas
tendencias en un solo lugar, todas las gradaciones dentro de cada categoría; parece imposible esta reunión,
imposible pero no inverosímil. El lugar donde se encuentran todas estas fuerzas es imaginario y no factual: el
espacio único, original, mítico. No trata de destruir antiguas falsedades acerca del indio, sino de crear una
nueva leyenda, basada en su liberación. El resultado para el lector es maravillarse.
En las novelas indígenas anteriores, incluyendo las de Asturias, la obra se estructuraba mediante la
adición de cuadros, cada uno de los cuales ampliaba el espacio, mostrando todas las formas posibles de la
miseria y de la explotación, todas las regiones en que este fenómeno se manifestaba. Había que espacializar la
opresión. Así, en EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO se muestra como, tras el despojo de la comunidad de Rumi,
viene la dispersión, los viajeros que advierten en todos los lugares la misma injusticia. Es la acumulación de
escenarios, parecidos en su estructura básica de explotación, diversos por el lugar geográfico en que ocurren
y el oficio (minero, trabajador urbano, cauchero, agricultor independiente, agricultor semiesclavo): lo
fundamental era agotar un país por medio de la ampliación variada, agregando a esto cuentos y anécdotas. El
mundo es ANCHO: por los diferentes espacios. Y AJENO: en todos ellos predomina la enajenación.
Arguedas lucha, en LOS RÍOS PROFUNDOS, en EL SEXTO, en TODAS LAS SANGRES, contra ese sistema de
dispersión acumulativa concentrando en un solo punto a todos esos seres que la novela anterior fotografiaba
en los esparcidos rincones del país. El espacio es personal y humano más que geográfico en Arguedas: él
necesita enfrentar constantemente a sus protagonistas, porque es una guerra épica, y lo logra mediante una
típica operación homérica, similar a la que hace Tasso. Esa mina es mucho más que un mero paraje donde
hay un determinado tipo de explotación. Es el punto convergente ya legendario, alejado de lugares concretos,
donde están todos los tipos de explotación, un lugar creado por la mezcla unitaria, inencontrable en el mapa
físico del Perú, pero sí en la geografía imaginativo-mental de Arguedas.
Nos encontramos, pues, ante una batalla representativa en un lugar también representativo, simbólico,
ideal. No sólo los personajes, por ende, son mejores que nosotros, reconocemos en ellos nuestras mejores
aspiraciones y más notables cualidades, sino que el espacio es también superior al nuestro, concentrando lo
que está disperso en la cotidianidad de un país o de un continente. Es como Troya, un lugar donde lo
sobrenatural en el hombre puede expandirse, casi fuera del tiempo y del espacio. Al tratar de superar la
realidad, al buscar un absolutismo imaginativo y rechazar los esquemas, Arguedas se integra a las corrientes
superrealistas de la novela hispanoamericana actual, sitio que se le ha negado constantemente. Lo mágico se
apodera ahora de la estructura misma del mundo.
Este irrealismo se manifiesta, además, en la creación de personajes que encarnen una voluntad casi
sobrehumana de lucha, una dimensión épica de sobreponerse y determinar por sí mismos el mundo. Se
cercena en el personaje todo lo que pudiera mostrarle como ineficaz o pequeño. Los personajes hablan, por lo
demás, con una cierta solemnidad, un cierto primitivismo apasionado y lejano, que nos recuerda las sonoras
sílabas de los héroes homéricos o virgilianos o ercillescos. No hay retórica, pero sí claridad y persuasivo peso
en cada símil. La peculiar construcción sintáctica del hablar, nos aleja aún más. Lo que en los novelistas
criollistas era un afán de regionalizar y grabar costumbres lingüísticas exóticas, es en Arguedas la forma de
distanciar al lector de un mundo ya lejano.
Arguedas tiene también una deuda con los métodos de la epopeya en cuanto a la máquina maravillosa
pagana (los dioses en Homero y Virgilio) o cristiana (la épica renacentista-barroca, véase Spingarn o
Weinberg), ya que aquí el lugar del deus ex machina está ocupado por la naturaleza mágica de América, gran
aliado del hombre en su lucha con el universo. La intervención de los ríos, montaña, aves, el aire, la tierra
misma, equivale a la intervención divina en los poemas épicos anteriores. La armonía entre macro y
microcosmos, comunicados por la magia verbal indígena y la inocencia madurada, sitúa la novela en la zona
que está más allá de lo visible o cotidiano. Y la presencia de la anticipación y la profecía también ligan al
hombre a lo sobrenatural, como fórmula mágica pero no teológica, ya que es la imaginación misma la que
permite al hombre intuir las realidades auténticas que el futuro guarda recelosamente y que sólo el acto
poético, la augurante intuición del indígena, puede revelar.
Los adversarios, los explotadores, se muestran también como casi invencibles. Icaza y otros trataban a los
opresores con ironía tragicómica, tratando de ridiculizar lo que eran incapaces de destruir en la realidad
social. La sátira, como se comprenderá al leer a Swift, es esencialmente fruto de la impotencia. Arguedas

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rechaza la maqueta o la caricatura. Mientras más poderoso el adversario, más grande será el triunfo de los
héroes indios. Mientras más serio el tono, más trascendental es el hecho. Los indios van a destruir a sus
explotadores. No tienen para qué reírse de ellos o del mundo como mecanismos de compensación o para
adquirir conciencia.
Detrás de esto hay un cambio sustancial frente al lector. La novela social anterior era el documento de un
padecer objetivo y estático, cuyo sentido era golpear al lector con horrores para ver si éste cambiaba su
actitud y luchaba a favor del indio. Eran obras "escandalosas", pero su fin era, según los dictados de Le Román
Experimental de Zola, mostrar verazmente la realidad. El mundo novelesco comenzaba con la miseria de los
protagonistas y termina en ella, una mirada idéntica, invariable, y se pedía que el lector, informado,
espantado, transformara el mundo mediante su acción política o legislativa: se supone que el cambio se
operará en la realidad del lector porque justamente la novela ha pintado a hombres que no pueden librarse
por sí mismos del peso de la explotación y necesitan ayuda. Tampoco, notemos, se hace diferencia alguna
entre el mundo ficticio del personaje y el real del lector.
Arguedas cambia este esquema totalmente, al ver que el mundo no ha cambiado ni cambiará por muchos
llamados de auxilio que se le haga al lector. No se preocupa, entonces, por el efecto político en quien lee. Si
éste quiere, que se sume al movimiento de liberación que ha iniciado el indígena y que Arguedas muestra
como un desarrollo, una rebelión, una dialéctica, en el mundo novelesco mismo. Si el lector no quiere luchar
junto al indio, allá él. El indígena no es un ser desvalido, sino uno superior al lector que lo lee, y hará su
revolución sin ayuda caritativa. Arguedas narra esa lucha épica; no apela a los sentimientos humanitarios de
nadie. Un héroe legendario, que ha perdido el miedo a la muerte, que anticipa el futuro, que habla con los
pájaros y derrota consorcios internacionales, no necesita de la conmiseración barata de los lectores. ¡A la
mierda! El se basta a sí mismo, es su propio futuro. La novela anterior se preocupa por desarrollar una
actitud política en el público. Mostraba un estado estático y suponía que el cambio que se llevaría a cabo en el
mundo factual del indígena sería por obra del lector. Arguedas cree que el cambio en el mundo factual del
lector se hará por la presencia épica del indígena, e incorpora esa transformación al mundo literario, que no
es estático, sino desenvolvimiento revolucionario, movimiento progresivo.
El mundo de la barbarie es superior al mundo de la civilización: la barbarie es la imaginación, la
civilización el cómodo sillón del lector. El personaje liberará al lector, porque la ficción que narra Arguedas es
la epopeya de la realidad profunda. (Y de pronto nos encontramos con que hay interrelaciones insospechadas
entre Arguedas y… Julio Cortázar y su teoría del lector-hembra.)
Esto se une a otra característica épica: los poemas épicos, según Bowra en FROM VIRGIL TO MILTON, nacen
en una edad de reforma moral, y tratan de establecer arquetipos sociales, modelos y modos de enfrentar la
realidad perpleja que se vive, buceando en lo legendario para encontrar allá la orientación necesaria. Virgilio,
Tasso, Milton, Camoens, Ercilla, escriben en momentos críticos, y hay una profunda melancolía, como en
Arguedas, en toda su obra. No hay ahora espacio para referirse a este manierismo épico, pero importa señalar
que Arguedas también crea un arquetipo heroico dual: Rendón Willka y Don Bruno, que muestran el camino
que ha de seguirse para la liberación. El novelista cree contar con la verdad y contar la verdad, con la
omnisciencia que predetermina confianza total y que sustenta toda posible hazaña.
En Vargas Llosa, en cambio, no hay una verdad, apenas verdades contingentes, perspectivas cambiantes.
La ley fundamental de su mundo es la relativización: la fragmentación formal de las vidas incide en la falta de
jerarquización verbal en el tiempo y de ubicación adverbial en el espacio. Las voces tienen que ordenarse
solas, conferirse sentido desde sí mismas. El lector mismo se convierte en un signo de interrogación,
espejismo entre espejos, tejedor de manto peruano invisibilizándose en sus criaturas. Y cada palabra —sí,
cada palabra— de LA CASA VERDE imita la soledad aterradora de cada personaje y del libro entero,
encadenada dentro de un ciclo que dibuja espirales en forma de círculo, donde origen y descomposición,
comienzo y final, son lo mismo. Arguedas cree en el progreso, cree en la acción que tiene sentido. La épica
secundaria se funda en la necesidad de la acción histórica. Para Vargas Llosa no hay progreso, la ilusión es
inútil, y aunque hace andar el tiempo, ya uno está predestinado. Tal como Arguedas amplía y complejiza su
realidad, así Vargas Llosa también crea un panorama, pero de la verdadera geografía humana, la del hombre
en el tiempo y no en el espacio. Vargas Llosa rompe mitos, convenciones, comodidades. Arguedas construye
mitos. Ambos rechazan lo esquemático.
Notemos, sin embargo, que Arguedas es uno de los únicos escritores en el mundo que le asesta golpes al
mundo cotidiano de la novela desde lo épico, desde la imaginación de lo heroico. En la actualidad, y desde
Joyce y Proust en adelante, se ha hecho evidente una tendencia que busca la antinovela, una nueva forma de
la novela. RAYUELA, EL TAMBOR DE HOJALATA, PONGAMOS QUE ME LLAME GANTENBEIN, las de Beckett, le
nouveau roman francés (Robbe-Grillet, Sarraute, Butor), NAKED LUNCH, las novelas de Barthelme, y sin duda
LA CASA VERDE. Algo similar ocurre en mucho de la lírica contemporánea. Los golpes no vienen, en estas
obras, desde lo épico, sino desde la disolución del mundo cotidiano por el ácido corrosivo de la imaginación
interior, individual, ensoñada.

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Arguedas va contra toda una tendencia contemporánea: afirma la realidad del mundo. La lucha no es,
como en el caso de Vargas Llosa, lucha de niveles de realidad, de simultaneidades temporales y personales,
de dimensiones que se niegan unas a otras, sino la lucha por conquistar el poder en un mundo objetivamente
idéntico para todos los personajes que viven en él. La novela mundial actual empieza o termina por dudar
radicalmente acerca del mundo mismo. Arguedas no hace esto. Ni tiene dudas la Compañía Internacional, ni
duda el pueblo indígena, que sin embargo usa su imaginación como aliado en la batalla. Tal vez, muchos
años después, cuando el héroe colectivo de Arguedas domine el universo y controle efectivamente su destino
natural y social, quizá entonces se le planteará la duda que ahora aqueja a Vargas Llosa, tal vez algún día
preguntará: ¿y este mundo por el cual he luchado, es real, existe, y yo mismo, acaso existo? ¿Y no he sido
controlado por otros todo el tiempo? ¿Y qué es la realidad? ¿Y cómo recupero mi pasado, cómo hago para no
morir, para sobrevivir con dignidad, para clarificar líneas en un universo cada vez más complejo, para no
morir?

Para no morir, y las preguntas de repente cobran otra dimensión, otro sentido: este ensayo lo había
terminado hacía dos años, y al ir rehaciendo algunas partes para el homenaje en AMARU, no pude evitar que
me deslumbrara la tentación de suponer que en aquellas páginas, escritas antes, tan categóricas, tan
supuestamente válidas para la obra literaria, debería haber algo así como un mensaje, un parcial re-
encuentro, una huella que tapara o explicara esto que no puede taparse, que no necesita explicación, su
muerte. Era buscarlo de nuevo, como si estuviéramos tan tranquilos sentados en torno a una mesa, como si la
mesa fuera el ensayo y pudiéramos hablar.
Es así que fui pensando en la estrategia francamente épica para lograr la muerte que deseaba, o la férrea
actitud de ir ordenando el mundo después y desde la desaparición. Desfilaban esquemas tan bonitos, casi
cómodos: la literatura se convertía en realidad, el espacio ideal se ensanchaba desde la muerte, se afirmaba
una vez más la magia que unía palabras y mundo, y una muertecita más ocupaba su lugar, transparente,
inevitable, dentro del gran proceso social y natural.
Pero no, y tampoco, porque hay que preguntarse si él no estaría sustentando su mundo desde la muerte
al verlo justamente amenazado, a punto de derrumbarse, porque quizá dudó por primera vez de esa magia
primordial, pensó que se estaban construyendo ahora, alguna vez, mundos en que ya no cantarían los ríos, no
sé por qué me siento traicionándolo, pero es lo que debo transcribir, lo que las páginas sugerían, que tal vez
la epopeya imitaba el pasado potencial del indígena y no su futuro, que civilización y barbarie no podían
fusionarse en América, que la epopeya era un gesto y no una realidad, dicen que uno de sus carnavales
serranos había terminado en una fiesta a go-go, dicen que estaba muy desanimado, habría visto una
gigantesca, metálica, monstruosa computadora, y el cepillo de dientes sí enverdece de algas, y ese Chimbote,
fluida imagen del caos contemporáneo, el mundo no es Perú, y todos se salvarán o ninguno, Chimbote, que
no ingresaba en ninguna categoría, que se salía de lo posible, aun de lo posible épico, cada noche era más
difícil derrotar lo ambiguo y torcido, cada vez había que respirar más hondo y apretar más fuerte los puños
para que los árboles se pusieran en movimiento, todo esto lo iba pensando yo, él, no sé quién lo iba
pensando, y de repente entendió que las nuevas técnicas de la novela americana no eran algo superpuesto,
sino algo que respondía a esa angustia y la interpretaba, ese desquiciamiento, ese mundo en crisis y en
vaivén, esa cárcel de palabras flotando sobre el vacío que es América también, eso que sentimos todos y que
José María creía poder superar, Ernesto, Rendón, todos, y entonces se unió a sus personajes y a su pueblo,
entonces irradió sus imágenes de la única manera que le quedaba, en esa dirección, se jugó entero en el riesgo
y perdió o ganó, ya se había introducido como personaje en su última novela, ya había vuelto al yo que se
sentía acorralado, y era necesario que ahora él se responsabilizara de su presencia, salvando a Chimbote y al
Perú y al mundo con su propia muerte desesperada y esperanzada, completó el ciclo de su obra fuera de su
obra, dio un paso más allá, el último posible, para que de una vez los hombres entendieran, en las vísceras de
la piel al leer esa noticia, un paso más allá de TODAS LAS SANGRES, porque faltaba su propia sangre, (y no
quisiera que esto fuera elegía o explicación, es como lo que el profesor le va dictando a un niño y que se copia
trabajosamente, con algunos errores), reaseguró su canto, cerró los párpados para mirar más lejos, subió por
las cataratas de su infancia, y dijo aún algo más, en voz baja y terremoteada, para que todos lo pudieran leer
sin haber abierto una de sus novelas, justamente para los que ni sabían leer pero entenderían mejor, lo único
que faltaba decir, ese acto limpio, ese acto continuo, uno más entre otros, y no hay consuelo, tal vez hay un
mensaje, sí, cómo decirlo, el pájaro deja de volar para reconciliarse con la sombra propia que lo persigue
desde siempre desde tierra, el cuerpo que cae todavía dialoga con el sol, aquí estoy, si hubo derrumbe había
montaña, y las piedras, los huaycos reiterados, impregnarán otra cordillera o tal vez no sean más que una
colinita más o sólo piedras para otro camino, y no te diré que seguiremos, no prometeré, pero estoy tranquilo
y con rabia, estoy vivo, gracias.
—Publicado en Amaru, Revista de Artes y Ciencias editada por la UNI. Nº 11. Lima, diciembre de 1969. Pp. 18-26.
Digitalizó: http://www.arlequibre.blogspot.com
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JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
La Creación como Compromiso y la Voluntad de Realismo
Por ALEJANDRO LOSADA
José María Arguedas consideraba a Todas las sangres (1964), su mejor obra3. Tuvo la intención de revelar
al Perú total: "Conozco el Perú a través de la vida e intenté escribir una novela en que mostrara todas estas
jerarquías, con todo lo que tienen de promesa y todo lo que tienen de lastre"4. Es más, quería reflejar a su
pueblo, combatiendo, enrolado en dos tendencias opuestas5. Tenía una concepción dinámica de la nación y
pretendía entregarle al Perú su propia lucha en una imagen artística.
Sin embargo, Arguedas, al presentar esas "jerarquías sociales", relacionadas en una estructura productiva
y social bajo el signo de la dominación y la transformación, tuvo un límite. Sólo pudo mostrar el lastre y la
promesa de la tradicional burguesía decadente y de la pequeña burguesía. La única lucha que escogió fue
una escaramuza marginal: el repliegue y descomposición de la vieja dominación. Cuando quiso retratar al
pueblo; lo miró desde arriba, desde el punto de vista de los que, teniéndole simpatía o ternura, desplegaban
indirectamente su poder. No pudo reflexionar sobre cómo nacía un pueblo nuevo, unido a la tierra, ni
describir cómo desarrollaba su conciencia y su potencia. Su perspectiva, o mejor, su esperanza histórica, le
permitieron cierto realismo crítico. El rechazo de la perspectiva revolucionaria, la insistencia en el pacifismo y
el desarrollismo le impidieron hacer literatura nacional. Realista con el sector dominante de la pequeña
burguesía, es romántico y utópico para con la masa popular.
Del panorama de datos que tenía Arguedas entre manos cuando creó su novela, cuáles escogió y cuáles
desechó, transformó o desfiguró y por qué, nos aclarará esta relación entre su perspectiva y su praxis social.

3Carta a su esposa Sybila, noviembre de 1969, ficha 237.


Existe una bibliografía sobre J. M. Arguedas, publicada por W. Rowe en la Revista peruana de cultura (Casa de la Cultura, Lima,
1970, No. 3 y 4), a cuyas fichas nos referiremos eventualmente. Para una visión de conjunto véase Losada Guido, Alejandro. La
obra de José María Arguedas como praxis social. Revista Eco, Bogotá.
4 Primer encuentro de narradores peruanos, ob. cit., ficha 234, p. 43,
5 El zorro de arriba y el zorro de abajo, ob, cit., p. 239.
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* * *
En el año 1956 finaliza el "Ochenio", la dictadura de los "barones del algodón y del azúcar",
representados por Odría. Era el predominio de los terratenientes exportadores. Se convoca a elecciones y
gana una coalición de la burguesía urbana con Prado en la presidencia y con el apoyo del Apra. Este partido,
de tendencia populista y antiimperialista, después de un largo período de clandestinidad, puede tener una
participación limitada en el poder gracias a esta alianza. El precio es el abandono de su programa. Se
establece una "convivencia" en torno a un rápido proceso de modernización dependiente de inversión
extranjera y el comercio exterior.
El modelo de desarrollo de esta burguesía se basa en que el país debe fomentar un área moderna a través
de la inversión extranjera que tendría el efecto de fortalecer al Estado a través de las exportaciones, consolidar
un capitalismo nacional y arrastrar consigo a todo el país, sin recursos para hacerlo por sí mismo. El aumento
de las exportaciones mineras y agropecuarias y, pronto, de la harina de pescado, es el principal objetivo de
su política. El efecto es un acelerado proceso de modernización, aumento de las arcas fiscales con la
posibilidad de realizar gran des obras públicas y de urbanización y la creación de fuertes empresas
extranjeras que ocupan un lugar preferencial en la economía. Los políticos se cuidan de respetar sus intereses
y la burguesía urbana, relativamente débil, se organiza en dependencia de este proceso. Los inversores y los
exportadores verán asegurada su expansión por parte de los grupos dirigentes pues de ellos depende el
crecimiento económico y su propia participación en los beneficios6.
Este será el primer elemento que incorpore Arguedas a su obra: una burguesía urbana de abogados,
ingenieros, parlamentarios, jueces y funcionarios que, por sobre la pugna tradicional de los partidos,
'convive' con el gobierno, ejerce de intermediaria y se beneficia de la creciente inversión de las grandes
compañías extranjeras que serán las que realmente dispongan del país.
El proceso de modernización iniciado a principios de la dé cada del 50 está estrechamente ligado al
crecimiento económico y al aumento de las exportaciones. En 1940, el conjunto de productos exportados
sumaba 45 millones de dólares. En 1950, llega a 200; en 1960 a 433 y a 667 en 1965. En una década, la
exportación de algodón aumenta de 73 a 113 millones de toneladas. El azúcar de 290 a 400 millones. El café,
de 1,000 a 42,000 y el pescado de 20,000 a 1'580,000. Se comienza a producir hierro y en 1965 ya suman cuatro
millones y medio de toneladas.
La manifestación inmediata de este proceso será la formación de grandes compañías, que constituirán los
enclaves modernos del nuevo modelo de desarrollo, y la migración interior: en los últimos veinte años han
bajado de la sierra casi un millón de indios. La ciudad de Chimbote, el primer puerto pesquero, creció de
5.000 a 100,000 habitantes en diez años. En Lima, según datos de! mismo Arguedas, hay 1'700,000 personas
que hablan quechua y 3,000 'clubes' de residentes de la sierra7.
Esto significa que en poco tiempo desaparece la estructura social y económica del Perú tradicional: será
el segundo elemento que incorpore Arguedas. Si tomamos, por ejemplo, el caso de la "Cerro de Pasco Co.",
famoso en esa época, que despojó a las comunidades de la sierra central de unas 300 mil hectáreas para
dedicarlas a la explotación intensiva de ganado fino, o el de la "Sociedad Ganadera Corpacancha", en Junín,
que hizo lo mismo con 140,000 hectáreas, fácilmente se puede prever que desaparecerá el método tradicional
de explotación por hacienda y también el de dominación social, por el método extensivo de plantación o el
intensivo de cría, con la proletarización de los campesinos8.
Para describir el brusco cambio social que produce el impacto de la nueva realidad, Arguedas tomará
una zona predominantemente agropecuaria, excepcional por su altura media y muy cálida, aislada, fundada
en una economía de consumo y de explotación por medio de la utilización de las comunidades indias,
Aparece un empresario moderno, hijo del viejo hacendado, educado en los EE.UU., que desea comenzar una
explotación de minería en gran escala, Casi todo el libro transcurre en una lucha entre dos frentes: la nueva
mentalidad en contra de la sierra y el empresario nacional en contra de los intereses de un gran consorcio
internacional, apoyado por los políticos de Lima. Finalmente, vencido, se dedicará a la explotación
agropecuaria con métodos modernos.

6 Cotler, Julio. Crisis política y populismo militar en el Perú. En Estudios Internacionales, Univ. de Chile. 1970. 12: 455 y ss.
7 Arguedas, José María. Prosa en el Perú contemporáneo. Conferencia en el Congreso Cultural de La Habana, ene. 1968;
reproducida por el Centro de Estudiantes de Literatura, UNMSM, Lima 1970, copia mimeografiada. Del mismo autor, La
cultura y el pueblo en el Perú. En Cultura y Pueblo, Lima 1964, No. 1 (ficha 252).
Arguedas hace una breve descripción de la estructura tradicional de la sierra y de su inminente proceso de transformación. El
texto es importante porque es de la época de Todas las sangres.
8 Neira, Hugo. Los Andes, tierra o muerte, p. 50 y ss.

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Con una madurez notable, Arguedas acaba con la simplificación de la dualidad del Perú constituido por
una zona moderna urbana e industrial, y otra atrasada, como un mundo aparte. No hay dos mundos sino una
red de dominación, rigurosamente estratificada, que parte desde los grandes intereses internacionales y el
Parlamento, pasa por las autoridades civiles, militares y judiciales de los departamentos y provincias y llega
hasta el último indio a través de los hacendados, administradores y mandones 9.
Para decirlo con sus propias palabras:
Se ha tratado de mostrar en este libro la relación de poderes y mecanismos de dominación, que va desde las potencias
que dominan al mundo, hasta cómo esas potencias, por intermedio de los grupos dominantes en el país, aceleran la
descomposición de la sierra peruana (. ..). Los indios están siendo desalojados, o ellos mismos están abandonando los
feudos y se están convirtiendo en obreros o sirvientes en las ciudades 10.
En el texto se manifiesta otra inquietud de Arguedas: la descomposición de la sierra y la desaparición de
un mundo. No tanto en su migración o en su proletarización, que no aparecen en el libro sino al pasar, en el
último capítulo, donde los campesinos del nuevo establecimiento son obreros con altos salarios,
extinguiéndose las relaciones de servidumbre y las mismas comunidades. En realidad, los que desaparecen
son la antigua hacienda, absorbida por la gran compañía; los pequeños propietarios, los "señores"
empobrecidos que al fin abandonan su pueblo, incendiándolo; los pequeños productores y aun los
hacendados que venden su tierra o prevén marcharse a la Argentina. Los indios, en cambio, de quienes
Arguedas teóricamente dice que se van a Lima o son desalojados, en su obra reconstituyen sus comunidades.
Arguedas reproducirá con mano experta, con poesía y con un acento melancólico y agónico insuperable, la
muerte de la antigua red de dominación vivida por los señores y mestizos. Tratará de mostrar cómo se teje la
nueva red de dominación, pero su descripción no deja de tener un matiz infantil e inexperto, simplista, aun
inhumano, más propio de una película de cowboys o de una fábula mítica que habla de los buenos y los malos.
El complicado mundo de los hombres, destrozado, con multitud de mediaciones imprevistas, que reflejan
Bruno y los mestizos de San Pedro, se desvirtúa en los maquiavélicos planes del ingeniero o de Fermín.
Finalmente, será incapaz de dar una imagen de los dominados. Serán comunidades aisladas, prácticamente
sin relación con la historia, que evolucionan imprevistamente en una dirección inédita, sin verdadera referen-
cia, de dependencia o de reacción dialéctica, a esa 'red' de la que habla.
* * *
La incidencia del proceso de modernización en los 'dominados' dio lugar, en el Perú, a un movimiento
original que quizá sea el fenómeno social más importante de este siglo: la agitación campesina, su posterior
organización espontánea y autónoma, la movilización, la lucha combinada de formas legales e ilegales para
conquistar o recuperar sus tierras en contra de los grandes hacendados o de las compañías extranjeras, hasta
lograrlo. Este es el elemento que Arguedas, conscientemente, dejó de lado.
El fenómeno de la agitación campesina tuvo tres manifestaciones diferentes, Arguedas no reprodujo
ninguna e imaginó, en cambio, una alternativa utópica 11. Los modernos sindicatos de los establecimientos
agro-industriales del norte, casi todos extranjeros, eran las únicas organizaciones tradicionales de defensa en

9 Cotler, J. La mecánica de la dominación interna y del cambio social en el Perú. En América Latina, Río de Janeiro, Brasil, ene-mar.
1968, p. 73404.
10 Arguedas, J. Prosa en el Perú contemporáneo, ob, cit.
11 Seguiré a Neira (Los Andes, tierra o muerte, ob. cit.) en lo que se refiere a la agitación campesina en el orden nacional. Está
actualizado y cita la bibliografía existente al respecto. En cuanto al movimiento de La Convención, el más importante de este
siglo, sigo mis propias investigaciones, incluyendo la verificación de algunas de las fuentes de Neira. Por las entrevistas que he
tenido con algunos de los informantes que cita Neira —en particular el Dr. Quispe Ledesma, Manuel Concha y Hugo Blanco,
además de una decena de dirigentes sobrevivientes—, he llegado a la conclusión de que el movimiento de La Convención está
todavía por ser estudiado. Sin embargo, el trabajo de Neira, basado en una experiencia directa durante la época de las
invasiones, es el más valioso y constituye la mejor sistematización de los hechos, aunque adolece de la falta de información que
prestaban los mismos interesados, cuando facilitarla significaba la prisión, la destrucción de la organización o descubrir el juego
político.
Á mi parecer, lo que caracteriza al movimiento sindical de aquella época, es el haber descubierto formas organizativas
adaptadas a la mentalidad y la gente de la zona, y sobre todo formas de lucha, que les permitieron utilizar todos los elementos
y factores favorables para sus propios objetivos políticos: autoridades civiles y militares, guerrilleros, partidos tradicionales,
nuevos partidos de izquierda, y también a Hugo Neira, corresponsal del diario Expreso, en ese entonces de tendencia
conservadora, y frente al cual tuvieron una actitud precavida los informantes.
Por lo demás, Neira, que es actualmente fuente obligada, muchas veces sigue un trabajo de Eric Hobsbawn, de quien no
pude conseguir sus fuentes. Los datos de este trabajo —-que Neira cita— sobre el número de sindicatos, forma de organización
y creación de filiales, así como sobre la actividad de Hugo Blanco y ciertos acontecimientos como el conflicto de. Echarate, no
corresponden a la realidad. Posteriormente a este trabajo, se ha publicado Latifundio y Sindicalismo Agrario en el Perú de Eduardo
Fioravanti (Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1974) con interesantes datos sobre la estructura socioeconómica de La
Convención, aunque sólo trata superficialmente el movimiento sindical.
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la zona rural. Nacidos con apoyo del Apra, dependían del juego político del partido. Son obreros de
establecimientos modernos, proletarizados. Su nivel de vida es el más alto del Perú rural, pues representando
el uno por ciento de su población tienen algo más del cuarenta por ciento de su renta. Sus reivindicaciones no
incluyen la propiedad de la tierra ni la transformación de las estructuras económicas o sociales, sino que se
refieren a su condición gremial inmediata: pliego de reclamos, mejores salarios o condiciones de trabajo.
Están vinculados a una central nacional, la CTP, y sus reivindicaciones se mueven a nivel de esa organización
obrera, a través del partido y en el mismo Parlamento. En ello reside su fuerza y su límite, pues luchan
"dentro del sistema", sobre todo en las condiciones de alianza en que se movía el Apra de entonces. Son, por
lo tanto, proletarios politizados enfrentados a las grandes compañías extranjeras, pero evitando una ruptura.
No le interesará a Arguedas este conflicto.
Los movimientos de las comunidades indígenas del centro recomienzan en 1960, en Pasco y Junín. Es la
región más aculturada de los Andes y familiar a Arguedas, pues en esa zona realizó varias investigaciones
sobre el cambio cultural de las comunidades por el impacto de la integración comercial a Lima. No son
'comunidades', en el sentido tradicional, sino pequeños propietarios. A la toma de las tierras por parte de las
grandes compañías sigue el despoblamiento de las comunidades por falta de aquellas. Es un conflicto
entonces, entre pequeños propietarios y grandes compañías. Los campesinos de las haciendas no intervienen.
La idea central del movimiento —la recuperación de las tierras que pertenecían a las comunidades— es
integrada de alguna manera dentro de la obra de Arguedas. Pero es una referencia que no contempla lo
esencial del movimiento: invasiones, recuperaciones, amenaza de marchas sobre Lima, tratativas con
representantes del gobierno, contactos con los nuevos partidos y promesa mutua de apoyo, movilización de
los 'clubes' de antiguos comuneros radicados en Lima delante de las autoridades, contacto con abogados; es
decir, organización popular estrechamente conectada a los intereses urbanos. La idea de la 'comunidad' es
utilizada, mostrando títulos de hace varios siglos, como bandera de lucha contra una creciente penetración y
despojo de las tierras. Pero la lucha nace desde abajo, con su táctica y su organización e incluye, desde las
invasiones, los muertos y las retiradas, el apoyo a Acción Popular y los viajes del Presidente Belaúnde, hasta
la movilización de la opinión pública. Es una movilización que utiliza la bandera de la 'comunidad' y no pro-
pugna una restauración de ésta con la entrega voluntaria de tierras por parte de antiguos hacendados, como
lo describe Arguedas. Es lucha organizada, táctica urbana y coacción violenta, no 'resistencia pasiva' o un
'despertar' paternalista y una restauración del pasado.
La movilización sindical en el Valle de La Convención es un conflicto que nace en 1958 entre los antiguos
hacendados y sus colonos (arrendires y allegados), ambos tratando de ganar más tiempo de trabajo y mayor
superficie cultivable para participar en la producción de frutos exportables que son requeridos como una
novedad (café, té, cacao). Los propietarios comienzan a exigir el aumento del precio del arriendo mediante
mayores días de servicio en los terrenos de !a hacienda, o aumentan su superficie cultivada 'desahuciando' a
los colonos. Estos desean transformar las relaciones de servidumbre por otras de pago en dinero, al principio,
hasta que se declaran en huelga general y no hacen ni una ni otra cosa, exigiendo la tierra sin pago. Terminan
ocupando las mismas tierras de las haciendas, realizan su propia reforma agraria, hasta que después de
cuatro años de fundado el primer sindicato, ésta es reconocida y refrendada por el gobierno, en abril de 1962.
El sindicato fue el principal instrumento de lucha en este conflicto. En la provincia de La Convención,
donde se inició, se crearon los primeros sobre la base de las sociedades cooperativas o del patronato escolar
fundados por los nuevos colonos llegados de Arequipa, casi todos evangelistas. En poco tiempo fueron
alrededor de doscientos agrupados en una Federación Provincial que, juntamente con otras de Sicuani y
Lares, constituyeron otra departamental, en el Cuzco. Existían también las departamentales de Ayacucho y
Puno, posteriores y dependientes de la primera, y una nacional que no tuvo mayor relevancia. No
pertenecían a ningún partido político.
Las primeras organizaciones se constituyen para presentar un pliego de reclamos donde se exige el
cumplimiento de la ley. A medida que pasa el tiempo, la Federación presenta protestas a las autoridades de
trabajo, al Prefecto y al Juez, combinando mítines y paros en las plazas de las capitales de provincia y, de
tanto en tanto, en el Cuzco, con movilizaciones masivas y periódicas. Finalmente, llegó la huelga general que
dio a los arrendires la posibilidad de poder cultivar sus tierras y dejó a los hacendados y a las empresas sin
mano de obra. Muchos hacendados exigieron la Reforma Agraria como una compensación pecuniaria de
parte del Estado, de aquello que habían perdido y cuando se la decretó, ya se había paralizado la producción,
dificultándose el abastecimiento del Cuzco.
En esta lucha se combinan los métodos legales con los ilegales. Los sindicatos se constituyen según
formas jurídicas y consiguen la aprobación oficial del Ministerio de Trabajo. Los asesores legales defienden
juicios delante de los jueces, y los delegados de cada sindicato, de la Federación Provincial y Departamental,
se movilizan consecutivamente para apoyar un reclamo en alguna hacienda. Simultáneamente, hay
delegaciones ante las autoridades de la Reforma Agraria, ante el Prefecto, al Cuzco y a Lima,

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convenientemente publicitadas. Los sindicatos llegaron a tener el apoyo de las autoridades civiles, policiales
y militares y aun de la Sociedad Nacional Agraria, convenciendo a la opinión pública de que los hacendados
eran los que estaban en la ilegalidad, transgrediendo frecuentemente la ley con métodos inhumanos o
feudales, pretensiones absolutistas, crueldad, avaricia o ambición. Pero, simultáneamente, se producen paros,
hasta la huelga indefinida que, apoyada por el movimiento anterior, se va extendiendo y es aceptada por
todas las autoridades. Más adelante, se realizan mítines violentos en sus discursos, muestras de fuerza por la-
movilización masiva de miles de campesinos (que llegaron a sumar decenas de miles en el Cuzco), tomando
el centro de la ciudad días enteros, hablando exclusivamente en quechua, pidiendo justicia y realizando,
públicamente, la contabilidad de los abusos, hacienda por hacienda, como lo hacen en las casas, en cada
sindicato y en cada federación provincial. Cuando se producen las invasiones de tierras, reina ya la confusión
en las autoridades civiles y militares, los hacendados no reciben más que un apoyo limitado, se arman y
atacan a los campesinos que se retiran pero no prestan resistencia. Los paros forzosos de protesta vienen
después: se toma la ciudad durante tres días, se cierran los puentes y se clausuran las rutas, se obliga a no
abandonar las casas ni abrir las puertas, se realizan mítines violentos y piquetes recorren incesantemente las
calles. Y, lo que es más importante, se realizan con el consentimiento del Prefecto y de la Guardia Civil que
acceden a encarcelar a los infractores del paro que trabajan todavía en las haciendas, después de haber tenido
que desfilar, vestidos de mujer y pintados de amarillo. Finalmente, hay un grupo de guerrilleros campesinos,
en las alturas, que si bien no tienen armas y apenas han hecho algunas pocas apariciones, confiscan el ganado
de los grandes estancieros, amenazan y apoyan al movimiento, que no lo reconoce oficialmente, pero lo
utiliza como un chantaje, porque muestra la posibilidad que tiene de desbordarse hacia la acción violenta. Las
autoridades, entonces, reconocen públicamente la justicia de sus reclamos y tratan de satisfacerlos (lo que es
imposible) con tal de evitar que el grupo violento predomine dentro de la Federación.
El hecho es de que llega un momento en que nadie puede decir en La Convención si el movimiento es
pacífico o es violento, legal o ilegal. Lo que parece evidente es que el único poder y la única autoridad en la
zona, con una impresionante capacidad de maniobra, agotando las posibilidades de los propietarios y las
autoridades, monopolizando toda la iniciativa hasta llegar a conseguir la tierra, es la Federación de
campesinos, que cuenta prácticamente con la totalidad de los campesinos organizados y sindicalizados,
presentando un frente único, unánime y coherente, nacido de los acuerdos de las bases.
Este movimiento nació, creció y triunfó en tres años. Se extendió hacia Ayacucho, donde nace una nueva
Federación, hacia Apurímac y Andahuaylas (escenario de la novela), Huancavelica y Huancayo. En esta
última zona, hasta algunas comunidades sobrevivientes se sindicalizan y se integran al movimiento
provincial y departamental. A su vez, la Federación del Cuzco forma un frente único con obreros y
estudiantes que más de una vez inmovilizan la ciudad. Es decir que desde abajo, sin filiación política
encuadrada en ninguno de los partidos tradicionales, espontáneamente, buscando sus formas de
organización y sus métodos de lucha, nace un poderoso movimiento popular que va desplazando por su
cuenta la antigua red de dominación y empieza a crear otra nueva, basada en el poder popular, a la que
sirven, inclusive, los jueces, las autoridades de trabajo, autoridades militares y policiales, los políticos
tradicionales, la guerrilla, y aun la misma Sociedad Nacional Agraria. Se ha invertido la historia, después de
siglos, en el Perú. Y todo esto, que Arguedas tenía delante de los ojos, no lo pudo entender ni integrar; el
pánico le impidió traducirlo. No podía ignorarlo y, entonces, lo transformó en una utopía12.

12 Simultáneamente a las invasiones, expropiaciones de ganado y formación de milicias, paros y mítines, había una amplia
colaboración con el Instituto de Reforma Agraria, con un nuevo plan vial, que movilizaba miles de campesinos voluntarios,
construcción de escuelas, plan de alfabetización y construcción de postas sanitarias. Además, se viajaba y se recibía delegados
de Acción Popular y se apelaba sin cesar al Prefecto, a la Guardia Civil, a las autoridades militares y a los jueces, exigiendo el fin
de los abusos y el cumplimiento de la ley. Véanse las denuncias de la propia Sociedad Nacional Agraria contra los hacendados
y "gamonales retrógrados y crueles", los comunicados del nuevo Prefecto del Cuzco, General Luis Salas del Carpió, los
discursos de Belaúnde, los comunicados del ala izquierda de Acción Popular, las publicaciones de "Cooperación Popular" y las
del nuevo Instituto de Reforma Agraria, además del informe en la Cámara de Diputados sobre las invasiones. Para ilustrar, un
testimonio de un dirigente: "íbamos en comisiones al Sub-prefecto, con unos diez compañeros que me cuidaban en todas partes.
El Sub-prefecto se sentaba a la mesa, con el secretario al costado, y a su derecha, me sentaba yo también con mi secretario al
costado. Parados, demandante y demandado, campesino y hacendado. Hacían sus quejas y el Prefecto me preguntaba qué ha-
bía que hacer. Las autoridades estaban a nuestras órdenes; si el hacendado no comparecía se mandaba un guardia civil a traerlo
[...] Estaban cansados, ni dormían de tantas denuncias contra los hacendados que abusaban en todas partes". Este relato
corresponde a mediados de 1962.
Durante esa época, la misma Guardia Civil encarcelaba, tanto a los hacendados infractores como a los campesinos "amarillos",
es decir, los que no acataban los paros ordenados por la Federación. Igualmente, véanse, los "Cabildos Abiertos" de las
autoridades militares con los campesinos: "La hora de los abusos ha declinado, ha llegado la hora de la justicia [...] No se dejen
llevar por los agitadores". (El General Luis Salas del Carpió, El Sol, Cuzco, 30 de noviembre de 1962)v
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* * *
Sin embargo, Arguedas utilizó muchos acontecimientos de esta realidad para construir su utopía. Con lo
que nos permite dar un vistazo privilegiado para comprobar cómo influye la perspectiva histórica en la
selección y deformación de los datos reales.
Un comentario de muy poco tiempo después, 1965, durante el encuentro de Arequipa13, nos dice que
seguía atentamente estos acontecimientos: "Yo estaba seguro de que aquellas gentes (los colonos) se rebelarían.
Cuatro años después de la publicación de Los ríos profundos, 1958, ocurrió la sublevación de La Convención'. Y unos
años más tarde, durante la conferencia en La Habana en el año 1968, refiere los hechos del Valle, cuando en
realidad no estaba contando la historia de aquel movimiento, sino narrando el desenlace de Todas las sangres.
Es decir que seis años después, Arguedas había reemplazado la realidad por la imagen que él había creado.
Y esa imagen la había formado abstrayendo, durante los hechos, pequeños elementos para construir una
utopía como él la deseaba.
Todas las sangres termina con la decisión de las comunidades de no desalojar las tierras aunque los maten
a todos. La escena es impresionante: Rendón Willka, arengando a los comuneros, toma juramento al cabecilla
de que no abandonarán la tierra, como tampoco lo harán en las haciendas vecinas igualmente invadidas:
"Soldados van a venir. Quizás me matarán. No importa. Quedarán los cabecillas. ¿A todos van a matar? Si oyen el
trueno de los rifles, no se asusten. No corran. Si corren, perderán la vida y la tierra. Si paran firmes, matarán a unos
pocos y se irán. ¿Quién va a matar a todos? 14.
Vienen después los juramentos, los gritos de júbilo. Arguedas comentaba el movimiento del Valle con
estas palabras:
Siete años después (Los Ríos profundos) los siervos de las haciendas del Valle de La Convención se sublevaron. Y
va la policía y no los puede desalojar, porque los indios notifican a los policías que van a quedarse en el sitio y que
prefieren morir en el sitio antes de volverse a las miserables tierras que ocupaban desde muchos siglos antes, que siempre
son las más pobres de las haciendas. Luego va el ejército y tampoco puede desalojar a los indios que han tomado las
haciendas. Hasta que la Junta Militar se ve obligada a dar una Ley de Reforma Agraria exclusiva para esta provincia; y
esos indios siervos, siguen siendo ahora dueños de las haciendas que tomaron 15.
Sin embargo, esto es lo que no ocurrió en La Convención. Arguedas tenía quizás pocos elementos de
juicio para conocer los hechos. Los colonos, en proporción de un cincuenta por ciento, no son indios sino
campesinos mestizos. Aunque se habla quechua, entienden castellano y proporcionalmente tienen menos
analfabetos que otras regiones campesinas. La provincia está compuesta de cuatro valles encerrados entre la
selva, el Cuzco, Abancay —Andahuaylas y las montañas de Ayacucho— y Huanta. La separa, de la zona de
Arguedas, una cadena de montañas. Pero mientras la zona central, en la sierra sur, era el camino de
comunicación desde el tiempo de los Incas, La Convención era una provincia limítrofe, aislada hasta la
década del cincuenta en que se construyó el ferrocarril bajo el sistema de conscripción vial, y así estaban
muchas de sus haciendas hace cuatro años, en que los mismos campesinos iniciaron un camino, terminado
por el Ejército a raíz del movimiento guerrillero. Pero si Andahuaylas constituye una de las zonas más
atrasadas y estáticas de este siglo, Quillabamba (capital de La Convención), a causa de la economía de
plantación y el fomento de las exportaciones, es una de las más progresistas. Durante 1962 se estaba
construyendo la central hidroeléctrica, se había establecido el servicio de agua potable y desagüe, mercado,
piscina, parque infantil, Colegio Nacional y se estaban construyendo los servicios en Muranura, Chaullay y
Santa María.
Los campesinos no ocuparon "las tierras peores hace siglos"; llegaron entre 1930 y 1940 a colonizar tierras
vírgenes. Y la mayoría de los que intervinieron en el movimiento llegaron después de 1950, con las nuevas
plantaciones. Los sindicatos nacieron alrededor de los "Patronatos Escolares", fundados por los evangelistas
en Puno, Azángaro y Arequipa. El problema nació a partir de 1955, cuando todavía los arrendires tenían con-
cesiones de más de un centenar de hectáreas, por el pago de unos ocho días de trabajo y otros tantos de
'paya'. Con el requerimiento, se aumentaron los días de 'condición' y se pidieron las tierras no cultivadas, que
se distribuyeron entre los que iban llegando, exigiéndoles también el trabajo en los campos de las haciendas e
imponiéndoles la obligación de venderles los productos. A finales de 1958, ya los días de 'condición' se
elevaban a veinticuatro, otros tantos tenía que hacer la mujer y las exigencias eran inhumanas. Fue entonces

Era una acción emprendida por acuerdos semanales, en los cuales se dialogaba y se denunciaban los abusos, se invadían las
haciendas, se construían caminos y escuelas, se pedía mayor ejecutividad y mayores fondos a Reforma Agraria, se expulsaba a
los hacendados y se decretaban paros: acción múltiple, decidida y controlada por las bases, en unidad de acción.
13 Primer encuentro de narradores peruanos, ob. cit. p. 239.
14 Todas las sangres, p. 253.
15 Conferencia "Prosa en el Perú contemporáneo", 1968, ob. cit.
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cuando comenzó el movimiento sindical A partir de 1960 tampoco hubo amenaza de desalojo por parte del
Ejército —a no ser en el caso de contadas invasiones que tomaron la casa hacienda—, sino voluntad de ceder
las tierras y de llegar a un arreglo, pues las tierras se habían vuelto improductivas por el paro general de los
arrendires y allegados 16. La ley de 1962, citada por Arguedas, es una compensación a los hacendados que se
ven obligados a desprenderse de sus tierras y no pueden pagar los créditos, pues se ven imposibilitados hasta
de levantar las cosechas por falta de brazos, o de rescatar su ganado de las alturas. De todo esto, Arguedas
seguramente tomó algún dato aislado de los diarios, por lo demás mistificado, y lo aplicó a su novela. Su
imaginación completó el cuadro17.
* * *
Si Arguedas ignoraba todo esto, tuvo, sin embargo, la intención expresa de reflejar a Hugo Blanco, no en
la organización del movimiento sindical, sino en el efecto sobre las comunidades campesinas. Como si lo
hubiera sacado de esta zona, lo hubiera llevado a Andahuaylas y Blanco hubiera sido un hacendado que se
conmueve y hace exactamente lo que hizo, pero bajo una inspiración diferente.
Poco antes de suicidarse, Arguedas le escribió una carta. Allí le dice que "lloraba lágrimas ardientes" al
ver a los campesinos "piojosos, diariamente flagelados, obligados a lamer la tierra con sus lenguas, hombres
despreciados por las mismas comunidades", un poco antes de que él iniciara su movimiento. Le comenta que
sabía "de su inmensa y escondida fuerza, de la rabia que en la semilla de su corazón arde, fuego que no se
apaga". Y se preguntaba, medio desesperado:
"¿Quién ha de conseguir que venzan ese terror en siglos formado y alimentado, quién? ¿En algún lugar del mundo
está ese hombre que los ilumine y los salve? ¿Existe o no existe mierda, car ajo?, diciendo, llorando juego, esperaba".
Y luego, dirigiéndose al campesino-guerrillero Blanco:
"¿No fuiste tú, tú mismo, quien encabezó a esos pulguientos, indios de hacienda, pisoteado, el más pisoteado hombre
de nuestro pueblo, de los asnos el más azotado, él escupido con el más sucio escupitajo? ¿Convirtiendo a esos en el más
valeroso de los valientes, no aceraste su alma?"18.
Esta carta reveladora de la intensidad con que Arguedas vivía el problema de su país, nos muestra la
intención que tenía al componer el núcleo central del libro, en lo que se refiere a los campesinos. El capítulo
más importante está estructurado 19 según este contexto, en que el movimiento que iniciarán entonces los
indios nacerá de haber reconquistado su dignidad, sacudido el terror y enfrentado al hacendado:
exactamente como pensaba Arguedas que habría hecho el guerrillero preso. Pero le da un contenido
esencialmente diferente y contradictorio. No podía ser menos, pues cuando Arguedas estaba escribiendo,
junto con Ciro Alegría, se negaron a firmar un pedido de clemencia cuando el fiscal hubo pedido la condena
a muerte para Blanco 20.

16 En 1962, todavía uno de los principales trabajos era "quemar monte y ganar tierra cultivable". Y desde 1950, el problema
permanente era el exceso de tierras y la falta de brazos; véase el testimonio de Gorki Tapia, en un reportaje en El Sol Cuzco, 5 de
marzo de 1962. El 12 de abril de 1962, los hacendados se unen y exponen en el Instituto de Reforma Agraria "que están llanos a
ceder tierras en favor de colonos y arrendires (no a los allegados, por no ofrecer garantías), mediante pacto directo en relación a
la forma de pago, pero avalado por el Instituto de Reforma Agraria". Se convoca entonces a los campesinos para informarles de
esos acuerdos y un ingeniero pide que "se les de las tierras que no son utilizadas, para terminar con la constante amenaza de
invasiones". (El Sol 12 de abril de 1962). Según testimonios, el ofrecimiento y tratativas se mantuvieron hasta fines de 1962, en
que ocurrió la matanza de Chaullay, cuando "los gamonales se envalentonaron de nuevo y tuvieron esperanza de recuperar
todo".
Estos hechos están conforme a las declaraciones de Santiago Quintanilla (Sindicato de Pavayoc), Asunción Rojas (Sindicato de
San Pedro) y Manuel Concha (Sindicato de Potrero), quienes tenían una actitud conciliadora, ya sea por su relación con Acción
Popular o con el Partido Comunista, que pensaba ganar las elecciones en el Cuzco. Se opusieron, al principio, a toda acción
violenta, pues "los mismos gamonales venían a pedirnos por favor que les aceptáramos las tierras", contando con el apoyo de
Reforma Agraria, con promesa de ayuda y créditos de las autoridades locales. Cuando Hugo Blanco pasó a la acción
revolucionaria, este grupo mantuvo una cierta reserva, pero luego de la matanza de Chaullay, se convirtieron decididamente en
revolucionarios, al endurecerse la actitud de los hacendados y autoridades.
17 Neira termina su serie de artículos en Expreso, sobre las invasiones, con una relación sobre el desalojo del fundo de
Huarocondo. Describe a la policía con una "siniestra conciencia de su superioridad". Dice que "las manos no les vacilan para
disparar las armas", presenta a un viejo "que conoce el temple de los campesinos" y que advierte a un teniente con un: "Ya lo
quisiera ver si ahorita se llenasen los cerros de cholos que le ponen sólo el poncho a las balas. El teniente no dijo nada, pero se
quedó mirando largamente". Esta misma escena, en acción, la describe Arguedas para terminar su novela.
18 Véase ficha 273, publicada en Oiga, poco antes de su muerte.
19 Todas las sangres, ob. cit., t. II, p. 24-49.
20 Publicado como solicitada, en el diario El Comercio (dato no localizado). Arguedas utilizó otros hechos similares, sobre todo
la expulsión de los hacendados, tal como aparece en el mismo capítulo citado de Todas las sangres.
Lo mismo le ocurrió a un tal Gerardo Garrido, de la hacienda de Colca, a quien expulsaron completamente desnudo, como dice
un comunicado del Prefecto del Cuzco fechado el 8 de noviembre (Véase El Sol, 11 de noviembre de 1962).
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Blanco ingresa a la política a través del trotskismo argentino, mientras estudia agronomía en la ciudad de
La Plata. Su primera experiencia tiene lugar en la zona de los frigoríficos de Berisso, durante la represión
antiperonista. Luego, en Lima sufre dificultades y debe partir al Cuzco. Cae preso por organizar una huelga
de canillitas y lustrabotas y, en la cárcel, conoce a los primeros detenidos por la agitación sindical. Estamos en
1958. Como vendedor ambulante, viaja a los alrededores de la hacienda más grande de todo el Valle y
conocida por la crueldad de sus métodos. Consigue una parcela, se hace campesino e ingresa al sindicato,
donde, sobre la marcha, enseña a organizarse y hace reflexionar sobre los acontecimientos. Pasan los años, ya
lo encontramos en la Federación, semana tras semana, en los mítines, en las asambleas, hasta que lanza la
consigna del paro indefinido y la huelga general21. Blanco, siempre dentro de la legalidad, es nombrado
Secretario de Reforma Agraria de la Federación Provincial. Teniendo como objetivo último la revolución,
debe luchar por formar la conciencia de los campesinos y neutralizar a los demás grupos políticos, que ya
pululaban buscando el apoyo de la Federación.
Dentro de los sindicatos hay al menos tres corrientes importantes durante aquella época. Una de ellas es
colaboracionista con la Junta Militar y, luego, con el partido Acción Popular, estimulada por el Cuerpo de Paz
y la Alianza para el Progreso. Blanco trabajó coordinadamente con este grupo llegando a identificarlo con sus
objetivos, haciéndolo reflexionar sobre la experiencia y la misma lucha. La segunda respondía al Partido
Comunista del Cuzco. Con la perspectiva de ganar las elecciones, al menos en el departamento del Cuzco, su
gente se oponía a toda acción violenta y a la organización independiente de los campesinos. Blanco,
sindicado como trotskista, encontraba oposición en todo lo que proponía. Finalmente, fue entregado a la
policía por este grupo, que temió durante meses un ataque armado de la gente de Hugo Blanco a sus
sindicatos, cercanos a los de Blanco. La tercera respondía a su orientación personal, la más combativa:
organizar las masas; con ellas, a su ritmo, ir exigiendo reivindicaciones salariales o mejores condiciones de
trabajo, mientras les enseña a organizarse y a proceder democráticamente, para exigir la tierra y, finalmente,
el poder popular. Mientras De la Puente, del MIR, le pide su ayuda para la guerrilla, Blanco le opone las
milicias armadas, le exige seguir el ritmo de las masas y dejar el control en sus asambleas. Mientras los tres o
cuatro partidos de izquierda tratan de captar adherentes, Acción Popular establece contactos, la Junta Militar
los visita y realiza cabildos abiertos, el Apra trata de fundar un sindicato (donde son aniquilados por la
violencia, en Echarate); el único identificado con las masas, campesino con los campesinos, con un objetivo
revolucionario pero marchando al ritmo y formando la conciencia de los sindicatos en la lucha de todas las

Los colonos del fundo de Paltaybamba expulsaron al propietario amenazándolo de muerte si regresaba, le dieron quince
minutos para entregar las llaves del caserío y no le permitieron llevarse nada, prestándole una escolta de cinco hombres para
que lo acompañaran hasta la "punta de carretera", pues su vida corría peligro. Ernani Zignaigo presentó denuncia en la
Prefectura del Cuzco, véase El Sol, 20 de octubre de 1963.
Igualmente, el "Memorial" de la Sociedad Rural Agropecuaria del Cuzco a la Junta Militar termina citando el caso de Leoncio
Alvarez, de Quellouno, expulsado cuando fue a recuperar su tierra arrendada, acompañado de guardias civiles, dándole cuatro
horas para abandonar la hacienda sin llevarse nada, véase El Sol, 9 de setiembre de 1963.
21 En el movimiento sindical de La Convención, hay claramente tres generaciones de dirigentes. Los de primera hora (1958-
62) tuvieron a su cargo encontrar el sistema organizativo y los métodos de lucha, hasta federarse en la provincia y en el
departamento. Su éxito culmina con la promulgación de la Ley de Reforma Agraria y la abolición de las prestaciones, en abril
de 1962. Reconocen en Blanco el haberles ayudado a organizarse y clarificar sus objetivos, a través de las asambleas, aunque se
guardan bien de aclarar que la formación de los sindicatos fue iniciativa espontánea de ellos mismos. Después de la represión
de fines del 62, cuando todos fueron llevados a prisión casi un año, durante el cual Blanco caerá preso (marzo de 1963),
declinará su influencia. Durante este período el grupo que pertenece al Partido Comunista pierde toda influencia y el resto se
radicaliza.
Una segunda tanda de dirigentes reemplaza a la anterior. La Federación toma una actitud directamente revolucionaria y
domina primero el grupo de Hugo Blanco y cuando estos caen presos, el MIR (grupo castrista) gana las elecciones de la
Federación y sube a las alturas de Mesa Pelada a saludar y prestar su adhesión a De la Puente. Posteriormente, durante seis
meses, le ayudaron a construir las sendas y los campamentos que le servirían para la guerrilla. Todos caen presos o mueren,
durante la represión anti-guerrillera de 1965. Actualmente hay una generación de dirigentes, que no pertenece a esa época, pero
es, al parecer, no menos revolucionaria que las anteriores.
Como ilustración del cambio de mentalidad, reproduzco algunos párrafos de un dirigente de la segunda generación, durante
un mitin con ocasión de las elecciones de 1966, donde la Federación ya no siguió a ningún partido, presentó lista independiente
y ganó las elecciones. "Compañeros, todos los dirigentes nos han enseñado que nuestra misión no es tomar las tierras o sólo
luchar para liquidar a los gamonales, sino que debemos tomar los poderes [...] Debemos buscar un camino propio, ya es
suficiente, ya sabemos que es hora para gobernarnos a nosotros mismos [...] que el hombre trabajador es el único que puede
cumplir más o menos las leyes, los demás no pueden, nos utilizan y luego nos olvidan como lo que nos hicieron los otros años,
después de tanta promesa". Este dirigente, que simpatizaba con el Partido Comunista del Cuzco, reconoce haber recibido su
'enseñanza' escuchando a Blanco en los mítines y asambleas. Hugo Blanco parece ser un ejemplo eminente de cómo se debe
poner en práctica la colaboración en los sindicatos, cuando la primera obligación de la vanguardia es entrar en contacto con la
masa y formar su conciencia a través de la lucha. También es un ejemplo de hasta dónde se puede ir sin un partido o una
vanguardia conscientes.
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semanas, las asambleas y los mítines de la zona, de la provincia y del departamento, es Hugo Blanco. Es su
apogeo, cuando él conduce y es conducido, cuando él da orientación pero sigue la orientación de los
sindicatos que buscan su camino y conocen, por la propia experiencia, cuáles son los métodos de
organización y de lucha que convienen.
Blanco pensaba que, en mayo de 1962, debía comenzar la etapa revolucionaria. Contaba para ello con el
apoyo de su partido. La Central Latinoamericana decide que el Perú es el lugar más importante que se debe
apoyar y opta por enviar allí a sus principales dirigentes y, liquidando sus bienes en la Argentina, utilizarlos
para la revolución en el Perú. Se realiza lo planeado pero desaparece el dinero. Los dirigentes del movi-
miento se ven obligados a realizar algunas expropiaciones hasta que la del Banco de Crédito, la más grande
en la historia peruana, les da la posibilidad de contar con fondos. Parten para el Cuzco donde son
traicionados por los enlaces. Por otro lado, también desaparece ese dinero. Fue una ilusión que no contó con
los hombres para realizarla. Blanco se da cuenta, rompe con el FIR y se apoya solamente en las masas donde
no hay ilusión, sino movimientos multitudinarios que parten de la decisión y control democrático de las
bases. Pero proclama la revolución sin que sea una decisión de los mismos campesinos y sin contar con un
partido que la organice. Se queda solo22.
Por último, viene la represión y las matanzas, hasta que después de la masacre de Chaullay, se
suspenden las garantías y todos los dirigentes de los sindicatos, provinciales, departamentales y nacionales
son encarcelados. Después vendrá la guerrilla y una nueva etapa que no es el momento de analizar.
De todo esto, ¿qué escogió Arguedas? Busca un antiguo hacendado, lo hace llorar por sus desenfrenos
sexuales, tener accesos místicos por la maldición que le arrojó su padre antes de suicidarse, con una madre
borracha, decadente; en medio de su drama se da cuenta de la miseria de sus indios. Por casualidad se entera
de la miseria en que viven las comunidades vecinas y, a unos y a otros, les distribuye parte de sus tierras, les
da dinero para pagar sus deudas y evitar la explotación de los hacendados y los estimula a "perder el terror"
y reconstituir las comunidades. Finalmente mata a un hacendado cruel, atenta contra su hermano que
pretende 'modernizar' trayendo 'la ambición' y termina preso, aconsejando la resistencia no violenta —"no
haya rabia"— cuando ataque la fuerza armada. ¿Este es el Hugo Blanco a quien escribe la carta que hemos
citado? ¿Esto es La Convención? Arguedas quiso dar una imagen del Perú. ¡Qué no hubiera logrado con la
fuerza y la poesía que sólo él en América23 supo comunicarle al personaje colectivo de la tierra, pintando la
unidad y la "potencia" —como le gustaba decir— de sus indios, organizando los sindicatos, con un sistema
absolutamente democrático, llevando las asambleas sin local, bajo las lluvias y el frío, durante años, con una
puntualidad religiosa! Lo primero que hacía un detenido al ser liberado, era informar a sus compañeros y
enrolarse en la lucha en esas asambleas semanales; para, después, caminar a veces toda la noche hasta el
propio sindicato, donde las asambleas eran al día siguiente, dar razón de los acuerdos, pedir consentimiento
y organizar la acción; nadie lo hubiera podido pintar como Arguedas: si hubiera descrito los paros y mítines,
si hubiera seguido a las madres con cinco u ocho hijos, en prisión, a la multitud, no resistiendo pasivamente
la "balita", sino contraatacando desesperada, con hondas, machetes y arrojando a los ojos cenizas mezcladas
con rocoto, hasta lograr más de una vez arrebatarles las armas, si hubiera pintado las matanzas y las torturas,

22 Hugo Blanco perdió apoyo a partir de la matanza de Chaullay, en diciembre de 1962. La policía y tropas de asalto traían
preso a un grupo sindical, que había expropiado ganado. Un millar de campesinos esperaron en un puente, confiados en su
fuerza y en la promesa de Blanco de intervenir cuando fuera necesario con su milicia armada. Cuando ocurrió la matanza,
Blanco se encontraba a unos quince o veinte minutos del puente, en las alturas. No hubiera podido enfrentar a las tropas, sin
armas, a raíz de que se frustró el apoyo prometido por su partido. La gente resistió y esperó su intervención, mientras dis-
paraban sus hondas y las mujeres preparaban la ceniza, que habían mezclado con rocoto (un picante), para tirarla a los ojos de
los soldados y desarmarlos, como ya lo habían hecho en otra oportunidad, instruidos por Blanco. En ese momento se dieron
cuenta —¡a qué precio!— de que Blanco, con sólo unas escopetas viejas y cartuchos de dinamita regalados por obreros
camineros, no podía decidir ninguna situación y le quitaron apoyo a la tentativa revolucionaria directa, a través del
enfrentamiento armado. Esto les permitió a los antiguos dirigentes del PC, que ya habían perdido el control de la Federación y
nunca más lo volvieron a recuperar, entregar a Blanco a la policía prestando el sindicato de "El Naranjal" como base, sirviendo
voluntariamente de guías, llevando las denuncias de sus movimientos. Hoy, esos dirigentes ocupan algunas cooperativas y
dirigen algunas de las centrales campesinas, desconocidas por las federaciones provinciales. Más adelante, cuando De la Puente
mostró que tenía un plan militar y pertrechos suficientes para emprender una acción armada a largo plazo, la Federación en
pleno le prestó su apoyo.
23 Una de las intenciones confesadas de la literatura de Arguedas, era mostrar "la potencia de los indios". Llegó a un punto
máximo en Yawar fiesta, donde el personaje principal es la comunidad, dominando al "misitu" o construyendo un camino de 150
kilómetros en 20 días, trabajando organizadamente miles de indios. Allí logra crear un ambiente afectivo, a través de un
recuento de las reacciones de los mestizos mientras se realiza el 'ritual' de la búsqueda del toro, y de una pintura casi superficial
de matices y detalles, que es un ejemplo en el género. Igual la descripción de las comunidades en Agua, de la rebelión de las
chicheras en Los ríos profundos, y de la reconstitución de las comunidades y, sobre todo, de su organización en los movimientos
de conjunto en Todas las sangres, ya sea en la hacienda, en la mina o en San Pedro. Véase, igualmente, la procesión para edificar
el cementerio o el nacimiento del mercado en El zorro de arriba y el zorro de abajo.
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las traiciones y las luchas de facciones, la formación de la conciencia y la búsqueda de un camino, la
expectativa y la ilusión de esas gentes. ¿Acaso no sabía Arguedas que los partes policiales, si daban la lista de
muertos campesinos, entregaban también la de policías hospitalizados por los mordiscos de las mujeres? ¿No
conocía los paros, cuando tomaban la ciudad, los mítines, que eran una larguísima queja de los abusos, con-
vertidos en juicio público, los piquetes recorriendo las calles, precedidos de los "amarillos" (traidores)
vestidos de mujer y pintados de achiote, gritando: ¡"Tierra o Muerte, Venceremos"!?
Pero Arguedas no pudo reflejar a su pueblo, —su fuerza y su potencia, su esperanza, la manera cómo se
reveló a sí mismo su propia identidad y su valor, el camino que debía tomar y las formas organizativas de ese
camino—, porque no tenía una perspectiva revolucionaria en el momento en que el Perú vivía una tensión de
esta naturaleza. Y esto nos muestra el problema de la perspectiva necesaria para poder hacer literatura na-
cional en los países que viven una situación revolucionaria en América Latina.
* * *
Agua (1933-1935), la primera obra de Arguedas, revela la perspectiva realista, dinámica y revolucionaria
con que veía a su pueblo. Yawar fiesta (1941), en cambio, muestra una reducción que la limita a ciertos
aspectos rituales y metahistóricos. Más tarde, durante la década del cincuenta24, Los Ríos Profundos (1958)
objetiviza la crisis de su conciencia, donde no se relaciona con la realidad como con un horizonte objetivo,
sino que la reduce a elementos fantasmagóricos y caóticos. Si con Todas las sangres Arguedas retoma la
intención realista de Agua, es decir que decide mostrar a su pueblo con lo que tiene de "lastre y de promesa" y
la "lucha en que se debate el Perú y la humanidad", es porque en él y en toda su generación ha renacido la
esperanza. Ya hemos visto cómo la había perdido en sus indios al comprobar que las comunidades estaban
desintegradas, la tradición artística y cultural olvidada y como único ideal esperaban convertirse en
pequeños propietarios, comerciantes, o acceder a la condición de los mestizos. Políticamente, se vivía el
"Ochenio" (1948-1956) con una dictadura de terratenientes, mientras Arguedas ocupaba cargos burocráticos y
dependía de la Administración Pública25. Al final de la década del 50, la realidad despierta en un
renacimiento. El país se pone en movimiento con un acentuado proceso de modernización y bonanza
económica, los campesinos se movilizan y nace, en la capital, un nuevo agrupamiento político,
antioligárquico, popular y que tiene como programa la reforma estructural del país y con respecto a la sierra,
la Reforma Agraria. Sus cuadros dirigentes están constituidos por profesionales, universitarios y gente de
clase media, a quienes el Apra por su política de "convivencia" no podía ya entusiasmar. Y su clientela, no
tradicional, son los nuevos sectores urbanos emigrados; y en el interior, la gran mancha india del sur, donde
su candidato viaja con frecuencia. En América Latina, por otro lado, se produce la Revolución Cubana y, en el
Perú, el violento movimiento estudiantil, los nuevos partidos de izquierda y la perspectiva de la guerrilla. En
este ambiente, Arguedas se siente impulsado a volver al realismo26.
Julio Cotler define la actividad de los movimientos populistas como una impugnación a la "burguesía de
su capacidad rectora, en razón de ser la causa de los males existentes en el país, y acusando de componenda
inmoral a la convivencia". Y dice que:
"propugnan un nacionalismo difuso, consistente en el cambio de estructuras33', que resultaría en la constitución de
un Estado que represente a toda la nación. Así, a través de la implantación de medidas, como la Reforma Agraria, la in-
dustrialización, la democratización del crédito y la apertura de nuevas vías de comunicación, instrumentalizadas por la
planificación estatal, se produciría la integración nacional, consistente en la reducción de las distancias sociales y
económicas27.
Francisco Miró Quesada, amigo íntimo de Arguedas y Ministro de Educación de Belaúnde, dirá en el
Manual ideológico que "será el pueblo quien señale el camino. Ya no habrá grupos de privilegiados"28. Seoane,
siendo secretario de Acción Popular, lo considera un "partido revolucionario" y que su acción "debe
orientarse a favorecer a las clases populares"29. Lemas como "El pueblo lo hizo" o "Abrazo al indio de Acción
Popular", con muy frecuentes viajes y conversaciones con las comunidades campesinas, debidamente
publicitados, mostrando un cambio de actitud con respecto a los partidos de la convivencia, acusados de
provocar la agitación rural, dan una imagen de popularidad y vuelta a las clases más abandonadas. En los
tres primeros meses del gobierno de Belaúnde se atacan problemas estructurales: nacionalización de la Caja

24 Según ficha 184, publica un trozo en 1951.


25 Según un testimonio del autor; véase ficha 203.
26 Georgy Lukács. Realismo socialista de hoy. Revista de Occidente. Madrid, abr. 1966, año IV. 37: 8 y ss.
27 Cotler, J. Crisis política y..., ob. cit., p. 460 y ss.
28 Neira H. Los Andes,... ob. cit., p. 67.
29 Seoane, Edgardo. Cartas y hechos del proceso político 1962-1968. Lima 1968. Edición del partido Acción Popular.

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de Depósitos (organismo de la banca privada encargado de recaudar los impuestos), presentación de la Ley
de Reforma Agraria y compra de un gran fundo pecuario (300,000 hectáreas) para entregárselo a los colonos.
En seis meses se convocan las primeras elecciones municipales en muchos años, y Belaúnde incrementa sus
votos en un 15%.
Los grupos universitarios se organizan en "Cooperación Popular" y miles de estudiantes se movilizan a
todos los rincones para "despertar" a los campesinos y constituir una amplia base favorable al gobierno y sus
reformas. Es la euforia del movimiento populista. Es la euforia de Arguedas.
Pero el movimiento de Acción Popular no era revolucionario: significaba una opción intermedia, no
violenta, entre la convivencia oligárquica y el movimiento de movilización popular que hemos esbozado.
Este último era identificado con la guerrilla cubana y no se concebía que la iniciativa de la transformación del
país pudiera ser asumida por las clases populares, a las que se veía poco más que como un "rebaño de ovejas"
engañadas por arteros barbudos, representantes de la "intervención extranjera" y que trataban de implantar
un "sistema ajeno a nuestro tradicional estilo de vida occidental y cristiano"30. Cotler dice que Acción Popular
ganó el apoyo del ejército —el cual anuló las elecciones ganadas por el Apra en 1962 y entregó el poder, el
año siguiente a Belaúnde— porque:
contaba con un importante sustento popular, con el que se podía detener el ascenso de las masas apristas. Pero, ade-
más, los líderes de Acción Popular no pretendían organizar dichas masas y servirse de ellas para afirmar el papel del
Estado, poniendo en entredicho el carácter tutelar de las Fuerzas Armadas.
Neira encuentra que todos los populismos de esa época se identificaban tanto "por su paternalismo
anacrónico como por su caudillismo y personalismo político y su confusión ideológica"31. Es decir, que
Arguedas no podía interpretar a su pueblo movilizado, tomando conciencia y organizando un movimiento
independiente, porque dentro de su visión, la transformación debía ser pacífica, realizada por decisión de los
grupos dirigentes y no desbordarse hacia un movimiento popular organizado que cuestione el poder y el
sistema vigente. Esto es lo que quiso Belaúnde, lo que manifestó Arguedas, lo que representa "Bruno" con la
entrega voluntaria de sus tierras y el préstamo de dinero, para que las comunidades "mejoren su condición".
Esto es el "No haya rabia", el esperar pacientemente la "balita" pero no responder ni movilizarse
independiente y democráticamente. Como diría Carlos III, "un gobierno para el pueblo, pero sin el pueblo".
Lo que en literatura significa una literatura sin el pueblo y para la burguesía. Es decir, una ilusión.
No es una novedad que esta sea la actitud que caracteriza a la pequeña y mediana burguesía que ocupa
una posición inestable entre la alta burguesía y las clases populares. Se hizo evidente a los pocos meses: el
Parlamento, con la mayoría en la oposición a las reformas, las anuló o las desvirtuó. Belaúnde participó,
entonces, en la 'convivencia' aliándose con el Apra, a través de su ala derecha 'carlista' conservadora. El ala
izquierda se dividió y es la que ahora apoya a la revolución militar, en coherencia con el programa de
entonces 32. Y apareció claro que si para cumplir su programa y ejecutar las reformas, Acción Popular debía
movilizar, organizar y apelar al pueblo, antes prefería la conciliación y el apoyo de la oligarquía, que tanto
había combatido. Era la limitación de Arguedas. Y eso que repudió llorando, fue lo que le impidió ver la
realidad que tenía delante y lo llevó a desfigurarla y reemplazarla por una utopía en la que nadie, ni él
mismo ya, creía.
* * *
La utopía de Arguedas —comunidad tradicional, restaurada por un movimiento de modernización—
tenía su proposición teórica en el mismo Mariátegui. Decía él, en 1928, que la cultura indígena tiene "estilo"
refiriéndose a su estructura comunitaria ("ayllu"):
"Que su proceso histórico está detenido, paralizado, mas no ha perdido por esto su individualidad. A pesar de la
conquista, del latifundio, del gamonal, el indio de la sierra se mueve todavía dentro de su propia tradición, arraigada en
el medio y en la raza".
Y si esta sociedad representa todavía un tipo orgánico de cultura:
ya la experiencia de los pueblos del Oriente, del Japón, de Turquía y de la misma China han probado cómo una
sociedad autóctona, aun después de un largo colapso, puede encontrar por sus propios pasos y en muy poco tiempo, la vía
de la civilización moderna y traducir, a su propia lengua, las lecciones de los pueblos de Occidente.
Esto lo traduciría Arguedas como una lucha entre dos tendencias:

30 El informe "Las guerrillas en el Perú y su represión". Lima 1966. Ministerio de Guerra. Es una verdadera pieza de antología,
que va más allá de lo que puede pensarse. No sirve para documentar lo que ocurrió en la guerrilla, pero muestra el extremo de
una de las tendencias entre las que se debatía Arguedas.
31 Neira, H. Los Andes,... f ob. cit., p. 68-70. Véase nota p. 69.

32 Seoane, E. Cartas y hechos del proceso ..., ob. cit. Atribuye además, a su partido, una ola de inmoralidad, en unión con el Apra
y la alta burguesía. Véase p. 54 y ss.
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¿Es mejor para el hombre, progresar mediante la competencia individual, el incentivo de ser uno más poderoso que
los demás, o mediante la cooperación fraternal de todos los hombres, que es la que practican los indios? 33.
Eso significaba una gran reforma estructural, la "cooperación fraternal" entre Acción Popular y las
comunidades indígenas. Pero Acción Popular, apenas encontró dificultades y tuvo que luchar, prefirió pactar
con la oligarquía. No estaba allí la 'solidaridad'. Tampoco en las 'Comunidades campesinas', sino en hombres
muy concretos, que se reunían y organizaban hasta dar la vida si era necesario, olvidando sus propios
intereses, agrandándose hasta la dimensión de todos los que sufrían y luchaban como ellos, a nivel
departamental, provincial y de hacienda, llevando una astuta y organizada ofensiva, hasta reconquistar la
tierra, comenzando a manejar el poder del Estado (cooperativas, técnicas y Reforma Agraria, Prefecto,
Guardia Civil, jueces, etc.) y organizarse en milicias. Esta solidaridad real no pudo comprenderla Arguedas,
prefirió la romántica, la no-violenta, la pacífica y progresiva, la voluntaria y utópica. Y al no existir ésta en la
realidad, tenía que buscarla necesariamente en los sueños de la "literatura"34.
En épocas revolucionarias, una perspectiva que posibilita hacer la crítica de cierta sociedad burguesa
estable, no basta para reconocer los signos evidentes de un movimiento nacional o popular. Sin una
perspectiva revolucionaria se desfigura la realidad revolucionaria y se frustra el intento de mostrar la nación.
Porque la utopía no es buena consejera, ni en política ni en literatura. Muy poco tiempo después, a mediados
de 1965, se produce la conciliación de Acción Popular con el Apra. Se aleja su ala izquierda y pierde el sector
juvenil. Se dan por fracasadas las reformas, comienza la guerrilla —que también fracasó, no sólo por la
violenta represión, sino por las traiciones y su degeneración interna—, se decreta la pena de muerte para
guerrilleros y campesinos que los apoyen, renuncian diecinueve gabinetes, los amigos de Arguedas
abandonan el gobierno, renuncia él a la dirección de la Casa de la Cultura y, en abril de 1966, trata de
suicidarse. Arguedas sólo pudo reflejar, no a su pueblo, sino a cierta burguesía. De ella, sólo lo nostálgico, la
forma cómo se corrompía y destruía la antigua red de dominación que ella había construido y el modo cómo
moría el antiguo Perú.
En el fondo, escribió para la burguesía. Y cuando trató de rescatar la imagen de su pueblo, creó el
sustituto que la burguesía necesitaba, el que le pedía para reemplazar esa realidad que se le imponía.
Arguedas, en este aspecto, representa el límite de una generación, de una actitud, de una conducta y de una
escuela literaria. Y para que no quede duda, cuando sobreviva, lo dirá constantemente, se apartará de su
medio y rechazará su intento. Y al no poder superarlo, preferirá morir. Al no tener perspectiva
revolucionaria, sólo pudo hacer literatura agónica de un trozo del Perú que moría. Reflejó su propia
suerte, despidió al viejo Perú con una elegía.
Esta tragedia suya también es la de América Latina, pues nunca pudo ir más allá ninguna literatura
nacional, aunque nadie hizo un intento más desesperado por superarla.

—Publicado en ALEJANDRO LOSADA GUIDO - CREACIÓN Y PRAXIS. La Producción Literaria como praxis social
en Hispanoamérica y el Perú. Imprenta de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Julio de 1976. Pp. 39-67.

Digitalizó: http://www.arlequibre.blogspot.com

33 Primer encuentro de narradores peruanos, ob. cit.; para la cita de Mariátegui, véase 7 ensayos de interpretación de la realidad
peruana, 17 ed., p. 345 y ss., y comparar con el artículo póstumo de Arguedas sobre el mismo tema. .Razón de ser del indigenismo
en el Perú, ficha 264. mar-abr. 1966. año VI. No. 35. p. 105409.
34 La opción ideológica de Arguedas es muy parecida a la de los populistas rusos del siglo pasado. Véase el artículo de Lenin.
"¿A qué herencia renunciamos?" En Obras escogidas, tomo I, Moscú; la posición de Engelhardt, ob. Cit., p. 97 y la síntesis de la
ideología del populismo, ob. Cit., p. 98 y ss.
Igualmente, véase León Trotsky. Literatura y revolución, Francia 1969. Ed. Ruedo Ibérico, tomo I; el análisis de Kliuiev, ob. cit, p.
38 y ss. y el de los poetas rústicos, ob. Cit., p. 58 y ss.
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