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Hamsun, Knut - Pan
Hamsun, Knut - Pan
tiva
Novela
Knut Hamsun
Título original:
PAN
Traducción de
A. HERNÁNDEZ CATA
Portada de
GRACIA
Printed in Spain
Impreso en España
II
III
IV
—¿Irlandés?
VI
VII
VIII
Y ella:
—Del molino.
—¿Cuántas veces?
IX
He tenido una larga conversación con
Eduarda.
Hela aquí.
—Sí, sí.
XI
XII
—En el extranjero.
XIII
—¡Cuánto me quieres!
—¡Buenas noches...!
XIV
La alegría embriaga; sin más ni más, a modo
de salvas en honor de mí mismo, disparo los
dos tiros de mi escopeta, y ecos simultáneos,
casi indivisibles, van de monte en monte, se
extienden sobre el mar y llegan a sacar de su
marasmo a un pescador extenuado por la larga
e infructuosa espera. ¿Por qué estoy contento?
Ha bastado para ello un pensamiento, un
recuerdo, la imagen de un ser humano...
Pienso en ella con los ojos cerrados para verla
mejor, contando los minutos que me faltan para
tenerla junto a mí... Me inclino a beber de un
arroyo; para hacer tiempo, cuento cien pasos de
un lado y cien de otro... "Ya es tarde", me
digo; y de nuevo me abandono a ideas que la
envuelven, la tocan, y si se apartan de ella es
para volver en seguida a ceñirla... Ha
transcurrido un mes, y a pesar de sus temores,
ni el más pequeño obstáculo surge en nuestro
camino. ¡Bien corto es, en verdad, un mes,
sobre todo un mes tan delicioso; pero mucho
más corto es un minuto, un segundo, y en ellos
podemos tropezar con la piedra fatal que
determine la caída...! ¿Por qué no viene aún?
Para abreviar la espera, se me ocurre mojar mi
gorro y ponerlo a secar en una rama alta... Ya
está hecho... Mi medida de cálculo son las
noches; ha habido algunas en que no ha podido
venir al bosque; mas nunca, como esta vez, dos
noches seguidas. Las otras veces nada le había
ocurrido. ¿Por qué esta inquietud? ¿No tendré,
al recobrarla, la sensación de que mi dicha
alcanza su apogeo? En este momento, unos
pasos resuenan y mi busto se inclina, mis
brazos se abren ansiosos... Ya está aquí.
—¿Hasta mañana?
XV
—¿Qué dice?
—¡Aprobado!
XVI
XVII
—¿De veras?
—¿Estaba ciego?
Lastimada por mi grosería, la muchacha
replica:
—No.
Sigue un silencio en el que le veo palidecer;
encogiéndose al cabo de hombros dice:
—¡Ea, a saltar!
XVIII
—¿Mi opinión?
—¿De cuál?
—¿De un señor?
—Sí; pero no era el galán esperado — dijo
sonriendo amargamente —. Era un individuo
de mi edad, cojo... Ya ve usted que no se le
podía confundir con un príncipe.
XIX
—Casi curado.
XX
Y se ruboriza deliciosamente.
XXV
XXII
—¡Ah...!
—¡Qué sabiduría tan inoportuna!,
¿verdad...? ¿Por qué no te ríes como yo?
XXIII
—¿Adonde va usted?
XXIV
—¿Quién?
—¿Aquí? ¿A su cabaña?
—¿Casada Eva?
—¿Con quién?
XXV
—¿No lo sabías?
—No, no.
—No importa.
—Porque te quiero.
—Se lo he dicho.
XXVI
—¿Y tú la conoces?
—¿Y ella...?
—Hasta mañana.
XXVII
XXVIII
Desde que llegué hasta que partí tuve la
convicción íntima de que había hecho mal en
acceder a la llamada del doctor. Mi llegada
apenas si distrajo a la mayoría de su diversión,
y Eduarda misma sólo me saludó al paso, sin
darle importancia a que hubiese deferido a su
ruego; mas a pesar de esto, permanecí en vez
de partir inmediatamente, y me esforcé en
aturdirme a fuerza de bebida. El señor Mack,
vestido de frac, parecía más esbelto y amable
que nunca, multiplicándose para halagar a
todos, bailando, riendo, mezclándose en los
juveniles retozos, y, sin embargo, una vez que
lo vi de frente, a plena luz, comprendí que tras
el chispear de sus ojuelos había pensamientos
ocultos.
Y el doctor preguntó:
XXIX
XXX
Heme aquí en lo alto de la montaña
ahondando el barreno que he de llenar de
pólvora. La atmósfera otoñal es de cristalina
transparencia y los golpes del pico se dilatan en
ella a intervalos regulares. Esopo no aparta de
mí sus ojos interrogadores, sin explicarse por
qué el orgullo hincha de tiempo en tiempo mi
pecho. ¿Cómo va a discernir él mi alegría de
sentirme solo, preparando en secreto una gran
obra?
XXXI
XXXII
"—¿Regalárselo a quién?
XXXIV
XXXVI
XXXVI
—Adiós, Eduarda.
—Adiós.
XXXVII
—Gracias.
XXXVIII
II
III
IV
Habíamos reanudado la caza, y un día Glahn
quien remordía sin duda el no haber procedido
bien conmigo, me dijo inesperadamente:
—Sí.
—¿Qué hay?
—¿Por qué?
—¡Cobarde...! ¡Cobarde...!
FIN