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De por sí, el área afectivo - sexual siempre debería merecer cierta atención,
especialmente cuando el sujeto niega tener cualquier tipo de problema al respecto («un
joven que no tiene problemas en esta área es un problema»).
Y debería merecer una atención constante, teniendo en cuenta lo que hemos dicho al
inicio, a propósito de la centralidad del amor (y de la sexualidad): reforzando tal posición,
la energía afectivo - sexual se comunica con todo aspecto de la vida psíquica humana.
Por eso su lenguaje es complejo y difícil de entender. ¡Se trata del misterio de la
afectividad - sexualidad humana!
Obviamente, muchas de las cosas que ya hemos dicho pueden ser aplicadas
también en el contexto afectivo-sexual del joven con vocación. Por lo tanto, no nos
repetiremos. Agreguemos más bien algunos elementos que nos ayuden a abordar la
especificidad de este misterio.
• Autoerotismo (y narcisismo)
Amor e interés están totalmente replegados sobre sí mismo, en una actitud en gran
parte narcisista. La atención en el propio cuerpo y en sus cambios, un cierto
«egocentrismo intelectual, como lo llama Piaget, y las primeras experiencias afectivas son
el signo de un nuevo modo de ponerse ante la vida, caracterizado por un interés inédito
en la propia persona, siempre más al centro de la situación.
Probablemente por este motivo, es posible que en tal periodo, el joven inicie cierta
práctica masturbatoria, como intento de explorar el propio cuerpo y sus reacciones, como
reacción a cierta tensión, como cerrazón autosuficiente dentro de sí ante el esfuerzo de
algunas relaciones, como búsqueda de gratificación, o como intento de reaccionar a un
fracaso, como expresión del propio poder sobre su cuerpo. Como se ve, pueden ser, y
son en efecto, tantas las motivaciones del gesto masturbatorio, y ni siquiera conectadas
con la búsqueda del placer genital-sexual, más aún, el acto es muchas veces seguido por
un mal gusto doloroso, y ciertamente no resuelve ningún problema. Aún así tal gesto
puede convertirse en hábito y resistir enormemente a los intentos del sujeto de liberarse.
Al contrario instaura en el sujeto una tendencia a cerrarse en sí mismo y no buscar
soluciones más adultas a los problemas de los que nace el impulso masturbatorio.
Precisamente por esto es fundamental que el joven pueda recorrer su historia con
la ayuda del educador, para reencontrar en ella, cualquiera haya sido la
experiencia en la familia de origen y junto con los inevitables momentos y
componentes negativos, los signos de un amor recibido, de personas sin duda
imperfectas, pero en todo caso mediaciones misteriosas del amor del Eterno. Un
amor que es tanto más grande cuanto más acepta las mediaciones imperfectas e
inadecuadas para comunicarse con la criatura. Un amor que, en último análisis, es
la fuente de aquellas dos certezas estratégicas que fundan la libertad afectiva.
De por sí no hay ningún interés de tipo homosexual por lo menos como motivación
originaria, pero el frecuentar constantemente este tipo de relación puede suscitar
fantasías, deseos y dudas en este sentido. Pero no se puede excluir totalmente una
salida en tal sentido, sobre todo, en el caso de una eventual experiencia, a lo mejor súbita
y repetida, de este tipo, y al interior de una cultura, como la actual, que ha asumido
respecto a la homosexualidad una actitud muy permisiva.
Inmaduro, de este punto de vista, sería, en cambio, quien parece no saber ir más
allá de la fase de una vaga atracción sexual indiferenciada y no logra nunca involucrarse
en una relación con una dependencia afectiva con una persona particular, o que
multiplica relaciones indefinidamente, desarrollando una dependencia afectivo – sexual
que le impide entregarse para siempre a una persona (=de enamorarse) y lo hace
incapaz de tener bajo control el propio impulso afectivo - sexual.
Otras formas de inmadurez, que tocan de alguna manera la patología, son las
actitudes defensivas respecto a la sexualidad y a involucrarse en relaciones
interpersonales que llevan al individuo a alcanzar formas indirectas de gratificación de un
incontrolado instinto sexual, y se manifiestan bajo varias formas de gratificación
compensatoria (o vicaria), no a través de la relación interpersonal, en otras palabras, a
través de objetos e instrumentos sustitutivos (pornografía, voyeurismo, fantasía
desenfrenada, Internet, ...), todas formas, a través de las cuales, no hay relación con la
persona concreta o la relación es sólo objetual y parcial.
En este sentido podría ser útil el llamado «análisis de la mirada», como primera
señal del tipo de relaciones interpersonales o del fenómeno tan frecuente en la cultura
actual, de la separación entre sexo y amor con las consecuentes percepciones parciales.
La mirada parcial es:
- la mirada erótica, mirada parcial que ve sólo las «partes interesantes» del otro/a, y lo
faena o lo «hace pedazos» como si fuese un objeto (no importa si es sólo en la mente o
en el sueño), tomando y llevándose cuanto le place y botándolo, después de haberlo
exprimido:
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retomaremos más adelante este importante punto.
- la mirada mirón-consumista que se aferra y «roba» del otro sólo lo que le sirve para
satisfacer la propia curiosidad adolescente, o llenar el propio vacío, lo consume y quema
al instante, para volverse después a otro lado, a otra cosa que robar-consumir, siempre
con la misma mirada furtiva;
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Como los escribas y fariseos que llevan a Jesús a la mujer «sorprendida en flagrante adulterio» (es decir, a la vista de todos y es
tratada como adúltera, como objeto apetecible y juzgada y condenada después por su comportamiento), por el contrario. Jesús «ve»
con mirada global, se niega a condenar, mueve a todos a mirarse dentro, y toma y hace tomar de ésta mujer su positividad («Yo
tampoco te condeno, anda y no peques más).
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A. Cencini, Por Amor, con Amor, en el Amor. Ediciones Sígueme, España, Salamanca, 2001, 4a Edición, Págs. 159 ss.