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¡AMORE MIO!

(Paciencia)

La mañana que Paolo entró a clase, Alba sintió que un fuego se


encendía en su corazón. Él era nuevo en la clase y la maestra les había
explicado que acababa de llegar con su familia de un pueblo de Italia.

Alba había oído decir que los italianos eran guapos, pero cuando vio a
aquel chico de ojos negros y cabello rubio, enseguida supo que se había
enamorado. A su lado, el resto de los niños de la clase parecían feos,
muy feos.

Tras ser presentado por la maestra, cualquier nuevo alumno se habría


sentado, muy tímido, en su sitio. Paolo, en cambio, primero quiso
saludar personalmente a cada uno de sus nuevos compañeros y
compañeras. Mientras recorría los pupitres, estrechaba la mano a los
chicos y les saludaba con un: Comme stai?” las chicas recibían un
sonoro beso en la mejilla.

Alba que se sentaba en la última fila, se recogió el pelo en una cola


para ofrecer su mejilla a aquel caballero del país de los espaguetis.
Antes de que llegara su turno, Paolo estrechó la mano de Juan Marcos,
su compañero de pupitre, que recibió el gesto con una sonrisa estúpida.
Luego se inclinó hacia ella, que cerró los ojos.

Fue un beso breve pero intenso, y a Alba le pareció que había sonado
más fuerte que los que habían recibido sus compañeras. “¿La habría
escogido a ella como ella acababa de escogerle a él?”, se preguntaba.
“¿Tan rápido lanzaba Cupido sus flechas?”.

Cuando Paolo se alejó, el corazón le latía muy fuerte, mientras flotaba


la fragancia de su perfume italiano. Alba se propuso no lavarse la
mejilla en un par de semanas.

Tras la sorpresa inicial, Paolo fue aceptado como uno más. Además de
su simpatía, resultó ser un excelente futbolista, por lo que los chicos lo
acogieron en el equipo de la clase con los brazos abiertos…excepto
Alba.
Ella se pasaba las horas embobada, mirando el pelo de Paolo, que caía
graciosamente sobre su jersey a rayas. Cada vez que él intervenía en
clase, a Alba le daba un vuelco el corazón al oír su dulce acento
italiano.

Cuando llevaba tres días en esta situación, Alba se dijo que no podía
esperar más. Tenía que conseguir que fuera su novio antes de que otra
chica se le adelantara. Y aquella tarde a la salida del colegio le
declararía su amor.

Durante toda la clase estuvo pensando exactamente qué le diría y cómo


se lo diría. Temblaba de emoción con sólo pensar que, que si era
correspondida, él le abrazaría muy fuerte, como en las películas.

Al sonar el timbre, Alba salió de la escuela antes que nadie y lo esperó


en la puerta de la calle. Cuando vio aparecer a Paolo, tomó aire y puso
en acción su plan. Le abordó así:

- ¿Vas a tu casa? ¿Te importa que te acompañe un trecho?


Necesito decirte algo.

Tal vez porque Alba había encadenado rápidamente tres frases


seguidas, Paolo pareció no entender lo que le decía. Se limitó a
encogerse de hombros y permitir que la acompañara.

Ella estaba tan contenta de tenerlo a su lado que, cuando se alejaron de


la escuela un par de manzanas, ni corta ni perezosa le tomó la mano. A
Paolo no pareció importarle, e incluso le dedicó una sonrisa, lo cual le
hizo pensar a Alba que debía cerrar el asunto cuanto antes.

- ¿Tienes novia en Italia?- le preguntó.

Paolo la miró sorprendida, y sin dejar de caminar cogidos de la mano,


le respondió:

- ¡No!
- ¿Y aquí?
- ¡Tampoco!
- ¿Te gustaría que yo fuera tu novia?
- Non capisco- dijo en italiano, mientras la miraba perplejo.
Justo entonces se les adelantó Felipe, el capitán del equipo de fútbol, y
Paolo se soltó de la mano de Alba para ir con él. Los dos chicos
torcieron la esquina gritando y riendo mientras ella se quedaba
parada.

Al día siguiente, Alba decidió que debía ser aún más clara. No había
tiempo que perder. En lugar de preguntarle si quería ser su novio, le
declaró su amor directamente. Estaba considerada una de las chicas
más guapas de la escuela, por lo que Paolo debía caer a sus pies.

Esta vez el plan de ataque empezó en hora de clase. Estaban dibujando


un mapa de América cuando en la mesa de Paolo aterrizó un avión de
papel con un mensaje muy especial.

Su compañero de pupitre vio con curiosidad cómo Paolo recogía el


avión y lo desplegaba.

Allí encontró dibujados unos cincuenta corazoncitos con las iniciales P


y A. ¿Quedaba suficientemente claro? Alba pensó que no, porque
Paolo se limitó a volver a montar el avión y lo hizo volar hacia otro
pupitre.

“¡Tonto!, ¡tonto!, ¡tonto!”, pensó Alba indignada cuando vio que el


avioncito con su mensaje de amor aterrizaba sobre otros mapas, hasta
que finalmente la maestra lo hizo caer en picado a la basura.

Dispuesta a ponérselo más fácil todavía, a la hora del recreo Alba se


encerró en el lavabo para poner en marcha el plan C. había tomado un
lápiz de ojos, de color negro, de su madre. Entonces cerró el párpado
derecho y, delante del espejo, escribió encima cuidadosamente sobre él:
TE. Luego cerró el párpado izquierdo y escribió con el lápiz: AMO.

Entusiasmada con esta idea tan original, Alba abrió los ojos y el
mensaje quedó oculto. Al cerrar los párpados, Paolo leería claramente:
“TE AMO” y tendría que besarla.

Buscó a Paolo por el patio y lo encontró al lado de la portería de fútbol,


descansado un momento antes de volver a entrar en el partido. Alba
fue directamente hacia él, que estaba mordisqueando un trozo de
bocadillo, y le tomó ambas manos.
Sorprendido por aquel gesto, en un ligar tan poco romántico como un
campo de fútbol, Paolo se quedó mirando a Alba con curiosidad. Según
lo había planeado, ella acercó un poco su cara a la suya y cerró
coquetamente los párpados.

Alba ya estaba esperando el beso de Paolo que sellaría su amor, pero lo


que recibió fue un tremendo pelotazo en la cara. Primero le pitaron los
oídos, luego sintió que le ardía la piel y todo empezaba a darle vueltas.
Finalmente se desmayó.

Cuando abrió los ojos, Alba estaba en la enfermería con sus tres
mejores amigas. Con la mejilla hinchada, como si tuviera un flemón,
lloró de rabia y de frustración, porque Paolo no había respondido
positivamente a ninguno de sus tres ataques.

¡Valiente caballero estaba hecho, que ni siquiera estaba a su lado


después de recibir un pelotazo por su culpa!

- No dudes de que a Paolo le gustas- dijo una de sus amigas.


- Yo también lo creo- añadió otra-, lo que sucede es que vas
demasiado rápido. Ten un poco de paciencia.
- Los chicos son tímidos por naturaleza- intervino la tercera. Te
ha visto tan lanzada que ahora tiene miedo.
- No te apresures y lo tendrás en el bote- dijo la primera.

Entonces entró la maestra y, para sorpresa de todas- sobre todo de


Alba-, le dio el siguiente consejo:

- Si quieres obtener el amor de Paolo, no le hagas ni caso. Verás


cómo antes de una semana lo tendrás a tus pies.

Dispuesta a seguir este consejo, cuando volvió a cruzarse con Paolo en


el patio y éste le preguntó:

- Comme stai?

Alba le respondió:

- Molto bene, ciao!

Y lo dejó allí plantado.


Aquella tarde hizo el camino a casa acompañada por sus tres amigas,
mientras Paolo la miraba intrigado desde la puerta de la escuela.

Al día siguiente hizo lo mismo, y al otro también. No volvió a dar más


señales a su enamorado, ni en clase ni fuera de ella. Como mucho, le
saludaba brevemente y nada más.

Paolo parecía confuso y miraba a Alba de una forma extraña. ¡Tal vez
ahora echaba de menos las atenciones que le había dedicado los
primeros días de clase!

El momento culminante fue cuando, una semana más tarde, el capitán


del equipo de fútbol se ofreció a acompañarla a casa. Alba aceptó e
hicieron el camino riendo ante la mirada sorprendida de Paolo, que les
seguía a cierta distancia.

Cuando Alba se separó de su acompañante y legó hasta el portal de su


casa, Paolo la detuvo cogiéndola del brazo.

- ¿Qué quieres tu ahora?- le preguntó ella haciendo ver que estaba


irritada.
- ¡Amore mio!- exclamó Paolo con cara de perro apaleado. Y fue
entonces cuando se dieron el primer beso

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