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(Paciencia)
Alba había oído decir que los italianos eran guapos, pero cuando vio a
aquel chico de ojos negros y cabello rubio, enseguida supo que se había
enamorado. A su lado, el resto de los niños de la clase parecían feos,
muy feos.
Fue un beso breve pero intenso, y a Alba le pareció que había sonado
más fuerte que los que habían recibido sus compañeras. “¿La habría
escogido a ella como ella acababa de escogerle a él?”, se preguntaba.
“¿Tan rápido lanzaba Cupido sus flechas?”.
Tras la sorpresa inicial, Paolo fue aceptado como uno más. Además de
su simpatía, resultó ser un excelente futbolista, por lo que los chicos lo
acogieron en el equipo de la clase con los brazos abiertos…excepto
Alba.
Ella se pasaba las horas embobada, mirando el pelo de Paolo, que caía
graciosamente sobre su jersey a rayas. Cada vez que él intervenía en
clase, a Alba le daba un vuelco el corazón al oír su dulce acento
italiano.
Cuando llevaba tres días en esta situación, Alba se dijo que no podía
esperar más. Tenía que conseguir que fuera su novio antes de que otra
chica se le adelantara. Y aquella tarde a la salida del colegio le
declararía su amor.
- ¡No!
- ¿Y aquí?
- ¡Tampoco!
- ¿Te gustaría que yo fuera tu novia?
- Non capisco- dijo en italiano, mientras la miraba perplejo.
Justo entonces se les adelantó Felipe, el capitán del equipo de fútbol, y
Paolo se soltó de la mano de Alba para ir con él. Los dos chicos
torcieron la esquina gritando y riendo mientras ella se quedaba
parada.
Al día siguiente, Alba decidió que debía ser aún más clara. No había
tiempo que perder. En lugar de preguntarle si quería ser su novio, le
declaró su amor directamente. Estaba considerada una de las chicas
más guapas de la escuela, por lo que Paolo debía caer a sus pies.
Entusiasmada con esta idea tan original, Alba abrió los ojos y el
mensaje quedó oculto. Al cerrar los párpados, Paolo leería claramente:
“TE AMO” y tendría que besarla.
Cuando abrió los ojos, Alba estaba en la enfermería con sus tres
mejores amigas. Con la mejilla hinchada, como si tuviera un flemón,
lloró de rabia y de frustración, porque Paolo no había respondido
positivamente a ninguno de sus tres ataques.
- Comme stai?
Alba le respondió:
Paolo parecía confuso y miraba a Alba de una forma extraña. ¡Tal vez
ahora echaba de menos las atenciones que le había dedicado los
primeros días de clase!