0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
73 vistas15 páginas
Poema incluido de Manuel Ibáñez Rosazza en "Poemas casi últimos":
LA VENTANA
Tras de mi casa quedaba mi cuarto
y en la pared de mi cuarto había una ventana
y en el fondo de esa ventana veíase una montaña.
Mi casa era un lugar hermoso
con su número en la puerta, sus geranios.
yo llegaba a mi casa y entraba a mi cuarto al fondo
y poníame a mirar a través de la ventana esa montaña.
Cuántas veces como en sueños yo trepaba hasta su cumbre
para observar desde allí los techos ocres y planos de mi ciudad natal.
Bajo los techos adivinaba a todos mis amigos
en sus bolsillos descubría sus cartas
y en sus cartas sus amores y sus penas tempranas.
Recuerdo los muebles pesados y oscuros de la sala,
los retratos, las cortinas tejidas a crochet,
el comedor con sus limpias cucharas boca arriba
a donde alguien nos llamaba a la mesa y todo
era como una jaula de alegres pájaros.
Recuerdo los cuadernos del colegio y mi camisa
recién lavada como una bandera en el cordel
y en mi cuarto los versos y la noche desnuda de astros
descendiendo de esa montaña en un puñado de inviernos y veranos.
Hoy he vuelto otra vez después de años a esta casa
y ya no hay nadie, algunos se han ido, otros de han muerto
y yo soy como un fantasma entre llaves, telarañas en la lámpara
un espejo rajado y un silencio como un puente
que me dice que ya no tengo mis dieciséis años.
Todos hemos ido a caminar, a dar una vuelta sin fin.
Pero no, en esta vacía soledad alguien no ha querido irse:
En el fondo hay un cuarto, en su pared una ventana,
y en el fondo de esa ventana todavía hasta ahora una montaña
que no ha querido irse, nunca más.
Poema incluido de Manuel Ibáñez Rosazza en "Poemas casi últimos":
LA VENTANA
Tras de mi casa quedaba mi cuarto
y en la pared de mi cuarto había una ventana
y en el fondo de esa ventana veíase una montaña.
Mi casa era un lugar hermoso
con su número en la puerta, sus geranios.
yo llegaba a mi casa y entraba a mi cuarto al fondo
y poníame a mirar a través de la ventana esa montaña.
Cuántas veces como en sueños yo trepaba hasta su cumbre
para observar desde allí los techos ocres y planos de mi ciudad natal.
Bajo los techos adivinaba a todos mis amigos
en sus bolsillos descubría sus cartas
y en sus cartas sus amores y sus penas tempranas.
Recuerdo los muebles pesados y oscuros de la sala,
los retratos, las cortinas tejidas a crochet,
el comedor con sus limpias cucharas boca arriba
a donde alguien nos llamaba a la mesa y todo
era como una jaula de alegres pájaros.
Recuerdo los cuadernos del colegio y mi camisa
recién lavada como una bandera en el cordel
y en mi cuarto los versos y la noche desnuda de astros
descendiendo de esa montaña en un puñado de inviernos y veranos.
Hoy he vuelto otra vez después de años a esta casa
y ya no hay nadie, algunos se han ido, otros de han muerto
y yo soy como un fantasma entre llaves, telarañas en la lámpara
un espejo rajado y un silencio como un puente
que me dice que ya no tengo mis dieciséis años.
Todos hemos ido a caminar, a dar una vuelta sin fin.
Pero no, en esta vacía soledad alguien no ha querido irse:
En el fondo hay un cuarto, en su pared una ventana,
y en el fondo de esa ventana todavía hasta ahora una montaña
que no ha querido irse, nunca más.
Poema incluido de Manuel Ibáñez Rosazza en "Poemas casi últimos":
LA VENTANA
Tras de mi casa quedaba mi cuarto
y en la pared de mi cuarto había una ventana
y en el fondo de esa ventana veíase una montaña.
Mi casa era un lugar hermoso
con su número en la puerta, sus geranios.
yo llegaba a mi casa y entraba a mi cuarto al fondo
y poníame a mirar a través de la ventana esa montaña.
Cuántas veces como en sueños yo trepaba hasta su cumbre
para observar desde allí los techos ocres y planos de mi ciudad natal.
Bajo los techos adivinaba a todos mis amigos
en sus bolsillos descubría sus cartas
y en sus cartas sus amores y sus penas tempranas.
Recuerdo los muebles pesados y oscuros de la sala,
los retratos, las cortinas tejidas a crochet,
el comedor con sus limpias cucharas boca arriba
a donde alguien nos llamaba a la mesa y todo
era como una jaula de alegres pájaros.
Recuerdo los cuadernos del colegio y mi camisa
recién lavada como una bandera en el cordel
y en mi cuarto los versos y la noche desnuda de astros
descendiendo de esa montaña en un puñado de inviernos y veranos.
Hoy he vuelto otra vez después de años a esta casa
y ya no hay nadie, algunos se han ido, otros de han muerto
y yo soy como un fantasma entre llaves, telarañas en la lámpara
un espejo rajado y un silencio como un puente
que me dice que ya no tengo mis dieciséis años.
Todos hemos ido a caminar, a dar una vuelta sin fin.
Pero no, en esta vacía soledad alguien no ha querido irse:
En el fondo hay un cuarto, en su pared una ventana,
y en el fondo de esa ventana todavía hasta ahora una montaña
que no ha querido irse, nunca más.