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IN MEMORIAM

DE
VIVIAN GODFREY BARCYNSKI
(«Melita Denning»)

«¡Escribe y encuentra éxtasis en la escritura! ¡Obra y sé


nuestro lecho en el obrar! ¡Estremécete con el goce de vida
y muerte! ¡Ah! tú muerte será hermosa: quien la vea se
alegrará. Tú muerte será el sello de la promesa de nuestro
longevo amor. ¡Ven! ¡Solivianta el corazón tuyo y regocíjate!
Somos uno; somos ninguno. »
--Liber Legis, Cáp. II, v. 66--

« Así, la Luz y la Vida serán al fin atraídas a la radiación de la Estrella única y dicha Estrella
ascenderá hasta la altura sin sombreas. »
--La Catena Ogdoádica--

Poco después del Equinoccio Vernal [marzo, 1997], nosotros recibimos noticias de la muerte de
la muy respetada autora «Melita Denning» (Vivian Godfrey de Barcynski), hasta hace poco
Gran Maestra de la Orden Aurum Solis. La carta siguiente, datada del 25 de marzo, es de su
marido y compañero de trabajo por muchas décadas, León Barcynski («Osborne Phillips»).
Habla más elocuentemente que algo que nosotros pudiéramos escribir sobre esta notable
mujer, y gran celebridad. Sus palabras deben inspirar a muchos, como una bella reflexión de la
realidad interna del Adepto. Ella es por fin «Bendita: Y la tierra tiene [su] canción para
siempre.» (La carta esta publicada aquí con permiso de León.)

«Yo comparto con usted las noticias de lo pasado por mi esposa Vivian, conocida por
muchos por su nombre de escritora Melita Denning.
Ella fue admitida en el Kettering General Hospital el 28 febrero. Después de extensas
pruebas fue encontrado que ella tenía un cáncer que había progresado avanzado mucho
para ser operable. No había sido descubierto antes porque ella no había sentido dolor.

Ella abandono el hospital el 20 marzo, de acuerdo a lo que ella deseaba que era el poder
estar en nuestra casa durante sus últimos días. Se habían instalado equipos especiales
para su cuidado, y varias enfermeras habían para su asistencia. El cáncer sin embargo,
progresó muy rápidamente y dolorosamente.

El 21 de marzo era un día común para nosotros. Ella y yo intercambiamos palabras


preciosas y secretas, una destilación alquímica de los treinta años de nuestra relación.
Esa noche, su dosificación de morfina fue aumentada, y administrada de continuo por
la jeringa.

A las 7.20 en la mañana del 22 marzo, algo imponente y muy profundo ocurrió. Aunque
muy débil y pesadamente narcotizada, Vivian salió de repente fuera de la influencia de
la morfina. Ella se sentó, y sus ojos se pusieron intensamente radiantes. Brillaba en
sus ojos una luz de reconocimiento y de bienvenida. No era para mí, o para el amigo
que estaba asistiéndome en su compañía a un lado de la cama. Vivian estaba en un
estado de alta exaltación espiritual y la vibración de la atmósfera se estremecía. Ella
estaba percibiendo a algo, o, a alguien, maravilloso. Ella sonrió, con una sonrisa de
exquisita dulzura. Entonces suavemente ella profirió las palabras, «Yo sé, Madre. Yo
sé», y muy silenciosamente entonó una antigua oración a la Reina Celestial.

Después de esto ella cayó en coma. Ella falleció temprano, en la mañana del 23 de
marzo. En la muerte ella parecía absolutamente tranquila; muy bonita, muy
dignificada. Es de remarcar que cada artículo de vestir y los ramos de flores que habían
estado en contacto ella le dieron a su cuerpo una calida dulzura y frescura. En el cuarto
en el que ella falleció, un perfume huidizo, como el incienso, permaneció durante casi
veinticuatro horas después de su pasaje (a la otra vida).

Los doctores y enfermeras que la asistieron dijeron que ella era una mujer notable, y
muy valerosa.

Ella era una gran Luz. Yo estoy desvastado por su partida; pero también tengo dentro
de mí la alegría de la primavera: de ella y por ella. Y yo sé, de verdad, dónde ella ha
ido, y que una nueva aventura--la mejor de todas las aventuras--ha empezado para
ella.»

¡Vale, Soror! --Fra. A.H. »

Traducción: Johannes Guilhermenn Ohlen-Schück (Aeth+Ophis)


Agosto 2007

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