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Universidad Autonoma de Madrid

Universidad de Alcalá
Universidad Complutense de Madrid
Fundación Interuniversitaria Fernando González Bernáldez para los espacios
naturales
Europarc España

La actividad de caza

análisis del impacto ecológico y social

Dr. Giulio Mantovani (2009)


ÍNDICE

Capítulo 1

HISTORIA DE LA CAZA 1

1.1 De los orígenes al Imperio Romano 1

1.2 Del Imperio Romano al siglo XX 6

Capítulo 2

CRÍTICA A LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS DE LA CAZA 12

2.1 Premisas 12

2.2 El excedente 12

2.3 La curva sigmoide 15

2.4 La predación 16

2.5 La nocividad 17

Conclusiones 18

Capítulo 3

PLOMO Y PLUMBISMO 20

3.1 Características y riesgos de intoxicación. 20

3.2 Contaminación ambiental y riesgos para la fauna salvaje 22

Capítulo 4

LOS DAÑOS POR LA FAUNA SALVAJE 29

4.1 Daños por Ungulados: Cérvidos y jabalís 29

4.2 Instrumentos y medidas de prevención de daños 30

4.3 Repoblación y problemas relacionados 32

4.4 El fenómeno de los cebos envenenados 35

4.5 Los planes de gestión de la caza 36

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Capítulo 5

IMPACTOS POR LA CAZA Y OTROS EFECTOS SECUNDARIOS 40

5.1 Impactos en los animales 40

5.2 Accidentes de caza 42

5.3 Impactos en el turismo 44

Capítulo 6

DIFÍCIL RELACIÓN ENTRE CAZA Y LEYES 46

6.1 Premisa 46

6.2 El problema de la derogación de la caza 47

6.3 El caso de la útil Bisbita común 49

6.4 Ley Orsi: ¿un retorno al Medievo? 50

6.5 Los problemas del turismo cinegético 54

CONCLUSIONES 57

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS 60

ii
Capítulo 1
Historia de la caza

1.1 De los orígenes al Imperio Romano

La caza es una actividad que ha acompañado al hombre en gran parte de su historia, a


partir del Paleolítico, cuando empezó a introducir la carne en su alimentación.
Esto fue provocado por profundos cambios climáticos que convulsionaron la
estructura ecológica del medio ambiente en el cual él vivía, transformando los bosques
pluviales, donde había una gran abundancia de comida y fácil de encontrar, en sabana
semidesértica.
Si en los orígenes se nutría de restos de animales muertos, solamente con la aparición
del Homo Sapiens, homínido caracterizado entre varias cosas por un aumento
volumétrico del cerebro y por una habilidad manual e ingenio hasta entonces
desconocidos, fue satisfecha la exigencia de poseer instrumentos indispensables e idear
los medios más aptos para matar animales, incluso feroces o de grandes dimensiones, y
alimentarse de su carne.
La industria lítica muy rudimentaria del Homo Sapiens dejó su puesto a la
manufactura más evolucionada del Homo Erectus, el cuál sabía como obtener de las
piedras instrumentos ofensivos en punta con lascas de forma simétrica y bordes
afilados. Estos utensilios fueron encontrados en emplazamientos africanos y europeos
junto a huesos de grandes mamíferos, hecho que nos hace pensar que ya en aquellos
tiempos el hombre era un cazador experto y capaz de arrastrar las presas y sacrificarlas
o desmebrarlas en lugares determinados. A partir de este periodo la caza acompañará
constantemente al hombre atravesando por periodos de esplendor y crisis.
En el Paleolítico Medio no se aprecian cambios sustanciales en el uso y trabajo de la
piedra con fines cinegéticos, a parte de las especializaciones debidas a la selección
natural por la cual las poblaciones residentes en los climas más rígidos tuvieron que
adaptarse a la caza de pocas especies afinando los instrumentos según el tipo de animal.
Solamente hacia al final aparecen, observando los objetos encontrados en los
emplazamientos, los primeros instrumentos extraídos de los huesos de los animales con

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un cierto nivel de elaboración más varios objetos ornamentales todos ellos de origen
animal.
En el Paleolítico Superior la economía sigue todavía fuertemente ligada a la caza,
tanto por las poblaciones que viven en asentamientos en grutas o al abrigo de las rocas,
como por aquellas que sobre todo en la Europa centrooriental vivían en campamentos
más o menos complejos, consistentes en tiendas, cabañas o refugios bajo tierra.
Las armas mayoritariamente utilizadas siguen siendo las lanzas, mejoradas por puntas
de huesos o colmillos, pero se percibe un mejoramiento general de las técnicas de
construcción y de las formas de las manufacturas.
Típica del periodo es la realización de fundas, llamadas “armaduras”, formadas por
muchos elementos líticos metidos en serie y fijados sobre un elemento en madera o
hueso utilizado como arma de proyección. Aparecen también los primeros instrumentos
de propulsión que servirán para dotar de una mayor fuerza y de un mayor alcance a la
lanza.
La caza entra en la vida cotidiana y resulta ser un tema fundamental en la realización
de incisiones y pinturas parietales: los dibujos tratan de figuras humanas y animales
involucrados en escenas de caza más o menos cruentas asociadas a escenas de muerte y
apareamiento, según algunos estudiosos con un significado mágico y valor propiciatorio
para la misma caza, la fertilidad y la reproducción animal.

Fig. 1 - Pinturas rupestres que representan escenas de caza del hombre paleolítico.

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El Mesolítico ocupó un periodo comprendido entre el 10000 y el 5000 a.d.C. fue un
breve periodo de transición que duró pocos miles de años entre el fin del último periodo
glacial y el surgir de las primeras culturas neolítícas.
No obstante la breve duración hubo una notable evolución, en parte dependiente de
los cambios climáticos que contribuyeron al retiro de los glaciares y por tanto a un
clima más temperado adaptado a la difusión de las zonas boscosas.
Los bosques tomaron el lugar de los pastos y de las praderas que eran fuente de
nutrición para los herbívoros, los cuales a su vez constituyeron las principales presas del
hombre en el Paleolítico.
También las grandes manadas de animales acostumbrados a climas más rígidos se
desplazaron hacia el norte y las poblaciones sedentarias se vieron obligadas a afrontar el
cambio que influyó sobre la caza y la búsqueda de comida.
Antes de todo se dirigieron hacia nuevas fuentes alimenticias como por ejemplo los
moluscos de las zonas lacunares o costeras (son numerosos los emplazamientos de
conchas en los asentamientos humanos a lo largo de la costa) y se afinaron las armas a
través de nuevas técnicas constructivas que permitieron adaptar los instrumenos a
nuevas especies de animales.
Este periodo también es llamado “microlítico” con referencia al uso de pequeñas
laminillas o microláminas, derivadas del sílex, que eran fijadas sobre la punta de astas
de varios materiales para ser más cortantes y poder provocar más daño a las presas
golpeadas.
Eso fue posible gracias al desarrollo del arco que como instrumento de propulsión
permitía cazar con mayor seguridad tanto por la distancia desde la cual se podía acertar
al animal así como por la mayor eficacia de penetración del arma.
La economía mesolítica si por un lado seguía ligada a la caza y a la pesca, gracias
sobre todo a las mejoras de la industria lítica, por otro empezó a basarse en la
recolección de alimentos de origen vegetal (tubérculos, frutos, semillas, raíces, hojas,
etcétera) cuya variedad y abundancia dependieron del favorable cambio climático.
Fue gracias al descubrimiento del potencial alimenticio provisto por el mundo vegetal
que se pusieron las bases para el desarrollo de la economía de tipo agrícola.
Fue con el siguiente periodo Neolítico que se configuró una verdadero giro:
aparecieron las primeras prácticas agrícolas que permitieron cubrir las propias
necesidades y gestionar autónomamente la producción de alimento y que inicialmente
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complementaron para después sustituir, con modalidades y tiempos que varían de
región a región, las producciones basadas en caza, pesca y recolección.
Además de mejorar funcionalmente las aldeas, se perfeccionó la actividad extractiva
de materia prima ya empezada en las épocas previas, en particular se extraía ocre de
minas africanas y sílex, fundamental para la industria lítica en Europa. De esto son
testigos centenares de pozos y galerías que a día de hoy demuestran la habilidad
alcanzada en este sector.
Pero hay otro hecho que está indirectamente relacionado con la práctica de la caza y
está representado por las primeras formas de domesticación de animales salvajes que se
convertirán, con el tiempo y la práctica, en verdaderas ganaderías, de las cuales las
poblaciones podrán obtener fácilmente no solo carne sino también alimentos de origen
animal como leche y huevos, además de materiales útiles como pieles, lana y plumas,
produciendo como consecuencia un progresivo abandono de la prácticas cinegéticas, sin
duda peligrosas y dependientes de factores naturales externos no controlables.
De hecho el proceso de domesticación que involucró sobre todo a cabras, ovejas,
caballos, vacas, cerdos y también perros y gatos, todos presentes en la naturaleza como
salvajes, viajó durante todo el Neolítico paralelamente al desarrollo de la agricultura.
Esta última se concentró sobre unos vegetales en particular, los cereales, que crecían
abundantes, gracias al clima temperado en aquella que los historiadores definen como la
“medialuna fértil”, un vasto territorio que abarca Egipto, Turquía, Palestina, Siria e Iraq.
Se descubrió la espiga de dichas plantas que era muy rica en granos que contenían
nutrientes apreciados y de ahí que al poco se convirtiesen en parte fundamental de la
alimentación humana.
Se aprendió a plantar semillas, seleccionar las plantas y a recoger una cosecha siempre
más satisfactoria. Tal abundancia de comida y materias primas produjo tan fuerte
bienestar y mejora de la calidad de vida que la población vivió un fuerte incremento
demográfico, como nunca se había registrado previamente.
El paso fundamental en la historia del hombre de una economía basada en la caza y la
recolección a una economía centrada sobre ganadería y agricultura, que ha llevado a una
mayor sedentarización de las poblaciones se explica a través de dos factores. El primer,
como se ha señalado, es el aspecto climático que ha favorecido las actividades
productivas, y el segundo es un factor relacionado con la voluntad y deseo de aquellas
poblaciones de independizarse de los ciclos naturales y conquistar la autonomía en la
producción de la comida.
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Es fácil entender que desde ese momento la actividad de la caza empieza
inexorablemente a perder su función originaria de actividad básica de subsistencia.
Tanto los campos cultivados con cereales y leguminosas como los ganados, que ya en
las poblaciones sedentarias eran parte integrante de todos los escenarios de las aldeas,
proveían comida de calidad con poca fatiga, pero sobretodo con una cierta constancia a
nivel cuantitativo y temporal.
La caza no fue abandonada totalmente pero su ejercicio asumió diferentes significados
según las épocas vividas y las poblaciones que siguen practicándola.
En el Antiguo Egipto, por ejemplo, la caza fue practicada de manera diferente según
las clases sociales. La caza de animales de gran tamaño, como leones, leopardos o
hipopótamos, tuvo una cierta difusión entre grupo nobiliarios que la practicaban a lo
largo de las orillas del Nilo como si fuese una actividad deportiva, mientras que la caza
a los animales menores y sobre todo a las aves fue practicada no solo como deporte, si
no también por los grupos más pobres para enriquecer la comida de cada día, es decir,
todavía con un fin alimenticio.
Se destaca que la civilización de los egipcios era particularmente acomodada porque
las tierras muy fértiles permitían producir una gran abundancia de alimentos vegetales y
además la ganadería estaba muy difundida. No obstante esto se siguió practicando la
caza y en algunos casos se introdujeron nuevos medios como el carro tirado por
caballos, además obviamente el uso difundido de la lanza y el arpón.
Del análisis de las pinturas funerarias y de los bajorrelieves se entendió que esa
actividad significaba para los grupos más potentes un valor de práctica para la guerra, es
decir, fue concebida como antecámara de lo que serían batallas reales en el campo, pero
en este caso entre hombre y hombre.
También en el Imperio Asirio la caza estaba fuertemente ligada a los grupos ricos y
representaba un honor y un símbolo de poder. En los bellísimos relieves que adornaban
las paredes internas y las fachadas de los palacios reales se cuentan las vicisitudes del
rey durante la batalla y en las batidas de caza (es decir, otro acercamiento entre estas
dos actividades) con el intento de impresionar a los súbditos y dar mayor realce al poder
real.
En un cierto sentido, entonces, la manera en que se insertaba la caza en el contexto
social de una población estaba fuertemente ligada a su nivel de desarrollo y bienestar.

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1.2 Del Imperio Romano al siglo XX

En las civilizaciones más evolucionadas como el Imperio Romano la caza conoció un


periodo de decadencia en el que fue considerada como una ocupación frívola, un
pasatiempo que ocupaba muy poco el cuerpo y la mente. Durante esta fase inicial fue
relegada a los siervos, verdaderos esclavos reclutados como cazadores profesionales
especializados en procurar caza para alegrar la mesa del patrón, pero que también
desarrollaban el papel de matar a aquellos animales salvajes que representaban un riesgo
para la protección de bosques y cultivos.

Fig. 2 – Bajorrelieve romano correspondiente al siglo III A.C que representa la caza del jabalí con la
ayuda de un perro de presa. (Römisch-Germanisches Museum in Cologne)

Solamente más tarde, bajo la influencia de los griegos, cambió la perspectiva y


empezó a ser vista como un medio de diversión y entretenimiento, a la par que una
actividad deportiva. Pero ya en el siglo II después de Cristo adquirió prestigio entre la
aristocracia, que pudo disponer de un conjunto de presas casi ilimitado, gracias a las
enormes provincias del imperio, tapizadas de bosques y ricas en presas.
La señal de que las cosas estaban cambiando y de que el desdeñado pasatiempo se
estaba convirtiendo en una ocupación éxitosa se refleja en el retorno de las
representaciones artísticas.
El arte funerario representaba frecuentemente escenas de combates cruentos entre
hombre y animal, además de escenas ordinarias de caza. El intento era evidenciar el

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valor y el heroísmo del difunto, la victoria en la caza era una victoria sobre la muerte y
tenía un significado propiciatorio.
Las representaciones con trasfondo venatorio se encontraban también en las monedas
donde nunca se olvidaba resaltar la audacia y potencia del emperador.
Hasta cierto punto entraron en juego también los aspectos religiosos. Cada batida de
caza era precedida de una especie de rito propiciatorio y una plegaria a Diana,
considerada señora de la selva, protectora de los animales salvajes, custodia de las
fuentes y de los ríos, protectora de las mujeres, a las cuales aseguraba partos sin dolor.
En seguida fue asimilada a la diosa griega Artemisa, divinidad protectora de la caza.
Para ellas se hacían sacrificios y se le prometía parte del botín a cambio de su asistencia
durante las batidas.

Fig. 3 - Domenichino, “La caza de Diana” 1617 (Roma, Galleria Borghese). Diana, diosa de la caza
entre los romanos está en esta célebre pintura que representa una escena campestre rodeada de ninfas.

Durante la decadencia del Imperio tuvo lugar la influencia de los conquistadores


procedentes del norte de Europa y de las regiones del Este. En general se trataba de
poblaciones de saqueadores, agresivos, que llevaban una vida nómada y de cierto modo
agreste: a diferencia de los romanos la caza para ellos representaba una fuente esencial
de subsistencia, dado que no conocían la agricultura o la practicaban de forma muy
rudimentaria. Ellos invadieron los territorios, ocuparon las más bellas provincias y
conquistaron el poder causando la caída del Imperio, pero sin conseguir reconstruir la

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riqueza y el nivel de vida. Más aún, fueron invasiones basadas en el abuso y en la
destrucción tanto como de imponer en cualquier sitio su cultura violenta y guerrera.
Entre en siglo V y X, franja de tiempo comúnmente denominada Alto Medievo, se
asiste al fin del Imperio Romano de Occidente y a las profundas transformaciones
impuestas por los pueblos nómadas conquistadores que cambiaron la estructura
económica y social en regiones enteras de Asia, África y Europa produciendo en general
un clima de inseguridad y embrutecimiento de la civilización en que el ejercicio de la
caza era prácticamente libre y permitido a todos.
Solo más tarde, entrando en pleno Medioevo, se nota otra vez un cambio en el
encuadre social de la caza. En los tiempos del feudalismo, la organización jerárquica y
rígida que caracterizaba la sociedad se reflejaba fielmente en el ámbito venatorio.
Los nobles y ricos en general amaban cazar y lo hacían de manera indiscriminada, sin
ninguna regla o control. Para ellos la caza era un símbolo de poder y de distinción social
y se dirigía solamente a la montería, la considerada más prestigiosa y por ello destinada
al soberano u a las figuras nobiliares de más alto rango.
La caza considerada “baja” que tenía como objeto la caza de pequeño tamaño era
considerada con desprecio o de escaso valor y por este motivo acabó siendo practicada
por la plebe que, a través de una multitud de instrumentos más o menos idóneos,
actuaba libremente dentro de las tierras comunales.
Para el pueblo la caza representaba solamente una fuente de subsistencia mientras que
para los nobles tenía un significado ritual. De hecho la “venatio clamorosa” o caza
ruidosa, practicada con perros y cuernos, era muy practicada por las clases sociales
altas, porque la “lucha” con el animal grande y feroz tenía un valor simbólico y
demostrativo.
A ellas se contraponía la “venatio tacita” o caza silenciosa, practicada con el auxilio
de aves rapaces amaestradas, ya conocida en los tiempos del Antiguo Egipto pero que
conoció en Europa un momento de particular éxito en el Medievo, bajo el reino del
emperador Federico II, autor de un tratado “De arte venandi cum avibus” (sobre el arte
de cazar con aves), una obra que trataba en profundidad temas como la ganadería,
sistemas de adiestramiento y técnicas de cetrería y de la cual se guarda el manuscrito
original en la Biblioteca Vaticana.
Si en los primeros tiempos la caza aún tenía un connotación de origen “bárbaro”, es
decir, servía como prueba de fuerza y coraje, en seguida devino aún más en un
privilegio de pocos. La cumbre se alcanzó durante el Renacimiento cuando en muchos
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casos se llegó a prohibir su ejercicio a todos los que no eran nobles: también un
terrateniente, si no ganaba más de una cierta cifra, no podía cazar dentro de sus tierras.
Se llegó a situaciones extremas en las cuales los cazadores gozaban de derechos casi
ilimitados y a menudo no respetaban los pocos límites que había. Esto dañó a los
agricultores que veían a menudo sus tierras invadidas en las batidas de caza o que se
veían obligados a respetar leyes específicas por las cuales tenían que regular su cosecha
en base al cuidado de la caza y no en base a sus intereses. El control sobre el ejercicio
venatorio era de rígido cumplimiento: penas siempre más severas para los que
practicaban la caza sin autorización y controles exhaustivos sobre la posesión de perros
y rapaces.
La caza furtiva, entonces, en aquellos tiempos no era la práctica perversa e innecesaria
de hoy, pues era para muchos un recurso para comer y vivir, una manera de saltarse las
leyes restrictivas y exclusivistas. Ésta fue combatida con todos los medios incluso con
trampas mortales en las tierras privadas.
Mientras se multiplicaban fuera de las ciudades los llamados cotos de caza, terrenos
nobiliarios y exclusivos que constituyeron un paraíso de caza para pocos privilegiados,
similares en todo y por todo a los “cotos señoriales de caza”, o sea bosques acotados en
los cuales la caza estaba prohibida, instituidos tiempos atrás por Federico II, gran
apasionado del arte venatorio.
Naturalmente todas estas prohibiciones no tenían la mínima razón ambientalista en
cuánto que ninguno intentaba defender una especie concreta ni pensaba en concederlas
cualquier forma de derecho, siendo vistas solamente en función del entretenimiento de
los nobles o como simple fuente alimenticia.
El concepto de caza como privilegio de casta desapareció de repente con la
Revolución Francesa que puso fin a los favoritismos actuando como un liberalización
concedida democráticamente a todos prescindiendo de la posición social y sujeta a una
reglamentación. Esto representó un fuerte elemento de discontinuidad con el pasado, un
éxito entendido como conquista en el ámbito de los derechos de la colectividad, pero no
obstante no podemos hablar de un éxito desde el punto de vista ecológico.
La liberalización llevó a un aumento exponencial de los números de practicantes con
graves consecuencias para la caza. Si en los siglos pasados la extensión de los bosques y
la riqueza de animales salvajes junto al número relativamente bajo de cazadores había
salvaguardado el mantenimiento de las especies, a partir de ese momento histórico la
práctica o el ejercicio extendido a todos, la destrucción de los bosques para dejar sitio a
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la agricultura y la introducción de armas de fuego cada vez más sofisticadas llevó a la
drástica disminución de las poblaciones animales más cazadas, llegando a la
desaparición en determinadas zonas de algunas especies muy difundidas como el jabalí.
La situación empezó a ser preocupante para muchos países europeos pero solo a partir
de la mitad del siglo IX aparecieron las primeras tentativas para atajar el abatimiento
incontrolado de fauna salvaje, a través de leyes que establecieron la caza era un “fruto
de la tierra” y por tanto era necesario establecer un derecho de caza que pertenecía
obviamente al propietario del terreno. Sólo él podía cazar en su finca o vender la
licencia. Aún mejor hizo Suiza que fue la primera en introducir el concepto de
protección de especies en la segunda mitad del siglo IX.
No todos los países reaccionaron de la misma manera.
En Italia, por ejemplo, la situación era bastante heterogénea: los varios reinos que la
componían tenían un ordenamiento jurídico diferente y mientras que en el norte
entraron en vigor leyes restrictivas que limitaban el acceso a las fincas privadas frente a
la oposición del propietario, al sur, en el Reino de las Dos Sicilias, el cazador tenía
prácticamente acceso libre a cualquier sitio.
Un intento de reglamentación unificada orientada en su vertiente restrictiva propuesto
en el Código Civil de 1865 fue en seguida frustrado por la aparición del régimen
fascista. Tal régimen veía con buenos ojos la actividad venatoria porque la consideraba,
según la arcaica concepción de las antiguas civilizaciones, un entrenamiento para la
guerra. En otras palabras era un bien para el hombre abrazar una escopeta y
acostumbrarse a usarla en vista de una posible batalla.
Fue propiamente en Italia que apareció una anomalía legislativa que perdura hasta el
día de hoy basada en un concepto particular que el legislador quiso dar a la fauna
salvaje: “res nullius”, o sea cosa de nadie. Partiendo de este concepto, insertado en el
artículo 842 del código civil, cualquier persona podía disponer de animales salvajes,
también entrando en las propiedades privadas, en el momento en que el propietario de
un terreno no es el propietario de los animales que allí se encuentran.
En otras palabras, como consecuencia de la liberalización de la caza y la eliminación
de los límites impuestos por las privatizaciones de las tierras, fue atacado el principio de
la propiedad privada, que era muy importante y difundido en todo el territorio europeo.
La anomalía típicamente italiana continua hasta el día de hoy, no obstante el concepto
de “res nullius” haya sido teóricamente rechazado y sustituido por el artículo 1 de la
Ley de Caza nº 157 del 11 de febrero de 1992 que así declara: “La fauna salvaje es
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patrimonio inalienable del Estado y es tutelada en interés de la comunidades nacional e
internacional”.
Todo esto al final no bastó para aumentar el número de cazadores que creció
solamente a partir de los años 60, coincidiendo con una explosión económica y la
mejora del estilo de vida. El crecimiento fue exponencial y en los 70 se alcanzó, por lo
menos en Italia, la cumbre en el número de cazadores, es decir, casi cerca de dos
millones en toda la península. Fue en este periodo que la caza cambió otra vez su
fisonomía adquiriendo un balance que nunca se había registrado previamente.
No más derecho de pocos nobles, no más actividad relacionada con lo divino o como
mostración del poder ni tampoco necesidad para poder sobrevivir.
La caza al final del siglo XX ha perdido su fascinación originaria de “actividad noble”
y ha adquirido varios significados: aproximadamente a finales del siglo empezó a
representar un estatus simbólico para la pequeña y media burguesía que ha gozado de
las positivas consecuencias del crecimiento económico y sucesivamente se ha
convertido en una actividad recreativa, por muchos definida como “deportiva”, pero
quizás de una manera impropia dadas las fuertes connotaciones económicas que derivan
de su integración en un amplio sistema de intereses comerciales.

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Capítulo 2
Crítica a las teorías científicas de la caza

2.1 Premisas

La caza siempre ha existido pero la actividad de subsistencia practicada por nuestros


antepasados a través de medios rudimentarios en territorios vírgenes o casi intactos ha
dado paso a una actividad moderna radicalmente diferente, tanto por los medios
utilizados, fruto de los últimos avances tecnológicos en el sector del armamento, como
por las características del ambiente natural en el cual se ejerce la extracción venatoria
son comprensiblemente diferentes.
El aumento exponencial de la población humana en los últimos siglos y la
consiguiente contaminación y deterioro de los hábitats han influido severamente la
supervivencia de numerosas especies: centenas de especies de aves y mamíferos han
desaparecido a causa de la presión antrópica y se calcula que muchas de estas
extinciones son imputables a la sola actividad de la caza.
Durante los últimos años han sido estudiadas estrategias para poder conciliar el interés
de los cazadores, de todo el mundo que rodea a la caza, con el problema de la
conservación de la naturaleza. Han nacido de hecho algunas teorías científicas dirigidas
a conciliar la extracción venatoria con el mantenimiento del equilibrio de la población
animal; prácticamente se trata de consentir una caza regulada sin causar la extinción de
determinadas especies.

2.2 El excedente

Una de estas teorías es conocida como “teoría del excedente (o “surplus”) (Errington,
1934). El excedente anual no es otra cosa que el exceso de animales que se registra
entre el fin del otoño y el comienzo de la primavera siguiente, la cantidad del número de
animales que por causas naturales (frío, escasez de recursos, falta de abrigo) no
consigue sobrevivir a los rigores del invierno.
Según la teoría es posible cazar un número de animales que se mantenga dentro de los
límites del excedente pero no menoscabar la población total: la mortalidad final
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permanecería siendo la misma, prescindiendo que haya habido o no la extracción
venatoria.
Otra forma de excedente es la territorial: los jóvenes machos tienden a consquistar una
cierta franja de territorio con consecuencias negativas para el resto de los machos que
no podrán reproducirse. De nuevo, una extracción no superior a la cuota de machos sin
territorio no debería menoscabar la reproducción y por tanto la consistencia
comprensiva de la población.
También existe el excedente poligénico que depende de la tendencia de los machos ha
crearse un harén con más hembras. Puesto que la relación macho/hembra en la
población es de 1:1 muchos machos quedarán sin hembras y por eso, en este caso
también, no podrán reproducirse.
Hay, al final, el principio de inversión: el éxito reproductivo está ligado a la densidad
de población. Si interviene la caza, reduciendo hasta un cierto punto el número de los
individuos, baja la densidad de población y se asegura un mayor éxito reproductivo, es
decir, un mayor número de hijos que alcanzarán la edad de madurez.
Todas estas teorías que acabamos de relacionar que tienen en común el principio por
el cual existe una compensación completa de la mortalidad venatoria, han tenido en los
años pasados diferentes estudios de confirmación.
Con el paso del tiempo, sin embargo, han aparecido también estudios que llegaban a
conclusiones diametralmente opuestas, es decir, que no existe compensación o que tal
compensación es sólo parcial.
Es posible sin embargo intentar sacar algunas conclusiones finales, basadas en cierta
objetividad. Antes de todo, si por un lado es poco probable que pueda subsistir una
completa compensación entre mortalidad venatoria y mortalidad natural, dado que esta
última nunca depende de manera exclusiva de la densidad de población, por otro es
también verdad que las dos mortalidades no se suman perfectamente en tanto que es
probable que un cierto número de individuos abatidos sea, de todas formas, objeto de
muerte natural (Roseberry, 1979).
Desde un cierto punto de vista las diversas teorías del excedente pueden ser validas
pero se encuentran con algunos factores objetivos que minan su validez.
Por ejemplo, según la teoría del excedente anual, la caza debería terminar al final del
otoño, de modo que los individuos que quedan disfruten plenamente de los escasos
recursos invernales. Pero esto en la realidad no ocurre porque el calendario de caza no
prevé pausas al comienzo del invierno.
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Además existe el problema ligado a las especies no estacionales, en particular las aves
migratorias, que se desplazan de un territorio a otro para evitar la escasez de alimento.
Las especies migratorias tienden además a ocupar aquellos territorios donde se ha
realizado una extracción venatoria que por consiguiente ha dejado disponibles espacios
y comida suficiente.
De esta manera, sin embargo, se falsea el cálculo de la compensación del que
hablábamos antes, debido a hechos que no tiene en cuenta tales desplazamientos
(Bergerud, 1985).
Otro problemas básico de fondo es que la mortalidad natural no se puede comparar a
la debida a la caza, por eso en la realidad difícilmente una puede compensar la otra.
De hecho el cazador tiende a preferir animales jóvenes y fuertes o por lo menos
potencialmente capaces de reproducirse mientras que en la mortalidad natural
prevalecen los individuos viejos o enfermos, que morirían igualmente sin extracción
venatoria y sin descenso relativo de la densidad de la población.
Hay otro hecho de orden ecológico a considerar: el cazador no abandona la pieza
abatida sino que la elimina del territorio. Esto significa la pérdida de una gran fuente de
recursos para muchas especies, de descompositores microscópicos hasta animales que
se alimentan de carroña.
Por lo tanto se trata de una interferencia en el ciclo natural que puede incidir en la
densidad de población de otras especies vivientes de la misma zona.
También en la teoría del excedente poligénico existe un aspecto práctico a considerar:
abatiendo una cuota “adecuada” de machos excedentes no es seguro que la población se
mantenga en equilibrio, de hecho disminuyendo el número de machos se aumenta la
probabilidad de que los predadores se dirijan hacia hembras y crías lo cual perjudica la
capacidad reproductiva de la población (Gasaway et al., 1983).

2.3 La curva sigmoide

Existe una segunda teoría que soporta la sostenibilidad ecológica de la caza que se
llama Teoría de la curva sigmoide.

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Según esta teoría un pequeño número de individuos que coloniza un territorio en
ausencia de competidores aumenta su número con el paso del tiempo según una curva
exponencial. Este aumento no puede ser indefinido porque se llega a unos límites
impuestos tanto por la presencia de predadores y competidores, como por sobretodo la
mayor densidad.
Los recursos no son ilimitados y disponibles para todos y eso provocará un aumento
general de la mortalidad (por ejemplo: la escasez de alimento producirá muertos por
hambre, la de abrigo determinará un mayor número de muertos por predación y por
último la falta de espacios se traduce en falta de reproducciones).
El aumento de población, por tanto, hasta un cierto punto disminuye hasta llega una
situación de equilibrio. Gráficamente la curva representativa tiene la forma típica de S.
Su parte horizontal es muy interesante porque representa el tamaño medio de la
población en un estado de equilibrio con el medioambiente, la llamada “capacidad de
carga”.
Los defensores de la teoría consideran que se puede extraer pequeñas cantidades de
animales a largo plazo dado que la disminución de la densidad que sigue llevaría a una
menor presión de factores relacionados y permitiría mayor reproducción y natalidad,
recreando una situación de nuevo equilibrio.
El problema, como han destacado numerosos autores, es que el regreso a un nuevo
estado de equilibrio se encuentra más abajo (gráficamente) de lo que sería sino hubiese
habido extracción venatoria.
Para ser válida la teoría prevé que se realicen de manera continuada y contemporánea
una serie de condiciones (como por ejemplo factores ambientales constantes, presión
venatoria constante, variaciones inmediatas del tamaño de la población debido a
variaciones de la densidad, etcétera) que difícilmente pueden ser respetadas.
Todo ello se traduce en un fuerto riesgo que la población sobre la que se ejerce la
extracción sea objeto de disminuciones drásticas sin posibilidad de retorno al estado de
equilibrio inicial incluso en algunos casos llegando a la extinción (Consiglio, 1990).
No solo la misma población se debilita y declina por la extracción, a veces
irreversiblemente, ya que los efectos negativos se encuentran también en el ecosistema
del que la población es parte: de un lado habrá una incontrolada proliferación de las
especies de las que se alimenta y por otro empezará a escasear una fuente de alimento
para los relativos depredadores.

15
2.4 La predación

Para concluir este análisis de las teorías científica que defienden la caza hay que
mencionar la teoría de la predación, que se limita a un grupo más restringido de
animales: los ungulados.
Según la teoría las poblaciones de estos animales son en la naturaleza reguladas
numéricamente por parte de los depredadores. Faltando estos últimos (lince, oso y lobo
por ejemplo se encuentran drásticamente reducidos en el territorio europeo a causa de la
caza indiscriminada) la población va al encuentro de un aumento que podría ser
bloqueado o regulado solo por condiciones ambientales como la escasez de alimento.
Muchos individuos por lo tanto morirán de privación, no antes que la población
sobredimensionada haya producido daños ambientales. La intervención de los cazadores
serviría a la recuperación de la situación natural a la que se habría llegado en presencia
de depredadores reales.
A diferencia de las otras teorías, en este caso se legitima la disminución de animales
salvajes por razones ecológicas y para restablecer el equilibrio perdido.
Hay que destacar, sin embargo, que la base en que se fundamenta esta teoría no está
clara. En primer lugar, el concepto de “población sobredimensionada” es un concepto
muy relativo si consideramos el hecho de que el mismo aumento de población en un
cierto momento lleva a una autoregulación a través de unos límites (p.e.: disponibilidad
de alimento) prescindiendo de la presencia de depredadores.
El otro punto se refiere a la analogía entre cazador y depredador, es decir, el primero
que debería sustituir las funciones del segundo. Esto parece poco probable porque
mientras que los depredadores naturales son capaces de seleccionar individuos viejos,
enfermos o debilitados con mucha precisión eliminándolos de la población, los
cazadores no consiguen hacer lo mismo, es más, a menudo su selección es
indiscriminada o peor aún se dirige hacia animales grandes y fuertes, dado que el fin es
la adquisición de la calavera y de la cornamenta, como sucede en la llamada caza de
trofeo.
En definitiva el ingreso del cazador como sustituto del depredador natural rompe el
sistema presa-depredador que se autorregula solo hacia un equilibrio (el número de las
presas regula el de cazadores y viceversa), en cuanto el número de cazadores es muy

16
variable y no depende de factores naturales ni aún menos de los factores ligados a la
población sobre la que se efectúa la extracción.

2.5 La nocividad

En defensa de la extracción venatoria existe la teoría de la nocividad, con la única


diferencia en este caso de que la reducción por mano del hombre del número de
individuos de un población dada no debe ser compensada, ya que tales animales están
considerados como “nocivos” y por lo tanto se trata deliberadamente de reducir el
número.
El concepto de “nocividad” nació en relación al daño que se manifiesta cuando la
presencia y la normal actividad de ciertos grupos animales pone en riesgo diferentes
actividades humanas, causando pérdidas a nivel económico. Los animales, de hecho,
están considerados responsables de daños a las culturas agrícolas, ictioculturas, la pesca,
silvicultura, ganadería, además de daños a la caza por depredación y disminución de
especies apreciadas desde el punto de vista venatorio.
Es necesario subrayar que este último tipo de daño, como el de la pesca, tendría que
ver con actividades de tipo recreativo que no deberían ser por tanto asimilables a las
producciones agrícolas que, a diferencia de la primera, tienen un valor social.
Hoy día el concepto de nocividad está menos marcado respecto al pasado; se puede
decir que de cierta manera ha cambiado su perspectiva: los desarrollos de las ciencias
biológicas nos han dado una gran cantidad de información con las cuales las especies
que ahora mismo están consideradas nocivas, en realidad cumplen un importante papel
en la estructura ecológica de un sistema dado. Basta pensar en las relaciones a veces
sutiles que ligan entre sí las especies en las cadenas tróficas, por causa de las cuales una
drástica reducción de una influye gravemente en las otras, alterando los equilibrios y
arriesgando la supervivencia de la especie.
Muchos animales “nocivos”, por ejemplo, cumplen el importante papel de
barrenderos, liberando el terreno de las carroñas. Otros, impensablemente, se
demuestran útiles aliados en la agricultura cuando, paralelamente a una lucha biológica,
eliminan insectos dañosos.
Significativo es el ejemplo de los paseriformes, temidos por ser potencialmente
peligrosos para los cultivos de cereales cuyos granos constituyen parte de su dieta. Ha
17
bastado estudiarlos más profundamente para comprender que en realidad desempeñan al
mismo tiempo una acción importante. Además de los cereales su dieta incluye un buen
porcentaje de insectos y, frente a los pocos kilos de cereales consumidos anualmente, un
simple individuo puede llegar a consumir más de 20000 insectos.
El ave se convierte así automáticamente en un importante factor de control natural de
los insectos dañosos para la agricultura como, por ejemplo, la mosca del olivo, el peor
enemigo de los cultivos de olivos. Donde se conseguía, desconociendo estos hechos,
eliminar completamente los pájaros considerados responsables de la pérdida de la
cosecha, como ocurrió en China, se decidió necesariamente en un segundo momento a
reintroducirlos importándolos de otros países porque evidentemente en un balance final
su presencia resultaba más beneficiosa que dañosa en los cultivos agrícolas.

Conclusiones

El tema de la nocividad de ciertos animales salvajes y el relativo a la producción de


daños en las actividades económicas han sido objeto de estudio de muchos
investigadores. Tras la atenta observación e investigación, análisis estadístico y cálculos
se ha llegado a unas conclusiones que teniendo en cuenta la amplia casuística y el
número de variables conectadas (especies involucradas, tipo de actividad económica,
características del territorio, tamaño de la población, etcétera) se pueden resumir así:
• Muchos casos aparentemente problemáticos en realidad son irrelevantes, en
cuanto los porcentajes de daño y pérdida económica debido a la presencia y
actividades de animales salvajes son tan bajos que entran en los normales
porcentajes de pérdidas.
• Existen casos con porcentajes más consistentes pero no es raro que las pérdidas
provocadas sean de cualquier manera recompensadas desde el punto de vista
ecológico (algunos ejemplos: las aves que frecuentan con mucha asiduidad
determinados terrenos agrícolas contribuyen a su fertilización a través de sus
heces o algunos aves ictiófagas se nutren de peces depredadores de huevas
pertenecientes a especies apreciadas garantizando su incolumidad).
• Los métodos drásticos, como la eliminación de la población turbadora a través
de la caza selectiva no han dado los resultados esperados simplemente por el

18
hecho de que han liberado nuevos espacios y territorios para animales
procedentes de zonas limítrofes, además de las posibles repercusiones
negativas en la cadena alimentaria o por fenómenos de compensación, como se
ha visto antes.
• Los daños mayores, obviamente, se registren en aquellas áreas donde existe una
explotación intensiva limitada a espacios restringidos, tanto que se trate de un
cultivo agrícola específico o de una ganadería intensiva como la piscicultura.
En este último caso se trata de concentraciones creadas artificialmente por el
hombre donde los animales viven amontonados en estrecho contacto y en
condiciones absolutamente innaturales y están fuertemente expuestos al ataque
de depredadores que tienden ellos mismos a concentrarse en un número
superior al habitual.
• Por último hay que destacar que existen, caso por caso, muchísimas estrategias
de prevención de daños que, a pesar de ser costosas, pueden limitar las
pérdidas. Se trata de intervenciones eco-compatibles e incruentas en el sentido
de que no persiguen el sacrificio de los animales si no tratar de alejarlos, de
muchas formas, cuyo resultado varía muchísimo dependiendo de las variables
que entren en juego. Entre los métodos alternativos más difundidos de cierta
eficacia recordamos: la cerca (simple o electrificada), las barreras mecánicas
(como tubos o collares protectores para cada planta), repelentes naturales,
control de la fertilidad con métodos contraceptivos.

19
Capítulo 3
Plomo y plumbismo

3.1 Características y riesgos de intoxicación

El plomo es un metal cuya toxicidad se conoce desde hace tiempo. El 1999 l’ATSDR
(Agency for Toxic Substances and Disease Registry) lo clasificaba en el segundo
puesto en la lista de las sustancias consideradas peligrosas. Inhalado o ingerido a través
de la alimentación el plomo puede ser metabolizado en la sangre, ligándose con la
hemoglobina de los glóbulos rojos, y de ahí alcanzando varios tejidos y órganos.
Específicamente tiende a depositarse en tejidos minerales (hueso y dientes, donde
asume la misma función que el calcio) y en tejidos suaves como hígado, riñones,
cerebro, médula ósea. Puede causar encefalopatías en sus formas más agudas y también
daños al sistema inmunitario, nervioso y reproductor. Su toxicidad ha sido objeto de
estudio en muchas investigaciones y durante los últimos años se ha asistido a un lento
proceso de su sustitución en materiales y objetos de uso común de los cuales resultaba
ser uno de los componentes principales como pinturas, juegos infantiles, soldaduras,
tuberías y sobre todo la gasolina.
Algunas de sus características físicas como la ductilidad y su fácil localización,
extracción y elaboración y el bajo coste han favorecido su uso durante centenares de
años durante los cuales se ha convertido en un contaminante ambiental de notable
importancia además de convertirse en un factor de riesgo de intoxicación por exposición
en muchas categorías de trabajadores. Otras características favorables de naturaleza
balística han rendido el plomo elemento fundamental en la realización de cartuchos y
municiones en el ámbito de algunas actividades recreativas como caza, pesca y tiro.
Con referencia a esto existen estudios e investigaciones científicas que se han
centrado en la contaminetación por plomo debido a la práctica de estas actividades. El
cuadro resultante aparece decididamente alarmante, tanto que algunos autores hablan
explícitamente de un “problema de salud pública infravalorado” (Guitart & Thomas,
2005). Mientras de un lado abundan, a partir del final del siglo XIX, las investigaciones
sobre daños ambientales y ecológicos por plomo disperso en la Naturaleza, por otro hay

20
que registrar la escasez de estudios sobre potenciales riesgos que corre el hombre en su
utilización de este tipo de municiones.
En lo específico, los estudios se han centrado sobre los campos de tiro, especialmente
los indoor, donde las concentraciones de plomo en el aire pueden superar casi 15 veces
el valor límite ambiental de exposición diaria fijado por ley. Pero no es todo. La
acumulación de este metal en el agua y vegetación, tanto en los campos de tiro como en
las zonas de caza más frecuentadas, puede representar a largo plazo un serio problema
de salud. Hay que destacar que en las zonas donde se ha cazado de forma tradicional
puede llegar a haber hasta tres millones de perdigones por singula hectárea (más de dos
millones en los arrozales de la Albufera de Valéncia o la laguna de la Encanyissada del
Delta de l’Ebre, según el informe del Ministerio de Medio Ambiente del 2006).
A través de procesos de oxidación que dependen de factores externos como
temperatura, humedad, pH, etcétera, el plomo acaba por contaminar suelos y aguas
superficiales y subterráneas, incluso las fuentes de aprovechamiento hídrico para el
hombre. Es importante conocer el alto potencial de contaminación que detenta el plomo
bajo la forma de munición: un solo perdigón, de hecho, es capaz de contaminar hasta
doce mil litros de agua, llevando su concentración hasta niveles de alerta establecidos
por directivas comunitarias.
Existe además el riesgo concreto de contaminación por plomo por ingestión directa
que se verifica en los casos se consumen por parte de los cazadores y su familia las
presas abatidas durante la caza.
Un grupo de investigadores del Instituto de Investigación sobre los Recursos
Cinegéticos de Ciudad Real ha estudiado la transferencia del plomo de perdigones hacia
la carne de perdiz, demostrando que un solo perdigón presente en el pecho del animal
abatido y seguidamente cocinado produce un nivel de contaminación que supera el nivel
máximo consentido por la UE para este tipo de carne, es decir 0,1 microgramos por
cada gramo de tejido (Mateo et al., 2007).
A menudo no es suficiente con eliminar los perdigones: el bajo punto de fusión, entre
las otras características del plomo, hace que en la herida del animal permanezcan
esquirlas de minúsculas partículas, imposibles de localizar. También el tipo de cocción
puede influir en el resultado final: el uso de vinagre, muy presente en las recetas típicas,
determina una disminución del pH y consecuentemente una mayor disolución del metal,
favorecida por el ambiente ácido que se crea.

21
Se trata en definitiva de un peligro circunscrito a aquella franja de población que suele
consumir directamente las presas abatidas durante la caza o como plato de caza en
muchos restaurantes, pero no por eso tenemos que infravalorarla visto los riesgos que
comportan la deglución accidental de este metal.

3.2 Contaminación ambiental y riesgos para la fauna salvaje (plumbismo)

El plomo es sobre todo un gran contaminante ambiental: basta considerar que el


hombre en su historia ha extraído más de 300 millones de toneladas de este metal cuya
mitad se calcula se haya desperdigada en la naturaleza como contaminante.
Las industrias armamentísticas son grandes consumidores tanto por producción de
armamentos con fines militares como producción balística con fines recreativos.
Solo el uso recreativo determina por sí mismo una gran dispersión del metal que no
puede de ningún modo ser reciclado. Omitiendo la pesca, actividad que determina la
perdida accidental de los plomos en el lecho de los ríos por un total de centenas de
toneladas sólo en Europa, y el tiro deportivo, del que hemos destacado la peligrosidad
en referencia a la concentración de contaminante, solo la actividad de caza causa el
esparcimiento en una nación como España de cerca de 6.000 toneladas de plomo por
año, es decir, 50 millones de perdigones desperdigados anualmente en ecosistemas
acuáticos y terrestres.
A diferencia de las zonas húmedas, más circunscritas y con una densidad animal más
alta, en los ecosistemas terrestres los efectos de la presencia de plomo son menos
visibles y menos estudiados.
A parte el riesgo de contaminación por los animales que pastan o, como hemos visto,
por los recursos hídricos subterráneos, existe una categoría de animales particularmente
afectada de manera indirecta por la contaminación de áreas terrestres. Se trata de las
aves rapaces, animales protegidos por ley que se encuentran en la cumbre de la cadena
alimentaria y por lo tanto están mayormente expuestas a las alteraciones ambientales
hasta el punto que se estudian como bioindicadores de la contaminación ambiental. Se
ha documentado la muerte por envenenamiento por plomo procedente de municiones de
caza de 59 especies de aves terrestres no acuaticas, nueve de las cuales superprotegidas
a nivel mundial (Fisher et al., 2006).

22
El problema nace del hecho que sus presas a menudo sobreviven a los disparos de los
cazadores manteniendo en la carne los perdigones sin que estos sufran procesos de
degradación por lo que posteriormente serán ingeridos por los depredadores, en el
estómago de los cuales empieza la lenta disolución del metal que provoca la
intoxicación.
Una investigación efectuada en Galicia y Extremadura por parte de científicos
coordinados por Marcos Pérez López, de la Unidad de Toxicología de la Universidad de
Extremadura, ha confirmado de facto, a través de una serie de muestras de rapaces
encontradas muertas en la misma región la presencia de una contaminación por metales
pesados (plomo y cadmio) en los órganos y tejidos examinados.
Otra interesante investigación del 2003 en Doñana y otras zonas húmedas de
Andalucía (España meridional) confirma esta tendencia. Durante las muestras y los
análisis radiográficos se ha evidenciado la presencia de perdigones injertados en un alto
porcentaje de ánsar común (Anser anser), tanto en las capturadas vivas como en
aquellas encontradas moribundas o muertas que resultan ser, por aquella determinada
zona, entre las presas preferidas de aves rapaces, como el aguilucho lagunero (Circus
aeruginosus) y la águila imperial (Aquila adalberti) (Green et al., 2003).

Fig. 4 - Esta foto emblemática, recogida de la revista National Geographic, representa la radiografía
de un águila imperial en la que se cuentan nada menos que 40 perdigones ingeridos accidentalmente por
el rapaz tras nutrirse de sus presas habituales.

Esto es solo un ejemplo de cómo el peligro de intoxicación indirecta por plomo supera
los límites de las áreas lacustres hasta implicar a especies animales protegidas y en
peligro de extinción que se encuentran en la cumbre de la cadena alimentaria.
23
Antes de tener en cuenta los ambientes en los cuales se hayan las más altas
concentraciones de cartuchos y perdigones, es decir, los ecosistemas acuáticos, es
importante recordar como se produce la intoxicación por plomo o plumbismo y cual es
la sintomatología de los animales afectados.
Hemos visto como se produce una intoxicación “secundaria” o indirecta, fruto del
ingreso de las sales de plomo en la cadena trófica, a partir de las plantas hasta llegar al
vértice, donde las víctimas son sobre todo aves rapaces y animales carroñeros.
Por lo que se refiere a la ingesta directa del metal, en cambio, hay que destacar que no
todos los animales están bajo riesgo de esta forma de intoxicación primaria la cual
depende esencialmente de las costumbres alimentarias de cada especie.
Existen dos modalidades a través de las cuales un ave ingiere los perdigones de
plomo. Pueden ingerirlos involuntariamente, cuando presentan la misma textura y
diámetro de las partículas de alimento de las que suelen alimentarse o, los ingieren
voluntariamente con la función de las piedrecitas (“grit”, en inglés) o gastrolitos que son
habitualmente ingeridos para ayudar a la trituración mecánica en el interior del
estómago muscular (ventrículo).
Aquí, debido a la acción de las encimas digestivas que producen un pH ácido y por
causa de la acción de rozamiento con los gastrolitos, los perdigones de plomo a los
pocos días, o como máximo un par de semanas, sufren un proceso de erosión y se
disuelven, durante el cual liberan sales de plomos que atraviesan las mucosas entrando
en el círculo sanguíneo. Ya que no se puede excretar el plomo absorbido se dirige a los
diversos órganos y aparatos. Interfiere con el calcio en la construcción de los huesos
determinando un bloqueo del crecimiento, inhibe la síntesis de la hemoglobina y altera
el sistema nervioso, disminuye las defensas inmunitarias y bloquea importantes
funciones enzimáticas y reacciones bioquímicas. Al poco tiempo el animal se encontrará
fuertemente debilitado y no podrá digerir comida. En los casos peores tampoco volar
(hecho que lo vuelve particularmente vulnerable a los depredadores que a su vez se
intoxicarán).
Morirá por los daños que afectan el hígado, los riñones y el sistema nervioso.
Los signos típicos de intoxicación por plomo por la cual son suficientes poquísimos
perdigones son la perdida de la capacidad de volar, extremo cansancio y flaqueza del
animal, inanición y una típica diarrea de color verde que impregna las plumas de la
cloaca o zona anal (De Francisco et al., 2003).

24
La incidencia del plumbismo en las poblaciones de aves acuáticas está infravalorada
de cualquier modo: a menudo la muerte llega en lugares escondidos donde el animal
incapaz de volar tiende a encontrar cobijo y es difícilmente registrable dado que al
aparecer los síntomas el animal es más vulnerable a la predación o, en el caso de que
muerte, la carroña puede transformarse en alimento para otros animales.
La probabilidad de ingerir perdigones de plomo por parte de las mismas aves es
bastante alta. Se ha calculado por ejemplo que en Europa una media de entre 9 y 20 %
de patos presentan perdigones en el aparato digestivo, la intoxicación involucra hasta un
5% de la población migratoria y que antes de las medidas dirigidas a reducir el uso de
municiones de plomo morían hasta 3,5 millones de patos solo en los Estados Unidos. En
España por ejemplo la estimación de la mortalidad por plumbismo, durante la
temporada de caza, de aves acuáticas estudiadas solamente en las zonas mas afectadas
(Delta de l’Ebre, Albufera de Valencia, El Fondo y las Tablas de Daimiel) está entre las
25.000 y 30.000 aves (datos de Min. Medio Amb.,2006) . Es fácil entender que estas
cifras relevantes representan muertes absolutamente innecesarias y que pueden devastar
los ecosistemas ya de por sí frágiles como los acuáticos típicamente teatro de fuerte
presión cinegética debido al gran número de animales que allí se concentran para
descansar, reproducirse, criar o simplemente alimentarse.
En España por ejemplo, se registran los valores más altos del mundo de
contaminación de zonas húmedas: las ya mencionadas Albufera de Valencia y el Delta
del Ebro presentan concentraciones altísimas de perdigones, hasta un 288 por metro
cuadrado en los primeros 20 centímetros de sedimento semisólido. Se evalúa que
anualmente los cazadores en la Península Ibérica vierten en el territorio mas de 6.000
toneladas de plomo bajo forma de perdigones, es decir, cerca del 6% de la cantidad total
mundial de plomo producido y utilizado para fines cinegéticos.
En base a los datos recogidos en un estudio profundo (Juan José Rodríguez, 2004)
sobre la exposición al plomo de aves acuáticas desarrollado de 1997 al 2003 en los
humedales en la región de Tierra de Campos de Palencia, en la comunidad castellano y
leonesa, se han encontrado interesantes conclusiones.
Tal estudio, de hecho, se diferencia del resto por haber tenido en cuenta zonas
húmedas tradicionalmente poco o para nada expuestas a las actividades cinegéticas. Han
sido efectuadas centenares de análisis radiológicos de cebos no digeridos y regurgitados
(“egagrópilas”), radiografías de aves vivas, análisis de muestras de sangre y análisis
necroscópicos.
25
Los resultados indican que la especie más representativa de la zona húmeda, el
Aguilucho lagunero, presenta un alto nivel de contaminación por plomo casi en el 38%
de los individuos, a causa del consumo de presas con alta presencia de metal en sus
tejidos y vísceras.

Fig. 5 – Aguilucho lagunero (Circus aeroginosus)

La situación es aún peor para los anátidas con más del 40%. Pero el dato más
interesante es que la contaminación no se ha producido in loco. Los tiempos necesarios
para la degradación y la consecuente permanencia en la sangre del metal tóxico con
valores altos llegan a algunas semanas o meses, razón por la cual tales aves fueron
víctima de la intoxicación en humedales lejos de aquellos examinados.
La conclusión es que el peligro de exposición al plomo para las aves acuáticas es un
problema de amplia envergadura, no puede ser circunscrito a la sola zona húmeda
escenario de caza e involucra entonces a aves no sedentarias que cubren largas
distancias permaneciendo en varias zonas húmedas e interfiriendo con la red trófica de
ecosistemas aparentemente exentos del problema de la contaminación por plomo.
Como ya se ha dicho, tampoco las especies consideradas con mayor riesgo están
exentas del peligro de intoxicación.
Es un buen ejemplo de esto la famosa águila calva americana (Haliaeetus
leucocephalus) que al final del siglo XX estaba a punto de extinguirse, no obstante
representaba el símbolo nacional de los Estados Unidos. Fue cazada porque era
considerada peligrosa o simplemente por obtener un trofeo. A estas muertes contribuyo
el plumbismo con una incidencia de mortalidad del rapaz que permaneció sobre el 5-7%
de los individuos relativamente a un arco de tiempo que incluía dos décadas (Pattee e
Hennes, 1983; Reichel et al., 1984).
26
La situación es aún peor para otro rapaz en peligro de extinción, el Condor de
California (Gymnogyps californianus), cuya población selvática en los años 80 conoció
una fuerte disminución por una alta tasa de mortalidad debido sobre todo a la ingestión
de plomo presente en los animales depredados (Vicky J. Meretsky et al., 2000)
En efecto, una vez que estamos dentro de un determinado hábito alimentario, no
existe ninguna selección específica en la incidencia de la intoxicación, por eso asistímos
a situaciones extremas como las del Porrón pardo (Ythya nyroca), un pequeño pato
buceador presente en la Europa Suroriental amenazado de extinción que está sujeto a la
mortalidad por plomo, en la misma medida que otras especies de anátidas mas
difundidas.
Otras especies acuáticas de alto interés conservacional están sujetas a
envenenamiento. Examinamos por ejemplo el caso del majestuoso Flamingo rosa, un
ave cuya muerte no pasa inadvertida, tanto por su típico color llamativo, como por las
dimensiones notables.

Fig. 6 – Flamingo rosa (Phoenicopterus ruber )

Estas aves se alimentan cribando y filtrando el sedimento fangoso y reteniendo


pequeños crustáceos y plancton gracias a especiales laminillas situadas al lado del pico.
Debido a este hábito alimentario, común a muchas aves acuáticas, están particularmente
sujetos a la ingestión accidental de perdigones depositados en el fango.
Asombroso fue el caso a finales del 2007 de las decenas de flamingos encontrados
muertos o moribundos en la parte alta del Valle del Po, en el noroeste de Italia, una zona
húmeda frecuentemente recorrida por cazadores.

27
Fig. 7 - Mortandad de flamingo rosa por plumbismo en la parte alta del Valle del Po, noroeste de
Italia.

La noticia obtuvo mucho impacto en la prensa local y nacional y resultó que la


mortandad de las aves era favorecida por la práctica en voga en algunos valles de la
laguna veneta que consiste en mantener artificialmente el nivel del agua a una altura que
favorezca la llegada de anátidas y otras especies cinegéticas y permita a ellas
alimentarse de una especie de pasto de granos esparcidos en el agua con el fin de atraer
el mayor número de presas y favorecer la actividad cinegética. De ahí la gran cantidad
de perdigones desperdigados en las aguas como testimonian las autopsias de los
ejemplares de flamingos rosas muertos, en cuyo cuerpo se encontraron perdigones en el
orden de decenas de unidades.

28
Capítulo 4
Los daños por la fauna salvaje.

4.1 Los daños de los Ungulados: Cérvidos y jabalís

Entre los animales que causan los mayores daños a las actividades productivas
agrícolas y a la silvicultura podemos incluir con seguridad a los Ungulados. Los
Cérvidos, que forman parte de este grupo, por ejemplo, están relacionados por muchos
autores con el concepto de “dañosidad” y esto es debido a su particular hábito
alimenticio consistente, por un lado, en descortezar los árboles y, por otro, en preferir
particularmente las plántulas y los brotes como fuente de nutrición.
Sin embargo en gran medida depende del significado que se le atribuya a la palabra
“daño”. Muy a menudo, de hecho, se utiliza esta palabra fuera de contexto, cuando por
ejemplo estas prácticas, de importancia vital para el animal, se realizan en los bosques y
dentro de parques naturales y áreas protegidas.
En estos casos se necesitaría, dado el bajo índice de antropización del territorio, dejar
que la Naturaleza siga su curso, es decir, permitir que cada ser vivo cumpla esas
actividades que le son propias por naturaleza y que tienen un significado en el ámbito de
las relaciones que se entrecruzan entre los seres vivos dentro del mismo ecosistema,
sobre todo si éste está exento o casi de la contaminación o interferencia de origen
humano.
No es casualidad, de hecho, que en estos lugares los hábitos antes mencionados se
manifiesten normalmente sin arriesgar la vida del mismo bosque dado que en
condiciones de máxima naturalidad una cuota de plántulas entra en un porcentaje
normal de pérdida.
El jabalí, en cambio, entre los Ungulados es el animal con la peor fama debido al
tamaño que puede alcanzar, a su voracidad, su prolificidad y al hecho de que su área de
distribución muy a menudo se sobrepone a la humana, al menos por lo que se refiere a
las zonas rurales con vocación agrícola. También los parques y las zonas protegidas
están bajo riesgo de sobredimensionamiento de Ungulados, casi siempre a causa de

29
programas de gestión faunística no adaptados que no han tenido en cuenta las
intervenciones dirigida a la reducción de la población.

Fig. 8 – El jabalí (Sus scrofa). Su gestión en las áreas protegidas y en las zonas rurales representa un
problema de amplia envergadura.

Hasta que se mantengan en su área de preferencia, es decir, las zonas de sotobosque


con vegetación arbustiva y arbórea que ofrece abrigo y con rica producción de bellotas y
bayas, allí encontrarán suficiente cantidad de alimento y no encontrarán motivos para
desplazarse fuera del área. Ocurre que frecuentemente cuando el alimento empieza a
disminuir los jabalíes subdivididos en manadas, se desplazan sin vacilar hacia los
campos cultivados, siendo particularmente ávidos de cereales, frutas y tubérculos.
Allí donde no se haya intervenido con programas de prevención efectivametne los
jabalís suelen producir muchos daños los cuales son resarcidos económicamente por las
autoridades designadas (la expresión “resarcimiento de daños de la fauna selvática” es
una expresión de gastos que incide en el balance de una Región, Provincia o ente
designados para la gestión de fauna selvática en gran medida imputable a los jabalís).

4.2 Instrumentos y medidas de prevención de daños.

El jabalí se convierte en una figura simbólica porque representa el animal salvaje con
la gestión más problemática dado que supone una implicación de tres grupos sociales,
cazadores, agricultores y ambientalistas, cuyos intereses no siempre coinciden entre sí.
Por este motivo es necesario actuar con tiempo poniendo en práctica estrategias de
prevención de daños, más que confiar en las indemnizaciones, que no resuelven el

30
problema del producto perdido por parte de los agricultores (Mazzoni della Stella et al.,
2000).
La prevención del daño de jabalís, entonces, es una válida enseñanza por muchos
entes gestores porque demuestra, no obstante las dificultades prácticas, que se pueden
obtener óptimos resultados sin abatir en masa los animales, intervención muy extrema
y, como veremos, no priva de consecuencias a la fauna local.
La prevención es muy variable dependiendo de varios factores como el tamaño de las
poblaciones, la entidad de los asentamientos humanos, el desarrollo de la producción
natural de bayas dentro de las áreas boscosas, etcétera. Otro factor determinante es la
situación recíproca entre las áreas de preferencia del jabalí y aquellas destinadas a los
cultivos del terreno, de que depende la entidad y el coste de las intervenciones. En otras
palabras si los terrenos cultivados que se quieren proteger se encuentran circundados en
el interior de zonas boscosas es conveniente realizar cercados eléctrificados así
llamados parcelados, que rodean completamente la zona destinadas a los cultivos.
La corriente utilizada es regulada por un voltaje que no causa la muerte de los
animales pero es capaz de todas formas de hacerlos desistir de sus tentativas de derribar
el cercado. En el caso en que las zonas cultivadas intensamente se encuentren fuera de
las zonas boscosas pero adyacentes a las mismas es necesario actuar de otra manera.
El cercado de cada parcela sería demasiado caro y produciría riesgos por el tránsito de
vehículos agrícolas y ganados, además de obstaculizar el tránsito de las personas.
Unos cercados desarrollados en línea recta, estratégicamente situados a lo largo de
una separación entre bosque y campos agrícolas, ofrece óptimos resultados dado que
protegen numerosas hectáreas con un precio más bajo que una parcelización forzada
(Boisaubert, 1983)
No siempre es suficiente un cercado, aunque sea electrificado, porque la voracidad del
jabalí, acentuada por la falta de alimento en su área boscosa, es tan alta que lo induce a
derribarlo o provocar daños a través de continuos impactos. Es necesario por lo tanto
intervenir con una acción integrada que toma el nombre de “forrajamiento disuasorio”.
Determinadas cantidades de maíz, alimento predilecto del jabalí, tendrán que ser
oportunamente esparcidas a lo largo de franjas del terreno que sean suficientemente
amplias para garantizar posibilidad de alimentos también a grupos de manadas a la vez.
Tal forrajamiento, que además no provoca aumentos en el crecimiento de las
poblaciones tendría la función de saciar a los animales y proteger los cercados de las
repetidas tentativas de sobrepasarlos (Vassant, 1994)
31
¿Pero el problema principal a resolver es exclusivamente el sobredimensionamiento?
¿Cómo es posible que cada año, puntualmente, el problema reaparezca? Por otro lado es
impensable que después de años y años de caza ciertas especies selváticas sigan creando
problemas y su población crezca sin parar.

4.3 Repoblamiento y problemas relativos

Otro componente importante del problema se encuentra más arriba y está representada
por los programas de repoblamiento.
El repoblamiento es una práctica muy difundida que consiste en la introducción
artificial de animales, criados para ese fin, en el territorio de caza, hecha con el objetivo
de garantizar una discreta y duradera presencia de presas para los cazadores.
Ninguna población animal, partiendo de condiciones naturales de equilibrio,
aguantaría un masivo y anual diezmado provocado por la caza, sin alejarse del
equilibrio de forma irreversible.
Tal intervención de reintroducción se pone en marcha a menudo sin una conciencia
real de la biología de poblaciones de manera indiscriminada y por eso provoca toda una
serie de problemas de tipo ecológico, económico y sanitario. Los animales utilizados
para los repoblamientos a menudo están criados en condiciones precarias, situaciones en
las cuales es fácil contraer enfermedades contagiosas. Una vez que los introducen en el
ambiente las trasmiten a las poblaciones selváticas, vulnerables para estas afecciones
“importadas”, que caen víctimas de epidemias.
Hay que añadir que las especies introducidas son especies domesticadas, nacidas y
criadas en cautividad, con una etología diferente de la que caracteriza a las especies
selváticas, hecho que las convierten en fácilmente cazables, tanto más por la
acostumbrada vecindad con el hombre. Aún peor cuando la reintroducción se efectúa
con intención con razas procedentes de otros países y elegidas en base a ciertas
características físicas que se demuestran útiles desde el punto de vista venatorio, como
por ejemplo el mayor tamaño.
Esto crea un problema de contaminación genética, allí donde las nuevas especies
introducidas se acoplan con las autóctonas mezclando el pool genético y creando
híbridos.

32
Aunque no hubiera acoplamiento permanecería el problema de la competitividad por
los recursos, por lo tanto la especie alóctona, más resistente, podría superar a la
autóctona, más frágil. Es lo que ocurre exactamente con los jabalís: las reintroducciones
llevan al territorio ejemplares no solamente más grandes sino más prolíficos. Si hay
suficiente disponibilidad de alimento la población crece rápidamente y los daños
ecológicos (como la molestia a la fauna selvática y la competición con especies
autóctonas) y económicos se vuelven numerosos.
Hay diferentes figuras de gran relevancia, tanto del mundo venatorio como científico,
que afirman lo contrario de lo que comúnmente se piensa, es decir, que hay demasiados
jabalís y los cazadores controlan su población matándolos.
El mayor experto en estos ungulados en Alemania, Norbert Happ, cazador él mismo,
en uno de los más importantes diarios alemanes afirma: “Las relaciones sociales
desordenadas en las poblaciones de jabalís con reproducciones descontroladas son
imputables exclusivamente al ejercicio venatorio”.
Otro experto, el profesor Josef H. Reichholf, Direttore de la División de Vertebrados
de la colección zoológica de Mónaco de Baviera y docente de Biología y Conservación
de la Naturaleza en las dos Universidades de Mónaco, afirma que durante la temporada
de caza, que suele incluir otoño e invierno, mueren efectivamente muchos jabalís pero
los que sobreviven encontraran en primavera una gran disponibilidad de recursos
alimentarios y gracias a ellos crecerán mas resistentes, se reproducirán con antelación y
tendrán mayor prolificidad anulando el objetivo que nos habíamos fijado. Concluye
afirmando además que: “a través de la caza las especies animales que ya son raras
devienen en aún más raras, y aquellas que son comunes devienen en aún más comunes”
(Süddeutsche Zeitung n. 3, 2009).
En Italia, en el valle del Chianti, zona de producción de vinos muy apreciados, el
director del Consorcio “Chianti clásico” Giuseppe Liberatore lamenta las pérdidas
económicas que oscilan entre 6 y 8 millones de euros, con daños estimados en 28.000
quintales de uva de calidad. Acerca de las posibles intervenciones de abatimientos él
afirma: “Siempre se han hecho abatimientos, pero aquí es necesario afrontar el
problema más arriba. Estamos en frente de un equilibrio roto. Estos animales, los corzos
y los jabalís procedentes de la Europa del Este, no son parte de nuestro ecosistema, su
presencia está animada por el negocio de la carne y por una gestión equivocada de la
caza”.

33
Para ser precisos con el termino “negocio de la carne” se entiende el volumen de
negocio ligado a la venta de los individuos abatidos como caza al circuito de
restauración.
La verdad de todo esto es que la práctica tan radicalizada del repoblamiento, además
de crear daños materiales de una cierta importancia, no resulta compatible con la
salvaguardia de los ecosistemas porque faltan a priori adecuados censos científicos de
las poblaciones selváticas, que deben anticipar eventualmente la elección de “cuotas” y
clases de edad de los animales objeto de abatimientos, allí donde se decida la solución
más drástica de la batida o “caza selectiva”.
A menudo esas decisiones están influidas más por exigencias políticas y territoriales
que verdaderas exigencias ambientales. De esta manera la selección que viene efectuada
por los cazadores puede resultar sumaria y provocar ulteriores daños a la misma
población selvática.
Lo que se crea es una especie de círculo vicioso donde a la introducción de animales
en el territorio sigue el daño provocado por ellos, las quejas de los agricultores (no
solamente, a veces se imputa al sobredimensionamiento de los animales salvajes el
peligro por la salvaguardia de otros animales protegidos o por los mismos hombres,
como en los accidentes de circulación), los eventuales resarcimientos y, sobre todo, las
autorizaciones por las batidas.
Efectivamente la “caza selectiva”, como es llamada, parece ser la solución ideal, más
aún que los métodos incruentos como los contraceptivos, porque da respuesta a corto
plazo a la exigencia de los agricultores y contenta a los grupos de cazadores que pueden
fácilmente obtener, aprovechando las protestas que se levantan con alta voz cada vez
que la población selvática crece y empieza a provocar daños, licencias especiales para
matar también en periodos fuera de la temporada de caza o en áreas protegidas.
Basta pensar que solo en Italia hay 380 empresas “agroturísticas venatorias” y 1185
empresas “faunístico-venatoria” que, por ley, pueden ocupar hasta el 15% del territorio
agro-silvestre-pastizal (el 3% en la región de Lombardía) con una facturación media de
entre 300.000 a 500.000 euros al año. Se trata de áreas naturales especiales en las que se
introducen periódicamente miles de animales criados para tal fin, para cuyos
abatimientos los cazadores tienen que pagar una cierta cantidad. Sólo en Lombardía la
crianza de caza son 57 empresas que facturan aproximadamente 18 millones de euros al
año.

34
4.4 El fenómeno de los cebos envenenados

Los programas de repoblamiento están relacionados con un fenómeno poco conocido


pero difundido de forma capilar que implica tanto a animales salvajes como
domesticados: los cebos envenenados.
Es una práctica que se ejerce como soporte de la actividad venatoria y se utiliza tanto
en las zonas de repoblamiento y caza como en las empresas públicas venatorias cedidas
a la gestión privada, aunque sea moralmente muy despreciable. Se trata de hecho de
esparcir en el territorio oportunamente, según formas que se trasmiten por generaciones,
cebos rellenos de veneno con el fin de matar a todos los animales que cazando las
fáciles presas de repoblamiento (nacidas y criadas en cautividad e introducidas en el
territorio), hacen de competidor del cazador.
Es una práctica cruenta porque causa grandes sufrimientos al animal que ingiere el
cebo y, al menos en Italia, no ha sido bloqueada tampoco por la prohibición de la
estricnina, un potente veneno muy utilizado en el pasado pero sustituido actualmente
por pesticidas, herbicidas, anticoagulantes y otros venenos de fácil adquisición.
Raramente esto es noticia, tanto por la connivencia de los agricultores que piensan que
se trate de un modo de eliminar animales potencialmente dañosos, como por la omertà o
indiferencia.
Una idea sobre la importancia del fenómeno la podemos tener en base a las denuncias
que parten cuando la muerte guarda relación con perros y gatos domésticos o en un
estado de semi-libertad.
En pleno campo o en áreas protegidas, en cambio, muchos animales carnívoros como
zorros, garduñas, lobos, osos, halcones, búhos, lechuzas y otros animales salvajes
mueren silenciosamente sin que casi llegue a ser noticia, a parte de algunos casos
extremos como la rarísima águila real que fue encontrada muerta en la Reserva Natural
“Gole del Sagittario”, en Abruzzo, debido a la ingesta de restos de una carroña de lobo a
su vez envenenado por cebos.
Los cebos envenenados son una práctica poco selectiva que puede afectar a la cadena
alimentaria y matar animales en extinción que suelen vivir en zonas inaccesibles y
protegidas.

35
4.5 Los planes de gestión de la caza

Cuando hablamos de planes de gestión de caza nos referimos a algo que va más allá
de un simple programa de repoblamiento o la extracción venatoria controlada, es decir,
a un conjunto de iniciativas de amplio alcance que se orientan a la conservación de una
determinada especie amenazada o a minimizar la presencia de una especie considerada
dañosa sin causar la extinción de la misma.
Naturalmente, para obtener esos objetivos es necesario intervenir artificialmente en
los ecosistemas transformándolos y adaptándolos a la especie considerada.
Esto, sin embargo, por un lado resulta positivo para la especie que se quiere
salvaguardar, por otro puede resultar negativo para todas las especies relacionadas en
aquellos ecosistemas que serán transformados. De hecho una laguna de los programas
de gestión consiste en concentrarse únicamente hacia una determinada especie dejando
atrás las implicaciones y las correlaciones interespecíficas, así como los mecanismos
que regulan normalmente los equilibrios del ecosistema.
Hablando de gestión de caza no se puede no mencionar como ejemplo una iniciativa
privada exitosa proveniente de Estados Unidos y Cánada dirigida a la conservación
animal y más específicamente a la conservación de aves acuáticas que se presta muy
bien a diversas interpretaciones. Se trata de una ONG, sociedad sin ánimo de lucro,
llamada “Ducks Unlimited”.
Igual que una verdadera empresa privada tiene su misión que así declara: “Conservar,
recuperar y gestionar los humedales y hábitats asociados para las aves acuáticas del
norte de América. Estos hábitats constituyen un beneficio también para los otros
animales silvestres y los humanos”.
De hecho, si leemos los slogans que la compañía provee en cantidad, parece
verdaderamente que a través de su obra, que lleva decenios a su espalda, se han
alcanzado resultados relevantes en términos de conservación, tutela y restauración de
los hábitats acuáticos: en enero del 2009 se calcularon más de 5 millones de hectáreas
divididas entre Estados Unidos, Canadá y Méjico. Resultado importante alcanzado
gracias a la utilización de fondos, que incluyen tanto donaciones de Bancos como
suscripciones de personas que pueden asociarse.
El 88% de los ingentes fondos así recogidos están destinados a la educación ambiental
y conservación de hábitats y aves acuáticas. En algunos casos incluso se han llegado a
acuerdos de gestión con los agricultores para poder gestionar al máximo las variadas
36
necesidades representadas por un lado por la conservación de las aves y por otro por las
presiones para la utilización de aquellas áreas planas que sirven para la creación de
nuevos cultivos. Por ejemplo, con la Federación de agricultores de arroz se han llegado
a acuerdos por los cuales los agricultores favorecen la presencia de aves estabilizando
los regímenes hídricos invernales mientras que estas últimas, a través de su
alimentación, controlarían el crecimiento de maleza en los arrozales en barbecho.
El modus operandi de la Ducks Unlimited se distingue también por su investigación
de los terrenos que son alquilados a medio y largo plazo para poder obtener precios más
bajos de los propietarios terratenientes y beneficiarse de desgravamientos económicos
por parte de las provincias canadienses y los gobiernos federales americanos.
En esas tierras se efectúan todas las modificaciones de tipo ecológico y estructural
necesarias para recrear el ambiente perfecto para la llegada de las aves acuáticas. Se
modifica la vegetación existente, se desvían los cursos de los ríos, se realizan, allí donde
es necesario, desecamiento o inundamientos u otros tipos de regulaciones hídricas. Pero
se puede también intervenir con abatimientos de depredadores y suministración de
alimento adaptado a las especies que se quieren atraer. Y, en fin, se garantizan las
condiciones óptimas para facilitar las paradas de las aves, su permanencia, descanso y la
reproducción.
Lo que al final resulta efectivamente es un lugar riquísimo en avifauna, quizá una
antigua ciénaga o campo inculto convertido en un polo de atracción para estudiosos y
turistas, pero que revela, bajo un manto de “bondad”, no ser por cierto una conservación
como fin a sí misma. Y esto es esencialmente por dos razones, una de carácter ecológico
y la otra económico.
Desde el punto de vista ecológico estos ecosistemas creados ad hoc tienen muy poco
de natural, son sistemas artificiales que no podrían permanecer en equilibrio sin
intervención, externa como el forrajamiento o las intervenciones hídricas, y la
artificialidad se nota también en la divergencia que se viene a crear entre poblaciones de
especies “privilegiadas”, muy numerosas, y las especies “incómodas”, como los
depredadores, cuyo número resulta demasiado bajo comparado con el de las presas
presentes si en verdad se tratara de un ambiente natural.
La segunda razón es de tipo económico y práctico. Esta empresa, de hecho fundada
hace más de 65 años por un grupo de cazadores de aves acuáticas, es a todos los efectos
una organización venatoria cuyas intervenciones conservacionales están siempre

37
motivadas por fines venatorios, con todas las implicaciones ecológicas que esto produce
como hemos visto a lo largo de este análisis.
Si por un lado, por tanto, en la portada del sitio web se proclama “world leader in
wetlands conservation”, es decir, líder mundial en la conservación de estos tipos de
territorios, por el otro no hace absolutamente para nada misterio de su intención
venatoria, más bien el 90% de sus miembros son cazadores, y pueden disfrutar de
consejos prácticos para la caza, vídeos tutoriales, mapas de caza, juegos, tablas
detalladas de identificación de las aves acuáticas y etcétera.
El mensaje que en definitiva nos llega a través de una lectura superficial es que la
salvaguardia de los humedales y la supervivencia de las aves relacionadas están de
cierta manera subordinadas a la actividad de la caza.
Como declara textualmente: “la participación en la caza de aves acuáticas apasiona a
muchos miembros de la Ducks Unlimited que así tienden a restituir algo a aquellos
recursos naturales que les brindan una experiencia tan rica al aire libre”. Es decir, en
otras palabras, sin la extracción venatoria estos oasis no existirían y nunca se habría
alcanzado un número tan alto de hectáreas de áreas notables bajo el régimen de
conservación.
Se trata obviamente de una óptima estratagema no sólo para tornar la caza más
aceptable sino incluso necesaria, asociándola, como a menudo ocurre, a temas de
conservación y respeto de la naturaleza, como una fusión que nunca como en este
ejemplo se hace evidente.
Quedan, sin embargo, los problemas de fondo: la falta de una visión de conjunto, por
la cual se tiende a privilegiar ciertas especies de interés venatorio con menoscabo de
otras y la artificialidad del ecosistema así creado que requiere continuas intervenciones
externas por mano del hombre propiamente porque sus componentes están en
desequilibrio.
Estos oasis de atracción para las aves a largo plazo acaban atrayendo siempre más
fauna de las áreas circundantes, hecho que despuebla y empobrece desde el punto de
vista faunístico el resto del continente (Consiglio, 1990). Es el precio que hay que pagar
para obtener un alto rendimiento venatorio.

38
Capítulo 5
Impactos por la caza y otros efectos secundarios.

5.1 Impactos en los animales

La caza es sin duda una actividad que crea perturbaciones ambientales, tanto si es caza
libre como si es caza regulada por planes de batidas selectivas y extracción venatoria.
Hemos visto ya las perturbaciones relativas al plumbismo por el uso indiscriminado
de municiones de plomo cuyas consecuencias se hacen sentir incluso después de una
eventual prohibición total del metal por lo que se refiere a su uso venatorio.
Hay otras perturbaciones quizás menos conocidas que se definen como “impactos”.
Bajo este término caen una serie de molestias o consecuencias negativas que padecen
los animales salvajes, incluso modificaciones, algunas de tipo etológico que nacen como
respuesta a la presencia de cazadores en su territorio (Consiglio, 2006).
El ruido de los disparos o la muerte repentina de un miembro de la comunidad
provoca pánico entre los animales y la primera obvia reacción que tienen es la fuga y/o
la búsqueda de un escondite. Este aspecto tiene que ver con todos los animales e incluso
aquellos no incluidos en listas de especies cinegéticas padecen esta condición de estrés.
No es un aspecto que haya que infravalorar: muchas especies salvajes de hecho dedican
gran parte de su tiempo a la búsqueda de alimento, actividad limitada o interrumpida
durante muchas horas y repetidamente en el curso de toda la temporada de caza. Con el
tiempo se produce un debilitamiento físico por el desperdicio de energías por el estrés y
a la fuga, una disminución de las defensas inmunitarias a causa de la alimentación
escasa y mayor propensión a las enfermedades.
En el caso de aves acuáticas, por ejemplo, las dificultades en alimentarse normalmente
pueden disminuir el almacenamiento de energía e impedir el alcance de esa cuota
mínima necesaria para poder, más adelante, migrar o reproducirse. En casos extremos se
puede producir la muerte del animal por desnutrición e incluso ha sido descrita por
muchos autores la muerte por infarto de cérvidos durante las persecuciones en las
batidas de caza. En cualquier caso la normal actividad reproductora se altera con
posibles repercusiones en el tamaño de la población.

39
La misma alimentación además de disminuir puede cambiar hacia otros tipos de
alimentos que podrían determinar una mal absorción de los nutrientes.
Una lógica consecuencia de la fuga es la disminución del número de especies
presentes en una dada área natural tras la apertura de la temporada de caza. Estudios
efectuados sobre las aves acuáticas en determinadas zonas destacan la fuerte caída
porcentual que se registra no solamente durante la batida de caza en sí misma sino en
general en toda la duración de la temporada de caza. Esto comporta paralelamente un
aumento excepcional de especies en las áreas protegidas más cercanas, hecho que
genera desequilibrios poblacionales y en la capacidad de carga de las mismas áreas.
Otro aspecto comportamental que puede ser objeto de cambio a veces duradero es la
distancia de fuga, es decir, la distancia mínima para la cual un animal salvaje si deja
acercar por el hombre. Tal distancia tiende a aumentar en concomitancia con la
actividad venatoria, aunque no sea irreversible, debido a la asociación que se crea entre
la figura humana y la sensación de peligro.
Y de todas formas es importate porque actúa como factor limitante: impediría a varias
especies animales ampliar su propia área de difusión incluyendo zonas en que haya una
mínima presencia humana.
Cambios comportamentales se encuentran también a nivel de ritmo nictemeral1:
hábitos típicamente diurnos como búscar alimento, pastar o volar se desarrollan por la
noche cuando la presión venatoria es nula. La molestia puede provocar alteraciones en
las varias fases biológicas de especies consideradas en riesgo de extinción, interferiendo
con las horas dedicadas a la búsqueda de alimento, con el cortejo previo al
acoplamiento, con los cuidados dedicados a las crías aún no autosuficientes.
Cuando la actividad venatoria se desarrolla con la utilización de perros, estos además
del ruido pueden representar un peligro mortal para los nidos y las crías que puedan
encontrarse en su camino.
Otro aspecto a considerar se refiere a la cantidad de presas que durante las salidas de
caza son heridas pero no abatidas. Los animales heridos a veces pueden superar en
porcentaje a los animales realmente abatidos. Es evidente que un animal herido está
destinado a una muerte segura o porque será fácil víctima de depredadores o porque
quedará imposibilitado para comer y beber. Dejando a parte los aspectos éticos de la
cuestión (que nos impondrían la pregunta si es más o menos justo causar sufrimiento a
1
Nictemeral: Ritmo nictemeral es un biorritmo que se produce en un ser vivo diariamente y con carácter
fijo en un momento determinado del dia o de la noche, bajo la acción de determinados factores. Entre
otros, el ritmo nictemeral gobierna nuestra conducta de alternancia de vigilia y reposo.
40
seres vivos con sistema nervioso parecido al nuestro y capaz de percibir dolor),
considerando el alto porcentaje de aves heridas, por ejemplo, y no extraídas, queda
pendiente la pregunta sobre la caza entendida como “uso sabio” de los recursos que
caracterizan los humedales. (Melfofte, 1990)
Por último, existe un aspecto ligado a la cultura y a la conciencia de los cazadores de
que depende la elección de la presa a abatir. En los últimos años, de hecho, gracias a
específicas directivas europeas, orientadas a la conservación (la directiva “Aves”
79/409/CEE y la directiva “Hábitat” 92/43/CEE) han aumentado las especies
amenazadas que entran en regímenes de protección y que por lo tanto no son cazables.
Desafortunadamente no siempre tales especies son conocidas por el cazador por eso
resulta frecuente que se dispare a especies protegidas, tanto por la inexperencia de los
novatos, como por las condiciones de escasa visibilidad, como niebla o crepúsculo, o
por el brevísimo lapso de tiempo que suele pasar entre el avistamiento de una presa
potencial y el momento de disparo tanto que una crítica muy común dirigida a grupos
venatorios por parte de asociaciones ambientalistas se refiere al “frenesí” de disparar y
herir o matar indiscriminadamente sin reconocer la especie.
Esta impericia es una de las causas que explican el alto número de muertes humanas
accidentales que se registran en cada temporada de caza.

5.2 Accidentes de caza

Hemos visto algunas consecuencias de la caza relativas al hombre y sus actividades.


Hemos visto el peligro de la intoxicación por plomo y los daños provocados a los
cultivos por los repoblamientos.
Existe otro aspecto bien documentado que implica en este caso a la integridad física
de las personas. Estamos hablando de las víctimas humanas en accidentes de caza que
caracterizan cada temporada. Por poner un ejemplo en el periodo correspondiente a la
última temporada de caza en Italia (1 de septiembre del 2008 al 31 de enero de 2009),
en base a los datos recogidos a través de las noticias de la prensa local se ha registrado
un total de víctimas igual a 103 personas, de las cuales 25 son muertos y 78 heridos.
La caza, de hecho, es una actividad a mano armada desarrollada en lugares no
protegidos y que interfiere con normales actividades profesionales y recreativas
humanas, desarrolladas al aire libre.
41
Teniendo presente todas las variables, si consideramos proporcionalmente el total de
los accidentes laborales y el total de los accidentes de caza llegamos a la conclusión de
que la caza es una actividad por la cual se muere como mínimo 6 veces más
frecuentemente que en el trabajo (Schillaci, 2005)
Esto depende sin duda, por referencia al caso italiano, de una diferente estructura
legislativa que tutela a los trabajadores, estructura que resalta las intervenciones
dirigidas a la prevención y que resulta muy bien organizado y soportado.
Lo mismo no se puede decir sobre la caza: leyendo el artículo 1 de la Ley 157/92 que
regula en Italia el ejercicio de la actividad cinegética descubrimos que este último: “…
está consentido siempre que no contravenga la exigencia de conservación de la fauna
salvaje y no provoque daños efectivos a las producciones agrícolas”.
Falta completamente una referencia precisa a la prevención, a pesar de que sea
reconocido en otros puntos de la ley el alto riesgo por la integridad física del usuario y
de otras personas asociadas al uso del arma de fuego.
La única prevención considerada consiste en la prohibición del tránsito de cazadores
por determinadas áreas y tipologías de caminos, pero esto está desarrollado con varias
lagunas y por eso el ciudadano singular, en base a la ley vigente, ve obstaculizada su
libertad de movimiento, porque el solo entrar en estas determinadas áreas donde se
consiente el tránsito de cazadores lo expone al riesgo de un disparo de arma de fuego,
con el solo resarcimiento post-accidente previsto como forma de tutela.
En otras palabras, prevalece en el desarrollo de la ley un concepto basado en el
resarcimiento más que en la prevención, dando a entender que el accidente de caza es
debido a una trágica fatalidad más que a una falta de reglas claras a respetar cuando se
trata de actividades que son una fuente constante de peligro, como el caso de la
utilización de armas de fuego al aire libre.
Son principalmente dos las razones de que dependen la mayor parte de los accidentes.
En primer lugar, la inexperiencia de los novatos que pueden desconocer las reglas de
seguridad descritas en los manuales técnicos de caza o incluso olvidar las reglas más
obvias del sentido común.
También los cazadores con muchos años de experiencia pueden cometer errores
fácilmente debido al olvido o falta de reflejos a causa de la edad avanzada (por ejemplo,
en la provincia de Brescia, en Lombardia, en el año 2003 fueron otorgadas casi 2.000
licencias de caza a mayores de 70 años)

42
Otro razón es la falta de visibilidad: situaciones de visibilidad óptima, es decir, en
pleno campo en un territorio plano a plena luz, son bastante raras, mientras que mucho
más frecuentemente se interactúa con presas escondidas en la alta vegetación o en el
sotobosque, lugares en los que los mismos manuales técnicos desaconsejan fuertemente
disparar pero donde en la realidad suceden la mayor parte de los accidentes mortales.
La misma ley italiana que hemos mencionado antes no habla en ningún momento a la
niebla, entendida como situación climática durante la cual no debería estar permitido
disparar.

5.3 Impactos en el turismo

Otro aspecto que pone en peligro la integridad física de las personas y que
paralelamente puede involucrar aspectos económicos es la caza practicada en áreas
naturales frecuentadas por turistas, excursionistas, apasionados del trekking,
escaladores, buscadores de setas o simples clientes de los numerosísimos centros de
agroturismo, empresas agrícolas, bed and breakfast, esparcidos en las zonas de batida
de los cazadores.
La LIPU (Liga Italiana de Protección de las Aves) advierte que cada año son decenas
las denuncias de turistas, de los cuales buena parte son extranjeros, que lamentan la
imposibilidad de gozar de las bellezas naturales a causa de la presencia de las molestias
provocadas por cazadores, además de presentarse situaciones de riesgo como disparos a
breve distancia.
También el solo ruido de los disparos representa una forma de contaminación acústica
que se conjuga mal con la sensación de bienestar que genera la frecuentación de esos
lugares, además de provocar la fuga de animales salvajes e impedir de hecho actividades
recreativas ligadas a la naturaleza como la observación de pájaros o recorridos a caballo.
Esta interferencia entre caza y turismo es particularmente sentida en Italia en las
pequeñas islas con vocación turística donde hay un alto flujo de turistas hasta finales de
septiembre, es decir, después del comienzo de la temporada de caza, previsto en Italia
para el primero de septiembre.
Es a partir de este momento que se manifiesta de forma evidente el conflicto de
intereses entre grupos venatorios y operadores turísticos.

43
Capítulo 6
Las díficiles relaciones entre caza y leyes

6.1 Premisas

Hemos visto las grandes líneas de la evolución oscilante que nos lleva desde la
prehistoria hasta nuestros días y hay algo que aglutina todos los varios periodos en que
la caza ha aparecido en sus diferentes formas tanto como medio de subsistencia como
exaltación del poder imperial.
Nunca en el curso de su historia se ha asistido a un acercamiento de tipo
ambientalista.
Al igual que la “res nullius” de memoria fascista, la fauna salvaje nunca ha sido
considerada más que un simple recurso o materia prima de la cual satisfacerse a manos
llenas sin hacerse preguntas, no tanto de tipo ético, como de tipo ecológico o ambiental,
y esto ha sucedido tanto cuando Europa estaba cubierta de bosques y abundaba la caza,
como cuando, convertida la caza en negocio de muchos, se ha asistido a la disminución
de las poblaciones animales, incluso la desaparición total de algunas de ellas en algunas
zonas.
Solo a finales del siglo XX han aparecido las primeras voces ambientalistas y los
conceptos de “conservación de la naturaleza” y “uso sostenible de los recursos
naturales” han empezado a ser familiares si no al gran público por lo menos a los
involucrados en el tema.
En la actualidad se registra, con diferencia respecto a las cumbres de los años setenta,
un decremento del número de cazadores, pero lo que más sorprende es que no obstante
los números más exiguos sigan detentando un gran peso en el ámbito político.
En Italia, por ejemplo, se alcanzó hace no muchos años un buen compromiso entre las
voces animalistas y ambientalistas de un lado y las exigencias de las asociaciones
venatorias del otro. La ley marco sobre la caza nº 157/92 ha sido el punto final de un
largo trabajo de mediación con el objetivo de crear una reglamentación que no dañase a
ninguna de las partes involucradas, incluidos los agricultores, permitiendo un ejercicio
regulado de la caza en el marco de salvaguardia de la naturaleza y de la conservación de
la fauna salvaje.
44
Desde entonces las tentativas de modificación de esta ley han sido muchas pero no
nos debemos sorprender si consideramos que Italia ha cometido y sigue cometiendo
numerosas violaciones de las directivas europeas orientadas a la conservación de los
hábitats naturales y seminaturales y de la flora y fauna salvaje y de la avifauna.

6.2 El problema de la derogación de caza

La directiva europea 79/409/CEE, más conocida como directiva “Aves”, que


especifica un elenco de aves de interés comunitario que requieren medidas urgentes de
conservación entre las cuales la designación de Zona de Especial Protección para las
Aves (Z.E.P.A) especifica en su artículo 9 que existe la posibilidad por parte de los
Estados miembros de activar derogaciones a la prohibición de caza. En la práctica se da
la posibilidad de cazar especies protegidas incluidas en el elenco pero en condiciones
muy particulares, con límites muy rígidos y solamente en ausencia de alternativas
satisfactorias. Es necesario que se encuentren motivaciones válidas para poder activar
una derogación, por ejemplo, motivaciones de protección de la salud o de la seguridad
pública, prevención de daños a los cultivos o a la flora y fauna, motivos de estudios o
investigación pero también de repoblamiento y reintroducción.
Todos rigurosamente controlados.
Pero en Italia esto no ocurre porque la directiva ha sido recibida en la ley marco sobre
la caza con unas modificaciones tales que la normativa italiana no respeta totalmente las
directivas europeas. Especialmente el artículo 9 antes citado, relativo a las derogaciones,
es lo que ha determinado la situación anómala e ilegal de Italia, que hace tiempo que
está bajo la acusación por parte de la Unión Europea por el uso incorrecto de las
derogaciones y ha coleccionado el número más alto de violaciones de las directivas de
protección de avifauna que provocan directamente procedimientos de infracción y el
pago de multas de gran cuantía que repercuten en los contribuyentes.
Analizando los datos procedentes de regiones que han permitido la caza en
derogación, datos discrecionales provistos por cazadores pero faltando controles
efectivos y por eso muy probablemente inferiores al número real de los individuos
abatidos, se registra en la temporada 2004/2005 un abatimiento de más de 1.600.000
aves pertenecientes a especies protegidas, entre ellas estorninos, pinzones vulgares y
pinzones reales.
45
Como ya hemos dicho las regiones tienen que proveer motivaciones soportadas por
datos para poder justificar la adopción de derogaciones. En el ejemplo propuesto estas
motivaciones resultan casi equitativamente divididas entre “daños a la agricultura”
(artículo 9 letra A de la directiva) y “extracción de pequeñas cantidades” (artículo 9
letra C).
Falta la letra B que sería la extracción con fines científicos.
Hay que notar que las motivaciones dadas son completamente insatisfactorias porque
no proveen informaciones útiles para poder relacionar el daño a la agricultura con
aquellas determinadas especies, tanto que llegue a determinar como necesaria la
extracción.
En cambio, por lo que se refiere a la “extracción en pequeñas cantidades” entra en
juego el Instituto Nacional de Fauna Salvaje, citado en la ley 157/92, que calcula
anualmente una cantidad máxima abatible con el fin de monitorizar y tutelar las
especies a nivel nacional. Las regiones, sin embargo, actúan a menudo
independientemente y de manera automática emitiendo derogaciones de caza para
aquellas especies protegidas sin motivaciones reales.
Hay que destacar que el artículo 9 de la directiva se refiere a la extracción de
“pequeñas cantidades” bajo controles rígidos de selección (por especie, sexo o edad),
entonces lejos de la realidad donde las derogaciones concedidas permiten verdaderos
abatimientos (en el ejemplo propuesto hablamos de más de 785.000 aves que no son
ciertamente “pequeñas cantidades”) fuera de cualquier control.
Pero hay otro hecho interesante: la cantidad máxima de individuos abatibles de las dos
especies más importantes (pinzón vulgar y pinzón real) calculadas por las regiones ha
resultado diez veces superior a la cuota abatida en la realidad. Esto quiere decir que no
existe un verdadero problema de superpoblación que ponga en riesgo la tutela de la
especie y entonces el uso indiscriminado de las derogaciones es aún más insensato y
deletéreo, porque de hecho permite un régimen constante de caza a especies protegidas,
en violación de las normas y del sentido común.

6.3 El caso de la útil Bisbita común

Además del caso de las derogaciones y su uso con fines venatorios existen muchos
otros casos de violación de las normas, tanto estatales como europeas, a través de
46
expedientes que de hecho permiten una caza vetada antes que la máquina burocrática se
ponga en movimiento para bloquearla. Un ejemplo muy interesante en este sentido
viene de Italia en el año 2008 cuando el Consejo Regional del Veneto, la noche del
primero de agosto, aprueba una ley que autoriza la matanza de una pequeña ave
migratoria insectívora, la Bisbita común (Anthus pratensis), chocando con varias
normativas entre las cuales encontramos un decreto del mismo Presidente del Consejo
de Ministros italiano de 1982 que declara no cazable esta especie dado que se considera
útil a la agricultura y la Ley Italiana sobre la Caza que considera en añadidura delito su
matanza.

Fig. 9 - la Bisbita común, pequeña ave insectívora útil a la agricultura y protegida por ley

La matanza permitida por la región Veneto no se refiere solamente a la Bisbita común


sino también a otros paseriformes como el pinzón vulgar, el pinzón real y el estornino,
siendo este último particularmente útil a la agricultura por ser un voraz depredador de
larvas de un lepidóptero considerado dañoso para los cultivos, la oruga americana.
Ha empeorado la situación la manera poco clara según la cual los cazadores deberían
declarar el número de piezas abatidas y, siendo inexistentes los controles, es presumible
que el número real de aves abatidas y no declaradas, dado que la declaración depende
exclusivamente de la conciencia de cada cazador, sea mucho más alto de lo permitido
(25.000 sólo para las Bisbitas comunes).

47
El problema es que este tipo de normativas regionales tienen efectividad inmediata y
antes de que el recurso presentado por asociaciones ambientalistas pueda tener un éxito
positivo la temporada ya ha finalizado con lo que la extracción venatoria de especies
protegidas en plena violación de varias leyes ya ha sido cometida.
En el ejemplo mencionado gracias a un recurso, la Comisión Europea, evaluando las
motivaciones por las cuales han sido introducidas las derogaciones y notando la
ausencia de soluciones alternativas que tenían que ser previamente adoptadas y la falta
de respeto de las condiciones previstas por la actuación de la derogación, ha decidido
deferir al Estado Italiano a la Corte de Justicia Europea que decidirá sobre la
legitimidad de la ley, con riesgo de multas de gran cuantía.
En este específico caso la acción de las asociaciones ambientalistas italianas se ha
unido a la de asociaciones alemanas e internacionales para denunciar públicamente la
matanza de aves protegidas en el Veneto y dañar la imagen de este territorio, haciendo
hincapié sobre la sensibilidad hacia los temas de protección de la naturaleza de los
alemanes que constituyen un buen porcentaje de los turistas que cada año visitan la
región gracias a la belleza de sus recursos naturales.

6.4 Ley Orsi: ¿un retorno al Medievo?

Actualmente en Italia está en curso un fuerte debate centrado sobre el diseño de una
ley que propone aportar serias modificaciones a la reglamentación en materia del
ejercicio de la caza. Se trataría entonces de cambiar profundamente algunos aspectos de
la ley marco sobre la caza, la 157/92, entrada en vigor hace dieciséis años y que
representa de momento el mejor punto de encuentro entre las exigencias de tutelas de
fauna y territorio y las necesidades venatorias, fruto de largos debates parlamentarios
que llevaron a un confluencia de intereses de las diferentes partes.
El diseño de ley es controvertido en muchos de sus puntos, tanto que presenta varias
ilegitimidades constitucionales y que va en contra abiertamente de buena parte de los
reglamentos europeos en materia de protección del patrimonio ambiental y faunístico.
En la realidad se presenta como una desregulación, es decir, una liberalización de la
actividad venatoria que daría mayor libertad de acción a los cazadores con daños
incalculables a la fauna selvática italiana y no solamente a ella.

48
El elenco de modificaciones más deletéreas y peligrosas que se quieren aportar es
bastante larga pero vemos algunas en detalle:

• Permitir la caza en condiciones ambientales difíciles, en presencia de nieve y


hielo. Situaciones en las cuales los animales ya están debilitados por el frío, la
falta de abrigos y la escasez de alimento (hecho que la misma ética venatoria
no consentiría).
• Total liberalización de los cimbeles. Los cimbeles son reclamos vivos, aves
encerradas en jaulas muy pequeñas, usadas para atraer ejemplares de la misma
especie. A pesar de ser una práctica éticamente inaceptable porque el ave está
constreñida a vivir en un espacio muy reducido y no adaptado a sus exigencias
ecológicas, es una práctica ya permitida por ley en la actualidad pero con
muchas limitaciones. La modificación del diseño de la ley permitiría utilizar y
poseer un número ilimitado tanto de especies cazables como de especies bajo
régimen de protección.
• Transferencia a los alcaldes del poder de derogar una directiva comunitaria: se
podrá derogar eventuales prohibiciones de interferencias a los animales. En la
práctica el alcalde tendrá la facultad de erradicar del propio territorio cualquier
especie que cause molestia y esto, en el momento en que no está especificado
de otra forma, además de perros o gatos salvajes vale también para especies
superprotegidas por las directivas. Se plantea en el futuro un aumento
exponencial de las violaciones.
• Desaparece el interés de la comunidad nacional e internacional por la tutela de la
fauna, en otras palabras, se vendría a crear una situación paradójica por la cual
el estado italiano tendría un patrimonio indisponible, la fauna salvaje, pero no
estaría interesado en su tutela.
• Posibilidad de disparar en las rutas de migración o más precisamente en los
pasos de montaña que son atravesados en las rutas migratorias. Se trata de
zonas utilizadas por las aves como área de parada y descanso, y muy delicadas
desde el punto de vista biológico. Hasta el día de hoy la caza está prohibida
para no provocar molestias a la fauna que además se encuentra concentrada en
espacios muy reducidos. Permitir la caza en estos territorios pondría en riesgo
el largo viaje de migración de las aves, causando un daño que se manifestará

49
fuera del territorio italiano, es decir, en aquellos países que representan la meta
de llegada del viaje. Consentir la extracción venatoria no es además una buena
disuasión para combatir el fenómeno de la caza furtiva que ya existe.
• No obstante los procedimientos de infracción de la Unión Europea y la sentencia
de la Corte Constitucional, empeora el tema de las derogaciones de caza.
Según la propuesta de ley las regiones podrán activar derogaciones
imposibilitando la intervención del Estado para aquellas derogaciones no
conformes a la directiva. Temas sobre el cual está en curso un procedimiento
de infracción de la Comisión Europea.
• Se excluyen de cualquier forma de protección faunística animales como el
palomo doméstico, la nutria, las especies alóctonas o exóticas como
papagayos, armiños y ardilla gris, etcétera. En la práctica para todas estas
especies se autoriza un abatimiento descontrolado porque son equiparadas a la
rata o al topo y eliminables a discreción de cada ciudadano, como en las
desratizaciones, o también con lazos, trampas y veneno.
• Uso del plomo niquelado en zonas húmedas. El plomo niquelado (revestido de
una sutil película de níquel) está prohibido por ley según el decreto sobre
Z.E.P.A. que prevé la prohibición de utilizar perdigones fundidos con
minerales responsables de efectos de contaminación por plumbismo (según lo
denunciado por la WWF en diciembre del 2007, en la región Veneto, violando
esas disposiciones comunitarias, ha sido utilizado el plomo niquelado con
efectos desastrosos sobre la avifauna acuática en particular sobre flamingos).
• Desaparición de la denifición de “especies superprotegidas”. En base a esto
desaparece la obligación comunitaria de asegurar zonas de protección especial
para las especies listadas en la Directivas específica. Así como desaparecerán
las obligaciones relacionadas con algunas determinadas especies según lo
suscrito por Italia en el ámbito de convenciones internacionales. Esto se
traduce en la posibilidad de disparar libremente a animales como águilas,
flamingos, cisnes y cigüeñas, por nombrar algunos.
• Se autoriza la gestión faunística en las áreas vedadas para la caza. Eso significa
que de facto será consentida la caza en Parques o en otras áreas protegidas,
incluso según planes plurianuales y para especies en derogación como el
pinzón real y el pinzón vulgar, es decir especies protegidas. Pero no basta: se

50
establece un techo máximo de extensión para las áreas protegidas
correspondiente al 30% del territorio regional. Si este límite ya es superado es
necesario redimensionar el área natural, so pena del pago de sanciones a cargo
de la región infractora.
• Extensión del permiso de caza a partir de los dieciséis años de edad. Además de
ser fuertemente deseducativo, esta licencia anticipada contribuiría, dada la
inexperiencia de los jóvenes, a aumentar el número de accidentes mortales o
no durante la temporada de caza.
• No se prevé la incorporación del Acuerdo sobre conservación de Aves Acuáticas
Migratorias de África-Eurasia (AEWA) ni referencias a la ley específica que
lo incorpora. De facto el diseño de ley no daría ninguna definición acerca de
tiempos y modalidades de activar la prohibición de uso de perdigones de
plomo en los humedales, según queda establecido en el Acuerdo Internacional.
Estos puntos arriba listados son una parte de las modificaciones que se quieren aportar y
las consecuencias relacionadas que se verificarán. Esta ley adquiere la forma de un gran
ataque a la naturaleza, un freno al crecimiento de áreas protegidas, una continua
violación de normas de protección europeas e internacionales, un peligro mayor para la
integridad física pública, un daño incalculable para la fauna salvaje. Por muchos ha sido
definido como un “retorno al Medievo” es decir, hacia una caza libre e indiscriminada,
sin casi reglas a respetar. No es un caso, de hecho, que las voces de protesta se hayan
levantado fuertemente involucrando a la opinión pública, según sondeos casi totalmente
en contra de los puntos más criticados de este diseño, todas las asociaciones
ambientalistas y animalistas e incluso algunas asociaciones venatorias.
Con la esperanza en que tal proyecto irracional de reforma, no defendido ni por datos
científicos ni necesidades urgentes, se abandone, queda sin embargo el ejemplo de lo
difícil que puede llegar a ser alcanzar y mantener en el tiempo los objetivos de
salvaguardia de la naturaleza y tutela del patrimonio faunístico porque muchos son los
intereses en juego y fuerte es la miopía del legislador en temas de sostenibilidad de
recursos naturales.

6.5 El problema del turismo venatorio

51
Es un fenómeno todavía poco conocido por la opinión pública pero muy difundido en el
ambiente venatorio: se trata de viajes organizados por verdaderos touroperadores que
ofrecen como destinos territorios de caza casi incontaminados y salvajes esparcidos por
todo el mundo. El fin es poder practicar una caza al animal preferido en un escenario
natural de rara belleza y con la posibilidad de disparar a especies que en propio país
están protegidas, superando las barreras que los cazadores sienten siempre como más
restrictivas.
Según los datos de la asociación ambientalista Legambiente solo en Italia se estima
entre 50 y 100 mil cazadores que participan cada año en viajes de turismo venatorio.
La red abunda de agencias de viajes y el abanico de ofertas es muy amplio: por ejemplo
la agencia “Hunter’s Heaven” (El paraíso del cazador) propone un paquete todo incluido
de 10 días a Kamchatka, que incluye el visado, documentación para transporte de armas,
asistencia en aduana, desplazamientos al campo base en helicóptero, pernoctamiento y
noches con espectáculos típicos rusos. Más la posibilidad de llevarse a casa un trofeo de
oso (por “trofeo” se entiende generalmente la cabeza o la cornamenta del animal
abatido, un objeto muy ambicionado con el que muchos aman hacer exposiciones en la
propia casa).
Si uno tiene coraje y está dotado de buena agilidad se puede apuntar hacia la Oveja de
las nieves que vive a altitudes de alrededor de 2.000 metros en lugares aislados y
inhóspitos, alcanzable solo en helicóptero. Más la captura de la oveja, por su
excepcionalidad, vale todos los esfuerzos y sacrificios hechos.
Esto es únicamente un ejemplo, pero podríamos mencionar la caza del oso en Alaska,
las aves acuáticas y Ungulados en Rumania, perdices en Bielorrusia, urogallos en el
interior de parques en Suecia y tantísimos animales en Georgia, Irán, Cuba, Argentina,
Marruecos, Canadá y etcétera.
Ningún continente es excluido de la red de viajes y desplazamientos que anualmente
producen un volumen de negocio muy alto.
De hecho cuando se habla de países pobres con economías en dificultades es fácil
entender que el hecho de hospedar turistas occidentales dispuestos a pagar miles de
euros para pasar unos días en busca de un trofeo es una fuente de ingresos notable que
no requiere tampoco la preparación de grandes estructuras organizativas, dado que el
objetivo del viaje es poder disponer de caza. Muchos de esos países, sobre todo en la
Europa del Este, disponen de muchísima caza, debido a su ambiente en gran medida
incontaminado.
52
Pero no todo se produce según las reglas, más bien las reglas en muchos casos no
existen o son infringidas sistemáticamente. Tomamos en consideración el caso de
Rumania.
Lobos, linces, osos pardos son especies protegidas, pero en este país siguen siendo
cazadas y son muchísimos los turistas occidentales que gastan hasta 10.000 euros
(incluido trofeo y piel) para poder cazar en los espléndidos bosques de los Cárpatos,
donde hay la más alta concentración europea de oso pardo.

Fig. 10 - Un turista-cazador posa en una foto con un oso pardo recién abatido.
El problema es que las autoridades rumanas, así como en otros países, deciden
autónomamente la cuota de animales a disparar para mantener el equilibrio en la
población.
A pesar de la idea de dejar en manos el crecimiento poblacional a personas desprovistas
de cualquier formación y sin ningún tipo de consejo científico, basándose en lo que
denuncian organizaciones ecológicas no gubernamentales el número estimado de osos
está muy inflado para poder recavar cuotas de abatimiento más altas. Mientras que el
gobierno local habla de un 50% de excedencia de la población, las asociaciones
extranjeras plantean en contra un riesgo de extinción en un plazo de diez años, si la
matanza organizada con los touroperadores no cesa.

53
La paradoja que se crea no solo en Rumanía si no también en otros países es que por un
lado se firman convenciones internacionales sobre la protección de algunas especies
(como la Convención de Berna para la conservación de la vida salvaje y de los biotipos
en Europa) y por otro se autoriza arbitrariamente, con pretexto de la peligrosidad para
los cultivos o el hombre, la matanza de estas mismas especies listadas en los acuerdos.
No faltan numerosos episodios de ilegalidad, facilitados por la desreglamentación en la
que viven estos países del este. En los territorios de la ex Yugoslavia, por ejemplo, son
frecuentes las batidas de caza furtiva con la participación de cazadores italianos,
franceses y españoles. Se cazan especies protegidas y se envían congeladas al propio
país, alimentando un tráfico clandestino, la considerada “eco-criminalidad”.
Son tantos los episodios denunciados y probablemente mucho más los que no son
descubiertos por falta de controles.
Según fuentes de Legambiente en la zona de los Balcanes hay un activo tráfico ilegal de
animales como testimonian numerosos cazadores que son parados con centenares de
aves congeladas. En Verona, en el 2004, hubo una gran operación de control llamada
“Colibrí” que ha aportado luz al intenso tráfico de animales gestionados por 5 agencias
de turismo venatorio del norte de Italia en Serbia, Montenegro y Hungría con la
colaboración de agentes locales. Fueron requisados camiones que contenían 10
toneladas de animales muertos, entre los cuales se encontraban 70 mil aves y más de mil
piezas de ciervos, corzos, etcétera en la que era una importación ilegal de caza para
restaurantes y particulares con un volumen de negocio anual que se eleva a varios
millones de euros.

54
CONCLUSIONES

A la luz de lo visto hasta ahora podemos afirmar que la caza es una actividad que vive
en los últimos decenios en un perenne clima de debate entre el mundo ecologista-
ambientalista que aboga por su abolición o cuanto menos por una limitación y el mundo
de los practicantes que, al contrario, reclaman una mayor libertad y menos reglas a
respetar, más especies cazables, temporadas de caza más largas, etcétera.
No es fácil encontrar un compromiso entre exigencias tan diferentes, aún más si a
todo esto se añaden las actividades ilegales que ni siquiera pueden ser paradas por
normas más severas.
También es verdad que los ilegales representan solo un cierto porcentaje de todos los
cazadores sobre los cuales no puede recaer la culpa de pocos. Pero la duda fundamental
es esta: ¿a quién o a qué sirve la caza? Depende del punto de vista: si la consideramos
una actividad necesaria para procurarse alimento y sobrevivir entonces ha perdido esa
función desde hace siglos.
Hoy día quien defiende la caza habla de defensa de las tradiciones, de un cultura
trasmitida a lo largo de los siglos, de jornadas casi rituales, de una actividad, según
relatan los cazadores, esperada con ansiedad y vivida a través de revistas especializadas,
viajes, coleccionismo, encuentros y etcétera.
Es verdad también que detrás de ella se esconde el interés de empresas productoras de
armas si no no se explicaría porqué, no obstante que el número de los socios disminuya
de año en año y la opinión pública sea totalmente contraria a la caza, ella sea soportada
por el poder político, muchas veces poniéndose en abierto conflicto con los convenios y
directivas de tutela.
Hay también muchos científicos que afirman la inutilidad de la caza desde el punto de
vista científico contestando a las posiciones que la defienden como instrumento para el
control de la población.
El profesor Carlo Consiglio, docente de zoología en la Universidad “La Sapienza” de
Roma recuerda por ejemplo el caso del cantón de Ginebra donde, por motivos ligados al
turismo, la caza ha sido vetada desde hace años, sin consecuencias para las poblaciones
animales. Él afirma que: “El mismo concepto de superpoblación no tiene fundamento
científico ni tampoco una definición científica. Superpoblación significa que los

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animales son más de los que deberían ser pero ninguno puede decir cuántos deberían
ser. Los animales son aquellos que son, debido al equilibrio que ellos alcanzan”.
Equilibrio en este caso perfectamente alcanzado sin más caza ni extracciones venatorias.
En líneas generales podemos decir sin duda que es necesario intervenir donde existan
emergencias y sobre todo tratar de hacer respetar los acuerdos y las leyes.
Por lo que refiere a la contaminación por plomo, por ejemplo, se han obtenido desde
hace tiempo algunos resultados: en los Estados Unidos está prohibido utilizar
municiones cargadas con plomo para la caza de aves acuáticas desde 1991, en Canadá y
Finlandia desde 1997 y en la mayor parte del resto de la UE hay fuertes limitaciones en
los humedales.
Pero es verdad también que, no obstante los buenos propósitos, no todos respetan las
reglas o las mismas llegan con mucho retraso. Existen también municiones alternativas,
por ejemplo en acero, pero los expertos del sector venatorio son muy reacios a su uso y
a cualquier tipo de cambio en general.
Una convención suscrita en la Haya en 1996 prevé la “prohibición de perdigones de
plomo en humedales a partir del 2000” pero ha entrado en vigor en Italia por ejemplo
solo en el 2006 y se refiere exclusivamente a las zonas húmedas localizadas en las
Z.E.P.A.
Cada año más de retraso antes de tomar decisiones definitivas significa en esta
circunstancia repartir más toneladas de plomo en el territorio con todos los efectos a
corto y largo plazo que esto conlleva.
Otra emergencia es la ilegalidad difundida que tiene que ser combatida tanto a nivel
legislativo (como en el caso del uso impropio de las derogaciones o de las tentativas de
cambiar las leyes ya existentes fruto de buenos compromisos como hemos visto en el
caso de la ley Orsi en Italia) como a nivel práctico, por ejemplo la caza furtiva o el
comercio ilegal de especies protegidas. Actividades que deberían ser combatidas y
aisladas inmediatamente por todos los medios, también porque estropean la imagen de
aquellos cazadores que se definen respetuosos del ambiente.
Es necesario encontrar alternativas que aseguren beneficios a largo plazo, hecho que
la caza no hace. Si por un lado es verdad que en algunas realidades rurales la caza es tan
enraizada en el territorio que representa la mayor fuente de ingresos, por otro existen
oportunidades concretas de desarrollo económico y social en muchas áreas donde se
plantean nuevos tipos de ingresos, por ejemplo, a través de actividades de
emprendedores que revaloricen productos locales de calidad y producciones ecológicas,
56
promuevan la conciencia y el respeto al territorio a través de programas de educación
ambiental, hagan hincapié en las bellezas naturales y el turismo sostenible, favorezcan
actividades pacíficas como la observación y el reconocimiento en el campo de las aves,
actividad con un alto componente lúdico y científico a la vez y respetuosa de la
avifauna.

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