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La concentración se dice que ‘’es el eterno secreto de todo logro humano’’, es el estado
principal para ejercer un trabajo a disponibilidad y control absoluto de tu cuerpo; sin
embargo por qué a muchos nos cuesta lograrlo.
Se dice que mucho tiene que ver la falta de interés o a veces una mala alimentación,
hasta se dice que el dormir poco también puede ser un factor determinante para lograr la
concentración. Yo en mi caso me inclinaría por la primera, ya que para mi es un factor
fundamental la falta de interés, ya que eso ocasiona dejadez y poco esfuerzo hacia
cualquier tipo de trabajo o acción que empezamos a realizar, un cuerpo no relajado
dificulta o traería una concentración endeble, es por eso que deberíamos empezar con un
estado de relajación optima, dejar imágenes, emociones y evitar ‘’soñar despiertos’’, para
así entrar de lleno a un trabajo en un estado mental y físico al 100%.
La concentración es tan fundamental para el actor como la relajación. Son los dos pilares
básicos en los que se apoya el trabajo del actor. Están conectadas entre ellas. Una no
existe sin la otra. El actor se relaja para poder concentrarse y concentrarse lo lleva a
relajación. La dispersión hace al actor presa de la incomodidad y la tensión ocasionada
por la exposición al público. Deberá entrenar su atención de manera que pueda dirigirla a
voluntad en función de lo que deba crear Entrenar su concentración le permitirá a su
imaginación funcionar plenamente. Tiene dos aspectos, la atención externa que focaliza
en la vida y el mundo externo y la interna que tiene que ver con los sentimientos, las
emociones y el pensamiento, o sea su mundo interno. El actor debe desarrollar una
atención que se conecte sensiblemente con las cosas. Esta cualidad hace que sea un
artista. La concentración le permite al actor llevar a cabo su principal tarea: Dar vida a lo
que no está presente.
Los dos descubrimientos básicos de Stanislavski, en relación con las sugerencias que
hace al actor, son: la importancia de la relajación y la concentración. La tensión, aparte de
lo que pueda hacerse por separado para aliviarla, se desarraiga con más efectividad
concentrándose en alguna tarea que no parece estar relacionada con la obra, pero que
despierta la fe del actor y su sentido de libertad y, por tanto, libera su espíritu creativo.
Con este modo de proceder, el actor siente que puede hacer lo que quiera, porque, de
alguna manera, se libera de la tensión y, en consecuencia, ya nada le molesta: sus
sentidos y su imaginación, están de todo corazón abierto a lo que está pasando.
2. Atención voluntaria implica un objeto real en el que el actor está interesado y, por
consiguiente, requiere de su esfuerzo, de su fe en el objeto, para que se mantenga.
Este principio es muy importante, pues una de las características distintivas de un artista,
es la habilidad para “ver” el mundo desde una óptica personal y diferente. Cuando el
actor consigue dominar su concentración de modo de que puede fijarla en cualquier idea
u objeto, podrá trabajar cuando quiera en cualquier cosa que determine, sin esperar la
“inspiración” y encontrará que el interés y la imaginación relevante crecerán desde el
punto de partida de la concentración.
La concentración distendida, lúdica y fluida se facilita mediante ejercicios de
relajación creativa.
Así pues, la fantasía del artista verdaderamente creador siempre debe estar en
permanente ebullición. La calidad de su imaginación depende de su habilidad para
combinar su material, de modo de expresar, teatral y audazmente, la idea que está detrás
de su trabajo; por otra parte, eso depende también de la riqueza del material que esté
bajo su control. Este material no está en libros de texto. Debe aprender, como los
pintores, a dibujar del natural, estudiar la vida, buscar los aspectos más diversos de ella,
crear para sí mismo condiciones en que estará expuesto a múltiples expresiones de ella...
y no esperar a que la vida, por un acaso, arroje alguna escena notable bajo su nariz. El
intérprete verdaderamente creador nunca está conforme con su personaje, lejos de
atrincherarse en su papel, continúa explorando aspectos de su personaje y dichos
aspectos siempre le parecen parciales, debido a que la honestidad de su búsqueda le
obliga a un constante rechazo y vuelta a empezar. Este actor creativo se halla siempre
sumamente dispuesto a descartar en el último ensayo su labor previa, ya que, ante la
proximidad del estreno, su creación se ilumina y comprende su lastimosa insuficiencia.
Anhela también agarrarse a todo lo que encuentra, a toda costa desea evitar el trauma de
presentarse ante el público sin defensa y desprevenido; sin embargo eso es exactamente
lo que debe hacer. Ha de destruir y abandonar sus resultados incluso si lo que va
aprendiendo parece casi lo mismo. El personaje debe renacer continuamente, cada
noche, con cada representación .Precisamente esto es lo lo que hace del teatro un
espectáculo siempre distinto, vivo y visceral en el que el actor creativo descubre, al calor
de la acción, matices diferentes que, creativamente, lo llevan a enriquecer su personaje,
un personaje que siempre huye del cliché para ser algo fresco y creible, dinámico y
cambiante.