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El papel de la familia
1. Objetivos
2. Metodología
Figura 1
Pregunta nº
2 ¿Sabe la familia el problema que tiene con el juego, o trata de
ocultarselo?
3 ¿La decisión de buscar ayuda fue suya o de su familia?
4 ¿Le ha planteado la pareja en los últimos tiempos la separación?
(incluir tiempo que hace de esto en meses)
7 ¿Cuánto tiempo hace que tiene el problema del juego patológico?
13 ¿Ha ocurrido algún acontecimiento vital estresante, coincidiendo
con el comienzo del último episodio de juego descontrolado?
Figura 2
Ítem nº
11 ¿Ha ocultado alguna vez a su pareja, a sus hijos o a otros seres
queridos boletos, billetes de lotería, resguardos de apuestas, dinero
obtenido en el juego u otros signos de apuestas o juego?
a) si b) no
13 Si ha discutido alguna vez con las personas con las que vive sobre la
forma de administrar el dinero, ¿se han centrado estas discusiones
sobre el juego?
a) si b) no
16 Si ha pedido dinero prestado para jugar o pagar deudas ¿a quién se
lo ha pedido? ¿o dónde lo ha obtenido?
• Del dinero de casa
• Del dinero de la pareja
• De familiares o amigos
3. Resultados.
4. Discusión
5. Conclusiones
Los datos que hemos obtenido indican la gran importancia que tiene la
familia para que las personas que sufren ludopatía tomen conciencia del
problema y traten de encontrar una solución. Sin embargo resulta paradójico
que los familiares de la persona que sufre ludopatia sólo consiguen lo que
estaban persiguiendo (que el jugador se diera cuenta y que admitiera la
existencia de un problema en relación con la conducta de juego) cuando dan a
entender (posiblemente con algo mas que palabras) que le abandonan a su
suerte, y que van a comenzar a solucionar los problemas que pueden controlar,
es decir, los que atañen exclusivamente a su propia existencia.
Por tanto, creemos que en base a los resultados expuestos, el éxito de
la terapia dependerá en gran medida de la posición que adopten los familiares
de la persona que acude a consulta, ya que parece que la principal motivación
es precisamente solucionar los problemas surgidos en relación a ellos.
Así pues, creemos importante tener esto en cuenta, y reestructurar en lo
posible la dinámica familiar, de forma que cada persona tenga su espacio, y
vele por sus propios intereses.
Esto supone desde luego, la no adopción del concepto "enfermedad"
para este problema aunque esta perspectiva tenga varios aspectos sin duda
ventajosos tanto para la persona que padece el problema como para la familia:
nadie es responsable, no hay culpa, y esto permite afrontar el futuro desde una
nueva perspectiva, partiendo desde cero. Sin embargo los perjuicios son
también evidentes: los responsables de la recuperación son los técnicos, la
familia es responsable del cuidado del enfermo con todo lo que ello supone, y
debe de afrontar como si de una enfermedad crónica se tratase, el futuro en
compañía del familiar afectado por la ludopatía. En muchos casos, tanto las
prescripciones que realizan los profesionales para evitar el progreso del
problema, como las prescripciones que se realizan en las asociaciones de
autoayuda con el mismo fin, suponen cambios de enorme magnitud en la vida
familiar y personal del afectado. El hecho de por ejemplo restringir el uso de
dinero o el control económico del afectado, presentado en muchas ocasiones
como requisito imprescindible para la recuperación, y adoptado el mencionado
rol de enfermo, conducen en ocasiones a situaciones con resultados mas
dañinos para la salud psíquica y física, que los que se trataban de evitar. Por
fortuna, parece por los índices de abandonos durante incluso la 1ª sesión, de
determinados programas (22% en la 1ª, 50% en la 2ª y 70% en la 10ª según
Stewart y Brown (1988)) que el adherirse a determinadas "normas" y
conceptualizaciones va tan en contra de la dignidad y naturaleza humanas que
sólo las personas muy dispuestas a cualquier cosa con tal de solucionar el
problema (es decir, en situaciones límite) están dispuestas a acoplarse a ello.
En otros caso la adhesión al tratamiento y la corrección de la conducta
duran lo que duran las artificiales condiciones creadas, y en cuanto la familia
confía nuevamente en la persona implicada se produce otra vez la recidiva. Lo
cual es lógico, si tenemos en cuenta que se ha implicado de tal forma a la
familia y se le ha cargado con tal responsabilidad que probablemente la
percepción del jugador de que él no tiene nada que ver en lo que le ocurre se
haya arraigado aún mas si cabe.
Siguiendo a A. Escohotado en la Conferencia Inaugural del I congreso
de Ludopatía celebrado en españa, "no confundamos infección con tentación".
En nuestra concepción del problema asumimos que el jugador juega
porque quiere y en ningún momento hace algo que no quiere hacer, aunque no
está bajo la comprensión de por qué juega excesivamente y de porqué pasa la
mayor parte del tiempo pensando en jugar (Castro, J. 1999)
Así pues, planteándose el juego como solución y no como problema, lo
que tratamos de conseguir es que el jugador abandone el juego como solución
y se centre en lo que son sus verdaderos problemas. Aquí es donde la familia
adquiere protagonismo. Proponemos por tanto un funcionamiento familiar más
acorde con la sociedad actual, donde cada miembro de la pareja tiene los
mismos derechos y obligaciones, y donde existe el derecho a desvincularse en
caso de que no haya entendimiento con la otra persona, por la razón que sea.
Entendemos que el tratamiento de los familiares de las personas adictas
al juego deben de ser totalmente al margen de su familiar, sin convertirse en
"controladores" de la vida del otro. El terapeuta debe de hacer entender a los
familiares que por encima de todo su ser querido tiene una serie de derechos y
de libertades (incluido el jugar todo "su" dinero si así lo desea) y que ellos
igualmente tienen otros (incluido el de convivir o no con una persona que hace
eso con "su" dinero). Partiendo desde esta perspectiva y entendiendo esta
cuestión ambas partes, se sentarán las bases que posibiliten una toma de
decisión por parte de la persona afectada en el sentido de si el juego es
realmente un problema y si quiere tratar de solucionarlo.
En nuestro centro realizamos cada quince días reuniones con los
familiares de las personas que consultan por problemas con la conducta de
juego. Este grupo tiene su propio terapeuta que aunque comparte información
con el terapeuta del grupo de afectados, no facilita información a los familiares
respecto a la marcha de su ser querido. Tanto los familiares como los afectados
saben que no recibirán esa información y que la única motivación para acudir al
centro será el interés de cada uno, en un caso aprender a gestionar el conflicto
con el jugador y los propios intereses, y en el otro, conseguir entender el
porqué de la adicción y el tratar de superarla.
Así pues creemos que con nuestra forma de situar el papel de la familia
en el contexto del tratamiento de la ludopatia conseguimos aprovechar de
forma determinante el "impulso" con el que ya viene la persona a consulta, para
conseguir que se plantee hasta que punto el juego es un problema real en su
vida o no. En cualquier caso creemos necesario que se realice una
reestructuración en el ámbito familiar especialmente en relación a aspectos
económicos y de libertades y responsabilidades individuales, ya que en
algunos casos los tratamientos de la conducta de juego excesivo, en relación a
la familia, parecen perseguir por encima de todo la supervivencia del ente
familiar por encima incluso del bienestar de cada uno de los individuos que lo
forman.