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2do.

Encuentro comunitario
EL CONCEPTO DE CARIDAD PASTORAL

META: El seminarista comprende el valor de la


caridad pastoral en su sentido teó rico y
prá ctico y lo acepta como camino para la
configuració n con Cristo Pastor.

ORACION INICIAL.

Gal 2, 19b-20. En este breve texto san Pablo expresa el origen de la caridad pastoral en Cristo,
que me amó y murió por mí. Esto significa que la caridad pastoral implica estar crucificado con
Cristo, es decir, es primero y principalmente un camino de unió n con É L, para después
convertirse en servicio al pueblo de Dios. Tal unió n se da en los tres planos: el de la verdad, el del
bien y el del amor.

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Recapitulación: la observación de los sacerdotes.

Durante la formació n se ha dado varias veces la consigna de observar las actitudes


positivos en el presbiterio. A veces tenemos mucha sensibilidad ante lo negativo, pero
no captamos los ejemplos de compromiso y de santidad sacerdotal que tenemos
delante.
Se quiere recuperar en este momento la observació n hecha para introducir el tema de la caridad
pastoral. Al inicio se pide a los seminaristas que comportan sus observaciones de actitudes de
compromiso y de santidad sacerdotal. Hecha la puesta en comú n, ahora se preguntan como grupo:¿En
qué consiste la caridad pastoral? Los formadores facilitan que los seminaristas expresen sus
percepciones, el contenido se clarificará después con la exposició n del tema.

CONTENIDO

A. Naturaleza de la caridad pastoral.

El concepto de caridad pastoral es relativamente novedoso en la teología del ministerio sacerdotal.


Antiguamente se decía celo pastoral. El termino “Celo” es má s pobre que el término “caridad”, porque
el celo difícilmente remite al origen divino y puede ser interpretado de un modo intimista, en cambio,
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La caridad es claramente procedente de Dios y se sitú a en un plano má s objetivo.
Quizá por eso tuvo tanto éxito en el á mbito del sacerdocio.

El primer documento de la Iglesia en el que se emplea la expresió n es la Lumen


Gentium, en el nú mero 41, hablando del oficio de los obispos.

Después fue utilizada en la Presbyterorum Ordinis, en los nú meros 14-17.

En la Pastores Dabo Vobis se repite muchas veces, ocupando el lugar central que le corresponderá
en el futuro, porque sirve para definir el mismo carisma sacerdotal. Cuando se usa el termino
“caridad pastoral” inmediatamente se refiere al ministerio ordenado. Es decir, se trata del modo
concreto de amor que está n llamados a vivir los obispos, los presbíteros y los diá conos en razó n
de su mismo oficio evangelizador.

Se entiende entonces la caridad propia del sacerdote, sin confundirse con la virtud de la caridad
pastoral pertenece a la forma de vida apostó lica o sacerdotal. Los documentos citan
repetidamente a San Agustín, que se refiere al amor que corresponde al oficio de apacentar la
grey del Señ or.

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En un primer momento aparece la tendencia a interpretar la caridad pastoral como
entrega personal del sacerdote a las obras de apostolado, como disposició n
sacrificada ante cualquier necesidad de las personas en la Iglesia. Incluso se tiende a
dibujar un estilo de martirio incruento en la caridad pastoral.

Pero esta visió n, un tanto romá ntica, debe dejar su lugar a otra que
encuentre el origen de la caridad pastoral del sacerdote en la
participació n de la caridad pastoral de Jesucristo. Así, la caridad
pastoral es sobre todo una unió n mística con Cristo y con Dios
Trinidad, porque la unció n sacramental que confiere el orden
sagrado es participació n no solo del “poder”, sino del amor propio del
ministerio salvífico de Jesú s (cf. PDV,70).

Esta afirmació n tiene un amplio fundamento teoló gico, porque todo


el poder creador de Dios ha de ser comprendido e interpretado como
fuerza creadora del amor. Es decir, lo que brilla en la acció n salvadora
de Dios es la profundidad de su amor, no la fuerza de su poder.

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Por ello la fe antigua de Isael partió de la constatació n del Dios amoroso para
posteriormente hacer la formulació n de Dios poderoso. De la misma manera, el
sacerdote participa del amor de Jesucristo, que la capacita para el ministerio
sacerdotal.

Con frecuencia hacen enunciados sobre la participació n del “poder” y del “ministerio” de
Jesucristo, pero difícilmente se hacen enunciados sobre la participació n de su amor-afectividad,
que corresponde, precisamente, al tercer nivel de la conversió n, que es la conversió n afectiva.

En los momentos de los ejercicios espirituales


en los que San Ignacio de Loyola propone
que el ejercitante asuma un compromiso, le
pide que lo haga afectá ndose mucho, es decir,
poniendo a funcionar su afectividad desde un
punto de vista positivo.

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Es fundamental, como se ha dicho, clarificar el origen de la caridad pastoral. El
sacerdote participa de ella a través de la ordenació n y ella se nutre continuamente
de la Palabra y de la Eucaristía, má xima manifestació n de amor misericordioso de
Cristo. La caridad pastoral es el corazó n del carisma sacerdotal.

Desde esta perspectiva se puede definir


como el despliegue de los sentimientos y
actitudes de Cristo y a la vez del don
recibido en la ordenació n. Este origen es
señ alado por los ritos de las
celebraciones en los que el sacerdote es
el primero que venera la Palabra
evangélica y se alimenta de la Eucaristía.

De modo que el primer objeto de la


caridad pastoral en el mismo Cristo y
Dios Trinidad, es decir, es
correspondencia amorosa y personal a
un don recibido.
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Un segundo objeto de la caridad pastoral es la comunidad cristiana, esposa de Cristo.
Quien ama con el amor pastoral de Cristo, dirige su compromiso hacia el mismo objeto
que El ama. Es así como la caridad pastoral no consiste primeramente en la
disponibilidad heroica del sacerdote, sino en la conciencia que ha adquirido de que sus
actitudes edifican a la comunidad.

La promesa profética que da titulo a la Pastores Davo


Vobis, les daré pastores segú n mi corazó n se cumple a
través de estas personas frá giles y limitadas que
intentan amar a la comunidad con el mismo amor de
Cristo, de este modo podemos decir que es el mismo
Cristo quien pastorea a su rebañ o.

Esta conciencia provoca que el sacerdote sea


cuidadoso en el modo de gestionar relaciones,
concediéndoles no solo el valor instrumental, sino
simbó lico: la relació n con el obispo, la relació n con los
co-presbíteros y la relació n con los laicos.

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El tercer plano es el del servicio directo al pueblo de Dios. La caridad urge al pastor
para que haga una serie de opciones prioritarias, especialmente por la oveja
descarriada, abandonada, olvidada.
Por eso la Presbyterorum Ordinis en el numero
6c propone una serie de encomiendas
especificas y prioritarias a los presbíteros.

Este es el tercer campo del compromiso amoroso de


quienes han sido enviados para esta misió n. Estos datos
son hermosamente ampliados y profundizados por los
citados documentos del episcopado latinoamericano sobre
el tema de la pobreza: Medellín 14,4-11; Puebla 1134-
1165; Santo Domingo 178-181; Aparecida 391-398; 407-
430. Es conveniente provocar una reflexió n de los
seminaristas sobre la solidez de esta doctrina que se ha
ido repitiendo en la historia de la Iglesia del Continente.

Se pude concluir que la caridad pastoral, comprendida de esta manera, da forma o configura al
sacerdote con Cristo Pastor. Por eso se afirma una y otra vez que es propiamente el carisma
sacerdotal.
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B. Implicaciones de la caridad pastoral.
La caridad pastoral tiene una serie de implicaciones practicas tanto para la vida
presbiteral como para la formació n sacerdotal, especialmente en la etapa
configuradora o teoló gica.

La unificación de la persona y la vida del sacerdote.


La caridad pastoral es el principio interior y diná mico (PDV,24)
capaz de unificar la vida y actividades del sacerdote. La
condició n para que verdaderamente lo sea es que ocupe el
centro de la vida sacerdotal. Este es un gran reto de la
formació n. De poco servirá n formar en una serie de
conocimientos y habilidades si no se forma de corazó n. A esta
formació n se accede con todo lo que la persona es, es decir,
contando con todas sus facultades: inteligencia, voluntad y
afectividad. La orientació n amorosa a un objeto es al mismo
tiempo un elemento de la vida espiritual y un objeto es al mismo
elemento de la vida espiritual y un signo de madurez humana.
La ascética de la configuració n deberá contar con estos tres
niveles del yo e implicarlos de un modo consciente, libre,
intencional. 3 año. etapa configuradora 9
Así se ponen los cimientos de la futura perseverancia en este momento del tercer
curso de la etapa teoló gica parece fundamental preguntarse:

¿He implicado los tres niveles del yo en la


opción por el sacerdocio?

¿En cuál de ellos necesito insistir más para


conseguir una opción más nítida y
profunda?

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La donación de sí mismo.

Dice PDV 23 que el contenido de sí a la Iglesia. Este tipo de enunciado siempre remite
a un proceso, la donació n de sí tiende a ser efectivamente se camine hacia ella, de
modo que vaya determinado el modo de pensar, de sentir y de actuar primero del
seminarista y después del presbítero.

Es un proceso donde el candidato al ministerio sacerdotal aprende a entregarse en campos concretos.


Se puede señ alar una serie de líneas para dar es paso formativo.

Por ejemplo, el paso hacia la gratuidad, que lleva al seminarista o al sacerdote a encontrar una especial
alegría en lo gratuito; el paso hacia la calidad en lo que hace, que le lleve a ser diligente en el servicio,
preparando las cosas como conviene; el paso hacia la disponibilidad, que le permite actuar con
prontitud y generosidad en el momento en que se presenta una necesidad.

Siempre se puede plantear la cuestió n:

¿En qué áreas concretas necesito aprender a vivir en una donación mayor de mí mismo?

Se propone un crecimiento constante, que prepare al candidato a responder en medio de las


novedades de la vida. 3 año. etapa configuradora 11
La comunión eclesial.

El ministerio presbiteral es eclesial. Se trata de la persona entregada a la Iglesia y


disponible en ella. Por eso la comunidad cristiana se constituye como parte
integrante de su objeto amoroso.

Quien ha hecho esta opció n procura edificar en todo a la comunidad y de ninguna manera
destruirla o lastimarla. El sentido de la comunió n se vive en diversos noveles: la iglesia universal,
la iglesia particular, la comunidad concreta, parroquial o de otro tipo.

Se vive también con diversas personas: el obispo, los presbiterios, los laicos.

Por ultimo, en diversas instancias: las comisiones diocesanas, la parroquia, las pequeñ as
comunidades.

Una expresió n nítida de este amor es la disponibilidad pronta, ya sea para aceptar un cargo o un
destino o para ponerse al servicio en el á mbito comunitario.

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La vivencia del celibato.

PO 16 y PDV 29 establecen el nexo entre caridad pastoral y celibato. Si la caridad


pastoral se entiende como participació n de la caridad pastoral de Jesucristo y el
celibato se entiende como un camino de amor, entonces el vinculo entre ambas
realidades se hace evidente

El celibato, expresió n estable de la


caridad pastoral, marca la forma de vida
del presbítero.

La doble polaridad que subraya el


prefacio de la ordenació n es
profundamente valida: unió n personal
con Cristo desde el amor de predilecció n
y constante testimonio de fidelidad y de
amor.

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Sentido martirial.

La caridad pastoral se transforma gradualmente en testimonio de entrega personal y


definitiva, asumiendo los rasgos sacrificiales de la vida de Jesú s.

Es participació n en su sacrificio y en su entrega


hasta el final. El concepto de martirio incruento
que se aplicó tantas veces la fidelidad sacerdotal
es ú til en este sentido.

El martirio incruento significa entregar la vida


radicalmente en cada día y en cada actividad.
Segú n la antigua tradició n de la Iglesia los
apó stoles murieron martirizados, con ello se
señ ala hacia un vinculo entre vida apostó lica y
entrega martirial. Es algo que hay que comenzar a
vivir desde la formació n inicial.

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CONSIGNAS

• Investiga má s sobre la caridad pastoral como valor central de la vida sacerdotal


y reporta tu investigació n por escrito, para compartirlo en el pró ximo encuentro
comunitario.

• Localiza los nú meros 391-398 y 407-430 del documento de Aparecida y haz de


ellos un referente para tu formació n durante este curso.

• Confronta con los formadores los momentos en los que has sentido muy lejos de
la vivencia de la caridad pastoral.

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