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Tomás
de
Aquino
Decía que él había aprendido
más, arrodillándose delante
del crucifijo, que en la lectura
de los libros. Su secretario
Reginaldo afirmaba que la
admirable ciencia de Santo
Tomás provenía más de sus
oraciones que de su ingenio.
Este hombre de Dios rezaba
mucho y con gran fervor para
que Dios le iluminara y le
hiciera conocer las verdades
que debía explicar al pueblo.
Tomás nació entre 1224 y 1225 en el castillo que su
familia, noble y rica, poseía en Roccasecca, en los
alrededores de Aquino.
En Nápoles
permanece
por cinco
años.
En Nápoles nació
su vocación
dominica. Tomás
quedó cautivado por
el ideal de la Orden
que santo Domingo
había fundado
pocos años antes.
Cuando vistió el
hábito dominico, su
familia se opuso a
esa elección.
Tenía 18 años
Huye hacia Alemania,
pero por el camino lo
sorprenden sus
hermanos que viajan
acompañados de un
escuadrón de
militares y lo ponen
preso. Lo encierran
en una prisión del
castillo de Rocaseca.
Tomás aprovecha su
encierro de dos años
en la prisión para
aprenderse de memoria
muchísimas frases de
la Biblia y para estudiar
muy a fondo el mejor
tratado de Teología que
había en ese tiempo, y
que después él
explicará muy bien en
la Universidad.
Sus hermanos al ver que por más que le ruegan y lo
amenazan no logran quitarle la idea de seguir de religioso,
le envían a una mujer de mala vida para que lo haga pecar.
Tomás toma en sus manos un tizón encendido y se lanza
contra la mala mujer, amenazándola con quemarle el
rostro si se atreve a acercársele. Ella sale huyendo.
En 1245, ya puesto en
libertad, va a París para
estudiar Teología bajo la
guía de San Alberto Magno,
que estima tanto a su
alumno que le pide que lo
acompañe a Colonia
(Alemania) para la
fundación de un centro
teológico.
Al principio los compañeros no imaginaban la
inteligencia que tenía Tomás, y al verlo tan robusto y
siempre tan silencioso en las discusiones le pusieron de
apodo: "El buey mudo".
Por encima de
la ciencia
estaba su
piedad.
En ese tiempo
Tomás entró en
contacto con
todas las obras
de Aristóteles,
que San Alberto
ilustraba y
explicaba.
Se trataba de escritos sobre la naturaleza del conocimien-
to, sobre las ciencias naturales, sobre la metafísica, sobre
el alma y sobre la ética, ricas en informaciones e
intuiciones que parecían válidas y convincentes. Era una
visión completa del mundo desarrollada sin Cristo y antes
de Cristo, con la pura razón.
A los jóvenes
les resultaba
muy atractivo
ver y conocer
esta filosofía.
Tomás de Aquino, siguiendo la
escuela de Alberto Magno, llevó a
cabo una operación de fundamental
importancia para la historia de la
filosofía y de la teología. Estudió a
fondo a Aristóteles y a sus
intérpretes, consiguiendo nuevas
traducciones latinas de los textos
originales en griego.