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Tomás nació en Aquino, cerca de Nápoles, en 1225. Teólogo y filósofo, su pensamiento tuvo a Dios
como tema central. Sin embargo, valoró debidamente la experiencia sensible y el poder de la razón,
mostrando a su filosofía una vigorosa tendencia hacia lo concreto. Su obra es uno de los momentos
culminantes del pensamiento medieval, realizando la síntesis más acabada entre el Aristotelismo y la
doctrina cristiana. ¿Qué tal amigos? Bienvenidos a nuestro programa de divulgación filosófica. Los
filósofos están siempre codeándose con los teólogos. O si quieren ustedes, la teología está planeando
siempre también sobre la filosofía. Aristóteles, el propio Platón han hablado indistintamente de los temas
del mundo, de los temas de la realidad, y también han hablado de vez en cuando de la divinidad. Pero a
partir de la filosofía cristiana, a partir de que el cristianismo se convierte en la gran ideología de Europa,
naturalmente la teología adquiere un carácter, un peso mucho mayor del que había tenido nunca. En
primer lugar, porque la teología está al servicio de una iglesia y esa iglesia es muy potente en Europa. Es
decir, los filósofos normalmente hablan desde su opinión, desde su punto de vista. Pero en aquel
momento la gran iglesia católica del medievo era la única y la gran fuente de poder ideológico que había
en Europa.

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Y los teólogos eran los administradores de ese poder, de ese gran poder ideológico que era la en la
religión católica. Dentro, entonces, de la filosofía había los que pretendían servir a la teología de un
modo y los que pretendían servirla de otro. Pero pocos de los filósofos de la época escapaban a los
planteamientos teológicos. No fue una excepción Tomás de Aquino, el más grande, sin duda, de los
filósofos medievales, el más potente, el más completo. Y también, a pesar de que naturalmente era un
hombre ortodoxo, religiosamente, o asanto, como saben ustedes, tenía unas aportaciones que llegaron a
ser importantes y casi, diría, revolucionarias. Por ejemplo, se convirtió en un abogado de las doctrinas de
Aristóteles. Los libros de Aristóteles eran vistos con sospecha por parte de los teólogos católicos. Por
una parte, por venir por el que era un pagano y por lo tanto, que un pagano pudiera enseñar cosas a los
cristianos no estaba bien visto. Y por otra parte, para colmo, porque las obras de Aristóteles habían sido
conservadas por el mundo árabe, de modo que se duplicaba el que era un pagano que nos llegaba a
través de los árabes. Estos no fueron argumentos que disfadieron a Santo Tomás de conceder toda su
importancia a la filosofía de Aristóteles y a través de él, de crear toda una filosofía cristiana apoyada en
el Edicto femenino.

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Si siguen ustedes con nosotros, van a ver desarrollarse la figura de este gigante del mediego y del
pensamiento teológico. Los.

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Padres de Tomás pertenecían a la nobleza. Tuvo seis hermanos y cinco hermanas, pero su padre
decidió preparar al niño para que algún día pudiera ser elegido abad del monasterio benedictino de
Monte Cassino. Ellos serían conveniente para asegurar la fortuna familiar. Por eso, a los cinco años, lo
envió a ese monasterio para iniciar su educación. Tomás permaneció durante nueve años en Monte
Cassino y en 1239 fue a la Universidad de Nápoles para continuar sus estudios. Profundizó sus
conocimientos de filosofía y se relacionó con algunos religiosos de la orden de predicadores fundada por
Santo Domingo de Guzmán. Tomás decidió ingresar en ella, pese a comprender que su familia, que
esperaba que hiciera carrera en la jerarquía eclesiástica, no podría estar de acuerdo con tal decisión. La
orden dominicana, al igual que la franciscana, no daba a sus miembros más futuro que el de frailes
mendicantes. El padre de Tomás falleció en la Navidad de 1243 y pocos días después, el joven fue
admitido como novicio en la orden. Su madre, no dispuesta a permitir que su hijo renunciara a un futuro
prestigioso para la familia, envió a sus hermanos a secuestrarlo y llevarlo a la fortaleza de Roca Seca en
el reino de Sicilia, donde permaneció hasta fines de 1245.

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Finalmente, con la complicidad de su hija, sus hermanas, el corpulento novicio, que además de medir
casi dos metros de altura, era bastante obeso, se descolgó por la noche desde la ventana de sus
habitaciones con una suerte de soga formada por sábanas y cortinas anudadas y escapó. Frente a los
muros de la fortaleza, lo esperaba el director espiritual de los Domínicos, Fray Juan de San Julián, con
dos caballos. Ambos huyeron de inmediato a Nápoles. Luego de completar su noviciado, Tomás fue
enviado a Colonia para estudiar teología con el maestro Alberto Magno. Allí permaneció entre 1248 y
1251 como discípulo. Y luego, una vez ordenado sacerdote, hasta 1252 como maestro bajo la dirección
del propio Alberto. En 1252, el maestro general de la orden envió a Tomás a la Universidad de París
como bachiller para hacerse cargo de una de las dos cátedras que los domínicos allí regenteaban. Los
franciscanos tenían bajo su dominio solo una. Entre tanto, el resto de las cátedras eran impartidas por
maestros seculares, quienes comenzaron a recelar a los religiosos, puesto que sus clases eran las más
concurridas. Las tensiones desencadenaron choques violentos entre los estudiantes universitarios y
medidas arbitrarias por parte del claustro contra los maestros religiosos.

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Los concurrentes a las clases de éstos eran amenazados para que no asistiesen. Algunos alborotadores
irrumpían en las cátedras para generar desorden. Se apedreaba a los maestros que debían movilizarse
con guardia armada y se llegó a disparar flechas contra las ventanas de los conventos. El líder de los
maestros seculares, Guillermo de Saint Amour, hizo difundir un escrito en el que se responsabilizaba a
los domínicos y franciscanos del malestar de la universidad. También les atribuyó falsamente un nivelo
injurioso contra el papado, que parece que escribió él mismo a ese efecto. Estas acusaciones fueron
refutadas por los franciscanos Buenaventura y Tomás de York, y por el dominico Tomás de Aquino. En
1266, el Papa Alejandro IV puso orden en el conflicto e hizo desterrar a Guillermo de Saint D'Amour.
Asimismo, ordenó que el franciscano Buenaventura y el dominico Tomás de Aquino fueran admitidos en
el claustro universitario. A pesar de la violencia de estos conflictos, Tomás encontró tiempo y tranquilidad
espiritual para desplegar una actividad intelectual prodigiosa. Escribió y publicó comentarios bíblicos y
filosóficos. Estudió y discutió diversos opúsculos de Boesio, así como las sentencias compiladas por
Pedro Lombardo. Redactó numerosas cuestiones, entre ellas las del De Veritat e y terminó el primer libro
de la Suma contra gentiles.
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Entre 1259 y 1268 fue enviado por su orden a Italia y nombrado predicador general en el capítulo de
Nápoles. En cumplimiento de las obligaciones correspondientes a ese cargo, viajó frecuentemente a
diversas ciudades italianas.

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