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La violencia, el maltrato y el abuso es una

realidad que crece día a día por lo cual


nosotros como líderes espirituales, agentes
pastorales y sociales, que estamos inmersos en
el campo de la salud espiritual y mental de los
creyentes; estamos obligados a conocer dicho
fenómeno y prepararnos más, para plantear
alternativas de solución y contribuir a la salud
psicoespiritual de la Iglesia.
Entre 30 a 40 % de las mujeres
latinoamericanas han sufrido algún tipo de
violencia intrafamiliar.

1 de cada 5 mujeres falta al trabajo por haber


sufrido agresión física en sus casas.
Los números por países son abrumadores:
En chile el 60% de las mujeres que viven en pareja.
En Colombia, el 20%; en el Ecuador, 60% de las
mujeres que viven en barrios pobres. En Argentina
37%, en Nicaragua, el 32% de las mujeres entre 16 a
49 años.
En E.U.A donde una mujer es agredida cada 15
segundos, la tercera parte de las mujeres internadas
de emergencia en los hospitales ha sido víctima de
violencia en sus hogares.
El 47 de los hombre que agreden a sus parejas lo
repite lo menos tres veces al año.
Datos del INEGI
 En uno de cada tres hogares del Área Metropolitana de la Ciudad de
México, se registra algún tipo de violencia.
 De cada 100 hogares donde el jefe es hombre, en casi 33 se registra
algún tipo de violencia por 22 de cada 100 de los dirigidos por
mujeres.
 Los miembros más frecuentemente agresores son el jefe del hogar,
49.5%, y la cónyuge, 44.1 por ciento.
 Las víctimas más comúnmente afectadas son hijas, hijos, 44.9%, y
cónyuges, 38.9 por ciento.
 Las expresiones más frecuentes de maltrato emocional son los gritos
y los enojos mayores; 86% de los hogares con presencia de agresiones
de tipo emocional sufrieron gritos y 41%, enojos mayores.
 Las formas de maltrato que con más frecuencia se presentan en la
violencia física, fueron los golpes con el puño, 42%; bofetadas, 40% y
golpes con objetos 23 por ciento.
Porcentaje de hogares con maltrato emocional según
clase de agresión, 1999
Formas de Violencia
La violencia puede ser física -quizás la forma que reconocemos
con más facilidad-, emocional, psicológica o verbal. Muchas
personas consideran que la violencia verbal es la peor: ‘los
moretones se sanan, pero las palabras hirientes se quedan...’.
Hay esposos que controlan cada paso que da la esposa, otros
que controlan el dinero y la mantienen como esclava. Otros
tienen palabras tan abusivas, que es difícil creer que le están
hablando a su compañera de vida de esa forma. Otros tratan la
esposa con tanto reproche que la autoestima de la mujer se va
al suelo. Dios nos ha dicho en 1 Pedro 3:7 que la mujer es el
‘vaso más frágil’ (RV) y es verdad. El marido que maltrata a su
esposa destruye su sentido de ser persona, de ser esposa, y de
ser hija de Dios.
Factores en la Violencia
CONDUCTA APRENDIDA

LA PRESION DE LA CULTURA

POR CAUSA DE LOS HIJOS

POR VERGÜENZA

CREENCIAS RELIGIOSAS
Perfil del generador de
Violencia
La violencia no se genera de manera espontánea. Sucede
cuando la pareja o uno de sus miembros acumulan
tensiones, enojos y frustraciones, así como por
dificultades y agresiones que se viven tanto en la familia
como fuera de ella.
La violencia se convierte en un estilo de vida: las
personas se acostumbran a ella y la viven como si fuera
natural, sin darse cuenta de cómo aumenta en forma
gradual.
Los individuos violentos tienen mucho en común
con otras personas, tanto con las que podrían
ayudarlos como con las que resultan heridas por
su culpa. Todos somos básicamente semejantes,
según encontramos en 1 Corintios 10:12-13. La
hostilidad entre seres humanos puede
manifestarse de muchas maneras: verbal, física y
sexualmente, en las actitudes, y en los negocios.
Asimismo, se presenta con distintos grados de
intensidad, desde el malhumor y las pequeñas
peleas hasta la agresión violenta y el homicidio.
El velo de la evasión
Dado que las personas violentas eluden con facilidad y crean así
una sombra de confusión, usted necesita conocer el
comportamiento de los violentos. El pecado es engañoso; esto es lo
que enseña Jeremías 17:9. Las personas violentas no sólo no se
conocen a sí mismas, sino que impiden que otros las conozcan. Para
ellas es común mentir y ocultar, y a menudo elaboran patrones de
engaño. Suelen ocultar lo que hacen y, en caso de fallar, tienden a
restarle importancia a la gravedad del hecho. Si esto no llegara a
resultarles, suelen inculpar a la persona golpeada, dando la imagen
de víctimas inocentes y afligidas. De no funcionar esto último, se
sumergen en la desesperación y el «arrepentimiento» para que los
demás les tengan lástima. Tenga en cuenta las siguientes
características del pecado, que comúnmente conforman el perfil de
la persona violenta:
1. Fundamentar el acto de violencia refleja un egoísmo
invasivo:

Gran parte de su vida se encuentra dominada por su


propio placer, sus compromisos diarios, sus deseos,
sus exigencias, sus antojos. El aconsejamiento no
debe permitir que los pecados que aparecen a simple
vista desvíen la atención de la perversidad que
sustenta un estilo de vida caracterizado por la
«impiedad y los deseos mundanos». A menudo, la
conciencia de pecado es superficial: puede ser que el
golpeador se lamente por sus reacciones esporádicas
de violencia, pero rara vez reconoce que lleva una vida
egoísta o las pasiones específicas que lo controlan.
2. Espere encontrar intrincados y sutiles patrones de
autoengaño.

El abusador a menudo siente lástima por él


mismo: «Yo soy la verdadera víctima y la furia es
tan sólo una reacción». Con frecuencia expresa la
justa y buena opinión que tiene de sí mismo
diciendo «En verdad yo no soy así», o bien «Sé que
no debería hacer eso, pero…». A menudo exhiben
una notable habilidad para dividir el corazón y vivir
así una doble vida. Es posible que un hombre
golpee a su esposa y luego, una hora después, se
transforme y lidere (dirija) un estudio bíblico con
toda serenidad.
3. Espere encontrar intrincados patrones de atracción
engañosa.

Las personas violentas (al igual que los


depredadores sexuales) suelen ser seductores
innatos. Se ganan a la gente, incluso
restablecen la confianza de las mismas
personas a las que maltrataron y traicionaron.
Manipulan hábilmente a sus víctimas y a los
que desean ayudar, empujándolos hacia un
sentimiento de culpa y de responsabilidad: a los
primeros, por lo sucedido y a los segundos, por
no haber mejorado las cosas.
4. Espere encontrar versiones engañosas de «confesión
y arrepentimiento».
Es como si pretendieran engañar a Dios, pero, sólo se engañan a sí
mismos y a los demás. Parecería que usan las palabras bíblicas
adecuadas o que expresan los sentimientos apropiados, pero su
«arrepentimiento» no suele estar centrado en Dios. Por el contrario, sólo
expresa el remordimiento por haber dañado su propia imagen o su
reputación frente a otros. En realidad, este «arrepentimiento» alimenta
el propio orgullo y temor al hombre, que originan el pecado de la
violencia en privado. Es común que las personas violentas hagan un
mal uso de la gracia o bien no la entiendan correctamente. La gracia se
puede volver una herramienta del pecado, una solución rápida, a veces
calculada, que barre los problemas bajo la alfombra. Puede ser que
lloren, oren y prometan que nunca más volverá a suceder, sin que se
produzca ninguno de los cambios fundamentales que implican el
verdadero arrepentimiento y la fe en Cristo: la transformación de la
mente y un giro de 180 grados que llevan a un cambio de vida.
5. Los golpeadores intimidan y manipulan a sus
víctimas con frecuencia.

La violencia genera miedo; es un instrumento de control. En


ocasiones hasta resultará difícil obtener los hechos de boca
de la persona golpeada. Es probable que ésta desee
fervientemente preservar el momento de paz temporaria que
está viviendo, o que tema que su honestidad desencadene
una represalia, o bien que haya sido amenazada «Si tú
hablas, entonces yo te voy a…». Puede ocurrir que a la
víctima le resulte sumamente vergonzoso el hallar estos
problemas en el seno de su hogar y podría ser reacia a dar a
conocer el grado de maldad. A todo esto se suma el hecho
de que probablemente usted tenga que enfrentar un
complot basado en el silencio de la familia, que sirve de
protección al opresor.
Líneas para el Trabajo
pastoral
La naturaleza de la violencia familiar no difiere de la
de otros pecados comunes. Esta similitud genera
tanto confianza como humildad en aquellos que
buscan ayudar a otros: si usted sabe cómo tratar con
su propia ira, cuenta con buenos recursos para
ofrecer a quienes están en la lucha. Un consejero que
desea trabajar con personas violentas no es un ser
inmaculado que se acerca a individuos pecaminosos.
Somos personas que hemos hallado gracia y vamos al
encuentro de quienes la necesitan.
Usted se encontrará con una relación entre dos pecadores y no
con un monstruo sin posibilidad de redención que oprime a una
inocente víctima que no necesita ser redimida. Dios estará
trabajando en ambas vidas. Por lo tanto, examine
detalladamente cada incidente de violencia. A menudo
encontrará áreas en las que ambas partes necesitan de la gracia
de Cristo para poder cambiar. Tal vez el hombre capte la mayor
atención por el hecho de proceder con los puños; sin embargo, si
se mira más profundamente, la mujer podría ejercer un uso
hábil y perverso de la lengua de modo que incite a la violencia.
Los arrebatos de violencia generalmente representan la «gota que
rebasa el vaso» cuando el abuso familiar es usual en el hogar en
menor grado. Rastree los pecados que ambas partes tienen en
común y también las manifestaciones individuales. Su deseo es
ayudar a que la pareja crezca en amor, sabiduría y paz entre sí.
1. Aspire a una reestructuración profunda del corazón
y del estilo de vida.

Los ajustes superficiales sólo logran que el comportamiento de la


persona tenga mayor aceptación por parte de su núcleo social. Usted
debe poner en evidencia las intenciones del corazón, que mueven al
acto de violencia: las ansias de poder, control, dinero; la búsqueda de
placer, confort, amor, respeto, entre otras. ¿Qué cosas se empeña en
seguir haciendo obstinada y deliberadamente esta persona? Sus actos
de violencia no tienen que ver con su esposa, sino consigo mismo y con
las idolatrías que arrastró con él al matrimonio. Las personas violentas
fingen ser un dios y luego se comportan como si fueran el diablo, en
lugar de servir a Dios. Deben arrepentirse de sus pecados para con
Dios, que son los que traen como consecuencia los pecados para con
los demás. Tanto el comportamiento como las motivaciones hostiles
deben quedar al descubierto (ver Stg. 3:5-12, 3:14-16, 4:1-4, 4:6 y
4:11-12).
2. Propóngase solucionar las manifestaciones
secundarias de los principales pecados y reacciones.

Por lo general, la crítica, la queja, la irritabilidad,


las pequeñas peleas y las discusiones preceden al
acto de violencia y suelen ser manifestaciones
externas que comparten un origen común en el
corazón. Las personas que aprenden a arrepentirse
de la queja, y por ende cultivan la gratitud y la
satisfacción en Cristo, casi no tendrán necesidad
de arrepentirse de la agresión y el maltrato.
3. Presénteles al verdadero Cristo vivo.

Jesús abunda en compasión mas su ira es terrible. Las personas


violentas necesitan conocer el amor de Cristo. Si bien merecen la ira de
Dios, El en cambio entregó al Cordero. Jesús amó a los pecadores, a los
impíos, a los malos, a los débiles, a los enemigos de Dios. El murió para
que los que viven ya no vivan para sí mismos. Dios ofrece gratuitamente
gracia y sabiduría de lo alto (Stg. 1:5, 1:17, 3:17, 4:6 y 4:10). La gracia
eficaz y correctora se encuentra a disposición de todos aquellos que la
necesiten. Pero es preciso que las personas violentas aprendan a temer
la ira del Señor. El es celoso y santo (Stg. 4:5 y 4:12). Una persona que
comete un acto de violencia vive sin temor del Señor; actúa y reacciona
como si Dios no existiera. Mas en verdad, «todas las cosas están
desnudas y abiertas a los ojos de aquél a quien tenemos que dar
cuenta» (He. 4:13). Comenzar a vivir transparente significa a llevar una
vida sin la privacidad de la que depende la violencia.
4. Lleve a la persona violenta a un arrepentimiento
centrado en Dios (Stg. 4:6-10).

Lo más importante son los cambios internos. Compare el


«arrepentimiento» manifestado por la persona con el verdadero
arrepentimiento. Los salmos 50 y 51 permiten diferenciar un
arrepentimiento centrado en Dios de uno que no lo es. Conocer
al Cristo del evangelio significa reordenar todo el ser interior de
manera que el pecado ya no triunfe en la vida. No se conforme
con menos. Los que buscan, encuentran; los que creen,
reciben el Espíritu Santo. La pregunta es: ¿Cómo saber que ha
habido un verdadero arrepentimiento? Usted se dará cuenta.
El tiempo siempre se encarga de confirmar la legitimidad de las
cosas. Usted observará cambios radicales en las relaciones de
estas personas, primeramente con Dios y luego con los demás.
5. Ayude a los creyentes arrepentidos a asimilar las
alternativas prácticas, pacíficas y afectuosas de las
que puede hacer uso en lugar de manipular, culpar al
otro, intimidarlo y recurrir a la violencia (Stg. 3:13,
3:17-18).

Las personas son capaces de aprender a escuchar, a preguntar,


a pedir perdón, a detenerse y tomarse un tiempo, a pedir ayuda,
a demorar la toma de decisiones, a ser dadivosos: todas ellas
son acciones fruto de la sabiduría que viene de lo alto. El amor
puede reemplazar no sólo los momentos de violencia, sino
también el egoísmo y la obstinación que antes invadían el estilo
de vida. No hablamos de perfección, sino de progreso. Un
corazón cada vez más entregado es una vida en la que cada vez
hay menos lugar para el odio y la agresión.
6. Emplee los recursos de la comunidad de Cristo (Stg.
5:19-20 y He. 3:12-14).

Las personas que se arrepienten de la violencia necesitan más


que un aconsejamiento «formal» una vez por semana. Necesitan
aprender la honestidad absoluta y dar razón de sus actos,
necesitan que se les recuerden las cosas, necesitan recibir
ánimo y oraciones de intercesión, necesitan modelos para
seguir y también necesitan exponerse diariamente a la luz.
Ayude a las personas violentas a salir del escondite y a vivir en
la luz. El pecado crece en los rincones oscuros; la rectitud
prospera a la luz del día. Una persona que ha efectuado un
cambio en su interior hacia Cristo, deseará voluntariamente
rendir cuentas al pueblo de Cristo con el propósito de crecer en
la humildad y de que lo salven de sí mismo.
 Romper el secreto y pedir ayuda
 
Mientras no se rompa el secreto, no pasa nada,
nada cambia. Mientras tenemos el secreto, somos
presa fácil de la manipulación. Romper el secreto
trae luz a la situación, posibilita la ayuda, permite
que el corazón quebrantado empiece su proceso de
sanidad y liberación.
La raíz de la violencia
Cada niño viene al mundo para expandirse, desarrollarse, amar, expresar sus
necesidades y sus sentimientos.

Para poder desarrollarse, el niño necesita el respeto y la protección de los


adultos, tomándolo en serio, amándolo y ayudándolo a orientarse.

Cuando explotamos al niño para satisfacer nuestras necesidades de adulto,


cuando le pegamos, castigamos, manipulamos, descuidamos, abusamos de
él, o lo engañamos, sin que jamás ningún testigo intervenga en su favor, su
integridad sufrirá de una herida incurable.

La reacción normal del niño a esta herida sería la cólera y el dolor. Pero, en
su soledad, la experiencia del dolor le sería insoportable, y la cólera la tiene
prohibida. No le queda otro remedio que el de contener sus sentimientos,
reprimir el recuerdo del traumatismo e idealizar a sus agresores. Más tarde
no le quedará ningún recuerdo de lo que le han hecho.
La raíz de la violencia

Estos sentimientos de cólera, de impotencia, de desesperación, de


nostalgia, de angustia y de dolor, desconectados de su verdadero
origen, tratan por todos los medios de expresarse a través de actos
destructores, que se dirigirán contra otros (criminalidad,
genocidio), o contra sí mismo (toxicomanía, alcoholismo,
prostitución, trastornos psíquicos, suicidio).

Cuando nos hacemos padres, utilizamos a menudo a nuestros


propios hijos como víctimas propiciatorias: persecución, por otra
parte, totalmente legitimada por la sociedad, gozando incluso de
un cierto prestigio desde el momento en que se engalana con el
título de educación. El drama es que el padre o la madre
maltratan a su hijo para no sentir lo que le hicieron a ellos sus
propios padres. Así se asienta la raíz de la futura violencia.
La raíz de la violencia
Para que un niño maltratado no se convierta ni en un criminal, ni en un
enfermo mental es necesario que encuentre, al menos una vez en su vida, a
alguien que sepa pertinentemente que no es él quien está enfermo, sino las
personas que lo rodean. Es únicamente de esta forma que la lucidez o
ausencia de lucidez por parte de la sociedad puede ayudar a salvar la vida
del niño o contribuir a destruirla. Esta es la responsabilidad de las personas
que trabajan en el terreno del auxilio social, terapeutas, enseñantes,
psiquiatras, médicos, funcionarios, enfermeros.

Hasta ahora, la sociedad ha sostenido a los adultos y acusado a las


víctimas. Se ha reconfortado en su ceguera con teorías, que están
perfectamente de acuerdo con aquellas de la educación de nuestros abuelos,
y que ven en el niño a un ser falso, con malos instintos, mentiroso, que
agrede a sus inocentes padres o los desea sexualmente. La verdad es que
cada niño tiende a sentirse culpable de la crueldad de sus padres. Y como, a
pesar de todo, sigue queriéndolos, los disculpa así de su responsabilidad.
Hace solamente unos años, se ha podido comprobar, gracias a
nuevos métodos terapéuticos, que las experiencias
traumatizantes de la infancia, reprimidas, están inscritas en el
organismo y repercuten inconscientemente durante toda la vida
de la persona. Por otra parte, los ordenadores que han grabado
las reacciones del niño en el vientre de su madre, han
demostrado que el bebé siente y aprende desde el principio de
su vida la ternura, de la misma manera que puede aprender la
crueldad.

Con esta manera de ver, cada comportamiento absurdo revela


su lógica, hasta ahora ocultada, en el mismo instante en que las
experiencias traumatizantes salen a la luz.
Una vez conscientes de los traumatismos de la infancia y de sus efectos
podremos poner término a la perpetuación de la violencia de generación
en generación.

Los niños, cuya integridad no ha sido dañada, que han obtenido de sus
padres la protección, el respeto y la sinceridad necesaria, se
convertirán en adolescentes y adultos inteligentes, sensibles,
comprensivos y abiertos. Amarán la vida y no tendrán necesidad de ir
en contra de los otros, ni de ellos mismos, menos aún de suicidarse.
Utilizarán su fuerza únicamente para defenderse. Protegerán y
respetarán naturalmente a los más débiles y por consecuencia a sus
propios hijos porque habrán conocido ellos mismos la experiencia de
este respeto y protección y será este recuerdo y no el de la crueldad el
que estará grabado en ellos.
¿Qué podemos hacer ante la
violencia doméstica?
La separación

La separación no significa divorcio. Creemos que las


“separación terapéutica”, donde la pareja se separa y hay
una mediación y un proceso de sanidad para ambos,
inicialmente, cada uno por su lado, hasta que estén
listos para trabajar los términos de su posible regreso a
la convivencia, es un recurso muy poderoso de
restauración.
¿En qué situaciones es recomendable la separación?
Para la protección física de todos. No deben saber
dónde uno o el otro están, para evitar que sigan
conectándose y relacionándose por formas violentas.
 
Para romper el ciclo de la violencia. Hay que aprender
nuevas formas de relacionarse y comunicarse. Si
siguen juntos bajo el mismo techo, muchas veces
siguen con los mismos vicios de relación.
Para subrayar que realmente hay un problema. Cuando
un esposo pierde la convivencia de su esposa e hijos,
empieza a “darse cuenta” de una forma mas concreta
que ella no va a tolerar más violencia.

Mientras ella solamente lo dice, pero no hace nada, él no


le va a creer. Al estar el esposo separado, tiene más
motivación para arreglar la relación debido a la
incomodidad de esta experiencia.
Mientras ella solamente lo dice, pero hace nada, él no le
va a creer. Al estar el esposo separado, tiene más
motivación para arreglar la relación debido a la
incomodidad de esta experiencia.
La separación Terapéutica
 
No basta separar. Si no hay un “trabajo terapéutico-
pastoral” durante esta etapa, ambos simplemente se
están dando vacaciones uno del otro.

Tiene que haber cambios en la relación y dentro de cada


uno.
Tareas emocionales que deben ser cumplidas durante
este tiempo son:
Reconocimiento real y profundo por ambos de que hay un
problema serio.

No se debe permitir que se minimice la seriedad del


problema. Las personas involucradas en situaciones de
violencia suelen estar en estado de negación, es decir,
no pueden creer que sea un problema tan grande. Hay
que romper el estado de negación en que están viviendo.
Entrar en contacto con la enormidad de lo que han vivido.

En cierto sentido, las cosas van a empeorar antes de


que mejoren. El veneno de años de abuso tiene que
salir, no hacia el otro, porque esto no sería constructivo.
Tienen que vomitar todo lo horrible que han vivido
juntos, para liberarse.
Cambio de su conducta.

Corresponde a ambos arrepentirse por la violencia, y por


haberla permitido por tanto tiempo sin buscar ayuda. El
propósito es asumir la responsabilidad que le toca a
cada uno, en lo que pasó y referente a lo que vendrá.
Sanar las heridas pasadas de cada uno.

El pasado ha dejado huellas. Hay que sanar las


heridas, aprender límites sanos y saber decir “NO” sin
violencia y sin dejarse invadir. Deben descubrir y sanar
las experiencias dolorosas de la infancia y la
adolescencia que nunca fueron atendidas, es necesario
aprender a manejar adecuadamente las emociones y
sentimientos, expresándolas en forma apropiada.
Cuidar a los hijos.

Estos hijos han sufrido y visto lo que jamás deberían


haber visto. A los padres también les tocará pedirles
perdón y producir un arrepentimiento genuino.
Buscar ayuda en otras personas.

Grupos de apoyo mutuo donde se puede involucrar a la


pareja.

Instituciones que ofrecen un espacio donde las personas


pueden compartir, crecer y salir adelante.
Observación importante:

Estas son pautas o sugerencias en situaciones, cuando


ambos quieren pagar el precio de sanar la relación, pero
hay otros casos en donde uno o ambos no están
dispuestos a cambiar.

La verdad es que nadie cambia a nadie, cada uno puede


cambiarse solamente a sí mismo, a nadie más y cada
quien debe ser responsable y tomar el control remoto de
su vida.

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