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Hoy voy a contarles la historia de

una de las letras: la señora M,


a la que todo el mundo conoce como
la señora de la mmmmmontaña.

Los reyes mandaron a la señora M


a vivir a la montaña para que desde
allí vigilara el País de los Gigantes y
al País de las Letras y
avisara en caso de peligro.

También debía hacerlo si


observaba algún principio de
incendio en el bosque.

Ella aceptó muy contenta el cargo de


vigilante y guardabosques, porque le
encantaba vivir en el campo, rodeada
de árboles, cielo y pájaros.
Esta letra es muy importante. Con ella podemos decir:
mamá, mesa, miel, melón, muela, montaña.

Su cuerpo es ancho, parece que está hecho con tres bastoncitos


como los de los abuelos, o que tres montañas se dan la mano.
Fíjense: mmm.
Es la señora de la montaña, y
cuando habla solita,
solo sabe decir mmmmmm.

Cerramos bien la boca; es muy


importante. Junten los labios y
repítanlo mmmmmm. ¡Muy bien!
Ahora decimos: mmmammmá,
pero muy largo para que se oiga
bien a la señora M: mmmammmá.
Ahora que ya la conocemos, les
voy a contar su historia.
La señora M, la mujer del panadero, antes de irse
a vivir a la montaña, vivía en la ciudad con sus
dos hijas grandes. Un domingo decidieron salir de
excursión las tres y se fueron muy lejos, al campo, cerca de un espeso
bosque que había al lado de las montañas. Después de comer,
la señora M dijo a sus hijas: - Mientras ustedes reposan un rato debajo
de un árbol, yo voy a subir a lo alto de la Montaña para ver el paisaje.
- Bien mamá, contestaron las niñas.
La señora M se fue y al poco rato ya no se veía.
Las niñas no tenían sueño y empezaron a aburrirse.
Se levantaron y jugaron: pero, al hallarse solas, pensaron que
ellas también podían hacer una excursión al bosque cercano.

Emprendieron el camino y al poco rato


habían desaparecido. Los árboles las ocultaban.
Pero dejemos a las niñas y veamos qué hace su mamá, la señora M.
Con mucho esfuerzo había
llegado a lo más alto y estaba feliz
contemplando el hermoso paisaje:
a la derecha, el País de las Letras con
todas sus casitas, entre las que
destacaba el palacio de los reyes.
A la izquierda, el País de los Gigantes se
veía mucho más pequeño
por estar más alejado.
En el centro, como separando los dos
países, el frondoso bosque de árboles
altísimos parecía una alfombra verde.
Al terminar el bosque, vio una mancha
azul. ¿Qué sería? “¡El mar!…”, pensó.
“Tiene que ser el mar!
¡Qué maravilla!... Se sentó un rato para
contemplarlo todo con tranquilidad y
soñar que navegaba por el.
Sin darse cuenta iba pasando el tiempo y el Sol se escondía.
Estaba mirando cómo se ponía el Sol, cuando le pareció ver volar
una flor . ¡Qué raro!, pero, la flor desapareció. Empezó a descender
de la Montaña y otra vez vio volar aquella cosa que parecía una flor.
¡Era tan bonita y tenía tanto colorido! “¡Qué tonta soy!”, dijo.
“¿Desde cuándo vuelan las flores?...estoy viendo tonterías”.
Siguió bajando y la flor se le puso en el hombro.
Al mirarla, pudo ver que lo que parecía una flor tenía un cuerpo
largo y pequeño, unas diminutas antenas salían de su cabeza y las
supuestas hojas en movimiento eran unas alas de muchos colores y
dibujos extraños que se movían sin cesar. “¡Qué raro!,
nunca había encontrado un animal tan pequeño y tan lindo”, dijo.
“¿Qué será? En algún sitio he visto dibujado algo parecido.”.
La mariposa acarició con sus alas la
cara de la señora M y se quedó sobre
su pecho como si fuera un alfiler de
adorno.
La señora M era feliz. ¡Qué sorpresa
se iban a llevar sus hijas cuando vieran
aquel animalito! ¿Cómo se llamaría?...
¿Habría venido del mar?...Ella no
conseguía recordar cuál era su
nombre. Así que decidió llamarla
maryrosa, porque llegaba del mar
y parecía una rosa.

Luego puedo comprobar que casi, casi,


había acertado, porque era una…
¡mariposa! ¡Muy bien!.
Ustedes lo sabían hace mucho rato,
pero es que la señora M no la podía
conocer porque en el País de las
Letras no existían mariposas.
Llegó muy feliz al lugar donde había dejado a sus niñas; sin
embargo… no las vio. Empezó a llamarlas, pero …no contestaron.
El Sol ya se había escondido del todo y comenzaba a anochecer.
Muy preocupada, las buscó por todas partes.
¿Qué pasará?...¿las encontrará? Ya lo sabremos. Pero para que no
estén preocupados, les adelanto que sí las encontró.
Ahora busquemos nosotros a la M entre otras letras y la encerramos
siempre que la encontremos. Además diremos su nombre:
“mmmmm…”
“mmmmm…”, que quiere decir: “Gracias, preciosos, no me olviden”.
Vamos a ver qué podemos decir cuando va en
compañía de los reyes y de sus hijos.
Segunda parte
Un día la señora M, muy contenta, se fue al palacio a
enseñar a los reyes su descubrimiento, la mariposa.
Pero sí, sí…¡la que se armó!.

Los gigantes, que estaban jugando con los niños del


País de las Letras, al ver a la señora M con su mariposa volando
al lado gritaron asustados:“¡socorro!...¡socorro!...”
Todos miraban y no sabían qué pasaba.
Salieron corriendo, y a su paso iban destruyendo todo
lo que encontraban: jardines, árboles, sillas y mesas de
las cafeterías…hasta derribaban a las personas que
se cruzaban con ellos.¿Saben por qué?...
Porque los gigantes que sólo tenían miedo a una cosa,
pero además un miedo terrible, se volvían como locos,
y esa cosa era un animal pequeño, pequeño y bonito, bonito.
¿Qué será?...¡Justo!, las mariposas. ¡Qué tontería!, ¿verdad?
El caso es que los gigantes
creyeron que lo habían hecho
para asustarlos. Se enojaron
muchísimo con todos y
amenazaron
con destruir el país y acabar
con los que se atrevieran a
pasar a su territorio. Les
dijeron que siempre estarían
atentos
para hacerles todo el daño
que pudiesen.

Los reyes ordenaron que


nadie caminase nunca hacia
el País de los Gigantes,
donde el mago Catapún, su
rey, estaba alerta día y noche.
Mandó a plantar muchísimos árboles, muy altos, para que
rodeasen y protegiesen el País de las Letras.
Entonces el mago Catapún ordenó a los gigantes que soplaran
fuerte, fuerte, por su gran boca, por entre los árboles,
y que mandasen un viento de los más fríos del invierno.
Así las letras enfermarían y, a lo mejor, morirían.
Nuestros buenos reyes, al darse
cuenta de lo que pretendían,
ordenaron que nadie más mirase
hacia el País de los Gigantes para
evitar los catarros, los resfríos y las
pulmonías que el viento frío trae en
invierno. Casi todos obedecieron;
pero una letra, que no se había
enterado de la prohibición, caminó
hacia el País de los Gigantes.
Todos se pusieron a soplar tan
fuerte y tan frío que
enfermó gravemente. Se curó
después de mucho tiempo,
pero se quedó mudita para
siempre.
Un día se las presentaré, y cuando
la vean, se acordarán de
taparse la boca durante el
invierno, como les dicen sus
papás.
Los reyes pidieron también que todos salieran por la noche para que los
gigantes no los vieran, pero, aún así creían que esa no era la solución.
Pero tanto pensar, hallaron una solución:
que todos se vistieran con trajes blancos.
Así lo hicieron. Los gigantes, que esperaban vigilando de noche y de día,
creyeron que todas las letras habían muerto y lo que veían eran fantasmas
que venían a vivir a ese país.
¡Se dieron un susto tremendo! ¡Que necios son estos gigantes!...
Los reyes mandaron a la
señora M a vivir a la
montaña para que desde allí
vigilara el País de los
Gigantes y avisara
en caso de peligro.
También debía hacerlo si
observaba algún
principio de incendio
en el bosque.
Ella aceptó muy contenta el
cargo de vigilante y
guardabosques, porque le
encantaba vivir en el campo,
rodeada de árboles, cielo y
pájaros. Como le gustaban
mucho los animales, pensó
que viviendo en la montaña
podría tener unos cuantos
para cuidarlos.

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