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1.

La Cenicienta

Iniciamos este recorrido por las versiones originales de cuentos infantiles, con uno
de los grandes clásicos: la historia de la Cenicienta, aquella dócil jovencita
maltratada por su madrastra y hermanastras, que, de ser tratada como sirvienta,
pasa a ser la preferida del príncipe. Pero el origen de La Cenicienta, una de las
obras maestras de los hermanos Grimm, parece narrar parajes muy distintos a los
de la popular película de Disney. En una de las versiones más antiguas de las que
se tiene referencia, una Cenicienta con más malicia logró asesinar a su
primera madrastra, porque quería que su padre se casara con el ama de
llaves.

Al parecer, la madrastra que vemos en el cuento se trata de esta mujer, que


luego de casarse, trajo a sus seis hijas a vivir consigo. La jugada saldría mal
para la princesa, pues esta madrastra por la que ella intervino, sería quién luego la
encargara de las tareas domésticas de la vieja mansión, sometiéndola a múltiples
humillaciones. Este cuento también tiene vinculación con la tradición Greco-
Egipcia. En este sentido, se cuenta que existió hace milenios una joven griega
hermosa y rubia, llamada Ródope, quien fue raptada por piratas y esclavizada en
una casa, al servicio de sus habitantes. De ella se dice que es la versión real de la
Cenicienta.

2. La Bella Durmiente

Y seguimos descubriendo increíbles versiones originales de cuentos infantiles, en


esta oportunidad con la historia de La Bella Durmiente. La pluma de Charles
Perrault, y posteriormente las de los hermanos Grimm, dieron con la versión
romántica y almibarada que la mayoría de las personas conocen. Pero la
verdadera historia de La Bella Durmiente es bastante más dura. Se trata de un
cuento escrito en el año 1636, por un caballero italiano de nombre
Giambattista Bassile. Fue titulado Sol, Luna y Talía. En esta primera historia, la
princesa también sufría una maldición, en la que estaba condenada a pincharse
con una astilla en su adolescencia y caer en un sueño eterno.

En efecto, la similitud con la historia popular es estrecha hasta ahora. La diferencia


llega después: pasaron cien años, y un príncipe recorre los alrededores hasta
dar con el castillo abandonado. Entra y en él encuentra a una preciosa joven
desvanecida. Pero no le da un beso que la despierta, sino que se dispone a
abusar de ella. La chica queda en estado de embarazo y nueve meses después
nacen de ella gemelos, Sol y Luna. Los niños son cuidados por las hadas mientras
la madre duerme, hasta que un día, buscando el pecho para alimentarse, uno de
ellos chupa su dedo, extrayendo el veneno.

La mujer despierta y tiempo después, el príncipe regresa. Lleva a su nueva familia


a palacio, en donde su esposa, ardiendo en odio, intenta matarlos. No lo logra, y el
final se trastoca en un cuento de hadas. Talía termina casada con el príncipe
que abusó de ella, y criando a sus hijos en el palacio.

3. Blanca nieves y los siete enanitos

De las versiones originales de cuentos infantiles, la de Blanca nieves y los siete


enanitos es una de las más interesantes. Al parecer, el origen de
Blancanieves se corresponde con la existencia de una persona real. Se trató
de una pequeña niña que vivió en el año 1729. Su nombre fue María Sophia.
Hija del diplomático Philipp Christoph von Erthal, nació y creció en el castillo de
Lohr, Alemania. Era una niña hermosa y muy dulce, pero como consecuencia de
una enfermedad, estaba parcialmente ciega. Siendo aún muy pequeña, murió su
madre. Al par de años, su padre contrajo segundas nupcias con la bella Claudia
Elisabeth Maria von Venningen, Condesa Imperial de Reichenstein.

Al parecer la relación entre ambas nunca fue buena, y la niña creció siendo
víctima de maltratos y humillaciones de su madrastra, sin que existiese para ella el
tan ansiado final feliz. Ahora, en relación al cuento, la versión original de los
hermanos Grimm añade un episodio que en la película de Disney no
encontramos. En ella, la reina malvada es descubierta en su intento de asesinato
a la princesa. Entonces es sometida a un terrible castigo: bailar sobre unos
zapatos de hierro rojo hasta la muerte.

4. La sirenita
Y si bien hay algunas historias repletas de semejanzas, también hay versiones
originales de cuentos infantiles que resultan radicalmente distintos y bastante más
crueles. Uno de ellos es el de la verdadera historia de La Sirenita. En el cuento
original de Hans Christian Andersen, una joven sirena se enamora de un
humano, y recurre a una terrible bruja para lograr tener piernas y
conquistarlo. La bruja cumplió con darle piernas, pero a cambio la castigó de tres
formas: en primer lugar, luego de transformarse en humana, jamás podría volver al
mar.

En segundo lugar, se llevó consigo la melodiosa voz de la muchacha. Por


último, la joven podría caminar, pero a cada paso sentiría el dolor de
cuchillos enterrándose en sus plantas. Tenía por objeto lograr que el príncipe la
amara y la pidiera en matrimonio. Si no era así, debía volver al mar para
transformarse en espuma. Pero el príncipe no se fija en ella, sino en la princesa
del reino vecino, con quien se casa. Para la sirenita sólo quedaba una esperanza.
Podría volver al reino de las sirenas, si era capaz de matar al príncipe. Sus
hermanas consiguieron una daga para que ejecutara la misión, pero la sirenita no
pudo matar al hombre que amaba. Entonces caminó hacia el mar, y se entregó a
su destino que convertirse en espuma.

5. La Caperucita Roja
Y cerramos este recorrido por las mejores versiones originales de cuentos
infantiles, con la verdadera historia de La Caperucita Roja, un cuento que fue
intervenido y versionado tanto por Charles Perrault como por los hermanos
Grimm. El principio del cuento que conocemos, es similar. Una niña es
encomendada por su madre para llevar pan y leche a su abuela, que vive
alejada en medio de un peligroso bosque. La pequeña sale con un canasto
repleto de alimentos y su caperuza roja cubriéndole el cuerpo. Al llegar con su
abuela, nota un extraño tono de voz. La anciana le agradece la comida y le invita a
acompañar el pan con la carne que tiene guardada en la cocina. La niña come con
gusto.

Luego, la abuela le pide que se despoje de su ropa, la lance en la fogata y se


acueste a su lado. La niña, aunque extrañada, obedece. Entonces entra en la
cama y descubre que quien está allí no es su abuela, sino el hambriento lobo. El
malvado le confiesa entre burlas que la carne que recién disfrutó con tanto
apetito, no era de algún animal, sino de su propia abuela. Y que ella sería la
siguiente en ser devorada.

Como te habrás dado cuenta, esos románticos y sutiles cuentos de hadas, parece
que no lo fueron tanto en sus inicios. Historias tenebrosas, retorcidas y
aterradoras se esconden en las versiones iniciales de los cuentos con los
que se ha alimentado la ilusión de generaciones de niños. Y tu, ¿Conoces
alguna historia que, en principio, no tuviera un final feliz? ¡Te animamos a
contárnosla! Y si quieres recuperar un poco de la ilusión de las historias infantiles,
no te pierdas esta selección de las más lindas frases de princesas.

Pinocho El cuento original adaptado para niños

Había una vez un carpintero llamado Maestro Cereza, era el artesano más
anciano de la región y sus arrugadas manos eran capaces de hacer auténticas
obras de arte con la madera. Pese a su avanzada edad, todos los días el
Maestro Cereza subía a lo alto del monte a talar la madera que necesitaba para
hacer sus trabajos.

Una fría mañana de invierno, Cereza encontró un extraño tocón de madera en


medio de la espesura del bosque. Tenía un color maravilloso, casi parecía
brillar. Además, frente al aspecto tosco y salvaje de los troncos de la zona, este
parecía haber sido ya pulido y tratado con barniz. El anciano carpintero, lo ató a
su espalda y se encaminó de vuelta a su taller, pensando en lo maravillados
que quedarían todos los habitantes del pueblo al ver la mesa que podría tallar
con esa madera tan espectacular.

Al llegar al taller, el maestro preparó rápidamente sus herramientas y cuando


estaba a punto de cortarlo, el trozo de madera comenzó a hablar.

– ¡No me hagas daño, por favor!

El maestro carpintero pensó que estaba soñando, se restregó los ojos y agarró
su punzón favorito. Muy despacio, colocó la punta sobre la madera y apretó un
poquito…

– ¡Ay! ¡Ay! ¡No me pinches!


Asustado, Maestro Cereza pensó que era una buena idea deshacerse de él
inmediatamente. Si se lo decía a alguien, pensaría que estaba loco; así que la
dejó encima de la mesa y se puso su abrigo para salir a tomar el aire. Nada
más abrir la puerta, chocó de bruces con su vecino Geppetto que estaba en la
puerta.

El barrio donde ambos vivían era el lugar donde trabajaban y habitaban todos
los artesanos de la madera. Allí había carpinteros, ebanistas, zapateros…
Geppetto hacía zapatos y marionetas y esa mañana había acudido al Maestro
Cereza para contarle un nuevo proyecto que tenía en mente:

¡Quería hacer una marioneta! Pero no una cualquiera, su títere sería el más
grande de la ciudad, casi del tamaño de un niño de verdad.

Entonces, el Maestro Cereza vio la oportunidad de deshacerse de ese tronco


de madera tan extraño. Se lo regaló a Geppetto y este, loco de contento, volvió
a casa con el trozo de madera bajo el brazo, pensando en el nombre que le
pondría al títere: «¡Lo llamaré Pinocho! ¡Ese nombre le traerá suerte!».

Cuando llegó a su taller, empezó a tallar, pero de repente…

– ¡Ay, me haces daño!-  dijo el trozo de madera.

Para su sorpresa, la pieza de madera estaba hablando a Geppetto. Por


imposible que parezca, el hecho de que ese trozo de madera hablara, no le
resultó inquietante. Cogió un paño, le pasó un poco de barniz por encima y le
dijomuy tranquilamente:

– Voy a tallarte muy despacio, no vas a notar más que unas cosquillas.

El buen hombre, entusiasmado, continuó su trabajo: primero modeló la cabeza,


el pelo y, luego, los ojos que inmediatamente comenzaron a mirarlo.

Acababa de hacer la nariz cuando una fría mano de madera le quitó las gafas. Sin
ellas, Geppetto no veía nada y tan solo podía escuchar las risas que salían de la
marioneta.
Geppetto, con lágrimas en los ojos, exclamó:

– ¡Qué hijo tan travieso! ¡No te he terminado todavía y ya estás empezando a


hacerme reír!

Estuvo trabajando toda la noche sin moverse del sitio y, al día siguiente, había
una marioneta del tamaño de un niño sentada en la mesa de trabajo.

El amable zapatero trató de enseñarle a caminar. Pinocho, con las piernas


estiradas, dio un par de pasos torpes y, poco después, comenzó a correr
alrededor de la habitación con Geppetto detrás, sin poder alcanzarlo, hasta que
el títere abrió la puerta y salió a la calle.

Geppeto trató de cogerle, pero Pinocho corrió más rápido que él y, aunque el
pobre zapatero no paraba de gritar «¡Detente! ¡No corras!», la gente se reía de
la escena y nadie le ayudaba.

Afortunadamente, un soldado, después de oír los gritos puso la zancadilla a


Pinocho que tropezó y se calló al suelo.

– ¡Te voy a tirar de las orejas!- dijo el soldado-. ¿Has robado a este anciano?

Pinocho, muy asustado, no hablaba, solo miraba con esos enormes ojos a su
fatigado padre. Geppetto, igual de asustado que Pinocho, pidió disculpas al
soldado, le dijo que era solo un juego y que no volvería a pasar. Así que el
soldado, dejó irse a Geppetto y a Pinocho, no sin antes tener que escuchar una
buena reprimenda.

El títere abrazó a su padre:

– ¡Me portaré bien, te ayudaré en el taller, iré al colegio y seré el que mejores
notas saque!- exclamó feliz.

Geppetto, conmovido, respondió:

– Te agradezco tus buenas intenciones, pero ni siquiera tenemos dinero para


comprar los libros.

Ambos volvieron caminando hacia el taller en silencio… Empezaba a nevar.


Una mañana, Pinocho estaba adormilado cuando escuchó un ruido en la
puerta. Alguien trataba de abrir desde fuera. Pensando que eran ladrones,
Pinocho se asomó por la ventana y allí vio a su padre tiritando de frío mientras
sujetaba una bolsa de tela con una mano y con la otra trataba de abrir el portón
del taller.

– ¿Qué hay del abrigo, papá?

– ¡Lo vendí!

– ¿Por qué lo vendiste?

– ¡Porque a mis años no me hace falta tener abrigo!- contestó Geppetto.


Después, sacó un viejo libro de la bolsa de tela.

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