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El Campeón

De La Muerte
Redactado por Enrique López Albújar
Personajes
01 02 03
liberato Tucto Hilario Crispin Juan Jorge
Un viejo adolorido padre de Un hombre de malas mañas y Hombre de 30 años que es
Faustina muy ocioso tirador de Lacomarca

04 05 06
Faustina Martina Maestro Ruiz
Bella dama hija de Liberato Mujer anciana y andina Maestro de Juan Jorge
y Martina esposa de Liberato
Capítulo 1
Liberato Tucto, en cuclillas a la puerta de su choza, chacchaba, obstinado en que su coca le dijera qué
suerte había corrido su hija, raptada desde hacía un mes por un mozo del pueblo, a pesar de su
vigilancia. Durante esos treinta días su consumo de coca había sobrepasado al de costumbre. Con
regularidad matemática, sin necesidad de cronómetro que le precisara el tiempo, cada tres horas, con
rabia sorda y lenta, de indio socarrón, y cachazudo, metía la mano al huallqui, que, inseparable y
terciado al cuerpo, parecía ser su fuente de consuelo. Sacaba la hoja sagrada a puñaditos, con
delicadeza de joyero que recogiera polvo de diamantes, y se la iba embutiendo y aderezando con la cal
de la shipina, la que entraba y salía rápidamente de la boca como la pala del horno. Unas veces la coca
le había parecido dulce y otras amarga, lo que le tenía desconcertado, indeciso, sin saber qué partido
tomar. Y para un indio honrado ésta es la peor de las tachas que puede tener un pretendiente. Y, sin
esperar respuesta, el hombre, que no era otro que Hilario Crispín, desató el saco y vació de golpe el
contenido, un contenido nauseabundo, viscoso, horripilante, sanguinolento, macabro, que, al caer, se
esparció por el suelo, despidiendo un olor acre y repulsivo. Aquello era la hija de Tucto descuartizada
con prolijidad y paciencia diabólicas, escalofriantes, con un ensañamiento de loco trágico. Pero ya que
me has traído a mi hija debes dejar algo para las velas del velorio y para atender a los que vengan a
acompañarme.
Capítulo 2
En medio de la vida pastoril y semibárbara de sus moradores, la única distracción que tienen es el tiro
al blanco, que les sirve de pretexto para sus grandes bebezones de chicha y chacta y para consumir
también gran cantidad de cápsulas, a pesar de las dificultades que tienen que vencer para conseguirlas,
llevándoles su afición hasta pagar en casos urgentes media libra por una cacerina de máuser. Y viene a
aumentar esta celebridad, si cabe, la fama de ser, además, el mozo un eximio guitarrista y un cantor de
yaravíes capaz de doblegar el corazón femenino más rebelde. Y también porque no es un shucuy, ni un
cicatero. Y no vaya a creerse tampoco que Juan Jorge es un analfabeto, ni un vago, ni un desheredado
de la fortuna, ni un torpe a la hora de tratar con las gentes o con las mozas de trapío. Es preciso que te
hagas un hombre de bien. Y el maestro Ruiz, escandalizado de tal respuesta, no volvió a hablarle más
del asunto y se alejó pensando en que tal vez eso sería lo mejor que podría ocurrirle a tan extraño
asesino. La fortuna de Jorge consistía en varios terrenos, en cada uno de los cuales tenía colonos,
ganado, sembríos y mujer para que le cuidara la casa y le tuviera lista el agua caliente o el chupe
cuando iba a recoger la cosecha. Y todo esto, como decía él en sus momentos de sinceridad y orgullo,
se lo debía a su trabajo, a su industria, a su máuser, hijo de su corazón, que solía besar cada vez que
volvía de cumplir su palabra de illapaco formal.
Capítulo 3
Ceferino Huaylas fue el que le confió, después de las infinitas pruebas a que le sometiera, los secretos
del tiro y le hizo aprender como una oración las prescripciones que debía observar un buen tirador. De
aquí que Juan Jorge a los quince años hiciera cosas sorprendentes con el máuser. El maestro veía con
complacencia y orgullo, pues ya estaba viejo, todas estas habilidades de su discípulo, pero sin
demostrárselo, por temor de echarle a perder. Hasta que no le pongas a un hombre una bala en un ojo,
cantándolo primero y a dos cuadras, no serás buen illapaco. Les ponía, por ejemplo, la puntería en la
boca, porque así me lo habían pedido, y resultaba dándoles en el ojo o en la nariz. Juan Jorge oía estas
cosas con el respeto y admiración de un verdadero discípulo, sufriendo al separarse del maestro horas
de desaliento profundo y torturas de ansiedad de perfección infinita en su arte. Y esto que podría
parecer extraño en un indio, no lo era tratándose de Juan Jorge, en cuyo rostro pálido estaban visibles
los signos de un mestizaje lejano e intruso, que había venido a ponerle en la sangre atavismos de otra
raza, épica y ambiciosa. Su distancia favorita era los doscientos metros, una distancia que había
encontrado adecuada para no ser visto el tirador y la más conveniente para el fin que perseguía. Estaba
chacchando el shucuy y le metí la bala en la boca. Y en poco tiempo comenzó a crecer la celebridad de
Juan Jorge, celebridad que hacía temblar a todos los indios de la provincia y aumentar, al mismo
tiempo, su fortuna, haciendo de él a los treinta años un factor imprescindible en toda lucha electoral .
Capítulo 4
Juan Jorge aceptó la coca y se puso a chacchar lentamente, con la mirada divagante, como embargado
por un pensamiento misterioso y solemne. Y sacando la botella de agua de florida llena de chacta se la
pasó al illapaco. Y ambos bebieron un buen trago, paladeándole con una fruición más fingida que real.
Lástima que haya matado a tu hija, porque es un indio valiente y no lo hace mal con la carabina. Es un
perro rabioso, un mostrenco. También me encarga Liberato de que han de ser diez tiros los que le
pongas al mostrenco, y que el último sea el que le despene.
Biografía
Escritor peruano cuyos relatos breves preludiaron el desarrollo de la novela
indigenista peruana, tendencia que culminaría en la obra maestra de Ciro
Alegría, El mundo es ancho y ajeno (1941), y, ya desde una perspectiva más
compleja, en la narrativa de José María Arguedas. Enrique López Albújar
estudió en el Colegio Nacional de Guadalupe y en la Universidad de San
Marcos. Finalizados sus estudios, impartió clases de historia el Colegio de San
Miguel de Piura; posteriormente fue juez instructor de Huánuco, magistrado y
presidente del Tribunal Superior de Justicia de Tacna. En el terreno periodístico
fue director de las publicaciones El Amigo del Pueblo y La Prensa de Lima
(1916).
Integrantes

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