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Liturgia
La Iglesia existe y vive como efecto de la presencia en ella del poder de
la muerte y resurrección del Señor .
El Espíritu Santo recuerda todo lo que Cristo ha realizado y descubre el
significado salvífico del Misterio pascual, pero también hace presente y
operante este misterio e introduce a todos los hombres en él.
La resurrección de Cristo con la donación del Espíritu está, por tanto,
en el origen de la liturgia de la Iglesia y es el motivo central de cada una
de sus celebraciones, especialmente de la eucaristía.
1. Cristo resucitado, fuente de la salvación .
En efecto, en la resurrección la humanidad de Cristo, «instrumento de
nuestra salvación» , se ha convertido para todos los hombres en fuente
viva e inagotable del Espíritu Santo.
Los signos de la liturgia son ahora el nuevo ámbito externo e histórico
de la manifestación visible del Hijo encarnado del Padre «Lo que fue
visible dé nuestro Redentor ha pasado a sus sacramentos».
Se trata de la doctrina de la presencia de Cristo en la acción litúrgica,
que confiere a esta toda su eficacia salvífica.
Desde esta doctrina se puede hablar de Cristo como sacramento del
encuentro con Dios, y de los sacramentos como actos de salvación
personal de Cristo que se hace presente en un acto simbólico eclesial.
2. La Iglesia, sacramento de Cristo
Cristo resucitado «envió su Espíritu de vida a sus discípulos y por medio de él
constituyo a su cuerpo, la Iglesia, como sacramento universal de salvación».
La Iglesia nació como cuerpo de Cristo y como esposa del Verbo encarnado, portadora
del Espíritu del Señor, «que es el único y el mismo en la Cabeza y en los miembros».
La Iglesia es ahora el primer signo sacramental por medio del cual se hace presente en
visibilidad histórica el don de la salvación.
A través de ella, Cristo sigue actuando en el mundo y haciendo realidad el acceso de
los hombres a Dios La condición sacramental de la Iglesia se manifiesta no sólo en su
actuación cotidiana ante el mundo, sino de manera especial a través de los
sacramentos y de otros signos.
Toda la Iglesia es ámbito externo de esta realidad en sus carismas, funciones y
ministerios, pero sobre todo en aquellos signos que constituyen la fuente misma de
donde dimana su fuerza y cuya eficacia salvífica no es superada por ninguna otra acción
eclesial. Por eso la principal manifestación de la Iglesia se produce en la asamblea
litúrgica.
3. Pascua-Pentecostés permanentes
«El día de Pentecostés, por la efusión del Espíritu Santo, la Iglesia se
manifiesta al mundo.El don del Espíritu inaugura un tiempo nuevo en
la "dispensación del misterio“
En toda celebración se produce una epifanía del Espíritu, invocado por
la oración de la Iglesia asociada a la oración de Cristo (cf. Jn 14,16) y
enviado de nuevo por el Padre para realizar la santificación de los
hombres.
Esto es lo que la Iglesia vive y celebra eficazmente cada vez que se
reúne en asamblea litúrgica. Si siempre es Pascua, porque todo don y
gracia vienen del Padre en virtud de la muerte y resurrección de Cristo
con la donación del Espíritu Santo, siempre es también Pentecostés,
porque el Espíritu «dador de vida» es comunicado permanentemente a
la Iglesia y a los fíeles en la liturgia.
LA ECONOMÍA DE LA
SALVACIÓN
La liturgia, con todo lo que la precede —la conversión y la fe— y con
todo lo que la sigue —la vida moral—, es el modo actual de entrar en la
corriente histórica de la salvación como realización del designio del
Padre en favor de los hombres.
La economía de la salvación revelada en la Sagrada Escritura como
economía del misterio tiene su continuación en la economía
sacramental.
Esto hace que se distingan momentos o tiempos sucesivos en la
realización histórica del designio salvífico del Padre.
1. Las etapas de la historia de la salvación
1. El anuncio y la preparación. Es el tiempo de la gradual revelación del
amor del Padre hacia todos los hombres y de la elección de éstos en
Cristo
2. La plenitud y el cumplimiento. Es el tiempo en que el anuncio (la
Palabra) se hace realidad (carne) para los que creen y llegan a ser hijos
de Dios.
3. La actualización y la permanencia. En la muerte del Señor, con la
entrega del Espíritu y el nacimiento de la Iglesia, se da paso a la tercera
etapa de la realización de la economía salvífica.
2. La liturgia, síntesis de la historia salvífica
Se produce, un modo nuevo de introducir a los hombres en la
corriente de la salvación. «Cristo actúa ahora por medio de los
sacramentos, instituidos por él para comunicar su gracia» .
La liturgia, en la última etapa de la historia de la salvación, hace que
«pregustemos y participemos en la liturgia celeste que se celebra en la
ciudad santa, Jerusalén, hacia la que nos dirigimos como peregrinos».
De este modo, fundiendo el pasado, el presente y el futuro, la liturgia
aparece como momento síntesis de toda la historia salvífica y configura
el tiempo de la Iglesia como la etapa última y definitiva de la salvación.
LA LITURGIA, OBRA DEL PADRE,
DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO
La liturgia, en la historia de la salvación, es siempre don divino a la
Iglesia y obra de toda la SS. Trinidad en la existencia de los hombres.
Frente al culto religioso, expresión del deseo del hombre de acercarse
a Dios, la liturgia cristiana forma parte de la auto-manifestación del
Padre y de su amor infinito hacia el hombre, por Jesucristo en el Espíritu
Santo.
La dimensión trinitaria de la liturgia constituye el principio teológico
fundamental de su naturaleza, y la primera ley de toda celebración.
La liturgia expresa esta realidad dinámica usando la fórmula paulina de
2 Cor 13,13 en los saludos y en el comienzo de la plegaria eucarística:
«La gracia (cháris) del Señor Jesucristo, el amor (agápé) de Dios y la
comunión (koinónía) del Espíritu Santo (estén) con todos vosotros».
1. La presencia y la obra del Padre