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2020
Oración para la familia y hogar
Señor haz de nuestro hogar un sitio de tu amor. Que no haya injuria porque Tú nos das comprensión. Que no haya amargura
porque Tú nos bendices. Que no haya egoísmo porque Tú nos alientas. Que no haya rencor porque Tú nos das el perdón. Que
no haya abandono porque Tú estas con nosotros. Que sepamos marchar hacia ti en tu diario vivir. Que cada mañana amanezca
un día más de entrega y sacrificio. Que cada noche nos encuentre con más amor. Haz Señor con nuestras vidas, que quisiste
unir, una página llena de ti. Haz Señor de nuestros hijos lo que anhelas, ayúdanos a educarlos, orientarlos por tu camino. Que
nos esforcemos en el apoyo mutuo. Que hagamos del amor un motivo para amarte más. Que cuando amanezca el gran día de
ir a tu encuentro nos conceda el hallarnos unidos para siempre en ti. Amén.
Oración para todos los días:
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los
hombres, que les dísteis en vuestro hijo la prenda de vuestro amor,
para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un
pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los
mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En
retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de
vuestro hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por
las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que
derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con
humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo
lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y
more eternamente. Amén. (Se reza tres veces Gloria al Padre).
Consideraciones:
Oración para el primer día de Novena : Sanar lo enfermo y anunciar la buena noticia a los pobres
Los envió a decir al Señor: ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? … y les respondió: vayan y cuenten a
Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan y se anuncia la buena noticia a los pobres (Lc 7,19. 22).
En Navidad conmemoramos el cumplimiento de las profecías divinas y el nacimiento, en nuestra tierra, del Mesías,
esperado durante siglos. Es el tiempo en el que celebramos el misterio de la encarnación, por el que el Dios altísimo se hace
humano, se hace tan cercano que lo podemos contemplar como uno de nosotros, solidario en todo con nuestra humanidad,
solidario con nuestras alegrías y esperanzas, así como de nuestras tristezas y angustias. Ante el portal de Belén descubrimos
a Dios en la pobreza del pesebre y en la fragilidad de un niño.
Así la celebración de la Navidad nos invita siempre a reconocer y a servir a Jesús en los débiles, excluidos y vulnerables de
nuestro mundo: en los enfermos, los pobres, los migrantes, los desempleados y los que ahora mueren por causa de una
pandemia o de la violencia en nuestro país. Muchas personas con su servicio generoso y abnegado durante la pandemia, los
médicos, el personal de salud, los campesinos, los voluntarios, etc. han hecho visible la presencia de Jesús y de su Reino
de amor en medio de la pandemia.
El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar nos recuerda que Dios quiere que los enfermos sanen, los ciegos vean,
los sordos oigan, los cojos caminen. Sólo así la esperanza en el cumplimiento definitivo de sus promesas se hace creíble,
especialmente para aquellos que están en medio del dolor y el sufrimiento. Dios nos está poniendo en modo o ritmo de
servicio misericordioso. Reunidos en familia o en nuestras comunidades parroquiales, necesitamos acompañarnos,
confortarnos, consolarnos, ayudarnos mutuamente a sobrellevar este tiempo difícil y exigente que estamos viviendo. Al
mismo tiempo, no podemos dejar de lado a los que están más solos porque no tienen una familia que los rodee, los
acompañe y de esta manera les lleve consuelo y sanación. Que bueno sería que durante esta novena y en la misma
celebración de la Navidad, pudiéramos ocuparnos de los que quizás sienten con mayor dureza la soledad y experimentan de
forma más fuerte los rigores de las carencias y el sufrimiento.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VÍRGEN
Soberana María que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra
humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os
suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en
este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro
adorado hijo.
¡Oh dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina
ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de
verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén. (Se reza tres veces el
Avemaría).
ORACIÓN A SAN JOSÉ
Dulce Jesús mío, mi niño adorado ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes
tanto!
¡Oh, Adonai potente que Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los
mandatos! ¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un niño débil
muestre fuerte el brazo! Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, raíz sagrada de José que en lo alto presenta al orbe tu fragante nardo!
Dulcísimo Niño que has sido llamado Lirio de los valles, Bella flor del campo.
Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio!
¡Sácanos. Oh Niño con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el
pecado! Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío como riego santo!
¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce, Dios estrella! ¡Brota, flor
del campo! Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su niño vean, en tiempo
cercanos! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de
tu amor sagrario! Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del
desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo,
mi divino hermano! Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!