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la sentencia concluye que 

la Comisión no ha acreditado
de forma suficiente que los beneficios fiscales derivados
de los acuerdos citados produjeron una ventaja
comparativa selectiva, en relación a otras empresas
que operan también en Irlanda, que era el argumento
utilizado por la Comisión para concluir que los
beneficios fiscales disfrutados por Apple constituían
ayuda de estado, y que Irlanda debía reclamar a la
entidad tecnológica.
La Comisión tenía muy difícil demostrar tales
argumentos, y no deja de resultar un golpe para la
Comisión Europea pues, por un lado, afecta a ese
pilar de su política de competencia que constituyen
las ayudas de estado, y por otro, constituye un
obstáculo para la consecución de uno de los grandes
fines del mercado único, como es la tributación justa
Este es uno de los retos planteados en el Plan que
se ha trazado la Comisión para los años 2019-
2024, en el que se pone de manifiesto que un
sistema fiscal justo debería basarse en normas
que aseguren que todos pagan la parte que les
corresponde, y que a su vez faciliten su
cumplimento por parte de los obligados
tributarios.
La Comisión también cuestionaba que la rentabilidad
de las sucursales se estableciera en un margen sobre
sus costes operativos, pero los errores metodológicos
identificados en los fallos no son suficientes, en opinión
del TGUE, para desacreditar la valoración resultante,
si no se acompaña de la prueba de que los beneficios
declarados son inferiores a los que deberían haber
correspondido de acuerdo con las funciones y riesgos
realmente asumidos por las entidades irlandesas.
Como se ve, la sentencia Apple se incardina en
un contexto más amplio en materia de
competencia y ayudas de Estado, en el que los
Tribunales de la Unión Europea vienen exigiendo
a la Comisión mayor rigor y profundidad en
cuestiones en las que la carga de la prueba recae
sobre la institución.
En el caso Apple, la cuestión más relevante es la de
los precios de transferencia aplicados por Apple a las
transacciones entre su filial irlandesa (la que reciba los
ingresos derivados de la venta de los productos Apple en
toda Europa gracias al “truco” de considerar que
cuando un señor de Murcia compra un iPhone lo está
comprando en Dublín) que se llama y esa filial “sin
Estado” (y sin empleados ni actividad) a la que la filial
irlandesa paga prácticamente todos sus ingresos en
concepto de royalties (REGALIAS) por el uso de su
propiedad industrial e intelectual.
 La Comisión Europea consideró que, a través de
dos tax rulings o “resoluciones fiscales”, la Hacienda
irlandesa permitió a Apple, prácticamente, determinar
por sí y ante sí los precios de transferencia con el
resultado de que éstos habían sido “calculados” en
contradicción con las reglas internacionales al
respecto.
Por tanto, el principio de partes independientes o plena
competencia para analizar las transacciones intragrupo no
sólo forma parte del Derecho fiscal sino que es una exigencia
de protección de los intereses de los accionistas externos o
minoritarios de sociedades filiales en el Derecho de Grupos.
Si un grupo de sociedades realiza transacciones intragrupo y
los precios en esas transacciones no se ajustan a los que se
habrían pactado entre partes independientes, esas
transacciones serán impugnables por los socios minoritarios
o externos y serían anulados por un juez civil porque
habrían de considerarse contrarias al interés social de la
sociedad perjudicada.

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