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3.

La cosmología moderna
3.3. Galileo Galilei
Galileo Galilei
Galileo Galilei: (1564-1642): es el fundador
de la ciencia moderna. Él fue quien elaboró
la teoría del método científico y de la
autonomía de la investigación científica.
Galileo Galilei
En 1597, en una carta dirigida a Kepler, Galileo afirma haberse adherido

«desde hace ya muchos años (...) a la doctrina de Copérnico […]


Partiendo de esa posición, he descubierto la causa de muchos efectos
naturales que sin ninguna duda resultan inexplicables a la luz de las
hipótesis corrientes. Ya he escrito muchos argumentos y muchas
refutaciones de los argumentos contrarios, pero hasta ahora no me he
atrevido a publicarlos, atemorizado por el destino del mismo Copérnico,
nuestro maestro».
Galileo Galilei
Estas preocupaciones y temores se desvanecen en 1609, cuando dirigiendo
su anteojo hacia el cielo, Galileo comienza a acumular toda una serie de
pruebas que asestan un golpe decisivo a la venerable imagen aristotélico-
ptolemaica del mundo.

Galileo prepara un tubo de plomo, en cuyos extremos coloca dos lentes,


«ambas planas por un lado, mientras que por otro una era convexa y otra,
cóncava; luego, acercando un ojo a la lente cóncava, vi los objetos
bastante grandes y cercanos, ya que parecían tres veces más cerca y nueve
veces más grandes de lo
que se contemplaban a simple vista. Después preparé otro más perfecto,
que representaba los objetos con un aumento de más de sesenta veces».
Galileo Galilei
«sin ahorrarme trabajo ni gasto alguno, llegué a construirme un
instrumento tan excelente que las cosas vistas a través de él parecían casi
mil veces más grandes y más de treinta veces más cerca que si se mirasen
sólo con la facultad natural. Sería del todo superfluo enumerar cuántas y
cuáles son las ventajas de este instrumento, tanto en tierra como en el
mar».

El 25 de agosto de 1609 Galileo presenta este aparato, como invención de


su propiedad, al gobierno de Venecia. Pero lo realmente novedoso no es la
invención del anteojo por unos holandeses o el redescubrimiento y la
reconstrucción del anteojo por Galileo, sino su uso como como instrumento
cientí­fico.
Galileo Galilei
Cuando Galileo vio que en la Luna había montañas y valles, comprendió
que podía desencadenarse una ofensiva sin precedentes en contra de los
peripatéticos. Él pensó que el anteojo potenciaba nuestros ojos:

«Incluso aquellas estrellas


que no suelen aparecer ante
nuestra vista y ante nuestros
ojos, por su pequeñez y por
la debilidad de nuestra vista,
pueden verse por medio de este
instrumento».
Galileo Galilei
El 12 de marzo de 1610 Galileo publica en Venecia el Sidereus Nuncius.
Sus principales tesis son:

1) Añade a la multitud de las estrellas fijas, visibles a simple vista, «otras


innumerables estrellas, jamás vistas antes». El universo aumenta de tamaño.

2) El conocimiento de «que la Luna no se halla para nada revestida de una


superficie lisa y plana, sino escarpada y desigual, y del mismo modo que la
faz de la Tierra, está cubierta en todas partes por grandes prominencias,
valles profundos y anfractuosidades».
Galileo Galilei
3) la idea según la cual galaxia no
es «otra cosa que una acumulación
de innumerables estrellas, diseminadas
en grupos».

4) La idea según la cual las estrellas


que los astrónomos habían llamado
hasta hoy “nebulosas” son grupos de
pequeñas estrellas.

5) el descubrimiento de los satélites


de Júpiter.
Galileo Galilei
Al tiempo que se obtenían confirmaciones de la teoría copernicana,
simultáneamente se iba resquebrajando la concepción del mundo aristoté­
lico-ptolemaica.

De acuerdo con Galileo en contra de Aristóteles y de Ptolomeo puede


sostener que no existe una diferencia de naturaleza entre la Tierra y la Luna.

Entre los astros al menos la Luna no posee los rasgos de perfección


absoluta que le atribuía la tradición.
Galileo Galilei
Pero además, si siendo igual que la Tierra, la Luna se mueve, ¿por qué,
entonces, no habría de moverse la Tierra, cuya naturaleza no difiere de la de
la Luna?

La imagen del universo no sólo queda ampliada a través de la observación


de las galaxias, las nebulosas y otras estrellas fijas, sino que cambia: el
mundo sublunar ya no es distinto del lunar.

De otro lado, las estrellas fijas se hallan mucho más lejos que los planetas y
no inmediatamente detrás del cielo de Saturno, como exigía la tradición
Galileo Galilei
En tiempos de Galileo hay dos grandes teorías que compiten entre sí: el
sistema ptolemaico (con la Tierra inmóvil en el centro y el Sol que gira a su
alrededor) y el sistema copernicano (donde es la Tierra la que gira en torno
al Sol).

En el Sidereus Nuncius Galileo aduce argumentos en contra del primero y


en apoyo del segundo.

Pero Galileo efectúa otras observaciones de enorme importancia para el


fortalecimiento de la doctrina de Copérnico y que al mismo tiempo sirven
para demoler la doctrina de Ptolomeo:
Galileo Galilei
Descubre las fases de Venus y las manchas del Sol.

Venus presenta fases al igual que la Luna: se trata de una «experiencia


sensata», explicable mediante la teoría copernicana, pero no con la de
Aristóteles y Ptolomeo.

De este modo «nos hemos (...) cerciorado de que todos los planetas reciben
la luz desde el Sol, al ser tenebrosos por su propia naturaleza».

Galileo está «segurísimo de que las estrellas fijas son por sí mismas
luminosísimas y no necesitan la irradiación del Sol; la cual Dios sabe si
llega tan lejos».
Galileo Galilei
A propósito de las manchas Solares, Galileo afirma que dicha novedad es
«el funeral o, más bien, el juicio extremo y final de la pseudofilosofía».

A diferencia de la concepción aristotélica, Galileo cree que también en el


Sol se producen mutaciones y alteraciones. No se le ocurre cómo podrán
los peripatéticos salvar y conservar «la inmutabilidad de los cielos».

Pero los peripatéticos idearán «imaginaciones» como un intento de salvar el


sistema ptolemaico en peligro. Por ejemplo, el jesuita Cristóbal Scheiner
interpretará las manchas solares como enjambres de astros que giran ante el
Sol.
Galileo Galilei
Otro jesuita, el padre Clavio
(Cristóbal Klau) -profesor
de matemática en el Colegio
Romano- con el propósito de
salvar la perfección de la Luna,
planteó la hipótesis de que
las montañas y los valles que
Galileo había observado en
la superficie lunar estarían
cubiertos de una substancia
cristalina transparente y
perfectamente esférica.
Galileo Galilei
«La teoría de Copérnico (...) sugería que los planetas eran semejantes a la
Tierra, que Venus presentaba fases y que el universo debía ser mucho más
amplio de lo que antes se había supuesto. Por consiguiente, cuando sesenta
años después de su muerte, el telescopio reveló súbitamente la existencia
de montañas en la Luna, las fases de Venus y un número inmenso de
estrellas cuya existencia era insospechada, tales observaciones
convirtieron a numerosos científicos a la nueva teoría, sobre todo a
aquellos que no eran astrónomos» (Thomas S. Kuhn).
Galileo Galilei
El enfrentamiento entre Galileo y la Iglesia

Copérnico había afirmado que «todas las esferas giran alrededor del Sol
como su punto central y, por lo tanto, el centro del Universo se halla en el
Sol». Pensaba que esto constituía una representación verdadera del
Universo.

No obstante el prólogo al De Revolutionibus escrito por el luterano Andreas


Osiander (1498-1552) afirmaba que «no es necesario que estas hipótesis
sean verdaderas y ni siquiera verosímiles, sino que basta únicamente con
esto: con que ofrezcan cálculos en conformidad con la observación».
Galileo Galilei
Ptolomeo también había defendido que sus propias hipótesis sólo eran
«cálculos matemáticos» que servían para «salvar las apariencias», y no
descripciones verdaderas de los movimientos reales.

Para Osiander, como para Ptolomeo, las teorías astronómicas sólo eran
instrumentos aptos para realizar, de una forma más expeditiva, previsiones
acerca de los movimientos celestes.
Galileo Galilei
La defensa de la tesis realista (según la cual el sistema copernicano
constituiría una descripción verdadera de la realidad y no un conjunto de
instrumentos de cálculo para efectuar previsiones o elaborar un calendario
más perfecto) era algo peligroso para todos aquellos que, católicos o
protestantes, pensaban que la Biblia, en su redacción literal, no podía errar.

El Eclesiastés (1,4-5) dice que «la Tierra permanece siempre en su lugar»,


y que «el Sol se eleva y se pone, volviendo al lugar desde donde se había
alzado».

En Josué (10,13) se narra que Josué ordena al Sol que se detenga.


Galileo Galilei
Basándose en ambos pasajes de la Biblia, Lutero, Calvino y Melanchthon se
opusieron con gran dureza a la tesis copernicana.

Lutero, en una de sus Charlas de


sobremesa, afirmó (1539):

«La gente ha prestado oídos a un


astrólogo de morondanga, que ha
tratado de demostrar que es la
Tierra la que gira, y no los cielos y el firmamento, el Sol y la Luna (...). Este
insensato pretende echar abajo toda la ciencia astronómica; pero la Sagrada
Escritura nos dice que Josué ordenó al Sol, y no a la Tierra, que se
detuviera».
Galileo Galilei
En el Comentario al Génesis, Calvino cita el versículo inicial del Salmo 93,
que dice:

«también la Tierra permanece


estable y no vacilará», y se
pregunta: «¿Quién tendrá la
osadía de anteponer la autoridad
de Copérnico a la del Espíritu Santo?».
Galileo Galilei
Melanchthon, discípulo de Lutero,
seis años después de la muerte de
Copérnico, escribe:

«Los ojos nos dan testimonio de


que los cielos efectúan una revolución
en el transcurso de veinticuatro horas.
Ciertos hombres, empero, por amor
a las novedades o para dar prueba
de ingenio, han establecido que la
Tierra se mueve, y afirman que ni
la octava esfera ni el Sol giran (...)».
Galileo Galilei
La contrarreforma ser oponía a que un creyente cualquiera -aunque se
tratase de Galileo- estableciese los principios hermenéuticos de
interpretación de la Biblia y propusiese interpretaciones peculiares de este o
de aquel pasaje.

Ésta es la raíz del enfrentamiento


entre Galileo y la Iglesia.

Copérnico es realista y
también lo es Galileo.
Galileo Galilei
Si los pasajes de la Biblia referentes
al sistema del mundo, interpretados
por la tradición de una forma
literal, resultan absolutamente
verdaderos e intocables, entonces
-dada la interpretación realista
que Galileo efectúa con respecto
al pensamiento de Copérnico,
que contrasta con los pasajes
bíblicos citados e interpretados de
un modo literal- se hacía inevitable
un choque frontal entre la Iglesia y Galileo.
Galileo Galilei
Karl Popper escribe:

«Como es natural, también Galileo


estaba muy dispuesto a colocar el
acento sobre la superioridad del
sistema copernicano en cuanto
instrumento de cálculo. Al mismo
tiempo, no obstante, suponía -y además,
creía- que se trataba de una descripción
verdadera del mundo, y para él
(como para la Iglesia) esto era con
mucha diferencia el aspecto más importante de la cuestión.»
Galileo Galilei
La relación entre la ciencia y la fe

Galileo defiende la autonomía de los conocimientos científicos, que se


prueban y se valoran por medio del mecanismo constituido por las reglas
del método experimental («sensatas experiencias» y «demostraciones
ciertas»).

Dicha autonomía de las ciencias en relación con la Biblia halla su


justificación en el principio según el cual «la intención del Espíritu Santo
consiste en enseñarnos cómo se va al cielo, y no cómo va el cielo» (que
Galileo, en la carta a Madama Cristina de Lorena, en 1615, declara haberle
oído al cardenal Baronio).
Galileo Galilei
Apoyándose en san Agustín (Comentario literal al Génesis c. 9), Galileo
afirma que «no sólo los autores de las Letras Sagradas no pretendieron
enseñarnos las constituciones y movimientos de los cielos y de las estrellas,
y sus figuras, tamaños­ y distancias, sino que -aunque todas estas cosas
fueron conocidísimas para ellos- se abstuvieron de hacerlo de una manera
expresa».

Según Galileo, Dios nos ha dado sentidos, razonamiento e intelecto: es por


medio de ellos como podemos llegar a aquellas «conclusiones naturales»,
obtenibles «a través de la sensatas experiencias o de las demostraciones
necesarias».
Galileo Galilei
La Escritura no es un tratado de astronomía: hasta el punto de que, «si los
escritores sagrados hubiesen querido enseñarle al pueblo las disposiciones
y movimientos de los cuerpos celestes, y que en consecuencia nosotros
hubiéramos de recibir tales conocimientos de las Sagradas Escrituras, en
mi opinión, no habrían tratado tan poco de estas cuestiones, que es apenas
nada en comparación con las infinitas y admirables conclusiones que se
contienen y se demuestran en tal ciencia».

En la Escritura «no se nombran siquiera los planetas, excepto el Sol y la


Luna, y sólo una o dos veces Venus, con el nombre de Lucero de la
mañana».
Galileo Galilei
En resumen: no es intención de
la Sagrada Escritura «enseñarnos
que el cielo se mueve o está quieto,
ni si tiene una figura en forma de
esfera, de disco, o si se extiende en
un plano, ni si la Tierra está
contenida en su centro o se encuentra a un lado».

Pero «tampoco tuvo la intención de otorgarnos una certeza con respecto a


otras conclusiones del mismo género y vinculadas con las que acabamos de
nombrar, que sin determinar aquéllas no se puede afirmar nada de éstas;
como son el determinar el movimiento y la quietud de la Tierra y del Sol».
Galileo Galilei
Puesto que no es función de la Escritura determinar «las constituciones y
movimientos de los cielos y de las estrellas», Galileo llega a afirmar que
«me parece que en las disputas acerca de problemas naturales no habría
que comenzar por la autoridad de los pasajes de las Escrituras, sino por
las experiencias sensatas y las demostraciones necesarias: porque,
precediendo igualmente del Verbo divino tanto la Escritura Sagrada como
la naturaleza, aquélla como dictado del Espíritu Santo y ésta como
fidelísima ejecutora de las órdenes de Dios; y hallándose además que en
las Escrituras, para acomodarse el entendimiento del hombre en general,
se dicen muchas cosas distintas -en su aspecto y en cuanto al puro
significado de las palabras- de lo verdadero absoluto
Galileo Galilei
por el contrario, empero, siendo la naturaleza inexorable e inmutable, y al
no traspasar jamás los límites que las leyes le han impuesto, como por
ejemplo la ley que en ella se cuida de que sus íntimas razones y modos de
operar estén manifiestos o no ante la capacidad de los hombres; parece
que aquel efecto natural que la experiencia sensata nos coloque delante, o
nos ofrezcan las demostraciones necesarias, no deba en ningún momento
verse puesto en duda, y tampoco condenado, mediante pasajes de la
Escritura cuyas palabras mostrasen un aspecto distinto, puesto que no todo
dicho de la Escritura está ligado a una necesidad tan severa como la de
todos los efectos naturales, ni se descubre a Dios de un modo menos
excelente en los efectos de la naturaleza que en las sagradas palabras de
las Escrituras».
Galileo Galilei
Galileo reclama la autonomía de la ciencia: todo aquello de lo que podamos
tener noticia a través de «las sensatas experiencias» y las «demostraciones
necesarias» queda substraído a la autoridad de las Escrituras.

Ahora bien, si la Biblia no es un tratado de astronomía, ¿cuál es su


finalidad? Galileo responde : «Considero (...) que la autoridad de las
Letras Sagradas tiene como propósito enseñar principalmente a los
hombres aquellos artículos y proposiciones que, superando cualquier
razonamiento humano, no podían hacérsenos creíbles mediante otra
ciencia o por ningún otro medio, que no fuese por boca del Espíritu Santo
mismo.»
Galileo Galilei
El primer proceso

En 1612, durante un sermón en la


iglesia de San Mateo de Florencia,
el dominico Niccoló Lorini acusó de
herejía a los copernicanos.

En 1614 otro dominico –Tommaso


Caccini- en un sermón pronunciado
el cuarto domingo de Adviento en la
iglesia de Santa Maria Novella, dirige
un nuevo ataque contra los defensores de la doctrina copernicana.
Galileo Galilei
El 7 de febrero de 1615 Niccoló
Lorini denuncia a Galileo al Santo
Oficio, llamando la atención sobre
algunas proposiciones peligrosas,
como aquellas que afirmaban
«que ciertos modos de hablar
de la Santa Escritura no son
válidos; que las Escrituras ocupan
el último lugar en las cosas naturales;
que los intérpretes yerran con
frecuencia; que las Escrituras sólo se refieren a la fe; que en las cosas
naturales es superior la argumentación matemático-filosófica»
Galileo Galilei
El 19 de febrero de 1616 el Santo Oficio entregó a sus teólogos, para que
las examinasen, las dos proposiciones que expresaban el núcleo de la
cuestión. Dichas proposiciones eran las siguientes:

a) «Que el Sol sea el centro del mundo, y por consiguiente, carente de


movimiento local».

b) «Que la Tierra no esté en el centro del mundo ni inmóvil, sino que se


mueva toda ella en sí misma, con movimiento diurno».
Galileo Galilei
El 24 de febrero, todos los teólogos sentenciaron de manera unánime que la
primera proposición era necia y absurda en filosofía, y formalmente
herética en la medida en que contradecía las sentencias de la Sagrada
Escritura en su significado literal, y de acuerdo con el comentario general
de los santos Padres y
de los doctores en teología.

Además agregaron que la segunda proposición también era cuestionable


filosóficamente, y que teológicamente por lo menos era errónea en lo que
se refiere a la fe.
Galileo Galilei
El 3 de marzo de 1616 dicha congregación emitió una condena del
copernicanismo.

El 26 de febrero el cardenal Belarmino por orden del Papa (Pablo V)


exhortaba a Galileo a que abandonase las ideas copernicanas, y le ordena so
pena de prisión «no enseñarla y no defenderla de ningún modo, ni de
palabra ni por escrito».

Galileo dio su consentimiento y prometió obedecer.


Galileo Galilei
Como se había corrido la voz de que había abjurado de sus propias teorías
ante el cardenal Belarmino, Galileo le pidió a éste una declaración para
rebatir las acusaciones y las calumnias que circulaban al respecto:

«Nos, Roberto, cardenal Belarmino, habiendo oído que el señor Galileo


Galilei ha sido calumniado o se le ha imputado el haber abjurado ante nos
y de haber sido por ello castigado con penitencias saludables, y habiendo
investigado la verdad, decimos que el susodicho señor Galileo no abjuró
ante nos ni ante ningún otro aquí en Roma, y menos aún en ningún otro
lugar que sepamos, de ninguna opinión o doctrina suya, ni tampoco recibió
penitencias saludables ni de ninguna otra clase, sino que únicamente se le
conoce la declaración (...)
Galileo Galilei
en la que se dice que la doctrina atribuida a Copérnico, según la cual la
Tierra se mueve alrededor del Sol y el Sol está quieto en el centro del
mundo, sin moverse desde oriente hasta occidente, es contraria a las
Sagradas Escrituras y no puede defenderse ni compartirse. Y en fe de lo
cual hemos escrito y firmado la presente con nuestra propia mano.»
Galileo Galilei
El «Diálogo sobre los dos sistemas máximos» y el derrocamiento de la
cosmología aristotélica

En 1623, es elegido papa con el nombre de Urbano viii el cardenal Maffeo


Barberini, amigo y persona que estima sinceramente a Galileo.

Confortado por este acontecimiento, Galileo reemprende su batalla cultural.

En su obra Diálogo sobre los dos sistemas máximos hay tres


interlocutores: Simplicio, Salviati y Sagredo.
Galileo Galilei
Simplicio representa al filósofo aristotélico, defensor del saber constituido,
propio de la tradición. Salviati es el científico copernicano, cauteloso pero
resuelto, paciente y tenaz. Sagredo representa al público abierto a las
novedades, pero que quiere conocer las razones de una y otra parte.

El Diálogo transcurre a lo largo de cuatro jornadas de coloquios.

La primera jornada se dedica a demostrar lo infundado de la distinción


aristotélica entre el mundo celestial -que sería incorruptible- y el mundo
terreno de los elementos que, en cambio, sería mudable y alterable.
Galileo Galilei
No existe tal distinción: de ello dan testimonio los sentidos potenciados por
el anteojo.

Y así como para Aristóteles lo que dicen los sentidos sirve de base al
razonamiento, también ahora –le indica Salviati a Simplicio- «filosofaréis
más aristotélicamente diciendo que el cielo es alterable porque así me lo
muestran los sentidos, que si dijerais que el cielo es inalterable porque así
ha discurrido Aristóteles».

Las montañas existentes en la Luna, las manchas solares y el movimiento


de la Tierra atestiguan que existe una sola física, y no dos físicas, una
válida para el mundo celeste y la otra para el mundo terrestre.
Galileo Galilei
Durante la segunda jornada el Diálogo versa sobre la crítica a aquellos
argumentos procedentes de la típica observación común y que se aducen en
contra de la teoría copernicana.

Existen argumentos en contra del movimiento de la Tierra :

-los cuerpos pesados caen perpendicularmente, cosa que no ocurriría si la


Tierra se desplazase; las cosas que «se mantienen durante largo tiempo en
el aire» -las nubes, por ejemplo- deberían aparecer ante nosotros en un
movimiento veloz, si la Tierra efectivamente se desplazase.
Galileo Galilei
-si en una nave en reposo se deja caer una piedra desde la extremidad de
uno de sus palos, la piedra cae perpendicularmente a la base del mismo
palo. En cambio, si se está en una nave en movimiento, entonces la piedra
que se deja caer desde lo alto del palo cae lejos de la base de éste, en
dirección a popa. Lo mismo tendría que ocurrir con una piedra que se deje
caer desde lo alto de una torre, si se supone que la Tierra está en
movimiento. Esto no sucede, y por lo tanto la Tierra está inmóvil.
Galileo Galilei
Tomando como base la experiencia que dice Simplicio que se da en la nave,
Galileo -por boca de Salviati y Sagredo- establece el principio de la
relatividad de los movimientos, con lo que destruye con un solo golpe todas
estas experiencias del sentido común, que se aducían en contra de la teoría
del movimiento terrestre.

Cualquiera que haga la experiencia de la piedra sobre la nave, descubrirá


que dicho experimento «muestra todo lo contrario de lo que se afirma».

Salviati dice:
Galileo Galilei
«Encerraos con un amigo en la mayor estancia que haya bajo cubierta, en
un gran navío, y colocad allí moscas, mariposas y otros pequeños animales
volantes; haya allí también un gran recipiente con agua, y dentro de éste,
pececillos; cuélguese en una altura un pequeño cántaro, que vaya vertiendo
agua, gota a gota, en otro jarro con el cuello estrecho, colocado más abajo.
Si la nave está quieta, observad con diligencia cómo todos los animalillos
voladores se dirigen con la misma velocidad a todos los rincones de la
estancia; los peces nadarán con indiferencia en todas direcciones; las gotas
que caen entrarán todas en el jarro que está abajo. Y vos, al arrojar a
vuestro amigo alguna cosa, cuando las distancias sean iguales, no habréis
de emplear más vigor en una dirección que en la otra. Y si saltáis, como se
dice, a pie juntillas, recorreréis espacios iguales hacia todas las partes.
Galileo Galilei
Una vez que hayáis observado con diligencia todas estas cosas, de modo que
no exista la más mínima duda de que mientras el barco permanezca quieto
deban suceder así, haced que la nave se mueva con la velocidad que se
quiera; siempre que el movimiento sea uniforme y no fluctúe de aquí para
allá, no reconoceréis ni la más mínima mutación en todos los efectos
nombrados, ni ninguno de éstos os hará saber si la nave se mueve o está
quieta; recorreréis sobre el suelo los mismos espacios que antes, y no porque
la nave se mueva a gran velocidad, saltaréis más hacia popa que hacia proa,
ni tampoco durante el tiempo que permanezcáis en el aire el suelo se
desplazará hacia la parte contraria a vuestro salto; y al tirar algo a vuestro
compañero, no tendréis que arrojarlo con más fuerza para que le llegue
cuando él esté hacia proa, y vos hacia popa, que si ocupáis sitios opuestos;
Galileo Galilei
las gotas igual que antes caerán en el jarrón inferior, sin que ninguna se vaya
hacia popa, aunque la nave recorra muchos palmos mientras la gota está en el
aire.»

Todo esto nos muestra que, basándose en observaciones mecánicas realizadas


en el interior de un sistema determinado, es imposible establecer si dicho
sistema se halla en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme:

«Sea, pues, principio de nuestra contemplación el considerar que, sea cual sea el
movimiento que se le atribuya a la Tierra, es necesario que para nosotros, como
habitantes de ella y, por consiguiente, participantes en el movimiento, resulte del
todo imperceptible, como si no existiese, mientras miramos sólo las cosas
terrestres.»
Galileo Galilei
Los adversarios de Galileo convencieron a Urbano III de que el Diálogo
sobre los dos sistemas máximos del mundo constituía un descrédito de la
autoridad e incluso del prestigio del papa, que habría sido ridiculizado en la
figura de Simplicio, defensor de aquella «admirable y verdaderamente
angélica doctrina» a la que «es obligado atenerse» y de la que se habla en la
última página del Diálogo.

Inmediatamente después de su publicación, el inquisidor de Florencia


ordenó que se suspendiese su difusión.

En octubre de 1632 se mandó a Galileo que se trasladase a Roma para


ponerse a disposición del Santo Oficio.
Galileo Galilei
El 12 de abril Galileo se
halla ante el Santo Oficio,
donde se le acusa de haber
engañado al padre Riccardi
-que había concedido el
imprimatur al Diálogo- ya
que no le había transmitido
el precepto que en 1616 se
le había impuesto, según
el cual Galileo no podía
«enseñar ni defender en
ningún modo» la teoría de Copérnico.
Galileo Galilei
Galileo se defendió diciendo
que había escrito el Diálogo
para mostrar la invalidez del
copernicanismo; no recordaba
que se le hubiese dado ningún
precepto en presencia de testigos
y muestra la declaración que
en 1616 le había
entregado Belarmino.
Galileo Galilei
Convencidos de que Galileo quería engañarlos, ya que el Diálogo constituía
una acérrima defensa de la idea copernicana, los inquisidores, después de
otro interrogatorio, el 22 de junio dictan una sentencia condenatoria, y ese
mismo día Galileo de rodillas pronuncia su abjuración
Galileo Galilei

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