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El Estado tiene que enfrentarse al mismo tipo de decisiones que las familias, o que las empresas,
solo que los matices son diferentes. Hay tres posibles situaciones en el saldo
presupuestario del sector público:
a) Superávit presupuestario o superávit público: es un saldo presupuestario en el que los
ingresos públicos anuales son mayores que los gastos públicos anuales.
No tendría mucho sentido que el Estado tuviera superávit año tras año. Eso significaría que los ciudadanos
estamos aportando más de lo necesario. Pero sí tiene mucho sentido que un Estado obtenga superávit en años
de mucho crecimiento económico a fin de acumular reservas.
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En este caso el Estado gasta más de lo que ingresa. No es desde luego la situación ideal, y puede
hacerse muy peligrosa si el déficit crece mucho o se acumula año tras año. Pero a menudo es una
situación inevitable, especialmente en años de crisis, y para muchos tiene efectos más positivos que
negativos si se mantiene dentro de unos niveles razonables.
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El déficit estructural es más peligroso. Es el que se mantiene incluso en las fases de mayor crecimiento económico.
Significa que por sistema se está gastando más de lo que se recauda. Si este déficit crece mucho o se hace permanente,
aumentará mucho el coste de financiar esa parte del gasto público que no pueden financiar los ingresos públicos. Eso puede
acabar teniendo efectos muy negativos sobre la economía.
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¿Cómo resuelve el Estado eso de gastar más de lo que ingresa? Pues tiene varias opciones
(aunque ninguna de ellas sale gratis):
Puede crear dinero, lo que le permitiría tener más ingresos sobre el papel. El problema es
que esta solución provoca inflación (¡acuérdate de la inflación de los años 80!). A medio
plazo los gastos aumentan (porque han aumentado los precios) y se extiende la
desconfianza ante el valor del dinero. En todo caso, el Banco Central podría tomar esa
decisión, aunque tiene como principal objetivo mantener la tasa de inflación anual a menos
de dos dígitos.
Lo que sí puede hacer el Estado es subir los impuestos o reducir el gasto público. Pero
subir los impuestos significa reducir la renta disponible de las familias y los beneficios netos
de las empresas, lo que hace que disminuya la actividad económica. Y el gasto público se
puede reducir gestionándolo mejor, pero en general reducir el gasto público significa ofrecer
menos servicios públicos, lo que tiene efectos muy negativos sobre muchas personas.
Y también puede emitir deuda pública. ¿Qué es eso? Vamos a verlo con más detalle
posteriormente.
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La información estadística primaria sobre cada uno de los rubros de ingreso y gastos son
reportados por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público, o como información secundaria por el
Banco de la República y otras entidades nacionales o internacionales.
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Déficit Fiscal Ajustado por Inflación (DFA): Como el DFP incluye los intereses de la deuda pública.
Cuando el tipo de interés nominal tiende a subir cuando aumenta la inflación (inf), un aumento en la
inflación generalmente eleva los intereses nominales que paga el Estado, por lo que el déficit
aumenta. Por lo tanto, el DFA excluye el componente inflacionario del servicio de intereses del
DFC:
DFA = (TC - GC) - (i - inf)B
El ajuste para tener en cuenta la inflación elimina los intereses pagados por la deuda que se atribuyen
directamente a la inflación y da una idea más exacta que el déficit efectivo de cuál sería la situación
presupuestaria con una tasa de inflación muy baja.
Respecto al Superávit
Generalmente, se dice que un superávit fiscal es bueno, ya que es una manera de sanear las cuentas públicas,
pero por otra parte no es recomendable detraer de la economía privada más dinero del necesario para
cubrir el gasto público.
El superávit existe cuando el balance de una organización o persona es positivo, es decir, es superavitario. En este
escenario, los ingresos cubren de sobra los gastos, o, dicho de otro modo, la capacidad de recaudación de
ingresos es mayor que las cargas con las que se cuenta.
Un elemento importante a tener en cuenta para la toma de decisiones, es si el superávit es de carácter coyuntural
o estructural:
Superávit estructural: se origina de forma constante e independiente de la influencia de un
periodo económico. Es muy importante tratar de corregirlo.
Superávit discrecional: viene condicionado por las políticas económicas del
Gobierno.
Superávit tendencial: se origina por situaciones estructurales normales y
automáticas, como por ejemplo el crecimiento de la población.
Superávit coyuntural o cíclico: se trata de una situación temporal provocada por los periodos
económicos. Probablemente no será necesario tomar medida alguna en relación a la estructura de
costes y financiación de una administración.
Particularmente, los estados que suelen arrastrar déficits crónicos en sus cuentas públicas, suelen amortizar
deuda pública en aquellos ejercicios en los que tienen superávit.
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Para cualquier persona es importante conocer la situación fiscal, pues eso le orientará en
cuanto a las políticas que podría tomar el gobierno y la capacidad que éste tiene para hacer
frente a las distintas demandas que la sociedad le plantee.
DEFICIT
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Estas ideas pueden representarse con la conocida Curva de Laffer, que toma su denominación a partir
del economista americano Arthur B. Laffer. La curva relaciona niveles de recaudación con el
aumento de impuestos. Si medimos el aumento del impuesto, a través de un tipo representativo t,
tendríamos una curva con ésta forma:
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Cuando el tipo impositivo es t1, la recaudación, al aplicar ese tipo sobre la renta, será una cantidad
positiva mayor que cero (Y1). Si aumentamos el tipo, la recaudación seguirá creciendo, cada vez sin
embargo a menor ritmo hasta alcanzar un máximo en Y2, para un tipo t2. A partir de ese punto,
cualquier intento del gobierno para elevar el tipo impositivo, se traducirá, paradójicamente, en un
descenso de la cantidad recaudada. Nótese que para t3 la recaudación ha caído hasta Y3. Si
siguiésemos insistiendo en aumentar el tipo impositivo, llegaría un momento en que la recaudación
fuese nula.
Ese comportamiento se debe a que un tipo excesivamente alto propicia el fraude y la evasión
fiscal hacia paraísos fiscales. También un tipo impositivo alto puede llevar a los
trabajadores a sustituir trabajo por ocio, reduciéndose el bienestar colectivo o social. Por eso, se
tributa menos y crece menos la economía.
De nuevo aquí actúan el efecto renta y el efecto sustitución: el efecto renta ya que al aumentar el
tipo y disminuir la renta de los trabajadores, tendrán que trabajar más para recuperarla y el efecto
sustitución sobre los que decidan trabajar menos para no tributar tanto. Para un tipo impositivo
muy alto, el efecto sustitución puede superar al efecto renta.
Por eso, la curva de Laffer se ha convertido en una bandera para las corrientes defensoras
del liberalismo económico que defienden la disminución de la presión fiscal.
GRACIAS POR SU ATENCION