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EMPLEO DEL CONTINUO

DE CONCIENCIA
El empleo del denominado «continuo de conciencia» —el
«cómo» de la experiencia— es absolutamente
fundamental en terapia gestalt. Se logran con él efectos a
la vez notables y sorprendentes. La insistencia con que se
vuelve a él y la confianza que en él se deposita es una de
las mayores innovaciones técnicas aportadas por esta
terapia.
El método es muy simple:

T: ¿De qué tienes conciencia ahora?


P: Tengo conciencia de que te estoy hablando. Veo a las demás personas que están en el
cuarto. Tengo conciencia de que John está moviéndose en su asiento. Puedo sentir la tensión
en mis hombros. Tengo conciencia de que a medida que digo esto aumenta mi ansiedad.
T: ¿Gomo experimentas esa ansiedad?
P: Oigo temblar mi voz. Siento la boca seca. Hablo en forma muy vacilante.
T: ¿Tienes conciencia de lo que están haciendo tus ojos?
P: Bueno, ahora me doy cuenta de que mis ojos no hacen más que mirar hacia otro lado . . .
T: ¿Puedes asumir la responsabilidad por ello?
P: … que yo no hago más que apartar los ojos de tí.
T: ¿Puedes ser tus ojos ahora? Haz de cuenta que son ellos los que hablan…
P: Soy los ojos de Mary. Me resulta difícil mirar fijo. Paso todo el tiempo saltando de un lado
a otro…
El continuo de conciencia tiene inagotables aplicaciones, pero es ante todo un modo eficaz de
conducir al individuo hacia los firmes cimientos de sus experiencias y de apartarlo de las interminables
verbalizaciones, explicaciones, interpretaciones.

La conciencia de los sentimientos corporales y de las sensaciones y percepciones constituye nuestro


saber más seguro —tal vez el único saber seguro que poseemos—. Depositar confianza en la
información que proporciona la toma de conciencia es la mejor manera de poner en práctica el refrán
de Perls: «Abandona tu mente y recobra tus sentidos».
• El empleo del continuo de conciencia es, para el terapeuta gestaltista, el mejor modo de
hacer que el paciente coloque menos el acento en el porqué de la conducta (interpretación
psicoanalítica) y más en el qué y el cómo de la conducta (psicoterapia experiencial):
P: Tengo miedo.
T: ¿Cómo experimentas ese miedo?
P: No puedo verte con claridad. Me transpiran las manos…

• Al ayudar al paciente a confiar en sus sentidos («retornar a sus sentidos»), también lo


ayudamos a distinguir entre la realidad que tiene delante suyo y los demonios horrendos
que fabrica en su fantasía:
P: Estoy seguro que la gente me despreciará por lo que acabo de decir.
T: Recorre la habitación mirando detenidamente a cada uno de nosotros. Cuéntame qué es
lo que ves, qué es lo que tus ojos —no tu imaginación— te dicen.
P: (luego de cierto periodo de exploración y descubrimiento): Bueno, ¡lo cierto es que la gente
no mira con tanto rechazo! Algunos de ustedes incluso me dirigen una mirada cálida y
amable.
T: ¿Qué experimentas ahora?
P: Estoy más relajado

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