Las sociedades anónimas tabaqueras parecen ser, en su última esencia,
asociaciones de asesinos anónimos. A estas alturas, todas saben que están matando lentamente, enfermando, a millones de personas. Conscientemente. Gente que no fuma, pero que se ve perjudicada por las exhalaciones cercanas. Ahora, ya no pueden alegar, en su defensa, ignorancia del mal que causan. Su único objetivo visible es el de seguir acumulando dinero, a costa de la vida de quien sea. Y, todavía, piden respeto y protección a su actividad industrial y comercial.
Fabricar bombas de racimo también es una actividad industrial y comercial
legítima. Bombas de destrucción indiscriminada. Al fin y al cabo sólo es una derivación más de la industria militar. Muy histórica y caballeresca ella. Suelen ser, la élite de las sociedades industriales, quienes adquieren la propiedad y dominio de tan histórica industria. Menos mal que, de vez en cuando, encontramos algún gobierno que piensa un poco más lejos. No en los enemigos muertos, sino en los inocentes matados sin culpa.
Casualmente, entre los accionistas destacados de estas industrias, de
dudosa legitimidad moral, existen numerosas personas que se consideran devotas. Devotas, ¿de qué? ¿Del Becerro de Oro? No sorprende que haya tanta gente enrevesada, entre los dirigentes de guerras ideológicas. Consideran como servicio supremo a los seres celestiales, la imposición violenta de sus ideas propias. Las ideas ajenas deben ser combatidas, hasta la extinción. ¡Enseñanza moral suprema! Que incluye la muerte de creyentes ajenos a su causa, con tranquilidad de conciencia. Incluso pueden ser premiados, canónicamente, con estancias eternas en los cielos de los justos. ¡Maravillosa ceguera moral! La doblez doctrinal debe estar alojada en mentes privilegiadas, para ser válida generadora de santidades. Al estilo de los muchos santos guerreros medievales, que tenemos en Europa. Siempre me ha parecido sorprendente llegar así a la santidad: glorificando la aniquilación del diferente. La causa de beatificación de Francisco Franco, aún debe andar traspapelada entre los anaqueles de alguna entidad piadosa. Cuando en otras religiones proclaman mártires a sus terroristas, ¿estamos hablando del mismo germen de santidad? ¿La violencia? ¿La destrucción cruenta del diferente? Parece una modalidad extendida entre quienes prefieren la ceguera mental, a la luminosidad racional. Pensar, reflexionar, deducir. Todo este proceso implica dudas. Y la duda es pecado. Así se llega al final de la lógica: no se piensa. La extinción del pecado, exige la del pecador. Fin del pensamiento.
La objetividad y la independencia son entelequias: útiles como referencias
abstractas, pero inexistentes. La modalidad de conquistar el cielo a través del crimen indiscriminado, no es exclusiva de ninguna creencia. Todo hombre es esclavo de su propia historia. Ascendientes y colaterales, nos han ido rellenando el cerebro con sus ideas. Al final, no hacemos más que digerir lo que ingerimos. ¿Cómo podemos meternos en la piel de otros pueblos, para juzgar la rectitud de sus hechos? Quien actúe en circunstancias extremas, movido por la pasión, siempre encontrará razones que lo justifiquen. Sus propias razones, claro. Emilio del Barco. 03/12/08. mailto:emiliodelbarco@gmail.com