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¿Y los jóvenes de hoy todavía se enamoran?

En la Cuba reguetonera y trepidante no pocos piensan que se acabaron los tiempos de


amar; sin embargo, la mayoría de los jóvenes opinan todo lo contrario. Las que cambian
son la táctica y la estrategia del cortejo y hasta las formas de expresar el sentimiento. El
amor también se parece a su tiempo
Publicado: Sábado 18 agosto 2018 | 08:54:58 pm.

Estar enamorado y poder compartir con otra persona cada rareza de nuestro ser es uno de los más
hermosos regalos que nos entrega la vida. Asimismo, sentirse amado o ser correspondido continúa
siendo una de las vías más sencillas para alcanzar la felicidad.
El amor, como el más sublime sentimiento que llegamos a percibir los seres humanos, nos toca a
todos y en diferentes momentos de nuestra existencia. Cada quien lo experimenta y transmite a su
forma; no existe una fórmula exacta en este sentido.
Se puede regalar una flor, dedicar un poema o canción, un piropo de buen gusto, compartir una
tarde frente al mar y observar un atardecer; obsequiar detalles en forma de tiempo, porque es esta,
precisamente, la constante más frugal que poseemos los habitantes de este planeta.
O, en la sociedad actual, en la que el sentido de pareja es percibido de otra manera y las técnicas de
conquista han variado, puede ser mediante mensajes atrevidos, canciones carentes de romanticismo,
fotos, salidas de una noche y hasta relaciones a través de redes sociales.
No obstante, como dijera el filósofo Friedrich Nietzsche, todo lo que se hace por amor está más allá
del bien y del mal. Los jóvenes solo buscan diferentes alternativas cercanas a sus preferencias para
establecer lazos amorosos. El secreto, según muchos de ellos, no está en seguir un patrón
específico, sino en innovar y adecuar las técnicas a los gustos de quien desean conquistar.

¿Amor moribundo?
Para conformar este reportaje se entrevistó a varios jóvenes, pero hubo uno que resaltó sobre todos
por su respuesta singular. Ante la pregunta: «¿Cómo se enamoran los jóvenes hoy?», él devolvió
con otra interrogante: «¿Y los jóvenes se enamoran?». Una incógnita un poco extrema quizá
¿verdad?. Si bien el mundo ha cambiado y el ritmo de la vida es diferente al de años atrás, siempre
habrá algún romántico empedernido suspirando por los rincones, y habrá otra inmensa mayoría de
los humanos que, sin arrinconarse en parte alguna, no conciben la existencia sin salir a la conquista
y el disfrute de ese sentimiento, aunque todo comience no pocas veces por experiencias que, como
muchas estrellas, son fugaces.
«Más bien buscamos aventuras cortas. No es que no queramos enamorarnos, pero cuando nos gusta
otra persona pensamos en algo momentáneo con ella, no en todo un futuro a su lado», opina Marcos
Paz Sablón, de 19 años de edad.
Amanda Marie LLanes, veinteañera, añadió: «Normalmente, en el instante en que vemos a alguien
sabemos que nos gusta, puede ser por su aspecto o por cómo se comporta; entonces queremos algo
con esa persona. Claro, como en un tiempo tan corto no se llega a conocerla de verdad, puede
resultar una relación efímera o no. También depende de qué busquen los dos».
La Doctora en Ciencias Sicológicas Laura Domínguez García, profesora titular de la Facultad de
Sicología de la Universidad de La Habana, asegura que «hoy en Cuba los jóvenes se enamoran en
términos de atracción inicial, pero la perdurabilidad de la relación dependerá de los valores de los
cuales sean portadores los miembros de la pareja». Domínguez García le atribuye a la educación
sexual y familiar, así como a las relaciones con coetáneos y adultos, gran importancia en la
formación de dichos valores.
La también experta en temas relacionados con adolescencia y juventud explica que en
investigaciones de los años 90, se constató que los mismos jóvenes reconocen como problemas que
atentan contra sus relaciones amorosas el sexo sin amor, la infidelidad, la promiscuidad y la
ausencia de ideal y proyecto de pareja.
Para Marcos, las causantes de la indecisión ante el amor son las singularidades de nuestra época.
«Antes se pensaba en encontrar a una pareja ideal, cortejarla, casarse y crear una familia; y si por
casualidad un hombre “desgraciaba” a una muchacha, el matrimonio resultaba casi obligatorio.
Ahora todo es más abierto, existen muchas más opciones, y esto hace a uno preguntarse si en
verdad desea el compromiso que supone una relación amorosa», comentó.
El miedo o negación ante el «sentimentalismo» parecen afectar a muchos jóvenes, y esto puede
darle un aire moribundo al amor, aunque resulta muy difícil pensar que dicho sentimiento pueda
extinguirse. ¿En otros tiempos se notaba más el fluir amoroso?
Magaly Chapelín, de 77 años de edad, afirma que las relaciones de antes eran más duraderas. El
proceso de cortejo resultaba más romántico, se llevaba a cabo con respeto y existía el verdadero
amor a primera vista.
Sobre épocas anteriores, Magda Lisset Gómez, cercana ya a los 50 años, comentó: «Todo era más
lindo. Recuerdo que solíamos regalarnos dibujos con poemas sacados de libros. Se respetaban más
algunas costumbres como la obligación del novio de acompañar a la novia hasta la casa y los
horarios de visitas. Hoy los muchachos se “descargan” dos o tres veces y no se ven más; eso no era
muy común antes».
Es cierto que ahora los jóvenes cuentan con más libertad y mayor número de interacciones sociales
para conocerse. Un castigo de algún juego, un rato compartido en la playa, un intercambio de
números telefónicos en un parque wifi, o una «descarga» en alguna fiesta, resultan efímeras
pinceladas de relaciones instantáneas más físicas que amorosas.
Así piensa Yanitsa Fundora Nieto, sicóloga del hospital Ramón Pando Ferrer, quien ha trabajado
con adolescentes. Afirma que el amor no ha desaparecido, solo han cambiado sus patrones.
Relaciona la aparente falta de este en los jóvenes con el temor a exponerse sentimentalmente o el
deseo de probarse a sí mismos.
«Muchos no están dispuestos a vincularse de forma sentimental. Entonces buscan algo meramente
físico. Otros solo quieren verse ante la sociedad, o ante ellos mismos, como alguien atractivo y
deseado, y piensan en cambiar constantemente de pareja como la mejor forma de lograrlo. Sin
embargo, el amor no ha dejado de existir, la juventud sí lo siente. Especialmente los adolescentes se
enamoran aún con mucha facilidad», asevera.
Sobre la comparación entre épocas argumentó: «No hay una mejor y otra peor, solo dos distintas. Es
cierto que antes las relaciones eran más impuestas, a veces incluso arregladas por los padres. Para
llegar a cualquier cosa debían convertirse primero en algo formal. Por eso muchas veces la pareja
no llegaba a conocerse en verdad hasta que ya no había vuelta atrás.
«Ahora el proceso de selección es más amplio, en parte por la aceptación social de parejas del
mismo sexo y elección de género. También están más abiertas las posibilidades de encontrar puntos
en común o en desacuerdo antes de formalizar una relación», señaló.
Domínguez García subraya que varias investigaciones han constatado también la importancia que
confieren los jóvenes a las relaciones amorosas como factor de trascendencia en su bienestar
emocional, de realización personal y fuente de autoconocimiento y autovaloración.
«En estas relaciones se produce el tránsito de una etapa de idealización y romanticismo a una en la
que la capacidad de autodeterminación que desarrolla el joven, así como la necesidad de establecer
el lugar que ocupará en el futuro, crean las premisas para ganar en profundidad, estabilidad y
madurez», añade.

Corazones en la red
La evolución digital ha marcado nuestra época y ha influido en cada una de las esferas de la
sociedad. Si los modos de trabajar y buscar información han crecido en gran medida, aún más se
han desarrollado los modos de interacción social mediante la web.
El amor no está ajeno a la conexión. Diariamente vemos en las redes sociales publicaciones de
enamorados o desenamorados, quienes dicen al mundo cuánto quieren a alguien o mandan
indirectas a esa persona que les ha hecho daño.
Del mismo modo, muchos usan internet para buscar pareja, y se guían por fotos o informaciones de
perfil para escoger a posibles candidatos. Fundora Nieto detalla que las redes sociales están repletas
de personas ávidas de relacionarse, tanto social como amorosamente, por lo que no resulta raro el
cómo idealizan a desconocidos como su pareja perfecta.
Carlos Caparrós, estudiante universitario, opina que «los jóvenes nos enamoramos mucho a través
de la tecnología. Ya no son tan comunes los romances tradicionales como sentarse un rato a
conversar en el parque y hacer surgir la química; ahora todo es más directo, sin muchos rodeos».
Es innegable que el chat y los mensajes de texto se han vuelto dos de las técnicas preferidas por la
juventud para iniciar un romance, quizá para superar la timidez inicial o por las comodidades de
meditar y escoger respuestas acordes a los gustos expresados por el otro.
Fundora Nieto piensa que mediante Facebook u otras redes de chateo se pierde una parte importante
del proceso de conocer a la otra persona: el lenguaje no verbal, los gestos y miradas; además,
mucha (o toda) la información de los perfiles puede ser falsa, pues en el mundo digital muchas
veces no se trata de reflejar quién eres, sino quién quisieras ser.
La joven Amanda Marie LLanes corrobora esto, al haber mantenido un romance por redes sociales.
«Este tipo de amores puede parecer muy mágico, pero cuando lo llevas a la práctica muy pocas
veces funciona. En el momento en que conoces de verdad a quien ha estado chateando contigo, te
das cuenta de que era muy diferente en tu imaginación».
En ocasiones internet sirve de rompehielo. Lo demuestra la historia de Pedro González, de 20 años
de edad, quien estuvo saliendo con una muchacha a la cual conoció por Facebook. Estudiaron en el
mismo preuniversitario durante dos años y nunca conversaron. Luego de haber terminado ese nivel
de enseñanza se hicieron amigos en la red social, chatearon, se conocieron y tuvieron varias citas.
Al final no resultaron compatibles y dejaron de verse.
Entonces la red es útil para relacionarse con personas a distancia y acabar con la vergüenza de
decirle la primera palabra a quien te gusta, pero llegar a conocer en profundidad a alguien y, por
tanto, saber si es la pareja indicada, resulta prácticamente imposible.
En tal sentido, Domínguez García piensa que «enamorarse es un proceso que comienza con el
deslumbramiento generado por la otra persona. Sin embargo, establecer una relación amorosa que
madure y conduzca al establecimiento de una pareja y a un proyecto de familia propia requiere del
intercambio real, no virtual, entre los jóvenes, para conocerse y comprobar en la práctica —que
continúa siendo el criterio de la verdad— el funcionamiento de esa unión y sus posibilidades de
perdurar».
Los sentimientos por desconocidos virtuales no son más que un intento subconsciente de conectar
con alguien a la perfección. El amor no está hecho con ceros y unos, y tampoco es perfecto; es,
simplemente, real.

De canciones y poemas
La costumbre de escribir poemas y dedicar canciones, gracias a unos pocos románticos, no ha
quedado en el olvido en estos tiempos modernos. No todos los jóvenes han obviado las técnicas de
la vieja escuela, aunque, por supuesto, han sufrido sus variaciones en muchos sentidos.
«Cuando era un mozo enviaba papelitos para que la muchacha marcara sí o no, y le añadía un
poema o una frase como: Eres el lucero que ilumina mis ojos, o Eres la estrella que alumbra mi
corazón. Eso me daba el golpe de suerte», comenta Carlos Rodríguez Suárez, de 58 años de edad.
Pero quizá en la actualidad el hecho de recurrir a las estrofas de baladas y versos ha perdido el
matiz sentimental, sensible y tierno que poseía años atrás. Son pocos quienes se aventuran en una
búsqueda minuciosa entre la obra de grandes poetas románticos como Pablo Neruda, Gustavo
Adolfo Bécquer y José Ángel Buesa, o que por obra de su inspiración dedican horas a escribir unos
versos para regalar a la chica o chico que aman en secreto.
Para José Luis Mena, de 16 años, la costumbre de dedicar poemas es «chea» y retrógrada: «No me
imagino escribiéndoles una poesía a las muchachas y sinceramente no creo que a ellas les gustaría
leerla tampoco».
Sin embargo, ofrecer canciones parece no haber pasado de moda en el último decenio, aunque
probablemente la elección no siempre resulte la más adecuada. En muchos versos musicalizados,
antes llenos de sentimentalismo, ahora se aprecian frases que pueden llegar a ser vulgares y hasta
denigrantes para las mujeres. Un ejemplo en este sentido podría ser: «Como tú no hay otra igual,
fumando, bebiendo, bailando. Tú eres la mía…».
Son muchos los jóvenes que recurren a estas opciones para conquistar, tal vez porque es la música
que se escucha y gusta entre esta generación, o porque realmente a algunos les parecen románticas
sus letras.
«Una vez me dedicaron una canción de reguetón para conquistarme; realmente no era nada
romántica, pero terminó encantándome el muchacho al cabo de unos días. No todo el mundo
escucha la misma música, lo importante es el detalle y la idea de hacerlo», explicó Camila Díaz
Gómez, de 19 años.
En cambio, Daniela Díaz Fundora, estudiante de secundaria básica, narra que en una ocasión
intentaron enamorarla dedicándole la conocida canción El tubazo, lo que hizo que se sintiera muy
ofendida debido al contenido de tan ridículo tema.

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