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Leyendas sobre el Lago de Atitlán

Uno de los lugares más majestuosos de Guatemala es el Lago de Atitlán. Esta maravilla natural,
considerada como uno de los lagos más bellos del mundo, está rodeado de volcanes,
denominados Atitlán, Tolimán y San Pedro y una pequeña montaña o cerro denominado Cerro
de Oro. Una de las características más importantes del lago de Atitlán son los fuertes vientos
que se crean y que generan que el lago se vuelva peligroso por momentos, conocidos como el
Xocomil. La belleza del lago es tal que para describirla se tuvieron que crear varias
leyendas. A continuación se describen las leyendas que giran en torno a este hermoso lago y a
los fuertes vientos que se crean.

1. Origen del Lago de Atitlán


Cuenta la leyenda que hace muchos años, los Cakchiqueles, quienes habitaban lo que ahora se
conoce como el lago de Atitlán, dieron muerte a zaetaos, que se entiende como flechas a
Tolgum.

Luego de darle muerte a este personaje, se dirigieron a lanzar desde un cerro los pedazos de
Tolgum a una laguna. Al terminar de lanzar los pedazos, los Cakchiqueles decidieron bajar a la
laguna pero al acercarse sintieron un gran miedo ya que el agua se empezó a agitar.

Esta tribu decidió hacer sus casas en este lugar, y un día de ellos uno de los guerreros llamado
Gagavitz decidió arrojarse al agua convirtiéndose en la serpiente emplumada. Una vez el
guerrero tocó el agua, se formó un remolino que agitó el lago.

Se parte el lago
Finalmente los miembros de las tribus que observaban lo sucedido decidieron realizar la
partición del lago, otorgándole a unas tribus la mitad del lago y a las otras los frutos y animales
y a las otras tribus la otra mitad del lago y las cañas. Es así como se creó el lago y las divisiones
del mismo.

Otra de las leyendas nace desde antes que el existiera el lago de Atitlán, por ese terreno pasaban
3 ríos que se unía en el centro de los volcanes.

Cada mañana una bella mujer con cabellera larga y negra se iba a bañar a la unión de los ríos.
Esta hermosa mujer era llamada Citlatzin y era hija de uno de los caciques o jefes de la región.
Cada mañana, al bañarse, esta dama cantaba con una voz casi angelical, lo que generó que las
aguas se enamoraran de ella, por su belleza y su hermosa voz.

A pesar de lo imposible
A pesar de lo imposible del amor entre los ríos y la doncella, estos se enamoraron de ella, a
sabiendas que ella estaba comprometida con un hijo de un cacique.

Resulta que un día, luego de uno de sus baños, la dama caminó para recoger flores que le
entregaría a su mamá. En busca de estas flores, la dama se topó con un humilde carpintero, pero
entre ambos hubo una conexión inmediata. La belleza de ella lo deslumbró a él y ella se
enamoró perdidamente de los ojos de él. Esta unión no era aceptada ya que los caciques no
podían mezclarse con el pueblo.

Al joven, llamado Tzilmiztli, y la dama, no les importó esta prohibición y se enamoraron


perdidamente el uno del otro. Quedaron de juntarse en el mismo lugar a la misma hora. Con el
paso del tiempo y luego de largas horas de hablar y compartir muchas horas, Tzilmiztli y
Citlatzin se dieron un beso, el cual inició un apasionado romance entre ellos.
El romance entre la pareja no pasó desapercibido para los rios que notaron el cambios en su
amada. Entre los cambios más importantes que notaron fueron que la dama ya no cantaba ni
jugaba cuando se bañaba, sino que lo hacía de forma apresurada y se iba corriendo.

Todo cambió
Con el pasar del tiempo, no solo la actitud de la dama cambio sino también su cuerpo. Al no
saber con certeza lo que pasaba con su amada, los ríos le pidieron al viento que les averiguaba
que pasaba con Citlatzin.

El viento les contó la situación, indicándoles de los encuentros entre la pareja, lo que generó
que los ríos se volvieran celos y enfadados. Los ríos, presas de esos enojos, decidieron terminar
con la relación, por lo que con ayuda del viento, trajeron a la Tzilmiztli y Citlatzin a la orilla de
los ríos. Una vez en la orilla, el viento empujó a Tzilmiztli a los ríos y juntos hicieorn que el
joven empezara a ahogarse.

Al ver la situación, la hermosa dama se percató que no podría vivir sin su amor, por lo que
entró a los ríos y tomando de la mano a Tzilmiztli y se hundieron juntos hasta el fondo del río.
Los ríos, enfadados al ver que la hermosa Citlatzin se hundiera con Tzilmiztli, se enfadaron y
crearon un choque de aguas, lo que creó el Lago de Atitlán.

Lago de Atitlán – foto por David Rojas Fotografia

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