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Radio Desate
Radio Desate
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Hacerse oír
Silvia Maltz comenzó Desate “solita con mi alma”, allá por 2008.
Maltz empezó laburando con el Taller Anual de Orientación en Comunicación
Comunitaria – dirigido por Oscar Magarola -, de la carrera de Ciencias de la
Comunicación. “Esa cátedra realiza intervenciones, y yo pedí una intervención para
radio”. Alumnos de la materia se acercaron a colaborar y así empezó Desate. Primero
una web, luego un contacto con el AFSCA. Al AFSCA le interesó, por lo cual se
involucró el ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica); “así es como se
armó el camino”.
Como podía, Maltz incluso aprendió a editar ella misma los materiales; las tareas se
iban sumando y sola se le iba complicando, “me faltaba un compañero de planta”.
Ahí, con la llegada del ISER se agregan al equipo Marcos Autcheloine – en la
operación – y Sol Ávila García – en la producción -, lo que a su vez permitió generar
un material de mayor calidad que fue posible entregar a radios para su difusión.
Ávila García, además, da talleres de producción para el grupo, “lo que permite
formar después equipos de trabajo”.
Todas se sientan alrededor de una mesa larga. Dentro de un armario está la laptop
que se usa para grabar los audios. En una de las puertas del mueble figura pegado el
organigrama de trabajo del programa del día. Se va grabando coralmente cada uno
de los micros que luego habrán de subirse a YouTube y a Soundcloud, y que habrán
de transmitirse por radios como Radio Nacional, Cooperativa, Madres o Vorterix –
ente otras -.
La rotación de miembros es bastante dinámica, sólo Julia (2008) y Susana (2009)
superan los cinco años de antigüedad. Entre los miembros de Desate hay mujeres
que están internadas y otras que ya están externadas. Roberta, que ha pasado por
más de una internación, cuenta que mientras está en el hospital el programa le
brinda la posibilidad de ventilarse, crear e imaginar que la internación impide, pero
que una vez afuera le cuesta volver. No es que ya no la pase bien, dice, sino que volver
a atravesar las puertas del hospital la pone mal.
Cada programa varía en su temática. A veces es violencia de género, otras hay
narrativa o poesía. Los micros de la fecha giran en torno a la dificultad que tienen
estas mujeres para acceder a una vivienda, dada la marca indeleble que significa ser
un paciente psiquiátrico que ha pasado por el Moyano.
La Ley de Salud mental aprobada en el año 2010 apunta a un proceso de
desmanicomialización y reinserción social de los pacientes. Es decir, se busca eludir
la traumática internación prolongada (con los hospitales transformándose en
depósitos de gente) y desestigmatizar al paciente psiquiátrico. Para eso es necesario
ayudar a reforzar o a sostener los lazos familiares y la instrumentación de ciertos
mecanismos institucionales, entre ellos las casas de medio camino. Susana, por
ejemplo, cuenta que en su momento pudo evitar la internación gracias a ese
instrumento y cómo ahora no podría contar con él. En un pronunciamiento reciente
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de los profesionales de la salud mental y en un informe desarrollado por La Fábrica
Porteña en mayo de este año se denuncia el incumplimiento de la ley y el deterioro
de instancias como las casas de medio camino. “Estas chicas tienen mucha
experiencia viviendo acá, y se les hace imperioso que la ley se respete”. En esa línea,
Maltz explica que “si no tenés los apoyos, si no tenés los dispositivos, la
infraestructura que permita sostenerla, la ley es un imposible”
En algún momento iban a hacer la radio a los pabellones y preguntaban por cuántas
de las chicas internadas conocían acerca de la Ley Nacional de Salud Mental:
“Ninguna”. Llevar Desate a los pabellones era, entonces, “una forma de contarles,
cosa que, a veces, a los equipos no les gustaba nada”.
El mate circula, los chistes también. Algunas son más histriónicas, otras más tímidas.
A Melina le gusta escribir poemas “de amor, que hablan de la sociedad”. Paula
trabaja en la parte de locución y, a veces, también en producción. Graciela cuenta
que escriben textos “para reírse un poco de la desgracia” – “el humor calma la
angustia”, agrega Maltz -.
Maltz considera que el formato de trabajo de la radio genera “poder dejar de costado
lo profundo de sus problemas, para tener una mirada más amplia. Que, además de
todo lo que les pasa en la vida, también hay radio, hay cosas por hacer, situaciones
para elaborar, para pensar, para crear”. El espacio de la radio fomenta la
camaradería, el encuentro, dice Maltz, que dista mucho de quedar encerrada en un
pabellón. Desate ha gestionado que a través del Ministerio de Trabajo sus miembros
reciban una suma ($1200 pesos) en concepto de beca por la formación que
adquieren en radio, lo que “les brinda mayor autonomía” para “que el proceso de
desmanicomialización sea posible”.
Para cada emisión, los temas que van surgiendo se trabajan en grupo. Se da un
debate y a partir de eso se va escribiendo con la coordinación de Maltz, “la
producción es una tarea de todas”. “No es un espacio para hacer terapia – ellas tienen
sus equipos terapéuticos -”, aclara Maltz, “pero tiene un efecto terapéutico. Por otro
lado, tiene esa puerta hacia la comunidad”. En definitiva, no es “escuchar la locura,
sino a mujeres que piensan, que laburan, que pueden tomar decisiones respecto de
su vida y también hacer una fuerte crítica al sistema actual de salud mental”
La propia voz
Un colectivo cultural puede darse por afinidad ideológica, étnica, religiosa, de
gustos. En este caso, arriesga el cronista, se da por la necesidad de contraponerse a
la figura del pabellón, donde la identidad se pierde o se disuelve. Esa sumatoria de
individualidades que se buscan a sí mismas dan como resultado, también, una voz
nueva que las reúne y las conecta con la comunidad.
Y, si se muere un poco,
Maltz cuenta que, a través de Desate, descubrió que para alguna la radio también era
una forma de reencontrarse con lo que habían perdido. “Si supieras la cantidad de
mujeres que, por circunstancias de la vida, han tenido que abandonar sus carreras,
sus disciplinas… Médicas, psicólogas, abogadas, arquitectas… Que han venido a la
radio, no a reencontrarse con sus disciplinas – porque es muy difícil, la radio no es
eso -, pero sí a retomar algo de la intelectualidad, del pensar, del sostener
diferencias, volver a tomar esos recursos que te han dado, la carrera, el estudio, el
trabajo”
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Roberta está en Desate desde 2012, con más de una internación y más de un alta en
el bolsillo. Actualmente, está atravesando “la más difícil de las internaciones”, de
más de un año y medio. Siempre le gustó la idea de hacer radio “siempre me dijeron
‘¡Tenés una voz!’”. Si bien dice que una vez con el alta le cuesta retornar al hospital
para la radio, explica que producir material es más fácil, que el pensamiento fluye
de otra manera. A veces, le describen lo que escribe como surrealista, rótulo que no
le gusta para nada porque “el surrealismo es estar acá adentro más de un año”. “La
internación abomba, achata”, analiza Maltz.
Para Roberta, “cada una es una persona diferente, y eso se tiene que aprender para
después en el afuera decir en un trabajo, en un equipo – lo que quieras -, tengo una
identidad que no se compara con otra”. Por eso, lo que plantea Roberta es que sería
deseable “que todas pudiéramos estar externadas”.
“En las internaciones, o estando en los pabellones, la palabra es del otro, tenés que
cumplir lo que el otro te dice, que es el que comanda”, dice Maltz. Desate, en ese
sentido, se trata de “tomar la palabra” y de entender la radio “como un hecho social,
que te facilita hacerte cargo de lo que decís, responsabilizarte de lo que decís; es un
instrumento de libertad, si se quiere, en el marco de lo que implica la vida
manicomial”.
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