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OBRA JOÁNICA

La Ley – El Templo – El Mesianismo


1) Datos generales de la Obra:

1. Autoría. Tradición: Juan, hijo de Zebedeo, identificado con el Discípulo Amado –


figura anónima– (autor mencionado en Jn 21,24). Quizás es el resultado de una
“escuela joánica” formada por los discípulos del Discípulos Amado, que eran
reconocidos como maestros en las iglesias joánicas. Sin embargo, la unidad
literaria y el punto de vista del narrador permiten reconocer el Evangelio como
obra de una sola persona. Aunque se dude de Juan Apóstol como el autor, la autoría
apostólica permanece firme como un texto legítimo de la fe apostólica.
2. Fecha y lugar de composición. Fruto de una larga elaboración; en ocasiones
pareciera aducir a un tiempo anterior a la destrucción de Jerusalén (antes del año
66), pero en otros lugares a la separación de la Iglesia y la Sinagoga (última década
del s. I). La última redacción (donde se añade el c.21) sería la actualización del Ev
en su primera versión. Como lugar, tradicionalmente se coloca en Asia Menor, en
Éfeso o regiones cercanas. Múltiples testimonios apuntan a Éfeso.
3. Audiencia. El lector del Evangelio debe ser un cristiano que necesita que su fe sea
sustentada; cristianos tentados a caer en los mismos equívocos en que caen los
distintos personajes de la narración.
4. Estructura. 1) Prólogo teológico Jn 1,1-18; 2) Primera parte: “Libro de los signos”
Jn 1,19–12,50; 3) Segunda parte: “Libro de la gloria” Jn 13–20; 4) Apéndice Jn
21.

2) La Ley

El término “Ley” (ὁ νόμος) se refiere casi siempre al código legal, dos veces a los salmos
(10,34; 15,25) y una vez a los profetas (12,34). Relacionado con el término λόγος (palabra)
en cuanto que la Ley es la palabra dada por Dios como antigua Alianza. Puede designar, por
tanto, cualquier parte de la Escritura. En san Juan presenta dos aspectos:

a) En cuanto código legal, pertenece a la etapa preparatoria que termina con la llegada
del Mesías, por eso Jesús no la considera suya (Moisés les dejó la ley, en su Ley). El cambio
de Alianza y, por tanto, de Ley se anuncia simbólicamente en la escena de Caná; las tinajas
para la purificación están vacías (la antigua Ley no puede purificar), Jesús las transforma en
vino, caracterizando así su obra como el paso del antigua a la nueva Alianza (al igual que el
agua del episodio de la samaritana, en el cual el manantial de Jesús sustituye al pozo de Jacob,
figura de la Ley).

b) En cuanto incluye todo el AT se llama “la Escritura” por ser anuncio, preparación
o figura de los días del Mesías; cuando se llama “Ley” adquiere un sentido despectivo: con
una validez transitoria, convertidos por los dirigentes en instrumento de poder, opresión y
odio (mensaje opuesto al de Jesús y el Padre: “tenemos una ley, y según esa ley tiene que
morir” Jn 19,7). Desconocer la “Ley” reduce al pueblo a la condición de maldito, dependiente
de los maestros para alanzar la benevolencia de Dios. La ideología basada en al Ley es la
tiniebla/mentira que impide reconocer la luz de la vida.

Símbolos de la Ley en san Juan. 1) Las tinajas de piedra vacías en la boda de Caná
(muestran la incapacidad de la Ley para reestablecer la relación del hombre con Dios). 2) El
pozo de Jacob (agua que no calma la sed). 3) Los 5 pórticos de la piscina (la Ley se enseña
en escuelas establecidas en los pórticos del Templo: 5 libros de Moisés). Su opresión tiene a
un pueblo inválido y a punto de morir (38 años enfermo: alusión a la generación que murió
en el desierto Dt 2,14s). 4) La vasija llena de vinagre al pie de la cruz (en relación con las
tinajas de Caná, el vinagre representa el odio opuesto al vino del amor).

Sustitución de la Ley. Tal y como estaba anunciado en Jr 31,31-34 (nueva Alianza y


Ley interior), el Mesías realiza la sustitución de la Alianza y con ella la de la Ley. La
promulgada por Moisés queda sustituida por amor leal, la Ley externa por la interna (la
recepción del Espíritu). El código de la alianza es Jesús mismo crucificado. Muchas
metáforas y símbolos aluden a la sustitución de la Ley: la luz del mundo, que es la luz de la
vida, se opone a las falsas luces, en particular a la Ley; especialmente los elementos de la
fórmula: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). La Ley para Israel es “camino de
Dios”, “verdad de Dios” y “fuente de vida”; esta se encuentra ahora en Jesús. La observancia
de la Ley no es base para el Reino de Dios que será realizado por el Mesías infundiendo su
Espíritu. Se puede descubrir un interesante juego de palabras entre νόμος (Ley) y νομή (pasto:
Yo soy la puerta… podrá entrar y salir y encontrar pastos Jn 10,9); el alimento que ofrece
Jesús (su cuerpo y su sangre), expresión de su amor, sustituye a la Ley.

3) El Templo

El término τό ἱερόν (Templo) designa el entero recinto en que estaba incluido el Santuario
(presencia de Dios). El recinto comprendía tres atrios o patios rodeados por pórticos. El
Templo de Jerusalén era el edificio consagrado al culto judío, lugar de peregrinación para las
tres fiestas principales (Pascua, Pentecostés y Chozas): “la casa en donde mora Dios y donde
reside su Gloria”. Además, era el lugar donde se reunía el Gran Consejo o gobierno de Israel
(Sanedrín), centro y símbolo de la institución judías.

El tema del templo en el evangelio: Desde el prólogo, con el uso del verbo σκηνόω
(acampar/poner la tienda), alude a la tienda del Encuentro del Éxodo (1,14), anunciando
desde el principio la sustitución del Templo por la persona de Jesús. En el episodio de la
purificación del Templo (2,13s) donde denuncia la corrupción de los dirigentes, se hace
explícita la sustitución del antiguo santuario por Jesús-hombre (al condenarle a muerte,
condenarán su propio Templo a la ruina). En el episodio de la Samaritana se anuncia la
desaparición del culto propio de los templos (tanto el de Samaria como el de Jerusalén),
sustituidos por el nuevo culto con Espíritu y lealtad. En el episodio de los 5 pórticos de la
piscina se comprende el Templo como lugar de enseñanza e imposición de la Ley que causa
postración en el Pueblo (5,3); Jesús advierte al hombre curado del peligro que corre
quedándose en él, es decir, manteniendo su adhesión a la institución judía.

En contraste, se menciona al Templo como ὁ τόπος (el lugar: 4,20) donde se da culto,
pero en 6,10, se menciona ὁ τόπος (el lugar) donde está Jesús con los suyos, es él en quien
habita la Gloria, donde brilla la presencia de Dios, ahí está la promesa de fecundidad y de
vida: ἦν δὲ χόρτος πολὺς ἐν τῷ τόπῳ (“había mucha hierva en el lugar”: Jn 6,10). En medio
de la fiesta de las Chozas, Jesús enseña por primera vez en el Templo, ahí declara ser el nuevo
Templo del que brotarán los torrentes de agua viva anunciados por Exequiel (Jn 7,38; Ez
47,1-12… su costado abierto donde mana agua es signo también de esta profecía Jn 19,34;
el Templo es su cuerpo Jn 2,21). En 17,22 Jesús afirma que ha comunicado a los suyos la
Gloria que el Padre le había dado: constituye a su comunidad en el nuevo santuario, donde
él es el centro del que irradia la Gloria: θέλω ἵνα ὅπου εἰμὶ ἐγὼ κἀκεῖνοι ὦσιν μετ᾽ ἐμοῦ, ἵνα
θεωρῶσιν τὴν δόξαν τὴν ἐμήν (para que donde yo estoy ahí estén conmigo, para que
contemplen mi Gloria: Jn 17,24). Por última vez, en la escena de la visita al sepulcro, se alude
al Templo. El sudario (σουδάριον), símbolo de muerte, está lejos de los ὀθόνιοι
(lienzos/sábanas nupciales) preparadas para Jesús; aquel envuelve ἕνα τόπον (un
determinado lugar): al matar a Jesús, los dirigentes han traído la muerte sobre su propio
templo. Los discípulos comprendieron después de la resurrección que Jesús es el nuevo
santuario de Dios (2,21), al recibir de él Espíritu/Gloria (20,22).

En correspondencia con la sustitución del Templo está la del culto. A los antiguos
rituales sucede el culto con Espíritu y lealtad. El culto que el Padre desea es el hombre,
vivificado por su Espíritu. La postración/adoración del ciego curado ante Jesús después de
su adhesión a él: πιστεύω, κύριε· καὶ προσεκύνησεν αὐτῷ (Creo, Señor. Y se postró ante él:
9,28), significa precisamente la consecuencia de esa adhesión, su compromiso de practicar
el nuevo culto con Espíritu y lealtad: se postra ante él, porque Jesús manifiesta que su
actividad/obra es la del Padre y que el Padre está en Jesús, el nuevo Templo donde brilla la
Gloria de Dios. Por último, los griegos que iban a dar culto en Jerusalén con ocasión de la
Pascua se desvían de su camino para encontrar a Jesús (12,20s): la atracción que Jesús ejerce
aleja del culto antiguo.

4) El Mesianismo

El término hebreo “Mesías/ungido” (ὁ Μεσσίας) corresponde con el título griego de “Cristo”


(Χριστός). Tal título se aplicaba a los reyes de Israel, por lo tanto, refiere a la expectación
mesiánica del tiempo. Tal título (Μεσσίας/Χριστός) es atribuido a Jesús desde el prólogo
(1,17) y Andrés desde su primera entrevista con Jesús (1,41). Aunque Jesús no pronunciará
ese título más que en su oración al final de la Cena (17,3), se identifica como tal ante la
Samaritana (4,25s). La gente en el Templo pregunta si es él el Mesías (7,26.27.31.41) y los
dirigentes le piden que se defina como tal (10,24). Reconocer a Jesús como el Mesías es parte
de la formulación de la fe en Jesús. Al Μεσσίας se le designa como: 1) el Hijo de Dios (en
cuanto es su representante); 2) el Esposo (en cuanto funda la nueva Alianza); 3) el
Consagrado por Dios (en cuanto ha sido elegido y ha recibido su unción); 4) el Pastor (en
cuanto dirige al Pueblo). Jesús, que evita emplear el título de Μεσσίας, se designa como tal
con la frase elíptica Yo soy (el que soy): ἐγώ εἰμι (4,26; 6,20; 8,24.28.58; 13,19; 18,5.6.8).

El mesianismo de Jesús se afirma desde el prólogo (Ἰησοῦ Χριστοῦ: Jn 1,17), por


contraposición a Moisés el legislador (el Mesías no se apoya en la Ley ni es un legislador; su
obra está en la línea de la creación y consistirá en hacer que exista en el hombre el amor leal).
La consagración mesiánica de Jesús es atestiguada por Juan mismo, quien presencia la bajada
y permanencia del Espíritu sobre él (1,32s. Alusión a David, figura del Mesías: 1Sm 16,13).
La característica del Mesías Jesús es ser portador del Espíritu, él es su unción y su misión
mesiánica consiste en comunicarlo. El Mesías también es maestro (así aparece en el
encuentro con los discípulos de Juan y en el modo como Natanael reconoce a Jesús;
Nicodemo lo considera mandado por Dios como maestro después del gesto mesiánico de
Jesús en el Templo). La manifestación mesiánica de Jesús es su primer acto público y tiene
lugar en el Templo (expulsión de los vendedores); sin embargo, los episodios que siguen
muestran la mala interpretación que se da a su gesto: en Jerusalén, muchos le dan su adhesión
como a un Mesías que pretende reformar y renovar las instituciones usando la fuerza (Jesús
no se fía de ellos porque sabe lo que hay en el interior del hombre Jn 2,23-25). Jesús rechaza
tal adhesión. Nicodemo interpreta a Jesús como a un Mesías que ha de instaurar el Reino de
Dios imponiendo la observancia de la Ley (3,2), pero el Reino será realidad por la
comunicación del Espíritu (3,5-6). Tales doctrinas de los dirigentes sobre la manifestación
espectacular del Mesías no cumplidas en Jesús (7,26-27) son obstáculo para poderle
reconocer por sus obras (7,31), obras que realiza por su unidad con el Padre.

A los fariseos les alarma que Jesús sea reconocido como Mesías (7,42;12,19) por la
hegemonía que ejercen a través de la Ley, reconociendo como excomulgado y marginado
quien así lo reconozca (9,22). Sus credenciales como Mesías son sus obras (10,25.27), su
obra cumbre será su muerte, por la que dará su Espíritu. El evangelio pretende ser un
testimonio que lleve a reconocerlo como Mesías e Hijo de Dios (20,31). Después del rechazo
de Jesús como Mesías por parte del pueblo (12,34-40), este deja de ser el pueblo elegido
(Israel) para convertirse en un pueblo como los otros, caracterizado por su raza: samaritanos,
romanos, judíos (Pilato les cambia el nombre diciendo: el rey de los judíos). La idea de rey,
incluida en la de Mesías, se interpreta en el episodio de los panes (lo iban a proclamar rey:
6,15) como la de un rey que asegura la subsistencia de los súbditos, Jesús rechaza tal
concepción (concebir al mesías como un dominador y rey terreno para siempre), rechazando
todo poder y violencia. Jesús comunica a los discípulos su unción mesiánica, el Espíritu, para
que continúen con su misión (17,8; 20,21). Esta idea esta insinuada en el episodio del ciego
por el uso del verbo ἐπιχρίω (ungir/untar), pues al untarle sus ojos “su barro” (figura del
hombre según el modelo creador), le hace comprender el designio de Dios, recibe el Espíritu
(lavarse con agua), y el antes ciego puede designarse a sí mismo como ἐγώ εἰμι (Jn 9,9).

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