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El misterio de Dylan ©

Alex Mírez

Published: 2022
Source: https://www.wattpad.com
Prólogo

La noche en que aquello sucedió, Él estaba ahí, en el Knickweg.


Pero nadie lo sabía.
Nadie podía saberlo.
Ninguna de las personas que estaban en la fiesta podía siquiera
imaginarlo. Estaban concentrados en lo suyo. Algunos besándose. Otros
riendo. Otros demasiado ebrios. Tal vez por eso nadie sospechó que en uno
de los apartamentos, el que luego sería conocido como ¨el apartamento
maldito¨, estaba por ocurrir algo escalofriante. Tal vez por esa razón nadie
lo notó hasta que pasó.
Hasta que el cristal de la ventana se rompió en pedazos y el cuerpo que lo
atravesó impactó en pleno patio. Quedó tendido en el suelo. Allí, entre la
gente. Allí, entre la música. Allí, entre lo inesperado. Un charco de sangre
se formó a su alrededor, mientras que las extremidades permanecieron en
ángulos perturbadores. Nada fue más aterrador que esos ojos abiertos, fijos
en la nada.
Algunas personas gritaron, otras corrieron, otras se quedaron pasmadas.
Alguien fue lo suficientemente inteligente como para llamar a la policía. El
resto no entendió qué había pasado. Una chica había caído desde uno de los
pisos superiores.
¿Se había suicidado?
Fue lo que pareció.
Pero tal vez, no lo que sucedió.
Él se le aproximó, se agachó junto al cuerpo, y si bien supo que no seguía
viva, tomó su mano.
En segundos lo comprendió.
Lo vio todo. Vio la verdad...
Y entonces Él supo que haría con ella.
O más bien, con ellos..
Capítulo 1

RUBY.
Noche. Complejo residencial Knickweg. Música. Alcohol. Voces. Risas.
Personas. Fiesta.
Ruby, pelirroja y con un aire hermosamente cruel, ya se había zampado
tres vasos de cerveza con una rapidez no recomendada, cuando de repente
su hermana gemela Lisa se detuvo a su lado y apoyó el trasero contra la
mesa de las bebidas. La codeó con complicidad y diversión.
—Ruby —le susurró, señalando con un gesto disimulado hacia la entrada
del complejo—. ¿Quién es ese? ¿Lo conoces?
Ruby giró la cabeza, y el movimiento le produjo una leve desorientación
por el alcohol que ya fluía por su sistema. Tuvo que entornar los ojos, pero
logró fijar su atención en "ese" al que Lisa se refería.
Lo primero que le llamó la atención fue el aspecto. Era un tipo
guapísimo, y no de manera común. "Ese" era de los guapos que ninguna
persona ignoraría: alto, ojos cafe y un desenfadado cabello negro. Todo su
estilo parecía el de chico de serie de televisión norteamericana: chaqueta de
cuero, botas trenzadas y vaqueros.
—La verdad es que nunca lo había visto —respondió Ruby con ojos
analíticos—. Tampoco es que no me acuerdo, porque sí que recordaría a
alguien así, sabes a lo que me refiero, ¿no?
Lisa y ella compartieron una sonrisa maliciosa. Por elección de la
naturaleza eran gemelas idénticas, así que tenían una conexión especial que
no se disimulaba a pesar de llevar el cabello de distinto color o de vestir
estilos diferentes. Ambas siempre habían compartido una preferencia por
los tipos que daban la impresión de ser peligrosos. Lo curioso es que ese no
lo era.
Aún así las intrigó y las dejó un tanto fascinadas y curiosas, algo que
nunca habían experimentado. Ruby admitió incluso que le daban ganas de
acercársele y coquetearle a ver qué resultaba.
—Tiene algo... distinto —opinó Lisa.
"A lo de siempre" completó Ruby mentalmente.
Lisa lo miró de arriba abajo.
—Quiero conocerlo. Debo conocerlo.
En su análisis, Ruby notó que no parecía que él tuviera intenciones de
unirse a la fiesta porque arrastraba una maleta e iba acompañado de Oliver,
el encargado del complejo que, entre otras tareas, se ocupaba de guiar a los
nuevos a sus apartamentos.
—Fíjate en la maleta —le señaló Ruby—. Va a vivir aquí.
Una juguetona emoción iluminó el también hermoso pero menos cruel
rostro de Lisa.
—¿Esto es un milagro? —suspiró ella con cierto dramatismo—. ¿Acaban
de bendecirnos con un chico nuevo y sexy?
Ruby soltó una pequeña risa por la reacción de su hermana, y con un
poquito de mala gana lo aceptó.
—Bien, tú lo viste primero hermanita, así que no voy a interponerme —
prometió.
Y de un profundo trago se terminó la cerveza de su vaso.
—¿A dónde crees que vaya a mudarse? —preguntó Lisa, ya muy
interesada—. ¿Hay algún apartamento vacío en nuestro bloque? ¿Cuántos
años tendrá? Parece de veintitantos, pero no lo sé...
Muchas preguntas y ninguna respuesta superficial. Oliver le iba diciendo
algunas cosas al desconocido y él las atendía con la vista recorriendo los
alrededores de los bloques de edificios. Una sonrisa cálida, amplia y
enigmática curvaba su boca. Demasiado guapo. Demasiado interesante a
simple vista.
Bueno, lo único seguro era que parecía un universitario como lo eran
todas las personas que vivían en ese lugar. ¿Su edad? Intentó calcularlo
fijándose en ciertos detalles del rostro, las manos y la postura que la
obligaron a quedársele mirando fijamente. Una manera muy segura y al
mismo tiempo relajada de caminar, zapatos nuevos, forma de hablar sin
prisa...
Ruby olvidó que la mirada podía llegar a pesar, por lo que de repente él
deslizó la atención y la fijó justo en el sitio en donde ellas se encontraban.
Entonces, a Ruby no le dio tiempo de ver hacia otro lado para disimular ,
porque le sucedió algo muy pero muy raro.
En el instante en que sus ojos chocaron, en su interior se encendió una
chispa de inquietud. Sus pensamientos desaparecieron. Fue como: ¡poof! y
su mente medio ebria se limpió casi tan rápido como la chica que por ahí
cerca estaba evitando al fastidioso estudiante de intercambio que por
segunda vez intentaba besarla. Seguido a eso se sintió como si una alarma
se activara para avisarle que ese tipo traía algo...
¿Peculiar?
¿Inusual?
¿Sospechoso?
Ni siquiera pudo escoger una palabra para definirlo. Oliver y el
desconocido pasaron junto a ellas y Ruby alcanzó a notar la mirada de
soslayo que el desconocido les echó: ojos entornados en los que había un
destello de cierta diversión y la comisura derecha levantada e en una sonrisa
escasa pero misteriosamente desconcertante.
Ella giró la cabeza con obviedad como si quisiera verlo directo al rostro
para aclarar el raro momento, pero Oliver y el desconocido continuaron
hasta que los vio entrar en uno de los tres edificios que conformaban el
Knickweg, el mismo en el que Lisa y ella vivían.
En ese momento, la pregunta de Lisa adquirió otro sentido para ella:
¿quién era ese tipo? Se quedó pensando en ello hasta que su mente recuperó
funcionalidad y de repente recordó que Scott aún no aparecía.
—Hay que buscar a Scott —propuso de pronto, todavía ligeramente
aturdida.
—¿Y si mejor vamos a tocar la puerta del nuevo para presentarnos? —
propuso Lisa de vuelta como una idea más divertida.
Ruby le echó una mirada de molestia. De repente, sus ánimos habían
cambiado. No se sentía tan divertida como unos minutos atrás. Se sentía
extraña.
—No, quedamos en que pasaremos la noche con Scott y ya sabes cómo
se pone cuando no seguimos el plan —cortó.
Lisa hizo un mohín de fastidio.
—Pero a Scott lo vemos siempre —repuso— en cambio este chico...
—Vamos y punto.
Ruby la agarró de la mano y la jaló por los recovecos del jardín central
donde se desarrollaba la fiesta, sin aceptar objeciones. Divisó la silueta de
Scott entre la gente, más rápido de lo esperado. Estaba en una esquina
hablando con Alex, la estudiante de intercambio venezolana amiga de Lisa,
y era muy obvio —y nada sorprendente— que él le estaba coqueteando.
—Mira nada más, está muy ocupado —señaló Lisa, como para salir del
paso, aunque con cierta burlita—. ¿Para qué interrumpirlo?
El idiota le hablaba a escasa distancia a Alex con esa sonrisa torcida y
demoníaca que lo caracterizaba y que delataba sus sucias intenciones de
ligársela. Una punzada de rabia la atacó.
—¿Por qué siempre habla con todo el mundo? —se quejó Ruby.
—Nosotras también hablamos con cualquiera —rio Lisa—. ¿Cuál es el
problema?
—El problema es que... —No quiso explicar a qué se refería realmente y
terminó resoplando.
Obligó de nuevo a Lisa a seguirla y sin pensarlo se detuvo detrás de Scott
con aire divertido y juguetón. Le cubrió ambos ojos con sus manos, como
marcando territorio. Lisa se mantuvo como una entretenida espectadora.
—Hola, Alex —saludó Ruby solo con movimiento de labios, y después
se dirigió a Scott—: ¿Quién soy?
El rostro de Alex se iluminó de alivio al notar la oportunidad de
escabullirse de esa situación gracias a la intervención de las chicas, así que
le respondió a Ruby con una sonrisa, pasó por su lado y antes de alejarse le
susurró:
—Te debo una.
Scott apartó las manos de Ruby de su rostro y se giró hacia ella. Al ver su
cara por completo, ella detectó la inconfundible chispa del alcohol en sus
ojos verdes. Desde que lo había conocido pensaba lo mismo, que era
guapísimo con esos rasgos rudos y esa altura arrogante. Parecía un demonio
encantador, pero lo cierto era que podía llegar a ser muy impredecible, tanto
como para que ella lo catalogara como su idiota favorito.
Scott alternó la mirada entre las gemelas con esa burlona curiosidad que
Ruby percibía capaz de molestar a cualquiera.
—¿Qué pasa con mi gemela celosa? —preguntó.
Se afincó en "mi gemela" con un tono de malicia, sospechó Ruby que
como un gesto de venganza por la intervención que había frustrado sus
planes. Eso la irritó un poco.
—¿Qué te pasa a ti con Alex? —replicó, encarándolo.
—¿Qué? —fingió no saber, divertido—. Solo estábamos hablando. Es lo
que hace la gente, ¿no? Conversar, relacionarse...
Obviamente era mentira. Scott era descarado de forma intencional, y en
parte era lo que a ella más le gustaba de él.
Mientras, Lisa sorbía de su vaso, encantada con la escena, como siempre,
porque ella era la más relajada en la relación. Ruby y Scott siempre tenían
esas discusiones.
—Mira, gracias a Alex tenemos a ya sabes quién enganchado —
puntualizó Ruby, directa y dura—. Es nuestra asesora, así que por favor
calma el instinto animal y no la espantes.
Scott enarcó una ceja, divertido.
—¿Qué pasa? —le preguntó él en un susurro desafiante—. ¿Te da celos?
Ruby sintió ganas de darle un puñetazo, pero solo trató de advertírselo:
—Scott...
Él la interrumpió, provocador y altanero:
—Porque los tres ya sabemos cómo es esto entre nosotros, ¿no? —
Dibujó un círculo en el aire con el dedo índice para incluir a Ruby, a Lisa y
a él—. No tendría sentido armar escenitas.
Ruby se preparó para el gesto y la respuesta, pero quedaron
interrumpidos porque de pronto, de una forma muy inesperada y extraña,
todas las luces se apagaron, la música se silenció y el conjunto entero quedó
a oscuras.
Ante la súbita negrura, la gente de la fiesta emitió gritos, preguntas y
silbidos. Ruby no entendió qué pasaba y por un momento se asustó. Por un
momento pensó cosas malas, pensó incluso que había sucedido algo fatal
como... como aquella noche, pero unos segundos después su mente se
organizó y ella cayó en cuenta de que los gritos y silbidos eran de emoción,
y que en realidad solo se había cortado la electricidad.
Un apagón.
Había sido un simple apagón.
Ruby pensó que era raro porque en Knickweg no sucedían apagones casi
nunca, pero se calmó y trató de buscar a Lisa entre la oscuridad para
asegurarse de que estuviera bien. Era una reacción inmediata y sin mucho
sentido, tal vez algo de gemelas, pero apenas pasaba cualquier cosa
repentina se buscaban la una a la otra.
Lo bueno fue que antes de encontrar a ciegas a su hermana, el complejo
volvió a iluminarse en un santiamén y la música empezó a sonar otra vez
con la misma fuerza. De nuevo la gente gritó, silbó y alzó sus vasos para
celebrar. El ambiente de la fiesta incluso se restauró con mayor intensidad y
diversión por el pequeño suceso.
Ruby rápidamente descubrió que Scott ya no estaba en su círculo ni en un
radio cercano. Le sorprendió la rapidez con que se escabulló para zafarse
del asunto, y eso la hizo sentir un poco decepcionada. Sin embargo,
enseguida descubrió que Lisa seguía a pocos pasos de ella y que lo único
que hacía ahora era mirar fijamente en dirección a la entrada del edificio
con aire un poco ausente.
Todo estaba bien, pero a Ruby le volvió esa sensación extraña en el
cuerpo de unos minutos atrás...
—Raro apagón, ¿no? —dijo de pronto una voz.
Ruby soltó un gritito.
Fue uno de esos grititos de susto porque había escuchado la voz justo
detrás de ella, tan cerca como podía pararse un fantasma a atormentar a
alguien. Dio un salto instintivo hacia Lisa para protegerse y con total horror
miró a la persona que les había hablado.
No era un fantasma, por supuesto. Era solo Keanu, ese chico rarito del
piso de abajo que estudiaba informática y que ahora se había acercado a
ellas con una cerveza en la mano y la otra hundida en el bolsillo del
pantalón. Era tan alto y tan delgado que podía pertenecer a la familia de los
fideos. Su cabello tenía un brillo un poco grasoso y las gafas de pasta se le
aguantaban casi en la punta de la nariz.
¿Qué diablos hacía ahí? Keanu nunca salía de su apartamento más que
para ir a la universidad o sentarse en las hamacas del jardín con la cabeza
metida en su celular. En todas las fiestas universitarias él nunca había
asomado la cara delgada y blanquecina que tenía. Era un asocial.
Ruby miró a Lisa para confirmar si también le había parecido extraño,
pero ella solo tenía una expresión de incomodidad estampada en la cara,
obviamente por algo a lo que la pelirroja no quiso darle importancia en ese
momento. Así que solo se divirtió con ese tonto.
—¡Hola, por fin decidiste unirtenos en algo! —le saludó Ruby,
exagerando su faceta amigable.
También le extendió la mano para acercarse y agregarle el respectivo
beso al saludo. Keanu lo aceptó, apretó su mano y luego ambos juntaron
mejillas.
Entonces, por segunda vez, sucedió algo muy extraño ante el apretón y el
beso:
Ruby sintió un escalofrío.
Con cierta intensidad la piel se le erizó. Fue algo parecido a una corriente
y a un frío. Fue algo que rozó su piel incluso por debajo de la ropa y le
desajustó la mente. Dudó si el efecto era producido por el exceso de
alcohol, pero ni siquiera supo determinar si fue algo bueno o malo lo que
alteró su percepción durante los segundos que duró el contacto.
¿Pero qué sucedía esa noche?
Se apartaron. Ruby se sintió rígida, desconcertada y fuera de lugar. Nada
llegó a su mente al instante, así que no supo qué decir ahora.
No fue necesario.
—¿Viste al chico nuevo que llegó hace rato? —le preguntó Lisa de
pronto a Keanu, aprovechando el momento
—¿Dylan? —contestó Keanu, ceñudo—. Sí, se mudó hoy.
—¿Lo conoces? —le preguntó Lisa entre sorprendida y fascinada,
olvidando su incomodidad ante la presencia de Keanu.
Keanu asintió con una rapidez nerviosa.
—Lo conocí hace unos días cuando vino a firmar los papeles del alquiler.
Lisa dio un paso adelante como si una puerta a todas las respuestas y
posibilidades se hubiese abierto ante ella.
—¿Qué más sabes sobre él? —le preguntó al chico, y como Ruby la miró
raro por sus ansias, Lisa emitió una risa relajada y agregó—: Porque hay
que saber qué tipo de persona entra al conjunto, ¿no? Hay toda clase de
gente...
—Solo sé que está haciendo una tesis y va a quedarse hasta terminarla —
informó Keanu.
Lisa no respiró antes de hacer la siguiente pregunta:
—¿No va a clases?
—Solo cursará seminarios de posgrado para realizar su tesis —aclaró
Keanu junto a un encogimiento de hombros.
Lisa lució calculadora y Ruby adivinó que mañana a primera hora iría a
buscar qué seminarios estaba cursando Dylan para colarse. ¿Y quién le
sacaba algo de la cabeza a su hermana?
—¿Sabes en qué piso vivirá? —preguntó Lisa después de un pensativo
momento.
—Sí, vamos a ser vecinos —afirmó Keanu con cierto entusiasmo, aunque
un segundo después pareció recordar algo nada bueno—. Él...
Keanu se cortó de inmediato con algo de intranquilidad y dejó la frase
incompleta. Eso causó que la curiosidad se reflejara en el rostro de Lisa, por
lo que ella le hizo un movimiento con la mano para invitarlo a seguir
aclarando las cosas.
—¿Él qué?
La expresión de Keanu se tornó inquieta y ligeramente preocupada.
—Bueno, yo creo que fue mala idea —opinó él, dudoso.
Ante esa actitud del chico, Ruby también sintió curiosidad por el tema.
—¿Qué fue mala idea? —preguntó Lisa, todavía a la expectativa.
Keanu dudó un momento y se empujó las gafas de pasta. Lució un poco
nervioso y arrepentido de sus palabras, como si no tuviera que haber dicho
nada.
Pero era tarde, ya lo había mencionado y tanto Ruby como Lisa
esperaban la respuesta con mucha atención.
—Había otros apartamentos vacíos, creo —comentó él—. Debió haber
elegido uno diferente, pero sospecho que Dylan no sabe nada sobre...
Y volvió a dejar la frase incompleta. Entonces Ruby y Lisa hicieron
honor a su genética compartida y perdieron la paciencia al mismo tiempo:
—¡¿De qué hablas?! —soltaron al unísono.
Keanu abrió los ojos de par en par, algo asustado por la coordinación de
las voces y la presión de ambas.
Así que miró hacia los lados para asegurarse de que nadie estuviera
oyendo, y luego finalmente lo dijo:
—Dylan alquiló el apartamento maldito.
Ruby quedó rígida y sin palabras. Extrañamente, las luces volvieron a
parpadear y por un segundo ella creyó ver a ese tal Dylan en lugar de
Keanu.
Pero eso no tenía sentido.
Parpadeó con fuerza pensando que ya había tomado más de la cuenta y se
concentró en lo importante:
¿El tipo nuevo viviría en ese apartamento?
Oh mierda.

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¡Jorge y yo esperamos sus comentarios!
Esta historia tiene de todo un poco, pero sobre todo un misterio muy
interesante.
♥ Amor infinito a ustedes ♥
Capítulo 2

RUBY
Sábado.
9:02 a.m.
Lisa: ya estás despierta???
9: 20 a.m.
Lisa: Ven al patio que el encargado hablará sobre unas tuberías de agua
que están fallando.
9: 35 a.m.
Lisa: Al parecer no habrá ducha en todo el día. Vienes!!??
Ruby miró todos los mensajes que había estado ignorando. Reunirse con
la gente del complejo no era de sus cosas favoritas. Solo se relacionaba con
ellos durante las fiestas de fin de semana, no una mañana como esa en la
que le gustaba pasar la resaca de la noche anterior fumando en la terraza, el
único lugar en el que se permitía el consumo de tabaco. Pero lo de las
duchas le interesaba porque no haberse podido dar un baño al despertar la
tenía de muy mal humor.
Aunque... en realidad había despertado sin mucha tolerancia con la vida,
deseando otro fin de semana para volver a beber hasta que su mente
disolviera algunas de las cosas que quería olvidar.
Porque Ruby, muy linda y todo, pero sí que tenía un montón de cosas
para olvidar.
De mala gana, decidió no tardar más en ir a la reunión, así que arrojó su
cigarrillo al suelo, lo pisó para apagarlo y comenzó a descender por las
escaleras con el cuerpo pesado por el insomnio y la cabeza revuelta por los
restos de alcohol.
Iba por el pasillo del cuarto piso preguntándose en dónde andaría el
imbécil de Scott o con quién, cuando vio una pila de cajas de mudanza
fuera de la puerta de uno de los apartamentos, que en realidad no era
cualquiera que pudiera pasar por alto.
Era ese apartamento.
Se detuvo en seco. Alrededor, el tranquilo silencio de un corredor vacío.
Ruby las miró. Eran tan solo cajas, simples y aburridas cajas, pero estaban
justo frente a la puerta —además abierta de par en par— del apartamento en
el que ahora viviría este tipo tan misterioso llamado Dylan.
Un repentino escalofrío recorrió su cuerpo. Se preguntó cómo alguien
había podido mudarse allí, dormir allí, estar solo allí, si en ese apartamento
una vez...
Cortó aquello con rapidez y frialdad, y sacudió cualquier palabra o
recuerdo innecesario. Quiso que sus piernas reaccionaran para irse y dejar
atrás el sitio con indiferencia, pero inesperadamente, falló. Quedó parada en
pleno y silencioso pasillo con un pensamiento rebelde en su mente:
Pero... ¿por qué no echas un vistazo dentro?
Una parte de ella dijo: "¡pésima idea, amiga!" Otra, más intensa, por
alguna razón, sí quiso hacerlo. Lo quiso como cuando alguien le decía a un
niño que no debía abrir una caja secreta, y entonces la advertencia solo
aumentaba más la curiosidad y las ganas.
"Ruby, no", intentó persuadirle la parte más razonable.
Pero la otra parte envió un impulso y ella movió un pie unos centímetros
para dar un par de pasos hacia allá, más cerca de las cajas de mudanza que
estaban todas selladas alrededor de la entrada.
"Solamente para mirar lo primero que aparezca —pensó— un sofá, una
mesita, parte de la cocina o tal vez al propio Dylan..."
Apenas pronunció el nombre mentalmente, retrocedió en una reacción
rápida. Su pie volvió a su posición inicial al borde de la escalera y su
sensatez le lanzó una orden clara e irrefutable: NO. ¿QUÉ ESTÁS
HACIENDO? ALÉJATE YA.
Lo hizo, pero de forma inevitable sintió que la piel se le erizaba y que la
envolvía una sensación familiar. Una sensación extraña e incómoda que le
recordó a eso que la noche anterior había experimentado al saludar con un
beso en la mejilla a ese rarito de Keanu.
No, en definitiva no podía mirar hacia ese apartamento. Debía evitarlo
cuanto pudiera.
Se hizo caso y con rapidez siguió bajando las escaleras, esa vez sin
detenerse en ningún pasillo a observar ninguna jodida puerta.
En lo que atravesó la entrada trasera del complejo residencial Knickweg,
el sol estaba alto e intenso. Un viento perezoso traía el olor de los árboles
que rodeaban los edificios. Echó ojo a las zonas cercanas y de inmediato
logró ver a un grupo de personas en el área para hacer picnic y asadores.
Por lo visto, la reunión había finalizado, aunque por los rostros de los
participantes poco parecía estar resuelto, así que el grupo permanecía
inmóvil esperando a que Oliver, el encargado, volviera con una solución.
Mientras se acercaba, Ruby intentó reconocer rostros entre las personas:
Pilló primero a Keanu. Al igual que el día anterior, aún llevaba ese
aspecto de perdedor número uno como si fuera fóbico al contacto con
cualquier persona. El chico sostenía su móvil y lo miraba fijamente sin
prestar atención a nada más. Al mismo tiempo, sus dedos se movían a toda
velocidad por la pantalla.
Junto a él vio a Lisa. El cabello casi blanco amarrado en una coleta alta le
resaltaba muchísimo gracias a la luz del sol. Estaba quieta, seria y con los
brazos cruzados a la espera de algo. Parecía un tanto aburrida.
Ruby fue directo hacia ella. Apenas la vio, Lisa enarcó una ceja con
divertido reproche. Algunos de esos gestos las diferenciaban a veces.
—¿Te tardas una hora en bajar? —le reclamó a Ruby, aunque sin mucha
severidad—. ¿Te dormiste en la escalera o qué? Estaba preocupada.
—¿De qué? —resopló Ruby, sarcástica—. ¿De que me ahogara con mi
propia saliva y te quedaras sin gemela?
A Lisa no le divirtió la bromita, pero estaba acostumbrada a ellas.
—Es en serio —replicó Lisa—. ¿Qué hacías?
Pues había estado fumando tranquilamente y luego había visto las cajas,
la puerta, el apartamento... Y a Ruby se le había quedado en la mente la rara
sensación del pasillo que le recordaba cosas que no quería ni debía —por
consejos de Scott— recordar.
—Mientras bajaba me di cuenta de que la puerta del apartamento de
Dylan está abierta y él no parece estar allí —comentó, y entonces miró
directo a Keanu para arrojarle las palabras—: ¿Acaso no le has dicho a tu
amigo que no puede dejar las puertas abiertas de esa forma? ¿O quiere que
alguien entre a robarle todo?
A pesar de que le habló, el raro de Keanu no alzó la vista de su celular.
Por el contrario, sus pálidos dedos siguieron moviéndose sobre la pantalla
con la agilidad de alguien que podía ponerse una venda en los ojos y aun así
lograr escribir correctamente.
Al no recibir respuesta, Ruby insistió:
—¿Keanu? ¿Hola? ¿Existes?
El chico reaccionó al oír su nombre y elevó la mirada. Detrás de las
enormes gafas de pasta negra, los ojos saltones pestañearon con
incredulidad y algo de asombro, como si le sorprendiera que Ruby le
estuviese hablando y al mismo tiempo no comprendiera por qué.
—¿Eh? —fue lo que salió de su boca.
Ruby supuso que el vaso de cerveza de la noche anterior era lo que le
había dado el valor para socializar. Ahora, sobrio, volvía a ser el tímido y
friki de siempre.
—Ya veo que todo te fluye mejor con alcohol en el cuerpo, ¿no? —le
comentó Ruby.
—¿Alcohol? —Lució todavía más confundido, como si tuviese un
tablero con matemática alienígena en frente.
Ruby soltó una pequeña y disimulada risa de burla, y compartió una
mirada cómplice con Lisa. Lisa se la devolvió apretando los labios para no
reírse tan descaradamente en la cara del chico.
—Como anoche —le recordó Ruby, entretenida con la confusión de
Keanu—. ¿O acaso estabas tan ebrio?
—¿Anoche qué? —soltó Keanu con una gran expresión de extrañeza
estampada en el rostro—. No sé de qué estás hablando.
Y sin dar tiempo de respuesta, miró a Ruby y a Lisa con rareza y se
apartó del lado de ellas para tomar otra posición entre el grupo.
Eso hizo que la diversión del momento se esfumara por completo. La
boca de Ruby se transformó de inmediato en una mueca de confusión
mientras Keanu se cambiaba de lugar.
¿Que no sabía de lo que ella le estaba hablando? ¿Era estúpido o qué? Si
la noche anterior él mismo se les había acercado, muy hablador y dispuesto
a socializar. Ahora se hacía el que no entendía nada, de una forma muy
convincente cabía destacar, y como plus tenía las pelotas de mirarlas como
si ellas estuviesen locas al dirigirle la palabra.
Y era obvio que el loco era él, ¿no? Miró a Lisa buscando esa
confirmación, y para su alivio se encontró con que su hermana también se
había quedado extrañada por las palabras y la actitud de Keanu.
—Ese chico es demasiado raro —sostuvo Lisa, mirándolo al otro lado del
círculo como a un bicho desagradable.
Sí, era en extremo raro, pero Ruby no pudo evitar admitir que durante un
segundo le había parecido que en verdad Keanu no sabía a qué se referían
ellas con "la noche anterior."
¿Y cómo podía no saberlo? No tenía mucho sentido...
—Sí, está medio loco —resopló Ruby con cara de extrañeza—. ¿Cómo
no va a acordarse de anoche? He estado más ebria de lo que él se veía y al
día siguiente lo recuerdo casi todo.
Lisa se rió por lo bajo tras ese comentario.
Por otro lado, Oliver llegó con novedades y su voz se elevó un poco más,
alejando lo de Keanu:
—La falta de agua se extenderá por un par de horas hasta que logren
solucionarlo —anunció para el círculo de residentes de Knickweg que
seguían atentos—. A pesar de eso todavía hay apartamentos que tienen
duchas funcionando, así que no es mala idea ser solidarios y compartirlas...
Lisa codeó a Ruby y se inclinó hacia su oreja para susurrarle algo:
—Deberíamos pedirle la ducha a Dylan. —Su voz ahora tenía una nota
pícara y entusiasta—. Sería la excusa perfecta para empezar a hablar con él,
y ya sabes, analizar el terreno...
Ruby sabía que la idea de Lisa era usar a ese tipo para un acostón y luego
aburrirse de él, cosa que era bastante normal en ellas, pero de pronto pensar
en Dylan y su hermana juntos la llevó a recordar que vivía en ese
apartamento en específico, y que lo que había sentido al pasar por el pasillo
no había sido una buena sensación...
No lo había considerado la noche anterior debido al alcohol y a la
primera impresión de Dylan, pero ahora lo vio desde una perspectiva más
lógica. ¿En verdad era conveniente que Lisa se metiera con él por muy
guapo e intrigante que fuera?
—Todavía no sabemos casi nada de él, deberíamos esperar a... —intentó
opinar para Lisa.
Pero como su mirada seguía ausente y fija en algún punto que no era la
cara de Oliver, se dio cuenta de algo que los demás no notaron por estar
prestándole atención a la información.
Fue más allá de las zonas encerradas, por donde los árboles y el pasto
rodeaban Knickweg como un bosquecito en el que los tontos podían
perderse. Ruby lo vio en el segundo justo y luego ya no. No entendió qué
había sido, pero se le pareció a un destello, blanco, fugaz, lo suficiente claro
para ser desconcertante.
Su reacción fue inmediata.
—¿Viste eso? —le preguntó a Lisa, intrigada.
Descubrió que Lisa también se había quedado mirando en esa dirección y
que tenía el ceño ligeramente fruncido en un gesto de confusión. Si les
hubiesen hecho una fotografía en ese preciso instante, habría sido imposible
encontrar alguna diferencia en ambos rostros.
—Sí, qué extraño —susurró Lisa.
Ambas miraron un momento más por si sucedía de nuevo, pero ya no se
veía más que árboles, tierra y la natural luz diurna. Ningún destello,
ninguna anomalía.
—¿Qué era? —preguntó Lisa luego de un momento.
—Qué sé yo —admitió Ruby.
Miró de nuevo a Oliver que seguía hablando de las tuberías y la
solidaridad vecinal, o sea, tonterías que no eran relevantes y que no tenía
ningún interés en escuchar.
Se le ocurrió una idea y tiró del brazo de Lisa
—Vamos a ver —le propuso.
Lisa no se negó y ambas salieron del círculo de residentes. Nadie les
prestó atención.
Avanzaron hasta dejar la voz de Oliver atrás, hasta que el suelo se
convirtió en pasto verde y el olor que desprendían los árboles hizo pensar a
Ruby en aquella noche que Scott, Lisa y ella se quedaron dormidos
bebiendo cerveza como si se encontraran haciendo un campamento o, aún
más escalofriante, en la gente que se había perdido en bosques y no había
sido encontrada jamás.
Lo bueno era que ambas conocían muy bien la zona, así que no corrían
riesgo de perderse.
Se adelantaron unos pasos hasta que de nuevo vieron el destello. Fue
igual de fugaz, pero esta vez notó cómo iluminaba algunos troncos con una
luz blanca y artificial.
—Es por allá —señaló Lisa.
Al captarlo nuevamente, Ruby se hizo una idea de lo que era, pero no fue
hasta que avanzaron a mayor profundidad por entre los árboles y vieron las
figuras, que lo confirmó.
—¡Mira, es Dylan! —dijo Lisa, muy emocionada y sorprendida al mismo
tiempo—. Los dioses del ligue me están acercando a él, lo sé.
Allí, en una zona con árboles más dispersos, estaba él. De nuevo con ese
aire americano de jean perfecto y camisa unicolor. De nuevo con ese
cabello salvaje y negro. De nuevo con esa altura impresionante. Solo que
ahora sostenía una cámara fotográfica profesional y la apuntaba con una
confianza natural.
El destello blanco se disparaba con cada fotografía que él le tomaba a una
chica que tenía en frente, apoyada contra un tronco.
Una chica que, cabía destacar, ellas ya conocían.
—Los dioses del ligue también lo están acercando a la chica vikinga —
señaló Ruby en un susurro despectivo— porque está con ella.
No se acordó de su nombre, pero la reconocía por el inconfundible
aspecto. Era menuda, tenía el cabello teñido de azul eléctrico y cortado en
punta, pero lo que más le hacía resaltar era el montón de tatuajes que se
dibujaban sobre su piel y la colección de aritos que le daban un aire
vikingo.
Ruby siempre pensaba en que, de estar todos en una serie, esa chica
definitivamente sería la protagonista. Y eso no le gustaba.
Ambas disminuyeron la marcha para analizar la situación. Lisa hundió
las cejas con un aire de molestia.
—¿Qué rayos hace aquí con ella? —susurró—. ¿Por qué le toma fotos?
Ruby arrugó la nariz como si oliera algo muy feo, aunque no había mal
olor en el aire.
—Puede ser que le gusten las chicas raras —opinó—. Mejor volvamos,
se nota que está ocupado.
Lisa soltó un resoplido y una risa nada divertida.
—No le gusta —aseguró con gravedad—. ¿Cómo le va a gustar la loca?
—Y lo enfatizó—: No le puede gustar. Vamos a acercarnos.
Dio algunos pasos más que Ruby y cuando estuvo lo suficientemente
cerca soltó el saludo con voz alta y animada para captar toda la atención del
momento:
—¡Hola!
Dylan la escuchó al instante, bajó la cámara y se giró hacia ellas. Las
observó con una sonrisa ladina y los ojos entornados más azules que nunca
bajo el sol. De noche había parecido misterioso, pero ahora con la luz del
día y la naturaleza a su alrededor, tenía un aire divertidamente atractivo.
—Apuesto a que si ambas tuvieran el cabello del mismo color, nadie
podría diferenciarlas —lanzó él con total confianza y naturalidad, como si
las conociera ya y no tuviera que ser formal en lo absoluto.
Ruby quiso decir algo, pero Lisa se apresuró a contestar:
—Sí, y es gracioso porque eso nos sirvió mucho de pequeñas.
Bueno, al menos eso era cierto. Muchas veces se habían hecho pasar la
una por la otra, hasta el día en que...
Por segunda vez, Ruby sacudió los indeseables recuerdos. ¿Qué
demonios le pasaba que estaba pensando tanto en eso? No tenía sentido.
Los ojos de Dylan se entornaron un poco más por lo dicho por Lisa, y su
sonrisa ladina se alzó en la comisura derecha.
—¿Cuántas veces se salieron con la suya? —preguntó también.
Lisa sonrió con cierto encanto y con un sutil aire juguetón le dio la
respuesta:
—Todas las veces.
En vez de dar una respuesta, sin avisar ni pedir permiso, Dylan tomó su
cámara y apuntó a Lisa. La fotografía hizo que un nuevo blanco
encegueciera momentáneamente a las hermanas. Ruby pensó que también
le haría una foto, aunque no entendía el porqué o si se podían hacer sin
razón, pero no lo hizo.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó Dylan a Lisa.
Listo, Lisa había pasado a estar bajo la mirilla de Dylan. Ruby aceptó que
su hermana siempre lograba lo que quería, pero de pronto se sintió un poco
como un arbusto que no servía para fotos. Y... ella tampoco estaba pintada
en un tronco, eh.
—Lisa —se presentó, y al menos se acordó de que Ruby todavía existía
—: Y mi hermana es Ruby. Vimos el destello y nos pareció raro, así que
vinimos a ver de qué se trataba.
Dylan asintió para aceptar la presentación y las razones para estar allí.
—Bueno, tomo fotografías para usarlas en mi tesis —comentó él. La voz
era relajada y segura—. Escogí este bosque porque es buen escenario para
documentar microgestos, por contraste con la naturaleza. Espero que no te
moleste que te haya sacado unas cuantas tomas.
—No me molesta en absoluto—respondió Lisa. Sí, ya se derretía por ese
tipo—. Pero, ¿qué son microgestos?— preguntó.
—Son pequeños gestos faciales que reflejan nuestros sentimientos y
emociones —explicó Dylan entre sonrisas—. En este caso no busco
modelos ni nada parecido, porque lo más importante es lograr
espontaneidad. Por esa razón está Nitty aquí.
Nitty alzó la mano desde su posición en un gesto de saludo. Lisa y Ruby
la alzaron también al mismo tiempo para no verse odiosas, aunque Lisa sí
fingió una sonrisa amigable y Ruby no.
Dylan volvió a fotografiar a Lisa en una intensa ráfaga de luz arrojada
por el flash.
—Parece interesante, ¿necesitas más ayuda? —dijo Lisa, aunque el
asuntono iba por ese lado—. Podemos servir de tercera perspectiva, sirve
mucho en las tesis.
Se lo propuso a Dylan, por supuesto, pero Nitty, todavía viéndose
agradable y con intenciones de participar en la charla, fue la que respondió:
—¿Saben del tema? —preguntó, quizás demasiado amigable y entusiasta
para tratarse de una persona con la que nunca habían interactuado. Ruby
detestaba que alguien tomara exceso de confianza con ellas.
Lisa mantuvo su sonrisa, casi mecánica pero inteligente.
—No —se limitó a contestar.
Todavía cerca del tronco, Nitty hizo un solo asentimiento. Fue sin malicia
ni nada que delatara rivalidad, pero Lisa ya había transmitido su respuesta
de la manera más sutil posible: no sabían sobre el tema, pero eso no
importaba un carajo, porque el asunto no era ni con Nitty, ni siquiera con la
fotografía, sólo se trataba de Dylan y nada más que de Dylan.
En ese momento, él aprovechó para capturar una serie adicional de
microgestos con su cámara y luego se encogió de hombros, ajeno.
—La verdad es que sí necesito fotografiar a dos o tres personas —dijo él,
pensándolo—. La naturalidad de los gestos es muy importante, y eso lo
consigo con Nitty, que es muy expresiva.
Nitty le sonrió a Dylan, agradecida.
Ruby observó a Nitty y admitió que la chica sí era expresiva porque tenía
ojos grandes y llamativos, aunque, como siempre, tanto la ropa como los
tatuajes y el cabello le parecieron demasiado exagerados y casi ridículos.
—Pero tú también tienes potencial Lisa —continuó Dylan, analizándola
con esa mirada atractiva—. Así que me encantaría fotografiarte en una
sesión ¨oficial¨.
De inmediato, Ruby supo que el condenado había dado en el blanco con
ese "me encantaría fotografiarte". No había sido una pregunta, sino una
declaración firme, y a Lisa sí que le encantaban. Le gustaba mucho que
alguien le dijera exactamente lo que deseaba hacer con ella. De hecho, eso
incluso explicaba por qué llevaban tanto tiempo soportando a Scott...
Lisa esbozó una sonrisita de excitación. Los ojos brillosos seguían
anclados en los de Dylan, incluso con mayor intensidad.
—Sí, ¿por qué no? —aceptó, disimulando la emoción de su voz, que de
todos modos Ruby percibió.
—Excelente —se alegró Dylan.
Ruby se preguntó por qué no le había pedido a ella también, pues ella
lucía exactamente igual que Lisa. Sospechó que era una excusa para
acercársele, y su hermana ya había mordido el anzuelo.
—Por cierto, ¿tu ducha funciona? —mencionó Lisa, lejísimo del tema—.
La mía no, ya sabes, por el problema de las tuberías. Ruby y yo necesitamos
ducharnos...
Ruby la miró de golpe. Pensó: "¿qué? ¿por qué acaba de decir eso?".
Entonces comprendió que se trataba de un plan repentino e improvisado. Lo
había mencionado antes de ver el destello y ella había intentado decirle que
no, pero no había terminado de hablar.
Se sintió algo molesta. Ya había cambiado de opinión. Dylan no le
parecía tan interesante.
Él hundió apenas las cejas, un tanto pensativo.
—No estoy seguro de si funciona, pero podemos fijarnos cuando termine
acá —contestó con simpleza—. Así también aprovechamos de fijar los días
para las fotos.
Lisa asintió en acuerdo.
Todo pareció ser solo entre Dylan y ella: la conversación, la invitación al
apartamento, las sonrisas y el aire juguetón. Estaban coqueteándose ahí
mismo, y de una forma demasiado descortés, él ni siquiera le echaba una
mirada rápida a Ruby.
Así que Ruby, que tenía su lado odioso y no era tan amigable como Lisa
y menos si se sentía excluida o con poca atención, decidió acuchillar el
momento.
—No es necesario, mi ducha sí funciona —intervino, muy segura y firme
en su mentira.
Lisa la miró con la expresión congelada. Como gemela, le transmitió con
los ojos un clarísimo: "¿qué demonios estás haciendo? ¿por qué mientes?".
—¿Estás segura? —le preguntó ella con detenimiento para darle la
oportunidad de retractarse—. ¿No estabas en la terraza esta mañana por no
poder bañarte?
Ruby estaba consciente de que le arruinaría el plan de ligue a su
hermana, pero no se corrigió.
—Sé que funciona —asintió—. Lo comprobé antes de ir a la terraza.
No había comprobado nada, claro.
Lisa pestañeó, casi asombrada y sin palabras.
Por su parte, Dylan lució demasiado ajeno a lo que sucedía entre ellas.
—Bueno, si la mía no sirve entonces ya sé a dónde ir —comentó él,
amigable.
Ruby entreabrió la boca para decirle que no estaba invitado a su
apartamento, pero Lisa se le adelantó para que no siguiera estropeándolo
todo:
—Igual creo que tendrías que comprobarlo de nuevo, Rub —le sugirió,
otra vez enfatizando las palabras para salvar su oportunidad.
Pero Dylan acabó con el tema en un instante cuando soltó el comentario:
—¿Saben? He escuchado algunas cosas raras.
Ruby y Lisa quedaron a media disimulada discusión. Ambas
contemplaron a Dylan un momento, en silencio. Él miraba la cámara,
haciendo algo que solo alguien que sabía manejarlas a la perfección haría.
—¿Sobre qué? —le preguntó Lisa, retomando su voz agradable.
—Sobre el apartamento al que me acabo de mudar.
Otra vez ambas hicieron un pequeño silencio. Alrededor, las hojas de los
árboles apenas se movían por la débil brisa. Nitty seguía callada pero con el
oído atento. La reunión del encargado y los residentes tal vez había
terminado, y... algo profundamente extraño, muy parecido a los nervios,
invadió a Ruby hasta el punto de tensarle los músculos.
Esa vez fue ella la que lo preguntó:
—¿Qué has escuchado exactamente?
Dylan hizo un ligero encogimiento de hombros.
—Me han dicho que tuve que haber escogido otro, y que tal vez todavía
estoy a tiempo.
Él esperó la respuesta, alternando la mirada entre cada rostro, incluso en
el de Nitty. No sonó nada preocupado por las advertencias, sino más bien
divertidamente curioso, como si sintiera que eran tonterías que de igual
manera quería aclarar.
Pero Ruby no sintió lo mismo, y por la falta de respuesta de Lisa, ella
tampoco. Todo lo contrario, durante un segundo hicieron conexión y
ninguna pareció encontrar las palabras adecuadas para decir algo.
Dylan pasó a mirar a las gemelas. En ese instante las recorrió a ambas
con una chispa de intriga.
—¿Y? —les preguntó directamente—. ¿Saben por qué hay tanto misterio
alrededor de ese apartamento?
Oh, y sí que lo sabían...
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Esperamos que les vaya gustando la historia. Hasta ahora, ¿qué quisieran
ver más de estos personajes?
¡Abrazos!
Capítulo 3

RUBY
—Alguien murió allí.
Lo reveló Nitty, porque Ruby y Lisa se habían quedado calladas ante la
pregunta.
A pesar de que por la mente de Ruby pasaron muchas respuestas ya que
ella sí sabía lo que había sucedido, ninguna logró salir de su boca por más
que quiso soltarla. Fue como si se bloqueara por completo: mente en
blanco, pronunciación imposible, cuerdas vocales cerradas.
Dylan asintió lentamente al enterarse del asunto. Esa sonrisa divertida y
ladina se le redujo a una línea, un tanto seria.
—¿Un asesinato? —preguntó también.
—Un suicidio —aclaró Lisa esa vez.
Ruby experimentó un pequeño escalofrío que le hizo sentir desubicada y
le despertó una necesidad urgente de irse de allí. Trató de pensar en cómo
hacerlo, pero las cosas se habían atropellado en su mente. Respiró hondo.
Hubo un silencio tenso; duró un instante, pero para Ruby fueron mil años.
—Bueno, cambiando de tema, a ver si nos alegramos un poco... —
suspiró Dylan, rompiendo el silencio. Formó de nuevo la sonrisa enigmática
pero encantadora y lo lanzó directo—: Lisa, ¿cuándo podré fotografiarte?
Lisa recuperó la postura con imperceptible dificultad y sonrió con
elegancia, pero ante los ojos de Ruby, ella aún debía de estar incómoda por
dentro.
La conocía. Sabía que habían pensado y sentido lo mismo, aunque eso no
disminuyó la punzada de molestia que le había dejado el hecho de que
sacara planes de ducha con un tipo del cual solo sabían el nombre.
—Si me das tu número puedo avisarte cuándo estaré disponible —le dijo
Lisa a Dylan, rozando la línea entre lo amigable y el coqueteo.
Dylan se colgó la cámara fotográfica del cuello y se acercó a Lisa. Ruby
captó cada movimiento con ojo cauteloso: desde cómo sacó su móvil del
bolsillo de su pantalón hasta cómo se detuvo junto a su hermana para que
ambos compartieran vista de sus pantallas mientras se compartían los
números telefónicos.
Se notaba una chispa entre ellos, Ruby no lo pudo negar, y eso mismo le
obligó a intervenir con lo primero que se le ocurrió.
—Debemos volver ya —le comentó Ruby a Lisa, y trató de sonar lo más
normal posible—. Tenemos muchas cosas que hacer hoy, ¿recuerdas?
Se afincó en las últimas palabras para que su hermana comprendiera que
era importante irse, sobre todo porque el tema del apartamento abría
caminos por los que bajo ninguna circunstancia debían avanzar; pero
durante unos segundos Lisa la miró con confusión, como si no entendiera
por qué le decía aquello.
—Nos esperan —insistió Ruby.
La verdad era que no les esperaba nadie, pero era la vía más rápida a una
huida.
Finalmente y de milagro, Lisa asintió. Luego giró la cabeza y le dedicó a
Dylan su mejor y más peligrosa sonrisa. Todo en ella gritaba: "me gustas y
voy por ti"; pero él parecía demasiado sumido en la cortesía como para
entenderlo de ese modo.
—Te escribiré —le prometió Lisa.
Desde su lugar, Nitty alzó la mano con afabilidad para despedirse de las
gemelas. Ruby tuvo la impresión de que lo que ella pensó en ese instante
también pasó por la mente de Lisa de una forma conectada, porque ambas
le devolvieron el gesto al mismo tiempo con una falsa amabilidad. En el
fondo, en verdad no les agradaba esa chica.
Sin más, ambas empezaron a recorrer el mismo trayecto por el que
habían llegado para regresar al edificio. Hubo un par de segundos de entero
silencio mientras dejaban a Dylan atrás, pero como a Ruby ya le estaba
dando demasiadas vueltas ese pensamiento, no pudo evitar soltarlo:
—¿Por qué le preguntaste a Dylan si podíamos usar su ducha?
—¿Y tú por qué le dijiste que tu ducha sí funciona? —inquirió Lisa como
respuesta.
Se quedaron calladas y un tanto molestas hasta que Lisa, con la vista fija
en el suelo para no tropezar con alguna raíz, alzó los hombros con sencillez.
—Mira, yo lo hice porque vi que esta es la oportunidad perfecta para
acercarme a él —explicó con una nota de obviedad—. Y ahora que sé que
la vikinga está cerca, no puedo desaprovechar ninguna ocasión.
—Pero, ¿en verdad piensas entrar a ese apartamento? —replicó Ruby, esa
vez afincando un poco más su molestia.
Esa era la verdadera pregunta que desde hace rato quería hacerle.
Necesitaba escuchar la respuesta. Solo que Lisa curvó la boca hacia abajo
demostrando que, a diferencia de Ruby, no sentía que aquello representara
algún problema.
—Es que ahora es el apartamento de Dylan —simplificó—. Así lo veo
yo.
Por el contrario, Ruby no lo veía así. Todo lo que implica ese
apartamento, para ella era una posible complicación. Y ellas debían estar
muy lejos de las complicaciones. Que Lisa no comprendiera eso porque el
—innegablemente— guapo de Dylan le obstruyera un poco las neuronas, le
causaba cierto malhumor.
Se lo recordó con seriedad:
—Lisa, por más que te guste él, no puedes acercarte demasiado, debes
tener...
Pero su hermana la interrumpió con un largo y sonoro suspiro.
—Ruby, por favor respira, ¿sí? —le pidió, regalándole una sonrisa con
intenciones tranquilizadoras—. Dylan es nuevo, y el pasado es pasado. No
tengo ganas de hacerlo parte de nuestros juegos, así que no sucederá nada
de lo que sé que estás empezando a creer, te lo aseguro.
En realidad, lo que Ruby temía era que algo se repitiera.
Apretó los labios e hizo silencio durante todo el camino para no caer en
un conflicto fastidioso, pero su malhumor alimentado por la resaca, el sueño
y el cambio de actitud de Lisa por Dylan, no disminuyó. Quería a su
hermana, pero tenía poca paciencia. Ojalá esa vez se aburriera rápido de ese
tipo.
En un par de minutos entraron al edificio y subieron las escaleras hasta el
apartamento de Ruby. Ella se adelantó para usar la llave y abrir la puerta,
pero al poner la mano en la perilla, la puerta se abrió con brusquedad desde
el otro lado.
La mentira se les había volteado: sí las estaban esperando, y por lo visto,
desde hacía un rato largo. Mal, mal.
Frente a ellas estaba Scott, tan alto e imponente como siempre. Tenía el
entrecejo hundido notablemente y una expresión de enojo que endurecía
mucho más sus rasgos rudos. Así era capaz de intimidar a cualquiera. Ese
aire de chico malo, peligroso y fiero era algo que no perdía ni porque
estuviese de lo más feliz y animado.
No era el caso.
—¿En dónde demonios estaban? —les preguntó de golpe.
Ruby pasó junto a él y entró en el apartamento. No se asustó, porque en
esa ocasión ella no había hecho nada malo. La culpa era de Lisa por
quedarse hablando con Dylan, por ende, no debía ser el blanco de la ira de
Scott.
Pretendía dejarlo claro, pero...
—Estábamos en la reunión por las tuberías que están fallando —se
apresuró a contestarle Lisa a Scott.
Ella cerró la puerta del apartamento y Ruby avanzó hacia el refrigerador
en busca de algo para beber. De no haberles dado la espalda se habría dado
cuenta de que Scott alternó la vista entre ambas y que fue un vistazo
analítico, severo y con una chispa de furia.
Ninguna se lo esperó hasta que Scott lo soltó.
—Estuve en el patio y la jodida reunión terminó hace un rato —reveló él,
implacable—. Y desde la ventana las vi salir del bosque. ¿Por qué coño me
están mintiendo?
Ruby se quedó rígida, a punto de coger una lata de soda. Miró fijo el
fondo del refrigerador sin parpadear y sin respirar por una fracción lenta de
segundo. No se había acordado de que desde su ventana se veían las zonas
traseras del edificio.
Scott era demasiado impredecible, pero una cosa siempre era segura: que
le mintieran u ocultaran algo lo hacía pasar de la tranquilidad a la furia
titánica en un microsegundo, de modo que la situación se redujo a dos
opciones: hablar o no hablar. No había ninguna otra vía para salvarse.
Ruby logró reunir la valentía para girarse y encararlo. Vio a Lisa todavía
parada cerca de la puerta, mirándola con los ojos penetrantes y con una cara
muy seria de: "no lo digas, Ruby, no te atrevas a decirlo..."; Y sí, tal vez no
debía, pero a lo mejor que Scott se enojara era lo que Lisa necesitaba para
olvidar la idea de acercarse a Dylan y a ese apartamento.
—Bueno, ya —suspiró Ruby, decidida a decir la verdad para evitar un
problema—. Nos quedamos hablando con Nitty y Dylan en el bosque. Él le
estaba tomando fotos a ella, entonces...
Scott lanzó la pregunta con violencia, interrumpiendo:
—¿Quién es Dylan?
El apartamento se sumió en un silencio en el que Lisa acuchilló a Ruby
con la mirada y Scott esperó una respuesta clara.
Ruby sintió que con lo que había dicho se cobraba el asuntito, y eso la
divirtió un momento, pero en lo que se dio cuenta de que las cejas de Scott
estaban más hundidas, de que su boca se había apretado y de que ahora
había una ligera tensión en sus brazos casi para formar puños, entendió que
habría sido mejor mantener a Dylan en secreto porque lo que venía no sería
nada entretenido.
Pero ya estaba hecho y ya había que decírselo.
—Es nuevo en el edificio —le contó Lisa antes de que Ruby hablara, y
añadió una nota de indiferencia seguramente para que no notara que había
algo más alrededor de él.
Pero Scott ya había notado lo que debía notar, porque Ruby sabía que era
inteligente y metódico y tan controlador que necesitaba cerciorarse de que
todo seguía en su lugar, sobre todo la posición de cada uno en esa extraña
relación en la que estaban envueltos desde hacía un tiempo.
—Sí, y alquiló el apartamento junto a Keanu —agregó Ruby.
La bomba cayó con éxito. Scott pestañeó, atónito. Durante un momento
pareció demasiado sorprendido, tanto como Ruby cuando se había enterado
de eso mismo. Pasó de mirar a Ruby para mirar a Lisa y viceversa, tal vez
esperando que alguna dijera que era una broma.
—Pero eso no significa nada, ¿no? —puntualizó Lisa, rápido, tal vez para
quitar peso— porque es un simple apartamento. Ya nadie vivía allí.
Cierta tensión se marcó en los brazos, cuello y en una vena que le
atravesaba la cien a Scott.
—Además, solo nos lo encontramos en el bosque, nada especial —
continuó Lisa para calmarlo—. Vimos un flash que nos llamó la atención,
nos acercamos y descubrimos que le estaba tomando fotos a esa rarita
vikinga para su tesis...
Ruby lanzó el segundo bombazo sin pensarlo tampoco:
—Y ahora quiere fotografiar a Lisa también.
La expresión de Scott se congeló en una mezcla de enfado, asombro y
desconcierto. Pareció el chico del instituto al que nadie debía atreverse a
retar y aun así alguien había retado en ese preciso instante. Flotó un aire de
futuro apocalipsis sobre ellos.
—¿Qué? —emitió él con una lentitud capaz de asustar.
—Le propuso fotografiarla como a la rarita —aclaró Ruby. Por un
segundo se sintió culpable, pero es que el tema no era para tomárselo a
juego.
Lisa chilló para reclamarle y que se callara:
—¡Ruby!
Pero Scott se giró violentamente hacia Lisa, severo, altísimo, tenso por la
rabia, y se lo dejó en claro con total firmeza, sin derecho a réplicas:
—Ese tipo no va a tomarte fotografías.
Lisa contrajo el rostro con un enojo causado por todo: ser delatada por
Ruby y ahora estar recibiendo órdenes de Scott. Aunque eso ni siquiera era
raro, pensó Ruby, porque a Scott le gustaba dominarlo todo. Normalmente,
cuando eso pasaba, Lisa no se afincaba a discutir, sino que le ignoraba, pero
en ese momento se le vio algo nuevo: la disposición de refutar.
—Eso es algo que decidiría yo, ¿no te parece? —replicó Lisa, un tanto
retadora.
A Ruby le sorprendió.
Por otro lado, aquello solo sirvió para acentuar la furia de Scott, y lo
cierto era que esa furia tenía niveles que se consideraban capaces de
reventar el subsuelo.
—Lo que me parece es que no deberías hablar con ese Dylan ni con
nadie que viva en ese apartamento o tenga que ver con él —rugió él.
Después alzó más la voz y dictó la orden con la misma potencia de un
tirano—: Así que no lo harás, ¿queda claro?
Lisa abrió la boca y frunció el ceño en un gesto de absoluta indignación.
Quiso replicar y lo intentó, pero sus labios se movieron y las palabras
salieron cortadas y atropelladas como si su mente estuviese trabajando a mil
por el enfado, la irritación, la sorpresa...
Al final solo logró reclamar:
—¡¿Qué rayos te pasa, Scott?! ¡Ni siquiera lo conoces!
Scott no se quedó callado.
—No necesito conocerlo.
—Estás cruzando una línea —siguió defendiéndose, no más alto que él
—. ¿Es que acaso ahora hasta me vas a decir cómo respirar?
—¡Que no vas a acercarte a ese tipo, he dicho! —le ordenó de manera
concluyente, esa vez con mayor fuerza en la voz.
Lisa miró de inmediato a Ruby con los ojos grandes y parpadeantes
cargados de cierto horror y disgusto, pero no fue para reprocharle. Fue la
mirada de una hermana buscando apoyo en la otra. Y Ruby lo pensó, en
verdad lo consideró, pero seguía teniendo la misma posición: acercarse era
malo, no era conveniente, no era seguro.
Buscó la forma adecuada de decirlo, pero todavía tenía un pellizco de
molestia, y le salió muy seco:
—Scott tiene razón, esto podría traernos problemas...
Ni siquiera lo terminó de decir, porque Lisa entendió que estaba de parte
de Scott y de inmediato proyectó todo su enfado apretando los labios y
endureciendo el gesto.
—¡Pues yo puedo hacer lo que se me venga en gana! —bramó Lisa para
los dos—. ¡Ya deberían entender eso!
—¡Te recuerdo que yo pongo las reglas aquí! —le gritó Scott, listo para
continuar la pelea.
Pero Lisa no le dio largas. Ella simplemente les dio la espalda a ambos y
empezó a avanzar hacia la puerta con la velocidad propia de la cólera.
—¡Lisa! —le exigió Scott al ver que tenía intenciones de irse sin dar
respuesta—. ¡¿A dónde demonios vas?! ¡Te quedas aquí! ¡No vas a ninguna
parte!
Tampoco respondió a pesar de que esos ya eran gritos exigentes y
amenazadores. Abrió la puerta y salió del apartamento dando un portazo,
sin mirar atrás ni por un momento.
Scott volvió a llamarla en otro grito. Ruby creyó que Lisa regresaría. En
otro momento habría regresado, pero la puerta no volvió a abrirse. Ya no
había nada que hacer, a menos que él quisiera perseguirla hasta atraparla,
pero Ruby sabía que él no haría un escándalo en el edificio.
Scott resopló, lleno de ira. Se pasó la mano por el cabello semi rapado y
se movió hacia la ventana con la inquietud de alguien todavía furioso.
Apoyó una mano en el marco y con la otra se rascó la mejilla afeitada en un
gesto que siempre lo delataba: estaba pensando, analizando, maquinando
qué hacer, qué harían y por qué.
Ruby permaneció en su misma posición, inmóvil como una espectadora.
Se preguntó si había sido lo correcto no defender a Lisa, pero luego
entendió que sí, que con eso su hermana comprendería que no debía intentar
alterar las cosas, que aquello había sido necesario.
A lo mejor estaría enojada, a lo mejor las dos estarían enojadas unas
horas o un incluso un día, pero no más de allí. Luego hablarían y en la
noche estarían embriagándose y divirtiéndose. Jamás volverían a discutir
los tres de esa forma, estaba segura.
—¿Ese es el tipo? —preguntó Scott de pronto, señalando algún punto en
las afueras. Su voz sonó seca y tensa.
Ruby se acercó también a la ventana para mirar a través de ella. Vio gran
parte de los patios de Knickweg y también los inicios del bosque que lo
bordeaban. Sí, Dylan con su brillante cabello azabache y su piel cremosa
había salido de ellos. Iba caminando junto a Nitty y ambos se reían mientras
él le mostraba algo en su cámara fotográfica.
—Ese es —asintió.
Scott hizo otro silencio pensativo sin apartar la mirada intensa y rabiosa
de la ventana. Ruby tuvo la impresión de que algo de recelo estaba
gestándose allí. Ella solía considerar que de las dos, era la que más lo
conocía, la que más conectaba, la que más acertaba en cuanto a sus
emociones, y por esa razón no le quedaron dudas de que Scott acababa de
fichar a Dylan como un enemigo.
No era bueno tener a Scott de enemigo. Si ya era peligroso tenerlo de
amigo...
—¿Qué carajos le pasa? —murmuró Scott con mucha irritación, más en
una pelea solitaria que en un comentario.
Se refería a Lisa,quien acababa de salir del edificio y ahora desde la
ventana se veía que avanzaba en dirección a Dylan mientras agitaba la
mano para saludarlo. No había ni rastro de molestia en su cara, como si la
discusión no hubiese sucedido nunca, o peor: como si ella le hubiese
restado importancia.
De nuevo, Ruby se sorprendió.
—¿De dónde demonios salió ese tipo? —preguntó Scott, serio.
—No lo sé, llegó ayer.
Y todo había sido un poco raro...
—¿Le gusta? —preguntó también, claramente refiriéndose a Lisa.
—A ella sí —le dijo Ruby—. En cuanto a él, no lo sé...
O sí lo sabía. Ellos habían congeniado, lo había notado en el bosque.
Hubo una chispa, algo íntimo. Además, Lisa había dicho algo importante:
no tenía ganas de meterlo en sus juegos, y eso ya era raro por parte de ella,
porque todo tipo que conocían era candidato para sus juegos.
Otro silencio, en esa ocasión más tenso.
—Vigílala —le ordenó Scott finalmente, casi sombrío, pero bastante
decidido.
—Podría ser solo diversión —comentó Ruby para apaciguar—. Sabes
cómo es Lisa de... coqueta.
—No hay tiempo para diversión justo ahora —sostuvo él, serio—. Hay
que ser cuidadosos con cada persona que conocemos, sobre todo si no
sabemos de dónde viene o con qué intenciones.
Lo peor era que Ruby sabía a qué se refería con eso. Tenía serias razones
para decirlo.
—Así que cuando Lisa se le acerque, procura estar tú también —
continuó Scott—. No los dejes solos, sé la hermana fastidiosa y ten por
seguro que ese tipo se hartará y se alejará de ella.
Ruby iba a responder algo, pero entonces su móvil sonó en varias
notificaciones, y prefirió sacarlo para ver de qué se trataba porque en
realidad no estaba segura de si decir que sí o que no.
Había cuatro mensajes, todos del mismo remitente. Leer su nombre hizo
que ella girara los ojos con fastidio. Era el peor momento para que ese
estúpido le escribiera. No tenía paciencia ni tolerancia para tratarlo en ese
instante.
—Es Keanu —resopló, nada contenta.
Por desgracia, ese era uno de sus muchos secretos.
Ese era uno de los muchos secretos que guardaban los tres y que nadie
debía descubrir, porque de ser así todo se iría por el caño y quién sabía qué
sucedería con ellos.
Scott giró la cabeza para mirarla, dejó de rascarse la barbilla con las
yemas de los dedos y alternó la vista entre el móvil y su rostro. Ruby sintió
una especie de calor comenzar a recorrerle la piel, porque los ojos graves e
intimidantes —pero atractivos y maliciosos— de Scott solían causarle eso.
Él lo sabía, pero en ese momento pareció ignorarlo.
—¿Has avanzado con ese chico? —preguntó.
—Sí —respondió de manera automática, aunque un segundo después
cayó en cuenta de sus dudas—. Supongo...
Scott enarcó una ceja. No le había gustado la respuesta.
—¿Supones?
Es que Ruby no estaba segura. Engañar a Keanu había sido fácil al
principio: era un perdedor bastante desesperado por tener algún tipo de
relación con cualquier chica, así que ella se había creado un perfil falso
(@Aria57) en un foro de programadores, y con una excusa tecnológica lo
había contactado hasta llegar a conquistarlo. Aria57 había sido administrada
por ella, Scott y Lisa, dado que los tres compartían el usuario y contraseña.
Y ahora Aria era esa novia virtual venezolana de la que tanto estaba
enganchado el chico, y él ni imaginaba que ellos estaban detrás de eso, ni
debía hacerlo.
El punto era que ser Aria ya no era muy divertido para Ruby. Keanu le
causaba cierto... desagrado. Se le estaba haciendo difícil mantener el papel
de chica enamorada en la distancia para sacarle dinero disimuladamente. Le
parecía incluso ridículo, pero se obligaba a hacerlo porque, pues, eso era lo
que ellos hacían siempre. Así vivían.
Quiso sincerarse con Scott.
—Es que él es raro —trató de explicar con inquietud—, y se me hace
difícil...
—¿Se te hace difícil mentir? —completó Scott al instante,
sorprendentemente, con las cejas alzadas en una divertida sorpresa—. Pero
si eso se te da muy bien.
El enfado desapareció de su cara, como si acabara de oír un buen chiste.
Ruby siempre estaba cómoda con eso: Scott se enojaba, pero luego volvía a
ser ese cínico, altanero y divertido al que le quedaban condenadamente bien
las camisetas sin mangas.
—Se me hace difícil tratar de ser romántica con ese nerd —admitió,
frustrada.
Scott apartó la mano con la que se apoyaba en el marco de la ventana y
pasó a apoyar el brazo en la pared. Eso hizo que se creara cierta cercanía
entre ellos. Desde allí, ella percibió el olor de su loción de afeitar, y pudo
calcular todos los centímetros más de altura que le llevaba, pero lo que la
hipnotizó por unos segundos fue la sonrisa ladina, demoníaca y juguetona
que se le dibujó en la cara.
—Entonces imagina que estás hablando conmigo —le sugirió él.
Ruby contuvo la sonrisa para no mostrar debilidad, pero le siguió el hilo,
como siempre.
—Eso me inspiraría cualquier cosa menos romance.
Se afincó en "cualquier cosa" con una insinuación a imaginar situaciones
mucho más divertidas, porque Scott le despertaba un descontrol de
emociones que claramente se alejaban del simple concepto del amor. De
hecho, a ninguno de los dos les iba lo sentimental, y en ese punto coincidían
mejor que nunca.
Scott le cogió un mechón de cabello rojo entre los dedos y jugó con él
con una ligera fascinación.
—Como sea, busca algo que sí te inspire esas tonterías o busca ayuda con
tu asesora venezolana —le pidió, más como una orden que como una
solicitud, pero con un tono sugerente e íntimo—, porque lo que necesitamos
es tenerlo comiendo de nuestra mano.
Ruby no pensó en ninguna otra palabra:
—Sí, Alex me podría ayudar con esto.
—Y consigue el dinero, estamos tardando mucho —añadió él, todavía
con los labios extendidos en una curva diabólica—. Toda esta historia de la
pobre chica que no puede dejar el país está demorando más de la cuenta. Ya
es hora de que se lo empieces a pedir, así que envíale algunos mensajes
calientes y consíguelo esta misma semana, ¿de acuerdo?
Como ella no respondió al instante por quedarse contemplando cada línea
que le conformaba el rostro, Scott desvió la engañosa y hábil mirada desde
el mechón de cabello rojo hasta los ojos de Ruby y pasó a poner los dedos
en su barbilla en un gesto delicado. Le hizo alzar más la cara y enganchó su
mirada a la de ella.
De inmediato chispeó complicidad. Chispearon las mejores malas
intenciones. Chispeó control y permisión. Chispeó algo incorrecto,
problemático, tóxico pero incontenible.
—¿Entendiste, Ruby? —repitió él.
—Sí —susurró ella—. Lo haré.
Scott, complacido, amplió la maliciosa sonrisa y la felicitó con picardía:
—Así me encanta, obediente y dispuesta.
Capítulo 4

LISA

Conversación iniciada hoy.


Lisa:
Hola, Dylan! Qué tal?
Soy Lisa.
Nitty me pasó tu número.
Sobre las fotos...
Estaré disponible pasado mañana luego de clases, ¿te sirve?
Dylan:
¡Hola!
Sí, perfecto.
Lo haremos en los patios del edificio.
Lisa:
Genial entonces.
¿Y qué tal la mudanza? ¿Ya estás totalmente instalado? :)
Dylan:
Sí, el apartamento maldito no luce tan maldito jajaja
Lisa:
Es solo un apartamento, no te preocupes.
A diferencia de los demás, yo no creo que haya nada malo ahí.
Dylan:
Bueno, si lo hay o no, no tengo mucho interés en saberlo.
Es mi lugar ahora y es lo que importa.
Por cierto...
Estoy mirando las fotos que tomé hoy y saliste increíble.
Lisa:
¿En serio?
Pero si fueron de sorpresa jajaja.
Dylan:
Sí, y aun así te ves asombrosa.
¿Quieres verlas?
Podría mostrártelas mañana.
Lisa:
Claro!
Necesito verlas, de seguro estás exagerando jajaja.
Dylan:
Las llevaré a la universidad entonces.
Lisa:
Encontrémonos en la cafetería del campus, ¿te parece?
Dylan:
Como diría cualquiera: es una cita.
Lisa:
¿Lo es?
Dylan:
Ahí veremos!
Capítulo 5

KEANU.
Hora: 9.00 a.m.
Ubicación : campus universitario.
Status: sudoración al 80%.
Causa: @Aria57
Keanu caminaba por el campus y sostenía con fuerza su móvil. En los
últimos dos días, él le había enviado más de una docena de mensajes al
correo electrónico de Aria y a todos sus perfiles en las distintas redes
sociales. Había seguido un patrón nervioso contabilizando likes, emojis,
saludos, fotos y textos, y después había repasado cada chat anterior. El
número final todavía era el mismo: catorce mensajes, y ella, su propia novia
virtual, aún no respondía nada.
Esperaba al menos una vibración que lo tranquilizara, pero al no
obtenerla hizo el mismo repaso casi maniático y volvió a confirmar horarios
entre mensajes. Había dejado al menos dos horas entre intentos de
comunicación para que ella no lo sintiera como un pesado, pero la pantalla
le devolvía un desesperante "leído". Sus fotos no tenían comentarios de
Aria, y ni siquiera sus emoticones resultaban efectivos.
No dejaba de pensar que algo muy malo había ocurrido: ¿Aria lo había
dejado?
Que ella lo ignorara parecía ser un hecho, y Keanu se preguntó por qué.
Trató de recordar si había utilizado mayúsculas en algún texto, o si había
hecho algo que la hubiera enfadado, pero el historial no arrojaba nada
relevante.
La impaciencia lo atacó, abrió la aplicación del navegador y comenzó a
buscar noticias en línea sobre Venezuela, en donde Aria vivía. Consideró
que quizás a causa de los cortes de luz, el país ahora había pasado a una
revolución social y que ella podría estar en serios problemas. Siempre era
muy romántica y cariñosa, y sí, estaba en otro país a un Océano de
distancia, pero ellos no habían discutido y eso indicaba que todo en su
relación marchaba a la perfección.
¿Y si ella estaba en peligro? ¿Cómo podía ayudarla? ¡¿Qué podía hacer
él desde allí?!
Keanu temió lo peor por unos segundos. No había supuesto nada de eso
hasta ahora. ¿Por qué Aria no podía responderle? ¿Acaso habían bloqueado
las conexiones a internet para declarar oficialmente una dictadura? Su
mente nerviosa y extremadamente activa maquinó en un segundo una
decena de posibles hipótesis, mientras sus dedos, cubiertos de transpiración,
empezaban a escribir un nuevo y desesperado mensaje...
De pronto, Keanu escuchó un claro y directo llamado a sus espaldas:
—¿Keanu Shmitt?
Envió el mensaje en un rapto de sorpresa, empujado por ese llamado
inesperado. Al instante se arrepintió del súbito envío, ya que solo lo había
chequeado dos veces y ni siquiera confirmó que hubiesen pasado dos horas
desde el mensaje anterior.
De todas formas se dio vuelta, automática y nerviosamente. Las gafas
incluso se le deslizaron hacia la punta de la nariz y se torcieron levemente
por lo brusco de su reacción. Tuvo que acomodarlas con torpeza para
enfocar en las dos personas que tenía enfrente: chico y chica.
Al tipo no lo había visto antes, lo cual le generó al instante un remolino
adicional de sudoración y desconfianza, pero a esa chica de cabello azul
eléctrico y muchos aros y tatuajes en el cuerpo se la había topado varias
veces en las escaleras del complejo residencial Knickweg, y la recordaba
porque era imposible olvidar su aspecto.
Por un segundo no creyó que le estuviesen hablando a él, pero luego su
mente inició un exhaustivo input de todos los random Keanu Shmitt que
había desperdigados por el mundo. Casi al otro instante, la baja
probabilidad de que esos sujetos estuvieran allí, le generó un output
inequívoco de 43 millones de resultados...
Sí, él era el Keanu que buscaban.
Debía responder.
Con profunda dificultad asintió con la cabeza para indicar que sí era
Keanu Shmitt. En frente, el tipo también asintió y sonrió, muy amigable.
Tenía toda la pinta de alguien que no se juntaría con él, pensó Keanu, ni
siquiera detrás de la fila del comedor. Si le hubiese hablado por alguna red
social habría sido más fácil. Ahora estaba nervioso y un "system error,
system error, system error" titilaba en su cabeza.
—Mi tutor de tesis me ha hablado de ti —comentó el tipo con mucha
naturalidad y confianza—, así que estuve buscándote.
La mente de Keanu procesó una respuesta rápida pero el mensaje de
system error seguía titilando, así que su mente quedó sufrió un lag durante
unos microsegundos adicionales, hasta que finalmente se reseteó, y con
toda la intención de sonar amable, las palabras le salieron más con un aire
nervioso:
—Bien, acá estoy.
—Pasa que necesito un programador que haga una especie de software o
demo que permita catalogar microgestos —explicó el tipo, e hizo un gesto
como de que, vergonzosamente, esa era un área que él no dominaba—.
¿Tendrías algunas horas de tiempo para echarme una mano con eso?
Keanu no sentía que sirviera para explicar cosas. Era complicado enseñar
algo a alguien si de vez en cuando tartamudeabas o apenas podías sostener
la mirada, tal como le pasaba a él. Era malísimo socializando, y tampoco
era que le gustara mucho la proximidad física. Su mundo se resumía a: Aria
y lo virtual.
Estuvo a punto de decir que no, cuando el tipo agregó:
—Por cierto, me llamo Dylan.
Y le extendió la mano para que la estrecharan, como era debido entre dos
personas adultas que recién se conocían.
Durante una fracción de segundo, Keanu se quedó mirándola. Le llegó a
la mente la imposibilidad de estrechar su mano sudorosa con la de este
sujeto Dylan, y se preguntó si aquel sería el Dylan que habían mencionado
las molestas gemelas del Knickweg .
"¿Existirán muchos Dylan en la universidad?", pensó, y rápidamente
volvió a representar una búsqueda de posibilidades y algoritmos: 299
resultados posibles. Claro que podría ser otro sujeto, pero ese Dylan estaba
allí con la chica de cabello azul y ella también vivía en el edificio, así que
las probabilidades indicaban que...
De acuerdo, la mano del tal Dylan seguía esperando, por lo que Keanu
secó disimuladamente su palma con el pantalón esperando bajar al mínimo
la transpiración, y dio el apretón con vergüenza e incomodidad.
Algo extraño sucedió. El apretón fue rápido, pero al momento del
contacto Keanu sintió que una leve pero agradable sensación de calidez
envolvía todo su cuerpo. Luego la calidez se transformó en extrema
confianza, cosa que nunca antes había experimentado y que luego consideró
que tal vez podía ser lo que comúnmente llamaban "seguridad".
Sí, era eso. No conocía a Dylan en lo absoluto como había supuesto la
gemela de cabello teñido de rojo —quién sabía por qué— pero tuvo la
seguridad de que era un tipo agradable. Incluso pensó que quizás no era
mala idea aceptar su propuesta. Después de todo, Keanu no tenía amigos
analógicos, y tras un análisis rápido recordó que estaba demostrado que el
90% de los sujetos que pasaban más de la mitad de su vida consigo mismos
en aislamiento y soledad terminaban con una dudosa salud mental.
De repente, tuvo una revelación: debía hacer un esfuerzo por reducir su
digitalidad; después de todo, Aria ya no le contestaba sus mensajes y
seguramente -una posibilidad que no había deslizado nunca- tenía estrecha
relación con eso: ella había percibido la desproporción de su mundo virtual
en relación con su mundo analógico.
Keanu trazó un gráfico de coordenadas en su cabeza: quizás, si igualaba
ambos mundos podría nuevamente reconectar con ella en un punto de
equilibrio.
—Por si necesitas saberlo, somos un grupo pequeño —añadió Dylan ante
el silencio dudoso de Keanu—. Justo ahora solo estoy trabajando con Nitty.
Keanu esperó la mano, pero por alguna razón, la chica del aspecto
extravagante no se la ofreció para estrecharla. Ella solo la alzó en modo de
saludo junto a una amplia y amigable sonrisa. Keanu hizo lo mismo por
gesto automático, aunque su sonrisa fue más bien una mueca forzada y
temblorosa.
—Nos la pasaremos bien, te lo aseguro —ayudó ella, bastante animada.
A Keanu le agradó que ella no lo invitara obligatoriamente a tocarla con
el apretón de manos. En cierto modo lo llevó a recordar a Aria, porque ella
entendía sus problemas para conectar socialmente. Solo que, entrando en
comparaciones, Aria era muy diferente a esa chica.
Por ejemplo, las fotografías que Aria le enviaba demostraban que era más
femenina, delicada e incluso más hermosa. Tenía un cabello castaño muy
largo y un cuerpo curvilíneo. Tenía tantos detalles atractivos que de repente
se sumió en pensamientos acerca de ella y lo admitió en su mente: Dios,
estaba tan enamorado de esa chica, ¿por qué rayos no le contestaba los
mensajes? ¿no quería hablar con él? ¿en qué momento lo había arruinado?
Era tan estúpido...
—Mañana se suma Lisa —habló Dylan, sacándolo de sus pensamientos
sobre Aria—, pero en verdad sería genial que te nos unieras. Necesito un
técnico programador con tus conocimientos, y además, si te animas
hacemos unas fotos también. ¿Qué dices?
Solo en ese momento Keanu notó que a Dylan le colgaba una cámara
profesional del cuello y se le ocurrió que tal vez, solo tal vez, él podría
hacerle alguna fotografía de esas tan geniales que se acomodaban con un
poco de Photoshop. Luego podría enviársela a Aria, y así ella vería que
ambos combinaban a la perfección.
No supo de dónde se le ocurrió eso, era algo fuera de su personalidad,
pero le pareció una magnífica e impulsiva idea para llamar la atención de
Aria, que era todo lo que quería.
—De acuerdo —aceptó Keanu finalmente, pensando solo en su novia
virtual y en cómo recuperarla—. Dime en qué estás trabajando.
Dylan y Nitty ampliaron la sonrisa al máximo, entusiasmados y
complacidos. La genuinidad de esas reacciones fue algo que Keanu no se
esperaba, que lo tomó por sorpresa y que lo desconcertó un poco. Entonces
admitió que nunca nadie se había mostrado tan emocionado de tenerlo de su
lado, y la verdad fue que no recordaba haberse sentido tan bien en muchos
años.
Analizó su panorama: ya esa tarde no se la pasaría pegado a su ordenador
creando código, no, la pasaría con ellos. Sería nuevo, analogico, distinto e
interesante.
Claro que la falta de respuesta de Aria lo tenía muy preocupado, y de eso
no podría olvidarse. De todas formas, miró otra vez el último chat por un
momento. Seguía en "leído" sin respuesta alguna. Su nuevo mensaje estaba
a medio terminar, pero apagó la pantalla, guardó el móvil en su bolsillo y
empezó a caminar junto a Dylan y Nitty en dirección a la salida del campus.
—¿Sabes? —le comentó Dylan de pronto, amigable y emocionado—.
Creo que tú y yo somos vecinos...
Capítulo 6

RUBY.
Último mensaje enviado por Keanu: jueves, 9:00 p.m.
Aria responde: sábado, 10:00 p.m.
ARIA57:
¡Hola, mi príncipe elfo!
LORD-KEANU:
¡ARIA!
¡Regresaste!
¡Pensé que no volverías a conectarte nunca!
ARIA57:
Ja,ja,ja tonto, ¿por qué no me conectaría?
LORD-KEANU:
Es que estuviste dos días sin dar señales de vida y tú nunca te has
desconectado así.
Además, las noticias sobre tu país no dicen nada bueno...
ARIA57:
Ow, eres tan lindo cuando te pones paranoico.
LORD-KEANU:
En serio, Aria, ¿está todo bien?
Es decir, conmigo...
Llegué a pensar que...
ARIA57:
Todo está bien entre nosotros, tonto. Aquí la conexión está terrible...
LORD-KEANU:
¿Sólo eso? ¿Tú en verdad te sientes bien?
ARIA57:
...
LORD-KEANU:
¿Aria?
¿Sigues ahí?
ARIA57:
...
Sí... perdona.
LORD-KEANU:
Sabes que puedes confiar en mí, princesa guerrera.
ARIA57:
Tal vez no estoy bien...
LORD-KEANU:
¿Por qué no?
ARIA57:
Me da vergüenza decirlo.
LORD-KEANU:
Puedes decirme lo que sea, en serio.
¡Nunca sientas vergüenza!
¿Qué es lo que sucede?
ARIA57:
El país...
Cada día las cosas están peor.
Comprar alimentos es un calvario.
Ya el dinero no me es suficiente.
A veces ni siquiera ceno para poder comer algo al día siguiente...
LORD-KEANU:
Aria, por Dios...
¡¿Cómo puedo ayudarte?!
ARIA57 SE HA DESCONECTADO.
***
Lunes.
Ruby acababa de salir de su clase de literatura e iba caminando por el
campus de la universidad junto a Alex, esa estudiante venezolana de la que
se había hecho amiga solo para poder sacarle información sobre los
problemas y la situación de su país, lo cual era clave para ¨explicar¨ a
Keanu por qué necesitaba la cantidad de dinero que le pediría.
La conversación andaba por esos temas cuando de pronto Lisa pasó junto
a ellas y extrañamente no dijo nada, ni siquiera un "hola". Ruby sospechó
que esa indiferencia se debía a que seguía molesta por la discusión en el
apartamento y le irritó que el recién aparecido Dylan causara eso entre ellas.
Un punto menos. No le estaba agradando mucho.
Pero bien, Scott le había dado la orden de vigilarla y no podía hacerlo si
las dos estaban peleadas, así que antes de que Lisa se alejara Ruby se
adelantó y la jaló por el brazo con suavidad.
—Hey, ¿a dónde vas? —le preguntó, y para ayudar a suavizar la situación
le dedicó una sonrisa de tregua.
Lisa no respondió al instante, sino que desvió la mirada hacia Alex como
si no quisiera decir algo en frente de ella, o de nadie. Fue tan obvio que la
propia Alex se despidió amablemente y se alejó para darles privacidad.
—Voy a la sesión de fotos con Dylan —respondió Lisa finalmente, un
tanto a la defensiva. Sus ojos semi entornados incluso le transmitieron a
Ruby un: "y si te atreves a discutir conmigo aquí...".
Ruby entendió que la discusión no quedaría atrás con tanta facilidad, así
que puso cara de resignación y suspiró, lista para sacar la bandera blanca.
—Mira, sé que no tuvimos que haber discutido por eso ni tuve que
haberte delatado con Scott —aceptó, esforzándose en ser sincera—. Lo
siento, ¿sí? Me dejé llevar por el enojo, es todo.
Lisa se cruzó de brazos e hizo un silencio de un minuto.
—Nosotras nunca nos hemos delatado ante nadie ni discutido seriamente
por chicos, ¿cierto? —le recordó Lisa, seria.
—Sí —aceptó Ruby.
—E incluso cuando Scott nos gustó a ambas se nos ocurrió compartirlo y
listo, problema resuelto —continuó Lisa—. ¿No?
Asintió también. Era cierto. Ellas siempre habían sido un pack cómplice
con los mismos gustos... peculiares.
—Sí, eso también es cier...
—Entonces —no la dejó terminar Lisa, y le arrojó la pregunta, afilada y
directa—: ¿Por qué hiciste que Scott se pusiera como un loco y me atacara?
Y esperó la respuesta, mirando a Ruby tan fija y severamente que ella
sintió que tenía que decir la verdad o entrarían en una discusión peor.
¿Cuál había sido el motivo? Pues Dylan, ¿qué más?
—Sabía que eso pasaría —admitió, un poco incómoda por esa
confrontación—. Tuve que hablarlo primero contigo, pero es que pensé que
si Scott se enfurecía eso te haría entender que...
—¿Qué cosa? —le interrumpió Lisa.
Ruby quiso referirse a: "entender lo peligroso que es acercarse a alguien
que viva en ese apartamento y por qué puede afectar el orden de nuestra
vida", pero por como Lisa la miró, sin comprensión, Ruby dudó de esa
verdad y se dio cuenta de algo que la paralizó.
Recordó que desde pequeñas, cuando ella guardaba un secreto, su
hermana percibía que ya no era la misma, o por lo menos, que algo le
ocultaba, y para averiguar de qué se trataba la hacía sentir muy incómoda.
Era justo lo que Lisa estaba haciendo en ese instante.
Pero, ¿por qué? Intentando encontrar una razón llegó a preguntarse: ¿y si
había pasado por alto que Lisa sabía que nunca le había dicho la verdad, y
por esa razón estaba comenzando a enfadarse?
—Escucha, yo sé que todo sobre ese apartamento te pone nerviosa —dijo
Lisa ante el silencio de Ruby, y sonó a que en verdad quería hacerle
entender otra perspectiva—, pero tienes que relajarte. A Dylan ni siquiera le
interesa saber más sobre lo que sucedió en su apartamento antes.
—¿Cómo estás tan segura? —preguntó, extrañada.
Lisa se encogió de hombros. Tal vez hasta reprimió una sonrisa.
—Solo lo sé.
Ruby quiso ser más insistente, pero otra vez recordó que entrar en riña
con Lisa no iba a permitirle vigilarla, cosa que era mucho más importante.
Además, Lisa estaba un poco cegada por lo magnético y atractivo que era
Dylan, y ese deslumbramiento no le dejaría ver las realidades, así que lo
que quedaba era que ella misma se ocupara de salvar a su hermana, y si
tenía que fingir estar de su lado para lograrlo, lo haría.
—Tienes razón en todo —se esforzó en decir Ruby con una sonrisa
fraternal—. Fue una exageración mía, ya solo discúlpame, ¿de acuerdo?
Hubo un momento de silencio, como si Lisa lo estuviese considerando.
Finalmente, asintió para aceptar la tregua, y ambas empezaron a caminar en
dirección a la salida del campus. Vistas desde lejos, solo resaltaban sus
cabellos rubio y rojizo. Eran una copia fiel la una de la otra.
—Solo no le cuentes a Scott nada sobre Dylan —le pidió Lisa como
última condición para dejar el asunto atrás.
Bueno, Ruby sí iba a contarle todo, pero por ahora Lisa no debía saberlo.
Justo ahora bastaba con una mentirita necesaria que luego, cuando todo el
peligro estuviese lejos, a su hermana no le importaría en lo absoluto.
—Bien, le daré una oportunidad a Dylan —afirmó Ruby, evitando
prometer o jurar algo—. Tal vez en el segundo vistazo me caiga bien.
Dylan le estaba causando cierta desconfianza, pero tendría que esforzarse
para poder estar cerca de ambos y analizar la situación.
Cuando ambas llegaron a Knickweg, Ruby tuvo que haber seguido
escaleras arriba hacia su apartamento, pero tuvo la repentina idea de
autoinvitarse a la sesión y siguió detrás de Lisa hacia los patios en donde al
parecer Dylan le había indicado que la estaría esperando.
Claro que Ruby no imaginó lo que le esperaba. Dylan no estaba solo en
una de las mesas cercanas a la zona de la parrilla. Junto a él también estaba
el mismísimo y estúpido Lord-Keanu, trabajando en su laptop.
A Ruby le cayó encima un imaginario balde de agua fría. Solo pensó:
"maldita sea mi suerte".
Le incomodaba un poco estar cerca de ese sujeto. Le recordaba todo lo
que debía fingir, y eso le revolvía el estómago. Y al parecer, a Lisa también
le incomodó un poco porque le dedicó una mirada a Ruby que solo ambas
pudieron interpretar:
"¿Qué hace él aquí?"
"No lo sé"
"Qué mierda".
De igual forma, Lisa se adelantó a saludar a Dylan, muy entusiasmada. Si
no se le lanzó encima y le dio un abrazo fue porque tal vez la presencia de
su hermana y la reciente discusión le había subido la guardia.
—Keanu se unió al equipo —le informó Dylan a Lisa al instante—. Se
ocupará del trazado digital de gestos entre sesiones, o sea la parte
informática mientras nosotros hacemos las fotos.
Keanu se empujó gafas sobre la nariz y simplemente alzó una mano para
saludarlas. Ambas hicieron lo mismo a pesar de que, al menos Ruby, ya
tenía ganas de alejarse de ahí lo más rápido posible para vomitar en algún
retrete.
Después, el propio Dylan deslizó la atención desde Lisa a Ruby con
divertida sorpresa.
—Ah, Ruby, ¿te quedarás con nosotros?
Iba a responder, pero Lisa se le adelantó:
—No, ella tiene que hacer algo importante.
Notó que Lisa le estaba transmitiendo con los ojos que se fuera, cosa que
ella entendía muy bien porque su lenguaje de gemelas era inconfundible.
Sintió cierta molestia, pero decidió reaccionar de una forma mejor.
Puso cara de incredulidad, de que no recordaba de qué hablaba su
hermana.
—¿En serio? —preguntó a Lisa, pestañeando—. ¿Qué?
—Lo que te pidió esa profesora —respondió ella con rapidez.
Claro que era mentira. No había nada que hacer, así que fingió ya
acordarse de qué se trataba el asunto.
—Ah, no, eso puedo hacerlo después —aseguró junto a un gesto de poca
importancia, y miró luego a Dylan para preguntarle con una voz amigable
—: Quiero ver la sesión, ¿puedo?
Lisa permaneció rígida e impactada. Dylan se encogió de hombros.
—Claro, no tengo problema con ello —aceptó. Luego se volvió hacia
Lisa—. ¿Empezamos ya?
A Lisa no le quedó de otra que asentir y en pocos minutos Dylan
comenzó a darle indicaciones mientras la apuntaba con la cámara: "párate
allí", "no, más allá", "no tienes que posar, solo ser natural" "voy a captar tus
gestos" "¡tengo una idea! haz como que no te estoy fotografiando"
"intenta... no, no, mejor piensa en algo que te asuste mucho, sí, eso".
Ruby miraba todo, aún de pie y negada a compartir la mesa con Keanu.
Le llegó a la mente algo que la asustaba a ella. Era algo que tenía mucho
que ver con que alguien extraño apareciera de repente, que "las cosas"
salieran mal de nuevo y que eso ocasionara que toda su vida con Lisa y
Scott, que a fin de cuentas era lo único que tenía, se esfumara.
Trató de alejar esos pensamientos y se concentró en buscarle algo de
entretenimiento al momento. Admitió que Dylan fotografiando se veía muy
seguro e incluso más atractivo. Ese día tenía el cabello perfectamente
despeinado, y la chaqueta oscura junto con los vaqueros le hacía resaltar la
contextura atlética.
Sí, parecía perfecto. Parecía sospechosamente perfecto. Lucía tan pero
tan perfecto para enamorarse, que una repentina y amarga punzada le hizo
entender que alejarlo de Lisa podía ponerse un poco difícil.
No, Dylan no podía ser tan perfecto como su hermana creía o como podía
hacer creer. Tenía que buscar una forma efectiva de demostrárselo.
Y se le empezó a ocurrir una.
—Oye Dylan, no nos has dicho mucho de ti —le comentó Ruby,
acercándose un poco al escenario de las fotos.
—¿Quieres saber algo en específico? —replicó él, divertido.
Ruby no pretendía decir que no. Quería hallar algo diferente a la
perfección.
—¿De dónde saliste? —inquirió—. Es decir, ¿de dónde vienes?
Lisa le echó una mirada de ligero reproche a Ruby, tal vez porque la
conocía demasiado como para no tener dudas de que si su hermana quería
indagar a profundidad en la vida de otra persona, no era solo por un interés
sincero.
Pero a Dylan no le incomodó la pregunta. Muy tranquilo, le tomó un par
de fotografías a la Lisa mientras esta miraba a Ruby. Al verla en su cámara,
él esbozó una sonrisa.
—¿Sabes? —contestó, algo pensativo—. No estoy muy seguro.
Ruby no lo entendió.
—¿Cómo que no?
—No sé si salí de mi habitación o de la cocina —replicó Dylan— porque
no recuerdo en cuál estuve antes de venir al patio.
Ruby pestañeó, perpleja por esa respuesta. Desde su lugar, Keanu
entendió el chiste y soltó una risita disimulada.
Ruby apretó los labios para no decir nada de mala gana. ¿Acaso ese
estúpido le estaba tomando el pelo? ¿Qué creía que era ella, una niña a la
que se le podía responder con bromitas? Más que nunca le molestó esa
condenada sonrisa que Dylan cargaba siempre estampada en la cara.
Se preparó para soltar algo odioso, solo que Dylan sacó otro tema de
repente:
—Keanu —le habló él al chico—. Esta pregunta te será extraña, pero,
¿tienes novia?
Aquello cambió por completo el ambiente del momento. Dejó paralizada
a Ruby, extrañada a Lisa y atónito al mismo Keanu. De hecho, su risita de
burla por la broma hacia Ruby se congeló. Dylan, muy ágil, capturó esa
reacción en una fotografía repentina.
Keanu pestañeó detrás de sus gafas por el flash, todavía sentado en la
mesa. Sus dedos quedaron inmóviles sobre el teclado. Tuvo que carraspear
la garganta.
—Eh, sí —respondió.
—Genial —felicitó Dylan, al parecer ajeno a los efectos de su pregunta
en todos los presentes—. Es que hay una parte de mi tesis en la que debo
incluir micro gestos en parejas enamoradas. ¿Crees que podría hacerle
algunas fotos a tu novia y a ti?
Se hizo un silencio.
Ruby, todavía helada y ahora algo tensa, se mantuvo muy atenta a Keanu.
Se preguntó si él tendría el valor para decirle a Dylan que su novia era
virtual y que no la conocía ni la tenía cerca. Sonaría extraño todo, pero aún
más extraño era saber que su falsa novia estaba allí mismo y él no tenía ni
idea de eso.
¿Diría la verdad o no?
Keanu siguió pestañeando con cierto desconcierto por unos segundos.
Luego se aclaró la garganta y desvió la vista.
—Es que ella no vive cerca —contestó el chico, y reanudó su tecleo en la
laptop, esa vez un poco más rápido e incluso nervioso—. Es de otro país.
—Eso es interesante —opinó Dylan al mismo tiempo que tomó una
imprevista fotografía a Lisa.
Ella se sorprendió y sonrío.
—Pero muy pronto vendrá a vivir conmigo —se apresuró a aclarar
Keanu, muy seguro de ello—. Será este año, tal vez en estos meses.
Mentiroso, pensó Ruby. Nunca habían hablado sobre mudanza, aunque
ahora que lo escuchaba eso podía servir para sacarle todo su dinero...
—Eso es estar muy enamorados, ¿no? —dijo Dylan, algo asombrado.
Otra vez, algo frío envolvió a Ruby.
No quiso escuchar la respuesta a esa pregunta. No quiso saber qué sentía
el estúpido y mentiroso de Keanu. No quiso oírlo hablar de "Aria", pero irse
de ahí en ese mismo momento habría sido algo tonto y un tanto sospechoso.
Desgraciadamente, debía mantenerse en el círculo y hacer un gran esfuerzo
por verse indiferente, incluso cuando todo ese tema la ponía demasiado
enferma.
A Ruby le bastó una rápida mirada a Keanu para notar que el chico se
había quedado mirando el vacío, absorto en sus pensamientos, con una
expresión de debilidad.
—Sí, estamos muy enamorados —confesó, no muy alto—. Bastante
enamorados.
—Entonces, cuando ella esté aquí, ¿podrían participar en las fotografías?
—lanzó Dylan también.
Ruby empezó a discutir mentalmente: ¿Qué demonios le pasaba a ese
tipo? ¿Por qué hacía esas preguntas justo ahora?
—Sí, definitivamente sí —afirmó Keanu, y esa vez se le dibujó una
pequeña y fea sonrisa—. Bueno, si ella quiere hacerlo, yo acepto, aunque
no creo que se niegue, es bastante agradable. De hecho, es la chica más
hermosa y dulce que he conocido en mi vida. Con ella haría todo lo que
nunca he pensado hacer. La verdad es que no veo el momento de que...
Keanu dejó la frase en el aire, inconclusa.
De igual modo, Ruby sabía que lo que le seguía era "conocerla en
persona", y eso era algo que nunca iba a suceder, porque después de sacarle
todo el dinero posible ella dejaría de responderle los mensajes para siempre.
Aunque a Scott ya se le había ocurrido una idea aún más cruel: pedirle al
tonto de Keanu que fuera a Venezuela a buscarla y luego allí, ignorarlo
totalmente y dejarlo a su suerte.
Esos eran el tipo de planes que solían seguir con cada chico o chica a
quien engatusaban. A Ruby nunca le había molestado ni preocupado cuan
crueles eran. De hecho, tenía la insensibilidad de Scott en cuanto a esos
temas porque solo así podían sobrevivir, pero en ese instante escuchar a
Keanu hablar con tal sinceridad sobre Aria, le causó algo parecido a un
remordimiento.
Imaginó a Keanu usando todos sus ahorros para volar a Venezuela. Lo
imaginó llegando a ese peligroso país en caos económico y social, sin saber
nada de él. Lo imaginó buscando a Aria por todos los medios, desesperado
y ansioso. Y al final, cuando no la encontrara, cuando se diera cuenta de
que todo había sido una mentira, de que ella nunca había existido o de que
había sido una estafadora que lo había utilizado como cajero automático...
Podía suceder lo mismo.
Podía suceder de nuevo.
Podía suceder por culpa de ella.
Porque podía ser un ciclo sin fin, ¿y ella estaba atrapada allí?
Demonios, ¿por qué estaba pensando todo eso ahora? Ella no solía
considerar esas cosas. ¿Qué carajos importaba lo que pasara con Keanu?
—Finalmente lo confirmé: mi ducha tampoco funciona.
La voz de Dylan la sacó de la fría parálisis y la trajo de vuelta. Ruby se
dio cuenta de que se había hundido en sus horribles pensamientos y que
ahora él la observaba, relajado, a la espera de algo.
A Lisa se le encendió la mirada e intervino tan rápido que a Ruby no le
dio tiempo de entreabrir los labios:
—Esta mañana nos dimos cuenta de que ya arreglaron la ducha de mi
hermana, podrías usarla —le propuso a Dylan, y luego como si se hubiese
acordado apenas de que el apartamento no era suyo, agregó—: ¿Verdad,
Ruby?
Ruby parpadeó, perdida. No ubicó nada. Se había sumido en sus
pensamientos.
—¿Qué?
—Que si puedo utilizar tu ducha —repitió él, sonriéndole, amigable y
extraño.
—¿Por qué? —contestó Ruby, defensiva.
Dylan emitió una risa divertida.
—Porque la mía no funciona —le contó otra vez, porque antes ella no lo
había escuchado—. Todavía no arreglan todas las tuberías de los pisos
superiores. Lisa acaba de decir que la tuya sí sirve y que puedo ducharme
allí, pero creo que debo preguntártelo antes a ti, ya sabes, por cortesía.
Ruby miró a Lisa, incrédula. ¿En serio? ¿De nuevo le decía cosas a
Dylan sin consultárselo antes? Eso era lo que más le estaba irritando del
asunto, que su hermana actuara por su propia cuenta, que la excluyera y que
escupiera sobre su opinión.
—Tengo que ir de nuevo a la universidad a hacer lo que me pidió la
profesora... ¿recuerdas? —mintió Ruby.
Y le pareció que su mentira funcionaría, pero Lisa demostró tener otros
planes:
—No te preocupes, tú puedes ir a hacer eso y yo puedo acompañar a
Dylan al apartamento —resolvió ella, entusiasmada—. Tengo llave.
Entendió que Lisa quería estar sola con Dylan para finalmente acostarse
con él, y sintió que tal vez eso ayudaría a que terminara su fastidiosa
fijación, pero al mismo tiempo no le pareció buena idea porque había un
gran problema.
—Entonces, ¿sí puedo usarla? —volvió a preguntar Dylan ante el
silencio, y esperó la respuesta con esos intensos pero enigmáticos ojos fijos
en Ruby.
Ella se quedó muda. El gran y peligroso problema era que Scott también
tenía una llave de ese apartamento, por lo que entraba y salía regularmente
sin siquiera llamar a la puerta.
¿Y qué haría él si los encontraba allí en pleno acto?
Joder, la que se iba a armar.
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¡Hola! ¿Qué tal les parece la historia hasta ahora?
¿Qué quisieran ver más en la historia? Cuéntenme :D
Capítulo 7

RUBY.
Ruby enumeró mentalmente los posibles escenarios a desarrollarse si
Scott llegaba al apartamento y pillaba a Lisa y a Dylan juntos: celos, gritos,
furia desmedida, golpes...
Hasta que la voz de Lisa la sacó de su pasmo y la devolvió a la
expectante realidad del área de picnic en los patios de Knickweg:
—Claro que puedes ir —le resopló a Dylan, muy segura—. Nunca le
hemos negado la ducha a nadie ni se la negaremos ahora.
Eso sonó como la decisión definitiva e irrevocable, así que Dylan asintió
ante la respuesta, pero Ruby estaba convencida de que no podía dejar que
ellos estuvieran solos allí.
Soltó lo primero que le llegó a la mente:
—No, no creo que sea buena idea.
El asentimiento de Dylan se detuvo. Lisa quedó extrañada y un tanto
confundida, pero para rescatar su plan cambió a un gesto que dio a entender
que no debían preocuparse por nada.
—Si lo dices porque crees que Dylan le prestará atención al desastre que
a veces tienes el apartamento, no creo que le importe —opinó, y luego miró
a Dylan—. ¿O sí?
—Es la vida del universitario. —Alzó Dylan los hombros, indiferente—.
No me molesta en lo absoluto.
—Pero es que no se trata del desastre —intentó hacerle entender Ruby
directamente a su hermana— es que...
Lisa hizo algo que jamás había hecho. Interrumpió a su hermana y la
ignoró para hablarle directamente a Dylan:
—¿Tienes que buscar algo antes en tu apartamento?
Ruby quedó con los labios entreabiertos y las palabras en la punta de la
lengua. Lisa acababa de ignorarla descaradamente y ahora miraba solo a
Dylan como si ellos fuesen los únicos en la zona de picnic.
¿Así que esa sería su actitud? Bien, entonces Ruby le avisaría a Scott por
un mensaje de texto lo que estaba por suceder. Uno, porque él sabría qué
hacer en caso de que ella no lograra detenerlos; y dos, porque entonces
cumpliría con su trabajo de informarle sobre los pasos de Lisa y así él no
llegaría a pensar que estaba del lado incorrecto.
—Sí, una toalla, algo de ropa limpia... —respondió Dylan, y después se
quedó mirando a Ruby con gesto dudoso— pero si Ruby no se siente
cómoda con que yo vaya, puedo pedirle la ducha a alguien más. —se giró
hacia una de las mesas—. ¿Keanu, tú podrías...?
—¡No! —exclamó Lisa a tal velocidad que Dylan no logró completar la
pregunta—. A Ruby no le molesta, en verdad —aseguró— ella solo tuvo un
mal día, por eso está de pésimo humor y se comporta poco amigable.
Dylan observó a Ruby como si ya lo entendiera todo. Ella quiso decirle
que lo del mal día era mentira, que simplemente no quería que fuera a su
apartamento, pero Lisa percibió sus intenciones —porque la conexión de
gemelas podía llegar a ser muy intensa— y actuó en cuestión de segundos:
avanzó muy rápido hacia él, con total confianza se enganchó a su brazo y
empezó a jalarlo en dirección al edificio.
—Vamos, yo te acompañaré a tu apartamento a buscar las cosas —le
insistió a Dylan—. No dejaré que le pidas el favor a nadie más, eso sería
muy grosero.
Y en un parpadeo ambos empezaron a alejarse de la zona de picnic.
Keanu quedó algo aturdido por la velocidad de los acontecimientos, pero
Ruby sacó su móvil y fue tras ellos. Mientras trataba de alcanzarlos usó el
marcado rápido para llamar al número de Scott. Al mismo tiempo que
comenzaban a sonar los tonos, gritó:
—¡Lisa, espera!
Pero Lisa iba enganchada al brazo de Dylan diciéndole cosas y ni
siquiera volteó para verla. Todo lo contrario, apresuró el paso lo cual lo
obligó a él a apurarlo también, de modo que en un par de segundos
atravesaron las puertas del edificio.
"Scott, contesta...", pensó Ruby con nerviosismo.
Ruby tuvo que correr. Los tonos sonaron y sonaron y sonaron hasta que
atendió la grabadora, pero no se rindió y marcó de nuevo.
Estaba por sonar el tercer tono cuando Ruby finalmente cruzó la puerta
de entrada. Iba tan rápido que chocó contra la espalda de Lisa. No entendió
por qué ellos se habían detenido hasta que vio que el mismísimo Scott venía
hacia ellos, apenas salido del ascensor.
Oh.
Demonios.
Ruby ni siquiera pudo apartar el móvil de su oreja. Escuchó que el móvil
de Scott sonaba y que a pesar de que él lo tenía en la mano, no le
contestaba, pero lo que en definitiva le heló los huesos fue ver la pequeña y
maliciosa sonrisa que Scott traía. Solo con eso la voz en su cabeza
pronosticó lo que venía: Scott iba a hacer un escándalo, iba a discutir con
Dylan, aquello iba a salir realmente mal...
¿O no?
Scott se detuvo frente a Dylan y Lisa. En su cara bien afeitada no hubo ni
un asomo de enfado. Tampoco lo hubo en su voz que salió bastante normal
y animada:
—¡Mis gemelas favoritas! —les saludó a ambas. Luego detuvo la vista
en Dylan y frunció un poco el ceño, entre divertido y confundido—. ¿Y...?
Dylan le ofreció la mano.
—Dylan —se presentó, amigable.
—Scott.
El apretón fue firme y amistoso por ambas partes, y el ambiente dio una
impresión común y fuera de peligro.
Ruby quedó desconcertada. No podía creer que él no luciera enojado en
lo absoluto. Scott incluso había contemplado de manera fugaz el brazo de
Lisa enganchado al de Dylan y la cercanía que mantenían en ese momento,
¡pero aun así no había soltado groserías ni había empujado a Dylan para que
la soltara!
¿Cómo era posible eso? ¿Cómo era posible que Scott, rey de la ira ciega
y príncipe de los celos no estallara?
La respuesta: no era posible porque no era real. Y en vez de sentirse
aliviada de entenderlo, se sintió mucho más asustada ya que si existía algo
mucho peor que Scott enojado, era Scott conteniendo y ocultando su enojo.
—Eres nuevo en el edificio, ¿no? —le preguntó él a Dylan en postura tan
relajada, con las manos ahora hundidas en los bolsillos.
—Me mudé hace unos días —asintió Dylan.
—Y ya te has relacionado bastante bien, eh —mencionó Scott.
Claramente eso fue una flecha dirigida al hecho de que tenía a Lisa
enganchada a su brazo de una forma muy confianzuda y casi íntima, pero
Dylan no hizo más que compartir una miradita con Lisa y soltar una risa
casi cómplice y confidencial que excluyó a cualquiera de lo que sucedía
entre ellos.
Solo Ruby, que sabía cuáles eran los lugares más recónditos en los que
Scott tenía lunares, pudo detectar que esa sonrisa intimidante con la que él
se había presentado flaqueó durante unos segundos en la comisura derecha.
Temió que allí explotara su furia, pero no pasó nada. Scott hizo otra
pregunta:
—¿En qué andan todos?
Siguió mirando a Dylan directamente, a la espera de respuesta. Ese era
uno de sus métodos para demostrar su poder y su seguridad, aunque Dylan
no pareció muy consciente de ellos. Se mantenía tan sereno como siempre.
La respuesta salió de Lisa:
—Escoltaré a Dylan al apartamento de Ruby para que se dé una ducha —
contestó, algo seria y sin duda alguna, valiente—. Las tuberías todavía no
funcionan en el suyo ni en el mío.
Para su sorpresa, Scott tampoco estalló.
—Ah, es muy amable de parte de Ruby que le preste su ducha a Dylan —
comentó él, algo sorprendido—. Sabemos que ella no suele tener esa
confianza con... bueno, nadie.
Acentuó "nadie" con lentitud, y para finalizar desvió la mirada hacia
Ruby. Ella sintió que podía desmayarse porque, a pesar de que esos ojos no
demostraron nada peligroso o amenazante, le transmitieron un claro: "ya
verás, Ruby, ya verás...". Y ella quiso gritar que había intentado detenerlos
y que no estaba de acuerdo con ese plan, pero su cuerpo no funcionaba
bien. Sus piernas la tenían enterrada en ese espacio y sus labios estaban tan
tiesos que creyó que no lograría hablar nunca más.
Aun así intentó defenderse, en serio trató de decir algo, pero no soltó
nada más que pequeños, torpes y entrecortados balbuceos.
Todo pareció perdido hasta que...
—Yo lo invité —aclaró Lisa—. Fue un simple gesto amistoso. ¿Para qué
estamos los vecinos entonces?
Scott asintió con algo de lentitud, todavía con la pequeña pero peligrosa y
meticulosa sonrisilla. Su mirada volvió a Dylan.
—Sí, al final, aquí todos somos amigos —concordó con una divertida
simpleza—. Claro que nuestro círculo de amistad lleva siendo
exclusivamente para nosotros tres y no solemos ofrecerle ayuda a nadie,
pero Lisa tiene razón, los vecinos estamos para apoyarnos.
Ruby percibió que lo que iba tras esas palabras falsamente amigables era
una marca de territorio: "ellas son mías". ¿Dylan lo habría entendido bien?
Esperó la respuesta de él para comprobarlo, pero antes de que alguno
pudiese decir algo, el propio Scott volvió a hablar:
—Bien, nos vemos luego —se despidió.
Rodeó a la parejita, pasó junto a Ruby y atravesó la puerta de entrada al
edificio. Sin tardar ni un segundo, Lisa jaló a Dylan para que continuaran
hacia las escaleras, una vía más rápida para desaparecer.
El tenso momento acabó. El vestíbulo del edificio volvió al completo
silencio, y Ruby se quedó parada en el mismo lugar, aturdida, confundida,
todavía sin poder creer que lo que acababa de suceder no había terminado
como ella había temido, sino peor.
Scott había fingido esa faceta pacífica y amigable, pero ¿para qué?
Cuando no estaba cegado por el enfado, él era diabólicamente inteligente y
astuto. Ruby necesitaba saber cuál había sido su objetivo, así que en un
impulso abrupto reaccionó de su perplejidad, cambió su orientación y
también atravesó la puerta de entrada.
No le importaron Lisa y Dylan, solo avanzó y avanzó mientras miraba en
todas las direcciones con la intención de ver por dónde se había ido Scott
para alcanzarlo. Pero las áreas verdes y las aceras estaban desoladas, y al
cabo de un minuto quedó convencida de que Scott ya no estaba en la zona y
tuvo que regresar sobre sus pasos para volver a entrar al edificio.
Solo que no lo logró porque lo siguiente pasó muy rápido: una mano
grande y fuerte como una garra le apretó el brazo, la jaló con brusquedad en
alguna dirección, después la empujó contra una pared y finalmente la
acorraló.
Ruby tardó un par de segundos en entender que quien la había
zarandeado de esa forma tan violenta y abrupta era Scott.
—¡¿Qué parte de que debemos tener cuidado no entendiste?! —le soltó
él, furioso, a solo centímetros de su rostro.
Bueno, en realidad era la versión más iracunda de Scott. Era el fiel retrato
de un animal salvaje y rabioso: mandíbula muy tensa, labios apretados,
fosas nasales dilatadas, ojos llameando de ira y varias venas marcadas en
las sienes. Ella había visto esa versión en varias ocasiones, pero de todos
modos se quedó asombrada durante un instante.
Y como no respondió rápido, Scott le soltó el grito violento y
demandante a milímetros del rostro:
—¡¿Por qué carajos ese tipo que no conocemos iba a tu apartamento?! —
rugió él, al borde de la cólera.
—¡Porque Lisa no me hizo caso! —defendió ella, firme a pesar de que el
cuerpo de Scott emanaba un calor peligroso e incómodo por toda la rabia—.
¡Yo te estaba llamando para decirte lo que pretendían hacer, pero no me
atendiste, apareciste de repente y no tuve tiempo de avisarte!
—¡Estás mintiendo! —fue la reacción de Scott.
Y en un gesto repentino, impulsivo y violento, lanzó a la pared contra la
que la acorralaba un fuerte golpe a puño cerrado. Produjo un sonido seco ya
que había sido hueso contra concreto, pero Scott no demostró el más
mínimo gesto de dolor. Mantuvo su expresión de furia titánica mientras su
pecho subía y bajaba por la respiración acelerada.
Ruby vio de reojo que el impacto había sido justo a pocos centímetros de
su cara, y solo pudo pensar en que de haber movido su cabeza antes de que
él arrojara el golpe, lo habría recibido su rostro. No se asustó nada más
porque había estado con Scott en sus momentos más violentos y a ambos
les gustaba jugar rudo y discutir, pero incluso en los peores casos, Scott
había preferido golpear la pared para descargar su ira y encontrar control.
—¡¿Quieres calmarte?! —le reclamó Ruby, ya también molesta—. ¡Te
digo la verdad y estoy de tu lado! ¡¿Por qué olvidas eso?!
Scott cerró los ojos como para reunir paciencia, y mientras apartaba el
puño de la pared con lentitud, tomó aire. Ruby alcanzó a ver que los
nudillos le sangraban y tuvo ganas de limpiarle las heridas y atenderlo, pero
él estaba muy instalado en el mundo de la furia en ese momento. Lo peor
habría sido tratarlo con suavidad.
—No podemos dejar que cualquiera entre a nuestros apartamentos ni
mucho menos a nuestras vidas —advirtió con severidad—. Cindy se suicidó
y eso es lo que todos creen, pero hay que alejar a ese tipo. Hubo algo en él
que no me gustó nada.
—Lo haré, lo haré —le aseguró Ruby— pero debes darme tiempo,
porque Lisa siempre ha sido muy terca y eso es algo que tú sabes bien.
En la cara de Scott apareció una súbita expresión de consternación que
mezclada con su enfado dio la impresión de que podía volver a golpear la
pared. Ruby incluso se lo esperó, pero no sucedió.
—¡Me pediste tiempo con el imbécil ese y ya llevas medio año hablando
con él! —le recordó con furia.
Obviamente, el "imbécil" era Keanu. A ella se le había hecho bastante
difícil lograr sacarle el dinero a ese chico, y Scott estaba muy al tanto de
eso.
—Ya estoy por conseguir lo que necesitamos, lo juro —intentó
tranquilizarle.
—¡Pues hazlo rápido! —le ordenó Scott, impaciente—. ¡Porque si no te
ocupas tú lo haré yo y sabes que mis métodos siempre son más bruscos!
Indudablemente, lo eran. Scott tenía formas espantosas y crueles de
resolver las cosas y sobre todo de lograr que se hicieran a su modo. Pero en
ese instante, Ruby se sintió enojada por la agresividad con la que la estaba
tratando, así que se preparó para enfrentarlo y decir algo.
Solo que no pudo decir nada, porque le bastó un segundo para darse
cuenta de que ya no estaban solos en el perímetro.
A varios metros de distancia, por donde se mezclaban los patios traseros
de Knickweg con las zonas laterales, andaba Nitty. A pesar de que estaba un
tanto lejos, la chica parecía estar haciendo un esfuerzo por pillar qué estaba
pasando entre Scott y ella en ese rinconcito.
—Scott... —le avisó Ruby con disimulo.
Scott giró la cabeza con brusquedad y vio que Nitty seguía acercándose.
Luego volvió a mirar a Ruby. Esa vez, de una forma un tanto espeluznante,
forzó una pequeña sonrisa que a ella le pareció más un gesto amenazante
que uno de disculpa.
—Ocúpate ya de todo esto para que volvamos a la normalidad y nos
divirtamos los tres —le susurró con una suavidad algo falsa.
Y sin agregar otra cosa se alejó de Ruby y de Knickweg.
Ruby también dio unos pasos con la intención de entrar de nuevo al
edificio para buscar a Lisa y a Dylan, pero Nitty llegó hasta ella más rápido
de lo esperado. La chica se fijó extrañamente en la pequeña mancha de
sangre que el golpe de Scott había dejado en la pared.
—¿Estás bien? —le preguntó entonces a Ruby de seguro por sacar sus
propias conclusiones.
Pues no, no estaba del todo bien, pero incluso si Nitty hubiese alcanzado
a ver algo de lo que había sucedido, solo tuvo una respuesta odiosa y tajante
para ella:
—Mejor métete en tus propios asuntos.
Capítulo 8

RUBY.
Cuando Ruby entró a su apartamento a toda prisa, encontró solo a Lisa
sentada en el sofá con una lata de cerveza en la mano.
Verla en ese cuadro tan normal, como ella acostumbraba a hacer después
de las clases, aplacó un poco el enfado dejado por Scott y le hizo pensar que
tal vez su hermana había recapacitado, que quizás le había anulado la
invitación a Dylan, pero como no sabía muy bien qué había sucedido en los
minutos que no estuvo con ellos, soltó la pregunta al instante, ansiosa por
saber:
—¿En dónde está?
—¿Quién? ¿Dylan? —respondió Lisa, algo distraída.
—No, un culo —le salió por contestar. Luego hizo un gesto de obviedad
—: ¡Claro que Dylan!
—Ah, ya está en el baño.
El pequeño alivio que Ruby había sentido ante la idea de que todo había
vuelto a la normalidad, desapareció.
Lisa, por el contrario, lució mejor que nunca. El encuentro con Scott no
la había afectado. Incluso esbozó una pequeña, pícara y culpable sonrisita
en lo que señaló la mesita que tenía justo en frente. Ruby vio que allí estaba
el jabón del baño.
—Lo bueno es que tendrá que pedirme el jabón en cualquier momento...
—susurró Lisa, muy segura de su plan.
Ruby pestañeó, perpleja, hasta que una repentina corriente de rabia la
impulsó hacia ella.
—¡Lisa, por Dios! —se quejó, bajando un poco la voz para que no se
oyera hasta el baño—. ¡¿Por qué lo invitaste aquí si sabes que Scott puede
entrar cuando se le antoja?!
Lisa se levantó del sofá como si hubiese estado esperando ese reclamo, y
la encaró, también algo molesta.
—Porque me gusta —contestó con firmeza—, cosa que pensé que había
quedado clara cuando hablamos esta mañana.
—Sí, pero...
—¿Pero qué? —le interrumpió Lisa con brusquedad, cruzándose de
brazos, aunque no dejó que Ruby contestara nada porque agregó—. ¿Por
qué no estás cooperando conmigo, eh? ¿Me estás mintiendo?
Ruby permaneció atónita. Eso no se lo había esperado.
—¿Qué?
—Primero dices que le darás una oportunidad a Dylan y luego allá afuera
trataste de sabotear mi plan para estar a solas con él —le soltó Lisa,
acentuando su molestia—. Así que, ¿me apoyas o no, Ruby?
Ruby no supo qué decir, porque de repente entendió muchísimas cosas.
De hecho, fue como si finalmente su mente se iluminara y viera sus
acciones con mayor claridad.
Primero, lo estaba arruinando todo. Es decir, sí, ella siempre había sido
más obstinada que Lisa, un poco parecida a Scott en cuanto a la tolerancia y
la impulsividad, y su hermana lo sabía, pero con tanto enfado y tantos
reclamos solo estaba logrando que el vigilar a Lisa y alejarla de Dylan fuera
un objetivo más difícil.
Lisa no era tonta, por esa razón estaba notando sus contradicciones y la
estaba viendo como un obstáculo, no como una aliada o amiga. Eso además
era su culpa por no proceder con mayor inteligencia. Debía ser más
metódica. Debía mentir mejor. Si había dicho que le daría una oportunidad
a Dylan, debía hacer creer que esa vez realmente sería así, porque si trataba
de arruinarle los planes a Lisa con tanta obviedad solo fracasaría.
De modo que Ruby le bajó el nivel a su enfado y suspiró para hablar con
calma.
—Es solo que pienso que aún no lo conoces tan bien como para invitarlo
aquí —le dijo a Lisa, comprensiva y con tacto.
—Pues si no te metieras constantemente y nos dejaras solos, tal vez ya
sabría más cosas sobre él —replicó Lisa, y después entornó los ojos con
cierta suspicacia—. ¿O no estás de acuerdo con que pasemos tiempo a
solas?
—Sí estoy de acuerdo, pero es que Scott...
—¡Que no me importa lo que piense Scott! —exclamó Lisa al instante.
Una corriente de pánico recorrió la espina dorsal de Ruby. Quedó muy
pero muy impactada, porque eso era algo que Lisa nunca había dicho.
Scott y ellas llevaban mucho tiempo siendo un trío inseparable, y siempre
habían compartido las opiniones y los gustos. ¿Que a Lisa no le importaba
lo que pensara él? No pudo creerlo. Siempre había pensado que ambas
querían a Scott de la misma forma. Bueno, tal vez Ruby más que Lisa,
pero... ¿entonces qué significaba eso? Indudablemente, ¿todo había
cambiado? ¿todo cambiaría?
Ruby no quiso que fuera así. Ella ni siquiera sabía cómo podían ser las
cosas si su trío se rompía. De solo imaginarlo, el panorama fue confuso e
impredecible. Se sintió incluso como un astronauta obligado a pisar todo un
mundo nuevo e inexplorado. Pero no podían obligarla. No podían
empujarla, ¿cierto? Todavía había solución, ¿no?
Iba a decirle algo poco inteligente a su hermana, pero otra voz intervino
en la sala antes que ella:
—La llave no abre.
Ambas giraron la cabeza hacia el pasillito que conectaba la sala con la
habitación y descubrieron que Dylan estaba allí parado.
Y... ¡sorpresa! solo llevaba puesta la toalla alrededor de la cadera.
Esa imagen hizo que el ambiente de discusión se evaporara de inmediato,
porque las gemelas se le quedaron mirando fijo, tanto que sus ojos pudieron
haberle hecho cráteres en la piel.
Bueno, es que para empezar, ¿cómo dejar de mirarlo? A Ruby se le hizo
difícil no admirarlo con objetividad, porque a pesar de que sentía que él
debía desaparecer de sus vidas, no podía negar que el condenado estaba
bueno: la piel clara e integra, la contextura trabajada en el nivel justo para
no ser ni muy delgado ni muy musculoso, el salvajismo perfecto de su
cabello azabache, la simetría de su cara... Casi pero casi se parecía a los
ángeles de esas pinturas italianas y religiosas que se exhiben en los museos.
De acuerdo, Lisa tenía razón al embobarse con él. Ningún chico del
campus, de Knickweg o de la ciudad se le parecía. ¡Pero aun así era
peligroso acercarse demasiado porque seguía siendo un desconocido! Y
ellos todavía tenían algo que proteger, por mucho que Scott creyera que eso
estaba resuelto y que no sería ningún inconveniente...
Lisa logró hablar.
—Es que tiene un truco —dijo, con la voz algo torpe por el aturdimiento.
Luego le echó una mirada preocupada a su hermana—: Es algo que solo
Ruby sabe manejar.
La cara de Lisa se debía a que ella no sabía girar la llave y que para que
Dylan lograra bañarse y su plan no fracasara solo había una desgraciada
solución: que ella lo ayudara.
Ruby se debatió con fuerza internamente. ¿Arruinar o no arruinar el plan
de su hermana? Consideró que tal vez eso era lo que faltaba para que todo
terminara: dejar que Dylan y Lisa estuvieran solos. Así que llevándose por
esa idea, aceptó.
—Te ayudaré —le dijo a Dylan a regañadientes.
Avanzó sin siquiera echarle una mirada a Lisa y entró al baño. Era igual
al de todos los apartamentos de Knickweg: pequeño y compacto. La ducha
estaba a un lado y el lavamanos justo en frente con un espejo rectangular
encima. Todo se encontraba muy limpio y ordenado, organizado de tal
forma que dejaba un pasillito muy estrecho para moverse.
Ruby corrió la cortina y desde fuera del rango de la ducha comenzó a dar
algunos golpes a la llave con la muñeca. Durante unos segundos pensó que
había entrado sola, pero Dylan habló por detrás de ella:
—Gracias por el esfuerzo.
Ruby volteó, algo sobresaltada. Él ahora estaba recargado en el marco de
la puerta con los brazos cruzados, observándola. Esa imagen de cada línea
de su cuerpo, tan cerca y tan detallada, la aturdió por un momento y le
dificultó entender a qué se había referido.
—¿Eh? —emitió.
—Es que sé lo incómodo que es cuando alguien que no te agrada te pide
ayuda —le aclaró Dylan, un poco más lento— así que te lo agradezco.
Ruby solo resopló con amarga burla y devolvió la atención a la llave de
la ducha para seguir golpeando.
Así que él sí se había dado cuenta de que ella no lo tragaba, eh. Se
preguntó entonces si también sabía el porqué, si sabía bien lo que estaba
causando entre ambas, y si ese era el caso, ¿lo estaría haciendo con
intención? Más que nunca le pareció que Dylan no era confiable, pero al
mismo tiempo estaba la otra sensación.
De acuerdo, había querido ignorarla desde el principio porque era
contradictoria y extraña, pero ahí estaba: a pesar de que creía que Scott
tenía razón al tratar de alejar a Dylan, nada en su aspecto y en el ambiente
que se creaba cuando él estaba cerca, se sentía mal. De modo que por
mucho que Ruby tratara de odiarlo a fondo, de encontrarle defectos, de
tacharlo como el nefasto tipo que había llegado para desordenar su vida, no
podía ganarle a la verdad: Dylan era un tipo guapo, agradable, cortés y
deslumbrante.
Eso era lo que veía Lisa, y al mismo tiempo eso era lo que la enfadaba y
la frustraba: que Dylan no le ayudara a odiarlo.
—Créeme, lo he notado —sonrió Dylan ante el resoplido y el silencio de
Ruby.
Fue inevitable, el siguiente golpe lo dio con más fuerza.
—¿Sí? —replicó ella con ironía—. Pues yo también he notado algunas
cosas.
—¿Cómo cuáles? —Sonó extrañado.
Ruby desatendió la llave de la ducha e hizo un esfuerzo para mirarlo a la
cara —y no al resto del cuerpo— al darle la respuesta:
—Como que le gustas a Lisa y lo sabes muy bien.
Su intención fue que eso lo descolocara o lo incomodara, pero Dylan
permaneció tan tranquilo y cómodo como siempre. De hecho, solo alzó
ligeramente los hombros desnudos con algo de incredulidad.
—¿Y eso es un problema? —preguntó, y a pesar de que eso pudo haber
sonado arrogante y egocéntrico, se escuchó como una verdadera duda.
Ruby maldijo mentalmente lo confuso que era ese tipo. Al menos a Scott
podía leerlo rápido para encontrar formas de sobrellevarlo, porque su patrón
de conducta era muy básico; pero Dylan era un gran signo de interrogación:
¿qué demonios tramaba? ¿siquiera tramaba algo? ¿en dónde encasillarlo?
Era complicado.
Y a veces Ruby reaccionaba de la misma forma que Scott a lo
complicado: con enojo. De manera que alzó la barbilla y con toda firmeza
para que él entendiera que aquello era una exigencia, arrojó las palabras:
—Tal vez lo es, pero no puedo convencer a Lisa de que no se acueste
contigo porque es terca con lo que se le antoja, así que por favor ya dale lo
que quiere y desaparece como es normal en los tipos como tú luego de que
tienen éxito.
Dicho eso se inclinó hacia la llave, le dio un fuerte golpe final y la giró.
El agua fluyó rápido de la ducha y llenó el concluyente silencio que ella
había dejado. Solo le faltó la salida triunfal para dejar en claro que Dylan no
la intimidaba, y fue a por ella al avanzar directo hacia la puerta sin pedirle a
él que se apartara.
Entonces, sucedió.
Dylan entró al cuarto de baño al mismo tiempo que ella avanzaba para
permitirle salir, así que por un momento tuvieron que pasar uno al lado del
otro. En ese preciso instante Ruby captó algo muy pero muy raro de
soslayo, y en un acto reflejo giró la cabeza en dirección al espejo que
colgaba del lavamanos.
Tal vez tardó una fracción de segundo, tal vez fue tan rápido como un
parpadeo, pero Ruby tuvo la impactante y extraña impresión de que lo que
se reflejó en el espejo fue un rostro totalmente distinto al de Dylan.
Se detuvo en seco, perpleja y confundida, y observó a Dylan en busca de
corroborar lo visto, pero él ya había corrido la cortina de baño ajeno a su
reacción, entrado a la ducha y entonces no se reflejaba en el espejo más que
la cortina. Estaba vacío.
Ruby permaneció un momento allí, alternando la vista entre el espejo y la
cortina como si en algún instante algo fuese a cambiar de nuevo. Aunque...
¿realmente había cambiado? Ella había visto algo de reojo, algo distinto,
algo que ahora no podía definir, pero tenía la sensación de que no había
encajado con lo que tenían en frente: ni el cabello oscuro, ni los hombros
anchos y desnudos, ni los rasgos faciales...
—¿Todo bien? —le habló Dylan desde el interior de la ducha.
Ruby parpadeó. No entendió por qué le preguntaba eso hasta que
bruscamente se dio cuenta de que ella seguía dentro del baño, y bueno, por
esa razón él no podía empezar a ducharse.
Se exigió reaccionar.
—Sí —respondió secamente, y dio algunos pasos hacia atrás.
Sin embargo, un momento antes de salir de allí, Ruby volvió a echar una
rápida mirada hacia el espejo.
Todo estaba normal. Aparentemente.
Entonces... ¿por qué ella había creído ver a alguien más?
Capítulo 9

LISA
Lisa vio que Ruby salió disparada del cuarto de baño a pasos furiosos,
atravesó la sala con una mezcla de espanto y molestia en la cara, y
abandonó el apartamento tras un portazo.
Ella se quedó mirando la salida, confundida. Lo único que le vino a la
mente fue que quizás Ruby le había dicho algo odioso o grosero a Dylan y
que él, como ya había notado, le había respondido de forma muy inteligente
y serena, lo cual de seguro había enfurecido a su hermana.
Reprimió una risita porque en el fondo eso le divertía un poco.
—¿Lisa? —escuchó de repente desde el baño.
Dejó de pensar en Ruby de inmediato, se levantó del sofá y miró el jabón
sobre la mesita. El momento era perfecto para que su plan tuviera éxito.
—¿Sí? —le contestó a Dylan desde allí, sin moverse aún.
—No hay jabón, ¿podrías...?
—¡Claro, espera! —aceptó sin dejarlo terminar la pregunta—. Puede que
Ruby lo haya movido por alguna extraña razón.
Divertida internamente, dio algunos pasos sin sentido para fingir que se
movía por el apartamento en busca del jabón. Se tomó un minuto y luego
fue hasta la puerta del baño.
Estaba entreabierta, es decir, que podía pasar.
Sintió un cosquilleo divertido al entrar, y otro de nerviosismo al acercarse
a la ducha. La cortina era blanca, pero de un material que difuminaba los
contornos de la silueta, así que vio la forma de Dylan, aunque no con la
claridad que hubiera deseado para adivinar algo.
—Ten —le ofreció.
Una mano mojada y goteante salió por el lateral de la cortina. Lisa puso
el jabón en ella. Él agradeció y la mano entró de nuevo a la ducha. Por un
momento se sintió como si él se concentrara en lo suyo y ella ya no tuviera
nada que hacer ahí, por lo que buscó con rapidez algo que alargara el asunto
para no tener que irse.
Se le ocurrió de repente.
—¿Ruby te dijo algo? —aprovechó para preguntar—. Se fue muy rara,
como molesta.
—No, es simplemente que no le caigo bien —dijo Dylan, muy tranquilo.
Ya habían hablado un poco de eso, Dylan había notado que no le
agradaba a Ruby y lo había tomado bastante bien, casi con indiferencia,
cosa que había ayudado a que él le pareciera todavía más atractivo.
Aunque lo que estaba pasando con Dylan, a ser sincera, no era tan simple
como la atracción. Lo había llamado así para no parecer rara, pero cuando
lo había visto llegar al complejo, aquella noche, se había sentido como si
recuperara algo que no sabía que tenía, como si tuviera que acercarsele
porque así debía ser. Dylan la había deslumbrado al segundo de una forma
que no comprendía.
—A Ruby poca gente le cae bien —suspiró Lisa con tono monótono—.
La verdad, a veces hasta creo que solo Scott le cae bien, o ni siquiera.
Un pequeño silencio. La silueta de Dylan se movió con la normalidad de
alguien en la ducha. Lisa quiso ver más, pero la estúpida cortina hacía bien
su trabajo. Igual no era tan tonta como para solo meterse allí. De algún
modo, cuando estaba con él pensaba con mayor claridad, casi con mayor
sensatez. Y eso le gustaba. Era diferente.
—Es un tipo interesante Scott —rompió el silencio Dylan con una nota
de curiosidad.
Lisa tuvo más o menos una idea de lo que eso significaba, y sintió algo
que no había sentido antes: vergüenza, y luego otra cosa: enfado con Scott
por ser tan boca suelta y metiche. Sí, solían meterse uno en la vida del otro
constantemente, pero ¿es que por una vez no podía sacar las narices? A
Dylan quería disfrutarlo ella sola, incluso sin Ruby.
No era por egísimo, sino porque... ¡porque sí!
—Lo que dijo allá abajo... —quiso arreglar ella.
—¿No era cierto?
—Sí, pero no tuvo que decirlo.
—¿Por qué no? —preguntó Dylan, aún sereno, casi entretenido.
—Porque es obvio que hace pensar que nosotros tres, ya sabes... —
replicó ella con una obviedad algo irritada. Un poco frustrada, se cruzó de
brazos. Miró al suelo—. Lo pensaste, ¿no? —dijo, aunque no muy alto.
La ducha se cerró y el silencio predominó en el baño. Dylan sacó la mano
de nuevo por el lateral de la cortina y alcanzó la toalla que colgaba de la
pared. La difusa pero alta e intrigante silueta se movió mientras se secaba.
Lisa se hipnotizó hasta que la cortina se deslizó hacia un lado y él salió.
Entonces, quedó todavía más hipnotizada.
Dudó de haber conocido los niveles de limpieza de una piel, porque la de
Dylan se veía como nunca antes había visto una. Tan cremosa, tan integra,
tan... angelical. Cada línea definida como trazo de artista, cada músculo en
su tamaño moderado y perfecto, cada mechón de cabello azabache brillante
por el agua. Y los ojos de ese color tan vivo, y el rostro, y la manera en la
que la toalla estaba envuelta alrededor de sus caderas. Todo en él estaba
hecho con una perfección y similitud extraña pero embelesadora.
En serio, ¿de dónde había salido?
—Lo que yo pienso es que si algo así te hace feliz... —contestó Dylan,
sonriéndole, y al final agregó un ligero encogimiento de hombros.
Eso acabó con la magia del momento. Al menos para ella. La hipnosis se
rompió y solo escuchó en su mente: "te hace feliz..." y luego énfasis en la
palabra "feliz" que ahora que pensaba bien, ¿era algo que ella conocía? Es
decir, ¿la verdadera felicidad?
Nunca se lo había preguntado. Jamás. Bueno, quizás porque había pasado
su vida entera disfrutando los momentos y disfrutando cualquier cosa que la
entretuviera, pero, ¿feliz? ¿Había sido feliz? Y más importante aún: ¿Lo era
ahora? Con... ¿algo así entre Ruby y Scott?
Se quedó pensando. Mucho. Tanto que no notó que miraba fijamente a
Dylan con los ojos bien abiertos sino hasta que él hundió un poco las cejas,
divertido y extrañado.
—¿Qué?
Soltó la pregunta porque llegó a su boca y no pudo reprimirla:
—¿Tú eres feliz?
Lisa sabía que había personas que respondían rápido a esa pregunta.
Dylan no fue una. De hecho, como que hubo un ligerísimo aire de sorpresa
en su rostro, pero quedó en la misma expresión serena, controlada y
pacífica.
—No estoy seguro de ser feliz ahora —contestó— pero sé lo que es la
felicidad.
Se acercó a la puerta del baño para ir al dormitorio, en donde iba a
vestirse, pero antes de eso se dio vuelta y volvió a mirar a Lisa. Le dedicó
lo que ella sintió como la sonrisa más comprensiva que había visto jamás,
como si tuviese una inexplicable capacidad para reconfortar.
—No voy a juzgarte por nada de lo que dio a entender Scott —le dijo—
pero te aseguro que existe algo mejor que eso.
—¿Cómo qué? —le preguntó, ahora sonriendo también.
Dylan salió del baño y mientras iba al dormitorio le contestó en voz alta:
—Ya te lo mostraré.
Lisa solo pensó: ¿cuándo? Y sobre todo, ¿cómo?
Capítulo 10

SCOTT
Scott tenía una gran idea.
Bueno, siempre tenía grandes ideas, pero esta era la mejor idea del puto
mundo.
Finalmente, después de tantos intentos había logrado acceder a las
cámaras de seguridad del Knickweg. Sin caber de la emoción había
trasnochado viendo el incesante ir y venir de los inquilinos hacia sus
apartamentos. Eso le hizo sentir que podía saber cada paso de cada persona
y ahí se le había ocurrido el nuevo plan. Ahora sabía exactamente qué
hacer. Solo faltaba decírselo a Ruby, y ya iba en camino a concretarlo.
Sabía que Ruby diría que no, porque a veces se ponía tonta y porque en
cierto modo era como ir por el mismo camino en el que estaba la misma
piedra con la que ya habían tropezado, pero a la mierda. Ella había fallado
con lo de Dylan, ¿no?
Era obvio que había que hacer algo diferente. Además, si él lo ordenaba
debía hacerse. A fin de cuentas tenía el control, la última palabra, y conocía
los métodos para conseguir lo que quería. Y lo que quería ahora era que
Ruby lo ayudara con el inicio del nuevo plan.
Llegó a la sección del campus en la que, como él le había pedido en un
mensaje de texto, Ruby debía de estarlo esperando. La vio sentada en uno
de los bancos con su móvil en mano y la mirada fija y absorta en la pantalla.
Para quien pasara por ahí parecería una simple chica observando su celular,
pero Scott logró percibir que algo raro tenía.
¿Y ahora qué carajos le pasa?, se preguntó con hastío.
Ruby tenía el espeso cabello rojo muy revuelto nada peinado, también
unas leves ojeras y no llevaba nada de maquillaje. Fumaba
compulsivamente al tiempo que se mordía la uña del pulgar con
nerviosismo. En conclusión: le pasaba algo, pero no era bueno y
posiblemente iba a complicarle la tarea de convencerla del plan.
Tomó aire para reunir paciencia y se le acercó rápido. Sin avisar se le
sentó a un lado en la banca. Notó que Ruby se sobresaltó un poco por su
repentina aparición como si la hubiera sorprendido en algo malo, pero al
reconocerlo se tranquilizó. Como gesto natural, él le dedicó una gran
sonrisa.
Dato: usaba mucho su sonrisa con Ruby porque ya había descubierto que
eso bajaba su guardia y la hacía sentirse en mayor confianza con él.
—Hola, preciosa —le saludó, muy animado.
—Tardaste mil años —resopló Ruby con algo de irritación.
—Y tú me esperaste sin moverte, qué tierna. —Scott le pellizcó la
barbilla en un gesto juguetón y forzó un tono conmovido.
Ruby le manoteó la mano para que la alejara de su cara. Ante eso, Scott
soltó una risa. Ese tipo de actitudes bruscas eran normales entre ellos y a él
le encantaba, porque por más de que ella se hiciera la dura, siempre, de
cualquier forma, terminaba rindiéndose ante él y dándole la victoria. Cada
uno tenía muy en claro su lugar y su papel.
—¿Tienes alguna novedad? —le preguntó.
—Ya le pedí el dinero a Keanu —informó Ruby.
Scott sonrió con satisfacción.
—¿Te dijo que sí?
—Estoy esperando la respuesta —suspiró ella con hastío—. Ahora dime
para qué pediste que te esperara aquí.
Scott ladeó la cabeza y pestañeó, fingiendo desconcierto.
—¿Es que tienes prisa? —le preguntó—. ¿Debes hacer algo más
importante que estar sentada aquí conmigo?
Ruby giró los ojos.
—Scott...
—¿O estás enojada? —le preguntó también.
A él le gustaba la atractiva, medio ruda y masoquista gemela pelirroja en
su estado natural, pero le fastidiaba mucho en su estado combativo. Bueno,
en realidad solo le fastidiaba esa faceta de enfado cuando no estaban en la
cama o en algún juego que conllevara a eso, y en ese instante no había
intenciones de ese tipo, al menos no por parte de ella, así que pensó que si
Ruby le decía que sí, se levantaría de ahí, se iría y la ignoraría hasta que se
le pasara. Siempre se le pasaba.
—Estoy aburrida de estar aquí sentada —fue lo que contestó Ruby, de
nuevo con un aire de impaciencia—. Ya habla.
Fue suficiente para él.
—Bueno, quiero que veas esto.
Scott hundió una mano en el bolsillo de su jean para buscar lo que había
sacado esa misma mañana de su ingenioso escondite. No la sacó de
inmediato, sino que se tardó un poco en modo de antesala para mortificar a
Ruby a propósito. Luego, cuando creyó que ya tenía suficiente
incertidumbre, la deslizó con lentitud hacia afuera.
Agitó frente a ella una llave plateada que a su vez estaba conectada a un
llavero en forma de calavera.
Ruby abrió tanto los ojos que semejaron faroles, y los labios se le
separaron por la impresión. Palideció al instante. Cada músculo de su
delgado pero atractivo cuerpo pareció quedar en un punto de rigidez
repentina. Era claro que miraba fijamente la calavera y que se había
asustado, no porque fuera aterradora, ya que de hecho era simple y de
plástico, sino por lo que identificaba.
Tuvo que chasquear los dedos para que ella reaccionara. La voz de Ruby
fue un susurro aterrorizado, casi ahogado:
—¿Esa es...?
—Sí, es la misma —asintió él con suma tranquilidad.
En una reacción súbita, Ruby se levantó de la banca. Dio la impresión de
que quería huir para ponerse a salvo en otro sitio, pero por suerte no logró
dar más de dos pasos hacia atrás porque él fue más ágil: también se levantó,
la agarró por la muñeca y la jaló para retenerla allí. Como una fiera, Ruby
tiró de sí misma, pero él reforzó el agarre y la pegó a su pecho para dejarle
en claro que no podía escapar, que nunca podría escapar.
Ella lo miró, horrorizada.
—¡¿Es que estás loco?! —le reclamó en un susurro alterado.
Scott esbozó su demoniaca y pícara sonrisa.
—Un poco, pero sé que eso te gusta.
Sí, a Ruby le gustaba que Scott fuera así. Él lo sabía. Conocía sus gustos
más sucios y todas sus debilidades. De hecho, conocía tanto a esa gemela
que con los ojos cerrados la habría desarmado y armado completa, solo por
pura y macabra diversión. Pero en vez de debilitarla solo hizo que una
profunda angustia surcara ese lindo rostro. Ella respiró hondo y tuvo
intenciones de decir algo, pero no lo logró porque en verdad estaba asustada
y nerviosa.
Scott pensó con astucia, mantuvo la paciencia y llegó a la rápida
conclusión de que justo en ese momento solo podía mantener a Ruby de una
forma: con una cuidadosa manipulación.
—Dime, ¿no crees que ese tal Dylan, de donde sea que haya salido, está
empezando a ser un problema? —le preguntó él de repente con una voz
muy calmada.
Ruby respondió como si estuviera flotando sobre un preocupante pasmo:
—Sí.
—Parece estar influyendo en Lisa —continuó Scott, serio—. ¿Te has
dado cuenta de que está actuando diferente?
De nuevo, la respuesta de Ruby fue automática:
—Muy diferente.
Scott nunca mencionaba nada en lo que no hubiera triunfado, así que se
tensó al confesar lo que precisó que debía confesar para darle fuerza a su
propósito:
—No me ha respondido algunos mensajes y la mayoría del día ya ni
sabemos en dónde está o qué planes tiene.
Eso era lo que lo había llevado a meterse de lleno en ese asunto: el
maldito cambio. Desde que habían decidido unirse como grupo de trabajo,
él les había pedido a ambas que siempre le avisaran en dónde estaban y con
quién, y tanto Ruby como su hermana habían cumplido con eso.
Hasta qué había ocurrido el "asunto de Cindy". A partir de ese suceso se
había dañado todo su ecosistema. Ya Lisa no se reportaba, no dejaba ver sus
pasos, ¡estaba saliéndose del rango de control! Y si ella se salía de ese
rango, podía convertirse en una verdadera amenaza por todos los secretos
que compartían.
—Es cierto, ya no es la misma, y con la llegada de Dylan hasta parece ser
otra persona —asintió Ruby, todavía algo afectada.
—¿Y te gusta eso? —inquirió Scott al instante.
Ruby dio la impresión de que un ataque de pánico estaba a un paso de
dejarla sin aire, pero tuvo que admitirlo:
—No, lo odio.
—A mí tampoco me gusta —coincidió Scott en un resoplido de molestia
—. Esa no es la Lisa que conocemos, esa parece ser la Lisa que ese tipo
quiere que sea.
Sospechó que ella no lo había pensado de esa forma, pero que ahora, solo
porque él se lo decía, entendería que el imbécil de Dylan era el culpable de
todos esos cambios. Después de todo, Scott tenía la seguridad de que Ruby
podía discutir con él, podía enfadarse, podía dejar de hablarle durante un
día, pero no podía olvidar que era su única opción, sobre todo ahora que
Lisa lucía tan lejana.
—¿Sí? —susurró ella, confundida.
Scott afirmó con extrema seriedad en su rostro.
—Es que ni siquiera sabemos qué intenciones tiene con ella, además de
obviamente follársela —puntualizó él con gravedad—. ¿Cierto?
—Sí —asintió.
Con el momento ya moldeado, introdujo el plan.
—Bien, ya que te pedí que los vigilaras e hicieras todo lo posible por
separarlos y solo has conseguido fallar, voy a tener que involucrarme, y
creo que debemos comenzar a manejar esto de una forma más seria e
inteligente.
Ruby pareció muy confundida otra vez.
—¿Cómo?
Scott le sonrió. En sus ojos hubo un brillo malicioso, una mezcla entre la
traviesa intención de un niño y lo macabro de un adulto consciente de lo
que podía ocasionar.
—Resulta que conozco a un tipo que conoce a otro tipo que me ayudó a
tener nada más ni nada menos que el acceso completo a todas las cámaras
del complejo.
Scott le mostró su teléfono celular. En la pantalla se veían todas las
cámaras de seguridad del Knickweg. Estaba la de cada piso y cada pasillo.
Mostraba cada escalera e incluso el ascensor.
—Adicionalmente, este tipo vende toda clase de objetos electrónicos y
ayer me mostró unos juguetitos nuevos muy interesantes —siguió
explicando Scott con una nota de vil entusiasmo, pero en voz baja y
confidencial—. Son otras camaritas como estas pero muy pequeñas y
portátiles que puedes colocar en cualquier parte y que se integran a esta
aplicación.
Ruby volvió a congelarse de terror, esta vez con más rigidez que antes.
Sus ojos se abrieron tanto que pudieron habérsele salido de las órbitas. Scott
supo que ella ya había deducido cómo se conectaba lo que estaba
diciéndole: la llave, las cámaras...
—¿Piensas colocarlas en el apartamento de Dylan? —pronunció con
lentitud.
Scott sonrió amplio, una dentadura perfecta y encantadora.
—En realidad tú vas a colocarlas en el apartamento de Dylan.
—¿Qué? ¿Quieres que entre ahí? —escupió ella, desconcertada.
—Sí, eso quiero.
Ruby lo soltó rápido y claro:
—No.
De nuevo se preguntó qué demonios le sucedía y por qué estaba
comportándose como una niña asustada, si ella siempre le había secundado
los planes. Estuvo a punto de enfadarse y preguntárselo, pero recordó que
debía manejarla con cuidado y que lo mejor era mantener la calma.
Activó al seductor y manipulador Scott que con un toque podía debilitar.
—Ruby... —le susurró él con una suavidad forzada, pero no agresiva—.
Piensa de nuevo tu respuesta.
—No...
Scott la presionó más contra sí y le dedicó una expresión muy
preocupada.
—¿En serio vas a permitir que ese tipo nos quite a Lisa? —le preguntó
como si no pudiera creerlo—. Porque no son ideas mías, Lisa se está
alejando de nosotros.
Ruby entendió las palabras de Scott más rápido de lo que él habría
deseado.
—¿Ella no ha estado contigo? —inquirió en un susurro atónito y
preocupado al mismo tiempo.
Ese era otro punto...
Tal vez, ese era uno de los grandes puntos. Desde el principio, los tres se
habían compartido. Por separado, claro, pero compartido a fin de cuentas.
El problema había empezado cuando, unas semanas después del asunto de
Cindy, Scott había intentado pasar la noche con Lisa y ella se había negado.
Él pensó que solo era una pequeña fase, pero con cada día que pasaba Lisa
lo evitaba, lo ignoraba y ya no aceptaba pasar tiempo con él. En pocas
palabras: empezó a perder control sobre ella.
Scott había evaluado la situación con cabeza fría y se había esforzado
para lograr que Lisa regresara a él. Había sido difícil, pero en cierto punto
pareció que lo estaba consiguiendo, pareció que de nuevo ella quería
confiar en él y darle toda su atención.
Entonces apareció ese tal Dylan, y todo lo que Scott había trabajado se
fue a la mierda. Lisa le dio la espalda de nuevo y comenzó a fijarse en ese
tipo. Las cosas se pusieron gélidas y distantes otra vez. Por esa razón no
estaba solo preocupado sino también furioso. Ahora necesitaba apartar a
Dylan. Era obvio que podía robarle a Lisa y con ella sus secretos, y luego,
si el tipo era tan inteligente, le arrancaría a Ruby y el peligro de quedar
expuesto sería una realidad inevitable.
Al recordar eso, las líneas del rostro de Scott fluctuaron un poco como si
quisieran pasar directo de la falsa calma a la rabia ciega que tenía
contenida, pero él se controló y limitó a apretar los labios y endurecer la
expresión.
—No —le admitió a Ruby con amargura— y sé que es por culpa de ese
imbécil.
—¿Desde cuándo? —le preguntó Ruby, perpleja.
Él tensó más los labios y sacudió el tema con ligera molestia.
—Lo importante es —insistió con mucha seriedad— ¿en verdad vas a
dejar que todo cambie por completo?
Scott confió en que Ruby recordaría que ellos eran todo su mundo y que
las bases de ese mundo eran la manera en la que vivían: compartiéndose,
siendo cómplices, armando planes juntos, y tratando de sobrevivir de
cualquier forma posible. Confió en que ella entendería que si algo de eso se
rompía una base desaparecería y su mundo comenzaría a derrumbarse,
perderían su estabilidad y ella se perdería a sí misma.
No podían dejar que eso pasara.
Él la miró fijamente a los ojos para añadir una disimulada presión, y le
frotó los hombros con fingido cariño. Ella debía comprender de una vez que
no importaba si lo que iban a hacer estaba mal, porque lo harían juntos. Tal
vez era algo extraño e insano, pero esa complicidad era suya y era, a fin de
cuentas, lo único que los uniría para siempre.
De todas formas, si el plan de Scott para devolver el orden a sus vidas no
funcionaba, también estaba preparado para empezar de nuevo.
Y tal vez, en ese caso, tendría que recurrir a una solución parecida a la
que había utilizado con Cindy.
Solo que esta vez no sería un simple accidente.
Capítulo 11

RUBY.
Ruby iba a cumplir la orden de Scott.
Tal y como habían planeado, ambos habían vigilado las cámaras de
seguridad del piso de Dylan durante siete días. Lo descubierto: que Dylan
salía cada mañana a las ocho en punto y volvía una hora después. Era
perfecto para ellos porque dejaba tiempo suficiente para entrar en el
apartamento y esconder las dos cámaras.
A pesar de eso, Ruby tenía miedo. Era el día. Dylan saldría en cinco
minutos y ella debía actuar rápido. Scott la ayudaría por supuesto. Él
tendría el trabajo de activar las cámaras luego de que se colocaran. También
estaría monitoreando específicamente las cámaras de la entrada al edificio y
la del corredor para avisarle a Ruby que saliera del apartamento si es que
Dylan volvía antes de lo calculado.
Eso también la ponía nerviosa. Bueno, en realidad estaba muy nerviosa
desde el asunto de la ducha. Después de esa noche ella ya no pudo entender
qué había visto y que no. Tenía el vago recuerdo y tenía la certeza de haber
observado algo fuera de lugar, pero lo demás era una confusión intensa que
en momentos se transformaba en un inquietante debate: ¿en verdad había
visto algo? ¿O su mente le había hecho un mal juego?
Luego, cuando se fue a dormir, por primera vez, Ruby había tenido una
larga, espantosa y vívida pesadilla con "aquello" tan malo que guardaba
como secreto junto a Scott.
Se había despertado de golpe en plena madrugada, agitada, sudorosa,
atemorizada y con los músculos algo rígidos .De inmediato había pensado
en que eso jamás le había sucedido. Nunca sus propios actos la habían
asustado tanto, porque Ruby jamás había sido miedosa. De hecho, siempre
le habían faltado dos cosas: remordimiento y cobardía, y eso mismo la
había hecho tan compatible con Scott; pero ahora no solo se sentía rara,
también se sentía intranquila y confundida.
Le llegó un mensaje de Scott.
Estoy listo. Espero que lo hagas rápido.
Ruby volvió a mirar la aplicación con las transmisiones de las cámaras de
vigilancia. En ese preciso instante, Dylan salía de su apartamento. Incluso
desde el ángulo de la cámara su cabello negro se veía asombroso, y él tenía
ese aire de actor captado en una escena de una película. Finalmente cerró su
puerta y se fue usando las escaleras, no el ascensor.
En cuanto Ruby recibió un nuevo mensaje de Scott avisando que ya
había revisado la cámara instalada sobre la puerta de entrada del edificio y
que había visto a Dylan alejarse, ella se puso en marcha.
Salió de su apartamento y subió las escaleras a toda velocidad. Unos
escalones antes de llegar, sacó la llave de su bolsillo y luego, sin pensar ni
respirar ni dudar, hizo todo rapidísimo para no fallar al acobardarse:
introdujo la llave en la cerradura, abrió la puerta, entró y cerró la puerta tras
de sí.
Cuando el mundo volvió a su velocidad normal, ella se encontró apoyada
contra la madera. Su respiración iba un poco acelerada.
Se lo repitió en su mente: estaba dentro de ese apartamento.
De nuevo.
Obviamente, las cosas del último inquilino ya no estaban, por supuesto.
De hecho, había menos cosas. Solo estaban los objetos básicos, lo cual
hacía que el apartamento todavía pareciera deshabitado y en alquiler a pesar
de que Dylan llevaba ya varias semanas viviendo allí. Tampoco había
desorden de ningún tipo, ni siquiera el común desorden masculino, tan solo
algunas herramientas de fotografía como papel de impresión fotográfica,
una impresora y lentes de cámara sobre la mesita de la sala. De resto, el
sitio era impecable pero sobrio, medio vacío, medio raro, como si nadie
hubiese tocado nada.
Un relámpago interno de pavor le trajo a Ruby recuerdos horribles. Una
parte de ella amenazó con sacarla de allí; pero otra parte le recordó que no
podía acobardarse porque ese plan era lo único que les permitiría recuperar
a Lisa y volver a la normalidad. Así que no podía arrepentirse. Debía
ejecutar cada paso tan rápido como pudiera para finalmente alejarse de ese
maldito lugar.
Ruby avanzó directo hacia la habitación. Sabía en dónde estaba por dos
razones, y una de ellas era porque todos los apartamentos de Knickweg eran
iguales. Mientras, repasó algunas de las advertencias de Scott, como que no
podía tocar nada, y que de tocar algo debía asegurarse de dejarlo en el
mismo lugar que antes. Las otras instrucciones eran sobre las cámaras:
colocar una en la habitación y otra en la sala.
Al entrar en la habitación, evaluó el lugar. De nuevo tuvo la impresión de
que todo estaba vacío, de que faltaban cosas, pero se concentró en encontrar
algo en donde pudiera colocar la cámara bien oculta. Una lámpara que
estaba colocada en una esquina pareció el sitio ideal.
Ruby sacó de su bolsillo la bolsita plástica que Scott le había entregado.
Tomó una de las dos camaritas y la adhirió en la cabeza de la lámpara de tal
forma que quedara algo oculta. Como era bastante pequeña, al final quedó
casi imperceptible si no se miraba la lámpara a centímetros de distancia.
Entonces le envió el mensaje a Scott:
Habitación: instalada.
El trabajo de Scott era encenderla desde la aplicación, y no se tardó ni un
minuto en eso. El mensaje le llegó a Ruby casi al instante:
Habitación: on.
Ruby salió de la habitación y fue a la sala de estar. Scott le había
indicado que el mejor lugar era una de las ventanas de la esquina porque así
el ángulo permitiría observar tanto el área de la sala como el de la cocina,
ya que los apartamentos no eran tan grandes. Lo difícil era hacerlo sin ser
vista desde el exterior, y para esto debía tener cuidado de no acercarse
mucho a la misma ventana —porque tenían las cortinas descorridas— ya
que algún tonto que de casualidad estuviese mirando hacia arriba, la podía
ver allí.
Así que tomó una de las sillas de la cocina y con mucha precaución
instaló la segunda cámara en el marco de la ventana principal, a una altura
bastante considerable. Para poder encontrarla, Dylan tendría que usar una
silla, subir, acercarse muchísimo y mirar muy fijamente por encima del
marco de la ventana, cosa que era bastante probable que no hiciera.
Le envió el segundo mensaje a Scott:
Sala: instalada.
Scott no respondió tan rápido como en el anterior. Ruby devolvió la silla
que había utilizado a su mismo lugar cerca de la cocina. En el instante en el
que se giró para evaluar el entorno por si había movido alguna cosa sin
darse cuenta, se fijó en algo en lo que extrañamente no se había fijado al
entrar.
Había un par de fotos tiradas en el suelo, justo a un lado de la mesa en
donde se encontraban las impresora de fotografías.
Ruby asumió que habían podido caerse de allí, aunque dudó de cómo
había sucedido eso. Recordó de nuevo que no debía tocar nada, sin
embargo, desde su posición la imagen en una de las fotografías se vio muy
extraña. De modo que algo la impulsó a acercarse para mirar mejor —sin
tocar, claro, sin tocar—.
En cuanto se agachó frente a las fotos, el susto la disparó hacia atrás y la
hizo caer de culo al suelo.
Si Ruby se había asustado alguna vez en su vida, si había estado asustada
esa misma mañana, habían sido sustos leves que no se podían comparar con
lo que sintió en ese momento porque la fotografía era espantosa.
La luz en ella era una mezcla de tonos fríos y depresivos e inspiraba
miedo y terror. Además, mostraba a una chica tendida en el suelo, muerta,
con hilos de sangre saliéndole de la boca, los brazos extendidos en ángulos
extraños, la piel mortecina y los ojos abiertos, vidriosos y fijos en el vacío.
Ella conocía a esa chica.
Era Cindy.
Por el impacto, Ruby fue incapaz de moverse o de pensar. Un sudor frío
y enfermizo le bañó la piel, y la respiración se le puso tan pesada que
ensanchaba las fosas nasales al inhalar. Volvió a experimentar el miedo de
la noche anterior. El mismo pánico helado que le había dejado la pesadilla.
El mismo horror súbito hacia algo a lo que antes no le habría temido en lo
absoluto pero que ahora sí le causaba un terror profundo, porque esa sin
duda alguna era la misma Cindy, muerta en el mismo suelo en el que ella la
había visto por última vez.
Muerta .
Muerta.
¿Cómo era posible que Dylan tuviera esa fotografía? ¿Acaso él lo sabía
todo? ¿La había conocido? ¿O de alguna forma que no lograba explicarse,
había estado presente en aquel momento?
Un montón de preguntas acribillaron la cabeza de Ruby mientras miraba
la fotografía con ojos aterrados. Ya hasta el aliento le salía trabajosamente
por la boca entreabierta. Sentía los latidos contra sus oídos. Incluso escuchó
en el fondo de su mente el sonido seco de una caída.
No podía ser posible... Aquello no podía ser posible.
De repente hizo lo primero que, entre su caos interno, se le ocurrió. Con
las manos temblorosas y débiles sostuvo su celular y llamó a Scott por el
marcado rápido.
Confiaba en que él sabría cómo calmarla, cómo proceder, porque siempre
lo sabía todo, siempre debía saberlo todo.
Cada tono de espera la desesperó.
Al tercero, él atendió.
—La cámara de la sala aún no transmite la imagen, sigue cargando —
habló él de inmediato, al parecer algo hastiado e impaciente—. Te dije que
esperaras mi mensaje.
—Scott, aquí hay una foto de Cindy —se lo dijo rápido y sin vueltas.
La voz le salió trémula, asustada y casi susurrante. En lo que se escuchó
pronunciar ese nombre de nuevo, incluso experimentó otra oleada de pánico
que ni ella misma entendió de dónde surgía pero que era real y que en algún
punto podía asfixiarla.
—¿Qué mierda estás diciendo, Ruby? —replicó Scott con un tono que
invitó a imaginarlo ceñudo y nada contento.
Ella tomó bastante aire por la boca. Contra su oreja, el celular temblaba.
El mundo le iba a una velocidad vertiginosa y ondeante, como si acabara de
subirse a un barco que navegaba bajo una tormenta por aguas furiosas y
turbulentas.
—Dylan tiene una fotografía de Cindy en el mismo lugar en donde murió
—repitió, y esa vez se esforzó por hablar con menor rapidez para que la
entendiera.
Hubo un momento de silencio por parte de Scott. Ruby tuvo la esperanza
de que era uno de esos silencios en los que estaba pensando en qué hacer
ahora que sabían sobre esa fotografía, pero...
—Eso no es posible —le dijo Scott finalmente, nada alterado— solo
sigue el plan y espera mi mensaje.
Su respuesta fue tan seca y concreta que dio a entender él iba a colgar.
Entonces Ruby trató de impedirlo.
—¡Te digo la verdad! —insistió con apremio, con toda la intención de
que eso le añadiera mayor credibilidad a sus palabras—. Su foto está aquí
y...
Pero Scott la interrumpió, ya algo molesto:
—¿Quieres dejar de jugar a esas estupideces? Estamos haciendo algo
serio.
—Es que no sé cómo él pudo tomarla si... —trató de nuevo, pero el
regaño de Scott se escuchó fuerte y enfadado:
—¡Que ya dejes las malditas bromas! —Ruby se sobresaltó por el nivel
tan alto de nervios que estaba infiltrándose en sus venas—. ¡Te dije que te
centraras en seguir el plan y listo!
No le dio tiempo de decir nada más porque él colgó.
Ruby sintió que podía quedarse paralizada con el celular contra la oreja,
pero logró entender que Scott no le creía porque, pues, el asunto sí era poco
creíble.
Había pasado mucho tiempo. En aquel entonces, Dylan no vivía allí, ni
cerca, tal vez ni siquiera en la misma ciudad —aunque esa parte no podían
confirmarla por completo— pero había una considerable improbabilidad de
que él hubiese tomado esa fotografía, ese día, de esa forma.
Pero improbable y todo, la foto estaba ahí. Ella la estaba mirando. Era
espantosa y real. ¡El fondo ni siquiera era el de una morgue como para
pensar que Dylan tenía una razón más o menos válida para guardar una
imagen así en su casa!
El fondo era el mismísimo concreto sobre el que...
Ya. Lo que Scott necesitaba era la prueba.
En un impulso brusco, Ruby se acercó a la fotografía que todavía estaba
en el suelo y accedió a la cámara de su celular para tomarle una foto. Como
las manos le temblaban mucho, respiró hondo y trató de estabilizarse para
que la imagen no saliera borrosa. Un momento después ya la tenía.
Abrió el chat de WhatsApp con Scott y se la envió. En un segundo, él
apareció "en línea".
De rodillas en el suelo, mirando fijamente la pantalla, esperó. El tiempo
transcurrió tan lento que pareció una tortura...
Hasta que de pronto el celular vibró en una llamada entrante de Scott.
Ruby atendió en un microsegundo a una velocidad desesperada.
—¡¿Qué haremos?! —fue lo que dijo al instante. Su voz ansiosa, algo
jadeante.
—Lo que harás será salir de ahí ahora mismo —le ordenó Scott, serio.
Ruby no entendió muy bien si eso era lo que haría porque estaban en
peligro o...
—Pero, ¿viste la fotografía? —le preguntó a Scott, desconcertada—.
¿Viste que no miento?
—¡No hay nada en esa fotografía, Ruby! —le gritó él desde el otro lado,
ya bastante furioso—. ¡¿Qué carajos te pasa?! ¡¿Fumaste algo o qué?!
¿Qué? No había fumado nada. Ni siquiera había tomado nada. ¡Estaba
totalmente lúcida! La pregunta debía ser: ¿qué carajos le pasaba a Scott?
¿Estaba ciego?
—¡Pero si es ella! —replicó Ruby con tanta seguridad e insistencia que
llegó al punto de sonar un tanto maniática—. ¡Estoy mirando la fotografía
justo ahora y es ella!
Fue inútil, Scott no le creyó.
—Mira que si te estás drogando justamente cuando tenemos que hacer
esto bien —le advirtió él sin nada de paciencia— me voy a cabrear bastante
contigo.
Ruby se pasó la mano por el cabello, muy frustrada. No entendía cómo
Scott no lo veía. No entendía nada.
—Si Dylan lo sabe todo... —pronunció ella con un hilo de voz en vez de
intentar convencerlo.
Pero Scott se lo dijo como una orden irrevocable que también sonó a una
amenaza que, de no ser cumplida, tendría consecuencias terribles:
—Quiero que salgas de ahí y punto. Ya hemos terminado con las
cámaras.
Sin más, colgó. Y esa vez de manera concluyente.
Ruby de repente se sintió, enojada con Scott, confundida y mucho más
asustada. ¿Cómo no le había creído? Si la foto era la prueba infalible de lo
que decía. Ahí estaba. Ella misma la buscó en el chat para reafirmar que él
estaba equivocado.
Solo que no lo estaba.
Apenas Ruby vio la imagen que ella había enviado, quedó suspendida en
un nuevo tipo de shock.
En la fotografía no aparecía la chica muerta. Quien aparecía era Lisa, su
propia hermana, sonriendo, con los árboles que rodeaban Knickweg de
fondo. Foto que era obvio que se había tomado aquel día de la sesión en el
patio trasero.
Si así se mostraba en la imagen del celular entonces...
Lentamente, Ruby alzó la mirada de la pantalla y la fijó en la propia
fotografía que reposaba en el suelo junto a la mesita.
¿Sangre? No. ¿Ojos vidriosos? No. ¿Chica muerta? No.
De nuevo, la chica de la fotografía era Lisa bajo una espléndida luz
natural. Lisa, con su sonrisa perfecta, su cabello rubio platinado y sus
rasgos avivados, atractivos e impecables. Vista desde una perspectiva
profesional esa habría sido una toma maravillosa, cargada de luz y de
colores. Nada de depresión, melancolía y mucho menos muerte.
Bastó un segundo para que Ruby se aterrorizara por lo que había visto —
o lo que había creído ver— y lo que veía ahora.
Bastó otro segundo para que sin pensar se levantara abruptamente,
corriera hacia la puerta y saliera huyendo del "apartamento maldito".
Capítulo 12

SCOTT

Scott atravesó la puerta del apartamento de Ruby y apenas la vio sentada


en el sofá sintió que sería un día jodidamente estresante.
¡¿Qué demonios le pasaba?!
Tenía el mismo aspecto desastroso de hace días, pero peor: ojerosa,
pálida y además con la mirada fija y perdida en algún punto del vacío.
Sobre ella flotaba una nube de desequilibrio, de angustia, de tormento. Al
frente, en la mesita de la sala, había una botella ya casi vacía de alcohol y
un vaso usado lo cual delató que había estado bebiendo toda la noche.
Scott sintió una punzada de molestia. Ya sabía que a Ruby le sucedía algo
extraño, pero seguía sin entender por qué no se esforzaba en superarlo. No,
ella sólo inventaba cosas, decía mentiras, traía asuntos pasados, y ni hablar
de la locura de la fotografía que había soltado unas horas atrás mientras
colocaban las cámaras. Qué disparate.
Esa actitud tenía que acabar.
Scott se sentó a su lado, se inclinó hacia adelante y apartó las botellas de
mala gana. Cuando cayeron al suelo produjeron un ruido que sobresaltó a
Ruby y la despertó de su ausencia.
—Empezaremos a monitorear a Dylan —le avisó él, y colocó sobre la
mesita la laptop que traía bajo el brazo —. ¿Qué has estado haciendo?
Ella se removió sobre su lugar para enderezarse y se frotó los ojos
cansados y enrojecidos. Tenía cara de todo menos de querer hacer algo
además de quedarse inmóvil mirando el vacío.
—No mucho —murmuró—. Bebí un poco.
Sí, hasta allí le llegó el aliento del alcohol.
Scott le arrojó una mirada dura.
—Bebiste bastante —le corrigió.
Un silencio se extendió entre ellos. La expresión de aflicción que
apareció en el rostro de Ruby hizo que se viera torturada.
—Lo necesitaba, no lo sé... —confesó ella algo bajo, con cierta
vergüenza—. No sé qué me pasa. Lo que sucedió en el apar...
Ruby se trabó, como si no supiera cómo explicarse, pero Scott no tenía
ganas de hablar sobre lo que había sucedido, así que le cortó:
—Pues yo tampoco lo sé, pero espero no sea que otra vez estás teniendo
esos malditos ataques de culpa que no soporto.
Ella asintió apenas, con la mirada fija en el suelo. Scott sintió dentro de sí
más molestia. Solía pensar que Ruby era su mejor cómplice, incluso mejor
que Lisa, pero por más que quería entender qué le sucedía, no podía.
Tampoco ayudaba el hecho de que no era muy tolerante. Para él, todo se
resolvía y debía resolverse rápido.
—Acordamos que jamás lo mencionaríamos, ¿no? —le recordó él,
rompiendo el pequeño silencio de la sala.
—Sí...
—Entonces déjalo atrás y concéntrate en lo de ahora. —Para que no se
pusiera a la defensiva, agregó un tono menos duro que la tranquilizarla un
poco—: Y ya verás que te empezarás a sentir mejor.
—Sí.
Ruby se encogió contra el sofá, como refugiándose. En frente, la laptop
ya estaba por completo encendida. Scott buscó la aplicación que su amigo
le había instalado para poder ver mejor las transmisiones de las cámaras
instaladas en el apartamento.
—¿Has visto a Lisa? —aprovechó él para preguntar—. ¿Te enteraste de
algo?
—La vi ayer, pero no dijo mucho —suspiró Ruby—. Se fue rápido.
Scott arrugó los labios, obstinado.
—Esta mierda me tiene harto —soltó—. Todavía ni me ha respondido los
mensajes, y cuando me paso por su apartamento no está ahí. ¿Qué
demonios hace?
—No lo sé... —dijo Ruby, sin ánimos.
Pero él no le prestó atención y solo siguió descargándose con rabia:
—Lo peor es que cada vez que me topo con ese imbécil de Dylan en las
escaleras o en el ascensor tiene en la cara esa maldita sonrisita que me
cabrea.
—Uhum...
—Esa sonrisa parece como si... —Scott apretó la mandíbula, conteniendo
la rabia—... como si supiera algo que nosotros no, como si estuviera un
paso adelante.
—Uhum...
—Hay algo que me dice que él intenta jugar con nosotros. No sé de qué
forma, no sé por qué, pero lo hace y en todo caso hay que ganar.
—Uhum...
En cuanto se dio cuenta del tono monótono de las respuestas de Ruby,
giró la cabeza y le echó una mirada fulminante. Por supuesto, ni siquiera
estaba prestando atención. Tenía los brazos cruzados y los ojos cerrados, a
punto de caer en un sueño profundo.
—¡Que espabiles! —le gritó con exigencia.
Ella abrió los ojos al instante y se enderezó con rapidez.
—¡Ya, estoy despierta!
Scott sacó paciencia de lugares que no sabía que existían.
—Ve a hacer café —le ordenó con severidad—. Estaremos aquí un buen
rato.
A duras penas, Ruby se levantó del sofá y fue a la cocina. Scott por su
parte hizo doble clic sobre el programa. Tras un minuto de carga apareció
ante sus ojos una ventana que mostraba la sala del apartamento de Dylan en
directo y con una definición impresionante.
En esa habitación no había nadie, así que pasó a la siguiente cámara:
dormitorio. Allí estaba Dylan, sentado en el borde de la cama. Alrededor
tenía una variedad de fotografías, lentes de cámara y otras cosas de ese tipo.
Sobre la misma cama, apoyado contra la cabecera, estaba Keanu usando
una laptop sobre las piernas. Junto a él, boca abajo, mirando más
fotografías, estaba Nitty.
Hablaban sobre la tesis, que si la fecha de entrega, que si los recursos a
usar, que si la estructura, que si algunas cosas que faltaban. Nada
interesante o importante. Pero Scott miró. Observó fija y calculadoramente
la imagen con la intención de captarlo todo, de entender mejor el entorno de
Dylan, de no perderse ni un detalle que luego pudiera servirle para apartarlo
del camino.
Poco después, Ruby llegó con el café, casi arrastrando los pies. Le
ofreció una taza humeante. Scott bebió sin dejar de mirar la pantalla. Ruby,
a su lado, también se volvió una espectadora, aunque él tuvo la impresión
de que una parte de ella seguía lejos, solo que lo ignoró para no enfadarse.
Los minutos pasaron y pasaron. La conversación era tan aburrida que
Scott agradeció no ser tan patético como todos ellos. Llegó a pensar incluso
que no obtendría nada interesante de ahí hasta que de repente Keanu emitió
un sonido de frustración, dejó de mirar la laptop y se alzó las gafas para
frotarse los ojos. Al parecer había hecho algo mal.
Nitty, que movía los pies con aire infantil, lo miró con curiosidad.
—Estás bastante estresado, eh —le comentó.
—¿Te exijo demasiado, Keanu? —preguntó Dylan con esa voz
insoportablemente amigable—. Porque no es mi intención, puedes
tomártelo con calma.
El tonto de Keanu sacudió la cabeza.
—No es tu culpa, Dylan —le aclaró. Por un momento dio la impresión de
que confesaría algo, pero se retractó y solo añadió—: Son otras cosas que
tengo en mi cabeza.
Nitty pareció intrigada.
—¿Cómo qué? —quiso saber.
Keanu alzó los hombros, dando a entender que era cualquier cosa. Sin
embargo, Dylan emitió una risa tranquila mientras hacía cosas inentendibles
para Scott con su cámara.
—Seguramente es su novia digital —comentó con un aire más divertido
—. Siempre son las novias.
Nitty alternó la mirada entre ambos y hundió un poco las cejas, medio
confundida y medio interesada.
—¿Novia digital? ¿Cómo es eso?
Frente a la pantalla, Scott y Ruby compartieron una mirada. La de ella
fue preocupada, pero la de él fue cautelosa. Maldijo internamente a Dylan
por mencionar ese tema.
Keanu se acomodó las gafas, algo incómodo.
—Bueno... —Carraspeó la garganta—. Nosotros nos conocimos en un
foro y nunca nos hemos visto, pero hablamos por chat todo el tiempo y
somos fieles el uno al otro. Es igual a una relación normal.
Nitty pestañeó y miró a Dylan. Él, con su maldita sonrisa pegada en la
cara, se encogió de hombros.
—¿Y la parte de tocarse o convivir juntos que es lo más importante? —
preguntó Nitty—. ¿No piensan llegar a eso?
Keanu jugueteó con las teclas de la laptop. No lucía muy cómodo
hablando de ello. Scott deseó que lo cortara ya.
—Pues yo quiero conocerla en persona, solo que ella ha estado distante
—confesó el chico, inquieto—. No hablamos desde...
Se silenció sin más, como si no quisiera decirlo, pero ya tanto Dylan
como Nitty estaban sumidos en la conversación, así que lo animaron:
—¿Desde qué?
—Desde que me pidió todo ese dinero —suspiró Keanu, abatido—
porque la pasa muy mal en su país y ella en serio lo necesitaba... pero yo no
lo tenía.
—¿Cuánto te pidió? —preguntó esa vez Dylan, algo preocupado, como
intuyendo algún desastre.
En lo que Keanu reveló la cantidad, tanto Dylan como Nitty abrieron los
ojos de par en par, asombrados.
Scott se inclinó levemente sobre el sillón de cara a la pantalla, como si
ver más cerca ayudara a intervenir en lo que estaba sucediendo en el cuarto
de Dylan.
—Demonios, eso es mucho —dijo Nitty, aún sorprendida—. ¿Para qué lo
quiere?
—No lo sé, pero es algo muy importante para Aria, y tan pronto como lo
tenga se lo estaré enviando porque la amo y sé que ella me ama también —
contestó Keanu con decisión.
Scott quiso soltar una risa de burla, pero estaba demasiado concentrado
como para hacerlo. Concentrado y preocupado.
—Si te ama como dices, ¿por qué no te ha hablado? —inquirió Nitty con
cierto ingenio—. Sospecho que lo que ama es la idea de otra cosa...
Keanu la miró sin entender a qué se refería.
—¿De qué?
—Pues de que le envíes dinero —soltó Nitty con simpleza, sin filtros—
es muy obvio.
Eso dejó impactado a Keanu, con una cara de estúpido monumental. A
Scott ya no le pareció nada divertido, nada para burlarse. De hecho, quiso
poder entrar allí y sacarlos a todos a patadas. Tenían pensado sacarle más
dinero al chico, no podían perderlo solo porque esa chiquilla de cabello
colorido era un tanto inteligente y un tanto metiche.
—Las cosas a distancia son bastante difíciles —suavizó Dylan, con una
opinión menos dura—. Keanu, ¿por qué simplemente no viajas a su país y
la conoces personalmente?
—Si es que existe... —canturreó Nitty.
Otra vez, Keanu la observó sin comprenderla, o sin querer comprender.
—¿Eh?
Nitty se acomodó en la cama, ahora sentada.
—Dime, ¿la has visto por videollamada? —le preguntó a Keanu como si
fuera el punto número uno.
—No, es tímida.
Ella hizo un gesto de obviedad.
—Ahí está —señaló, más claro que nunca—. Todos saben que hoy en día
hay muchos catfish y que la primera pista de que lo son es que no se
muestran por llamadas.
Scott sabía lo que era un catfish, claro que sabía y por eso se tensó
todavía más. Era una conversación peligrosa.
Keanu negó con la cabeza, firme, ciego, engañado.
—No es un catfish —aseguró, y en su voz sobresalió una nota de
molestia.
—Entonces proponle la videollamada muy en serio —replicó Nitty,
simple—. Si no lo es, aceptará. Si lo es...
—Es una buena idea —secundó Dylan—. Solo piensa en lo mejor que
puede pasar.
Scott sabía que pasaría lo peor: nunca vería a ninguna Aria.
Pero por lo visto, Keanu sí se dejó llevar por la imaginación y la idea de
cosas mejores, porque asintió.
—Sí, lo haré —aceptó, aunque medio nervioso—. Lo haré y les
demostraré que no miente.
Nitty le sonrió con calidez.
—Me disculparé de ser así.
Keanu, que se había molestado un poco por lo del catfish, pareció
tranquilizarse.
El timbre del apartamento sonó de repente. Dylan se levantó para ir a
atender. Nitty y Keanu se quedaron hablando todavía sobre la novia digital,
cosas como su nombre, edad y aspecto que tenía. Scott se concentró tanto
en eso que no pasó a la cámara de la sala sino hasta que a través del altavoz
se escuchó la voz conocida:
—¡Hola! ¿En qué andas?
Cambió de imagen muy rápido. Por supuesto, quien había aparecido era
Lisa. Ni siquiera le sorprendió, pero sí le molestó.
Dylan la hizo pasar y cerró la puerta. Le dijo que estaba con Nitty y
Keanu haciendo cosas para la tesis. Lisa, con una voz en extremo alegre,
preguntó si les podía ayudar en algo y él contestó que siempre se necesitaba
ayuda, así que se unieron todos en la habitación.
Scott notó que Lisa y Dylan se sentaron uno al lado del otro, cerca.
Luego también notaron otras cosas y tanto Scott como Ruby quedaron
boquiabiertos. No porque Lisa fuera a ver a Dylan, sino porque Lisa
empezó a bromear, reírse, conversar y aparentemente disfrutar de estar con
esos tontos, algo que nunca se habría esperado de ella.
Scott no supo a quién estaba viendo, porque esa no era la Lisa que
conocía. Ni siquiera la había visto reír tanto. Ni siquiera la había visto ser
tan agradable. Estaba impactado.
—Tal vez deberíamos ir de nuevo a esa cafetería —mencionó de pronto
Nitty—. Quiero probar todo el menú.
Lisa asintió, comentó algo sobre los muffins de arándanos y la ridícula
conversación siguió por un camino de opiniones sobre sitios en los que
habían estado.
Scott giró la cabeza con brusquedad hacia Ruby. Ella estaba observando
la pantalla con asombro y algo de horror.
Ruby pestañeó, estupefacta.
—Creo que sí...
Algo parecido a una onda caliente y cargada de ira se expandió por el
cuerpo de Scott y lo obligó a levantarse con las manos hecha puños tensos y
brotados de venas. Si a veces enojado quería golpear cosas, lo que quería
ahora mismo mientras le zumbaban los oídos de la indignación era destruir
todo lo que se le atravesara, destrozar a cualquiera que tratara de
impedírselo y al final no dejar nada con vida.
En la pantalla, Dylan cogió una fotografía y la alzó de tal modo que todos
pudieron contemplarla.
—En esta foto Keanu tenía vergüenza —indicó, señalando el rostro del
chico retratado—. Era cuando hablábamos de su novia.
Lisa miró con interés y ligero asombro.
—Sabes leer muy bien eso de los gestos, ¿no?
Dylan emitió una de sus risas.
—Puedo reconocer las verdaderas emociones que se ocultan en ellos —
admitió.
Lisa cogió otra de las fotografías. Esa la mostraba a ella sonriendo. Para
enseñarsela a Dylan, se inclinó un poco hacia su lado. Sus hombros rozaron.
—¿Qué ves aquí? —le preguntó. Scott reconoció el sutil tono en su voz:
segura de sí misma, insinuante.
—Entusiasmo, interés, atracción... —enlistó Dylan. Alzó la vista hacia
ella y con los nudillos de su dedo índice y medio le hizo una caricia
pequeña en la mejilla—. Veías con deseo.
Scott observó fijamente con un odio latente cómo ella soltaba una risita
para darle a entender que lo que había visto era a Dylan. Nada quiso más
que borrar la de ese tipejo a golpes.
Por suerte, la naturaleza lo había dotado con la habilidad de seguir
pensando con algo de astucia a pesar de estar enojado, así que se dio cuenta
de algo que no había notado antes y que agradeció notar ahora.
—El imbécil de Dylan se está convirtiendo en un fastidio —le soltó a
Ruby
—¿Piensas hacer algo? —preguntó ella.
—Todavía no sé cómo —asintió él— pero lo sacaré del camino.
Capítulo 13

RUBY
Los inquilinos de los edificios de Knickweg llenaban las zonas del patio
esa noche. Había música que salía de unos amplificadores instalados,
mucho alcohol sobre una mesa, grupos, anécdotas contadas entre risas, un
ambiente igual al de aquel día que Dylan había aparecido.
Día que ya Ruby odiaba.
Estaba parada junto a una mesa, sola, bebiendo de su vaso con inquieta
necesidad, y no estaba disfrutando de la fiesta como hacía siempre. Solo
pensaba con amargura en que si Dylan no hubiese alquilado el apartamento
maldito ella no habría entrado allí y no habría visto lo que vio, y justo ahora
no estaría cuestionándose su cordura.
Ya sabía que nada había sido real en lo absoluto, ni lo que vió en el
espejo ni lo de la foto. Lo sabía porque Scott había visto algo distinto y al
final ella también. Recordar eso la tenía sumida en nervios, dudas y
respuestas que ella misma se daba para tratar de calmarse, aunque de todas
formas siempre llegaba a un solo punto, y cada vez que lo admitía
mentalmente el estómago se le revolvía de miedo: había confundido la
realidad.
Lo peor, no podía hablarlo con un ridículo psicólogo porque podía llegar
a descubrir lo que había desencadenado todo. Tampoco podía hablarlo con
Scott ya que él no le había creído por obvias razones. Decírselo a Lisa ni
siquiera era una opción porque había cosas que ella no sabía sobre aquella
noche. Aunque tampoco era que quería contar nada. Lo que menos esperaba
era que la vieran y la trataran como a una loca.
Justo como se sentía ahora.
¿Entonces qué? ¿Qué necesitaba? Porque necesitaba algo. Antes no se
había sentido mal por nada, pero ahora parecía estar en constante alerta,
bailando sobre un suelo de pánico. Esperaba ser descubierta y eso al mismo
tiempo la asustaba. No entendía nada. No entendía de dónde había salido
esa cobardía, por qué tan de pronto.
Tal vez en verdad tenía algún tipo de estrés por lo de la última vez...
Tal vez necesitaba medicamentos para calmarse, para no confundir la
realidad...
O tal vez todo se arreglaría cuando Scott sacara del camino a Dylan, ya
que, todo había empezado con él al llegar a sus vidas, ¿no? Sí, eso era. Se
preguntó entonces cómo Scott lo haría. ¿Cómo apartaría a Dylan? ¿Ya
tendría un plan? Las ideas de Scott solían ser... peligrosas. Ojalá esa no lo
fuera, ojalá lo solucionara rápido.
De repente, alguien llegó por detrás de ella, le enganchó una mano al
brazo e interrumpió sus pensamientos. Sintió que un cuerpo masculino y
bien formado se le pegó a la espalda y la retuvo con mucha discreción.
Como la mente de Ruby trabajaba caóticamente ella se sobresaltó de tal
manera que el líquido de su vaso salpicó su camisa.
A Ruby se le salió el alma —Acabo de ver a Keanu en el vestíbulo del
edificio besándose con Nitty —le susurró alguien contra la oreja.
A Ruby le volvió el alma al cuerpo al confirmar que era Scott. Se dio
vuelta y lo miró con el entrecejo hundido en indiferencia.
—¿Y qué?
Él la observó como si fuera tonta y no tuviera paciencia para sus
tonterías.
—¿Y qué? —le repitió, incrédulamente enfadado, y para decir lo
siguiente con confidencialidad, dio un pequeño paso adelante y bajó la voz
—: Si a ese estúpido le empiezan a temblar las piernas por esa chica, la
novia virtual se irá al carajo y no podremos sacarle nada. ¿Entiendes o
todavía no?
Claro, Aria. Con tantas cosas en la ya inestable cabeza de Ruby, la
mentira de la novia virtual había sido una pequeñez que se le había
olvidado. Pero sí era importante. Seguía siendo importante porque lo que la
cantidad que le había pedido a Keanu era solo el principio.
—Anda a interrumpir y separarlos —le ordenó Scott, escaso de paciencia
—. Luego envíale mensajes como Aria y le recuerdas de quién debe estar
enamorado.
Disimuladamente, le dio un empujón a Ruby para que se pusiera en
marcha. Nadie lo vio.
Algo imposible para Ruby: desobedecer a Scott, incluso en el peor de los
estados. Él era su punto débil. Así que, maquinalmente, ella asintió y
avanzó por el patio para cumplir su cometido. Intentó idear una forma
inteligente de separarlos, algo que no fuera una interrupción muy obvia,
pero con todos sus líos y sus nervios —que joder que no se iban— terminó
por elegir la interrupción sin razón solo para atacar la urgencia. Ya después
atraería la atención de Keanu con algunos mensajes de Aria.
Atravesó la puerta trasera del edificio y se encaminó al vestíbulo. Justo
antes de dar otro paso, por su perspectiva, sus ojos se encontraron con el
espejo colgado en una de las paredes, justo a un lado del ascensor. Vio todo
a través de él.
Sí, Nitty se estaba besando con alguien. Un beso lento, un tanto
superficial, con buen ritmo, bien controlado.
Pero ese alguien no era Keanu como había dicho Scott.
Ese alguien era Dylan.
Al primer segundo, Ruby tuvo una explosión mental, le siguió una
confusión intensa y luego una perplejidad desconcertante. Pestañeó incluso,
como si eso fuese a aclarar la realidad, pero desde el desenfadado cabello
azabache hasta los rasgos del perfil extremadamente atractivos, ese chico
con el que Nitty se besaba en ese preciso momento era Dylan.
El Dylan por el que Lisa estaba colada. El Dylan que ella detestaba.
Lo único que se le ocurrió a Ruby fue dar la vuelta, de nuevo hacia la
puerta que daba hacia el patio, pero de repente se devolvió con una idea
nueva.
¿Por qué no tener una prueba de ese beso? Le podría servir para
demostrarle a Lisa que su Dylan no era tan perfecto como parecía. Con una
pequeña y envenenada sonrisa curvando sus labios, sacó su celular, apuntó a
Dylan y a Nitty que seguían muy sumidos en el beso y tomó un par de
fotos.
Se fue al patio. Dos cosas la hicieron sentirse mejor: la confirmación de
que Dylan se aburriría pronto de Lisa y el hecho de que Scott se había
equivocado, tal y como le había sucedido a ella en el apartamento maldito y
en el espejo. Por un segundo y en un arrebato de alegría sintió que todo
podía volver a ser como antes. Tendrían a Lisa de nuevo con ellos. Tendría
la confianza de Scott otra vez al haber terminado lo que él quería hacer:
sacar a Dylan de sus vidas. Y todo con una simple foto.
Avanzó con cierta seguridad hasta que encontró a Scott entre la gente,
recargado en una pared, hablando con una chica y destilando todo su rudo y
tóxico encanto. Habría interrumpido con descaro, pero era tema serio, de
modo que desde cierta distancia le hizo un gesto para que él fuera hacia
ella.
Scott la vio, tal vez se disculpó con la chica y se reunió con Ruby cerca
de una esquina.
—¿Por qué me haces ir hasta allá por nada? —le reclamó ella al instante.
El desconcierto surcó el atractivo rostro de Scott.
—¿No los separaste?
—No tuve que hacer nada. —Ruby giró los ojos—. Mira mejor luego.
Siguió en dirección a la mesa de las botellas para reponer su bebida, pero
cuando pasó junto a Scott él se le plantó frente, como si no hubiese
entendido lo que ella le había dicho.
—¿Qué dices?
Ruby soltó aire con hastío. Le encantaba Scott, pero necesitaba beber
algo para tratar de disminuir el estrés y él se lo estaba impidiendo.
—Que fui, pero quienes estaban muy inspirados besándose eran Dylan y
Nitty. —Hizo un ademán de poca importancia—. Mira, ya no nos
preocupemos por ese asunto, es obvio que está jugando con Lisa y que se va
a aburrir en...
—Ruby —le interrumpió él con ferocidad—. ¿Tienes un coágulo en el
cerebro o es que en verdad estás loca cómo me estás pareciendo?
Ella pestañeó, algo asombrada. Intentó una vez más explicarlo:
—Vi a Dylan...
Pero Scott volvió a interrumpirla:
—Que Dylan ni qué mierda, ¡era Keanu!
—No...
—¿No? —resopló con una risa nada divertida—. ¿Te estás oyendo?
En los ojos de Scott destelló cierto desdén. Ruby sintió que la veía como
si estuviera loca, que esa era una discusión igual a la que tuvieron por
teléfono debido a la fotografía, y con enojo buscó la foto tomada en su
celular. Después volteó el móvil y se lo puso a Scott justo frente al rostro.
—¿Te parece que son Keanu y Nitty? —le preguntó ella, desafiante.
Scott alzó la mano en un gesto descontrolado y muy impulsivo, pero tan
rápido como lo hizo, como si hubiese recordado que estaban rodeados de
mucha gente, formó un puño y lo bajó con disimulo. Si alguien lo hubiese
notado habría pensado que su intención sería coger a Ruby por el cuello y
estamparla contra una pared.
Se limitó a acercar el rostro a ella, tenso de furia contenida.
—Son Keanu y Nitty —le susurró con los dientes apretados—.Estás
actuando como una niña, ¿sabías? Y me está molestando tanto como que
empieces a sacar asuntos pasados que tienen que quedar en eso, en el
pasado.
Ruby pensó: oh no, no otra vez. Por un instante no quiso ver la pantalla
por temor, pero en cuanto volteó el celular y vio la foto, quedó helada en su
sitio. Helada y atónita. Helada y asustada.
Sí eran Nitty y Keanu.
—Pero yo vi...
—¡Lo que viste está mal! —escupió Scott aún en susurros alterados,
como si fuera el límite de lo absurdo—. Y ya para de una vez, que me estoy
hartando. Primero lo del apartamento y ahora esto. ¿Acaso necesitas un
jodido manicomio?
Dicho eso se alejó de ella dando a entender que iba a ocuparse de algunas
cosas él mismo.
A Ruby, lo último le dio como una bala en el pecho, como si con la
mirada tan despectiva y las palabras tan hartas de Scott, le hubiese arrojado
la realidad a la cara. En ese momento sí lo consideró: ¿Y si él tenía razón?
¿y si había confundido la realidad otra vez? Entonces también consideró
otra cosa: había visto todo a través del espejo y antes también había visto
algo raro en el espejo del baño...
Muy pero muy confundida a un nivel estresante y agotador que no le
permitía entender nada, se frotó la frente.
Bien, Scott acababa de hacerla sentir como una loca.
Pero podía jurar que definitivamente había visto a Dylan.
A nadie más.
Capítulo 14

SCOTT.
La situación estaba así:
Ruby estaba actuando de forma tonta.
Y Lisa se estaba alejando de ellos.
Él tenía que entrar en acción para lograr acomodarlo todo antes de que
empeorara. Tenía una idea drástica, pero antes de recurrir a ella quiso
probar algo menos severo que quizás podría funcionar. Después de todo, el
hecho de que Dylan fuera nuevo no podía patear el hecho de que los tres
tenían toda una jodida historia juntos.
Recuperaría a su gemela.
De la forma en la que sabía que a ella le gustaba.
Volvió al edificio de Knickweg después de comprar lo necesario. Tenía
llave del apartamento de Lisa, así que la utilizó. Apenas entró, Lisa estaba
en su sofá, con su bata de baño, el cabello mojado todavía escurriendo, y
echándose esmalte de uñas rojo en los dedos de los pies. Como fue todo
muy inesperado, dio un salto de susto.
—¡Scott, por Dios! —exclamó, sorprendida—. ¡Me asustaste!
Él cerró la puerta tras sí y le dedicó una de sus sonrisas torcidas pero
atractivas.
—No fue mi intención —se disculpó, e internamente se sintió divertido
de estar hablando con tanta… suavidad.
Pero era necesario.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Lisa, recorriéndolo con mirada curiosa
y algo confundida.
Scott avanzó hacia el sofá, seguro de sus habilidades. Sostenía una bolsa
con una mano, pero ya llegaría a eso.
—Dos razones —dijo, entusiasmado.
—La primera… —lo invitó ella a hablar de una vez.
—Te traje algo.
Metió la mano libre en el bolsillo trasero de su pantalón, sacó y mostró
ese “algo” ahora colgando entre sus dedos. Era una cadena muy delicada y
muy hermosa. Lisa la miró con ojos asombrados. A ella le encantaban las
joyas, era la contraparte de Ruby, pero más que la joya en sí a Lisa le
gustaba mucho más algo en particular: la historia tras la obtención.
Mientras más sucia y descarada fuera, más la atrapaba.
Scott se deslizó un poco hacia ella.
—Su historia es bastante tentadora —empezó a contarle él con una voz
más baja e íntima, muy incitadora—. Entré a la tienda esta tarde y la vi
dentro de uno de los estantes abiertos al público. El empleado estaba allí,
atento. Me le acerqué y le empecé a pedir que me mostrara anillos para mi
futura esposa, justo como un hombre preocupado por los detalles. En cierto
momento, le pregunté si podía enseñarme uno de los que estaba en el
mostrador del fondo. Apenas se volteó para ir a buscarlo, en un movimiento
rápido, cogí la cadena. —Lo último lo añadió más susurrante y detenido—:
Y no tuve que irme. Me quedé ahí, a ver el anillo. El hombre no se dio
cuenta. Al final le prometí que volvería.
Tras la última palabra, Lisa no pestañeó. Sus ojos estaban fijos en el
movimiento de la cadena colgando de los dedos. Su debilidad material.
Scott aprovechó, le puso una mano en el hombro y la invitó a darse la
vuelta. Lisa lo hizo aún sentada. Entonces, él le puso el collar con
delicadeza.
—Es tuya —le dijo él, cerca de su oído.
—Es hermosa… —susurró Lisa, tal vez suspendida todavía en el tono de
la historia.
Listo, volvería a ser suya. Scott se sintió muy inteligente y entusiasmado,
por lo que incluso deslizó su mano por los hombros de ella. ¿Cómo no se le
había ocurrido antes? Siguió con el teatro:
—Es mi manera de decirte que sé que discutimos —añadió él como si en
verdad tuviera sentimientos muy profundos— pero que lo único que quiero
es lo mejor para ti porque tú y Ruby me importan.
Lisa se giró de nuevo, haciendo que las manos de Scott se apartaran.
—¿De qué forma? —quiso saber ella, aún bajo el efecto de la cadena.
Bueno, quizás no era tan inteligente con eso del “amor”.
—De todas las formas que más importan —contestó con mucha suavidad
para ocultar que ni siquiera se le ocurría una respuesta concreta a la
pregunta.
Para evitar que ella le preguntara algo más y no arruinarlo, se puso en pie
y se frotó las palmas con entusiasmo. Tomó de nuevo la bolsa.
—Como hace un tiempo no pasamos una noche juntos, planeé algo
bueno para hoy —anunció, rebosando energía y malicia.
Y cuando estuvieran en la cama sería romántico para convencerla de
alejarse del imbécil de Dylan. Oh sí, todo saldría a la perfección.
O… tal vez no.
De pronto, como si hubiese despertado de un hechizo emanado por la
cadena, Lisa alzó la mirada hacia él y se puso en pie. El asombro y
embelesamiento desaparecieron de sus ojos grandes.
—No puedo —se negó a lo de la noche juntos. Lo hizo con naturalidad,
nada grosera, pero dejó paralizado a Scott.
—¿Cómo que no? —replicó él, obligándose a mantener todavía la sonrisa
y la seguridad.
—Quizás en otro momento, pero ahora no podrá ser —dijo ella sin
explicación exacta.
Algo empezó a bullir dentro de él, pero se dijo:
Calma, tienes que ser suave con ella. Con Lisa solo funciona lo dulce.
Se movió hacia la cocina y apoyó la bolsa sobre la encimera. Comenzó a
sacar todo lo que había comprado, haciendo caso omiso de las palabras de
Lisa.
—Mira traje vodka, un par de porros, chocolates… —enunció cada
objeto—. Será una buena noche, en serio.
Lisa llegó hasta el inicio de la cocina.
—Scott, no —le dijo, y sonó en seria.
Él la miró como si no pudiera entenderlo.
—Si estás molesta todavía…
—No estoy molesta —se aseguró de aclarar ella, en verdad sin sonar
enojada—. Solo que hoy no puedo pasar la noche contigo, es eso.
La ebullición dentro de Scott iba tomando fuerza…
—Pero, ¿por qué? —quiso que le explicara—. ¿Intentas castigarme o
algo así?
Como que Lisa lo dudó un momento, pero después lo soltó:
—Gracias por la cadena y por comprar todo esto. —Usó una voz suave,
como si lo que estuviera diciendo no fuera gravísimo sino normal—.
Hablaremos luego, ¿de acuerdo?
Ese embellecido “vete” lo dejó de piedra.
Las burbujitas de ira dentro de sí fueron lo único que lo hizo reaccionar.
—No puedes patearme así de repente —dictaminó con la mandíbula
tensa— no cuando tan solo semanas atrás yo dormía aquí contigo las
noches que se me antojaran.
Lisa se cruzó de brazos, de nuevo con un aire retador. ¿De dónde
demonios había sacado esa osadía? ¡Lisa nunca había actuado así!
—Pues lo acabas de decir, fue semanas atrás —puntualizó Lisa.
Oh joder, no quería perder la paciencia pero...
—¿Cambió algo en ese insignificante lapso de tiempo o qué? —replicó
él, desconcertado.
—Mira, Scott, siempre dijimos que esto era libre, ¿no? —sacó Lisa.
Su propio enfado acrecentando lo llevó a avanzar hacia ella. En otro
momento, ella habría retrocedido, pero no lo hizo, y Scott lo notó.
—Siempre y cuando sea algo de diversión —aceptó, tenso— no algo que
cambie nuestra dinámica, como veo que está pasando.
Lisa giró los ojos con hastío.
Ah, ¡¿y le giraba los ojos?!
—No está pasando nada —sostuvo ella—. El punto es que hoy no puedo
porque tengo algo que hacer.
Scott no se lo pudo aguantar, lo soltó con rabia:
—¿Con quién? ¿Con Dylan?
—No tengo por qué darte explicaciones —sostuvo Lisa.
Él tuvo que soltar aire por la nariz para liberar presión o de lo contrario
explotaría, y en serio estaba intentando no llegar a eso porque con Lisa las
cosas debían ser calmadas. Aun así no logró contener todo lo que quería
decir.
—No entiendo por qué ese tipo te gusta tanto —pronunció entre dientes,
le fue inevitable no agregar—: ¿O es que hace cosas mejores que yo?
La pregunta molestó a Lisa. Ella le dedicó una mirada furiosa que Scott
admitió nunca haber recibido de su parte hasta ese momento. Fue ahí en
donde entendió que las cosas sí estaban cambiando y de una forma grave.
—Dylan y yo ni siquiera nos hemos dado un beso —aclaró Lisa, enojada
—. Y no tendría que decirte esto, pero es porque las cosas con él son
diferentes. Siento algo diferente.
Scott, al borde de desencadenar la furia, entornó los ojos.
—¿Como qué? —quiso saber, amenazante—. ¿Te estás enamorando
acaso?
Aquello prometía terminar en una discusión espantosa y desmedida, pero
de pronto tocaron a la puerta. Lisa de inmediato se movió hacia la sala y se
detuvo con la mano sobre la perilla. Miró a Scott con desdén.
—Ya vete —le pidió, y abrió.
Scott supo quién era segundos antes de que se revelara, y mientras la
puerta se deslizaba,hirvió internamente toda su rabia.
—¿Estás lista? —preguntó la persona que apareció en la entrada.
Que era, por su puesto, Dylan.
Y por desgracia no había llegado solo, sino acompañado por la chica de
cabello azul y un montón de aros y tatuajes.
Scott se quedó tan quieto, tan tenso, que si lo hubiesen visto de cerca
habrían notado las venas hinchadas en sus manos y en su antebrazo. La ira
que lo acometió cuando su mirada chocó con la de Dylan habría bastado
para destrozar una pared. O para destrozar a ese imbécil si no hubiese
aparecido acompañado.
—Ya casi —les sonrió Lisa con una estúpida voz de entusiasmo—.
Despedía a Scott nada más.
El colmo.
¡El maldito colmo!
—Eh, Scott, ¿todo bien? —le saludó Dylan de forma amigable al entrar.
—¡Hola! —también le saludó la chica.
Fue de manera automática que su mano se alzó en un saludo y su cabeza
asintió, aunque nada salió de su boca. Se sintió con la capacidad de coger
una sierra y quitarles las cabezas, pero tenía que ser inteligente.
Lisa se hizo a un lado en la puerta y con la mirada le transmitió un claro:
sal.
Scott tuvo que contenerse demasiado.
Scott tuvo que controlar la ira ciega que lo estaba empujando a actuar de
forma descontrolada.
Scott tuvo que obligar a sus piernas a salir de ahí.
Scott logró no hacer nada equivocado.
Pero cuando quedó en el pasillo luego de que Lisa le cerrara la puerta en
la cara, estuvo a punto de lanzar con fuerza un puñetazo a la pared. Antes
de que su salvaje y poderoso puño impactara contra el concreto, lo detuvo.
No.
Decidió no descargarse como solía hacerlo.
Por el contrario, juró que a partir de ese momento su furia iría sólo contra
Dylan.
Capítulo 15

SCOTT.
Scott estaba listo para espiar por las cámaras instaladas en el apartamento
de Dylan y sacar información que lo ayudara a armar un plan.
Se suponía que Ruby debía acompañarlo, pero había recibido un mensaje
suyo diciendo que no se sentía bien y que debía quedarse en cama. La rara
actitud de Ruby no le gustaba nada, por lo que decidió que darle espacio al
menos veinticuatro horas podía ayudarla a centrar la cabeza.
Ahora todo el trabajo dependía de él , y estaba listo con un pack de latas
de cerveza para no aburrirse demasiado. Estiró las piernas sobre su sofá con
comodidad, se colocó la laptop sobre el regazo y dio doble clic al programa
de transmisión de las cámaras. Mientras esperaba que la ventana cargara y
mostrara las imágenes en vivo, abrió una lata y dio un trago.
Justo cuando el líquido pasaba por su garganta, en donde debía aparecer
la habitación, aparecieron varios ojos humanos, perturbadores, bien
abiertos, en zooms tan perfectos que se veían los iris de diferentes colores y
las pupilas de diferentes tamaños.
Scott casi se ahogó del susto. Tragó rápido y tras eso lo atacó una tos.
Miró, confundido, la pantalla para entender qué demonios estaba mirando.
Eran fotografías. Los ojos, que se le hacían extrañamente familiares, eran
solo imágenes, cada una adheridas a una cartelera que estaba colocada en
un punto de la habitación de Dylan de tal forma que quedaba de frente a la
cámara oculta.
Él no recordaba haber visto eso antes.
Al menos en el resto del dormitorio no había nada diferente. La cama
estaba vacía, así que con el mal sabor del collage de ojos, pasó al cuadro de
transmisión de la cámara instalada en la sala de estar. Tampoco había nadie.
Dylan había salido.
Sin nada interesante que ver u oír, a Scott se le ocurrió revisar las
grabaciones pasadas para saber qué se había perdido cuando no estuvo
mirando. Descubrió que la noche anterior, Dylan había armado la cartelera
con las fotografías de los ojos, al parecer para algo de su tesis. También vio
que el tipo no hacía demasiado: dormir, manipular su cámara, ordenar fotos,
apuntar la cámara por la ventana, bañarse…
“Este tipo es muy raro”, pensó Scott, porque dentro de lo poco que hacía
como rutina había algunas cosas extrañas.
Por ejemplo, durante la mañana se había sentado en medio de la sala con
las piernas en posición de indio, las manos sobre las rodillas, el torso rígido
y los ojos cerrados. Después nada. Había permanecido en esa posición por
dos horas, sin mover ni un músculo ni hacer ningún ruido, solo serenidad
absoluta. Luego se había ido sin siquiera desayunar.
Entre grabaciones llegó a la primera que había hecho la cámara. Al
parecer, había sido justo cuando él la activó. Se veía a Ruby arrodillada,
espantada, con el celular en las manos temblorosas, intentando llamarle
para decirle esa ridiculez sobre que había visto a Cindy en una de las
fotografías que se encontraban en el suelo.
Nada más oír cómo Ruby intentaba convencerlo de que era algo real, le
causó cierto malhumor. ¿Cómo se le ocurría sacar ese tema ahora? No lo
entendía. No comprendía qué demonios le estaba sucediendo a su Ruby o
por qué…
Scott detuvo sus pensamientos y con rapidez pausó la grabación.
¿Qué…?
Se quedó mirando fijamente la imagen congelada. Había captado algo.
Había sido oscuro, veloz y fugaz, como cuando el ojo humano percibía a un
mosquito volar en frente y desaparecer tras el parpadeo. Solo que no estaba
seguro de que fuera un mosquito. Tuvo la ligera impresión de que era una
sombra, pero en su mente era indeterminable. Nada más sabía que había
sucedido detrás de Ruby, que había sido muy extraño y que le había
despertado la curiosidad.
Ahora no había nada, claro.
Medio confundido, accedió a las opciones agrupadas en una barra lateral
de la ventana. El programa permitía acelerar, retroceder e incluso ralentizar,
acercar, alejar y cortar el video. Él utilizó la opción de retroceder y regresó
unos segundos antes del momento en el que creía haber visto… lo que fuera
que había visto.
De nuevo, ese “algo” se deslizó fugaz ante sus ojos mientras Ruby le
hablaba por teléfono.
Sí, definitivamente había algo ahí. Dudó de lo que podía ser. Había varias
posibilidades: tal vez un fallo de la cámara, un error de luz o una fracción
dañada del archivo de video.
Para comprobar eso, revisó la grabación de la cámara de la habitación a
la misma hora y el mismo día. Por ese lado, se veía el mismo “algo”
indefinible pasar a toda velocidad, solo que allí sucedía unos segundos
antes de que sucediera en la sala.
Ya demasiado intrigado, Scott retrocedió los segundos, pero también
ralentizó la reproducción para repasar las grabaciones cuadro a cuadro. Ni
siquiera pestañeó. Se concentró tanto en hacer comparaciones que se dio
cuenta de algo impactante.
Se podía trazar un recorrido.
Lo que fuera, pasaba primero por la habitación y luego por la sala, hacía
un movimiento inexplicable detrás de Ruby justo después de que ella
tomaba la fotografía con su celular para enviársela por WhatsApp y
demostrar que era Cindy, y finalmente desaparecía.
Y sí, al hacerle zoom todavía era impreciso, pero se parecía muchísimo a
una sombra.
Scott pestañeó, estupefacto. Quiso encontrar una explicación lógica,
porque él era un hombre de hechos y confirmaciones, pero algo se coló por
su mente: ¿y si Ruby no estaba tan loca como parecía? ¿y si de verdad había
algo raro en ese apartamento?
Cerró la laptop con brusquedad, la sostuvo bajo su brazo y a toda
velocidad salió de su apartamento, sin siquiera ponerse los zapatos, todavía
en calcetines. Bajó las escaleras hasta el piso de Ruby y tras encajar la
llave, abrió la puerta e irrumpió con urgencia. La cerró tras de sí con fuerza
y fue directo a la habitación.
Era la una de la tarde, pero las cortinas estaban cerradas y todo estaba
oscuro. Ruby era un bulto en la cama, entre las sábanas. Scott encendió la
luz sin compasión, descorrió las cortinas y se sentó en la cama con todo su
peso.
—¡Ruby, despierta! —le exigió, y le arrancó las sábanas.
Ella se despertó de un sobresalto. Se sentó en la cama, aturdida,
despeinada y con el semblante somnoliento. Enfocó a Scott, confundida,
como pillada en algo malo.
—Pensé que estabas loca, pero puede que realmente haya algo en ese
apartamento —le soltó.
Ruby abrió tanto los ojos que adquirió un aire demente.
—El apartamento está maldito —susurró, impactada.
Scott frunció el ceño y se levantó de la cama. Pensó que tal vez seguía
medio dormida y por esa razón decía esas cosas.
—No lo sé, me refiero a que puede ser que…
—¿Qué puede ser? —le interrumpió Ruby—. ¿Qué?
Ella se arrodilló en la cama y se relamió los labios, ansiosa por una
respuesta. Scott ya no supo qué iba a decir, y Ruby se dio cuenta. Una
sonrisa nada divertida, más bien agria y torturada, apareció en su rostro
cansado.
—No tienes idea, ¿cierto? —dijo ella—. Intentas darle una explicación,
pero nada parece lógico porque en realidad se trata de Cindy.
—¿Qué? —emitió, sorprendido por lo inesperado de eso.
Ruby asintió con rapidez.
—Lo he estado pensando, sí.
Scott pestañeó con incredulidad. Luego, endureció la expresión y dejó en
claro, seco y severo:
—Cindy está muerta.
—Y sigue en el apartamento —replicó Ruby, afincada en su punto con
una insistencia preocupante— y busca venganza, Scott, lo sé. Sé que por
esa razón ella me hizo ver lo que vi.
De acuerdo, ya Scott no pensaba que ella siguiera medio dormida como
para decir esas cosas. Ese tono nervioso la hacía parecer muy
desequilibrada, como si no supiera exactamente qué estaba saliendo de su
boca. Además, se fijó en que en la mesita de noche había un tubillo
amarillo, destapado.
—Ruby, sin dudas hay algo raro, pero no podemos irnos a esos extremos
—le dijo él, y se acercó a la mesita para señalar el tubillo—. ¿Qué son estas
pastillas?
Ella alternó la vista entre el tubillo y Scott, nerviosa.
—Calmantes…
—¿Para qué? ¿Cómo los conseguiste? No le has hablado a alguien de
esto, ¿no? —preguntó con rapidez, desconfiado.
Ruby sacudió la cabeza y luego se puso las manos en la frente.
—¡No le hablaría a nadie de esto! —aseguró, algo alterada—. Las
conseguí con alguien que las vende…
Se silenció, inquieta. Scott tuvo que exigirle bruscamente que completara
lo que quería decir. Entonces ella tomó aire y en un gesto tal vez
inconsciente miró hacia los lados, muy perturbada.
—Ya no puedo estar tranquila —confesó— no puedo dormir bien y he
tenido la misma pesadilla desde hace días. Esto no es normal. Yo no soy así,
Scott.
Él permaneció en silencio un momento, mirándola. Intentó buscar alguna
señal de que lo que decía fueran mentiras para salir del paso, pero tuvo la
impresión de que las cosas estaban peor de lo que había creído, todo desde
la llegada de Dylan. Todo desde que ese tipo había aparecido, como si al
llegar hubiese detonado una bomba de complicaciones sobre sus vidas.
No eran simples coincidencias. La intuición de Scott se lo decía. Ese tipo
no era lo que parecía, y si no descubrían que ocultaba, las cosas podían
empeorar.
—Hay que hacer algo —suplicó Ruby ante la falta de respuesta. Dudó de
lo siguiente que iba a agregar, pero tomó aire y siguió—: En mi clase, unas
chicas han mencionado a una tal Serena, es una mujer que habla con los
muertos y que se dedica a alejar malos espíritus. Es algo así como una
bruja.
Scott la miró como si sí estuviese loca.
—¿Una bruja? ¿Lo estás diciendo en serio?
—Sí, sí —asintió rapidísimo, aportando sentido a su propuesta, que se
oía sin ningún sentido—. Tú dices que no es Cindy, pero yo siento que sí.
Para saber quién tiene la razón, debemos traerla y ella nos dirá si es cierto o
no que hay un espíritu en ese apartamento.
Scott negó, soltando aire por la nariz. Un montón de cosas pasaron por su
mente, confusas, enfadadas, dudosas. En definitiva estaban pasando por un
momento complicado, y él odiaba las complicaciones. Le molestó entonces
todo. Ver a Ruby así, no lograr que se centrara, saber que no contaba con
Lisa, recordar que Dylan seguía cerca…
Decidió continuar con los métodos que él conocía. Esa vez, más
severos.
—Scott, por favor —insistió Ruby, mucho más suplicante.
—Ruby, basta. —le ordenó, estricto, incluso algo despectivo—. Te creo
que estás mal, pero ya deja de tomar pastillas. Ya se me ocurrió una idea
para apartar a Dylan.
Ruby pestañeó, extrañada, angustiada.
—¿Cuál?
—Antes de quitarlo del camino quiero lastimarlo —empezó Scott con
astucia— y necesitaré tu ayuda para eso.
—¿Qué tengo que hacer yo? —quiso saber Ruby.
Scott esbozó una sonrisa malévola.
—Te harás pasar por Lisa.
Capítulo 16

RUBY.

Después de media hora, ya solo faltaba el cabello.


Se había vestido con una camisa y un jean que Lisa había dejado en su
apartamento hace tiempo, se había hecho un delineado sobre los ojos igual
al que su hermana siempre lucía, y lo mejor era que Ruby conocía todos los
gestos y las actitudes que Lisa solía hacer y podía ejecutarlos a la
perfección.
Se agachó junto a su cama y extendió el brazo por debajo hasta que sus
dedos tocaron una gran caja rectangular. La deslizó hacia ella, la colocó
sobre el colchón y quitó la tapa. Una peluca rubia, perfectamente natural, la
esperaba en su interior. Se la colocó frente al espejo. Cada mechón
armonizó con su rostro y en tan solo un minuto se convirtió por completo
en su gemela. Nadie podría diferenciarla, solo la propia Lisa, y ese día
estaría muy ocupada en la universidad.
Ella había estado controlando sus nervios y su reciente e inexplicable
paranoia. Todavía le temblaban un poco las manos y seguía teniendo
problemas para dormir, pero estaba haciendo su mayor esfuerzo por
disimular que toda esta situación la afectaba.
Tan pronto pensó en Scott, un mensaje de texto activó su teléfono:
“¿Estás lista?”
“Sí, todo listo” respondió ella rápidamente.
“Perfecto. Termina de una puta vez con este tipo¨.
Ruby se dio los toques finales en el cabello, revisó de nuevo su atuendo,
suspiró ante el espejo y salió hacia el apartamento de Dylan. Antes de tocar
a la puerta miró de costado a las cámaras, intuyendo la presencia de Scott al
otro lado. Tocó el timbre del apartamento y cuando se abrió la puerta le
sonrió simpática y encantadora.
—Hola —saludó él, algo extrañado— pensé que estarías en clases.
Un inevitable pensamiento cruzó su mente: “debo estar loca para estar
aquí nuevamente…”, pero al instante, consciente de que Scott observaba
todo, se obligó a quedarse en el personaje de su hermana.
—La profesora no asistió —mintió Ruby con una alegría fingida— y no
tengo nada mejor que hacer.
Dylan sonrió, comprensivo.
—Pasa.
Se hizo a un lado. Ya dentro del apartamento, Ruby avanzó con fluidez.
Volvió a sentir la ligera inquietud que le producía pisar ese lugar. Incluso le
vino el recuerdo de la fotografía de Cindy, o mejor dicho la confusión de
realidad, y tuvo que esforzarse muchísimo para no desconcentrarse.
—Ey ¿recuerdas que mencioné que me gustaría que hagamos una
selección de tus fotos? —soltó Dylan, entusiasmado y de forma espontánea.
Ruby pensó “mierda”. Obviamente no sabía nada sobre eso porque no
era Lisa. ¿Y si era algo que su hermana nunca había dicho? ¿Y si era una
prueba para confirmar que no era la gemela correcta?
Se puso nerviosa.
Pensó.
Decidió arriesgarse.
—Claro —asintió.
—Pues podríamos hacerlo ahora, ya que estás aquí —propuso Dylan
tomándole la mano con una sonrisa—. ¿Qué dices?
Ruby sintió un fresquito de alivio, a la vez que la invadió una sensación
placentera, eso debía ser lo que Dylan parecía producir en Lisa. Ningún
chico, nunca, ni siquiera Scott, la había hecho sentirse así de… lindo.
Por un momento se sintió extraña, como… como… si no tuviera que
estar haciendo eso.
Sacudió sus dudas y se exigió concentrarse.
—No, escucha: debemos hablar —fue al grano, liberándose de su mano.
Dylan se detuvo en la sala. Soltó una risa divertida.
—Siempre hablamos.
—Sí, pero esta vez es algo muy serio —aclaró ella.
A pesar de que sí era algo serio, Ruby trató de suavizar el tono. Ya había
notado que cuando Lisa se dirigía a él, lo hacía con suavidad y coquetería:
—Quisiera que sigamos siendo amigos —añadió Ruby, y fingió algo de
vergüenza.
El rostro de Dylan adquirió un aire de confusión.
—No entiendo.
Ruby utilizó un viejo recurso y dio algunos pasos por la sala, solo para no
quedarse quieta y evitar que Dylan captara detalles. Lo imaginaba algo así
como cuando en las películas añadían luces parpadeantes o sombras
intensas para disimular un poco los efectos especiales y que se vieran más
reales.
—No tengo ninguna intención de empezar algo serio con nadie —aclaró
ella entonces—. No sé si es que eso creíste, pero seguramente fue porque
suelo ser muy cariñosa con todo mundo, y en ocasiones los chicos se
confunden.
Y añadió una sonrisa de pesar como toque final.
“Aquí viene” pensó ella “cualquier tipo odiaría que le dijeran esta verdad
a la cara”.
Se preparó para un estallido de molestia, tal vez un ataque de indignación
o incluso que entrara en la negación. Pero Dylan no dijo nada por un
momento, y luego solo asintió con lentitud, como si estuviera entendiendo
poco a poco el punto.
—Entonces esto significa que… —pronunció él.
—Que ya no quiero jugar así contigo —completó ella— porque no es
justo para ninguno.
“Vamos, sácalo” pensó “explota, grítame, culpa a Scott, lo que sea”.
Dylan continuó asintiendo y observándola en un silencio que no asomaba
ningún estallido. Que la mirara tan fijo, empezó a poner a Ruby un poco
nerviosa, pero se confiaba en que no había modo de que supiera que no era
Lisa. Se habían intercambiado muchísimas veces de pequeñas. De adultas,
tenían cada detalle idéntico, y Dylan solo las conocía de hace semanas.
—¿Estás segura de que no fue algo que hice o…? —preguntó él, dudoso,
pero todavía tranquilo.
Admitió que eso era algo que no le había oído decir a ningún tipo. Mucho
menos a Scott.
—No, no, tú eres genial, amable, increíble —aclaró ella y con toda
intención arrojó algo sin piedad—: Solo… me aburrí.
Con eso no había modo de que mantuviera su actitud serena. Era algo
que podía alterar o entristecer a cualquiera. El plan de Scott para lastimarlo
parecía funcionar. Debía funcionar.
No funcionó.
Dylan le sonrió pacíficamente. Ruby tuvo la impresión de que había un
aire relajado y alegre en su rostro, su reacción era limpia, genuina, sin
malicia, sin doble sentido. Joder, tenía la sonrisa más hermosa del mundo.
—Bueno, supongo que eso pasa a veces, ¿no? Estoy sorprendido porque
creí que lo que estaba sucediendo entre nosotros te gustaba de verdad —
admitió, caballeroso— pero lo entiendo totalmente. Me mantendré al
margen si eso es lo que quieres.
Quedó ultra sorprendida. Tan pero tan sorprendida que tuvo que
abofetearse mentalmente para reaccionar y no quedarse ahí parada como
una tonta a la que no le había servido nada.
Sonrió coqueta y alegre, como Lisa.
—Genial —aceptó—. ¿Quedamos bien entonces?
—Claro que sí, Lisa —asintió Dylan—. Estoy aquí para lo que necesites.
Y contrario a lo que sientes, a mí sí me gustaría mucho tener algo más
contigo.
Última vez: noqueada.
Medio rígida sintió que, debía terminar de una vez por todas la relación,
así que abrió la boca para soltar la ruptura definitiva.
Pero, de repente, no salió nada.
Fue muy raro. Ruby se quedó como paralizada, como rígida, como si
aunque hubiese querido decir algo, ninguna palabra le brotaba. Pensó en
Scott del otro lado de las cámaras, seguramente estaría pensando que lo
arruinaría, así que volvió a intentarlo. Pero de nuevo, no salió nada de su
boca.
—¿Estás bien? —la animó Dylan, que también esperaba las palabras.
Ruby hizo un movimiento de labios. No se oyó palabra alguna. Luego lo
intentó otra vez. Volvió a mover los labios y en esa ocasión lo que se
escuchó no fue algo entendible, sino algo parecido a un tartamudeo.
Aún así, ella siguió tratando de hablar:
—Es… yo… te… vine… es… por…
Que no lograra completar una oración porque sólo musitaba, que se viera
tan rígida, que pareciera haber perdido de pronto toda habilidad para
comunicarse, fue muy raro. Imaginó nuevamente a Scott, ahora con cara de:
¿eh?
—Yo… y… tú —siguió ella.
Tras ese fallo, el temor la hizo palidecer, y pasó a verse asustada.
—Oye, ¿estás bien? —intervino Dylan tomando su mano nuevamente.
En ese instante, Ruby retomó el control de sí misma, fue como si el
contacto con Dylan la ayudara a dar fin al abrupto descontrol.
—Sí, sí —soltó ella con brusquedad y al instante con angustia soltó—:
No. No. Sí.
Dylan pareció no entender si era un sí o un no. Ruby quiso volver a
corregirlo, pero lo único que le arrojó su mente fue un: largate ya.
Y de forma inesperada pasó muy rápido junto a Dylan y salió de ahí. .
Avanzó hacia las escaleras con las piernas empeñadas en huir y ya en el
piso de abajo, se apoyó en una pared. Soltó aire.
Mierda, había sido más difícil de lo que había esperado. Siempre se le
había hecho fácil fingir ser Lisa. ¿Por qué había empezado a actuar así?
¿Qué demonios había sucedido con su boca y su capacidad de hablar?
Además… Dylan no había actuado como los tipos que conocía ante la
ruptura No había culpado a Scott o a la propia Ruby. No la había insultado
o se había enojado. No había suplicado. Qué extraño… Su celular vibró de
pronto en el bolsillo. Lo sacó al instante. En la pantalla, había un nuevo
mensaje de Scott, que la dejó confundida:
“Tenemos que visitar a esa bruja que mencionaste”.
Capítulo 17

SCOTT

Lo que Scott sabía sobre las brujas o médiums era lo mismo que sabía
cualquiera que solo las había visto en películas: señoras gordas, vestidas de
forma ridícula y estrafalaria, que vivían en remolques y tal vez tenían una
bola de cristal como recurso para ver tonterías.
Por esa razón, cuando aparcó su auto frente a la dirección que las
compañeras de Ruby le habían dado y vio que no era un remolque sino un
edificio empedrado de solo cinco pisos en pleno centro de ciudad, se
extrañó.
—¿Cómo es que se llamaba? —le preguntó a Ruby, que iba en el asiento
del copiloto.
—Serena… —contestó ella, leyendo el papelito en donde habían anotado
la dirección también—. Miss Serena.
A Scott le pareció ridículo. Soltó aire y dudó tanto como la primera vez
que Ruby la había mencionado, pero algo había sucedido desde ese
momento, algo que le había hecho cambiar de opinión tan drásticamente.
Dos días atrás, mientras veía a Ruby por las cámaras fingiendo ser Lisa
para terminar con el imbécil de Dylan, de nuevo había captado la extraña y
siniestra mancha en la pantalla, y cuando Ruby comenzó a paralizarse,
todas las cámaras dejaron de funcionar.
Después de tanto pensarlo, había considerado la tonta sospecha de Ruby:
¿y si en verdad era Cindy? Él se inclinaba un poco más por el hecho de que
había algo muy raro en Dylan. No podía explicar qué, pero lo sentía, y la
sensación lo había fastidiado hasta el punto en que no había podido dormir
bien pensando en ello.
Así que ahí estaban, frente al edificio de esa absurda médium, a punto de
hacer el ridículo, solo para descartar que se trataba de algo sobrenatural y
que pudiera respirar en paz. Lo bueno era que al menos Ruby le confirmó
que ya había cortado con lo que Lisa tenía con Dylan. Solo faltaba esto.
—Vamos —le ordenó a Ruby.
Ambos bajaron del auto, subieron las escalerillas hacia la puerta de
entrada y tocaron el timbre del piso cinco. Esperaron. No salió nadie.
Esperaron. Tampoco salió nadie. Volvieron a tocar el timbre y a esperar,
pero nada.
Tras un rato de esperas y toques, Scott perdió la paciencia.
—No hay nadie —bufó— larguémonos.
—Podríamos venir más tarde —propuso Ruby, mirando hacia arriba por
si captaba algo en las ventanas.
O nunca. Quizás, pensó Scott, era una señal de que no debían estar ahí.
—Ya veremos —se limitó a contestar.
Rodeó el auto para volver a entrar. Al otro lado, Ruby se acercó a la
puerta del copiloto.
Justo cuando ella la abrió, Scott vio que se le acercó una mujer que
segundos antes venía caminando por la acera.
—Ah, vinieron —dijo la mujer sin nada de sorpresa, como quien
esperaba la visita desde hace tiempo.
Scott la miró extrañado, todavía del otro lado. No estaba vestida de forma
estrafalaria con colores morados ni joyas sonoras. Era una mujer de unos
cuarenta y tantos años, más baja que Ruby con el cabello color chocolate
muy voluminoso y lleno de ondas. Su nariz era aguileña y sus ojos grandes
y delineados. La ropa no era más que una falda larga y una camisa de
tirantes. En el cuello, una cinta de la que colgaba un medallón redondo.
Tal vez tenía un aire a médium pero… también a mujer vieja, divorciada
y con gatos.
—Eh, ¿Miss Serena? —dijo Ruby, medio dudosa.
—La misma —asintió la mujer—. ¿Por qué tardaron tanto?
Scott le dedicó una mirada un tanto entornada y cautelosa. Las brujas
podían decir cualquier cosa para impresionar, pero a él no lo convencería
tan fácil.
—¿Sabía que vendríamos? —le preguntó con una ceja enarcada.
La respuesta segura y simple de Miss Serena le cayó como balde de agua
fría:
—Sabía que ustedes buscarían respuestas sobre ese apartamento.
Ruby miró a Scott de inmediato con asombro y preocupación.
Scott apretó la mandíbula, tenso y helado. De acuerdo, eso no se lo había
esperado.
—Hablemos dentro —zanjó él con su habitual voz que sonaba a mandato
y avanzó hacia las escaleras que daban entrada al edificio.
Pero las palabras de Miss Serena, que no se había movido ni un
centímetro, lo detuvieron a medio camino:
—Oh, no, hablaremos aquí —repuso ella, muy tranquila— no los dejaría
entrar nunca.
Ruby lució extrañada.
—¿Por qué?
—Porque vienen arrastrando algo muy oscuro —contestó con simpleza—
y nada así entra a mi casa.
Scott resopló sonoramente al escuchar eso. Le pareció que la mujer solo
les estaba tomando el pelo, o que estaba haciendo una actuación exagerada
para intentar convencerlos de que le soltaran dinero.
—De acuerdo, esto es ridículo —soltó él de mala gana y avanzó hacia el
auto para rodearlo—. Ruby, vámonos.
A pesar de que fue una orden clara de las que Ruby no desobedecía, ella
se quedó en el mismo lugar.
—¿A qué se refiere con algo oscuro? —le preguntó a Miss Serena,
intrigada.
—A eso que ustedes necesitaban de mí —fue lo que respondió la mujer.
Scott iba a abrir la boca para decirle a Ruby que se subiera de una vez al
puto auto, pero ella ya se veía interesada y le dijo a qué habían ido:
—Sólo queremos usar sus servicios porque necesitamos saber si hay un
espíritu en nuestro apartamento. —Su cara adquirió un aire afligido, de
nuevo torturado—. Cosas muy raras están pasando allí, cosas que me…
—¿Les están afectando? —completó Miss Serena al instante, confiada y
tranquila.
Ruby pestañeó, asombrada. Su respuesta fue apenas un aliento:
—Sí.
Miss Serena asintió mientras le echaba una mirada pesada y analítica,
como estudiándola.
—Lo sé —Pasó a mirar a Scott—. A ti también.
Pues no como a Ruby, pensó él. Lo que fuera que estaba sucediendo,
simplemente lo confundía y le exigía aclaraciones rápidas. Aunque la noche
anterior no había dormido casi, pero de todas maneras no pretendía contarle
todo a esa mujer.
—He visto algo parecido a una sombra —contestó Scott sin más.
—¿Podría leernos o algo? —le preguntó Ruby a Miss Serena con una
escapada nota de ansias.
La mujer esbozó una sonrisa muy serena que a Scott le recordó esa
maldita sonrisa de Dylan que tanto detestaba. De forma inevitable, se puso
de malhumor.
—No se trata de leer nada —aclaró Miss Serena— debo visitar el lugar.
—Podríamos llevarla —lanzó Ruby de inmediato, asintiendo.
Scott fue más cauteloso.
—¿Y qué haría en el departamento? —le soltó a la mujer como el cliente
exigente que siempre era—. ¿Cómo detectaría al espíritu o lo que sea que
es?
Miss Serena cruzó las manos por delante. Scott vio unas uñas largas con
las puntas redondeadas, pintadas con un esmalte rosado. Al menos en eso
acertaban las películas.
—Todo en este mundo está puesto en algún lugar por alguna razón —le
dijo ella con un tono que se escuchó sabio, imposible de contradecir—. Si el
espíritu se encuentra en ese apartamento, intentará comunicarse, decirme
por qué o para qué.
—¿Y cuánto nos va a costar eso? —arrojó él también, negado a
demostrar que se creía cada palabra.
—Se los diré cuando sepa a qué me enfrento —se limitó a contestar Miss
Serena—. No será mucho.
Ruby asintió, muy convencida. Scott quiso darle un pellizco para que
dejara de parecer tan débil.
—¿Podría ir mañana por la mañana? —le preguntó.
Mañana era buen momento porque gracias a las cámaras ellos sabían que
Dylan iba a la universidad y no volvía en unas cuatro horas. Ese tiempo les
serviría para fingir que ese era su apartamento, y acabar finalmente con la
sospecha de que el espíritu de Cindy vivía allí.
Miss Serena asintió.
—Pasen a buscarme entonces.
Ruby le dedicó una pequeña sonrisa a la mujer. Desde la posición de
Scott pareció la sonrisa de una desequilibrada que sin duda alguna solo
daba lástima e invitaba a pensar: ¿qué cosa tan mala le habrán hecho a esa
muchacha?
Scott rodeó el auto para subirse, Ruby entró a su lugar en el asiento del
copiloto y Miss Serena avanzó hacia las escalerillas.
Justo antes de subir el primer escalón, se dio la vuelta. Scott ya había
abierto la puerta e iba a entrar, pero se detuvo al ver que ella le echó una
mirada seria.
—Es su destino —les dijo de pronto Miss Serena—. Eso tan oscuro que
arrastran, es su destino.
Scott frunció el ceño y entró al auto dando un portazo. Dentro, Ruby se
había quedado pasmada, y tembló en un ligero escalofrío. Él, por el
contrario, sin querer mirar a la mujer, encendió y arrancó.
¿Un destino oscuro? Y una mierda.
Capítulo 18

¿LA MÉDIUM?
Miss Serena era una persona peculiar.
No era como las médiums de mercado, ni como las médiums de
películas, ni mucho menos como las de telenovela. Ella sí había nacido con
un don. Podía escuchar cosas que otros no. Podía ver cosas que otros no.
Podía percibir cosas que otros no. Y sobre todo sabía cosas que otros no. En
resumen: una mujer habilidosa, muy sabia, en verdad mística.
Sin embargo, Miss Serena no tenía la más mínima intención de usar sus
dones, porque no sería necesario en esta ocasión.
Mientras viajaba en el asiento trasero del auto de Scott rumbo a cumplir
con su trabajo, ella sabía —sin que nadie se lo dijera— que en unos minutos
él aparcaría el auto frente al conjunto residencial Knickweg, que la
conduciría al piso cuatro de uno de los edificios y la haría entrar en un
apartamento que ocupaba otra persona, no él ni la chica llamada Ruby,
como le habían asegurado al visitarla.
Esa pareja le había mentido. Eran expertos en mentir. Lo supo desde la
primera vez que los vio. Y ella tenía un interesante plan para los
mentirosos.
Las cosas sucedieron tal y como lo esperó. Scott aparcó frente a los
edificios, luego la condujo hacia el piso cuatro de uno de ellos y finalmente
abrió la puerta del apartamento fingiendo que era suyo. Dentro estaba
esperando Ruby, sentada en el sofá de la sala con su celular en mano. Lo
miraba, inmóvil, como si estuviera monitoreando algo.
Miró con curiosidad a la pareja. Eran muy parecidos en muchos aspectos,
pero también muy diferentes. Ruby era bastante bonita, pero esa belleza se
estaba deshaciendo poco a poco bajo una capa de ojeras profundas, nervios
y aflicción, tal vez de la misma forma que el retrato de Dorian Gray se
había ido deformando mientras Dorian se corrompía, sin embargo, todavía
gris, casi salvable.
Scott, por otro lado, estaba rodeado por un aura negra, podrida, densa.
No había mucho que hacer ahí.
—Aquí estamos —señaló Scott lo obvio, parado en la sala—. ¿Necesita
hacer algo o…?
—Solo explorar las habitaciones —le contestó Miss Serena.
Él se rascó la cabeza.
—Ah, pensé que sacaría una grabadora o un palillo de incienso o algo así
—confesó, incrédulo.
Miss Serena pudo haber dicho que no necesitaba nada de esas cosas que
por alguna razón él creía que sí, pero solo le dedicó al muchacho de cabeza
medio rapada y rasgos rudos, una sonrisa tranquila y paciente que no
significó nada.
A Scott esa sonrisa le hizo fruncir levemente el ceño, como si le
produjera una leve sensación de familiaridad.
Después, sin más, ella comenzó a explorar el apartamento.
Se movió a pasos lentos con las manos cruzadas por delante y la mirada
analítica recorriendo cada pared y cada objeto. Contempló por un minuto
con curiosidad el collage de fotografías de ojos armado en la habitación
principal. Lo hizo más que nada para darle un toque misterioso al momento
e intrigar a Scott que la seguía como un vigilante, porque en realidad Miss
Serena no necesitaba caminar mucho o hacer un recorrido.
Sabía mucho sobre ese lugar. De hecho, lo sabía todo. El apartamento
estaba impregnado en tragedia. No accidental, sino intencional. Algo
horrible había empezado ahí. Algo que implicaba risas, alcohol, tres
personas, y muy malas intenciones.
Era lo que Scott no quería que nadie supiera.
Era lo que Ruby temía que alguien supiera.
Después de que Miss Serena terminó de explorar tan lento como pudo, se
detuvo de nuevo en la sala. Soltó aire con lentitud y alternó la vista entre el
chico y la chica, seria.
—Bueno, supongo que ya saben que una persona murió aquí, ¿no? —les
dijo a ambos con mucha seguridad.
Esperó respuesta de Scott, pero provino de Ruby:
—Sí, antes de que nosotros nos mudáramos hubo una chica que se
suicidó —asintió la pelirroja, y a pesar de que trató de disimular los nervios
en su voz, Miss Serena los notó—. Pensamos que podría ser ella quien…
—Sí es ella, y su espíritu está enfadado —les reveló.
Un silencio. El silencio que seguía tras escuchar algo inesperado. Miss
Serena notó que los músculos faciales de Ruby se quedaron rígidos por la
inquietud que le causaba el tema, pero que trató de disimularlo bien. Scott,
por otro lado, solo entornó un poco los ojos con suspicacia.
—¿Cómo lo sabe? —soltó la pregunta, serio—. ¿Ella se lo dice?
—A su modo —afirmó Miss Serena— y yo lo interpreto.
Él se cruzó de brazos, aún desconfiado.
—Bien, ¿puede interpretar algo que nos confirme que en verdad es esa
chica? —pidió como un cliente exigente.
Era obvio que Scott creía que ella era una charlatana, que estaba diciendo
cualquier cosa. Miss Serena se lo había esperado. Él iba a presionarla con
preguntas hasta hacerla fallar, hasta encontrar algún error porque Scott
esperaba que todo aquello fuese una mentira y una confusión, algo estúpido
y sin sentido.
Su esperanza era tonta.
Tal y como lo pedía, ella le soltó algo más preciso:
—La chica se llamaba Cindy.
Al menos Ruby no se había esperado eso. La pelirroja estaba demasiado
rígida en el sofá, con los ojos nerviosos alternando entre Scott y Miss
Serena.
De nuevo, él no lo creyó con tanta facilidad.
—Pues eso pudo saberlo si investigaba un poco —resopló—. Salió en el
periódico en aquel momento.
—Scott… —intentó intervenir Ruby.
Pero Scott dejó claro su punto con una simpleza casi burlona:
—Solo digo que puede ser más específica, ¿no?
Sí, Miss Serena fue específica:
—Cindy está enfadada porque hay cosas de su muerte que no se han
descubierto.
La mujer sonrió internamente, victoriosa, porque la expresión de Scott se
quedó congelada y sus intenciones de seguir refutando, desaparecieron.
Tal vez la Miss Serena que atendía clientes en su pequeño apartamento de
paredes de ladrillo repleto de plantas y telas extranjeras, ubicado en una
zona no muy popular de la ciudad para hablarles de su destino, no podía
percibir con tanta facilidad las mínimas reacciones o sentimientos de la
gente. Pero esta Miss Serena sí. Esta podía percibir todo, desde la tristeza
hasta el miedo.
Pensó entonces que, si Scott era inteligente, dejaría de exigir detalles
antes de que ella le revelara alguno peor.
Y lo hizo.
—Bueno, ¿y cómo nos deshacemos de ese espíritu? —preguntó Scott, de
nuevo muy serio—. ¿No puede ir a la luz o algo así?
—No, porque está atrapada aquí —detalló Miss Serena.
Los dos hablaron al mismo tiempo:
—¿Por qué? —preguntó Ruby, asombrada.
—¿Cómo la liberamos? —preguntó Scott, preciso y urgente.
Le dio cierto suspenso al momento al no contestar de inmediato. Ambos
la miraban, expectantes.
—No podemos liberarla —contestó ella con simpleza.
Scott frunció las cejas, súbitamente consternado.
—¿Cómo que no? —soltó, medio confundido, quizás porque había
esperado lo contrario—. Para eso la trajimos.
—Les dije que primero tenía que saber a qué me enfrentaba —le corrigió
la mujer, aún bastante tranquila—. Ahora lo sé, y también sé que no podrán
sacarla de aquí porque ella no quiere irse.
Scott soltó un resoplido entre risa y absurdez.
—Pero tiene que irse —dijo con mucha obviedad—. No nos importa si
no quiere. Está muerta, no tiene nada que hacer aquí.
—Oh, sí que tiene —suspiró Miss Serena, lo cual de inmediato
transformó la expresión de Ruby a una de preocupación—. No se ha ido
porque todavía tiene algo pendiente con los vivos.
Los labios de Ruby se entreabrieron de asombro.
Scott afincó el ceño fruncido, medio molesto.
Aquello era más entretenido de lo que Miss Serena había esperado.
—¿Y qué demonios tenemos que ver nosotros? —defendió él,
rechazando lo que oía—. Queremos vivir en paz. ¿Por qué estamos
obligados a tenerla aquí?
—Tal vez hay una conexión con ustedes… —dijo la mujer como una
teoría posible.
—Jamás la conocimos, solo oímos de ella —le cortó Ruby.
El ambiente se puso denso al instante. Scott, serio y enojado, pero
controlado. Ese muchacho se enojaba mucho. Sabía contener su ira, pero
aun así le brotaba por los poros y alimentaba el aura oscura que lo rodeaba.
Lo hundía más y más en una negrura sin fondo a la que ningún brazo, por
más que se extendiera para alcanzarlo, podría llegar.
Ruby también trataba de controlarse, pero en ella era todo más obvio.
Qué par, pensó Miss Serena.
—Como sea, aunque me traigan a mí o a diez médiums más, nadie
logrará expulsarla —habló ella con su voz experimentada en esos temas,
rompiendo el silencio—. Quiere quedarse para vengar el hecho de que las
cosas sobre su muerte no se contaron como fueron en realidad. Y no se
limitará solo a este apartamento. Su fuerza y su energía se han extendido y
se extenderán por todo el edificio. Es el poder de un espíritu enojado.
Se escuchó tan sombrío y real que le dio al momento un tinte peligroso
como en las buenas películas de terror.
—Esto no tiene sentido —gruñó Scott con la vista fija en algún otro lado.
—Al menos les puedo asegurar que en cuanto ella cobre la deuda se irá
—agregó la mujer, para que no todo fuera malo.
La mirada de Ruby chispeó interés.
—¿Cómo lo cobrará? —se atrevió a preguntar, y su voz sonó más baja,
como si temiese la respuesta antes de escucharla.
—No como lo haría una persona cualquiera —dijo Miss Serena— sino de
una forma peor, de una forma espiritual, mental, hasta que eso le dé paz.
Ruby iba a preguntar algo más, pero entonces Scott dio un paso adelante
e intervino.
—Ya está, ya está —soltó Scott, obstinado, mientras avanzaba hacia la
puerta de entrada—. Si usted no va a ayudarnos, es mejor que se vaya. La
llevaré de vuelta a su casa.
Abrió la puerta para invitarla a salir. A Miss Serena no le molestó su
mala cara ni el hecho de que el ofrecimiento a llevarla sonara como algo
que él en realidad no quería hacer, así que aceptó.
Fueron los tres. En el auto, Scott manejaba molesto y ensimismado en
sus pensamientos. Miss Serena iba en el asiento trasero, y Ruby en el
asiento del acompañante. No parecía molesta como Scott, sino más bien
muy preocupada e inquieta.
Tras unos minutos de silencio, le lanzó una pregunta a Miss Serena como
si hubiese tenido ganas de hacerla desde hacía un rato y ahora fue que
agarrara valor:
—¿Hay algún consejo que pueda darnos?
Miss Serena curvó su boca sesentona y de labios delgados pintados de
color carmesí hacia arriba tan levemente que solo Scott alcanzó a ver el
gesto por su espejo retrovisor.
De nuevo le extrañó.
—Si saben quién le hizo algo malo a Cindy, díganle que el
arrepentimiento siempre es una opción —fue lo que dijo—. Y duerman con
las luces encendidas. Funciona en algunos casos.
Miss Serena percibió a una Ruby paralizada y a un Scott enfadado y
alterado. También percibió que el suelo del vehículo vibraba. No porque se
movía sobre el asfalto rumbo al centro de la ciudad, sino por lo que
emanaba de la existencia de Scott y Ruby. La verdad era que así sentía el
mundo: por vibraciones. Así era que veía el mundo: con auras, colores,
niveles de salvación y niveles de perdición, conexiones ya hechas que
debían romperse y conexiones que debían hacerse, secretos guardados y
contados, buenas y malas intenciones.
Sus ojos captaban lo que un humano normal no captaría.
Sus oídos escuchaban lo que un humano normal jamás había escuchado.
Cuando el auto llegó a su destino, Miss Serena descendió con cierta
dificultad. Apenas logró bajar, Scott cerró la puerta y arrancó el vehículo
sin siquiera despedirse. Miss Serena observó el automóvil alejarse y luego
se dirigió al frente de su casa.
Tuvo que detenerse, porque desde la puerta de entrada, una mujer la
observaba.
Si alguien hubiera pasado por allí en ese momento, habría notado algo
aún más extraño: ambas mujeres eran idénticas.
La única diferencia entre ambas era la ropa. La Miss Serena que
regresaba había salido del apartamento edificio de Knickgweg iba en
colores mostaza, y la otra vestía colores púrpura y rosado. De resto, cada
rasgo facial, cada lunar, cada hebra de cabello era la misma.
¿Cómo podía ser posible?
¿Eran gemelas? La verdad, no.
Había otra explicación.
Miss Serena avanzó hasta la puerta. Ambas quedaron frente a frente,
observándose por un instante de entero silencio. Las reacciones pudieron
haber sido exageradas entre personas normales, pero es que estas dos
mujeres que parecían clones exactos no eran normales, así que el ambiente
fue ligero, como el que existiría entre dos personas que se conocían.
Aunque no era del todo así.
—Nunca pensé que llegaría el día en que uno de ustedes utilizara mi
imagen —habló primero la Miss Serena que bloqueaba la puerta. Estaba
seria, pero no enojada.
—Fue para un buen propósito —aseguró la otra Miss Serena, amable,
parada con las manos entrelazadas por delante.
—Siempre lo es —asintió desde la puerta — así que espero que te haya
salido bien.
La otra se encogió de hombros y esbozó una sonrisa de labios pegados.
—Saldrá bien a la larga —confesó con un aire satisfecho—. Sembré lo
que quería sembrar.
Hubo un silencio. Miss Serena de ropa púrpura se permitió echar un
vistazo largo y analítico a su clon desde la puerta. Nadie podría notar la
diferencia, pensó, cada detalle, perfectamente imitado. Era sorprendente la
habilidad, y era sorprendente que estuviera frente a uno de ellos.
Lo había reconocido al instante, no porque conociera a ese ser de alguna
parte, sino porque gracias a sus dones había percibido la energía inusual que
desprendía.
—¿Puedo verte como realmente eres? —le preguntó al cabo de un
momento, tentada.
Miss Serena seguía parada frente a la puerta, sonrió aún más con cierto
respeto. No podía negarse en esta ocasión. Sentía mucha admiración por los
humanos que tenían dones y hacían el bien con ellos. Y esa mujer era una
persona de ese tipo, lo sabía porque con tan solo un toque o a veces una
mirada profunda a los ojos, podía conocer todo sobre la vida de alguien.
—Nunca nadie nos ha visto como realmente somos —admitió— pero
esta es la forma en la que dejo que todos me vean por ahora.
Entonces, esa Miss Serena que había dejado a Ruby asustada y a Scott
lleno de dudas que lo enfadaban, se transformó.
No fue como en una película con buenos efectos especiales. Fue
diferente, asombroso. Fue algo imperceptible al ojo humano, como un
parpadeo. Un momento era Miss Serena con nariz aguileña, labios
carmesíes y cabello voluminoso; al otro segundo ya era de género contrario,
más alto, esbelto, guapo, un hombre imposible de ignorar donde se parase.
Y era Dylan.
La verdadera Miss Serena alzó las cejas. Los ojos le brillaban de
fascinación por la transformación, por el atractivo de Dylan, por el hecho de
haber visto un clon exacto a ella, por el conocimiento de que existía la
posibilidad de tomar la imagen de alguien más para hacer cosas buenas, y
por todo al mismo tiempo.
—Celestial —nombró a Dylan en un susurro.
Él, todavía con las manos entrelazadas por delante y la sonrisa afable y
confiada en su rostro, asintió.
Miss Serena le devolvió el asentimiento como un gesto de aprobación y
además de despedida. La mujer no quiso decir nada. Simplemente se dio
vuelta y se alejó por la acera hacia su verdadera vida. Le tranquilizó que
ella tuviera la sabiduría necesaria para comprender su naturaleza.
Porque sí, él era un Celestial.
Capítulo 19

Ruby.
Algo venía.
El ambiente lo precedía. Era frío, helado, como el de un cementerio.
Hacía que la cortina de la ventana del apartamento maldito, que estaba
abierta, se moviera ligeramente por el viento nocturno.
Algo venía.
Ahí estaba Ruby, apoyada contra la puerta, mirando esa ventana con
miedo. El pecho le subía y bajaba. Quería correr. Quería salir de ese lugar,
así que con la mano tras la espalda trataba de girar la perilla y con el peso
de su cuerpo trataba de empujarla. Pero cada intento fallaba porque, de
alguna forma, la puerta estaba bloqueada del otro lado.
No podía salir del apartamento. No podía escapar.
Y algo venía.
Ruby lo sabía. Lo escuchaba. Lo sentía. Algo subía por las paredes
exteriores del edificio. Piso por piso. Desde el concreto. Ese algo se había
levantado y ahora trepaba con las uñas rasgadas y aferradas a la capa de
pintura que recubría las paredes. E iba hacia ella. Inevitablemente, iba a
atraparla. Por esa razón, por más que sacudiera la perilla, no lograría
salvarse.
Porque algo ya estaba ahí.
Una mano del color de un cadáver se agarró repentinamente al borde
inferior de la ventana. Luego, la otra mano se enganchó al borde lateral.
Con lentitud, aquello tan espantoso se impulsó hacia arriba. Fue
apareciendo el cabello desgreñado y pastoso, como si acabara de salir de un
baño de sangre, mientras que el susurro que salía sin pausa repetidamente
de los labios agrietados sonaba a resentimiento, furia y ansias de venganza:
—Me mataste... Me mataste...
Ruby tuvo que respirar con la boca entreabierta, porque el corazón le
golpeaba el pecho en un nivel de pánico paralizante. Jamás había sentido un
miedo tan aterrador. El miedo de que eso iba a hacerle las peores cosas que
se le podían hacer a una persona, porque a eso había venido.
Centímetro a centímetro, apareció el rostro muerto, violáceo y furioso.
Cindy.
Justo antes de que Ruby soltara el grito, la muerta se abalanzó hacia el
interior del apartamento a una velocidad sobrenatural para atraparla.
Ruby se despertó en un sobresalto emitiendo un agudo y fuerte grito. En
paralelo, un trueno sacudió el cielo por la tormenta que estaba cayendo
afuera. Se puso una mano en la sudorosa frente. Estaba agitada, tenía
taquicardia y sudaba frío. Le costó un momento asimilar que había estado
soñando y que no estaba en el apartamento maldito sino en su habitación,
en su cama.
Se sorprendió un poco al ver que Scott seguía a su lado, boca abajo.
Raras veces se quedaba en su apartamento. Tenía un brazo fuera del
colchón, y la sábana le dejaba al descubierto una pierna y una de sus nalgas.
Así no parecía una amenaza ni un tipo impulsivo. Solo el Scott del que se
había enamorado. El entretenido. El que le sumaba riesgo a su vida. El que
horas atrás la había desnudado.
Admitió que ni siquiera eso la había hecho sentir mejor.
Nada la estaba haciendo sentir mejor, sino peor.
Puso los pies en el suelo, buscó su ropa interior y se la colocó. Luego
abrió uno de los cajones de su mesita de noche, sacó el tubillo amarillo y se
dirigió directamente al refrigerador. Se detuvo frente a él y con las manos
aún temblorosas por lo inquieta que la había dejado la pesadilla, destapó el
tobillo para sacar la píldora antes de tomar el vaso con agua.
En cuanto lo sacudió sobre su mano, no salió nada. Estaba vacío.
Afuera, otro trueno resonó e iluminó el cielo por unos segundos.
Ruby apoyó la frente contra la puerta del refrigerador, frustrada, con un
feo nudo en la garganta y la mente ansiosa de calmantes. Cerró los ojos con
fuerza, se relamió los labios y maldijo internamente. Si no tenía más de esas
píldoras, no podría dormir. Y si no podía dormir, pensaría mucho. Pensaría
en Cindy. En lo que había pasado aquella noche, y en su latente temor a que
se repitiera.
Porque sí, la posibilidad existía. Ellos estaban haciendo lo mismo de
nuevo, lo mismo que inesperadamente lo había detonado todo.
Pero ahora con Keanu...
Ruby arrojó con malhumor el tubillo amarillo hacia el lavaplatos y se
sentó en el sofá, muy estresada y ahora irritada e inquieta por la falta de las
pastillas. En frente, sobre la mesita, seguía encendida la laptop, aunque la
pantalla estaba en suspensión, porque justo antes de terminar en la cama
con Scott, ambos habían estado vigilando a Dylan.
Scott seguía interesado en ver si finalmente se había alejado de Lisa tras
el plan de que Ruby le terminara. Al menos Lisa no había aparecido por su
apartamento. No sabían nada. Aún así, Scott se había enojado mucho con
ella horas atrás sin ninguna razón. Había discutido con Ruby, más
malhumorado que nunca, y le había gritado. Después, aún enojados, se
habían besado y habían terminado en la cama.
Por primera vez, Ruby sintió que se equivocó al acostarse con él. Solía
gustarle discutir con Scott y luego tener sexo, porque era salvaje y
explosivo al estar enfadados, pero ahora en retrospectiva se veía patético.
Scott le había gritado, la había tratado muy mal y ella se había acostado con
él.
¿Qué pasaba consigo misma? ¿Y qué pasaba con Scott? Ella solo le
obedecía a cada maldita idea que se le ocurría. ¿Por qué era más agresivo
que antes?
Un furioso trueno agitó el cielo. El viento derribó algo afuera, tal vez una
silla o un basurero.
Ruby admitió que estaba pensando demasiado y que con eso solo
empeoraba la tortura. Quizás podía calmarse sin las pastillas, pero en
definitiva ya no lograría dormir, así que se inclinó hacia adelante y presionó
una tecla de la laptop de Scott para encender la pantalla y seguir
monitoreando a Dylan.
Los cuadros de video de las cámaras instaladas en el apartamento
aparecieron automáticamente. Ruby vio que en la imagen que mostraba en
vivo la sala de estar, se encontraba él. Y hacía algo raro.
Bueno, no hacía nada, eso era lo raro. Solo estaba sentado en posición de
indio en el centro de la sala. Tenía las manos puestas sobre sus rodillas, la
espalda recta y los ojos cerrados. Estaba tan inmóvil como una estatua de
cerámica.
¿Qué demonios hacía ahí sentado a las 3:30 de la madrugada?
En verdad era alguien rarísimo, justo como decía Sco...
Los pensamientos de Ruby se detuvieron de golpe. Ni siquiera entendió
cómo lo captó, pero lo captó: en la ventana oscurecida por la noche y la
tormenta. En el reflejo de Dylan.
¿Qué rayos...? Lo que se veía no era un reflejo normal. Era una forma
distorsionada, como si alguien hubiese pasado un borrador de un lado a
otro, sin sentido. Tenía algunos veteados luminosos, pero todo en conjunto
resultaba incomprensible a la vista, como abstracto, como deformado. Sin
ojos, sin boca, sin más que líneas de silueta, entre lo que podía ser una
persona y no podía serlo.
En una reacción rápida, asustada y sorprendida, Ruby pausó la
transmisión. Lo único que pensó fue que estaba viendo otra de esas cosas
raras que sucedían alrededor de Dylan, como lo del espejo del baño, pero
que ahora tenía una prueba. ¡Una prueba! ¡Algo que demostraba que no era
su mente jugando con ella! ¡Algo que podía enseñarle a Scott y a Lisa!
Llamó a Scott en un grito urgente y ansioso:
—¡¡¡Scott!!!
No obtuvo respuesta. Volvió a gritarle:
—¡¡¡Ven rápido, despierta!!! ¡Scott!
Nada. Debía de estar profundamente dormido.
Se levantó del sofá con el corazón latiéndole de nervioso entusiasmo,
solo que al dar primeros pasos hacia la habitación para despertar a Scott,
algo sucedió a mayor velocidad de la que ella planeaba correr.
Un trueno fuertísimo, que sonó como si las nubes hubiesen explotado,
sacudió el cielo. Algo parecido al impacto de un rayo se escuchó en las
afueras. Al mismo tiempo, la bombilla de la sala se intensificó en un
repentino subidón de energía.
Y todo se apagó.
No quedó ni una luz en el conjunto residencial.
No quedó más sonido que el de la lluvia cayendo ahora con mayor fuerza
tras la ventana.
Sin embargo, eso no fue lo más espeluznante. La laptop permaneció
encendida porque aún tenía carga de batería, pero la conexión a internet se
había desactivado y la imagen en la pantalla de la transmisión en vivo, se
había congelado. Lo que se veía ahora era una distorsión extraña y un poco
escalofriante de la sala y las partes del cuerpo del Dylan sentado.
Del reflejo en la ventana no se veía nada.
Dentro de su perplejidad, Ruby estuvo repentinamente segura de algo.
Solo lo supo. Solo lo entendió. Como si una voz se lo hubiese susurrado o
como si finalmente su mente exhausta captara la verdad: todo lo que le
estaba ocurriendo, cada fallo, cada susto, lo estaba causando Cindy.
Cindy la estaba llevando a la locura. La estaba atormentando. La estaba
deteriorando lenta y cruelmente. Y eso jamás terminaría.
La bruja lo había dicho: aún muerta, iba a cobrárselas.
Capítulo 20

DYLAN.
Dylan llegó al campus de la universidad a mitad de la tarde.
Solo que no se veía como Dylan. Se veía como Ruby.
Era la primera vez que él tomaba esta forma, y a decir verdad no se sentía
incómodo. Por el contrario, avanzó con total confianza porque cada detalle
exterior era idéntico al de la pelirroja: el mismo rostro de rasgos sugerentes,
el mismo cabello colorado, los mismos ojos seductores, la misma boca
sensual y ese peculiar andar que atraía miradas. Nadie iba a notar que era
una copia. Nunca.
Lo peor que podía pasar, era que la verdadera Ruby se topara con él, pero
esto no sucedería. Según sus "inexplicables" conocimientos, la chica no
había logrado dormir en toda la noche y apenas en la madrugada su cuerpo
se había rendido ante el agotamiento.
Esa tarde, en el parque para estudiantes dentro del campus, había un
evento de música electrónica. Por esa razón el lugar estaba repleto de gente.
Aquello para Dylan significaba: muchos cuerpos, muchas voces, muchas
mentes, muchas vidas, lo cual percibía muy distinto a como lo percibía un
mortal. Primero, porque percibía por niveles de vibraciones a cada
individuo que por allí se paseaba y luego distinguía sus auras.
Sí, él podía leer a una persona sin siquiera intercambiar una palabra, pero
por ahora no quería analizarlas. Su objetivo en ese momento era otro:
Keanu y Nitty.
Los encontró más rápido de lo esperado. Vio el cabello azul teñido de
Nitty, cerca de las mesas de la comida. Estaba hablando con Keanu. Parecía
que ella le insistía en algo relacionado a su celular, y que él se negaba
mientras intentaba apartarlo.
Dylan se dio cuenta de que el momento para interrumpirlos era
inmejorable.
Apenas se les acercó, lo poco que escuchó de ellos fue que Nitty decía:
"...solo muéstrame, Keanu".
—¿Han visto a Lisa? —les preguntó la falsa Ruby. Buscó no sonar tan
odiosa como la original.
Keanu y Nitty interrumpieron su asunto y la observaron con cierto
desconcierto, como si no se hubiesen esperado que ella les hablara. Dylan
sabía que no la ignorarían porque aunque ella nunca les dirigía la palabra,
ninguno de ellos era una persona grosera.
—Está buscando a Dylan, creo —le contestó Keanu.
—Sí, porque dijo que llegaría hace veinte minutos y no ha llegado —
asintió Nitty.
En ese momento, de forma inesperada, Nitty actuó a toda velocidad y le
arrancó el celular de la mano a Keanu. Él volteó rápidamente, asustado.
—¡Nitty, dámelo! —le exigió Keanu.
—Nada más quiero ver cuántos mensajes le has enviado —dijo Nitty
entre risas, estirando el brazo con el celular lejos de él—. Y qué tan
desesperados son.
Keanu rio nerviosamente. Se puso rojo.
A Dylan le entró una vibración fuerte por las emociones internas de cada
uno. Nitty: satisfacción, ansias, curiosidad. Keanu: vergüenza, temor,
inseguridad.
Claro que no debía demostrar que sabía más que ellos. Tenía que entrar
en el tema.
—¿De quién hablan? —les preguntó en voz de Ruby como si no supiera
a qué se referían con "mensajes desesperados".
Nitty y Keanu la miraron de nuevo sin entender por qué seguía ahí
todavía.
—Ah, es que...
—No, cállate —intentó evitar keanu que Nitty se lo contara a Ruby—.
No es nada.
Nitty iba a protestar con diversión, pero de repente apareció Lisa, algo
frustrada, tal vez por no encontrar a Dylan. Él capturó las emociones de su
aura rápidamente. Lisa sabría solo con verla ahí que Ruby no era la misma.
Tal vez no descubriría que era falsa, pero sospecharía algo. La gran
pregunta era: ¿Qué diría?
Lo que hizo Lisa fue un ligero gesto de confusión al ver a su gemela ahí.
—Vaya, no pensé que estarías por aquí —le comentó a la falsa Ruby,
haciendo que el "aquí" sonara a "con estas personas".
Dylan hizo que la pelirroja encogiera los hombros con su indiferencia
habitual.
—Estoy haciendo cosas diferentes —argumentó sin más como lo haría
Ruby. Luego devolvió la mirada a Nitty y a Keanu —. Así que, ¿de qué se
trata lo de mensajes desesperados?
—Dime algo, ¿tú tendrías un novio virtual? —Nitty le lanzó a Ruby antes
de que Keanu protestara de nuevo.
Internamente, a Dylan le gustó la pregunta. Habría deseado que la
verdadera Ruby en su estado actual de paranoia y nerviosismo la oyera. La
cara de miedo que habría puesto de seguro la habría delatado ante el
observador más minucioso o mejor dicho, ante alguien como él.
Se aseguró entonces de que Ruby no fuese descubierta. Al menos todavía
no, y no de esa manera.
—Todo es posible si nos gusta alguien de verdad —fue lo que respondió
con naturalidad, como la Ruby a la que no le importaba planear nada, solo
vivir —. ¿De eso se trata? ¿De la novia virtual?
Keanu se rascó la nuca. Más rojo de la vergüenza por estarse exponiendo
sus cosas privadas y se moriría.
—Sí —asintió Nitty, y lo contó haciendo su clásico exceso de gestos al
hablar—: Keanu tiene una relación a distancia y le ha enviado como
cincuenta mensajes desesperados a la chica por ya casi una semana, pero
ella no le responde nada.
Dylan vio de reojo a Lisa, que miró hacia otro lado como buscando a
alguien. Él sabía que Lisa sabía perfectamente que Arya era falsa. Habría
sido genial que ella revelara algo en ese instante, pero no diría nada. Si bien
era muy diferente a Scott y a Ruby ahora, ella no iba a perjudicar a su
gemela de esa forma. Era algo que Dylan comprendía.
Por otro lado, el rostro de Keanu expresó también cierta frustración.
—Y Nitty dice que le termine solo por eso, pero no quiero —suspiró el
chico— estoy enamorado de ella, y por eso sigo sin entender su falta de
respuesta, porque ella también me ama...
Dylan vio ese momento como la oportunidad perfecta para insertar lo que
en un principio había venido a insertar. Era ese el instante en el que él
actuaba por naturaleza.
—Tal vez no te contesta porque tiene un problema o sencillamente
porque no te ama —le dijo Ruby a Keanu con simpleza.
—Oye sí, podría ser una de esas cosas —estuvo de acuerdo Nitty—.
Deberías intentar comprobarlo. Es decir, de forma definitiva, para acabar
con la duda de una vez.
Keanu pestañeó, incrédulo. Incluso Lisa miró a su hermana con rara
curiosidad.
—¿Hay una forma específica para comprobarlo? —quiso saber Keanu.
—Claro —resopló la falsa Ruby con un giro de ojos—. Solo escríbele un
mensaje y dile que quieres enviarle dinero para ayudarla en su situación
económica.
La pregunta la hizo Lisa con voz tranquila, pero Dylan sabía que con
inquietud interna por el hecho de que fuese Ruby la que estuviera incitando
esa idea acerca de la relación:
—¿Y eso de qué serviría?
—Si ella le contesta para aceptar el dinero entonces queda demostrado
que no le ha pasado nada y que solo quiere tu dinero, no te ama —contestó
Ruby con una sonrisa triunfal y astuta.
Lisa miró a Ruby por un instante, un poco perpleja. Dylan no tenía la
conexión de gemelas, pero el poder captar emociones le permitió captar que
ella no entendía qué tramaba Ruby y mucho menos por qué si Scott iba a
culpar a la pelirroja de cualquier fallo o problema que sucediera con eso de
la novia virtual.
Dylan no se preocupó.
—Yo creo que simplemente deberías olvidarte de esa chica —opinó Lisa
a Keanu, contundente.
Dylan aceptó que esa flecha iba dirigida a Ruby.
Keanu negó con la cabeza y miró a Ruby, muy interesado en lo que había
dicho. El mal ya estaba hecho.
—¿Y si no contesta? —preguntó, ignorando lo dicho por Lisa.
—Tal vez no le interesa recibir tu ayuda monetaria, y tal vez está pasando
un mal momento, así que puedes tener esperanzas —intercedió Ruby junto
a un encogimiento de hombros—. Pero sospecho que sí te responderá.
Dylan en sus adentros sintió que la energía de Keanu se tornaba confusa,
casi como el cielo cuando se acercaba una tormenta.
—Pienso que es una buena idea —opinó Nitty, dando empuje al plan de
Dylan sin siquiera saberlo— así sabrás si te está usando.
Como si eso le diera un arranque de valor, Keanu asintió con decisión.
—Le enviaré el mensaje ya mismo.
Dylan evitó mirar a Lisa tras eso. No tenía más para decir. Se sintió en
total control. ¿Qué le diría Lisa a Scott? ¿Qué diría él luego? ¿Qué debía
hacer ahora? En un segundo ya tenía todas las respuesta.
Ahora sólo debía esperar a que cada pieza encajara en su lugar...
Capítulo 21

21
RUBY
Ruby se despertó sudorosa y agitada de una intensa pesadilla.
Creyó estar muy asustada porque Cindy la había estado culpando de algo,
pero soltó un grito de miedo cuando vio la figura recargada la puerta de la
habitación. Por un instante ni siquiera lo reconoció y ese fue el motivo de su
horror, pero en lo que él la miró con el ceño fruncido y severo, quedó claro
que era Scott.
—¿Ahora te la pasas gritando todo el tiempo o qué? —le soltó él. Otra
vez le echó esa mirada de: “¿estás loca?” que sí, la hacía sentir cada vez
menos equilibrada.
Ruby soltó un suspiro, todavía temblorosa, y se incorporó en la cama.
Las pesadillas iban empeorando cada vez. Tenía motivos para estar
aterrorizada, pero ya le había quedado claro que no podía contarle nada
sobre eso a Scott.
—Si llegas de esa forma, cualquiera se asustaría —se defendió en un
tono más bajo—. ¿Qué haces aquí?
Scott presionó contra la pared el cigarrillo que había estado fumando para
apagarlo.
—Ya me cansé de esperar —fue al punto—. Necesitamos dinero.
¿Cuándo es que Keanu lo va a enviar?
Pues… no tenía ni idea.
De hecho, todo estaba un poco raro con ese tema. Ella llevaba semanas
sin responderle los mensajes al chico. Él insistía e insistía, como siempre,
pero la noche anterior había recibido un mensaje diferente de Keanu:
Hey… te amo, ¿sabes? Así que si necesitas dinero en estos momentos
solo dímelo. Te ayudaré en lo que sea.
Muy directo viniendo de él, pero al fin y al cabo justo lo que necesitaban,
¿no? O mejor dicho: justo lo que Scott necesitaba. ¿Debía mostrarle el
mensaje? Por supuesto, no tenía ni por qué dudar, pero…
De repente se escuchó la puerta principal cerrarse. Ruby conocía ese
gesto. No podía ser otra persona que su hermana, y lo era. En unos
segundos, Lisa entró a la habitación, totalmente diferente a su gemela:
luminosa, fresca, sin ojeras ni cansancio.
De inmediato, Scott se cruzó de brazos, extendió la sonrisa maliciosa y
enarcó una ceja.
—Miren quién hace un poco de tiempo para visitarnos —soltó con ironía.
Lisa le dedicó una sonrisa con un giro de ojos.
—Necesito hablar con mi hermana —contestó y enfatizó las palabras
para dejar en claro que no lo incluía—. ¿Puedo?
Ruby sintió cierta emoción atravesarle sus muros al oír “mi hermana”
como si fuesen las mismas gemelas unidas de antes, pero Scott se le
adelantó al decir algo:
—¡Por supuesto! —ensanchó la sonrisa y alternó la vista entre ambas—.
Habla, te escuchamos.
Lisa entornó los ojos, pero él no hizo ni gesto de moverse para salir de la
habitación, solo se reacomodó contra la ventana, todo oídos.
—A solas —lo aclaró la rubia.
Scott curvó la boca como pensando y luego negó con la cabeza.
—No lo creo —rechazó, relajado—. ¿O es algo que no puedo escuchar
por alguna razón específica?
Detuvo la mirada en Ruby, y ella sintió la presión de dar una respuesta.
La verdad era que no tenía ánimos para discutir o refutar, así que cedió.
—Lo que sea que vayas a decirme, dilo de una vez —suspiró.
—Pero Ruby… —intentó convencer a Lisa, y lo dijo de forma definitiva:
—No hay nada que Scott no deba saber.
Lisa endureció el gesto al estilo: ¿eso quieres? Pues bien.
—Solo quería decirte que me pareció genial que ayer te acercaras a
Keanu y a Nitty —soltó Lisa—. Es bueno que les des una oportunidad a
otras personas, sobre todo a ellos.
Scott al instante deslizó la atención hacia Ruby, con los ojos bien abiertos
y la sonrisa congelada por lo inesperado de eso. Ruby quedó perpleja. Un
frío atónito le recorrió la piel y se la erizó.
—¿Que yo qué? —fue lo que salió de su boca, impactada.
—Por esta razón quería que habláramos a solas —suspiró Lisa. Se acercó
a la cama y se sentó en el borde—. Mira, somos libres de hacer lo que
queramos…
Ruby dejó de oírla un instante.
¿Qué?
¡¿Pero qué estaba diciendo Lisa?!
—No estuve en ninguna parte ayer —soltó Ruby con brusquedad—.
Estuve aquí.
Lisa tomó aire con paciencia.
—No tienes que mentir por Scott.
Ruby no podía creerlo.
—¡No estoy mintiendo! —exclamó, ahora horrorizada por el hecho de
que Lisa si estuviese diciendo mentiras.
Su gemela ignoró eso.
—Sé que pensábamos que Keanu y Nitty eran unos perdedores, pero es
que estamos muy cerradas entre nosotras mismas —siguió diciendo Lisa,
demostrando los grandes cambios en sus perspectivas, demasiado confusas
para Ruby—. Los he conocido y son diferentes.
Ese “diferentes” englobó todo lo que habían vivido los tres. Ruby lo
entendió en un segundo, pero no tuvo tiempo de decir nada. Ya la bomba
había caído sobre el peor territorio: Scott.
—¿Sí? —escupió él con ese tono entre enfadado, cruel y burlón—. ¿Qué
tan diferentes son tus nuevos amigos?
—Ellos no se enfurecen por cualquier cosa, para empezar —le replicó
Lisa con dureza.
Scott emitió una risa sin diversión, más bien intimidante.
—Vaya, suenan geniales —se burló—. Suenan fabulosos. Imagino que
son tan increíbles que te aceptan tal y como eres: una mentirosa capaz de
acostarse con el mismo tipo que tu hermana. —Curvó las comisuras con
maldad—: ¿O es que eso no lo saben?
Lisa se puso en pie, mirando a Scott con una furia y un desprecio claro.
Ruby sospechó que se avecinaba una pelea de gritos e insultos como solía
pasar cuando se confrontaban, pero se sorprendió cuando su hermana
atravesó la puerta de la habitación para irse. Ruby reaccionó rápido, fue tras
ella, entre confundida, horrorizada y con el corazón acelerado de asombro
por lo que le acababa de decir.
Interceptó a Lisa justo cuando abría la puerta de entrada y la tomó del
brazo para detenerla. Iba a preguntarle por qué mentía, que era lo que más
la había impactado, pero la rubia se zafó con brusquedad del agarre.
—Al principio esto era divertido, Ruby, pero dejó de serlo —le dijo, muy
seria y sincera—. De alguna forma entendí que hay cosas mejores que
depender de alguien que solo te ataca para sentir que te controla. Tienes que
verlo también.
—Scott solo… —intentó replicar ella sin saber por qué razón, pero Lisa
lanzó algo más antes:
—Es un manipulador.
Dicho eso, se fue por las escaleras.
Ruby quedó inmóvil en la puerta, impactada por todo, hasta que sintió el
tirón por el hombro. Scott, ahora detrás, la apartó de ahí y cerró de un
portazo. La observó, enfadado.
—¿Qué fue lo que hiciste ayer? —preguntó con los dientes apretados.
Ruby retrocedió unos pasos. Trató de controlar sus nervios y su
desconcierto, pero todo se le mezcló y se sintió más abrumada que nunca.
—Nada —aseguró, aun así—. Lisa miente, yo no estuve en ninguna
parte.
Fue como si Scott no hubiese oído nada.
—¡¿Acaso quieres que nos descubran?! —le reclamó en un grito—. ¡¿O
es que piensas hacer lo mismo que Lisa?!
Ruby experimentó una oleada de rabia. Hacia él. Hacia el hecho de que
no le creyera. Hacia el hecho de que siguiera tratándola como si estuviese
loca.
—¿Por qué no me crees nada de lo que te digo? —le preguntó a Scott con
la mandíbula apretada.
—¡Porque no tiene sentido! —soltó él—. ¡Tú ya no pareces tener
sentido!
Ella se quedó en silencio tras eso. Las palabras de Lisa se repitieron en su
mente: De alguna forma entendí que hay cosas mejores que depender de
alguien que solo te ataca para sentir que te controla. Tienes que verlo
también.
Scott, por su lado, desagradable mente manipulador, se dio cuenta del
error porque se pasó la mano por el cabello y soltó mucho aire, intentando
calmarse. Luego se acercó a ella. Ruby quiso apartarse, pero él logró
sostenerla por los hombros. Aproximó su rostro y pegó la frente a la suya.
—Ruby, preciosa, puedo confiar en ti, ¿no? —le susurró, ahora con voz
suave y arrepentida.
Más rabia. No era justo.
—Siempre —respondió porque eso era lo que debía responder.
—¿Por qué estuviste con esa gente ayer? —quiso Saber Scott de nuevo,
todavía suave.
No había estado con nadie, demonios, pero aceptó que si insistía él no iba
a creerle.
—Ruby, ellos podrían meterle en la cabeza a Keanu que Aria es un
catfish —advirtió Scott ante el silencio—. Y si él se convence de eso, será
tu culpa. Dime, ¿qué les dijiste?
¡¿Por qué iba a ser su culpa?! ¡¿Por qué siempre la culpa era de ella?!
¡¿Y por qué sentía que sí?!
—¿Qué importa qué hice o dije? —replicó Ruby, harta, y buscó el
mensaje de Keanu en su celular para mostrárselo a Scott—. ¡Importa que
funcionó! El propio Keanu me está ofreciendo dinero. Era lo que
queríamos.
Scott miró la pantalla por unos segundos. Su comisura derecha se alzó en
una sonrisa de aprobación.
—Bien —asintió, recuperando la postura, menos enfadado—.
Respóndele que sí. Y piensa en lo que te dije. No vayas a ocasionar algo
estúpido. No tienes nada que hablar con esa gente.
Salió del apartamento y la dejó sola.
Ruby soltó aire, abrumada. Ella no había estado con ellos como afirmaba
Lisa. ¿Qué demonios estaba sucediendo? ¿Por qué las cosas estaban
tornándose cada vez más aterradoras?
De todas formas, obedeció a Scott y con dedos temblorosos respondió a
Keanu:
“Sí, necesito dinero”.
Capítulo 22

22.
SCOTT.
Scott se había despertado en medio de la noche. El ambiente era muy
frío, un tanto ondeante, casi surreal. Afuera, en la ventana, el cielo estaba
oscuro y todo tenía un aire sombrío. Entró al baño, y se miró al espejo. Por
un instante, su reflejo le devolvió la mirada, normal. No hubo nada inusual
durante un momento.
Hasta que, tras un segundo, luego de coger el cepillo dental y de volver a
mirar el reflejo en el espejo notó que, detrás, su habitación empezaba a
oscurecerse. Y para su sorpresa, se sintió asustado. Una paralizante y
horrible mezcla de emociones surgió en su interior. Su corazón se aceleró y
su respiración también. Se sintió de nuevo como un niño, como alguien
incapaz de defenderse o de controlar una situación.
Y empeoró, porque de forma súbita su reflejo en el espejo, cambió.
Su imagen dejó de ser la de él y pasó a ser una forma femenina con un
rostro que él conocía muy bien: Cindy.
Scott contuvo el aliento, perplejo. Ella tenía una forma fantasmal. De
lejos podría haber parecido un ser humano de carne y hueso, pero estaba
pálida y era un espectro. Un espectro que le sonrió, pero no de una forma
amigable, sino de una forma aterradora. Después, ella le mostró algo que
tenía en una de sus manos. Lo agitó ante sí con una sonrisa de oreja a oreja.
Scott, aún atónito, no entendió. ¿Qué demonios le estaba mostrando?
¿Por qué estaba ahí molestándolo? ¿Y por qué tenía tanto miedo?
De repente, el reflejo de Cindy dejó de agitar el misterioso objeto y salió
corriendo. Inconsciente de la rareza e ilógica del momento, Scott no dudó ni
un segundo y fue tras ella. Atravesó el espejo. De pronto se vio corriendo
por el campus de la Universidad en ropa interior. A su alrededor había
mucha gente que aunque se movían, no hablaban. Parecía una especie de
reunión o fiesta... ¿Ruby y Lisa estarían allí?
Mientras las buscaba notó que entre esa multitud, Cindy otra vez blandía
lo que anteriormente le había mostrado en el espejo. Parecía una bolsa...un
celular... ¿Qué rayos era? Nuevamente Scott aguzó la vista para intentar
detectar de qué se trataba, pero no lo logró porque ante sus ojos, el cuerpo y
el rostro de Cindy fue transformándose en alguien que él también conocía.
Miss Serena.
Y mientras sucedía esa transformación, él pudo leerle los labios al
espectro:
—Hasta aquí has llegado...
Súbitamente todo se oscureció, y la escena cambió.
Confundido y desorientado, Scott de repente se vio parado en el bosque
del complejo Knickweg. Fue consciente de que su propio cuerpo temblaba,
que estaba solo y descalzo y que apenas podía ver entre la maleza oscura y
los frondosos árboles. Intentó caminar hacia alguna dirección, pero fue
inútil: el piso lleno de pinchos y ramas no lo dejó avanzar más que pocos
pasos.
Desde algún lugar, a lo lejos, escuchó:
—Todo...
¿De nuevo Cindy? ¿De nuevo Miss Serena?
—Lo perderás... todo... —repitió.
Scott experimentó una opresión en el pecho. Una sensación desconocida
para él. ¿Más que miedo? No... Scott nunca tenía miedo. Sin embargo,
parado en medio de ese bosque sintió escalofríos y vértigo. Muchísimo
vértigo al escuchar de nuevo, y ahora muy clarito, la voz de Dylan
diciéndole al oído y en un susurro:
—Lo perderás todo.
La única vez que Scott había tenido una pesadilla tan escalofriante había
sido en su niñez, la noche anterior a que su padre golpeara con tanta
brutalidad a su madre que la dejó inconsciente, y no pudo evitar sentir que
esta pesadilla, también era una advertencia.
Así que cuando se despertó de ese sueño, en su verdadera cama, en la
verdadera realidad, solo pensó:
Algo va a suceder.
Nervioso y alerta, se sentó en la cama y tomó su celular de la mesa de
noche. Le sudaba la frente y sus dedos temblaban un poco. Entró en su
cuenta bancaria para revisarla, solo como una súbita idea, como un súbito
presentimiento. Cuando vio que todo su dinero seguía allí, sintió alivio,
aunque la mala sensación dejada por la pesadilla no se fue del todo. Tenía
que asegurarse de que otras cosas estaban bien.
Primero entró a la cuenta falsa de Aria y chequeó si el imbécil de Keanu
le había enviado alguna respuesta sobre el dinero que le habían pedido, pero
nada. Se sintió impaciente, aunque le divertía que el chico fuese demasiado
tonto como para ofrecerse él solo a dar plata.
Hecho eso se aseó y luego se sentó en el sofá de su sala. Abrió su laptop
y accedió a la aplicación de las cámaras instaladas en el apartamento de
Dylan. La tarde afuera estaba ventosa. Cada cosa que Scott pudiera captar
del entorno de Dylan le serviría para que sus pasos fueran correctos. En
verdad ya estaba harto de ese tipo. Maldecía el día en que había llegado a
Knickweg. Lo odiaba.
Aunque Dylan no estaba en su apartamento. Había salido a comprar
comida y había dejado en su habitación a la chica esa de cabello azul, Nitty,
y al patético de Keanu, trabajando en ese asunto de la tesis. Los dos chicos
estaban muy relajados en la cama, Keanu con su laptop y ella ordenando
fotografías. No decían nada interesante.
Así estuvo todo durante un rato, muy aburrido, sin ningún tipo de
información. Scott casi iba a cerrar la laptop porque en verdad no le
interesaba oír sobre las clases de esos tontos. Solo que, de repente, la
conversación sacó a relucir algo que lo detuvo:
—Entonces, ¿Aria te respondió?
Lo había preguntado Nitty.
Scott miró la pantalla muy interesado.
—Sí... —respondió Keanu. Sonó desanimado, como si no quisiera hablar
de eso. De hecho, hizo un silencio en el que Nitty perdió la paciencia:
—¡¿Y qué te dijo?! —exigió saber ella.
—Que sí necesita dinero.
La expresión de Nitty tras esa respuesta fue de total asombro. Se quedó
como quien no sabe qué decir. Keanu, por su parte, pareció querer meterse
en un hueco en la tierra y desaparecer. Scott no entendió por qué ambos
reaccionaban de esa forma, pero tuvo un mal presentimiento y se puso
alerta.
—Teníamos razón entonces —rompió Nitty el silencio con algo de pesar
—. Oh, Keanu, lo siento...
—¡Por eso no quería hacerlo! —admitió Keanu, pasando a la frustración
—. No sé por qué anteayer les hice caso a Dylan y a ti sobre hacerle esa
pregunta.
Un momento, ¿qué?
Scott miró, ceñudo. En la habitación de Dylan, el pesar de Nitty
desapareció y ella hundió las cejas, desconcertada.
—Pero ahora sabes que ella no te quiere, Keanu —le replicó con
obviedad—. ¿O es que piensas seguir con esa chica a pesar de eso?
Keanu puso cara de duda, de aflicción.
—No lo sé, la amo...
—Amar a alguien no quiere decir que debas aguantar sus mentiras —
soltó Nitty al instante, contrariada.
Scott quedó perplejo al entenderlo. Entonces, ¿ese condenado mensaje
había sido una trampa? ¿Dylan y Nitty le habían sugerido a Keanu enviar el
mensaje que le había enviado a Ruby/Aria? Además, había sucedido
anteayer. Anteayer... ¿qué había hecho él anteayer? intentó recordar hasta
que tuvo una revelación: según Lisa, Ruby había estado con ellos... ¿habría
escuchado todo esto? ¿cómo mierda habían logrado adelantárseles así?
Scott se levantó iracundo del sillón y empezó a dar vueltas por la sala de
estar mientras seguía mirando la cámara y se mordía el puño tenso. Maldijo
internamente, entre atónito y ya enfadado. Muy enfadado. ¿Cómo Ruby
había estado tan lenta? Oh Ruby... Oh, Ruby, ya vería.
Por el momento, siguió atento para no perderse nada.
—No sé qué hacer ahora —admitió Keanu, apesadumbrado.
—No enviarle dinero, por supuesto —le dijo Nitty.
—¡No lo haré! —exclamó Keanu—. Es seguro que eso no lo haré. pero si
solo pudiera hablarle como hemos hecho otras veces... y aclarar las cosas...
—¡Keanu, no! ¡Debes terminarle! —refutó Nitty—. Y aceptarlo.
Keanu bajó la mirada, entristecido. Nitty, en cambio, lo miró con cierta
preocupación. Había estado boca abajo en la cama ordenando fotografías,
pero la chica se reacomodó para quedar sentada y se acercó al chico. Le
puso una mano en el hombro en apoyo. El momento se volvió muy íntimo,
y a Scott le dio ganas de vomitar. No podía soportar ver eso en estado de
sobriedad, así que fue hacia la nevera y sacó una cerveza que abrió y tomó
de un saque. En su mente: ¿en qué momento todos sus planes se empezaron
a ir al cuerno? ¿y dónde estaba la inútil de Ruby a todo eso?
—Keanu... nosotros estaremos para ti —escuchó que le aseguró Nitty con
voz suave—. Ya verás que será más fácil superarlo. Nos tienes.
Scott pudo haber vomitado de no estar tan enojado. Qué ridiculez tan
grande. ¿Nos tienes? ¿A quién? ¿Al imbécil de Dylan y a Lisa? A su Lisa, a
quien habían apartado de su lado... Scott terminó la cerveza y apretó con
rabia la lata, tirándola al otro lado de la habitación. Al instante fue y cogió
otra y repitió el mismo movimiento de beber y pensar que unos segundos
atrás. Lisa... ¿cómo había dejado ir a Lisa? Y Ruby... No. Si él ya no tenía a
Lisa, mucho menos la tendría Dylan.
—¿Y si no encuentro a otra chica? —dudó Keanu, mirando a Nitty.
—La encontrarás, porque salir de Aria es el primer paso para que veas
que hay una vida real afuera —le dijo ella, sonriendo con calidez.
Por un momento Scott quiso confiar en que Keanu en verdad estaba
enganchado con la novia virtual, que el tonto no se dejaría influenciar, que
se negaría a terminar la relación. Ansió que no fuera tan tarde.
Pero un repentino aire de decisión surcó la cara del Keanu cobarde y
nervioso de siempre. Un aire que dejó paralizado a Scott.
—De acuerdo, voy a terminar definitivamente con ella —aceptó el chico.
Scott le dio un último sorbo a la segunda lata de cerveza y luego la arrojó
con una furia ciega contra la pared. El objeto cayó al suelo con un sonido
metálico y dejó una mancha de líquido en la pintura blanca, aunque eso a él
no le importó. Una furia peligrosa recorría su cuerpo. ¿Cómo era que Ruby
había sido tan estúpida? ¡Ahora ya no obtendrían dinero del imbécil de
Keanu! ¡Todo el maldito plan estaba arruinado! Quiso ir al apartamento de
ella a reclamarle, a gritarle, a tomarla por los cabellos y decirle cómo había
hecho que todo su trabajo se fuera a la mierda. Por un momento eso fue lo
único que vio lógico.
Pero de repente algo dentro de sí lo detuvo y se le ocurrió una idea. ¿En
verdad ese imbécil de Keanu estaba haciéndose el valiente? ¡Ja!
Con su celular, Scott de nuevo accedió al perfil de Aria. Abrió el chat con
Keanu y le escribió un mensaje:
"Hola, mi príncipe elfo.
¿Estás bien?
Necesito hablar contigo.
Te amo."
Contempló en la pantalla el momento en el que Keanu recibió el mensaje.
Su celular sonó en una notificación y el tonto lo cogió muy rápido, como
con desesperación. En cuanto vio que era Aria, todo su rostro se iluminó de
sorpresa. Scott sintió la diversión de la maldad.
—¡Es ella! —exclamó Keanu, atónito—. ¡¡¡Quiere hablar conmigo!!!
—¡Déjame ver! —soltó Nitty, y en un reflejo rápido le quitó el celular de
la mano. Al chequear de qué se trataba añadió con una mueca de desagrado
—: Intenta convencerte...
—Pero... —dudó Keanu.
—¡Dijiste que no vas a caer! —le recordó ella a él con insistencia—. Por
tu bien no hables con ella, solo bloqueala.
Los ojos de Keanu se abrieron de par en par.
—¿Bloquearla? —Sonó asustado—. ¿Eso no es drástico?
—No, Keanu —le dijo Nitty con cierta dureza—. Ella no te habló por
semanas y solo te respondió cuando le ofreciste dinero. Ahora mágicamente
te quiere otra vez. Sabes que no es cierto lo que siente, quiere usarte.
Para insistir, Scott envió otro mensaje desde la cuenta de Aria:
"Y te he extrañado, es solo que mi situación está un poco complicada, no
he tenido nada de conexión estos días, pero aquí estoy intentando
comunicarme contigo..."
Al sonido de la notificación, Scott pensó que Keanu reaccionaría y
tomaría el teléfono rápido, pero se quedó como paralizado y quien leyó el
mensaje fue Nitty. Ella giró los ojos con fastidio. Después le sonrió a Keanu
de forma tranquilizadora:
—Puedo hacerlo yo si sientes que no tienes el valor... —le sugirió.
—No tengo el valor —admitió Keanu cabizbajo.
—No te preocupes —le tranquilizó Nitty.
Y, para la cólera de Scott, de repente, Aria fue bloqueada por el perfil de
Keanu.
Scott se levantó del sofá, iracundo. Sabía que todo era culpa de Dylan y
su grupo, pero también de Ruby. Últimamente estaba perdiendo la cabeza,
la inteligencia, todo. Estaba dejando de ser servible y estaba pasando a ser
insoportable. Por haberla dejado encargarse sola, había sucedido esto.
Además, ¡ya basta de planes tontos!
Era hora de tomar medidas drásticas.
Decidido, Scott buscó un número en específico entre su lista de contactos
y marcó para llamar.
Había alguien que le debía un favor.
Era momento de cobrarlo.
Capítulo 23

DYLAN.
Dylan esperó hasta que Keanu y Nitty salieran de clases para poder
regresar juntos al Knickweg.
Mientras caminaban, Nitty demostraba su ánimo por el fin de semana con
ideas para hacer juntos. Keanu la oía, no tan devastado por el rompimiento
con Aria. Ni ella ni él sabían que Dylan los miraba y solo pensaba en el
trabajo que les había dedicado para que llegaran a unirse, para que Nitty
entrara en la vida de Keanu de esa forma tan alegre, ayudándolo. Ahora
nacía una complicidad entre ellos, y pronto, si todo resultaba como lo
planeado, nacería algo más. Si ya medio rozaban sus brazos en ocasiones
durante la caminata, lo que faltaba era que surgiera un beso...
—Dylan, pasaremos un rato en el bosque, ¿vienes? —le preguntó Nitty,
radiante.
Y justo ahí estaba. Justo ahí podía suceder eso. Era la oportunidad
perfecta. El impulso no saldría de Keanu, saldría de Nitty, pero era lo
menos importante. Ellos iban a conectar.
—Esta vez no —se excusó Dylan.
Nitty y Keanu comprendieron y se fueron en dirección contraria. Dylan
avanzó hacia el edificio. Mientras subía las escaleras sintió satisfacción
porque la mitad de su misión estaba completa. Solo quedaba la otra mitad,
pero sería mucho más oscura, mucho más desgastante y más difícil para él,
por lo que en ese instante lo que necesitaba era vaciarse de las energías que
había tomado de otras personas. Eso lo haría a solas, en su habitación, con
su habitual meditación, esa en donde pasaba horas solo sentado sin mover
ni un músculo.
Apenas entró a su apartamento se detuvo un momento ante el collage de
fotografías que había armado en la pared de su sala de estar. Le había dicho
a los demás que eran solo fotos puestas ahí para trabajar en su tesis de
microgestos, pero en realidad este collage era un mapa de su misión...
Paseó la vista por las fotos estilo “close up”, y a medida que fue
enfocando, se posó en una que mostraba una parte de Ruby, luego otra de
Nitty, y finalmente otra de Keanu, su mente comenzó a trabajar al ritmo
celestial: Acción – Reacción – Intuición – Correlación – Destino. Su
perspectiva se amplió de forma sobrehumana para permitirle ver en un
plano superpuesto algunas letras que pertenecían al alfabeto celestial
formarse bajo cada uno : P, K, A.

Recordó todo lo que sabía de ellos con una visión. Vio fragmentos de sus
vidas, pasados y personalidades como si él fuese espectador de una película.
Los conoció de nuevo y los organizó porque eran parte de su mapa y dos de
ellos debían conectarse, otros estaban predestinados a algo y otros eran al
mismo tiempo antagonistas: A Keanu, el niño al que siempre habían dejado
de lado en todos los grupos y por eso se refugiaba en la tecnología le asignó
una P; Nitty, todo lo contrario, siempre rodeada de amistades a penas sabía
encender un celular también recibió una P; mientras que Ruby, la que debía
depender de alguien, una K; y finalmente Scott, el que debía manipular para
sentirse estable, una A; pero Lisa…
La mirada de Dylan se detuvo en la fotografía de ella. De forma brusca
su centro se desvió de lo celestial y las letras que se iban trazando ante sus
ojos, se paralizaron. Todo flotó detenidamente, y él generó de nuevo esa
extraña transportación mental que manejaba a la perfección.
Aunque de repente algo sucedió sin que él lo deseara. Dejó de sentirse
dentro del apartamento “maldito”. Su consciencia aterrizó bruscamente en
otro lugar y en otro tiempo. Se encontró en una casa que no reconocía,
dentro de un cuerpo que no dominaba, tendido sobre una cama. Solo podía
ver ciertas cosas de la habitación: la mesa de noche, la ventana cubierta por
la cortina, las paredes bañadas por una siniestra luz anaranjada que
ondeaba, y la puerta abierta hacia un pasillo oscuro. Lo curioso: la
habitación era calurosa. Mucho. De hecho, unas ondas de calor golpeaban
la piel de sus brazos. Y él sentía miedo. Un pánico helado, porque a su lado
dormía alguien más. Alguien que sentía importante para él, y que aunque
quería ver, no podía, porque estaba tan paralizado que no le era posible girar
la cabeza.
Pero quería, así que lo intentó con todas sus fuerzas. Y lo intentó. Y lo
intentó. Y lo intentó. Hasta que de pronto, justo cuando creyó que iba a
lograr ver quién estaba a su lado, un destello lo jaló hacia atrás. Volvió al
cuerpo de Dylan y al Knickweg con un parpadeo y un brusco ataque de tos.
Frente a él, el alfabeto celestial y el plano de observación espiritual habían
desaparecido. Dylan de nuevo vio el mundo con normalidad, aunque no
logró entender qué había pasado...
¿Qué eran esos fragmentos de vida? ¿De quién?
Miró la foto de Lisa de nuevo con unos parpadeos. La regresión había
detonado al verla. ¿Acaso ella tenía algo que ver? De lo que estaba seguro
era que no entendía muy bien qué le estaba ocurriendo con ella. Sentía
como si tuviese una enfermedad que pronto podía desvanecerlo. Y no era
bueno eso que estaba sintiendo, porque lo afectaba físicamente y él no
podía olvidar que debía cumplir su objetivo como estaba establecido. Un
Celestial llegaba, lograba su meta y desaparecía para seguir el ciclo. Nada
más.
Aunque… la idea de ya no ver a Lisa luego le produjo cierta inquietud,
algo parecido a la pena y a la incertidumbre. ¿Cómo lo tomaría ella al
enterarse que él se había ido sin despedirse siquiera? Realmente le
perturbaba la idea de lastimarla….
Soltó un suspiro. Tenía que alejar esas dudas y comportarse como lo que
era: un conector que lograba que las cosas del mundo funcionaran mejor; él
no era ni un bus, ni un auto, ni una bicicleta, solamente tendía puentes para
que estos vehículos avanzaran.
Volvió a invadirlo un suspiro de ese malestar que no comprendía, y sintió
que a través de las cámaras, Scott lo estaba observando. Fue extraño,
nuevamente se sintió vulnerable, incómodo. Dejó de ver las fotografías y
salió al pasillo del departamento. Allí volvió a sentir la presencia de Scott,
siguiéndolo por las cámaras del complejo. El malestar fue creciente.
Atravesó la fila de departamentos y se dirigió a la parada del bus ubicada al
girar la esquina, en la entrada del complejo Knickweg. Allí se quedó
parado, esperando recuperarse.
Tal vez los Celestiales eran seres complejos, pero no tenían un oído
sobrehumano, así que Dylan se dio cuenta de que alguien venía hacia él por
detrás solo cuando ya era muy tarde.
Justo cuando su reflejo automático le hizo darse vuelta, alguien le lanzó
un golpe a puño cerrado en la cara. El impulso del puñetazo empujó a
Dylan hacia atrás. Habría perdido el equilibrio de no ser porque su atacante,
más rápido y más ágil en eso de pelear, lo jaló por la camisa y le asestó otro
golpe en la cara. Con eso, Dylan sí cayó al suelo, desorientado, sintiendo
como si le hubiesen dado en los huesos del rostro con una piedra.
A partir de ahí el atacante, al que claramente no conocía, siguió
golpeándolo. Le dio patadas, puñetazos, golpes en el estómago, toda clase
de agresiones sin compasión.
No, los Celestiales no tenían un oído poderoso, pero tenían la habilidad
de saberlo todo sobre alguien al contacto, así que Dylan leyó su alma y su
existencia, y consiguió respuestas: el tipo era un enviado de Scott. Scott le
había pagado para que hiciera eso.
Decidió entonces no defenderse a pesar del dolor. Dejaría que Scott
lograra su cometido y luego respondería a su manera.
Recibió un último golpe, y todo se oscureció.
Capítulo 24

LISA.
Dylan finalmente despertaba.
Lisa se inclinó hacia adelante y apoyó los hombros en el borde de la
camilla. Llevaban horas en esa funesta habitación de hospital, pero
finalmente volvía a la consciencia Verlo moverse le hizo recuperar el
aliento. Sintió de nuevo el alivio que había estado conteniendo por los
nervios y el susto.
-Hey, ¿cómo te sientes? -le preguntó ella con voz suave y contenedora.
Él suspiró con cansancio y miró a su alrededor. Tenía una contusión, pero
el doctor había dicho que estaría bien si guardaba reposo. Lo frustrante era
que en ese atractivo rostro que tanto le gustaba habían quedado moretones
por los golpes. Lo hacían ver aporreado y débil, aunque al menos nada
había atentado contra sus ojos, que de alguna manera seguían chispeantes y
divertidos.
-Siento como si me hubiesen pisado tres elefantes -contestó Dylan en un
tono de broma-. ¿Qué ha pasado?
Recordarlo le devolvió a Lisa la inquietud.
-Te encontré tirado en la acera, golpeado y sangrando -le contó ella-.
Llamé a una ambulancia y te trajeron aquí. Estuviste inconsciente hasta
ahora.
Dylan asintió lentamente.
-Ah, sí, recuerdo la golpiza...
Lisa lo miró con preocupación. "La golpiza" había sido muy extraña. Ella
no había alcanzado a ver al agresor. Volvía de comprar el desayuno cuando
encontró a Dylan en ese estado, tendido en el piso. Desde entonces había
intentado entender cómo alguien pudo haberle hecho eso si él no era de los
tipos que tenían enemigos. No podía pensar en alguien que odiara a Dylan
lo suficiente.
Excepto tal vez... Scott... El nombre le había llegado a la mente mientras
aguardaba en la sala de espera unas horas atrás. ¿Y si lo había hecho él?
Sabía que Scott era muy capaz, que antes se había vengado de personas de
formas agresivas. También era en extremo celoso y rencoroso, y no le
agradaba Dylan para nada.
-¿Recuerdas también la cara de quien te golpeó? -le preguntó ella.
Dylan no contestó a eso de inmediato. Ella supuso que estaba pensando,
aunque le costaba comprenderlo a pesar de haberlo conocido mejor en ese
tiempo y de pasar juntos casi todos los días. Tenía un aire enigmático
natural, al igual que el primer día en que lo había visto.
-Era alguien que nunca había visto en mi vida -fue lo que dijo él.
-¿Estás seguro? -insistió ella-. Tal vez si intentas esforzarte un poco
quizás recuerdes algún detalle importante o...
Dylan la interrumpió con tranquilidad:
-Estoy seguro de que no lo he visto antes.
-¡Pero es que fue demasiado agresivo! -exclamó ella, aún indignada-. Ni
siquiera se llevaron tu billetera, no fue un asalto, fue algo personal.
-Quizás me confundieron con alguien más -dijo Dylan.
Lisa se preguntó cómo es que él no estaba enojado. Ella sentía que quería
abofetear al imbécil que lo había mandado al hospital, incluso si ese imbécil
era Scott. Otra posibilidad era que Scott hubiera enviado a alguien más.
¿Tal vez lo había hecho así? De acuerdo, eran solo suposiciones, pero si
Scott era el culpable en definitiva ella debía enfrentarlo. Ya estaba harta de
sus juegos.
-El doctor dijo que fuiste golpeado repetidas veces -le aclaró a Dylan con
seriedad-. Vio bien tu cara, sabía quién eras, así que tienes que poner una
denuncia.
Él suspiró como si no hubiese más remedio que ceder.
-Lo haré cuando pueda moverme -prometió.
Lisa se inclinó un poco más hacia él. Quería tomarle la mano, tocarlo,
abrazarlo, pero no quería lastimarlo, por lo que se aguantó las ganas.
-Esto es una porquería -resopló, entre preocupada y molesta-. Juro que
cuando te vi así pensé que...
Se interrumpió, dudosa de si decirlo o no, porque entonces podía delatar
que había temido por la vida de Dylan más de lo que había temido por la de
otro antes. Había sido muy raro. Su desesperación al verlo inconsciente, su
alteración, su gran miedo. Había gritado pidiendo ayuda en plena calle, y al
no obtenerla, con las manos temblando había logrado llamar al 911.
Mientras esperaba, la idea de que Dylan estuviese muerto le había hecho
sentir que perdía algo importante.
Por sumirse en el frustrante recuerdo no se dio cuenta de que Dylan se
apoyó con cierta dificultad sobre sus antebrazos. Solo lo notó cuando él ya
la miraba fijamente. Esos ojos hicieron que ella fuera incapaz de cerrar su
boca entreabierta. Al instante, el momento adquirió un tinte íntimo.
-¿Qué pensaste? -quiso saber él.
Lisa tragó saliva.
-Que estabas muerto -susurró-. Que te perdía, y no quiero que eso pase,
Dylan. No quiero.
Ella esperó una respuesta verbal a eso, pero la respuesta de Dylan fue
totalmente inesperada: él extendió una mano hacia su rostro y la atrajo
hacia sí. Hipnotizada, Lisa se dejó llevar y entonces la besó. El primer beso
con él. El primer contacto de ese tipo. ¡Finalmente! Fue sin dudas una
experiencia única para ella que jamás sabría cómo explicar.
Primero, la presión de los labios de Dylan sobre los suyos fue una
realidad impactante. Un beso de movimientos lentos pero chispeante de
conexión. Luego, de alguna forma se transformó en una epifanía que arrojó
a Lisa a una licuadora de recuerdos y de respuestas. Es decir, a pesar de que
sus labios se movían con total control, Lisa se encontró recordando otros
besos. Besos con hombres cuyos nombres ya no recordaba, besos con
hombres que habían salido rápido de sus vidas y finalmente besos con
Scott. No hubo punto de comparación. Aquellos besos con Soctt habían
sido agresivos, dominantes, vacíos. Sus besos la habían hecho sentir como
una muñeca a la que Scott tomaba cuando quería, usaba para jugar y luego
volvía a dejar en su sitio. Este beso... este beso era cálido, libre y al mismo
tiempo erótico, casi perfecto. No le enviaba la sensación de muñeca, le
enviaba la sensación de "me importas, eres más que eso".
De alguna forma siempre había sido la Lisa de Ruby y de Scott, pero era
porque no había conocido el universo que era Dylan. Ahora lo sabía. Estaba
segura, no quería nada más. No quería la peligrosa perdición que era Scott.
Lo había deseado mucho en su momento, tanto como para convertirse en su
marioneta, pero ya no más. Besando a Dylan estaba irremediablemente
segura. Scott sólo traía tormento a su vida, y no necesitaba tormento.
Necesitaba a Dylan, porque con él ya no sentía dolor o miedo o
dependencia, sino tranquilidad.
Dylan de pronto movió los labios en una invitación a profundizar el beso,
a jugar con sus lenguas. Lisa salió de sus revelaciones porque un extraño
destello mental le envió una certeza. Por un instante la confundió, pero
después lo entendió. A pesar de que sí, ese era su primer beso con él, tuvo
la inexplicable seguridad de que aquello había sucedido antes de una forma
distinta. ¿Era un deja vu?
De cualquier forma no quería que terminara nunca. Quería entregarse por
completo a los labios de Dylan aunque estuviesen en una habitación de
hospital y cualquier enfermera o doctor pudiera entrar en cualquier
momento. Quería que el planeta entero desapareciera, que pudieran
quedarse ahí, solos, e ir más allá.
Pero una notificación en su celular avisó de un mensaje e interrumpió el
beso.
Se separaron. Lisa vio que los ojos de Dylan parecían medio
sorprendidos y medio fascinados. Se hipnotizó un momento con ellos antes
de prestar atención al celular que tenía apoyado sobre las piernas. Ella tenía
la respiración agitada y el cuerpo temblando. Además, sus sentidos estaban
alocados. Había sido un beso lento pero suficiente para encender cada parte
sensible.
De cualquier forma sonrió al ver el mensaje. Le seguía impresionando lo
fieles que eran Nitty y Keanu en su amistad. Y cada vez le gustaba más. En
ese punto incluso se preguntaba con algo de tristeza si a Ruby no le gustaría
también. Tenía ganas de compartir ciertas cosas con ella porque era su
hermana, pero Ruby solo demostraba querer seguir amarrada a Scott.
Deseaba que eso cambiara, pero cada vez parecía más difícil.
-Es Nitty -le avisó a Dylan-. Dice que ya viene para acá con Keanu.
Están preocupados.
En lo que alzó la vista hacia él, se asustó.
A Dylan le corría un grueso hilo de sangre por debajo de uno de los
orificios de la nariz.
Capítulo 25

DYLAN
Dylan ya estaba de regreso en su ¨apartamento maldito".
Llevaba un día fuera del hospital. Estaba por amanecer y se encontraba
recostado en su cama. Lisa estaba con él. Ella había pasado el día entero
acompañándolo. No se había ido ni por un momento. Incluso se había
quedado dormida al borde de la cama de Dylan sin siquiera soltar su mano.
Lo abrazaba con fuerza, como si no tuviera planes de despegarse de él por
nada del mundo. No había pasado nada entre ellos como podía parecer, por
supuesto. Ella en realidad había caído rendida ante el cansancio, incluso
antes de que Dylan intentara fingir dormir
Ahora, Dylan la sentía distinta, conectada a él de una forma que lo
alarmó. Había notado en ella una sincera preocupación y unas genuinas
ganas de cuidarlo. Lisa había cambiado y estaba enamorándose de él, y eso
nunca había sido parte de su plan. Además, algo fuera de su control estaba
ocurriendo. Algo que él no entendía. Algo relacionado al beso que se
habían dado en la habitación del hospital. El beso le había producido algo
raro: le había mareado, por un momento había perdido la percepción de
todo. Le había gustado, pero luego había sentido algo extraño, punzante,
¿dolor?. Sí, mucho dolor. Y ahí estaba el problema. Primero se había
sentido muy bien mientras su boca jugaba con la de Lisa. Luego, la sangre
saliendo por su nariz, y finalmente, un malestar extraño que nada tenía que
ver con la golpiza. Él estaba seguro de eso, porque nunca había sentido algo
así. Era un dolor interno que había afectado su naturaleza celestial. ¿Pero
qué era? Quería entenderlo, pero, ¿cómo?
Por primera vez se sintió perdido, pero no pudo ahondar mucho en su
problema porque en ese momento Lisa se despertó. Fue extraño, repentino,
tal vez por el peso de su mirada. Su reacción fue un poco abrupta, le soltó la
mano. Lisa al verlo despierto notó algo inusual y lo preguntó muy rápido:
—¿Estás bien? —Sonó preocupada de nuevo, con sus ojos buscando
indicios de malestar en él.
Fue extraño para él que ella sospechara que algo le sucedía. ¿Lisa podía
leerlo como él a ella? ¿qué estaba ocurriendo?
—Muy bien, no te asustes —le tranquilizó Dylan con una sonrisa—.
Puedes seguir durmiendo.
Ella se relajó un poco y se recostó de lado en la cama. Ambos quedaron
mirándose frente a frente. La expresión de Lisa cambió a una conmovida.
—¿Estabas mirándome dormir? —susurró ella—. Eso es muy dulce.
Lisa extendió una mano hacia el rostro de Dylan. El toque se sintió suave
y reconfortante en un principio, pero luego se transformó en algo mucho
más íntimo porque ella empezó a acariciar su mejilla con las yemas de sus
dedos. Por un momento, él lo disfrutó. Disfrutó de sus ojos, de la belleza de
Lisa. Con ese momento, en la cama, solo observándose, experimentó cierta
sensación de familiaridad, aunque no pudo ahondar demasiado ya que, de
pronto, ella se inclinó hacia él y lo besó.
Esta vez no fue como en la habitación del hospital. Fue fácil sumirse en
el movimiento de sus labios, enredar la mano en su cabello, mantenerla
contra sí. Era como si lo hubiese hecho muchas veces antes, aunque solo lo
había hecho aquel día. Por esa razón se dejó llevar. Atrajo más a Lisa y la
apegó a su cuerpo, de modo que ella quedó casi encima de él. Intensificaron
el beso con necesidad. Poco a poco sus respiraciones se fueron acelerando.
Dylan no pensó en nada más que en el sabor de sus labios contra los suyos
hasta que, de pronto, se sintió transportado.
Un tirón inesperado lo llevó a otra perspectiva, a otro lugar. Se encontró
aún en un beso, pero estaba besando a otra mujer y al parecer ya no era él,
ese Dylan, quien besaba, ¿o sí?. ¿Y quién era la mujer? En un parpadeo,
dejó de estar ahí. El ambiente cambió. Dylan aterrizó otra vez en un lugar
que ya conocía. Era aquella calurosa habitación que había visto en su
anterior regresión, pero en ese momento él estaba fuera de la cama y podía
ver que a su alrededor crepitaba un salvaje y poderoso incendio. Estaba
consumiéndolo todo: los muebles, las puertas, los cuadros, los medios de
escape. El calor golpeaba la piel produciendo un ardor peligroso. El
oxígeno era cada vez más difícil de respirar. Dylan tuvo la desesperada
necesidad de salir de ahí y sintió el asfixiante miedo de no lograrlo.
De repente, unas vigas del techo se desprendieron hacia él. Al momento
del impacto, se escuchó un grito femenino, agudo y doloroso.
Dylan volvió a Lisa. El malestar, la sensación de enfermedad, eso que él
no comprendía lo invadió por completo. Recorrió su cuerpo como un
escalofrío, le enfrió las manos y lo jaló con brusquedad fuera del beso. No
pudo seguir. Apartó su boca de la de Lisa con los ojos cerrados, confundido,
tembloroso, atónito por la regresión. Dejó sus manos sobre ella, pero Lisa
también se confundió por lo abrupto que fue eso.
—¿Qué sucede? —le preguntó ella, ceñuda y preocupada—. ¿Te sientes
mal?
—No, estoy bien, solo... —intentó mentir, pero Lisa lo interrumpió al
notarlo:
—¡Estás pálido!
Eso lo confundió aún más. ¿Se había puesto pálido también? Pero, ¿qué
estaba sucediendo? ¿qué le pasaba a su cuerpo? Parecía como si se
estuviese enfermando de algo, pero, ¿eso era posible? ¡Él era un Celestial!
Abrumado, apartó a Lisa con suavidad. Ella no puso resistencia, en
verdad estaba preocupada, era muy obvio. Dylan se sentó en la cama. Soltó
un suspiro, incapaz de controlarse a sí mismo.
—Debe ser que todavía no estoy del todo bien —dijo para no asustarla
mucho. Incluso sintió algo de náuseas. No por ella claro, como si su
estómago estuviese revuelto.
Lisa le puso una mano en la espalda en señal de apoyo.
—¿Quieres que vayamos de nuevo al hospital? —propuso.
No, el hospital no resolvería nada. Nadie podía. Los humanos comunes y
corrientes eran innecesarios en ese caso, porque solo un celestial era el
único capaz de entender su naturaleza. En ese mundo no había nadie capaz
de... Dylan detuvo sus pensamientos con brusquedad al instante en el que
algo llegó a su mente. ¡Tal vez sí había alguien! Pero tenía que ir solo y lo
más pronto posible. Ese mismo día.
Después de ese beso, pensar en despedirse de Lisa le produjo algo raro en
el pecho, como si no quisiera alejarse sino volver a besarla. Pero tenía que
irse. Dylan tenía que ir a verla. Era una humana, pero no era una persona
común y corriente después de todo. Quizás esa persona podía darle
respuestas.
***
Cuando llegó al frente de la casa, Miss Serena lo estaba esperando en la
puerta.
Sí, era ella la única persona que él sospechaba que podía darle respuestas.
Esa mujer que tenía conocimientos más allá de lo humano, que entendía lo
espiritual, que por generaciones en su familia había adquirido sabiduría
mística. Apenas Dylan se acercó, ella se hizo a un lado y con un ademán de
apuro dijo al instante:
—Pasa, pasa.
Dylan entró a la casa. Jamás había visto un sitio igual. Parecía que
ningún espacio estaba vacío. De cada pared colgaban infinidad de adornos
que variaban entre lo espiritual, lo tribal, lo simbólico. En cada esquina
había alguna mesita que sostenía figuras extrañas u objetos místicos. El
ambiente olía a una mezcla de flores y de perfumes. Era como un nuevo
mundo en el que siempre habría algo que observar, algo para fascinarse o
analizar a fondo.
—Me esperabas —afirmó Dylan, mirándolo todo.
—Desde hace tiempo —asintió la mujer. Justo cuando pasó a su lado
agregó—: Supongo que no quieres nada de beber porque alguien como tú
no lo necesita.
Dylan esbozó una sonrisa amable, esa que para Lisa era encantadora y
para Ruby era misteriosa. Uno de los secretos de los Celestiales era que
inspiraban algo distinto dependiendo de cada persona, ya que ellos eran un
espejo del alma.
—No —confirmó él— pero puedo aceptarlo por cortesía.
Miss Serena hizo un ademán de negación junto a una risa.
—Aquí no necesitas la cortesía —Le señaló a Dylan una silla alrededor
de una mesa redonda con un raro mantel púrpura y lo invitó a sentarse—.
Mejor vamos a lo nuestro.
Ambos tomaron lugar. Quedaron frente a frente, como si ella estuviese
haciéndole una consulta esotérica. Por un instante Dylan se preguntó si era
lo correcto, y sí, ella era la indicada, no había ninguna persona más sabia
que Miss Serena. Además, ella sabía su secreto. ¿Quién mejor que ella para
responder a sus dudas? Nadie.
—¿Qué tanto sabes sobre los celestiales? —le preguntó Dylan tras un
suspiro.
La mujer no pensó ni un segundo su respuesta:
—Lo que dicen los libros, lo que mi abuela le enseñó a mi mamá y luego
ella a mí...
—¿Sabes si es posible que un Celestial se enferme? —quiso saber Dylan.
Miss Serena hundió ligeramente las cejas, intrigada. Ya no respondió tan
rápido como antes. Dylan se sintió expectante. ¿Qué significaba eso? ¿Algo
malo? ¿Algo bueno?
—¿Después del golpe que te dieron? Creo que cualquiera se sentiría algo
mareado, por más celestial que fuera... —dijo la mujer al cabo de un
momento, acomodándose en la silla como una terapeuta lista para oír a su
paciente.
Dylan tomó algo de aire, no se estaba haciendo entender, ya que no sabía
muy bien cómo explicarlo. Siempre había entendido su naturaleza, siempre
había pensado que no había más respuestas que las que conocía. Estar en
esto de descubrir algo nuevo era extraño, pero trató de ir al punto:
—No es eso, me siento distinto. Y no lo entiendo. No me había pasado
nunca. Ni siquiera tiene sentido porque cuando tomo una forma no funciona
como un cuerpo normal, por lo que no necesita lo mismo que un cuerpo
normal. ¿Por qué me pasa esto entonces?
Esa vez, la respuesta de Miss Serena fue rápida:
—Ah, hay una chica a tu alrededor.
—¿Una... chica?
—Si, una chica especial —dijo ella con énfasis.
—En realidad hay tres chicas —aclaró Dylan, refiriéndose a Ruby, Lisa y
Nitty, por si era información relevante.
—¿Y a cuál de ellas le gustas? —preguntó Miss Serena.
Casi nada podía sorprender a Dylan, pero eso sí lo hizo. Iba a decir el
nombre, pero Miss Serena esbozó una sonrisa enigmática y se le adelantó:
—A Lisa, ¿no es así?
—Sí —afirmó él, un poco desconcertado ante el conocimiento de la
mujer.
Se preguntó cómo era posible, pero muchas cosas eran posibles en ese
mundo, hasta las más rebuscadas. Tratar de comprender cómo era que ella
sabía aquello, solo iba a cansarlo.
Miss Serena juntó las manos por delante y suspiró.
—Supongo que sabes que los celestiales no pueden enamorarse, ¿no?
—Sí, eso no puede suceder —asintió Dylan.
La sonrisa de Miss Serena se amplió un poco de forma aún más
misteriosa.
—O tal vez sí.
Dylan se sintió más intrigado que nunca.
—¿Ha habido algún caso? —quiso saber.
—Sí, el tuyo.
La simpleza de esa respuesta dejó a Dylan callado por un momento,
pensando, hasta que lo admitió:
—No entiendo.
No estuvo preparado para lo que oyó.
—Lisa es quien está causando tu enfermedad —le reveló Miss Serena—.
Te estás enamorando de ella.
Dylan quedó perplejo. Sintió que toda su sabiduría celestial se reducía a
nada solo por esa inesperada revelación, porque eso significaba... eso era...
—Imposible —salió de su boca de forma automática.
—Oh, estoy segura de que esto es lo que está sucediendo —dijo la mujer,
pensativa—. Lo que no entiendo es el por qué...
Ella se sumió un momento en sus pensamientos, como intentando buscar
respuestas. Dylan pensó que sí que tenía que haber un significativo "por
qué". Enamorarse no estaba en la naturaleza de los celestiales, todo lo
contrario, ellos ayudaban a las personas a llegar al amor. Veían el amor,
pero no lo sentía. El amor era para los humanos, no para ellos. Se sintió más
confundido que nunca.
—No planeé eso —dijo en defensa de algo—. ¿Estoy incumpliendo
alguna regla entonces?
—No lo creo —le tranquilizó Miss Serena—. Solo estás rompiendo el
molde. No hay castigo para algo así. Solo es curioso. La razón es intrigante.
Dylan lo dijo rápido, ansioso:
—Quiero saber cuál es la razón.
Miss Serena transformó su sonrisa enigmática en una sonrisa cálida, de
tranquilidad.
—La tendrás que averiguar por ti mismo —fue lo que le dijo.
La pregunta era: ¿cómo?
Capítulo 26

DYLAN
Dylan debía intentar descubrir por qué se estaba enamorando de Lisa,
pero también debía seguir ocupándose de su plan, así que aquel día estaba
frente a la puerta de Scott.
No como Dylan, por supuesto. Su apariencia era la de la muchacha que le
hacía la limpieza mensualmente al apartamento de Scott, una chica no muy
alta con el cabello muy rizado y un montón de pecas por todo el cuerpo a la
que había contratado unos dos meses atrás. Scott no confiaba ciegamente en
ella como para dejarla sola en el apartamento, pero estar a solas un
momento era justo lo que Dylan necesitaba para cumplir su siguiente
objetivo, por lo que había tenido que idear todo lo que haría con suma
precisión.
El primer paso ya estaba hecho. Scott abrió la puerta al quinto toque de la
falsa chica. Tenía cara de malhumor y parecía estar en plan de vestirse
porque tenía un zapato en una mano y le faltaba la camisa.
—¿Qué? —soltó dejando en claro que no le alegraba mucho el simple
hecho de haber abierto la puerta.
—Vengo por la limpieza mensual —sonrió ella.
Scott hundió un poco las cejas, extrañado.
—Hoy no es dieciséis.
La muchacha iba solo los dieciséis de cada mes y ese no era el día. Por
suerte, Dylan tenía cada mentira preparada para cubrir su presencia allí.
—Es que ese día no podré venir —se excusó con amabilidad—. Van a
hacerme una cirugía y quisiera adelantar el trabajo. No falta mucho para
que sea dieciséis, ¿no?
Scott la miró un momento de arriba abajo, medio pensativo. Ella
aguardó, sonriente como siempre. A Dylan le había bastado chocar con ella
en uno de los pasillos para absorber toda su información de vida. Era una
chica dulce pero muy tímida y muy callada porque las personas para las que
trabajaba solían ser intimidantes y despectivas. Así como Scott, quien de
todos era el que la trataba peor.
—Pasa —terminó aceptando.
Ella entró sosteniendo su mochila con productos personales de limpieza,
justo como solía hacer siempre. El lugar era igual al resto de los
apartamentos de Knickweg, pequeño y compacto, pero la diferencia era
grande para Dylan. Percibía una horrible energía, pesada y agresiva como si
fuese un ente aguardando atacar. También olía demasiado a masculinidad
descuidada y no había nada más que lo necesario.
Scott era como su apartamento, básico y espiritualmente oscuro.
—Empezaré por la cocina —avisó ella.
—¿Cuánto te vas a tardar? —preguntó Scott sin vueltas.
Ella alzó los hombros.
—No lo sé, me gusta hacer bien mi trabajo.
—¿Puedes hacerlo bien y rápido? —replicó de mala gana—. Debo salir.
La chica solía obedecerle porque en el fondo Scott le daba cierto miedo.
Ante él bajaba la cabeza y procuraba no cometer errores. Era algo injusto,
pero en ese caso jugaba a favor de Dylan porque Scott no la veía como un
peligro o como alguien capaz de hacer algo inteligente.
—Por supuesto —asintió ella—. Me apresuraré.
Sin decir nada, Scott se fue a su habitación. Ella se apuró a medias,
porque el plan no era tardar tanto. El plan era dejar pasar un poco el tiempo
hasta que fuese el momento en el que Scott tuviera que irse, y justo ahí
hacer la movida clave. Funcionaria porque lo que Scott iba a hacer era
encontrarse con el tipo que había contratado para golpear a Dylan. O bueno,
eso creía él.
Dylan lo había organizado todo un día atrás. Había tomado la forma del
tipo para poder utilizar su voz. Había llamado a Scott y le había pedido
encontrarse en un punto de la ciudad porque tenía información importante
sobre Dylan, que no podía dar por teléfono. Dylan sabía que Scott
obviamente no faltaría, pero también sabía que él no quería dejar a la chica
sola en su apartamento, por lo que tenía una idea para cambiar eso.
Confiado, Dylan hizo su siguiente movimiento: cogió una jarra con agua
del refrigerador y sin razón alguna la dejó caer al suelo. El sonido del vidrio
rompiéndose hizo que Scott acudiera de inmediato. Se detuvo, ya
completamente vestido, y observó ceñudo el desastre en el suelo.
—Pero, ¿qué demonios hiciste? —le soltó él en reclamo.
Dylan como la falsa muchacha se mostró un poco asustada, apenada y
nerviosa por lo que acababa de pasar.
—Lo siento, fue un accidente —se disculpó con la voz exacta y los
gestos exactos de la chica—. Se me resbaló de las manos y...
—¿No puedes tener algo de cuidado? —le interrumpió Scott, ahora
notablemente molesto—. Esto lo voy a descontar de tu paga, para que
sepas.
—Sí, sí —asintió ella, incapaz de alzarse contra alguien tan violento—.
Lo pagaré yo, no te preocupes.
Scott resopló con impaciencia y fastidio. Sacó su teléfono y lo miró. Por
un instante solo observó la pantalla, tal vez analizando la hora. Dylan
aguardó, esperando que no le diera por quedarse, aunque la mayoría de sus
planes solían acertar.
Scott alzó la vista de repente y miró a la muchacha con disgusto.
—¿Qué me ves? ¡Ponte a recoger eso!
—Sí, lo siento —Reaccionó con un sobresalto y se agachó para ocuparse
del desastre.
Scott soltó un resoplido de hastío y guardó el celular en su bolsillo.
Pareció enfadado por lo que iba a tener que hacer.
—Ya tengo que irme y es urgente —dijo—. En cuanto termines de
limpiar eso deja todo lo demás como está y lárgate —y antes de moverse
dejó la advertencia tan clara y temible como una amenaza—: Si se te ocurre
quedarte un minuto más, lo sabré.
La chica asintió con una rapidez inferior.
—Entendido.
Apenas Scott cerró la puerta, Dylan no actuó. Se tomó unos momentos
para recoger los trozos de vidrio, inteligente y cauteloso por si a Scott se le
ocurría volver de sorpresa por la sospecha de que encontraría a la chica
haciendo algo extraño. Él sabía que Scott tenía sus momentos tontos, pero
era precavido por todo lo que tenía que ocultar.
Luego de que recogió el desastre y trapeó el agua, hizo su más
importante movimiento. Era la jugada que desencadenaría todo, y... tal vez
una pequeña venganza para Scott por haber enviado a un tipo a golpearlo,
pero importaba más lo que iba a causar y como las cosas iban a detonar a
partir de ahí.
Fue directo a la habitación de Scott. En el momento en que ambos se
habían estrechado la mano aquella vez en el vestíbulo del edificio, había
absorbido toda la información sobre él. Una parte importante de esa
información era que Scott ocultaba su laptop debajo de su colchón y una
parte más importante era que la contraseña de su cuenta bancaria no tenía
símbolos, lo cual la hacía un poco vulnerable.
Dylan lo hizo todo muy rápido. Buscó la laptop, la encendió, desbloqueó,
accedió a la cuenta bancaria, hizo una captura de pantalla y envió una a
Ruby y otra a Lisa desde el correo electrónico de Aria. Después cerró,
apagó la laptop, la dejó en su mismo sitio y salió de la habitación
llevándose consigo el pasaporte de Scott.
Mientras abandonaba el apartamento viéndose como la chica de la
limpieza, sonrió.
Lisa y Ruby verían que Scott tenía cincuenta mil dólares en su cuenta
bancaria.
Dinero que había estado ocultándoles a ambas.
Capítulo 27

RUBY
El celular de Ruby emitió una notificación en plena clase de economía,
clase que llevaba ya tres años seguidos repitiendo junto a Scott porque era
el lugar perfecto para conseguir posibles candidatos para estafar.
Normalmente ponía su celular en vibración, pero esa mañana al entrar
había olvidado hacerlo y la notificación sonó con fuerza en el aula. Scott,
que estaba tres pupitres más atrás de ella, no le prestó atención, pero el
profesor le dedicó una mirada amenazante a Ruby como diciendo: ni te
atrevas a mirarlo, así que ella, en su pupitre central, tuvo que esperar a que
el hombre se distrajera para chequear.
Jamás se esperó lo que vio.
Jamás.
El remitente: Aria57.
El mensaje: una captura de pantalla con un saldo de 50.000 dólares en
una de las cuentas bancarias de Scott.
Su mundo se detuvo ante la revelación y luego se reanudó con tanta
fuerza que el corazón le latió sofocantemente rápido. Su única reacción fue
levantarse bruscamente de su asiento. Toda la clase la miró con confusión
por esa rara actitud. Scott incluso la observó, ceñudo y extrañado, lo cual le
indicó que no tenía ni idea de qué había pasado. Y aunque el profesor quiso
regañarla, ella solo salió corriendo de allí.
Se dirigió rápido al baño de chicas con el estómago repentinamente
revuelto por el impacto. Atravesó la puerta de golpe. Por suerte, frente a los
lavabos no había nadie, así que sin comprobar lo demás se metió en un
cubículo y vomitó en el retrete.
Vomitó por el aturdimiento, la ansiedad, el horror al recordar que Scott
siempre mencionaba que no tenía cuenta bancaria ya que no confiaba en los
bancos, odiaba las tarjetas de crédito y siempre le gustaba contar el dinero,
tenerlo en sus manos. Amaba el efectivo.
Scott le había mentido. Tenía guardado semejante secreto. A ella. ¡A ella!
Pensó de golpe en todo lo demás: ¿cómo Aria, que no existía, le había
enviado eso? Bueno, pudo haber sido Lisa, que era la otra persona que tenía
la contraseña, eso no era tan loco. Además, ¿de dónde había sacado Scott
los cincuenta mil dólares si siempre habían trabajado juntos en las estafas?
¿Había estafado a alguien más él solo? ¿Cuándo? ¿Cómo es que ella no se
había dado cuenta?
Claro, porque él la había estado presionando para que le sacara dinero a
Keanu, supuestamente lo necesitaba. Tampoco había sospechado porque
ella siempre había confiado en él. Incluso siendo Scott la persona menos
confiable del mundo, ella había sentido que su conexión era lo
suficientemente especial como para que él no quisiera mentirle. Incluso
muchas veces habían hablado de lo que iban a hacer con lo que lograran
sacarle a los demás.
Ruby realmente creía que estaban juntos en esto, que eran un equipo,
pero él le había mentido como a cualquiera, como si ella no fuese su
cómplice, su compañera, la única que le ayudaba en todas sus ideas
riesgosas, la única que le había tenido paciencia y había soportado sus
desplantes, sus ataques de ira y también lo había consolado en sus
frustraciones.
Dios santo, se sentía tan estúpida.
No, más que eso.
De repente sintió como un impulso, y la sensación de angustia y mareos
se entremezcló con otra sensación: ira. Aquello la empujó a volver a
vomitar, en esa ocasión lastimando más su garganta por la acidez. Y cuando
creyó que nada podía ser peor que encontrarse allí casi botando la bilis por
la alteración, la puerta del baño se abrió con fuerza. Pensó con molestia
"magnífico, alguien para oír que estoy desarmándome aquí".
Pero quien entró no era una desconocida...
—Ruby, ¿estás aquí? —preguntó Lisa mientras se asomaba para
comprobar qué estaba sucediendo—. ¡Te busqué en tu clase, Scott dijo que
saliste corriendo! Supuse que vendrías aquí. ¿Estás bien?
Ruby, inclinada todavía sobre el retrete, bufó. Quería estar sola. Quería
vomitar y pensar y tratar de entender qué demonios había pasado y por qué
rayos Scott le había ocultado algo así. No, escuchar a su hermana con quien
últimamente no concordaba en nada. Supuso que no sería precisamente un
apoyo.
—Tal vez no es el momento porque quizás algo te cayó mal o bebiste
mucho anoche —mencionó Lisa, parada en la puerta de la caseta— pero,
¿por qué me enviaste esto desde la cuenta de Aria?
Ruby tosió el último chorro de vómito y luego, con el pecho subiéndole y
bajándole por la aceleración y los ojos llorosos, se secó los labios con el
dorso de la mano.
—No te he enviado nada, déjame —le soltó de mala gana a Lisa.
—No me mientas —soltó la rubia, negada a irse—. Si querías decirme
que Scott nos ocultaba cincuenta mil dólares, pudiste hacerlo
personalmente, no de esta forma tan rara.
Ruby se giró hacia ella con rapidez. Con los ojos enrojecidos, las
lágrimas brotado y los labios húmedos miró a su gemela, atónita. Notó que
ella tenía su celular en mano y supo de inmediato que se trataba de la
captura de pantalla.
—¿Qué? —emitió, perpleja—. ¿También lo recibiste?
—Sí, porque tú me lo enviaste —dijo Lisa.
Ruby pestañeó, más asombrada que nunca.
—No, tú me lo enviaste a mí —corrigió.
Lisa hundió un poco las cejas, extrañada.
—Déjate de tonterías —resopló la gemela.
Parecía no creer que Ruby no lo había hecho, pero si ella no lo había
enviado y Lisa tampoco, ¿entonces quién?
No saberlo, no entender nada, aceleró su mundo con más enfado y
nervios.
—¿Por qué no me crees? —le reclamó—. ¿Por qué nunca me crees nada?
—Porque tuvo que haber sido alguna de nosotras —replicó Lisa con
obviedad—. Solo los tres conocemos la contraseña de la cuenta de Aria y
ya sabemos que Scott no lo haría.
Además Scott había estado sentado detrás de ella en la clase cuando
había recibido el mensaje y la había mirado con genuina confusión. No
podía ser él...
—¡Pues no lo sé! —perdió Ruby la paciencia—. ¡Tal vez fue Aria que
cobró vida de tanto que la usamos o tal vez fue el maldito fantasma de
Cindy que no deja de perseguirnos!
Lisa quedó desconcertada y asombrada al mismo tiempo.
—¿El fantasma de Cindy? —repitió como si no hubiese oído bien.
—¡Sí! —bufó Ruby, y salió de la caseta del baño a paso enfadado.
En el espejo se vio demencial la forma en la que empezó a caminar de un
lado a otro con ira y las manos puestas sobre la cabeza.
—¡No nos deja en paz! —exclamó con rabia—. ¡Está atormentándonos!
Lisa tuvo que detenerla. La tomó por los hombros. La mirada que le echó
fue de preocupación y pena, una mirada que hizo sentir a Ruby muy loca. Y
esa sensación no le gustó. La debilitó.
—Ruby, no estás bien, ¿cierto? —le susurró.
—¿Cómo te diste cuenta? —rebatió Ruby con intención de seguir a la
defensiva como si fuese su único escudo—. ¡Si ni siquiera estás cerca!
Quiso alejarse, pero Lisa no lo permitió y la agarró con mayor fuerza por
los hombros.
—Quiero estar cerca —aseguró Lisa— pero siempre terminamos
discutiendo por culpa de Scott. Antes no éramos así, Ruby.
Esas últimas palabras atentaron contra su escudo de furia porque eran tan
ciertas. Le recordó justo lo que ella, en el fondo, extrañaba: que todo fuera
como antes. Pero no sería posible porque antes había creído que Scott nunca
le jugaría sucio, que ella estaba a salvo de sus malas acciones. Ahora que él
lo había hecho, algo acababa de cambiar. Algo se había roto de forma
irremediable.
—No estoy nada bien, Lisa —admitió Ruby en un murmullo débil,
incapaz de seguir conteniéndose.
Lisa la abrazó. A pesar de que olía a vómito, el hecho de ser gemelas
finalmente ganó. Lisa le transmitió apoyo y Ruby lo percibió. Se sintió
protegida de esa forma, y al mismo tiempo enfadada por no haber buscado
eso antes, por haber sido tan estúpida.
—¿De dónde Scott sacó este dinero? —murmuró, aferrada a su hermana.
—¿Importa justo ahora de dónde lo sacó? —replicó Lisa con algo de
absurdez—. Esto solo demuestra que fue cobrando más dinero de nuestros
trabajos a lo largo de este tiempo y se lo estuvo quedando como un egoísta.
—¿Pero por qué razón lo hizo?
—Porque es un mentiroso, un manipulador —definió Lisa con seguridad.
Sí, su hermana sonaba diferente, pero en realidad no estaba tan mal.
Quiso saber cómo de pronto había llegado a tener esa firmeza, porque ella
en ese instante sentía que no la tenía. ¿Sería por Dylan? Dylan la ponía
nerviosa, incluso desconfiada. Quizás estaba equivocada. No olvidaba todas
las cosas raras con las que lo relacionaba, pero, ¿en verdad él había logrado
hacer que Lisa viera la vida diferente?
Quiso preguntárselo, pero lo único que le salió con tristeza fue en
relación a Scott.
—Confiábamos... yo confiaba.
Lisa la tomó por los hombros y la apartó para mirarla.
—Ruby, él te mintió —le soltó a la cara, aunque sin dureza—. Acéptalo,
Scott te mintió. A las dos, claro, pero a tí sobre todo.
Una parte de Ruby aún decía: no, no y no.
Pero era un horrible y doloroso: sí. Los últimos años compartidos con él
se le venían a la cabeza como una película acelerada. Las fiestas, la
diversión, los planes, todo. Todo había sido una estúpida mentira.
—Mira, para mí esta es la prueba que faltaba —dijo Lisa ante el silencio,
más bajo y con preocupación—. Ya no quiero estar cerca de Scott ni
hablarle. Quiero romper todo contacto con él. Quiero terminar con todo lo
que una vez tuvimos porque ya sospecho que es capaz de cualquier cosa
mala.
El horrible recuerdo que abordó a Ruby al escuchar eso le hizo pensar: yo
también soy capaz de cualquier cosa mala, pero no lo sabes, Lisa. Eso le
estrujó el estómago amenazandola con enviarla a vomitar de nuevo, pero se
contuvo.
—Y tú deberías intentarlo también —continuó Lisa— porque él solo te
dice lo que se le antoja para tenerte de su lado.
—Él... —emitió Ruby, quizás por estar demasiado acostumbrada a
justificarlo.
Solo que Lisa lo dijo muy claro:
—No te quiere, Ruby. Él simplemente no te quiere.
Como mala jugada de la vida, de pronto la mismísima voz de Scott se
escuchó al otro lado de la puerta del baño:
—¡¿Ruby?!
Lisa la miró con los ojos bien abiertos de sorpresa, pero una llama que
podía convertirse en un fuego de ira arrasador se había encendido en Ruby.
Sentir esa rabia peligrosa la invitó a salir y gritarle hasta que él admitiera
todo, y como que Lisa lo captó porque la tomó por un brazo para retenerla.
—No puedes hacer un escándalo —le susurró a Ruby con gravedad.
—Oh, sería más que un escándalo —aseguró ella.
A falta de respuesta, Scott volvió a gritar:
—¿Ruby? ¿Está todo bien? ¿Por qué te fuiste de la clase así?
Lisa se dio cuenta de algo que Ruby no por estar tan enfadada.
—No sabe que lo sabemos —susurró con obviedad.
Entonces, Ruby captó lo que su hermana intentaba decirle. Era aterrador
que Scott no supiera que ellas habían recibido la captura de la cuenta
bancaria, sí, porque no le encontraba explicación a que alguien más tuviera
acceso a la cuenta de Aria. Además, tenían activado el mensaje de
seguridad por si alguien intentaba acceder y no le había llegado ninguno.Sin
embargo eso también significaba que tenían una ventaja ante él. Una
ventaja para hacerle pagar. Para vengarse. Y Ruby sí que quería vengarse,
porque esa mentira jamás se la perdonaría a Scott.
Ya nada sería igual.
Ella no sería la misma. Menos con él.
—Estoy aquí —le respondió en voz alta a Scott—. Me dolió el estómago.
Ya salgo.
—Bien —contestó Scott al otro lado—. Nos vemos más tarde.
Lisa y Ruby se miraron un momento. Por primera vez en mucho tiempo,
la conexión que la propia naturaleza les había otorgado al ser gemelas,
volvió a funcionar. Ruby sintió que Lisa lo sentía, y bastó una mirada, sin
palabras, para entenderse. Tenían que volver a ser hermanas, a comportarse
como tal, a dejar de discutir, de malinterpretarse, de estar separadas.
Claro que antes de poder decir una palabra, sus celulares vibraron al
mismo tiempo en una nueva notificación. La calma de haber entrando en
conexión de nuevo se esfumó ante el temor de lo que podían haber recibido.
Y tuvieron razón al sentir miedo, porque el mensaje que leyeron pareció
como enviado desde alguna realidad sobrenatural que ninguna podía
entender:
Aria57:
Tengo un plan.
Y si Aria no existía, entonces, ¿quién demonios les estaba escribiendo?
Capítulo 28

Lisa jamás había visto a Ruby tan nerviosa en toda su vida como lo estaba
en ese momento.
Toda la situación la desconcertaba, porque su hermana tiritaba junto a
ella en una mezcla de frío y nervios incontenibles mientras ambas
aguardaban en el bosque del complejo. Era precisamente ahí, donde Dylan
y Lisa habían hablado por primera vez, en donde "Aria" las había citado en
su enigmático mensaje.
Lo que estaba a punto de suceder parecía irreal, porque Aria no existía, o
mejor dicho, eran ellas... o ellos. Junto a Scott y Ruby habían inventado
muchos meses atrás a esa chica virtual inspirada en Alex, su compañera
venezolana, para sacarle dinero al nerd de Keanu. Lisa había participado y
le divertía, claro, pero solo hasta que conoció a Dylan. Todo había
cambiado desde ese entonces. Ella había conocido realmente a Keanu y
ahora lo entendía, lo apreciaba y hasta lo consideraba un amigo. Por esa
razón, en ese momento sintió vergüenza por su pasado. Pensaba lo crueles
que fueron con Keanu, con Cindy y con tantas otras víctimas que el grupo
había estafado y que en un destello le vinieron a la mente... Se prometió a sí
misma dejar esa vida para siempre.
Pero no por esa razón podía ignorar el hecho de que había sido cómplice
de tantas mentiras, de que también sentía miedo ante la incógnita de quién
podría haber descubierto todo. Lisa lo demostraba con inquietud,
moviéndose sobre sus pies, mirando de un lado a otro. De pronto miró de
nuevo a Ruby. Ahora permanecía perturbadoramente inquieta y tenía en la
cara una expresión que rondaba entre el enfado y el dolor contenido, como
si quisiera desmoronarse. Sus ojos aún se veían hinchados de tanto llorar,
debido al engaño de Scott, todo ese dinero que supuestamente no tenía
había sido descubierto. Scott... Scott... Scott...
Scott. Todo era culpa de él. Lisa estaba muy segura, y lo detestaba por
ello. Al menos descubrir lo del dinero había hecho que Ruby se diera cuenta
de que no podía confiar más en él, ¿pero podía cantar victoria? Scott tenía
un gran poder sobre ellas, pero mucho más sobre Ruby. Eso también le
preocupaba. Aún así, quería imaginar que entraría en razón.
—Ruby —le habló Lisa al ponerle una mano en el brazo—. Sé que estás
mal y no quieres oír nada, pero ahora más que nunca debemos alejarnos de
Scott. Sobre todo tú.
La pelirroja hizo un gesto amargo, de obstinación.
—Todavía no sé qué es lo que debo hacer, pero no le voy a dejar nada
fácil —murmuró.
—No te pongas en plan vengativa —aconsejó Lisa, más preocupada ante
eso.
—Oh, "venganza" es poco para lo que deseo... —murmuró Ruby.
Lisa tragó saliva. Sabía muy bien que su hermana era más impulsiva que
ella y que se había apegado a Scott de una forma insana. Debía sentirse
traicionada y herida y eso era peligroso.
Intentó manejarla con calma:
—Ruby, nos podemos ayudar la una a la otra. Nos tenemos —Su voz
sonó suave y considerada.
—No quiero hablar —zanjó Ruby, evasiva.
—Podemos mudarnos —insistió Lisa.
—Cállate.
—No estoy muy segura de a dónde, pero... —siguió, pero entonces Ruby
la interrumpió de forma abrupta:
—¡No soy mejor que él, Lisa! ¡Crees que sí, pero no, así que no puedo
solo huir y pretender que solo con eso estaré bien o libre de culpa!
Ruby quedó respirando un poco agitada tras las palabras, como si
soltarlas hubiese requerido el horrible esfuerzo de romper la cúpula
protectora de un secreto.
—Lo que estamos haciendo a Keanu es nuestra responsabilidad, lo sé —
aceptó Lisa, pensando que a eso se refería— pero arrepentirse es el primer
paso y luego dejar todo esto atrás el segundo ¿Tú quisieras volver a hacer
algo así como lo de Keanu de nuevo?
—¡Keanu, Keanu y Keanu! ¡Qué importa Keanu! —bufó Ruby.
Lisa negó con desaprobación.
—Pues tal vez ese es el problema —opinó— que no pensamos en los
demás.
Entonces, en ese momento Lisa notó que dio en algún punto sensible que
hizo explotar a Ruby:
—¡¿Cómo puedo pensar en los demás?! ¡Ni siquiera puedo pensar en mí
misma porque solo tengo en la mente a Cindy y lo que pasó esa maldita
noche!
Tras pronunciar el nombre de Cindy, la pelirroja miró con un nuevo
nerviosismo hacia los lados, cautelosa. La expresión hizo pensar a Lisa en
una persona desequilibrada y paranoica. Notar eso en su hermana la
inquietó muchísimo. Se preguntó a sí misma por qué estuvo ignorándola
por tanto tiempo. Incluso se sintió mala por no haber intentado arrancarla
antes de la manipulación de Scott.
—Lo de Cindy pasó hace mucho —asintió Lisa, seria—. Sí, fue
impactante porque en ese momento estábamos estafándola de la misma
forma que a Keanu, pero fue ella quien decidió saltar por esa ventana.
No se esperó el susurro tembloroso que salió de Ruby:
—¿Y si no hubiese pasado así?
Miró a su hermana por un instante, como quien necesita un momento
para procesar cada palabra porque en realidad espera que no tengan sentido.
Sin embargo, la forma en la que Ruby evitó mirarla a los ojos y al mismo
tiempo sus ojos lucieron temerosos, hizo que Lisa entendiera todo: estaba
hablando en serio.
—¿A qué te refieres? —fue lo que salió de la boca de Lisa, confundida
—. Así fue como Scott y tú...
Entonces, Lisa cerró la boca, entendiéndolo. "Así fue como Scott y Ruby
le habían dicho que había pasado" porque ella no estuvo en el apartamento
de Cindy aquella noche, pero ellos dos sí. Ella solo había visto el cuerpo en
el suelo del patio del Knickweg y la ventana rota, como el resto de los que
estaban en la fiesta ese sábado, pero nada más.
—Ruby —dijo en un aliento—. ¿No pasó así?
La mirada de Ruby, fija de forma evasiva y aterrorizada en algún otro
punto, se humedeció. El silencio que mantuvo hizo que el corazón de Lisa
se acelerara, consciente de lo que significaba, de que había una verdad que
su hermana le había estado guardando todo este tiempo y de que podía ser
espantosa.
Se le plantó enfrente, obligándola a mirarla.
—¡Ruby! —exigió que hablara.
Como Ruby volvió a evadir sus ojos, Lisa la tomó por los hombros.
—¡¿No pasó así?! —insistió.
—¡No! —dijo Ruby finalmente, y rompió a llorar.
—¿Cómo pasó entonces? —preguntó muy rápido.
Ruby soltó la verdad, tan bajito que de no haber estado cerca, no la
habría escuchado:
—Ella no se lanzó por la ventana. Scott la arrojó.
Fría. Lisa quedó fría. La mirada de horror que le dedicó a Ruby fue
inconsciente. Sus manos soltaron los hombros de su hermana y sus brazos
cayeron, lánguidos. Incluso quiso retroceder como si con eso pudiese
alejarse de lo que acababa de oír, pero ningún músculo reaccionó: ¿que si
había creído a Scott capaz de matar? Lo había creído capaz de todo, pero
había preferido pensar que no.
Se debatió entre varias preguntas hasta que solo salió de su boca, atónita:
—¿Y me ocultaste eso todo este tiempo?
Ruby hundió las cejas, repentinamente desconcertada.
—¿Por qué lo preguntas como si pudiera haber hecho algo más? —
rebatió, negando con la cabeza mientras las inevitables lágrimas caían de
sus ojos asustados, dolidos y cansados—. Scott no iba a hundirse solo. Si yo
decía algo, él habría dicho que ambas estábamos implicadas y podíamos ir a
la cárcel por la estafa.
—Oh, Ruby... —fue lo que salió de la boca de Lisa.
Y no pudo decir nada más. Su mente era un caos de pensamientos y se
sentía impactada. Scott, un asesino. Ruby, su cómplice. Ella no era mejor,
claro, también le había mentido antes, pero su hermana se había guardado
ese horrible secreto que de alguna forma también la comprometía a ella, ni
siquiera llegó a sospecharlo. Ahora tenía sentido su deterioro emocional y
todas esas veces que había dicho que el fantasma de Cindy la perseguía...
Obviamente su hermana construyó a este fantasma, porque no podía haber
ningún fantasma. Era su propia culpa. Su propia consciencia.
Antes de poder decir algo coherente, alguien irrumpió en el bosque.
Su asombro fue el doble de impactante, el doble de paralizante. De no
haber necesitado respuestas, se habría caído del pasmo, porque si en algún
instante esperó sorprenderse tras la verdad del mensaje de Aria, jamás
hubiera sospechado que sería esa que tenía en frente.
—¿Tú...? —pronunció Ruby a su lado, estupefacta, y limpiándose las
lágrimas de la cara, incrédula.
—Sí —dijo él—. Yo les envié el mensaje.
Capítulo 29

DYLAN
Era Dylan quien estaba ahí, solo que no con el mismo aspecto que ellas
conocían. Lucía totalmente distinto e irreconocible ante cualquier ojo
humano. Aunque no del todo irreconocible para ellas porque la verdad era
que ya lo habían visto antes en esa forma.
Era un hombre con un tono de piel más oscuro, el cabello lleno de ondas
color caramelo y los ojos iguales a la miel. Sus rasgos eran atractivos y su
contextura algo atlética. Inspiraba confianza, como si al solo verlo se
supiera que era un tipo agradable, con el que se podían tener una gran
amistad. Sin embargo, ocultaba ese brillo característico de un Celestial
como Dylan, al que las gemelas ya estaban acostumbradas. Esa apariencia
era su ser original, la persona que realmente había sido antes de convertirse
en un Celestial. Bajo su propia manipulación para no ser descubierto, ahora
tenía un aura común, de un humano normal.
A ambas les resultó familiar, y Dylan contaba con eso a su favor para que
aceptaran lo que iba a proponerles. El recuerdo de ellas de haberlo visto era
en distintos lugares y distintos momentos: Lisa lo había visto en Knickweg,
la noche de la muerte de Cindy. De hecho, ella tenía ese momento en su
mente en ese instante. Cindy tendida en el suelo luego de caer por la
ventana, la gente a su alrededor y esa persona que de repente se acercó para
comprobar si la chica seguía aún viva. Esa persona que se había agachado y
examinado el pulso inexistente de Cindy era quien estaba ahí, de pie frente
a ellas.
En el caso de Ruby surgió un recuerdo más perturbador: ese era el rostro
reflejado en el espejo de su baño...
Dylan percibió todo eso proveniente de ellas: la alarma, preocupación,
miedo, confusión, y lo relacionado a Cindy. Lisa creía que se había
suicidado, pero Ruby sabía que había muerto en su apartamento, ese que
llamaban maldito. Aunque en ese instante estaban más concentradas en la
casualidad de que podían decir que recordaban al tipo que tenían en frente,
pero eso no hizo que bajaran la guardia, ya que nunca antes habían
interactuado y a final de cuentas sabía la verdad sobre Arya, así que se
sentían muy desconfiadas.
—¿Tú eres...? ¿Tu estabas? —preguntó primero Ruby, sorprendida.
—En la fiesta aquella vez —terminó Lisa la oración, que había dejado
inconclusa su hermana, tal como tantas otras veces había sucedido durante
su vida.
Dylan sonrió. Podía tener una imagen distinta, pero seguía siendo el
mismo Celestial en su interior, por lo que sabía que las gemelas estaban
experimentando emociones distintas: la agitación y desconfianza de Ruby
debido a su culpa, y la sorpresa y los nuevos temores de Lisa al estar
involucrada, incluso cuando había cambiado sus intenciones. Pensó que lo
único bueno de todo era que al menos ambas volvían a estar unidas, aunque
fuese en la desesperación por entender la verdad. Ambas necesitaban
encontrar un nuevo camino hacia la hermandad y por el momento estaba
funcionando.
—Estoy aquí porque quiero ayudarlas —dijo él, cuidadoso con sus
palabras.
—¿Ayudarnos a qué? —Esa vez la pregunta salió de Lisa, muy
desconfiada.
Dylan puso su atención solo en Lisa. Le complació la seguridad que
llegaba a sentir al pensar en cómo proceder con ella, porque siempre sabía
exactamente lo que debía hacer, como si su conexión fuese igual de fuerte
que la conexión entre Lisa y Ruby por ser gemelas. Se preguntó si era que
incluso tenía mayor conexión con Lisa por lo que le había explicado Miss
Serena, o sería que el hecho de que Lisa realmente estaba enamorada de él
los conectaba aún más...
Extendió la mano hacia Lisa de una forma cortés.
—Confía...
Y esperó a que ella le diera la mano. Tal vez no era el momento más
indicado para eso porque cualquiera en esa posición no querría acercarse a
la otra persona, y menos tocarlo, pero era necesario para él lograr un
contacto, por lo que apeló a su energía y su conexión con Lisa quien lucía
muy desconfiada, por momentos alternando la vista entre Ruby y Dylan,
como si fuese peligroso hacerlo, pero de pronto, aún con cierta inseguridad,
tal vez sintiendo lo que emanaba del Dylan interior, se atrevió y estrechó su
mano.
Palma con palma, Lisa, sin entenderlo, experimentó al instante una gran
tranquilidad, calma y repentina confianza.
Y fue allí que Ruby de pronto intervino, perdiendo la paciencia.
—¡¿Qué haces?! —reclamó ella en voz bastante alta, casi desesperada—.
¡¿Vas a explicar las cosas o qué demonios?!
—Ruby, no grites —le pidió Lisa, ya en un estado diferente.
Su gemela la miró con el ceño fruncido.
—¿Que no grite? —repitió con molestia y desconcierto—. ¡Dijo que él
nos envió el mensaje y solo está ahí parado tocándote! ¡Que ya diga cómo
rayos lo hizo! ¡¿Nos hackeó?! ¡¿Y cómo se enteró de todo?!
Lisa de nuevo apeló a la calma.
—Estoy segura de que tiene una respuesta para todo —aseguró, y luego
miró a Dylan—. ¿No?
—Tengo sus respuestas —asintió él—. La primera es que vengo de parte
de Dylan.
Ruby quedó confundida en un nivel molesto, y Lisa en un nivel de
asombro.
—¿Dylan sabe todo esto? —preguntó Lisa, entre sorprendida y
avergonzada, o tal vez temerosa de que la verdad de su pasado con Scott y
Ruby arruinara su relación con él.
—¡Sabía que tenías algo que ver con él! Pero cómo... ¿cómo te vi en mi
apartamento aquella vez?
Dylan sonrió enigmático, sabía que Ruby estaba alterada por muchísimas
más razones que Lisa y que transmitirle algo de tranquilidad sería mucho
más difícil por el hecho de que no tenía la misma conexión sentimental que
con Lisa, pero de cualquier manera decidió intentarlo. Y fue un poco más
atrevido esta vez, porque simplemente la tomó del brazo. El contacto era
absolutamente necesario, justo como había hecho con su gemela.
De inmediato en la mente de Ruby apareció un carrete de imágenes con
situaciones que la angustiaban: Scott amenazante dando un puñetazo a la
pared, la idea de perder a Lisa, la idea de terminar loca y encerrada en un
manicomio, la noche en que ella había visto algo inexplicable sobre Dylan
en su computadora y se había cortado la luz. En ese punto, sus miedos ya
eran más que intensos.
Y de pronto apareció Scott. Había mucha rabia hacia Scott. Incluso notó
el pequeño deseo de un cambio... había una posibilidad en Ruby, y eso ya
fue suficiente para Dylan.
—Tranquilízate, Ruby —le dijo él con su voz serena.
Ruby se tensó aún más, pero Dylan insistió y otra vez con su voz, se
dirigió a ella con gran seguridad:
—No vengo a chantajearlas. Como dije, vengo a ayudarlas a detener a
Scott y a cambiar las cosas, pero antes de explicarles cómo haremos eso,
necesito que te calmes y me des una oportunidad. No soy tu enemigo.
Funcionó. Tras unos segundos, la respiración algo acelerada y la postura
defensiva de Ruby, se relajaron un poco. No quedó del todo calma, pero sí
dispuesta a escuchar y no a atacar.
Al soltar Dylan a Ruby, las dos gemelas se miraron.
—Ruby —dijo Lisa pacíficamente—. Él estaba aquí la noche que murió
Cindy. Él fue a tomarle el pulso, él... él es bueno. Tenemos que confiar. Por
favor, confía. Vamos a salir de esto como sea... Él sabe que es lo que
necesitamos. Y tú también.
Ruby hiperventiló de solo escuchar mencionar esa noche. Sin embargo
miró a su hermana y a Dylan intermitentemente y su respiración se calmó
poco a poco. Estaba tan agotada que hubiera dejado su vida en manos de
cualquier persona, cualquiera, antes que en ese desconocido que se le había
aparecido súbitamente aquella vez en su departamento...
—Bien —cedió finalmente, y se sintió casi desfallecer. Necesitaba
dormir diez años seguidos—. ¿Cuál es el plan?
Dylan sonrió y miró a las gemelas.
—Esto es lo que vamos a hacer.
Capítulo 30

RUBY
Aparentemente, el primer paso era ir al banco.
O eso había dicho ese tipo desconocido. Ese que era amigo de Dylan y
que iba a ayudarlas. Otra cosa importante era que Ruby debía acompañarlo,
así que ahí estaba ella, caminando junto a él, rumbo al banco donde Scott
tenía su dinero, y el mundo estaba transcurriendo a un ritmo muy raro para
ella.
Ruby no se sentía como antes, es decir, como la chica que había salido
del baño de la universidad decepcionada y en caos. Tampoco como la chica
que había quedado aterrorizada por la persona que había enviado el mensaje
desde la cuenta de Arya. De hecho, su mente se sentía un poco diferente,
como... medio despejada. Aquella voz que solía atormentarla preguntándole
mil cosas se había callado, y entonces ella no sentía que necesitase muchas
más respuestas. Por ejemplo, realmente no entendía por qué habían
aceptado seguir ese plan, y menos viniendo de un total desconocido, pero
sentía que confiaba en este tipo, y que ese era el único camino para lograr
algo.
Aunque... ¿qué era ese algo? ¿Ahora estaban en contra de Scott? ¿Se
sentía ella en contra de Scott? Oh, lo que sentía en ese instante por él era
mucha rabia, enojo, frustración, pero, ¿era suficiente como para actuar en su
contra?
Lo más lógico era que el desconocido y ella entraran al banco porque ya
se acercaban a la entrada, pero de pronto él la tomó del brazo y cambió la
dirección. Ruby, desprevenida, solo entendió que la condujo hasta detrás de
un árbol, como si necesitaran ocultarse por un momento.
—¿Qué pasa? —preguntó ella, medio confundida.
El sujeto aguardó para responder. Primero observó en todas direcciones,
como analizando el perímetro. Ruby notó que por la otra acera circulaban
muy pocas personas, todo muy tranquilo, y que cerca de ellos no había
nadie. Lo más cercano era solo un policía apostado en la entrada del banco,
que distraído daba indicaciones a una abuelita que estaba a punto de
ingresar.
—Hay algo que debo hacer antes de que entremos allí —dijo él.
Eso no sonó muy confiable o muy bueno, pero algo impulsó a Ruby a
darle una oportunidad.
—¿Qué exactamente?
—Es importante que nadie me vea —añadió él, mirando hacia los
edificios en otro chequeo—. Dime, ¿ves a alguien en alguna ventana?
Confundida, Ruby también observó hacia las ventanas. Nada. Nadie.
—No... —respondió al estar segura, y luego volvió a mirarlo a él—.
Pero, ¿a qué te refieres? ¿podrías solo ser claro y ya?
El desconocido puso su atención en ella, serio.
—Bien, debes prometerme que no te asustarás.
¿No asustarse? ¿Qué demonios...?
—¿Por qué me asustaría? —preguntó Ruby, el triple de confundida.
—Solo prométeme que guardarás silencio —insistió— que no gritarás,
que no saldrás corriendo.
Pestañeó sin comprender nada. Luego sacudió la cabeza.
—Esto está demasiado raro, no creo que... —intentó retractarse, pero él
volvió a insistir:
—Ruby, por favor —Le sonrió apaciblemente—. Es imprescindible que
hagas lo que te pido.
Y otra vez, con él mirándola fijamente, por alguna razón, ciegamente,
Ruby confió.
Entonces, presenció la cosa más impactante del mundo. La cosa más
sorprendente y extraordinaria que jamás hubiera imaginado o esperado.
Ahí, ante sus ojos, el cuerpo del desconocido cambió por completo. En un
parpadeo. En un microsegundo. En un tiempo que ni siquiera pudo medir, y
de una forma inexplicable pero real, todo su aspecto se transformó en un
personaje que ella conocía muy bien: Scott.
Sí, Scott. Al detalle. El cabello rapado, los rasgos rudos, la contextura
atlética e incluso sus típicos gestos maliciosos pero encantadores. Y sobre
todo con esa mirada intimidante, esos ojos capaces de dominar.
Ruby se preguntó qué estaba viendo. ¿Era...? ¿Era realmente él? Guardó
silencio, sí, pero porque quedó tan perpleja que todo su cuerpo perdió la
capacidad de hacer cualquier cosa. Ella simplemente se quedó ahí, con los
labios entreabiertos y los ojos paralizados en una mezcla de miedo,
asombro. Si tenía voz no supo cómo usarla. Si sabía algo del mundo, de la
realidad, de la lógica, de lo que era posible y lo que no, dudó.
Lo único que ella entendió que pasó por su mente fue un: estoy loca.
Y justo luego de eso, ese que estaba frente a ella, ese que parecía ser
Scott pero que antes había sido el desconocido, dijo:
—No, Ruby, no estás loca. Nunca lo has estado.
La voz. ¡Incluso la voz!
Había hablado con el mismo tono de voz que Scott, pero... no podía ser él
¿O sí? Algo dentro de Ruby, tal vez el miedo, la impulsó a irse, a alejarse,
pero entonces el desconocido, o ese Scott, la tomó del brazo para detenerla
y ¡ajá! Ahí ella encontró una diferencia enorme. El agarre de ese sujeto no
fue brusco como lo habría sido el del Scott que ella conocía. Este tenía una
fuerza distintas, nada violenta, nada demandante.
Aun así, ¿qué estaba sucediendo ¿qué debía entender?
Ruby cerró los ojos, temblando, dudando de su cordura, dudando de
siquiera tener conciencia de la realidad.
—No te puedes ir, debemos entrar al banco juntos —le explicó él—, ¿y
lo ves? por esta razón te pedí que no te asustaras. No tienes por qué.
—Esto no es... —susurró Ruby— no es real.
—Lo es, es muy real —contradijo él, sonando como Scott pero con un
tono tranquilizador que él, jamás tendría—. Tomé su aspecto, eso fue lo que
sucedió.
—¿Tomaste su aspecto? ¿Pero... qué demonios? —balbuceó—. No, no es
posible —Luego negó, aturdida—. Es un chiste. Es una broma. Es...
—¿Imposible? —completó él, y luego vaciló—. Hay muchas cosas
posibles, solo no deben saberse.
En el fondo esperaba una extensa explicación, pero por otro lado sentía
que no la obtendría porque aún así no comprendería nada. Lo que él hizo,
de todas formas, fue tomarla de los hombros para evitar que se fuera. Luego
habló un poco más bajo, solo para ella, en forma confidencial:
—Escúchame, el plan es que tu y yo vamos a entrar al banco juntos.
Actuaré como si yo realmente fuera Scott, y tu tienes que actuar natural
también.
¿Cómo rayos iba a actuar natural ante algo tan antinatural como lo que
estaba viendo? ¡No era Scott! ¡Tampoco era el tipo desconocido! En ese
caso...
—¿Qué eres? —Fue lo que logró emitir ella.
—Te lo diré pronto —aseguró él— en el momento indicado. Y lo
entenderás. Por ahora soy Scott porque de lo contrario no podríamos lograr
lo que debemos lograr.
Ella pestañeó. Ya lo había comprendido todo. ¿Cómo? Tampoco lo
entendió. Así de confuso era. Así que solo pudo decir:
—Creo que necesito sentarme.
Capítulo 31

RUBY
—Ruby, tranquila —exclamó el falso Scott, y la miró directo a los ojos
—. Eres más fuerte de lo que piensas. Solo tienes que creer en algo más por
un momento.
De nuevo le sucedió algo raro, como cuando habían estado esperando al
desconocido y luego él la tocó. Sintió como un calor muy ligero que la
recorrió hasta estallar como una bomba sedante. Y no supo qué la impulsó,
pero asintió, porque después de todo ya había aceptado el plan. Ahora solo
quedaba esperar indicaciones, ya que el falso Scott se mostraba seguro de
saber lo que hacía.
De inmediato, él soltó sus hombros y entonces le ofreció su brazo en un
gesto caballeroso para que caminarán juntos. Ruby tragó saliva. Ese brazo
idéntico al de Scott que tantas veces había tocado y que él jamás le había
ofrecido de esa forma…
Se enganchó a él, medio temblando, y ambos avanzaron en dirección a
las puertas del banco.
Mientras, Ruby se sintió caminando sobre algo que no era suelo. Como
flotando sobre la superficie de la incertidumbre, el temor y la extraña calma
que le había infundado. Entraron. El falso Scott tenía bajo control toda la
situación. Se dirigió con ella hasta una de las ventanillas de atención al
público. La mujer que atendía les sonrió, y él le devolvió el gesto con la
usual maliciosa coquetería de Scott. Durante unos minutos todo fue bastante
bien, las preguntas eran sobre sus datos personales, pero de pronto:
—¿Todo el dinero? —preguntó la mujer, mirándolos con curiosidad por
encima de las gafas que usaba.
Los nervios que invadieron a Ruby la paralizaron. Pensó que el falso
Scott estaba cometiendo un error y su paranoia la llevó a considerar los
peores escenarios, como que descubrieran que ese era un impostor y ella su
cómplice…
—Mi novia y yo nos vamos de viaje —respondió Scott, y miró a Ruby
tomando su mano dulcemente.
La mujer alzó las cejas con curiosidad.
—Oh, ¿de verdad? ¿a dónde?
—Pasaremos unas semanas en una isla del mar Caribe —dijo él, animado
—. Ella ha estado muy estresada últimamente y siento que necesita
despejarse.
—¿Desde cuándo están juntos? —siguió la mujer, curiosa. Algo que
sorprendió a Ruby fue que la respuesta de él fue muy rápida, sin pensarlo:
—Desde hace tres años.
Y algo que la sorprendió por sobremanera fue que ese cálculo era
exactamente el tiempo que ellos dos llevaban juntos.
—Un viaje a una playa desierta suena bastante romántico —sonrió la
mujer, totalmente convencida.
—Lo será —asintió él—. Y tengo muchas sorpresas preparadas.
—Se nota que la amas.
Entonces, el falso Scott giró la cabeza hacia Ruby y le dedicó una mirada
que la impactó muchísimo.
—La amo. Haría lo que sea por ella.
Aquello la dejó en shock.
Tras unas firmas, Ruby vio asombrada cómo él logró retirar en efectivo
todo el dinero que Scott tenía guardado en su cuenta bancaria, ese que les
había ocultado. Dejó la cuenta con un saldo de 0.11. Sería un golpe potente,
¿qué adoraba Scott más que nada? El dinero. Su dinero. Si dejaba de
tenerlo, las posibilidades de que se volviera loco eran altas. ¿Eso era parte
del plan?
Terminado todo el proceso, Ruby se fijó en que él le entregó a la mujer
una tarjeta que tenía símbolos extraños. Ni la mujer ni ella entendieron por
qué. Luego salieron del banco. El falso Scott sostenía el maletín en la mano
izquierda y sujetaba la suya con la derecha. “¿Es que nadie se dio cuenta de
nada?” se preguntó Ruby para sí. Intentó seguir caminando por precaución,
pero por un momento sus piernas se sintieron tambalear, estaba demasiado
débil y tuvo que detenerse.
—Él nunca me llamó “su novia” —salió de su boca en un susurro
afectado—. Tampoco dijo jamás que me… amaba.
—Porque nunca te trató como lo mereces —le dijo él con voz suave—.
Nunca quiso y no tiene ninguna intención de hacerlo ahora. No siente eso
por ti ni por nadie, ni nunca lo sentirá.
Oír ese tono compasivo con la voz de Scott fue nuevo para ella. Ni
siquiera habría soñado con que él pudiese hablar así, como si la entendiera.
Un montón de sensaciones contradictorias la abrumaron, y por un momento
se sintió enojada.
—¿Cómo estás tan seguro? —respondió de mala gana—. Solo eres… una
copia, o eso creo.
—Puedo copiar su aspecto, sí —admitió él con tranquilidad— pero
también he leído sus sentimientos, su pasado, su vida entera. Y Scott nunca
ha querido darte lo que siempre has deseado. Lo que sueñas es lo que te ha
perdido, porque crees que lo obtendrás de él y no es así.
Tan realista sonó aquello que los ojos se llenaron de lágrimas. Por un
momento fueron por sensibilidad, por la profundidad de la herida, pero al
otro segundo fueron por rabia, porque ese tipo… lo que sea que fuese, había
dicho exactamente lo que ella presentía pero evitaba afrontar. Ese sujeto
conocía el tiempo que llevaban juntos y muchos detalles más de su relación
con Scott, no podía estar mintiendo. Además estaba muy claro que todo era
cierto. Scott nunca la había tratado de la forma en la que ese falso Scott lo
había hecho, y tal vez siempre lo supo, pero siempre lo ignoró.
—La pregunta es: ¿vas a seguir mintiéndote a ti misma? —añadió el
falso Scott, de nuevo como si hubiese leído su caótica y abrumada mente.
¿Lo haría?
El falso Scott aprovechó que había un pequeño callejón cerca, se ocultó
un momento en las sombras que proyectaban las paredes y cuando volvió a
aparecer ya no era Scott, sino ese desconocido amigo de Dylan que había
aparecido para “ayudar”. Entonces, prosiguieron a buscar a Lisa, quien
debía de estar esperando en Knickweg. Él no le había explicado demasiado,
solo le había pedido que los esperara allí.
Y lo hizo. Cuando llegaron, Lisa estaba ansiosa. No comprendió qué
pasaba hasta que Ruby y el desconocido se sentaron junto a ella en la sala
del apartamento de Ruby. Él puso el maletín sobre la mesita y les mostró lo
que había en el interior. Un montón de billetes. Bastantes. Era una escena
de película.
Lisa miró los billetes, perpleja, y luego lo miró a él.
—Es el dinero de la cuenta bancaria de Scott —explicó el desconocido, y
luego cerró el maletín.
—Pero, ¿cómo lo obtuvo si solo Scott puede acceder a su cuenta? —
preguntó Lisa, aún más atónita—. ¿Se lo robaste?
—Cómo lo obtuve no es lo importante —contestó él—. Lo importante es
que ya he hecho mi parte y ahora ustedes dos deben hacer la suya.
Entonces les explicó que debían cortar la relación con Scott, sobre todo
Ruby. Les dio ciertas instrucciones, pero en cuanto terminó de hablar, había
más confusión e inquietud en el rostro de Ruby que en el de su hermana.
—¿Qué lograremos con eso? —preguntó ella, contrariada—. Él puede
buscarnos, él puede hacer lo que sea…
—No es algo grande, lo sé —asintió él, comprendiendo su punto. Scott
no obedecía a nadie— pero es el primer paso. ¿O quieren seguir estando
involucradas en sus acciones?
—No, claro que no —dijo Lisa de inmediato.
—Pero es que, ¿cómo estaremos seguras de que se alejará de nosotras?
—preguntó Ruby.
—Es que ese no es todo el plan —reveló el extraño, para sorpresa de
ambas—. Como dije, es solo algo necesario para seguir adelante.
—¿Qué pasará después? —quiso saber Ruby.
Esperó una respuesta clara, pero de pronto el tipo solo exclamó:
—¡Ah, ya debo irme!
Y justo en lo que se levantó del sofá, unos violentos toques a la puerta
resonaron en el apartamento. Y ni siquiera le dio tiempo a alguna de ellas
de ir a abrir, porque Scott, que tenía llave, entró a toda furia. Ruby temió
que Scott, con toda su malévola inteligencia, ya supiera todo, lo del dinero,
lo de la transformación… ¿era posible? ¿o era su paranoia?
El desconocido, ya con el valioso maletín en mano, actuó de forma muy
inteligente.
—Entonces espero que se animen a comprar esta colección de
enciclopedias —habló como si fuera un simple vendedor ambulante
mientras se encaminaba hacia la puerta—. Todos los universitarios la
necesitan. Gracias por su tiempo. —Justo cuando pasó junto a Scott le hizo
un saludo muy normal y cordial—: Buen día, caballero.
Y salió, cerrando la puerta.
Un segundo después, Lisa también se levantó del sofá, dispuesta a todo:
—Escucha, Scott, no puedes entrar a este apartamento de esa forma —le
reclamó—. Entrégame la llave ahora mismo.
Scott la observó como si estuviera loca.
—¿Qué demonios te pasa a ti ahora? —replicó, sin intenciones de
entregarle la llave u hacerle caso en lo absoluto.
—Pasa que estamos hartas de tu manipulación, de tus juegos sucios y
sobre todo de tus mentiras —Lisa dejó en claro—. Así que se acabó. Ruby
y yo no te queremos cerca de nosotras. Nunca más. Dame la llave y vete.
A pesar de que lo dijo con muchísima decisión, Scott no le prestó la más
mínima atención, como si su palabra no tuviese ningún valor por ser
totalmente inferior.
—Mejor cállate, los tres tenemos que hablar sobre Keanu —fue su
respuesta.
Otra vez, Lisa demostró que no pensaba retractarse. Avanzó hacia Scott y
se le plantó en frente. Una movida peligrosa de haber estado solos, e incluso
muy arriesgada en ese momento.
—No hay nada de qué hablar —se negó, aún más decidida—. Entrégame
la llave. Ya.
Y extendió la mano a la espera.
Scott miró la mano con los ojos semi entornados, luego miró a Lisa.
Ruby pudo percibir la rabia en la forma en la que tensó la mandíbula. Se
impresionó incluso porque recordó al falso Scott y lo amigable que había
parecido hablando con la mujer del banco. Nada comparado a este que
parecía capaz de soltar mil gritos.
Cuando el silencio pareció demasiado denso y peligroso, como si Scott
explotaría, él hizo todo lo contrario. Deslizó la vista hacia Ruby y la fijó en
ella. Ella estaba paralizada, sentada en el sofá. En su interior, nerviosa,
asustada, dudosa, pero herida. Herida por el hombre que ella había
idealizado y adorado. Se tensó ante la mirada.
—¿De verdad, Ruby? —le preguntó directamente Scott—. Dímelo tú,
porque este es tu apartamento.
El enfrentamiento y la valentía de Lisa habían sido magníficos, pero
como había dicho el falso Scott en sus instrucciones, Ruby era la ficha
fundamental en el juego contra Scott. Dependía de ella.
—Díselo Ruby —asintió Lisa, ahora mirando a su hermana también en
un claro: vamos, tú puedes, yo creo en ti.
Capítulo 32

SCOTT

Su celular sonó de repente.


Sin apartar la mirada intimidante de Ruby, lo sacó de su bolsillo y echó
un vistazo rápido a la pantalla. Frunció el ceño, un número desconocido...
Lo lógico hubiera sido que no respondiera la llamada hasta terminar esa
importante conversación para evitar que Ruby dijera alguna estupidez como
su hermana, cosa que él no podía permitir de ninguna manera porque ella
debía seguir siendo su cómplice, pero por alguna razón una voz dentro de
Scott le dijo que debía atender, que era importante.
Lo hizo.
—¿Diga?
—¿Hablo con el Señor Scott Larsen? —preguntó una voz de mujer
Era totalmente desconocida para él, y como Scott desconfiaba de todo el
mundo, pero sobre todo no le daba su número a personas que no conocía, se
puso alerta.
—¿Quién habla? —exigió saber.
—Mi nombre es Sylvia Kruger —se presentó ella—. Trabajo en el
Deutsche Bank, y lo estoy llamando con el motivo de informarle que no se
ha podido pagar la deuda de su tarjeta de crédito ya que no posee
suficientes fondos en la cuenta.
Scott pensó que había oído mal.
—¿Qué...? —soltó, repentinamente confundido.
La mujer siguió, profesional:
—Si lo desea puede transferir dinero de alguna otra cuenta para pagar su
tarjeta de crédito. De lo contrario, le podemos otorgar un crédito a tasas
muy convenientes.
Pero, ¿qué demonios?
—¿Cómo que no hay dinero en la cuenta? —soltó—. Eso no es posible,
debe ser un error.
—Justo ahora estoy mirando su cuenta y el saldo es insuficiente —
contradijo la mujer. Repito, si su situación está en un mal punto podemos
otorgarle crédi....
Scott cortó el teléfono, negado a escuchar algo sin sentido y más que
nada: enojado. Luego reaccionó muy rápido, como quien sabe que le espera
algo malo y piensa que tal vez el actuar con rapidez cambiará las cosas.
Entonces, abrió la aplicación del banco en su celular e ingresó sus datos,
ansioso por demostrar que la llamada había sido un error.
Pero no.
La pantalla le mostró su saldo actual: 0,11.
Los ojos de Scott se abrieron de par en par. Quedó helado, mirando el
número y comparándolo en sus recuerdos con lo que había tenido antes.
No. No.
Debía ser un error.
—¿Qué pasa? —le preguntó Ruby de pronto con nerviosismo, porque
ellas seguían ahí, aunque absortas de lo que había pasado.
Scott solo salió del apartamento a paso apurado sin dar explicación
alguna. Claro, no sin antes dar un portazo enojado. Luego su único objetivo
fue llegar al banco. Salió del edificio, tan iracundo que cada vena de su
cuerpo podía notarse más. Se subió a su auto y condujo, muy capaz de
atropellar a quien se le atravesara y le impidiera llegar rápido.
¿Cómo había llegado a cero? No tenía sentido.
Se negó a creerlo. Debía ser culpa del banco. Era eso. Le habían robado,
y debían devolvérselo. No había otra respuesta. O tal vez pensó en otra
posibilidad, pero prefirió sacudirla porque eso significaba... No. No podía
haber sido traicionado.
El camino pareció más largo de lo normal. Cuando llegó aparcó en frente,
aunque no estaba permitido. Alguien le gritó algo, pero como una fiera
avanzó y entró a las instalaciones. Cualquiera le habría temido, por lo que el
vigilante en la puerta se mantuvo atento. Scott se dio cuenta, pero tampoco
le importó en lo absoluto, sólo ingresó al sector de banca personal.
Allí, una de las mujeres que atendían lo saludó alegremente como si lo
conociera de antes, pero Scott se le abalanzó ofuscado y, sin responder el
saludo, le exigió ver su estado de cuenta. La oficial de cuentas, reaccionó
claramente descolocada, y se mostró un poco nerviosa por el tono exigente,
pero con cierto malestar revisó en el sistema. Apenas confirmó lo que le
indicaba la pantalla pronunció el 0,11 de nuevo...
—Yo no retiré el dinero —salió de su boca.
—Claro que sí, usted... —contradijo la mujer, pero el inevitable grito de
Scott la interrumpió:
—¡Yo no lo retiré! ¡Me lo robaron! ¡Y ustedes lo permitieron!
Se escuchó en casi todo el lugar. La mayoría de las personas voltearon a
verlo, por lo que el vigilante acudió al instante. Se acercó, luciendo
intimidante de forma intencional, aunque eso a Scott no le impresionó en lo
absoluto. En su mente había una nube roja, densa, que lo estaba nublando
todo poco a poco.
—¿Cuál es el problema? —preguntó, alternando la vista entre la oficial
de cuentas y Scott.
—¡Robaron todo mi dinero y evidentemente esta mujer sabe algo! —
soltó Scott, exigente, dispuesto a hacer un escándalo por su maldito dinero.
—Pero si usted vino a retirarlo —intervino de nuevo la mujer, claramente
asustada, y bastante confundida—. Fue esta mañana, ¿no lo recuerda?.
—¡Eso es imposible! —insistió Scott.
La poca paciencia que Scott tenía se le estaba esfumando. Y odió a esa
mujer. Odió todo.
—¡Está mintiendo! —rugió.
—Cálmese por favor —suplicó la oficial de cuentas.
Scott sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Algo extraño estaba
ocurriendo.
—Mantenga la calma, señor —exigió con rapidez el vigilante, duro—.
Este es un lugar público.
La mujer también volvió a intervenir a pesar de su miedo.
—¡Estaba con su novia, se iban a un viaje romántico! —aseguró la chica
—. ¡Incluso antes de irse usted me entregó esto!
Sacó algo de uno de los cajones de su escritorio y, aún sentada, lo
extendió para mostrarlo. La mano le temblaba, pero a Scott tampoco le
importó en lo absoluto causarle miedo. Solo vio que lo que ella sostenía era
una tarjeta blanca e impoluta. Solo tenía una suerte de palabra escrita con
unos símbolos muy extraños que no entendía.
Se la arrancó sin cortesía y la miró sin prestarle atención.
—¿Qué novia? ¿Qué demonios es esto? —preguntó, desconcertado.
La mujer pestañeó.
—Si no sabe usted... me la entregó antes de dejar el banco. Su novia
debería recordarlo. ...
¿Que él le había entregado esa tarjeta de porquería? ¿Y quién era "su
novia"? Él no tenía novias nunca. No podía ser posible. Si escuchaba otra
cosa así, iba a explotar del todo. Sintió que incluso podía golpear algo o a
alguien hasta matarlo, pero una parte de su lógica, la que sabía que no le
convenía ir a la cárcel, le recordó que eso sería peor.
El vigilante habló:
—Escuche, si usted estuvo aquí debería estar registrado en las cámaras.
Podemos verlas si es que esto lo deja más tranquilo.
La idea fue buena, porque Scott en verdad quería demostrar que la mujer
era una mentirosa y que seguramente era la ladrona. Confirmando esto, el
banco le devolvería su dinero y todo estaría resuelto. Así que aceptó, y se
dejó conducir por el hombre de seguridad al cuarto de vigilancia. Allí le
buscaron las grabaciones de esa mañana mientras él esperaba, parado con
los brazos cruzados en una pose amenazante.
Estaba tan seguro de lo que vería (nada) que cuando vio lo que realmente
había sucedido, fue como si su alma se saliera de su cuerpo.
Él había estado ahí. En el banco. Esa misma mañana. Tal y como la
mujer lo había dicho. Incluso con... Ruby enganchada a su brazo.
Ruby. ¿Su novia?
No. Él no había estado ahí. Eso no había pasado. No podía ser real.
Aunque se veía tan real... Ese Scott era idéntico a él. Ni una pequeña
diferencia como para decirse que podía ser un farsante tomando su
identidad. Y sí, nada que dudar. Esa era Ruby también, con ese aspecto
cansado que llevaba estas últimas semanas, algo asustada y bastante
nerviosa. Lo reconocía en sus ojos. La conocía tan bien...
¿Ella le había robado su dinero? Con esa persona... Pero, ¿quién era?
—¿Lo ve, señor? —preguntó el vigilante.
—Ese no soy yo —dijo de forma automática sin poder apartar la mirada
de las imágenes.
—Claramente es usted —sostuvo el vigilante, serio—. En ese proceso su
firma adicionalmente tuvo que haber sido registrada y aceptada por el
sistema, así que no hay nada que podamos hacer por usted.
La poca paciencia que tenía, la perdió. Ante lo que no comprendía, Scott
hizo un escándalo, defendiendo que no había retirado el dinero, pero tal y
como había dicho el vigilante: la firma había sido aceptada y no había dos
Scott iguales en el mundo... ¿o sí? Pero era tan irreal ante sus ojos que sólo
se descargó gritando y reclamando su dinero. Con eso solo logró que lo
miraran como a un loco y que los vigilantes lo sacaran del banco con
amenazas.
Lo que Scott sintió ante ese trato, parado afuera del banco, fue una ira
ciega, un agite que lo dejó respirando con el pecho convulsionado, cada
vena tensada, la desesperación a mil.
Y sólo un nombre sonó en su mente: Ruby. Ella había aparecido en la
grabación. Ella había estado con esa... persona. Tal vez ella había
orquestado todo junto a Lisa y por esa razón se habían revelado ante él un
rato atrás.
Entonces sí había sido traicionado.
La idea lo llenó de una cólera peligrosa...
De repente se dio cuenta de que aún sostenía la extraña tarjeta que le
había dado la mujer esa. Incluso la había arrugado por la presión de su
puño. No decía nada que él entendiera. Solo símbolos.
En ese momento recordó algo. Una imagen muy clara. Dylan sentado en
su habitación, en posición de yoga, con las piernas cruzadas y los ojos
cerrados. Lo había encontrado así, hace tan solo unas semanas, cuando lo
espiaron con Ruby a través de sus cámaras secretas. Lo más importante de
ese recuerdo era claro: alrededor de él, en su habitación, había visto esos
dibujos raros de la tarjeta. Los mismos.
Scott aflojó el puño y entendió. Entendió todo. Entró en estado de shock.
—¿Señor, está usted bien? Se puso pálido... — La voz de los trabajadores
del banco y del tipo de seguridad cada vez se escuchaba más remota.
Dylan.
Sus intuiciones sobre él nunca habían estado erradas. Nunca.
Dylan le había robado todo su dinero, el que le había costado conseguir y
por el que había trabajado tanto. Dylan le había robado el boleto hacia su
nueva vida.
Ese gusano no tenía ni idea en que lío se había metido, con quién se
había metido, pensó Scott a medida que las nubes de furia en su cabeza
comenzaban a cambiar de forma pronosticando una sola cosa:
Una tormenta de venganza.
Capítulo 33

RUBY
Justo después de que Scott había salido de forma abrupta, tal vez por la
llamada que había recibido, al apartamento llegaron Nitty y Keanu. Fue tan
inesperado que Lisa se les quedó mirando a ambos luego de abrir la puerta.
—Dylan nos envió un mensaje diciendo que debíamos estar aquí contigo
en estos momentos —explicó Nitty, y mostró que traían unas cervezas para
aligerar el momento.
Lisa aceptó, porque si eso había sido idea de Dylan debía ser bueno.
Pero al estar allí durante un rato, era muy obvio que el aire podría
cortarse con un cuchillo. No fluían las conversaciones, tanto ella como su
hermana parecían inquietas y había demasiados silencios que Ruby no
quería llenar, porque estaba teniendo un dilema mental a causa de la
pregunta que Scott le había hecho antes de irse. Menos mal eso había
sucedido, porque ni siquiera habría sabido qué responder. Es decir, había
recibido las instrucciones, pero, ¿cómo lo soltaba de su boca? ¿cómo
terminaba con lo que por años la había mantenido viva?
Nitty fue la que decidió romper el hielo.
—¿Ha pasado algo?
Se hizo un solemne silencio. Nitty y Keanu se miraron entre sí.
—Dylan también dijo que nos tienen que contar algo —añadió Nitty.
—¿Algo de qué? —reaccionó Ruby, defensiva.
—Sobre Scott —Nitty se encogió de hombros, medio perdida—. Algo
que está pasando...
—Sí hay algo... —murmuró Lisa, y de inmediato Ruby intentó detenerla:
—¡No! ¡Cállate!
Pero Lisa observó a Ruby con aflicción, como alguien que ya no
soportaba el peso de la situación. Fue una mirada cansada que le hizo doler
el pecho.
—Ya es suficiente, Ruby —le dijo ella con voz quebrada—. Tenemos que
hablar. Tenemos que rendirnos. No podemos seguir guardando sus
secretos... ni los nuestros.
Ruby tembló. No estaba muy de acuerdo, pero se quedó callada, mirando
al suelo. Entonces, quien habló fue Lisa. No supo por dónde empezar a
contarles lo que había ocurrido. A pesar de los nervios, logró hilar un par de
frases. Sorprendentemente, omitió el engaño a Keanu, la cosa más horrible.
A Ruby empezaba a dolerle y a parecerle injusto haber hecho algo así, y
percibía que a Lisa también.
Al finalizar la historia, Keanu preguntó tímidamente:
—¿Entonces Scott está en camino?
—Llegará en cualquier momento —asintió Lisa.
Nitty abrió una cerveza. Lisa la miró con el ceño fruncido. A pesar de
todo, su amiga estaba relajada, qué actitud más curiosa... y valiente. A Ruby
le agradó.
—Que venga, entonces —resopló la chica—. Aquí estaremos
esperándolo. A propósito, ¿dónde está Dylan?
—Lo mismo me pregunto yo —Lisa miró su teléfono. Hacía horas no le
contestaba un mensaje, ni respondía sus llamadas.
Ruby se estrujó las manos. Sabía que estaba del lado correcto junto a
Lisa, pero el miedo que le tenía a Scott era muchísimo más grande. Ahora
que Nitty y Keanu supieran mucho, la ponía más nerviosa. Un centenar de
pensamientos invadían su cabeza. No paraba de imaginar la cantidad de
cosas que Scott podría hacer cuando se enterara de que le habían sacado
todo el dinero y que habían revelado parte de sus secretos.
La idea de ese Scott iracundo era tan horrible que incluso ella estaba
contemplando una opción B. Si lo de Dylan no funcionaba, le diría a Scott
que tenía razón y acataría todas sus órdenes con tal de que no se violentara.
Le daría el gusto, pondría nuevamente a salvo su propia vida y la de su
hermana, porque Ruby temía, temía mucho a la furia de Scott. Tanto que
estuvo a punto de salir corriendo en ese mismo instante.
Pero también sentía rabia... Una ira dolida.
Las cosas empezaron a suceder antes de lo esperado.
La puerta se abrió violentamente y Scott entró desacatado. Traía en la
mano esa tarjeta con símbolos que Dylan, transformado en aquel tipo, le
había dado a la chica del banco. Estaba desaforado, sus facciones
desencajadas. Ruby jamás lo había visto así. Daba mucho miedo.
Todos se levantaron de sus asientos. Blandiendo la tarjeta, Scott avanzó
directo y agarró a Ruby del cuello. Todos sus miedos parecían a punto de
hacerse realidad. Nitty, Lisa y Keanu se interpusieron entre ellos y tuvo
lugar un forcejeo entre todos. A los segundos, lograron quitárselo de
encima. Ruby, casi asfixiada, estallaba en llantos, no respondía de sí misma.
—¿¡Pero qué demonios te pasa?! —le reclamó Nitty, alterada.
Scott respiraba entrecortadamente, todavía no había soltado la tarjeta.
Lisa abrazó a Ruby, y Nitty y Keanu se pusieron como muros en medio de
las gemelas y Scott.
—Nada de esto es asunto suyo, necesito hablar con Ruby, ¡ya mismo! —
exigió Scott, enfadado.
—Resulta que vas a tener que hablar con todos nosotros —se negó Nitty,
firme—. O retirarte. Así son las cosas, Scott.
—Soy capaz de sacarlos a patadas —amenazó él.
Pero ni Nitty ni Keanu le demostraron miedo.
—Y nosotros de responder —aseguró ella, para luego lanzarle—: porque
ya sabemos lo que has hecho, y no te dejaremos salirte con la tuya otra vez.
Hubo un silencio en el que Scott lució a punto de explotar de ira.
—Ah, lo saben —repitió, contenido—. Bien, entonces necesito
explicaciones y las necesito ya. Ruby fuiste con Dylan al banco y me
robaste todo mi dinero, ¡lo sé! ¡Quiero que me lo devuelvas ahora mismo!
—¡No es tu dinero! —le gritó Lisa, aún sosteniendo a Ruby—. ¡Lo
robaste, no te pertenece!
—¿No es mío? —se echó a reír Scott sarcásticamente—. ¿Es que no le
dijeron todavía la verdad a Keanu? Que toda la platita que envió para su
novia venezolana en realidad es nuestra, ¡mía! ¿O no tuvieron el valor?
¡Vamos! ¿Por qué no le cuentas la verdad al imbécil, que lo estuvimos
engañando todo este tiempo? —Miró directo a Keanu con malicia—.
¿Acaso no te lo dijo, freak? Aria no existe, tonto. Aria somos nosotros.
Se produjo un silencio que solo se rompía por los ruidos de llantos de
Ruby, quien estaba totalmente en un ataque de angustia.
Keanu miró alrededor, buscando alguna explicación.
—¿Qué? —salió de su boca, perplejo.
—Es verdad, pero todo fue plan suyo —Fue Lisa quien no lo contuvo
más—. Nosotras después nos abrimos, en serio. Nunca quisimos
lastimarte...
Keanu movió la cabeza, como despertando de una horrible pesadilla.
Scott no tenía casi paciencia.
—Así que piensa bien si quieres ayudarlas —le soltó a Keanu, y luego
volvió a exigir—: Ahora quiero mi dinero.
—¿El dinero que me robaste querrás decir? —dijo Keanu
inesperadamente, sacando coraje de quién sabe dónde.
Solo en ese momento Ruby notó que a pesar de la bomba de la verdad,
no se lo notaba nada tembloroso. El chico sudoroso y dubitativo que habían
conocido se había esfumado. Ruby se preguntó por qué, ¿lo normal no
habría sido explotar de rabia contra ella y su hermana?
Scott se sorprendió, ¿quién se creía hablándole así?
—Ya callate, a nadie le importas —le lanzó Scott a Keanu. Miró a Ruby
con sus ojos llenos de furia—: ¡Ruby ya me estoy quedando sin paciencia!
¡Tú y yo debemos hablar a solas!
A solas porque sabía que así podría manipularla.
A solas porque podía amenazarla.
A solas porque solamente de esa forma podía ganar.
Esa furia de Ruby que había sentido al enterarse del engaño del dinero,
volvió a dominarla.
—Scott, vete —se atrevió a decirle, tragándose el llano.
—¿Qué dices? —la invitó él a repetirlo, más como una oportunidad a
arrepentirse.
Pero no lo hizo.
—Si no te vas llamaremos a la policía. —Scott la miró, esperando que se
retractara. Ruby se secó las lágrimas y, aunque todavía estaba algo
convulsionada por el ataque de llanto, se quiso mantener firme—. Hablo en
serio.
—Te denunciaremos por haber fingido ser Aria —Apuntó Nitty,
agarrándole la mano a Keanu en modo de consuelo.
Scott volvió a dirigir su mirada asesina a las gemelas. Keanu avanzó un
paso adelante y le señaló a Scott la puerta con la mirada.
—Ustedes son unas traidoras —escupió Scott, al borde de la rabia—. Se
vendieron por el imbécil de Dylan, pero yo sé que están detrás de todo esto.
Esto recién empieza, verán. Yo tengo en claro quién es el culpable de todo
esto, y me las van a pagar.
Caminó hacia la puerta con la carta de los símbolos en la mano. Antes de
irse, rompió la tarjeta en mil pedacitos. Luego salió dando pasos firmes del
lugar. El sitio volvió a quedarse en silencio, y esta vez fue Keanu quien
habló, tembloroso como de costumbre.
—Creo que nunca podremos salir del apartamento... —Hizo un sonido
que emuló una risa pero nadie más se rió. Nitty lo miró con compasión.
—Lisa, tenemos que ir a buscar a Dylan, no va a parar hasta matarlo —
dijo Ruby, frotándose el cuello en el lugar donde antes la había agarrado
Scott, y como despertándose de un mal sueño.
Lisa agarró frenéticamente su teléfono, buscando señales de Dylan. Otra
vez: nada. Pero ahora tenían otra preocupación: Keanu. Lisa lo miró,
aguantando el llanto.
—Keanu. —El chico evitó su mirada, todavía no se había soltado de la
mano de Nitty, quien parecía haberse decidido a protegerlo para siempre—.
Te prometo que te devolveremos el dinero. En serio. Buscaremos la forma.
Nosotras... — Lisa comenzó a llorar desenfrenadamente. Ruby la miró,
atónita, porque no se lo esperaba. Hace mucho no veía a Lisa llorar—.
Nosotras no quisimos... No te conocíamos realmente... estábamos tan pero
tan cegadas por Scott... ¡por favor, Keanu, perdónanos!
Keanu se soltó del agarre de Nitty y la miró a los ojos a Lisa,
sonriéndole.
—Yo sé que tú eres diferente, Lisa. El verdadero culpable de todo esto es
Scott, tú no tienes de qué disculparte. Además... la ilusión de tener una
novia fue linda.
Ruby se acercó también a Keanu, en señal de arrepentimiento. No pudo
decir nada, pero le puso la mano en el brazo para demostrar que estaba de
su lado.
—Tenemos que encontrar a Dylan antes de que Scott arrase con él —dijo
Lisa, muy preocupada.
—Entonces, vamos, busquémoslo —asintió Nitty, mientras agarraba su
sudadera de la silla—. La cerveza puede esperar.
—Chicos —dijo Ruby de repente, provocando que todos giraran la
cabeza hacia donde ella estaba—. Les agradezco mucho por haberme
defendido.
Lisa sonrió a Ruby, nuevamente con los ojos llenos de lágrimas. Nitty y
Keanu también se conmovieron.
—Es que así funcionan los amigos —dijo Nitty.
Los amigos...
¿Tal vez ellos podían ser los suyos?
Todos se prepararon para salir. El problema era que, ahora, no sabían a
dónde. Y realmente Scott era más rápido que todos ellos.
Más rápido, y sin dudas muchísimo más peligroso.
Capítulo 34

SCOTT
Scott salió del baño del bar tambaleándose de la borrachera.
Su cabeza iba a mil por hora en un caos de rabia, impotencia y
frustración. No lograba entender cómo carajos le habían vaciado su cuenta
y menos podía entender cómo había perdido el control y la fidelidad de las
gemelas.
Sus gemelas.
Sobre todo su Ruby. Podría haber apostado que si él se tiraba por una
ventana, ella saltaría con él con los ojos vendados y sin cuestionamientos.
Ya no. Ella estaba en su contra, del lado de las personas contra las que
habían trabajado juntos tan solo una semana atrás. La había perdido. Y la
sensación de perder algo lo llenaba de una ira roja y peligrosa, porque él no
perdía. Él nunca podía perder.
Como si fuera poco, ese maldito Dylan. El recuerdo se introdujo en sus
pensamientos y empeoró su rabia. No dejaba de pensar que él lo había
planeado todo. Él le había robado su dinero y sus gemelas. No sabía cómo
lo había logrado en tan poco tiempo, pero tenía claro que siempre había
tenido razón en que no era de fiar. La idea de que pudo haberlo evitado todo
si tan solo hubiera sido más inteligente al tratar de alejarlo de Lisa, lo
frustraba.
Por algún extraño motivo, la imagen de Cindy muerta en el frente del
apartamento también se filtró en su cabeza, porque si las gemelas habían
contado lo de la estafa, ¿Ruby también sería capaz de revelar eso? ¿Y si
ambas confabularon para culparlo a él? Era obvio que las dos habían hecho
equipo con la tonta de Nitty y el imbécil de Keanu. Algo más podrían estar
tramando.
No entendía en qué momento había perdido el control de todo. Se sentía
a punto de caer al vacío. Pero tenía que hacerse cargo de Dylan antes de que
toda la verdad saliera a la luz.
Scott se acercó a la barra. Miró con cara de seductor a una camarera. Lo
que no sabía era que, por el alcohol en su sangre, esa cara podía lograr todo
menos seducir a alguien. Estaba más cerca de dar lástima que de poder
atraer a una chica.
—Preciosa, dame otra cerveza y quedate con el cambio —le ordenó a la
camarera junto a un guiño.
La chica, algo asqueada, agarró el billete y lo guardó en la registradora.
Sin mirarlo, le deslizó la cerveza. Justo antes de que a Scott se le ocurriera
una frase pesada para añadirle, alguien a quien él conocía entró al bar. Era
ese que lo había ayudado a golpear a Dylan y lo había mandado al hospital.
Desde la barra, Scott extendió su mano para saludarlo. El tipo lo
reconoció y caminó hacia él. Ansioso, producto de su borrachera, Scott se le
acercó. Aunque en el camino tropezó con un banco. Pudo haberse dado de
boca contra el suelo, pero el amigo lo sujetó justo antes de que cayera.
—Max, he estado esperándote —lo saludó Scott con palabras torpes y
borrachas.
—Estás hecho un desastre —replicó él, mirando su estado—. ¿Cómo
hiciste para emborracharte tan rápido desde que me llamaste?
Scott señaló una mesa y Max lo guió hasta que se sentaron. Sobre ella
había un sinfín de botellas vacías de cerveza y hasta algunos tragos de
shots.
—Con razón — comentó Max.
Scott levantó la cerveza que tenía en la mano y la inclinó para tomar,
pero antes de que el líquido helado cayera en su boca, Max se la quitó de
sus manos.
—¿Qué haces? —se quejó Scott—. Devuélveme la condenada botella.
Poco le importaba a Scott que ese tipo fuese su amigo y que él mismo lo
había convocado al bar para que lo ayudara a lidiar con Dylan y recuperar
su dinero. Sin embargo, Max intentó calmar las aguas y ponerlo en su lugar:
—Estoy de tu lado, pero no podrás hacer nada inteligente si no dejas de
tomar.
Tras eso, Max se levantó de la mesa y fue hacia la barra sin siquiera darle
derecho a contestar.
Scott admitió que lo dicho por Max tenía sentido. Tomar lo había
ayudado a quitar un poco el estrés y la desesperación, pero ya había sido
suficiente. Se relajó. Intentó respirar y volver a entrar en razón. Max volvió
de la barra con una botella en la mano, una botella de agua.. Se la extendió
a Scott y él la tomó lentamente.
—Eso es, te ayudará —dijo Max mientras Scott bebía y su rostro
reflejaba una sensación de haber encontrado un oasis en el desierto, un
manantial que apagaba un incendio.
Tras saciarse, Max añadió:
—Ahora hablemos de lo que vinimos a hablar y hagamos lo que vinimos
a hacer.
Scott apoyó la botella y juntó sus manos. Una excitación y ansiedad
recorrió su cuerpo. Estaba a punto de conseguir una pieza clave para ir
contra Dylan, pero antes tenía que evacuar algunas dudas que lo perseguían:
—¿Dónde te metiste la vez que me llamaste por teléfono? Fui hasta
donde me dijiste y no estabas —preguntó Scott, quejoso, refiriéndose a una
vez que Max lo llamó diciendo que tenía información sobre Dylan.
Max lo miró extrañado, no tenía idea de qué estaba hablando.
—¿La vez que te llamé para qué?
—No te hagas el estúpido y dime qué averiguaste —insistió Scott.
—Estás tan borracho que no sabes ni lo que dices —resopló Max, medio
harto de tener que lidiar con un ebrio—. Desde que me encargaste la paliza
para el tipo ese, no hemos hablado. Yo no te he llamado. Tú me llamaste a
mí para reunirnos hoy.
Scott quedó confundido. Se sintió loco por un momento, hasta que...
De pronto recordó lo de la tarjeta con símbolos que estaba relacionada a
Dylan. Fue consciente de que últimamente, ese imbécil estaba jugando
contra él, y se preguntó si era posible que también lo hubiera engañado con
la llamada. Aunque había escuchado con claridad la voz de Max en la
llamada aquel día, este tipo no era de los que mentía.
Una súbita ola de rencor contra Dylan lo envolvió internamente. Se había
estado burlando de él de formas que ni siquiera comprendía, pero de las que
estaba seguro. Más que nunca quería vengarse.
Al mismo tiempo, sin siquiera sospechar el peligro de los pensamientos
de Scott, Max miró hacia los costados para asegurarse de que nadie
estuviera viendo. Luego se abrió su chaqueta y mostró algo envuelto en una
servilleta de tela:
—Traje lo que me pediste.
A Scott se le iluminaron los ojos, también chequeó que nadie estuviese
mirando y estiró sus manos, ansioso. Max le entregó el pedido y Scott lo
colocó sobre sus muslos, debajo de la mesa para que nadie pudiera ver.
Desdobló la servilleta y sonrió. Era un revólver. Scott se imaginaba la bala
saliendo de ese agujero y atravesando el cráneo de Dylan de una vez por
todas.
Max se levantó de la mesa.
—Quedamos a mano, el próximo favor no será gratis. Y vete a dormir
antes de que se te ocurra sacar eso aquí dentro, maldito borracho.
Scott, que no sacaba sus ojos del arma, levantó su vista y lo miró con una
sonrisa macabra:
—Quedate tranquilo. No habrá próximo favor.
Max se retiró, Scott volvió a envolver el arma y la guardó en su chaqueta.
Terminó la botella de agua y se levantó. Al salir, le hizo una guiñada a la
camarera y dejó un par de dólares en el tarro de la propina. Estaba confiado.
Todo terminaría pronto.
Cruzó la puerta, respiró aire fresco de la noche y se habló a sí mismo:
—Creo que también podría encargarme de las gemelas. Después de todo,
si no están de mi lado...
Sonrió ante su propia idea. Después volvió caminando al complejo.
Necesitaba pensar sobre lo que sabía sobre Dylan. De alguna forma el
condenado le había robado su dinero. Tal vez también se había hecho pasar
por Max cuando lo llamó o quizás había contratado a alguien con una voz
parecida. Eso porque probablemente sabía que él había mandado a Max a
golpearlo.
Dylan estaba tramando cosas y las gemelas lo estaban ayudando. Ellas
conocían mucho sobre él. Sabían cosas que podrían meterlo en prisión para
siempre. La ansiedad producida por la posibilidad de ese futuro, empezó a
carcomerlo. Su cabeza seguía dando vueltas de tanto alcohol pero estaba
seguro de que no le temblaría el pulso al disparar el gatillo.
Era la hora de hacerlo pagar.
Capítulo 35

DYLAN
Dylan se encontraba sentado en el sofá, calmado.
Sabía lo que estaba a punto de suceder, pero eso no lo ponía nervioso en
absoluto porque todo iba saliendo de acuerdo a su plan inicial.
Aunque los últimos meses habían sido realmente duros, ahora su misión
estaba acabando. Debía admitir que Scott había sido un objetivo difícil y las
gemelas también. Deshacer dinámicas tóxicas que estaban tan arraigadas en
un grupo, un "amor" tan posesivo como el que tenía Ruby por Scott, algo
tan intenso como esa relación... le había costado, sí. Pero ya estaba lo
suficientemente resquebrajado como para dar el golpe que lo rompería todo
en pedazos.
También debía admitir que no solo había sido complicado por Scott.
Había sido complicado por Lisa.
Y las cosas que había empezado a sentir...
Las cosas que se suponía que ningún Celestial sentía...
Aún no entendía del todo por qué entonces él había desarrollado
sentimientos. ¿Era especial? ¿Era diferente? ¿O era un error de Celestial?
Dylan miró su celular por un momento. Había decidido no contestarle las
llamadas porque sabía que si volvía a escuchar su voz preguntándole cosas,
dudaría, y un Celestial jamás dudaba.
Aunque no hubo más tiempo para preocuparse porque la puerta de su
apartamento se abrió bruscamente y nada más ni nada menos que Scott
entró, furioso.
Su repentina y violenta entrada no generó nada en Dylan. Ni siquiera se
dio vuelta para mirarlo, porque él lo había estado esperando. Cada paso que
alguno de ellos había dado, él ya lo había anticipado.
—Sé que fuiste al banco y no sé cómo, pero te hiciste pasar por mí —
soltó Scott sin rodeos. Dylan ni siquiera necesitó ver su expresión, porque
en su voz se oía la rabia—. ¿En dónde está mi dinero?
También se olía ebrio.
Dylan solo miró su celular que seguía en su mano. Empezó a escribir
algo. Necesitaba mandar unos mensajes antes.
Ante la indiferencia, Scott le gritó:
—¡¿Es que ahora también te haces el sordo?! ¡Quiero mi dinero ya!
Dylan no reaccionó ante sus gritos. Scott insistió:
—¡No sé qué maldito plan hiciste con Ruby pero tú lo tienes!
Dylan tecleó las últimas palabras del mensaje...
Escuchó los pasos de Scott acercarse a él por detrás y presionó enviar
justo cuando la boca fría de un arma tocó sus sienes.
Scott le estaba apuntando. Firme. Sin temblores.
—No sé de dónde saliste ni cómo es que lograste joderlo todo, pero ya
estoy harto de tus misterios y tus burlas —lo amenazó, muy serio—. Dime
en dónde está mi dinero o te vuelo los sesos aquí.
A pesar de lo sombrío y decidido que sonó eso, Dylan solo bloqueó el
teléfono y lo guardó en su bolsillo. Le respondió desinteresado:
—No sé de qué dinero hablas.
Scott frunció el ceño, incrédulo. Le acercó el arma para generarle miedo.
—¿Vas a mentirme? ¿Entiendes que esta es un arma de verdad o también
te la vas a dar de confiado y relajado en este momento?
Pero el rostro de Dylan no expresaba ni miedo ni preocupación ni enojo
porque protestar o resistirse no estaba en sus planes.
Por eso no respondió.
Ya Scott respiraba pesado para controlarse.
—Te voy a dar una última oportunidad, Dylan. ¿En dónde está mi
dinero?
Dylan mantuvo un silencio...
El arma contra su cabeza...
—Como dije —repitió, lento y calmado—. No sé de qué hablas.
La mezcla de alcohol y de ira hicieron lo suyo, y Scott perdió la
paciencia. Sin control, le dio un golpe con la culata de la pistola a Dylan en
un lateral de la cabeza y lo noqueó.
Por alguna razón, antes de que todo se pusiera negro, una imagen pasó
por su mente.
Una imagen de una vida...
Una que no era suya...
Pero que sí lo era...
***
Cuando Dylan recobró la conciencia, todo estaba un poco borroso.
Tuvo que parpadear con pesadez para poder reconocer todo a su
alrededor. Tal y como debía ser, seguía en su apartamento, pero ya no
estaba sentado en el sofá con libertad, porque Scott lo había atado a una
silla como un prisionero de tortura. Se dio cuenta de que incluso tenía las
manos violetas de tanta presión.
—No te irás de este apartamento hasta que hables —escuchó la amenaza
de Scott detrás de él—. Y créeme, te haré hablar.
Lo vio rodear la silla. Aún tenía el arma en la mano y los ojos borrachos
pero agresivos y enojados.
—¿Qué harás con ese dinero que tanto quieres? —preguntó en lugar de
reaccionar como una persona normal lo haría en esa situación.
—Ah, ¿ahora sí sabes del dinero? —Scott rió amargamente, algo que le
dio un aire maniático. Entornó los ojos—. Eres un maldito raro, pero
inteligente. Lo supe desde que te vi por primera vez. Demasiada confianza,
demasiado relajado, pero deberías saber que en la vida hay que tener miedo,
Dylan. Miedo de personas como yo. Miedo a morir.
Lo último lo dijo como una amenaza lenta y sombría, tal vez a la espera
de que eso finalmente causara algo en Dylan y se debilitara lo suficiente
como para confesar, pero se mantuvo neutro sin pronunciar ni una queja ni
un sonido de dolor.
Eso lo sacaría de sus casillas y era justo lo que quería.
—Dime cómo diablos hiciste para hacerte pasar por mi en el banco —
insistió Scott, harto.
Dylan elevó ligeramente la comisura derecha de sus labios.
Más silencio.
—¡Habla! —exigió—. ¡¿Cómo diablos lo hiciste?!
Dylan continuó indiferente a la locura de Scott. Lo miraba medio
sonriente, como si estuviera ante un niño malcriado que no había
conseguido lo que quería. Disfrutaba un poco que él mismo había sido la
razón por la cual Scott había dejado de conseguir todo y de salirse con la
suya. Al llegar a Knickweg, Scott había sido un hombre que mantenía su
postura y fachada frente a los demás. El Scott que se encontraba frente a él
ahora era todo lo opuesto, no lograba ni engañarse a sí mismo.
Era hora de dar el golpe final.
Dylan lo miró a los ojos y sin decir ni una palabra simplemente se
transformó en el amigo de Scot que lo había ayudado a conseguir el arma.
Una de las reacciones del miedo también es la parálisis completa. Dylan
lo sabía. Eso fue lo que le pasó a Scott. Se quedó helado por lo que sucedió
frente a sus ojos, incapaz de mover un músculo o de parpadear. Entonces,
Dylan de nuevo se transformó, pero esa vez en algo peor: alguien idéntico a
Scott.
Con eso se lo confirmó todo: que había sido él todo el tiempo haciéndose
pasar por otras personas.
La segunda reacción de Scott fue diferente. El propio miedo y la mezcla
del alcohol en su cuerpo lo hicieron saltar y retroceder, y lo impulsaron a
defenderse de lo inexplicable, por lo que le apuntó a Dylan con el arma de
cerca, mientras se iba desencajando todavía más. Gritó las preguntas que le
saltaban a la mente:
—¡¿Qué haces?! ¡¿Cómo?! ¡¿Qué está pasando?!
Dylan volvió a hacerlo. Se transformó en Miss Serena.
Una jugada capaz de hacer perder la cordura.
—¡Basta! —gritó Scott, entre el shock, el enfado, la ebriedad y el susto
—. ¡Para ya de tus malditos trucos! ¡Quiero mi dinero!
En realidad, además de provocar a Scott, Dylan estaba estratégicamente
haciendo tiempo. Había activado la filmación para dentro de dos minutos, y
si el momento que estaba esperando se adelantaba, todo habría sido en
vano. Lo bueno era que sabía bien cómo continuar provocando su furia
creciente.
—Sí, el dinero... —habló Dylan finalmente con algo de apatía, lo que
hizo que Scott se impacientara todavía más—. La verdad es que volvió a
quienes les pertenecía. Así aprenderás a dejar de tomar lo que no es tuyo,
Scott.
Scott se quedó paralizado.
—¿Que hiciste qué?
—Ese dinero no era ni será tuyo —aclaró Dylan, calmado—. Debiste
aprender a trabajar para ganártelo. Ahora solo te queda arrepentirte de todo
lo que hiciste para conseguirlo.
En ese momento, Dylan hizo la peor de las transformaciones.
Cindy.
La misma cara que Scott había visto morir. El miedo y la desesperación
se reflejaron en sus ojos. Eso lo hizo perder cualquier pizca de sensatez que
aún tuviera.
Así que Scott vació el cargador entero con disparos en el pecho de Dylan.
La silla cayó hacia atrás con el cuerpo de Dylan por los impactos.
La cámara grabó que cuando ya no quedaban balas, Scott quedó
paralizado. Apenas se dio cuenta de que la sangre estaba formando un
charco debajo del cuerpo, se fue corriendo del apartamento y dejó a Dylan
atado y tirado en el medio de la habitación.
Pero sobre todo, había captado justamente el momento que Dylan quería:
el de su propio asesinato. Las metamorfosis no habían quedado grabadas.
Tampoco el momento previo a eso, en el que Scott lo ataba y él no se
defendía. Solo el momento del final, lo justo y necesario para incriminarlo
en su asesinato.
Todo había quedado filmado en las cámaras. Ahora sí: tenían las pruebas
que tanto necesitaban contra Scott. Dylan les había otorgado a las gemelas
su eterna libertad.
Dylan se despidió de esa forma humana que lo había acompañado
durante ese tiempo, para siempre.
Capítulo 36

RUBY
Lisa, Ruby, Keanu y Nitty habían vuelto a su punto inicial.
Habían ido a buscar a Dylan a su apartamento hace unas horas, pero no
habían encontrado a nadie y tampoco había rastros de Scott. Tras el fracaso,
sabían que nadie conciliaría el sueño esa noche.
El clima era tenso y nadie hablaba, la televisión estaba encendida y
generaba ruido en el ambiente. Nadie le prestaba atención, pero había un
pacto tácito de mirarla y simular que todo estaba bien.
¿En dónde estaba Scott?
¿Y Dylan?
El celular de Lisa sonó con una notificación de un mensaje. Lisa se
quedó dura y gritó por Ruby. Nitty y Keanu también se acercaron y se
colocaron detrás de las gemelas, en segunda fila.
—¿Es Scott? —preguntó Nitty.
—Es Dylan —dijo Lisa con sorpresa.
—Tenemos que avisarle que Scott está furioso y que lo busca —añadió
Keanu.
—¡Pero lee el mensaje en voz alta! —pidió Ruby sin mucha paciencia,
que miraba a su hermana e intentaba ver la pantalla del teléfono.
Lisa abrió el mensaje enseguida y lo leyó para todos:
—Dice: "Lisa, siento mucho que esto tenga que suceder así, pero no hay
otra opción... En las cámaras de mi apartamento tendrán lo que falta para
liberarse de Scott de una vez por todas.".
Al escuchar lo de las cámaras, tanto Nitty como Keanu quedaron
confundidos y se miraron extrañados sin comprender nada. Ruby pasó muy
rápido de la verguenza a la culpa. Recordó que Scott y ella las habían
puesto en el apartamento de Dylan para espiarlo, y ahora era obvio que
Dylan sabía sobre ellas.
—¿Las cámaras? —preguntó Lisa, aún analizando el mensaje—. ¿No
había otra opción de qué? No entendía nada.
—Espera, ¿Dylan tiene cámaras en su apartamento? —preguntó Keanu,
medio asombrado.
—Al parecer —murmuró Lisa, también perdida.
—Pero, ¿para qué? —añadió Nitty, unida al club de la confusión.
Ruby dio un paso atrás. Ahí fue cuando su conexión con su gemela se
activó. Lisa solo tuvo que voltear a verla para entender que esa expresión
contenida de vergüenza era porque su hermana sí sabía qué sucedía.
—Ruby, ¿tienes una explicación? —le exigió, y como la pelirroja no dijo
nada, insistió con mayor severidad—: ¡Ruby! ¡Acordamos ya no mentir! ¿O
aún quieres seguir haciéndolo?
—¡No! —se defendió Ruby, medio alterada. Dio algunos pasos con
inquietud. A pesar de que sus nervios y la costumbre de mantener los
secretos de Scott le decían que no hablara, luchó para no dejarse dominar y
lo soltó en un impulso—: ¡Scott y yo pusimos cámaras hace tiempo para
espiarlo!
Todos la miraron, boquiabiertos.
—Eso no está bien —susurró Lisa, impactada.
—¡Sé que no! —Ruby se alteró más—. ¡Ya sé que nada de lo que hice
está bien!
Ruby les dio la espalda y se rodeó con sus brazos, también avergonzada
de su propia crueldad. Avergonzada de haberse dejado manipular, de que
nunca había tenido mente propia y de que tampoco había batallado para
tenerla. Supuso que ahora los demás se enojarían y la excluirían, era lo
lógico, ¿no?
—Creo que eso ya no importa ahora —suspiró Nitty al notar lo afectada
que estaba—. Importa lo que Dylan quiere que veamos. Ruby, ¿cómo
accedemos a las cámaras?
Se giró, entre asombrada y conmovida por no haber sido rechazada y
juzgada de nuevo. ¿En verdad la consideraban una amiga a pesar de lo que
había sucedido? Qué distinto era todo fuera del círculo de dominación de
Scott... Se sentía bien...
Ruby no se negó a ayudar. Tuvieron que ir a su apartamento para buscar
su laptop. Se sentaron todos en el mismo sofá a mirar. Ella la encendió e
ingresó la contraseña en el sistema de vigilancia que había instalado con
Scott. Lisa parecía muy ansiosa por ver a qué se refería Dylan. Estaba
sumamente preocupada, lo cual también le dejó ver a Ruby que sí, su
gemela estaba bastante enamorada.
Cuando aparecieron las imágenes grabadas, todos quedaron espantados,
porque lo primero que vieron fue una escena de terror. Dylan, que había
sido atado a una silla, estaba tirado en el suelo, inconsciente. A su alrededor
había un gran charco de sangre.
—No, no puede ser... —salió de la boca de Lisa en un aliento pasmado.
Ruby, fría y muy asustada por el temor de que Scott hubiera hecho lo
peor, rebobinó la grabación. Solo llegaba hasta un momento en el que él
estaba parado frente a Dylan, apuntándole con un arma. Se le veía muy
asustado, desorientado y furioso. Gritaba cosas con desespero. Y unos
segundos después, vaciaba el cargador en el pecho de Dylan. Después salía
corriendo del apartamento.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Sí lo había hecho él... La persona que
ella había "amado", había matado de nuevo.
—¡Maldito asesino! —soltó Keanu, horrorizado.
—¡No nos apresuremos, podría estar vivo! —Ruby se levantó
desesperada—. ¡Podríamos ir a ayudarlo!
—Es muy peligroso, también es posible que Scott esté ahí todavía —dijo
Keanu en un arranque de valor—. Mejor quédense aquí y llamen a la
policía. Yo iré a revisar el apartamento.
Nitty se acercó con preocupación a él para impedirlo.
—¡Eso también puede ser peligroso para ti!
Él dudó por sus inseguridades y por su personalidad tan nerviosa, pero en
otro impulso le tomó a Nitty las manos con las suyas. Ya era obvio que
tenían una conexión.
—Lo sé, pero ustedes deben estar a salvo —le dijo, y tras tomar aire
añadió—: No puedo ser más un cobarde.
Ruby se le unió.
—Keanu, sí debo acompañarte —insistió—. Si Scott aún está ahí, yo
podría tratar de hablarle y retenerlo. Soy la que más lo conoce.
Lisa no dijo nada, seguía en su shock. Nitty continuó dudosa, pero no se
interpuso porque sabía que Keanu necesitaba esa evolución.
—De acuerdo —aceptó Keanu—. Vamos.
—Nitty, márcale a la policía y pide que vengan rápido. —Ruby le dejó la
tarea.
Ruby y Keanu fueron rápido al apartamento de Dylan. Entraron con
cuidado, como si no supieran que lo encontrarían tirado sobre un charco de
sangre. Pero aunque revisaron cada cuarto, no había ni rastro de Scott, así
que solo corrieron hacia Dylan y se agacharon a su alrededor para tratar de
comprobar si respiraba, sin tocarlo.
Pero parecía muerto. Estaba tieso y sin color. No podían ayudarlo.
—De verdad lo mató... —susurró Ruby, perpleja.
—Scott no tiene alma... —murmuró Keanu, triste.
Luego fue como si estuviera pactado. Keanu se levantó en el momento
justo con la intención de volver con Nitty y Lisa, pero captó algo por la
ventana del apartamento: un hombre corriendo con una mochila.
—¡Es Scott! —avisó, alerta—. ¡Está huyendo!
—¡Intenta alcanzarlo! —soltó Ruby.
Juntos, Ruby y Keanu corrieron fuera del apartamento, rumbo a las
escaleras. Las probabilidades de atraparlo parecieron bajas, aunque Scott
había perdido tiempo de seguro reuniendo cosas importantes en la mochila
antes de tratar de escapar. Pero aún así lo intentaron.
Tal vez fue porque Keanu era alto y tenía piernas largas, pero logró salir
más rápido que Ruby. Solo cuando Ruby atravesó las puertas de entrada del
edificio vio que Keanu se había lanzado contra Scott para detenerlo y que
ahora los dos estaban en el suelo, forcejeando, y que, por supuesto, Scott
tenía la ventaja porque era más experto en golpear.
Pero Keanu no estaba dispuesto a dejarlo ir. Aunque recibía golpes,
servía como impedimento porque se aferraba a la ropa de Scott con fuerza.
Solo que Scott también parecía tener toda la intención de molerlo a golpes
para liberarse y ya Ruby sabía que era capaz de matar varias veces.
Por lo que Ruby, sintiendo que le debía a Keanu más de lo que podría
devolverle, decidió ayudarlo. Era lo justo.
Aprovechó que Scott estaba tan sumido en la pelea con Keanu, tomó un
trozo de tronco que estaba sobre la grama del área de entrada, y muy rápido
se acercó. Scott ya estaba a horcajadas sobre Keanu dándole golpes, así que
le dio un golpe en la nuca.
No fue tan fuerte para dejarlo inconsciente, pero lo tumbó al suelo,
adolorido y desorientado.
—¡Traidora! —le gritó Scott a Ruby, con las manos en la cabeza,
aturdido y enojado—. ¡¿Crees que tú sí te vas a salir con la tuya solo porque
ahora estás del lado de ellos?! ¡Mereces lo mismo que yo, Ruby!
Eso fue duro para ella, sin embargo, por primera vez no permitió que las
palabras de Scott la vulneraran. Sí, también había cometido errores, pero se
había dado cuenta de ellos, y nunca, pero nunca más los repetiría. ¿Cómo
los pagaría? No sabía aún, pero ya no más.
—No importa en dónde termine yo mientras tú termines en donde debes
estar: pudriéndote en la cárcel —le dijo a Scott.
En ese momento, un par de policías entraron al área con el arma alzada.
En cuanto Scott los vio, intentó escapar, pero ya no tenía salida. Uno de
ellos lo alcanzó y lo retuvo sobre su estómago en el suelo con los brazos
cruzados por detrás para esposarlo.
—Está bajo arresto —le dijeron.
—¡¿Por qué demonios si no hice nada?! —se quejó Scott.
—¡Mató a alguien! —lo delató Keanu, que intentaba recuperarse sentado
en el piso.
El segundo policía fue a revisar. La ambulancia llegó también. El equipo
de paramédicos corrió hacia el apartamento de Dylan, y Ruby los siguió.
Encontró a Lisa abrazada al cuerpo. Trataron de apartarla, pero lloraba sin
parar e intentaba hacer reaccionar a Dylan.
Cuando consiguieron que ella les diera espacio, chequearon su pulso.
Luego lo anunciaron:
—Hora de defunción: seis de la mañana, y cinco minutos.
Capítulo 37

TODOS.
Lisa, Ruby, Nitty y Keanu se reunieron en el cementerio para despedir a
Dylan.
Después de la muerte, todo había sido muy raro: ningún familiar había
aparecido a llorar o reclamar su cadáver, y cuando ellos pidieron
información en la universidad para poder conseguir su apellido y localizar a
sus parientes, les habían informado que ese tal Dylan nunca estuvo inscrito.
Así que el entierro fue algo muy íntimo. Solo estaban ellos, un sacerdote
que iba a hacer una oración protocolar y un sepulturero que esperaba la
despedida para hacer su trabajo.
Todos reflexionaron sobre lo que Dylan hizo por cada uno.
Se dieron cuenta de que por más que el tiempo que tuvieron con él fue
corto, también fue muy importante. Ahora sentían que todo había sido como
un sueño, su existencia había pasado de forma efímera pero profunda para
cambiar sus vidas para siempre.
Era como si hubiera aparecido para ayudarlos, porque muchas cosas se
habían resuelto...
Keanu dio un discurso sobre cómo lo ayudó a socializar, a abrirse a las
personas y dejar de esconderse detrás de la tecnología. Contó cómo Dylan
le habló y lo incluyó en su proyecto sin esconder malas intenciones. Gracias
a él descubrió que la novia que tenía y creía amar era una farsa.
Lisa soltó un sollozo en aquel instante y Ruby le dio la mano con una
sonrisa, transmitiéndole fortaleza. Sentía que esa conexión que habían
forjado a lo largo de sus vidas, se había pausado durante los últimos meses
por culpa de Scott, pero ahora se volvía a reanudar como en sus mejores
momentos. Lisa se secó las lágrimas con la manga de su suéter.
Keanu continuó. Dylan le presentó a Nitty, una chica de carne y hueso,
que lo aceptaba como era. Nitty, sin soltarle la mano, le dio un beso en el
hombro mientras lloraba. Keanu suspiró.
Todos venían acumulando amargura y cansancio desde que se habían
llevado a Scott. El complejo entero se había enterado lo que había pasado y
muchos diarios se habían acercado, mirones, a intentar sacar alguna nota de
color. Incluso compañeros suyos los esperaban en la puerta de sus
apartamentos para hacerles preguntas, buscaban a las gemelas por los
pasillos o les tocaban el timbre ya que sabían que ellas andaban siempre con
Scott.
Lisa y Ruby evitaban todo eso. Pero también perseguían a Nitty y Keanu
al enterarse que habían estado con las chicas esa noche.
Eso los unió mucho más, y tal vez como un pacto silencioso, los cuatro
decidieron que en lugar de quedarse con la tragedia y torturarse día a día, se
quedarían con las cosas buenas de todo lo que cambió Dylan en sus vidas.
Ruby tomó la palabra. Admitió que al principio no le caía bien, sentía
que estaba alejando a su hermana de ella y que él era la causa de sus peleas
y desencuentros. Pero la realidad era que Scott las había separado y
manipulado. La "intrusión" de Dylan les había ayudado a ver eso, lo tóxica
que era su relación y que había algo mejor: la amistad de verdad.
Lisa la miró orgullosa y la abrazó de costado. Era su turno.
Le agradeció a Dylan por haberla sacado del círculo tóxico y oscuro que
rodeaba su relación con Scott. Pero sobre todo por mostrarle lo que era el
amor de verdad, sano y basado en la amistad, la complicidad y el
compañerismo.
También le había abierto los ojos a los secretos que ocultaba Scott. Le
presentó a Keanu y a Nitty, personas que ahora consideraba amigos. Al
final, Dylan le había enseñado a mirar más allá de las apariencias y
concentrarse en lo humano.
Lisa se tomó una pausa y finalmente dijo que ojalá hubieran tenido más
tiempo.
Todos asintieron compartiendo la misma sensación. Después, de a poco
los chicos y el sacerdote se empezaron a ir.
Quedaron Ruby y Lisa porque era difícil para Lisa alejarse. Ruby lo
entendió, pero tras horas, todavía con pesar, le dijo que era hora de volver
porque estaba cayendo la noche.
Lisa asintió, aunque admitió que necesitaba un último momento a solas.
Ruby la abrazó con todo su cariño y, ahí mismo, entendieron también que
volvían a estar conectadas para siempre.
Al estar a solas, Lisa se puso a llorar en silencio. El enterrador, que era el
único que quedaba además de ella porque su trabajo sería sellar la tumba, la
miraba, inexpresivo. Lisa pensó que para él sería un día de trabajo como
cualquier otro, pero para ella era un antes y un después en todos sus años de
vida. No sabría cómo volvería a vivir sin él, pero sabía que ya no era la
misma y que ahora era una mejor persona.
Aunque, de repente, el enterrador, parado con la pala al lado, cambió su
forma y se transformó en Dylan.
Primero, Lisa no creyó lo que estaba viendo. Asumió que el cansancio y
el dolor le estaba deformando la realidad, pero tras parpadear varias veces,
atónita, entendió que no era un engaño. El cuerpo y el rostro ya no eran los
de otro hombre. Eran los de Dylan.
Su Dylan.
El mismo que había visto muerto.
Lisa abrió la boca para preguntar cómo era posible, pero no pudo hacerlo
por el shock. De hecho, estuvo a punto de desmayarse de la impresión, pero
él le hizo un gesto de silencio con las manos y la miró dulcemente para
calmarla.
—Ven conmigo —le pidió.
Capítulo 38

LISA
Sin salir de su asombro y con las piernas temblando, Lisa siguió a Dylan
a un lugar más apartado. Se sentaron uno al lado del otro en un banco del
cementerio.
—¿Pero cómo...? —logró decir ella.
Dylan agarró su mano. Sus suaves dedos recorrieron la yema de los de
Lisa. Lisa seguía sin poder dar cuenta de lo que estaba sucediendo. Volvió a
pensar que estaba enloqueciendo. De todas formas, si eso era una especie de
limbo al que había entrado, y Dylan todavía estaba ahí con ella, no le
molestaría tanto quedarse para siempre.
—Es complicado, pero es real —dijo Dylan. Lisa, finalmente, se animó a
mirarlo a los ojos.
—Es que no puedes estar vivo...
—Lo estoy y a la vez no —explicó él—. Ese es el estado de mi existencia
desde que tengo memoria, e incluso antes también.
—¿Pero qué dices? No entiendo... si tú estás aquí... ¿quién está allá? —
Señaló el cajón que acababan de dejar a medio enterrar.
—Ah, eso... un favor que le tuve que pedir a un amigo mío, no tienes de
qué preocuparte.
Lisa carraspeó. Tenía la garganta y los ojos secos, quizás de todo lo que
había llorado, quizás del asombro, quizás de las últimas enloquecidas horas
que había pasado.
—Es que necesito... necesito entender.
—Lo sé —asintió Dylan, acariciándole la mano—, y te lo explicaré todo,
pero debes darme tiempo y tener paciencia. Pronto entenderás algunas
cosas. Otras, quizás, no las entiendas nunca. Lisa... la historia que ya
entiendo...
—¿Qué... historia?
—Mi historia. Yo, mi tránsito por el mundo. Hace años, incluso antes de
que tú nacieras, había un hombre. Ese hombre se enamoró profundamente
de una mujer. Era el amor de su vida, se casaron y prometieron estar juntos.
Como dicen los votos: "hasta que la muerte los separe".
Lisa miró a Dylan atónita, porque no entendía qué tenía que ver eso con
su novio a quien creía, hasta hace pocos minutos, muerto. Sin embargo,
decidió esperar tal como él le había pedido. De todos modos, no tenía apuro
y logró apaciguar lo ansiosa que le ponía la situación.
—Resulta que la muerte los separó antes de tiempo, o al menos antes de
lo que hubieran querido. Cuando uno está enamorado... aunque pasen
meses, semanas y años, el tiempo compartido se siente como insuficiente.
Entonces, ese hombre fue convertido en un ángel celestial. Eso es lo que
soy.
Lisa miró a Dylan, imantada, lo escuchaba como un niño oyendo un
cuento de hadas antes de dormir. Sentía como si un ángel estuviera
susurrandole al oído una historia de amor.
Un ángel. Dylan era un ángel y recién ahora se enteraba. Por más que el
relato era suave y claro, a Lisa le surgían un sinfín de preguntas.
—¿Ángel celestial? ¿Así que por eso no moriste del todo y te
transformaste?
Lisa siempre supo que Dylan no era una persona común y corriente, pero
nunca había imaginado que eso tenía que ver con alguna existencia
angelical, o algo por el estilo. Sin embargo, haciendo memoria, ahora todo
tenía sentido. Con nadie se había sentido igual que con Dylan.
Dylan continuó explicando al detalle. Comenzó por explicar qué era un
Celestial: un ángel enviado a la tierra para crear conexiones. Luego le contó
sobre su misión, es decir, por qué fue al complejo e insistió en conocerla, en
socializar con Keanu y Nitty: para ayudarlos y que cada uno de ellos se
juntara con la persona con la que debía estar por destino. También le contó
todo lo que sabía sobre Scott: que su maldad y toxicidad habían estado
interviniendo en las conexiones destinadas y que su objetivo siempre fue
apartarlo del camino.
Lisa escuchaba atentamente, todo era muy extraño y sobrenatural, pero a
la vez tenía sentido. Lo vio como un... salvador. Después de todas las
experiencias vividas, creía todo lo que salía de sus labios y estaba
agradecida.
Cayó la tarde a medida que seguían las explicaciones. Lisa ya había
aclarado muchas de sus dudas y Dylan había respondido con total
amabilidad y sinceridad. Sin embargo, había una duda que tenía desde el
primer momento en que lo vio en el cementerio, así que se lo preguntó:
—¿Te quedarás conmigo?
La cara de Dylan cambió al escuchar la pregunta. No se transformó en
otra persona ni hizo nada sobrenatural, pero pareció como si se hubiese
apagado y toda la alegría y vida desapareciera de sus facciones.
Se notaba que le dolía la respuesta que tenía que dar. Le dolía tener que
romperle el corazón a Lisa con un golpe de sinceridad.
Dylan, tomó aire y respondió de una vez. Lo hizo con la misma calma,
pero se notó cierta aflicción en su tono:
—No, no me quedaré. No puedo. Lamento que tenga que ser así... Lisa,
gracias a ti recordé lo que es el amor, sentirme enamorado y querer darlo
todo por alguien, pero...
Lisa creyó que todo lo que había llorado en el falso entierro la había
dejado sin lágrimas, pero eso al parecer no era así. Volvió a sentirse como si
le tiraran un baldazo de agua fría. La imagen de Dylan muerto se le volvía a
aparecer en frente. Comprendió lo que acababa de escuchar y lo
interrumpió, ansiosa.
—Pero estás conectado con tu amor del pasado.
Dylan asintió.
—Y los Celestiales no podemos crear relaciones para nosotros mismos
—reveló —Somos conectores de otros. Servimos solo para eso. Aunque yo
quisiera, no puedo quedarme contigo.
Lisa se conectó con su mirada y entre lágrimas lo entendió todo.
—Siempre te estaré agradecida —sollozó—. Nos salvaste. Nunca me voy
a olvidar de ti.
—Y tú me salvaste a mí —confesó él.
Lisa seguía llorando y, por primera vez en toda la conversación, apartó la
mirada de Dylan. El clima era calmo y se asomaba el verano. No sabría
cómo haría para retomar su vida cotidiana, pero sabía que no volvería jamás
a ser la misma de antes.
—No te desanimes, tú seguirás adelante y encontrarás a quien de verdad
es para ti —añadió Dylan, sereno—. Volverás a ser feliz con un amor, como
nosotros fuimos felices juntos. Creeme, puedo saberlo. Tengo esa
capacidad.
Lisa lo abrazó con fuerza. Sabía que ese sería el último contacto que
tuviera con Dylan, y que probablemente era el abrazo más cálido y sincero
que daría en su vida.
Epílogo

EPÍLOGO
Al final se hizo justicia.
La grabación del asesinato de Dylan fue prueba suficiente para declarar a
Scott culpable, por lo que recibió lo que merecía y fue preso, condenado en
cadena perpetua por asesinato y estafa.
Luego llegó una confesión anónima a la estación que detallaba la verdad
sobre la noche en la que había muerto Cindy, la chica del complejo. Ella no
se había suicidado. Scott la había empujado por la ventana, porque había
sido una de sus víctimas de estafa.
Tal vez la había enviado Dylan. Tal vez la había enviado Ruby, pero lo
seguro era que tanto ella como Lisa se sentían sumamente aliviadas. Scott
había salido de sus vidas de manera definitiva, y ahora se encontraban en un
proceso de sanación donde necesitaban pensar sobre su futuro y dejar atrás
el pasado.
Así que decidieron devolver el dinero que Dylan le había quitado a Scott.
No les pertenecía y lo sabían, por lo que se lo devolvieron de manera
anónima a todos los que perjudicaron con los juegos de Scott, con
excepción de Keanu a quien le devolvieron todo en efectivo y en persona.
Sabían que para sanar también necesitaban perdonarse, por lo que, juntas
visitaron la tumba de Cindy.
Le hablaron a su lápida y sintieron una sensación indescriptible, de otro
mundo. El contacto con Dylan las había conectado con una sensibilidad
particular, diferente, más allá de lo cotidiano que estaban acostumbradas a
vivir hasta ese momento.
Como si en verdad ella las estuviera escuchando, le pidieron disculpas
por todo lo sucedido. Prometieron que nunca más iban a permitir que
sucediera algo así de nuevo. Ella no debería haber pagado por los errores de
otros. Ese día lloraron de la mano desde que fueron al cementerio y todo el
camino de vuelta a sus apartamentos.
No hablaron mucho, pero la conexión de gemelas que tenían les servía
para acompañarse y saber lo que la otra estaba sintiendo. Estaban, a pesar
de todo, felices de sentirse cercanas nuevamente.
Al volver al complejo se juntaron con Keanu y Nitty, una pareja que se
fortalecía cada día más. Keanu estaba aprendiendo a confiar en sí mismo y
en el vínculo de ambos. Nitty también estaba aprendiendo de Keanu.
Los cuatro se sentaron en el sillón, a punto de mirar una película. La
verdad es que necesitaban relajarse y disfrutar de la distracción que ofrecía
la ficción. Por un momento iban a mirar una historia que, seguramente, no
llegaría ni a la mitad de extraordinaria de todo lo que acababan de vivir. Sin
embargo, eso era lo que necesitaban, que lo fantástico y sobrenatural
perteneciera a la televisión y a los cómics. Querían volver a la calma, a la
vida de un veinteañero convencional.
Ruby miró a su gemela algo abrumada y se lo preguntó por lo bajo:
—Hermana, ¿estás bien?
Lisa le sonrió.
—Lo estaré.

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