Está en la página 1de 343

Un destino corrompido

Un romance paranormal de segunda oportunidad


con hombres lobo cambiaformas
(La serie Rechazo)
Jaymin Snow
Copyright © 2024 by Jaymin Snow
All rights reserved.
No portion of this book may be reproduced in any form without written permission from
the publisher or author, except as permitted by U.S. copyright law.
CAPÍTULO 1
Zara
CAPÍTULO 2
Jason
CAPÍTULO 3
Zara
CAPÍTULO 4
Zara
CAPÍTULO 5
Zara
CAPÍTULO 6
Jason
CAPÍTULO 7
Zara
CAPÍTULO 8
Zara
CAPÍTULO 9
Jason
CAPÍTULO 10
Zara
CAPÍTULO 11
Zara
CAPÍTULO 12
Jason
CAPÍTULO 13
Zara
CAPÍTULO 14
Zara
CAPÍTULO 15
Jason
CAPÍTULO 16
Zara
CAPÍTULO 17
Jason
CAPÍTULO 18
Zara
CAPÍTULO 19
Jason
CAPÍTULO 20
Zara
CAPÍTULO 21
Jason
CAPÍTULO 22
Zara
CAPÍTULO 23
Jason
CAPÍTULO 24
Jason
CAPÍTULO 25
Zara
CAPÍTULO 26
Jason
CAPÍTULO 27
Zara
CAPÍTULO 28
Zara
CAPÍTULO 29
Zara
CAPÍTULO 30
Zara
CAPÍTULO 1

Zara

Llevo la carta bien guardada en el bolsillo mientras avanzo por los silenciosos
pasillos de la guarida. Tengo el pulso acelerado y rezo para que nadie perciba mi miedo.

Desde las ejecuciones públicas de hace dos semanas, las zonas comunes de la
guarida, normalmente animadas, se han sumido en un silencio deprimente. Paso junto a
Erin, otra compañera de manada, que tiene la cara pálida. No ha comido desde que
Denziel, nuestro nuevo alfa, mató a su marido y a su hijo. Quiero sentir lástima por ella,
pero estoy demasiado entumecida.

Mis propios padres fueron masacrados delante de mí.

No me queda nadie.

Y la persona que los mató... voy de camino a su despacho.

Me es muy difícil contener esta pena y rabia dentro de mí, pero no tengo elección. El
último deseo de mis padres fue que sobreviviera. Pero ellos nunca llegaron a saber lo
duro que es levantarse cada mañana sabiendo que todo aquello en lo que creías ha
desaparecido, que se ha marchitado.

Pongo rumbo a los despachos. Cuando al fin llego al cuarto en el que tengo que
entrar, agacho la cabeza. Respiro entrecortadamente, controlando mis emociones, antes
de alzar la mano para llamar a la puerta. Doy dos golpes secos y una voz grita
«¡adelante!» desde el interior.

Me tambaleo al oírlo.
Él está ahí dentro.

Tomando otra respiración entrecortada, abro la puerta y, nada más hacerlo, un


hombre alto de pelo claro, ojos celestes y piel pálida se pone en pie de un salto y me
sonríe.

—¡Zara!

Hubo un tiempo en el que su sonrisa me hacía sentir mariposas en el estómago,


cuando recostaba su cabeza en mi regazo y planeábamos nuestro futuro juntos. Todos
esos sueños y esperanzas se hicieron añicos el día en que mi compañero predestinado
ejecutó a mis padres, poniéndose del lado de los rebeldes, mientras que él y otros como
él intentaban reemplazar al alfa anterior, mi abuelo.

Howard se acerca a mí, me coge la cara entre las manos y me besa acaloradamente.
Mi cuerpo responde como siempre, pero siento frío en el corazón. Las manos que me
sujetan la cara son las mismas que se empaparon con la sangre de mi madre, con su
cuerpo yaciendo a sus pies y levantándole la cabeza mientras me explicaba:

—Había que hacerlo, Zara. Por un futuro mejor. Nuestro futuro.

Me quedo rígida mientras Howard me besa. El asco me recorre y, sin embargo, no


tengo elección.

—¿Cómo van los preparativos para nuestra ceremonia de apareamiento?

Noto que me mareo ante sus palabras, que me recuerdan que tengo que aparearme
con él. Pronto tendré sus manos por todo mi cuerpo porque será su derecho. El asesino
de mis padres será el dueño de mi cuerpo.
Ojalá hubiera elegido la muerte.

Pero el juramento de sangre que mi madre me obligó a pronunciar mientras estaba


en la celda subterránea del calabozo me lo ha impedido. Aunque quisiera, no puedo
romper ese juramento. Así que ahora no tengo elección.

Una parte de mí ya murió con ellos, al ver cómo arrojaban sus cuerpos a la fosa junto
con el de mi abuelo, con el que tantos buenos momentos había vivido. Me han despojado
de todas sus pertenencias. Ni siquiera tengo una foto para recordar sus caras.

—No... no lo sé —digo con voz hueca.

Los ojos de Howard se suavizan.

—No pasa nada, ya me ocupo yo. Tú deberías descansar.

Eso es lo que me lleva diciendo desde entonces. No hubo disculpa alguna ni ningún
consuelo por haber asesinado a mi familia. Es casi como si esperara que pasara página y
fuera feliz.

Nada tiene sentido para mí ahora mismo.

Sus manos me echan el pelo hacia atrás y veo una expresión nostálgica en su
mirada.

—Has estado muy callada últimamente. Sé que estás disgustada, Zara, pero es que
aún no lo entiendes. Denziel y yo, junto con el resto de nosotros, vamos a construir una
manada más fuerte, una manada más envidiable. Hacía falta eliminar a Luca y sus
seguidores.
Luca. Luca White, mi abuelo. El alfa anterior.

Recuerdo su muerte, la forma en que fue emboscado y asesinado por Denziel, ese
hijo de puta. ¿Y sus asesinos hablan de construir una manada mejor? Una pequeña parte
de mí quiere reír con amargura. De la noche a la mañana, la manada sufrió muchísimos
cambios atroces. A todas las hembras se las retiró de sus puestos. A las que tenían más
de veinte años se les dijo de repente que eligieran pareja o se le elegiría una por ellas.
Las hembras recién enviudadas, que aún lloraban la muerte de sus compañeros, fueron
obligadas a aparearse con los rebeldes.

Las hembras de la manada perdieron su estatus de la noche a la mañana.

También me despojaron a mí de mi puesto como analista de ciberseguridad.

Ahora, Howard espera que me quede sentada en casa esperando por él, que me
quede embarazada después de nuestro apareamiento, y que le cocine y le limpie. Todas
las mujeres que habían estado estudiando en universidades o escuelas en la ciudad se
vieron obligadas a abandonar sus estudios.

El malestar en la manada va en aumento. Muchos de los machos están satisfechos


con este desarrollo de los hechos, pero no todos.

—Bueno, ¿por qué has venido a verme? —Me sonríe—. ¿Me echabas de menos? Ya te
lo he dicho, esa cabecita tuya tan bonita ya no tiene que preocuparse por nada.

¿Cabecita bonita?

Howard y yo nos habíamos graduado en la misma universidad y en el mismo campo,


sólo que yo había sido la mejor de mi clase y mi compañero predestinado apenas había
conseguido un aprobado raspado. Yo me había dedicado a crear y dirigir el primer
equipo de ciberseguridad de la manada de lobos de River Stone y Howard había
trabajado a mis órdenes.

¿Y ahora? Me lo ha quitado todo.

Necesito hacer acopio de todo lo que llevo dentro para no decir ni una palabra.

Porque, ahora mismo, él es mi única protección. Adelantó la ceremonia de


apareamiento para protegerme, pero ahora mismo no siento que me esté protegiendo.
Estoy tan entumecida por dentro, tan asustada y enfadada que no puedo pensar con
claridad.

—Y-yo —empiezo, despacio— quería invitar a alguien a la ceremonia de


apareamiento.

—¿A quién? —Se echa hacia atrás, mirándome con curiosidad.

Me humedezco los labios, sabiendo que estoy a punto de meterme en un juego


peligroso.

—¿Te acuerdas del compañero predestinado de Nessie?

Howard parpadea.

—Jason, ¿verdad? ¿Qué pasa con él?

—Bueno —Me esfuerzo por mantener la compostura—, Nessie y yo prometimos


asistir a nuestras respectivas ceremonias de apareamiento con nuestras parejas a
nuestro lado. Y ahora que ella ya no está...

—Han pasado diecisiete años, Zara —murmura—. Seguro que Jason ha pasado
página.

—Me consta que no —digo, rápidamente—. Y creo... —Intento evitar que la bilis me
suba a la garganta—. Creo que a Denziel también le gustaría.

Cuando su expresión se transforma en una de acuerdo, siento una aguda punzada de


esperanza.

Esta es otra de las razones por las que la traición de Denziel me resultó tan cruel.
Cuando Nessie, su hija y mi amiga de la infancia, murió a los catorce años, mi familia
estuvo ahí para ayudarle a pasar la peor parte. Y ahora siento que la carta me quema en
el bolsillo, la persona a la que acudo en busca de ayuda es el hombre que se habría
convertido en el yerno de Denziel.

No sé si Jason Rawthorne me ayudará o se acordará de mí, pero tengo esperanza. No


sé qué tipo de ayuda puedo pedirle en este momento, pero necesito a alguien y
cualquiera me vale a estas alturas. Desde la toma de poder dentro de la manada, se han
prohibido a los forasteros, así que estoy rezando porque Denziel haga una excepción con
Jason.

Howard se retira unos pasos hacia atrás.

—Denziel está atravesando muchas cosas ahora mismo, puede que ver a Jason le
haga feliz.

¿Que él está atravesando muchas cosas? Las manos se me cierran en puños a los
lados.
Howard me tiende la mano con expresión tranquila, y veo al hombre que le arrancó
la cabeza a mi padre delante de mí.

—Le has escrito una carta, ¿verdad? Déjame ver.

—¿Por qué necesitas...?

—Ya sabes por qué, Zara —murmura suavemente—. Tengo que asegurarme de que
no le has escrito nada que pueda causar un problema.

Siento el principio de la rabia parpadear en mi interior, pero ya me esperaba esto.

Le entrego la carta y observo cómo la abre. El corazón me late con fuerza contra la
caja torácica mientras contemplo cómo los ojos azules de Howard repasan las palabras
antes de sonreír.

—De acuerdo. —Se la mete en el bolsillo—. Ya la envío yo por ti.

—Pero si puedo...

—Ya conoces las reglas. —Niega con el dedo—. Las hembras no pueden abandonar la
manada. Estarás mejor a salvo y segura dentro de tu habitación o en la sala común. Los
machos se encargan de todo.

Me cuesta no darle un puñetazo en la mandíbula, pero no puedo hacerlo. Desde esa


noche, hace dos semanas, mi lobo ha estado sometido.

Doy un paso atrás.


—Me marcho ya, entonces…

—Zara —el tono de Howard tiene un toque de reprimenda—. Anoche visité tus
aposentos mientras dormías... —¡Será cabronazo!— y encontré algo.

Me entran las náuseas y un miedo enfermizo. ¿Qué ha...?

Howard coge un libro de su escritorio. Es un manual de ciberseguridad que he


estado leyendo para tranquilizarme.

Alza las cejas.

—Sabes que las mujeres tienen prohibido leer, ¿verdad?

—¡Es mi campo de conocimiento, Howard! —Noto que me vengo abajo.

—Ya no. —Hace un sonido como de carraspeo y, por primera vez, veo que le baila la
alegría en los ojos—. Estas cosas no son para ti, cariño. Ya no. Deja que los hombres se
encarguen. Estamos mejor equipados.

Cuando se acerca a mí, tiemblo de rabia y frustración. Su mano se posa en mi


vientre plano mientras murmura:

—De lo único que tienes que preocuparte es de complacerme y dar a luz a nuestros
cachorros. Eso es todo en lo que tienes que concentrarte. Estas cosas son para los
machos.
«No abras la boca», me ordeno.

Por duro que sea, estas dos últimas semanas he aprendido a contenerme de lo lindo.
Por ahora no digo nada.

—Me voy yendo.

Odio ver la satisfacción en los ojos de Howard ante mi sumisión. Hubo un tiempo en
que yo era su jefa de equipo y él tenía que acatar mis órdenes. Sé que le cabreaba tener
que responder ante mí, nunca lo había ocultado. Y una parte de mí sabe que ahora
disfruta al ver que tengo que agachar la cabeza ante él.

Me besa de nuevo y yo tengo que quedarme ahí quieta y soportarlo. Aunque mi


cuerpo le responde, es el fuerte vínculo que nos une lo que me hace sentir todo esto.
Porque al placer le siguen al instante las náuseas y el odio.

«Te odio», le gritan mis ojos mientras me quedo quieta, dejando que me toque.

«Te desprecio».

Su mano me soba el culo y tengo que reprimir el impulso de romperle la mano. Por
suerte, Howard me suelta pronto y me escapo. En cuanto doblo la esquina, me
encuentro con una compañera de manada, Marie, quien nada más echarme un vistazo,
me rodea con sus brazos.

Sé que intenta quitarme de encima el olor de Howard, pero es inútil.

—Vamos, cariño. —Me guía hasta su habitación, con voz cansada—. Puedes quedarte
conmigo un rato.
En cuanto entramos al cuarto y la puerta se cierra tras nosotras, me hundo en el
suelo y me meto el puño en la boca mientras las lágrimas me corren por la cara.

Marie se sienta a mi lado, abrazándome, mientras yo me balanceo de delante a atrás,


gritando contra el puño. Me abraza con fuerza y noto cómo sus lágrimas me caen sobre
el hombro.

Todas sufrimos y no hay escapatoria.

No sé cuánto tardo en serenarme, pero, para cuando lo consigo, me está acariciando


el pelo. Marie también sufre su propio dolor: a su compañero también lo ejecutaron.
Como en ese momento estaba embarazada, el hombre con el que la obligaron a
aparearse, un rebelde, la golpeó hasta dejarle el vientre vacío.

—Algún día —me susurra contra el pelo, con su propio odio creciéndole dentro.

Su sed de venganza es similar a la que tienen todas las mujeres en este momento.

—Le miro y le odio y, sin embargo, es mi compañero predestinado —digo con voz
ronca—. Si no me apareo con él, tengo que encontrar a alguien rápidamente en las
próximas veinticuatro horas o que me elijan a un compañero.

Marie tiene los ojos secos cuando se aparta, pero las ojeras bajo ellos se han vuelto
algo permanente. Antes era muy guapa. A diferencia de mi pelo castaño y mis ojos
verdes, Marie tenía un precioso pelo negro y unos brillantes ojos azules que siempre
brillaban. El pelo se le ha ido cayendo desde que perdió a su pareja y a su hijo. Sus ojos
se han apagado, han perdido la chispa, y tiene moratones en el cuerpo de forma
constante. Pero sus padres ni siquiera pueden protegerla. Si intentasen intervenir y
ponerle freno a su compañero, Jeremy, Denziel los mataría.
Ahora, incluso cualquiera que se atreva a alzar la voz es ejecutado en el acto.

—Odio decir esto —murmura con suavidad—, pero al menos no te está pegando ni
vejando. En algún lugar de su interior, Howard te quiere. Tienes que usar eso contra él y
tienes que sobrevivir, Zara. No podemos perder a nadie más.

Ya lo sé.

Howard es la única persona que me mantiene a salvo en este momento. Mi vínculo


con el alfa anterior es una razón directa para querer derramar mi sangre. Sin embargo,
incluso Denziel me ha estado tratando con amabilidad.

—Quiero morirme.

—¿No queremos todas? —Marie deja escapar una risa entrecortada que se
transforma en un sollozo ahogado—. Ponte a la cola.

La estrecho contra mí y ella apoya la cabeza en mi hombro.

No sé qué pasará con esa carta, pero espero que Jason pueda ver más allá del hecho
de que Denziel es el padre de Nessie. Tal vez su manada pueda ayudarnos de alguna
manera. He oído que están asentados en algún lugar cerca del pueblo de Arrow Brooke
en este momento y que es una de las manadas emergentes más importantes del país.
Tienen vínculos con la Torre Mágica, lo que los convierten en una fuerza a tener en
cuenta.

Si alguien puede salvarnos, son él y su manada.


CAPÍTULO 2

Jason

Observo cómo roncan Seth y Ray, tumbados boca arriba y sin una preocupación en el
mundo, con las llamas parpadeantes dándoles un poco de calor. Yo no puedo dormir.

Con la espalda apoyada contra el árbol, las rodillas ligeramente levantadas y los
brazos apoyados en ellas, sostengo la carta que he estado releyendo en cada
oportunidad que se me presenta.

No me apetecía mucho dejar mi manada durante tanto tiempo, pero Austin debió de
notar mi malestar cuando recibí la carta. Ningún alfa quiere que su segundo al mando
esté fuera tanto tiempo, pero Austin siempre ha velado por nuestras necesidades.
Incluso ha enviado conmigo a dos de sus lugartenientes más veteranos, mis propios
hermanos de sangre.

Miro a los dos idiotas que están tratando todo esto como unas vacaciones, echándose
la siesta cada vez que tienen oportunidad. Habríamos llegado a la manada de lobos de
River Stone en cinco días si se hubieran tomado esto en serio, pero la manada de Stone
Creek ha pasado por una movida fea de cojones hace poco. Nuestra hembra alfa, Seline,
dio a luz hace seis meses, durante una invasión de una tribu hostil de panteras. Como
resultado, el parto fue bastante traumático y Seline todavía se está recuperando.

Mis ojos se posan en la carta que cuelga de mis dedos. No me siento seguro dejando
la manada cuando la pareja alfa no se encuentra a pleno rendimiento, pero esto va de
otro tipo de responsabilidad.

Cuando vi el nombre en el sobre, me vi catapultado a un pasado que me ha costado


superar. Perder a tu pareja predestinada no es fácil de ninguna de las maneras. Nessie y
yo nunca compartimos marcas de apareamiento puesto que éramos demasiado jóvenes.
Pero su muerte me hizo desear que así hubiese sido.
Un lobo no puede sobrevivir a su pareja predestinada si lleva la marca de
apareamiento. Es inaudito. Pero sí puede sobrevivir a su pareja si nunca se marcaron
mutuamente, aunque te ofrece un tipo diferente de existencia tortuosa. Ha pasado más
de una década desde que Nessie fue arrancada de mi lado tras el ataque de un lobo
salvaje ante el que no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir, pero en todos estos años,
el vacío dentro de mí nunca ha desaparecido del todo.

Después del funeral, me fui. Todas mis visitas a la manada de River Stone cesaron. Y,
si no hubiera sido por esta carta, quizá nunca habría vuelto.

La última vez que vi a Zara White, estaba llorando en un rincón de la sala mientras
se leían las honras fúnebres. Yo estaba tan aturdido que no me había molestado en
decirle nada. Para empezar, no habíamos sido muy amigos.

Pero recibir una carta suya, después de tanto tiempo, y debido a la forma en que
estaba redactada, hizo saltar las alarmas en mi cabeza. La carta estaba escrita en clave,
en un código secreto que una vez le enseñé a Nessie.

También le prometí a Nessie que siempre estaría ahí para Zara si alguna vez le
pasaba algo. En aquel momento, me había parecido una promesa extraña, pero ella
había insistido. Y solo una semana después, había muerto.

Nunca cumplí esa promesa.

Fue la primera y única promesa a la chica que había amado tan profundamente que
rompí.

Miro fijamente el fuego. No quiero volver allí.

Nessie es en cierto modo un recuerdo lejano cuya ausencia me ha marcado de una


manera que aún no he asumido. Ya no recuerdo su voz ni su rostro, pero recuerdo su
esencia. He tenido amantes, pero nunca he dejado que nadie sustituyera a la mujer que
debía ser mía.

Una parte de mí teme que, si vuelvo a esa tierra, todo ese dolor regrese. ¿Estoy
preparado para ello?

—Jason. —Ray se incorpora, estirándose—. ¿Por qué sigues despierto? Descansa un


poco. Llegaremos mañana.

No discuto con él, me acerco al fuego y me tumbo.

Dormir no me resulta fácil, pero cuando lo hago, siento un malestar persistente.

*** ***

La manada de River Stone siempre ha sido una de las más progresistas. Han
ocupado el mismo territorio durante siglos, nunca se han expandido y sus alianzas son
fuertes. Cuando Austin tomó el mando, quiso incorporar algunas de las políticas de la
manada de River Stone en nuestra propia manada.

Sin embargo, cuando me adentro en el territorio de la manada, percibo algo extraño


en el aire. No soy el único que lo siente, Ray y Seth también están con la guardia alta.

Las cosas se vuelven aún más extrañas cuando llegamos a la guarida. Hay guardias
apostados fuera, pero no veo cerca a ninguna de las mujeres soldado, lo cual es extraño.

—¡¿Quién eres?! —Uno de los guardias se adelanta, un varón de aspecto bruto con
una cicatriz que le cubre media cara.

—Busco a Zara. —Le estudio, a sabiendas de que puedo con él. Antes de que pueda
decir nada más, añado—: Me han invitado a la ceremonia de apareamiento.

Intercambia una mirada con su compañero antes de fruncir el ceño.

—Me resultas familiar.

Me encojo de hombros, pero entonces los ojos de su compañero se abren de par en


par.

—Me acuerdo de ti. Eres el yerno de Denziel.

Me pongo rígido al oír la etiqueta, pero no lo niego.

—¿Está él aquí?

—Sí. —Asiente el hombre—. Le haré saber que estás aquí.

Observo cómo se marcha y no me sorprende que su compañero no me deje entrar. La


guarida es el lugar más vulnerable del territorio. Sin embargo, es extraño que Denziel
no avisara a los guardias de mi llegada. Le envié un mensaje.

Espero fuera y Ray murmura:


—¿Soy yo o hay algo raro en este sitio?

—Yo también lo siento —admite Seth.

Me muerdo la lengua y les lanzo una mirada de advertencia.

Por suerte, no les da tiempo a decir mucho más porque el soldado regresa
componiendo una mueca.

—Lo siento, la guardia nocturna te estaba esperando. Deberían habernos transmitido


el mensaje. El alfa está reunido con el primer teniente. Dice que Zara os esperará.

¿El alfa? ¿Zara, esperarme? La forma en que habla resulta increíblemente


irrespetuosa y me pregunto si Luca estará de acuerdo con esto.

—¿Y Denziel? —pregunto.

El guardia me mira extrañado.

—Acabo de decirte que el alfa está en una reunión.

Un mal presentimiento se instala en mis entrañas.

Si Denziel es el alfa, ¿dónde está Luca?

El guardia nos guía hasta los aposentos de Zara y pronto me doy cuenta de que sólo
hay un puñado de hembras moviéndose dentro de la guarida y todas tienen el rostro
pálido y la mirada baja. Reconozco a una de ellas, una mujer mayor. Había sido soldado.
Cuando abro la boca para saludarla, se aleja rápidamente.

¿Qué está pasando aquí?

El guardia abre la puerta de lo que es un cuarto de estar, pero extiende la mano


delante de mis compañeros y habla con voz fría:

—Vosotros dos no estáis autorizados. Os acompañaré a vuestras habitaciones.

Seth y Ray me lanzan una mirada de preocupación, pero yo asiento con la cabeza
discretamente. Aquí está pasando algo y tengo la sensación de que por eso Zara me
pidió que viniera.

Entro en la habitación, pero no parece haber nadie dentro. Cierro la puerta tras de
mí y llamo por Zara, cauteloso.

—¿Zara? Soy yo, Jason.

Por un momento, no se escucha nada y, entonces, se abre una puerta y sale una
mujer.

Mi recuerdo de Zara es el de una adolescente con el ceño fruncido, ojos verdes y


pelo rojizo. Pero la mujer que tengo delante es alta, con un pelo castaño corto que le
llega a los hombros, los ojos verde bosque y rasgos delicados. Su piel aceitunada
complementa aún más su atuendo. Lleva una túnica marrón y unos pantalones blancos,
un atuendo muy práctico, pero que no desmerece su impactante belleza.

Se desenvuelve con una gracia similar a la de su abuelo Luca White. Pero mis ojos
pasan de todo eso y se posan en el ojo oscuro que porta.

—¿Qué te ha pasado? —Las palabras se me escapan como si me las arrancasen, la


conmoción me supera.

—Un regalo de mi futuro compañero. —La sonrisa de Zara es irónica cuando me


hace un gesto con la mano—: Toma asiento. Me sorprende que hayas venido.

La estudio durante unos instantes. Ya no es la niña malhumorada que era antes.


Tiene una mirada aguda y una inteligencia viva.

—¿Cómo ha permitido Luca que tu compañero te haga esto?

La pena en los ojos de Zara es intensa.

—Ya no está vivo para hacer nada al respecto.

La sensación de malestar en la boca del estómago se intensifica.

—Tus padres...

—También están muertos.

—¿Cómo? —No puedo contener mi asombro.

Se sienta en el sillón junto al que estaba.


—Deberías preguntarle a mi compañero, Howard. Él lo sabe bien. Después de todo,
fue él quien me trajo sus cabezas.

Esperase lo que esperase, no era esto.

—¿Qué está pasando aquí, Zara? —hablo con voz suave porque, bajo la pena, veo un
profundo cansancio—. He notado un ambiente extraño en la manada desde el momento
en que llegué al territorio. ¿Por qué es Denziel el nuevo alfa? Si tu abuelo y tus padres
están muertos, ¿no es tuyo el puesto?

Zara hace un gesto hacia el asiento de dos plazas que tiene enfrente.

—Siéntate.

Me siento.

—Hace alrededor de un mes, Denziel, junto con Howard, mi compañero


predestinado, y un grupo de rebeldes se apoderaron de la manada. Denziel asesinó a mi
abuelo por la noche mientras dormía, como un cobarde. Antes de que nadie pudiera
darse cuenta de lo que pasaba, nos sacaron a todos de nuestras camas y ejecutaron
públicamente a aquellos leales a mi abuelo. Drogaron a los soldados lo suficiente para
que no pudieran defenderse. Mis propios padres...

Deja de hablar y las uñas se le clavan en la tela del sillón. Tiene la respiración
agitada, pero los ojos secos. Su autocontrol es inmenso en este momento.

Finalmente, continúa con la voz ronca:


—Los metieron en el calabozo subterráneo durante dos días. Me permitieron verlos
una vez. Me hicieron realizar un juramento de sangre inquebrantable para asegurarse
de que sobreviviera. Después de eso, me encerraron en mis aposentos. Sólo oí lo que
Howard les hizo a mis padres. Me presentó sus cabezas en público tres días después.

Oigo desgarrarse la tela bajo la fuerza de sus uñas.

—¿Denziel hizo todo esto? —Mi voz es sombría mientras la bilis me sube a la
garganta. Si esto es cierto, actuó como un cobarde y un tirano, asesinando a inocentes
por poder. Sé a ciencia cierta que Luca era un buen alfa. A menos que hubiera cambiado
su forma de ser en la última década, no había razón para destituirlo. Además, cambiar el
liderazgo de una manada no es un asunto sencillo. Significa el fin de todas las alianzas
que la manada ha construido hasta ahora. Hay que renegociarlas.

—¿Por qué?

—No lo sé. —Zara mira fijamente a un punto invisible en la pared con expresión
cansada—. Aún no me lo puedo creer. Ha despojado a las hembras de todos sus
derechos, incluso los más básicos. No podemos coger un libro sin que se nos castigue.
No podemos salir de nuestros aposentos sin permiso. Aquellas cuyos compañeros fueron
asesinados y tenían hijos varones mayores de diez años… A esos niños también...

Esta vez sí que se cuelan las lágrimas en sus ojos, son lágrimas de rabia.

—¿Sabes cuántas madres han enloquecido por el dolor de perder a sus hijos?
Algunas se han suicidado y a otras las han asesinado. Y las que son controlables han
sido apareadas a la fuerza con aquellos que se pusieron del lado de la rebelión. Son los
hombres los que eligen a la mujer que quieren. La mujer no tiene elección.

Mi propia ira se agita.

¡¿Es que Denziel ha perdido la puta chaveta?!


Zara abre la boca y la cierra como si estuviera pensando en algo. Finalmente, me
mira fijamente a los ojos y, por un momento, siento el poder de su mirada. Tiene la
misma mirada que solía tener su abuelo, una mirada aguda y evaluadora.

—Antes de decir nada más, quiero saber si te pondrás del lado de Denziel, teniendo
en cuenta tu vínculo con él.

Se me tensa la mandíbula.

—Lo que hizo fue de cobardes, estoy de acuerdo, pero si me has traído aquí para que
te ayude, lo más que puedo hacer es ayudarte a escapar.

—No quiero escapar, Jason. —Los ojos de Zara relampaguean—. Quiero ayudar a mi
gente.

—No puedes ayudarles si te sientas aquí como un blanco a la vista —discuto con ella,
con la voz tensa—. ¡Y no entiendo por qué estás celebrando una ceremonia de
apareamiento cuando tu propio compañero asesinó a toda tu familia!

—¡¿Crees que tengo elección?! —Se pone en pie, con un tono explosivo. El pecho se
le agita, los ojos le brillan con una rabia que siento que llega demasiado tarde—. No
tengo ni una sola puta opción. Ahora mismo, Howard es la única razón por la que sigo
viva. Y no puedo romper el juramento que mis padres me obligaron a hacer. Además, si
muero, estas mujeres habrán perdido a la única persona que aún está dispuesta a luchar
por ellas.

La miro fijamente.

—Sabes que el apareamiento es para toda la vida, ¿verdad? Seáis compañeros


predestinados o no, si dejas que Howard te dé la marca de apareamiento, estarás unida
para siempre al hombre que asesinó a tu familia.

El cuerpo de Zara está tenso mientras permanece de pie, frente a mí.

—¿Crees que no lo sé? ¿Crees que todavía le quiero? Le odio con todas mis fuerzas,
pero hemos sido compañeros predestinados durante años. Si alguno de los dos rompe el
vínculo, el dolor será insoportable. Aunque esa parte no me preocupa mucho, tengo la
sensación de que, si intento romper este vínculo, o bien me aparearán a la fuerza con
otro macho o, como Howard ahora es el segundo al mando, Denziel me obligará a
aparearme con él.

No se equivoca. Si hay apareamientos forzados en esta manada, Zara no será la


excepción.

—Entonces, ¿qué quieres de mí? —pregunto, sin rodeos.

—La ayuda de tu manada. —Zara se encuentra con mi mirada—. Tu manada tiene


contactos poderosos. Pueden ayudarnos.

Lo siento por ella. Pero no puedo involucrarme en los asuntos de otra manada. Y
tampoco puedo comprometer la participación de nuestra manada. Lo único que puedo
ofrecer es ayudarle a Zara a escapar.

—No es que no quiera ayudar, Zara —aseguro con tono suave—. Pero el caso es que,
si doy ese paso, significaría una guerra.

Ella no se amilana.

—Pero puedes preguntarle a tu alfa. Cuéntale lo que está pasando aquí. Aunque sea,
puede darle a las hembras y a los niños un refugio seguro.
Vacilo. Preguntarle a Austin es una posibilidad, pero no sé lo que dirá. Incluso dar
refugio a las hembras y los niños podría dificultar las cosas para nuestra manada, pero
puedo preguntar.

—De acuerdo.

El alivio que le recorre la cara me hace sentir culpable. Sé que Austin no estará de
acuerdo. Siento que le estoy dando falsas esperanzas.

Mientras me voy, me pregunto por qué sus padres condenaron a Zara a un destino
tan miserable.

¿En qué estaban pensando?

**** ****

—Todos los canales de comunicación están cerrados —me dice Ray, sombrío—. Lo he
intentado, pero estamos completamente aislados del mundo. Necesitamos algún hacker
de los buenos para poder hacerlo.

El rostro de Seth se ensombrece.

—¿No crees que esto ha sido a propósito? Para impedirnos...

—No. —Me apoyo en la puerta—. No quieren que nadie pida ayuda a las manadas
aliadas. No hasta que Denziel haya cimentado su control sobre la manada.
—¿Y ahora qué? —Ray me estudia—. ¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos o nos vamos?

Buena pregunta.

—No puedo irme sin asistir a la ceremonia de apareamiento. —Noto cómo me giran
los engranajes en la cabeza—. Tal vez pueda convencer a Zara de irse.

Si la abandono a su suerte en esta manada, el espíritu de Nessie nunca me lo


perdonará.

—Quizá debería ir a hablar con Denziel —murmuro—. A ver si puedo averiguar qué
le pasa por la cabeza.

—Hazlo. —Me mira Seth—. Pero no me gusta esta situación, Jason. Creo que cuanto
antes salgamos de aquí, mejor.

No se lo niego.

Si no fuera por Zara, ni siquiera me quedaría para la ceremonia de apareamiento de


mañana.

—Quedaos dentro —les advierto a mis dos amigos—. Aunque Denziel no sea hostil
hacia nosotros, ahora mismo no me fío mucho de él. Y manteneos en guardia. Nos
quedaremos todos en la misma habitación.

Abro la puerta de nuestros aposentos y me asomo.

Es bastante tarde, así que, como sospechaba, no hay nadie en la guarida a estas
horas. En silencio, me dirijo al despacho del alfa. Todavía me cuesta digerir la crueldad
que el padre de Nessie infligió a su mejor amiga. En este momento, Zara está
funcionando en modo de supervivencia, pero el trauma de ver cómo le arrebataban a sus
seres queridos de una forma tan despiadada nunca desaparecerá.

Estoy delante de la puerta y a punto de levantar la mano para llamar cuando oigo
voces en el interior, pero es el nombre de Zara lo que me hace quedarme inmóvil.

No me muevo de mi sitio y, a medida que las palabras llegan a mis oídos, un horror
frío me invade, junto con el asco. Si todo esto es cierto, el destino que le espera a Zara
es más cruel que cualquier cosa que ella pudiera haber imaginado.
CAPÍTULO 3

Zara

Mis dedos están tensos mientras tiro de la tela de mi vestido.

Algo va mal, puedo sentirlo.

La ceremonia de apareamiento dará comienzo en media hora y Jason no ha


aparecido. Se supone que va a llevarme hasta el altar. Se suponía que iba a estar aquí
esta mañana para decirme lo que respondió su alfa. Pero no ha habido señales de él.

Ni siquiera puedo pedirle a nadie que vaya a echarle un vistazo. Ninguna hembra
podrá acercarse a él y no me atrevo a preguntar a los guardias, que vigilan mi puerta en
este momento.

—¿Zara?

Observo a Marie en el espejo mientras me arregla el pelo.

—¿Estás bien? —Niego con la cabeza y su mano me aprieta el hombro—. Todo va a


salir bien.

Sin embargo, puedo ver la incertidumbre en sus ojos.

—¿De verdad piensas eso? —Erin me quita las flores del velo que mi madre había
cosido con esmero meses atrás. Ahora tengo que deshacerme de ellas como castigo por
haberle contestado a Howard hace dos días. Tengo que entregarle cada flor para que las
queme delante de mí.

«Para que aprendas la lección», me había dicho mientras me acariciaba la cara,


pasando los dedos por los ojos que me había golpeado momentos antes. «Es por tu
propio bien».

Marie mira a Erin.

—No tiene elección.

—Se va a casar con el asesino de sus padres. —La voz de Erin suena vacía—. Estoy
segura de que preferiría la muerte antes que eso. Me tiembla el corazón. Erin levanta la
vista y veo cómo se le tensa la mandíbula ante mi evidente desdicha y baja la cabeza,
murmurando—: Lo siento.

—No pasa nada.

Veo que se mete dos de las flores en el bolsillo y, cuando me mira, le dirijo una
mirada de agradecimiento.

—Le diré que algunas se rasgaron.

Incluso después de todo lo que han pasado las hembras de esta manada, aún queda
algo de bondad en sus corazones.

Con los ojos aún clavados en las flores y con un dolor tal en el corazón que siento
que me va reventar, pregunto por fin:
—¿Alguien ha visto a Jason?

Marie niega con la cabeza.

—Intenté entrar en la sala común para comprobarlo, pero me echaron fuera. ¿Te ha
dicho algo?

—Todavía nada. —Los dedos se me clavan en el vestido, ansiosos—. Dijo que hablaría
con su Alfa, pero eso es todo.

—¿Qué sentido tendría? —pregunta Erin abatida y con voz queda—. ¿Qué puede
hacer su alfa? ¿Puede traer de vuelta a todos los que hemos perdido? ¿Puede arreglar
todo esto?

Cierro los ojos ante su dolor y susurro con voz suave:

—No, pero tienes que saber que esto no va a terminar. Sólo irá a peor. Nos han
aislado hasta el punto de que no podemos luchar desde dentro. Necesitamos ayuda
externa para tomar el control o abandonar esta manada.

Erin no dice nada, pero la mirada apagada de sus ojos me parte aún más el corazón.
Sé que en algún lugar dentro de ella todavía queda una chispa, sólo que aún no la ha
encontrado.

Marie retrocede.

—Deberíamos irnos. ¿Has terminado, Erin?


Ésta asiente en silencio y, cuando observo mi velo sin las flores que mi madre había
cosido con tanto cariño, siento como si algo me hubiera atravesado el corazón. ¿Cómo se
supone que voy a hacer esto? Pasar el resto de mi vida con Howard. Dejar que sus
manos, manchadas con la sangre de mis padres, me toquen.

Me quedo ahí de pie, temblando y mirando el velo. Una oleada de desesperanza y


dolor me abruma cuando Erin me envuelve con sus brazos.

—No pienses en ello por ahora —murmura.

Cierro los ojos mientras las lágrimas me resbalan por las mejillas, la pena tan grande
que siento me oprime la garganta. Sus palabras no son más que un consuelo vacío, pero
dejo que calen hondo.

Me siento aún más sola cuando por fin se van. Puedo sentir la infelicidad de mi lobo
dentro de mí. Todavía está en silencio, pero puedo sentir la tensión dentro de nosotros
dos.

Mis pensamientos vuelven al hombre por el que tantos riesgos había corrido al
invitarlo, con la esperanza de que acabara siendo nuestra salvación. Pero Jason parece
haber decidido que esto no tiene nada que ver con él. Tenía la esperanza, en lo más
profundo de mi ser, de que tal vez se decidiera a ayudarnos, a correr este riesgo, aunque
sólo fuera por el vínculo de Nessie conmigo, pero puede que me estuviese engañando a
mí misma. Después de todo, ¿por qué iba a importarle lo mucho que Nessie y yo nos
queríamos? Nessie ya no está. Hace años que se fue.

Tal vez haya pasado página.

Desvío la vista hacia el reloj de pared y se me forma un nudo en la garganta.

Debería huir.
No puedo hacerlo.

No puedo...

La puerta se abre de golpe y los ojos se me abren de par en par. Tardo un segundo
en darme cuenta de lo que está pasando.

—¿Dónde estabas? —siseo cuando Jason irrumpe en la habitación, con su esmoquin y


el pelo repeinado hacia atrás. Parece agitado.

—Denziel me hizo llamar esta mañana. Llevo intentando localizarle desde anoche.
Tenemos que hablar.

La expresión de su cara hace que salten las alarmas en mi cabeza, pero tan sólo he
dado un paso hacia él cuando su cabeza se gira hacia la puerta y oigo el ruido de unos
pasos que se acercan a nosotros.

—Jason...

Su tono es de apremio cuando me corta:

—¿Confías en mí?

Es una pregunta extraña y me encuentro titubeando.

—¡Zara! —Cubre la distancia entre nosotros conforme los pasos se acercan—.


¡¿Confías en mí?! —Asiento con la cabeza rápidamente—. Pues pase lo que pase,
recuérdalo. ¡Tienes que confiar en mí!
Oigo que se gira el pomo de la puerta, Jason se escabulle inmediatamente a un
rincón a una distancia respetable y es todo sonrisas justo cuando entra Howard. Este
último está sonriendo, pero hay algo diferente en él. Su sonrisa tiene algo que no
encaja, no coincide con la extraña expresión de sus ojos.

—Pensé que te encontraría aquí. —Howard mira en dirección a Jason.

—Sí. —Jason se arregla el chaleco—. Acabo de estar con Denziel. Se ofreció a


prestarme un traje.

Veo que el hombro de Howard se relaja físicamente y entrecierro los ojos. Aquí hay
gato encerrado.

—De todos modos —Howard me mira—, sólo he venido a decirte que la ceremonia
está a punto de empezar, así que date prisa.

Mi mandíbula se tensa y la ansiedad crece en mí. Me limito a asentir.

Howard se marcha dejando las puertas abiertas. Hace un gesto con la cabeza a los
dos guardias que claramente le habían estado siguiendo y se colocan frente a mi puerta.

—Jason. —Le miro, pero él niega con la cabeza discretamente.

—Hasta las paredes tienen oídos. Sólo tienes que confiar en mí —habla en voz baja.

Para él es fácil decirlo.


Sin embargo, nos hemos quedado sin tiempo, y él me tiende la mano con expresión
sombría.

—Vamos.

Siento frío en todo el cuerpo cuando engancha la mano en mi codo. Siento que voy
arrastrando los pies mientras salimos de la guarida hacia el claro donde tendrá lugar la
ceremonia. El acre sabor del miedo en la boca hace que el corazón me lata demasiado
rápido.

—Respira —murmura Jason, mirando al frente, sin apenas mover la boca.

Suelto un suspiro tembloroso. A pesar de lo mucho que intento concentrarme en por


qué hago esto en vez de huir por patas, hay momentos en los que mi situación me
golpea de verdad: esta impotencia paralizante, esta carga sobre mis hombros y esta
soledad descarnada. Ahora mismo es uno de esos momentos.

Ojalá pudiera decir que culpo a Denziel de todo esto, pero la verdad es que culpo
más a Howard. Utilizó nuestro vínculo contra mí. Disfrutó atormentándome con retazos
de información sobre cómo torturaron a mis padres. Se deleitó con mi agonía impotente
cuando asesinó a mis padres.

Mi odio hacia él es algo que crece y hierve a fuego lento. Mi lobo reclama su sangre,
a pesar de que es nuestro compañero. El trauma por el que hemos pasado no es poca
cosa e incluso ahora tengo que reprimirlo en algún lugar profundo de mi interior. No
quiero que Howard vea cómo me vengo abajo.

Puedo ver en sus ojos el deseo de hacerme caer por fin, pero nunca le daré esa
satisfacción.

—Prepárate —dice Jason en voz baja y tensa cuando por fin nos acercamos a la gente
allí reunida. Recorro el mar de rostros con la mirada y veo el vacío en los ojos de las
mujeres. Pero bajo ese vacío, veo preocupación y miedo. ¿Y en la mirada de los machos?
Veo triunfo. No en todas las caras, pero sí en la mayoría. Están disfrutando, deleitándose
con la sumisión de las hembras. Se han vuelto tan hambrientos de poder, que han
olvidado que estas hembras incluyen a sus propias madres, hermanas y compañeras. La
furia me invade, pero ahora no es el momento.

Howard está de pie junto al altar, pero su mirada no se encuentra con la mía. Al
acercarme a él, veo algo extraño. Tiene una expresión preocupada, veo una extraña
reticencia en su mirada.

Jason me aprieta el brazo con suavidad y yo trago saliva. Se aleja de mí y, de


repente, siento la piel fría y húmeda. Me tiemblan las piernas mientras camino hacia
Howard.

«Asesino». «Monstruo», grito dentro de mi cabeza, pero ni un sonido sale de mi


boca.

Llego al altar y la ceremonia da comienzo. Las palabras apenas penetran en la


espesa niebla que hay en mi cabeza y la tensión crece en mi interior. Me sudan las
manos mientras el oficiante pronuncia las palabras vinculantes.

En un momento dado, se vuelve hacia Howard, que aún no me ha mirado ni una sola
vez.

—¿Juras tomar a Zara White como tu pareja bajo las leyes de nuestro pueblo?

Howard tensa la mandíbula y yo abandono esa extraña niebla mía cuando el silencio
se prolonga y él sigue sin responder.

—¿Howard? —El oficiante murmura su nombre.


Miro a mi futuro compañero con una extraña sensación de temor.

—¿Howard? —Le miro fijamente.

¿En qué anda ahora? Cuando se produce un revuelo entre los invitados, por fin
levanta la cabeza. Su rostro está tenso cuando me mira a los ojos.

—No.

¿No?

Le miro fijamente, mi mente no comprende la palabra. Incluso el oficiante parece


sorprendido.

—¿Qué estás diciendo, Howard?

—No te quiero como compañera —la voz de Howard es clara y tiene la mandíbula
apretada—. Te rechazo.

Una fría ira comienza a gestarse en mi interior, incluso cuando el alivio llena mis
pulmones. Todo lo que hizo, asesinar a mis padres, torturarme, ¿fue para esto? ¡¿Por
qué no me mató junto con mis padres?!

Mis garras salen disparadas y alzo la mano para arrancarle los ojos. Sin embargo, un
dolor punzante me llena el pecho y mi lobo aúlla de agonía.

¡Será cabrón!
Miro fijamente a Howard mientras las lágrimas de dolor me colman los ojos. Él
retrocede tambaleándose y agarrándose el pecho. Ha roto el vínculo que nos unía.

La agonía es un desgarro implacable en mi interior, mi lobo enloquece de dolor. Sin


embargo, si pensaba que esto era malo, cuando veo que se endereza y me mira
atentamente, la sensación de desgarro empeora. Es como si me destrozaran las
entrañas y no puedo hacer otra cosa más que gemir, ni siquiera gritar.

Me está cargando con todo su sufrimiento.

Un dolor abrasador invade mi mente, el cerebro se me revuelve. Caigo de rodillas,


retorciéndome, mientras él me observa. El odio en mi corazón es despiadado, pero no
puedo hacer nada al respecto. Ni siquiera creo que sobreviva a esto.

Veo unos zapatos que se acercan a mí y la cara de Denziel cada vez más cerca.

«Confía en mí».

—¡Jason! —El grito es arrancado de mi garganta, es un grito desesperado. Antes de


que pueda siquiera parpadear, ya está a mi lado, dándome la vuelta para mirarle.

—¡Atrás, Jason! —ruge Denziel.

Pero Jason me agarra de la mandíbula, obligándome a mirarle.

—¿Quieres que me vaya?

Niego con la cabeza, incapaz de hablar. Algo va mal.


Incluso bajo este manto de agonía, puedo intuir que algo más está pasando por su
cara tensa y la furia de Denziel. Veo a Howard acercarse a Jason con las manos peludas,
pero Jason le agarra la muñeca con una mano y se la retuerce, rompiéndosela con un
movimiento limpio, y obligándole a retroceder.

—¿Confías en mí? —La voz de Jason es seria.

Asiento rápidamente, tratando de pensar más allá del dolor.

—¡Jason! —grita Denziel, corriendo hacia adelante, pero los compañeros de Jason le
impiden el paso.

—Conozco las reglas. Tienes que elegir una pareja ahora o ser apareada con quien
elija el alfa. Eso, si es que sobrevives a esto —Jason habla con rapidez.

Tiene razón. Ay, Dios, ¡tiene razón!

Mi lobo grita, echa espuma e intenta escapar, pero el de Jason es más dominante que
el mío. Es capaz de reprimir mi irreflexivo deseo de cambiar de forma sujetándome a él.
El corazón me late con fuerza y necesito el consuelo de mi animal, pero no puedo
acceder a él.

—Zara. —Jason me obliga a mirarle—. Concéntrate en mí. Puedo ayudarte, pero


tienes que confiar en mí para esto.

—¡C-confío! —Las palabras salen a la fuerza de mi boca, incluso hablar es un acto


doloroso.
Puedo oír pasos que se apresuran hacia nosotros. Estoy asustada y muerta de miedo.
Necesito aliviar este dolor.

Y, entonces, le oigo preguntar en voz alta.

—¿Estás dispuesta a aparearte conmigo?


CAPÍTULO 4

Zara

Las palabras de Jason hacen que un silencio caiga sobre los invitados y, de repente,
oigo a Denziel rugir algo, pero no puedo pensar con claridad.

¿Aparearme con Jason?

Es algo que nunca me planteé, pero ahora mismo puedo sentir la tensión en mi
corazón por el dolor del vínculo roto. No disminuye. Un poco más y mi corazón podría
simplemente detenerse. Ya se me está oscureciendo la vista. Howard, ese hijo de puta
llorón, me hizo esto a propósito. Quería que muriera de agonía. Quería que me rompiera
delante de él.

Bueno, pues no le daré esa satisfacción.

—S-Sí.

—Más alto —susurra Jason—. Todos ellos tienen que oírlo.

Me hace falta cada pizca de fuerza dentro de mí para decir:

—¡Sí!

—¡No puedes hacer esto! —aúlla Howard, agarrando a Jason por el hombro y tirando
de él hacia atrás mientras escupe saliva por la boca—. ¡Ella no es tuya!
Denziel empuja a los dos compañeros de Jason y corre hacia adelante.

—¡Esto es asunto de la manada, Jason! ¡No puedes aparearte con Zara! Como alfa,
¡seré yo quien elija un compañero para ella!

Pero Jason no se inmuta.

—¿No dicen las nuevas normas que, si se rompe un apareamiento, la hembra tiene
un cierto plazo para elegir a su propia pareja?

La cara de Denziel está blanca como una sábana y veo que lanza una mirada ansiosa
por encima del hombro al resto de la manada.

—B-bueno, sí, pero....

—Ella me ha elegido. No veo qué problema hay.

—Está sufriendo —dice Denziel, con dureza—. No está en condiciones de tomar una
decisión en este momento. La llevaré a la enfermería y una vez que se haya
recuperado...

—Su ritmo cardíaco es demasiado lento. —Jason se para frente a mí con postura
defensora—. Y, visto que Howard está bien, probablemente sea porque está canalizando
todas las represalias de la ruptura del vínculo hacia ella.

Denziel le lanza una mirada fría a Howard, pero enseguida se vuelve hacia Jason.
—Soy su Alfa. Yo cuidaré de ella. Decidiremos lo que hay que hacer más tarde.

—Ella ha consentido aceptar mi marca de apareamiento. —Jason se niega a dar su


brazo a torcer—. ¿Por qué intentas alargar su sufrimiento si yo puedo terminarlo ahora
mismo? Tú fuiste quien estableció estas nuevas reglas. ¿Por qué las cambias?

Se producen murmullos de inquietud entre la multitud. Denziel parece nervioso


mientras echa una mirada por encima del hombro.

—Jason, ¿por qué haces esto? —Su voz es baja y tensa.

—Nessie querría que salvara a su amiga —asegura con decisión—. Y no estoy


rompiendo ninguna ley con esto.

La cabeza se me calienta y siento que la sangre me retumba en los oídos.

—¡Te digo que no puedes! —ruge Denziel, pero es demasiado tarde.

Jason se da la vuelta, tira de mí por la nuca y me muerde en esa zona en la que mi


cuello se junta con mi hombro. Experimento una sensación dolorosa cuando sus dientes
se hunden y siento que mi lobo se aleja de este extraño vínculo. Pero un vínculo de
apareamiento es muy preciso y mi lobo no tiene más remedio que aceptarlo.

Siento que el dolor empieza a desaparecer y me quedo inmóvil en los brazos de


Jason.

—¡¿Qué has hecho?! —gruñe Denziel, pero cuando da un paso hacia nosotros
amenazadoramente, no sólo los dos compañeros de Jason le bloquean el paso con
postura intimidatoria, sino que todas las hembras presentes empiezan a levantar la voz.
—¡Era tu propia regla!

—¡Ha salvado a Zara!

—¡La habrías dejado morir!

—¡No ha hecho nada malo!

Ante tanta indignación, Denziel no tiene más remedio que echarse atrás, pero
Howard no ve ninguna razón para hacer lo mismo.

—¡Zorra! —Prácticamente está echando espuma por la boca, con una expresión de
locura en su mirada—. Tenías esto planeado, ¿verdad? Lo invitaste para esto. ¡Te voy a
dar una puta lección que nunca olvidarás! Te azotaré hasta que...

—¿Qué dices que vas a hacerle a mi compañera? —Jason le planta cara a Howard,
echándosele casi encima y con voz fría—. ¿Estás amenazando con hacerle daño a mi
compañera? ¡¿Es eso?!

Ahora Jason es medio metro más alto que Howard y claramente más fuerte, dada su
posición en su propia manada. Y Howard siempre ha sido un cobarde. Mientras lucho
por ponerme de pie, Howard parece furioso.

—Me estaba poniendo los cuernos...

—Jamás te ha puesto los cuernos —dice Jason sin piedad—. Tú eres el cobarde al que
le faltan cojones, que abandonó a su compañera durante la ceremonia de apareamiento
e intentó matarla canalizando todo su dolor hacia ella. Ni siquiera eres digno de ser
llamado hombre.

Howard aprieta los labios.

—Ni siquiera sabes....

—No me importa —le corta Jason—. Lo que sí sé es que Zara se estaba muriendo y
yo la he salvado. Y ahora, voy a llevar a mi compañera a su habitación para que se
recupere del calvario que le has hecho pasar.

Se da la vuelta y Howard gruñe:

—¡No es tuya! ¡No la toques!

—Parece que una muñeca rota no es suficiente para enseñarte una lección. —Jason
le enseña los dientes con un gruñido—. A lo mejor debería romperte el cuello...

—Jason —interrumpe Denziel, ahora más calmado. Cuando me pongo en pie, siento
un mal presentimiento en el estómago al ver su mirada astuta.

—Howard no se equivoca —continúa él, mirándome—. Te permití venir hasta aquí


porque eras la pareja predestinada de mi hija. Pero has creado el caos en esta manada.
Me gustaría mucho saber qué relación hay entre tú y Zara. La infidelidad es un delito
punible en esta manada, te hayas apareado con ella o no.

—No hay pruebas de que Zara y yo estuviéramos en contacto después de lo de


Nessie —dice Jason, bruscamente—. Y te habrías enterado si hubiera quedado con ella.
Denziel se calla con expresión tensa.

—Lo que he hecho está dentro de las reglas que has establecido, Denziel. —Jason le
sostiene la mirada—. A menos que estés insinuando que esas reglas no se aplican a ti.

Los murmullos airados procedentes de la multitud hacen sudar a Denziel la gota


gorda. No podía ser de otra forma, sólo consiguió someter a las hembras aislándolas.
Pero ahora mismo, están todas reunidas aquí y se están alborotando.

—Bien —escupe Denziel.

Jason no duda en acudir a mi lado. Llevo ya unos segundos de pie y, aunque el dolor
ha desaparecido, el fantasma del mismo aún perdura y me siento débil. Aún estoy
intentando asimilar lo sucedido mientras me guía hacia delante y pasamos junto a
Howard y Denziel. Levanto la cabeza y veo a una Marie pálida entre la multitud,
observándome. A su lado se encuentra Erin, y en sus ojos veo un gran alivio.

La gente depende de mí. Ahora no es el momento de descansar. Ahora es el


momento de elaborar rápidamente un plan. Porque Denziel no va a dejar esto correr.

*** ****

Para cuando Jason me lleva a mi habitación, estoy tambaleándome. Parte de ello es


una pantomima para asegurarme de que Denziel tiene la impresión de que me
encuentro demasiado débil en este momento. El resto es real. Me duele el cuerpo.

Espero estar a solas con Jason. Sin embargo, cuando entramos en la habitación, sus
compañeros no tardan en llegar y cerrar la puerta tras ellos.

Me hundo en el sofá con un gemido.


—Debería habérmelo esperado. Rata traicionera. —Jason guarda silencio y yo le miro
cuando recuerdo su advertencia de antes. Le miro fijamente y le hablo despacio—: Lo
sabías, ¿verdad?

—Lo descubrí anoche —admite—. Intenté llegar hasta ti, pero este lado de la guarida
estaba vigilado. Traté de ir en tu busca esta mañana, pero Denziel me acorraló.
Intentaba captarme a espaldas de mi alfa. Para cuando logré escapar, ya era demasiado
tarde.

Me froto la cara con las manos, trato de guardar en un cajón mi dolor y confusión y
centrarme en el presente.

—O sea, ¿estás diciendo que sabías que Howard me rechazaría durante la


ceremonia?

Jason vacila.

—Sí.

—¿Cómo? —Bajo las manos y lo clavo en el sitio con mi mirada—. ¿Cómo lo has
sabido?

—Le oí por casualidad —admite, metiéndose las manos en los bolsillos mientras sus
amigos le observan—. Denziel y él estaban hablándolo.

Se me corta la respiración.

—Espera, ¿qué? ¿Lo tenían planeado de antemano?


—No lo tengo tan claro —murmura Jason—. Me pareció que Howard no estaba muy
por la labor, pero Denziel estaba dispuesto a darle algo a cambio.

Parpadeo con rapidez.

—Perdóname, pero estoy un poco lenta. ¿Denziel no quería que me aparease con
Howard? ¿Por qué? Si me quería muerta junto con el resto de mi familia, ¿por qué no
hacerlo sin más preámbulos?

—Porque no te quiere muerta. —Jason me sostiene la mirada, la suya es seria—. Te


quiere para él.

—¿Perdón?

Se acerca a mí.

—Denziel quería que Howard te rechazara para poder reclamarte en su lugar.

Un lento horror comienza a recorrerme.

—¿Quieres decir que quería darme su marca de apareamiento?

—Eso es lo que oí. Tu compañero...

—Que ahora eres tú —le corto, tajante.


Jason hace una pausa, como si estuviera digiriendo mis palabras, y prosigue:

—Howard se mostró reacio al principio, pero Denziel le fue ofreciendo puestos cada
vez más poderosos dentro de la manada, por lo que pude entender.

—Pero si ya es su mano derecha —escupo, sin saber siquiera por qué me sorprende
la traición de Howard. Siempre había sido codicioso—. No sé qué le puede haber
ofrecido Denziel, pero fuera lo que fuera, debía de valer la pena. Sé cuánto disfrutaba
Howard humillándome, estaba gozando de lo lindo de este nuevo poder sobre mí. Debe
haber conseguido algo increíble a cambio para que esté dispuesto a renunciar a ello.

Todavía me hierve la sangre, pero tengo que centrarme en lo importante. Miro a


Jason.

—A caballo regalado no le mires el diente, supongo. Pero, cuando me preguntaste si


confiaba en ti, ¿quiere decir que tenías intención de darme la marca de apareamiento
tras oír esa conversación?

Jason parece tenso.

—No fue mi primera solución. Lo ideal hubiera sido decírtelo y sacarte de aquí, pero
como eso no funcionó, darte la marca de apareamiento fue lo único que se me ocurrió.

Le miro fijamente.

—¿En serio? ¿Tu segunda solución fue atarnos para toda la vida? ¿No se te ocurrió
nada más? ¿Ni una sola alternativa?

Jason me estudia.
—Tú estuviste de acuerdo con esto, Zara.

—Sí, bueno, me estaba muriendo. Habría aceptado cualquier cosa en ese momento
para que parara ese maldito dolor.

Se hace el silencio tras mi declaración.

—No estás satisfecha con.... —aventura Jason.

Me pongo en pie y me paseo de un lado a otro.

—Me has salvado la vida y te lo agradezco. —Me giro para mirarle, sin entender
cómo está tan tranquilo con todo esto—. ¡Pero nos has atado el uno al otro para toda la
vida, Jason! Ni siquiera nos conocemos. Y yo no... no quiero ninguna relación. Los
hombres son porquería para mí ahora mismo.

—No había otra manera. —Jason sacude la cabeza—. Y lo sabes. Me imaginé que yo
sería una opción mucho más preferible que cualquiera de los hombres que tienen las
manos machadas con la sangre de tu familia. Y de no haber intervenido yo, Denziel te
habría impuesto su marca. Ese era su plan desde el principio.

Le miro durante unos largos segundos antes de soltar un fuerte suspiro y volver a
hundirme en el sofá.

—Tienes razón. Sé que tienes razón, y te estoy agradecida, no creas que no. Pero es
que es mucho que procesar. ¿Por qué Denziel ha llegado tan lejos? ¿Por qué ha hecho
esto?
—A mí me parece que te lo estás tomando muy bien —señala uno de los compañeros
de Jason—. Me esperaba un ataque de histeria.

—Este es Seth —Jason me presenta al lobo de pelo castaño—. Y ese de ahí es Ray.

Ray sobresale con su pelo teñido de un verde brillante.

Me encuentro con la mirada de Seth y cuadro los hombros.

—Cuando estás en la posición en la que me encuentro yo, con gente que depende de
ti para que la protejas, no puedes permitirte el lujo de lamentar tu suerte. Ahora mismo,
todas las mujeres de esta manada cuentan conmigo para salir de esta situación. No
tengo tiempo para sentarme a desvariar por las motivaciones de Denziel.

—Tengo curiosidad por saber por qué. —Seth entrecierra los ojos.

—¿Por qué qué?

—Lo que quiere decir —interviene Ray, observándome con recelo— es que se
pregunta por qué todas las hembras dependen de ti.

—Porque Zara es la digna sucesora para ser la próximo alfa —murmura Jason
lentamente.

—No. —Le dirijo una mirada cortante—. Nunca ha habido una mujer alfa. Habría
sido mi hijo el que se habría preparado para convertirse en alfa mientras yo me limitaba
a actuar como su regente.
—Pero no tienes ningún hijo. Por tanto, ¿quién habría sido el legítimo alfa después
de tus padres y tu abuelo?

Aprieto la mandíbula, sin saber por qué Jason insiste en este tema.

—Quienquiera que hubiera sido mi pareja —admito lentamente—. Pero nuestro hijo
habría sido el verdadero alfa.

—¿De verdad funciona así? —pregunta Seth con recelo—. Creía que los alfas nacían
o se apoderaban de la posición.

—Es complicado. —Desvío la mirada, no estoy dispuesta a sumergirme en mi historia


familiar.

—Lo bastante complicado como para que Howard no se coscara de nada. Parece que
le falta alguna primavera —dice Jason con frialdad—. Pero existe la posibilidad de que
Denziel sí lo supiera y buscase que tú fueses su compañera para cimentar aún más su
posición.

Nunca se me había ocurrido tal cosa, pero ahora que lo oigo en labios de otro, noto
que se me revuelve el estómago.

—Si ese es el caso, no nos queda mucho tiempo. —El corazón se me acelera mientras
tomo conciencia de las implicaciones de lo que Jason está diciendo.

—¿Qué quieres decir?

El corazón se me desboca con fuerza mientras me pongo en pie y me apresuro hacia


los armarios en busca de algo. Esto no está bien. Esto no está nada bien. Si hemos
llegado a este punto, tengo que ser la primera en hacerme con esos libros, los libros de
la familia.

—¡Zara! —Jason me agarra con firmeza por el brazo, obligándome a mirarle—. ¿Qué
está pasando ahora?

Le miro fijamente a los ojos y le digo tono sombrío:

—¿Creías que al darme la marca de apareamiento se resolvían todos nuestros


problemas? —Cuando Jason se me queda mirando, continúo, sintiéndome frustrada—. Si
tu razonamiento es correcto, ni siquiera tú puedes interponerte en los planes de
Denziel. Lo único que tiene que hacer es matarte y yo seré una presa fácil. No va a dejar
que te vayas, Jason. Al menos, no con vida.
CAPÍTULO 5

Zara

—No se atrevería a...

—¡No me creo que seas así de ingenuo, Jason! —estallo—. Denziel ya no es el padre
de Nessie. Su hija se ha ido. Tú no le importas. Ahora mismo, lo único que eres es un
estorbo en su plan para hacerse con el control total y absoluto de esta manada.

Jason me mira con el ceño fruncido.

—Eso lo pillo. Pero si me pasa algo, desatará una guerra entre tu manada y la mía.
Ni siquiera Denziel sería tan imprudente. Todavía no ha conseguido tener a toda la
manada bajo su control, aún le quedan focos de resistencia aquí y allá.

Tiene razón, pero Jason no conoce a Denziel, o al menos no a la persona en la que se


ha convertido.

—A Denziel no le gusta perder —digo lentamente, poniéndome en pie—. Eso no le


importará en este momento. No le importará cómo sus acciones afecten a la manada.
Mientras consiga lo que quiere, le da igual; por eso es un alfa muy peligroso. Si estalla
una guerra, sacrificará a cualquiera, nadie estará a salvo. Ya ha matado a cerca del
treinta por ciento de nuestra manada, Jason, mujeres y niños incluidos. Y lo hizo sin
pestañear. Tú te has interpuesto en su camino y va a deshacerse de ti. Solo tiene que
conseguir que tu muerte parezca un accidente. Tu manada no sabe que me has dado la
marca de apareamiento ni cómo están por aquí las cosas, ¿verdad? Por lo tanto, no
tienen forma de saber que te asesinó con premeditación.

Jason me mira unos segundos antes de tomar la palabra.


—Sí que se te da bien lo de adelantarte a los acontecimientos, ¿eh?

—No me ha quedado más remedio.

Se hace un breve silencio en la habitación.

—¿Y ahora qué? ¿Nos vamos? —pregunta Seth.

—Bueno, ahora va a estar vigilándonos —murmuro—. Irse no va a ser así de fácil.


También van a intentar separarte de tus compañeros. Y si oponemos resistencia, tendrá
una excusa para matarte.

A Jason no parece preocuparle mucho la idea de una muerte inminente. Gira la


cabeza para mirar a sus compañeros.

—Tenemos que encontrar la forma de comunicarnos con Austin.

—Pero nuestros dispositivos no se conectan a ninguna red —dice Ray, tenso—. ¿Qué
quieres...?

—¿Tenéis dispositivos de comunicación? —empiezo yo.

—Pues claro —responde Jason—. Pero no captan ninguna señal y no podemos...

—Dadme uno —extiendo la mano. Siento que la sangre me zumba de la emoción—.


Puedo hacerlo funcionar.
Jason me mira con recelo antes de meterse la mano en el bolsillo interior de su traje
y sacar una pequeña pantalla. Se la cojo y empiezo a anular los controles de la red.

Una de las primeras cosas que había hecho Howard tras la rebelión había sido
despojarme de todos los dispositivos electrónicos que me permitieran comunicarme con
cualquiera dentro o fuera de la manada. Sabía que, si alguien podía causarle problemas,
esa era yo.

Tardo unos largos minutos en introducir código tras código, con cuidado de no hacer
saltar ninguna alarma. Mi vista se desplaza rápidamente por la pantalla mientras espero
a que se produzca la magia. No ha transcurrido ni un minuto cuando la conexión
cambia.

—Toma. —Le entrego el dispositivo a Jason con una sombría satisfacción—. Tienes
cinco minutos antes de que el sistema se revierta automáticamente al de nuestra
manada y se active una alarma. Antes de que pasen los cinco minutos, tienes que cortar
la llamada.

Austin Cross, el alfa de Jason, tiene una voz profunda que me hace alzar la vista
cuando saluda a Jason.

—Eh, bueno, resulta que tenemos un problema —comienza Jason.

—¿Que sería…?

—Que he acabado dándole a la novia mi marca de apareamiento.

Se hace un largo silencio al otro lado antes de que Austin suspire:

—¿Y por qué has hecho tal cosa?


—Es complicado —responde Jason. Me señalo la muñeca cuando me mira, no le
queda mucho más tiempo.

—Luca White está muerto y el padre de Nessie, Denziel, se ha apoderado de la


manada. Las cosas no pintan bien por aquí, Austin.

—¿Te están impidiendo que te marches? —Se deja oír un tinte peligroso en la voz de
Austin.

—Es posible que lo hagan. Denziel le ha echado el ojo a Zara y no creo que me deje
marchame con ella. En realidad, no creo que me deje marchame, punto.

—¿Necesitas ayuda?

—Vamos a tratar de largarnos. Mientras tanto, creo que sería prudente enviar a un
escuadrón hasta aquí. Tomaremos la ruta oeste, desde el lago...

—No —lo interrumpo bruscamente—. Nos iremos usando el transporte humano. Así
es más difícil rastrearnos o atacarnos.

Jason me mira con ojos entrecerrados, pero antes de que pueda decir nada, Austin
murmura:

—Es una decisión inteligente. Con el transporte humano, estarás aquí en dos días. Si
no tenemos noticias tuyas en tres días, prepararemos un ataque contra la manada de
River Stone.

Su voz es dura, y puedo oír la autoridad y el poder que supura de ella.


—Se nos acaba el tiempo —dice Seth rápidamente.

—Tres días, Jason —le recuerda su alfa, sombríamente—. Salid de ahí.

Agarro el aparato justo a tiempo y lo apago del todo.

—Por los pelos.

—¿Por qué no podemos irnos ahora mismo? —exige saber Seth.

—¿Por qué no abres la puerta y lo compruebas? —siseo—. Adelante.

Con el ceño fruncido, abre la puerta que da al pasillo y veo que se queda quieto justo
antes de cerrarla.

—Bueno, esto no pinta nada bien —murmura—. Hay guardias apostados en el pasillo.

Me levanto y cojo una pequeña mochila de detrás del sofá, metiendo los dos libros
que tengo que llevarme.

—En cualquier momento, nos separarán, sobre todo a vosotros dos. No os van a
matar de buenas a primeras, pero acabarán por hacerlo de todas todas.

—¿Cómo puedes saber todo eso? —pregunta Jason con voz dura. Me agarra del
brazo y me obliga a girarme para mirarle.
—¡Porque eso es lo que hacen! —les gruño—. Son unos cobardes y así es como
funcionan: separando y atacando.

Antes de que pueda replicar nada, la puerta se abre de golpe. Rápidamente, le


propino una patada a la mochila para mandarla detrás del sofá justo cuando entra
Howard.

—¡Pedazo de puta! ¡Eres una zorra mentirosa! —Veo su mirada enloquecida


conforme se acerca a mí.

—¡Cuidado con lo que dices! —Jason se planta delante de mí con actitud protectora.

—¡Apártate de mi camino! —Howard parece haber montado en cólera—. ¡Todo se ha


jodido por tu culpa! ¡Todo! ¡¿Por qué no te entra en la cabeza cuál es tu lugar?!

—¡He dicho que cuidado con lo que sueltas por esa puta boca! —Jason lo agarra por
el cuello y lo estrella contra la pared.

Contemplo fijamente la espalda de Jason, sorprendida por la intensidad de su


necesidad de protección. Aún no he asimilado que ahora es mi compañero, he enviado
esa información a un rincón de mi cerebro, pero ahora, mientras lo miro boquiabierta,
una vocecita dentro de mi cabeza me dice que en todo el año que llevo con Howard
jamás me ha defendido de nadie. Como yo ocupaba una posición tan alta en la manada,
no era extraño que algunos de los machos me criticaran o hicieran comentarios
degradantes. Por supuesto, la mayoría de esos machos participaron en la rebelión, así
que su forma de pensar tampoco sorprende a nadie.

Pero recuerdo haber oído algunos comentarios por el estilo de vez en cuando,
teniendo a Howard a mi lado, y cómo él se limitaba a reírse. A pesar de lo herida que me
sentía, nunca me defendió.
Pero Jason sí.

Ni siquiera me conoce muy bien y acaba de sacrificar todo su futuro para salvarme,
pero aun así está dispuesto a protegerme. A pesar de lo sombrío de la situación, el
corazón me da un vuelco y puedo sentir cómo mi lobo se incorpora y observa.

—Adelante —escupe Howard, casi con regocijo—. Intenta ponerme una mano
encima. ¡No sabes quién soy yo!

Siento que suena una alarma en mi cabeza e inmediatamente me interpongo entre


Howard y Jason, empujando a este último hacia atrás. A continuación, alzo la mano y le
doy un guantazo a Howard en toda la cara, dejando que mis garras le desgarren la piel.

Me gruñe, pero no me inmuto.

—No fui yo quien traicionó a su compañera. No eres digno de llamarte lobo, Howard.
No sé por qué el destino decidió atarme a un cobarde sin carácter y llorón como tú, pero
nunca he sido tan feliz de ser libre. La sola idea de pasar el resto de mi vida atada a algo
tan inútil como tú era lo más parecido a una sentencia de muerte.

Veo cómo su cara se pone roja de rabia.

—¡Ni siquiera estarías viva de no haber sido por mí! Deberías estar besándome los
pies ahora mismo. Te he salvado la vida.

—¿En serio? —respondo con tono áspero—. ¿O se me perdonó la vida sólo para que
tu alfa pudiera follarme?

Abre los ojos como platos y yo resoplo.


—¿Qué? ¿Te creías que podrías ocultarlo? Me estabas vendiendo a Denziel como si
fuera una propiedad. Eres patético, Howard. Se me revuelve el estómago solo con verte.

—Puta...

Baja la mano, pero le agarro la muñeca, lo tiro al suelo y le susurro:

—Que dejara que me pegaras antes no significa que no pueda impedírtelo. Ahora no
tienes ninguna autoridad sobre mí, Howard, porque, de acuerdo a tus normas de
mierda, el único que puede «castigarme» es mi compañero. Y tú no lo eres.

Veo cómo la comprensión se asienta en sus ojos de forma lenta y Jason aprovecha el
momento para tirar de mí hacia él.

—Largo —dice con calma—. No quiero que te relaciones con mi compañera. —


Cuando Howard abre la boca, Jason insiste—: Di una palabra soez más sobre mi
compañera y te arranco la lengua y te la meto por el culo.

Admiro de pasada su creatividad. Sin otra opción, Howard se marcha enfadado.

—Ay. —Me hundo de nuevo en el sofá—. Vamos a tener que pagar por esto.

—¿Tienes algún plan de huida? —Jason se gira para mirarme.

Le dedico una sonrisa tensa.


—Intento pensar en uno, pero mientras esos guardias estén vigilando la puerta, no
podremos movernos.

Pero tengo preocupaciones más acuciantes en la cabeza. Howard no va a dejar pasar


este insulto. Y su mezquina venganza podría fastidiarlo todo.

*** ***

Esperaba que Denziel se tomara un tiempo para dejar que la situación se enfriara,
pero cuando aparecen dos guardias con una citación suya, inmediatamente después de
la cena, me tenso.

Tanto Seth como Ray siguen aquí y Jason intercambia una mirada con ellos antes de
marcharse.

—No hagas ninguna estupidez —me murmura al pasar a mi lado.

Teniendo en cuenta la situación en la que nos encontramos, las estupideces están


garantizadas. Sin embargo, no han pasado ni cinco minutos cuando seis guardias entran
en la habitación.

—¿Y ahora qué? —digo, exasperada.

El jefe de los guardias, Timothy, me gruñe con desprecio.

—Estos dos se tienen que venir conmigo.

—¿Por qué? —Entrecierro los ojos.


—No es asunto tuyo —se burla—. ¿Por qué no te portas bien y te vas a sentar a un
rincón con la boca cerrada y las piernas abiertas?

Veo que Ray va a hacer algo, así que agarro el jarrón que tengo más cerca y se lo
tiro a Timothy a la cara. No consigue esquivarlo, se estrella contra su cabeza y se
rompe.

—¡Serás zorra! —Se lanza a por mí, pero le doy una patada en los huevos que lo deja
blanco y se desploma.

—Estoy de mala hostia —anuncio, cogiendo otro jarrón y haciendo malabares con él
—. Al próximo que me falte al respeto, le corto las pelotas.

Se hace un gran silencio tras mi amenaza y entonces uno de los guardias, Brett, se
adelanta, con voz tensa:

—Nos acaban de dar la orden de escoltar a estos dos a sus habitaciones. No te


interesa armar follón, Zara. Ya sabes cómo reaccionará Denziel.

Miro fijamente a Brett antes de apretar los labios. Brett es un oportunista. Siempre
lo ha sido. Cambió de bando inmediatamente cuando se dio cuenta de lo que estaba
pasando. Aparto la vista de él. No puedo dejarme llevar demasiado y darles la
oportunidad de meterme en la prisión subterránea. Y si intento evitar que se lleven a
Seth y a Ray, así terminará la cosa.

—Zara —murmura Ray, pero niego con la cabeza.

—Marchaos. No os preocupéis por mí, pero tened cuidado.


Los guardias se van con Ray y Seth, con Timothy cojeando detrás de ellos tras
lanzarme una mirada cargada de odio.

En cuando la puerta se cierra tras ellos, me hundo en el suelo. Cierro los ojos e
intento que el miedo no pueda conmigo. En este momento, me veo sobrepasada. Salir de
aquí va a ser una pesadilla. Ni siquiera había sido una opción antes, pero si Denziel está
decidido a convertirme en su compañera, entonces eso le dará mucho más control sobre
mí a efectos prácticos.

Tengo que abandonar este lugar, sólo entonces podré pensar en una forma de salvar
a mi pueblo de este infierno. Es posible que, si me voy con Jason, pueda convencer a su
alfa para que me ayude. No hay más opción aparte de esa.

El corazón me late con fuerza mientras entierro la cabeza entre las manos.

¡Tiene que haber una manera!

No sé cuánto tiempo pasa, pero cuando llaman a la puerta, levanto la vista.

—¿Quién es?

Si fuese alguno de los rebeldes, irrumpirían sin llamar.

La puerta se abre y aparecen Marie y Erin con una bandeja de comida. Al olerla, me
ruge el estómago. No he comido nada desde la mañana.

—¿Estás bien? —Marie se apresura a llegar a mí y deja la bandeja a un lado.


Me envuelve en un abrazo y yo lo acepto, dejando que su calor se filtre en mí. Erin
me estudia de pies a cabeza.

—¿De verdad estás bien?

—Mejor Jason que Denziel, ¿verdad? —Sonrío débilmente.

Tarda un momento en comprender el significado de mis palabras y entonces el


asombro y la ira le nublan la vista.

—¡Menudo viejo verde cabrón! Tiene edad para ser tu padre —gruñe Marie.

—Tengo que salir de aquí, Marie —le confieso—. No puedo ayudar a nadie estando
aquí.

—Deberías estar más preocupada por tu nuevo compañero y sus amigos —comenta
Erin—. Denziel está armándolo todo para que vayan directos a la trampa. Va a tenderles
una emboscada.

Aunque me lo esperaba, el saberlo me golpea como un puñetazo en las tripas. Suelto


un suspiro tembloroso. Tengo que creer que Jason y sus amigos pueden arreglárselas
solos.

—Cuando dices emboscada, ¿de cuánta gente estamos hablando? —Miro a Marie.

—La cosa no pinta bien para ellos, Zara —admite ella—. Por eso estamos aquí.

—¿De qué hablas? —Tengo un mal presentimiento en la boca del estómago.


Erin cierra la puerta con pestillo en silencio y coge la bandeja de comida. La acerca
a donde me encuentro sentada y la destapa.

—Marie y yo hemos charlado un rato con las chicas que se encargan de preparar el
banquete nupcial.

Levanta el filete para revelar un pequeño paquete de polvos. Se me abren los ojos de
par en par.

—No.

—Sí. —La sonrisa de Erin es fría cuando coge el paquete y lo agita delante de mí—.
Nosotras hemos hecho nuestra parte.

Marie me coge las manos.

—Ahora te toca a ti ir a hacer la tuya —me dice en tono sombrío.


CAPÍTULO 6

Jason

No sé a dónde vamos, pero tengo claro que no es al despacho de Denziel.

Cuando mis padres descubrieron que Nessie era mi compañera predestinada, pasé
muchos veranos en esta manada, dentro de esta guarida, con la niña de ojos brillantes y
sonrientes de la que estaba locamente enamorado. Podría recorrerme esta guarida con
los ojos cerrados.

Y sé que hacia donde vamos no es donde va a estar Denziel.

Cada guarida tiene una entrada trasera, una vía de evacuación de emergencia en
caso de ataque. Los dos guardias me acompañan hacia ella, y lo sé. No soy idiota.

Me están llevando a una especie de emboscada.

Mi lobo ya se encuentra agitado de por sí, no quiere dejar atrás a nuestra


compañera, pero tengo que confiar en Zara. Es inteligente e ingeniosa. Tengo que
seguirles la corriente por ahora para acabar con lo que sea que me esté esperando.

Efectivamente, me conducen a una pequeña bodega subterránea que parece más


bien una bodega de vinos polvorienta. Nos dirigimos hacia el fondo, donde resulta
evidente que han movido una estantería de madera, si nos guiamos por las marcas en el
suelo de cemento. Y las marcas son recientes.

Así que eso es lo que Denziel estaba tramando mientras yo estaba con Zara después
de la ceremonia.
Uno de los guardias empuja una palanca casi invisible bajo esta penosa iluminación y
una parte de la pared cede, revelando una cueva.

—Camina —me dice bruscamente, a lo que yo le sonrío con frialdad.

—Con mucho gusto.

La puerta se cierra detrás de nosotros y mi lobo está listo. Un solo paso en falso y
derramaré su sangre. Pero no así. Denziel sabe quién soy. Después de todo, su
predecesor lo sabía. No enviaría a dos soldados de infantería a matarme.

La cueva se abre a una parte del bosque en la que no he estado y, a medida que
avanzamos por un sendero sin señalizar, un hedor nauseabundo casi me provoca
arcadas.

¿Qué mier...?

Mis pensamientos se dispersan cuando reconozco el hedor: muerte, decadencia y


descomposición.

—Ya hemos llegado. —Sonríe uno de los guardias.

Adonde «hemos llegado» resulta ser una enorme fosa a unos pocos pasos de mí. Doy
un paso adelante y un horror frío me invade.

Hay cuerpos. Montones y montones de cuerpos en estado de descomposición grave.


Uno de los guardias se ríe.

—¿Asustado? Deberías estarlo. Esto es lo que les pasa a los que nos desobedecen.

El estómago se me retuerce de agonía al ver el tamaño de algunos de esos cuerpos.


Una parte de mi mente me había protegido de lo que Zara había revelado, pero ver las
pruebas ante mí hace que una rabia helada se acumule en mi interior.

Me doy la vuelta para mirar a los dos hombres.

—¿Desobedeceros a vosotros? No. —Mi voz es heladora—. Aquellos que hieren a los
miembros más débiles de una manada o usan métodos turbios para derramar sangre,
son cobardes. Vosotros y vuestro alfa sois unos cobardes.

Uno de los soldados gruñe.

—¿Quién coño te crees que eres?

Cuando intenta avanzar, el otro le detiene con una mano en el pecho y un gruñido.

—Pronto se unirá a ellos.

Permanezco en silencio, pero oigo el susurro de los árboles cercanos. Para ser una
noche sin viento, hay mucho movimiento.

Cuatro hombres descienden de los árboles. ¿Sólo cuatro? pienso para mis adentros,
ligeramente sorprendido. Cuando otros cuatro salen por el otro extremo, sonrío
sombrío.
Todos vienen hacia mí a la vez, sin amenazas ni palabras, nada más que un ataque
rápido y mortal. Sé que me superan en número, pero eso no significa que vaya a caer
fácilmente.

Contra tantos atacantes, es mejor luchar en forma humana. Me mantengo firme


contra ellos, cambiando solo la mano para poder cortar gargantas. Consigo derribar a
dos de los machos antes de que el doble de hombres caiga sobre mí.

No usan las garras, sino armas afiladas. Es interesante, ya que los cambiaformas
apenas luchan con armas y prefieren usar sus habilidades. Un cuchillo me roza la mejilla
y le doy una patada en el cuello al cabrón que lo sujeta, lanzándolo contra el árbol. Me
alejo de sus compañeros y estoy a punto de destriparlo cuando un par de garras se
clavan en mi espalda, hundiéndose profundamente y haciéndome aullar de rabia y dolor.

Me doy la vuelta sólo para encontrarme cara a cara con un Howard burlón.

Antes de que pueda matarlo, tres de los machos me agarran, empujándome hacia el
suelo con una fuerza contra la que no puedo resistirme tan fácilmente.

—Voy a matarte. —Howard me enseña los dientes—. ¡Y una vez que Denziel haya
terminado con esa zorrita, la mataré a ella también! ¿Cómo se atreve a traicionarme?
¿Cree que alguien tan insignificante como ella puede traicionarme? No vale ni para
lamerme la suela del zapato. —Posee una mirada desquiciada mientras escupe—:
¡Debería haberla obligado a presenciar cómo torturaba a sus padres! Pero ahora, voy
a...

Oigo el fuerte golpe antes de que Howard pierda la expresión y se le queden los ojos
en blanco. Cuando se desploma en el suelo, cayendo de bruces sobre el barro húmedo,
Zara emerge de detrás de él, con un pesado ladrillo en la mano y el rostro pálido.

—Hacía tiempo que quería hacer eso —murmura.


Los tres soldados que me sujetan se ponen tensos al verla.

—Bueno. —Sonríe, enseñando los dientes—. ¿Así que a esto es a lo que Denziel ha
reducido la fuerza de élite de mi abuelo? ¿Esto es su pequeño escuadrón de asesinos?

Con la atención de los soldados centrada en ella, aprovecho para levantar la cabeza
y arrancarle la garganta al soldado que tengo más cerca. Mientras gorgotea sangre y
cae al suelo, Zara se abalanza sobre uno de los soldados y yo lucho contra el otro.

A diferencia de mí, no tiene problemas en seguir sus movimientos. Es casi como si


supiera qué esperar. Aunque mi estilo de lucha no sea tan sofisticado, soy rápido y mis
golpes mortales. El estilo de Zara es más limpio. Derrama menos sangre, pero es
extremadamente eficiente. Le arranco la cabeza a mi oponente sólo para darme la
vuelta y ver cómo ella le rompe el cuello al suyo.

—¿Cómo que escuadrón de élite? —exijo saber mientras me limpio la sangre uno de
los lobos muertos de la ropa. No me responde. Está de pie al borde de la fosa, mirando
hacia abajo—. ¿Zara?

Cuando me acerco a ella, veo con qué fuerza aprieta los puños. Los ojos le brillan
con lágrimas no derramadas y, sin embargo, no deja escapar ni una.

—Toda mi familia está ahí abajo —susurra con voz ronca y el dolor patente en ella es
algo despiadado—. Él los deshonró, deshonró sus cuerpos. Les negó un entierro
apropiado. Les negó todo. —Cuando me mira, veo a una mujer que guarda en su interior
un terrible dolor y, a pesar de ello, sus ojos son fieros—. Un día, volveré aquí y enterraré
a todos y cada uno de los míos. Volveré a por ellos.

Puede que no seamos cercanos y que esta mujer sea una extraña para mí después de
todos estos años, pero me acerco a ella y la envuelvo en mis brazos, sabiendo que no
puedo ofrecerle consuelo.
—Sí. Yo te ayudaré.

Sigo esperando que llore, pero no lo hace. Nos quedamos así unos segundos antes de
que ella se aparte y diga bruscamente:

—Van a venir más soldados del escuadrón hasta aquí. Tenemos que irnos.

Se aleja de mí y coge una pequeña mochila, antes de vacilar ante el cuerpo


inconsciente de Howard. Se agacha y coge el ladrillo con una mirada de odio en los ojos.

—Más vale terminar el trabajo.

Pero antes de que pueda moverse, oigo gritos a lo lejos y la agarro.

—Ve a un lugar seguro. Tengo que ir a por Seth y Ray.

—No. No tenemos tiempo.

—No voy a dejar atrás a mis hombres —La miro con dureza.

—No están en la guarida —me dice Zara rápidamente—. Están...

—¡Corred! —Se oye un rugido familiar y echo un vistazo por encima del hombro para
ver a Seth y a Ray corriendo hacia nosotros. No dudo al ver la sangre que los cubre, y
tanto Zara como yo nos transformamos al mismo tiempo. Ella agarra la mochila con la
boca y empieza a correr por el bosque.
Va un paso por delante de mí, segura de por dónde pisa.

No he visto su forma de lobo en mucho tiempo. La última vez que estuvimos juntos
como lobos, aún estaba creciendo. Ahora, su pelaje es de un liso tono castaño con una
gota de blanco al final de la cola.

Mi lobo admira su forma, admira a nuestra nueva compañera. Aunque la parte


humana de mí no está demasiado centrada en ella, al animal le gusta y la encuentra
digna.

Nos persiguen, pero Zara nos conduce por un intrincado camino, zigzagueando y
frenando a nuestros perseguidores. Oigo los aullidos detrás de nosotros, son unos
aullidos furiosos.

En algún momento, gira bruscamente a la derecha y oigo el estruendo del agua.

Entramos en un pequeño claro y, al ver la cascada, estoy seguro de que su intención


es que avancemos río abajo para perder a los soldados. Sin embargo, se lanza
directamente a la cascada, atravesando la fuerte presión del agua. Sin más remedio que
seguirla, hacemos lo mismo, sólo para saltar directamente a una cueva diminuta y
estrecha.

—No conocen la existencia de esta cueva —oigo decir a Zara, sólo para darme la
vuelta y verla desnuda mientras rebusca en la mochila. Gruño cuando Seth y Ray
empiezan a girarse.

A Zara no parece importarle, se mueve de forma enérgica y metódica. Saca una


camisa larga que le llega hasta las rodillas y se la pone antes de sacar un pequeño
dispositivo de su bolso. Se acerca a nosotros y yo vuelvo a transformarme, lanzando a
los otros dos una mirada de advertencia. No quiero que ella los vea tal y como Dios los
trajo al mundo.
—Bien, he reprogramado este mapa en línea que nos muestra el bosque. Hay un
pueblo a 320 km de aquí. Nos llevará tres horas llegar incluso si echamos a correr.
Tengo algo de dinero. Debería ser suficiente para pagar cuatro billetes de autobús a
Arrow Brooke.

—¿Y este pueblo? —Señalo uno que parece mucho más cercano a nosotros.

—Será el primer lugar en que Denziel nos buscará —responde Zara, sombríamente
—. Y comerciamos mucho con ellos, así que seguro que me reconocen. Este otro pueblo
está en la dirección opuesta. Hay menos posibilidades de cruzarnos con los soldados.

La estudio.

Sé que Luca había estado entrenando a Zara para que se hiciera cargo de una de las
divisiones de soldados de la manada, pero que nunca había estado interesada en ese
puesto. Nessie acostumbraba a hablar de su amiga con bastante frecuencia. A Zara le
gustaban más los ordenadores. Nunca supe qué pasó con su entrenamiento después de
marcharme. Pero viendo lo hábil que es con un ordenador, es probable que persiguiera
su pasión. Eso no significa que Luca dejara de entrenarla. Habla como lo hace un alfa,
trazando estrategias, concentrada a pesar de su propio dolor.

No me queda más remedio que admirarla. Ajena a los pensamientos que se agolpan
en mi cabeza, Zara levanta la vista.

—Ahora mismo se dirigen al pueblo. Tenemos cinco minutos.

—¿Y si nos pillan o nos cruzamos con alguien? —la agarro por la muñeca.

Ella me sonríe fríamente.


—Eso no ocurrirá. No estando aquí fuera. Vámonos.

Se quita la camisa, sin importarle cómo se está desnudando ante tres hombres, y
vuelve a cambiar de formar. Coge la mochila y cruza la cascada.

Intercambio una mirada con Seth y Ray, que sueltan pequeños quejidos. Sin
embargo, ella conoce este terreno mejor que nosotros, así que no nos queda más
remedio que seguirla.

*** **

Como lobos cambiaformas, apenas utilizamos el transporte humano, ya que nos


resulta restrictivo. Sin embargo, Zara parece imperturbable mientras pilla nuestros
billetes y damos comienzo al viaje. Sin embargo, a pesar de está segura de que no nos
seguirán, cambiamos de autobús de vez en cuando. Podría haberle dicho que es
innecesario, ya que no huelo a ningún otro lobo aparte de nosotros en las paradas, pero
es muy precavida.

Para cuando llegamos a la estación de Arrow Brooke, el cansancio resulta evidente


en sus ojos y, aunque lo disimula bien, puedo sentir la tensión dentro de ella.

—¿Y ahora hacia dónde? —pregunta Zara, cansada—. Pensé que tendríais un comité
de bienvenida esperándoos.

A pesar de su agotamiento, su tono sarcástico sigue dejándose ver de vez en cuando.


El olor me llega antes que esa voz profunda.

—El comité está justo aquí.


Me doy la vuelta y veo a Austin de pie con Lexi, otro de los tenientes mayores. Zara
se encuentra con la mirada de Austin.

—Y tú debes de ser la nieta de Luca —se adelanta Austin, ofreciéndole la mano.

Zara se la sacude y, aunque puedo sentir la preocupación y las dudas que la asolan,
su expresión es tranquila y firme.

—Correcto.

—Siento lo ocurrido —murmura mi alfa.

—Sí.

Austin me mira entonces.

—Has puesto todo patas arriba. Denziel ha contactado conmigo antes que tú.

—¿Qué? —empieza Zara y siento un parpadeo de miedo procedente de ella.

—Me llamó —murmura Austin, analizando a Zara—. Se presentó como el nuevo alfa y
me aseguró que habías secuestrado a una de sus hembras y matado a algunos de sus
hombres.

—Entonces, ¿está reclamando una deuda de sangre? —Me pongo rígido.


—Ah, no, todo lo contrario —dice Austin con tono sombrío—. Quiere que ambos
regreséis y os convirtáis en miembros funcionales de su manada.
CAPÍTULO 7

Zara

—Déjame adivinar. —Enseño los dientes—. ¿Espera que Jason corte completamente
los lazos con tu manada?

—Eso es lo que dijo. —Austin me mira. Con su pelo castaño oscuro, sus ojos ámbar y
ese aire frío suyo, el alfa de la manada de lobos de Stone Creek es una figura
aterradora. Me sentiría intimidada si no me hubiera criado junto a alfas de gran fuerza.

—Entonces te va a matar. —Observo a Jason—. Has puesto en entredicho su


autoridad y ahora que eres mi compañero, cualquier posible hijo que podamos tener
será el siguiente en la línea para suceder al alfa.

—Sí —Austin me observa con su mirada penetrante—. Tu manada es conocida por


practicar la extraña costumbre de no elegir a los nacidos alfa para liderar la manada.

No me sorprende que ignore el funcionamiento interno de nuestra manada. Nuestra


manada ha ocultado bien nuestro secreto.

—No es que no los elijamos —digo, en voz baja—. Es que no hay alfas de nacimiento
dentro de nuestra manada. Todos nuestros alfas han venido de una misma familia.

Al ver la expresión en los ojos de Austin, mi tono se vuelve frío.

—Si tienes dudas sobre si abusamos de nuestra posición, puedes comprobar todos
los registros existentes. Los alfas de la manada de River Stone han recibido
entrenamiento y siempre han sido justos en sus tratos y decisiones. Nuestra manada ha
estado entre las más avanzadas de este lado del mundo.
Austin me dedica una pequeña sonrisa.

—Bueno, eso no puedo refutarlo. En cuanto a Denziel, le he dicho que veré qué
tenéis que decir vosotros dos sobre el asunto. ¿Por qué no me lo cuentas por el camino?

La sangre me late en los oídos cuando nos montamos en el jeep y Seth y Ray se
suben al otro.

A medida que atravesamos el pueblo, me doy cuenta de que los rumores sobre este
lugar eran ciertos. Veo muy pocos humanos. Arrow Brooke es conocido por tener una
comunidad principalmente de Otros. Los humanos que viven aquí no saben quiénes son
sus vecinos o son lo bastante listos como para no meterse donde no les llaman.

Al adentrarnos en el bosque, los jeeps siguen un sendero sin señalizar. En nuestra


manada, como no vivimos tan cerca de ciudades humanas, no tenemos un garaje cerca
de la guarida. Hay uno alrededor del segundo límite de nuestro territorio donde se
guardan todos los coches y jeeps.

Jason está poniendo a Austin al corriente de todo lo ocurrido y cuando menciona el


escuadrón de élite, me mira.

—Te pregunté por ellos. ¿Desde cuándo una manada de lobos tiene un escuadrón
especial? Ni siquiera cambiaron de forma una sola vez.

—Eso es porque no pueden —revelo. En este punto, el escuadrón de élite se ha visto


comprometido y ya no es una de nuestras mayores bazas—. El escuadrón de élite está
formado por aquellos lobos que no tienen la capacidad de cambiar. Puede ser debido a
defectos de nacimiento, un trauma o lo que sea. Normalmente, las manadas sacrifican a
estos lobos. Sin embargo, durante generaciones, los alfas de mi manada los han acogido
y les han dado un hogar, un lugar donde sentirse integrados, y los han entrenado. Son la
última línea de defensa de la manada y su lealtad está únicamente con el alfa. O, al
menos, eso es lo que creíamos. No sé cómo Denziel consiguió que se volvieran contra mi
abuelo, pero eso hizo.

Hay momentos de esa noche que nada quiero más que olvidar.

—¿Y qué hay de Howard? —me pregunta Austin.

Aprieto los labios en una firme línea.

—No sé cómo Howard se ha visto envuelto en todo esto. Siempre ha sido un vago y
ha querido alcanzar el éxito a costa de los demás. Mi madre lo consentía desde que
éramos niños. Si sufría, ella era la primera en consolarlo. Mi padre no hizo menos por él.
Se lo enseñó todo.

Me quedo en silencio, evocando recuerdos que ahora están mancillados para


siempre. ¿Cómo se supone que voy a recordar a mis padres cuando casi todos los
recuerdos que tengo de ellos implican a Howard?

—Los padres de Howard murieron un año después de que él naciera. Eran


arquitectos y les contrataron para un proyecto en la ciudad. El edificio se derrumbó
sobre ellos. Mis padres estuvieron muy presentes en la vida de Howard.

Y, sin embargo, no derramó ni una lágrima de remordimiento mientras sostenía sus


cabezas decapitadas delante de mí, agarrándolas por el pelo. Pensarlo me revuelve las
entrañas. No puedo deshacerme de ese recuerdo. Por mucho que lo intente, no puedo
olvidarlo.

Hijo de puta frío e insensible.

Siento la mano de Jason en mi espalda.


—¿Estás bien?

—No —digo, escuetamente—. Él... Howard tiene un ego importante. Siempre lo tuvo.
Se matriculó en la misma carrera que yo, seguro de que sería mejor. No pudo soportar
el hecho de que no sólo fui mejor que él en la universidad, sino que acabé siendo su
supervisora en el trabajo. Quería que yo fuera menos que él, algo que no entendí del
todo hasta después de que pasara todo. Si cediéramos a las demandas de Denziel, lo
primero que haría cuando volvamos sería matar a Jason.

Encuentro la mirada de Austin en el espejo retrovisor.

—No te confundas. La única razón por la que dejé atrás a toda mi manada es para
quitarle a Denziel lo único que necesita ahora mismo para establecer el control total de
la manada. Mi manada aún me necesita.

Austin no se inmuta.

—Ya que elegiste venir con Jason hasta aquí, eres bienvenida a quedarte, Zara. Sin
embargo, no voy a arriesgar a mi propia manada iniciando una guerra con Denziel.

Mi mandíbula se tensa.

—Mi misión no ha cambiado.

—River Stone Pack ya no es tu responsabilidad —dice Austin con gravedad—. Tienes


que entenderlo. —Como no digo nada, malinterpreta mi silencio y me asegura con
amabilidad—: Sé que quieres ayudar a tu gente, pero hay momentos en la vida en los
que tienes que aceptar que no tienes poder para hacer algo. No puedes esperar de mí
que arriesgue las vidas y la seguridad de todos los miembros de mi manada para
ayudarte.
Su respuesta es despiadada y comprensible. Pero eso no significa que vaya a
rendirme. Tiene que haber algo que pueda usar en contra de Austin para obligarle a
ayudarme. Puede que sea manipulador de mi parte, pero hay gente que cuenta conmigo,
que se está muriendo en vida. Como no se trata de la manada de Austin, no le importa.
Pero es mi manada, mi gente. Y me necesitan.

*** ***

Está oscuro cuando por fin llegamos a nuestro destino.

El garaje donde está aparcado el jeep es grande y da directamente a la guarida.


Detecto muchos problemas de seguridad, pero mantengo la boca cerrada.

—Austin —comienza Jason—. Sobre la vivienda...

—Ya he arreglado algo. Seguidme.

Primero pasa por su despacho a recoger un juego de llaves.

—Vosotros dos quedaos aquí —les dice a Seth y Ray, que inmediatamente se
desploman en el sofá, relajados.

Nos hace un gesto a Jason y a mí para que le sigamos.

Cada guarida se construye de forma diferente, pero hay algunas cosas que siguen
siendo lo estándar. Las guaridas se dividen en diferentes espacios: el espacio de vida
familiar, donde la mayoría de las familias y parejas tienen sus propios cuartos
personales con diferentes habitaciones. Luego están las zonas para solteros, parecidas a
estudios. Los soldados tienen un espacio vital separado. Y la sala común, la cocina y
otros espacios similares son de uso común para la manada. Pasamos por la zona de los
niños. Las guaridas son increíblemente vastas y están construidas bajo tierra,
impenetrables.

Nos conduce a lo que parecen los aposentos de una pareja.

—Alguien vendrá a darte algo de ropa —me informa Austin—. Jason, he trasladado
aquí todas tus cosas.

Veo que Jason levanta la cabeza como un resorte y me siento igual de incómoda.
Aunque sabía que ahora era mi compañero, el hecho o la idea de lo que significaba todo
esto no se me había quedado del todo grabada. Ahora me parece demasiado real. Y por
la mirada de Jason, él también empieza a darse cuenta.

Austin nos mira del uno al otro.

—Estoy seguro de que tenéis muchas cosas de las que hablar, pero por ahora, tengo
que pedirte prestado a Jason. Espero que te parezca bien, Zara. Soy consciente de que
este es un lugar nuevo para ti, pero como compañera de Jason, la manada será más que
acogedora.

—Seguro. —Le dedico una sonrisa tensa.

Lo que quiere decir no se me escapa.

He perdido mi propia identidad y poder. Quienquiera que sea ahora, en esta manada,
sólo se debe a mi vínculo con Jason. No aparto la mirada del alfa. No seré subyugada ni
bajaré la voz. Mi propósito nunca cambiará.
Jason asiente con la cabeza en mi dirección antes de salir tras Austin.

Espero unos instantes antes de abrir la puerta en silencio y encontrar el camino de


vuelta al despacho de Austin. Como es bastante tarde, no hay nadie por los alrededores,
así que tengo la suerte de no encontrarme con nadie que haga saltar las alarmas.

La puerta del despacho está abierta y me mantengo a una distancia razonable para
que mi olor no les llegué.

—...analista? ¿Zara?

Esa es la voz de Jason y suena sorprendido.

Austin es el siguiente en hablar.

—Es una de las mejores del país. El gobierno intentó contratarla al acabar la
universidad, pero ella rechazó la oferta. Como todos los cambiaformas que trabajan para
sus manadas, se registró como autónoma. Aunque ha estado trabajando con el gobierno
en proyectos a pequeña escala.

Tras las palabras de Austin se hace un silencio y entrecierro los ojos. ¿Cómo ha
encontrado tanta información sobre mí? Mis proyectos con el gobierno son alto secreto.
Sólo mi abuelo estaba al tanto de ellos.

—O sea que es lista —concluye Seth—. ¿Cuál es el problema? Jason también es listo.
Hizo algo de informática en la universidad. Y yo también.

Ahora interviene otra voz, es una mujer con un tono ronco.


—Zara White hace que vosotros dos parezcáis unos bufones incultos. Es un genio,
Seth.

—Seline tiene razón. —La voz profunda de Austin llega a mis oídos—. Durante años,
he intentado robarme a Zara, pero Luca se negaba a permitírmelo. Le ofrecí una
estrecha alianza, pero era extremadamente protector con su nieta. Ahora, aunque
desearía que las circunstancias de su llegada aquí fueran diferentes, Zara va a ser un
activo para esta manada.

—¿Qué vas a hacer con Denziel? —murmura Jason y siento que se me contrae el
pecho ante esta pregunta.

—No te preocupes por eso —dice Austin con claridad—. No vamos a entregarle a
Zara a ese hijo de puta. Aunque me hubiera contactado en busca de refugio, habría ido
en contra de Denziel para traerla aquí. —Después de un momento, suspira—. Luca era
un buen hombre. Y era un alfa aún mejor. Ella tiene su fuerza, lo veo en sus ojos. No va
a ponernos las cosas fáciles.

—Quiere ayudar a su manada. —La mujer, cuyo nombre he descubierto que es


Seline, suena enfadada—. Son su familia...

—¡Y lo entiendo! —responde Austin, tenso—. Pero no sabemos a qué nos


enfrentamos con este nuevo cambio de liderazgo. Denziel no es de los que siguen las
reglas. No puedo arriesgar vidas cuando ni siquiera conocemos al enemigo. Apenas nos
hemos recuperado de una pelea. Hemos perdido gente. Meternos en una guerra que ni
siquiera es nuestra queda totalmente descartado. Zara es ahora un miembro de nuestra
manada y, por duro que suene, va a tener que aprender a vivir con ello.

La ira me arde en las entrañas mientras permanezco en la parte más oscura del
pasillo.

Joder, qué fácil es hablar cuando no es tu manada ni tu familia la que está sufriendo.
Las manos se me cierran en puños, pero tengo que reprimirme y concentrarme en lo
que tengo a mi disposición. Austin me considera un activo indispensable. Puedo
aprovecharme de eso. Tengo que hacerlo.

Esta gente no tiene ni idea de lo desesperadas que están las cosas para esas
mujeres. No las abandonaré. Pase lo que pase.

Cuando el tema de conversación cambia, me apresuro a volver. Y justo a tiempo para


entrar, cerrar la puerta y volver a abrirla a una mujer de ojos verdes y un largo pelo
castaño recogido en una trenza. Se sobresalta cuando abro la puerta al primer golpe.

—E-eh, tú debes de ser Zara. —Está pálida como si le hubiese dado un susto de
muerte—. S-soy T-Thea.

Me tiende la mano y capto su olor.

Es una pantera.

¿Qué hace una pantera aquí en una manada de lobos?

Pero hay otro olor envolviéndola, uno que reconozco. Pertenece a Lexion, el macho
que había aparecido con Austin. Al moverse, su blusa suelta se agita contra un vientre
redondeado y me doy cuenta de que está embarazada.

Guiada por los instintos, mi voz es suave cuando respondo.

—Sí. Y tú eres la compañera de Lexion, supongo.

Le doy la mano y me doy cuenta de lo delgada que está. Ella me sonríe tímidamente.
—Sí.

—¿De cuántos meses estas? —Le sonrío, viendo cómo se relaja cuando soy amable.

—De unos seis. —Su mano va a parar a su estómago—. He oído que Jason y tú os
habéis...

—¿Apareado? Sí. —Se me hace raro cada vez que tengo que decirlo.

—Felicidades.

Me sonríe como una futura madre orgullosa, antes de que sus ojos se abran de par
en par.

—¡Oh! —Agachándose a un lado, coge una caja—. Lexi me dijo que necesitarías algo
de ropa. He puesto también algunos artículos de aseo, unos vaqueros de diferentes
tallas y algunas blusas cómodas. Si no te quedan bien, avísame. Estoy en la habitación
306. —Sus mejillas se tiñen de un rojo intenso—. También he añadido unas cuantas velas
aromáticas, por si acaso.

Lo que insinúa no podría ser más evidente y, a pesar de la situación, no puedo evitar
sonreír. Es adorable.

—Gracias. —Acepto la caja—. Te lo agradezco.

Me dedica una sonrisa antes de que ésta tiemble.


—S-Sé que estás lejos de casa, pero aquí todo el mundo es muy amable. Así que, si
necesitas algo, sólo tienes que pedirlo.

—Gracias.

Observo cómo se marcha un momento más tarde y, cuando cierro la puerta, se me


cierran los ojos mientras me invade una oleada de nostalgia. Estoy lejos de casa. Aquí no
conozco a nadie. Hay muchas vidas que dependen de mí. Tengo un compañero. Pero aun
así, me siento muy sola.

Intento contener mis emociones, trago saliva y pongo la caja sobre la mesa auxiliar
del salón. Dentro hay un camisón con pinta de cómodo, algunas camisetas, blusas,
vaqueros y un pijama. Cojo el pijama, me dirijo al baño y me preparo para darme una
ducha caliente.

Cuando termino media hora después, veo a Jason sentado a la mesa y con semblante
serio.

—Has vuelto.

Me tomo un momento para estudiarlo detenidamente. Al igual que Howard, Jason


también tiene el pelo rubio y los ojos azules. Pero recuerdo que su pelo era negro
cuando éramos jóvenes. Me genera curiosidad, pero no tanta como para preguntarle al
respecto.

Es guapo de un modo convencional, serio y bien parecido. Nunca me cayó muy bien
cuando estaba con Nessie. Siempre fue demasiado protector y posesivo, y nunca quería
compartirla. Con ella era el perfecto caballero, pero recuerdo una vez en que me metió
arañas en la mochila para que llegara tarde a un picnic.

—Siéntate. —Jason señala la silla frente a él—. Tenemos que hablar.


CAPÍTULO 8

Zara

Me paso los dedos por el pelo húmedo antes de sentarme frente a él.

—¿Qué pasa?

Jason parece incómodo.

—Tenemos que hablar de lo que va a significar esta relación entre nosotros.

No dejo traslucir ninguna emoción mientras le observo.

—De acuerdo.

—Mira, voy a ser claro contigo. —Se echa hacia delante con una mirada fija. Puedo
ver una pizca de culpa tras sus ojos azules—. Sé que te di mi marca de apareamiento,
pero no podré darte lo que necesitas, Zara.

Encuentro su mirada.

—¿Y eso sería…?

—No te quiero y no creo que pueda quererte.


Los labios se me tuercen en una sonrisa.

—¡Au!

—Tienes que entender...

—Lo entiendo perfectamente. —Mi sonrisa se desvanece—. Nessie era tu compañera


predestinada. No quieres pasar página.

—No puedo pasar página —recalca Jason—. Una semana antes de que Nessie
muriera, me hizo prometerle que cuidaría de ti, que, si te pasaba algo, yo estaría ahí.
Entonces no cumplí esa promesa, y así es como he terminado cumpliéndola.

—Ya veo. —No estoy molesta. De hecho, en todo caso, estoy un tanto aliviada.

Él me estudia.

—¿No te molesta?

—Yo tampoco te quiero, Jason. —Le dedico una pequeña sonrisa—. Te respeto y no
puedo más que admirarte, ¿pero quererte? Después de todo lo que he pasado, no creo
que pueda amar a nadie. Me traicionó alguien a quien una vez quise, la persona que era
mi otra mitad. Nunca volveré a correr ese riesgo.

—Sientes algo por...


—No. —Ahora mi tono es frío—. Y no vuelvas a decirlo. No siento nada por Howard
más que asco y odio. Quiero acabar con su vida. Pero es cierto que me traicionó, que se
burló de mí y de nuestra relación. Nunca volveré a permitirle a alguien tener la
oportunidad de hacer tal cosa.

Jason guarda silencio.

—Lo comprendo, pero me gustaría señalar que si te dejas consumir por la


amargura...

—¿Amargura? —Suelto una pequeña carcajada—. ¿Crees que tengo tiempo para
dejarme consumir por la amargura, Jason? Porque no lo tengo. Ahora mismo tengo otras
prioridades y las emociones como la amargura sólo van a frenarme. Eso es algo que no
puedo permitirme, demasiada gente cuenta conmigo.

Veo que se pone tenso.

—Acerca de eso, Zara....

Me pongo en pie y hablo voz calmada sin apartar la mirada.

—Cuando sean tus seres queridos a los que torturan cada día, cuando veas cómo el
brillo se extingue de sus ojos y seas tú el que tiene que mirar a los ojos huecos de las
madres que han tenido que presenciar cómo ejecutaban a sus hijos pequeños delante de
ellas, tendrás derecho a opinar, Jason. —Jason aparta la mirada y siento desprecio—. Es
fácil decir que no es problema tuyo cuando no es tu gente la que está en juego. Pero ni
soy una cobarde ni me criaron para que ponga la otra mejilla. Haré lo que pueda por mi
pueblo, con o sin tu ayuda. Cueste lo que cueste.

Cuando no dice nada, cierro los ojos un momento.


—Ya duermo yo en el sofá....

—Quédate con la cama —murmura Jason—. Déjame a mí el sofá.

No voy a discutírselo, ya que estoy demasiado agotada y tengo unas ganas


tremendas de desplomarme en una cama blandita.

—Hablaremos por la mañana —murmuro antes de dirigirme al dormitorio y cerrar la


puerta tras de mí.

*** ****

Hace siglos que no duermo bien.

Tal vez sea la presencia del vínculo en mi interior lo que me tranquiliza, me hace
sentir protegida y me permite dormir sin una sola pesadilla.

Cuando me despierto, me encuentro en una habitación a oscuras. Miro al techo,


aturdida. No conozco este lugar.

Tardo un momento en recordarlo todo y, cuando lo hago, me cubro los ojos con el
brazo, apretando los labios. Pero las lágrimas llegan igualmente, calientes y cansadas,
cargadas de una pena que me parte el corazón.

Estoy a salvo, pero completamente sola en este mundo.

Incluso con un compañero, estoy sola.


Esta no es la vida que jamás pensé que llevaría: soy huérfana y me he apareado un
macho por lástima. Suspirando, ruedo sobre mi espalda y me seco los ojos. Como le dije
a Jason, no tengo tiempo para lamentarme.

Me pongo en pie y me aseo antes de cambiarme y salir. Jason ya no está en el sofá.


No me sorprende. Siendo el segundo al mando, debe ser madrugador. Me relajo al
echarle un vistazo al reloj de pared. Aparte de los soldados de guardia, dudo que haya
alguien despierto a las cinco de la mañana.

Atravieso la guarida despacio, intentando recordar el camino. Oigo los ecos de una
conversación en la sala común. El aire huele a café y huevos, y mi estómago gruñe. Pero
ahora no es el momento.

Salgo fuera y sigo recto hasta llegar a una pequeña masa de agua. Miró por encima
del hombro para asegurarme de que nadie me ha seguido, antes de inspeccionar el
bosque. Unos minutos más tarde, un pequeño lobo gris sale de entre los árboles y me
mira fijamente. Le devuelvo la mirada. Veo la duda en sus ojos, pero cuando le tiendo la
palma de la mano, se acerca tras un instante de vacilación. Dejo que me huela la mano y,
al cabo de un momento, le oigo gemir antes de lamerme la mano en señal de aceptación.

Sonrío.

Me agacho y le froto el pelaje con las manos. Una mirada a sus partes bajas me
confirma su sexo.

—Eres un chico guapo, ¿verdad que sí? —murmuro, en voz baja. Puedo sentir lo
complacido que está por el cumplido—. ¿Me haces un favor? —Le masajeo las orejas y
suelta un alegre rugido.

Me meto la mano en el bolsillo, saco una bolsita de tela cerrada con un cordel y se la
ato al cuello. La siguiente parte es fácil, es algo que he hecho toda mi vida. Le pongo la
mano en la cabeza y visualizo la cara de la persona a la que quiero que acuda el lobo. Se
queda quieto, obediente y meneando la cola; cuando acabo, me lame la cara antes de
darse la vuelta y volver corriendo al bosque.

Dejo escapar un suspiro inestable antes de ponerme en pie.

—Zara.

Al escuchar la voz de Austin me pongo tensa. Me doy la vuelta rápidamente, sólo


para ver cómo se acerca a mí. Siento que se me acelera el corazón. ¿Me ha visto con el
lobo?

Los lobos salvajes y los cambiaformas, a pesar de compartir rasgos similares, no se


llevan bien. Para los cambiaformas, los lobos son como cualquier otro animal salvaje. Si
a un cambiaformas lo ataca una manada de lobos salvajes, tiene que ser increíblemente
fuerte o inteligente para lograr escapar con vida.

Cuando Austin me alcanza, su rostro está tranquilo y sin ningún atisbo de curiosidad.

—Me sorprende verte levantada tan temprano —Me estudia con una mirada
penetrante.

—Soy madrugadora —respondo con un tono ambiguo.

Ambos nos estamos midiendo el uno al otro. Es habitual sentirse intimidado por los
alfas, pero ese no es mi caso. He crecido rodeada de hombres poderosos. Aunque Austin
es una fuerza de la naturaleza por derecho propio, hace falta algo más que su aura
dominante para hacerme dar un paso atrás.

—No debería haber llamado a Jason —murmura con los ojos fijos en mí, como si
estuviera estudiando mis reacciones—. Los primeros días del apareamiento requieren de
privacidad.

—El nuestro no es un apareamiento ordinario. —Sonrío, tensa—. Jason y yo aún


estamos conociéndonos. La última vez que nos vimos apenas habíamos entrado en la
adolescencia.

—Sí. —Austin vuelve la mirada hacia la dirección en la que había huido el lobo, y yo
me tenso—. Pero ahora, ya que él es el segundo al mando, tu posición como su
compañera en esta manada no va a ser menos poderosa. ¿Has pensado en lo que quieres
hacer aquí?

—¿Te refieres a cómo pretendo contribuir a tu manada? —Le enseño los dientes con
una sonrisa afilada.

Sus propios labios se curvan. Sé a dónde quiere ir a parar, no tengo un pelo de tonta.

—Se me dan bien los niños, igual podría darle una oportunidad. —Me encojo de
hombros, despreocupada—. O buscarme un trabajo en la ciudad.

Su cara de decepción me hace querer sonreír, pero me contengo. Sin embargo,


Austin está lejos de rendirse.

—He oído que tienes experiencia como analista de ciberseguridad.

—¿Ah, sí? —Me echo a andar y él me sigue el ritmo a mi lado.

Puedo sentir cómo su mirada se clava a un lado de mi cabeza, pero me hago la


desentendida.
—Supuestamente, se te da muy bien.

—Supuestamente. —Me encojo de hombros.

—¿Por qué no le echas un vistazo a nuestros sistemas? —sugiere Austin.

—Supongo que podría echarles un vistazo rápido —acepto—. No pierdo nada.

—Bien —suena complacido—. Jason te mostrará los alrededores después del


desayuno.

Sin decir nada más y con su misión claramente cumplida, se marcha. Sin embargo,
mientras contemplo cómo se aleja su figura, una sonrisa se dibuja en mis labios.

Ya les gustaría que se lo pusiera así de fácil.

*** ****

Me salto el desayuno. No estoy preparada para enfrentarme a tantos compañeros de


manada a la vez. Los lobos son criaturas entrometidas y no tengo intención de dejar que
me acribillen a preguntas. Jason parece haberlo previsto porque, cuando se presenta en
nuestra habitación, trae con él un bocadillo envuelto en film y un termo con café.

—Pensé que te gustaría.

—Gracias. —Le doy un mordisco al sándwich de jamón y lo saboreo. Después de un


par de bocados, le miro—. Me encontré con Austin.
—Eso he oído —Me mira atentamente.

—Se sentía mal por arrancarte de mi lado tan pronto después de nuestro
apareamiento. —Sorbo el café—. Yo estaba destrozada, por supuesto, pero lo disimulé
bien.

Sus labios se mueven ligeramente ante mi tono seco. Sin embargo, la seriedad
sustituye al relámpago de humor en sus ojos.

—Tenemos que hablar de algo.

—¿El qué?

—Esto no es un apareamiento normal —responde después de un momento—. Ambos


lo sabemos. —Tomo otro sorbo de café y espero a que continúe—. No tengo pensado que
esto derive en ningún tipo de relación, Zara.

Habla con tensión y yo me encuentro con su mirada.

—Vale, pero ten en cuenta que tampoco toleraré que me pongas los cuernos. —
Cuando entrecierra los ojos, alzo una mano—. Antes de que llegues a conclusiones
precipitadas, déjame aclarártelo. Ahora que estamos apareados, si entablas cualquier
relación física con alguien ajeno, se deteriora el vínculo. Deberías saberlo.

—Eso también se aplica a ti —responde Jason al cabo de un rato.

—Tomo nota. —Dejo que el silencio se prolongue antes de recordarle—: Aunque los
lobos necesitan cariño, claro.
—Bueno, ya que no vamos a anunciar a toda la manada cuál es la naturaleza de
nuestra relación, tendremos que recibir nuestra dosis de cariño el uno del otro cuando
estemos en público. —Jason se encoge de hombros.

—Por mí, bien.

Todo suena de lo más clínico, lo cual es irónico teniendo en cuenta lo profundamente


íntimos que son los apareamientos. El vínculo que compartimos también es
increíblemente débil, pero eso era de esperar; al fin y al cabo, no ha habido cortejo y
nuestro apareamiento tampoco se ha consumado.

Jason parece incómodo.

—Bueno, pues si eso es todo...

Me bebo lo que queda de café y dejo a un lado el termo vacío antes de coger los
restos del bocadillo.

—¿Por qué no me enseñas ahora cómo son los sistemas?

Jason no tiene motivos para negarse y, conforme me guía a través de la guarida, veo
varias miradas curiosas clavadas en mí, pero nadie se atreve a acercarse todavía. Le doy
un mordisco al bocadillo, fingiendo que no me molesta.

La central es una sala grande con varios ordenadores anticuados. Me estremezco al


ver los códigos que aparecen en la pantalla. Hay dos personas que se encargan de todo
y parecen bastante jóvenes.
—Ellos son Reggie y Hailey. —Me los presenta Jason—. Son los encargados de
gestionar nuestros requisitos de ciberseguridad. Ambos estudian informática.

«Eso explica ese código».

Mientras Jason me habla del sistema de seguridad de la manada, tomo asiento ante
uno de los ordenadores y lo compruebo todo. Enarco las cejas de vez en cuando, pero no
digo ni mu. Tardo una hora en escudriñar esta mierda de sistema que me da ganas de
vomitar. Quienquiera que haya puesto esto en marcha es un idiota.

Me distraigo al oír un golpe en la puerta y, al mirar a Jason, veo que me observa con
recelo.

—¿Qué? —Le miro fijamente.

Austin entra justo cuando Jason habla:

—Llevas una hora poniéndole caras a la pantalla.

—Así de mal está el tema, ¿eh? —Austin se mete las manos en los bolsillos,
estudiándome. Los ojos le brillan de satisfacción.

—Vuestros sistemas están anticuados, incluido el hardware. Necesitáis haceros con


lo último en software y, a juzgar por todo lo que he visto hasta ahora, hasta un
aficionado podría hackearos.

Austin parpadea.
—Pero tú puedes arreglarlo.

—Claro. —Me encojo de hombros, antes de mirar de reojo a los dos adolescentes en
la habitación.

Austin les hace un gesto con la cabeza y ambos se apresuran a salir, claramente
decepcionados por no haber sido incluidos en la conversación.

—Bueno, ¿puedes arreglar nuestro sistema de seguridad?

—Puedo. —Le estudio.

Austin intercambia una mirada con Jason antes de encontrarse con mi mirada.

—Estoy dispuesto a cederte el control de todo nuestro departamento de


ciberseguridad, Zara. Puedes formar y contratar a quien quieras. Sólo exijo
actualizaciones periódicas...

—No he dicho que lo vaya a hacer —le corto, con actitud de calma.

Tanto Jason como Austin se tensan, y el primero entrecierra los ojos.

—¿Qué quieres decir?

No les sonrío.
—Lo haré, pero sólo si negociáis conmigo.

Austin tarda un momento en entender por dónde van los tiros y se le muda la
expresión como si una nube negra se hubiese formado sobre su cara.

—Quieres negociar la seguridad de las hembras de tu manada.

Antes de que pueda decir nada, Jason gruñe:

—Joder, ¿cómo puedes ser tan desagradecida, Zara? Te salvé la vida y te traje aquí.
¿Y tienes el puto descaro de intentar ponerte a negociar con nosotros?
CAPÍTULO 9

Jason

—Jason —me advierte Austin y cierro el pico, mirando fijamente a la mujer que ahora
es mi compañera.

—No me hagas reír, Jason —habla con tono frío—. No actúes como si me hubieras
hecho un favor. Y en cuanto a ti —Zara centra la vista en Austin—, sé que querías
captarme para tu manada. Eres tú el que saca algo de esto, no yo. Como hembra de esta
manada, no tengo que hacer nada. No puedes obligarme a arreglar tus sistemas; de
hecho, podría dedicarme a embolsar compras en el supermercado. No me gusta que me
usen. ¿De verdad te pensabas que podías sacar partido de mis conocimientos mientras
me hacías sentir agradecida de que me permitáis tal cosa siquiera? Para ser un alfa al
que mi abuelo respetaba, ahora mismo no veo a un hombre al que yo que pueda
respetar.

La mandíbula de Austin se tensa, pero no niega nada.

—Lo entiendo. —La sonrisa que esboza es delgada—. Tu trabajo es proteger a tu


manada, no importa a qué precio. Y como tú, mi trabajo es proteger a mi manada...

—¡Esta es tu manada! —gruño—. Como mi co...

—¡No, no lo es! —replica con voz cortante y puedo ver a su lobo en su mirada cuando
se pone en pie de un salto para enfrentarse a mí—. Mi manada está sufriendo. Son mi
familia, mi gente y mi responsabilidad. Y no voy a esperar a que no queden más que sus
cadáveres para complacerte. No me hiciste ningún favor, Jason. No me diste esta marca
de apareamiento porque eres un buen samaritano, sino que me la diste para sentirte
bien contigo mismo, para evitar la culpa que sientes por cualquiera que sea la promesa
que Nessie te obligó a hacer.
Doy un paso atrás como si me acabara de asestar una bofetada. Sus palabras han
dado en el blanco.

—¡Te has apareado conmigo y, aunque puede que me rescataras de un mal destino,
me has atado a ti para toda la vida! No esperes que me arrastre a tus pies y te dé las
gracias por cualquier oportunidad que creas haberme concedido —escupe Zara con
dureza—. Si queréis mi ayuda, negociemos. Pero os equivoquéis, no tengo nada que
perder. Ya lo he perdido todo. Lo único que me queda es este valioso conjunto de
habilidades y, a juzgar por el estado en que se encuentra vuestra seguridad, las
necesitáis.

Quiero decir algo, pero no se me ocurre nada. Mi lobo ronronea con aprobación y
orgullo. Esta es mi compañera, esta mujer feroz con ojos centelleantes y una vena
protectora y kilométrica. Aunque eso no quita que me enfade. A pesar de que sé que no
se equivoca, que Austin quiere utilizarla y yo se lo permito, me molesta su sentido de la
lealtad hacia su antigua manada.

Austin permanece en silencio unos segundos más antes de tomar la palabra.

—¿Qué necesitas de nosotros?

Veo el momento en que los hombros de Zara se desploman del alivio. Le tiemblan las
manos y lo esconde cruzándose de brazos.

—La manada ya no tiene salvación, lo que quiero es un refugio seguro para las
hembras. Tráelas a esta manada o, si no puedes hacerlo, dales una forma de escapar. No
necesito ayuda económica, tengo dinero guardado. Sólo necesito una forma de que las
mujeres y los niños escapen ilesos.

Austin intercambia una mirada conmigo antes de responder al fin.

—Podemos apañárnoslas, pero no será fácil. Para empezar, quitando a Denziel, todas
las comunicaciones con y desde la manada de River Stone están cortadas. Si irrumpimos
allí ahora mismo, ¿asumirás la responsabilidad de cada soldado muerto de nuestra
manada? —Veo que Zara se tensa y Austin prosigue con voz fría—. Las vidas de los
miembros de tu manada no deberían construirse sobre la sangre de los míos. ¿O es eso
lo que sugieres? ¿Enviar a mi gente allí y hacer que los maten?

—No me refiero a eso. Podemos idear un plan para.... —protesta Zara.

—¿Cómo rescatas a alguien que ni siquiera sabe que van a rescatarlo? —contraataca
Austin—. Es un desastre asegurado. Antes incluso de empezar a intentar rescatar a
nadie, necesitamos estar compinchados con alguien de dentro. Si lo hacemos de
cualquier otra forma, la cosa terminará en un derramamiento de sangre, y lo sabes.

Zara lo estudia, cautelosa.

—Entonces, si consigo que puedas comunicarte con alguien de dentro de la guarida,


¿estarás dispuesto a ayudarnos?

Austin guarda silencio durante un largo instante.

—Sabía desde el principio que no te rendirías, no cuando hablamos de la seguridad


de tu manada. Es algo que admiro de ti. Tenía la esperanza de que te rindieras, pero
respeto que te niegues a hacerlo. Consigue compincharte con alguien de dentro, alguien
que te proporcione las listas de guardias, distribución y todo lo que nos pueda valer.
Tendrás que idear una forma de hackear las cámaras del territorio para que podamos
entrar y salir ilesos. A cambio, te aseguras de que nuestro sistema sea seguro. Quiero
que construyas un departamento completamente funcional.

Alcanzo a ver cómo Zara clava las uñas en lo alto del brazo cuando responde, firme:

—De acuerdo, entonces.


Austin se marcha y yo observo cómo toma asiento de nuevo con la cara pálida. Es
obvio que necesita estar un rato a solas, así que sigo a Austin. Sin embargo, me detengo
junto a la puerta y la miro.

—Sólo para que conste, Zara. —Ella me mira—. Esta también es tu manada.

*** ****

—Entonces, ¿de verdad estás dispuesto a ayudarla?

Austin levanta la vista de su escritorio.

—¿Te supone algún problema?

Me hundo en la silla frente a él.

—No. Es solo que… antes no parecías tan dispuesto.

Austin suspira.

—Y no lo estaba. Pero lo cierto es que Zara lo ha perdido todo. Si fuera una simple
venganza, sería más fácil pararle los pies, pero no es eso lo que busca. Lo que quiere es
salvar a las hembras de su manada y está dispuesta a llegar hasta donde haga falta. Es
mejor que la ayudemos a que haga algo que pueda jodernos a todos.

Me paso los dedos por el pelo.


—La he cagado, ¿verdad? No debería haberle dado la marca de apareamiento.

—No. —Mi alfa y amigo de la infancia niega con la cabeza—. Hiciste lo correcto,
Jason. La salvaste de un destino terrible. Si hubiera acabado apareándose con Denziel, o
incluso con su propio compañero predestinado, se habría vuelto loca. Es una mujer
fuerte, se nota, pero se las habrían arreglado para hundirla. —Austin se pone de pie con
una expresión pensativa en el rostro—. Zara va a ser un activo importante para esta
manada, Jason. Es protectora, inteligente y estratégica, incluso bajo presión. Actúa
como si fuera una alfa nata, aunque resulta evidente que su lobo no es dominante, sino
sumiso. Y, a pesar de eso, está dispuesta a arriesgarlo todo y a enfrentarse a mí. La
ayudaremos. Necesito darle una razón para que sea leal a nuestra manada.

—Te cae bien. —Le miro fijamente cuando me doy cuenta de la verdad de mis
palabras.

Austin sonríe.

—Te has buscado una compañera fuerte. Siempre pensé que, como la mayoría de las
mujeres con las que te acuestas son de carácter suave, ese era tu tipo, pero Zara es
buena para ti. Te equilibra.

Sus palabras hacen que apriete la mandíbula.

—Mira, Austin, respecto a lo que hice, el darle la marca… Zara tenía razón, lo hice
principalmente por razones egoístas. Tiene mi marca, pero ella y yo no vamos a... ya
sabes. —Hago un gesto grosero con las manos.

Austin se queda quieto, con los ojos entrecerrados en pequeñas rendijas.

—No, no lo sé. ¿Por qué no me lo explicas?


Aunque no tengo intención de revelar la naturaleza completamente platónica de
nuestra relación a la manada, Austin es mi alfa. No puedo ocultarle mi verdadera
relación con Zara.

—Nunca quise una compañera, Austin —digo, pesadamente—. Y Zara es consciente


de ello. Ella...

—Espera. —Austin levanta la mano con una expresión extraña en la cara—. ¿Estás
intentando decirme que Zara y tú sólo sois compañeros de nombre?

—Pues bueno, sí.

—¿Pero lleva tu marca?

—Sí.

—O sea que, ¿no querías una compañera pero has acabado teniendo una de todos
modos?

Me siento incómodo.

—¿Adónde quieres ir a parar?

—¿Encuentras a Zara poco atractiva?

—No es eso...
—¡Porque tiene que haber una buena explicación a por qué mi segundo al mando se
comporta como si su propia compañera fuera intocable!

Mi propia ira aumenta ante la creciente irritación de Austin.

—¡Yo ya tenía una compañera! ¡Y está muerta! Zara es sólo...

—Una persona que ya ha perdido demasiado en la vida, Jason. —Austin parece


descontento—. ¿Me estás diciendo que le has arrebatado su única oportunidad de
encontrar a alguien que llene ese agujero de pena y soledad que lleva dentro? ¿No la
quieres, así que la has condenado a una vida en la que puede que nunca nadie la quiera?

Una sensación de frío se despliega en mi interior cuando las palabras de Austin me


obligan a tomar conciencia de lo que he hecho.

—Yo no...

—Y los apareamientos no funcionan así, Jason —me corta Austin, implacable—. Una
vez que le das la marca a alguien, no puedes elegir qué partes de la relación quieres.
Apartarla sólo va a haceros daño a los dos.

—Zara tampoco me quiere.

Ahora Austin parece exasperado.

—Menudo par estáis hechos, ¿eh? Si creéis que esto va a funcionar, ya te adelanto
que no.
Discrepo en silencio. Si nuestros homólogos humanos se muestran de acuerdo, no
veo por qué no podemos ser civilizados y vivir como si fuéramos compañeros de piso.

—Ni siquiera vas a intentar darle una oportunidad...

—Mi corazón murió el día que lo hizo Nessie, Austin. —Me pongo en pie, inquieto—.
Reconozco que me he llevado mujeres a la cama, pero sólo a compañeras de manada
que entienden mi situación y no me han pedido más. No puedo entregarle mi corazón a
cualquiera. No funciona así.

Austin guarda silencio.

—Entiendo la pérdida, Jason.

—No lo entiendes —digo, fríamente—. Tú tienes a tu compañera y a tu hijo. Mi


corazón está vacío. Perder a Nessie me dejó un hueco que ninguna mujer ni todo el
alcohol del mundo han podido llenar. No recuerdo su voz ni su cara, Austin, pero
recuerdo cómo la sentía entre mis brazos. Recuerdo el amor que sentía por ella. Mi
destino es solitario, pero es mío. Y el vínculo que compartimos Zara y yo es débil.
Entiendo que metí la pata y que debería haber buscado una alternativa. No es justo para
ella verse atada a un hombre que no puede amarla. Pero ya está hecho y ella está
conforme.

Austin me estudia.

—Si eso es lo que sientes… Pero recuerda que, aunque Zara es una hembra
apareada, su olor no se ha mezclado con el tuyo y los machos de por aquí lo notarán.

Le dedico una sonrisa dura.


—No serían tan estúpidos.

Por suerte, Seth interrumpe nuestra conversación y aprovecho la ocasión para


escabullirme. Me dirijo hacia la sala común y veo una pequeña multitud de mujeres
congregadas. Y en el centro de éstas, se encuentra mi compañera.

Algunas de las hembras ya se han encargado de acorralar a Zara, que parece


incómoda, pero consigue manejar la presión con elegancia. Sonríe a algunas de las más
jóvenes, que le hacen todo tipo de preguntas.

—Señoras. —Me abalanzo yo, no quiero que Zara se sienta abrumada—. Si ya habéis
terminado, me gustaría que me devolvierais a mi compañera.

Se escuchan risas por doquier cuando deslizo el brazo alrededor de la cintura de


Zara de un modo familiar. Noto cómo se pone rígida antes de relajar el cuerpo.

—Por supuesto. —Se ríe Tammy, la curandera de la manada—. No dejéis que os


interrumpamos, tortolitos.

—¿Es verdad que robaste a la novia, Jason? —pregunta una de las chicas más
jóvenes, Sherry, con los ojos muy abiertos. Sherry está en esa edad en la que el
romanticismo encabeza su lista de prioridades.

—En cierto modo, sí. —Sonríe Zara antes de presionar los labios contra mi mejilla.

Es un beso casto, probablemente pensado para guardar las apariencias, pero el


lugar donde me ha besado se calienta y me hormiguea. Mi lobo ronronea ante la
muestra de afecto y lo obligo a contenerse.
—Venga. —Me abro paso entre la pequeña multitud—. Vamos a por algo de comer y
después hablamos de lo de tu nuevo departamento.

Zara se limita a coger un plato y un filete poco hecho de la pila enorme, añadiéndole
unas patatas de aspecto crujiente y mojándolas en salsa. Yo me cojo dos filetes y me
lleno otro plato con patatas, verduras salteadas y pillo una botella de agua para los dos.
La sala común está anexa a un comedor más grande con sillas y mesas, y Zara escoge
una de dos plazas.

—Necesito el currículum de todos los que sepan de informática. Voy a tener que
crear este departamento desde cero. Vuestros chicos van a necesitar formación y hacer
cursillos, y a algunos de los estudiantes más jóvenes se les podría incentivar a pasarse a
la carrera de seguridad cibernética.

—Ah. —Le lanzo una mirada de sorpresa—. Sí que te has puesto las pilas, sólo han
pasado un par de horas.

—Bueno, tenía que mantenerme ocupada con algo. —Se encoge de hombros

Lleva una camiseta roja de algodón de manga larga, que se le adhiere como una
segunda piel, y unos vaqueros. Es una ropa de diario normal para una mujer, no es nada
fuera de lo común, pero tal vez por la forma en que se comporta, sobresale entre la
multitud. Sus movimientos tienen una gracia y una fluidez muy atractivas.

No es que la encuentre atractiva.

Sintiéndome molesto conmigo mismo por adonde están derivando mis pensamientos,
le echo un vistazo a la mesa de la derecha y reparo en que algunos de los nuevos
reclutas están mirando a Zara. El interés en sus miradas no podría ser más evidente.

En lugar de reírme y pasar de ello por ser un comportamiento propio de los


juveniles, siento una pizca de fastidio. Uno de ellos se da cuenta de que los estoy
observando y enseguida les da un codazo a los demás, que apartan la mirada. No
obstante, ese sentimiento de molestia persiste en mí.

—Después de comer, vamos a ir a buscarte algo de ropa adecuada. —Apuñalo mi


filete.

Zara se me queda mirando antes de encogerse de hombros. No parece molestarle lo


más mínimo, pero puede que esté fingiendo.

—Deja de gruñirles a esos críos —dice de repente.

—¿Críos? —Frunzo el ceño—. Están a punto de cumplir veinte años.

—Siguen siendo unos críos, Jason. Y parece que estén a punto de mearse encima.

La idea me produce cierta satisfacción.


CAPÍTULO 10

Zara

Miro el papel que tengo en la mano y suspiro, arrugándolo hasta hacerlo una bola en
mi puño e intentando mantener a raya mis emociones. Hay demasiada rabia y dolor
dentro de mí por esta injusticia.

Erin se entregó para salvar a todas. Ha estado en el calabozo desde que afirmó ser la
única responsable de mi fuga. Y hace dos semanas que llegué aquí. Dos semanas desde
que envié a ese lobo con el mensaje.

No puedo ayudarla.

Miro a mi alrededor, sintiéndome impotente. Mi lobo se retuerce por la desdicha de


saber que un compañero de manada está sufriendo. Unas lágrimas de rabia impotente
me queman los ojos y clavo los dedos en el suelo.

—¡Joder!

No importa lo que haga, no puedo salvar a Erin. El lobo regresó hoy con un mensaje
y todo lo que sé es que Erin está retenida en el calabozo y que hay un creciente malestar
dentro de la manada. Es imposible que Denziel no ejecute a Erin. Querrá usarla como
ejemplo para disuadir a otros de intentar escapar.

—Eh, ¿estás bien?

Al oír esa voz extrañamente familiar, me pongo rápidamente en pie y me doy la


vuelta, sólo para encontrarme cara a cara con una mujer de pelo oscuro corto y revuelto
y unos ojos grises penetrantes.
No está sola. A su lado hay un hombre algo mayor, con el pelo negro salpicado de
vetas plateadas y unos ojos del mismo gris penetrante que los de la mujer. No reconozco
a ninguno de los dos, pero tardo medio segundo en ubicar la voz de ella.

—Tú debes de ser Seline —murmuro.

No era exactamente así como quería conocerla, con los ojos húmedos y los vaqueros
llenos de barro. Los labios de Seline se curvan.

—Y tú debes de ser Zara. —Se mete las manos en los bolsillos—. No hemos tenido
ocasión de presentarnos antes. Me fui a la torre mágica cuando apenas llevabas dos días
aquí.

Recuerdo haber oído que su hija, Aurora, estaba un poco débil. A sus seis meses, aún
no había cambiado a su forma animal, algo que los cachorros de lobo hacían al mes de
nacer.

—Siento lo de tu manada —dice Seline con cortesía, pero puedo oír la compasión
sincera que subyace a sus palabras.

—Gracias. —Me meto la nota de Marie en el bolsillo. Cuando su acompañante no


dice nada, lo miro con disimulo y me encuentro con una expresión de curiosidad.

—Este es mi padre, Sam. Papá, ella es Zara, la compañera de Jason.

—De la manada del River Stone, ¿verdad? —pregunta Sam con lentitud—. Estás muy
lejos de casa. Recuerdo que a tu manada se la conocía antaño como el Valle de las
Cascadas.
Me pongo tensa. Seline mira del uno al otro con una curiosidad transparente.

—¿Qué era eso?

—Nada —digo, tensa y sosteniéndole la mirada de Sam. No es un lobo. Y si es el


padre de Seline, entonces estoy hablando con el Maestro de la Torre Mágica.

Veo que Seline quiere indagar un poco más. Sin embargo, la suerte está de mi lado
cuando el sonido del llanto de un bebé llega hasta nosotros.

—Tengo que irme —se disculpa rápidamente—. Nos vemos, Zara. —Se da la vuelta y
empieza a alejarse a toda prisa en dirección a la guarida, sólo para detenerse y gritar
por encima del hombro—: ¿Sam?

—Iré dentro de un rato —responde éste.

Una vez que Seline ya no pude oírnos, murmuro:

—Antes te ha llamado papá y ahora Sam ¿Problemas familiares?

Una sonrisa afilada adorna los labios del brujo mientras me estudia.

—Podría decirse que sí, pero eso tú ya lo sabes, ¿no? Quiero decir, siendo quién eres,
no es propio de los tuyos permanecer ajenos a lo que ocurre en el mundo exterior.

—No tengo ni idea de lo que me estás hablando —le respondo con una sonrisa fría.
Sam se ríe, con una mirada intrigada en los ojos.

—Puede que hayas engañado a todos los demás, pero yo sé lo que eres. Ha pasado
tiempo desde la última vez que me topé con un veteres.

Le estudio con cautela. ¿Cuánto sabe?

—No sé qué es eso.

—Ay, estoy seguro de que eso no es cierto —responde Sam con tono cordial.

Se me tensa la mandíbula. ¿Cómo sabe lo de los veteres? No debería saber nada.


Aparte de los diarios que han pasado de unas manos a otras en mi familia y la poca
información que conoce la manada, el mundo exterior ignora la sangre que corre por
mis venas.

—Creo que me has confundido...

—Sólo los lobos cambiaformas originales o su linaje inmediato tienen la capacidad de


comunicarse e influir en los lobos salvajes. He visto lo que hiciste hoy.

Aprieto los labios en una línea fina, pero no digo nada.

—Demos un paseo —propone Sam, haciendo un gesto con la mano. No tengo


elección. Me pongo a su lado—. Los herederos de sangre de los veteres que quedan son
pocos. Cuando era un joven brujo en formación, el entonces Maestro de la Torre Mágica
me presentó a un veteres que estaba de paso. Era un viejo alfa, de casi noventa años y,
sin embargo, parecía joven y en forma; era el efecto que la sangre de los Antiguos
causaba en él, como me explicó el Maestro.
Me quedo en silencio y Sam me mira de reojo.

—Por lo que sé, las cinco manadas originales nunca cambiaron de territorio. El alfa
que conocí vivía en lo profundo de las montañas con su manada. Su pelaje era blanco
como la nieve y sus ojos los más azules que he visto nunca. Su hija iba con él, y
compartían las mismas características.

—La manada de Silver Mountain —murmuro finalmente.

—¿Has llegado a conocerlos?

Le lanzo una sonrisa seca.

—Pues claro que no.

Alza las cejas.

—Siento curiosidad. ¿Por qué no pediste ayuda cuando mataron a tu abuelo?

Una risa furiosa se me escapa de la boca.

—¿Cómo? Y aunque lo hubiera hecho, no me habrían ayudado. Mi familia, mis


antepasados, querían avanzar hacia el progreso. Recibimos la tecnología, el avance y los
tiempos modernos con los brazos abiertos. Los otros se negaron, eran felices viviendo
en sus pequeños mundos arcaicos. Nos despreciaban por lo que nuestra manada llegó a
ser, una referencia para otras manadas de lobos, una historia de éxito para que otras
manadas de cambiaformas se animaran a seguir nuestros pasos. Nunca habrían venido a
ayudarnos. Se aliaron entre ellos, pero nunca con nosotros.
—¿Pero había alguna manera de contactar con ellos?

Guardo silencio unos instantes.

—Tal vez. Si la hubiese habido, mi abuelo lo habría sabido. Yo no la conocía.

—¿El alfa actual está al tanto de tu linaje?

No tengo una respuesta exacta.

—Puede ser —vacilo—. Pero, aunque la manada estaba al tanto, no lo estaban de las
consecuencias que tendrían la destitución del linaje de sangre alfa.

Claro que mi abuelo y Denziel habían sido buenos amigos. ¿Era posible que el abuelo
se lo hubiese contado? Si Denziel hubiera sabido la devastación que causaría en nuestro
territorio con sus acciones, ¿habría seguido adelante? No puedo estar segura, pero el
que haya estado conspirando para tomarme como compañera apunta a la idea de que sí
lo sabía. Sin embargo, aunque yo fuese su compañera, no sería un verdadero alfa.
Cualquier hijo fruto de mi vientre habría llevado ese título.

Sam se detiene en seco y me mira.

—¿Sabe mi yerno lo que eres?

—No. —Mi tono es corto y mi lobo hace acto de presencia—. Y preferiría que no se lo
dijeras.
—¿Por qué necesitas mantenerlo en secreto?

Aprieto los labios con irritación.

—No es asunto tuyo, pero si te interesa saberlo, todas las manadas originales que
aún existen prefieren el anonimato. No revelamos quiénes somos. Así es como se ha
mantenido la paz durante todo este tiempo. Dudo que Austin o Seline sepan siquiera de
la existencia de esas manadas y, por la reacción de tu yerno, no tiene muy buena opinión
de las manadas donde los alfas no son de sangre.

Sam me lanza una mirada.

—Austin estaría más dispuesto a ayudarte si supiera....

—Lo dudo —respondo con voz dura. Me vuelvo hacia él—. No necesito darles a
Austin o a Jason más medios para intentar utilizarme. Desde el momento en que he
puesto un pie aquí, lo único que han buscado es alguna forma de utilizarme. Mi dolor y
mis sentimientos son irrelevantes. No necesitan más munición.

Sam frunce el ceño.

—Austin no es esa clase de…

—Mira, esto es un asunto privado. Que yo sea quien soy no tiene ningún impacto
negativo en esta manada, así que confío en que te lo guardes para ti.

Sam me lanza una mirada de preocupación, pero asiente.


—Si eso es lo que quieres.

—Bien. —Le dedico una sonrisa tensa.

Sin decir nada más, me marcho.

*** ****

Aunque le dije a Sam que no revelara mi secreto, no dejo de mirarme las espaldas, a
la espera de que alguien se enfrente a mí. Ha pasado una semana y he estado ocupada.

Estudio la pila de currículos que tengo delante y siento que empieza a formárseme
un dolor de cabeza. Todos los estudiantes de bachillerato o universitarios de esta
manada están convencidos de que el equipo de ciberseguridad está hecho para ellos.

—¿Eres consciente de que no tienes conocimientos de codificación? —Miro al joven


que tengo delante, con su currículum en las manos—. Además de que has afirmado
categóricamente que «odias los ordenadores». Puedes ver por qué creo que no encajes
bien en este departamento, ¿verdad?

Levi frunce el ceño.

—Es ciberseguridad. ¿Para qué necesito saber de codificación u ordenadores? Es


literalmente seguridad.

Dejé escapar un largo suspiro, rezando por armarme de paciencia.

—¿Has leído el folleto del tablón de anuncios? Tenía escrita la descripción del
trabajo.

Se encoge de hombros.

—Me fijé en el salario y demás, pero pensé que te habías equivocado con la
descripción, ¿sabes? Porque es de segu...

—Sí, ya te he oído la primera vez. —Le deslizo el currículum—. Por desgracia, no me


he equivocado con la descripción. Necesitamos cierto nivel de conocimientos de
codificación y gente dispuesta a de asistir a algunos cursillos recomendados de la
universidad local.

Levi hace una mueca.

—Menuda mierda.

—¿Qué es una mierda?

Levanto la vista cuando Jason entra en mi despacho.

—Llegas pronto.

Se encoge de hombros.

—Tengo que recoger algunas cosas en el pueblo y pensé que podríamos pillar algo
de comer después de las compras. ¿Te parece bien?
Le dirijo una mirada breve.

—De acuerdo. De todas formas, aún no he pisado el pueblo.

Me dedica una pequeña sonrisa.

—Nos vemos en el garaje, entonces.

—¿Y mi trabajo? —se queja Levi en cuanto Jason se marcha.

—No has conseguido el puesto —le informo con severidad.

Lo veo marcharse enfadado y pongo los ojos en blanco. Levi está en la cúspide de la
madurez y en esa edad peligrosa en la que los chicos se creen que se merecen el mundo
entero. Alguien va a tener que sentarse a charlar con ese chico y enderezarle las ideas.

Dejo el resto de currículos sobre la mesa y miro hacia la puerta.

A pesar de mis reservas, es fácil estar con Jason. Nos comportamos como
compañeros de piso la mayor parte del tiempo. Lo difícil viene cuando estamos con la
manada. Nuestro vínculo puede ser débil, pero el tocarlo cariñosamente y todos esos
besitos breves están construyendo una bola de necesidad dentro de mí. Si he de ser
sincera conmigo misma, nunca he oído hablar de un apareamiento platónico.

Mi lobo está ansioso, necesita más contacto físico. No ayuda el hecho de que Jason
sea tan guapo que noto que se me contrae el bajo vientre cada vez que se pasea por
casa sin camiseta. Sin embargo, nuestro acuerdo se mantiene intacto. No nos somos
infieles y mantenemos las distancias. Él no está interesado en mí y, aparte de la
atracción física, él a mí tampoco me interesa mucho. ¿Cómo podría? Me lo pone muy
fácil.
El único tiempo que pasamos juntos a solas es cuando dormimos en nuestros
aposentos. Se acuesta después que yo y yo suelo despertarme antes que él. Es una
situación conveniente, pero que este último mes me ha llevado a sentirme sola.

Me muestro educada con estos nuevos compañeros de manada, pero no hay nadie
con quien pueda abrirme. Es como ser invisible en un mar de extraños. Mi lobo se siente
miserable, solo. Esta sensación de que este no es mi sitio me corroe por dentro. No hay
nadie con quien compartir mis preocupaciones ni mis miedos. Nadie en quien confiar. Mi
ansiedad está llegando a su punto máximo. Estoy preocupada por mi propia manada.

Me pongo en pie con un suspiro, deseosa de pasar algún tiempo lejos de esta
guarida.

De camino al garaje, me encuentro con Alex, otra compañera de manada y la


encargada de la cocina.

—¿Adónde vas? —me pregunta con una sonrisilla.

—Jason y yo nos vamos al pueblo —respondo con una sonrisa.

—Uy —Los ojos le brillan con diversión—. Toca noche de cita, ¿eh?

Estoy a punto de responderle cuando abro la puerta del garaje y veo a Jason
hablando con otra compañera de manada. No es algo que me moleste hasta que la
expresión de Alex se endurece.

—Oh, oh.
—¿Qué?

—Esa es Patricia.

—¿Patricia?

—¿Jason nunca te lo ha contado? —Alex me mira por el rabillo del ojo con voz queda
—. Antes de ti, Jason y ella eran amigos con derechos. Y, a ver, no son relaciones que nos
tomemos en serio. Todos necesitamos algo de cariño y es sólo sexo, pero se veía una
chispa entre Jason y Patricia. Él siempre acababa volviendo a ella.

Miro fijamente a la pareja y, cuando veo cómo Jason le sonríe a la mujer, se me forma
un extraño nudo en la boca del estómago.

—No la he visto por aquí antes.

—Acaba de volver de su oficina en Nueva York. Patricia dirige su propia agencia de


modelos. Salta a la vista por qué. —Es tan guapa que asusta.

Cuando Patricia le pone las manos a Jason en el pecho con tanta familiaridad, surge
en mí una oleada de irritación.

—Eh, tal vez deberías ir a marcar tu territorio —susurra Alex—. Puede que no sepa
que...

Todo mi mundo se queda en silencio cuando veo cómo Patricia ríe suavemente antes
de ponerse de puntillas y besar a mi compañero en la boca.
CAPÍTULO 11

Zara

Jason no rechaza el beso. Para cuando ella se aparta, riéndose, ya voy de camino
hacia ellos, con Alex pisándome los talones.

—¡Puede que no lo supiera, Zara! —me dice con apremio.

Puede que ella no, pero Jason sí.

Los brazos de Patricia se enroscan en el cuello de Jason y él no solo no la detiene,


sino que veo una expresión de diversión en su rostro que nunca antes le había visto.
Incluso desde el otro lado del aparcamiento, puedo ver la química entre ellos, la
atracción que me arde en la boca del estómago.

Patricia vuelve a ponerse de puntillas cuando los interrumpo con frialdad.

—Quizá mi compañero olvidó mencionar que ahora es un hombre apareado.

Jason se pone rígido y Patricia se queda quieta, girándose para mirar en mi


dirección. A estas alturas ya los he alcanzado. Ella parpadea, confusa.

—¿Y tú eres?

Sonrío, con frialdad.


—Puede que no estuvieran viviendo en la guarida cuando llegué, pero sé lo mucho
que les gusta cotillear a los lobos. Sabes perfectamente quién soy.

Por la agudeza de sus ojos, sé que tengo razón. Patricia me sonríe con una sonrisa
gatuna.

—No me dijiste que tu pareja era así de posesiva, Jason —murmura.

—Ya, bueno. —Ladeo la cabeza—. Seguro que tampoco te dijo que no me gusta ni un
pelo la infidelidad.

Jason entrecierra los ojos.

—¿Me estás acusando de...?

—Tengo ojos en la cara —digo, con fuerza—. Si fuera tú, quitaría las manos de
encima de otra mujer cuando tu compañera está aquí mismo.

Jason no retrocede.

—Patricia es una vieja amiga. No te ... —gruñe con voz baja.

Le miro fijamente a los ojos.

—Creo que ésta es una conversación para tener en privado.


Puedo ver cómo se resiste. Normalmente, los lobos apareados no son infieles. No
forma parte de su organismo. Una vez que una pareja queda atada a ellos, no se
involucrarán físicamente con el sexo opuesto a menos que sea fruto de un puro afecto
amistoso. Sin embargo, también depende de lo fuerte que sea el vínculo, y el vínculo que
Jason y yo compartimos es débil. Pero esperaba que respetara nuestro acuerdo.

Mi opinión de los hombres ya es baja después de todo lo que he vivido, pero había
conseguido respetar a Jason hasta cierto punto. Ahora mismo, no siento más que asco.

Le miro fijamente.

—Y yo que pensaba que no eras como los hombres de mi manada. Supongo que hacía
falta que me demostraras que estaba equivocada, ¿no?

Jason se queda blanco como el papel al oír lo que insinúo y sus manos se retiran al
instante de la cintura de Patricia, quien se ríe con ligereza.

—Creo que he provocado un malentendido.

Me giro para mirarla y responderle con voz tranquila.

—Ojalá fueras tan importante.

Sus ojos se entrecierran ante mi evidente rechazo, pero antes de que pueda decir
palabra, me doy la vuelta y empiezo a alejarme.

—¡Zara!
Oigo a Jason correr detrás de mí, con frustración patente en la voz, pero no me
detengo. Apenas he puesto un pie fuera del aparcamiento cuando me alcanza. En cuanto
su mano me agarra del hombro, le agarro la muñeca y se la retuerzo, empujándole
contra la pared.

Pero Jason es el segundo al mando por una razón. Antes de que pueda siquiera
parpadear, nuestras posiciones se invierten y me inmoviliza contra la pared ahora,
reteniéndome las manos por encima de la cabeza y los ojos reducidos a diminutas
rendijas.

—¿A qué coño ha venido ese comentario?

Me pitan los oídos por la forma en que me tiene cautiva, unos recuerdos oscuros se
me asoman a la cabeza. La respiración se me entrecorta y mi ansiedad aumenta ante
esta agresión. Sé lo que viene a continuación.

Levanto la rodilla para clavársela en la ingle, pero él la esquiva, dando un paso atrás.
Tardo un segundo en sacar el cuchillo militar que guardo bajo la camisa y le apunto con
él. Noto todo el cuerpo tembloroso.

—No vuelvas a intentar esa mierda conmigo.

Jason observa el cuchillo.

—¿Cuándo has empezado a llevar eso encima?

—Aléjate de mí —respondo, mi lobo está cargado con una tensión rígida. Ese apretón
en las muñecas me resulta demasiado familiar, es motivo de demasiadas pesadillas. Lo
último que necesito es un recordatorio de la forma en que Howard me utilizó.
—Guárdate el cuchillo —me advierte Jason, observándome—. Hablemos.

Aprieto el cuchillo con fuerza, pero lo bajo.

—No quiero. —La respiración me sale irregular—. Vuelve con tu novia. Hemos
terminado.

—¿Qué se supone que significa eso? —exige saber de repente—. Y Patricia no es mi


novia. Es...

—No insultes mi inteligencia, Jason —le espeto—. No soy yo la que se estaba


besando con una mujer.

—¡Fue ella la que me besó!

—Ah —digo con burla—. Y tú la empujaste enseguida, ¿verdad que sí?

Su mandíbula se tensa.

—No es lo que piensas. Patricia y yo somos viejos amigos. No hay nada...

—¿Viejos amigos o follamigos? —replico con frialdad. Cuando no dice nada, aprieto
los labios—. Prometimos no ser infieles, pero si te supone un problema guardártela en
los pantalones, acude a mí. —Antes de que pueda decir nada, continúo—: Estamos
apareados. No siento amor por ti, pero me has atado a una vida de celibato, algo que va
contra natura en nuestra especie. Si decides no permanecer célibe, o acudes a mí o
ambos satisfacemos nuestras necesidades físicas en otra parte. Y estoy segurísima de
que no tendré problemas en encontrar a alguien dispuesto a ayudarme.
Una expresión atronadora le cruza el rostro y da un paso hacia mí.

—Repite eso.

—No intentes la táctica de intimidación conmigo. No soy una de tus soldados. —Le
miro a la cara con dureza—. Empújame a ello y pronto descubrirás que puedo repartir
tan bien como recibo.

Me mira fijamente. Es evidente que esto no le gusta esto.

—No te estaba engañando y no estaba rompiendo la promesa que te hice —habla al


fin con voz tensa.

—¿O sea que besarse no se considera infidelidad? —pregunto con frialdad—. Está
bien saberlo. Si ese es el caso, empezaré a repartir besos a diestro y siniestro.

Me agarra de la muñeca antes de que pueda largarme.

—Atrévete a intentarlo —gruñe.

—Eso haré. —Retiro la mano con desprecio—. ¿Crees que estoy indefensa y que
puedes aprovecharte de mí? ¿Que me iré a llorar a mi habitación sin hacer nada al
respecto? Jamás derramaré una sola lágrima por un hombre, Jason, métetelo en la
cabeza. Ni dejaré que un hombre intente tomarme el pelo.

Cuando intento marcharme, me bloquea el paso.

—No te estaba engañando. Te di mi palabra de que no lo haría.


Me quedo mirándole y él suspira.

—Patricia y yo solíamos ser amigos con derecho a roce. Pero ella siempre ha sido
coqueta y pensé que el beso era inofensivo. De haber sabido que no lo aprobarías, no
habría dejado que me tocara. —Debe de ver la duda escrita en mi cara porque su voz se
torna sombría—. Hablo en serio. Y, por si sirve de algo, a Patricia la está cortejando el
analista de su empresa, que es de una manada aliada. Puedo presentártelo, ha venido
con ella para que conozca a sus padres.

Sus palabras me hacen considerarlo un momento. Al notar mi vacilación, insiste:

—Te lo juro. Fue un saludo amistoso, nada más.

Lo miro fijamente antes de decir nada.

—Pues vale. Tampoco es que tenga ni voz ni voto en el asunto, pero si a partir de
ahora veo más saludos amistosos como éste, empezaré a saludar a todos los hombres de
la misma manera.

Sus labios se crispan hacia arriba.

—No sabía que fueras tan posesiva.

Entrecierro los ojos.

—No es posesividad. O ambos recibimos cariño o no lo recibe ninguno.


Su sonrisa es repentina e inesperada.

—¿Te pica la necesidad?

—Soy una hembra apareada —le digo frunciendo el ceño—. Claro que me pica la
necesidad. Y no es motivo para sonreír, sigo cabreada contigo.

Cuando intento irme, vuelve a interponerse en mi camino.

—De acuerdo, vale. Lo siento. Nada de besar a nadie más que a mi propia
compañera.

—No quiero que me beses.

—Tengo que besar a alguien. Tú misma acabas de decirlo.

Abro la boca y la cierro de golpe.

—Vale. Vale, está bien.

Me estudia.

—Quizá nos precipitamos a la hora de establecer nuestras normas.

A regañadientes, cruzo los brazos sobre el pecho.


—Quizá.

—Tal vez debamos revisarlas pronto.

—Tal vez.

La expresión de diversión en su cara me molesta.

—Me he tomado el resto del día libre, así que igual podemos ir al pueblo como
habíamos planeado.

Sé que tengo que darle un poco de margen y no ser tan dura con él y, a diferencia de
lo que solía hacer Howard después de una pelea, Jason trata de contentarme y se
muestra juguetón. No hay empujones, ni gritos, ni enfurruñamientos, que es a lo que
estoy acostumbrada.

Me resulta extraño, pero eso empieza a ser costumbre.

—De acuerdo, vamos. —Miro en dirección al aparcamiento. Aunque Jason me esté


diciendo la verdad, no quiere decir que Patricia no tuviera intención de tantear el
terreno para comprobar si estaba disponible.

Voy a tener que vigilarla de cerca.

** ****
El viaje al pueblo resulta más educativo que otra cosa.

Arrow Brooke no es un lugar enorme, pero le va bien como centro de negocios, dada
su ubicación. Lo primero que hago es comprobar mi saldo bancario. Por suerte, había
abierto otra cuenta hace un par de años, aparte de la que se proporcionaba a todos los
miembros de la manada. Nunca se lo conté a Howard, así que, cuando embargó todos
mis bienes, mantuve mis ahorros intactos.

Sin embargo, vivo con el temor constante de que encuentre mi libreta de ahorros. De
entre todos los documentos que me apañé para traer conmigo, olvidé ese tan
importante. Miro fijamente el abultado número del cajero automático y la preocupación
me invade.

—¿Todo bien? —Jason mira por encima de mi hombro.

Vacilo.

—¿Sabes dónde puedo abrir otra cuenta bancaria y transferir todo este dinero sin
una libreta de ahorros?

Alza las cejas y espero que me haga varias preguntas, pero se limita a asentir.

—Claro, ven.

Me lleva a la sucursal de un banco local y pasamos directamente al despacho del


director. Para mi sorpresa, el encargado resulta ser un vampiro de aspecto contrariado.

—Se ha acabado lo de haceros más favores, lobos. Seline me echó del bar la otra
noche...
—Porque estabas manoseando a una de las camareras, Marvin. —Jason retira la silla
para que me siente. Siempre me sorprenden estos pequeños gestos suyos—. ¿Qué
esperabas? ¿Una copa a cuenta de la casa? Guárdate las manitas para ti.

—No estaba manoseando a nadie. Es que la mano…

—No me digas que se te resbaló —le advierte Jason—. Y discútelo con Seline.
Mientras tanto, mi compañera quiere abrir una cuenta bancaria.

—Yo no...

—Hazlo o me aseguraré de que quedes expulsado del bar de forma permanente.

Marvin hace una mueca y murmura algo desagradable en voz baja. Cuando inicia el
proceso, tomo la palabra:

—Necesito transferir mi saldo actual de mi otra cuenta a esta, pero no tengo la


libreta de ahorros conmigo.

—Necesitas una.

—Sí —respondo, tensa—. Pero no la tengo.

—¿Y banca en línea?

—¿Te lo estaría pidiendo si la tuviera?


Marvin me lanza una mirada molesta antes de mirar a Jason.

—Estáis hechos el uno para el otro, ¿eh? —Sin embargo, pone a trabajar sus dedos
vuelan sobre el teclado—. Tienes que volver a emitir una libreta de ahorros en tu
sucursal principal —me informa.

—No puedo hacer eso.

—¿Qué clase de...?

—Marvin, no me hagas romperte los colmillos otra vez —amenaza Jason con tono
agradable e interrumpiendo lo que sea que el vampiro hubiera estado a punto de
soltarme.

La expresión de Marvin se tensa.

—De acuerdo. Te ayudaré a activar tu banca online, pero voy a necesitar tus datos
personales.

Dudo y Jason parece divertido.

—No te preocupes, a Marvin ni se le ocurriría robarte nada.

Miro a Marvin, que parece impaciente y me tiende la mano. Le entrego mis


documentos y empieza a trabajar de nuevo en el ordenador. Sólo tarda un par de
minutos en recostarse en su silla y fruncir el ceño.
—Dijiste que no tenías la libreta de ahorros.

—Ahora mismo no.

Me mira extrañado.

—Bueno, pues alguien intentó acceder a tu cuenta hace más de una semana con un
cheque. El importe era por todo el saldo bancario que había dentro.

Todo mi cuerpo se pone tenso y me agarro a los brazos de la silla.

—¿Seguro?

—Lo pone aquí mismo. —Marvin hace un gesto hacia la pantalla—. Pero devolvieron
el cheque porque las firmas se parecían, pero no lo suficiente, y al director del banco le
pareció sospechoso.

La única persona que conoce tan bien mi firma como para poder copiarla con cierta
exactitud es Howard.

¡Será cabrón!

¡Así que sí que encontró mi libreta de ahorros!

—Tengo que hacer unas llamadas, pero creo que podremos transferir tu dinero.
Unas llamadas se traducen en medio día y ya es de noche cuando Marvin me entrega
unos documentos.

—Tuve que acelerar todo el proceso, cosa que no debería ser posible. Por suerte, el
que el director de tu sucursal te conociera tan bien fue de gran ayuda. La solicitud de
transferencia ha sido aprobada y el dinero debería estar en tu nueva cuenta mañana por
la tarde. Podrás recoger tu tarjeta de débito y tu libreta de ahorros en un par de días. —
Se reclina en su silla—. ¿Puedo irme ya a casa?

Yo también estoy cansada y estiro los brazos sobre la cabeza cuando salimos del
banco.

—Qué estresante.

—Pero el trabajo ha quedado hecho —me recuerda Jason a mi lado y con las manos
en los bolsillos.

Le lanzo una mirada.

—Gracias a ti. —No soy tan arrogante como para no dar crédito a quien se lo merece
—. Gracias por ayudarme con esto.

—Claro —Me mira—. Vamos a por algo de cenar.

A pesar de mi preocupación por el dinero, no he olvidado el enfrentamiento que tuve


con Jason justo antes de irnos. Le acusé de haberme engañado y, aunque al principio se
había enfadado, me sigue pareciendo extraño que haya conseguido arreglar las cosas
entre nosotros con tanta facilidad. ¿Significa esto que tiene mucha experiencia con las
mujeres?
Sé que estoy pensando demasiado las cosas y que no es algo que deba preocuparme.

Echo un vistazo a su cara de perfil. Es guapo y puedo sentir cómo mi lobo se hincha
de orgullo por haber encontrado una pareja tan fiable y atractiva. Recuerdo mis propias
palabras de esta tarde, básicamente le sugerí que tuviéramos sexo, y él no había
rechazado la idea exactamente.

No sé en qué me he metido esta vez.

El restaurante es pequeño, con una luz tenue y romántica, un arpa tocando en un


rincón y la mayoría de las mesas están ocupadas por parejas. Me detengo en la puerta,
reticente.

—Cuando dijiste de ir a cenar, pensé que te referías a una hamburguesa con patatas
fritas, no a... lo que sea esto.

—Llevas tanto tiempo encerrada que he pensado que ésta sería una velada
agradable para ti. —Jason sigue al maître hasta una mesa y me retira la silla—. Ni
siquiera te hemos comprado nada de ropa todavía.

Es extraño que sea tan amable conmigo. No es que haya sido un capullo hasta ahora,
pero este comportamiento me parece algo fuera de lo normal en él. Lo estudio, recelosa,
preguntándome qué estará tramando.

—¿Cómo han ido las entrevistas?

Me encojo de hombros.

—La mayoría de los solicitantes se fijan en el sueldo y nada más, así que hay muchos
candidatos, pero no muy cualificados.
—Quizá deberías intentar modificar la oferta por unas prácticas no remuneradas de
momento. De este modo, quienes estén realmente interesados en este campo podrán
presentar su candidatura —sugiere Jason.

—Bien pensado —murmuro—. Lo tendré en cuenta. También tengo que solicitar los
permisos de software. Hay mucho que hacer, tengo que darte la lista que necesito.

Jason me escucha. A diferencia de mi ex, Jason sí me respeta y escucha mi opinión.


Es algo nuevo para mí que no se rían de mí o me miren con expresión irritada. Cuanto
más tiempo paso con Jason, más problemas he empezado a notar en la relación que
tenía con Howard. Subyacía un elemento despectivo, no soportaba verme triunfar. Tenía
que ocultarle mis premios y ascensos para no herir sus sentimientos. Si alguna vez
salíamos, yo era la que ponía el dinero para nuestras citas y él nunca quería
escucharme. El tema principal siempre tenía ser él.

Hace que ponga las cosas en perspectiva. ¿Estoy ahora mejor? Puede que esta
relación sea platónica y que no reciba amor ni afecto de ella, pero ¿merece la pena
sacrificar esas dos cosas si me respetan de esta forma?

—Pareces perdida en tus pensamientos —Jason me pasa un menú.

Parpadeo, sin haberme dado cuenta de en qué momento había llegado el camarero.

—Ah, sí. Sólo pensaba en mis cosas.

—¿Qué quieres pedir?

Estudio el menú y la vista se me desvía hacia la carta de hamburguesas. Me apetece


algo grasiento.
—Quiero la hamburguesa doble de ternera con patatas fritas —le digo al camarero.
Miro a Jason, medio esperando que niegue con la cabeza y le diga que mejor me tomaré
una ensalada. Para mi sorpresa, esboza una sonrisilla.

—Yo tomaré lo mismo, pero que sean dos hamburguesas para mí.

—No es una competición —me inclino hacia delante, permitiéndome sentirme un


tanto entretenida.

—Estoy creciendo —protesta. Cuando resoplo, pone los ojos en blanco—. Ya veremos
si quedas saciada con una hamburguesa.

Este pique amistoso que me relaja. Se echa hacia delante y está a punto de decir
algo cuando le empieza a sonar el móvil. Mete la mano en el bolsillo, se saca el teléfono
y responde a la llamada, quejándose.

—Más vale que esto sea importante... —Su expresión se vuelve sombría en un abrir y
cerrar de ojos—. ¿Cómo que está aquí? —La persona al otro lado dice algo que hace que
Jason se ponga tenso—. ¡Pues échalo a la calle! ¡No voy a llevarla de vuelta mientras él
esté allí! —La frustración y la ira crecen en su rostro antes de gruñir finalmente—: Vale.
Vamos para allá.

Lo miro cuando termina la llamada.

—¿De qué iba eso?

—Howard —dice Jason, furioso—. Esa puta rata asquerosa se ha presentado en la


guarida como enlace de su manada.
Me quedo paralizada.
CAPÍTULO 12

Jason

Zara está tensa durante todo el trayecto de vuelta a la guarida.

—¿Por qué está él aquí como enlace de la manada? —murmura—. Ni siquiera Denziel
sería tan estúpido de hacer tal cosa después de que intentara matarte. Aquí está
pasando algo más.

Me siento incómodo. Noto un extraño revuelo en la boca del estómago.

Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que Zara me haya reclamado tan
abiertamente hoy. Mi lobo está loco de emoción. La posesividad que mostró debería
haberme molestado, pero no fue así. Nos llevamos bien la mayor parte del tiempo, es
una chica inteligente y aguda, y eso es algo que admiro. Pero no la deseo. He intentado
mantenerla a una distancia prudencial, pero eso tampoco funciona.

Austin tenía razón. Es difícil luchar contra la atracción que crece entre nosotros
últimamente, es sólo la naturaleza siguiendo su curso. Sin embargo, cuando amenazó
con besar a otro hombre, se me nubló la vista de celos. No me había dado cuenta hasta
entonces de cómo interpretaría las travesuras de Patricia. La decepción en los ojos de
Zara me había golpeado con fuerza. Nunca me había preocupado ganarme la aprobación
de una mujer, pero enfrentarme a la decepción de Zara provocaba un sentimiento feo
dentro de mí.

Todo resulta fácil con ella.

¿Ser amigos con derecho a roce con mi compañera? Al principio estaba en contra de
la idea, pero después de lo de hoy y sabiendo que hay muchas posibilidades de que se
busque a otro para que satisfaga sus necesidades, tengo que planteármelo. No quiero
oler a otro macho en ella.
Pero ahora que Howard ha vuelto… Le lanzó a Zara una mirada de reojo, que se
encuentra mirando por la ventanilla con expresión sombría. No parece muy contenta
con este giro de los acontecimientos y ha dejado claro su odio hacia Howard. Sin
embargo, al pensar en la larga historia que comparten, aprieto el volante con las manos.
La sola idea suena ridícula en mi cabeza, pero ¿y si consigue usar de baza ese pasado e
influir en los sentimientos de ella?

No es que importe. No estoy enamorado de ella ni nada de eso, pero es mi


compañera.

No puedo permitir que empiecen a hablar a mis espaldas en la manada. Es fácil


convencerme de la lógica de mi razonamiento. No obstante, a medida que nos
acercamos a la guarida, Zara se pone pálida y empiezo a preocuparme.

—Zar...

—No voy a volver —dice en voz baja, de repente—. Pase lo que pase, no voy a volver.

El jeep se detiene con un chirrido, aprieto el freno con el pie y me giro para mirarla,
sorprendido.

—Nadie te va a mandar de vuelta. Ahora eres mi compañera y nadie puede obligarte


a ir a ningún sitio.

Cuando me mira, el miedo que veo en sus ojos está en estado puro y caigo en la
cuenta de que Zara rara vez se muestra vulnerable conmigo. O con cualquier otra
persona. Siempre está tan segura de sí misma, tranquila y serena… A pesar de todo lo
que le ha pasado, aún no la he visto derrumbarse.

—Zara —hablo con tono tranquilo—, tienes mi palabra. No te va a pasar nada. Sea
cual sea el verdadero propósito de Howard para venir aquí, no lo conseguirá. Nadie se
lo permitirá. Eres parte de esta manada, no importa que tú elijas creer lo contrario.

Sus ojos escrutan los míos, como buscando la verdad, antes de apartar la mirada.

—Te tomo la palabra —murmura.

Veo que las manos le tiemblan y me siento impotente. Arranco el coche.

—¿Cómo te ha ido con lo de encontrar a un infiltrado en tu manada? —pregunto.

—Tengo a una persona, pero ahora mismo la vigilan con demasiada atención. Mi fuga
ha puesto nerviosa a demasiada gente. Temen que haya sentado un precedente.

Flexiono las manos en el volante.

—Si tú te escapas, no hay nada que les impida a las otras hembras hacer lo mismo.
Pero si un miembro de la manada desea abandonarla, no se le puede impedir.

Una risa amarga se escapa de los labios de Zara.

—O eres un ingenuo o simplemente no quieres darte cuenta de lo mala que es la


situación. No pueden irse, no tienen derecho a hacerlo. ¿Crees que las hembras no
intentaron marcharse al principio? Lo único que tuvo que hacer Denziel fue darle un
escarmiento a la que se atrevió a hacerlo y a toda su familia. Después de eso, nadie se
atrevió a dar un paso para salirse de la línea. Sin las hembras, los machos no tienen a
nadie a quien controlar.
Puedo oír la frustración y la tensión en su voz, y la ira apenas disimulada. No puedo
culparla.

—No tienes que ver a Howard —le digo—. No tienes que encontrarte con él.

—No seré una cobarde —sisea Zara—. Quería que me mostrara débil ante él. No le
daré esa satisfacción.

—Te conoce desde hace mucho tiempo —digo finalmente, con mi propia voz cargada
de tensión—. Se dará cuenta de que nuestros olores no se entremezclan.

Zara se pone rígida al oírlo.

—¿Y por qué iba a importar eso?

—Ya sabes por qué. —La miro con dureza—. No finjamos que no está aquí con un
motivo oculto en mente.

Zara guarda silencio.

Mi lobo está infeliz para cuando por fin entramos en el aparcamiento de la guarida. Y
apenas me he bajado del jeep cuando Lexi y Seth irrumpen en el garaje.

—Ya era hora. ¿Por qué habéis tardado tanto? —refunfuña el primero.

—¿Cómo pinta la cosa? —Salgo del coche y miro a Seth, que le está abriendo la
puerta a Zara.
—No lo sé —Seth parece sombrío—. Apareció con otros tres hombres y una hembra.
Comparten alojamiento.

Veo a Zara ponerse rígida.

—¿Qué hembra? —Ante la mirada cautelosa de Seth, Zara entrecierran los ojos—.
¿Qué hembra?

—Se llama Erin, es la que nos ayudó a escapar.

Cuando Zara se tambalea, ya estoy a su lado para sujetarla.

—¿Como que comparten alojamiento? ¿Qué quieres decir? —exige saber con voz
ronca.

Seth parece a punto de vomitar.

—Estaba… Mira, Zara, Howard la trajo aquí para joderte. Pase lo que pase, no
puedes dejar que vea que te afecta.

Zara se agarra la puerta con la cara blanca como una sábana.

—Has dicho que… comparten cuarto…

Seth intercambia una mirada con Lexi, que parece tenso.


—Comparte habitación con ellos. Austin insistió en que tuviera su propio cuarto,
pero dijeron que no. Y como están aquí en calidad de enlaces, no puede presionarlos.
Pero no quiero que esto te pille desprevenida, es su criadora de manada.

El gemido que se escapa de los labios de mi compañera y que hace que casi se caiga
al suelo, me hace estrecharla entre mis brazos. Tiene la mirada empañada de dolor y mi
lobo aúlla de miseria. No llora por sí misma, pero sí por su gente.

—Ya se nos ocurrirá algo, Zara —aseguro con firmeza, tratando de tranquilizarla.

Ella se limita a sacudir la cabeza, con la respiración agitada. Tiembla, apoyada


contra mí, pero veo que intenta recomponerse.

—No creo que debas ir a su encuentro —murmura Seth—. Lo primero que preguntó
Howard fue dónde estabas y se mostró bastante engreído. No creo que sea cierto que
esté aquí como enlace. Si quieres mi opinión, a mí me parece una estratagema para
volver a clavarte las garras. Conoce tus debilidades.

—Tengo que ver a Erin —Zara habla con voz ronca cuando finalmente se separa de
mí—. Tengo que asegurarme de que está bien.

—No lo está —dice Seth, tenso—. Y lo sabes. No dejes que ganen.

—Seth tiene razón. —La miro—. Vamos a llevarte a nuestra habitación y yo iré a ver
qué trama Howard. Has llegado muy lejos por tu manada, Zara. No dejes que eche a
perder todos tus sacrificios. Tu gente te necesita.

Mis palabras tienen el efecto deseado, y ella asiente.


Les dirijo una mirada a Seth y a Lexi.

—Lleváosla. Yo iré a hablar con Austin.

Zara no protesta, pero mientras observo cómo se aleja, siento que una fría oleada de
ira me invade. Howard sabe cómo apretarle los tornillos. Se trajo a Erin aquí para
torturar a Zara y usarla como moneda de cambio. Su propósito es llevársela de vuelta.
No soy ningún idiota.

Pero Denziel no puede tomarla como su compañera hasta que yo desaparezca del
escenario, y ni siquiera él será tan estúpido como para hacer enfadar a una de las
manadas más fuertes de la región. Entonces, ¿a qué juega?

Intentando sacarme de la cabeza la imagen del rostro desolado de Zara, me dirijo


hacia el despacho de Austin.

Mi ira es feroz y crece por segundos. El sonido que había emitido Zara había sido el
de un animal herido. No puedo quitármelo de la cabeza, sigue resonándome en los
oídos. Es sólo mi compañera de nombre y, sin embargo, el tormento que le infligieron
me enfurece. Quiero derramar la sangre de Howard por haberle puesto esa expresión en
la cara. Intento no ahondar en por qué su dolor me enfurece. No siento lástima, sino una
furia aterradora.

Ray me espera fuera, con expresión sombría.

—¿Y Zara?

—A salvo —respondo, secamente—. ¿Está solo?

—Acaban de irse para dejar sus cosas. Se les ha dado la habitación de invitados al
otro lado de la guarida. Austin no quería correr el riesgo de que se tropezaran con Zara.

Hago una pausa.

—¿Cómo de mal está Erin?

La mirada de Ray es toda la respuesta que necesito, pero antes de que pueda entrar
en la habitación, me dice en voz baja:

—Le han hecho algo, Jason. Tenía los ojos vacíos. Está destrozada. No podemos dejar
que se la lleven.

Hay una chispa de desesperación en su voz que me hace lanzarle una mirada afilada.

—No cometas ninguna locura, Roy. Por ahora, nuestra prioridad es proteger a Zara.

Roy aparta la mirada con expresión de frustración.

Llamo a la puerta y abro sin esperar la respuesta de Austin. Éste levanta la vista de
su escritorio.

—No tiene buena pinta.

—¿Por qué están aquí en realidad? —exijo saber.

Se recuesta en su silla con el ceño fruncido.


—A todos los efectos, el nuevo alfa de la manada de lobos de River Stone quiere una
alianza.

—¿Después de amenazar a nuestra manada para que nos entreguéis a Zara y a mí?

La expresión de Austin es sombría.

—Eso mismo les dije yo. Su interlocutor, Howard, es un imbécil arrogante. No me


cae bien. No me gusta cómo miraba a la mujer que estaba con ellos…

—La amiga de Zara, Erin —digo de forma abrupta—. Fue una de las mujeres que
ayudó a Ray y Seth a escapar.

La comprensión hace acto de presencia en la cara de Austin.

—No me extraña que no dejara de sonreír y mirar a Erin mientras preguntaba por
Zara.

—No creo que estén aquí para aliarse con nuestras manadas —digo, tenso.

—Yo tampoco —admite mi alfa—. Pero según las reglas de los cambiaformas, no
puedo mandarlos a tomar viento. Hay que darles las mismas oportunidades a las
manadas para que intenten formar una alianza. El tiempo mínimo que pueden quedarse
es de dos semanas. Le dije que no sería bienvenido más allá de esas dos semanas y su
respuesta fue que ese era todo el tiempo que necesitaba.

Me hundo en el asiento.
—Esto no está bien, Austin. ¿Qué dijiste cuando preguntó por Zara?

—Le dije que había salido con su compañero. La expresión en su cara era
despiadada.

—No me sorprende. —Siento cómo se liberan mis garras—. Estuvieron juntos cerca
de una década. Aunque estuviera dispuesto a entregársela a Denziel, no significa que
haya dejado de ser posesivo con ella. Era su compañera predestinada.

Austin se muestra de acuerdo.

—Ha solicitado que ella sea su mediadora. Yo me negué, naturalmente.

—Supongo que no se lo tomó muy bien —murmuro.

—Claro que no —resopla Austin—. Se puso a despotricar sobre sus derechos como
enlace y bla bla bla, y que puede escoger a su mediador. Tuve que enseñarle que, como
alfa, tengo derecho a rechazar cualquier petición de ese tipo. Lo emparejé con Lexi. A
Lexi ya no le cae bien y, comparado con él, Howard parece un niño.

—Debió de ser un duro golpe para su ego —digo con sorna. Austin hace un sonido
afirmativo—. ¿Y los hombres que están con él?

Hace una pausa ante mi pregunta.

—Son callados, de porte militar. No parecían miembros normales de una manada.


Tenían un aspecto rígido.
—Entonces esos son los que nos interesa vigilar —le advierto—. Los hombres que me
atacaron pertenecían a un escuadrón de élite que debería haberle sido leal al alfa
anterior. Son hábiles. No deberíamos subestimarlos.

—Tomo nota —murmura Austin—. Supongo que asignaré más gente a este grupito.

—No va a parar hasta llegar a Zara. —Me siento agitado—. Quiere que vea a Erin y
así usar a su amiga contra ella.

—Zara no se irá con él, si eso es lo que te preocupa —me asegura Austin con
firmeza, dando golpecitos con los dedos sobre su escritorio—. No es de las que se dejan
llevar por sus emociones. Seguirá con su plan.

—No lo sé —Me siento intranquilo—. Si le hace daño a Erin delante de ella...

—Entonces nos aseguraremos de que Erin y Zara no se crucen. Y de que nadie más
de ese grupo vea a Zara.

—¿Y qué le impide a ella buscar a Erin? —Me encuentro con la mirada de mi alfa.

Austin no tiene respuesta.

—Bien. —Me pongo en pie—. Me pegaré a su lado como pegamento. Voy a ver cómo
está. Estaba muy alterada.

Escucho pasos al acercarme a la puerta. Cuando la abro, veo a Howard de pie al otro
lado con una mueca de desprecio en la cara.
CAPÍTULO 13

Zara

—No tienes que ir conmigo a todas partes. —Miro a Jason, que se encuentra
tumbado en la cama y sin camiseta—. ¿No deberías haberte ido a hacer lo que sea que
hagas tan temprano por la mañana?

—¿Y perderme el tiempo que debería pasar con mi compañera? —replica.

Entrecierro los ojos.

—¿Estás colocado? ¿Por qué te comportas así si no hay nadie delante?

Se sienta, estirando los brazos, y no puedo evitar que mis ojos contemplen su suave
pecho desnudo y esos músculos gruesos. Siento que el bajo vientre se me retuerce de
necesidad y aparto los ojos.

—¿Necesito tener una razón para querer pasar tiempo contigo? —Jason se me queda
mirando, pero no soy idiota.

—Sí. —Me quito la camiseta larga con la que duermo. No llevo sujetador ni bragas y
tardo un momento en oler la espesa excitación que flota en el aire.

Cuando echo un vistazo por encima del hombro, veo a su lobo a las puertas de sus
ojos.

—¿Qué?
—No puedes hacer un mini striptease delante de mí y después preguntarme qué
pasa —gruñe, acalorado.

—No tendría que hacerlo si no te hubieras empeñado tanto en hacerme de niñera —


replico, abriendo el armario en busca de una camiseta y unos vaqueros.

Oigo crujir la cama, pero no le doy importancia y saco una camiseta azul de entre la
ropa perfectamente doblada. Acabo de agarrar un par de vaqueros cuando siento un par
de manos grandes sobre mis caderas desnudas.

—Vuelve a la cama.

Me quedo paralizada.

No por miedo, sino por la punzada de calor en mi abdomen ante su contacto.

—Jason —hay un tono de advertencia impregnado en mi tono—. Manos fuera. Lo


digo en serio.

—Fuiste tú quien empezó. —Su mano se desliza por mi cadera hasta mi vientre
desnudo, que se estremece bajo su tacto ardiente—. Si juegas con fuego, te quemas.

Al sentir sus dedos bailando sobre mi piel desnuda, tengo que reunir cada gramo de
autocontrol que poseo.

—¿Por qué de repente actúas como si me desearas?


—¿Quizás porque te deseo? —Su tono es grave y me produce un escalofrío de placer
cuando su profunda voz de barítono me roza los pezones, tensándolos—. Además de que
dijiste que deberíamos revisar nuestras normas sobre nuestras necesidades físicas. Este
soy yo revisando el tema.

Antes de que pueda decir nada, me da la vuelta, me empuja contra el armario


abierto y los bordes de las baldas me pellizcan la espalda. Es solo un poco más alto que
yo, pero ahora pende sobre mí y me siento muy vulnerable.

Esta ha sido una idea increíblemente mala.

Cuando su boca baja hasta la mía, me preparo mentalmente para empujarlo y decirle
algo desagradable, pero en el momento en que sus labios se presionan sobre los míos,
todo pensamiento coherente se esfuma.

Siento un calor abrasador cuando aprieta su cuerpo contra el mío, cuando siento su
pecho contra el mío y sus labios devorándome con una dulzura que me roba la
capacidad de pensar. No tiene que hacer mucho para que abra la boca para él y, cuando
lo hago, su lengua se sumerge en ella, lamiendo y explorando, marcando su territorio.

Me siento indefensa bajo su contacto. Es diferente a lo que estoy acostumbrada.

Este calor me distrae y mi cuerpo anhela más de él. Mi lobo gime de necesidad, con
un sonido de sumisión ante su lobo dominante. Me siento pequeña y femenina en los
brazos de este hombre. Nunca me había sentido así.

Temblando, ni siquiera puedo detenerlo cuando su mano se enrosca alrededor de mi


garganta con un gesto que solo puede considerarse posesivo.

Mi boca se mueve contra la suya conforme su otra mano me aprieta el culo,


alzándome de un tirón y obligando a mis piernas a cerrarse alrededor de su cintura.
Debería apartarlo de mí. Esto es territorio peligroso. Pero su sabor es adictivo, al igual
que su tacto. Deseo más.

Su polla está dura bajo los calzoncillos. Siento el roce de su dureza contra mi centro
cuando empieza a mecerme hacia delante y hacia atrás sobre su miembro cubierto. Dejo
escapar un gemido contra su boca mientras siento que la humedad empieza a gotear de
mi sexo.

Así de fácil consigue excitarme.

Pero no se detiene ahí, y mi cuerpo tiembla mientras frota la polla contra mí,
excitándome, y su boca le hace el amor a la mía. No se muestra agresivo, casi como si su
lobo supiera que ahora necesito dulzura y persuasión.

—J-Jason —jadeo por fin cuando su boca me recorre el cuello y desliza la mano hasta
acariciarme el pecho.

—¿Mm? —murmura, besándome el cuello y acercándose peligrosamente a su marca


de apareamiento. Tengo la respiración agitada, unos suaves sonidos lascivos brotan de
mi garganta mientras intento hablar, decirle que tenemos que parar.

—Te-tenemos que hablar.

—Claro. —Lame la marca de apareamiento, haciendo que mis piernas se aprieten


más alrededor de su cintura mientras una oleada de placer me recorre—. Adelante, te
escucho.

¿Cómo suena tan tranquilo ahora?

El deseo crece en mi interior y trato de contenerme, pero sus dedos me pellizcan y


retuercen los pezones, causando estragos en mis sentidos. La parte inferior de mi
cuerpo es un patio de recreo para él.

—T-Tienes… T-tie…

Su boca muerde la marca de apareamiento y suelto un grito roto mientras me


derrumbo y mi sexo trata de aferrarse al vacío; necesita algo que cabalgar, pero estoy
vacía.

No me toca ahí abajo con las manos y, cuando caigo flácida contra él, me sostiene. El
corazón me late desbocado cuando su voz divertida llega a mis oídos.

—Bueno, creo que ha sido una charla productiva. Deberíamos repetirla.

Abro los ojos, me echo hacia atrás y le fulmino con la mirada.

—Cerdo.

Se dobla y me besa la boca.

—Qué mala. Sé amable conmigo, soy tu compañero.

Me quedo boquiabierta, sin saber cómo reaccionar.

—¡Lo has hecho a propósito!

—No te he oído quejarte —Me sonríe—. Y ahora hueles como yo.


—Voy a darme una ducha. —Le frunzo el ceño.

Levanta una ceja.

—Bien. Entonces te llevaré a la cama cuando acabemos.

No sé qué le pasa, pero quiero estrangularlo ahora mismo. Me sigue mientras me


dirijo al baño dando pisotones y parando primero a coger algo de ropa, pero le cierro la
puerta en las narices.

—¡Si oigo correr el agua de la ducha, me uno a ti! —grita desde el otro lado de la
puerta.

Me pongo la camiseta y los vaqueros, sintiendo el cuerpo todavía hormigueante por


las secuelas. Me siento mejor una vez que me he lavado un poco. Cuando abro la puerta,
estoy en mejor forma para enfrentarme a un asalto.

—¡¿Qué coño pasa, Jason?!

Pero él me está esperando con café en la otra habitación. Sigue pillándome


desprevenida y no sé qué pensar. Ya estoy demasiado estresada por Howard y Erin.
Jason me entrega mi café, que acepto fulminándole con la mirada.

—Vas a tener que empezar a soltar la lengua. Dijiste...

—No quiero que Howard piense que tú y yo no tenemos una relación como dios
manda. —Jason encuentra mi mirada con firmeza—. No tenemos que darle más
munición de la que ya tiene.
Hago una pausa ante sus palabras, luchando con esta repentina decepción.

—Aun así, deberías haberlo hablado conmigo antes…

—Te has quitado la ropa delante de mí —señala.

—¡Para poder cambiarme!

Cuando sonríe, parece que estoy hablando con otra faceta totalmente distinta de
Jason. Me hundo en la silla.

—Cerdo.

—Y yo preparándote el café —suspira.

Le doy un sorbo, y me sorprende lo bien que sabe.

—¿Y ahora qué?

—Howard quiere verte. No vamos a dejar que eso pase.

—Tengo que ver a Erin.

—No.
Dejé mi taza a un lado, despacio.

—No lo decides tú.

—Cuando se trata de la seguridad de mi compañera, sí que lo decido —la voz de


Jason es firme. —Abro la boca para discutir con él, pero se inclina hacia delante, me
coge la mano y me dice con voz firme—: Escucha. Eres lista, Zara. Sabes que pretende
manipularte. No le des esa oportunidad. Sean cuales sean nuestros problemas, tú y yo
tenemos que mostrar un frente unido. Si se tropieza contigo y no estás cubierta con mi
olor, eres vulnerable, lo sabes. No puede saber que nuestro vínculo es débil.

Tiene razón.

—Entonces, ¿qué significa esto? —Cuando Jason tuerce los labios, entrecierro los
ojos—. No voy a acostarme contigo.

—¿Por qué no?

—Porque... —No tengo una explicación adecuada, pero ¿cómo le digo que es
demasiado intenso? Cuando me toca, es demasiado. No puedo soportar lo que me hace
sentir.

—Tiene que haber otra manera.

Parece reticente.

—La hay. Podemos dormir desnudos uno al lado del otro. Si eso es lo que quieres,
podemos hacerlo.
Trago saliva.

—Ya tengo muchas cosas de las que preocuparme. Ahora mismo no quiero sumarle a
esa pila de cosas que nos acostemos juntos. No creo que esté lista para ello.

Espero que se enfade, pero me da una palmadita en la mano.

—Entiendo. ¿Adónde ibas tan temprano?

*** ****

No tenía intención de revelarle mi secreto a Jason todavía, pero con él siguiéndome a


todas partes, no me queda mucho margen de maniobra. Pero sí adorno un poco el
asunto.

—Entonces, ¿qué es lo que va a hacer el lobo?

—Tengo algunas personas de confianza en la manada. —Observo cómo se aleja el


lobo—. Les entregará el mensaje y ellos me enviarán su respuesta. No hay otra forma de
comunicarse aparte de esta.

—¿Y puedes comunicarte con estos lobos porque...?

—Siempre he podido. —Le dirijo una mirada cortante—. Y ahora no vayas de cotorra
por ahí, va en serio.
Jason hace una mueca.

—¿Tengo pinta de ser una maruja?

Suspiro.

—Vamos a desayunar. No hace falta que te pegues a mí. Me mantendré alejada de


Howard.

Pero Erin es otra historia. Tengo que llegar hasta ella. Si puedo, tengo que ayudarla
a escapar.

He intentado evitar pensar en Erin durante toda la noche, pero no fue fácil. Sabiendo
que estaba en la guarida, sufriendo, ¿cómo iba a dormir?

No he visto a los otros tres varones, pero por lo que Jason me contó de ellos, deben
de ser del escuadrón de élite. Howard está tramando algo, pero no sé el qué.

De camino a desayunar, Jason se para a hablar con algunos de los compañeros de


manada que están fuera y yo me dirijo a la sala común. Pensé que estaría vacía a estas
horas de la mañana, ya que acaba de amanecer, pero para mi sorpresa, no es así.

Cuando veo a las dos personas sentadas allí, se me hiela la sangre.

—Ahí está. —Howard se pone en pie y Erin le sigue.

Tiene los ojos vacíos y unas heridas superficiales le cubren las manos. No me mira,
es casi como si no pudiera.
—¿E-Erin?

Howard chasquea los dedos delante de mí.

—Estoy hablando contigo. No te molestes con la criadora. Sólo la hemos traído para
entretenernos.

—¿Criadora? —Pensé que sería capaz de controlar la ira dentro de mí, pero está
hirviendo—. ¡Esta es la mujer que solía darte clases cuando tenías trece años, pedazo de
escoria inútil!

Howard entrecierra los ojos.

—Será mejor que cuides el tono que usas conmigo, zorra, o te pondré de rodillas a ti
también. Se me da bastante bien...

Estoy a punto de darle un rodillazo en la entrepierna cuando se escucha una voz fría
que llega desde la puerta.

—¿Que vas a hacer qué? —La voz me resulta familiar y me giro para ver entrar a
Seline, con los ojos brillantes—. Repítelo.

Howard parece haber recuperado el sentido común, pero mira a Seline con desdén.

—No hablaba contigo.


—No —sisea Seline—, pero no me gusta tu tono. O tu cara, ya que estamos.

La rabia colma los ojos de Howard.

—¿Quién coño te crees que eres? Puedo...

Seline le pone la mano en el pecho y él se queda paralizado antes de soltar un


patético gemido y desplomarse en el suelo. El hedor a la orina impregna la habitación y
ella le observa con desprecio.

—Dejémosle así.

Ni siquiera me importa lo que acaba de hacer, me abalanzo hacia Erin y le agarro las
manos.

—¿Erin? ¡Erin! Erin, ¡mírame!

Pero mi amiga se queda ahí plantada como un cascarón vacío, como si no percibiera
nada.

—¡¿Qué le pasa?! —pregunto desesperada, mientras Howard se revuelve.

Seline se apresura a comprobar el pulso de Erin antes de negar con la cabeza.

—No lo sé. Debe de haber sufrido algún trauma. Parece haberse encerrado en sí
misma.
—¿Qué está pasando? —Ray y Jason irrumpen en la habitación.

Echan un vistazo al Howard desmayado y Ray se apresura hacia Erin.

—¿Qué le pasa?

—No lo sé. —Siento miedo—. No consigo que me responda.

—La llevaré con Tammy...

—No —El sonido de la voz de Austin me hace mirar hacia la puerta—. Déjala en paz.

—Pero...

Ignora tanto mi protesta como la de Ray.

—No podemos hacer nada por ella hasta que sus compañeros de manada lo
permitan. Hay unas reglas.

La ira brilla en los ojos de Seline cuando mira a su compañero.

—¡Mira en qué estado se encuentra esta chica, Austin! No podemos...

—Ya has roto una regla cardinal al herir al enlace —explica Austin con frialdad—. ¿Te
has propuesto empezar una guerra, Seline? —Cuando su compañera se estremece,
añade con voz tensa—: Quiero ayudar a esta chica, pero ahora mismo cualquier paso
que demos puede malinterpretarse.

Las manos me tiemblan.

—Dejad que me la lleve a otro sitio. Howard está inconsciente y puedo ayudarla a
escapar.

—No.

—¡No puedes hacer esto! —estallo, aterrorizada—. ¡¿Acaso sabes lo que le está
haciendo?! ¡¿Lo que todos ellos le han hecho?!

—Puedo imaginarme que ha sido de una brutalidad tremenda —intercede Austin, con
calma—. Pero tienes que analizar la situación desde fuera, Zara. Si das un paso en falso
ahora mismo, todas las demás hembras de tu antigua manada podrían sufrir las
consecuencias. Si quieres ser una líder, tienes que pensar y actuar como tal. No
permitas que tus sentimientos te lleven a precipitarte.

Jason se me acerca.

—Vámonos.

Sintiéndome vacía y perdida, dejo que las manos inertes de Erin resbalen de entre
las mías mientras Jason me aleja y una lágrima se desliza por mi mejilla.
CAPÍTULO 14

Zara

Me paseo de un lado a otro de mi despacho. No sé qué hacer. Dejar a Erin con


Howard es un acto insoportable, pero no puedo desoír las palabras de Austin. Rescatar a
Erin implica poner en peligro a mucha más gente sin estar siquiera estamos preparados
para nada.

No entiendo qué le pasa a Erin. Ni siquiera reaccionó a que la tocase o le hablase.


¡¿Qué le han hecho?!

Llaman a la puerta y alzo la vista. Se trata de una chica joven, de unos veinte años.

—¿Puedo ayudarte? —pregunto, confundida.

Cuando pasa al despacho, por un instante, asumo que viene por el trabajo. No
recuerdo si hoy tenía programada alguna entrevista. Abro la boca para decir algo
cuando ella me tiende un papel, sonrojada.

—El enlace me ha pedido que te entregue esto.

Tiene las mejillas coloradas y reconozco el brillo en sus ojos: amor de cachorrillo.

—¿Qué más te ha dicho? —la interrogo con brusquedad.

Mi tono parece pillarla por sorpresa.


—Nada. Sólo estuvimos hablando y...

—Aléjate de él —le digo con frialdad—. Y de cualquier otra persona de ese grupo,
¿entendido?

En lugar de retirarse, la chica cuadra la mandíbula y aparece en su cara una mueca


de irritación.

—Ya me avisó de que serías así.

—¿Qué? —La miro fijamente—. ¿Que sería cómo? ¿Quién ha dicho eso?

—Howard —pronuncia su nombre con demasiada comodidad para mi gusto—. Me


aviso de que estarías celosa. —Ahora puedo ver la ira en sus ojos y una satisfacción
infantil—. Ya no es tu pretendiente.

Tardo un minuto en situar a esta chica. Cuando llegué aquí, formaba parte del grupo
de chicas adolescentes que me rodearon y que consideraron mi apareamiento con Jason
una proeza romántica. Por supuesto, no había compartido ningún detalle lúgubre con
ellas.

—¿Se te ha ido la pinza? —Me la quedo mirando—. Howard es un tío peligroso.

—Solo lo dices porque estás celosa de que me quiera a mí y no a ti —espeta ella,


cada vez más entusiasmada.

La preocupación me recorre de arriba abajo.


—No estoy celosa. Escúchame, si tu alfa se enterase de lo que estás haciendo....

—¡No es asunto de nadie con quién salgo!

Sintiéndome frustrada, la agarro por los brazos, justo cuando se abre la puerta.

—Vas a mantenerte alejada de Howard o vamos a tener un problema. ¡¿Me has


entendido?!

La chica suelta un grito de sorpresa ante la ferocidad con la que me acerco a ella
cuando de repente me apartan de ella.

—¡¿Qué demonios está pasando aquí?! —gruñe Jason. Me empuja a un lado mientras
mira a la chica—. Rory, ¿estás bien?

Rory está a punto de echarse a llorar, pero no siento ninguna compasión por ella. La
nota que me ha traído está en el suelo y, sin pensarlo dos veces, le doy un puntapié para
lanzarla debajo de la mesa, fuera de la vista.

—¡Me estaba diciendo que me alejara de su ex! —solloza Rory.

—¡Ella y Howard están intimando! —espeto, furiosa.

Espero que Jason comprenda la situación, pero, en lugar de eso, me lanza una
mirada capaz de helar el Ártico.
—¿Y eso a ti qué te importa?

Lo miro, boquiabierta.

—¿Lo preguntas en serio? Estamos hablando de Howard. Sabes que él...

—¡Lo que haga Rory no es asunto tuyo y te dije que te mantuvieras alejada de
Howard! —Jason suena furioso.

¿Soy la única que comprende el peligro potencial de esta situación?

—Sabiendo lo que sabes, ¿no tienes problema en dejar que esta joven se acerque a
Howard? —pregunto lentamente.

—Lo que digo —Jason se pone delante de Rory con gesto protector—, es que no es
asunto tuyo. Parece más bien que te importa que Howard le eche el ojo a otra mujer.

Sus palabras son como una bofetada en la cara y doy un paso atrás, aturdida.

Cuando no digo nada, una expresión de disgusto le cruza el rostro.

—Nada que decir, ¿eh?

—Ah, no. Sí que tengo algo que decir. —Doy un paso hacia él, le pongo las manos en
su pecho y lo empujo hacia atrás—. Apártate de mi vista.
Jason entrecierra los ojos.

—Vigila el tono con el que me hablas.

—Llévate a esta cría y sal de mi despacho —hablo con voz uniforme.

Rory está ya sollozando a pleno pulmón y, para alguien se acerca al final de la


adolescencia, este berrinche me parece ridículo. Fue ella la que vino aquí con la
intención de provocarme por Dios sabe qué razón, ¿y ahora se pone a llorar? No sé lo
que está tramando, pero no quiero formar parte de ello. Y que Jason se trague la misma
puta chorrada de que estoy celosa me cabrea.

—Pero ¿qué le has dicho? —Jason suena enfadado cuando me mira mientras consuela
a Rory.

—Nada —salto—. Y lárgate antes de que os eche a los dos.

Cuando abre la boca, levanto un dedo.

—Será mejor que pienses dos veces lo que vas a decir a continuación, porque no me
haré responsable de mis actos —hablo con una voz peligrosamente fría.

Frunciéndome el ceño, agarra a Rory y se marcha, no sin antes lanzarme una pulla
por encima del hombro:

—Tú y yo vamos a tener una charla más tarde.

¿Una charla? ¿Cree que soy una niña que se porta mal y a la que hay que poner en
su sitio?

Me hierve la sangre de la furia. Sea mi compañero o no, le daré una patada en el


culo si dice algo aún más estúpido que lo que acaba de hacer.

Me agacho y recojo la nota de debajo de la mesa. Si Jason no hubiera actuado como


si yo siguiera siendo una ingenua enamorada del hombre que asesinó a mis propios
padres, tal vez le habría enseñado esto. Pero el caso es que ahora resulta obvio por qué
quería que me alejara de Howard. No le preocupaba lo que pudiera hacerme, sólo
pensaba que yo aún sentía algo por él.

Me cabrea que piense eso de mí. No recuerdo haberle dado ninguna razón para
dudar de mí.

Abro la nota y la leo.

«Roseview Café. Mañana. 14:00».

Así que quiere reunirse conmigo.

Aplasto el papel en la mano y miro hacia la puerta.

Iba a hacerle caso a Jason y confiar en él. Pero está claro que sus propias intenciones
y razones eran deshonestas. Me he permitido relajarme demasiado. Esta es, y siempre
será, una situación a la que tengo que enfrentarme sola. Iré a ver qué quiere decirme
Howard. Por lo menos, me haré una idea de la verdadera razón por la que vino aquí.

Pero no soy tan estúpida como para ir sola.


**** ****

—No lo entiendo. —Seline me estudia—. ¿Quieres que vaya contigo?

No sabía que Seline tuviera su propio despacho, pero, claro, es la hembra alfa. Thea
se encuentra sentada en el sofá. Fue ella quien me trajo hasta aquí.

—¿Por qué no pedírselo a Jason? —intercede Thea.

—Porque Jason —escupo su nombre— sólo quería que me alejara de Howard porque
cree que siento algo por él. Y Howard le ha comido la cabeza a Rory con la misma
tontería. Vino a mi despacho como si estuviera buscando pelea, como si hubiera ganado
un premio y me estuviera advirtiendo que me mantuviera alejada su chico. Intenté
avisarla cuando Jason apareció y ella rompió a llorar. Él se puso como una moto, se
comportó como si le hubiese pegado a la chica y después me acusó de estar celosa.
¿Entendéis por qué no quiero meter a Jason en esto?

Seline mira hacia abajo para observar a su hija, que está ocupada mordiéndole la
cabeza a un peluche.

—Jason debería tener más sentido común. En cuanto a Rory, las adolescentes y sus
hormonas dan un miedo que te cagas.

—Que te cagas por la pata —interviene Thea—. ¿No deberíamos advertir a las
hembras de nuestra manada para que se mantengan alejadas de esos machos? A juzgar
por todo lo que he oído de ti y de Lexi, no quiero que ninguna hembra de nuestra
manada se acerque a esa gente. Son capaces de cualquier cosa.

—¡Exacto! —Señalo a Thea—. Eso intenté decirles a ella y a Jason, pero ambos se
comportaron como si fuera yo la loca.
—Avisaré a todas las hembras. Las más jóvenes son más propensas a caer rendidas a
sus encantos, así que dependerá de las hembras maternas asegurarse de que no se vean
atrapadas en una situación sin retorno —el tono de Seline es lúgubre.

—¿Y qué pasa con la reunión?

—¿Estás segura al cien por cien de que es buena idea ir? —Seline me estudia—.
¿Qué puede ser eso que tiene que decirte?

—Tú no le conoces como yo. —Empujo lejos la silla en la que me estaba apoyando,
frustrada—. Howard puede ser un puto vago, pero es arrogante y manipulador. ¿Por qué
crees envió a Rory a buscarme?

Cuando Seline guarda silencio, me vuelvo hacia ella con la respiración agitada.

—Cuando levantó las cabezas decapitadas de mis padres delante de mí y arrojó sus
cuerpos a la fosa, supo que todo lo que yo sentía por él había muerto junto con mi
familia, pero no le importó. Lo que le importaba era el poder y el control que tenía sobre
mí. Se deleitaba con el odio en mi mirada cuando me obligaba a meterme en su cama.
Le gustaba el control; todo esto siempre ha tenido que ver con el control para él. Sabe
que no me pondré celosa si se acuesta con otra mujer. El pasado que compartimos solo
me hace odiarlo aún más, pero quiere que sepa que es capaz de destruir esta manada
también, yendo a por las hembras y haciéndoles daño.

—No vamos a dejar...

—¡No podéis pararlo! —siseo, pasándome las manos por el pelo—. Hay tres machos.
Eso significa que, si les dan sus marcas de apareamiento a tres hembras de vuestra
manada, tendréis que renunciar a ellas, condenándolas a sabiendas a una vida de
esclavitud. ¿Habéis pensado en eso?

Seline se pone pálida. Es evidente que no lo había pensado. Seguro que pensaron
que Howard no se atrevería a hacer algo así, pero no le conocen.

Hubo un tiempo en que yo creí conocerle, pero me demostró que estaba equivocada.
Sin embargo, las semanas que pasé con él tras la masacre, me han hecho hacerme una
idea de lo retorcida y enferma que es su mente.

—Tengo que ver qué es lo que quiere, porque conozco los gestos que lo delatan
mejor que nadie. Es muy posible que pueda averiguar sus verdaderas intenciones.

—Si razonas con Jason...

—Jason no es mi dueño —le digo a Thea con frialdad y ella se estremece.

—¡Oye! —Seline se interpone entre nosotras con los ojos entrecerrados en señal de
advertencia—. Nosotras no somos el enemigo.

Doy un paso atrás, sintiéndome culpable por asustar a la embarazada Thea.

—Lo siento, es que ahora mismo estoy muy harta de Jason.

—Hombres, ¿verdad? —Seline me contempla con simpatía y me da unas palmaditas


en el hombro.

Thea asiente.

—Lexi también puede ser un poco cabezota a veces.


Veo cómo Seline rodea su escritorio y coge a su hija en brazos, que ahora babea
sobre la cabeza del oso que ha estado destrozando durante la última media hora.

—Esto es lo que podemos hacer —murmura Seline—. Me traeré a Sam conmigo, nos
sentaremos en la otra mesa y enmascararemos nuestros olores para asegurarnos de que
Howard se piense que estáis solos.

—¿Y tu padre va a ser suficiente?

Por la forma en que se le curvan los labios a Seline, ya tengo la respuesta a mi


pregunta.

** ****

Una vez concretado el plan, vuelvo a mi despacho. Se está haciendo tarde, así que
me desvío a la sala común para cenar algo y me tropiezo con Alex y Tammy, la curandera
de la manada, que parecen tensas.

—He oído que tú y Jason os peleasteis en tu despacho.

La expresión de Tammy es un tanto distante. Alex, sin embargo, no parece estar muy
convencida de algo.

Me cojo algunos de los bocadillos de carne.

—No diría que nos peleamos. Él me acusó de cosas y yo le eché a patadas. Parece
que quiere una compañera que sea recatada y baje la voz cuando habla delante de él. —
Se me tensa la mano alrededor del cucharón de la sopa mientras me la sirvo en un plato
hondo—. Escogió a la mujer equivocada, si eso es lo que se esperaba.
Alex suelta una carcajada cortante.

—Eso no me pega para nada de Jason.

—Bueno, pues el número de veces que me ha dicho que vigile mi tono cuando le
hablo… puedo contarlo con las dos manos.

Tammy, que ha permanecido callada hasta ahora, dice de repente:

—¿No vas a preguntarnos dónde hemos oído tal cosa?

Le agrego un poco de salsa a la sopa.

—Yo diría que de Rory. Vino a mi despacho a intentar provocarme hablando del
abusivo de mi ex.

—¿Abusivo? —Alex frunce el ceño—. ¿Howard? ¡Pero si es un encanto!

Me giro para mirarlas.

—O sea, ¿que sabéis que es Howard?

—No lo ha mantenido en secreto. —Tammy se encuentra con mi mirada—. Y, según


Rory, la agrediste físicamente porque Howard se ha interesado en ella.
Dejo la bandeja y me encuentro con la mirada de Tammy.

—Rory es una adolescente con un hombre mayor que la colma de atenciones.


Dejadme explicaros que, si Howard da cualquier paso que resulte en que Rory tenga que
irse a vivir con su manada, mi antigua manada, será despojada de todos sus derechos.
No se le permitirá tener dinero, ni móvil y ni siquiera podrá hablar con nadie que no sea
su compañero. Comerá cuando su compañero se lo permita y se acostará cuando él le dé
permiso. No se le permitirá tocar un libro, ni siquiera la televisión. Vivirá con el único
propósito de servir a su pareja. Si él la golpea, no habrá nadie que la defienda. Si se
cansa de ella, puede convertirla en una criadora para la manada y buscarse a otra
hembra que le caliente la cama.

Tanto Tammy como Alex están blancas como el papel cuando termino de enumerar la
futura vida de ensueño que le espera a Rory si sigue por este camino.

—Rory me acusó de estar celosa de ella. Yo le advertí que se alejara de Howard


porque es peligroso. La agarré por el brazo. Jason entró en ese momento, ella me acusó
de agredirla y él me insultó, así que los eché a los dos. ¿Hay algo más que queráis
saber?

Espero que se marchen por donde han venido, pero a Alex le tiemblan los ojos y, de
repente, se abalanza sobre mí para darme un abrazo de oso.

—Lo siento mucho. Las cosas deben haber sido horribles para ti.

Tammy asiente con expresión angustiada.

—He oído cosas por aquí y por allá sobre la muerte de tus padres y una rebelión,
pero no hay nadie que suelte prenda.

Cuando Alex me suelta, recojo mi bandeja.


—Advertid a las chicas, ¿vale? Howard puede ser encantador cuando quiere, pero
deberían saber a qué se enfrentan. Ha venido aquí en busca de venganza y dudo que le
importe a quién se lleve por delante.

Si pensaba que Tammy y Alex me dejarían comer sola en mi despacho, craso error.
Se sirven comida en sus propias bandejas y me siguen. Mientras comemos, me
interrogan con delicadeza, obligándome a confesar partes de mi historia y, cuando los
ojos se les llenan de lágrimas y me llueven abrazos reconfortantes, me es difícil
mantener la compostura.

No voy a mis aposentos esta noche, sino que prefiero dejar una nota sobre la mesa
antes de volver y encerrarme en el despacho. No tengo valor para enfrentarme a Jason,
que me miró fijamente a los ojos y me acusó de estar celosa.

Me enfurece cada vez que pienso en ello., pero también me duele.

Y ese dolor me preocupa.


CAPÍTULO 15

Jason

Contemplo el techo, incapaz de dormir. Son las tres de la mañana y Zara no ha


venido a la cama.

La nota garabateada con su letra está arrugada en un rincón del dormitorio, donde
la tiré en un arrebato de ira.

Zara hace que pierda la compostura. No me gusta.

Siempre se me ha conocido por tener la cabeza fría, pero desde el momento en que
esta mujer entró en mi vida, no paro de meter la pata y ponerme como un basilisco
demasiado rápido. Sé que exageré esta tarde en su despacho. Pero la sorprendí
diciéndole a Rory que se alejara de su ex y Rory no tenía motivos para mentir. Y aunque
le advertí que se mantuviera alejada de la delegación de la manada de lobos del River
Stone, Zara no tenía por qué agarrarla así.

Ahora está enfurruñada en su despacho. E ir a llamar a golpes a la puerta me valió


una bronca de Seline y una mirada de disgusto de parte de Tammy.

Me pongo de lado, pero la culpa no me deja dormir. Ni siquiera tiene una cama en el
despacho y odia dormir en el sofá de nuestro salón porque es demasiado duro. ¿Cómo va
a descansar en el suelo, que es probablemente donde está acostada? ¿Le han dado una
almohada o algo?

Puede que exagerara.

Me incorporo y suelto un largo suspiro, frotándome los ojos con las manos,
sintiéndome cansado. Aparto a un lado la manta que me cubre la mitad inferior y salgo
de la cama. Si no puedo dormir, será mejor que haga algo constructivo.

Me pongo algo de ropa y salgo a comprobar algunos de los equipos de vigilancia


dañados en el límite de la frontera interior, pero cuando salgo de la guarida en dirección
al lago, veo una figura femenina agachada junto a un lobo.

Es Zara.

Me acerco a ella mientras estudia un papel. Sin embargo, cuando rodea el cuello del
lobo con los brazos y mueve los hombros de forma irregular, me quedo quieto.

¿Está llorando?

Una parte de mí quiere ir su lado, mientras que la otra duda. Tengo la sensación de
que no se alegrará mucho de verme. La veo secarse los ojos antes de escribir algo en un
papel y atar el mensaje a una cuerda alrededor del cuello del lobo. Cuando él se aleja
corriendo, ella se endereza y observa su marcha.

El viento cambia y noto cuando se da cuenta de mi presencia. Se da la vuelta y


camina hacia mí, pero no se detiene. Pasa por mi lado como si yo no existiera. Ojalá
fuera así de simple.

La agarro por la muñeca y la obligo a darse la vuelta.

—¿Por qué llorabas?

Mi pregunta provoca que me aseste un puñetazo en las tripas que hace que todo el
aire abandone mi cuerpo y jadee.
—No me pongas las manos encima —sisea.

—Joder, qué mal carácter tienes. —Me froto la zona, fulminándola con la mirada.

—Pues vete a buscar a alguien que se doblegue a todos tus caprichos —gruñe—. Y ya
que estás, puedes aprovechar para irte a tomar por culo.

Comienza a avanzar por el bosque, hacia la guarida. Bueno, por lo menos ya no llora.

La sigo y me interpongo en su camino cuando la alcanzo.

—Sólo quiero hablar. —Cuando veo que cierra el puño, le agarro las muñecas de
inmediato—. Intentemos usar palabras esta vez.

Retira sus manos de las mías.

—No tengo nada que decirte.

—¡Mira, siento lo de ayer!

—¡Y una mierda lo sientes!

Hay ira en sus ojos, pero debajo de eso, veo que está dolida.
—Escucha —suelto un largo suspiro—, sentémonos a hablar. Deberíamos aclarar las
cosas...

—No hay nada que aclarar. —La expresión en su mirada es despiadada—. ¿Crees que
voy a tragarme esta estrategia tuya de una de cal y otra de arena? Un minuto estás
intentando fingir que las cosas van bien entre nosotros para meterte en mis bragas y al
siguiente me lanzas acusaciones y me dices que «vigile mi tono». —Da un paso al frente
para mirarme cara a cara, con ojos duros—. Déjame que te aclare una cosa, Jason. No
me importa cuál sea tu papel en mi vida, un compañero que parece creerse superior a
mí no me sirve de nada. Lo mejor sería que te mantuvieras alejado de mí de una puta
vez.

Esta vez, cuando se aleja, no la detengo. Su enfado está justificado. Yo no estaba


pensando con claridad.

Me paso los dedos por el pelo y resisto el impulso violento de romper algo por la
frustración.

—¿Todo bien?

La voz de Austin a mis espaldas me sobresalta. Le miro por encima del hombro.

—¿Qué haces levantado y fuera a estas horas?

—Sacando a Aurora a correr. Ha estado quisquillosa por alguna razón. —Cuando


miro sus manos vacías, añade—: Sam se la ha llevado. Bueno, ¿qué pasa con vosotros
dos?

—Como si no lo supieras —murmuro con amargura—. Nunca hago nada bien cuando
se trata de Zara.
—Bueno —Austin se pone a mi lado—, acusarla de seguir interesada en su ex es una
forma segura de joder las cosas.

—¡Ya sé que me pasé!

—¿Y por qué lo hiciste? —Me observa con calma—. He estado escuchando algunas
cosas sobre tus expectativas de subordinación por parte de Zara.

Me pongo tenso.

—Su actitud....

—Es tu compañera. —Escucho la señal de advertencia por la forma en que recalca


esa última palabra—. No una de tus soldados.

—No es eso. —No sé cómo expresar mis sentimientos con palabras—. Es que es...

—Vuestro vínculo es débil y eso hace que tu lobo se sienta inseguro. Eso es lo que
está pasando.

Aprieto la mandíbula.

—Intenté consumar....

—¿Y no cayó rendida en tus brazos como esperabas? —su tono es seco.
—Tampoco hace falta ser un capullo.

—No estoy siendo un capullo. —Mi alfa parece divertido—. Es sólo que para ser un
hombre que nunca ha tenido problemas para cortejar a una hembra, te estás luciendo
con tu compañera.

—Es una mujer difícil.

—¿Quieres decir que no se deja engañar por tu encanto y unas palabras bonitas? —
Se ríe—. Viene de una familia de alfas. Tu compañera es una hembra muy fuerte, es una
hembra dominante con un lobo sumiso, pero que sabe mantenerse firme. No es alguien
a quien debas subestimar. Deja de hacerlo y gánate su confianza.

—Claro, porque es así de sencillo —refunfuño.

—No veo a Zara volviendo con un hombre que le arrebató todo. Sólo puedo imaginar
la humillación que siente de que pienses tal cosa de ella.

Sus palabras me hacen apartar la mirada, me siento culpable.

—Admito que me pasé de la raya.

—Eso deberías decírselo a Zara —murmura él con voz seria—. No rompas la frágil
confianza que te tiene. Esta hipervigilancia y paranoia se debe a que ninguno de los dos
ha hecho nada por fortalecer el vínculo que tenéis dentro. Ella nunca llegó a darte la
marca de apareamiento, ¿verdad?

Sus palabras me ponen rígido.


—Eso no es asunto tuyo.

—Si yo lo he notado, ¿crees que Howard no? ¿O cualquier otra persona? Espabila,
Jason. Esto ya no es una relación platónica. Tu lobo está al límite y Zara y tú necesitáis
arreglar cualquier problema que esté surgiendo entre vosotros dos antes de que vuelvas
a hacer algo impulsivo.

Le sigo con la mirada mientras se aleja. Mi lobo ha estado de los nervios


últimamente, y más aún con la llegada de Howard. Tal vez Austin tenga razón. Necesito
arreglar las cosas con Zara antes de fastidiarlo todo.

** *****

No veo a Zara en toda la mañana, pero como tengo que ir a ocuparme de unos
asuntos al pueblo, le digo a Seth que vigile a Howard. No quiero que ese cabronazo
escurridizo le cree problemas a mi compañera. Aunque teniendo en cuenta que Zara
está encerrada a cal y canto en su despacho, dudo que eso ocurra.

Acabo de recoger los documentos que necesitaba cuando veo a Sam entrando en un
café con Seline. Un momento después, veo entrar a Zara.

Me encuentro de pie en la acera de enfrente y nadie me ha visto. Observo el interior


a través del gran ventanal y veo que Zara toma asiento justo al lado, mientras que Sam y
Seline se sientan un poco más alejados, de espaldas a ella. Es entonces cuando diviso a
otros cuantos brujos que he visto por ahí.

Entrecierro los ojos y estoy a punto de cruzar la calle cuando veo entrar a otra
persona.

A Howard.
Mi lobo gruñe.

¡No! No se atrevería.

Zara alza la mirada para observarle y, cuando se sienta frente a ella, no se lo impide.
No puedo distinguir su expresión, pero Howard parece engreído.

Mi mano se enrosca alrededor del archivo que tengo en la mano. Mi ira es una cosa
despiadada.

Le dije que se mantuviera alejada de él, ¡y aquí está ella, reuniéndose con él en
público! Él le desliza algo por la mesa y ella abre lo que parece un sobre. Ahora están
hablando, y Zara tiene una expresión extraña. Veo que Howard le tiende la mano y, a
estas alturas, puedo esperarme cualquier cosa de Zara, pero, para mi sorpresa, coge un
tenedor del cubertero que tiene al lado y lo apuñala en la mano.

Su aullido es fuerte y se abalanza sobre ella. Ya me he puesto en marcha cuando veo


que Zara le estampa la cara contra la mesa antes de empujarlo al suelo. Ahora que
puedo ver su expresión, veo que parece enfadada. Se pone en pie y le da una patada
antes de marcharse airada.

La sigo con la mirada, sin saber qué pensar de toda esta situación. Una parte de mí
está furiosa porque haya ido a encontrarse con Howard a mis espaldas, y la otra siente
curiosidad por saber qué ha pasado.

Espero a que Howard salga cojeando y con expresión retorcida. Acaba de doblar la
esquina cuando lo agarro por el cuello y lo arrastro a un callejón oscuro.

—¿Qué coño estás haciendo? —Howard forcejea—. ¡Suéltame!


—¡Te dije que te mantuvieras alejado de mi compañera! —gruño, clavándole las
garras en la piel.

A pesar de la situación, deja escapar una carcajada.

—Quería reunirse conmigo. ¿Y de qué compañera hablas? Ni siquiera ha dejado que


te la folles, ¿verdad? ¿No quieres saber por qué?

Le golpeo la cabeza contra la pared del callejón. La sangre me galopa con furia y
siento a mi lobo en los ojos.

—No te creas que sabes nada…

—¡Todavía me quiere! —Se ríe con burla—. Incluso después de todo lo que le hice,
todavía me quiere...

—No parece que te quiera mucho con el escarmiento que te ha dado —me burlo.

Veo un destello de ira en sus ojos antes de que escupa:

—Porque le repatea, pero al final del día, sigue siendo mía. Tengo algo que ella
quiere.

—No tienes nada que quiera. —Me satisface el aroma de su sangre allá donde le
atraviesan mis garras—. Y, aunque lo tuvieras, yo no soy como tú. No voy a entregarle
mi compañera a nadie.

Se le entrecierran los ojos de la rabia y, cuando me da un manotazo, ya me lo


esperaba y estoy preparado. Lo arrojo contra el contenedor y veo cómo se tambalea
hacia atrás sin ninguna gracia.

—Ya puedes intentar todo lo que quieras, que ahora Zara es mi mujer.

Está a punto de abalanzarse sobre mí cuando un grupo de chicos se reúne frente a la


entrada del callejón, hablando entre ellos y dirigiéndonos una mirada inquisitoria.
Howard se pone tenso.

—Ya veremos. Esa zorra vendrá arrastrándose hacia mí de un modo u otro —dice por
lo bajini.

Me inclino hacia él, con los labios curvados en una sonrisa cruel. Con una mano le
cubro la boca y con la otra le retuerzo el brazo. Su grito queda ahogado contra mi
mano.

—Vuelve a llamar zorra a mi compañera y lo próximo que retorceré serán tus


diminutas pelotas —hablo con voz grave.

Con eso, le empujo y salgo del callejón con expresión apacible, pero la mandíbula
apretada. No me detengo en ningún sitio y vuelvo directo a la guarida.

Necesito hablar con Zara. ¡¿Por qué concertó un encuentro con Howard cuando le
dije que se alejara de él?!

Sin embargo, de camino a nuestros aposentos, me descubro tropezando y


deteniéndome a pensar. Sé que lo que le diga va a sonar a acusación y nada de lo que vi
me hizo tener la impresión de que ella quisiera estar allí. Si le sienta mal algo de lo que
le diga, será difícil arreglar las cosas entre nosotros.
En ese preciso momento, la veo acercarse por el pasillo. Mi boca se abre por sí sola
antes de poder detenerme.

—¿Dónde has estado?

Me mira con recelo.

—¿Por qué?

—Es solo una pregunta.

Veo cómo vacila.

—He estado todo el día en mi despacho.

Cuando pasa por mi lado sin decir palabra, no la detengo y me quedo con la mirada
perdida en el lugar donde estaba hace un instante.

Me ha mentido.

¿Por qué me ha mentido?


CAPÍTULO 16

Zara

—Creo que deberías calmarte, Zara —dice Thea, con la preocupación patente en su
voz—. Esto ya te lo esperabas, ¿no?

—Thea tiene razón. —Seline suena más tranquila, pero no puede ocultar la ira en
expresión.

Me paso los dedos por el pelo, agitada.

—Debería haberme mantenido alejada de él. Debería haber escuchado a Jason. Esto
no ha servido para nada. Lo único que he conseguid a cambio fueron esas imágenes.
¿Ahora cómo se supone que voy a sacármelas de la cabeza?

Erin.

Está usando a Erin contra mí, prometiéndome que todas las personas que me
importaban, incluida Marie, serán las siguientes. Esas imágenes... quiero vomitar.

—Quiere que estés alterada —advierte Seline, mientras Sam nos observa.

—Dijiste que habías contactado con alguien de dentro. ¿Qué te han dicho?

Aprieto los labios.


—Nada bueno. Dos mujeres intentaron escapar y fueron castigadas. Brutalmente. Mi
fuente está intentando acceder al despacho de Denziel, donde se encuentran todos los
detalles que necesitamos, pero la oficina está fuertemente custodiada.

—¿Y ahora qué? —Seline me mira fijamente, sin apartar la mirada.

—No voy a ceder a sus demandas —siseo—. ¿Te perdiste la parte en la que lo
apuñalé?

—Necesitas pensar con la cabeza fría, Zara. Howard está decidido a usar tu relación
disfuncional con Jason en tu contra. Necesitáis arreglar las cosas con urgencia.

—Él no me lo pone precisamente fácil —digo, tensa.

—Tampoco ayuda que tú no pongas nada de tu parte. —Seline frunce el ceño—.


Intentó hablar contigo y ofrecerte una rama de olivo. Quizá sea hora de que tú hagas lo
mismo. No digo que no se merezca una patada en el culo, pero le necesitas, y lo sabes.
Has tenido un día para reflexionar. Ahora deberías ir con él.

No me gusta este consejo. Cada centímetro de mí se opone a ir en busca de Jason y


confiar en él después de lo que dijo.

—Es tu compañero —insiste Thea con suavidad—. Sé que no quieres, pero no existe
el orgullo entre compañeros. Ambos tenéis que ceder.

La miro y sé que tiene razón.

Sí que intentó arreglar las cosas esta mañana. A lo mejor yo debería hacer lo mismo.
*** ***

No soy una experta cocinera. Es lo único que se me da fatal, pero no creo que cocer
pasta sea difícil.

Se antoja extraño estar haciendo esto cuando mi última conversación con Jason no
fue precisamente agradable, pero estoy cansada de las peleas. Quizá mantener una
conversación arregle las cosas entre nosotros. No es que tuviéramos una relación muy
cercana, pero al menos éramos civilizados el uno con el otro.

Observo cómo hierve la pasta y mis pensamientos se dispersan. No sé ni lo que


quiero. ¿Qué es lo que quiero conseguir?

Mi enfrentamiento con Howard había estado plagado de oscuras amenazas y


provocaciones. Parecía creer que aún tenía poder sobre mí, que podía darme órdenes,
cosa que me puso de mala hostia. A veces Jason también me pone así.

Cierro los ojos e intento calmarme.

Noto los hombros tan pesados con esta carga que llevo encima que siento que me
voy a romper en cualquier momento. No tengo a nadie con quien compartir esta carga,
nadie que me consuele o me diga que lo conseguiré, que este sacrificio merece la pena.
Cada día es más duro que el anterior, pero sigo arrastrándome hacia delante,
recordándome a mí misma a todos los que esperan que los salve.

Suelto un suspiro tembloroso y me presiono los ojos con las manos, tratando de
regular mi respiración. Estoy agotada.

Algo me roza el costado y suelto un grito ahogado, solo para ver a Jason, que me
mira con una expresión extraña mientras apaga el fogón.
—Has cocido la pasta de más —se limita a decir.

Miro la olla, agitada, y me doy cuenta de que tiene razón. Ha quedado todo pastoso.

—Mierda —juro, resistiendo el impulso de lanzar la olla al suelo—. Sabía que era
mala idea intentar cocinar.

—¿Y por qué estabas haciéndolo? —Me da un codazo, cogiendo la olla y escurriendo
el agua—. Ya hay comida en la sala común.

Observo cómo prueba la salsa que hierve a fuego lento en la otra olla.

—Era una ofrenda de paz —murmuro.

Le veo hacer una mueca.

—Pues es una ofrenda de paz picante.

—Vamos, que sabe a mierda. —Intento quitarle la salsa—. Olvídalo. Vamos a...

—Espera. —Parece un tanto divertido—. Podemos rebajarle lo picante.

—¡Y no iban por ahí los tiros!

—Relájate, Zara. —Coge unas cuantas cosas del armario y empieza a hacerle algo a
la salsa.
—Bueno, la pasta se ha echado a perder.

Sin embargo, Jason parece ser capaz de arreglarlo todo. Pone la pasta reblandecida
en un plato, le echa la salsa por encima y le espolvorea un poco de queso antes de
meterlo en el pequeño horno bajo los fogones.

—¿Por qué no coges unos platos mientras yo voy a por algo de beber?

Obedezco, preguntándome por qué está tan tranquilo ahora. Parecía un poco
apagado esta tarde, poco después de que yo volviera del pueblo.

En menos de veinte minutos, la mesa está servida con una botella de vino tinto frío y
nuestros platos de pasta.

—No sabía que sabías cocinar.

Jason se encoge de hombros.

—Todos necesitamos tener un hobby.

—Pues yo no puedo cocinar ni aunque me fuera la vida en ello.

—No me digas. —Se ríe Jason, haciendo que levante la cabeza como un resorte, pero
veo que solo me está mirando con curiosidad.

—¿Por qué intentabas cocinarnos algo?


—Porque no quiero que nos peleemos todo el tiempo —concedo—. Y desde que llegó
la delegación, no podemos hablar sin terminar discutiendo.

Jason baja la mirada a su plato y guarda silencio un momento.

—Mira, sobre lo que pasó antes, nada de lo que dije iba en serio. Reaccioné de forma
exagerada. Eres mi compañera y debería haberte preguntado qué ocurrió. Es
importante que haya confianza entre nosotros.

Al decir esto último, levanta la vista hacia mí y veo que sus ojos buscan algo en los
míos. Esta noche está raro, aunque no sabría decir qué es lo que me desconcierta. Abro
la boca para contarle lo de mi encuentro de hoy con Howard, pero decido no hacerlo en
el último momento. Sé que no se lo va a tomar bien.

—¿Cómo va tu trabajo?

Parpadeo ante su pregunta antes de devanarme los sesos.

—Eh, he contratado a tres universitarios que están dispuestos a pasarse a la


titulación de Ciberseguridad. Aunque tendrán que ir a otra universidad, pero me he
puesto en contacto con el antiguo jefe del departamento donde estudié y está dispuesto
a aceptarlos. Así que, son buenas noticias.

—Ya veo —dice en voz baja—. ¿Y dónde piensas dormir esta noche?

La mano con la que sujeto el tenedor, vacila.

—No lo sé.
—No vuelvas a dormir en tu despacho. —Su mirada se encuentra con la mía—. No
me gusta.

Por alguna razón, sus palabras hacen que me palpite el corazón y que desvíe
rápidamente la vista a mi plato.

—Vale.

El ambiente entre nosotros es extraño. Me noto un poco tensa.

Mientras comemos, intento encontrar algo de lo que hablar, ya que esta incomodidad
me está dificultando digerir la comida. Por suerte, Jason rompe el silencio.

—Espero que estés haciendo algo más que trabajar todo el tiempo. —Cuando le miro,
tiene una expresión seria en la cara—. Se te da bien el combate cuerpo a cuerpo. ¿Has
pensado en entrenar con los soldados? Sería una forma de seguir practicando y de hacer
ejercicio. No te estás integrando muy bien con la manada, precisamente, y, en cierto
modo, este es tu nuevo hogar.

Me pongo tensa.

—Es que he estado ocupada...

Jason suspira, reclinándose en su asiento.

—No intento decirte lo que tienes que hacer, Zara, pero vives en un estado de
preocupación constante. Eres una nueva miembro de la manada y, a pesar de las
circunstancias actuales, deberías relajarte y conocer a los demás. Hacer algunos
amigos.

—Ya he hecho amigos.

—¿Como quién?

—Eh. —Intento pensar—. Alex y Thea. Seline y yo nos llevamos bien. Y a veces hablo
con Tammy.

—Vale, ¿por qué no organizas una noche de pelis con ellas? —sugiere Jason de
repente, cogiéndome por sorpresa.

—¿Una noche de pelis?

—O cualquier otra cosa. —Se encoge de hombros—. Como ir de copas o de


discotecas. Lo importante es pasar algún tiempo con ellas.

—No tengo tiempo...

—Sí que tienes —me interrumpe—. Tienes tiempo mientras esperas a recibir más
información. No quiero que te escondas mientras Howard se mueve por la manada a sus
anchas. Deberías tener tu propio grupo de amigos que te cubran las espaldas.

Lo que dice tiene sentido. Tiene razón, pero la idea no me gusta.

—¿Por qué de repente estás tan preocupado por mí? —Le lanzo una mirada.
—Eres mi compañera.

—¿Y?

Entrecierra los ojos.

—Y sean cuales sean nuestras diferencias, no quiero que prives a tu lobo del afecto
de la manada. Has pasado por un infierno y las cosas no te van mejor precisamente. Tu
lobo necesita que lo calmen. Por lo general, ese es el trabajo de un compañero, pero es
obvio que no quieres que nos toquemos ni con un pal...

—Yo jamás he dicho eso —murmuro.

—Tampoco te has mostrado muy receptiva —replica Jason.

—Eso es porque acordamos mantener una relación platónica...

—Y luego acordamos retomar esa conversación y revisar nuestros términos, cosa que
te negaste a hacer.

Me callo ante su argumento.

—Mira, no voy a obligarte a nada —suaviza la voz—. Si quieres mantener las cosas
platónicas...

—No es eso. —Aprieto los dientes, intentando permitirme ser vulnerable ante él. Me
siento demasiado expuesta.
—No voy a presionarte, Zara —me asegura Jason con firmeza—. Para hacer nada.
Pero sí que necesitamos algo de confianza entre nosotros que no está ni cerca de
hacerse realidad.

Cuando se pone en pie, frunzo el ceño.

—¿Adónde vas?

—A darte algo de espacio.

Me está confundiendo, no para de lanzarme señales contradictorias. Le agarro del


brazo cuando intenta pasar por mi lado.

—¡No te he pedido que me des espacio! —Como no dice nada, me acerco a él hasta
que apenas quedan unos centímetros entre nosotros—. ¿Qué quieres, Jason? —Cuando
no me contesta, una fría sospecha se me forma en la boca del estómago—. —¿Vas a
buscarte a alguien más porque yo no...?

—No.

—Si quieres que nos acostemos juntos, podemos hacerlo. —Le agarro la cara y
aprieto mis labios contra los suyos, furiosa.

Sin embargo, lo que debería haber sido un beso sin pasión, se vuelve uno caliente y
pesado, que hace que se me encojan los dedos de los pies. Noto la resistencia de Jason
durante un segundo antes de que me acerque más a él y me meta la lengua en la boca.
Todo mi cuerpo se tensa de necesidad; esta química explosiva entre nosotros me vuelve
loca. Mi mala hostia desaparece, sustituida por una necesidad despiadada. Tal vez se
deba al estrés constante que he ido acumulando, pero lo deseo. Lo quiero en mi cama.
Quiero que me folle hasta que no pueda pensar.
Intento tirar de él hacia la cama, pero Jason no está por la labor.

Aunque puedo oler su excitación, se aparta con la respiración agitada y los ojos
oscuros.

—No.

Noto que se me hunde el corazón.

—No me deseas.

—No me refería a eso. —Retrocede un par de pasos como si intentara aclararse las
ideas—. No quiero que te sientas obligada a hacer nada si no estás preparada.

—¿Estás ciego? —le reprocho—. ¡He sido yo quien te besó!

—¡Pero no porque quisieras!

Me detengo en seco. ¿Por qué parece que eso le disgusta? Tiene una expresión de
agitación en la cara que me molesta.

—¿De qué hablas?

Jason se limita a sacudir la cabeza en vez de contestarme.


—Tengo que ir a hacer algo. Volveré en un rato.

Me quedo mirando entumecida a la puerta cuando se marcha, sintiéndome como una


tonta y humillada. No sé cuánto tiempo me quedo ahí de pie. ¿Por qué hice nada de eso?
¿Por qué tuve que lanzarme así encima de él?

Cuando oigo cómo se mueve el pomo de la puerta, me apresuro hacia ella para
abrirla. Debe de ser Jason.

—Jas…

Me quedo congelada cuando a quien veo es a Howard ahí plantada. Me dedica una
sonrisa burlona.

—¿Problemas en el paraíso?

—¡¿Qué demonios quieres?! —gruño—. ¡Fuera de mi habitación!

Howard me ignora y se limita a observar el espacio.

—Bonito lugar el tienes aquí montado. Tu compañero parecía muy disgustado al


marcharse. ¿Qué ha pasado?

Suelto mis garras.

—Lárgate o te daré motivos para enfadarte.


Howard resopla.

—Sólo he venido a darte algo. —Me lanza una cajita a los pies—. Toma.

—¿Qué es esto? —pregunto con recelo. A juzgar por el brillo de diversión maliciosa
en sus ojos, no puede ser nada bueno—. No lo quiero.

—¿En serio? —Parpadea—. ¿No quieres un registro del arresto y ejecución de tus
padres? Lo tengo todo en vídeo. Así tuvo que hacerse por órdenes de Denziel. Ahora
puedes ver todo lo que tuve que hacerles a tus preciados padres. Antes tenía la
intención de perdonarte la vida, pero ya no veo razón para hacerlo.

Se me hiela la sangre. Quiero decirle que se lo lleve, pero no puedo. La voz se me


atasca en la garganta.

—Está todo ahí —se mofa Howard—. Hasta sus últimos segundos. Y también está la
profanación...

—¡Largo! —gruño. El cuerpo me tiembla.

—¿Qué está pasando aquí? —Dos mujeres mayores se detienen ante nuestra puerta y
los ojos se les abren de par en par al vernos a Howard y a mí. Con las caras sonrojadas,
pasan rápidamente de largo y Howard se limita a sonreír.

—Ups.

Por fin se marcha, pero el daño ya está hecho. Soy consciente de los rumores que
circulan por ahí. Patricia no se ha mordido la lengua a la hora de hablar de la pelea que
tuvo lugar en el aparcamiento y los compañeros de manada no han tardado en empezar
a ver a través de la fachada que Jason y yo hemos montado.
Pero nada de eso me importa ahora mismo. Miro fijamente la caja de aspecto
inocente que yace en el suelo a mis pies.

No debería hacerlo. Debería llamar a Jason y contarle lo de Howard y la grabación,


pero mis manos se extienden hasta la caja y la agarro.

Echo un vistazo a mi alrededor. Noto que todo dentro de mí está entumecido


mientras una parte me suplica con desesperación que no vea la cinta.

No puedo verla aquí.

Es tarde.

No habrá nadie cerca.

Cojo mi chaqueta y, metiéndome la caja dentro, me apresuro hacia mi despacho.


CAPÍTULO 17

Jason

Debería haberle preguntado. En vez de hacer todo el numerito, debería haberle


preguntado a Zara por qué me mintió sobre lo de estar en su despacho cuando había
quedado con Howard.

Lo he fastidiado todo.

Ella intentaba arreglar las cosas y yo la he cagado y la he rechazado. Me paso los


dedos por el pelo, sintiéndome agitado. Al doblar la esquina, me tropiezo con Thea, que
suelta un jadeo de sorpresa y se lleva la mano al vientre prominente. Mi primer instinto
es preocuparme.

—¿Estás bien?

Ella se estremece.

Thea y yo no estamos muy unidos. Puede que sea la compañera de Lexi, pero su
llegada a esta manada se produjo en circunstancias difíciles y ella y yo nunca estamos
de acuerdo.

Me espero que pase de largo y siga con su camino, pero aquí se queda.

—¿Has visto a Zara?

Su pregunta me pilla por sorpresa.


—Estuve con ella hace media hora —respondo.

—Deberías ir a verla —habla ella con voz tensa—. Algo va mal. Está en su despacho y
la he oído llorar, pero no me deja entrar.

Me quedo muy quieto. ¿Tanto la he cagado?

—Gracias. —Me apresuro a pasar junto a ella en dirección al despacho que está al
otro lado de la guarida. De camino, paso por la sala común, donde dos hembras
maternales me detienen.

—¡Jason!

Las reconozco como Lubna y Florence.

—Tengo que irme —les digo, intentando pasar de largo, pero Florence me bloquea el
paso con expresión seria.

—Tenemos que decirte algo.

—¿No puede esperar? —Mi lobo se pone ansioso ante la idea de haber hecho llorar a
nuestra compañera. El hecho de que Zara haya derramado lágrimas significa que la
lastimé más de lo que imaginaba.

—¡Imposible! —asegura Florence con convicción—. Se trata de tu compañera.


Me detengo, girándome para mirarla.

—¿Qué pasa con Zara?

Las dos mujeres intercambian una mirada y es Lubna la que toma ahora la palabra.

—Pasábamos por tus aposentos y la puerta principal estaba abierta —murmura.

Cuando vacila, Florence interviene con su tono serio:

—Ese delegado estaba dentro tu casa y con Zara en lo que parecía una posición muy
íntima.

Lubna le lanza una mirada a su compañera, pero no dice nada para contradecir sus
palabras, sino que se limita a añadir:

—No era apropiado.

Me quedo congelado en el sitio, pero consigo que me salgan las palabras.

—¿Y por qué crees que era inapropiado?

Florence me lanza una mirada de lástima.

—Porque es su ex, Jason. Creía que ya lo sabías. Y debo añadir que no se me ha


pasado por alto cómo Zara se niega a prestarte atención. Me crucé con ella el otro día y
está claro que no habéis consumado vuestro vínculo.

Aprieto la mandíbula a causa de la rabia por su comentario descuidado, pero ella no


se da cuenta y continúa:

—Sinceramente, no entiendo por qué te apareaste con ella para empezar si ya había
hembras de lo más adorables en la manada. Es infantil, grosera y extremadamente
irrespetuosa. Es decir, ¡¿invitar a tu ex a los aposentos que compartes con tu
compañero?! ¡Qué desvergüenza!

—Florence...

Pero la mujer ha cogido carrerilla y levanta cada vez más la voz, atrayendo la
atención de las pocas personas que quedan en la sala común.

—No tiene ninguna clase y no sé qué hizo para convencerte de que te apareases con
ella cuando está claro que ese chico tan encantador estaba locamente enamorado de
ella. Prácticamente estaba entre sus brazos...

—¡Ya basta! —suelto con dureza.

Ambas mujeres se estremecen y ahora más gente nos observa.

—Ese chico encantador del que hablas no es trigo limpio y si le ves cerca de mi
compañera en el futuro, deberías asegurarte de que no se queda a solas con él, en lugar
de intentar llenarme los oídos en contra de ella.

Florence se sonroja de humillación ante mis palabras.


—Un momentito…

—No —digo con tono cortante—. Voy a dejar una cosa clara: si escucho una palabra
acusatoria más en contra de Zara, tendremos un problema. No intentéis armar drama
porque sí. Si Howard estaba con ella nuestro cuarto, se lo preguntaré. Y lo que pasa en
nuestro dormitorio es asunto nuestro. No hagáis suposiciones sobre nuestra vida de
pareja apareada.

Con la sangre hirviéndome en las venas, dejo atrás a las dos mujeres, boquiabiertas,
mientras mi cerebro intenta digerir la noticia de que Zara ha dejado entrar a Howard en
nuestro espacio personal. ¡¿En qué estaba pensando?!

Reduzco el paso mientras pienso en lo que me dijo Thea. Escuchó a Zara llorando.

Eso no es propio de ella.

¿O está llorando por culpa de Howard?

Me detengo a dos pasillos de su despacho.

Ojalá hablara conmigo y me dijera lo que le pasa por la cabeza. Es la segunda vez
que Zara se encuentra con Howard en mi ausencia y una parte de mí empieza a creer
que hay algo más, que no ha sido capaz de deshacerse de sus sentimientos por Howard.
Pero a otra parte de mí esa le parece una idea ridícula. Mi lobo desea a su compañera y
yo me siento dividido. En contra de mi buen juicio, me dirijo a su despacho y llamo a la
puerta.

—¡Vuelve más tarde! —Un voz ronca y familiar se deja oír desde el interior.

Me tenso.
—Zara, soy yo.

Se hace el silencio al otro lado antes de oír cómo algo que se mueve. La puerta se
abre un par de minutos después, apenas un resquicio. Veo la cara de Zara y se me
revuelven las tripas al verle los ojos enrojecidos, las manchas de lágrimas en las mejillas
y la mirada hueca.

—Ahora no es un buen momento —murmura, sin sostenerme la mirada—. Estoy


ocupada.

—¿Estás sola?

Se limita a asentir.

—¿Estás bien?

—Chupi guay —intenta decir con sarcasmo, pero se le rompe la voz, solo un poquito,
lo suficiente para que yo pueda captarlo y el corazón se me cierre en un puño.

—Voy a entrar —digo con firmeza.

—No. —Parece rendida—. No quiero que entres aquí.

Pero no la escucho, abro la puerta a la fuerza, cogiéndola por sorpresa para que no
pueda defenderse. Al entrar, lo primero que noto es que la pequeña pantalla LED de la
esquina está apagada y su silla de oficina está girada hacia ella. A un lado, veo que hay
un reproductor de CD enchufado.
—¿Qué estás mirando?

—¡Te he dicho que no quiero que entres aquí! —Me empuja de repente hacia la
puerta, pero algo no me encaja. Su actitud roza la histeria y tiene los ojos brillantes por
las lágrimas—. ¡Largo!

La sobrepaso, encaminándome hacia la pantalla que se encuentra sospechosamente


apagada.

—¡No!

Ignoro su protesta y la esquivo mientras pulso el botón para encender la pantalla.


Ésta parpadea un instante antes de que se vea a una pareja mayor en un estado
espantoso. Por un momento, me quedo mirando la pantalla, incapaz de reconocer sus
rostros, hasta que caigo en la cuenta.

Los conozco.

Los vi muchas veces cuando era joven, cuando iba a visitar a Nessie.

Son los padres de Zara.

Pero la pareja que recordaba había sido joven y todo sonrisas. No se parecen a estas
dos personas con la cara hinchada y unas heridas tan crueles que hacen que me arda el
estómago.

—¿De dónde has sacado esto? —gruño por lo bajo.


—Por favor, vete, Jason —Zara apenas se tiene en pie.

Abro el reproductor de CD y saco el que hay dentro.

—¡No! —Está furiosa—. ¡Eso es mío!

—¡No necesitas ver esto! —rujo—. ¡Ellos no querrían que lo vieras!

Forcejea conmigo mientras sostengo el disco fuera de su alcance.

—¡Tú no lo entiendes!

La agarro de las muñecas con una mano y se las aprisiono por delante de ella
mientras aprieto su espalda contra mi pecho. Está temblando y tiene los ojos húmedos.
Nunca la había visto tan destrozada y eso me está matando.

—Zara, no hay necesidad de que veas esto —suavizo la voz—. No sirve para nada
más que para hacerte daño a ti misma.

—Tú no lo entiendes —repite, con la voz ronca por las lágrimas—. Esto es todo lo que
tengo de ellos. Me quitó todo lo demás. Ni siquiera tengo una foto suya.

—¡Ya te encontraré yo una! —le prometo. Mi lobo aúlla de rabia por las lágrimas que
le corren por las mejillas—. Te encontraré una foto, te prometo que lo haré.

—Tengo que ver por lo que pasaron —su voz es más débil ahora—. Él... ese hijo de
puta los torturó. Puedo soportarlo. Puedo...

—Pero no tienes por qué hacerlo —murmuro contra su sien mientras sus forcejeos
empiezan a amainar—. Tienes mil recuerdos con los que vivir. Pero no con esto, esto sólo
está pensado para hacerte daño.

Se ha quedado quieta entre mis brazos y puedo oír el latido de su corazón. ¿O es el


mío?

—No lo destruyas —dice finalmente, con una voz tan diminuta que es desgarrador.

En contra de mi buen juicio, le aseguro con un murmullo:

—No lo haré, pero no puedes quedarte con esto. Lo guardaré en algún sitio.

Cuando la suelto, se hunde en la silla, derrotada y sin vida.

—Fue Howard quien te dio esto, ¿no? —Como no contesta, le pregunto—: ¿Fue hoy
en el café o cuando apareció justo después de irme yo?

Se sobresalta al oírme y me mira.

—Sabes lo del café. —Suena agotada, cansada de todo.

—Te vi.
—Ya veo. —Zara se limita a mirar al suelo, como si no tuviera fuerzas ni para
levantar la cabeza—. Me lo dio ahora mismo. M-me explicó lo que era, que había
grabado la captura de mis padres, su tortura y su ejecución. Se reía, en el vídeo se reía
mientras... mientras.... —Se le quiebra la voz al verse incapaz de terminar la frase.

Veo el estuche abierto sobre su mesa y, tras meter el CD en su interior, lo guardo en


mi chaqueta antes de respirar hondo y mirar a la mujer que es mi compañera. Tiene la
vista clavada en el suelo y está temblando. Hago a un lado la rabia que me quema por
dentro y me agacho frente a ella, cogiendo sus manos heladas entre las mías.

—Escúchame, Zara. Howard quería hacerte daño. Quería que sufrieras. —Cuando le
caen las lágrimas, siento como si alguien me desgarrara el corazón—. Le haré pagar por
esto. —Le limpio las lágrimas con los pulgares, con el lobo asomándome en los ojos y
gruñendo dentro de mí, furioso—. Le haré lo que les hizo a tus padres. Gritará una y
otra vez sin que nadie venga a ayudarle. Haré pedazos a ese hijo de puta por lo que te
ha hecho pasar.

Zara no es débil, pero ahora mismo se está desmoronando y no sé cómo volver a unir
las piezas de su corazón. La estrecho entre mis brazos cuando suelta un sollozo.

—Le haré pagar por esto. Te lo juro.

Pero antes de eso, voy a comprobar cuánto de esa cinta ha visto Zara.

*** ****

Dejo a Tammy y Thea con Zara después de llevarla a nuestros aposentos. Seth se
queda apostado en la puerta para asegurarse de que ni Howard ni sus compinches
intenten llegar hasta ella.

Miro la cinta con Austin, quien se ha enterado de lo que estaba pasando. Para
cuando llegamos al final, tengo la cara pálida.
—Cabrones hijos de puta.

La expresión de Austin es de pesar.

—Disfrutó haciéndoles daño, sobre todo a su madre. ¿Cuánto vio Zara?

Me froto la cara con las manos, sintiendo que me asolan las náuseas.

—No lo sé, pero si a nosotros nos ha resultado duro, no puedo imaginarme cómo
pudo soportarlo ella, sabiendo que las personas de ese vídeo eran sus padres.

Austin guarda silencio durante un par de segundos.

—Esa tortura no tenía ningún propósito, fue inhumana incluso para nuestros
estándares. Y la grabó. La única razón por la que Howard grabó todo eso es para
enseñárselo después a Zara, para seguir atormentándola. De haber terminado
apareándose con ella, la habría llevado a la locura. No entiendo a ese tío, ¿por qué ibas
a hacerle daño a tu compañera?

—Porque se siente inferior a ella, siempre se ha sentido así —murmuro—. Esta era su
forma de castigarla por ser mejor que él. —Miro a mi alfa—. Sabes que no puedo dejarlo
pasar. Esto lo hizo a propósito, trajo esta grabación a nuestra manada a propósito. Ha
estado poniendo a las compañeras de manada en contra de Zara, llenándoles la cabeza
con mentiras. No voy a tolerarlo.

—Es que no deberías tener que tolerarlo —dice Austin con frialdad—. Nos
ocuparemos de él esta noche.
—Esta noche no. —Me pongo de pie—. Esta noche, mi compañera me necesita.
Mañana.

Austin me estudia con una mirada extraña en los ojos.

—¿Qué? —Le miro.

—Nada. —Su tono es extraño—. Ve. Mientras tanto, informaré a los demás.

Me dirijo a la puerta y agarro el picaporte antes de mirarlo por encima del hombro.

—Sabes que todo se va a ir a la mierda, ¿verdad?

—Perfectamente.

—Si se va a ir a la mierda todos modos, ¿crees que podremos rescatar a la hembra


que vino con ellos?

Los labios de Austin se curvan con gesto adusto.

—Es curioso que digas eso. Ray me ha estado dando la lata con lo de esa tal Erin,
aunque sigue sin decirme por qué.

Me permito absorber el significado de sus palabras.

—En otras palabras, si nosotros no hacemos nada por ella, ¿lo hará él?
—Eso parece.

—Bien.

Con eso, abandono la habitación. Zara necesita buenas noticias y me alegro de ser
yo quien se las dé.
CAPÍTULO 18

Zara

No puedo dormir. Las pesadillas no me dejan.

Las imágenes de aquella grabación, las cosas que Howard les hizo a mis padres, las
cosas que les obligó a hacer… se me han quedado grabadas en la cabeza y las rebobino
una y otra vez como en un carrete interminable.

Me despierto, empapada en sudor y con el corazón palpitante, solo para sentir una
mano cálida en la frente y una voz dulce que me murmura:

—Todo va bien. Estás a salvo.

Tardo un minuto en identificar la voz de Tammy y vuelvo a hundirme en la almohada,


intentando recuperar el aliento.

La he cagado. No debería haber visto ese CD. Ahora, las imágenes de mis padres en
ese estado están grabadas a fuego de forma permanente en mi cerebro para el resto de
mi vida.

—Toma, bebe un poco de agua. —La cama cruje y me plantan un vaso de agua
delante de la cara. Me incorporo, sintiéndome vagamente sorprendida de ver a Thea
sentada a un lado de la cama.

—No estoy enferma —murmuro, mientras me siento y acepto el vaso. El agua está
fría y me despeja la cabeza.
—Tu corazón está enfermo —me dice Tammy, suavemente—. Jason nos contó lo que
pasó. Ahora mismo está con Austin, discutiendo qué hacer a continuación.

Thea tiene lágrimas en los ojos.

—Ojalá pudiera curarte, pero mis poderes no funcionan con la pena, Zara. Ojalá
funcionasen. No puedo hacerte olvidar nada.

No es lástima lo que veo en sus ojos, sino calidez, amor y preocupación, y eso me
conmueve. Sé que me he resistido a aceptar esta manada como propia, pero ellos me
han aceptado de todo corazón.

Dejo escapar un suspiro tembloroso.

—Estaré bien. Si Howard pensó que esto me paralizaría, entonces no me conoce tan
bien como cree.

—No, no te conoce —asiente Tammy con voz feroz—. Y nosotras estaremos aquí
mismo cuando necesites nuestro apoyo. No estás sola.

—Todo lo que esté en nuestras manos, lo haremos —confirma Thea—. Pero, por
ahora, necesitas descansar.

—No quiero descansar.

Intento bajar las piernas por el lateral de la cama, pero entonces se deja oír una voz
desde la puerta.
—Esta noche no vas a hacer nada más que descansar. —Jason entra en la habitación
con expresión sombría—. Vuelve a meterte en la cama. Ahora mismo.

Se me tensa la mandíbula.

—Tengo que...

—No hay nada que tengas que hacer ahora mismo, Zara —suaviza la voz—. No hay
nada que puedas hacer ahora mismo.

Sus palabras me desinflan por dentro y me siento exhausta.

—Gracias, señoras. —Jason hace un gesto a las dos mujeres sentadas en la cama
conmigo—. Ya me encargo yo a partir de aquí.

Tammy y Thea asienten y se marchan rápidamente, pero no antes de que Tammy


murmure:

—Si me necesitáis, estaré en mi habitación.

Jason se limita a asentir, acompañándolas a la salida. Cuando vuelve, estoy sentada


con las piernas cruzadas en la cama.

—Has ido a ver a Austin.

Jason se sienta a mi lado, encontrándose con mi mirada.


—Vamos a echar a Howard a la calle, que le den a las consecuencias, y de paso
alejaremos a tu amiga Erin de él.

Una pequeña brasa de esperanza parpadea en mi interior.

—¿Lo dices en serio?

—Nos reuniremos todos a primera hora y trazaremos un plan de acción. No vamos a


dejar que Erin vuelva con él.

Había habido una presión en mi cabeza desde el momento en que supe que habían
traído a Erin, una acumulación de frustración e impotencia, que noto cómo se alivia
ahora con esta noticia.

—El CD…

—-Se guardará en algún lugar seguro, pero no quiero que lo veas, Zara. —Jason me
coge las manos—. No vale la pena.

Me encuentro apoyando la cabeza en su hombro. El cansancio me invade de nuevo.

—Tienes razón.

Me frota la espalda con la mano.

—Arreglaremos las cosas y, si es necesario, involucraremos a nuestros aliados. No


abandonaremos a tu manada a su suerte para que sufra.
Se me cierran los ojos, que me arden con lágrimas de alivio. Odio ser vulnerable,
pero ahora me siento segura.

—Venga. —Jason se quita la chaqueta y me tumba en la cama—. Vamos a dormir un


poco. Estoy seguro de que vas a querer formar parte de la reunión de mañana.

No me molesto en contestar. Cuando no se cambia a su lado de la cama, sino que me


abraza, ofreciéndome su calor corporal y su comodidad, me hundo en él, permitiéndome
disfrutar de esto. Mi lobo se hace un ovillo dentro de mí, aceptando el consuelo como un
derecho que le corresponde. A pesar de las circunstancias y de las miles de imágenes
que me aterrorizan, con los brazos de Jason alrededor de mi cintura, consigo dormir
sintiéndome segura.

No me paro a cuestionar por qué está siendo tan cariñoso o por qué yo no lo aparto a
un lado. Es más fácil apagar la mente y simplemente aceptar que mi compañero me
protege y que no estoy sola.

***** ***

Cuando Jason dijo que la reunión sería a primera hora, iba en serio.

Nos encontramos en el despacho de Austin a las tres de la mañana, donde Ray, Seth,
Lexi, Seline y Austin nos esperan. Me desperté con la cabeza apoyada en el pecho de
Jason y con su pierna echada sobre mis caderas. Su presencia era tranquilizadora, la
forma en que me apretaba para abrazarme tan cerca de él producía un efecto calmante
en mi lobo. Tuve una sesión de sueño ininterrumpido a pesar de las imágenes gráficas
presentes en mi cabeza.

Hacía tiempo que no dormía así.


Austin se muestra amable conmigo, aunque no necesito que se porte así.

—Puedo hacerlo —digo, con firmeza—. No voy a fastidiar nada.

—No es eso —responde Seline—. Pero Howard no se va a tragar que quieras reunirte
con él. No tienes motivos para querer verle, y menos ahora. Sería más fácil convencerle
de que una de las mujeres más jóvenes que ha estado intentando cortejar quiere verle. Y
Rory es la persona adecuada para el trabajo.

—¿Y si ella le advierte del plan?

Los ojos de Austin son fríos.

—No lo hará. Está advertida.

Me pregunto si está tan seguro de ello porque le enseñó parte de la grabación.

—Muy bien, ¿cómo liberamos a Erin?

—Vamos a hacerles lo que nos hicieron a nosotros —sisea Ray—. En cuanto Howard
se vaya, Lexi y Seth entrarán y escoltarán a los otros dos, diciéndoles que el alfa solicita
una reunión con ellos. Mientras tanto, yo iré a por Erin y la esconderé en algún sitio.

—Su olor...

—Será como si nunca hubiera estado allí. —Seline sonríe con frialdad—. Ser medio
bruja tiene sus ventajas. No podrán rastrearla.
Jason la mira.

—¿Por qué no les empañamos la memoria? Cuando secuestraron a Thea, ¿no pasó
algo así?

—No es tan sencillo —responde Seline, frunciendo el ceño—. Mi padre podría


hacerlo, pero se encuentra en la torre mágica por unos asuntos. No puedo contactar con
él hasta mañana y no queremos esperar tanto. Ni de coña ha montado Howard toda esta
mierda sin tener algún plan en mente.

La estudio mientras siento cómo los engranajes de mi cabeza se ponen a trabajar.

—Has dicho que Howard estaba cortejando a Rory. ¿Qué hay de sus compañeros?

Austin me lanza una mirada cortante.

—¿Adónde quieres llegar?

Me peino el pelo con los dedos.

—Howard es un imbécil, pero se le da bien cumplir órdenes. Si me dio ese CD, es


porque o bien Denziel le ordenó que lo hiciese o porque tenía un plan en marcha para
armar alguna situación en la que me viese obligada a volver con él. No veo a Denziel
autorizando la grabación de la tortura y asesinato de mis padres. —Me cuesta mantener
la voz firme al decir esto, pero continúo adelante, sintiendo cómo la mano de Jason me
aprieta el hombro—. Pero si Howard tenía un plan para conseguir que me fuera con él,
existe la posibilidad de que sus dos compañeros hayan estado cortejando también a
alguien por su cuenta. Si convencen a esas dos hembras para que se vayan con ellos con
la promesa de una marca de apareamiento, o si les dan la marca directamente, serán
rehenes.
No hace falta que diga nada más porque una expresión terrible cruza por la cara de
Austin.

—No he pensado en sus compañeros, pero sí, esa podría ser la única razón por la
que me habría planteado un intercambio. —Intento no tomarme esto último como algo
personal—. Vamos a por ellos ahora...

Alguien llama a la puerta con frenesí antes de que se abra de golpe y vea entrar a
una hembra maternal de aspecto familiar.

—Aust...

Se queda helada al ver a todos los presentes. Sin embargo, cuando su mirada se
posa en mí, ésta casi desprende odio.

—¡Tú! ¡Todo esto es culpa tuya!

Salta hacia mí con las garras desenvainadas, pero antes de que pueda pestañear,
Jason ya me ha empujado detrás de él, llevándose la peor parte.

—¡Rene! Rene, ¡cálmate! —Austin agarra a la mujer, poniéndole los brazos detrás de
la espalda—. ¡¿Qué ha pasado?!

René forcejea contra él, sin dejar de escupir en mi dirección:

—Ha pasado que ha venido esta zorra... ¡Y mi Eveline ha desaparecido! ¡Todo por su
culpa!
—¿Qué he hecho yo? —Miro los cortes en la cara de Jason y me hierve la sangre—.
¡Ni siquiera conozco a esta tal Eveline!

—¡Es mi hija, zorra! —grita Rene—. ¡Y se ha ido por tu culpa!

Seline se pone en el campo visual de René y habla con voz tranquila pero peligrosa.

—¿Por qué piensas eso?

—Porque esta mujer no solo era la exnovia de ese tal enlace, ¡sino que era su
compañera predestinada! ¡Vino aquí siguiéndola a ella y se interesó por mi hija! ¡Eveline
sólo tiene dieciséis años!

—¡Eso sigue sin explicar qué he hecho yo! —exclamo, furiosa.

—¡A mi hija le dio pena por lo que le hiciste, me contó que planeaban irse hoy de
madrugada y ahora no está en su cama! ¡Se ha ido con él simplemente porque tú no
pudiste serle fiel a tu propio compañero predestinado! ¡Maldita puta!

—¡Ya basta! —ruge Jason de repente.

Seline alza una mano, encontrándose directamente con la mirada de René.

—Esto no es culpa de Zara, sino tuya. Recuerdo haberte advertido el otro día de que
te aseguraras de mantener a tus hijas alejadas de los delegados de la manada de River
Stone, a ti y a las otras madres. Se os advirtió de que eran peligrosos. Se os explicó por
qué. Ayer mismo tuve que arrastrar a la fuerza a Eveline y a otras dos chicas de su lado.
¿Por qué no me escuchaste?
La cara de René se enrojece.

—Yo... Todos son gente amable. He interactuado con ellos y he escuchado su versión
de la historia. Resultaba evidente que esta zorra engañó a su compañero y que tú
querías proteger la versión de Jason.

—O sea que, ¿elegiste creer a esos hombres antes que a la hembra alfa? —pregunta
Austin con frialdad—. A mí me parece que fuiste tú quien tomó la decisión de dejar que
tu hija siguiera relacionándose con ellos a pesar de la advertencia. Esto no es culpa de
Zara, sino tuya, Rene.

—Y aparte de eso —me apresuro a decir—. Si Eveline se ha ido con Howard, ¿qué
pasa con las otras dos chicas? ¿Y Erin? Tenemos que comprobar dónde están...

—La patrulla fronteriza no ha notado nada —dice Lexi, mirando a su alrededor—. Si


se han ido, no ha podido ser muy lejos.

—Lexi, tú y Seth id a revisar los cuartos. Seline, tú y yo comprobaremos donde están


las otras dos chicas.

—¿Y nosotros? —Nos señalo a Ray, a Jason y a mí—. ¿Qué hacemos?

—Esperar a recibir más información —dice Austin con calma—. Ray se quedará
contigo como tu guardia. No sabemos lo que planea hacer Howard. Jason, tú ve a
comprobar las patrullas y da el aviso por la chica o chicas desaparecidas. Rene, vuelve a
tu habitación; dos soldados acudirán para revisar la habitación de Eveline en busca de
alguna pista de adónde ha ido.

Rene me lanza una mirada furiosa y me doy cuenta de que prefiere culparme a mí
antes que a sí misma. No digo nada y una vez que la habitación se vacía, dejándonos
solos a Ray, a Jason y a mí, Jason se vuelve hacia el otro hombre.

—Mantenla a salvo.

Abandona el cuarto a grandes zancadas y yo me hundo en el sofá, inquieta.

—¿Cómo se supone que vamos a quedarnos aquí sentados sin hacer nada?

Ray parece tenso.

—Preferiría estar buscando a Erin.

Le dirijo una mirada.

—¿Desde cuándo te preocupas tanto por Erin? ¿Por qué te preocupa tanto su
bienestar?

Ray guarda silencio, con la mandíbula tensa. Le miro con el ceño fruncido. No dice
nada, pero su evidente actitud protectora hacia Erin me hace sospechar.

—Existe la posibilidad de que Howard aún no se haya ido. —Cambio de tema,


haciendo una nota mental para no perder de vista a Ray.

—¿Que te hace pensar eso?

Aprieto los labios en una fina línea.


—Que faltan las negociaciones.

*** ***

Hacen falta dos horas para que todos se reúnan en el despacho de Austin. Austin
tiene una mirada sombría y Seline parece que quiera pegarle a alguien.

—Salieron de la cama a medianoche, lo sabemos porque su olor no era muy fresco, y


se dirigieron a la zona de invitados. El rastro de olor nos indica que después salieron
solas al exterior y se dirigieron a la ciudad. Cuando dos de los soldados que estaban
patrullando las sorprendieron, pusieron como excusa que habían ido a la biblioteca por
la noche. Había un coche esperándolas.

—¿Qué pasa con Howard y...?

—Sigue aquí —gruñe Lexi—. Sin dejar de sonreír y negándolo todo. Según él, las
chicas pasaron a preguntarles si necesitaban algo antes de marcharse.

Se me tensa la mandíbula.

—Si van en coche, el trayecto hasta el bosque no será corto. Tendrán que parar a
repostar al menos siete u ocho veces. —Me pongo en pie—. Tengo algún contacto en el
FBI, he trabajado con ellos. Puedo hacer que pongan una alerta ámbar para que tengan
a gente apostada en cada gasolinera del camino.

—¿Una alerta ámbar para tres chicas de dieciséis años? —pregunta Seline—. ¿Eso es
posible?
—No lo sé, pero dado que son menores, debería serlo. Necesito un mapa.

Cuando Austin me entrega uno, lo poso sobre su escritorio, cojo un rotulador rojo de
su portalápices y trazo una línea en la carretera que conecta a este pueblo con el más
cercano a su destino.

—Este es el camino que tomarán. —Marco diez gasolineras—. Y estas son las
gasolineras que hay por el camino. ¿Alguna de vuestra gente se encuentra cerca?

Jason estudia la línea antes de señalar unos cuantos puntos.

—Podemos situar a un máximo de dos personas en cada uno de estos puestos en un


par de horas, más o menos.

—La manada del hermano de Thea está cerca de aquí —intercede de repente Lexi—.
Puedo hablar con Lee para que envíe también a algunas personas. Podrían cubrir tres
gasolineras.

—Llámalos. —Me encuentro con su mirada—. Y yo hablaré con mi contacto.


Necesitaremos toda la ayuda posible. No hay garantías de que los que recogieron a las
chicas no intenten matar a los humanos que intenten detenerlos.
CAPÍTULO 19

Jason

Mientras observo cómo Zara hace sus llamadas, con una actitud tranquila y serena a
pesar de la situación, siento que me invade el orgullo. Ha dejado aparcado a un lado su
trauma más reciente y está lo bastante centrada y lúcida como para actuar con rapidez.
Es como si todo el mundo en la sala se hubiera hecho a un lado para que sólo ella y
Austin se encarguen de tomar decisiones rápidas.

A nadie le molesta este hecho y todos están dispuestos a escuchar órdenes.


Conseguimos ponernos en contacto con Lee, que no duda en enviar a su gente después
de que le enviemos fotos de las tres chicas. Conseguimos cubrir tres gasolineras
mientras nuestra gente trata de llegar a las que nos quedan.

Ya es de noche para cuando tenemos todas cubiertas y observo cómo todo el mundo
se relaja momentáneamente. Los otros dos pares de padres también han venido para
informar a Austin. Ambas madres culpan a Zara y me enfurece que, a pesar de todo lo
que está haciendo para recuperar a sus hijas, sigan culpándola a ella sin mostrar un
ápice de gratitud. Aunque aceptan que Howard y sus compinches también tienen la
culpa, nos miran a mí y a Zara como acusándonos de todo esto.

—Bueno, se ha reforzado la seguridad en torno a los tres —dice Austin con


solemnidad—. Howard se queja, pero se nota que esto le divierte en demasía. Ha pedido
ver a Zara dos veces.

Zara se tensa.

—Si lo veo, es posible que no pueda controlarme.

—Por eso le he dicho que no tiene permitido acercarse a ninguna de nuestras


hembras —asegura Austin con firmeza.
—¿A qué juega? —quiere saber Seth—. Una vez sepa que las chicas han llegado a su
manada...

—Incautará todos sus dispositivos de comunicación —dice Ray, fríamente.

—Necesitamos que coopere hasta que recuperemos a las chicas. —Zara lo mira—.
Podría haber otra manera. Ahora mismo, tiene la oportunidad de ponerlas sobre aviso,
pero yo podría interferir las comunicaciones en esa parte de la guarida para que ningún
dispositivo funcione.

—Hazlo —asiente Austin.

Estoy a punto de seguirla cuando Austin niega con la cabeza.

—Ray va con ella. Te necesito aquí, Jason.

Una vez que se cierra la puerta, me giro para enfrentarle.

—No quiero dejarla sola...

—Y lo entiendo —me asegura mi alfa con firmeza—. Pero tenemos que estar
preparados para cualquier escenario que se presente. Una vez que las chicas lleguen
allí, si es que llegan, Howard empezará a negociar con nosotros.

Paseo la mirada entre él y Seline.


—No dejaré que se lleven a Zara. Si te atreves siquiera a sugerirlo...

—No estoy sugiriendo eso —me corta Austin—. Howard intentará negociar.
Básicamente, ha venido aquí a traficar con esas crías. Lo peor que nos puede pasar no
es sólo que traten de ponerle las manos encima a Zara, sino que también les den sus
marcas de apareamiento a la fuerza a esas chicas. Podrían poner de precio tu vida,
puesto que la única manera de que Denziel pueda aparearse con Zara es que tú estés
muerto. No lo olvides.

Le miro fijamente.

—No voy a sacrificar a mi compañera. Tenlo claro, Austin. Pase lo que pase.

Austin se me queda mirando.

—No decías lo mismo hace un par de semanas.

—Bueno, las cosas cambian —digo, tenso.

—Entonces, tu mayor esperanza es que encontremos a esas tres niñas. Hasta que no
garanticemos su seguridad, no podemos tocarles un pelo a Howard ni a sus compañeros.

—Encontraré la manera de salirme con la mía —le aseguro con voz fría—. No quiero
que ese hijo de puta salga vivo de aquí.

No después de lo que le ha hecho pasar a Zara.

*** ***
Lo primero que noto son los ojos cansados de Zara, que está trabajando en el
ordenador de pantalla grande sin que sus dedos paren ni un momento. Es casi
medianoche y parece exhausta.

Me gustaría que durmiera unas horitas, pero sé lo importante que es bloquear toda
comunicación entre Howard y la manada de River Stone.

—Toma, te he traído café.

Sus ojos verde bosque se vuelven en mi dirección con una expresión de


agradecimiento.

—Gracias, me hace falta.

—Y le he pedido a Alice que te prepare algo caliente, ya que no has desayunado, ni


comido, ni cenado. —Cuando adopta una expresión culpable, le pregunto—: ¿Creías que
no me daría cuenta? Llevas dentro ese gen de adicta al trabajo.

—Sólo intento anular vuestro sistema, lo cual no es una tarea fácil, ya que no puedo
bloquear todo el sistema de comunicación, sólo una zona determinada. —Zara cierra los
ojos, sorbiendo el café caliente—. No es tan sencillo como parece, estoy intentando
hacer un trabajo de varios días en un par de horas. Creo que me va a estallar el cerebro.

—Necesitas un descanso —insisto, sintiéndome preocupado por lo pálida que se


encuentra su piel y por cómo le tiemblan las manos. Necesita dormir.

—Ya descansaré —insiste ella, arrastrando la silla de vuelta al escritorio—. Pronto.


Pero no podré dormir más que un par de horas y no pienso moverme de aquí. Tengo que
ejecutar algunos programas y eso me llevará algo de tiempo.
Vuelve a concentrarse de nuevo en la pantalla y, sin pensarlo, le retiro unos
mechones de pelo castaño que le tapan la vista. Zara se queda paralizada, me lanza una
mirada y yo enseguida doy marcha atrás.

—Perdona, sólo intentaba ayudar.

Se pasa el pelo por detrás de la oreja y veo que está de un color rojo brillante, es
casi como si estuviera nerviosa. Por suerte, Zara tiene mucho que hacer y pronto se
encuentra inmersa en su trabajo y yo me tomo mi tiempo para coger un colchón grande,
almohadas y una manta.

Lo estoy dejando todo en el suelo cuando ella suspira y se da la vuelta para mirarme
boquiabierta.

—¿Cuándo has metido todo eso aquí dentro?

—Cuando estabas ensimismada con tu ordenador —respondo. Se pone en pie y estira


los brazos por encima de la cabeza.

—Sólo necesito una almohada —me lanza una mirada.

—Bueno, yo también quiero una, a menos que estés dispuesta a compartirla —


bromeo.

—¿Te vas a quedar aquí conmigo? —Zara parece confundida. —¿Por qué? Estaré bien
sola, deberías ir a...

—No voy a dejar que duermas aquí sola.


Mi respuesta es firme y ella se calla, hasta que, al cabo de un par de minutos, me
pregunta:

—¿Hay alguna razón para que estés siendo tan considerado?

—Eres mi compañera. —Frunzo el ceño—. Es mi trabajo cuidar de ti. Si no lo hago


yo, ¿quién va a hacerlo?

Me dedica una pequeña sonrisa.

—Entonces, ¿deduzco que no me culpas por lo que les pasó a esas tres chicas?

—Culpo a sus madres por creer que sabían más que la hembra alfa y dejar que sus
hijas adolescentes se acercaran a adultos hechos y derechos. —Mi respuesta es dura—.
Y hasta donde sé, a esas chicas se las avisó del peligro una y otra vez. No podíamos
confinar a Howard a una zona de la guarida debido a su posición, y esas tres hembras
maternas no son las únicas que se han comido con patatas sus cuentos. Howard ha
hecho un buen trabajo poniendo a la manada en tu contra y, hasta cierto punto, también
en contra de mí.

Zara suspira y toma asiento encima de la mesa.

—Bueno, pues maravilloso, entonces.

—Tú no has hecho nada malo, Zara. —Mis manos vienen a posarse en sus brazos—.
Howard es un cabrón vengativo, igual que Denziel.

—¿Qué va a pasar con Erin ahora? —pregunta mientras le froto los brazos.
No se resiste a que la toque, así que me acerco aún más para poder reconfortarla.

—De momento, solo podemos esperar. Hasta que podamos poner a salvo a esas
chicas, no podemos tocarle un pelo a nadie. Una vez que las recuperemos, enviaremos a
Howard de vuelta en pedacitos. Tampoco es que tuviera intenciones de dejarlo irse con
vida, no después de lo que te hizo.

Zara suspira al oír mis palabras y apoya la cabeza contra mi pecho. Es una posición
íntima y no me quejo. Me siento mejor teniéndola así, cerca de mí. Enredo los dedos en
su pelo y le recorro la nuca con aire distraído.

Mi lobo ronronea en señal de aprobación cuando ella no se aparta. Ambos estamos


cansados y agotados, pero cuanto más la toco, mejor me siento. Tiene la piel tan suave…

—No podemos echar un polvo encima de la mesa. —Levanta la cabeza de sopetón y


con brusquedad, cogiéndome por sorpresa.

Parpadeo.

—No iba a...

—Pues yo sí. —Me agarra por las solapas de la camisa y tira de mí hacia delante,
aplastando su boca contra la mía.

Mi mente se queda en blanco en cuanto hacemos contacto y la polla tarda un


instante en ponérseme dura cuando me besa con ferocidad. Necesita esto, me doy
cuenta, este contacto físico, esta intimidad. Y yo también.
Cogiéndola por la cintura, me doy la vuelta y la bajo hasta el grueso colchón.

Sus manos me desgarran la camisa y su boca no se separa de la mía. No me


preocupo por andarme con sutilezas, le arranco la blusa y los botones vuelan por todas
partes. El sujetador es el siguiente en desaparecer con un rápido chasquido cuando lo
atraviesa mi garra.

En cuanto tiene las tetas al aire, me aparto de su boca golosa y me aferro a uno de
sus pezones, chupándolo y mordiéndolo, mientras mi mano libre se ocupa de acariciar el
otro. Ella gime, arqueando la espalda y yo percibo su excitación flotando en el aire.

Lo que estamos haciendo no tiene nada de romántico, los dos estamos tan tensos
que necesitamos consuelo y un alivio rápido. Sin embargo, la muevo con delicadeza
sobre la cama, deslizo la mano por dentro de sus vaqueros y le acaricio el clítoris. Sus
manos se mueven entre mis cabellos mientras murmura mi nombre en medio de una
nube de placer.

Tiene la piel suave y sedosa, y sus suspiros y pequeños gemidos son de necesidad.

Le quito los pantalones, los tiro a un lado del colchón y le abro las piernas.
Deshacerme de sus bragas es pan comido y le sujeto las piernas mientras mi boca
recorre a besos su vientre plano hasta llegar a su clítoris, que chupo y presiono con la
lengua a medida que ella se retuerce.

Qué receptiva es.

Nunca había tenido una pareja que me volviera tan loco. Una sola caricia basta para
excitarla y no puedo dejar de desear más. Quiero verla perder el control por completo,
destrozar su imagen perfecta ante mis ojos mientras la llevo al orgasmo. La idea me
vuelve más agresivo, le separo las piernas y me sumerjo en ella.

Ya está mojada por el orgasmo y, mientras la perforo con la lengua, Zara gime de
necesidad, apretándome el pelo con los dedos. Pero no me detengo, sino que busco
provocarle cada vez más placer, viéndola murmurar y suplicar mientras la conduzco a
nuevas alturas. La follo con la lengua mientras ella se derrumba una vez más, llevándola
a un tercer orgasmo cuando apenas ha terminado el segundo.

Cuando por fin la suelto, está sudando y despeinada.

Quiero pasarme sus piernas por encima de los hombros y follármela a fondo, pero
cuando me tiende los brazos, voy a su encuentro. Me rodea el cuello como si buscara
consuelo y su boca me roza las orejas. Le levanto las piernas y me coloco en posición
antes de meterle la polla.

Su grito no es de dolor, sino de placer, y esta vez me muevo más despacio, entrando
y saliendo de ella a un ritmo suave, cariñoso y distinto a mi yo habitual.

Le lamo la marca de apareamiento que le he hecho, mientras ella se estremece y


gime.

La rudeza de antes ha desaparecido y ahora la acaricio lentamente, llevándonos a los


dos al límite. Me doy cuenta de que desea que la folle más fuerte a medida que
continuamos, pero mantengo un ritmo de castigo constante que la hace gemir contra mi
oído. No parece darse cuenta de que, cuantos más gemiditos necesitados suelta, más
deseo yo volverla loca con mi polla.

Cuando por fin grita, acelero el ritmo en busca de mi propio clímax, entrando y
saliendo de ella. Me corro en cuestión de segundos y me desplomo con todo el cuerpo
vibrándome de placer.

Cuando miro hacia abajo, Zara tiene los ojos entornados por el sueño, y una sonrisa
en los labios. Parece feliz.

Se me ocurre entonces que nunca antes la había visto feliz. Se acurruca a mi lado y
cae rendida en un par de segundos. Me quedo mirándola fijamente, incapaz de
encontrar una parte de mí que lamente lo que acaba de ocurrir.

La acerco más a mí y cierro los ojos, dejando que el agotamiento me supere.


CAPÍTULO 20

Zara

Me despierta un pitido.

—¿Qué...?

—Viene del ordenador —dice Jason a través de mi nube somnolienta—. Sea cual sea
el programa que estaba ejecutando, está listo.

Me tiembla todo el cuerpo mientras me pongo en pie a trompicones y él me ayuda a


no caerme rodeándome con sus brazos.

—Cuidado.

—Necesito agua, café, lo que sea —murmuro, intentando despertarme a la fuerza.


Me pone algo en la mano y yo lo engullo. Es agua fría.

Estando ya ligeramente despierta, me siento delante del ordenador y estudio los


resultados mientras los últimos rastros de sueño se desvanecen.

—Tengo que poner en marcha otro programa. Debería tardar una media hora.

—Bien —dice Jason desde detrás de mí—. Pues ponlo en marcha y ven a comer algo.
Ante la promesa de comida, mis manos se muevan más deprisa y, una vez listo todo,
me pongo en pie, oliendo ya el estofado de ternera y el pan recién hecho. Jason ha
despejado mi escritorio y ya hay dos platos puestos encima.

—¿Qué hora es? —pregunto, tomando un bocado del estofado.

—Alrededor de las seis de la mañana.

—¿Alguna novedad?

—Todavía no. —Niega con la cabeza, antes de echarme un poco más de carne en el
plato—. No comes lo suficiente.

—Eso no puede ser —murmuro—. Ya deberían haber parado al menos en una de las
gasolineras. Han pasado más de veinticuatro horas.

—Puede que hayan pasado la noche en un motel o algo así —aventura Jason—.
Tenemos a gente haciendo guardia en todas las gasolineras. Y Seline se ha puesto en
contacto con su padre. Llegará en un par de horas.

—¿Y si nunca llegaron a salir del pueblo? —Me encuentro con su mirada—. ¿Y si han
escondido a las chicas aquí?

Jason frunce el ceño.

—No. Se habría corrido la voz y nos habríamos enterado.

Es una posibilidad descabella, pero tendría sentido.


—No tiene por qué ser este pueblo. —Intento atar cabos—. Podría ser el pueblo de al
lado. Tal vez anticiparon que los perseguiríamos y están manteniendo un perfil bajo.

Jason entrecierra los ojos.

—Hablaré con Austin.

—Voy contigo.

—No, quédate aquí y acaba con esto.

Está a punto de salir por la puerta cuando se me ocurre algo.

—¿Es posible que pueda hacerme con el dispositivo de comunicación de Howard?

Jason titubea.

—Ya los hemos comprobado todos. No tenían ningún mensaje.

—No es ningún mensaje lo que busco.

Jason se me queda mirando.

—Dame diez minutos. Ahora te los traigo.


Ni siquiera tengo que esperar tanto. Acabo de terminar de comer cuando entra
Seline con tres dispositivos en las manos. Los dispositivos de comunicación son
diferentes a los teléfonos móviles. Los venden varias empresas propiedad de
cambiaformas y son muy útiles para aquellos que vivimos en bosques donde el servicio
de telefonía móvil es limitado.

Conecto el que tiene el olor de Howard a mi ordenador.

—Se comprobaron todos los mensajes y no encontramos nada —me asegura Seline.

—No serían tan estúpidos como para enviarse mensajes —murmuro, empezando a
ejecutar un programa—. Lo que busco son llamadas encriptadas. Hay una aplicación en
el dispositivo de Howard que creó un amigo mío y que hace que el dispositivo actúe
como un teléfono desechable.

—O sea que no se puede rastrear nada. —Seline suena decepcionada.

—No del todo —digo con calma—. Siempre hay una forma de acceder a ello. Y como
Howard es más vago que la chaqueta de un guarda, seguro que nunca le añadió mejoras
a la aplicación.

Tardo un minuto en dar con ella y los labios se me curvan en una sonrisa fría.

—Como te he dicho: es un vago.

Tengo que descifrar el programa para acceder a las llamadas, y es entonces cuando
doy con grabaciones de audio. Me recuesto en la silla, sintiéndome satisfecha.
—La aplicación tenía un fallo: solo recicla las llamadas una vez a la semana, cuando
se supone que debería hacerlo cada dos horas. La actualización habría arreglado tal
cosa, pero Howard nunca llegó a instalarla.

En cuestión de minutos, mi despacho se llena de cambiaformas grandes y fornidos


mientras se reproducen las llamadas.

—Llevaos a un escuadrón a Lockwood Town. Id corriendo y coged a las chicas. —La


mano de Austin se posa en mi hombro—. Buen trabajo, Zara.

Me limito a asentir. Le entrego los dispositivos a Seth.

—Puedes devolvérselos. Ya he puesto el bloqueo, no podrán comunicarse con nadie.


Aunque tendrás que doblar la seguridad, Howard se dará cuenta pronto de lo que ha
pasado.

Toda la sala se retira excepto Seline, que se sienta frente a mí.

—¿Estás bien?

—Nada que una siestecita no pueda arreglar —suelto, cansada.

—Ya lo creo que necesitas una siesta. —Un brillo malicioso hace acto de presencia en
los ojos de Seline—. Parece que Jason y tú habéis estado ocupados. —Noto que me
sonrojo, pero ella se limita a reírse—. Debes de estar contenta.

—No lo sé. —Me paso los dedos por el pelo—. Las cosas están mejorando entre
nosotros. Al principio, fue él quien quiso que lo nuestro fuese platónico y yo acepté por
todo lo que había pasado.
—¿Y ahora?

No puedo explicar esta ligereza que siento dentro de mí.

—Estoy más o menos feliz. Me trata mejor que Howard. O sea, discutimos todo el
tiempo, pero no de mala manera.

—Bueno, viendo lo protector que se está volviendo contigo, es posible que Jason se
esté enamorando de ti. —Me sonríe Seline.

No sé si es verdad, pero, sin duda, estamos más unidos que antes y eso me hace
sentir que ya no estoy sola.

*** ***

No sé cuándo regresan Jason y los demás. Me encuentro en nuestros aposentos


cuando la noticia llega a mis oídos.

Es a Tammy a quien me cruzo a la salida del despacho de Austin.

—¿Es verdad?

Ella asiente.

—Sanas y salvas. Están cabreadas, pero son adolescentes. ¿Qué podía esperarse?
Austin las mandó a su despacho y les ha caído un buen rapapolvo. Ahora están con sus
padres.

Me siento aliviada.

—¿Está Jason dentro?

Cuando asiente, llamo a la puerta y paso adentro, esperando ver caras de alivio. Sin
embargo, Austin parece furioso.

—¿Qué ha pasado?

—Gas nervioso. —Me lanza una lata—. El área donde retuvimos a Howard y los otros
está aislada. Se dieron cuenta de lo que pasaba, incapacitaron a los guardias y huyeron.

Se me hiela la sangre.

—¿Y Erin?

—Le rajaron la garganta —dice Jason, con fuerza—. Está con Thea ahora mismo. Si
alguien puede salvarla, es ella.

—Acabo de encontrarme con Tammy fuera y no me ha dicho nada...

—No lo sabe —dice Austin con voz dura—. Howard y sus compañeros consiguieron
sobrepasar nuestra segunda frontera. Les estamos persiguiendo, pero nos llevan una
hora de ventaja.
Dejo escapar un sonido tembloroso.

—Todas las chicas están a salvo, eso es importante.

—No estaban muy contentas hasta que les mostré exactamente de lo que es capaz
Howard —explica Austin.

Me quedo muy quieta. ¿Ahora le está mostrando esa grabación a todo el mundo?

—Las llevé a que viesen a Erin. Están agitadas, pero tranquilas. Recibirán un buen
castigo.

No me alegro de que Howard haya escapado, pero al menos ahora Erin estará a
salvo y yo podré moverme por la guarida sin preocuparme de cruzarme con él. Pero
hasta yo sé que Denziel no se detendrá tan fácilmente.

Decido regresar a mis aposentos. No hay nada más que pueda hacer por aquí.

*** ***

Se suceden un par de semanas a paso de tortuga mientras espero con impaciencia


cualquier noticia, pero no llega ninguna. Howard y los demás consiguieron escapar con
éxito. Denziel no se ha puesto en contacto con nosotros y Austin tampoco ha intentado
comunicarse.

Erin está viva, pero aún no se ha despertado. Ray la ha estado vigilando 24 horas al
día. Yo voy a verla todos los días para comprobar cómo está.
Jason y yo no hemos hecho más que acercarnos y, a pesar de las circunstancias, me
siento más feliz. Es una emoción extraña después de tanto tiempo, pero bienvenida sea.
Esa primera vez que nos acostamos juntos fue como el estallido de un tambor y ahora
nuestras noches están repletas de sexo caliente, a veces duro, otras dulce. Mi lobo está
contento con este cambio de ritmo y no puedo decir que se lo reproche.

Es agradable estar con alguien que no nos trata como si estuviéramos en una
competición constante. Jason es más cariñoso, tanto en público como en privado, y yo
agradezco el contacto físico constante.

Ha pasado un mes cuando salgo una mañana a ver si veo algún lobo. Para mi
sorpresa, uno de ellos sale corriendo del bosque hacia mí. Lleva un papel atado a la pata
y, entre lametones cariñosos, consigo desatar el mensaje.

Howard está de vuelta y cabreado. Denziel está pirado. He podido hacerme con la
rotación de guardia en los tres límites. Me las arreglé para escapar. Hay demasiado caos
aquí. No creo que se den cuenta. Me dirijo hacia el piso de la manada en la ciudad, el de
los estudiantes. Nos encontraremos allí.

Maria

El alivio me invade al releer el mensaje.

—Muy buen trabajo. —Le froto la cabeza al lobo antes de darle un beso—. Ya puedes
irte.

Sale corriendo sin pensárselo dos veces y yo me apresuro hacia el despacho de


Austin. Sin embargo, cuando estoy llegando, oigo la voz de Jason, aunque no alcanzo a
pillar la frase al completo:

—¿…palabra?
Austin suena cansado.

—La manada está dividida. La mierda que les metió en la cabeza ha echado raíces.
Supongo que Zara no ha tenido la oportunidad de integrarse demasiado con la manada
desde entonces.

—La he mantenido alejada y ocupada. ¿De verdad la culpan?

¿Culparme? ¿De qué?

Me detengo y escucho a escondidas.

—Fuimos demasiado permisivos —dice Austin—. Deberíamos haber limitado a toda


costa el contacto de Howard con las hembras de la manada. Ahora están poniendo a sus
propias familias en contra de Zara. Los soldados me están cuestionando a mí y
cuestionando si estás en tus cabales para haberte apareado con ella en primer lugar.

Jason resopla.

—Puedo ponerlos finos. Me gustaría ver cómo alguno de ellos se atreve a interrogar
a Zara.

Se produce un pequeño silencio.

—Pareces totalmente encandilado con ella. Eso es bueno, ya era hora de que Zara y
tú os acercarais.
—No nos hemos acercado —dice Jason de repente—. Es sólo sexo. La mantiene feliz
y satisfecha.

Mi mano se cierra en un puño cuando sus palabras insensibles me golpean como un


puñetazo en las entrañas.

—Es una manera bastante fría de decirlo. Por cómo os habéis comportado, parecéis
una pareja de tortolitos.

Jason emite un sonido de fastidio.

—No la quiero. Y nunca la querré. Siento pena por todo lo que ha tenido que pasar,
eso es todo.

Sus palabras me entumecen. ¿Siente pena por mí? ¿Hasta ahora todo lo que hemos
compartido ha sido fruto de su compasión?

¿Se compadeció de mí y por eso me folló? ¿Se compadeció de mí y por eso fue
amable y bueno conmigo? ¿Por eso me besaba cada mañana y se reía conmigo? ¿Todo
eso fue sólo lástima?

¿Y el resto de su manada tampoco me quiere cerca?

Es como si me hubieran echado un cubo de agua fría por encima y me despertase de


una realidad que empezaba a ser buena.

Aprieto el nota con la mano y empiezo a alejarme.


No debería haberme permitido empezar a sentirme cómoda aquí. No debería
haberme permitido empezar a ver este lugar como mi nuevo hogar ni a esta gente como
mía. Para empezar, nunca me han aceptado.

Al llegar a nuestros aposentos, siento que un dolor empieza a formarse dentro mí.

Después de todas mis fanfarronadas sobre nunca confiar en otro hombre, he


terminado enamorándome de Jason. Conozco mis sentimientos. Había empezado a
sentirme segura con él, a confiar en él.

Pero todo este tiempo, él solo sentía lástima por mí y me miraba por encima del
hombro. A Zara, la pobrecita huérfana.

Cojo mi mochila y empiezo a meter lo necesario. No voy a dejar que se compadezcan


de mí. Y si esta manada no me ayuda, buscaré otra manera de hacerlo.

Siempre hay otra manera.


CAPÍTULO 21

Jason

—Si quieres engañarte a ti mismo, pues vale. —Austin pone los ojos en blanco—. Por
la forma en que miras a Zara, no hay ni una pizca de lástima en tus ojos, pero tú
convéncete a ti mismo de lo que quieras.

—Ya te lo he dicho antes. —Frunzo el ceño mirando a mi amigo y alfa—. No puedo


cederle el sitio de Nessie a nadie, ni siquiera a Zara. No importa lo físicamente
compatibles que seamos, Zara no es Nessie.

—Tienes razón. —Austin se sienta recto, encontrándose con mi mirada—. Zara es tu


presente y tu futuro. Seguramente será la madre de tus hijos, la mujer con la que
envejecerás y la hembra que tu lobo ha aceptado. Y Nessie siempre será tu pasado.
Tienes razón, Zara no merece tanto respeto.

Las palabras de Austin me atraviesan, pero me mantengo firme en mi propia


promesa.

—No es lo mismo. Respeto a Zara, pero no puedo amarla.

—¿Y crees que ella estará satisfecha con eso?

Siento un extraño dolor en el pecho, uno que no es mío, pero no le presto atención.

—Tendrá que estarlo. Es todo lo que puedo ofrecerle.


Austin me estudia con la ceja levantada.

—Dios, puedes ser un cabronazo de lo más frío cuando quieres. Sigue así y te dejará.

—Zara nos necesita...

—No creas que el vínculo de apareamiento la mantendrá atada a tu lado, Jason —me
advierte Austin—. Puede que Zara tenga un lobo sumiso, pero es demasiado fuerte y
tiene demasiado orgullo como para quedarse al lado de un hombre que sólo está
dispuesto a darle migajas de afecto. No aceptará eso.

Mis ojos se endurecen.

—Ya veremos.

Está claro que Austin no tiene intención de iniciar una pelea conmigo y se limita a
lanzarme una carpeta.

—Ya que hoy tienes tanto tiempo libre, necesito que investigues este disturbio en
nuestra frontera sur. Han aparecido algunos animales muertos: lobos, osos,
depredadores. Ve a comprobarlo. Te llevará un día más o menos. Llévate a algunos
hombres contigo.

—Claro. —Hago un gesto de despedida con la carpeta en la mano—. Nos vemos más
tarde.

Hago una parada en la sala de la brigada para comprobar quién va a estar disponible
los próximos dos días y luego me dirijo a avisar a Zara de que me voy. No está en su
despacho, así que me dirijo a nuestros aposentos, donde me encuentro con las puertas
abiertas y con Alex y Seline dentro.
—¿Qué estáis haciendo aquí? —exijo saber—. ¿Y dónde está Zara?

Seline se vuelve para mirarme con ojos fríos.

—Se ha ido.

—¿Perdona? —La miro fijamente—. ¿Adónde ha ido?

—Dijo que no podía quedarse aquí más tiempo —murmura Alex.

—Que no necesitaba ningún polvo de lástima de vez en cuando —terminó Seline, con
los ojos clavados en mí.

Por un momento, me la quedo mirando antes de caer en cuenta. Había percibido el


olor de Zara en el pasillo de la oficina de Austin. No le había prestado mucha atención
en el momento, pero debe de haber oído mi conversación con Austin.

Por un momento, noto que parpadea dentro de mí la preocupación, sólo para verse
superada por la ira.

—¿Y decidió huir como una niñata?

—No —contesta Seline con voz dura—. Se ha marchado, como haría cualquier mujer
que se precie.

Resoplo por la nariz, enterrando mi propia culpa.


—Esta es su casa. Debería haberse quedado en vez de pillarse una rabieta para
llamar mi atención. No va a funcionar.

Me doy la vuelta para irme, pero entonces Seline habla.

—¿Así que eso es todo? ¿Ni siquiera vas a ir a por ella?

—Eso es lo que quiere —digo, con frialdad—. Así son las cosas y ella sabía muy bien
desde el día en que nos conocimos que no le concedería el lugar de Nessie y lo aceptó.
Ahora no puede cambiar de opinión. Volverá cuando se dé cuenta de que nadie va a ir a
por ella.

Me alejo, notando cómo la rabia me carcome por dentro. Justo cuando las cosas
estaban volviendo a la normalidad, ¿decide hacer esta mierda? ¿Qué cree que va a
pasar? ¿Que iré corriendo en su busca a rogarle que vuelva? ¿Que le prometeré algo que
no puedo darle?

Mi corazón siempre le pertenecerá a Nessie, le guste o no a Zara. Si ella quiere


llamar a nuestra vida sexual «polvos por lástima», es cosa suya.

No voy a perder mi tiempo con ella, tengo otras cosas de las que ocuparme. Que
encuentre ella solita el camino de vuelta a casa.

*** ****

El trayecto hasta el lado sur de la frontera de nuestro territorio lleva un día y medio,
sobre todo porque tenemos que ir en jeep y también hace falta arreglar la valla
eléctrica.
El trayecto es largo y no paro de mirar el móvil. No le he dicho a Austin que Zara se
ha escapado, pero estoy seguro de que Seline ya le habrá informado.

Las manos se me tensan sobre el volante. No entiendo cuál es el problema de Zara;


estaba bien nuestro acuerdo, ¿por qué actúa así de repente? Fue la que dio el primer
paso la primera vez que nos acostamos. Sí, tenemos mucha química, ¿y qué? Estamos
apareados. Fue su idea lo de aprovecharnos el uno del otro para satisfacer nuestras
necesidades.

Miro por el retrovisor al camión que viene detrás de mí cargado con los suministros
y cinco soldados. Seth viene conmigo.

Por más que lo intento, no consigo calmarme. Estoy furioso.

Sí, puede que haya estado un tanto insaciable últimamente, eso no tiene nada de
malo. Es mi compañera. Y no me ha dicho que no ni me hecho la cobra precisamente.
Nuestras rutinas han cambiado ligeramente, sí. Ahora pasamos más tiempo juntos, pero
eso es porque... eso es...

Frunzo el ceño y los dedos se me flexionan sobre el volante mientras giro el coche,
siguiendo el camino.

—Oye —sisea Seth—. Ve con cuidado. ¿Intentas matarnos?

—No seas crío —le digo.

Sus ojos se abren de sorpresa ante mi tono cortante.


—¿Todo bien, tío? ¿A qué viene esta actitud?

—Como si no lo supieras.

—Eh. —Alza las cejas—. Pues no lo sé.

—Zara.

—¿Qué pasa con ella? —Seth me escudriña—. ¿No me digas que te olvidaste de
despedirte de ella y que eso te corroe por dentro? ¿Quieres un pañuelo?

No tengo fuerzas para sonreír a sus palabras.

—Ni se le acerca, se ha ido.

—¿Se ha ido?

—Más bien me ha dejado a mí, supongo —murmuro.

Eso hace que Seth me mire con intensidad.

—¿Hablas en serio? ¿Qué has hecho? Os iba muy bien.

Me encojo de hombros.
—Mujeres.

Seth me lanza una mirada dubitativa, pero intuye que no quiero seguir hablando.
Estoy bastante seguro de que volverá pronto. No tiene a donde ir y, aparte de eso,
necesita la ayuda de Austin para salvar a su manada. Volverá.

*** ***

—Parecen ataques de animales —Seth estudia los cortes en el costado del lobo.

—Hemos encontrado cuatro lobos muertos con las mismas marcas de garras.

—A los osos los han medio devorado —murmuro, estudiando el cadáver destrozado
del oso pardo—. Algo está cazando en nuestras tierras.

—Parecen marcas de garras de cambiaformas —murmura Seth—. ¿Ves? —Extiende


sus propias garras desenvainadas a modo de comparación—. La longitud es similar.

—¿Estás pensando en un pícaro? —Le miro.

—Los pícaros no se quedan tanto tiempo en una zona. Y son destructivos, pero no de
esta forma. ¿Por qué iba a atacar a lobos salvajes? No tiene sentido.

—Mm. —Miro al sol que se oculta—. Empecemos por reparar la valla y la caja
eléctrica mañana. Mientras tanto, investigaremos un poco más.

—Hola. —Uno de los soldados, Steven, se acerca a nosotros—. He encontrado a


cuatro lobos muertos al otro lado y alguien ha cortado la valla. Es un corte bastante
grande, habrá que reemplazar una sección entera. Estamos hablando de un par de días
de trabajo.

—Si alguien hubiera intentado tocar la valla, se habría quedado frito. —Miro a
Steven.

Creía que la corriente eléctrica había dejado de funcionar ayer.

—Esa es la cuestión. —Steven parece receloso—. Se apagó hacia medianoche


durante un par de horas, según el contador, Arrancaron la valla y se volvió a encender
inmediatamente después.

Mi expresión se endurece.

—No estamos tratando con un pícaro, no tienen tanta inteligencia. Se limitan a


destruir todo a su paso. Incluso los lobos formaban parte de su objetivo. No fue al azar.

—¿De qué estamos hablando entonces? —Seth se encuentra con mi mirada.

—No lo sé —digo en tono lúgubre.

—Meesan y Froyt están montando el campamento —informa Steven—. Está


oscureciendo y todos estamos cansados.

—Sí —asiento—. Adelantaos vosotros, yo voy a avisar a Austin.

El alfa coge el teléfono al primer timbrazo.


—Jason.

—Bueno, no estamos tratando con un animal salvaje ni con un pícaro. Alguien


desconectó la red eléctrica, ignorando que tenemos marcas de tiempo para todo, y
arrancó la valla antes de volver a conectar la red. Será mejor que alguien revise las
cámaras de la zona. Tiene que haber alguna que funcione.

—Ninguna. Todas están desconectas —dice él, tenso—. Zara no tuvo tiempo de
ponerse con ellas todavía.

Me pongo tenso al oír el nombre de mi compañera.

—Hablando de ella....

—No va a volver.

—Sí que va a volver, Austin. —Pongo los ojos en blanco—. Necesita nuestra ayuda.

—Yo no estaría tan seguro de eso —replica Austin con frialdad—. Parece que Zara ha
pedido ayuda a algunos conocidos.

Mi expresión se torna rígida.

—¿Que ha hecho qué? ¿A quién?

—Tu chica tiene buenos contactos, Jason, y es muy conocida —habla con tono
mordaz—. Se ha puesto en contacto con algunas manadas y les ha ofrecido revisar su
sistema de seguridad a cambio de que la ayuden a rescatar a las hembras de su manada.
Y esas manadas se están peleando por ofrecerle la mejor oferta que le haga desertar a
su manada. En resumen, que eres un idiota de remate, ¿no es así? Zara es una
sobreviviente, Jason. Tiene muchísimo orgullo y tú lo has pisoteado. No va a volver.

—Es mi compañera... —Siento una pizca de miedo desplegarse en mi interior.

—¿Y crees que a ella le importa eso? Te escuchó decir lo irrelevante y patética que
pensabas que era. En su cabeza, si tú no puedes valorarla, ella no tiene que valorar tu
vínculo con ella. Nessie ya no está, hace más de una década que ya no está. ¡Y nunca te
vinculaste a ella! Si te hubieras vinculado, tu lobo nunca habría aceptado a Zara. Pero lo
hizo. La has cagado, Jason, y, honestamente, no sé cómo vas a arreglar nada de esto.

La llamada termina bruscamente y sé que Austin está enfadado conmigo, pero estoy
demasiado conmocionado como para que me importe.

¿Zara planeó marcharse sin más? ¿Sin decirme una palabra? ¿Sin siquiera plantarme
cara por lo que dije? ¿Simplemente se ha ido? ¿Así como así?

—¿Jason?

Parpadeo al oír la voz de Seth.

—¿Qué pasa?

Le miro fijamente, intentando procesar esta extraña sensación dentro de mí.

—Zara me ha dejado.
—Sí, ya lo sé. Ya me lo contaste. —Seth alza las cejas—. Antes no parecía importarte
en absoluto, así que, ¿por qué...?

—No, digo que me ha dejado de verdad —murmuro—. No piensa volver. Pensé que
sólo era una rabieta. Estaba seguro de que sólo estaba enfadada por lo que había oído.

—¿Que no la vas querer nunca? —pregunta con lentitud—. ¿O la parte en la que para
ti ella no era más que un polvo por lástima?

Mis ojos se entrecierran hasta formar rendijas.

—¿Dónde coño has oído eso?

—Lexi me lo ha contado. —Se encoge de hombros.

—Yo no dije nada de un polvo por lástima —digo, tenso.

—Eso no es lo que me contó Lexi —Seth se encuentra con mi mirada—. De cualquier


manera, eso es lo que Zara cree que dijiste, hayas o no usado esas palabras exactas.
Pero, ¿por qué te importa? Has conseguido lo que querías, ¿no? —habla con voz
tranquila, pero hay una nota de disgusto subyacente en ella—. Se ha ido. Ahora no
tienes nada que se interponga entre el recuerdo de tu compañera predestinada y tú.

Me estremezco ante sus crueles palabras.

—No me refería a eso.


Seth me mira fijamente durante unos segundos antes de negar con la cabeza:

—No lo entiendes, ¿verdad? Eso es lo que querías decir, Jason, y Zara recibió el
mensaje alto y claro. No entiendo por qué estás enfadado, nunca la quisiste, para
empezar. —Se encoge de hombros mientras se aleja—. Has conseguido lo que querías.
Ya no es tu problema.

Le veo marcharse y se me retuerce el estómago.

Excepto que esto no es lo que yo quería. No quería que se fuera.

Pensé que volvería y que sería bajo mis condiciones y que yo me aseguraría de que
se deshiciera de esa idea sinsentido acerca del amor. Estaba totalmente convencido de
ello. ¿Pero ella decidió irse sin más como si no hubiera nada entre nosotros?

Mi lobo se siente miserable y yo me siento como una mierda.

Ni siquiera es que haya decidido irse un par de días. Ni tampoco se tomó un tiempo
para reconsiderar las cosas. Simplemente siguió adelante y empezó a prepararlo todo
para salir de mi vida.

La parte de mí que me había convencido de que ella no se atrevería a hacer algo así,
de que no tiene un hogar y de que soy el único al que puede recurrir, ahora está callada.
Me doy cuenta de que mi orgullo es el responsable de esto; mi testarudez me está
llevando por el camino en el que me quedaré sin nadie a mi lado. Perdí a Nessie, y ahora
estoy perdiendo a Zara.

Me siento con pesadez en el tocón del árbol que tengo al lado.

¿Qué pasará si se une a otra manada? ¿Qué significará eso para nosotros?
Puedo sentir el vínculo palpitante entre nosotros. Se ha hecho más fuerte desde que
consumamos nuestro apareamiento. Cuanto más intimamos, más fuerte se hace. Pero
ahora mismo, el latido es débil, casi sordo. Lo había sentido antes, en el despacho de
Austin, pero no le había prestado atención.

Seth tiene razón. No quería que nadie se interpusiera entre Nessie y yo, y usé eso
como excusa para alejar a Zara. Lo que dije en la oficina de Austin no iba en ese sentido.
El tiempo que he pasado con Zara no me resultó tedioso. De hecho, lo disfrutaba. Me
gustaba sentarme con ella, verla trabajar y jugar con su pelo mientras veíamos una
película o ella leía algún libro. Pero admitir que disfrutaba pasando tiempo con Zara era
como admitir que estaba dispuesto a dejar marchar a Nessie y que otra mujer ocupara
su lugar.

Y por eso he jodido las cosas.

—¡Mierda! —siseo, poniéndome en pie. Tengo que hacer que vuelva y ver si
arrastrarme sirve para conseguirlo.

¡No estoy listo para dejar ir a esta mujer!


CAPÍTULO 22

Zara

El apartamento en propiedad de la manada River Stone es un pequeño piso de dos


habitaciones donde se alojaban los estudiantes que no podían acceder a las residencias
o los miembros de la manada cuando estaban en la ciudad. La manada solía tener varios
apartamentos, pero, por lo que he oído, se vendieron todos menos este.

Es por eso que soy lo suficientemente inteligente como para no quedarme ahí. Las
cámaras que he instalado están situadas en la ventana de la habitación de hotel en la
que me alojo, que da directamente al apartamento. Una cámara la instalé en plena
noche en la entrada trasera del complejo de apartamentos. También pirateé la cámara
del vestíbulo principal y he instalado un software de reconocimiento facial que está en
funcionamiento durante todo el día. En cuanto capte la imagen de Maria, se enviará una
notificación a mi teléfono. Lo cual no quiere decir que no revise la cámara de forma
periódica.

Me resulta fácil distraerme con esto, pero la distracción no me dura mucho tiempo.
No dejo de pensar en Jason.

Ha pasado una semana y él sabe que me he ido.

Me apoyo en la ventana y miro hacia la calle.

¿Le importa? ¿Le molesta? Me asalta ese pensamiento, pero me lo quito de la


cabeza. Ha sido una decisión acertada.

La manada de Jason nunca tuvo intención de ayudarme aunque Austin sí quisiera; si


sus soldados estaban en mi contra, no había forma de hacer nada. Mi primer error fue
confiar en alguien. Debería haber planeado una manera de ayudar desde el momento en
que dejé mi manada.
Me han llovido múltiples ofertas de manadas de lobos que solían ser aliados y que
están dispuestos a aceptarme. Algunos incluso se han ofrecido a aceptarme a mí y a
cualquier rezagado de mi manada, o sea, las hembras y los niños. No es una oferta
insignificante, porque, de esa manera, las hembras y los niños tendrán algo de
seguridad.

He dejado de pensar en mí.

Mi lobo está amargado y se siente traicionado por segunda vez.

Sabía que jamás podría ganar contra un fantasma. Era imposible, pero tampoco es
que hubiese tenido intención de intentarlo. Sin embargo, parece que Jason siempre
quiso enfrentarme al fantasma de Nessie, hacerme pequeñita para demostrar lo digna
que era ella. Y eso duele.

A lo mejor habría sido más fácil no enamorarme de él si no nos hubiéramos


apareado, si no me estrechara tan tiernamente entre sus brazos cada noche, me hiciera
reír en situaciones serias ni hubiese tenido cualquiera de esos pequeños detalles que
nunca antes nadie había tenido conmigo. Sea como sea, jamás había olvidado nuestro
acuerdo. Incluso cuando había empezado a darme cuenta de que me estaba enamorando
de Jason, no había esperado nada de él.

Lo que sí que no me esperaba era oírle hablar de mí con ese pitorreo, que
describiese esos encuentros que yo había sentido tan estremecedores e íntimos, como
simples migajas de afecto que me lanzaba porque le daba pena. Se acostaba conmigo
porque me tenía lástima. Era amable conmigo porque me tenía lástima. No había
respeto, ni igualdad, sólo lástima.

Incluso de no haber tenido esos sentimientos por él brotando dentro de mí, las cosas
que dijo seguirían siendo inaceptables. La única vez que yo di el primer paso para tener
sexo había sido en mi despacho. Las demás veces, era él quien no podía quitarme las
manos de encima. Y no era sólo eso, también estaban los dulces besos por la mañana y
los regalos sorpresa que me dejaba en el despacho. Si de verdad se compadecía de mí,
¿por qué llegar a ese extremo? ¿Por qué intentar hacerme sentir especial y deseada?
Era un acto cruel.

Miro por la ventana justo cuando me suena el teléfono y suspiro al comprobar quién
me llama. Es la tercera vez en el día de hoy que me llama el segundo al mando de la
manada de Green Wraith. Aprieto el teléfono contra mi oreja y contesto.

—Sí, Paul. ¿En qué puedo ayudarte?

Mientras comienza a enumerar algunos de los beneficios que su manada está


dispuesta a proporcionarme, oigo que llaman a la puerta y me dirijo a abrirla.

—Mira, Paul, ya le he dicho a tu alfa que estoy evaluando su petición. —Quito el


pestillo y abro la puerta—. Necesito algo de tiempo para...

Se me abren los ojos como platos cuando veo entrar a mi habitación la última
persona que me esperaba, quien empuja la puerta para abrirla del todo y me quita el
móvil de las manos.

—Zara ya tiene una manada. No vuelvas a llamarla —gruñe.

Contemplo cómo Jason tirar el teléfono sobre la cama antes de fulminarlo con la
mirada.

—¡¿Qué cojones?! ¡¿Qué crees que estás haciendo?!

Intento coger el móvil, pero se hace con él y se lo mete en el bolsillo con expresión
estruendosa.
—Así que aquí es donde te has estado escondiendo. Veo que te va bien.

El cuerpo me tiembla de la rabia y de otra emoción que ahora mismo no puedo


precisar.

—¿Qué haces aquí?

Es difícil mantener un tono de voz firme cuando una parte de mí desea asestarle un
puñetazo en la cara y la otra sólo quiere refugiarse en sus brazos.

Jason inspecciona la habitación del hotel.

—¿Estás sola?

—¿Por qué iba a ser eso de tu incumbencia? —Me cruzo de brazos, clavándome las
uñas en ellos.

—Conque no es de mi incumbencia, ¿eh? —Parece estar luchando con su propio lío


de emociones. Cuando me mira, veo las sombras bajo sus ojos—. Has estado fuera una
semana, Zara. ¿Cuál era tu plan? ¿Largarte y nunca mirar atrás? ¿O planeabas unirte a
otra manada?

—Supongo que Austin te ha puesto al día. —Observo sus gestos de agitación—. ¿Qué
pasa? ¿Austin te ha dicho que me pidas que vuelva? ¿Tu manada necesita de mis
habilidades a la vez que desea menospreciarme?

Jason me mira fijamente con el cuerpo tenso.


—Austin me dijo que te dejara en paz. Yo… —Parece que le cuesta formar las
palabras—. Me he alejado de la manada.

Me quedo congelada en el sitio.

—¿Qué?

—Me he ido —repite—. Los soldados se negaron a participar en cualquier misión que
implicara ayudar a rescatar a tus compañeros de manada, y... —Frunce el ceño mirando
la cama, como si estuviera poniendo en orden sus pensamientos, o puede que sus
palabras—. Y decidí alejarme de la manada.

Los ojos se me abren de golpe y siento que los brazos se me quedan flojos a los
costados.

—¿Hablas en serio? —Doy un paso hacia él y observo con atención a mi compañero,


que parece cansado y perdido—. ¿Por qué has hecho tal cosa, Jason?

Esta vez, me mira con ojos furiosos.

—Se negaron a ayudarte, ¿es que no me has oído? ¿Por qué debería quedarme a
arriesgar mi vida por ellos, si ellos pueden rechazar a mi compañera cuando necesita
ayuda?

Todo esto es demasiado que procesar. De entre todas las cosas que esperaba, esta no
es una de ellas.

—Nada de lo que dices tiene sentido. —Le miro fijamente, sintiéndome confusa y
conmocionada—. Nunca me has querido, Jason; por lo tanto, no debería importarte si tu
manada quiere o no ayudarme.

—No puedo quedarme allí donde le dan la espalda a mi compañera. —Jason parece
un disco rayado.
Alejarse de la manada que ha sido su familia durante toda su vida es lo más alejado
de tomar una decisión sencilla.

—Yo iré donde tú vayas —asegura con fuerza.

Me lo quedo mirando.

—¿Por qué? ¿Por qué haces esto? No me digas que harías algo tan imprudente solo
porque te doy pena.

Levanta la cabeza como un resorte.

—S-sé lo que has oído…

—¿Que fui un polvo por lástima? —Alzo las cejas, ignorando el dolor punzante que
siento en el pecho ante mis propias palabras.

—Jamás he dicho eso —dice, en voz baja, encontrándose con mi mirada.

Le dirijo una mirada fría.

—¿Querías que me quedara a esperar a que usaras esa frase? Puedo tolerar muchas
cosas, Jason, pero no que alguien hiera mi orgullo. Es lo único que me queda y no dejaré
que me lo arrebates.

—No siento lástima por ti, Zara.


—O sea, ¿que le estabas mintiendo a tu alfa? —refunfuño.

—Era más fácil que admitirme la verdad a mí mismo —dice con brusquedad. Toda la
rabia le ha abandonado cuando se sienta en la cama, como si estuviera agotado.

—¿Qué verdad?

—Llevo días buscándote —murmura—. Fui a todos los pueblos de los alrededores,
enseñé tu foto por ahí e intenté rastrear tu olor.

—¿Qué verdad, Jason?

Pero no me está prestando atención, sigue teniendo esa mirada perdida en sus ojos.

—Pero tu olor hacía tiempo que había desaparecido y tuve que acudir a Sam. Me
estaba volviendo loco. No sé qué le convenció para ayudarme finalmente. Intentaste
alejarte en serio de mí todo lo posible, ¿verdad? ¿Pensaste que simplemente te iba a
dejar marcharte sin más?

Mi mandíbula se endurece.

—Sí. Debe de haber sido todo un alivio para ti librarte de mí. No sé a qué viene lo de
montar este numerito, nunca me quisiste. Solo te lo he puesto fácil.

—No quería que te fueras, Zara. Esta última semana ha sido un infierno.
—Fuiste tú el que dijo...

—Mentí, ¿vale? —ruge de repente, poniéndose en pie con la cara enrojecida—. Es


solo que… no quería admitirme la verdad a mí mismo. ¡No quería traicionar a Nessie!

Me quedo boquiabierta, atónito ante sus palabras.

—¿Qué? ¿Qué quiere decir eso?

Jason se peina el pelo con movimientos rápidos y agitados.

—Todos estos años me he dicho a mí mismo que, sin Nessie, todo se había acabado.
No miraría a otra hembra ni querría su compañía. He tenido amigas con derechos pero
que no significaban nada, no hasta que llegaste tú. Al principio intenté alejarme de ti.
Intenté mantenerte a distancia, ¡pero no funcionó! Incluso sin ninguna intimidad física,
¡era tan fácil que me gustaras y me preocupara por ti! Cuanto más me importabas, más
empezaba a darte lo que debería haber sido de Nessie. ¡Y no podía parar!

Nunca había visto a un hombre venirse debajo de este modo, pero, como se trata de
Jason, siento que mi propio corazón se resiente por la confusión que ha sufrido.
Hundiéndose en la cama, esconde la cara entre las manos.

—Joder. ¡Joder, joder, joder!

—Jason...

—¡No quería sentir nada por ti! —estalla de repente—. Pero daba igual lo que
hiciera, daba igual cuánto lo intentara, todo daba igual. Estaba traicionando a Nessie.
Sentía que la estaba traicionando y, cuando Austin me preguntó, ¡le dije todo eso! ¡Tenía
que decirlo! ¡No podía admitirlo en voz alta!
Siento que la cabeza me va a mil mientras le miro atentamente, cada palabra me
supone un golpe diferente.

—Dijiste que me compadecías.

—¿Compadecerte? ¡Conseguiste salir del mismísimo infierno, Zara! ¡Sobreviviste a lo


que la mayoría de los guerreros experimentados no serían capaces de sobrevivir! E,
incluso ahora, sigues sin ponerte a ti como tu prioridad, sino que tu manada es lo
primero. Lo perdiste todo y, aun así, ni una vez has pensado solo en ti. ¿Cómo puedo
compadecerme de ti cuando eres tan fuerte? Incluso en tu momento más débil, eres
fuerte.

Se me contrae el pecho ante sus palabras, ante su transparente admiración.

—Desearía que jamás hubieras pasado por todo eso, pero eso no significa que me
compadezca de ti. Te admiro. Me tienes alucinado.

Aprieto los dientes y noto cómo me arden los ojos.

—Hablabas como si cada vez que te acostabas conmigo me estuvieras haciendo un


favor. Como si...

—No hace falta que lo digas, Zara —escupe Jason—. Fui yo quien dijo todas esas
cosas.

—Nunca te he pedido nada —digo finalmente—. Ni tu amor, ni tu afecto. Me lo diste


de buena gana, y luego quisiste hacerle saber al mundo que no lo hacías de buena gana,
que sentías lástima por la chica huérfana, así que te la follaste. Que sentías lástima por
ella, así que la trataste como si importara. Así, la próxima vez que tu alfa me mirara, lo
haría con burla, y cuando tus amigos me miraran, sentirían que sólo soy alguien por
quien sentir lástima. ¿Creías que me que quedaría allí para tolerar eso?

—No —murmura Jason con voz queda.

—Perdiste a Nessie. —Intento mantener una voz uniforme—. Pero, ¿sabes qué? Yo lo
perdí todo. Tú tienes buenos recuerdos de tu compañera predestinada, pero yo ni
siquiera tengo eso, todos mis recuerdos están manchados de sangre y traición. Tú tienes
tus recuerdos de la chica que amabas, la que se suponía que era tu otra mitad; yo no
tengo nada de mis padres, ni de mi familia. Así que, si estamos comparando pérdidas,
Jason, yo sí que tengo las manos vacías del todo. Tú eras todo lo que tenía, la única
relación en la que estaba aprendiendo a confiar de nuevo, y rompiste esa confianza. Me
manipulaste y me hiciste sentir pequeña e inservible de nuevo. Tú solito hiciste eso.

Jason guarda silencio ante mis duras palabras.

—Lo siento —se disculpa finalmente—. Estaba tan desesperado por no dejar que
nadie ocupara el lugar de Nessie que no me di cuenta de que estaba destruyendo lo
único que tenía, que eras tú. Nunca quise que pasara esto, Zara. No intentaba hacerte
daño. Eso es lo último que deseaba.

Para disgusto mío, le creo.

—No voy a volver —afirmo con rotundidad—. Tu manada ha dejado bastante claro
que no soy alguien a quien deseen ayudar ni incluir.

—No tienes que volver —me asegura Jason—. Dondequiera que esté el lugar que
decidas llamar hogar, yo te seguiré.

No lo entiendo.

—Son tu familia, Jason. Te criaste en esa manada y eres el segundo al mando. ¿Por
qué ibas a renunciar a eso? No te estoy pidiendo que lo hagas. Sabes que a veces los
compañeros terminan viviendo separados debido a las circunstancias. No es algo
inaudito. Nuestro vínculo se debilitará naturalmente al pasar períodos prolongados de
contacto limitado.

—No quiero que pase eso. —Jason se pone en pie, encontrándose con mi mirada—.
No quiero que te vayas de mi lado. Y no puedo obligarte a volver allí, así que no lo haré.
Pero sí iré donde tú decidas ir.

—¿Por qué? —Mi lobo se inquieta y la desconfianza dentro de mí asoma la cabeza—.


Ellos son tu familia, Jason, no yo. Vuelve con ellos.

—¡He dicho que no te voy a dejar! —estalla, plantándome cara—. ¡No puedes
deshacerte de mí tan fácilmente!

—¡Eres tú el que quería deshacerse de mí! —El dolor se hincha dentro de mí a pesar
de sus palabras anteriores—. ¡Sólo te estoy dando lo que querías!

—¡Pero eso no es lo que quiero! —ruge de nuevo, como si respondiera a mi dolor.

—¿Por qué no? —exijo saber, sintiendo que me arden los ojos—. ¿Por qué no, Jason?
Es lo que querías antes. ¿Qué ha cambiado? ¿Te dijo algo Sam?

—¿Sam? —Parece confuso—. ¿Qué? ¡No! ¿Qué iba a decirme Sam?

—Entonces, si no lo sabes, ¿por qué estás aquí? ¿Por qué de repente te comportas
como si yo fuera importante para ti? —siseo.

—¡Porque te quiero, cabezota estúpida! —me ruge—. ¡Te quiero! ¡Has hecho que me
enamore de ti y no sé qué hacer al respecto!
Todo mi mundo se paraliza.
CAPÍTULO 23

Jason

No pretendía soltarle así lo que llevaba días guardándome dentro.

Una parte arrogante de mí se había negado a confesarlo, pero viéndome en tal


encrucijada, vi mi orgullo como una estupidez.

Nessie ya no está. Hace mucho tiempo que no está. Ese amor apacible que sentía por
ella se ha desvanecido en un recuerdo lejano pero entrañable. No recuerdo su risa ni
cómo se sentía su piel bajo mi tacto. Su imagen es un borrón de colores en mi cabeza,
un recuerdo al que me he aferrado durante demasiado tiempo.

Si elijo a Nessie ahora, pierdo a Zara para siempre. Y Zara es real. Conozco su tacto,
su sonrisa y su sabor. Su corazón late dentro de mí. Su risa resuena en mis huesos. Fue
cuando se me escapó de las manos cuando me di cuenta que perder a esta mujer sería
mucho más devastador que cualquier otra cosa que haya experimentado.

Pero cuando la miro a la cara, Zara se limita a devolverme la mirada, con cara
inexpresiva y sin reaccionar a mi confesión. Finalmente, me pregunta con desgana:

—¿Te pidió Austin que me dijeras todo esto? Sí que debe de estar desesperado por
mantenerme atada a tu manada.

—¡No! —Frunzo el ceño—. Tanto él como Seline quieren que te deje en paz. Ellos...

Zara resopla, pero veo el destello de dolor en su mirada.


—No te creo. No me quieres, Jason. Me lo dejaste muy claro. Y no soy una imbécil
enamorada que vaya a ir corriendo a tus brazos porque me sueltes unas palabras
bonitas. ¡Que te den!

Cuando se da la vuelta, veo el brillo de las lágrimas que intenta contener y me siento
el mayor gilipollas del mundo. Siempre he odiado ver lágrimas en los ojos de Zara. Es lo
único que no soporto.

—¡Zara! —La agarro del brazo y ella alza la rodilla en represalia. Apenas consigo
salvar las joyas de la corona, antes de inmovilizarla contra la pared—. Por más que
adore esa boca sucia tuya, que me des una patada en los huevos no me gusta. Y no estoy
intentando manipularte. —Suavizo el tono—. Lo siento, Zara. Por todo. Pero no puedes
dejarme. No puedo perderte, ¿de acuerdo? Admito que soy un idiota, que no soy el
mejor compañero del mundo y que es muy posible que pudieras aspirar a algo mejor,
pero te quiero. Si necesitas tiempo para que te lo demuestre, que así sea. Pero adonde
tú vayas, iré yo. No dejaré que te vayas de mi lado. —Se le agita la respiración y puedo
ver la duda en sus ojos—. No quiero nada de ti. Sólo te quiero a ti. Eso es todo.

Se queda callada durante unos buenos minutos y me temo lo peor antes de que diga
con rotundidad:

—Si vuelves a apuñalarme por la espalda como lo hiciste, desapareceré en algún


lugar donde nunca puedas encontrarme. No importará dónde mires, estaré tan lejos de
ti que me convertiré en un recuerdo lejano.

Sus palabras son claras y me llenan de una sensación de miedo paralizante.

Lo dice en serio. Esta es mi primera y última oportunidad.

Cuando mis labios buscan los suyos, no me aparta y me rodea la cintura con las
piernas. Hay desesperación en sus caricias, reflejo de mi creciente necesidad, de mi
miedo a perderla de nuevo.
No intercambiamos ninguna palabra, sino que ambos utilizamos nuestros cuerpos
para hablar, para comunicarnos. Apretada contra la pared, Zara tira de mi camisa,
arrancándomela de la cabeza por encima de los brazos. Yo no me preocupo por tales
sutilezas y me limito a desgarrarle la ropa. Su sujetador y su camiseta están ahora en el
suelo, destrozados, cuando mi boca se posa en su pecho, mordiéndolo.

Nuestros lobos están en primer plano, luchando por hacerse con el dominio,
buscando consuelo el uno en el otro. Las manos de Zara van a parar a mi pelo,
acariciándolo y tirando de él. Su cabeza golpea la pared mientras yo atormento sus
pezones, disfrutando de la sensación de su piel desnuda.

Puedo oler su potente excitación en el aire mientras se aprieta contra mí, la mancha
húmeda en el centro de sus vaqueros me hace la boca agua. Pero en este momento no se
trata de hacer el amor, sino de alimentar esta hambre, este deseo crudo.

Mi boca abandona su pezón con un ruido sordo cuando la pongo en pie para empezar
a quitarle los vaqueros. La boca de Zara se entretiene mordiéndome el hombro y me
pongo tenso cuando su boca húmeda y caliente roza el lugar donde debería estar la
marca de apareamiento.

Normalmente, los compañeros se dan la marca de apareamiento el uno al otro, pero


ella nunca llegó a hacerlo y nunca hablamos de ello. Es la marca que le da el macho a la
hembra lo que une a ambos, pero cuando una hembra le devuelve la marca, el vínculo se
hace más fuerte.

El corazón me palpita, expectante, conforme lame la zona y, cuando simplemente


pasa a otra cosa, éste se me hunde en el pecho. Pero sus manos empiezan a tirar de mis
vaqueros y obedezco a la necesidad de cercanía de mi cuerpo. Una vez desnudos, la cojo
en brazos y la llevo a la cama, con la boca pegada a la suya y el hambre creciendo en mi
interior.

La dejo caer de espaldas, pero antes de que pueda decir nada, le doy la vuelta hasta
que su frente queda pegada a la cama. Por un momento, Zara se queda paralizada y,
cuando le alzo las caderas, se relaja.
—Quiero tocarte.

—Más tarde —susurro, sin sentirme totalmente en control. Veo heridas en su


espalda, son unas que ya he visto antes y siento que mi ira aumenta. Ese hijo de puta la
marcó. Mi boca desciende sobre las cicatrices y ella gime.

—Jason.

—No quiero ninguno de sus recuerdos en ti —siseo. No son celos, sino rabia y dolor.
Cuando las marcas no desaparecen, significa que son heridas de por vida. Hay que
torturar mucho a un cambiaformas para herirlo de tal forma que nunca se cure. Bajo las
cicatrices, sus heridas aún duelen.

Mi lengua las lame y ella se estremece de necesidad, gimiendo mi nombre. Sus


manos se aferran a las sábanas y yo uso la que tengo libre para acariciar la humedad en
su sexo. Los soniditos que se escapan de su garganta me vuelven loco y veo cómo
tiembla, completamente bajo mi control, mientras acaricio su punto más sensible y mi
boca recorre el más horrible.

Pero está flácida en mis brazos, casi como si no pudiera moverse.

Es cuando le introduzco dos dedos ásperos que murmura mi nombre y arquea la


espalda. Follar con los dedos a una hembra por detrás es diferente. Mis dedos alcanzan
su punto dulce casi al instante, y ella se retuerce y jadea cuando introduzco un tercer
dedo, ensanchando su agujero y haciendo un movimiento de tijeras. Sus jadeos son de
puro placer y absoluta necesidad mientras la vuelvo loca, jugando con ella.

Siempre se me han dado bien los preliminares, pero hasta ahora había sido más
como un deber. Con Zara, disfruto viendo sus reacciones. Los sonidos que hace me
hacen perder el control y la respuesta de su cuerpo me hace querer torturarla aún más,
arrancarle más gemidos, grititos y jadeos. Cuando estamos así, con ella desnuda en mis
brazos mientras mis manos la atormentan, es cuando es más vulnerable, cuando se
despoja de su férreo control. En estos momentos, es completamente mía.
Siento que se contrae alrededor de mis dedos y empujo un cuarto dentro, a lo que
ella solloza mientras yo murmuro:

—Puedes soportarlo. Abre más las piernas.

Espero que me aparte la mano, pero cuando obedece, siento que la polla me palpita
de dolorosa necesidad.

Es obediente en la cama cuando le susurro y le ordeno que haga cosas. Es algo que
nos pone frenéticos tanto a mí como a mi lobo.

Me la follo durante su orgasmo y sus gemidos son una mezcla de dolor y placer. Para
cuando vuelve a desplomarse, tengo la mano empapada, revelando lo mucho que ha
disfrutado.

Es todo lo que hace falta para que mi control se rompa al fin.

Alzando más sus caderas, saco los dedos y la penetro con la polla. Está muy
apretada. Mi cuerpo arde de necesidad reprimida y la embisto como un animal, mi
miembro se desboca en su interior mientras ella aprieta las sábanas blancas. La piel de
Zara está resbaladiza por el sudor mientras me la follo. Sus gemidos son pequeños
sonidos entrecortados que me hacen acelerar el ritmo.

Yo me abandono primero, incapaz de soportar la forma en que me aprieta a


conciencia la polla, pero en cuanto lo hago, ella me sigue. Cuando me desplomo, Zara
nos da la vuelta y se sienta sobre mí con ojos brillantes.

—No hemos terminado.

Se me curvan los labios.


—No, señora.

Cuando se echa hacia delante para besarme, le aprieto el pelo en un puño y me


preparo para una larga noche.

*** ***

Es después de horas de sexo duro y bruto cuando pedimos comida. Para cuando
llega el repartidor con una caja de pizza y un refresco, ya es de noche.

—¿No pedimos hamburguesas? —le pregunto a Zara, mirando hacia atrás.

El repartidor se rasca la cabeza, comprobando el recibo.

—No, tío. Lo pone aquí mismo: pizza con doble de queso y pepperoni y dos refrescos.

—Bah, cógelo. —Zara suena agotada—. Ahora mismo me comería cualquier cosa.

Le pago al hombre, cierro la puerta tras de mí, abro la caja y huelo la pizza.

—Huele raro.

—¿Puede que sea porque odias el pepperoni? —se burla.

—Podría llevarte a cenar —insisto, dejando la caja sobre la mesita.


—Tengo que comprobar las cámaras —Zara se dobla para coger un trozo. Sólo lleva
puesta mi camiseta, con sus largas piernas desnudas recogidas bajo ella y el pelo aún
húmedo de la ducha.

—¿Seguro que Maria aparecerá?

—Tiene que aparecer. —Su voz es tensa—. Se ha escapado, pero no tiene dinero, así
que tardará en llegar. No quiero perderme ese momento, por eso estoy vigilando el piso.

—¿Estás segura de que era ella?

Asiente.

—El lobo sólo habría ido a ver a Maria. A nadie más. —Se recuesta en la silla y me
mira—. ¿Vas en serio con lo de dejar la manada?

Me siento frente a ella y poso la vista en la ventana, sin querer que se dé cuenta de
lo mucho que me duele mi propia decisión.

—Si no hay espacio para ti allí, no quiero quedarme.

Veo que Zara se concentra demasiado en su pizza y que no me mira.

—¿Qué problema tienen conmigo?

—No eres tú, Zara —le contesto, sombrío—. Es el veneno que Howard esparció antes
de irse. Las chicas que huyeron te culparon a ti por arrebatarles su brillante futuro. Sus
madres se negaron a aceptar su responsabilidad en el asunto y te culparon a ti de influir
en sus hijas. Todas excepto una que pensaba que su hija tenía la oportunidad de ser la
compañera del segundo al mando de tu manada. Howard fue todo un hijo de puta
encantador con ellas. Incluso después de que se fuera, las jóvenes a las que consiguió
convencer de que fuiste infiel y las otras hembras le defienden. Austin ha intentado
contener la situación, pero querían que yo te dejara. Tampoco es que fueran mis
mayores fans ya que, según ellas, yo te ayudé a ser infiel.

Zara se encuentra con mi mirada, los ojos le arden.

—¿La verdad no tuvo ningún impacto en ellas?

—Ninguno. Es casi como si les hubieran lavado el cerebro.

—O simplemente están siendo unas tercas.

Me encojo de hombros.

—No importa, decidí no enfrentarme a ellas. Fui directamente a Austin y le dije que
abandonaba. Intentó detenerme, pero —me encojo de hombros— me negué. Y me he
pasado los dos últimos días rastreándote hasta aquí.

Zara guarda silencio.

—Entonces, ¿cuál es tu plan ahora?

Le dedico una pequeña sonrisa.


—Depende de cuál sea el tuyo. Tu plan es mi plan.

—No será fácil para ti perder a tu familia, Jason —dice con pesar—. Todavía podemos
ser parte de tu manada. Si Austin está dispuesto a acoger a las hembras de la mía, no
tienen por qué vivir dentro del territorio de la manada. Puedo conseguirles alojamiento
en la ciudad, así nunca tendrán que poner un pie en la guarida, y yo puedo quedarme
con ellas.

—Podemos quedarnos con ellas.

Puedo ver la incomodidad reflejada en el rostro de Zara.

—Tu manada te necesita, Jason. Así seguiremos siendo parte de la misma manada,
pero tú estar...

—No voy a luchar por la gente que se negó a aceptarte —le digo, tajante, antes de
pasarle su refresco.

Zara se queda callada.

—No estoy del todo dispuesta a entrar en otra manada con hembras y niños
vulnerables.

—¿Quieres quedarte? —pregunto, con cautela.

Zara se encoge de hombros.

—No dentro de la manada. Tus compañeros apenas me toleran y no quiero que nadie
vuelva a traumatizar a mi gente.

Mi lobo se siente agitado por alguna razón. Sus palabras son cortantes y duele saber
que mi propia manada defraudó a mi compañera. Allá adonde ha ido, han quebrantado
su capacidad de confiar una y otra vez. Y la gente a la que consideraba mi familia le ha
hecho lo mismo.

—Ya veremos qué hacemos —murmuro, sin ninguna gana de volver tampoco. Vivir
sin manada no es fácil, pero para Zara es la única opción. Está atada a mi manada tanto
como yo a ellos. La única forma en que puede cortar los lazos es si jura lealtad a otro
alfa o yo hago lo mismo.

Austin se había resistido a verme marchar. Había hecho todo lo posible para que me
quedara, pero la decisión estaba tomada. Sé que no era culpa suya, pero tenía que
elegir a Zara. Ya había perdido a alguien importante para mí una vez. No iba a dejar que
volviera a ocurrir.

Sus garantías no eran suficientes; no iba a someter a Zara a un rechazo constante.


No sé lo que me deparará el futuro, pero seguiré a su lado.

Siento un extraño dolor de cabeza y bostezo.

Siento que me vibra el teléfono en el bolsillo y, al sacarlo, me entra sueño. Es un


mensaje de Austin. Con los párpados pesados, lo abro.

«Zara está en peligro. Llámame».

Parpadeo con lentitud.

—¿Qué? —arrastro las palabras.


No es hasta que el vaso de refresco vacío cae al suelo que levanto la vista en
dirección a Zara. Tiene la cabeza flácida y apoyada en el sofá. Intento levantarme para
acercarme a ella, pero siento que mi cuerpo flaquea.

Mi lobo está luchando y sé que algo va mal. Nos han drogado.

—Zara —grito, pero la voz me suena pesada y gangosa.

Oigo un ruido lejano de pasos que se acercan. Alguien me agarra por el pelo y de
repente me encuentro mirando a Howard a la cara. Éste me mira con desprecio y mueve
la boca, pero no entiendo lo que dice. Entonces siento dolor en el cuello, es un dolor rojo
y ardiente. Siento que la sangre me chorrea por el cuello, pero no puedo moverme.
Observo cómo otros dos hombres levantan a mi compañera inconsciente.

Alguien me da una patada y me duele, pero mi cuerpo es incapaz de ponerse en


modo defensa. Es casi como si estuviera paralizado. Puedo sentir la sangre brotando de
mi boca y sé lo que me está pasando.

Me estoy muriendo.

Puedo sentir cómo se entumece el vínculo entre Zara y yo.

Mi lobo aúlla y quiero luchar. La desesperación me permite mover algunos de mis


dedos que enseguida me pisotean. Puedo ver a Howard riendo, pero la vista se me
ennegrece.

Esto es culpa mía, ese es el último tenue pensamiento que me recorre. He fallado en
proteger a mi compañera. Otra vez.
CAPÍTULO 24

Jason

Una energía cálida de tono dorado se mueve por mi interior.

La oscuridad es fría, pero acogedora, pero vacilo al límite de ella. No puedo sentir mi
vínculo con mi compañera.

¿Está muerta?

Cuando intento retroceder y alejarme de la oscuridad, los pies no me responden. Es


como si estuviera atrapado, con los pies pegados al suelo. Pero cuando esta energía
cálida me envuelve en forma de zarcillos, siento que la oscuridad empieza a
desvanecerse a mi alrededor.

Mi vínculo... puedo sentirlo. Está ahí, pero es muy débil.

—Venga, Jason —me dice una voz familiar—. No puedes irte así. Zara te necesita.

Zara.

Mi compañera.

¿Dónde está?

Empiezo a forcejear, pero, aunque la oscuridad se está desvaneciendo, aún no ha


desaparecido del todo. Quiero volver a donde está Zara, pero hay alguien más
esperándome en la oscuridad.

Aparece un rostro ante mí y una chica joven da un paso al frente, sonriéndome.

Había olvidado esa sonrisa y esos ojos brillantes.

—Nessie —susurro.

—Ha pasado mucho tiempo, Jason. —Extiende la mano y, cuando consigue tocarme la
mejilla, me doy cuenta de que yo también soy más joven.

La miro con atención.

—Te he traicionado, ¿verdad?

Su risa está cargada de recuerdos de cuando jugábamos juntos y corríamos por los
campos que rodean su territorio.

—¿A qué viene esa cara tan seria?

—Me apareé con Zara.

—Fue lo que el destino decretó. Tú y yo nunca estuvimos destinados a estar juntos,


Jason. Nuestro tiempo siempre estuvo destinado a ser breve. Zara fue tu destino todo el
tiempo.

La miro fijamente.

—Sólo lo dices por...

—Vosotros dos os necesitáis el uno al otro. Siempre os complementasteis, incluso


cuando tú y yo estábamos juntos.

No me lo creo. No quiero creerlo.

—No eres más que un fragmento de mi imaginación, ¿verdad? —pregunto


amargamente—. Tratas de hacerme sentir mejor por lo que hice.

—Puedes creerte eso si quieres, pero eso no quita que ella te necesita. No puedes
morir todavía. Denziel aún no ha terminado con ella.

—Te refieres a tu padre —digo, despacio.

Su expresión se tuerce de rabia y dolor.

—No merece que lo llame padre. Esto es más serio de lo que crees, Jason. Tienes que
luchar. Aún no es tu hora.

La estudio, sintiéndome perdido. Nessie me sonríe de repente.

—¿La quieres?

No puedo mentirle, a ella no.

—Sí.

—¿Cuánto?

—Más de lo que puedo comprender.

No parece dolida.

—Bien, entonces curarás su dolor. Está sufriendo mucho, Jason, y es mi culpa. Tienes
que arreglar las cosas. De la manera en que yo nunca fui capaz.
Siento los zarcillos de energía cálida envolviéndome, tirando de mí lentamente. No
me resisto.

—¿Eres feliz? —le pregunto.

Me sonríe.

—Lo seré. Una vez que enmiendes mis errores. —Se aleja cada vez más de mí y, esta
vez, Nessie da un paso hacia mí, detiene los zarcillos y me toca la mejilla con la mano—.
Vas a vivir una larga vida, Jason. Una vida muy larga. Y tu hogar estará lleno de
felicidad, niños y risas. Pero esa vida siempre estuvo destinada a ser con Zara. Así que,
cuídala, ¿de acuerdo? Y dile que la quiero.

Desaparece bruscamente y a medida que los ojos se me abren de golpe, mi cuerpo se


sacude de dolor.

—¡Sujetadlo! —Oigo la voz de mi alfa—. ¡¿Thea?!

—Sólo un poco más —responde una voz tensa.

La energía curativa que me atraviesa es cada vez más débil, pero noto que mi piel se
vuelve a tejer.

—¿Jason? Jason, ¿puedes oírme?

Intento hablar, pero no consigo decir nada.

—Le cortaron las cuerdas vocales —dice Thea, tensa—. Dame algo de tiempo.

El dolor es intenso mientras siento que algo dentro de mi cuello empieza a curarse.
Noto las manos de Thea en mi pecho y, cuando por fin se aparta, suelto un suspiro
ahogado.

—¿Estás con nosotros, Jason?

Tardo un par de segundos en responder.

—¿Dónde está Zara? —hablo con voz ronca.

Es Lexi quien tira de mí para sentarme.

—Se la han llevado. Esos hijos de puta intentaron matarte. Y lo habrían conseguido
de no ser por Thea.

Cuando la miro a ella, veo que Seth la tiene en brazos para que se mantenga en pie.
Tiene la cara blanca como el papel. Le lanzo una mirada a Lexi.

—No tiene buen aspecto. Deberías llevársela a Tammy.


Está a punto de levantarse, pero Thea niega con la cabeza.

—Tammy ya viene de camino. Le he mandado un mensaje desde el coche —su voz


suena débil.

Ansiosa, le toco la cara húmeda.

—Deberías haber tenido cuidado. No tenías que curarme del todo.

Sus manos están heladas y Lexi la coge en brazos mientras murmura:

—Zara te necesita. Mi... mi compañero está aquí para protegerme. Tú tienes que
salvarla.

Lexi la levanta y se la lleva a la otra habitación mientras Seth y Austin me ayudan a


levantarme. Miro en dirección a Thea, preocupado.

—¿Se va a poner bien? El bebé...

—Se pondrá bien —me tranquiliza Austin—. Era consciente de los riesgos.

Cierro los ojos, brevemente, intentando orientarme.

—Vale, de acuerdo. ¿Qué ha pasado?

—Dínoslo tú. —Mi alfa me lanza una mirada cortante—. Llevo horas dejándote
mensajes y llamándote. Tuve que pedirle a Sam que te localizara. Si hubiéramos llegado
un minuto más tarde, habrías muerto.

Cuando le miro, los recuerdos de lo ocurrido me asaltan.

—El repartidor. Dijo que se equivocó de pedido, pero nos drogó.

—Ya le tenemos —responde Seth, tenso—. Estaba fuera del edificio, contando el
dinero. Un hombre que coincide con la descripción de Howard le dio la comida y le dijo
que la entregara. Y viendo que su olor está por todas partes, sabía exactamente dónde
estaba Zara.

—¿Cómo?

—No le encontraba el sentido a por qué mataban a esos lobos. —Austin me ayuda a
ponerme en pie—. Nunca me dijiste que tu compañera tiene el don de comunicarse con
lobos salvajes.

—Yo... creía que los había domesticado —murmuro, pero esa idea también me parece
estúpida.

—No, no lo creías —dice Austin, con fuerza—. Es una veteres. ¿Es eso algo que
también pretendías ocultarme?

—¿Una qué?

Seth frunce el ceño.

—¿No lo sabes? Es descendiente directa de uno de los lobos cambiaforma originales.


Sólo existen cinco manadas y tu compañera pertenece a una de ellas.

—No lo sabía —murmuro—. Nunca dijo una palabra.

—Sabía de la existencia de los veteres, pero esas manadas sólo se alían entre ellas.
La manada de River Stone nunca ha revelado que lo fuese. Por eso los alfas de esa
manada provenían de una sola familia; los veteres no tienen alfas de nacimiento en sus
manadas. Y por eso Zara podía comunicarse con los lobos salvajes.

—¿Cómo sabes todo esto? —Escudriño a Austin—. ¿Y dónde está Zara? ¡¿Por qué
estamos aquí sentados charlando cuando deberíamos estar buscándola?!

Intento moverme, pero Austin me retiene.

—La han llevado de vuelta a su manada —me informa Austin, sombrío—. Thea ha
estado curándote durante un día entero, no nos atrevimos a moverte. Y la única razón
por la que sabemos todo esto es por Brett.

—¿Brett?

Es entonces cuando me fijo en el hombre en una esquina de la habitación y que me


resulta vagamente familiar.

—Ese es Brett —me lo presenta Austin—. Es…

—Mi padre sirvió al alfa anterior —me comunica Brett en voz baja.

Se acerca a mí, pero yo me limito a entrecerrar los ojos en su dirección.

—¿Y se supone que eso significa algo?

—Debería. —Brett se encuentra con mi mirada con actitud tranquila—. Puedo


rastrear todo mi linaje desde la época de los lobos cambiaforma originales. No fuimos
los primeros, pero sí les servimos. Yo estaba en la línea de sucesión para servir al
siguiente alfa, que habría sido el hijo de Zara.

Lo estudio, cauteloso.

—Zara nunca me contó nada de esto.

Claro que hay muchas cosas que no me ha contado, aunque no es que yo haya hecho
mucho para ganarme su confianza.

—Porque no lo sabe. Mi familia es la última línea de defensa cuando se trata de


proteger la línea de sangre alfa. Para el resto de la manada y para Zara, yo era solo un
soldado más. El único que sabía de mi línea familiar era el alfa. Si hubiera vivido, se lo
habría dicho al siguiente alfa. Mi padre murió tratando de protegerlo. Yo tenía que
proteger a Zara, así que fingí estar del lado de los rebeldes, pero he estado buscando
una manera de contactar con ella. Si hubiera sabido que Maria, la amiga de Zara e
informante, conocía su habilidad, la habría protegido. Pero lo ignoraba y, cuando envió
su último mensaje, Denziel la pilló con las manos en la masa y envió soldados a sus
fronteras en busca del lobo que llevaba el mensaje de Maria. Denziel conoce la habilidad
de Zara. De hecho, afirmaría que conoce el linaje de la familia.

—¿Cómo lo sabes? —Miro a Brett a los ojos.

—No se sorprendió cuando se enteró de los mensajes a través de los lobos —explica
Brett—. Yo no estuve en la frontera de vuestro territorio, pero me enteré de lo que se
hizo allí. Mataron a todos los lobos hasta que encontraron al que llevaba el mensaje de
Maria. La obligaron a cambiarlo y a entregárselo de nuevo al lobo. Sabía que era una
trampa, así que me fui de inmediato. Pero como he dicho, no sabía cómo contactar con
tu manada o con Zara y, para cuando llegué, ya era demasiado tarde.

No me molesta que Zara me haya mentido. Nunca le di una razón para confiar
plenamente en mí. Pero ahora que lo sé, estoy preocupado.

—Si Denziel conoce su linaje, tiene aún más sentido que vaya tras Zara —murmura
Austin—. Necesita dejarla embarazada para establecer un control completo sobre la
manada.

—No puede hacer eso —responde Brett—. El único que puede sentarse en el trono
del alfa es su linaje directo. Ahora mismo, Zara es la legítima alfa de la manada de River
Stone. Hasta que tenga un hijo, no tiene más remedio que hacer que la manada le jure
lealtad.

Le miro fijamente.

—¿Y si no lo hacen?

Brett me mira con expresión lúgubre.

—Cada manada de veteres gobierna su territorio en solitario. Nunca han cambiado la


ubicación de su manada por una buena razón, ese territorio se construye sobre su
sangre, y lo digo en sentido literal. El hecho de que el cuerpo del alfa anterior no haya
sido devuelto a la tierra está destruyendo el bosque, afectando a los recursos, al agua y
a la comida. Los alfas tienen que ser devueltos a la tierra para que el territorio se
alimente de su sangre y su carne y así crezca más fuerte. Si no se coloca a Zara en el
lugar que le corresponde, es cuestión de semanas que la manada de River Stone se
marchite. Denziel no lo sabe o, si lo sabe, no le importa.
—Tenemos que ir —digo con ferocidad—. No me importa tu manada, pero tengo que
salvar a Zara. No sé lo que ese hijo de puta le estará haciendo ahora mismo.

—Todavía están de camino —me hace saber Brett—. En el tiempo que llevo allí, he
notado que no todos los hombres están contentos con lo que está ocurriendo. Las
familias han quedado destruidas, he estado reuniendo aliados dentro de la manada y
hemos establecido una forma de comunicarnos. Ahora que ya no estás al borde de la
muerte, hemos ganado más tiempo. Incluso si Denziel es capaz de embarazarla, el linaje
de sangre de Zara no permitirá que nazca ese niño.

Alzo la mano en un puño que ya está a medio camino en el aire, cuando Austin me
detiene.

—¡Estás hablando de mi compañera! —gruño—. ¡No dejaré que le ponga una mano
encima!

—Solo estoy siendo práctico —dice Brett, fríamente—. ¿Crees que Denziel no lo
intentará? Y eso no es todo.

—¡¿Qué más puede haber?! —bramo—. Mi compañera está ahí fuera, no tengo
tiempo para cuentos. O hablas mientras nos movemos o no digas nada.

—No podemos irnos sin saber adónde la llevan —interviene Austin, tenso—. Puede
que no la lleven de vuelta a la manada. Al parecer, desde que Zara se fue, ha habido
bastante agitación. Estamos esperando a que uno de los guardias nos avise. La manada
está a un par de días de viaje de aquí.

—Un par de días es mucho tiempo.

—No si vas en helicóptero —me dice Brett—. Y tengo uno esperándonos en la azotea.

No le pregunto de dónde ha sacado un helicóptero.

—Bien. ¿Qué es lo que necesito saber?

—El interés de Denziel por tu compañera no es algo reciente. Le tiene el ojo echado
desde que era una niña.

La sangre me empieza a hervir.

—Repíteme eso.

—Yo era un adolescente cuando mi padre me ordenó que me asegurara de que Zara
nunca estuviera a solas con Denziel, y así lo hice, pero empecé a notar sus intentos de
pasar tiempo con ella. No sé si mi padre informó de ello al alfa, pero si lo hizo, el alfa
nunca dio muestras de ello. También era buen amigo de Denziel; sin embargo, si alguna
vez Nessie invitaba a Zara, mi padre manipulaba la situación para asegurarse de que
hubiera más adultos presentes por la zona. Creo que vigilaban a Denziel y que por eso el
alfa lo mantenía tan cerca de sí mismo. No obstante, hasta que la rebelión tuvo lugar, mi
padre nunca mencionó nada al respecto.

Quiero arrancarle la cara a Denziel.

O sea, que siempre ha sido un depredador.

—¿Cuál es el plan? —Me giro bruscamente hacia Austin—. Quiero recuperar a mi


compañera. No puedo quedarme de brazos cruzados.

—Ya tenemos a dos escuadrones esperando con Sam —me informa él—. Brett nos ha
proporcionado imágenes del territorio para que Sam sepa dónde abrir los portales.
Mientras tanto, en cuanto averigüemos adónde lleva Howard a Zara, iremos hasta allí en
el helicóptero. No le pasará nada a tu compañera, Jason.

Justo en ese momento suena un teléfono y Brett se saca el suyo del bolsillo. Le echa
un vistazo y dice:

—Tenemos la localización. Vamos.


CAPÍTULO 25

Zara

La conciencia va y viene, la cabeza me late con fuerza.

Tengo la cara presionada contra una superficie dura y puntiaguda, que noto cómo se
me clava en la mejilla. Aun así, no abro los ojos. La confusión que reina en mi cabeza
hace que suenen las señales de alarma.

¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?

Me quedo quietecita mientras oigo pasos que me rodean. Oigo una conversación en
voz baja, pero no consigo averiguar de qué hablan.

¿Dónde está Jason?

Siento el vínculo de apareamiento débil y apático a medida que recuerdo con


lentitud el apartamento y cómo Jason se presentó allí. Me dijo que me quería y después
nos acostamos juntos. Me abrazó y se colmó en disculpas. Y yo le perdoné porque podía
sentir que lo decía en serio.

Después comimos y a mí me entró sueño.

Repaso cada retazo de mi memoria, intentando averiguar qué está pasando ahora.
Pero lo único que recuerdo es a Jason diciéndome algo y cómo el letargo me consumió.

Como drogada.

Me habían drogada.

No hay otra explicación.

Jason también había estado bostezando.

¿También lo había drogado a él? ¿Está aquí?

Aún no me atrevo a abrir los ojos. Hay demasiada gente alrededor y no sé si me


están mirando, esperando a que me despierte. Tengo las manos atadas a la espalda y el
nudo está muy apretado. Lentamente intento mover la muñeca, pero siento el cuerpo
demasiado débil ahora mismo. Me cuesta moverme en general. Lo que quiera que me
dieron era fuerte.

Una mano me agarra del pelo, me levanta y abro los ojos de golpe, para encontrarme
cara a cara con el rostro burlón de Howard.

—¿Creías que no me daría cuenta de que estabas fingiendo estar dormida? Te


conozco de toda la vida, Zara.

Le miro fijamente, con la cara vacía de emoción.

—¿Quieres un pin o algún premio?

Su mirada se endurece.

—Siempre fuiste una zorrita bocazas. —Antes de que pueda pestañear, me asesta un
golpe en la cara que me tira al suelo—. ¡Una puta estúpida e inútil! ¡No puedes hacer ni
una puta cosa bien!

Cada palabra va acompañada de un golpe en mi tronco y yo que cubro doblando las


rodillas. Este imbécil podría acabar causándome algún daño interior permanente.

—¿Has terminado? —escupo—. ¿O también quieres un pañuelo para llorar a gusto?

Sé que le estoy provocando, pero solo ver su cara me pone hecha una furia. Quiero
arrancarle los ojos.

—¿Crees que estás a salvo? —Howard se agacha a mi lado, me agarra la cara y me la


estrella contra el suelo de la cueva donde nos encontramos—. ¿Crees que porque ese
vejestorio quiera meterte la polla no puedo tocarte?

—Eres patético, Howard. Siempre tuviste muy mal perder —refunfuño.

La cara se le pone roja antes de agarrarme por el pelo y empezar a estamparme la


cara contra el suelo.

—¡Puta estúpida! No te atrevas a creer que estás por encima de mí. No hay manera
de que aprendas la puta lección, ¿verdad? ¡He ganado, zorra! ¡He ganado! Puse a tu
madre de rodillas mientras todos esos soldados nos rode...

Es mi rabia la que me da fuerzas para darle una patada en los huevos. Gruño cuando
gime y cae de culo.

—¿Crees que deshonraste a mis padres y ya has ganado? Nunca ganaste, no has
ganado una puta mierda, Howard. No puedes deshonrar sus recuerdos, se sacrificaron
por esta manada. Sabían que me vengaría de ti, y eso haré. Una vez que sea libre, voy a
ir a por cada persona que quieres, a por todo lo que aprecias, y haré que veas cómo lo
quemo hasta los cimientos.

Siento que me arden los ojos con una locura depravada mientras me echo a reír,
provocando que Howard se estremezca.
»Eres un gallina al que le faltan huevos y por eso no voy a matarte. No, lo que voy a
hacer es mantenerte con vida. Voy a hacerte sufrir durante décadas antes de acabar
contigo. Voy a hacerte pagar por cada pizca de sufrimiento que padecieron mis padres.
No he terminado contigo. Howard. Apenas he empezado.

Ver el destello de miedo en sus ojos me resulta satisfactorio. Sin embargo, es una
satisfacción momentánea, porque el cobarde no tarda en recordar que estoy atada y que
aún posee cierto grado de control.

—La has cagado, Zara —me espeta Howard—. Sólo tenías que dejar que Denziel te
tuviera unos días y luego yo lo habría matado, me habría convertido en alfa y te habría
tomado como mi compañera. ¡¿Por qué tuviste que joder las cosas apareándote con el
gilipollas de Jason?!

Le lanzo una mirada incrédula.

—¿Crees que querría aparearme con alguien tan patético e inútil como tú? Puede
que Jason sea un imbécil a veces, pero es diez veces más hombre de lo que tú podrías
soñar con ser. Siempre supe que tenías tus carencias, pero por Dios, Howard, no me
imaginaba que fuese tan grave.

Los insultos salen a borbotones de mi boca y puedo ver el impacto que mis palabras
tienen en él. Mi lado sádico se deleita con su dolor. Aún no puedo causarle dolor físico,
por lo que tendré que conformarme con el daño emocional. Por desgracia, Howard y yo
no pasamos mucho tiempo a solas porque otra persona se adentra en la cueva.

Si Howard es un idiota codicioso, Denziel es una víbora manipuladora.

Cuando alzo la vista para mirarle, mi odio no conoce límites.

—Tu compañero ha muerto, Zara —dice Denziel con voz suave.

Puedo sentir el débil vínculo palpitando dentro de mí, por eso sé que Jason no está
muerto en absoluto, pero no es una información que vaya a compartir con Denziel. No
obstante, la fragilidad del vínculo me preocupa. No puedo sentir a Jason del otro lado, lo
que significa que algo va terriblemente mal.

Hago de tripas corazón. Se pondrá bien, sé que sí. Y, mientras tanto, tengo que
encontrar una manera de escapar de estos dos lunáticos trastornados.

Howard parece pálido y me pregunto si es porque le preocupa que Denziel haya


podido escuchar lo de su plan para traicionarlo. Sin embargo, Denziel le hace un gesto
distraído con la mano.

—Ve a vigilar la entrada.

Veo cómo Howard se pone rígido, pero se aleja, obediente.


—¿Qué quieres? —Miro a Denziel y le hablo con tono rudo.

Él me estudia.

—Para acabar de enterarte de que tu compañero ha muerto, no pareces muy


alterada.

—¿Por qué no me desatas y así te cuento lo triste que estoy? —Le hago una mueca.

Denziel no parece inmutarse por mi tono.

—Desafiarme no te va a hacer ningún favor, Zara. Voy a ser tu compañero, tu amo, y


tu lugar siempre estará a mis pies. Se te castigará por dejar que esa escoria
despreciable te ponga una mano encima, pero si me das tu obediencia, puedo
prometerte que te trataré bien.

—¿Mi compañero? —No tengo más remedio que reírme en su cara—. ¿Tú? Nunca
sería tu compañera, Denziel. Tú y el hijoputa de tu segundo tenéis las manos manchadas
con la sangre de mi familia. Me rajaría la garganta antes de dejar que me toques ni con
un palo.

—Entonces, te cortaré las manos —replica él con calma—. Pero vas a ser mía. Y si no
paras de desafiarme, tu lengua será lo próximo que te arranque.

Le miro atentamente, sintiendo que mi ira se disipa por un momento.

—¿Qué te pasó, Denziel? Yo era la mejor amiga de tu hija y masacraste a mi familia,


la misma familia que te ofreció su apoyo cuando llorabas la perdida de Nessie. Mi propio
abuelo te consoló, y tú le pagaste cortándole la garganta mientras dormía y torturando a
su hija y a su marido durante días. ¡Sin razón alguna! ¿Y ahora planeas tomarme a mí
como tu compañera? ¿Te has parado a pensar por un minuto cómo se sentiría Nessie con
todo esto?

Denziel me escudriña antes de proclamar con firmeza.

—Ella lo desaprobaba.

Sus palabras me desconciertan.

—¿Qu-qué has dicho?

—Mi querida Nessie desaprobaba lo que pretendía hacerte. Esta rebelión se ha


estado gestando desde el día en que naciste, Zara. Tu abuelo era mi mejor amigo y se le
escapó vuestro secreto familiar una vez que nos emborrachamos. En la primera en la
que me fijé fue en tu madre. Mi intención era matar a tu padre y ocupar su lugar, pero
entonces descubrí que estaba embarazada de ti. Sólo cuando descubrí que estaba
embarazada de una hembra decidí cambiar mis planes. Era más fácil coaccionar a una
niña que a una mujer en duelo. Mi intención era moldearte y conquistarte poco a poco,
pero nunca se me presentaba la ocasión de estar a solas contigo, siempre estabas
rodeada.

Sus palabras causan un shock en mi organismo.

—¡¿Has planeado todo esto al alrededor de mi persona?!

—Tuve que hacerlo. —Se encoge de hombros—. Tu familia llevaba demasiado tiempo
en el poder, había que eliminarlos. Y tú siempre has sido una monada. —Se agacha, me
agarra unos mechones de pelo y sonríe—. Me tenías bastante encandilado, pero sabía
que tu abuelo nunca aprobaría que intentara cortejarte. Razón de más para quitármelo
de en medio. Tus padres también te protegían mucho, así que supe que tenía que
deshacerme de ellos. Estaba planeándolo todo cuando Nessie me pilló y se enteró de mis
planes. Ella era la niña de mis ojos, mi angelito perfecto, pero trató de convencerme de
que renunciara a este plan, de que te dejara en paz. ¡Como si debiera ser feliz con la
mediocridad!

Denziel parece disgustado ante la mera idea.

»Pensé que podría mantener la boca cerrada. Le expliqué por qué tenía que hacerlo,
que sería como una princesa de la realeza, la hija del alfa, pero mi Nessie era demasiado
suave. Se negó a atender a razones y yo no podía dejar que echara a perder años de
planificación.

Un sombrío presentimiento me recorre la espalda mientras respiro, horrorizada.

—¿Qué hiciste, Denziel?

Recuerdo haber leído los informes sobre su muerte, la forma en que se había
encontrado su cuerpo. La curandera había declarado en su informe que había sufrido
durante horas, en las que los lobos salvajes se habían alimentado de ella. Su muerte
había sido lenta y dolorosa. En sus últimos días, Nessie había actuado de forma extraña
y su padre siempre había estado a no menos de tres metros de distancia, vigilándola
como un halcón.

Había intentado decirme algo varias veces, pero yo hacía poco que había descubierto
mi vínculo predestinado con Howard y estaba en una nube.

Cuando se fue a hacer ese viaje con su padre, ni siquiera me despedí de ella. Me
había dicho que nos viéramos esa noche a medianoche, pero yo me había quedado
despierta toda la noche, hablando con Howard por teléfono.

—Intentó contártelo, pero como la niña dulce niña que era, tampoco soportaba la
idea de meterme a mí en problemas. Pero habría encontrado la forma de contárselo a
alguien y no podía dejar que eso pasara. Así que supe que tenía que encargarme de ella
y la llevé al bosque. Me suplicó que no lo hiciera, pero no tenía elección. Trató de
cambiar de forma para luchar contra mí, pero yo era un teniente. Me aseguré de que
quedara de lo más desfigurada.
—Mataste a tu propia hija. —La cabeza me da vueltas—. ¡¿Asesinaste a Nessie?!

Quiero vomitar.

—Tenía que deshacerme de ella. —No hay ni una pizca de remordimiento en su


rostro—. Se iba a interponerse entre nosotros.
CAPÍTULO 26

Jason

—¿Cuál es el plan? —exijo saber mientras sigo Austin al helicóptero—. ¿No debería
estar Sam aquí con nosotros para que podamos llegar a Zara más rápido?

—Eso no funcionará —responde Brett, tenso—. Hay demasiado malestar dentro de la


manada. Algunos de los machos que habían permanecido en silencio hasta ahora para
proteger a sus familias, están cuestionando los duros métodos de Denziel, especialmente
la forma en que trató a Erin y a las dos hembras que ayudaron a facilitar la huida de
Zara. Por eso Denziel va a sellar primero el trato antes de traer a Zara de vuelta. Y no
puede hacer tal cosa en la guarida, por lo que se la lleva a otro lugar.

Mi lobo está inquieto, necesita hacer algo.

—¿Y cómo sabes dónde está?

—Uno de los guardias que trabajan bajo las órdenes de Howard me ha


proporcionado una actualización. Denziel no va a renunciar a su poder, así que ha dado
instrucciones de que, en caso de que forzar a Zara falle y la manada empiece a unirse
contra él, se les ejecute. Está dispuesto a destruir a más de la mitad de la manada si eso
significa conservar su control sobre ella. Si entramos ahí dentro, tendremos que
enfrentarnos a ambos bandos al mismo tiempo para minimizar los daños.

—Eso no responde a dónde se ha llevado a mi compañera —replico.

—Hay una red subterránea de cuevas dentro del bosque —explica Brett, sombrío—. Y
ella se encuentra ahí, en alguna parte. Vamos a entrar a ciegas, ya que ni siquiera yo
conozco su ubicación exacta. Los guardias estaban apostados fuera de la entrada y
Denziel ha estado allí haciendo algunos trabajos. He oído que ordenó poner minas
terrestres, así que esta misión de rescate podría volverse mortal en un abrir y cerrar de
ojos.

No me molesto en preguntar por qué Denziel querría poner minas en una cueva, ese
hombre está loco de remate.

—Tendremos que dividirnos en grupos... —empieza Brett, pero le corto.

—¿De cuántas cuevas estamos hablando?

—No lo sé —admite—. Nunca he estado ahí. Luca, nuestro anterior alfa, prohibió que
nadie entrara en esos túneles y nadie ha estado ahí en décadas. Es muy fácil perderse
dentro.
—Tiene que haber alguna razón para que Denziel la lleve ahí —insisto—. Si sólo
fuera para esconderla de la manada, podría haberla llevado a cualquier parte. ¿Por qué
a ese lugar? —Brett parece incómodo y yo entrecierro los ojos—. No es el momento de
preocuparse por desvelar secretos familiares. ¡Mi compañera está ahí dentro y necesito
saber en qué me estoy metiendo para poder sacarla de ahí de una pieza!

Cuando no dice nada, me abalanzo hacia él, sólo para que Austin me contenga. La
expresión de mi alfa es atronadora cuando mira a Brett.

—Sea lo que sea que te estés guardando, será mejor que empieces a hablar. No voy a
enviar a mis hombres a ciegas.

—Es tierra sagrada —Brett parece de lo más incómodo—. Contiene uno de los
secretos de los veteres. No se me permite...

—Ninguno de los presentes traicionaría a Zara —gruño—. ¡Traicionar a mi


compañera es lo mismo que traicionarme a mí! ¡Estos son mis hermanos, hemos hecho
un juramento de sangre!

El hombre duda antes de suspirar.

—Cada manada de veteres tiene un lugar de sepultura específico y esas cuevas son
los cementerios del linaje de Zara. Estando dentro de esas cuevas, su cuerpo es débil.
No puede cambiar de forma. Cuanto más tiempo pase ahí, más se drenará su energía,
sobre todo porque a Luca nunca se le llegó a enterrar y la tierra busca restaurar el
equilibrio. Tratará de drenar a Zara para sobrevivir. No hablamos de unas pocas cuevas,
sino de miles, que se adentran cada vez más y más en la tierra. No sé cómo de bien
conoce Denziel ese lugar, pero si se ha llevado a Zara es porque sabe que estará
demasiado débil para defenderse.

Siento una bola de terror formarse dentro de mí.

—Cuando dices débil...

—Existe la posibilidad de que pueda morir ahí dentro —explica con reticencia—. No
dispongo de ninguna foto de esas cuevas porque nunca he estado en ellas. Si no, le
habría pedido al Maestro de la Torre Mágica que nos enviara ahí primero. Todavía no sé
cómo rastrearla estando ahí dentro.

—¿Por el olor? —Seth alza una ceja—. Somos lobos...

—No es posible —Brett niega con la cabeza—. No te haces una idea de la cantidad de
magia de sangre que hay en esas cuevas, están saturadas de ella. No podrías oler nada.

Mi vínculo de apareamiento palpita en mi interior y siento una punzada de dolor en


el pecho. Es desdicha. Horror.

Puedo sentir al lobo de Zara llamándome a gritos, desesperado. La mano se me


cierra en un puño.

—Puedo encontrarla.

—No entiendes...

—He dicho que puedo encontrarla —le espeto al hombre.

—Jason es uno de los mejores rastreadores que hay —coincide Austin—. No necesita
un rastro de olor para encontrar a alguien.

No digo nada, sintiendo cómo el latido del vínculo que comparto con Zara se acelera
a medida que nos acercamos. Puede que sea capaz de encontrarla solo a través del
vínculo.

**** **

Cuando Brett mencionó la magia de sangre, no reparé en que toda la zona tendría tal
aura de espanto. Hay una sensación lúgubre en el aire, una espesa pesadez que cala
hasta los huesos, haciendo que uno quiera darse media vuelta.

—Miles de alfas están enterrados dentro —susurra Brett—. Se dice que nunca
mueren. Una vez que cierran los ojos en el mundo mortal, duermen bajo tierra,
empleando sus cuerpos para fortalecer y proteger esta tierra. Pero no les agradan los
visitantes.

Lo miro de reojo.

—Eso me suena más a cuento chino pensado para asustar a los niños y disuadirlos de
explorar la zona.

Él se sonroja.

—Mi padre me lo contó cuando era joven.

—Pues ahí lo tienes —murmura Seth—. ¿Qué sabes en realidad, Brett? ¿Algo que nos
sea útil o sólo cuentos para dormir?

—Al igual que Zara, yo tampoco estaba preparado para asumir este papel tan pronto
—responde éste—. No he tenido tiempo de revisar los libros de familia.

—Dejaos de discusiones —ordeno, viendo a unos guardias más adelante—. Hemos


llegado.
—Ese —murmura Brett—, el del pelo gris, está de nuestro lado. No le hagáis nada.
Con el resto haced lo que queráis.

Seth está a punto de dar un paso adelante cuando le agarro del hombro y tiro de él
hacia atrás.

—¿Qué intentas hacer? ¿Descubrirnos? —siseo

—Creía que teníamos prisa. —Frunce el ceño—. Sólo son dos.

—Hay diez guardias —le gruño.

Brett asiente, confirmándolo.

—¿Puedes sentirlos?

—Están apostados por toda la entrada —murmuro—. Es difícil no darse cuenta


incluso con su camuflaje.

—Dividamos y conquistemos —ordena Austin.

No tardamos mucho en despachar a los guardias. Aunque hay una persona más
presente que me hace hervir la sangre.

—No le mates —le digo a Austin en voz baja y con los ojos clavados en Howard, que
está saliendo de las cuevas—. No quiero que muera todavía.

—¿Quieres que me ocupe de él?

—Ahora mismo no tengo el autocontrol suficiente para no cortarle el cuello —


murmuro. Mi lobo pasa al frente, deseoso de sangre.

—Muy bien.

Austin se transforma antes de lanzarse hacia los árboles, fuera de la vista. Mientras
tanto, Brett regresa con el guardia y Seth.

—¿Dónde está tu alfa?

—Ocupándose de unos asuntos —digo con calma—. Sigamos avanzando. Austin ya se


unirá a nosotros.

Nos dirigimos a las cuevas y puedo sentir la rabia y la pena a través del vínculo de
apareamiento, pero las sensaciones se suceden con rapidez.

Intento animar a Zara, pero no sé cómo utilizar el vínculo de apareamiento como


hacen Lexi y Austin. Aunque sí noto que la rabia disminuye, pero su pena es intensa.
—¿Estás seguro de que vamos por el camino correcto? —pregunta Brett, con voz
tensa, mientras yo estudio el suelo. Aquí huele a sangre, lo que resulta inquietante, es
como si todo el suelo se hubiera empapado de ella.

—Sí. Deja de hablar.

Austin se une a nosotros un minuto después.

—Está inmovilizado.

Al dirigirnos a la apertura de varias cuevas, me detengo, con la mirada revoloteando


entre las dos que están más próximas.

—Está en una de ellas.

El vínculo late tan fuerte que ni siquiera siento los latidos de mi propio corazón.

—Seth y yo iremos por esta —decide Austin—. Tú y Brett id por esa.

Nos separamos y Brett y yo nos movemos con cautela. Oigo voces a medida que
avanzamos y alza una mano. Lo que oigo es el sonido de la carne chocando contra carne.
Me echo hacia delante, tenso, y esta vez es Brett quien me detiene.

Es entonces cuando oigo gritar a Zara con voz débil.

—¡Inténtalo! Acércate a mí otra vez y verás lo que pasa. —No hay ni rastro de miedo
en su voz, sólo una furia en estado crudo.

—Haré que te azoten hasta que aprendas cuál es tu lugar —le responde Denziel con
voz fría.

—¿Que vas a hacer qué? —se burla Zara—. Eres tan cobarde que tienes que atarme
para atreverte a enfrentarte a mí. Eres patético. Tú y Howard estáis cortados por el
mismo patrón. Ni un poco de lealtad y cobardes hasta el final. Vas a pagar por lo que le
has hecho a mi manada, Denziel.

Veo que el hombre mayor se abalanza sobre Zara, pero antes de que pueda
intervenir, ella mueve las piernas para darle una patada en el pecho y arrojarlo hacia
atrás. Tiene la piel blanca como el papel cuando se pone en pie.

»¿Crees que las mujeres somos débiles? ¿Creéis que podéis matar a nuestros hijos, a
nuestros compañeros y a nuestras familias, y que vamos a sentar el puto culo y no hacer
nada al respecto? —La voz le suena áspera—. Ni siquiera puedes enfrentarte a mí sin
que esté en desventaja. Eres patético.

Veo que Denziel tiene un cuchillo en la mano cuando gruñe:

—Cuidado con lo que dices...


Lo agarro del pelo y le arrojo el hombre mayor a Brett para acercarme a mi
compañera de ojos fieros.

—Ni siquiera necesitabas mi ayuda.

—¿Por qué has tardado tanto? —me gruñe ella, pero veo el alivio en sus ojos cuando
se deja caer en mis brazos. Le rompo las ataduras.

—Lo siento —susurro.

—No lo mates —le espeta a Brett antes de parpadear, sorprendida, al darse cuenta
de con quien habla—. ¿Tú?

—¡Suéltame! —ruge Denziel—. ¡Suéltame o te ejecutaré a ti y a toda tu familia!

Zara se pone derecha.

—¿Estás herido? No pude sentir el vínculo durante un rato. —Me traza la mandíbula
con los dedos y yo puedo ver lo pálida que está.

—Hablaremos cuando salgamos de aquí.

Me doy la vuelta justo cuando Denziel se alza sobre Brett. Le clava las manos en el
pecho al más joven, haciendo que éste se ponga rígido del dolor. Cae al suelo casi al
instante.

Zara se mueve antes de que yo pueda reaccionar siquiera. El pelaje hace acto de
presencia cuando cambia de forma en mitad de un salto y se lanza contra Denziel.

Oigo los gritos del viejo alfa mientras ella lo desgarra y la sangre salpica por todas
partes.

Agarro a Brett y grito:

—¡Se está muriendo!

Zara se aleja de Denziel antes de abrir la mandíbula y agarrar su cuerpo con la boca.
Echa a correr hacia la entrada de las cuevas y yo la sigo. Austin y Seth se encuentran
con nosotros a mitad de camino.

—Ya estamos localizando a un curandero de tu manada —dice Austin, rápidamente—.


Y Sam está abriendo un portal.

Zara vuelve a transformarse.

—Sierra. Se llama Sierra. Tráela aquí.

La respiración de Brett es superficial y tengo el mal presentimiento de que no va a


salir de esta.

—Yo… —Le cuesta respirar—. No puedo morir. Te-tengo que... se-servir.

—Pues cállate. Sigue hablando y no vivirás —le suelta Zara.

Brett cierra la boca.

En unos minutos, que se me antojan una década, se abre un portal y Sam emerge de
él junto a una niña que no puede tener más de diez años. Parece asustada y, al ver a
Zara, rompe a llorar y corre a abrazarla.

—Sierra —Zara se arrodilla a su lado, agarrándola por los brazos—. ¿Recuerdas que
te dije que ocultaras tus habilidades? —La niña asiente—. Pues las necesitamos ahora.
Tienes que salvar a Brett.

La pequeña mira a Brett.

—¿Me hará daño?

—No —responde Zara, con firmeza—. Es un amigo.

Veo a la niña acercarse a Brett y ponerle las manos en el pecho. Tengo que cerrar los
ojos ante el poder que se abre paso a través de ella. Es demasiado poderosa para una
curandera tan joven y sin formación.

—Es mi prima segunda —murmura Zara.

—Eso lo explica todo —farfullo.

Me lanza una mirada curiosa, pero ya tendremos todo el tiempo del mundo para
hablar.

—Deberíamos irnos —digo—. Estamos colándonos en tu manada mientras hablamos.


Te pondré al día de camino.

—Esperad —Austin me detiene—. ¿Por qué no venís conmigo un momento?

Le seguimos y Zara se detiene bruscamente.

—¿Es quien creo que es?

Sigo su mirada para ver a Howard colgado por los pies de la rama de un árbol,
inconsciente.

—Le pedí a Austin que no lo matara. —Mido su reacción y la lenta sonrisa que curva
sus labios hace que un escalofrío me recorra la espina dorsal.
—No quiero que muera —dice Zara, en voz baja—. Quiero que sufra durante años.
Howard no merece una muerte piadosa. Ni tampoco Denziel.

Le lanzo una mirada.

—Pero le has matado.

La expresión de mi compañera es fría.

—No, me he comido su carne, pero no su corazón. Aún le late. Se curará en un mes,


que es el tiempo que me llevará asumir el control de mi manada. Quiero que estos dos
sufran una muerte miserable y humillante. —Zara desplaza su mirada hacia Austin—.
¿Puedes quedártelos hasta que yo esté lista para encargarme de ellos?

—Por supuesto —asiente Austin.

Estudio a la mujer que está a mi lado y las palabras de Brett vuelven a mí. Ella es la
legítima alfa. Pero no como regenta, pienso para mí, observando su sonrisa feroz.

Zara es una fuerza a tener en cuenta. Tiene la capacidad de controlar a toda una
manada y cualidades de liderazgo. Incluso Austin la respeta.

Pero no digo nada.

Cuando volvemos con los demás, Brett ya está sentado y Zara se encuentra con su
mirada.

—Que rapidez.

—Siempre me he curado rápido —admite Brett.

—¿Así que has decidido cambiar de bando? —pregunta con frialdad.

Brett la mira con expresión seria.

—Siempre estuve de tu lado.

Como Zara no parece muy convencida, intervengo:

—Como te he dicho, hay mucho de qué hablar. Y tú también tienes algunos secretos
que contarme. ¿Te suena la palabra veteres?

Hace una mueca de dolor.

—Sí. Bueno, es complicado.

—Y estoy seguro de que lo descomplicarás de camino a tu manada. —La beso con


firmeza—. Pero, por ahora, me alegro de que estés a salvo.
Cuando me devuelve el beso, es igual de feroz, igual de desesperado.

Por desgracia, no tenemos tiempo para esto. La verdadera batalla está a punto de
comenzar.
CAPÍTULO 27

Zara

Hay mucha rabia ardiendo dentro de mí mientras me visto con la camiseta de Jason y
me pongo al día con todo. Tenemos que esperar a que se abra otro portal. Ver a Howard
y a Denziel así es satisfactorio, pero no hace nada para disminuir ese dolor furibundo
dentro de mí, el dolor que no me permito sentir. Hacerles daño no me parece suficiente.
Quiero que se retuerzan de agonía, que supliquen clemencia.

—La venganza no te sacia —murmura Jason cuando me sorprende mirando en


dirección a los árboles—. No disminuirá tu dolor ni te hará feliz.

—Lo sé —farfullo, intentando controlar mis emociones—, pero no puedo evitarlo,


Jason. Tengo tantas ganas de hacerles daño, pero es a mí a quien le duele el corazón.

Mi compañero me acaricia la cara.

—Estás enfadada y dolida, lo sé. Y sufrirán de la manera que tú elijas, pero tienes
que darle un respiro a tu corazón, Zara. Te estás haciendo daño a ti misma.

Aprieto la cara contra su pecho, respirando su aroma, dejando que me calme.

—Tengo ganas de llorar y romper algo.

—Lo sé. —Los brazos de Jason me envuelven, aferrándome a él—. Superaremos esto.

Tardo un par de minutos en calmarme antes de echarme hacia atrás y mirar a


Austin.

—Creía que tu manada no quería ayudarme.

Austin me dedica una mirada triste.

—Jason se largó y nadie pensó que fuese en serio hasta que su escuadrón se dio
cuenta de lo que pasaba. Perder a un segundo al mando puede destrozar a una manada,
por lo que los soldados sintieron el impacto, vinieron a verme y yo les mostré la razón
por la que Howard era el enemigo. Estamos caldeando el ambiente en la manada,
aunque supongo que ya es demasiado tarde.

No le pregunto qué decir con eso porque el portal se abre justo en ese momento y lo
atravesamos, directos al caos.
*** ****

Aquí están los rebeldes luchando contra las hembras, los soldados de Austin y los
desertores. Todo el lugar parece una carnicería, pero en cuanto aparezco yo, se hace el
silencio en el campo de batalla.

No me hago de rogar, me quito la camisa prestada, cambio de forma y salto


abalanzándome contra uno de los enemigos para morderle la cabeza, que arrojo a un
lado.

Mis acciones se ven seguidas por gritos de victoria procedentes de mis hembras y
aquellos que están de su lado, y gritos de ira por parte del enemigo. Al contemplar mis
acciones despiadadas, más hembras se transforman y se lanzan hacia adelante. Los
aullidos resuenan en el campo de batalla. Puedo sentir a Jason a mi lado, aunque no
pueda verlo, con los ojos cubiertos como los tengo con la sangre del enemigo. Pero no
me detengo.

Cuando aparecen ante mí unos grandes lobos negros, el escuadrón de mi abuelo, a


los que él había salvado de terribles destinos y entrenado, mis labios se contraen en una
mueca despiadada.

«¡Cobardes!, ¡traidores!».

Me rodean, pero no me preocupa. Me abalanzo sobre el que tengo más cerca,


mientras otro me aborda, solo para que mi compañero lo aparte de un manotazo.
Intentan acorralarnos sin éxito porque cada vez aparecen más de los míos a mis
espaldas, negándose a dejar que me enfrente a esto sola.

La sangre no deja de derramarse mientras el escuadrón es abatido por hembras, las


mismas a las que habían torturado y castigado por existir. Dejo que las mujeres
muestren su vileza, que se venguen, mientras yo me retiro con Jason a mi lado.

Sin embargo, la pelea está lejos de terminar, ya que algunos de los rebeldes todavía
creen que tienen la sartén por el mango. Uno de ellos salta hacia mí por detrás,
apuntándome al cuello con los dientes. Me agacho para esquivarlo justo cuando Jason
ruge, agarra al lobo por el cuello y lo sacude hasta que se le parte el cuello. Mi
compañero no participa en la pelea que está teniendo lugar, más que para protegerme y
guardarme las espaldas, casi como si supiera que no tiene nada que ver con ella.

Puedo ver que los soldados de su manada están luchando, pero que son las hembras
de mi manada las que lideran la carga. Quieren sangre, venganza, y ahora que se les ha
presentado la oportunidad de luchar, van a por todas. El enemigo no tiene nada que
hacer contra la furia de las hembras que han sido sometidas.

El número de enemigos está disminuyendo. Algunos de ellos abandonan la batalla


como los cobardes que son, cosa que no voy a permitir que ocurra. Vuelvo a
transformarme.

—¡Rodeadlos! —rujo.

Incluso entre los gruñidos y aullidos, mi voz se hace oír y mi pueblo obedece.

Jason también cambia de forma, con el cuerpo cubierto de sangre. El mío está
empapado de ella. Algunas de las hembras, que también han recuperado su forma
humana, se acercan a mí y me echan los brazos al cuello con cuerpos temblorosos. Las
abrazo mientras dejo que la gente de Jason rodee a los rebeldes restantes.

Mi compañero le hace una señal a uno de sus hombres, que asiente y aparece
minutos después con ropa. Mientras las hembras pillan algo con lo que cubrirse, mi
compañero coge un vestido y me lo pone sobre el cuerpo cubierto de sangre con manos
suaves, incluso a pesar del temblor de rabia y adrenalina de mi cuerpo.

Ver los cadáveres de aquellos que nos atormentaron no me satisface, sino que me
duele. Conozco a la mayoría de esos hombres. Entrené con ellos, crecí con ellos, bajo
sus órdenes y, saber que no tuvieron ningún problema en destruir nuestra manada para
buscar su propia satisfacción, me produce un dolor atroz.

Veo a una de mis compañeras de manada observando el cadáver de su hermano,


quien había apoyado a los rebeldes. Tiene los ojos secos, pero las manos cerradas en
puños a sus costados. Algunos de estos machos eran padres, hijos y compañeros. Todos
traidores a los ojos de las hembras a las que traicionaron, su propia sangre.

Cuando miro en derredor, mi rabia se desvanece, sustituida por una pena pesada.

¿Cómo nos recuperaremos de esto?

La mitad de la manada ha desaparecido, y aquellos que quedan vivos están


destrozados. Las familias han quedado destrozadas.

Jason debe de haber percibido mi dolor porque me rodea el hombro con el brazo y
aprieta la frente contra mi sien.

—Si alguien puede ayudarlos a sanar, eres tú.

Siento todos esos ojos puestos en mí, cómo mi gente espera que les diga qué hacer.

Me pesa el corazón cuando hablo:

—Buscad a los rezagados. A los demás, metedlos en el calabozo subterráneo a la


espera del juicio.

La pelea tuvo lugar a pocos metros de la guarida, muy probablemente cuando los
rebeldes trataban de impedir que las hembras escaparan. El terreno está rojo cuando
camino sobre él.
—¿Dónde está Maria?

—En el calabozo —me hace saber Sara, una de las hembras más jóvenes.

Estoy a punto de decirle que la suelte cuando mis pies me llevan en dirección a la
guarida. Me dirijo al interior, seguida por Jason.

El calabozo subterráneo apesta a sangre, muerte y excrementos. Denziel se pasaba


el tiempo haciéndole reformas y añadidos. Observo fijamente los dispositivos de tortura
apostados contra las paredes. Están manchados de sangre vieja y parte de ella
pertenece a mis padres.

Las tripas se me aprietan de dolor y Jason se sitúa para bloquearme la vista.

—Vamos —habla con voz suave.

Hay muchas personas en las celdas del calabozo y las libero una a una. A algunos
hay que sacarlos a hombros, otros se acercan a trompicones, sin saber muy bien qué
está pasando. Cuando por fin doy con Maria, la encuentro atada a un dispositivo de
tortura, inconsciente.

Jason se apresura a desatarla, pero le detengo.

—Déjame a mí.

Rompo las ataduras de mi amiga, bajándola al suelo, con el corazón gritándome por
las cicatrices que veo en su cuerpo.

—Dame algo con lo que cubrirla —digo con dureza, y Jason me tiende una camisa. Se
la pongo a Maria antes de mirar a mi alrededor—. ¿Dónde están los curanderos?

Algunas mujeres extienden las manos y se acercan.

—Los curanderos de la manada de Stone Creek están esperando afuera. Sírvete de


ellos.

—Pero Denziel dijo...

—Él ya no está —me cruje la voz mientras permanezco ahí de pie en medio del
calabozo subterráneo—. Denziel y su reinado han terminado. Ya no puede haceros daño.
Sois libres de ser vosotras mismas. Por ahora, curad a todos los que lo necesiten.

Se escuchan vítores y suspiros de alivio y los sollozos se dejan oír en el calabozo. Me


apoyo en Jason.

—No me parece real —murmuro.

Me besa la sien.
—Te lo parecerá. Pronto.

Hay tanto trabajo por hacer y tanto por sanar. Ni siquiera sé por dónde empezar.

Observo a mis compañeras de manada, que por fin abandonan la celda y digo,
despacio:

—Hay una cosa más que necesito que hagan tus soldados, algo que no puedo
permitir que haga mi gente.

—Lo que sea.

*** ***

Uno a uno, los cadáveres putrefactos se retiran de la fosa. La mayoría de ellos son
irreconocibles debido a los animales que han llegado a ellos primero, pero su olor
bastará para identificarlos.

Cada cuerpo retirado es como un peso adicional en mi pecho. Conocía a esta gente.

Mi respiración se vuelve más agitada mientras permanezco ahí, con el cuerpo rígido
e inmóvil. Jason intenta tocarme y ofrecerme consuelo, pero niego con la cabeza, con los
ojos fijos en cada rostro, desfigurado o no. Me guardo sus nombres en el corazón.

Sin embargo, las rodillas se me vuelven de gelatina cuando sacan el cadáver de mi


madre. Jason me estrecha contra él mientras cuando los ojos me brillan por las
lágrimas. Los soldados que la llevan deben de haber percibido que es importante para
mí, porque se muestran más delicados con su cuerpo. Mi padre es el siguiente. Les
faltan las cabezas y me entran ganas de vomitar. Retrocedo en el tiempo, a cuando
presencié cómo Howard sujetaba las cabezas de mis padres por el pelo y las balanceaba
en el aire sin dejar de reírse.

Jason me sostiene, sus brazos son como bandas de acero a mi alrededor mientras
tiemblo.

—Sé que esto es duro —susurra contra mi oído—. Podemos irnos.

—Voy a presenciar esto hasta el final —la voz me sale gruesa.

Cuando sacan el cadáver de mi abuelo, su cuerpo se encuentra ileso de cualquier


daño por animales. Parece que esté durmiendo.

Se me escapa un jadeo entrecortado y Jason me estrecha contra él.


—Lo siento, cariño.

Quiero huir. Quiero cerrar los ojos.

Pero no puedo.

Por todos aquellos que no pueden estar aquí, tengo que presenciarlo por ellos.

Se recuperan las cabezas de mis padres; la de mi padre está en mal estado, pero la
de mi madre está entera Era una veteres, los animales salvajes y la naturaleza no le
harían daño.

—Sé que no debería —digo, intentando mantener la compostura—, pero voy a


enterrarlos juntos en las cuevas. No quiero que papá esté solo.

Jason se limita a acariciarme el brazo.

El sol ya se ha puesto para cuando sacan el último cadáver.

—Vamos a montar unas tiendas. —Seth se nos acerca con el rostro dibujado por la
pena. Tanta muerte sin sentido puede afectar incluso a los corazones más duros—. Los
hombres van a dejaros algo espacio durante una hora mientras nos hacemos con los
suministros. Montaremos las tiendas y vigilaremos los cuerpos esta noche.

Le dirijo una mirada de agradecimiento, incapaz de hablar. No creo que ninguno de


los míos esté preparado para enfrentarse a los cuerpos de sus seres queridos.

—Seline está organizando el envío de comida a tu manada —añade—. Erin quiere


volver, así que Ray se está encargando de traerla.

—Gracias —habla Jason por mí.

Seth me mira con expresión suave.

—Estamos aquí por si necesitas algo.

Le dedico una sonrisa apretada, sintiendo que mi entereza pende de un hilo.

Cuando se va, el resto de los soldados le acompañan. Todos parecen conmocionados,


la realidad de lo que he pasado les golpea con fuerza y yo me siento muy vacía por
dentro.

Por fin, me doy la vuelta para mirar a Jason.

—No puedo...

—Lo sé. —Me abraza—. No pasa nada —habla con una voz suave y llena de amor, y
finalmente me vengo abajo.
Mis sollozos suenan roncos y desgarrados, la rabia y el dolor reprimidos brotan de
mí a borbotones y mi compañero me aferra entre sus brazos mientras me permito sentir.

Permanecemos ahí en la oscuridad mientras Jason se limita a abrazarme, dejándome


llorar desconsoladamente.
CAPÍTULO 28

Zara

Erin llega a la mañana siguiente, antes del amanecer. No sé cómo ha llegado tan
rápido.

Está muy delgada. Cae en mis brazos con el cuerpo rígido y se aferra a mí.

—¿Y Maria?

—Está en el ala del hospital.

—¿Esos cabrones...?

—Howard y Denziel no están muertos todavía. Pero por ahora están encarcelados.

Erin se aparta y veo el cansancio en sus ojos.

—Nunca vamos a dejar esto atrás, ¿verdad? —ahora habla con pesar.

Yo la observo.

—Ojalá lo supiera, Erin. ¿Has venido hasta aquí sola?

Mi pregunta la distrae y lanza una mirada hacia la puerta de mi habitación.

—Me ha traído Ray. Insiste en quedarse pegado a mi lado como si fuera pegamento.
Es insoportable, no se calla ni debajo del agua. —Parece sentirse incordiada, pero la
mención de Ray hace que los ojos se le iluminen y sus labios esbozan una pequeña
sonrisa.

—No puede ser tan malo —la vacilo con sorna, contenta de poder encontrar algo de
humor en la espesa capa de oscuridad y dolor que nos rodea.

Erin suelta un suspiro.

—No está mal. Me da mucha comida.

Acaricio el rostro de mi amiga con ambas manos y una sonrisa dolorosa en los labios.

—Me alegro de verte así, Erin. No pensé que te recuperaría.

Su sonrisa se desvanece mientras me sujeta las muñecas.


—No quería volver. No quería sentir lo que me hacían cada vez que tenían
oportunidad de tocarme. Era fácil escabullirme dentro de mi cabeza. Él me trajo de
vuelta con sus ladridos incansables.

Está hablando de Ray, pero percibo el cariño en su voz.

—Ve a ver a Maria —le susurro—. Quizá te haya estado esperando todo este tiempo.

Cuando la veo marcharse, cierro los ojos, deseando poder hacer algo con esta bola
de dolor que llevo dentro. Cuando Jason sale de la ducha solo con una toalla, me doy
cuenta de que lo necesito.

Me muevo hacia él, que se queda quieto.

—Zara.

—Te necesito.

Tiro de su toalla y él me agarra de la muñeca.

—Cariño...

Le dirijo una mirada desesperada.

—Necesito olvidar. Hazme olvidar por un rato.

Me estudia antes de que su boca se abalance sobre la mía, caliente y húmeda,


obligándome a retroceder. Dejo que me domine, mi lobo se deleita con su tacto y su
calor. Me lleva de vuelta a la cama, me quita la camiseta y los pantalones y los arroja a
un lado mientras me muerde el labio inferior.

Me lame el interior de la boca de forma obscena y yo gimo. Me empuja suavemente


hacia la cama, recorriéndome el cuerpo con las manos, acariciándolo y dejando un
rastro de fuego allá donde me tocan. Su cuerpo se aprieta contra el mío a medida que su
boca desciende por mi cuello, dejando besos y mordiscos a su paso en cada centímetro
de mi piel.

Los ojos se me cierran ante su asalto. El corazón me late demasiado deprisa, la parte
inferior de mi cuerpo se aprieta y se afloja con desesperada necesidad.

Quiero más.

Quiero su polla dentro de mí.

Pero él se lo toma con calma. Me agarra de la muñeca, tirando de mi mano hacia su


polla endurecida, y a mí se me hace la boca agua. Sin embargo, cuando intento
moverme no me deja.
Cierro la mano en un puño en torno a su miembro y la muevo de arriba a abajo. Su
cuerpo se tensa y yo sonrío, pero parece que Jason no tiene paciencia para esto hoy.
Hace que nos demos la vuelta hasta que él queda tumbado.

—Métete mi polla. —Sus manos juguetean con mis pezones y yo me coloco en


posición. Cuando la gruesa cabeza en forma de seta atraviesa mi sexo, suelto un
pequeño grito ahogado.

—Sigue —susurra—. Lo estás haciendo muy bien.

Siento cómo se mueve dentro de mí, centímetro a centímetro, con su grosor


estirándome. Echo la cabeza hacia atrás soltando un pequeño gemido cuando por fin lo
acepto por completo.

—Ahora muévete. —Me da una cachetada en el culo—. Venga.

Alzo las caderas y cabalgo sobre su polla, obedeciéndole. El placer es intenso y


repito la acción, pero me tiemblan las piernas y me palpita el clítoris. Jason baja la mano
y me lo pellizca, haciéndome gritar su nombre.

—Otra vez —ordena. El dominio en su voz me hace sentir indefensa. Cuando me


muevo, embistiéndome lentamente con su polla, presiona el pulgar contra mi clítoris—.
Buena chica —murmura.

Cierro los ojos y trato de concentrarme en mover el cuerpo al ritmo de la música. Es


difícil pensar cuando puedo sentir cada centímetro de su longitud gruesa y gorda
devorándome. Cuando me rompo en pedazos, lo hago en medio de un grito desgarrador.

Jason aprovecha para salirse de mí y darme la vuelta. Cuando me embiste por


detrás, me penetra con fuerza y rapidez mientras grito. Lo único que percibo es una
pasión arrolladora mientras me taladra y el placer me vuelve loca. Me saca un orgasmo
tras otro y, cuando me quedo sin fuerzas, se deshace dentro de mí. Su gemido silencioso
me hace estremecerme, pero, a estas alturas, estoy seca, las piernas me tiemblan y
tengo el cuerpo exhausto.

Jason me atrae hacia sus brazos, acurrucándome desde atrás.

—Duerme.

Mi corazón sigue acelerado y el cuerpo me hormiguea, pero me siento muy cansada.

—Tengo que...

—Solo un par de horas —insiste con firmeza—. Descansa solo un par de horas más.

Sus brazos me aportan seguridad y me acurruco en ellos. Sus labios se posan en mi


hombro desnudo y me dejo llevar.
*** ***

Los funerales siempre son duros, pero un funeral multitudinario lo es aún más.

La mitad del día se dedica a identificar al muerto y entregar el cadáver para


preparar los ritos funerarios. Nuestros funerales se celebran por la noche para que la
mayoría de las mujeres que han perdido familias enteras tengan tiempo de despedirse
de sus padres, sus hermanos, sus compañeros y sus hijos.

—Es inaudito —argumenta Brett por la tarde mientras estamos en el despacho del
alfa—. No puedes enterrar a tu padre ahí.

—No te estoy pidiendo tu opinión —digo, tensa—. Solo te informo de ello. No voy a
separar a mis padres. Y solo porque no se haya hecho antes no quiere decir que no se
pueda hacer.

Brett se calla.

—Zara…

—No se ha hecho antes. —Le miro a los ojos y cuadro los ojos—. Pero tampoco hay
nada que demuestre que hacerlo vaya a ser perjudicial. Necesito hacerlo para quedarme
tranquila. Me merezco estarlo.

Cierra los ojos.

—Muy bien. Haré los arreglos.

—Gracias —murmuro.

—¿Qué piensas hacer con los prisioneros?

Me humedezco la boca. Es algo en lo que he estado pensando desde anoche.

—Una audiencia pública. Cada prisionero dará un paso al frente y se enumerará


cada crimen cometido por ellos. Todos los que sufrieron por sus acciones elegirán su
castigo.

Brett me estudia, dubitativo.

—¿Quieres un juicio de sangre?

—Están en su derecho —digo con frialdad—. Igual que tú. Denziel mató a tu padre.
Tendrás voz y voto en su castigo.
Él se pone tenso, pero asiente. Cuando sale, me hundo en el sillón del alfa, no en el
de Denziel, sino en el de mi abuelo.

Cuánta gente ha sufrido por la codicia de un hombre.

Cuando oigo que llaman a la puerta, suspiro.

—No sé por qué insistes en llamar, Jason.

Mi compañero abre la puerta, con cara de diversión.

—Por si no estabas sola. Además, Brett está intentando inculcarme modales. Al


parecer, soy demasiado patán para alguien como tú.

—Brett es un puñetero incordio.

Jason cierra la puerta y se acerca a mí. Me rodea la nuca con la mano y me alza la
barbilla para darme un beso profundo que hace que se me doblen los dedos de los pies.

—¿Estás bien? —me pregunta.

—Vamos yendo —respondo, con firmeza.

Me roza la mejilla con el pulgar.

—Pareces cansada, Zara.

—Y lo estoy. —Apoyo la cara en la palma de su mano—. Pero hay algo que quería
decirte, será mejor que te sientes.

Jason frunce el ceño, pero toma asiento frente a mí.

—¿Qué pasa?

Dejé escapar un largo suspiro, tratando de encontrar la manera de darle esta noticia
y minimizar el daño a su psique.

—Voy a llevar a cabo un juicio de sangre.

Jason ni se inmuta.

—De acuerdo.

—De acuerdo a esa ley —hablo despacio—, también tienes voz y voto en lo que le
pase a Denziel.

Mi compañero parpadea.
—Por lo que te hizo.

Lo dice como un hecho grabado en piedra y yo me humedezco los labios, antes de


decir con cautela:

—No, por lo que le hizo a Nessie.

Jason se pone rígido.

—¿Qué quieres decir?

—Jason —intento mantener la voz firme—. Nessie descubrió los planes que Denziel
tenía para mí.

Empiezo a contarle el secreto de décadas que Denziel me desveló en las cuevas. Para
cuando termino, Jason se está blanco como el papel, pero no se mueve ni reacciona.

Finalmente, habla despacio y con voz extraña:

—Ella dijo que era más grave de lo que pensaba. Tenía razón.

—¿De qué estás hablando? —Parpadeo.

—Nada. —Sacude la cabeza, antes de encontrarse con mi mirada—. La mató, torturó


a su propia hija.

—Sé que es duro de digerir —murmuro—. Yo... Puedes declarar sus crímenes contra
ti en el tribunal y elegir el castigo que deseas para él. No te quitaré eso.

Jason me escudriña.

—Te lo agradezco. Tengo que irme —murmura. Necesita tiempo, lo comprendo. Se


detiene en la puerta—. No he ido a la tumba de Nessie. Necesito ir solo ahora mismo,
pero la próxima vez, deberíamos ir juntos.

No me duele cuando habla de ella.

—De acuerdo. Nos veremos en los ritos funerarios.

Me dedica una mirada larga antes de acercarse a mí y besarme despacio.

—Te quiero. Lo sabes, ¿verdad? —me dice cuando se aparta.

—Sí. —Puedo sentirlo dentro de mí—. Y yo también te quiero, si es que no te lo he


dicho antes. Si no hubieras estado a mi lado durante todo esto, Jason, no sé cómo me
habría mantenido de una pieza.

Me responde con un beso más profundo.


—Para eso estoy aquí.

Le veo marcharse y mi corazón se estremece.

Pero hay mucho que hacer y, cuando el sol empieza a ponerse, cada cuerpo es
depositado bajo tierra para que comiencen los ritos funerarios. No hay lágrimas, todos
los compañeros de manada se han despedido en privado, pero decirles adiós de nuevo
supone un trauma diferente. La mayoría tienen una expresión pétrea en sus rostros,
algunos un profundo cansancio que me hace preguntarme si querrán quedarse en esta
manada después de que se lleven a cabo los ritos.

Al llegar la medianoche, los ritos dan comienzo con Jason a mi lado. Veo a Austin,
Lexi, Seth y Seline en la parte de atrás, junto con Alex, Tammy y Thea. Ray está de pie
junto a Erin. Hay más miembros de la manada de Jason presentando sus respetos con
las cabezas inclinadas, y yo suelto un suspiro inseguro, volviendo a centrar mi atención
en mis padres y mi abuelo. Esta era mi familia. Ya nunca los volveré a ver, nunca hablaré
con ellos y nunca oiré sus voces. Me robaron todos los recuerdos que tenía de ellos, los
destruyeron. Ni siquiera tengo un mísero vídeo suyo.

Jason me agarra de los brazos, estabilizándome, y yo permanezco ahí de pie y en


silencio, intentando respirar a pesar del dolor que me ha convertido prácticamente en
una cáscara vacía. Si no fuera por él, no tendría ninguna razón para querer vivir ahora
que mi manada está a salvo.

Los ritos duran hasta el amanecer y entonces tiene comienzo el entierro. Brett y
Jason cargan con los cuerpos de mi familia para llevarlos más tarde a las cuevas. Yo lo
superviso todo, desde el primer hasta último trozo de tierra que cubre a mi familia.

Jason me abraza en todo momento mientras yo observo con atención sus caras,
intentando grabarlas en mi memoria para el resto de mi vida.

Cuando los entierros terminan, volvemos a la guarida y Austin y Seline se acercan a


mí.

—¿Estás bien?

Miro a mi alrededor.

—Lo estaremos.

Austin suspira.

—Supongo que esto significa que de verdad no vas a volver. Como la nueva alfa...

—No soy la alfa —lo interrumpo—. Soy una sustituta.

—No. —Se alza una voz de detrás de mí y veo a un grupo de hembras acercarse a
nosotros—. Tú eres la alfa, Zara. Te juraremos lealtad de sangre a ti, y sólo a ti. Incluso
si tienes un hijo, seguirás siendo la Alfa.

—No es así como...

—No nos importa —quien habla ahora es Maria, con ojos enrojecidos—. Te elegimos
a ti como alfa. Nos has demostrado tu valía, Zara. No nos inclinaremos ante nadie más.
CAPÍTULO 29

Zara

—Que haya una mujer alfa es inaudito... —empiezo, pero me encuentro con
protestas.

—Creo que la decisión ya ha sido tomada por ti —murmura Austin, divertido—. Eres
más que capaz de liderar esta manada, Zara. Te has sacrificado por tu gente, has
luchado por ellos y los has liderado. Tienen todo el derecho a elegirte como algo más
que una sustituta regente.

Jason asiente, dándole la razón.

—Y así, yo me convierto en el consorte del alfa. Siempre ha sido mi sueño.

Entrecierro los ojos.

—No tiene gracia, Jason.

—Estoy de acuerdo —asiente Brett, serio—. Sólo porque algo no se haya hecho
antes, no quiere decir que no se puede hacer. Una de las manadas veteres tiene a una
mujer alfa. No es algo raro. Es solo una tradición, Zara, y puedes romperla.

No sé qué decir, pero viendo el mar de caras que hay ante mí, no me queda más
remedio que ceder.

Una de las hembras, Rain, da un paso al frente con voz feroz.

—Después del juicio, deberíamos celebrarlo. Hemos perdido, pero también hemos
recuperado nuestra libertad.

—Estoy de acuerdo. —Miro a Erin y Maria—. Pero ocupémonos primero de los


prisioneros.

*** ***

El último tribunal que tuvo lugar sucedió cuando Denziel dirigía el proceso. Había
estado protagonizado por llantos y gritos de desesperación mientras los niños pequeños
habían sido arrastrados ante el alfa, a pesar de las suplicas de sus madres.
Hoy impera un silencio quedo cuando se presenta a cada prisionero, que se
identifica y cada persona que tiene algo que reclamar contra él da un paso al frente y le
impone un castigo. Se toma nota de ello y el preso es conducido a su celda. A diferencia
de los últimos meses, su comportamiento es moderado, aunque no hay compasión para
ellos. Incluso los castigos más severos son recibidos sin pestañear.

Los prisioneros tampoco se muestran indiferentes. Cuando cada una de sus víctimas
habla de la pérdida sufrida a manos de la persona juzgada, veo al prisionero
estremecerse cuando se ven obligados a enfrentarse a la crueldad inhumana de sus
actos. Son las madres las que se derrumban al recitar los cargos que se les imputan,
pero consiguen seguir adelante.

El tribunal tarda una semana en concluirse y, para cuando llega el último día, todo el
mundo está agotado.

Cuando traen a Howard al frente, llega mi turno de hablar, y no es fácil.

—Torturaste a mis padres. —Le miro a los ojos mientras me dedica una expresión de
desprecio—. A las mismas personas que cuidaron de ti cuando tus propios padres no
estaban. Les hiciste sufrir cuando lo único que habían hecho fue quererte en tus
momentos más duros. Hace falta ser una persona de lo más fría para cometer tal acto.
Les hiciste daño para hacerme daño a mí. Grabaste su tortura y me entregaste dicha
grabación.

Estallan unos murmullos sorprendidos por mis revelaciones. No me detengo.

»Destruiste todo lo que tenía de mi familia porque eres débil y patético y pensaste
que intentar hacerme daño te haría más hombre. Pues no ha sido así. También
intentaste asesinar a mi compañero. Me traicionaste de múltiples maneras y, como
resultado, mi castigo para ti es que pases por la misma tortura que pasaron mis padres,
que durará lo mismo que el tiempo en que ellos te criaron.

La cara de Howard se pone blanca como una sábana y forcejea contra sus ataduras.

—¡Serás puta! No puedes hacerme esto.

Levanto la voz.

—Cuando mueras, tu cuerpo será arrojado a los lobos salvajes para que se den un
festín contigo. Tu nombre y el de tu familia serán borrados de los registros de esta
manada, será como si nunca hubieras existido. Morirás como un donnadie, sin nadie a
quien le importes, un ente invisible que nunca importó ni dejó huella en este mundo.

Howard está gritando ahora, escupiendo saliva por la boca, pero se lo llevan a
rastras. Aparte de mí, nadie ha dado un paso adelante para juzgarle. Yo fui la que más
sufrió en sus manos.

Con Denziel, la cosa cambia.


Todos han reclamado un juicio de sangre para él y se dedica todo el día a que todos y
cada uno de los miembros de la manada den un paso al frente. Cuando llega mi turno,
miro a Jason y él asiente.

—Asesinaste a mi compañera predestinada, Nessie —comienza con voz fría.

Un silencio conmocionado se apodera de la manada mientras Jason narra lo que le


conté.

»La torturaste, a tu propia hija. Conspiraste para que la manada llegase a este
estado. Asesinaste a niños, madres, padres y hermanos. Hoy hablo también en nombre
de mi compañera. Eres responsable del estado de esta manada por tu propia codicia.
Como resultado, se te mantendrá con vida en las más horribles de las condiciones. Se te
torturará y revivirá a diario.

Denziel forcejea contra sus ataduras.

—¡Hice todo esto por la manada! Para que pudiéramos ser más fuertes...

—¡Lo hiciste solo por ti mismo! —ruge Jason—. ¡No asesinaste a Nessie por tu
manada, la asesinaste porque no querías que tus planes quedaran al descubierto!
Acechabas a Zara desde que era niña, querías moldearla a tu antojo, ¡porque estabas
ávido de poder!

Empiezan a oírse gritos entre la multitud, pero alzo la mano.

—Sufrirás en aislamiento, Denziel, y, como Howard, tú también morirás siendo un


donnadie —intervengo con voz fría—. No recibirás los ritos funerarios adecuados, tu
cuerpo será abandonado a los animales salvajes y tu nombre será borrado de los
registros. No constará que Nessie tuviera ningún padre. No se te recordará. A los ojos
del mundo, nunca habrás existido.

Para hombres tan arrogantes y orgullosos como Denziel y Howard, éste es el mayor
castigo que pueden sufrir.

Mientras se lo llevan a rastras entre gritos, me apoyo en Jason.

—Creía que este día no acabaría nunca —murmuro por lo bajo y Jason me pasa una
mano por el pelo.

Todo el mundo se dispersa y la sala de juicio improvisada queda abandonada cuando


Erin se acerca a mí con cara de duda.

—¿Puedo hablar contigo?

Jason opta por alejarse para darnos intimidad.

—¿Qué pasa?
Deja escapar un largo suspiro.

—No puedo quedarme aquí, Zara. No me lo pidas.

Cierro los ojos, ya me lo esperaba.

—¿Qué quieres hacer?

Erin se toca el vientre plano.

—Tampoco puedo tener ya más cachorros. Ray me preguntó si quería mudarme a su


manada. Sé que es estúpido...

—No es estúpido enamorarse de alguien, Erin.

—¡No estoy enamorada de él!

—Bueno, pero es hacia donde se encamina la cosa. —La envuelvo en mis brazos y,
tras un momento de vacilación, me devuelve el abrazo.

—Hay demasiados recuerdos en este sitio. De mi familia, de mi sufrimiento y de mi


tortura. Necesito empezar de cero. —Cuando se separa de mí, parece agotada—. Ray me
ha dicho que hay una vacante como niñera en su manada y ya sabes cuánto me gustan
los niños. Si no puedo tenerlos, al menos puedo estar cerca de ellos. Pero no aquí.

—Entiendo —asiento—. Solo quiero lo que sea mejor para ti, Erin, pero si Ray te
hace llorar...

—No lo hará. —Me sonríe, llorosa—. Es un sol conmigo.

—Entonces, vete —le susurro, devolviéndole la sonrisa—. Sé feliz. Te lo mereces.

—¿Puedo volver de visita?

—Ésta siempre será tu casa, Erin. —Le limpio las lágrimas con los pulgares—. Y si tú
no vienes de visita, tendré que ir a visitarte yo.

Observo cómo se aleja y, cuando Jason regresa a mi lado, suspiro.

—Ray la ha captado para su manada ante mis narices. Sabía que lo haría, el muy
capullo. Si la hace llorar, lo mato.

—Está enamorado de ella. Sintió una conexión instantánea desde el momento en que
la vio. —Jason niega con la cabeza—. Venera el suelo que ella pisa.

Aprieto los labios y veo cómo Ray rodea a Erin con el brazo. Su postura es protectora
y sé que, si alguien puede sanar el alma de Erin, será él. Me giro para encontrarme con
la mirada de Jason.
—¿Y tú?

—¿Yo qué? —me responde, sonriendo.

Abro la boca, confiando en que me salgan las palabras, pero me cuesta.

—Tu manada quiere que vuelvas, lo sé. Y, al fin y al cabo, me han ayudado.

Jason entrecierra los ojos.

—¿Me estás echando?

—¡No! Es que... —No quiero decirlo.

—No me iré de tu lado, Zara. —El tono de Jason es firme.

Inhalo una respiración antes de decir:

—Si te quedas aquí, tendrás que jurarme lealtad y romper los lazos con tu propia
manada. ¿Serás capaz de hacerlo?

Veo el conflicto y la aflicción en su mirada.

Adora a su manada. Son su familia.

—Sí.

Cierro los ojos con pesar antes de abrirlos y encontrarme con su mirada.

—No quiero que lo hagas.

—No voy a irme a ninguna parte donde tú no estés.

—Y yo no puedo permitir que dejes a tu familia, Jason. He perdido a la mía, sé lo que


duele.

—Puede que no tenga que hacerlo. —Miro a un lado para ver a Seline acercándose
con Aurora en brazos—. He hablado con mi padre, quería encontrar una manera de que
Jason pudiera quedarse en nuestra manada, así como en la tuya. Y hay una manera: una
alianza de sangre compartida.

Parpadeo.

—He oído hablar de ello. Es la alianza suprema entre manadas.

Seline sonríe.

—Sí. Lo desconocía hasta que Sam me lo dijo. Las funciones de Jason tendrán que
cambiar y será el enlace entre las dos manadas, pero seguirá siendo el segundo al
mando de Austin. Ambas manadas se convertirán en una sola en cierto modo, aunque
coexistiendo. Es diferente de una manada aliada, es una conexión más profunda, pero
así cada uno consigue lo que quiere.

Hay más cosas que se está dejando en el tintero, pero conozco este tipo de alianzas.
Ambas manadas tienen acceso sin restricciones a la otra. Existen muy pocas alianzas de
sangre compartida porque es un vínculo demasiado delicado. Pero con la mitad de
nuestra población masculina desaparecida, esto permitirá a las hembras encontrar
pareja, las que así lo deseen, al menos, sin tener que abandonar nuestra manada. Y Erin
no tendrá que romper su lealtad hacia mí.

—Gracias —murmuro.

Seline se encoge de hombros.

—Austin está que no se lo cree. Ha estado murmurando algo sobre clases de


ciberseguridad desde que Sam se lo dijo. A veces ese hombre solo tiene cabeza para una
cosa.

Miro a Jason.

—Supongo que puedes quedarte, después de todo.

Me rodea la cintura con el brazo.

—Como si pudieras deshacerte de mí tan fácilmente.

Me sonríe y yo cubro esa sonrisa con mi boca en un beso acalorado.


CAPÍTULO 30

Zara

No creía que necesitara otra ceremonia de apareamiento, pero mi manada no ha


dejado de incordiarme para que haga una como es debido. No soy muy fan de las
ceremonias, pero Erin y Maria localizan mi precioso vestido para la ceremonia de
apareamiento y consiguen arreglarlo, añadiéndole las flores que mi madre había hecho
para mí. Erin se había guardado algunas.

Mi madre cosió a mano este vestido, pero ahora también me trae unos terribles
recuerdos, así que Alex, Tammy y Thea, junto con Erin y Maria, se reúnen para hacerle
algunos cambios.

Paso de discutir con ellas por eso. Tampoco creo que me lo permitan. Pero cuando
empiezo a planear la ceremonia, noto que esta vez estoy más emocionada. Aunque
también siento ramalazos de dolor. Estoy feliz, pero me gustaría que mis padres
pudieran estar aquí. Ojalá pudieran conocer a Jason y acompañarme al altar.

Puede que ahora sea la alfa, pero mi dolor y mis heridas están tan en carne viva
como las de los demás. Sé que me llevará tiempo recuperarme y que no estoy sola,
tengo a Jason. Sin embargo, eso no hace que duela menos.

Escucho un golpe en la puerta que me hace levantar la vista.

—Adelante.

Para mi sorpresa, se trata de Sam. Estoy en deuda con él por su indispensable ayuda
a mi manada.

—¿Qué puedo hacer por ti?

Sam se sienta en la silla de visitas y observa el despacho.

—Veo que te estás instalando bien.

Le dedico una pequeña sonrisa.

—Puede que nunca llegue a estar a la altura de mi abuelo.

—No todos los alfas están destinados a ser iguales —murmura Sam—. Tu ascenso al
poder fue más duro y, aun así, saliste vencedora. Luca estaría orgulloso de ti.

—Gracias.
—He oído que estáis formando alianzas —dice Sam de repente.

—Así es. Después de la ceremonia de apareamiento, invitaremos a las manadas a la


ceremonia de coronación. Ya he recibido respuestas positivas de algunas de ellas. Las
ofertas de Denziel para aliarse no fueron bien recibidas; su intento de enraizar la
manada en un sistema más arcaico no resultaba atractivo para la mayoría.

Sam me estudia.

—No he recibido ninguna carta tuya.

Me quedo muy quieta.

—¿Estás diciendo que quieres formar una alianza con mi manada?

Sam se limita a sonreírme.

—Eres una veteres. Sería un honor.

Aliarse con la Torre Mágica es algo muy raro. La única manada aliada con ellos es la
de Stone Creek, y eso es solo porque Seline es hija de Sam.

—Entonces, enviaré una carta formal de inmediato. —Le sonrío, complacida.

—Supongo que mi gente será invitada a la ceremonia de apareamiento —Sam me


dedica una sonrisilla.

—Como nuestro nuevo aliado, sí —respondo.

—Muy bien. —Sam se pone de pie, antes de lanzarme una mirada—. Ha llegado a mi
conocimiento que has intentado acercarte a otras manadas de veteres.

Vacilo.

—Mi abuelo llevaba un registro detallado. Nunca se puso en contacto con ellos, pero
quiero cambiar las cosas. Si hubieran sido nuestros aliados, mi manada nunca habría
sufrido todas estas pérdidas.

—Ándate con cuidado. —Sam adopta una expresión seria—. Son una raza arrogante.
Tus antepasados creían en el progreso, pero esas manadas no. Cuando te reúnas con
ellos, ten a tu lado a tus aliados más fuertes.

—Eso haré —asiento, tomándome muy en serio su consejo.

Cuando se va, suelto un largo suspiro. Acercarme a las otras manadas de veteres ha
sido un movimiento arriesgado, pero tengo que fortalecer mi manada. Con tantas
pérdidas y cambios de liderazgo tan repentinos, somos presa fácil para cualquier
manada de cambiaformas que quiera expandir su territorio. Y, aunque tenemos
suficientes aliados para ayudarnos, no quiero que mi gente sufra más derramamientos
de sangre.

Echo un vistazo al reloj de pared y me pongo en pie. Tengo que volver para
probarme el vestido otra vez.

*** ***

Sonrío mientras Erin y Maria me ayudan a ponerme el vestido.

—Pareces feliz —dice Erin con suavidad.

—Me siento feliz —admito—. Sé que me he quejado de volver a pasar por la


ceremonia de apareamiento, pero estoy muy emocionada.

Con estas chicas, es fácil sacar a la luz mis sentimientos.

—Bien. —Maria me sube la cremallera del vestido por un lado—. Te mereces ser
feliz. Y deberías haber visto a Jason, no ha parado de intentar entrar a ver cómo estabas.
Brett tuvo que llevárselo a rastras, parecía un bulldog.

—Que no te oiga llamarle así —le advierto a mi amiga—. Se lo tomará como algo
personal.

—Lista. —Erin da un paso atrás con cara de satisfacción—. Estás impresionante.

—Una parte de mí siente que no está bien tanta celebración. Todos hemos perdido
tanto...

—Por eso necesitamos esto —responde Maria, tensa—. Necesitamos algo que
celebrar; necesitamos un motivo para reír y volver a sentirnos libres. No podemos
seguir marchitándonos en nuestro propio dolor, Zara. Tenemos que empezar a vivir
nuestras vidas.

—Tiene razón —asiente Erin—. Y qué mejor manera de hacerlo que celebrando el
apareamiento de nuestra alfa, que luchó por nuestra libertad. No hay un solo miembro
de la manada que no lo esté deseando, Zara. Confía en nosotras.

Me relajo, sé que tienen razón. Puedo sentir la emoción que se palpa en el aire.
Resulta casi infantil, pues incluso las madres de más edad han ido como locas a
comprarse vestidos y cosérselos, casi como si estuvieran desesperadas por tener algo
que celebrar.

Les tiendo mis manos.


—Me acompañaréis al altar, ¿verdad?

Mis dos amigas dan un paso al frente, con lágrimas en los ojos.

—Será un orgullo —susurra Erin, y Maria asiente, a punto de derramar unas


lágrimas.

Salimos juntas del vestuario y la decoración que han preparado me pilla por
sorpresa. No me habían dejado verla antes.

—El escuadrón de Jason y nuestras hembras han tirado la casa por la ventana —
susurra Maria—. Puede que nos hayamos pasado, pero no quiero oír ni pío.

—Es precioso. —Sonrío.

Jason da un paso al frente para cogerme de la mano cuando llegamos al altar.

Cuando empieza la ceremonia, apenas escucho ni una palabra, estoy muy ocupada
mirando a Jason todo el tiempo. Veo tanto amor en reflejado sus ojos, tanto respeto y
asombro que me colma de felicidad.

Esta vez no es él quien me marca, puesto que ya la llevo encima.

Me pongo de puntillas y le hundo los dientes a un lado del cuello, sonrojándome al


oír los abucheos y silbidos de lobos.

Jason responde cogiéndome en brazos y besándome hasta hacerme perder el


sentido. Una lluvia de pétalos estalla a nuestro alrededor y me río.

Ha sido la ceremonia perfecta.

**** ****

Observo cómo todos bailan y se pillan una buena cogorza con el alcohol especial que
Seline ha preparado para nosotros. Debido a nuestro rápido metabolismo, los
cambiaformas no nos emborrachamos. Sin embargo, ese brebaje de Seline hace que
todos bailen y canten, celebrando nuestra ceremonia de apareamiento.

Acabo de beberme un vaso y ya siento un cosquilleo en las entrañas.

—Es un zumo mágico. —Me sonríe Jason, sin tocar su vaso.

—Bébetelo. —Trato de hacérselo engullir a la fuerza y él se ríe, apartándome las


manos.
—¡Ni de coña! ¡Esa mierda me da una resaca que dura días!

—¡Solo un sorbito!

Me agarra de las muñecas para detenerme y aprovecha para acercarme a él y


besarme en la boca, mientras murmura:

—De esto sí que no me importa emborracharme.

Los silbidos de lobo nos rodean y me alejo mientras Jason se limita a sonreír.

Echo un vistazo alrededor y veo a Austin bailando con su compañera, mientras Sam
sostiene a su nieta en brazos, que ríe con histeria mientras le da vueltas.

Lexi, el gigante, baila lento con Thea, con una mano posada en su barriga
prominente. Thea parece feliz, al igual que él.

—¿Cuándo falta para que nazca el bebé?

—Cosa de días —responde Jason—. No sé quién está más emocionado, si Thea o Lexi.

Miro hacia donde se encuentra Erin, sentada junto a Ray. Le está diciendo algo, pero
él apenas le presta atención, más concentrado en jugar con su pelo. Maria está sentada
con Tammy y Alex. Hago contacto visual con algunas de las mujeres de la manada de
Austin que se habían metido conmigo y apartan la mirada rápidamente, con la
vergüenza patente en sus expresiones.

Las ignoro.

—¿Quieres escaparte un ratito? —susurra Jason, a lo que yo asiento.

Me coge de la mano y tira de mí hacia la penumbra del bosque. En vez de


enrollarnos como yo esperaba, me conduce a una pequeña tumba en medio del bosque.

Nessie.

—Has dejado flores —murmuro.

—Y tú también. —Me sonríe.

—Fue una buena amiga hasta el último momento —digo finalmente, con pesadez.

—Era una buena persona, pero también sabía que no podría acusar a Denziel. Creo
que había previsto su destino, Zara, por eso me pidió que cuidara de ti.

Jason no suena decaído y, cuando enrosca la mano alrededor de la mía, siento que mi
corazón se tranquiliza.
—No espero que dejes nunca de quererla, Jason. —Clavo los ojos en los de mi
compañero—. Ella es alguien importante para los dos.

—Lo sé. —Me atrae a su lado y me besa en la frente—. Pero tú eres mi futuro, Zara.
No lo entendí hasta que fue casi demasiado tarde, nunca lo olvidaré. Te quiero.

—Yo también te quiero. —Le beso con suavidad antes de preguntarle—: ¿Puedo
quedarme unos minutos a solas con ella?

Jason asiente antes de alejarse, sé que se ha puesto a una distancia suficiente para
no oír lo que diga. Me agacho junto a la tumba de Nessie y recorro su nombre tallado
con la mano.

—Me arrepiento de muchas cosas, amiga mía. Ojalá hubiera estado ahí para
ayudarte. Ojalá te hubiera salvado. Ojalá hubiera prestado más atención a lo que
intentabas decirme. Pero sé que no puedo vivir en el pasado, tengo que seguir adelante
por el bien de nuestra manada.

Una suave brisa juega con mi pelo y cierro los ojos.

»Gracias por darme a tu Jason. Prometo quererle y cuidar de él. —Noto que la voz se
me espesa—. Me salvó cuando probablemente nadie podría haberlo hecho. Ya no me
siento sola con él cerca. Sé... sé que volver a sentirme plena me va a llevar un tiempo,
pero él es mi mayor apoyo, así que gracias.

Me pongo en pie.

»Espero que seas feliz dondequiera que estés. Y que sepas que te echamos de
menos.

Me quedo unos segundos más antes de volver a donde está Jason, quien me echa el
brazo al hombro y empezamos a caminar de vuelta a la fiesta cuando una fuerte ráfaga
de aire pasa junto a nosotros, trayendo consigo un viejo aroma.

Jason no se da cuenta de nada, pero yo echo un vistazo de inmediato por encima del
hombro y veo a una joven sentada encima de la lápida, sonriéndome. Levanta las manos
y me lanza un beso.

Las lágrimas me asaltan la vista, pero cuando parpadeo ya no está.

—¿Zara? —pregunta Jason preocupado, pero niego con la cabeza.

—No pasa nada. Vámonos a casa.

Me apoyo contra él, aspirando su aroma. Mi casa.

Ahora Jason es mi hogar.

También podría gustarte