Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Lobo de Destino Roto
Lobo de Destino Roto
Zara
Llevo la carta bien guardada en el bolsillo mientras avanzo por los silenciosos
pasillos de la guarida. Tengo el pulso acelerado y rezo para que nadie perciba mi miedo.
Desde las ejecuciones públicas de hace dos semanas, las zonas comunes de la
guarida, normalmente animadas, se han sumido en un silencio deprimente. Paso junto a
Erin, otra compañera de manada, que tiene la cara pálida. No ha comido desde que
Denziel, nuestro nuevo alfa, mató a su marido y a su hijo. Quiero sentir lástima por ella,
pero estoy demasiado entumecida.
No me queda nadie.
Me es muy difícil contener esta pena y rabia dentro de mí, pero no tengo elección. El
último deseo de mis padres fue que sobreviviera. Pero ellos nunca llegaron a saber lo
duro que es levantarse cada mañana sabiendo que todo aquello en lo que creías ha
desaparecido, que se ha marchitado.
Pongo rumbo a los despachos. Cuando al fin llego al cuarto en el que tengo que
entrar, agacho la cabeza. Respiro entrecortadamente, controlando mis emociones, antes
de alzar la mano para llamar a la puerta. Doy dos golpes secos y una voz grita
«¡adelante!» desde el interior.
Me tambaleo al oírlo.
Él está ahí dentro.
—¡Zara!
Howard se acerca a mí, me coge la cara entre las manos y me besa acaloradamente.
Mi cuerpo responde como siempre, pero siento frío en el corazón. Las manos que me
sujetan la cara son las mismas que se empaparon con la sangre de mi madre, con su
cuerpo yaciendo a sus pies y levantándole la cabeza mientras me explicaba:
Noto que me mareo ante sus palabras, que me recuerdan que tengo que aparearme
con él. Pronto tendré sus manos por todo mi cuerpo porque será su derecho. El asesino
de mis padres será el dueño de mi cuerpo.
Ojalá hubiera elegido la muerte.
Una parte de mí ya murió con ellos, al ver cómo arrojaban sus cuerpos a la fosa junto
con el de mi abuelo, con el que tantos buenos momentos había vivido. Me han despojado
de todas sus pertenencias. Ni siquiera tengo una foto para recordar sus caras.
Eso es lo que me lleva diciendo desde entonces. No hubo disculpa alguna ni ningún
consuelo por haber asesinado a mi familia. Es casi como si esperara que pasara página y
fuera feliz.
Sus manos me echan el pelo hacia atrás y veo una expresión nostálgica en su
mirada.
—Has estado muy callada últimamente. Sé que estás disgustada, Zara, pero es que
aún no lo entiendes. Denziel y yo, junto con el resto de nosotros, vamos a construir una
manada más fuerte, una manada más envidiable. Hacía falta eliminar a Luca y sus
seguidores.
Luca. Luca White, mi abuelo. El alfa anterior.
Recuerdo su muerte, la forma en que fue emboscado y asesinado por Denziel, ese
hijo de puta. ¿Y sus asesinos hablan de construir una manada mejor? Una pequeña parte
de mí quiere reír con amargura. De la noche a la mañana, la manada sufrió muchísimos
cambios atroces. A todas las hembras se las retiró de sus puestos. A las que tenían más
de veinte años se les dijo de repente que eligieran pareja o se le elegiría una por ellas.
Las hembras recién enviudadas, que aún lloraban la muerte de sus compañeros, fueron
obligadas a aparearse con los rebeldes.
Ahora, Howard espera que me quede sentada en casa esperando por él, que me
quede embarazada después de nuestro apareamiento, y que le cocine y le limpie. Todas
las mujeres que habían estado estudiando en universidades o escuelas en la ciudad se
vieron obligadas a abandonar sus estudios.
—Bueno, ¿por qué has venido a verme? —Me sonríe—. ¿Me echabas de menos? Ya te
lo he dicho, esa cabecita tuya tan bonita ya no tiene que preocuparse por nada.
¿Cabecita bonita?
Necesito hacer acopio de todo lo que llevo dentro para no decir ni una palabra.
Howard parpadea.
—Han pasado diecisiete años, Zara —murmura—. Seguro que Jason ha pasado
página.
—Me consta que no —digo, rápidamente—. Y creo... —Intento evitar que la bilis me
suba a la garganta—. Creo que a Denziel también le gustaría.
Esta es otra de las razones por las que la traición de Denziel me resultó tan cruel.
Cuando Nessie, su hija y mi amiga de la infancia, murió a los catorce años, mi familia
estuvo ahí para ayudarle a pasar la peor parte. Y ahora siento que la carta me quema en
el bolsillo, la persona a la que acudo en busca de ayuda es el hombre que se habría
convertido en el yerno de Denziel.
—Denziel está atravesando muchas cosas ahora mismo, puede que ver a Jason le
haga feliz.
¿Que él está atravesando muchas cosas? Las manos se me cierran en puños a los
lados.
Howard me tiende la mano con expresión tranquila, y veo al hombre que le arrancó
la cabeza a mi padre delante de mí.
—Ya sabes por qué, Zara —murmura suavemente—. Tengo que asegurarme de que
no le has escrito nada que pueda causar un problema.
Le entrego la carta y observo cómo la abre. El corazón me late con fuerza contra la
caja torácica mientras contemplo cómo los ojos azules de Howard repasan las palabras
antes de sonreír.
—Pero si puedo...
—Ya conoces las reglas. —Niega con el dedo—. Las hembras no pueden abandonar la
manada. Estarás mejor a salvo y segura dentro de tu habitación o en la sala común. Los
machos se encargan de todo.
—Zara —el tono de Howard tiene un toque de reprimenda—. Anoche visité tus
aposentos mientras dormías... —¡Será cabronazo!— y encontré algo.
—Ya no. —Hace un sonido como de carraspeo y, por primera vez, veo que le baila la
alegría en los ojos—. Estas cosas no son para ti, cariño. Ya no. Deja que los hombres se
encarguen. Estamos mejor equipados.
—De lo único que tienes que preocuparte es de complacerme y dar a luz a nuestros
cachorros. Eso es todo en lo que tienes que concentrarte. Estas cosas son para los
machos.
«No abras la boca», me ordeno.
Por duro que sea, estas dos últimas semanas he aprendido a contenerme de lo lindo.
Por ahora no digo nada.
Odio ver la satisfacción en los ojos de Howard ante mi sumisión. Hubo un tiempo en
que yo era su jefa de equipo y él tenía que acatar mis órdenes. Sé que le cabreaba tener
que responder ante mí, nunca lo había ocultado. Y una parte de mí sabe que ahora
disfruta al ver que tengo que agachar la cabeza ante él.
«Te odio», le gritan mis ojos mientras me quedo quieta, dejando que me toque.
«Te desprecio».
Su mano me soba el culo y tengo que reprimir el impulso de romperle la mano. Por
suerte, Howard me suelta pronto y me escapo. En cuanto doblo la esquina, me
encuentro con una compañera de manada, Marie, quien nada más echarme un vistazo,
me rodea con sus brazos.
—Vamos, cariño. —Me guía hasta su habitación, con voz cansada—. Puedes quedarte
conmigo un rato.
En cuanto entramos al cuarto y la puerta se cierra tras nosotras, me hundo en el
suelo y me meto el puño en la boca mientras las lágrimas me corren por la cara.
—Algún día —me susurra contra el pelo, con su propio odio creciéndole dentro.
Su sed de venganza es similar a la que tienen todas las mujeres en este momento.
—Le miro y le odio y, sin embargo, es mi compañero predestinado —digo con voz
ronca—. Si no me apareo con él, tengo que encontrar a alguien rápidamente en las
próximas veinticuatro horas o que me elijan a un compañero.
Marie tiene los ojos secos cuando se aparta, pero las ojeras bajo ellos se han vuelto
algo permanente. Antes era muy guapa. A diferencia de mi pelo castaño y mis ojos
verdes, Marie tenía un precioso pelo negro y unos brillantes ojos azules que siempre
brillaban. El pelo se le ha ido cayendo desde que perdió a su pareja y a su hijo. Sus ojos
se han apagado, han perdido la chispa, y tiene moratones en el cuerpo de forma
constante. Pero sus padres ni siquiera pueden protegerla. Si intentasen intervenir y
ponerle freno a su compañero, Jeremy, Denziel los mataría.
Ahora, incluso cualquiera que se atreva a alzar la voz es ejecutado en el acto.
—Odio decir esto —murmura con suavidad—, pero al menos no te está pegando ni
vejando. En algún lugar de su interior, Howard te quiere. Tienes que usar eso contra él y
tienes que sobrevivir, Zara. No podemos perder a nadie más.
Ya lo sé.
—Quiero morirme.
—¿No queremos todas? —Marie deja escapar una risa entrecortada que se
transforma en un sollozo ahogado—. Ponte a la cola.
No sé qué pasará con esa carta, pero espero que Jason pueda ver más allá del hecho
de que Denziel es el padre de Nessie. Tal vez su manada pueda ayudarnos de alguna
manera. He oído que están asentados en algún lugar cerca del pueblo de Arrow Brooke
en este momento y que es una de las manadas emergentes más importantes del país.
Tienen vínculos con la Torre Mágica, lo que los convierten en una fuerza a tener en
cuenta.
Jason
Observo cómo roncan Seth y Ray, tumbados boca arriba y sin una preocupación en el
mundo, con las llamas parpadeantes dándoles un poco de calor. Yo no puedo dormir.
Con la espalda apoyada contra el árbol, las rodillas ligeramente levantadas y los
brazos apoyados en ellas, sostengo la carta que he estado releyendo en cada
oportunidad que se me presenta.
No me apetecía mucho dejar mi manada durante tanto tiempo, pero Austin debió de
notar mi malestar cuando recibí la carta. Ningún alfa quiere que su segundo al mando
esté fuera tanto tiempo, pero Austin siempre ha velado por nuestras necesidades.
Incluso ha enviado conmigo a dos de sus lugartenientes más veteranos, mis propios
hermanos de sangre.
Miro a los dos idiotas que están tratando todo esto como unas vacaciones, echándose
la siesta cada vez que tienen oportunidad. Habríamos llegado a la manada de lobos de
River Stone en cinco días si se hubieran tomado esto en serio, pero la manada de Stone
Creek ha pasado por una movida fea de cojones hace poco. Nuestra hembra alfa, Seline,
dio a luz hace seis meses, durante una invasión de una tribu hostil de panteras. Como
resultado, el parto fue bastante traumático y Seline todavía se está recuperando.
Mis ojos se posan en la carta que cuelga de mis dedos. No me siento seguro dejando
la manada cuando la pareja alfa no se encuentra a pleno rendimiento, pero esto va de
otro tipo de responsabilidad.
Después del funeral, me fui. Todas mis visitas a la manada de River Stone cesaron. Y,
si no hubiera sido por esta carta, quizá nunca habría vuelto.
La última vez que vi a Zara White, estaba llorando en un rincón de la sala mientras
se leían las honras fúnebres. Yo estaba tan aturdido que no me había molestado en
decirle nada. Para empezar, no habíamos sido muy amigos.
Pero recibir una carta suya, después de tanto tiempo, y debido a la forma en que
estaba redactada, hizo saltar las alarmas en mi cabeza. La carta estaba escrita en clave,
en un código secreto que una vez le enseñé a Nessie.
También le prometí a Nessie que siempre estaría ahí para Zara si alguna vez le
pasaba algo. En aquel momento, me había parecido una promesa extraña, pero ella
había insistido. Y solo una semana después, había muerto.
Fue la primera y única promesa a la chica que había amado tan profundamente que
rompí.
Una parte de mí teme que, si vuelvo a esa tierra, todo ese dolor regrese. ¿Estoy
preparado para ello?
*** ***
La manada de River Stone siempre ha sido una de las más progresistas. Han
ocupado el mismo territorio durante siglos, nunca se han expandido y sus alianzas son
fuertes. Cuando Austin tomó el mando, quiso incorporar algunas de las políticas de la
manada de River Stone en nuestra propia manada.
Las cosas se vuelven aún más extrañas cuando llegamos a la guarida. Hay guardias
apostados fuera, pero no veo cerca a ninguna de las mujeres soldado, lo cual es extraño.
—¡¿Quién eres?! —Uno de los guardias se adelanta, un varón de aspecto bruto con
una cicatriz que le cubre media cara.
—Busco a Zara. —Le estudio, a sabiendas de que puedo con él. Antes de que pueda
decir nada más, añado—: Me han invitado a la ceremonia de apareamiento.
—¿Está él aquí?
Por suerte, no les da tiempo a decir mucho más porque el soldado regresa
componiendo una mueca.
El guardia nos guía hasta los aposentos de Zara y pronto me doy cuenta de que sólo
hay un puñado de hembras moviéndose dentro de la guarida y todas tienen el rostro
pálido y la mirada baja. Reconozco a una de ellas, una mujer mayor. Había sido soldado.
Cuando abro la boca para saludarla, se aleja rápidamente.
Seth y Ray me lanzan una mirada de preocupación, pero yo asiento con la cabeza
discretamente. Aquí está pasando algo y tengo la sensación de que por eso Zara me
pidió que viniera.
Entro en la habitación, pero no parece haber nadie dentro. Cierro la puerta tras de
mí y llamo por Zara, cauteloso.
Por un momento, no se escucha nada y, entonces, se abre una puerta y sale una
mujer.
Se desenvuelve con una gracia similar a la de su abuelo Luca White. Pero mis ojos
pasan de todo eso y se posan en el ojo oscuro que porta.
—Tus padres...
—¿Qué está pasando aquí, Zara? —hablo con voz suave porque, bajo la pena, veo un
profundo cansancio—. He notado un ambiente extraño en la manada desde el momento
en que llegué al territorio. ¿Por qué es Denziel el nuevo alfa? Si tu abuelo y tus padres
están muertos, ¿no es tuyo el puesto?
Zara hace un gesto hacia el asiento de dos plazas que tiene enfrente.
—Siéntate.
Me siento.
Deja de hablar y las uñas se le clavan en la tela del sillón. Tiene la respiración
agitada, pero los ojos secos. Su autocontrol es inmenso en este momento.
—¿Denziel hizo todo esto? —Mi voz es sombría mientras la bilis me sube a la
garganta. Si esto es cierto, actuó como un cobarde y un tirano, asesinando a inocentes
por poder. Sé a ciencia cierta que Luca era un buen alfa. A menos que hubiera cambiado
su forma de ser en la última década, no había razón para destituirlo. Además, cambiar el
liderazgo de una manada no es un asunto sencillo. Significa el fin de todas las alianzas
que la manada ha construido hasta ahora. Hay que renegociarlas.
—¿Por qué?
—No lo sé. —Zara mira fijamente a un punto invisible en la pared con expresión
cansada—. Aún no me lo puedo creer. Ha despojado a las hembras de todos sus
derechos, incluso los más básicos. No podemos coger un libro sin que se nos castigue.
No podemos salir de nuestros aposentos sin permiso. Aquellas cuyos compañeros fueron
asesinados y tenían hijos varones mayores de diez años… A esos niños también...
Esta vez sí que se cuelan las lágrimas en sus ojos, son lágrimas de rabia.
—¿Sabes cuántas madres han enloquecido por el dolor de perder a sus hijos?
Algunas se han suicidado y a otras las han asesinado. Y las que son controlables han
sido apareadas a la fuerza con aquellos que se pusieron del lado de la rebelión. Son los
hombres los que eligen a la mujer que quieren. La mujer no tiene elección.
—Antes de decir nada más, quiero saber si te pondrás del lado de Denziel, teniendo
en cuenta tu vínculo con él.
Se me tensa la mandíbula.
—Lo que hizo fue de cobardes, estoy de acuerdo, pero si me has traído aquí para que
te ayude, lo más que puedo hacer es ayudarte a escapar.
—No quiero escapar, Jason. —Los ojos de Zara relampaguean—. Quiero ayudar a mi
gente.
—No puedes ayudarles si te sientas aquí como un blanco a la vista —discuto con ella,
con la voz tensa—. ¡Y no entiendo por qué estás celebrando una ceremonia de
apareamiento cuando tu propio compañero asesinó a toda tu familia!
—¡¿Crees que tengo elección?! —Se pone en pie, con un tono explosivo. El pecho se
le agita, los ojos le brillan con una rabia que siento que llega demasiado tarde—. No
tengo ni una sola puta opción. Ahora mismo, Howard es la única razón por la que sigo
viva. Y no puedo romper el juramento que mis padres me obligaron a hacer. Además, si
muero, estas mujeres habrán perdido a la única persona que aún está dispuesta a luchar
por ellas.
La miro fijamente.
—¿Crees que no lo sé? ¿Crees que todavía le quiero? Le odio con todas mis fuerzas,
pero hemos sido compañeros predestinados durante años. Si alguno de los dos rompe el
vínculo, el dolor será insoportable. Aunque esa parte no me preocupa mucho, tengo la
sensación de que, si intento romper este vínculo, o bien me aparearán a la fuerza con
otro macho o, como Howard ahora es el segundo al mando, Denziel me obligará a
aparearme con él.
Lo siento por ella. Pero no puedo involucrarme en los asuntos de otra manada. Y
tampoco puedo comprometer la participación de nuestra manada. Lo único que puedo
ofrecer es ayudarle a Zara a escapar.
—No es que no quiera ayudar, Zara —aseguro con tono suave—. Pero el caso es que,
si doy ese paso, significaría una guerra.
Ella no se amilana.
—Pero puedes preguntarle a tu alfa. Cuéntale lo que está pasando aquí. Aunque sea,
puede darle a las hembras y a los niños un refugio seguro.
Vacilo. Preguntarle a Austin es una posibilidad, pero no sé lo que dirá. Incluso dar
refugio a las hembras y los niños podría dificultar las cosas para nuestra manada, pero
puedo preguntar.
—De acuerdo.
El alivio que le recorre la cara me hace sentir culpable. Sé que Austin no estará de
acuerdo. Siento que le estoy dando falsas esperanzas.
Mientras me voy, me pregunto por qué sus padres condenaron a Zara a un destino
tan miserable.
**** ****
—Todos los canales de comunicación están cerrados —me dice Ray, sombrío—. Lo he
intentado, pero estamos completamente aislados del mundo. Necesitamos algún hacker
de los buenos para poder hacerlo.
—No. —Me apoyo en la puerta—. No quieren que nadie pida ayuda a las manadas
aliadas. No hasta que Denziel haya cimentado su control sobre la manada.
—¿Y ahora qué? —Ray me estudia—. ¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos o nos vamos?
Buena pregunta.
—No puedo irme sin asistir a la ceremonia de apareamiento. —Noto cómo me giran
los engranajes en la cabeza—. Tal vez pueda convencer a Zara de irse.
—Quizá debería ir a hablar con Denziel —murmuro—. A ver si puedo averiguar qué
le pasa por la cabeza.
—Hazlo. —Me mira Seth—. Pero no me gusta esta situación, Jason. Creo que cuanto
antes salgamos de aquí, mejor.
No se lo niego.
—Quedaos dentro —les advierto a mis dos amigos—. Aunque Denziel no sea hostil
hacia nosotros, ahora mismo no me fío mucho de él. Y manteneos en guardia. Nos
quedaremos todos en la misma habitación.
Es bastante tarde, así que, como sospechaba, no hay nadie en la guarida a estas
horas. En silencio, me dirijo al despacho del alfa. Todavía me cuesta digerir la crueldad
que el padre de Nessie infligió a su mejor amiga. En este momento, Zara está
funcionando en modo de supervivencia, pero el trauma de ver cómo le arrebataban a sus
seres queridos de una forma tan despiadada nunca desaparecerá.
Estoy delante de la puerta y a punto de levantar la mano para llamar cuando oigo
voces en el interior, pero es el nombre de Zara lo que me hace quedarme inmóvil.
No me muevo de mi sitio y, a medida que las palabras llegan a mis oídos, un horror
frío me invade, junto con el asco. Si todo esto es cierto, el destino que le espera a Zara
es más cruel que cualquier cosa que ella pudiera haber imaginado.
CAPÍTULO 3
Zara
Ni siquiera puedo pedirle a nadie que vaya a echarle un vistazo. Ninguna hembra
podrá acercarse a él y no me atrevo a preguntar a los guardias, que vigilan mi puerta en
este momento.
—¿Zara?
—¿De verdad piensas eso? —Erin me quita las flores del velo que mi madre había
cosido con esmero meses atrás. Ahora tengo que deshacerme de ellas como castigo por
haberle contestado a Howard hace dos días. Tengo que entregarle cada flor para que las
queme delante de mí.
—Se va a casar con el asesino de sus padres. —La voz de Erin suena vacía—. Estoy
segura de que preferiría la muerte antes que eso. Me tiembla el corazón. Erin levanta la
vista y veo cómo se le tensa la mandíbula ante mi evidente desdicha y baja la cabeza,
murmurando—: Lo siento.
Veo que se mete dos de las flores en el bolsillo y, cuando me mira, le dirijo una
mirada de agradecimiento.
Incluso después de todo lo que han pasado las hembras de esta manada, aún queda
algo de bondad en sus corazones.
Con los ojos aún clavados en las flores y con un dolor tal en el corazón que siento
que me va reventar, pregunto por fin:
—¿Alguien ha visto a Jason?
—Intenté entrar en la sala común para comprobarlo, pero me echaron fuera. ¿Te ha
dicho algo?
—Todavía nada. —Los dedos se me clavan en el vestido, ansiosos—. Dijo que hablaría
con su Alfa, pero eso es todo.
—¿Qué sentido tendría? —pregunta Erin abatida y con voz queda—. ¿Qué puede
hacer su alfa? ¿Puede traer de vuelta a todos los que hemos perdido? ¿Puede arreglar
todo esto?
—No, pero tienes que saber que esto no va a terminar. Sólo irá a peor. Nos han
aislado hasta el punto de que no podemos luchar desde dentro. Necesitamos ayuda
externa para tomar el control o abandonar esta manada.
Erin no dice nada, pero la mirada apagada de sus ojos me parte aún más el corazón.
Sé que en algún lugar dentro de ella todavía queda una chispa, sólo que aún no la ha
encontrado.
Marie retrocede.
Cierro los ojos mientras las lágrimas me resbalan por las mejillas, la pena tan grande
que siento me oprime la garganta. Sus palabras no son más que un consuelo vacío, pero
dejo que calen hondo.
Me siento aún más sola cuando por fin se van. Puedo sentir la infelicidad de mi lobo
dentro de mí. Todavía está en silencio, pero puedo sentir la tensión dentro de nosotros
dos.
Mis pensamientos vuelven al hombre por el que tantos riesgos había corrido al
invitarlo, con la esperanza de que acabara siendo nuestra salvación. Pero Jason parece
haber decidido que esto no tiene nada que ver con él. Tenía la esperanza, en lo más
profundo de mi ser, de que tal vez se decidiera a ayudarnos, a correr este riesgo, aunque
sólo fuera por el vínculo de Nessie conmigo, pero puede que me estuviese engañando a
mí misma. Después de todo, ¿por qué iba a importarle lo mucho que Nessie y yo nos
queríamos? Nessie ya no está. Hace años que se fue.
Debería huir.
No puedo hacerlo.
No puedo...
La puerta se abre de golpe y los ojos se me abren de par en par. Tardo un segundo
en darme cuenta de lo que está pasando.
—Denziel me hizo llamar esta mañana. Llevo intentando localizarle desde anoche.
Tenemos que hablar.
La expresión de su cara hace que salten las alarmas en mi cabeza, pero tan sólo he
dado un paso hacia él cuando su cabeza se gira hacia la puerta y oigo el ruido de unos
pasos que se acercan a nosotros.
—Jason...
—¿Confías en mí?
Veo que el hombro de Howard se relaja físicamente y entrecierro los ojos. Aquí hay
gato encerrado.
—De todos modos —Howard me mira—, sólo he venido a decirte que la ceremonia
está a punto de empezar, así que date prisa.
Howard se marcha dejando las puertas abiertas. Hace un gesto con la cabeza a los
dos guardias que claramente le habían estado siguiendo y se colocan frente a mi puerta.
—Hasta las paredes tienen oídos. Sólo tienes que confiar en mí —habla en voz baja.
—Vamos.
Siento frío en todo el cuerpo cuando engancha la mano en mi codo. Siento que voy
arrastrando los pies mientras salimos de la guarida hacia el claro donde tendrá lugar la
ceremonia. El acre sabor del miedo en la boca hace que el corazón me lata demasiado
rápido.
Ojalá pudiera decir que culpo a Denziel de todo esto, pero la verdad es que culpo
más a Howard. Utilizó nuestro vínculo contra mí. Disfrutó atormentándome con retazos
de información sobre cómo torturaron a mis padres. Se deleitó con mi agonía impotente
cuando asesinó a mis padres.
Mi odio hacia él es algo que crece y hierve a fuego lento. Mi lobo reclama su sangre,
a pesar de que es nuestro compañero. El trauma por el que hemos pasado no es poca
cosa e incluso ahora tengo que reprimirlo en algún lugar profundo de mi interior. No
quiero que Howard vea cómo me vengo abajo.
Puedo ver en sus ojos el deseo de hacerme caer por fin, pero nunca le daré esa
satisfacción.
—Prepárate —dice Jason en voz baja y tensa cuando por fin nos acercamos a la gente
allí reunida. Recorro el mar de rostros con la mirada y veo el vacío en los ojos de las
mujeres. Pero bajo ese vacío, veo preocupación y miedo. ¿Y en la mirada de los machos?
Veo triunfo. No en todas las caras, pero sí en la mayoría. Están disfrutando, deleitándose
con la sumisión de las hembras. Se han vuelto tan hambrientos de poder, que han
olvidado que estas hembras incluyen a sus propias madres, hermanas y compañeras. La
furia me invade, pero ahora no es el momento.
Howard está de pie junto al altar, pero su mirada no se encuentra con la mía. Al
acercarme a él, veo algo extraño. Tiene una expresión preocupada, veo una extraña
reticencia en su mirada.
En un momento dado, se vuelve hacia Howard, que aún no me ha mirado ni una sola
vez.
—¿Juras tomar a Zara White como tu pareja bajo las leyes de nuestro pueblo?
Howard tensa la mandíbula y yo abandono esa extraña niebla mía cuando el silencio
se prolonga y él sigue sin responder.
¿En qué anda ahora? Cuando se produce un revuelo entre los invitados, por fin
levanta la cabeza. Su rostro está tenso cuando me mira a los ojos.
—No.
¿No?
—No te quiero como compañera —la voz de Howard es clara y tiene la mandíbula
apretada—. Te rechazo.
Una fría ira comienza a gestarse en mi interior, incluso cuando el alivio llena mis
pulmones. Todo lo que hizo, asesinar a mis padres, torturarme, ¿fue para esto? ¡¿Por
qué no me mató junto con mis padres?!
Mis garras salen disparadas y alzo la mano para arrancarle los ojos. Sin embargo, un
dolor punzante me llena el pecho y mi lobo aúlla de agonía.
¡Será cabrón!
Miro fijamente a Howard mientras las lágrimas de dolor me colman los ojos. Él
retrocede tambaleándose y agarrándose el pecho. Ha roto el vínculo que nos unía.
Veo unos zapatos que se acercan a mí y la cara de Denziel cada vez más cerca.
«Confía en mí».
—¡Jason! —grita Denziel, corriendo hacia adelante, pero los compañeros de Jason le
impiden el paso.
—Conozco las reglas. Tienes que elegir una pareja ahora o ser apareada con quien
elija el alfa. Eso, si es que sobrevives a esto —Jason habla con rapidez.
Mi lobo grita, echa espuma e intenta escapar, pero el de Jason es más dominante que
el mío. Es capaz de reprimir mi irreflexivo deseo de cambiar de forma sujetándome a él.
El corazón me late con fuerza y necesito el consuelo de mi animal, pero no puedo
acceder a él.
Zara
Las palabras de Jason hacen que un silencio caiga sobre los invitados y, de repente,
oigo a Denziel rugir algo, pero no puedo pensar con claridad.
Es algo que nunca me planteé, pero ahora mismo puedo sentir la tensión en mi
corazón por el dolor del vínculo roto. No disminuye. Un poco más y mi corazón podría
simplemente detenerse. Ya se me está oscureciendo la vista. Howard, ese hijo de puta
llorón, me hizo esto a propósito. Quería que muriera de agonía. Quería que me rompiera
delante de él.
—S-Sí.
—¡Sí!
—¡No puedes hacer esto! —aúlla Howard, agarrando a Jason por el hombro y tirando
de él hacia atrás mientras escupe saliva por la boca—. ¡Ella no es tuya!
Denziel empuja a los dos compañeros de Jason y corre hacia adelante.
—¡Esto es asunto de la manada, Jason! ¡No puedes aparearte con Zara! Como alfa,
¡seré yo quien elija un compañero para ella!
—¿No dicen las nuevas normas que, si se rompe un apareamiento, la hembra tiene
un cierto plazo para elegir a su propia pareja?
La cara de Denziel está blanca como una sábana y veo que lanza una mirada ansiosa
por encima del hombro al resto de la manada.
—Está sufriendo —dice Denziel, con dureza—. No está en condiciones de tomar una
decisión en este momento. La llevaré a la enfermería y una vez que se haya
recuperado...
—Su ritmo cardíaco es demasiado lento. —Jason se para frente a mí con postura
defensora—. Y, visto que Howard está bien, probablemente sea porque está canalizando
todas las represalias de la ruptura del vínculo hacia ella.
Denziel le lanza una mirada fría a Howard, pero enseguida se vuelve hacia Jason.
—Soy su Alfa. Yo cuidaré de ella. Decidiremos lo que hay que hacer más tarde.
—¡¿Qué has hecho?! —gruñe Denziel, pero cuando da un paso hacia nosotros
amenazadoramente, no sólo los dos compañeros de Jason le bloquean el paso con
postura intimidatoria, sino que todas las hembras presentes empiezan a levantar la voz.
—¡Era tu propia regla!
Ante tanta indignación, Denziel no tiene más remedio que echarse atrás, pero
Howard no ve ninguna razón para hacer lo mismo.
—¡Zorra! —Prácticamente está echando espuma por la boca, con una expresión de
locura en su mirada—. Tenías esto planeado, ¿verdad? Lo invitaste para esto. ¡Te voy a
dar una puta lección que nunca olvidarás! Te azotaré hasta que...
—¿Qué dices que vas a hacerle a mi compañera? —Jason le planta cara a Howard,
echándosele casi encima y con voz fría—. ¿Estás amenazando con hacerle daño a mi
compañera? ¡¿Es eso?!
Ahora Jason es medio metro más alto que Howard y claramente más fuerte, dada su
posición en su propia manada. Y Howard siempre ha sido un cobarde. Mientras lucho
por ponerme de pie, Howard parece furioso.
—Jamás te ha puesto los cuernos —dice Jason sin piedad—. Tú eres el cobarde al que
le faltan cojones, que abandonó a su compañera durante la ceremonia de apareamiento
e intentó matarla canalizando todo su dolor hacia ella. Ni siquiera eres digno de ser
llamado hombre.
—No me importa —le corta Jason—. Lo que sí sé es que Zara se estaba muriendo y
yo la he salvado. Y ahora, voy a llevar a mi compañera a su habitación para que se
recupere del calvario que le has hecho pasar.
—Parece que una muñeca rota no es suficiente para enseñarte una lección. —Jason
le enseña los dientes con un gruñido—. A lo mejor debería romperte el cuello...
—Jason —interrumpe Denziel, ahora más calmado. Cuando me pongo en pie, siento
un mal presentimiento en el estómago al ver su mirada astuta.
—Lo que he hecho está dentro de las reglas que has establecido, Denziel. —Jason le
sostiene la mirada—. A menos que estés insinuando que esas reglas no se aplican a ti.
Jason no duda en acudir a mi lado. Llevo ya unos segundos de pie y, aunque el dolor
ha desaparecido, el fantasma del mismo aún perdura y me siento débil. Aún estoy
intentando asimilar lo sucedido mientras me guía hacia delante y pasamos junto a
Howard y Denziel. Levanto la cabeza y veo a una Marie pálida entre la multitud,
observándome. A su lado se encuentra Erin, y en sus ojos veo un gran alivio.
*** ****
Espero estar a solas con Jason. Sin embargo, cuando entramos en la habitación, sus
compañeros no tardan en llegar y cerrar la puerta tras ellos.
—Lo descubrí anoche —admite—. Intenté llegar hasta ti, pero este lado de la guarida
estaba vigilado. Traté de ir en tu busca esta mañana, pero Denziel me acorraló.
Intentaba captarme a espaldas de mi alfa. Para cuando logré escapar, ya era demasiado
tarde.
Me froto la cara con las manos, trato de guardar en un cajón mi dolor y confusión y
centrarme en el presente.
Jason vacila.
—Sí.
—¿Cómo? —Bajo las manos y lo clavo en el sitio con mi mirada—. ¿Cómo lo has
sabido?
—Le oí por casualidad —admite, metiéndose las manos en los bolsillos mientras sus
amigos le observan—. Denziel y él estaban hablándolo.
Se me corta la respiración.
—Perdóname, pero estoy un poco lenta. ¿Denziel no quería que me aparease con
Howard? ¿Por qué? Si me quería muerta junto con el resto de mi familia, ¿por qué no
hacerlo sin más preámbulos?
—¿Perdón?
Se acerca a mí.
—Howard se mostró reacio al principio, pero Denziel le fue ofreciendo puestos cada
vez más poderosos dentro de la manada, por lo que pude entender.
—Pero si ya es su mano derecha —escupo, sin saber siquiera por qué me sorprende
la traición de Howard. Siempre había sido codicioso—. No sé qué le puede haber
ofrecido Denziel, pero fuera lo que fuera, debía de valer la pena. Sé cuánto disfrutaba
Howard humillándome, estaba gozando de lo lindo de este nuevo poder sobre mí. Debe
haber conseguido algo increíble a cambio para que esté dispuesto a renunciar a ello.
—No fue mi primera solución. Lo ideal hubiera sido decírtelo y sacarte de aquí, pero
como eso no funcionó, darte la marca de apareamiento fue lo único que se me ocurrió.
Le miro fijamente.
—¿En serio? ¿Tu segunda solución fue atarnos para toda la vida? ¿No se te ocurrió
nada más? ¿Ni una sola alternativa?
Jason me estudia.
—Tú estuviste de acuerdo con esto, Zara.
—Sí, bueno, me estaba muriendo. Habría aceptado cualquier cosa en ese momento
para que parara ese maldito dolor.
—Me has salvado la vida y te lo agradezco. —Me giro para mirarle, sin entender
cómo está tan tranquilo con todo esto—. ¡Pero nos has atado el uno al otro para toda la
vida, Jason! Ni siquiera nos conocemos. Y yo no... no quiero ninguna relación. Los
hombres son porquería para mí ahora mismo.
—No había otra manera. —Jason sacude la cabeza—. Y lo sabes. Me imaginé que yo
sería una opción mucho más preferible que cualquiera de los hombres que tienen las
manos machadas con la sangre de tu familia. Y de no haber intervenido yo, Denziel te
habría impuesto su marca. Ese era su plan desde el principio.
Le miro durante unos largos segundos antes de soltar un fuerte suspiro y volver a
hundirme en el sofá.
—Tienes razón. Sé que tienes razón, y te estoy agradecida, no creas que no. Pero es
que es mucho que procesar. ¿Por qué Denziel ha llegado tan lejos? ¿Por qué ha hecho
esto?
—A mí me parece que te lo estás tomando muy bien —señala uno de los compañeros
de Jason—. Me esperaba un ataque de histeria.
—Este es Seth —Jason me presenta al lobo de pelo castaño—. Y ese de ahí es Ray.
—Cuando estás en la posición en la que me encuentro yo, con gente que depende de
ti para que la protejas, no puedes permitirte el lujo de lamentar tu suerte. Ahora mismo,
todas las mujeres de esta manada cuentan conmigo para salir de esta situación. No
tengo tiempo para sentarme a desvariar por las motivaciones de Denziel.
—Tengo curiosidad por saber por qué. —Seth entrecierra los ojos.
—Lo que quiere decir —interviene Ray, observándome con recelo— es que se
pregunta por qué todas las hembras dependen de ti.
—Porque Zara es la digna sucesora para ser la próximo alfa —murmura Jason
lentamente.
—No. —Le dirijo una mirada cortante—. Nunca ha habido una mujer alfa. Habría
sido mi hijo el que se habría preparado para convertirse en alfa mientras yo me limitaba
a actuar como su regente.
—Pero no tienes ningún hijo. Por tanto, ¿quién habría sido el legítimo alfa después
de tus padres y tu abuelo?
Aprieto la mandíbula, sin saber por qué Jason insiste en este tema.
—Quienquiera que hubiera sido mi pareja —admito lentamente—. Pero nuestro hijo
habría sido el verdadero alfa.
—¿De verdad funciona así? —pregunta Seth con recelo—. Creía que los alfas nacían
o se apoderaban de la posición.
—Lo bastante complicado como para que Howard no se coscara de nada. Parece que
le falta alguna primavera —dice Jason con frialdad—. Pero existe la posibilidad de que
Denziel sí lo supiera y buscase que tú fueses su compañera para cimentar aún más su
posición.
Nunca se me había ocurrido tal cosa, pero ahora que lo oigo en labios de otro, noto
que se me revuelve el estómago.
—Si ese es el caso, no nos queda mucho tiempo. —El corazón se me acelera mientras
tomo conciencia de las implicaciones de lo que Jason está diciendo.
—¡Zara! —Jason me agarra con firmeza por el brazo, obligándome a mirarle—. ¿Qué
está pasando ahora?
Zara
—¡No me creo que seas así de ingenuo, Jason! —estallo—. Denziel ya no es el padre
de Nessie. Su hija se ha ido. Tú no le importas. Ahora mismo, lo único que eres es un
estorbo en su plan para hacerse con el control total y absoluto de esta manada.
—Eso lo pillo. Pero si me pasa algo, desatará una guerra entre tu manada y la mía.
Ni siquiera Denziel sería tan imprudente. Todavía no ha conseguido tener a toda la
manada bajo su control, aún le quedan focos de resistencia aquí y allá.
—Pero nuestros dispositivos no se conectan a ninguna red —dice Ray, tenso—. ¿Qué
quieres...?
Una de las primeras cosas que había hecho Howard tras la rebelión había sido
despojarme de todos los dispositivos electrónicos que me permitieran comunicarme con
cualquiera dentro o fuera de la manada. Sabía que, si alguien podía causarle problemas,
esa era yo.
Tardo unos largos minutos en introducir código tras código, con cuidado de no hacer
saltar ninguna alarma. Mi vista se desplaza rápidamente por la pantalla mientras espero
a que se produzca la magia. No ha transcurrido ni un minuto cuando la conexión
cambia.
—Toma. —Le entrego el dispositivo a Jason con una sombría satisfacción—. Tienes
cinco minutos antes de que el sistema se revierta automáticamente al de nuestra
manada y se active una alarma. Antes de que pasen los cinco minutos, tienes que cortar
la llamada.
Austin Cross, el alfa de Jason, tiene una voz profunda que me hace alzar la vista
cuando saluda a Jason.
—¿Que sería…?
—¿Te están impidiendo que te marches? —Se deja oír un tinte peligroso en la voz de
Austin.
—Es posible que lo hagan. Denziel le ha echado el ojo a Zara y no creo que me deje
marchame con ella. En realidad, no creo que me deje marchame, punto.
—¿Necesitas ayuda?
—Vamos a tratar de largarnos. Mientras tanto, creo que sería prudente enviar a un
escuadrón hasta aquí. Tomaremos la ruta oeste, desde el lago...
—No —lo interrumpo bruscamente—. Nos iremos usando el transporte humano. Así
es más difícil rastrearnos o atacarnos.
Jason me mira con ojos entrecerrados, pero antes de que pueda decir nada, Austin
murmura:
—Es una decisión inteligente. Con el transporte humano, estarás aquí en dos días. Si
no tenemos noticias tuyas en tres días, prepararemos un ataque contra la manada de
River Stone.
Con el ceño fruncido, abre la puerta que da al pasillo y veo que se queda quieto justo
antes de cerrarla.
—Bueno, esto no pinta nada bien —murmura—. Hay guardias apostados en el pasillo.
Me levanto y cojo una pequeña mochila de detrás del sofá, metiendo los dos libros
que tengo que llevarme.
—En cualquier momento, nos separarán, sobre todo a vosotros dos. No os van a
matar de buenas a primeras, pero acabarán por hacerlo de todas todas.
—¿Cómo puedes saber todo eso? —pregunta Jason con voz dura. Me agarra del
brazo y me obliga a girarme para mirarle.
—¡Porque eso es lo que hacen! —les gruño—. Son unos cobardes y así es como
funcionan: separando y atacando.
—¡Cuidado con lo que dices! —Jason se planta delante de mí con actitud protectora.
—¡He dicho que cuidado con lo que sueltas por esa puta boca! —Jason lo agarra por
el cuello y lo estrella contra la pared.
Pero recuerdo haber oído algunos comentarios por el estilo de vez en cuando,
teniendo a Howard a mi lado, y cómo él se limitaba a reírse. A pesar de lo herida que me
sentía, nunca me defendió.
Pero Jason sí.
Ni siquiera me conoce muy bien y acaba de sacrificar todo su futuro para salvarme,
pero aun así está dispuesto a protegerme. A pesar de lo sombrío de la situación, el
corazón me da un vuelco y puedo sentir cómo mi lobo se incorpora y observa.
—Adelante —escupe Howard, casi con regocijo—. Intenta ponerme una mano
encima. ¡No sabes quién soy yo!
—No fui yo quien traicionó a su compañera. No eres digno de llamarte lobo, Howard.
No sé por qué el destino decidió atarme a un cobarde sin carácter y llorón como tú, pero
nunca he sido tan feliz de ser libre. La sola idea de pasar el resto de mi vida atada a algo
tan inútil como tú era lo más parecido a una sentencia de muerte.
—¡Ni siquiera estarías viva de no haber sido por mí! Deberías estar besándome los
pies ahora mismo. Te he salvado la vida.
—¿En serio? —respondo con tono áspero—. ¿O se me perdonó la vida sólo para que
tu alfa pudiera follarme?
—Puta...
—Que dejara que me pegaras antes no significa que no pueda impedírtelo. Ahora no
tienes ninguna autoridad sobre mí, Howard, porque, de acuerdo a tus normas de
mierda, el único que puede «castigarme» es mi compañero. Y tú no lo eres.
Veo cómo la comprensión se asienta en sus ojos de forma lenta y Jason aprovecha el
momento para tirar de mí hacia él.
—Ay. —Me hundo de nuevo en el sofá—. Vamos a tener que pagar por esto.
*** ***
Esperaba que Denziel se tomara un tiempo para dejar que la situación se enfriara,
pero cuando aparecen dos guardias con una citación suya, inmediatamente después de
la cena, me tenso.
Tanto Seth como Ray siguen aquí y Jason intercambia una mirada con ellos antes de
marcharse.
Veo que Ray va a hacer algo, así que agarro el jarrón que tengo más cerca y se lo
tiro a Timothy a la cara. No consigue esquivarlo, se estrella contra su cabeza y se
rompe.
—¡Serás zorra! —Se lanza a por mí, pero le doy una patada en los huevos que lo deja
blanco y se desploma.
—Estoy de mala hostia —anuncio, cogiendo otro jarrón y haciendo malabares con él
—. Al próximo que me falte al respeto, le corto las pelotas.
Se hace un gran silencio tras mi amenaza y entonces uno de los guardias, Brett, se
adelanta, con voz tensa:
Miro fijamente a Brett antes de apretar los labios. Brett es un oportunista. Siempre
lo ha sido. Cambió de bando inmediatamente cuando se dio cuenta de lo que estaba
pasando. Aparto la vista de él. No puedo dejarme llevar demasiado y darles la
oportunidad de meterme en la prisión subterránea. Y si intento evitar que se lleven a
Seth y a Ray, así terminará la cosa.
En cuando la puerta se cierra tras ellos, me hundo en el suelo. Cierro los ojos e
intento que el miedo no pueda conmigo. En este momento, me veo sobrepasada. Salir de
aquí va a ser una pesadilla. Ni siquiera había sido una opción antes, pero si Denziel está
decidido a convertirme en su compañera, entonces eso le dará mucho más control sobre
mí a efectos prácticos.
Tengo que abandonar este lugar, sólo entonces podré pensar en una forma de salvar
a mi pueblo de este infierno. Es posible que, si me voy con Jason, pueda convencer a su
alfa para que me ayude. No hay más opción aparte de esa.
El corazón me late con fuerza mientras entierro la cabeza entre las manos.
—¿Quién es?
La puerta se abre y aparecen Marie y Erin con una bandeja de comida. Al olerla, me
ruge el estómago. No he comido nada desde la mañana.
—¡Menudo viejo verde cabrón! Tiene edad para ser tu padre —gruñe Marie.
—Tengo que salir de aquí, Marie —le confieso—. No puedo ayudar a nadie estando
aquí.
—Deberías estar más preocupada por tu nuevo compañero y sus amigos —comenta
Erin—. Denziel está armándolo todo para que vayan directos a la trampa. Va a tenderles
una emboscada.
—Cuando dices emboscada, ¿de cuánta gente estamos hablando? —Miro a Marie.
—La cosa no pinta bien para ellos, Zara —admite ella—. Por eso estamos aquí.
—Marie y yo hemos charlado un rato con las chicas que se encargan de preparar el
banquete nupcial.
Levanta el filete para revelar un pequeño paquete de polvos. Se me abren los ojos de
par en par.
—No.
—Sí. —La sonrisa de Erin es fría cuando coge el paquete y lo agita delante de mí—.
Nosotras hemos hecho nuestra parte.
Jason
Cuando mis padres descubrieron que Nessie era mi compañera predestinada, pasé
muchos veranos en esta manada, dentro de esta guarida, con la niña de ojos brillantes y
sonrientes de la que estaba locamente enamorado. Podría recorrerme esta guarida con
los ojos cerrados.
Cada guarida tiene una entrada trasera, una vía de evacuación de emergencia en
caso de ataque. Los dos guardias me acompañan hacia ella, y lo sé. No soy idiota.
Así que eso es lo que Denziel estaba tramando mientras yo estaba con Zara después
de la ceremonia.
Uno de los guardias empuja una palanca casi invisible bajo esta penosa iluminación y
una parte de la pared cede, revelando una cueva.
La puerta se cierra detrás de nosotros y mi lobo está listo. Un solo paso en falso y
derramaré su sangre. Pero no así. Denziel sabe quién soy. Después de todo, su
predecesor lo sabía. No enviaría a dos soldados de infantería a matarme.
La cueva se abre a una parte del bosque en la que no he estado y, a medida que
avanzamos por un sendero sin señalizar, un hedor nauseabundo casi me provoca
arcadas.
¿Qué mier...?
Adonde «hemos llegado» resulta ser una enorme fosa a unos pocos pasos de mí. Doy
un paso adelante y un horror frío me invade.
—¿Asustado? Deberías estarlo. Esto es lo que les pasa a los que nos desobedecen.
—¿Desobedeceros a vosotros? No. —Mi voz es heladora—. Aquellos que hieren a los
miembros más débiles de una manada o usan métodos turbios para derramar sangre,
son cobardes. Vosotros y vuestro alfa sois unos cobardes.
Cuando intenta avanzar, el otro le detiene con una mano en el pecho y un gruñido.
Permanezco en silencio, pero oigo el susurro de los árboles cercanos. Para ser una
noche sin viento, hay mucho movimiento.
Cuatro hombres descienden de los árboles. ¿Sólo cuatro? pienso para mis adentros,
ligeramente sorprendido. Cuando otros cuatro salen por el otro extremo, sonrío
sombrío.
Todos vienen hacia mí a la vez, sin amenazas ni palabras, nada más que un ataque
rápido y mortal. Sé que me superan en número, pero eso no significa que vaya a caer
fácilmente.
No usan las garras, sino armas afiladas. Es interesante, ya que los cambiaformas
apenas luchan con armas y prefieren usar sus habilidades. Un cuchillo me roza la mejilla
y le doy una patada en el cuello al cabrón que lo sujeta, lanzándolo contra el árbol. Me
alejo de sus compañeros y estoy a punto de destriparlo cuando un par de garras se
clavan en mi espalda, hundiéndose profundamente y haciéndome aullar de rabia y dolor.
Me doy la vuelta sólo para encontrarme cara a cara con un Howard burlón.
Antes de que pueda matarlo, tres de los machos me agarran, empujándome hacia el
suelo con una fuerza contra la que no puedo resistirme tan fácilmente.
—Voy a matarte. —Howard me enseña los dientes—. ¡Y una vez que Denziel haya
terminado con esa zorrita, la mataré a ella también! ¿Cómo se atreve a traicionarme?
¿Cree que alguien tan insignificante como ella puede traicionarme? No vale ni para
lamerme la suela del zapato. —Posee una mirada desquiciada mientras escupe—:
¡Debería haberla obligado a presenciar cómo torturaba a sus padres! Pero ahora, voy
a...
Oigo el fuerte golpe antes de que Howard pierda la expresión y se le queden los ojos
en blanco. Cuando se desploma en el suelo, cayendo de bruces sobre el barro húmedo,
Zara emerge de detrás de él, con un pesado ladrillo en la mano y el rostro pálido.
—Bueno. —Sonríe, enseñando los dientes—. ¿Así que a esto es a lo que Denziel ha
reducido la fuerza de élite de mi abuelo? ¿Esto es su pequeño escuadrón de asesinos?
Con la atención de los soldados centrada en ella, aprovecho para levantar la cabeza
y arrancarle la garganta al soldado que tengo más cerca. Mientras gorgotea sangre y
cae al suelo, Zara se abalanza sobre uno de los soldados y yo lucho contra el otro.
—¿Cómo que escuadrón de élite? —exijo saber mientras me limpio la sangre uno de
los lobos muertos de la ropa. No me responde. Está de pie al borde de la fosa, mirando
hacia abajo—. ¿Zara?
Cuando me acerco a ella, veo con qué fuerza aprieta los puños. Los ojos le brillan
con lágrimas no derramadas y, sin embargo, no deja escapar ni una.
—Toda mi familia está ahí abajo —susurra con voz ronca y el dolor patente en ella es
algo despiadado—. Él los deshonró, deshonró sus cuerpos. Les negó un entierro
apropiado. Les negó todo. —Cuando me mira, veo a una mujer que guarda en su interior
un terrible dolor y, a pesar de ello, sus ojos son fieros—. Un día, volveré aquí y enterraré
a todos y cada uno de los míos. Volveré a por ellos.
Puede que no seamos cercanos y que esta mujer sea una extraña para mí después de
todos estos años, pero me acerco a ella y la envuelvo en mis brazos, sabiendo que no
puedo ofrecerle consuelo.
—Sí. Yo te ayudaré.
Sigo esperando que llore, pero no lo hace. Nos quedamos así unos segundos antes de
que ella se aparte y diga bruscamente:
—Van a venir más soldados del escuadrón hasta aquí. Tenemos que irnos.
—No voy a dejar atrás a mis hombres —La miro con dureza.
—¡Corred! —Se oye un rugido familiar y echo un vistazo por encima del hombro para
ver a Seth y a Ray corriendo hacia nosotros. No dudo al ver la sangre que los cubre, y
tanto Zara como yo nos transformamos al mismo tiempo. Ella agarra la mochila con la
boca y empieza a correr por el bosque.
Va un paso por delante de mí, segura de por dónde pisa.
No he visto su forma de lobo en mucho tiempo. La última vez que estuvimos juntos
como lobos, aún estaba creciendo. Ahora, su pelaje es de un liso tono castaño con una
gota de blanco al final de la cola.
Nos persiguen, pero Zara nos conduce por un intrincado camino, zigzagueando y
frenando a nuestros perseguidores. Oigo los aullidos detrás de nosotros, son unos
aullidos furiosos.
—No conocen la existencia de esta cueva —oigo decir a Zara, sólo para darme la
vuelta y verla desnuda mientras rebusca en la mochila. Gruño cuando Seth y Ray
empiezan a girarse.
—¿Y este pueblo? —Señalo uno que parece mucho más cercano a nosotros.
—Será el primer lugar en que Denziel nos buscará —responde Zara, sombríamente
—. Y comerciamos mucho con ellos, así que seguro que me reconocen. Este otro pueblo
está en la dirección opuesta. Hay menos posibilidades de cruzarnos con los soldados.
La estudio.
Sé que Luca había estado entrenando a Zara para que se hiciera cargo de una de las
divisiones de soldados de la manada, pero que nunca había estado interesada en ese
puesto. Nessie acostumbraba a hablar de su amiga con bastante frecuencia. A Zara le
gustaban más los ordenadores. Nunca supe qué pasó con su entrenamiento después de
marcharme. Pero viendo lo hábil que es con un ordenador, es probable que persiguiera
su pasión. Eso no significa que Luca dejara de entrenarla. Habla como lo hace un alfa,
trazando estrategias, concentrada a pesar de su propio dolor.
No me queda más remedio que admirarla. Ajena a los pensamientos que se agolpan
en mi cabeza, Zara levanta la vista.
—¿Y si nos pillan o nos cruzamos con alguien? —la agarro por la muñeca.
Se quita la camisa, sin importarle cómo se está desnudando ante tres hombres, y
vuelve a cambiar de formar. Coge la mochila y cruza la cascada.
Intercambio una mirada con Seth y Ray, que sueltan pequeños quejidos. Sin
embargo, ella conoce este terreno mejor que nosotros, así que no nos queda más
remedio que seguirla.
*** **
—¿Y ahora hacia dónde? —pregunta Zara, cansada—. Pensé que tendríais un comité
de bienvenida esperándoos.
Zara se la sacude y, aunque puedo sentir la preocupación y las dudas que la asolan,
su expresión es tranquila y firme.
—Correcto.
—Sí.
—Has puesto todo patas arriba. Denziel ha contactado conmigo antes que tú.
—Me llamó —murmura Austin, analizando a Zara—. Se presentó como el nuevo alfa y
me aseguró que habías secuestrado a una de sus hembras y matado a algunos de sus
hombres.
Zara
—Déjame adivinar. —Enseño los dientes—. ¿Espera que Jason corte completamente
los lazos con tu manada?
—Eso es lo que dijo. —Austin me mira. Con su pelo castaño oscuro, sus ojos ámbar y
ese aire frío suyo, el alfa de la manada de lobos de Stone Creek es una figura
aterradora. Me sentiría intimidada si no me hubiera criado junto a alfas de gran fuerza.
—No es que no los elijamos —digo, en voz baja—. Es que no hay alfas de nacimiento
dentro de nuestra manada. Todos nuestros alfas han venido de una misma familia.
—Si tienes dudas sobre si abusamos de nuestra posición, puedes comprobar todos
los registros existentes. Los alfas de la manada de River Stone han recibido
entrenamiento y siempre han sido justos en sus tratos y decisiones. Nuestra manada ha
estado entre las más avanzadas de este lado del mundo.
Austin me dedica una pequeña sonrisa.
—Bueno, eso no puedo refutarlo. En cuanto a Denziel, le he dicho que veré qué
tenéis que decir vosotros dos sobre el asunto. ¿Por qué no me lo cuentas por el camino?
La sangre me late en los oídos cuando nos montamos en el jeep y Seth y Ray se
suben al otro.
A medida que atravesamos el pueblo, me doy cuenta de que los rumores sobre este
lugar eran ciertos. Veo muy pocos humanos. Arrow Brooke es conocido por tener una
comunidad principalmente de Otros. Los humanos que viven aquí no saben quiénes son
sus vecinos o son lo bastante listos como para no meterse donde no les llaman.
—Te pregunté por ellos. ¿Desde cuándo una manada de lobos tiene un escuadrón
especial? Ni siquiera cambiaron de forma una sola vez.
Hay momentos de esa noche que nada quiero más que olvidar.
—No sé cómo Howard se ha visto envuelto en todo esto. Siempre ha sido un vago y
ha querido alcanzar el éxito a costa de los demás. Mi madre lo consentía desde que
éramos niños. Si sufría, ella era la primera en consolarlo. Mi padre no hizo menos por él.
Se lo enseñó todo.
—No —digo, escuetamente—. Él... Howard tiene un ego importante. Siempre lo tuvo.
Se matriculó en la misma carrera que yo, seguro de que sería mejor. No pudo soportar
el hecho de que no sólo fui mejor que él en la universidad, sino que acabé siendo su
supervisora en el trabajo. Quería que yo fuera menos que él, algo que no entendí del
todo hasta después de que pasara todo. Si cediéramos a las demandas de Denziel, lo
primero que haría cuando volvamos sería matar a Jason.
—No te confundas. La única razón por la que dejé atrás a toda mi manada es para
quitarle a Denziel lo único que necesita ahora mismo para establecer el control total de
la manada. Mi manada aún me necesita.
Austin no se inmuta.
—Ya que elegiste venir con Jason hasta aquí, eres bienvenida a quedarte, Zara. Sin
embargo, no voy a arriesgar a mi propia manada iniciando una guerra con Denziel.
Mi mandíbula se tensa.
*** ***
—Vosotros dos quedaos aquí —les dice a Seth y Ray, que inmediatamente se
desploman en el sofá, relajados.
Cada guarida se construye de forma diferente, pero hay algunas cosas que siguen
siendo lo estándar. Las guaridas se dividen en diferentes espacios: el espacio de vida
familiar, donde la mayoría de las familias y parejas tienen sus propios cuartos
personales con diferentes habitaciones. Luego están las zonas para solteros, parecidas a
estudios. Los soldados tienen un espacio vital separado. Y la sala común, la cocina y
otros espacios similares son de uso común para la manada. Pasamos por la zona de los
niños. Las guaridas son increíblemente vastas y están construidas bajo tierra,
impenetrables.
—Alguien vendrá a darte algo de ropa —me informa Austin—. Jason, he trasladado
aquí todas tus cosas.
Veo que Jason levanta la cabeza como un resorte y me siento igual de incómoda.
Aunque sabía que ahora era mi compañero, el hecho o la idea de lo que significaba todo
esto no se me había quedado del todo grabada. Ahora me parece demasiado real. Y por
la mirada de Jason, él también empieza a darse cuenta.
—Estoy seguro de que tenéis muchas cosas de las que hablar, pero por ahora, tengo
que pedirte prestado a Jason. Espero que te parezca bien, Zara. Soy consciente de que
este es un lugar nuevo para ti, pero como compañera de Jason, la manada será más que
acogedora.
He perdido mi propia identidad y poder. Quienquiera que sea ahora, en esta manada,
sólo se debe a mi vínculo con Jason. No aparto la mirada del alfa. No seré subyugada ni
bajaré la voz. Mi propósito nunca cambiará.
Jason asiente con la cabeza en mi dirección antes de salir tras Austin.
La puerta del despacho está abierta y me mantengo a una distancia razonable para
que mi olor no les llegué.
—...analista? ¿Zara?
—Es una de las mejores del país. El gobierno intentó contratarla al acabar la
universidad, pero ella rechazó la oferta. Como todos los cambiaformas que trabajan para
sus manadas, se registró como autónoma. Aunque ha estado trabajando con el gobierno
en proyectos a pequeña escala.
Tras las palabras de Austin se hace un silencio y entrecierro los ojos. ¿Cómo ha
encontrado tanta información sobre mí? Mis proyectos con el gobierno son alto secreto.
Sólo mi abuelo estaba al tanto de ellos.
—O sea que es lista —concluye Seth—. ¿Cuál es el problema? Jason también es listo.
Hizo algo de informática en la universidad. Y yo también.
—Seline tiene razón. —La voz profunda de Austin llega a mis oídos—. Durante años,
he intentado robarme a Zara, pero Luca se negaba a permitírmelo. Le ofrecí una
estrecha alianza, pero era extremadamente protector con su nieta. Ahora, aunque
desearía que las circunstancias de su llegada aquí fueran diferentes, Zara va a ser un
activo para esta manada.
—¿Qué vas a hacer con Denziel? —murmura Jason y siento que se me contrae el
pecho ante esta pregunta.
—No te preocupes por eso —dice Austin con claridad—. No vamos a entregarle a
Zara a ese hijo de puta. Aunque me hubiera contactado en busca de refugio, habría ido
en contra de Denziel para traerla aquí. —Después de un momento, suspira—. Luca era
un buen hombre. Y era un alfa aún mejor. Ella tiene su fuerza, lo veo en sus ojos. No va
a ponernos las cosas fáciles.
La ira me arde en las entrañas mientras permanezco en la parte más oscura del
pasillo.
Joder, qué fácil es hablar cuando no es tu manada ni tu familia la que está sufriendo.
Las manos se me cierran en puños, pero tengo que reprimirme y concentrarme en lo
que tengo a mi disposición. Austin me considera un activo indispensable. Puedo
aprovecharme de eso. Tengo que hacerlo.
Esta gente no tiene ni idea de lo desesperadas que están las cosas para esas
mujeres. No las abandonaré. Pase lo que pase.
—E-eh, tú debes de ser Zara. —Está pálida como si le hubiese dado un susto de
muerte—. S-soy T-Thea.
Es una pantera.
Pero hay otro olor envolviéndola, uno que reconozco. Pertenece a Lexion, el macho
que había aparecido con Austin. Al moverse, su blusa suelta se agita contra un vientre
redondeado y me doy cuenta de que está embarazada.
Le doy la mano y me doy cuenta de lo delgada que está. Ella me sonríe tímidamente.
—Sí.
—¿De cuántos meses estas? —Le sonrío, viendo cómo se relaja cuando soy amable.
—De unos seis. —Su mano va a parar a su estómago—. He oído que Jason y tú os
habéis...
—¿Apareado? Sí. —Se me hace raro cada vez que tengo que decirlo.
—Felicidades.
Me sonríe como una futura madre orgullosa, antes de que sus ojos se abran de par
en par.
—¡Oh! —Agachándose a un lado, coge una caja—. Lexi me dijo que necesitarías algo
de ropa. He puesto también algunos artículos de aseo, unos vaqueros de diferentes
tallas y algunas blusas cómodas. Si no te quedan bien, avísame. Estoy en la habitación
306. —Sus mejillas se tiñen de un rojo intenso—. También he añadido unas cuantas velas
aromáticas, por si acaso.
Lo que insinúa no podría ser más evidente y, a pesar de la situación, no puedo evitar
sonreír. Es adorable.
—Gracias.
Intento contener mis emociones, trago saliva y pongo la caja sobre la mesa auxiliar
del salón. Dentro hay un camisón con pinta de cómodo, algunas camisetas, blusas,
vaqueros y un pijama. Cojo el pijama, me dirijo al baño y me preparo para darme una
ducha caliente.
Cuando termino media hora después, veo a Jason sentado a la mesa y con semblante
serio.
—Has vuelto.
Es guapo de un modo convencional, serio y bien parecido. Nunca me cayó muy bien
cuando estaba con Nessie. Siempre fue demasiado protector y posesivo, y nunca quería
compartirla. Con ella era el perfecto caballero, pero recuerdo una vez en que me metió
arañas en la mochila para que llegara tarde a un picnic.
Zara
Me paso los dedos por el pelo húmedo antes de sentarme frente a él.
—¿Qué pasa?
—De acuerdo.
—Mira, voy a ser claro contigo. —Se echa hacia delante con una mirada fija. Puedo
ver una pizca de culpa tras sus ojos azules—. Sé que te di mi marca de apareamiento,
pero no podré darte lo que necesitas, Zara.
Encuentro su mirada.
—¡Au!
—No puedo pasar página —recalca Jason—. Una semana antes de que Nessie
muriera, me hizo prometerle que cuidaría de ti, que, si te pasaba algo, yo estaría ahí.
Entonces no cumplí esa promesa, y así es como he terminado cumpliéndola.
—Ya veo. —No estoy molesta. De hecho, en todo caso, estoy un tanto aliviada.
Él me estudia.
—¿No te molesta?
—Yo tampoco te quiero, Jason. —Le dedico una pequeña sonrisa—. Te respeto y no
puedo más que admirarte, ¿pero quererte? Después de todo lo que he pasado, no creo
que pueda amar a nadie. Me traicionó alguien a quien una vez quise, la persona que era
mi otra mitad. Nunca volveré a correr ese riesgo.
—¿Amargura? —Suelto una pequeña carcajada—. ¿Crees que tengo tiempo para
dejarme consumir por la amargura, Jason? Porque no lo tengo. Ahora mismo tengo otras
prioridades y las emociones como la amargura sólo van a frenarme. Eso es algo que no
puedo permitirme, demasiada gente cuenta conmigo.
—Cuando sean tus seres queridos a los que torturan cada día, cuando veas cómo el
brillo se extingue de sus ojos y seas tú el que tiene que mirar a los ojos huecos de las
madres que han tenido que presenciar cómo ejecutaban a sus hijos pequeños delante de
ellas, tendrás derecho a opinar, Jason. —Jason aparta la mirada y siento desprecio—. Es
fácil decir que no es problema tuyo cuando no es tu gente la que está en juego. Pero ni
soy una cobarde ni me criaron para que ponga la otra mejilla. Haré lo que pueda por mi
pueblo, con o sin tu ayuda. Cueste lo que cueste.
*** ****
Tal vez sea la presencia del vínculo en mi interior lo que me tranquiliza, me hace
sentir protegida y me permite dormir sin una sola pesadilla.
Tardo un momento en recordarlo todo y, cuando lo hago, me cubro los ojos con el
brazo, apretando los labios. Pero las lágrimas llegan igualmente, calientes y cansadas,
cargadas de una pena que me parte el corazón.
Atravieso la guarida despacio, intentando recordar el camino. Oigo los ecos de una
conversación en la sala común. El aire huele a café y huevos, y mi estómago gruñe. Pero
ahora no es el momento.
Salgo fuera y sigo recto hasta llegar a una pequeña masa de agua. Miró por encima
del hombro para asegurarme de que nadie me ha seguido, antes de inspeccionar el
bosque. Unos minutos más tarde, un pequeño lobo gris sale de entre los árboles y me
mira fijamente. Le devuelvo la mirada. Veo la duda en sus ojos, pero cuando le tiendo la
palma de la mano, se acerca tras un instante de vacilación. Dejo que me huela la mano y,
al cabo de un momento, le oigo gemir antes de lamerme la mano en señal de aceptación.
Sonrío.
Me agacho y le froto el pelaje con las manos. Una mirada a sus partes bajas me
confirma su sexo.
—Eres un chico guapo, ¿verdad que sí? —murmuro, en voz baja. Puedo sentir lo
complacido que está por el cumplido—. ¿Me haces un favor? —Le masajeo las orejas y
suelta un alegre rugido.
Me meto la mano en el bolsillo, saco una bolsita de tela cerrada con un cordel y se la
ato al cuello. La siguiente parte es fácil, es algo que he hecho toda mi vida. Le pongo la
mano en la cabeza y visualizo la cara de la persona a la que quiero que acuda el lobo. Se
queda quieto, obediente y meneando la cola; cuando acabo, me lame la cara antes de
darse la vuelta y volver corriendo al bosque.
—Zara.
Cuando Austin me alcanza, su rostro está tranquilo y sin ningún atisbo de curiosidad.
—Me sorprende verte levantada tan temprano —Me estudia con una mirada
penetrante.
Ambos nos estamos midiendo el uno al otro. Es habitual sentirse intimidado por los
alfas, pero ese no es mi caso. He crecido rodeada de hombres poderosos. Aunque Austin
es una fuerza de la naturaleza por derecho propio, hace falta algo más que su aura
dominante para hacerme dar un paso atrás.
—No debería haber llamado a Jason —murmura con los ojos fijos en mí, como si
estuviera estudiando mis reacciones—. Los primeros días del apareamiento requieren de
privacidad.
—Sí. —Austin vuelve la mirada hacia la dirección en la que había huido el lobo, y yo
me tenso—. Pero ahora, ya que él es el segundo al mando, tu posición como su
compañera en esta manada no va a ser menos poderosa. ¿Has pensado en lo que quieres
hacer aquí?
—¿Te refieres a cómo pretendo contribuir a tu manada? —Le enseño los dientes con
una sonrisa afilada.
Sus propios labios se curvan. Sé a dónde quiere ir a parar, no tengo un pelo de tonta.
—Se me dan bien los niños, igual podría darle una oportunidad. —Me encojo de
hombros, despreocupada—. O buscarme un trabajo en la ciudad.
Sin decir nada más y con su misión claramente cumplida, se marcha. Sin embargo,
mientras contemplo cómo se aleja su figura, una sonrisa se dibuja en mis labios.
*** ****
—Se sentía mal por arrancarte de mi lado tan pronto después de nuestro
apareamiento. —Sorbo el café—. Yo estaba destrozada, por supuesto, pero lo disimulé
bien.
Sus labios se mueven ligeramente ante mi tono seco. Sin embargo, la seriedad
sustituye al relámpago de humor en sus ojos.
—¿El qué?
—Vale, pero ten en cuenta que tampoco toleraré que me pongas los cuernos. —
Cuando entrecierra los ojos, alzo una mano—. Antes de que llegues a conclusiones
precipitadas, déjame aclarártelo. Ahora que estamos apareados, si entablas cualquier
relación física con alguien ajeno, se deteriora el vínculo. Deberías saberlo.
—Tomo nota. —Dejo que el silencio se prolongue antes de recordarle—: Aunque los
lobos necesitan cariño, claro.
—Bueno, ya que no vamos a anunciar a toda la manada cuál es la naturaleza de
nuestra relación, tendremos que recibir nuestra dosis de cariño el uno del otro cuando
estemos en público. —Jason se encoge de hombros.
Me bebo lo que queda de café y dejo a un lado el termo vacío antes de coger los
restos del bocadillo.
Jason no tiene motivos para negarse y, conforme me guía a través de la guarida, veo
varias miradas curiosas clavadas en mí, pero nadie se atreve a acercarse todavía. Le doy
un mordisco al bocadillo, fingiendo que no me molesta.
Mientras Jason me habla del sistema de seguridad de la manada, tomo asiento ante
uno de los ordenadores y lo compruebo todo. Enarco las cejas de vez en cuando, pero no
digo ni mu. Tardo una hora en escudriñar esta mierda de sistema que me da ganas de
vomitar. Quienquiera que haya puesto esto en marcha es un idiota.
Me distraigo al oír un golpe en la puerta y, al mirar a Jason, veo que me observa con
recelo.
—Así de mal está el tema, ¿eh? —Austin se mete las manos en los bolsillos,
estudiándome. Los ojos le brillan de satisfacción.
Austin parpadea.
—Pero tú puedes arreglarlo.
—Claro. —Me encojo de hombros, antes de mirar de reojo a los dos adolescentes en
la habitación.
Austin les hace un gesto con la cabeza y ambos se apresuran a salir, claramente
decepcionados por no haber sido incluidos en la conversación.
Austin intercambia una mirada con Jason antes de encontrarse con mi mirada.
—No he dicho que lo vaya a hacer —le corto, con actitud de calma.
No les sonrío.
—Lo haré, pero sólo si negociáis conmigo.
Austin tarda un momento en entender por dónde van los tiros y se le muda la
expresión como si una nube negra se hubiese formado sobre su cara.
—Joder, ¿cómo puedes ser tan desagradecida, Zara? Te salvé la vida y te traje aquí.
¿Y tienes el puto descaro de intentar ponerte a negociar con nosotros?
CAPÍTULO 9
Jason
—Jason —me advierte Austin y cierro el pico, mirando fijamente a la mujer que ahora
es mi compañera.
—No me hagas reír, Jason —habla con tono frío—. No actúes como si me hubieras
hecho un favor. Y en cuanto a ti —Zara centra la vista en Austin—, sé que querías
captarme para tu manada. Eres tú el que saca algo de esto, no yo. Como hembra de esta
manada, no tengo que hacer nada. No puedes obligarme a arreglar tus sistemas; de
hecho, podría dedicarme a embolsar compras en el supermercado. No me gusta que me
usen. ¿De verdad te pensabas que podías sacar partido de mis conocimientos mientras
me hacías sentir agradecida de que me permitáis tal cosa siquiera? Para ser un alfa al
que mi abuelo respetaba, ahora mismo no veo a un hombre al que yo que pueda
respetar.
—¡No, no lo es! —replica con voz cortante y puedo ver a su lobo en su mirada cuando
se pone en pie de un salto para enfrentarse a mí—. Mi manada está sufriendo. Son mi
familia, mi gente y mi responsabilidad. Y no voy a esperar a que no queden más que sus
cadáveres para complacerte. No me hiciste ningún favor, Jason. No me diste esta marca
de apareamiento porque eres un buen samaritano, sino que me la diste para sentirte
bien contigo mismo, para evitar la culpa que sientes por cualquiera que sea la promesa
que Nessie te obligó a hacer.
Doy un paso atrás como si me acabara de asestar una bofetada. Sus palabras han
dado en el blanco.
—¡Te has apareado conmigo y, aunque puede que me rescataras de un mal destino,
me has atado a ti para toda la vida! No esperes que me arrastre a tus pies y te dé las
gracias por cualquier oportunidad que creas haberme concedido —escupe Zara con
dureza—. Si queréis mi ayuda, negociemos. Pero os equivoquéis, no tengo nada que
perder. Ya lo he perdido todo. Lo único que me queda es este valioso conjunto de
habilidades y, a juzgar por el estado en que se encuentra vuestra seguridad, las
necesitáis.
Quiero decir algo, pero no se me ocurre nada. Mi lobo ronronea con aprobación y
orgullo. Esta es mi compañera, esta mujer feroz con ojos centelleantes y una vena
protectora y kilométrica. Aunque eso no quita que me enfade. A pesar de que sé que no
se equivoca, que Austin quiere utilizarla y yo se lo permito, me molesta su sentido de la
lealtad hacia su antigua manada.
Veo el momento en que los hombros de Zara se desploman del alivio. Le tiemblan las
manos y lo esconde cruzándose de brazos.
—La manada ya no tiene salvación, lo que quiero es un refugio seguro para las
hembras. Tráelas a esta manada o, si no puedes hacerlo, dales una forma de escapar. No
necesito ayuda económica, tengo dinero guardado. Sólo necesito una forma de que las
mujeres y los niños escapen ilesos.
—Podemos apañárnoslas, pero no será fácil. Para empezar, quitando a Denziel, todas
las comunicaciones con y desde la manada de River Stone están cortadas. Si irrumpimos
allí ahora mismo, ¿asumirás la responsabilidad de cada soldado muerto de nuestra
manada? —Veo que Zara se tensa y Austin prosigue con voz fría—. Las vidas de los
miembros de tu manada no deberían construirse sobre la sangre de los míos. ¿O es eso
lo que sugieres? ¿Enviar a mi gente allí y hacer que los maten?
—¿Cómo rescatas a alguien que ni siquiera sabe que van a rescatarlo? —contraataca
Austin—. Es un desastre asegurado. Antes incluso de empezar a intentar rescatar a
nadie, necesitamos estar compinchados con alguien de dentro. Si lo hacemos de
cualquier otra forma, la cosa terminará en un derramamiento de sangre, y lo sabes.
Alcanzo a ver cómo Zara clava las uñas en lo alto del brazo cuando responde, firme:
—Sólo para que conste, Zara. —Ella me mira—. Esta también es tu manada.
*** ****
Austin suspira.
—Y no lo estaba. Pero lo cierto es que Zara lo ha perdido todo. Si fuera una simple
venganza, sería más fácil pararle los pies, pero no es eso lo que busca. Lo que quiere es
salvar a las hembras de su manada y está dispuesta a llegar hasta donde haga falta. Es
mejor que la ayudemos a que haga algo que pueda jodernos a todos.
—No. —Mi alfa y amigo de la infancia niega con la cabeza—. Hiciste lo correcto,
Jason. La salvaste de un destino terrible. Si hubiera acabado apareándose con Denziel, o
incluso con su propio compañero predestinado, se habría vuelto loca. Es una mujer
fuerte, se nota, pero se las habrían arreglado para hundirla. —Austin se pone de pie con
una expresión pensativa en el rostro—. Zara va a ser un activo importante para esta
manada, Jason. Es protectora, inteligente y estratégica, incluso bajo presión. Actúa
como si fuera una alfa nata, aunque resulta evidente que su lobo no es dominante, sino
sumiso. Y, a pesar de eso, está dispuesta a arriesgarlo todo y a enfrentarse a mí. La
ayudaremos. Necesito darle una razón para que sea leal a nuestra manada.
—Te cae bien. —Le miro fijamente cuando me doy cuenta de la verdad de mis
palabras.
Austin sonríe.
—Te has buscado una compañera fuerte. Siempre pensé que, como la mayoría de las
mujeres con las que te acuestas son de carácter suave, ese era tu tipo, pero Zara es
buena para ti. Te equilibra.
—Mira, Austin, respecto a lo que hice, el darle la marca… Zara tenía razón, lo hice
principalmente por razones egoístas. Tiene mi marca, pero ella y yo no vamos a... ya
sabes. —Hago un gesto grosero con las manos.
—Espera. —Austin levanta la mano con una expresión extraña en la cara—. ¿Estás
intentando decirme que Zara y tú sólo sois compañeros de nombre?
—Sí.
—O sea que, ¿no querías una compañera pero has acabado teniendo una de todos
modos?
Me siento incómodo.
—No es eso...
—¡Porque tiene que haber una buena explicación a por qué mi segundo al mando se
comporta como si su propia compañera fuera intocable!
—Yo no...
—Y los apareamientos no funcionan así, Jason —me corta Austin, implacable—. Una
vez que le das la marca a alguien, no puedes elegir qué partes de la relación quieres.
Apartarla sólo va a haceros daño a los dos.
—Menudo par estáis hechos, ¿eh? Si creéis que esto va a funcionar, ya te adelanto
que no.
Discrepo en silencio. Si nuestros homólogos humanos se muestran de acuerdo, no
veo por qué no podemos ser civilizados y vivir como si fuéramos compañeros de piso.
—Mi corazón murió el día que lo hizo Nessie, Austin. —Me pongo en pie, inquieto—.
Reconozco que me he llevado mujeres a la cama, pero sólo a compañeras de manada
que entienden mi situación y no me han pedido más. No puedo entregarle mi corazón a
cualquiera. No funciona así.
Austin me estudia.
—Si eso es lo que sientes… Pero recuerda que, aunque Zara es una hembra
apareada, su olor no se ha mezclado con el tuyo y los machos de por aquí lo notarán.
—Señoras. —Me abalanzo yo, no quiero que Zara se sienta abrumada—. Si ya habéis
terminado, me gustaría que me devolvierais a mi compañera.
—¿Es verdad que robaste a la novia, Jason? —pregunta una de las chicas más
jóvenes, Sherry, con los ojos muy abiertos. Sherry está en esa edad en la que el
romanticismo encabeza su lista de prioridades.
—En cierto modo, sí. —Sonríe Zara antes de presionar los labios contra mi mejilla.
Zara se limita a coger un plato y un filete poco hecho de la pila enorme, añadiéndole
unas patatas de aspecto crujiente y mojándolas en salsa. Yo me cojo dos filetes y me
lleno otro plato con patatas, verduras salteadas y pillo una botella de agua para los dos.
La sala común está anexa a un comedor más grande con sillas y mesas, y Zara escoge
una de dos plazas.
—Necesito el currículum de todos los que sepan de informática. Voy a tener que
crear este departamento desde cero. Vuestros chicos van a necesitar formación y hacer
cursillos, y a algunos de los estudiantes más jóvenes se les podría incentivar a pasarse a
la carrera de seguridad cibernética.
—Ah. —Le lanzo una mirada de sorpresa—. Sí que te has puesto las pilas, sólo han
pasado un par de horas.
—Bueno, tenía que mantenerme ocupada con algo. —Se encoge de hombros
Lleva una camiseta roja de algodón de manga larga, que se le adhiere como una
segunda piel, y unos vaqueros. Es una ropa de diario normal para una mujer, no es nada
fuera de lo común, pero tal vez por la forma en que se comporta, sobresale entre la
multitud. Sus movimientos tienen una gracia y una fluidez muy atractivas.
Sintiéndome molesto conmigo mismo por adonde están derivando mis pensamientos,
le echo un vistazo a la mesa de la derecha y reparo en que algunos de los nuevos
reclutas están mirando a Zara. El interés en sus miradas no podría ser más evidente.
—Siguen siendo unos críos, Jason. Y parece que estén a punto de mearse encima.
Zara
Miro el papel que tengo en la mano y suspiro, arrugándolo hasta hacerlo una bola en
mi puño e intentando mantener a raya mis emociones. Hay demasiada rabia y dolor
dentro de mí por esta injusticia.
Erin se entregó para salvar a todas. Ha estado en el calabozo desde que afirmó ser la
única responsable de mi fuga. Y hace dos semanas que llegué aquí. Dos semanas desde
que envié a ese lobo con el mensaje.
No puedo ayudarla.
—¡Joder!
No importa lo que haga, no puedo salvar a Erin. El lobo regresó hoy con un mensaje
y todo lo que sé es que Erin está retenida en el calabozo y que hay un creciente malestar
dentro de la manada. Es imposible que Denziel no ejecute a Erin. Querrá usarla como
ejemplo para disuadir a otros de intentar escapar.
No era exactamente así como quería conocerla, con los ojos húmedos y los vaqueros
llenos de barro. Los labios de Seline se curvan.
—Y tú debes de ser Zara. —Se mete las manos en los bolsillos—. No hemos tenido
ocasión de presentarnos antes. Me fui a la torre mágica cuando apenas llevabas dos días
aquí.
Recuerdo haber oído que su hija, Aurora, estaba un poco débil. A sus seis meses, aún
no había cambiado a su forma animal, algo que los cachorros de lobo hacían al mes de
nacer.
—Siento lo de tu manada —dice Seline con cortesía, pero puedo oír la compasión
sincera que subyace a sus palabras.
—De la manada del River Stone, ¿verdad? —pregunta Sam con lentitud—. Estás muy
lejos de casa. Recuerdo que a tu manada se la conocía antaño como el Valle de las
Cascadas.
Me pongo tensa. Seline mira del uno al otro con una curiosidad transparente.
Veo que Seline quiere indagar un poco más. Sin embargo, la suerte está de mi lado
cuando el sonido del llanto de un bebé llega hasta nosotros.
—Tengo que irme —se disculpa rápidamente—. Nos vemos, Zara. —Se da la vuelta y
empieza a alejarse a toda prisa en dirección a la guarida, sólo para detenerse y gritar
por encima del hombro—: ¿Sam?
Una sonrisa afilada adorna los labios del brujo mientras me estudia.
—Podría decirse que sí, pero eso tú ya lo sabes, ¿no? Quiero decir, siendo quién eres,
no es propio de los tuyos permanecer ajenos a lo que ocurre en el mundo exterior.
—No tengo ni idea de lo que me estás hablando —le respondo con una sonrisa fría.
Sam se ríe, con una mirada intrigada en los ojos.
—Puede que hayas engañado a todos los demás, pero yo sé lo que eres. Ha pasado
tiempo desde la última vez que me topé con un veteres.
—Ay, estoy seguro de que eso no es cierto —responde Sam con tono cordial.
—Por lo que sé, las cinco manadas originales nunca cambiaron de territorio. El alfa
que conocí vivía en lo profundo de las montañas con su manada. Su pelaje era blanco
como la nieve y sus ojos los más azules que he visto nunca. Su hija iba con él, y
compartían las mismas características.
—Puede ser —vacilo—. Pero, aunque la manada estaba al tanto, no lo estaban de las
consecuencias que tendrían la destitución del linaje de sangre alfa.
Claro que mi abuelo y Denziel habían sido buenos amigos. ¿Era posible que el abuelo
se lo hubiese contado? Si Denziel hubiera sabido la devastación que causaría en nuestro
territorio con sus acciones, ¿habría seguido adelante? No puedo estar segura, pero el
que haya estado conspirando para tomarme como compañera apunta a la idea de que sí
lo sabía. Sin embargo, aunque yo fuese su compañera, no sería un verdadero alfa.
Cualquier hijo fruto de mi vientre habría llevado ese título.
—No. —Mi tono es corto y mi lobo hace acto de presencia—. Y preferiría que no se lo
dijeras.
—¿Por qué necesitas mantenerlo en secreto?
—No es asunto tuyo, pero si te interesa saberlo, todas las manadas originales que
aún existen prefieren el anonimato. No revelamos quiénes somos. Así es como se ha
mantenido la paz durante todo este tiempo. Dudo que Austin o Seline sepan siquiera de
la existencia de esas manadas y, por la reacción de tu yerno, no tiene muy buena opinión
de las manadas donde los alfas no son de sangre.
—Lo dudo —respondo con voz dura. Me vuelvo hacia él—. No necesito darles a
Austin o a Jason más medios para intentar utilizarme. Desde el momento en que he
puesto un pie aquí, lo único que han buscado es alguna forma de utilizarme. Mi dolor y
mis sentimientos son irrelevantes. No necesitan más munición.
—Mira, esto es un asunto privado. Que yo sea quien soy no tiene ningún impacto
negativo en esta manada, así que confío en que te lo guardes para ti.
*** ****
Aunque le dije a Sam que no revelara mi secreto, no dejo de mirarme las espaldas, a
la espera de que alguien se enfrente a mí. Ha pasado una semana y he estado ocupada.
Estudio la pila de currículos que tengo delante y siento que empieza a formárseme
un dolor de cabeza. Todos los estudiantes de bachillerato o universitarios de esta
manada están convencidos de que el equipo de ciberseguridad está hecho para ellos.
—¿Has leído el folleto del tablón de anuncios? Tenía escrita la descripción del
trabajo.
Se encoge de hombros.
—Me fijé en el salario y demás, pero pensé que te habías equivocado con la
descripción, ¿sabes? Porque es de segu...
—Menuda mierda.
—Llegas pronto.
Se encoge de hombros.
—Tengo que recoger algunas cosas en el pueblo y pensé que podríamos pillar algo
de comer después de las compras. ¿Te parece bien?
Le dirijo una mirada breve.
Lo veo marcharse enfadado y pongo los ojos en blanco. Levi está en la cúspide de la
madurez y en esa edad peligrosa en la que los chicos se creen que se merecen el mundo
entero. Alguien va a tener que sentarse a charlar con ese chico y enderezarle las ideas.
A pesar de mis reservas, es fácil estar con Jason. Nos comportamos como
compañeros de piso la mayor parte del tiempo. Lo difícil viene cuando estamos con la
manada. Nuestro vínculo puede ser débil, pero el tocarlo cariñosamente y todos esos
besitos breves están construyendo una bola de necesidad dentro de mí. Si he de ser
sincera conmigo misma, nunca he oído hablar de un apareamiento platónico.
Mi lobo está ansioso, necesita más contacto físico. No ayuda el hecho de que Jason
sea tan guapo que noto que se me contrae el bajo vientre cada vez que se pasea por
casa sin camiseta. Sin embargo, nuestro acuerdo se mantiene intacto. No nos somos
infieles y mantenemos las distancias. Él no está interesado en mí y, aparte de la
atracción física, él a mí tampoco me interesa mucho. ¿Cómo podría? Me lo pone muy
fácil.
El único tiempo que pasamos juntos a solas es cuando dormimos en nuestros
aposentos. Se acuesta después que yo y yo suelo despertarme antes que él. Es una
situación conveniente, pero que este último mes me ha llevado a sentirme sola.
Me muestro educada con estos nuevos compañeros de manada, pero no hay nadie
con quien pueda abrirme. Es como ser invisible en un mar de extraños. Mi lobo se siente
miserable, solo. Esta sensación de que este no es mi sitio me corroe por dentro. No hay
nadie con quien compartir mis preocupaciones ni mis miedos. Nadie en quien confiar. Mi
ansiedad está llegando a su punto máximo. Estoy preocupada por mi propia manada.
Me pongo en pie con un suspiro, deseosa de pasar algún tiempo lejos de esta
guarida.
—Uy —Los ojos le brillan con diversión—. Toca noche de cita, ¿eh?
Estoy a punto de responderle cuando abro la puerta del garaje y veo a Jason
hablando con otra compañera de manada. No es algo que me moleste hasta que la
expresión de Alex se endurece.
—Oh, oh.
—¿Qué?
—Esa es Patricia.
—¿Patricia?
—¿Jason nunca te lo ha contado? —Alex me mira por el rabillo del ojo con voz queda
—. Antes de ti, Jason y ella eran amigos con derechos. Y, a ver, no son relaciones que nos
tomemos en serio. Todos necesitamos algo de cariño y es sólo sexo, pero se veía una
chispa entre Jason y Patricia. Él siempre acababa volviendo a ella.
Miro fijamente a la pareja y, cuando veo cómo Jason le sonríe a la mujer, se me forma
un extraño nudo en la boca del estómago.
Cuando Patricia le pone las manos a Jason en el pecho con tanta familiaridad, surge
en mí una oleada de irritación.
—Eh, tal vez deberías ir a marcar tu territorio —susurra Alex—. Puede que no sepa
que...
Todo mi mundo se queda en silencio cuando veo cómo Patricia ríe suavemente antes
de ponerse de puntillas y besar a mi compañero en la boca.
CAPÍTULO 11
Zara
Jason no rechaza el beso. Para cuando ella se aparta, riéndose, ya voy de camino
hacia ellos, con Alex pisándome los talones.
—¿Y tú eres?
Por la agudeza de sus ojos, sé que tengo razón. Patricia me sonríe con una sonrisa
gatuna.
—Ya, bueno. —Ladeo la cabeza—. Seguro que tampoco te dijo que no me gusta ni un
pelo la infidelidad.
—Tengo ojos en la cara —digo, con fuerza—. Si fuera tú, quitaría las manos de
encima de otra mujer cuando tu compañera está aquí mismo.
Jason no retrocede.
Mi opinión de los hombres ya es baja después de todo lo que he vivido, pero había
conseguido respetar a Jason hasta cierto punto. Ahora mismo, no siento más que asco.
Le miro fijamente.
—Y yo que pensaba que no eras como los hombres de mi manada. Supongo que hacía
falta que me demostraras que estaba equivocada, ¿no?
Jason se queda blanco como el papel al oír lo que insinúo y sus manos se retiran al
instante de la cintura de Patricia, quien se ríe con ligereza.
Sus ojos se entrecierran ante mi evidente rechazo, pero antes de que pueda decir
palabra, me doy la vuelta y empiezo a alejarme.
—¡Zara!
Oigo a Jason correr detrás de mí, con frustración patente en la voz, pero no me
detengo. Apenas he puesto un pie fuera del aparcamiento cuando me alcanza. En cuanto
su mano me agarra del hombro, le agarro la muñeca y se la retuerzo, empujándole
contra la pared.
Pero Jason es el segundo al mando por una razón. Antes de que pueda siquiera
parpadear, nuestras posiciones se invierten y me inmoviliza contra la pared ahora,
reteniéndome las manos por encima de la cabeza y los ojos reducidos a diminutas
rendijas.
Me pitan los oídos por la forma en que me tiene cautiva, unos recuerdos oscuros se
me asoman a la cabeza. La respiración se me entrecorta y mi ansiedad aumenta ante
esta agresión. Sé lo que viene a continuación.
Levanto la rodilla para clavársela en la ingle, pero él la esquiva, dando un paso atrás.
Tardo un segundo en sacar el cuchillo militar que guardo bajo la camisa y le apunto con
él. Noto todo el cuerpo tembloroso.
—Aléjate de mí —respondo, mi lobo está cargado con una tensión rígida. Ese apretón
en las muñecas me resulta demasiado familiar, es motivo de demasiadas pesadillas. Lo
último que necesito es un recordatorio de la forma en que Howard me utilizó.
—Guárdate el cuchillo —me advierte Jason, observándome—. Hablemos.
—No quiero. —La respiración me sale irregular—. Vuelve con tu novia. Hemos
terminado.
Su mandíbula se tensa.
—¿Viejos amigos o follamigos? —replico con frialdad. Cuando no dice nada, aprieto
los labios—. Prometimos no ser infieles, pero si te supone un problema guardártela en
los pantalones, acude a mí. —Antes de que pueda decir nada, continúo—: Estamos
apareados. No siento amor por ti, pero me has atado a una vida de celibato, algo que va
contra natura en nuestra especie. Si decides no permanecer célibe, o acudes a mí o
ambos satisfacemos nuestras necesidades físicas en otra parte. Y estoy segurísima de
que no tendré problemas en encontrar a alguien dispuesto a ayudarme.
Una expresión atronadora le cruza el rostro y da un paso hacia mí.
—Repite eso.
—No intentes la táctica de intimidación conmigo. No soy una de tus soldados. —Le
miro a la cara con dureza—. Empújame a ello y pronto descubrirás que puedo repartir
tan bien como recibo.
—¿O sea que besarse no se considera infidelidad? —pregunto con frialdad—. Está
bien saberlo. Si ese es el caso, empezaré a repartir besos a diestro y siniestro.
—Eso haré. —Retiro la mano con desprecio—. ¿Crees que estoy indefensa y que
puedes aprovecharte de mí? ¿Que me iré a llorar a mi habitación sin hacer nada al
respecto? Jamás derramaré una sola lágrima por un hombre, Jason, métetelo en la
cabeza. Ni dejaré que un hombre intente tomarme el pelo.
—Patricia y yo solíamos ser amigos con derecho a roce. Pero ella siempre ha sido
coqueta y pensé que el beso era inofensivo. De haber sabido que no lo aprobarías, no
habría dejado que me tocara. —Debe de ver la duda escrita en mi cara porque su voz se
torna sombría—. Hablo en serio. Y, por si sirve de algo, a Patricia la está cortejando el
analista de su empresa, que es de una manada aliada. Puedo presentártelo, ha venido
con ella para que conozca a sus padres.
—Pues vale. Tampoco es que tenga ni voz ni voto en el asunto, pero si a partir de
ahora veo más saludos amistosos como éste, empezaré a saludar a todos los hombres de
la misma manera.
—Soy una hembra apareada —le digo frunciendo el ceño—. Claro que me pica la
necesidad. Y no es motivo para sonreír, sigo cabreada contigo.
—De acuerdo, vale. Lo siento. Nada de besar a nadie más que a mi propia
compañera.
Me estudia.
—Tal vez.
—Me he tomado el resto del día libre, así que igual podemos ir al pueblo como
habíamos planeado.
Sé que tengo que darle un poco de margen y no ser tan dura con él y, a diferencia de
lo que solía hacer Howard después de una pelea, Jason trata de contentarme y se
muestra juguetón. No hay empujones, ni gritos, ni enfurruñamientos, que es a lo que
estoy acostumbrada.
** ****
El viaje al pueblo resulta más educativo que otra cosa.
Arrow Brooke no es un lugar enorme, pero le va bien como centro de negocios, dada
su ubicación. Lo primero que hago es comprobar mi saldo bancario. Por suerte, había
abierto otra cuenta hace un par de años, aparte de la que se proporcionaba a todos los
miembros de la manada. Nunca se lo conté a Howard, así que, cuando embargó todos
mis bienes, mantuve mis ahorros intactos.
Sin embargo, vivo con el temor constante de que encuentre mi libreta de ahorros. De
entre todos los documentos que me apañé para traer conmigo, olvidé ese tan
importante. Miro fijamente el abultado número del cajero automático y la preocupación
me invade.
Vacilo.
—¿Sabes dónde puedo abrir otra cuenta bancaria y transferir todo este dinero sin
una libreta de ahorros?
Alza las cejas y espero que me haga varias preguntas, pero se limita a asentir.
—Claro, ven.
—Se ha acabado lo de haceros más favores, lobos. Seline me echó del bar la otra
noche...
—Porque estabas manoseando a una de las camareras, Marvin. —Jason retira la silla
para que me siente. Siempre me sorprenden estos pequeños gestos suyos—. ¿Qué
esperabas? ¿Una copa a cuenta de la casa? Guárdate las manitas para ti.
—No me digas que se te resbaló —le advierte Jason—. Y discútelo con Seline.
Mientras tanto, mi compañera quiere abrir una cuenta bancaria.
—Yo no...
Marvin hace una mueca y murmura algo desagradable en voz baja. Cuando inicia el
proceso, tomo la palabra:
—Necesitas una.
—Estáis hechos el uno para el otro, ¿eh? —Sin embargo, pone a trabajar sus dedos
vuelan sobre el teclado—. Tienes que volver a emitir una libreta de ahorros en tu
sucursal principal —me informa.
—Marvin, no me hagas romperte los colmillos otra vez —amenaza Jason con tono
agradable e interrumpiendo lo que sea que el vampiro hubiera estado a punto de
soltarme.
—De acuerdo. Te ayudaré a activar tu banca online, pero voy a necesitar tus datos
personales.
Me mira extrañado.
—Bueno, pues alguien intentó acceder a tu cuenta hace más de una semana con un
cheque. El importe era por todo el saldo bancario que había dentro.
—¿Seguro?
—Lo pone aquí mismo. —Marvin hace un gesto hacia la pantalla—. Pero devolvieron
el cheque porque las firmas se parecían, pero no lo suficiente, y al director del banco le
pareció sospechoso.
La única persona que conoce tan bien mi firma como para poder copiarla con cierta
exactitud es Howard.
¡Será cabrón!
—Tengo que hacer unas llamadas, pero creo que podremos transferir tu dinero.
Unas llamadas se traducen en medio día y ya es de noche cuando Marvin me entrega
unos documentos.
—Tuve que acelerar todo el proceso, cosa que no debería ser posible. Por suerte, el
que el director de tu sucursal te conociera tan bien fue de gran ayuda. La solicitud de
transferencia ha sido aprobada y el dinero debería estar en tu nueva cuenta mañana por
la tarde. Podrás recoger tu tarjeta de débito y tu libreta de ahorros en un par de días. —
Se reclina en su silla—. ¿Puedo irme ya a casa?
Yo también estoy cansada y estiro los brazos sobre la cabeza cuando salimos del
banco.
—Qué estresante.
—Pero el trabajo ha quedado hecho —me recuerda Jason a mi lado y con las manos
en los bolsillos.
—Gracias a ti. —No soy tan arrogante como para no dar crédito a quien se lo merece
—. Gracias por ayudarme con esto.
Echo un vistazo a su cara de perfil. Es guapo y puedo sentir cómo mi lobo se hincha
de orgullo por haber encontrado una pareja tan fiable y atractiva. Recuerdo mis propias
palabras de esta tarde, básicamente le sugerí que tuviéramos sexo, y él no había
rechazado la idea exactamente.
—Cuando dijiste de ir a cenar, pensé que te referías a una hamburguesa con patatas
fritas, no a... lo que sea esto.
—Llevas tanto tiempo encerrada que he pensado que ésta sería una velada
agradable para ti. —Jason sigue al maître hasta una mesa y me retira la silla—. Ni
siquiera te hemos comprado nada de ropa todavía.
Es extraño que sea tan amable conmigo. No es que haya sido un capullo hasta ahora,
pero este comportamiento me parece algo fuera de lo normal en él. Lo estudio, recelosa,
preguntándome qué estará tramando.
Me encojo de hombros.
—La mayoría de los solicitantes se fijan en el sueldo y nada más, así que hay muchos
candidatos, pero no muy cualificados.
—Quizá deberías intentar modificar la oferta por unas prácticas no remuneradas de
momento. De este modo, quienes estén realmente interesados en este campo podrán
presentar su candidatura —sugiere Jason.
—Bien pensado —murmuro—. Lo tendré en cuenta. También tengo que solicitar los
permisos de software. Hay mucho que hacer, tengo que darte la lista que necesito.
Hace que ponga las cosas en perspectiva. ¿Estoy ahora mejor? Puede que esta
relación sea platónica y que no reciba amor ni afecto de ella, pero ¿merece la pena
sacrificar esas dos cosas si me respetan de esta forma?
Parpadeo, sin haberme dado cuenta de en qué momento había llegado el camarero.
—Yo tomaré lo mismo, pero que sean dos hamburguesas para mí.
—Estoy creciendo —protesta. Cuando resoplo, pone los ojos en blanco—. Ya veremos
si quedas saciada con una hamburguesa.
Este pique amistoso que me relaja. Se echa hacia delante y está a punto de decir
algo cuando le empieza a sonar el móvil. Mete la mano en el bolsillo, se saca el teléfono
y responde a la llamada, quejándose.
—Más vale que esto sea importante... —Su expresión se vuelve sombría en un abrir y
cerrar de ojos—. ¿Cómo que está aquí? —La persona al otro lado dice algo que hace que
Jason se ponga tenso—. ¡Pues échalo a la calle! ¡No voy a llevarla de vuelta mientras él
esté allí! —La frustración y la ira crecen en su rostro antes de gruñir finalmente—: Vale.
Vamos para allá.
Jason
—¿Por qué está él aquí como enlace de la manada? —murmura—. Ni siquiera Denziel
sería tan estúpido de hacer tal cosa después de que intentara matarte. Aquí está
pasando algo más.
Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que Zara me haya reclamado tan
abiertamente hoy. Mi lobo está loco de emoción. La posesividad que mostró debería
haberme molestado, pero no fue así. Nos llevamos bien la mayor parte del tiempo, es
una chica inteligente y aguda, y eso es algo que admiro. Pero no la deseo. He intentado
mantenerla a una distancia prudencial, pero eso tampoco funciona.
Austin tenía razón. Es difícil luchar contra la atracción que crece entre nosotros
últimamente, es sólo la naturaleza siguiendo su curso. Sin embargo, cuando amenazó
con besar a otro hombre, se me nubló la vista de celos. No me había dado cuenta hasta
entonces de cómo interpretaría las travesuras de Patricia. La decepción en los ojos de
Zara me había golpeado con fuerza. Nunca me había preocupado ganarme la aprobación
de una mujer, pero enfrentarme a la decepción de Zara provocaba un sentimiento feo
dentro de mí.
¿Ser amigos con derecho a roce con mi compañera? Al principio estaba en contra de
la idea, pero después de lo de hoy y sabiendo que hay muchas posibilidades de que se
busque a otro para que satisfaga sus necesidades, tengo que planteármelo. No quiero
oler a otro macho en ella.
Pero ahora que Howard ha vuelto… Le lanzó a Zara una mirada de reojo, que se
encuentra mirando por la ventanilla con expresión sombría. No parece muy contenta
con este giro de los acontecimientos y ha dejado claro su odio hacia Howard. Sin
embargo, al pensar en la larga historia que comparten, aprieto el volante con las manos.
La sola idea suena ridícula en mi cabeza, pero ¿y si consigue usar de baza ese pasado e
influir en los sentimientos de ella?
—Zar...
—No voy a volver —dice en voz baja, de repente—. Pase lo que pase, no voy a volver.
El jeep se detiene con un chirrido, aprieto el freno con el pie y me giro para mirarla,
sorprendido.
Cuando me mira, el miedo que veo en sus ojos está en estado puro y caigo en la
cuenta de que Zara rara vez se muestra vulnerable conmigo. O con cualquier otra
persona. Siempre está tan segura de sí misma, tranquila y serena… A pesar de todo lo
que le ha pasado, aún no la he visto derrumbarse.
—Zara —hablo con tono tranquilo—, tienes mi palabra. No te va a pasar nada. Sea
cual sea el verdadero propósito de Howard para venir aquí, no lo conseguirá. Nadie se
lo permitirá. Eres parte de esta manada, no importa que tú elijas creer lo contrario.
Sus ojos escrutan los míos, como buscando la verdad, antes de apartar la mirada.
—Tengo a una persona, pero ahora mismo la vigilan con demasiada atención. Mi fuga
ha puesto nerviosa a demasiada gente. Temen que haya sentado un precedente.
—Si tú te escapas, no hay nada que les impida a las otras hembras hacer lo mismo.
Pero si un miembro de la manada desea abandonarla, no se le puede impedir.
—No tienes que ver a Howard —le digo—. No tienes que encontrarte con él.
—No seré una cobarde —sisea Zara—. Quería que me mostrara débil ante él. No le
daré esa satisfacción.
—Te conoce desde hace mucho tiempo —digo finalmente, con mi propia voz cargada
de tensión—. Se dará cuenta de que nuestros olores no se entremezclan.
—Ya sabes por qué. —La miro con dureza—. No finjamos que no está aquí con un
motivo oculto en mente.
Mi lobo está infeliz para cuando por fin entramos en el aparcamiento de la guarida. Y
apenas me he bajado del jeep cuando Lexi y Seth irrumpen en el garaje.
—Ya era hora. ¿Por qué habéis tardado tanto? —refunfuña el primero.
—¿Cómo pinta la cosa? —Salgo del coche y miro a Seth, que le está abriendo la
puerta a Zara.
—No lo sé —Seth parece sombrío—. Apareció con otros tres hombres y una hembra.
Comparten alojamiento.
—¿Qué hembra? —Ante la mirada cautelosa de Seth, Zara entrecierran los ojos—.
¿Qué hembra?
—¿Como que comparten alojamiento? ¿Qué quieres decir? —exige saber con voz
ronca.
—Estaba… Mira, Zara, Howard la trajo aquí para joderte. Pase lo que pase, no
puedes dejar que vea que te afecta.
El gemido que se escapa de los labios de mi compañera y que hace que casi se caiga
al suelo, me hace estrecharla entre mis brazos. Tiene la mirada empañada de dolor y mi
lobo aúlla de miseria. No llora por sí misma, pero sí por su gente.
—Ya se nos ocurrirá algo, Zara —aseguro con firmeza, tratando de tranquilizarla.
—No creo que debas ir a su encuentro —murmura Seth—. Lo primero que preguntó
Howard fue dónde estabas y se mostró bastante engreído. No creo que sea cierto que
esté aquí como enlace. Si quieres mi opinión, a mí me parece una estratagema para
volver a clavarte las garras. Conoce tus debilidades.
—Tengo que ver a Erin —Zara habla con voz ronca cuando finalmente se separa de
mí—. Tengo que asegurarme de que está bien.
—Seth tiene razón. —La miro—. Vamos a llevarte a nuestra habitación y yo iré a ver
qué trama Howard. Has llegado muy lejos por tu manada, Zara. No dejes que eche a
perder todos tus sacrificios. Tu gente te necesita.
Zara no protesta, pero mientras observo cómo se aleja, siento que una fría oleada de
ira me invade. Howard sabe cómo apretarle los tornillos. Se trajo a Erin aquí para
torturar a Zara y usarla como moneda de cambio. Su propósito es llevársela de vuelta.
No soy ningún idiota.
Pero Denziel no puede tomarla como su compañera hasta que yo desaparezca del
escenario, y ni siquiera él será tan estúpido como para hacer enfadar a una de las
manadas más fuertes de la región. Entonces, ¿a qué juega?
Mi ira es feroz y crece por segundos. El sonido que había emitido Zara había sido el
de un animal herido. No puedo quitármelo de la cabeza, sigue resonándome en los
oídos. Es sólo mi compañera de nombre y, sin embargo, el tormento que le infligieron
me enfurece. Quiero derramar la sangre de Howard por haberle puesto esa expresión en
la cara. Intento no ahondar en por qué su dolor me enfurece. No siento lástima, sino una
furia aterradora.
—¿Y Zara?
—Acaban de irse para dejar sus cosas. Se les ha dado la habitación de invitados al
otro lado de la guarida. Austin no quería correr el riesgo de que se tropezaran con Zara.
La mirada de Ray es toda la respuesta que necesito, pero antes de que pueda entrar
en la habitación, me dice en voz baja:
—Le han hecho algo, Jason. Tenía los ojos vacíos. Está destrozada. No podemos dejar
que se la lleven.
Hay una chispa de desesperación en su voz que me hace lanzarle una mirada afilada.
—No cometas ninguna locura, Roy. Por ahora, nuestra prioridad es proteger a Zara.
Llamo a la puerta y abro sin esperar la respuesta de Austin. Éste levanta la vista de
su escritorio.
—¿Después de amenazar a nuestra manada para que nos entreguéis a Zara y a mí?
—La amiga de Zara, Erin —digo de forma abrupta—. Fue una de las mujeres que
ayudó a Ray y Seth a escapar.
—No me extraña que no dejara de sonreír y mirar a Erin mientras preguntaba por
Zara.
—No creo que estén aquí para aliarse con nuestras manadas —digo, tenso.
—Yo tampoco —admite mi alfa—. Pero según las reglas de los cambiaformas, no
puedo mandarlos a tomar viento. Hay que darles las mismas oportunidades a las
manadas para que intenten formar una alianza. El tiempo mínimo que pueden quedarse
es de dos semanas. Le dije que no sería bienvenido más allá de esas dos semanas y su
respuesta fue que ese era todo el tiempo que necesitaba.
Me hundo en el asiento.
—Esto no está bien, Austin. ¿Qué dijiste cuando preguntó por Zara?
—Le dije que había salido con su compañero. La expresión en su cara era
despiadada.
—No me sorprende. —Siento cómo se liberan mis garras—. Estuvieron juntos cerca
de una década. Aunque estuviera dispuesto a entregársela a Denziel, no significa que
haya dejado de ser posesivo con ella. Era su compañera predestinada.
—Claro que no —resopla Austin—. Se puso a despotricar sobre sus derechos como
enlace y bla bla bla, y que puede escoger a su mediador. Tuve que enseñarle que, como
alfa, tengo derecho a rechazar cualquier petición de ese tipo. Lo emparejé con Lexi. A
Lexi ya no le cae bien y, comparado con él, Howard parece un niño.
—Debió de ser un duro golpe para su ego —digo con sorna. Austin hace un sonido
afirmativo—. ¿Y los hombres que están con él?
—Tomo nota —murmura Austin—. Supongo que asignaré más gente a este grupito.
—No va a parar hasta llegar a Zara. —Me siento agitado—. Quiere que vea a Erin y
así usar a su amiga contra ella.
—Zara no se irá con él, si eso es lo que te preocupa —me asegura Austin con
firmeza, dando golpecitos con los dedos sobre su escritorio—. No es de las que se dejan
llevar por sus emociones. Seguirá con su plan.
—Entonces nos aseguraremos de que Erin y Zara no se crucen. Y de que nadie más
de ese grupo vea a Zara.
—¿Y qué le impide a ella buscar a Erin? —Me encuentro con la mirada de mi alfa.
—Bien. —Me pongo en pie—. Me pegaré a su lado como pegamento. Voy a ver cómo
está. Estaba muy alterada.
Escucho pasos al acercarme a la puerta. Cuando la abro, veo a Howard de pie al otro
lado con una mueca de desprecio en la cara.
CAPÍTULO 13
Zara
—No tienes que ir conmigo a todas partes. —Miro a Jason, que se encuentra
tumbado en la cama y sin camiseta—. ¿No deberías haberte ido a hacer lo que sea que
hagas tan temprano por la mañana?
Se sienta, estirando los brazos, y no puedo evitar que mis ojos contemplen su suave
pecho desnudo y esos músculos gruesos. Siento que el bajo vientre se me retuerce de
necesidad y aparto los ojos.
—¿Necesito tener una razón para querer pasar tiempo contigo? —Jason se me queda
mirando, pero no soy idiota.
—Sí. —Me quito la camiseta larga con la que duermo. No llevo sujetador ni bragas y
tardo un momento en oler la espesa excitación que flota en el aire.
Cuando echo un vistazo por encima del hombro, veo a su lobo a las puertas de sus
ojos.
—¿Qué?
—No puedes hacer un mini striptease delante de mí y después preguntarme qué
pasa —gruñe, acalorado.
Oigo crujir la cama, pero no le doy importancia y saco una camiseta azul de entre la
ropa perfectamente doblada. Acabo de agarrar un par de vaqueros cuando siento un par
de manos grandes sobre mis caderas desnudas.
—Vuelve a la cama.
Me quedo paralizada.
—Fuiste tú quien empezó. —Su mano se desliza por mi cadera hasta mi vientre
desnudo, que se estremece bajo su tacto ardiente—. Si juegas con fuego, te quemas.
Al sentir sus dedos bailando sobre mi piel desnuda, tengo que reunir cada gramo de
autocontrol que poseo.
Cuando su boca baja hasta la mía, me preparo mentalmente para empujarlo y decirle
algo desagradable, pero en el momento en que sus labios se presionan sobre los míos,
todo pensamiento coherente se esfuma.
Siento un calor abrasador cuando aprieta su cuerpo contra el mío, cuando siento su
pecho contra el mío y sus labios devorándome con una dulzura que me roba la
capacidad de pensar. No tiene que hacer mucho para que abra la boca para él y, cuando
lo hago, su lengua se sumerge en ella, lamiendo y explorando, marcando su territorio.
Este calor me distrae y mi cuerpo anhela más de él. Mi lobo gime de necesidad, con
un sonido de sumisión ante su lobo dominante. Me siento pequeña y femenina en los
brazos de este hombre. Nunca me había sentido así.
Su polla está dura bajo los calzoncillos. Siento el roce de su dureza contra mi centro
cuando empieza a mecerme hacia delante y hacia atrás sobre su miembro cubierto. Dejo
escapar un gemido contra su boca mientras siento que la humedad empieza a gotear de
mi sexo.
Pero no se detiene ahí, y mi cuerpo tiembla mientras frota la polla contra mí,
excitándome, y su boca le hace el amor a la mía. No se muestra agresivo, casi como si su
lobo supiera que ahora necesito dulzura y persuasión.
—J-Jason —jadeo por fin cuando su boca me recorre el cuello y desliza la mano hasta
acariciarme el pecho.
—T-Tienes… T-tie…
No me toca ahí abajo con las manos y, cuando caigo flácida contra él, me sostiene. El
corazón me late desbocado cuando su voz divertida llega a mis oídos.
—Cerdo.
—¡Si oigo correr el agua de la ducha, me uno a ti! —grita desde el otro lado de la
puerta.
—No quiero que Howard piense que tú y yo no tenemos una relación como dios
manda. —Jason encuentra mi mirada con firmeza—. No tenemos que darle más
munición de la que ya tiene.
Hago una pausa ante sus palabras, luchando con esta repentina decepción.
Cuando sonríe, parece que estoy hablando con otra faceta totalmente distinta de
Jason. Me hundo en la silla.
—Cerdo.
—No.
Dejé mi taza a un lado, despacio.
Tiene razón.
—Entonces, ¿qué significa esto? —Cuando Jason tuerce los labios, entrecierro los
ojos—. No voy a acostarme contigo.
—Porque... —No tengo una explicación adecuada, pero ¿cómo le digo que es
demasiado intenso? Cuando me toca, es demasiado. No puedo soportar lo que me hace
sentir.
Parece reticente.
—La hay. Podemos dormir desnudos uno al lado del otro. Si eso es lo que quieres,
podemos hacerlo.
Trago saliva.
—Ya tengo muchas cosas de las que preocuparme. Ahora mismo no quiero sumarle a
esa pila de cosas que nos acostemos juntos. No creo que esté lista para ello.
*** ****
—Siempre he podido. —Le dirijo una mirada cortante—. Y ahora no vayas de cotorra
por ahí, va en serio.
Jason hace una mueca.
Suspiro.
Pero Erin es otra historia. Tengo que llegar hasta ella. Si puedo, tengo que ayudarla
a escapar.
He intentado evitar pensar en Erin durante toda la noche, pero no fue fácil. Sabiendo
que estaba en la guarida, sufriendo, ¿cómo iba a dormir?
No he visto a los otros tres varones, pero por lo que Jason me contó de ellos, deben
de ser del escuadrón de élite. Howard está tramando algo, pero no sé el qué.
Tiene los ojos vacíos y unas heridas superficiales le cubren las manos. No me mira,
es casi como si no pudiera.
—¿E-Erin?
—Estoy hablando contigo. No te molestes con la criadora. Sólo la hemos traído para
entretenernos.
—¿Criadora? —Pensé que sería capaz de controlar la ira dentro de mí, pero está
hirviendo—. ¡Esta es la mujer que solía darte clases cuando tenías trece años, pedazo de
escoria inútil!
—Será mejor que cuides el tono que usas conmigo, zorra, o te pondré de rodillas a ti
también. Se me da bastante bien...
Estoy a punto de darle un rodillazo en la entrepierna cuando se escucha una voz fría
que llega desde la puerta.
—¿Que vas a hacer qué? —La voz me resulta familiar y me giro para ver entrar a
Seline, con los ojos brillantes—. Repítelo.
Howard parece haber recuperado el sentido común, pero mira a Seline con desdén.
—Dejémosle así.
Ni siquiera me importa lo que acaba de hacer, me abalanzo hacia Erin y le agarro las
manos.
Pero mi amiga se queda ahí plantada como un cascarón vacío, como si no percibiera
nada.
—No lo sé. Debe de haber sufrido algún trauma. Parece haberse encerrado en sí
misma.
—¿Qué está pasando? —Ray y Jason irrumpen en la habitación.
—¿Qué le pasa?
—No —El sonido de la voz de Austin me hace mirar hacia la puerta—. Déjala en paz.
—Pero...
—No podemos hacer nada por ella hasta que sus compañeros de manada lo
permitan. Hay unas reglas.
—Ya has roto una regla cardinal al herir al enlace —explica Austin con frialdad—. ¿Te
has propuesto empezar una guerra, Seline? —Cuando su compañera se estremece,
añade con voz tensa—: Quiero ayudar a esta chica, pero ahora mismo cualquier paso
que demos puede malinterpretarse.
—Dejad que me la lleve a otro sitio. Howard está inconsciente y puedo ayudarla a
escapar.
—No.
—¡No puedes hacer esto! —estallo, aterrorizada—. ¡¿Acaso sabes lo que le está
haciendo?! ¡¿Lo que todos ellos le han hecho?!
—Puedo imaginarme que ha sido de una brutalidad tremenda —intercede Austin, con
calma—. Pero tienes que analizar la situación desde fuera, Zara. Si das un paso en falso
ahora mismo, todas las demás hembras de tu antigua manada podrían sufrir las
consecuencias. Si quieres ser una líder, tienes que pensar y actuar como tal. No
permitas que tus sentimientos te lleven a precipitarte.
Jason se me acerca.
—Vámonos.
Sintiéndome vacía y perdida, dejo que las manos inertes de Erin resbalen de entre
las mías mientras Jason me aleja y una lágrima se desliza por mi mejilla.
CAPÍTULO 14
Zara
Llaman a la puerta y alzo la vista. Se trata de una chica joven, de unos veinte años.
Cuando pasa al despacho, por un instante, asumo que viene por el trabajo. No
recuerdo si hoy tenía programada alguna entrevista. Abro la boca para decir algo
cuando ella me tiende un papel, sonrojada.
Tiene las mejillas coloradas y reconozco el brillo en sus ojos: amor de cachorrillo.
—Aléjate de él —le digo con frialdad—. Y de cualquier otra persona de ese grupo,
¿entendido?
—¿Qué? —La miro fijamente—. ¿Que sería cómo? ¿Quién ha dicho eso?
Tardo un minuto en situar a esta chica. Cuando llegué aquí, formaba parte del grupo
de chicas adolescentes que me rodearon y que consideraron mi apareamiento con Jason
una proeza romántica. Por supuesto, no había compartido ningún detalle lúgubre con
ellas.
Sintiéndome frustrada, la agarro por los brazos, justo cuando se abre la puerta.
La chica suelta un grito de sorpresa ante la ferocidad con la que me acerco a ella
cuando de repente me apartan de ella.
—¡¿Qué demonios está pasando aquí?! —gruñe Jason. Me empuja a un lado mientras
mira a la chica—. Rory, ¿estás bien?
Rory está a punto de echarse a llorar, pero no siento ninguna compasión por ella. La
nota que me ha traído está en el suelo y, sin pensarlo dos veces, le doy un puntapié para
lanzarla debajo de la mesa, fuera de la vista.
Espero que Jason comprenda la situación, pero, en lugar de eso, me lanza una
mirada capaz de helar el Ártico.
—¿Y eso a ti qué te importa?
Lo miro, boquiabierta.
—¡Lo que haga Rory no es asunto tuyo y te dije que te mantuvieras alejada de
Howard! —Jason suena furioso.
—Sabiendo lo que sabes, ¿no tienes problema en dejar que esta joven se acerque a
Howard? —pregunto lentamente.
—Lo que digo —Jason se pone delante de Rory con gesto protector—, es que no es
asunto tuyo. Parece más bien que te importa que Howard le eche el ojo a otra mujer.
Sus palabras son como una bofetada en la cara y doy un paso atrás, aturdida.
—Ah, no. Sí que tengo algo que decir. —Doy un paso hacia él, le pongo las manos en
su pecho y lo empujo hacia atrás—. Apártate de mi vista.
Jason entrecierra los ojos.
—Pero ¿qué le has dicho? —Jason suena enfadado cuando me mira mientras consuela
a Rory.
—Será mejor que pienses dos veces lo que vas a decir a continuación, porque no me
haré responsable de mis actos —hablo con una voz peligrosamente fría.
Frunciéndome el ceño, agarra a Rory y se marcha, no sin antes lanzarme una pulla
por encima del hombro:
¿Una charla? ¿Cree que soy una niña que se porta mal y a la que hay que poner en
su sitio?
Me cabrea que piense eso de mí. No recuerdo haberle dado ninguna razón para
dudar de mí.
Iba a hacerle caso a Jason y confiar en él. Pero está claro que sus propias intenciones
y razones eran deshonestas. Me he permitido relajarme demasiado. Esta es, y siempre
será, una situación a la que tengo que enfrentarme sola. Iré a ver qué quiere decirme
Howard. Por lo menos, me haré una idea de la verdadera razón por la que vino aquí.
No sabía que Seline tuviera su propio despacho, pero, claro, es la hembra alfa. Thea
se encuentra sentada en el sofá. Fue ella quien me trajo hasta aquí.
—Porque Jason —escupo su nombre— sólo quería que me alejara de Howard porque
cree que siento algo por él. Y Howard le ha comido la cabeza a Rory con la misma
tontería. Vino a mi despacho como si estuviera buscando pelea, como si hubiera ganado
un premio y me estuviera advirtiendo que me mantuviera alejada su chico. Intenté
avisarla cuando Jason apareció y ella rompió a llorar. Él se puso como una moto, se
comportó como si le hubiese pegado a la chica y después me acusó de estar celosa.
¿Entendéis por qué no quiero meter a Jason en esto?
Seline mira hacia abajo para observar a su hija, que está ocupada mordiéndole la
cabeza a un peluche.
—Jason debería tener más sentido común. En cuanto a Rory, las adolescentes y sus
hormonas dan un miedo que te cagas.
—Que te cagas por la pata —interviene Thea—. ¿No deberíamos advertir a las
hembras de nuestra manada para que se mantengan alejadas de esos machos? A juzgar
por todo lo que he oído de ti y de Lexi, no quiero que ninguna hembra de nuestra
manada se acerque a esa gente. Son capaces de cualquier cosa.
—¡Exacto! —Señalo a Thea—. Eso intenté decirles a ella y a Jason, pero ambos se
comportaron como si fuera yo la loca.
—Avisaré a todas las hembras. Las más jóvenes son más propensas a caer rendidas a
sus encantos, así que dependerá de las hembras maternas asegurarse de que no se vean
atrapadas en una situación sin retorno —el tono de Seline es lúgubre.
—¿Estás segura al cien por cien de que es buena idea ir? —Seline me estudia—.
¿Qué puede ser eso que tiene que decirte?
—Tú no le conoces como yo. —Empujo lejos la silla en la que me estaba apoyando,
frustrada—. Howard puede ser un puto vago, pero es arrogante y manipulador. ¿Por qué
crees envió a Rory a buscarme?
Cuando Seline guarda silencio, me vuelvo hacia ella con la respiración agitada.
—Cuando levantó las cabezas decapitadas de mis padres delante de mí y arrojó sus
cuerpos a la fosa, supo que todo lo que yo sentía por él había muerto junto con mi
familia, pero no le importó. Lo que le importaba era el poder y el control que tenía sobre
mí. Se deleitaba con el odio en mi mirada cuando me obligaba a meterme en su cama.
Le gustaba el control; todo esto siempre ha tenido que ver con el control para él. Sabe
que no me pondré celosa si se acuesta con otra mujer. El pasado que compartimos solo
me hace odiarlo aún más, pero quiere que sepa que es capaz de destruir esta manada
también, yendo a por las hembras y haciéndoles daño.
—¡No podéis pararlo! —siseo, pasándome las manos por el pelo—. Hay tres machos.
Eso significa que, si les dan sus marcas de apareamiento a tres hembras de vuestra
manada, tendréis que renunciar a ellas, condenándolas a sabiendas a una vida de
esclavitud. ¿Habéis pensado en eso?
Seline se pone pálida. Es evidente que no lo había pensado. Seguro que pensaron
que Howard no se atrevería a hacer algo así, pero no le conocen.
Hubo un tiempo en que yo creí conocerle, pero me demostró que estaba equivocada.
Sin embargo, las semanas que pasé con él tras la masacre, me han hecho hacerme una
idea de lo retorcida y enferma que es su mente.
—Tengo que ver qué es lo que quiere, porque conozco los gestos que lo delatan
mejor que nadie. Es muy posible que pueda averiguar sus verdaderas intenciones.
—¡Oye! —Seline se interpone entre nosotras con los ojos entrecerrados en señal de
advertencia—. Nosotras no somos el enemigo.
Thea asiente.
—Esto es lo que podemos hacer —murmura Seline—. Me traeré a Sam conmigo, nos
sentaremos en la otra mesa y enmascararemos nuestros olores para asegurarnos de que
Howard se piense que estáis solos.
** ****
Una vez concretado el plan, vuelvo a mi despacho. Se está haciendo tarde, así que
me desvío a la sala común para cenar algo y me tropiezo con Alex y Tammy, la curandera
de la manada, que parecen tensas.
La expresión de Tammy es un tanto distante. Alex, sin embargo, no parece estar muy
convencida de algo.
—No diría que nos peleamos. Él me acusó de cosas y yo le eché a patadas. Parece
que quiere una compañera que sea recatada y baje la voz cuando habla delante de él. —
Se me tensa la mano alrededor del cucharón de la sopa mientras me la sirvo en un plato
hondo—. Escogió a la mujer equivocada, si eso es lo que se esperaba.
Alex suelta una carcajada cortante.
—Bueno, pues el número de veces que me ha dicho que vigile mi tono cuando le
hablo… puedo contarlo con las dos manos.
—Yo diría que de Rory. Vino a mi despacho a intentar provocarme hablando del
abusivo de mi ex.
Tanto Tammy como Alex están blancas como el papel cuando termino de enumerar la
futura vida de ensueño que le espera a Rory si sigue por este camino.
Espero que se marchen por donde han venido, pero a Alex le tiemblan los ojos y, de
repente, se abalanza sobre mí para darme un abrazo de oso.
—Lo siento mucho. Las cosas deben haber sido horribles para ti.
—He oído cosas por aquí y por allá sobre la muerte de tus padres y una rebelión,
pero no hay nadie que suelte prenda.
Si pensaba que Tammy y Alex me dejarían comer sola en mi despacho, craso error.
Se sirven comida en sus propias bandejas y me siguen. Mientras comemos, me
interrogan con delicadeza, obligándome a confesar partes de mi historia y, cuando los
ojos se les llenan de lágrimas y me llueven abrazos reconfortantes, me es difícil
mantener la compostura.
No voy a mis aposentos esta noche, sino que prefiero dejar una nota sobre la mesa
antes de volver y encerrarme en el despacho. No tengo valor para enfrentarme a Jason,
que me miró fijamente a los ojos y me acusó de estar celosa.
Jason
La nota garabateada con su letra está arrugada en un rincón del dormitorio, donde
la tiré en un arrebato de ira.
Siempre se me ha conocido por tener la cabeza fría, pero desde el momento en que
esta mujer entró en mi vida, no paro de meter la pata y ponerme como un basilisco
demasiado rápido. Sé que exageré esta tarde en su despacho. Pero la sorprendí
diciéndole a Rory que se alejara de su ex y Rory no tenía motivos para mentir. Y aunque
le advertí que se mantuviera alejada de la delegación de la manada de lobos del River
Stone, Zara no tenía por qué agarrarla así.
Me pongo de lado, pero la culpa no me deja dormir. Ni siquiera tiene una cama en el
despacho y odia dormir en el sofá de nuestro salón porque es demasiado duro. ¿Cómo va
a descansar en el suelo, que es probablemente donde está acostada? ¿Le han dado una
almohada o algo?
Me incorporo y suelto un largo suspiro, frotándome los ojos con las manos,
sintiéndome cansado. Aparto a un lado la manta que me cubre la mitad inferior y salgo
de la cama. Si no puedo dormir, será mejor que haga algo constructivo.
Es Zara.
Me acerco a ella mientras estudia un papel. Sin embargo, cuando rodea el cuello del
lobo con los brazos y mueve los hombros de forma irregular, me quedo quieto.
¿Está llorando?
Una parte de mí quiere ir su lado, mientras que la otra duda. Tengo la sensación de
que no se alegrará mucho de verme. La veo secarse los ojos antes de escribir algo en un
papel y atar el mensaje a una cuerda alrededor del cuello del lobo. Cuando él se aleja
corriendo, ella se endereza y observa su marcha.
Mi pregunta provoca que me aseste un puñetazo en las tripas que hace que todo el
aire abandone mi cuerpo y jadee.
—No me pongas las manos encima —sisea.
—Joder, qué mal carácter tienes. —Me froto la zona, fulminándola con la mirada.
—Pues vete a buscar a alguien que se doblegue a todos tus caprichos —gruñe—. Y ya
que estás, puedes aprovechar para irte a tomar por culo.
Comienza a avanzar por el bosque, hacia la guarida. Bueno, por lo menos ya no llora.
—Sólo quiero hablar. —Cuando veo que cierra el puño, le agarro las muñecas de
inmediato—. Intentemos usar palabras esta vez.
Hay ira en sus ojos, pero debajo de eso, veo que está dolida.
—Escucha —suelto un largo suspiro—, sentémonos a hablar. Deberíamos aclarar las
cosas...
—No hay nada que aclarar. —La expresión en su mirada es despiadada—. ¿Crees que
voy a tragarme esta estrategia tuya de una de cal y otra de arena? Un minuto estás
intentando fingir que las cosas van bien entre nosotros para meterte en mis bragas y al
siguiente me lanzas acusaciones y me dices que «vigile mi tono». —Da un paso al frente
para mirarme cara a cara, con ojos duros—. Déjame que te aclare una cosa, Jason. No
me importa cuál sea tu papel en mi vida, un compañero que parece creerse superior a
mí no me sirve de nada. Lo mejor sería que te mantuvieras alejado de mí de una puta
vez.
Me paso los dedos por el pelo y resisto el impulso violento de romper algo por la
frustración.
—¿Todo bien?
La voz de Austin a mis espaldas me sobresalta. Le miro por encima del hombro.
—Como si no lo supieras —murmuro con amargura—. Nunca hago nada bien cuando
se trata de Zara.
—Bueno —Austin se pone a mi lado—, acusarla de seguir interesada en su ex es una
forma segura de joder las cosas.
—¿Y por qué lo hiciste? —Me observa con calma—. He estado escuchando algunas
cosas sobre tus expectativas de subordinación por parte de Zara.
Me pongo tenso.
—Su actitud....
—No es eso. —No sé cómo expresar mis sentimientos con palabras—. Es que es...
—Vuestro vínculo es débil y eso hace que tu lobo se sienta inseguro. Eso es lo que
está pasando.
Aprieto la mandíbula.
—Intenté consumar....
—¿Y no cayó rendida en tus brazos como esperabas? —su tono es seco.
—Tampoco hace falta ser un capullo.
—No estoy siendo un capullo. —Mi alfa parece divertido—. Es sólo que para ser un
hombre que nunca ha tenido problemas para cortejar a una hembra, te estás luciendo
con tu compañera.
—¿Quieres decir que no se deja engañar por tu encanto y unas palabras bonitas? —
Se ríe—. Viene de una familia de alfas. Tu compañera es una hembra muy fuerte, es una
hembra dominante con un lobo sumiso, pero que sabe mantenerse firme. No es alguien
a quien debas subestimar. Deja de hacerlo y gánate su confianza.
—No veo a Zara volviendo con un hombre que le arrebató todo. Sólo puedo imaginar
la humillación que siente de que pienses tal cosa de ella.
—Eso deberías decírselo a Zara —murmura él con voz seria—. No rompas la frágil
confianza que te tiene. Esta hipervigilancia y paranoia se debe a que ninguno de los dos
ha hecho nada por fortalecer el vínculo que tenéis dentro. Ella nunca llegó a darte la
marca de apareamiento, ¿verdad?
—Si yo lo he notado, ¿crees que Howard no? ¿O cualquier otra persona? Espabila,
Jason. Esto ya no es una relación platónica. Tu lobo está al límite y Zara y tú necesitáis
arreglar cualquier problema que esté surgiendo entre vosotros dos antes de que vuelvas
a hacer algo impulsivo.
** *****
No veo a Zara en toda la mañana, pero como tengo que ir a ocuparme de unos
asuntos al pueblo, le digo a Seth que vigile a Howard. No quiero que ese cabronazo
escurridizo le cree problemas a mi compañera. Aunque teniendo en cuenta que Zara
está encerrada a cal y canto en su despacho, dudo que eso ocurra.
Acabo de recoger los documentos que necesitaba cuando veo a Sam entrando en un
café con Seline. Un momento después, veo entrar a Zara.
Entrecierro los ojos y estoy a punto de cruzar la calle cuando veo entrar a otra
persona.
A Howard.
Mi lobo gruñe.
¡No! No se atrevería.
Zara alza la mirada para observarle y, cuando se sienta frente a ella, no se lo impide.
No puedo distinguir su expresión, pero Howard parece engreído.
Mi mano se enrosca alrededor del archivo que tengo en la mano. Mi ira es una cosa
despiadada.
Le dije que se mantuviera alejada de él, ¡y aquí está ella, reuniéndose con él en
público! Él le desliza algo por la mesa y ella abre lo que parece un sobre. Ahora están
hablando, y Zara tiene una expresión extraña. Veo que Howard le tiende la mano y, a
estas alturas, puedo esperarme cualquier cosa de Zara, pero, para mi sorpresa, coge un
tenedor del cubertero que tiene al lado y lo apuñala en la mano.
La sigo con la mirada, sin saber qué pensar de toda esta situación. Una parte de mí
está furiosa porque haya ido a encontrarse con Howard a mis espaldas, y la otra siente
curiosidad por saber qué ha pasado.
Espero a que Howard salga cojeando y con expresión retorcida. Acaba de doblar la
esquina cuando lo agarro por el cuello y lo arrastro a un callejón oscuro.
Le golpeo la cabeza contra la pared del callejón. La sangre me galopa con furia y
siento a mi lobo en los ojos.
—¡Todavía me quiere! —Se ríe con burla—. Incluso después de todo lo que le hice,
todavía me quiere...
—No parece que te quiera mucho con el escarmiento que te ha dado —me burlo.
—Porque le repatea, pero al final del día, sigue siendo mía. Tengo algo que ella
quiere.
—No tienes nada que quiera. —Me satisface el aroma de su sangre allá donde le
atraviesan mis garras—. Y, aunque lo tuvieras, yo no soy como tú. No voy a entregarle
mi compañera a nadie.
—Ya puedes intentar todo lo que quieras, que ahora Zara es mi mujer.
—Ya veremos. Esa zorra vendrá arrastrándose hacia mí de un modo u otro —dice por
lo bajini.
Me inclino hacia él, con los labios curvados en una sonrisa cruel. Con una mano le
cubro la boca y con la otra le retuerzo el brazo. Su grito queda ahogado contra mi
mano.
Con eso, le empujo y salgo del callejón con expresión apacible, pero la mandíbula
apretada. No me detengo en ningún sitio y vuelvo directo a la guarida.
Necesito hablar con Zara. ¡¿Por qué concertó un encuentro con Howard cuando le
dije que se alejara de él?!
—¿Por qué?
Cuando pasa por mi lado sin decir palabra, no la detengo y me quedo con la mirada
perdida en el lugar donde estaba hace un instante.
Me ha mentido.
Zara
—Creo que deberías calmarte, Zara —dice Thea, con la preocupación patente en su
voz—. Esto ya te lo esperabas, ¿no?
—Thea tiene razón. —Seline suena más tranquila, pero no puede ocultar la ira en
expresión.
—Debería haberme mantenido alejada de él. Debería haber escuchado a Jason. Esto
no ha servido para nada. Lo único que he conseguid a cambio fueron esas imágenes.
¿Ahora cómo se supone que voy a sacármelas de la cabeza?
Erin.
Está usando a Erin contra mí, prometiéndome que todas las personas que me
importaban, incluida Marie, serán las siguientes. Esas imágenes... quiero vomitar.
—Quiere que estés alterada —advierte Seline, mientras Sam nos observa.
—Dijiste que habías contactado con alguien de dentro. ¿Qué te han dicho?
—No voy a ceder a sus demandas —siseo—. ¿Te perdiste la parte en la que lo
apuñalé?
—Necesitas pensar con la cabeza fría, Zara. Howard está decidido a usar tu relación
disfuncional con Jason en tu contra. Necesitáis arreglar las cosas con urgencia.
—Es tu compañero —insiste Thea con suavidad—. Sé que no quieres, pero no existe
el orgullo entre compañeros. Ambos tenéis que ceder.
Sí que intentó arreglar las cosas esta mañana. A lo mejor yo debería hacer lo mismo.
*** ***
No soy una experta cocinera. Es lo único que se me da fatal, pero no creo que cocer
pasta sea difícil.
Se antoja extraño estar haciendo esto cuando mi última conversación con Jason no
fue precisamente agradable, pero estoy cansada de las peleas. Quizá mantener una
conversación arregle las cosas entre nosotros. No es que tuviéramos una relación muy
cercana, pero al menos éramos civilizados el uno con el otro.
Noto los hombros tan pesados con esta carga que llevo encima que siento que me
voy a romper en cualquier momento. No tengo a nadie con quien compartir esta carga,
nadie que me consuele o me diga que lo conseguiré, que este sacrificio merece la pena.
Cada día es más duro que el anterior, pero sigo arrastrándome hacia delante,
recordándome a mí misma a todos los que esperan que los salve.
Suelto un suspiro tembloroso y me presiono los ojos con las manos, tratando de
regular mi respiración. Estoy agotada.
Algo me roza el costado y suelto un grito ahogado, solo para ver a Jason, que me
mira con una expresión extraña mientras apaga el fogón.
—Has cocido la pasta de más —se limita a decir.
Miro la olla, agitada, y me doy cuenta de que tiene razón. Ha quedado todo pastoso.
—Mierda —juro, resistiendo el impulso de lanzar la olla al suelo—. Sabía que era
mala idea intentar cocinar.
—¿Y por qué estabas haciéndolo? —Me da un codazo, cogiendo la olla y escurriendo
el agua—. Ya hay comida en la sala común.
Observo cómo prueba la salsa que hierve a fuego lento en la otra olla.
—Vamos, que sabe a mierda. —Intento quitarle la salsa—. Olvídalo. Vamos a...
—Relájate, Zara. —Coge unas cuantas cosas del armario y empieza a hacerle algo a
la salsa.
—Bueno, la pasta se ha echado a perder.
Sin embargo, Jason parece ser capaz de arreglarlo todo. Pone la pasta reblandecida
en un plato, le echa la salsa por encima y le espolvorea un poco de queso antes de
meterlo en el pequeño horno bajo los fogones.
—¿Por qué no coges unos platos mientras yo voy a por algo de beber?
Obedezco, preguntándome por qué está tan tranquilo ahora. Parecía un poco
apagado esta tarde, poco después de que yo volviera del pueblo.
En menos de veinte minutos, la mesa está servida con una botella de vino tinto frío y
nuestros platos de pasta.
—No me digas. —Se ríe Jason, haciendo que levante la cabeza como un resorte, pero
veo que solo me está mirando con curiosidad.
—Mira, sobre lo que pasó antes, nada de lo que dije iba en serio. Reaccioné de forma
exagerada. Eres mi compañera y debería haberte preguntado qué ocurrió. Es
importante que haya confianza entre nosotros.
Al decir esto último, levanta la vista hacia mí y veo que sus ojos buscan algo en los
míos. Esta noche está raro, aunque no sabría decir qué es lo que me desconcierta. Abro
la boca para contarle lo de mi encuentro de hoy con Howard, pero decido no hacerlo en
el último momento. Sé que no se lo va a tomar bien.
—¿Cómo va tu trabajo?
—Ya veo —dice en voz baja—. ¿Y dónde piensas dormir esta noche?
—No lo sé.
—No vuelvas a dormir en tu despacho. —Su mirada se encuentra con la mía—. No
me gusta.
Por alguna razón, sus palabras hacen que me palpite el corazón y que desvíe
rápidamente la vista a mi plato.
—Vale.
Mientras comemos, intento encontrar algo de lo que hablar, ya que esta incomodidad
me está dificultando digerir la comida. Por suerte, Jason rompe el silencio.
—Espero que estés haciendo algo más que trabajar todo el tiempo. —Cuando le miro,
tiene una expresión seria en la cara—. Se te da bien el combate cuerpo a cuerpo. ¿Has
pensado en entrenar con los soldados? Sería una forma de seguir practicando y de hacer
ejercicio. No te estás integrando muy bien con la manada, precisamente, y, en cierto
modo, este es tu nuevo hogar.
Me pongo tensa.
—No intento decirte lo que tienes que hacer, Zara, pero vives en un estado de
preocupación constante. Eres una nueva miembro de la manada y, a pesar de las
circunstancias actuales, deberías relajarte y conocer a los demás. Hacer algunos
amigos.
—¿Como quién?
—Eh. —Intento pensar—. Alex y Thea. Seline y yo nos llevamos bien. Y a veces hablo
con Tammy.
—Vale, ¿por qué no organizas una noche de pelis con ellas? —sugiere Jason de
repente, cogiéndome por sorpresa.
—Sí que tienes —me interrumpe—. Tienes tiempo mientras esperas a recibir más
información. No quiero que te escondas mientras Howard se mueve por la manada a sus
anchas. Deberías tener tu propio grupo de amigos que te cubran las espaldas.
—¿Por qué de repente estás tan preocupado por mí? —Le lanzo una mirada.
—Eres mi compañera.
—¿Y?
—Y sean cuales sean nuestras diferencias, no quiero que prives a tu lobo del afecto
de la manada. Has pasado por un infierno y las cosas no te van mejor precisamente. Tu
lobo necesita que lo calmen. Por lo general, ese es el trabajo de un compañero, pero es
obvio que no quieres que nos toquemos ni con un pal...
—Y luego acordamos retomar esa conversación y revisar nuestros términos, cosa que
te negaste a hacer.
—Mira, no voy a obligarte a nada —suaviza la voz—. Si quieres mantener las cosas
platónicas...
—No es eso. —Aprieto los dientes, intentando permitirme ser vulnerable ante él. Me
siento demasiado expuesta.
—No voy a presionarte, Zara —me asegura Jason con firmeza—. Para hacer nada.
Pero sí que necesitamos algo de confianza entre nosotros que no está ni cerca de
hacerse realidad.
—¿Adónde vas?
—¡No te he pedido que me des espacio! —Como no dice nada, me acerco a él hasta
que apenas quedan unos centímetros entre nosotros—. ¿Qué quieres, Jason? —Cuando
no me contesta, una fría sospecha se me forma en la boca del estómago—. —¿Vas a
buscarte a alguien más porque yo no...?
—No.
—Si quieres que nos acostemos juntos, podemos hacerlo. —Le agarro la cara y
aprieto mis labios contra los suyos, furiosa.
Sin embargo, lo que debería haber sido un beso sin pasión, se vuelve uno caliente y
pesado, que hace que se me encojan los dedos de los pies. Noto la resistencia de Jason
durante un segundo antes de que me acerque más a él y me meta la lengua en la boca.
Todo mi cuerpo se tensa de necesidad; esta química explosiva entre nosotros me vuelve
loca. Mi mala hostia desaparece, sustituida por una necesidad despiadada. Tal vez se
deba al estrés constante que he ido acumulando, pero lo deseo. Lo quiero en mi cama.
Quiero que me folle hasta que no pueda pensar.
Intento tirar de él hacia la cama, pero Jason no está por la labor.
Aunque puedo oler su excitación, se aparta con la respiración agitada y los ojos
oscuros.
—No.
—No me deseas.
—No me refería a eso. —Retrocede un par de pasos como si intentara aclararse las
ideas—. No quiero que te sientas obligada a hacer nada si no estás preparada.
Me detengo en seco. ¿Por qué parece que eso le disgusta? Tiene una expresión de
agitación en la cara que me molesta.
Cuando oigo cómo se mueve el pomo de la puerta, me apresuro hacia ella para
abrirla. Debe de ser Jason.
—Jas…
Me quedo congelada cuando a quien veo es a Howard ahí plantada. Me dedica una
sonrisa burlona.
—¿Problemas en el paraíso?
—Sólo he venido a darte algo. —Me lanza una cajita a los pies—. Toma.
—¿Qué es esto? —pregunto con recelo. A juzgar por el brillo de diversión maliciosa
en sus ojos, no puede ser nada bueno—. No lo quiero.
—¿En serio? —Parpadea—. ¿No quieres un registro del arresto y ejecución de tus
padres? Lo tengo todo en vídeo. Así tuvo que hacerse por órdenes de Denziel. Ahora
puedes ver todo lo que tuve que hacerles a tus preciados padres. Antes tenía la
intención de perdonarte la vida, pero ya no veo razón para hacerlo.
—Está todo ahí —se mofa Howard—. Hasta sus últimos segundos. Y también está la
profanación...
—¿Qué está pasando aquí? —Dos mujeres mayores se detienen ante nuestra puerta y
los ojos se les abren de par en par al vernos a Howard y a mí. Con las caras sonrojadas,
pasan rápidamente de largo y Howard se limita a sonreír.
—Ups.
Por fin se marcha, pero el daño ya está hecho. Soy consciente de los rumores que
circulan por ahí. Patricia no se ha mordido la lengua a la hora de hablar de la pelea que
tuvo lugar en el aparcamiento y los compañeros de manada no han tardado en empezar
a ver a través de la fachada que Jason y yo hemos montado.
Pero nada de eso me importa ahora mismo. Miro fijamente la caja de aspecto
inocente que yace en el suelo a mis pies.
Es tarde.
Jason
Lo he fastidiado todo.
—¿Estás bien?
Ella se estremece.
Thea y yo no estamos muy unidos. Puede que sea la compañera de Lexi, pero su
llegada a esta manada se produjo en circunstancias difíciles y ella y yo nunca estamos
de acuerdo.
Me espero que pase de largo y siga con su camino, pero aquí se queda.
—Deberías ir a verla —habla ella con voz tensa—. Algo va mal. Está en su despacho y
la he oído llorar, pero no me deja entrar.
—Gracias. —Me apresuro a pasar junto a ella en dirección al despacho que está al
otro lado de la guarida. De camino, paso por la sala común, donde dos hembras
maternales me detienen.
—¡Jason!
—Tengo que irme —les digo, intentando pasar de largo, pero Florence me bloquea el
paso con expresión seria.
—¿No puede esperar? —Mi lobo se pone ansioso ante la idea de haber hecho llorar a
nuestra compañera. El hecho de que Zara haya derramado lágrimas significa que la
lastimé más de lo que imaginaba.
Las dos mujeres intercambian una mirada y es Lubna la que toma ahora la palabra.
—Ese delegado estaba dentro tu casa y con Zara en lo que parecía una posición muy
íntima.
Lubna le lanza una mirada a su compañera, pero no dice nada para contradecir sus
palabras, sino que se limita a añadir:
—Sinceramente, no entiendo por qué te apareaste con ella para empezar si ya había
hembras de lo más adorables en la manada. Es infantil, grosera y extremadamente
irrespetuosa. Es decir, ¡¿invitar a tu ex a los aposentos que compartes con tu
compañero?! ¡Qué desvergüenza!
—Florence...
Pero la mujer ha cogido carrerilla y levanta cada vez más la voz, atrayendo la
atención de las pocas personas que quedan en la sala común.
—No tiene ninguna clase y no sé qué hizo para convencerte de que te apareases con
ella cuando está claro que ese chico tan encantador estaba locamente enamorado de
ella. Prácticamente estaba entre sus brazos...
—Ese chico encantador del que hablas no es trigo limpio y si le ves cerca de mi
compañera en el futuro, deberías asegurarte de que no se queda a solas con él, en lugar
de intentar llenarme los oídos en contra de ella.
—No —digo con tono cortante—. Voy a dejar una cosa clara: si escucho una palabra
acusatoria más en contra de Zara, tendremos un problema. No intentéis armar drama
porque sí. Si Howard estaba con ella nuestro cuarto, se lo preguntaré. Y lo que pasa en
nuestro dormitorio es asunto nuestro. No hagáis suposiciones sobre nuestra vida de
pareja apareada.
Con la sangre hirviéndome en las venas, dejo atrás a las dos mujeres, boquiabiertas,
mientras mi cerebro intenta digerir la noticia de que Zara ha dejado entrar a Howard en
nuestro espacio personal. ¡¿En qué estaba pensando?!
Reduzco el paso mientras pienso en lo que me dijo Thea. Escuchó a Zara llorando.
Ojalá hablara conmigo y me dijera lo que le pasa por la cabeza. Es la segunda vez
que Zara se encuentra con Howard en mi ausencia y una parte de mí empieza a creer
que hay algo más, que no ha sido capaz de deshacerse de sus sentimientos por Howard.
Pero a otra parte de mí esa le parece una idea ridícula. Mi lobo desea a su compañera y
yo me siento dividido. En contra de mi buen juicio, me dirijo a su despacho y llamo a la
puerta.
—¡Vuelve más tarde! —Un voz ronca y familiar se deja oír desde el interior.
Me tenso.
—Zara, soy yo.
Se hace el silencio al otro lado antes de oír cómo algo que se mueve. La puerta se
abre un par de minutos después, apenas un resquicio. Veo la cara de Zara y se me
revuelven las tripas al verle los ojos enrojecidos, las manchas de lágrimas en las mejillas
y la mirada hueca.
—¿Estás sola?
Se limita a asentir.
—¿Estás bien?
—Chupi guay —intenta decir con sarcasmo, pero se le rompe la voz, solo un poquito,
lo suficiente para que yo pueda captarlo y el corazón se me cierre en un puño.
Pero no la escucho, abro la puerta a la fuerza, cogiéndola por sorpresa para que no
pueda defenderse. Al entrar, lo primero que noto es que la pequeña pantalla LED de la
esquina está apagada y su silla de oficina está girada hacia ella. A un lado, veo que hay
un reproductor de CD enchufado.
—¿Qué estás mirando?
—¡Te he dicho que no quiero que entres aquí! —Me empuja de repente hacia la
puerta, pero algo no me encaja. Su actitud roza la histeria y tiene los ojos brillantes por
las lágrimas—. ¡Largo!
—¡No!
Los conozco.
Los vi muchas veces cuando era joven, cuando iba a visitar a Nessie.
Pero la pareja que recordaba había sido joven y todo sonrisas. No se parecen a estas
dos personas con la cara hinchada y unas heridas tan crueles que hacen que me arda el
estómago.
—¡Tú no lo entiendes!
La agarro de las muñecas con una mano y se las aprisiono por delante de ella
mientras aprieto su espalda contra mi pecho. Está temblando y tiene los ojos húmedos.
Nunca la había visto tan destrozada y eso me está matando.
—Zara, no hay necesidad de que veas esto —suavizo la voz—. No sirve para nada
más que para hacerte daño a ti misma.
—Tú no lo entiendes —repite, con la voz ronca por las lágrimas—. Esto es todo lo que
tengo de ellos. Me quitó todo lo demás. Ni siquiera tengo una foto suya.
—¡Ya te encontraré yo una! —le prometo. Mi lobo aúlla de rabia por las lágrimas que
le corren por las mejillas—. Te encontraré una foto, te prometo que lo haré.
—Tengo que ver por lo que pasaron —su voz es más débil ahora—. Él... ese hijo de
puta los torturó. Puedo soportarlo. Puedo...
—Pero no tienes por qué hacerlo —murmuro contra su sien mientras sus forcejeos
empiezan a amainar—. Tienes mil recuerdos con los que vivir. Pero no con esto, esto sólo
está pensado para hacerte daño.
—No lo destruyas —dice finalmente, con una voz tan diminuta que es desgarrador.
—No lo haré, pero no puedes quedarte con esto. Lo guardaré en algún sitio.
—Fue Howard quien te dio esto, ¿no? —Como no contesta, le pregunto—: ¿Fue hoy
en el café o cuando apareció justo después de irme yo?
—Te vi.
—Ya veo. —Zara se limita a mirar al suelo, como si no tuviera fuerzas ni para
levantar la cabeza—. Me lo dio ahora mismo. M-me explicó lo que era, que había
grabado la captura de mis padres, su tortura y su ejecución. Se reía, en el vídeo se reía
mientras... mientras.... —Se le quiebra la voz al verse incapaz de terminar la frase.
—Escúchame, Zara. Howard quería hacerte daño. Quería que sufrieras. —Cuando le
caen las lágrimas, siento como si alguien me desgarrara el corazón—. Le haré pagar por
esto. —Le limpio las lágrimas con los pulgares, con el lobo asomándome en los ojos y
gruñendo dentro de mí, furioso—. Le haré lo que les hizo a tus padres. Gritará una y
otra vez sin que nadie venga a ayudarle. Haré pedazos a ese hijo de puta por lo que te
ha hecho pasar.
Zara no es débil, pero ahora mismo se está desmoronando y no sé cómo volver a unir
las piezas de su corazón. La estrecho entre mis brazos cuando suelta un sollozo.
Pero antes de eso, voy a comprobar cuánto de esa cinta ha visto Zara.
*** ****
Dejo a Tammy y Thea con Zara después de llevarla a nuestros aposentos. Seth se
queda apostado en la puerta para asegurarse de que ni Howard ni sus compinches
intenten llegar hasta ella.
Miro la cinta con Austin, quien se ha enterado de lo que estaba pasando. Para
cuando llegamos al final, tengo la cara pálida.
—Cabrones hijos de puta.
Me froto la cara con las manos, sintiendo que me asolan las náuseas.
—No lo sé, pero si a nosotros nos ha resultado duro, no puedo imaginarme cómo
pudo soportarlo ella, sabiendo que las personas de ese vídeo eran sus padres.
—Esa tortura no tenía ningún propósito, fue inhumana incluso para nuestros
estándares. Y la grabó. La única razón por la que Howard grabó todo eso es para
enseñárselo después a Zara, para seguir atormentándola. De haber terminado
apareándose con ella, la habría llevado a la locura. No entiendo a ese tío, ¿por qué ibas
a hacerle daño a tu compañera?
—Porque se siente inferior a ella, siempre se ha sentido así —murmuro—. Esta era su
forma de castigarla por ser mejor que él. —Miro a mi alfa—. Sabes que no puedo dejarlo
pasar. Esto lo hizo a propósito, trajo esta grabación a nuestra manada a propósito. Ha
estado poniendo a las compañeras de manada en contra de Zara, llenándoles la cabeza
con mentiras. No voy a tolerarlo.
—Es que no deberías tener que tolerarlo —dice Austin con frialdad—. Nos
ocuparemos de él esta noche.
—Esta noche no. —Me pongo de pie—. Esta noche, mi compañera me necesita.
Mañana.
—Nada. —Su tono es extraño—. Ve. Mientras tanto, informaré a los demás.
Me dirijo a la puerta y agarro el picaporte antes de mirarlo por encima del hombro.
—Perfectamente.
—Es curioso que digas eso. Ray me ha estado dando la lata con lo de esa tal Erin,
aunque sigue sin decirme por qué.
—En otras palabras, si nosotros no hacemos nada por ella, ¿lo hará él?
—Eso parece.
—Bien.
Con eso, abandono la habitación. Zara necesita buenas noticias y me alegro de ser
yo quien se las dé.
CAPÍTULO 18
Zara
Las imágenes de aquella grabación, las cosas que Howard les hizo a mis padres, las
cosas que les obligó a hacer… se me han quedado grabadas en la cabeza y las rebobino
una y otra vez como en un carrete interminable.
Me despierto, empapada en sudor y con el corazón palpitante, solo para sentir una
mano cálida en la frente y una voz dulce que me murmura:
La he cagado. No debería haber visto ese CD. Ahora, las imágenes de mis padres en
ese estado están grabadas a fuego de forma permanente en mi cerebro para el resto de
mi vida.
—Toma, bebe un poco de agua. —La cama cruje y me plantan un vaso de agua
delante de la cara. Me incorporo, sintiéndome vagamente sorprendida de ver a Thea
sentada a un lado de la cama.
—No estoy enferma —murmuro, mientras me siento y acepto el vaso. El agua está
fría y me despeja la cabeza.
—Tu corazón está enfermo —me dice Tammy, suavemente—. Jason nos contó lo que
pasó. Ahora mismo está con Austin, discutiendo qué hacer a continuación.
—Ojalá pudiera curarte, pero mis poderes no funcionan con la pena, Zara. Ojalá
funcionasen. No puedo hacerte olvidar nada.
No es lástima lo que veo en sus ojos, sino calidez, amor y preocupación, y eso me
conmueve. Sé que me he resistido a aceptar esta manada como propia, pero ellos me
han aceptado de todo corazón.
—Estaré bien. Si Howard pensó que esto me paralizaría, entonces no me conoce tan
bien como cree.
—No, no te conoce —asiente Tammy con voz feroz—. Y nosotras estaremos aquí
mismo cuando necesites nuestro apoyo. No estás sola.
—Todo lo que esté en nuestras manos, lo haremos —confirma Thea—. Pero, por
ahora, necesitas descansar.
Intento bajar las piernas por el lateral de la cama, pero entonces se deja oír una voz
desde la puerta.
—Esta noche no vas a hacer nada más que descansar. —Jason entra en la habitación
con expresión sombría—. Vuelve a meterte en la cama. Ahora mismo.
Se me tensa la mandíbula.
—Tengo que...
—No hay nada que tengas que hacer ahora mismo, Zara —suaviza la voz—. No hay
nada que puedas hacer ahora mismo.
—Gracias, señoras. —Jason hace un gesto a las dos mujeres sentadas en la cama
conmigo—. Ya me encargo yo a partir de aquí.
Había habido una presión en mi cabeza desde el momento en que supe que habían
traído a Erin, una acumulación de frustración e impotencia, que noto cómo se alivia
ahora con esta noticia.
—El CD…
—-Se guardará en algún lugar seguro, pero no quiero que lo veas, Zara. —Jason me
coge las manos—. No vale la pena.
—Tienes razón.
No me paro a cuestionar por qué está siendo tan cariñoso o por qué yo no lo aparto a
un lado. Es más fácil apagar la mente y simplemente aceptar que mi compañero me
protege y que no estoy sola.
***** ***
Cuando Jason dijo que la reunión sería a primera hora, iba en serio.
Nos encontramos en el despacho de Austin a las tres de la mañana, donde Ray, Seth,
Lexi, Seline y Austin nos esperan. Me desperté con la cabeza apoyada en el pecho de
Jason y con su pierna echada sobre mis caderas. Su presencia era tranquilizadora, la
forma en que me apretaba para abrazarme tan cerca de él producía un efecto calmante
en mi lobo. Tuve una sesión de sueño ininterrumpido a pesar de las imágenes gráficas
presentes en mi cabeza.
—No es eso —responde Seline—. Pero Howard no se va a tragar que quieras reunirte
con él. No tienes motivos para querer verle, y menos ahora. Sería más fácil convencerle
de que una de las mujeres más jóvenes que ha estado intentando cortejar quiere verle. Y
Rory es la persona adecuada para el trabajo.
—Vamos a hacerles lo que nos hicieron a nosotros —sisea Ray—. En cuanto Howard
se vaya, Lexi y Seth entrarán y escoltarán a los otros dos, diciéndoles que el alfa solicita
una reunión con ellos. Mientras tanto, yo iré a por Erin y la esconderé en algún sitio.
—Su olor...
—Será como si nunca hubiera estado allí. —Seline sonríe con frialdad—. Ser medio
bruja tiene sus ventajas. No podrán rastrearla.
Jason la mira.
—¿Por qué no les empañamos la memoria? Cuando secuestraron a Thea, ¿no pasó
algo así?
—Has dicho que Howard estaba cortejando a Rory. ¿Qué hay de sus compañeros?
—No he pensado en sus compañeros, pero sí, esa podría ser la única razón por la
que me habría planteado un intercambio. —Intento no tomarme esto último como algo
personal—. Vamos a por ellos ahora...
Alguien llama a la puerta con frenesí antes de que se abra de golpe y vea entrar a
una hembra maternal de aspecto familiar.
—Aust...
Se queda helada al ver a todos los presentes. Sin embargo, cuando su mirada se
posa en mí, ésta casi desprende odio.
Salta hacia mí con las garras desenvainadas, pero antes de que pueda pestañear,
Jason ya me ha empujado detrás de él, llevándose la peor parte.
—¡Rene! Rene, ¡cálmate! —Austin agarra a la mujer, poniéndole los brazos detrás de
la espalda—. ¡¿Qué ha pasado?!
—Ha pasado que ha venido esta zorra... ¡Y mi Eveline ha desaparecido! ¡Todo por su
culpa!
—¿Qué he hecho yo? —Miro los cortes en la cara de Jason y me hierve la sangre—.
¡Ni siquiera conozco a esta tal Eveline!
Seline se pone en el campo visual de René y habla con voz tranquila pero peligrosa.
—Porque esta mujer no solo era la exnovia de ese tal enlace, ¡sino que era su
compañera predestinada! ¡Vino aquí siguiéndola a ella y se interesó por mi hija! ¡Eveline
sólo tiene dieciséis años!
—¡A mi hija le dio pena por lo que le hiciste, me contó que planeaban irse hoy de
madrugada y ahora no está en su cama! ¡Se ha ido con él simplemente porque tú no
pudiste serle fiel a tu propio compañero predestinado! ¡Maldita puta!
—Esto no es culpa de Zara, sino tuya. Recuerdo haberte advertido el otro día de que
te aseguraras de mantener a tus hijas alejadas de los delegados de la manada de River
Stone, a ti y a las otras madres. Se os advirtió de que eran peligrosos. Se os explicó por
qué. Ayer mismo tuve que arrastrar a la fuerza a Eveline y a otras dos chicas de su lado.
¿Por qué no me escuchaste?
La cara de René se enrojece.
—Yo... Todos son gente amable. He interactuado con ellos y he escuchado su versión
de la historia. Resultaba evidente que esta zorra engañó a su compañero y que tú
querías proteger la versión de Jason.
—O sea que, ¿elegiste creer a esos hombres antes que a la hembra alfa? —pregunta
Austin con frialdad—. A mí me parece que fuiste tú quien tomó la decisión de dejar que
tu hija siguiera relacionándose con ellos a pesar de la advertencia. Esto no es culpa de
Zara, sino tuya, Rene.
—Y aparte de eso —me apresuro a decir—. Si Eveline se ha ido con Howard, ¿qué
pasa con las otras dos chicas? ¿Y Erin? Tenemos que comprobar dónde están...
—Esperar a recibir más información —dice Austin con calma—. Ray se quedará
contigo como tu guardia. No sabemos lo que planea hacer Howard. Jason, tú ve a
comprobar las patrullas y da el aviso por la chica o chicas desaparecidas. Rene, vuelve a
tu habitación; dos soldados acudirán para revisar la habitación de Eveline en busca de
alguna pista de adónde ha ido.
Rene me lanza una mirada furiosa y me doy cuenta de que prefiere culparme a mí
antes que a sí misma. No digo nada y una vez que la habitación se vacía, dejándonos
solos a Ray, a Jason y a mí, Jason se vuelve hacia el otro hombre.
—Mantenla a salvo.
—¿Cómo se supone que vamos a quedarnos aquí sentados sin hacer nada?
—¿Desde cuándo te preocupas tanto por Erin? ¿Por qué te preocupa tanto su
bienestar?
Ray guarda silencio, con la mandíbula tensa. Le miro con el ceño fruncido. No dice
nada, pero su evidente actitud protectora hacia Erin me hace sospechar.
*** ***
Hacen falta dos horas para que todos se reúnan en el despacho de Austin. Austin
tiene una mirada sombría y Seline parece que quiera pegarle a alguien.
—Sigue aquí —gruñe Lexi—. Sin dejar de sonreír y negándolo todo. Según él, las
chicas pasaron a preguntarles si necesitaban algo antes de marcharse.
Se me tensa la mandíbula.
—Si van en coche, el trayecto hasta el bosque no será corto. Tendrán que parar a
repostar al menos siete u ocho veces. —Me pongo en pie—. Tengo algún contacto en el
FBI, he trabajado con ellos. Puedo hacer que pongan una alerta ámbar para que tengan
a gente apostada en cada gasolinera del camino.
—¿Una alerta ámbar para tres chicas de dieciséis años? —pregunta Seline—. ¿Eso es
posible?
—No lo sé, pero dado que son menores, debería serlo. Necesito un mapa.
Cuando Austin me entrega uno, lo poso sobre su escritorio, cojo un rotulador rojo de
su portalápices y trazo una línea en la carretera que conecta a este pueblo con el más
cercano a su destino.
—Este es el camino que tomarán. —Marco diez gasolineras—. Y estas son las
gasolineras que hay por el camino. ¿Alguna de vuestra gente se encuentra cerca?
—La manada del hermano de Thea está cerca de aquí —intercede de repente Lexi—.
Puedo hablar con Lee para que envíe también a algunas personas. Podrían cubrir tres
gasolineras.
Jason
Mientras observo cómo Zara hace sus llamadas, con una actitud tranquila y serena a
pesar de la situación, siento que me invade el orgullo. Ha dejado aparcado a un lado su
trauma más reciente y está lo bastante centrada y lúcida como para actuar con rapidez.
Es como si todo el mundo en la sala se hubiera hecho a un lado para que sólo ella y
Austin se encarguen de tomar decisiones rápidas.
Ya es de noche para cuando tenemos todas cubiertas y observo cómo todo el mundo
se relaja momentáneamente. Los otros dos pares de padres también han venido para
informar a Austin. Ambas madres culpan a Zara y me enfurece que, a pesar de todo lo
que está haciendo para recuperar a sus hijas, sigan culpándola a ella sin mostrar un
ápice de gratitud. Aunque aceptan que Howard y sus compinches también tienen la
culpa, nos miran a mí y a Zara como acusándonos de todo esto.
Zara se tensa.
—Necesitamos que coopere hasta que recuperemos a las chicas. —Zara lo mira—.
Podría haber otra manera. Ahora mismo, tiene la oportunidad de ponerlas sobre aviso,
pero yo podría interferir las comunicaciones en esa parte de la guarida para que ningún
dispositivo funcione.
—Y lo entiendo —me asegura mi alfa con firmeza—. Pero tenemos que estar
preparados para cualquier escenario que se presente. Una vez que las chicas lleguen
allí, si es que llegan, Howard empezará a negociar con nosotros.
—No estoy sugiriendo eso —me corta Austin—. Howard intentará negociar.
Básicamente, ha venido aquí a traficar con esas crías. Lo peor que nos puede pasar no
es sólo que traten de ponerle las manos encima a Zara, sino que también les den sus
marcas de apareamiento a la fuerza a esas chicas. Podrían poner de precio tu vida,
puesto que la única manera de que Denziel pueda aparearse con Zara es que tú estés
muerto. No lo olvides.
Le miro fijamente.
—No voy a sacrificar a mi compañera. Tenlo claro, Austin. Pase lo que pase.
—Entonces, tu mayor esperanza es que encontremos a esas tres niñas. Hasta que no
garanticemos su seguridad, no podemos tocarles un pelo a Howard ni a sus compañeros.
—Encontraré la manera de salirme con la mía —le aseguro con voz fría—. No quiero
que ese hijo de puta salga vivo de aquí.
*** ***
Lo primero que noto son los ojos cansados de Zara, que está trabajando en el
ordenador de pantalla grande sin que sus dedos paren ni un momento. Es casi
medianoche y parece exhausta.
Me gustaría que durmiera unas horitas, pero sé lo importante que es bloquear toda
comunicación entre Howard y la manada de River Stone.
—Sólo intento anular vuestro sistema, lo cual no es una tarea fácil, ya que no puedo
bloquear todo el sistema de comunicación, sólo una zona determinada. —Zara cierra los
ojos, sorbiendo el café caliente—. No es tan sencillo como parece, estoy intentando
hacer un trabajo de varios días en un par de horas. Creo que me va a estallar el cerebro.
Se pasa el pelo por detrás de la oreja y veo que está de un color rojo brillante, es
casi como si estuviera nerviosa. Por suerte, Zara tiene mucho que hacer y pronto se
encuentra inmersa en su trabajo y yo me tomo mi tiempo para coger un colchón grande,
almohadas y una manta.
Lo estoy dejando todo en el suelo cuando ella suspira y se da la vuelta para mirarme
boquiabierta.
—¿Te vas a quedar aquí conmigo? —Zara parece confundida. —¿Por qué? Estaré bien
sola, deberías ir a...
—Entonces, ¿deduzco que no me culpas por lo que les pasó a esas tres chicas?
—Culpo a sus madres por creer que sabían más que la hembra alfa y dejar que sus
hijas adolescentes se acercaran a adultos hechos y derechos. —Mi respuesta es dura—.
Y hasta donde sé, a esas chicas se las avisó del peligro una y otra vez. No podíamos
confinar a Howard a una zona de la guarida debido a su posición, y esas tres hembras
maternas no son las únicas que se han comido con patatas sus cuentos. Howard ha
hecho un buen trabajo poniendo a la manada en tu contra y, hasta cierto punto, también
en contra de mí.
—Tú no has hecho nada malo, Zara. —Mis manos vienen a posarse en sus brazos—.
Howard es un cabrón vengativo, igual que Denziel.
—¿Qué va a pasar con Erin ahora? —pregunta mientras le froto los brazos.
No se resiste a que la toque, así que me acerco aún más para poder reconfortarla.
—De momento, solo podemos esperar. Hasta que podamos poner a salvo a esas
chicas, no podemos tocarle un pelo a nadie. Una vez que las recuperemos, enviaremos a
Howard de vuelta en pedacitos. Tampoco es que tuviera intenciones de dejarlo irse con
vida, no después de lo que te hizo.
Zara suspira al oír mis palabras y apoya la cabeza contra mi pecho. Es una posición
íntima y no me quejo. Me siento mejor teniéndola así, cerca de mí. Enredo los dedos en
su pelo y le recorro la nuca con aire distraído.
Parpadeo.
—Pues yo sí. —Me agarra por las solapas de la camisa y tira de mí hacia delante,
aplastando su boca contra la mía.
En cuanto tiene las tetas al aire, me aparto de su boca golosa y me aferro a uno de
sus pezones, chupándolo y mordiéndolo, mientras mi mano libre se ocupa de acariciar el
otro. Ella gime, arqueando la espalda y yo percibo su excitación flotando en el aire.
Lo que estamos haciendo no tiene nada de romántico, los dos estamos tan tensos
que necesitamos consuelo y un alivio rápido. Sin embargo, la muevo con delicadeza
sobre la cama, deslizo la mano por dentro de sus vaqueros y le acaricio el clítoris. Sus
manos se mueven entre mis cabellos mientras murmura mi nombre en medio de una
nube de placer.
Tiene la piel suave y sedosa, y sus suspiros y pequeños gemidos son de necesidad.
Le quito los pantalones, los tiro a un lado del colchón y le abro las piernas.
Deshacerme de sus bragas es pan comido y le sujeto las piernas mientras mi boca
recorre a besos su vientre plano hasta llegar a su clítoris, que chupo y presiono con la
lengua a medida que ella se retuerce.
Nunca había tenido una pareja que me volviera tan loco. Una sola caricia basta para
excitarla y no puedo dejar de desear más. Quiero verla perder el control por completo,
destrozar su imagen perfecta ante mis ojos mientras la llevo al orgasmo. La idea me
vuelve más agresivo, le separo las piernas y me sumerjo en ella.
Ya está mojada por el orgasmo y, mientras la perforo con la lengua, Zara gime de
necesidad, apretándome el pelo con los dedos. Pero no me detengo, sino que busco
provocarle cada vez más placer, viéndola murmurar y suplicar mientras la conduzco a
nuevas alturas. La follo con la lengua mientras ella se derrumba una vez más, llevándola
a un tercer orgasmo cuando apenas ha terminado el segundo.
Quiero pasarme sus piernas por encima de los hombros y follármela a fondo, pero
cuando me tiende los brazos, voy a su encuentro. Me rodea el cuello como si buscara
consuelo y su boca me roza las orejas. Le levanto las piernas y me coloco en posición
antes de meterle la polla.
Su grito no es de dolor, sino de placer, y esta vez me muevo más despacio, entrando
y saliendo de ella a un ritmo suave, cariñoso y distinto a mi yo habitual.
Cuando por fin grita, acelero el ritmo en busca de mi propio clímax, entrando y
saliendo de ella. Me corro en cuestión de segundos y me desplomo con todo el cuerpo
vibrándome de placer.
Cuando miro hacia abajo, Zara tiene los ojos entornados por el sueño, y una sonrisa
en los labios. Parece feliz.
Se me ocurre entonces que nunca antes la había visto feliz. Se acurruca a mi lado y
cae rendida en un par de segundos. Me quedo mirándola fijamente, incapaz de
encontrar una parte de mí que lamente lo que acaba de ocurrir.
Zara
Me despierta un pitido.
—¿Qué...?
—Viene del ordenador —dice Jason a través de mi nube somnolienta—. Sea cual sea
el programa que estaba ejecutando, está listo.
—Cuidado.
—Tengo que poner en marcha otro programa. Debería tardar una media hora.
—Bien —dice Jason desde detrás de mí—. Pues ponlo en marcha y ven a comer algo.
Ante la promesa de comida, mis manos se muevan más deprisa y, una vez listo todo,
me pongo en pie, oliendo ya el estofado de ternera y el pan recién hecho. Jason ha
despejado mi escritorio y ya hay dos platos puestos encima.
—¿Alguna novedad?
—Todavía no. —Niega con la cabeza, antes de echarme un poco más de carne en el
plato—. No comes lo suficiente.
—Eso no puede ser —murmuro—. Ya deberían haber parado al menos en una de las
gasolineras. Han pasado más de veinticuatro horas.
—Puede que hayan pasado la noche en un motel o algo así —aventura Jason—.
Tenemos a gente haciendo guardia en todas las gasolineras. Y Seline se ha puesto en
contacto con su padre. Llegará en un par de horas.
—¿Y si nunca llegaron a salir del pueblo? —Me encuentro con su mirada—. ¿Y si han
escondido a las chicas aquí?
—Voy contigo.
Jason titubea.
—Se comprobaron todos los mensajes y no encontramos nada —me asegura Seline.
—No serían tan estúpidos como para enviarse mensajes —murmuro, empezando a
ejecutar un programa—. Lo que busco son llamadas encriptadas. Hay una aplicación en
el dispositivo de Howard que creó un amigo mío y que hace que el dispositivo actúe
como un teléfono desechable.
—No del todo —digo con calma—. Siempre hay una forma de acceder a ello. Y como
Howard es más vago que la chaqueta de un guarda, seguro que nunca le añadió mejoras
a la aplicación.
Tardo un minuto en dar con ella y los labios se me curvan en una sonrisa fría.
Tengo que descifrar el programa para acceder a las llamadas, y es entonces cuando
doy con grabaciones de audio. Me recuesto en la silla, sintiéndome satisfecha.
—La aplicación tenía un fallo: solo recicla las llamadas una vez a la semana, cuando
se supone que debería hacerlo cada dos horas. La actualización habría arreglado tal
cosa, pero Howard nunca llegó a instalarla.
—¿Estás bien?
—Ya lo creo que necesitas una siesta. —Un brillo malicioso hace acto de presencia en
los ojos de Seline—. Parece que Jason y tú habéis estado ocupados. —Noto que me
sonrojo, pero ella se limita a reírse—. Debes de estar contenta.
—No lo sé. —Me paso los dedos por el pelo—. Las cosas están mejorando entre
nosotros. Al principio, fue él quien quiso que lo nuestro fuese platónico y yo acepté por
todo lo que había pasado.
—¿Y ahora?
—Estoy más o menos feliz. Me trata mejor que Howard. O sea, discutimos todo el
tiempo, pero no de mala manera.
—Bueno, viendo lo protector que se está volviendo contigo, es posible que Jason se
esté enamorando de ti. —Me sonríe Seline.
No sé si es verdad, pero, sin duda, estamos más unidos que antes y eso me hace
sentir que ya no estoy sola.
*** ***
—¿Es verdad?
Ella asiente.
—Sanas y salvas. Están cabreadas, pero son adolescentes. ¿Qué podía esperarse?
Austin las mandó a su despacho y les ha caído un buen rapapolvo. Ahora están con sus
padres.
Me siento aliviada.
Cuando asiente, llamo a la puerta y paso adentro, esperando ver caras de alivio. Sin
embargo, Austin parece furioso.
—¿Qué ha pasado?
—Gas nervioso. —Me lanza una lata—. El área donde retuvimos a Howard y los otros
está aislada. Se dieron cuenta de lo que pasaba, incapacitaron a los guardias y huyeron.
Se me hiela la sangre.
—¿Y Erin?
—Le rajaron la garganta —dice Jason, con fuerza—. Está con Thea ahora mismo. Si
alguien puede salvarla, es ella.
—No lo sabe —dice Austin con voz dura—. Howard y sus compañeros consiguieron
sobrepasar nuestra segunda frontera. Les estamos persiguiendo, pero nos llevan una
hora de ventaja.
Dejo escapar un sonido tembloroso.
—No estaban muy contentas hasta que les mostré exactamente de lo que es capaz
Howard —explica Austin.
Me quedo muy quieta. ¿Ahora le está mostrando esa grabación a todo el mundo?
—Las llevé a que viesen a Erin. Están agitadas, pero tranquilas. Recibirán un buen
castigo.
No me alegro de que Howard haya escapado, pero al menos ahora Erin estará a
salvo y yo podré moverme por la guarida sin preocuparme de cruzarme con él. Pero
hasta yo sé que Denziel no se detendrá tan fácilmente.
Decido regresar a mis aposentos. No hay nada más que pueda hacer por aquí.
*** ***
Erin está viva, pero aún no se ha despertado. Ray la ha estado vigilando 24 horas al
día. Yo voy a verla todos los días para comprobar cómo está.
Jason y yo no hemos hecho más que acercarnos y, a pesar de las circunstancias, me
siento más feliz. Es una emoción extraña después de tanto tiempo, pero bienvenida sea.
Esa primera vez que nos acostamos juntos fue como el estallido de un tambor y ahora
nuestras noches están repletas de sexo caliente, a veces duro, otras dulce. Mi lobo está
contento con este cambio de ritmo y no puedo decir que se lo reproche.
Es agradable estar con alguien que no nos trata como si estuviéramos en una
competición constante. Jason es más cariñoso, tanto en público como en privado, y yo
agradezco el contacto físico constante.
Ha pasado un mes cuando salgo una mañana a ver si veo algún lobo. Para mi
sorpresa, uno de ellos sale corriendo del bosque hacia mí. Lleva un papel atado a la pata
y, entre lametones cariñosos, consigo desatar el mensaje.
Howard está de vuelta y cabreado. Denziel está pirado. He podido hacerme con la
rotación de guardia en los tres límites. Me las arreglé para escapar. Hay demasiado caos
aquí. No creo que se den cuenta. Me dirijo hacia el piso de la manada en la ciudad, el de
los estudiantes. Nos encontraremos allí.
Maria
—Muy buen trabajo. —Le froto la cabeza al lobo antes de darle un beso—. Ya puedes
irte.
—¿…palabra?
Austin suena cansado.
—La manada está dividida. La mierda que les metió en la cabeza ha echado raíces.
Supongo que Zara no ha tenido la oportunidad de integrarse demasiado con la manada
desde entonces.
Jason resopla.
—Puedo ponerlos finos. Me gustaría ver cómo alguno de ellos se atreve a interrogar
a Zara.
—Pareces totalmente encandilado con ella. Eso es bueno, ya era hora de que Zara y
tú os acercarais.
—No nos hemos acercado —dice Jason de repente—. Es sólo sexo. La mantiene feliz
y satisfecha.
—Es una manera bastante fría de decirlo. Por cómo os habéis comportado, parecéis
una pareja de tortolitos.
—No la quiero. Y nunca la querré. Siento pena por todo lo que ha tenido que pasar,
eso es todo.
Sus palabras me entumecen. ¿Siente pena por mí? ¿Hasta ahora todo lo que hemos
compartido ha sido fruto de su compasión?
¿Se compadeció de mí y por eso me folló? ¿Se compadeció de mí y por eso fue
amable y bueno conmigo? ¿Por eso me besaba cada mañana y se reía conmigo? ¿Todo
eso fue sólo lástima?
Al llegar a nuestros aposentos, siento que un dolor empieza a formarse dentro mí.
Pero todo este tiempo, él solo sentía lástima por mí y me miraba por encima del
hombro. A Zara, la pobrecita huérfana.
Jason
—Si quieres engañarte a ti mismo, pues vale. —Austin pone los ojos en blanco—. Por
la forma en que miras a Zara, no hay ni una pizca de lástima en tus ojos, pero tú
convéncete a ti mismo de lo que quieras.
Siento un extraño dolor en el pecho, uno que no es mío, pero no le presto atención.
—Dios, puedes ser un cabronazo de lo más frío cuando quieres. Sigue así y te dejará.
—No creas que el vínculo de apareamiento la mantendrá atada a tu lado, Jason —me
advierte Austin—. Puede que Zara tenga un lobo sumiso, pero es demasiado fuerte y
tiene demasiado orgullo como para quedarse al lado de un hombre que sólo está
dispuesto a darle migajas de afecto. No aceptará eso.
—Ya veremos.
Está claro que Austin no tiene intención de iniciar una pelea conmigo y se limita a
lanzarme una carpeta.
—Ya que hoy tienes tanto tiempo libre, necesito que investigues este disturbio en
nuestra frontera sur. Han aparecido algunos animales muertos: lobos, osos,
depredadores. Ve a comprobarlo. Te llevará un día más o menos. Llévate a algunos
hombres contigo.
—Claro. —Hago un gesto de despedida con la carpeta en la mano—. Nos vemos más
tarde.
Hago una parada en la sala de la brigada para comprobar quién va a estar disponible
los próximos dos días y luego me dirijo a avisar a Zara de que me voy. No está en su
despacho, así que me dirijo a nuestros aposentos, donde me encuentro con las puertas
abiertas y con Alex y Seline dentro.
—¿Qué estáis haciendo aquí? —exijo saber—. ¿Y dónde está Zara?
—Se ha ido.
—Que no necesitaba ningún polvo de lástima de vez en cuando —terminó Seline, con
los ojos clavados en mí.
Por un momento, noto que parpadea dentro de mí la preocupación, sólo para verse
superada por la ira.
—No —contesta Seline con voz dura—. Se ha marchado, como haría cualquier mujer
que se precie.
—Eso es lo que quiere —digo, con frialdad—. Así son las cosas y ella sabía muy bien
desde el día en que nos conocimos que no le concedería el lugar de Nessie y lo aceptó.
Ahora no puede cambiar de opinión. Volverá cuando se dé cuenta de que nadie va a ir a
por ella.
Me alejo, notando cómo la rabia me carcome por dentro. Justo cuando las cosas
estaban volviendo a la normalidad, ¿decide hacer esta mierda? ¿Qué cree que va a
pasar? ¿Que iré corriendo en su busca a rogarle que vuelva? ¿Que le prometeré algo que
no puedo darle?
No voy a perder mi tiempo con ella, tengo otras cosas de las que ocuparme. Que
encuentre ella solita el camino de vuelta a casa.
*** ****
El trayecto hasta el lado sur de la frontera de nuestro territorio lleva un día y medio,
sobre todo porque tenemos que ir en jeep y también hace falta arreglar la valla
eléctrica.
El trayecto es largo y no paro de mirar el móvil. No le he dicho a Austin que Zara se
ha escapado, pero estoy seguro de que Seline ya le habrá informado.
Miro por el retrovisor al camión que viene detrás de mí cargado con los suministros
y cinco soldados. Seth viene conmigo.
Sí, puede que haya estado un tanto insaciable últimamente, eso no tiene nada de
malo. Es mi compañera. Y no me ha dicho que no ni me hecho la cobra precisamente.
Nuestras rutinas han cambiado ligeramente, sí. Ahora pasamos más tiempo juntos, pero
eso es porque... eso es...
Frunzo el ceño y los dedos se me flexionan sobre el volante mientras giro el coche,
siguiendo el camino.
—Como si no lo supieras.
—Zara.
—¿Qué pasa con ella? —Seth me escudriña—. ¿No me digas que te olvidaste de
despedirte de ella y que eso te corroe por dentro? ¿Quieres un pañuelo?
—¿Se ha ido?
Me encojo de hombros.
—Mujeres.
Seth me lanza una mirada dubitativa, pero intuye que no quiero seguir hablando.
Estoy bastante seguro de que volverá pronto. No tiene a donde ir y, aparte de eso,
necesita la ayuda de Austin para salvar a su manada. Volverá.
*** ***
—Parecen ataques de animales —Seth estudia los cortes en el costado del lobo.
—Hemos encontrado cuatro lobos muertos con las mismas marcas de garras.
—A los osos los han medio devorado —murmuro, estudiando el cadáver destrozado
del oso pardo—. Algo está cazando en nuestras tierras.
—Los pícaros no se quedan tanto tiempo en una zona. Y son destructivos, pero no de
esta forma. ¿Por qué iba a atacar a lobos salvajes? No tiene sentido.
—Mm. —Miro al sol que se oculta—. Empecemos por reparar la valla y la caja
eléctrica mañana. Mientras tanto, investigaremos un poco más.
—Si alguien hubiera intentado tocar la valla, se habría quedado frito. —Miro a
Steven.
Mi expresión se endurece.
—Ninguna. Todas están desconectas —dice él, tenso—. Zara no tuvo tiempo de
ponerse con ellas todavía.
—Hablando de ella....
—No va a volver.
—Sí que va a volver, Austin. —Pongo los ojos en blanco—. Necesita nuestra ayuda.
—Yo no estaría tan seguro de eso —replica Austin con frialdad—. Parece que Zara ha
pedido ayuda a algunos conocidos.
—Tu chica tiene buenos contactos, Jason, y es muy conocida —habla con tono
mordaz—. Se ha puesto en contacto con algunas manadas y les ha ofrecido revisar su
sistema de seguridad a cambio de que la ayuden a rescatar a las hembras de su manada.
Y esas manadas se están peleando por ofrecerle la mejor oferta que le haga desertar a
su manada. En resumen, que eres un idiota de remate, ¿no es así? Zara es una
sobreviviente, Jason. Tiene muchísimo orgullo y tú lo has pisoteado. No va a volver.
—¿Y crees que a ella le importa eso? Te escuchó decir lo irrelevante y patética que
pensabas que era. En su cabeza, si tú no puedes valorarla, ella no tiene que valorar tu
vínculo con ella. Nessie ya no está, hace más de una década que ya no está. ¡Y nunca te
vinculaste a ella! Si te hubieras vinculado, tu lobo nunca habría aceptado a Zara. Pero lo
hizo. La has cagado, Jason, y, honestamente, no sé cómo vas a arreglar nada de esto.
La llamada termina bruscamente y sé que Austin está enfadado conmigo, pero estoy
demasiado conmocionado como para que me importe.
¿Zara planeó marcharse sin más? ¿Sin decirme una palabra? ¿Sin siquiera plantarme
cara por lo que dije? ¿Simplemente se ha ido? ¿Así como así?
—¿Jason?
—¿Qué pasa?
—Zara me ha dejado.
—Sí, ya lo sé. Ya me lo contaste. —Seth alza las cejas—. Antes no parecía importarte
en absoluto, así que, ¿por qué...?
—No, digo que me ha dejado de verdad —murmuro—. No piensa volver. Pensé que
sólo era una rabieta. Estaba seguro de que sólo estaba enfadada por lo que había oído.
—¿Que no la vas querer nunca? —pregunta con lentitud—. ¿O la parte en la que para
ti ella no era más que un polvo por lástima?
—No lo entiendes, ¿verdad? Eso es lo que querías decir, Jason, y Zara recibió el
mensaje alto y claro. No entiendo por qué estás enfadado, nunca la quisiste, para
empezar. —Se encoge de hombros mientras se aleja—. Has conseguido lo que querías.
Ya no es tu problema.
Pensé que volvería y que sería bajo mis condiciones y que yo me aseguraría de que
se deshiciera de esa idea sinsentido acerca del amor. Estaba totalmente convencido de
ello. ¿Pero ella decidió irse sin más como si no hubiera nada entre nosotros?
Ni siquiera es que haya decidido irse un par de días. Ni tampoco se tomó un tiempo
para reconsiderar las cosas. Simplemente siguió adelante y empezó a prepararlo todo
para salir de mi vida.
La parte de mí que me había convencido de que ella no se atrevería a hacer algo así,
de que no tiene un hogar y de que soy el único al que puede recurrir, ahora está callada.
Me doy cuenta de que mi orgullo es el responsable de esto; mi testarudez me está
llevando por el camino en el que me quedaré sin nadie a mi lado. Perdí a Nessie, y ahora
estoy perdiendo a Zara.
¿Qué pasará si se une a otra manada? ¿Qué significará eso para nosotros?
Puedo sentir el vínculo palpitante entre nosotros. Se ha hecho más fuerte desde que
consumamos nuestro apareamiento. Cuanto más intimamos, más fuerte se hace. Pero
ahora mismo, el latido es débil, casi sordo. Lo había sentido antes, en el despacho de
Austin, pero no le había prestado atención.
Seth tiene razón. No quería que nadie se interpusiera entre Nessie y yo, y usé eso
como excusa para alejar a Zara. Lo que dije en la oficina de Austin no iba en ese sentido.
El tiempo que he pasado con Zara no me resultó tedioso. De hecho, lo disfrutaba. Me
gustaba sentarme con ella, verla trabajar y jugar con su pelo mientras veíamos una
película o ella leía algún libro. Pero admitir que disfrutaba pasando tiempo con Zara era
como admitir que estaba dispuesto a dejar marchar a Nessie y que otra mujer ocupara
su lugar.
—¡Mierda! —siseo, poniéndome en pie. Tengo que hacer que vuelva y ver si
arrastrarme sirve para conseguirlo.
Zara
Es por eso que soy lo suficientemente inteligente como para no quedarme ahí. Las
cámaras que he instalado están situadas en la ventana de la habitación de hotel en la
que me alojo, que da directamente al apartamento. Una cámara la instalé en plena
noche en la entrada trasera del complejo de apartamentos. También pirateé la cámara
del vestíbulo principal y he instalado un software de reconocimiento facial que está en
funcionamiento durante todo el día. En cuanto capte la imagen de Maria, se enviará una
notificación a mi teléfono. Lo cual no quiere decir que no revise la cámara de forma
periódica.
Me resulta fácil distraerme con esto, pero la distracción no me dura mucho tiempo.
No dejo de pensar en Jason.
Sabía que jamás podría ganar contra un fantasma. Era imposible, pero tampoco es
que hubiese tenido intención de intentarlo. Sin embargo, parece que Jason siempre
quiso enfrentarme al fantasma de Nessie, hacerme pequeñita para demostrar lo digna
que era ella. Y eso duele.
Lo que sí que no me esperaba era oírle hablar de mí con ese pitorreo, que
describiese esos encuentros que yo había sentido tan estremecedores e íntimos, como
simples migajas de afecto que me lanzaba porque le daba pena. Se acostaba conmigo
porque me tenía lástima. Era amable conmigo porque me tenía lástima. No había
respeto, ni igualdad, sólo lástima.
Incluso de no haber tenido esos sentimientos por él brotando dentro de mí, las cosas
que dijo seguirían siendo inaceptables. La única vez que yo di el primer paso para tener
sexo había sido en mi despacho. Las demás veces, era él quien no podía quitarme las
manos de encima. Y no era sólo eso, también estaban los dulces besos por la mañana y
los regalos sorpresa que me dejaba en el despacho. Si de verdad se compadecía de mí,
¿por qué llegar a ese extremo? ¿Por qué intentar hacerme sentir especial y deseada?
Era un acto cruel.
Miro por la ventana justo cuando me suena el teléfono y suspiro al comprobar quién
me llama. Es la tercera vez en el día de hoy que me llama el segundo al mando de la
manada de Green Wraith. Aprieto el teléfono contra mi oreja y contesto.
Se me abren los ojos como platos cuando veo entrar a mi habitación la última
persona que me esperaba, quien empuja la puerta para abrirla del todo y me quita el
móvil de las manos.
Contemplo cómo Jason tirar el teléfono sobre la cama antes de fulminarlo con la
mirada.
Intento coger el móvil, pero se hace con él y se lo mete en el bolsillo con expresión
estruendosa.
—Así que aquí es donde te has estado escondiendo. Veo que te va bien.
Es difícil mantener un tono de voz firme cuando una parte de mí desea asestarle un
puñetazo en la cara y la otra sólo quiere refugiarse en sus brazos.
—¿Estás sola?
—¿Por qué iba a ser eso de tu incumbencia? —Me cruzo de brazos, clavándome las
uñas en ellos.
—Supongo que Austin te ha puesto al día. —Observo sus gestos de agitación—. ¿Qué
pasa? ¿Austin te ha dicho que me pidas que vuelva? ¿Tu manada necesita de mis
habilidades a la vez que desea menospreciarme?
—¿Qué?
—Me he ido —repite—. Los soldados se negaron a participar en cualquier misión que
implicara ayudar a rescatar a tus compañeros de manada, y... —Frunce el ceño mirando
la cama, como si estuviera poniendo en orden sus pensamientos, o puede que sus
palabras—. Y decidí alejarme de la manada.
Los ojos se me abren de golpe y siento que los brazos se me quedan flojos a los
costados.
—Se negaron a ayudarte, ¿es que no me has oído? ¿Por qué debería quedarme a
arriesgar mi vida por ellos, si ellos pueden rechazar a mi compañera cuando necesita
ayuda?
Todo esto es demasiado que procesar. De entre todas las cosas que esperaba, esta no
es una de ellas.
—Nada de lo que dices tiene sentido. —Le miro fijamente, sintiéndome confusa y
conmocionada—. Nunca me has querido, Jason; por lo tanto, no debería importarte si tu
manada quiere o no ayudarme.
—No puedo quedarme allí donde le dan la espalda a mi compañera. —Jason parece
un disco rayado.
Alejarse de la manada que ha sido su familia durante toda su vida es lo más alejado
de tomar una decisión sencilla.
Me lo quedo mirando.
—¿Por qué? ¿Por qué haces esto? No me digas que harías algo tan imprudente solo
porque te doy pena.
—¿Que fui un polvo por lástima? —Alzo las cejas, ignorando el dolor punzante que
siento en el pecho ante mis propias palabras.
—¿Querías que me quedara a esperar a que usaras esa frase? Puedo tolerar muchas
cosas, Jason, pero no que alguien hiera mi orgullo. Es lo único que me queda y no dejaré
que me lo arrebates.
—Era más fácil que admitirme la verdad a mí mismo —dice con brusquedad. Toda la
rabia le ha abandonado cuando se sienta en la cama, como si estuviera agotado.
—¿Qué verdad?
—Llevo días buscándote —murmura—. Fui a todos los pueblos de los alrededores,
enseñé tu foto por ahí e intenté rastrear tu olor.
Pero no me está prestando atención, sigue teniendo esa mirada perdida en sus ojos.
—Pero tu olor hacía tiempo que había desaparecido y tuve que acudir a Sam. Me
estaba volviendo loco. No sé qué le convenció para ayudarme finalmente. Intentaste
alejarte en serio de mí todo lo posible, ¿verdad? ¿Pensaste que simplemente te iba a
dejar marcharte sin más?
Mi mandíbula se endurece.
—Sí. Debe de haber sido todo un alivio para ti librarte de mí. No sé a qué viene lo de
montar este numerito, nunca me quisiste. Solo te lo he puesto fácil.
—No quería que te fueras, Zara. Esta última semana ha sido un infierno.
—Fuiste tú el que dijo...
—Todos estos años me he dicho a mí mismo que, sin Nessie, todo se había acabado.
No miraría a otra hembra ni querría su compañía. He tenido amigas con derechos pero
que no significaban nada, no hasta que llegaste tú. Al principio intenté alejarme de ti.
Intenté mantenerte a distancia, ¡pero no funcionó! Incluso sin ninguna intimidad física,
¡era tan fácil que me gustaras y me preocupara por ti! Cuanto más me importabas, más
empezaba a darte lo que debería haber sido de Nessie. ¡Y no podía parar!
Nunca había visto a un hombre venirse debajo de este modo, pero, como se trata de
Jason, siento que mi propio corazón se resiente por la confusión que ha sufrido.
Hundiéndose en la cama, esconde la cara entre las manos.
—Jason...
—¡No quería sentir nada por ti! —estalla de repente—. Pero daba igual lo que
hiciera, daba igual cuánto lo intentara, todo daba igual. Estaba traicionando a Nessie.
Sentía que la estaba traicionando y, cuando Austin me preguntó, ¡le dije todo eso! ¡Tenía
que decirlo! ¡No podía admitirlo en voz alta!
Siento que la cabeza me va a mil mientras le miro atentamente, cada palabra me
supone un golpe diferente.
—Desearía que jamás hubieras pasado por todo eso, pero eso no significa que me
compadezca de ti. Te admiro. Me tienes alucinado.
—No hace falta que lo digas, Zara —escupe Jason—. Fui yo quien dijo todas esas
cosas.
—Perdiste a Nessie. —Intento mantener una voz uniforme—. Pero, ¿sabes qué? Yo lo
perdí todo. Tú tienes buenos recuerdos de tu compañera predestinada, pero yo ni
siquiera tengo eso, todos mis recuerdos están manchados de sangre y traición. Tú tienes
tus recuerdos de la chica que amabas, la que se suponía que era tu otra mitad; yo no
tengo nada de mis padres, ni de mi familia. Así que, si estamos comparando pérdidas,
Jason, yo sí que tengo las manos vacías del todo. Tú eras todo lo que tenía, la única
relación en la que estaba aprendiendo a confiar de nuevo, y rompiste esa confianza. Me
manipulaste y me hiciste sentir pequeña e inservible de nuevo. Tú solito hiciste eso.
—Lo siento —se disculpa finalmente—. Estaba tan desesperado por no dejar que
nadie ocupara el lugar de Nessie que no me di cuenta de que estaba destruyendo lo
único que tenía, que eras tú. Nunca quise que pasara esto, Zara. No intentaba hacerte
daño. Eso es lo último que deseaba.
—No voy a volver —afirmo con rotundidad—. Tu manada ha dejado bastante claro
que no soy alguien a quien deseen ayudar ni incluir.
—No tienes que volver —me asegura Jason—. Dondequiera que esté el lugar que
decidas llamar hogar, yo te seguiré.
No lo entiendo.
—Son tu familia, Jason. Te criaste en esa manada y eres el segundo al mando. ¿Por
qué ibas a renunciar a eso? No te estoy pidiendo que lo hagas. Sabes que a veces los
compañeros terminan viviendo separados debido a las circunstancias. No es algo
inaudito. Nuestro vínculo se debilitará naturalmente al pasar períodos prolongados de
contacto limitado.
—No quiero que pase eso. —Jason se pone en pie, encontrándose con mi mirada—.
No quiero que te vayas de mi lado. Y no puedo obligarte a volver allí, así que no lo haré.
Pero sí iré donde tú decidas ir.
—¡He dicho que no te voy a dejar! —estalla, plantándome cara—. ¡No puedes
deshacerte de mí tan fácilmente!
—¡Eres tú el que quería deshacerse de mí! —El dolor se hincha dentro de mí a pesar
de sus palabras anteriores—. ¡Sólo te estoy dando lo que querías!
—¿Por qué no? —exijo saber, sintiendo que me arden los ojos—. ¿Por qué no, Jason?
Es lo que querías antes. ¿Qué ha cambiado? ¿Te dijo algo Sam?
—Entonces, si no lo sabes, ¿por qué estás aquí? ¿Por qué de repente te comportas
como si yo fuera importante para ti? —siseo.
—¡Porque te quiero, cabezota estúpida! —me ruge—. ¡Te quiero! ¡Has hecho que me
enamore de ti y no sé qué hacer al respecto!
Todo mi mundo se paraliza.
CAPÍTULO 23
Jason
Nessie ya no está. Hace mucho tiempo que no está. Ese amor apacible que sentía por
ella se ha desvanecido en un recuerdo lejano pero entrañable. No recuerdo su risa ni
cómo se sentía su piel bajo mi tacto. Su imagen es un borrón de colores en mi cabeza,
un recuerdo al que me he aferrado durante demasiado tiempo.
Si elijo a Nessie ahora, pierdo a Zara para siempre. Y Zara es real. Conozco su tacto,
su sonrisa y su sabor. Su corazón late dentro de mí. Su risa resuena en mis huesos. Fue
cuando se me escapó de las manos cuando me di cuenta que perder a esta mujer sería
mucho más devastador que cualquier otra cosa que haya experimentado.
Pero cuando la miro a la cara, Zara se limita a devolverme la mirada, con cara
inexpresiva y sin reaccionar a mi confesión. Finalmente, me pregunta con desgana:
—¿Te pidió Austin que me dijeras todo esto? Sí que debe de estar desesperado por
mantenerme atada a tu manada.
—¡No! —Frunzo el ceño—. Tanto él como Seline quieren que te deje en paz. Ellos...
Cuando se da la vuelta, veo el brillo de las lágrimas que intenta contener y me siento
el mayor gilipollas del mundo. Siempre he odiado ver lágrimas en los ojos de Zara. Es lo
único que no soporto.
—¡Zara! —La agarro del brazo y ella alza la rodilla en represalia. Apenas consigo
salvar las joyas de la corona, antes de inmovilizarla contra la pared—. Por más que
adore esa boca sucia tuya, que me des una patada en los huevos no me gusta. Y no estoy
intentando manipularte. —Suavizo el tono—. Lo siento, Zara. Por todo. Pero no puedes
dejarme. No puedo perderte, ¿de acuerdo? Admito que soy un idiota, que no soy el
mejor compañero del mundo y que es muy posible que pudieras aspirar a algo mejor,
pero te quiero. Si necesitas tiempo para que te lo demuestre, que así sea. Pero adonde
tú vayas, iré yo. No dejaré que te vayas de mi lado. —Se le agita la respiración y puedo
ver la duda en sus ojos—. No quiero nada de ti. Sólo te quiero a ti. Eso es todo.
Se queda callada durante unos buenos minutos y me temo lo peor antes de que diga
con rotundidad:
Cuando mis labios buscan los suyos, no me aparta y me rodea la cintura con las
piernas. Hay desesperación en sus caricias, reflejo de mi creciente necesidad, de mi
miedo a perderla de nuevo.
No intercambiamos ninguna palabra, sino que ambos utilizamos nuestros cuerpos
para hablar, para comunicarnos. Apretada contra la pared, Zara tira de mi camisa,
arrancándomela de la cabeza por encima de los brazos. Yo no me preocupo por tales
sutilezas y me limito a desgarrarle la ropa. Su sujetador y su camiseta están ahora en el
suelo, destrozados, cuando mi boca se posa en su pecho, mordiéndolo.
Nuestros lobos están en primer plano, luchando por hacerse con el dominio,
buscando consuelo el uno en el otro. Las manos de Zara van a parar a mi pelo,
acariciándolo y tirando de él. Su cabeza golpea la pared mientras yo atormento sus
pezones, disfrutando de la sensación de su piel desnuda.
Puedo oler su potente excitación en el aire mientras se aprieta contra mí, la mancha
húmeda en el centro de sus vaqueros me hace la boca agua. Pero en este momento no se
trata de hacer el amor, sino de alimentar esta hambre, este deseo crudo.
Mi boca abandona su pezón con un ruido sordo cuando la pongo en pie para empezar
a quitarle los vaqueros. La boca de Zara se entretiene mordiéndome el hombro y me
pongo tenso cuando su boca húmeda y caliente roza el lugar donde debería estar la
marca de apareamiento.
La dejo caer de espaldas, pero antes de que pueda decir nada, le doy la vuelta hasta
que su frente queda pegada a la cama. Por un momento, Zara se queda paralizada y,
cuando le alzo las caderas, se relaja.
—Quiero tocarte.
—Jason.
—No quiero ninguno de sus recuerdos en ti —siseo. No son celos, sino rabia y dolor.
Cuando las marcas no desaparecen, significa que son heridas de por vida. Hay que
torturar mucho a un cambiaformas para herirlo de tal forma que nunca se cure. Bajo las
cicatrices, sus heridas aún duelen.
Siempre se me han dado bien los preliminares, pero hasta ahora había sido más
como un deber. Con Zara, disfruto viendo sus reacciones. Los sonidos que hace me
hacen perder el control y la respuesta de su cuerpo me hace querer torturarla aún más,
arrancarle más gemidos, grititos y jadeos. Cuando estamos así, con ella desnuda en mis
brazos mientras mis manos la atormentan, es cuando es más vulnerable, cuando se
despoja de su férreo control. En estos momentos, es completamente mía.
Siento que se contrae alrededor de mis dedos y empujo un cuarto dentro, a lo que
ella solloza mientras yo murmuro:
Espero que me aparte la mano, pero cuando obedece, siento que la polla me palpita
de dolorosa necesidad.
Es obediente en la cama cuando le susurro y le ordeno que haga cosas. Es algo que
nos pone frenéticos tanto a mí como a mi lobo.
Me la follo durante su orgasmo y sus gemidos son una mezcla de dolor y placer. Para
cuando vuelve a desplomarse, tengo la mano empapada, revelando lo mucho que ha
disfrutado.
Alzando más sus caderas, saco los dedos y la penetro con la polla. Está muy
apretada. Mi cuerpo arde de necesidad reprimida y la embisto como un animal, mi
miembro se desboca en su interior mientras ella aprieta las sábanas blancas. La piel de
Zara está resbaladiza por el sudor mientras me la follo. Sus gemidos son pequeños
sonidos entrecortados que me hacen acelerar el ritmo.
*** ***
Es después de horas de sexo duro y bruto cuando pedimos comida. Para cuando
llega el repartidor con una caja de pizza y un refresco, ya es de noche.
—No, tío. Lo pone aquí mismo: pizza con doble de queso y pepperoni y dos refrescos.
—Bah, cógelo. —Zara suena agotada—. Ahora mismo me comería cualquier cosa.
Le pago al hombre, cierro la puerta tras de mí, abro la caja y huelo la pizza.
—Huele raro.
—Tiene que aparecer. —Su voz es tensa—. Se ha escapado, pero no tiene dinero, así
que tardará en llegar. No quiero perderme ese momento, por eso estoy vigilando el piso.
Asiente.
—El lobo sólo habría ido a ver a Maria. A nadie más. —Se recuesta en la silla y me
mira—. ¿Vas en serio con lo de dejar la manada?
Me siento frente a ella y poso la vista en la ventana, sin querer que se dé cuenta de
lo mucho que me duele mi propia decisión.
—No eres tú, Zara —le contesto, sombrío—. Es el veneno que Howard esparció antes
de irse. Las chicas que huyeron te culparon a ti por arrebatarles su brillante futuro. Sus
madres se negaron a aceptar su responsabilidad en el asunto y te culparon a ti de influir
en sus hijas. Todas excepto una que pensaba que su hija tenía la oportunidad de ser la
compañera del segundo al mando de tu manada. Howard fue todo un hijo de puta
encantador con ellas. Incluso después de que se fuera, las jóvenes a las que consiguió
convencer de que fuiste infiel y las otras hembras le defienden. Austin ha intentado
contener la situación, pero querían que yo te dejara. Tampoco es que fueran mis
mayores fans ya que, según ellas, yo te ayudé a ser infiel.
Me encojo de hombros.
—No importa, decidí no enfrentarme a ellas. Fui directamente a Austin y le dije que
abandonaba. Intentó detenerme, pero —me encojo de hombros— me negué. Y me he
pasado los dos últimos días rastreándote hasta aquí.
—No será fácil para ti perder a tu familia, Jason —dice con pesar—. Todavía podemos
ser parte de tu manada. Si Austin está dispuesto a acoger a las hembras de la mía, no
tienen por qué vivir dentro del territorio de la manada. Puedo conseguirles alojamiento
en la ciudad, así nunca tendrán que poner un pie en la guarida, y yo puedo quedarme
con ellas.
—Tu manada te necesita, Jason. Así seguiremos siendo parte de la misma manada,
pero tú estar...
—No voy a luchar por la gente que se negó a aceptarte —le digo, tajante, antes de
pasarle su refresco.
—No estoy del todo dispuesta a entrar en otra manada con hembras y niños
vulnerables.
—No dentro de la manada. Tus compañeros apenas me toleran y no quiero que nadie
vuelva a traumatizar a mi gente.
Mi lobo se siente agitado por alguna razón. Sus palabras son cortantes y duele saber
que mi propia manada defraudó a mi compañera. Allá adonde ha ido, han quebrantado
su capacidad de confiar una y otra vez. Y la gente a la que consideraba mi familia le ha
hecho lo mismo.
—Ya veremos qué hacemos —murmuro, sin ninguna gana de volver tampoco. Vivir
sin manada no es fácil, pero para Zara es la única opción. Está atada a mi manada tanto
como yo a ellos. La única forma en que puede cortar los lazos es si jura lealtad a otro
alfa o yo hago lo mismo.
Austin se había resistido a verme marchar. Había hecho todo lo posible para que me
quedara, pero la decisión estaba tomada. Sé que no era culpa suya, pero tenía que
elegir a Zara. Ya había perdido a alguien importante para mí una vez. No iba a dejar que
volviera a ocurrir.
Oigo un ruido lejano de pasos que se acercan. Alguien me agarra por el pelo y de
repente me encuentro mirando a Howard a la cara. Éste me mira con desprecio y mueve
la boca, pero no entiendo lo que dice. Entonces siento dolor en el cuello, es un dolor rojo
y ardiente. Siento que la sangre me chorrea por el cuello, pero no puedo moverme.
Observo cómo otros dos hombres levantan a mi compañera inconsciente.
Me estoy muriendo.
Esto es culpa mía, ese es el último tenue pensamiento que me recorre. He fallado en
proteger a mi compañera. Otra vez.
CAPÍTULO 24
Jason
La oscuridad es fría, pero acogedora, pero vacilo al límite de ella. No puedo sentir mi
vínculo con mi compañera.
¿Está muerta?
—Venga, Jason —me dice una voz familiar—. No puedes irte así. Zara te necesita.
Zara.
Mi compañera.
¿Dónde está?
—Nessie —susurro.
—Ha pasado mucho tiempo, Jason. —Extiende la mano y, cuando consigue tocarme la
mejilla, me doy cuenta de que yo también soy más joven.
Su risa está cargada de recuerdos de cuando jugábamos juntos y corríamos por los
campos que rodean su territorio.
La miro fijamente.
—Puedes creerte eso si quieres, pero eso no quita que ella te necesita. No puedes
morir todavía. Denziel aún no ha terminado con ella.
—No merece que lo llame padre. Esto es más serio de lo que crees, Jason. Tienes que
luchar. Aún no es tu hora.
—¿La quieres?
—Sí.
—¿Cuánto?
No parece dolida.
—Bien, entonces curarás su dolor. Está sufriendo mucho, Jason, y es mi culpa. Tienes
que arreglar las cosas. De la manera en que yo nunca fui capaz.
Siento los zarcillos de energía cálida envolviéndome, tirando de mí lentamente. No
me resisto.
Me sonríe.
—Lo seré. Una vez que enmiendes mis errores. —Se aleja cada vez más de mí y, esta
vez, Nessie da un paso hacia mí, detiene los zarcillos y me toca la mejilla con la mano—.
Vas a vivir una larga vida, Jason. Una vida muy larga. Y tu hogar estará lleno de
felicidad, niños y risas. Pero esa vida siempre estuvo destinada a ser con Zara. Así que,
cuídala, ¿de acuerdo? Y dile que la quiero.
La energía curativa que me atraviesa es cada vez más débil, pero noto que mi piel se
vuelve a tejer.
—Le cortaron las cuerdas vocales —dice Thea, tensa—. Dame algo de tiempo.
El dolor es intenso mientras siento que algo dentro de mi cuello empieza a curarse.
Noto las manos de Thea en mi pecho y, cuando por fin se aparta, suelto un suspiro
ahogado.
—Se la han llevado. Esos hijos de puta intentaron matarte. Y lo habrían conseguido
de no ser por Thea.
Cuando la miro a ella, veo que Seth la tiene en brazos para que se mantenga en pie.
Tiene la cara blanca como el papel. Le lanzo una mirada a Lexi.
—Zara te necesita. Mi... mi compañero está aquí para protegerme. Tú tienes que
salvarla.
—Se pondrá bien —me tranquiliza Austin—. Era consciente de los riesgos.
—Dínoslo tú. —Mi alfa me lanza una mirada cortante—. Llevo horas dejándote
mensajes y llamándote. Tuve que pedirle a Sam que te localizara. Si hubiéramos llegado
un minuto más tarde, habrías muerto.
—Ya le tenemos —responde Seth, tenso—. Estaba fuera del edificio, contando el
dinero. Un hombre que coincide con la descripción de Howard le dio la comida y le dijo
que la entregara. Y viendo que su olor está por todas partes, sabía exactamente dónde
estaba Zara.
—¿Cómo?
—No le encontraba el sentido a por qué mataban a esos lobos. —Austin me ayuda a
ponerme en pie—. Nunca me dijiste que tu compañera tiene el don de comunicarse con
lobos salvajes.
—Yo... creía que los había domesticado —murmuro, pero esa idea también me parece
estúpida.
—No, no lo creías —dice Austin, con fuerza—. Es una veteres. ¿Es eso algo que
también pretendías ocultarme?
—¿Una qué?
—Sabía de la existencia de los veteres, pero esas manadas sólo se alían entre ellas.
La manada de River Stone nunca ha revelado que lo fuese. Por eso los alfas de esa
manada provenían de una sola familia; los veteres no tienen alfas de nacimiento en sus
manadas. Y por eso Zara podía comunicarse con los lobos salvajes.
—¿Cómo sabes todo esto? —Escudriño a Austin—. ¿Y dónde está Zara? ¡¿Por qué
estamos aquí sentados charlando cuando deberíamos estar buscándola?!
—La han llevado de vuelta a su manada —me informa Austin, sombrío—. Thea ha
estado curándote durante un día entero, no nos atrevimos a moverte. Y la única razón
por la que sabemos todo esto es por Brett.
—¿Brett?
—Mi padre sirvió al alfa anterior —me comunica Brett en voz baja.
Lo estudio, cauteloso.
Claro que hay muchas cosas que no me ha contado, aunque no es que yo haya hecho
mucho para ganarme su confianza.
—No se sorprendió cuando se enteró de los mensajes a través de los lobos —explica
Brett—. Yo no estuve en la frontera de vuestro territorio, pero me enteré de lo que se
hizo allí. Mataron a todos los lobos hasta que encontraron al que llevaba el mensaje de
Maria. La obligaron a cambiarlo y a entregárselo de nuevo al lobo. Sabía que era una
trampa, así que me fui de inmediato. Pero como he dicho, no sabía cómo contactar con
tu manada o con Zara y, para cuando llegué, ya era demasiado tarde.
No me molesta que Zara me haya mentido. Nunca le di una razón para confiar
plenamente en mí. Pero ahora que lo sé, estoy preocupado.
—Si Denziel conoce su linaje, tiene aún más sentido que vaya tras Zara —murmura
Austin—. Necesita dejarla embarazada para establecer un control completo sobre la
manada.
—No puede hacer eso —responde Brett—. El único que puede sentarse en el trono
del alfa es su linaje directo. Ahora mismo, Zara es la legítima alfa de la manada de River
Stone. Hasta que tenga un hijo, no tiene más remedio que hacer que la manada le jure
lealtad.
Le miro fijamente.
—¿Y si no lo hacen?
—Todavía están de camino —me hace saber Brett—. En el tiempo que llevo allí, he
notado que no todos los hombres están contentos con lo que está ocurriendo. Las
familias han quedado destruidas, he estado reuniendo aliados dentro de la manada y
hemos establecido una forma de comunicarnos. Ahora que ya no estás al borde de la
muerte, hemos ganado más tiempo. Incluso si Denziel es capaz de embarazarla, el linaje
de sangre de Zara no permitirá que nazca ese niño.
Alzo la mano en un puño que ya está a medio camino en el aire, cuando Austin me
detiene.
—¡Estás hablando de mi compañera! —gruño—. ¡No dejaré que le ponga una mano
encima!
—Solo estoy siendo práctico —dice Brett, fríamente—. ¿Crees que Denziel no lo
intentará? Y eso no es todo.
—¡¿Qué más puede haber?! —bramo—. Mi compañera está ahí fuera, no tengo
tiempo para cuentos. O hablas mientras nos movemos o no digas nada.
—No podemos irnos sin saber adónde la llevan —interviene Austin, tenso—. Puede
que no la lleven de vuelta a la manada. Al parecer, desde que Zara se fue, ha habido
bastante agitación. Estamos esperando a que uno de los guardias nos avise. La manada
está a un par de días de viaje de aquí.
—No si vas en helicóptero —me dice Brett—. Y tengo uno esperándonos en la azotea.
—El interés de Denziel por tu compañera no es algo reciente. Le tiene el ojo echado
desde que era una niña.
—Repíteme eso.
—Yo era un adolescente cuando mi padre me ordenó que me asegurara de que Zara
nunca estuviera a solas con Denziel, y así lo hice, pero empecé a notar sus intentos de
pasar tiempo con ella. No sé si mi padre informó de ello al alfa, pero si lo hizo, el alfa
nunca dio muestras de ello. También era buen amigo de Denziel; sin embargo, si alguna
vez Nessie invitaba a Zara, mi padre manipulaba la situación para asegurarse de que
hubiera más adultos presentes por la zona. Creo que vigilaban a Denziel y que por eso el
alfa lo mantenía tan cerca de sí mismo. No obstante, hasta que la rebelión tuvo lugar, mi
padre nunca mencionó nada al respecto.
—Ya tenemos a dos escuadrones esperando con Sam —me informa él—. Brett nos ha
proporcionado imágenes del territorio para que Sam sepa dónde abrir los portales.
Mientras tanto, en cuanto averigüemos adónde lleva Howard a Zara, iremos hasta allí en
el helicóptero. No le pasará nada a tu compañera, Jason.
Justo en ese momento suena un teléfono y Brett se saca el suyo del bolsillo. Le echa
un vistazo y dice:
Zara
Tengo la cara presionada contra una superficie dura y puntiaguda, que noto cómo se
me clava en la mejilla. Aun así, no abro los ojos. La confusión que reina en mi cabeza
hace que suenen las señales de alarma.
Me quedo quietecita mientras oigo pasos que me rodean. Oigo una conversación en
voz baja, pero no consigo averiguar de qué hablan.
Repaso cada retazo de mi memoria, intentando averiguar qué está pasando ahora.
Pero lo único que recuerdo es a Jason diciéndome algo y cómo el letargo me consumió.
Como drogada.
Me habían drogada.
Una mano me agarra del pelo, me levanta y abro los ojos de golpe, para encontrarme
cara a cara con el rostro burlón de Howard.
Su mirada se endurece.
—Siempre fuiste una zorrita bocazas. —Antes de que pueda pestañear, me asesta un
golpe en la cara que me tira al suelo—. ¡Una puta estúpida e inútil! ¡No puedes hacer ni
una puta cosa bien!
Sé que le estoy provocando, pero solo ver su cara me pone hecha una furia. Quiero
arrancarle los ojos.
—¡Puta estúpida! No te atrevas a creer que estás por encima de mí. No hay manera
de que aprendas la puta lección, ¿verdad? ¡He ganado, zorra! ¡He ganado! Puse a tu
madre de rodillas mientras todos esos soldados nos rode...
Es mi rabia la que me da fuerzas para darle una patada en los huevos. Gruño cuando
gime y cae de culo.
—¿Crees que deshonraste a mis padres y ya has ganado? Nunca ganaste, no has
ganado una puta mierda, Howard. No puedes deshonrar sus recuerdos, se sacrificaron
por esta manada. Sabían que me vengaría de ti, y eso haré. Una vez que sea libre, voy a
ir a por cada persona que quieres, a por todo lo que aprecias, y haré que veas cómo lo
quemo hasta los cimientos.
Siento que me arden los ojos con una locura depravada mientras me echo a reír,
provocando que Howard se estremezca.
»Eres un gallina al que le faltan huevos y por eso no voy a matarte. No, lo que voy a
hacer es mantenerte con vida. Voy a hacerte sufrir durante décadas antes de acabar
contigo. Voy a hacerte pagar por cada pizca de sufrimiento que padecieron mis padres.
No he terminado contigo. Howard. Apenas he empezado.
Ver el destello de miedo en sus ojos me resulta satisfactorio. Sin embargo, es una
satisfacción momentánea, porque el cobarde no tarda en recordar que estoy atada y que
aún posee cierto grado de control.
—La has cagado, Zara —me espeta Howard—. Sólo tenías que dejar que Denziel te
tuviera unos días y luego yo lo habría matado, me habría convertido en alfa y te habría
tomado como mi compañera. ¡¿Por qué tuviste que joder las cosas apareándote con el
gilipollas de Jason?!
—¿Crees que querría aparearme con alguien tan patético e inútil como tú? Puede
que Jason sea un imbécil a veces, pero es diez veces más hombre de lo que tú podrías
soñar con ser. Siempre supe que tenías tus carencias, pero por Dios, Howard, no me
imaginaba que fuese tan grave.
Los insultos salen a borbotones de mi boca y puedo ver el impacto que mis palabras
tienen en él. Mi lado sádico se deleita con su dolor. Aún no puedo causarle dolor físico,
por lo que tendré que conformarme con el daño emocional. Por desgracia, Howard y yo
no pasamos mucho tiempo a solas porque otra persona se adentra en la cueva.
Puedo sentir el débil vínculo palpitando dentro de mí, por eso sé que Jason no está
muerto en absoluto, pero no es una información que vaya a compartir con Denziel. No
obstante, la fragilidad del vínculo me preocupa. No puedo sentir a Jason del otro lado, lo
que significa que algo va terriblemente mal.
Hago de tripas corazón. Se pondrá bien, sé que sí. Y, mientras tanto, tengo que
encontrar una manera de escapar de estos dos lunáticos trastornados.
Él me estudia.
—¿Por qué no me desatas y así te cuento lo triste que estoy? —Le hago una mueca.
—¿Mi compañero? —No tengo más remedio que reírme en su cara—. ¿Tú? Nunca
sería tu compañera, Denziel. Tú y el hijoputa de tu segundo tenéis las manos manchadas
con la sangre de mi familia. Me rajaría la garganta antes de dejar que me toques ni con
un palo.
—Entonces, te cortaré las manos —replica él con calma—. Pero vas a ser mía. Y si no
paras de desafiarme, tu lengua será lo próximo que te arranque.
—Ella lo desaprobaba.
—Tuve que hacerlo. —Se encoge de hombros—. Tu familia llevaba demasiado tiempo
en el poder, había que eliminarlos. Y tú siempre has sido una monada. —Se agacha, me
agarra unos mechones de pelo y sonríe—. Me tenías bastante encandilado, pero sabía
que tu abuelo nunca aprobaría que intentara cortejarte. Razón de más para quitármelo
de en medio. Tus padres también te protegían mucho, así que supe que tenía que
deshacerme de ellos. Estaba planeándolo todo cuando Nessie me pilló y se enteró de mis
planes. Ella era la niña de mis ojos, mi angelito perfecto, pero trató de convencerme de
que renunciara a este plan, de que te dejara en paz. ¡Como si debiera ser feliz con la
mediocridad!
»Pensé que podría mantener la boca cerrada. Le expliqué por qué tenía que hacerlo,
que sería como una princesa de la realeza, la hija del alfa, pero mi Nessie era demasiado
suave. Se negó a atender a razones y yo no podía dejar que echara a perder años de
planificación.
Recuerdo haber leído los informes sobre su muerte, la forma en que se había
encontrado su cuerpo. La curandera había declarado en su informe que había sufrido
durante horas, en las que los lobos salvajes se habían alimentado de ella. Su muerte
había sido lenta y dolorosa. En sus últimos días, Nessie había actuado de forma extraña
y su padre siempre había estado a no menos de tres metros de distancia, vigilándola
como un halcón.
Había intentado decirme algo varias veces, pero yo hacía poco que había descubierto
mi vínculo predestinado con Howard y estaba en una nube.
Cuando se fue a hacer ese viaje con su padre, ni siquiera me despedí de ella. Me
había dicho que nos viéramos esa noche a medianoche, pero yo me había quedado
despierta toda la noche, hablando con Howard por teléfono.
—Intentó contártelo, pero como la niña dulce niña que era, tampoco soportaba la
idea de meterme a mí en problemas. Pero habría encontrado la forma de contárselo a
alguien y no podía dejar que eso pasara. Así que supe que tenía que encargarme de ella
y la llevé al bosque. Me suplicó que no lo hiciera, pero no tenía elección. Trató de
cambiar de forma para luchar contra mí, pero yo era un teniente. Me aseguré de que
quedara de lo más desfigurada.
—Mataste a tu propia hija. —La cabeza me da vueltas—. ¡¿Asesinaste a Nessie?!
Quiero vomitar.
Jason
—¿Cuál es el plan? —exijo saber mientras sigo Austin al helicóptero—. ¿No debería
estar Sam aquí con nosotros para que podamos llegar a Zara más rápido?
—Hay una red subterránea de cuevas dentro del bosque —explica Brett, sombrío—. Y
ella se encuentra ahí, en alguna parte. Vamos a entrar a ciegas, ya que ni siquiera yo
conozco su ubicación exacta. Los guardias estaban apostados fuera de la entrada y
Denziel ha estado allí haciendo algunos trabajos. He oído que ordenó poner minas
terrestres, así que esta misión de rescate podría volverse mortal en un abrir y cerrar de
ojos.
No me molesto en preguntar por qué Denziel querría poner minas en una cueva, ese
hombre está loco de remate.
—No lo sé —admite—. Nunca he estado ahí. Luca, nuestro anterior alfa, prohibió que
nadie entrara en esos túneles y nadie ha estado ahí en décadas. Es muy fácil perderse
dentro.
—Tiene que haber alguna razón para que Denziel la lleve ahí —insisto—. Si sólo
fuera para esconderla de la manada, podría haberla llevado a cualquier parte. ¿Por qué
a ese lugar? —Brett parece incómodo y yo entrecierro los ojos—. No es el momento de
preocuparse por desvelar secretos familiares. ¡Mi compañera está ahí dentro y necesito
saber en qué me estoy metiendo para poder sacarla de ahí de una pieza!
Cuando no dice nada, me abalanzo hacia él, sólo para que Austin me contenga. La
expresión de mi alfa es atronadora cuando mira a Brett.
—Sea lo que sea que te estés guardando, será mejor que empieces a hablar. No voy a
enviar a mis hombres a ciegas.
—Es tierra sagrada —Brett parece de lo más incómodo—. Contiene uno de los
secretos de los veteres. No se me permite...
—Cada manada de veteres tiene un lugar de sepultura específico y esas cuevas son
los cementerios del linaje de Zara. Estando dentro de esas cuevas, su cuerpo es débil.
No puede cambiar de forma. Cuanto más tiempo pase ahí, más se drenará su energía,
sobre todo porque a Luca nunca se le llegó a enterrar y la tierra busca restaurar el
equilibrio. Tratará de drenar a Zara para sobrevivir. No hablamos de unas pocas cuevas,
sino de miles, que se adentran cada vez más y más en la tierra. No sé cómo de bien
conoce Denziel ese lugar, pero si se ha llevado a Zara es porque sabe que estará
demasiado débil para defenderse.
—Existe la posibilidad de que pueda morir ahí dentro —explica con reticencia—. No
dispongo de ninguna foto de esas cuevas porque nunca he estado en ellas. Si no, le
habría pedido al Maestro de la Torre Mágica que nos enviara ahí primero. Todavía no sé
cómo rastrearla estando ahí dentro.
—No es posible —Brett niega con la cabeza—. No te haces una idea de la cantidad de
magia de sangre que hay en esas cuevas, están saturadas de ella. No podrías oler nada.
—Puedo encontrarla.
—No entiendes...
—Jason es uno de los mejores rastreadores que hay —coincide Austin—. No necesita
un rastro de olor para encontrar a alguien.
No digo nada, sintiendo cómo el latido del vínculo que comparto con Zara se acelera
a medida que nos acercamos. Puede que sea capaz de encontrarla solo a través del
vínculo.
**** **
Cuando Brett mencionó la magia de sangre, no reparé en que toda la zona tendría tal
aura de espanto. Hay una sensación lúgubre en el aire, una espesa pesadez que cala
hasta los huesos, haciendo que uno quiera darse media vuelta.
—Miles de alfas están enterrados dentro —susurra Brett—. Se dice que nunca
mueren. Una vez que cierran los ojos en el mundo mortal, duermen bajo tierra,
empleando sus cuerpos para fortalecer y proteger esta tierra. Pero no les agradan los
visitantes.
Lo miro de reojo.
—Eso me suena más a cuento chino pensado para asustar a los niños y disuadirlos de
explorar la zona.
Él se sonroja.
—Pues ahí lo tienes —murmura Seth—. ¿Qué sabes en realidad, Brett? ¿Algo que nos
sea útil o sólo cuentos para dormir?
—Al igual que Zara, yo tampoco estaba preparado para asumir este papel tan pronto
—responde éste—. No he tenido tiempo de revisar los libros de familia.
Seth está a punto de dar un paso adelante cuando le agarro del hombro y tiro de él
hacia atrás.
—¿Puedes sentirlos?
No tardamos mucho en despachar a los guardias. Aunque hay una persona más
presente que me hace hervir la sangre.
—No le mates —le digo a Austin en voz baja y con los ojos clavados en Howard, que
está saliendo de las cuevas—. No quiero que muera todavía.
—Muy bien.
Austin se transforma antes de lanzarse hacia los árboles, fuera de la vista. Mientras
tanto, Brett regresa con el guardia y Seth.
Nos dirigimos a las cuevas y puedo sentir la rabia y la pena a través del vínculo de
apareamiento, pero las sensaciones se suceden con rapidez.
—Está inmovilizado.
El vínculo late tan fuerte que ni siquiera siento los latidos de mi propio corazón.
Nos separamos y Brett y yo nos movemos con cautela. Oigo voces a medida que
avanzamos y alza una mano. Lo que oigo es el sonido de la carne chocando contra carne.
Me echo hacia delante, tenso, y esta vez es Brett quien me detiene.
—¡Inténtalo! Acércate a mí otra vez y verás lo que pasa. —No hay ni rastro de miedo
en su voz, sólo una furia en estado crudo.
—Haré que te azoten hasta que aprendas cuál es tu lugar —le responde Denziel con
voz fría.
—¿Que vas a hacer qué? —se burla Zara—. Eres tan cobarde que tienes que atarme
para atreverte a enfrentarte a mí. Eres patético. Tú y Howard estáis cortados por el
mismo patrón. Ni un poco de lealtad y cobardes hasta el final. Vas a pagar por lo que le
has hecho a mi manada, Denziel.
Veo que el hombre mayor se abalanza sobre Zara, pero antes de que pueda
intervenir, ella mueve las piernas para darle una patada en el pecho y arrojarlo hacia
atrás. Tiene la piel blanca como el papel cuando se pone en pie.
»¿Crees que las mujeres somos débiles? ¿Creéis que podéis matar a nuestros hijos, a
nuestros compañeros y a nuestras familias, y que vamos a sentar el puto culo y no hacer
nada al respecto? —La voz le suena áspera—. Ni siquiera puedes enfrentarte a mí sin
que esté en desventaja. Eres patético.
—¿Por qué has tardado tanto? —me gruñe ella, pero veo el alivio en sus ojos cuando
se deja caer en mis brazos. Le rompo las ataduras.
—No lo mates —le espeta a Brett antes de parpadear, sorprendida, al darse cuenta
de con quien habla—. ¿Tú?
—¿Estás herido? No pude sentir el vínculo durante un rato. —Me traza la mandíbula
con los dedos y yo puedo ver lo pálida que está.
Me doy la vuelta justo cuando Denziel se alza sobre Brett. Le clava las manos en el
pecho al más joven, haciendo que éste se ponga rígido del dolor. Cae al suelo casi al
instante.
Zara se mueve antes de que yo pueda reaccionar siquiera. El pelaje hace acto de
presencia cuando cambia de forma en mitad de un salto y se lanza contra Denziel.
Oigo los gritos del viejo alfa mientras ella lo desgarra y la sangre salpica por todas
partes.
Zara se aleja de Denziel antes de abrir la mandíbula y agarrar su cuerpo con la boca.
Echa a correr hacia la entrada de las cuevas y yo la sigo. Austin y Seth se encuentran
con nosotros a mitad de camino.
En unos minutos, que se me antojan una década, se abre un portal y Sam emerge de
él junto a una niña que no puede tener más de diez años. Parece asustada y, al ver a
Zara, rompe a llorar y corre a abrazarla.
—Sierra —Zara se arrodilla a su lado, agarrándola por los brazos—. ¿Recuerdas que
te dije que ocultaras tus habilidades? —La niña asiente—. Pues las necesitamos ahora.
Tienes que salvar a Brett.
Veo a la niña acercarse a Brett y ponerle las manos en el pecho. Tengo que cerrar los
ojos ante el poder que se abre paso a través de ella. Es demasiado poderosa para una
curandera tan joven y sin formación.
Me lanza una mirada curiosa, pero ya tendremos todo el tiempo del mundo para
hablar.
Sigo su mirada para ver a Howard colgado por los pies de la rama de un árbol,
inconsciente.
—Le pedí a Austin que no lo matara. —Mido su reacción y la lenta sonrisa que curva
sus labios hace que un escalofrío me recorra la espina dorsal.
—No quiero que muera —dice Zara, en voz baja—. Quiero que sufra durante años.
Howard no merece una muerte piadosa. Ni tampoco Denziel.
Estudio a la mujer que está a mi lado y las palabras de Brett vuelven a mí. Ella es la
legítima alfa. Pero no como regenta, pienso para mí, observando su sonrisa feroz.
Zara es una fuerza a tener en cuenta. Tiene la capacidad de controlar a toda una
manada y cualidades de liderazgo. Incluso Austin la respeta.
Cuando volvemos con los demás, Brett ya está sentado y Zara se encuentra con su
mirada.
—Que rapidez.
—Como te he dicho, hay mucho de qué hablar. Y tú también tienes algunos secretos
que contarme. ¿Te suena la palabra veteres?
Por desgracia, no tenemos tiempo para esto. La verdadera batalla está a punto de
comenzar.
CAPÍTULO 27
Zara
Hay mucha rabia ardiendo dentro de mí mientras me visto con la camiseta de Jason y
me pongo al día con todo. Tenemos que esperar a que se abra otro portal. Ver a Howard
y a Denziel así es satisfactorio, pero no hace nada para disminuir ese dolor furibundo
dentro de mí, el dolor que no me permito sentir. Hacerles daño no me parece suficiente.
Quiero que se retuerzan de agonía, que supliquen clemencia.
—Estás enfadada y dolida, lo sé. Y sufrirán de la manera que tú elijas, pero tienes
que darle un respiro a tu corazón, Zara. Te estás haciendo daño a ti misma.
—Lo sé. —Los brazos de Jason me envuelven, aferrándome a él—. Superaremos esto.
—Jason se largó y nadie pensó que fuese en serio hasta que su escuadrón se dio
cuenta de lo que pasaba. Perder a un segundo al mando puede destrozar a una manada,
por lo que los soldados sintieron el impacto, vinieron a verme y yo les mostré la razón
por la que Howard era el enemigo. Estamos caldeando el ambiente en la manada,
aunque supongo que ya es demasiado tarde.
No le pregunto qué decir con eso porque el portal se abre justo en ese momento y lo
atravesamos, directos al caos.
*** ****
Aquí están los rebeldes luchando contra las hembras, los soldados de Austin y los
desertores. Todo el lugar parece una carnicería, pero en cuanto aparezco yo, se hace el
silencio en el campo de batalla.
Mis acciones se ven seguidas por gritos de victoria procedentes de mis hembras y
aquellos que están de su lado, y gritos de ira por parte del enemigo. Al contemplar mis
acciones despiadadas, más hembras se transforman y se lanzan hacia adelante. Los
aullidos resuenan en el campo de batalla. Puedo sentir a Jason a mi lado, aunque no
pueda verlo, con los ojos cubiertos como los tengo con la sangre del enemigo. Pero no
me detengo.
«¡Cobardes!, ¡traidores!».
Sin embargo, la pelea está lejos de terminar, ya que algunos de los rebeldes todavía
creen que tienen la sartén por el mango. Uno de ellos salta hacia mí por detrás,
apuntándome al cuello con los dientes. Me agacho para esquivarlo justo cuando Jason
ruge, agarra al lobo por el cuello y lo sacude hasta que se le parte el cuello. Mi
compañero no participa en la pelea que está teniendo lugar, más que para protegerme y
guardarme las espaldas, casi como si supiera que no tiene nada que ver con ella.
Puedo ver que los soldados de su manada están luchando, pero que son las hembras
de mi manada las que lideran la carga. Quieren sangre, venganza, y ahora que se les ha
presentado la oportunidad de luchar, van a por todas. El enemigo no tiene nada que
hacer contra la furia de las hembras que han sido sometidas.
—¡Rodeadlos! —rujo.
Incluso entre los gruñidos y aullidos, mi voz se hace oír y mi pueblo obedece.
Jason también cambia de forma, con el cuerpo cubierto de sangre. El mío está
empapado de ella. Algunas de las hembras, que también han recuperado su forma
humana, se acercan a mí y me echan los brazos al cuello con cuerpos temblorosos. Las
abrazo mientras dejo que la gente de Jason rodee a los rebeldes restantes.
Mi compañero le hace una señal a uno de sus hombres, que asiente y aparece
minutos después con ropa. Mientras las hembras pillan algo con lo que cubrirse, mi
compañero coge un vestido y me lo pone sobre el cuerpo cubierto de sangre con manos
suaves, incluso a pesar del temblor de rabia y adrenalina de mi cuerpo.
Ver los cadáveres de aquellos que nos atormentaron no me satisface, sino que me
duele. Conozco a la mayoría de esos hombres. Entrené con ellos, crecí con ellos, bajo
sus órdenes y, saber que no tuvieron ningún problema en destruir nuestra manada para
buscar su propia satisfacción, me produce un dolor atroz.
Cuando miro en derredor, mi rabia se desvanece, sustituida por una pena pesada.
Jason debe de haber percibido mi dolor porque me rodea el hombro con el brazo y
aprieta la frente contra mi sien.
Siento todos esos ojos puestos en mí, cómo mi gente espera que les diga qué hacer.
La pelea tuvo lugar a pocos metros de la guarida, muy probablemente cuando los
rebeldes trataban de impedir que las hembras escaparan. El terreno está rojo cuando
camino sobre él.
—¿Dónde está Maria?
—En el calabozo —me hace saber Sara, una de las hembras más jóvenes.
Estoy a punto de decirle que la suelte cuando mis pies me llevan en dirección a la
guarida. Me dirijo al interior, seguida por Jason.
Hay muchas personas en las celdas del calabozo y las libero una a una. A algunos
hay que sacarlos a hombros, otros se acercan a trompicones, sin saber muy bien qué
está pasando. Cuando por fin doy con Maria, la encuentro atada a un dispositivo de
tortura, inconsciente.
—Déjame a mí.
Rompo las ataduras de mi amiga, bajándola al suelo, con el corazón gritándome por
las cicatrices que veo en su cuerpo.
—Dame algo con lo que cubrirla —digo con dureza, y Jason me tiende una camisa. Se
la pongo a Maria antes de mirar a mi alrededor—. ¿Dónde están los curanderos?
—Él ya no está —me cruje la voz mientras permanezco ahí de pie en medio del
calabozo subterráneo—. Denziel y su reinado han terminado. Ya no puede haceros daño.
Sois libres de ser vosotras mismas. Por ahora, curad a todos los que lo necesiten.
Me besa la sien.
—Te lo parecerá. Pronto.
Hay tanto trabajo por hacer y tanto por sanar. Ni siquiera sé por dónde empezar.
Observo a mis compañeras de manada, que por fin abandonan la celda y digo,
despacio:
—Hay una cosa más que necesito que hagan tus soldados, algo que no puedo
permitir que haga mi gente.
*** ***
Uno a uno, los cadáveres putrefactos se retiran de la fosa. La mayoría de ellos son
irreconocibles debido a los animales que han llegado a ellos primero, pero su olor
bastará para identificarlos.
Cada cuerpo retirado es como un peso adicional en mi pecho. Conocía a esta gente.
Mi respiración se vuelve más agitada mientras permanezco ahí, con el cuerpo rígido
e inmóvil. Jason intenta tocarme y ofrecerme consuelo, pero niego con la cabeza, con los
ojos fijos en cada rostro, desfigurado o no. Me guardo sus nombres en el corazón.
Jason me sostiene, sus brazos son como bandas de acero a mi alrededor mientras
tiemblo.
Pero no puedo.
Por todos aquellos que no pueden estar aquí, tengo que presenciarlo por ellos.
Se recuperan las cabezas de mis padres; la de mi padre está en mal estado, pero la
de mi madre está entera Era una veteres, los animales salvajes y la naturaleza no le
harían daño.
—Vamos a montar unas tiendas. —Seth se nos acerca con el rostro dibujado por la
pena. Tanta muerte sin sentido puede afectar incluso a los corazones más duros—. Los
hombres van a dejaros algo espacio durante una hora mientras nos hacemos con los
suministros. Montaremos las tiendas y vigilaremos los cuerpos esta noche.
—No puedo...
—Lo sé. —Me abraza—. No pasa nada —habla con una voz suave y llena de amor, y
finalmente me vengo abajo.
Mis sollozos suenan roncos y desgarrados, la rabia y el dolor reprimidos brotan de
mí a borbotones y mi compañero me aferra entre sus brazos mientras me permito sentir.
Zara
Erin llega a la mañana siguiente, antes del amanecer. No sé cómo ha llegado tan
rápido.
Está muy delgada. Cae en mis brazos con el cuerpo rígido y se aferra a mí.
—¿Y Maria?
—¿Esos cabrones...?
—Howard y Denziel no están muertos todavía. Pero por ahora están encarcelados.
—Nunca vamos a dejar esto atrás, ¿verdad? —ahora habla con pesar.
Yo la observo.
—Me ha traído Ray. Insiste en quedarse pegado a mi lado como si fuera pegamento.
Es insoportable, no se calla ni debajo del agua. —Parece sentirse incordiada, pero la
mención de Ray hace que los ojos se le iluminen y sus labios esbozan una pequeña
sonrisa.
—No puede ser tan malo —la vacilo con sorna, contenta de poder encontrar algo de
humor en la espesa capa de oscuridad y dolor que nos rodea.
Acaricio el rostro de mi amiga con ambas manos y una sonrisa dolorosa en los labios.
—Ve a ver a Maria —le susurro—. Quizá te haya estado esperando todo este tiempo.
Cuando la veo marcharse, cierro los ojos, deseando poder hacer algo con esta bola
de dolor que llevo dentro. Cuando Jason sale de la ducha solo con una toalla, me doy
cuenta de que lo necesito.
—Zara.
—Te necesito.
—Cariño...
Los ojos se me cierran ante su asalto. El corazón me late demasiado deprisa, la parte
inferior de mi cuerpo se aprieta y se afloja con desesperada necesidad.
Quiero más.
—Duerme.
—Tengo que...
—Solo un par de horas —insiste con firmeza—. Descansa solo un par de horas más.
Los funerales siempre son duros, pero un funeral multitudinario lo es aún más.
—Es inaudito —argumenta Brett por la tarde mientras estamos en el despacho del
alfa—. No puedes enterrar a tu padre ahí.
—No te estoy pidiendo tu opinión —digo, tensa—. Solo te informo de ello. No voy a
separar a mis padres. Y solo porque no se haya hecho antes no quiere decir que no se
pueda hacer.
Brett se calla.
—Zara…
—No se ha hecho antes. —Le miro a los ojos y cuadro los ojos—. Pero tampoco hay
nada que demuestre que hacerlo vaya a ser perjudicial. Necesito hacerlo para quedarme
tranquila. Me merezco estarlo.
—Gracias —murmuro.
—Están en su derecho —digo con frialdad—. Igual que tú. Denziel mató a tu padre.
Tendrás voz y voto en su castigo.
Él se pone tenso, pero asiente. Cuando sale, me hundo en el sillón del alfa, no en el
de Denziel, sino en el de mi abuelo.
Jason cierra la puerta y se acerca a mí. Me rodea la nuca con la mano y me alza la
barbilla para darme un beso profundo que hace que se me doblen los dedos de los pies.
—Y lo estoy. —Apoyo la cara en la palma de su mano—. Pero hay algo que quería
decirte, será mejor que te sientes.
—¿Qué pasa?
Dejé escapar un largo suspiro, tratando de encontrar la manera de darle esta noticia
y minimizar el daño a su psique.
Jason ni se inmuta.
—De acuerdo.
—De acuerdo a esa ley —hablo despacio—, también tienes voz y voto en lo que le
pase a Denziel.
Mi compañero parpadea.
—Por lo que te hizo.
—Jason —intento mantener la voz firme—. Nessie descubrió los planes que Denziel
tenía para mí.
Empiezo a contarle el secreto de décadas que Denziel me desveló en las cuevas. Para
cuando termino, Jason se está blanco como el papel, pero no se mueve ni reacciona.
—Ella dijo que era más grave de lo que pensaba. Tenía razón.
—Sé que es duro de digerir —murmuro—. Yo... Puedes declarar sus crímenes contra
ti en el tribunal y elegir el castigo que deseas para él. No te quitaré eso.
Jason me escudriña.
Pero hay mucho que hacer y, cuando el sol empieza a ponerse, cada cuerpo es
depositado bajo tierra para que comiencen los ritos funerarios. No hay lágrimas, todos
los compañeros de manada se han despedido en privado, pero decirles adiós de nuevo
supone un trauma diferente. La mayoría tienen una expresión pétrea en sus rostros,
algunos un profundo cansancio que me hace preguntarme si querrán quedarse en esta
manada después de que se lleven a cabo los ritos.
Al llegar la medianoche, los ritos dan comienzo con Jason a mi lado. Veo a Austin,
Lexi, Seth y Seline en la parte de atrás, junto con Alex, Tammy y Thea. Ray está de pie
junto a Erin. Hay más miembros de la manada de Jason presentando sus respetos con
las cabezas inclinadas, y yo suelto un suspiro inseguro, volviendo a centrar mi atención
en mis padres y mi abuelo. Esta era mi familia. Ya nunca los volveré a ver, nunca hablaré
con ellos y nunca oiré sus voces. Me robaron todos los recuerdos que tenía de ellos, los
destruyeron. Ni siquiera tengo un mísero vídeo suyo.
Los ritos duran hasta el amanecer y entonces tiene comienzo el entierro. Brett y
Jason cargan con los cuerpos de mi familia para llevarlos más tarde a las cuevas. Yo lo
superviso todo, desde el primer hasta último trozo de tierra que cubre a mi familia.
Jason me abraza en todo momento mientras yo observo con atención sus caras,
intentando grabarlas en mi memoria para el resto de mi vida.
—¿Estás bien?
Miro a mi alrededor.
—Lo estaremos.
Austin suspira.
—Supongo que esto significa que de verdad no vas a volver. Como la nueva alfa...
—No. —Se alza una voz de detrás de mí y veo a un grupo de hembras acercarse a
nosotros—. Tú eres la alfa, Zara. Te juraremos lealtad de sangre a ti, y sólo a ti. Incluso
si tienes un hijo, seguirás siendo la Alfa.
—No nos importa —quien habla ahora es Maria, con ojos enrojecidos—. Te elegimos
a ti como alfa. Nos has demostrado tu valía, Zara. No nos inclinaremos ante nadie más.
CAPÍTULO 29
Zara
—Que haya una mujer alfa es inaudito... —empiezo, pero me encuentro con
protestas.
—Creo que la decisión ya ha sido tomada por ti —murmura Austin, divertido—. Eres
más que capaz de liderar esta manada, Zara. Te has sacrificado por tu gente, has
luchado por ellos y los has liderado. Tienen todo el derecho a elegirte como algo más
que una sustituta regente.
—Estoy de acuerdo —asiente Brett, serio—. Sólo porque algo no se haya hecho
antes, no quiere decir que no se puede hacer. Una de las manadas veteres tiene a una
mujer alfa. No es algo raro. Es solo una tradición, Zara, y puedes romperla.
No sé qué decir, pero viendo el mar de caras que hay ante mí, no me queda más
remedio que ceder.
—Después del juicio, deberíamos celebrarlo. Hemos perdido, pero también hemos
recuperado nuestra libertad.
*** ***
El último tribunal que tuvo lugar sucedió cuando Denziel dirigía el proceso. Había
estado protagonizado por llantos y gritos de desesperación mientras los niños pequeños
habían sido arrastrados ante el alfa, a pesar de las suplicas de sus madres.
Hoy impera un silencio quedo cuando se presenta a cada prisionero, que se
identifica y cada persona que tiene algo que reclamar contra él da un paso al frente y le
impone un castigo. Se toma nota de ello y el preso es conducido a su celda. A diferencia
de los últimos meses, su comportamiento es moderado, aunque no hay compasión para
ellos. Incluso los castigos más severos son recibidos sin pestañear.
Los prisioneros tampoco se muestran indiferentes. Cuando cada una de sus víctimas
habla de la pérdida sufrida a manos de la persona juzgada, veo al prisionero
estremecerse cuando se ven obligados a enfrentarse a la crueldad inhumana de sus
actos. Son las madres las que se derrumban al recitar los cargos que se les imputan,
pero consiguen seguir adelante.
El tribunal tarda una semana en concluirse y, para cuando llega el último día, todo el
mundo está agotado.
—Torturaste a mis padres. —Le miro a los ojos mientras me dedica una expresión de
desprecio—. A las mismas personas que cuidaron de ti cuando tus propios padres no
estaban. Les hiciste sufrir cuando lo único que habían hecho fue quererte en tus
momentos más duros. Hace falta ser una persona de lo más fría para cometer tal acto.
Les hiciste daño para hacerme daño a mí. Grabaste su tortura y me entregaste dicha
grabación.
»Destruiste todo lo que tenía de mi familia porque eres débil y patético y pensaste
que intentar hacerme daño te haría más hombre. Pues no ha sido así. También
intentaste asesinar a mi compañero. Me traicionaste de múltiples maneras y, como
resultado, mi castigo para ti es que pases por la misma tortura que pasaron mis padres,
que durará lo mismo que el tiempo en que ellos te criaron.
La cara de Howard se pone blanca como una sábana y forcejea contra sus ataduras.
Levanto la voz.
—Cuando mueras, tu cuerpo será arrojado a los lobos salvajes para que se den un
festín contigo. Tu nombre y el de tu familia serán borrados de los registros de esta
manada, será como si nunca hubieras existido. Morirás como un donnadie, sin nadie a
quien le importes, un ente invisible que nunca importó ni dejó huella en este mundo.
Howard está gritando ahora, escupiendo saliva por la boca, pero se lo llevan a
rastras. Aparte de mí, nadie ha dado un paso adelante para juzgarle. Yo fui la que más
sufrió en sus manos.
»La torturaste, a tu propia hija. Conspiraste para que la manada llegase a este
estado. Asesinaste a niños, madres, padres y hermanos. Hoy hablo también en nombre
de mi compañera. Eres responsable del estado de esta manada por tu propia codicia.
Como resultado, se te mantendrá con vida en las más horribles de las condiciones. Se te
torturará y revivirá a diario.
—¡Hice todo esto por la manada! Para que pudiéramos ser más fuertes...
—¡Lo hiciste solo por ti mismo! —ruge Jason—. ¡No asesinaste a Nessie por tu
manada, la asesinaste porque no querías que tus planes quedaran al descubierto!
Acechabas a Zara desde que era niña, querías moldearla a tu antojo, ¡porque estabas
ávido de poder!
Para hombres tan arrogantes y orgullosos como Denziel y Howard, éste es el mayor
castigo que pueden sufrir.
—Creía que este día no acabaría nunca —murmuro por lo bajo y Jason me pasa una
mano por el pelo.
—¿Qué pasa?
Deja escapar un largo suspiro.
—Bueno, pero es hacia donde se encamina la cosa. —La envuelvo en mis brazos y,
tras un momento de vacilación, me devuelve el abrazo.
—Entiendo —asiento—. Solo quiero lo que sea mejor para ti, Erin, pero si Ray te
hace llorar...
—Ésta siempre será tu casa, Erin. —Le limpio las lágrimas con los pulgares—. Y si tú
no vienes de visita, tendré que ir a visitarte yo.
—Ray la ha captado para su manada ante mis narices. Sabía que lo haría, el muy
capullo. Si la hace llorar, lo mato.
—Está enamorado de ella. Sintió una conexión instantánea desde el momento en que
la vio. —Jason niega con la cabeza—. Venera el suelo que ella pisa.
Aprieto los labios y veo cómo Ray rodea a Erin con el brazo. Su postura es protectora
y sé que, si alguien puede sanar el alma de Erin, será él. Me giro para encontrarme con
la mirada de Jason.
—¿Y tú?
—Tu manada quiere que vuelvas, lo sé. Y, al fin y al cabo, me han ayudado.
—Si te quedas aquí, tendrás que jurarme lealtad y romper los lazos con tu propia
manada. ¿Serás capaz de hacerlo?
—Sí.
Cierro los ojos con pesar antes de abrirlos y encontrarme con su mirada.
—Puede que no tenga que hacerlo. —Miro a un lado para ver a Seline acercándose
con Aurora en brazos—. He hablado con mi padre, quería encontrar una manera de que
Jason pudiera quedarse en nuestra manada, así como en la tuya. Y hay una manera: una
alianza de sangre compartida.
Parpadeo.
Seline sonríe.
—Sí. Lo desconocía hasta que Sam me lo dijo. Las funciones de Jason tendrán que
cambiar y será el enlace entre las dos manadas, pero seguirá siendo el segundo al
mando de Austin. Ambas manadas se convertirán en una sola en cierto modo, aunque
coexistiendo. Es diferente de una manada aliada, es una conexión más profunda, pero
así cada uno consigue lo que quiere.
Hay más cosas que se está dejando en el tintero, pero conozco este tipo de alianzas.
Ambas manadas tienen acceso sin restricciones a la otra. Existen muy pocas alianzas de
sangre compartida porque es un vínculo demasiado delicado. Pero con la mitad de
nuestra población masculina desaparecida, esto permitirá a las hembras encontrar
pareja, las que así lo deseen, al menos, sin tener que abandonar nuestra manada. Y Erin
no tendrá que romper su lealtad hacia mí.
—Gracias —murmuro.
Miro a Jason.
Zara
Mi madre cosió a mano este vestido, pero ahora también me trae unos terribles
recuerdos, así que Alex, Tammy y Thea, junto con Erin y Maria, se reúnen para hacerle
algunos cambios.
Paso de discutir con ellas por eso. Tampoco creo que me lo permitan. Pero cuando
empiezo a planear la ceremonia, noto que esta vez estoy más emocionada. Aunque
también siento ramalazos de dolor. Estoy feliz, pero me gustaría que mis padres
pudieran estar aquí. Ojalá pudieran conocer a Jason y acompañarme al altar.
Puede que ahora sea la alfa, pero mi dolor y mis heridas están tan en carne viva
como las de los demás. Sé que me llevará tiempo recuperarme y que no estoy sola,
tengo a Jason. Sin embargo, eso no hace que duela menos.
—Adelante.
Para mi sorpresa, se trata de Sam. Estoy en deuda con él por su indispensable ayuda
a mi manada.
—No todos los alfas están destinados a ser iguales —murmura Sam—. Tu ascenso al
poder fue más duro y, aun así, saliste vencedora. Luca estaría orgulloso de ti.
—Gracias.
—He oído que estáis formando alianzas —dice Sam de repente.
Sam me estudia.
Aliarse con la Torre Mágica es algo muy raro. La única manada aliada con ellos es la
de Stone Creek, y eso es solo porque Seline es hija de Sam.
—Muy bien. —Sam se pone de pie, antes de lanzarme una mirada—. Ha llegado a mi
conocimiento que has intentado acercarte a otras manadas de veteres.
Vacilo.
—Mi abuelo llevaba un registro detallado. Nunca se puso en contacto con ellos, pero
quiero cambiar las cosas. Si hubieran sido nuestros aliados, mi manada nunca habría
sufrido todas estas pérdidas.
—Ándate con cuidado. —Sam adopta una expresión seria—. Son una raza arrogante.
Tus antepasados creían en el progreso, pero esas manadas no. Cuando te reúnas con
ellos, ten a tu lado a tus aliados más fuertes.
Cuando se va, suelto un largo suspiro. Acercarme a las otras manadas de veteres ha
sido un movimiento arriesgado, pero tengo que fortalecer mi manada. Con tantas
pérdidas y cambios de liderazgo tan repentinos, somos presa fácil para cualquier
manada de cambiaformas que quiera expandir su territorio. Y, aunque tenemos
suficientes aliados para ayudarnos, no quiero que mi gente sufra más derramamientos
de sangre.
Echo un vistazo al reloj de pared y me pongo en pie. Tengo que volver para
probarme el vestido otra vez.
*** ***
—Bien. —Maria me sube la cremallera del vestido por un lado—. Te mereces ser
feliz. Y deberías haber visto a Jason, no ha parado de intentar entrar a ver cómo estabas.
Brett tuvo que llevárselo a rastras, parecía un bulldog.
—Que no te oiga llamarle así —le advierto a mi amiga—. Se lo tomará como algo
personal.
—Una parte de mí siente que no está bien tanta celebración. Todos hemos perdido
tanto...
—Por eso necesitamos esto —responde Maria, tensa—. Necesitamos algo que
celebrar; necesitamos un motivo para reír y volver a sentirnos libres. No podemos
seguir marchitándonos en nuestro propio dolor, Zara. Tenemos que empezar a vivir
nuestras vidas.
—Tiene razón —asiente Erin—. Y qué mejor manera de hacerlo que celebrando el
apareamiento de nuestra alfa, que luchó por nuestra libertad. No hay un solo miembro
de la manada que no lo esté deseando, Zara. Confía en nosotras.
Me relajo, sé que tienen razón. Puedo sentir la emoción que se palpa en el aire.
Resulta casi infantil, pues incluso las madres de más edad han ido como locas a
comprarse vestidos y cosérselos, casi como si estuvieran desesperadas por tener algo
que celebrar.
Mis dos amigas dan un paso al frente, con lágrimas en los ojos.
Salimos juntas del vestuario y la decoración que han preparado me pilla por
sorpresa. No me habían dejado verla antes.
—El escuadrón de Jason y nuestras hembras han tirado la casa por la ventana —
susurra Maria—. Puede que nos hayamos pasado, pero no quiero oír ni pío.
Cuando empieza la ceremonia, apenas escucho ni una palabra, estoy muy ocupada
mirando a Jason todo el tiempo. Veo tanto amor en reflejado sus ojos, tanto respeto y
asombro que me colma de felicidad.
**** ****
Observo cómo todos bailan y se pillan una buena cogorza con el alcohol especial que
Seline ha preparado para nosotros. Debido a nuestro rápido metabolismo, los
cambiaformas no nos emborrachamos. Sin embargo, ese brebaje de Seline hace que
todos bailen y canten, celebrando nuestra ceremonia de apareamiento.
—¡Solo un sorbito!
Los silbidos de lobo nos rodean y me alejo mientras Jason se limita a sonreír.
Echo un vistazo alrededor y veo a Austin bailando con su compañera, mientras Sam
sostiene a su nieta en brazos, que ríe con histeria mientras le da vueltas.
Lexi, el gigante, baila lento con Thea, con una mano posada en su barriga
prominente. Thea parece feliz, al igual que él.
—Cosa de días —responde Jason—. No sé quién está más emocionado, si Thea o Lexi.
Miro hacia donde se encuentra Erin, sentada junto a Ray. Le está diciendo algo, pero
él apenas le presta atención, más concentrado en jugar con su pelo. Maria está sentada
con Tammy y Alex. Hago contacto visual con algunas de las mujeres de la manada de
Austin que se habían metido conmigo y apartan la mirada rápidamente, con la
vergüenza patente en sus expresiones.
Las ignoro.
Nessie.
—Fue una buena amiga hasta el último momento —digo finalmente, con pesadez.
—Era una buena persona, pero también sabía que no podría acusar a Denziel. Creo
que había previsto su destino, Zara, por eso me pidió que cuidara de ti.
Jason no suena decaído y, cuando enrosca la mano alrededor de la mía, siento que mi
corazón se tranquiliza.
—No espero que dejes nunca de quererla, Jason. —Clavo los ojos en los de mi
compañero—. Ella es alguien importante para los dos.
—Lo sé. —Me atrae a su lado y me besa en la frente—. Pero tú eres mi futuro, Zara.
No lo entendí hasta que fue casi demasiado tarde, nunca lo olvidaré. Te quiero.
—Yo también te quiero. —Le beso con suavidad antes de preguntarle—: ¿Puedo
quedarme unos minutos a solas con ella?
Jason asiente antes de alejarse, sé que se ha puesto a una distancia suficiente para
no oír lo que diga. Me agacho junto a la tumba de Nessie y recorro su nombre tallado
con la mano.
—Me arrepiento de muchas cosas, amiga mía. Ojalá hubiera estado ahí para
ayudarte. Ojalá te hubiera salvado. Ojalá hubiera prestado más atención a lo que
intentabas decirme. Pero sé que no puedo vivir en el pasado, tengo que seguir adelante
por el bien de nuestra manada.
»Gracias por darme a tu Jason. Prometo quererle y cuidar de él. —Noto que la voz se
me espesa—. Me salvó cuando probablemente nadie podría haberlo hecho. Ya no me
siento sola con él cerca. Sé... sé que volver a sentirme plena me va a llevar un tiempo,
pero él es mi mayor apoyo, así que gracias.
Me pongo en pie.
»Espero que seas feliz dondequiera que estés. Y que sepas que te echamos de
menos.
Me quedo unos segundos más antes de volver a donde está Jason, quien me echa el
brazo al hombro y empezamos a caminar de vuelta a la fiesta cuando una fuerte ráfaga
de aire pasa junto a nosotros, trayendo consigo un viejo aroma.
Jason no se da cuenta de nada, pero yo echo un vistazo de inmediato por encima del
hombro y veo a una joven sentada encima de la lápida, sonriéndome. Levanta las manos
y me lanza un beso.