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LE
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MONDE MONDE
diplomatique diplomatique
Introducción
por Margarita Iglesias Saldaña
www.editorialauncreemos.cl
www.lemondediplomatique.cl E ditorial A ún C reemos S ueños
125
en los
© 2013, Editorial Aún creemos en los sueños
Introducción
por Margarita Iglesias Saldaña 5
*Historiadora.
5
65% de los trabajadores percibe menos de dos Ingreso Míni-
mo Mensual (IMM) brutos, de ellos un 38,2% son mujeres; y,
el 80% de los asalariados no alcanza a percibir 4 IMM líquidos
dentro del cual el 84.9% son mujeres.
Simultáneamente a esta realidad económica, la violencia de
género se sigue incrementando en todos los países del mundo,
y a fines del año 2012, aún algunos curas se permitieron fusti-
gar a las mujeres por ser las culpables de las violencias en con-
tra de ellas. Piero Corsi, párroco de la localidad de Lerici, en
el noroeste de Italia, colgó en la puerta de su iglesia una carta
donde acusa a las mujeres de haberse alejado de la virtud y ser
responsables de la violencia machista; “provocan, se vuelven
arrogantes y se creen autosuficientes, lo que acaba por exaspe-
rar las tensiones, visten ropas ceñidas, tienen abandonados a los
niños, las casas sucias y las comidas frías!” (3).
Numerosos estudios han demostrado que una de cada tres
mujeres, en algún momento de su vida, ha sido víctima de
violencia sexual, física o psicológica perpetrada por hombres.
Durante los últimos decenios, la violencia contra la mujer ha
dejado de ser un problema privado, íntimo, y es reconocido
y tratado como un problema público; miles de programas se
han desarrollado para ayudar a las mujeres, desde albergues
y grupos de ayuda legal, hasta grupos de apoyo y servicios de
orientación, y aun así cientos de mujeres mueren por asesi-
nato de sus parejas. En Chile durante el 2012 al menos 30 fue-
ron víctimas de femicidio (4).
A pesar de que se ha avanzado en legislaciones y medi-
das estatales en distintos países del mundo, y de convencio-
nes internacionales contra la discriminación y la violencia
de género, las mujeres del Cairo lanzaban un desafío en
diciembre 2012 en la plaza Tahirs: “La revolución que roba-
ron los militares, las mujeres la recuperarán”, y podemos
agregar, que sólo una revolución democrática podrá resol-
ver la desigualdad respecto a las mujeres en las sociedades
contemporáneas. u
1. http://www.agenciacna.com Las mujeres son las que más sufren la crisis económica
2. http://www.amecopress.net Las mujeres no hemos provocado la crisis.
3. http://www.dw.de
4. www.estudios.sernam.cl
M.I.S.
6
En el marco de las luchas y movilizaciones sociales
M.I.M.V.
11
Precariedad y discriminación:
Mujeres asalariadas
viven el peor de los mundos
por María Ester Feres Nazarala*
M.E.F.N.
17
Avances y retrocesos
El aborto
En Centroamérica, las presidentas han sido y siguen sien-
do muy conservadoras, tanto en los temas económicos
como en los sociales, incluidos aquellos que afectan direc-
21
tamente a las mujeres, como el derecho al aborto”. Aparte
de Cuba, donde el aborto está autorizado, y la Ciudad de
México, donde los diputados del Congreso local votaron
favorablemente, el tema sigue siendo tabú en la región.
En octubre de 2010, las militantes feministas brasileñas
se sorprendieron por la violencia con la que se presen-
tó el tema en la campaña presidencial. Aún conservan el
recuerdo de los videos publicados en internet que mostra-
ban fetos muertos. Reproducidos millones de veces, estos
videos muestran a pastores evangélicos que llaman a votar
contra Rousseff, quien años atrás se había pronunciado a
favor de terminar con la criminalización del aborto. José
Serra, el adversario de la candidata del PT (aunque cono-
cido por sus posiciones progresistas en materia social), vio
en esto una oportunidad de dar vuelta la elección. Comen-
zó haciendo campaña con la Biblia en la mano, mientras
que su esposa vilipendiaba en los barrios populares a quie-
nes quieren “matar a los niños pequeños”, olvidando que
ella misma se había realizado un aborto en los años seten-
ta, según las revelaciones del diario Folha de São Paulo.
Acorralada antes de la segunda vuelta, Rousseff firmó una
carta en la que se comprometía a no enviar al Congreso
ningún proyecto de ley sobre la legalización del aborto.
Sin embargo, los abortos ilegales, que se calculan en
unos 800.000 anuales en Brasil, tienen consecuencias dra-
máticas: cerca de 250.000 mujeres sufren de infecciones
o perforaciones del útero y la tasa de mortalidad es de 65
mujeres por cada 100.000 embarazadas, lo cual convierte
el tema en un problema de salud pública (1). “Creo que
hace veinte años habría sido más fácil que hoy lograr que
avanzara este debate”, considera María Luiza Heilborn,
investigadora del Centro Latinoamericano de Sexualidad y
Derechos Humanos (CLAM), en la Universidad Estatal de
Río de Janeiro.
Al obtener un compromiso escrito de Rousseff, las igle-
sias se aseguraron la no inclusión de la despenalización del
aborto en la agenda. Porque en el Congreso, donde la pre-
sencia de diputados religiosos se multiplicó por dos (alcan-
zando los sesenta y tres escaños) en las últimas elecciones,
hay más de treinta proyectos en espera para pedir, por el
22
contrario, un endurecimiento de la normativa del aborto
legal y prohibirlo, incluso en casos de violación o peligro
para la vida de la madre. “Nunca se votarán, pero paralizan
toda discusión progresista”, se lamenta Maria Luiza Heil-
born. “La dificultad radica en que ahora los conservadores
tienen un discurso moderno, y se presentan como salvado-
res de los fetos en nombre de los derechos humanos y ya
no en nombre de la familia y los valores morales”.
“Es de una inmensa hipocresía, porque quienes pueden
pagar un aborto lo hacen tranquilamente; las clínicas no
se esconden, incluso cuentan con la protección de policías
corruptos”, asesta. Según un estudio de la Universidad de
Brasilia publicado en 2010, una de cada cinco mujeres ya
se ha realizado un aborto en Brasil (2). “A pesar de ello, el
derecho al aborto sigue estando ausente del imaginario
social. Incluso aquellas que lo han realizado dicen estar
en contra y presentan su propia decisión como una excep-
ción”, dice Maria José Rosado.
El único país de la región que ha dado marcha atrás es
Nicaragua. En 2006, la jerarquía católica hizo una demos-
tración de fuerza, mediante la celebración de un acuer-
do con Daniel Ortega, que entonces buscaba apoyo para
reconquistar el poder. Tras su elección, el sandinista hizo
cambiar la legislación que hasta entonces permitía que
las víctimas de violación pudieran interrumpir sus emba-
razos. El aborto hoy está prohibido en todas las situacio-
nes. “Es la prueba de que este debate no tiene nada que ver
con la izquierda y la derecha”, señala Maria Luiza Helborn.
De hecho, es en la Colombia del ultra conservador Álvaro
Uribe (presidente entre 2002 y 2010) donde la Corte Cons-
titucional realizó el movimiento contrario. Extendió la
autorización de abortar a los “problemas de salud”, permi-
tiendo una interpretación muy amplia de éstos, incluyen-
do los de naturaleza psicológica. En Venezuela, a pesar de
que el Congreso Nacional estudia varios proyectos de ley
desde la llegada de Chávez al poder, es muy difícil esperar
una despenalización, debido a la unión entre los religio-
sos y los militares, sumados a la oposición del presidente
Chávez: “En otras países autorizan el aborto, yo en eso,
califíquenme de conservador, pero no estoy de acuerdo,
23
el aborto para detener un parto. Si el niño con un proble-
ma, hay que darle amor”, declaró el 26 de abril de 2008. Sin
embargo, el debate es intenso, por la explosión del número
de embarazos en Venezuela. De acuerdo con la Sociedad
Venezolana de Puericultura y Pediatría, en 2009 el 20% de
los nacimientos fueron de madres de entre 10 y 18 años.
En Uruguay, la decisión del Congreso de legalizar el
aborto fue vetada por Tabaré Vázquez (2005-2010), enton-
ces al mando de un gobierno de centro-izquierda. El 8 de
noviembre de 2011, el senado volvió a lanzar la iniciati-
va: es muy probable que la legalización sea aprobada. La
apoya el 63% de la población y el presidente José Mujica ya
manifestó que no se opondría.
Las conversaciones continúan, al igual que en Ecua-
dor, Bolivia y Argentina, donde anualmente se realizan
quinientos mil abortos clandestinos. Aunque la presi-
denta Fernández se manifestó personalmente en contra,
una comisión legislativa reabrió el debate a principios de
noviembre y en los próximos meses se discutirá un pro-
yecto de ley que flexibilice las condiciones del aborto. Para
Mario Pecheny, el voto del año 2010 del Congreso argen-
tino a favor del matrimonio igualitario es un antecedente
alentador.
La violencia
No obstante, la principal fuente de preocupación de las
mujeres latinoamericanas sigue siendo la violencia. “Los
feminicidios, es decir, el asesinato de mujeres por ser
mujeres, se encuentra en plena expansión en América
Central y México”, resume María Florez-Estrada Pimentel.
El Salvador conserva el récord, con una tasa de 13,9 muje-
res asesinadas cada 100.000 habitantes. En Guatemala, la
proporción es de 9,8. En los Estados mexicanos de Chi-
huahua (donde se encuentra Ciudad Juárez, conocida
desde hace veinte años por los asesinatos sistemáticos de
mujeres) (3), Baja California y Guerrero, se triplicó entre
2005 y 2009, alcanzando el 11,1 cada 100.000 habitantes.
La escalada surge muy especialmente del enfrentamien-
to entre el gobierno y los narcotraficantes. La normaliza-
ción de la violencia también se va naturalizando dentro de
24
las parejas. Por otra parte, “la guerra contra las drogas y el
crimen organizado tiene consecuencias específicas para
las mujeres: como en toda guerra, la violación de mujeres
crea una cohesión dentro de los grupos armados, reafirma
su masculinidad y actúa como un acto de desafío frente al
enemigo”, analiza Patsilí Toledo, abogado de la Universi-
dad de Chile (4).
En México, el número de mujeres encarceladas por deli-
tos federales –sobre todo por tráfico de estupefacientes–
aumentó un 400% desde 2007 (5). Los barones de la droga
también diversifican sus fuentes de ingresos mediante
el desarrollo de redes de prostitución y trata de mujeres.
Según la Organización Internacional para las Migraciones,
esta equivaldría a unos 16.000 millones de dólares anua-
les en América Latina, lo cual lleva al secuestro de miles de
mujeres y niñas (6).
Para Maria Luiza Heilborn, el feminismo, aunque no
sea tan visible como el movimiento LGBT (lesbianas, gays,
bisexuales y transexuales), “se ha popularizado. Hoy se lo
encuentra en todas las capas de la sociedad”. Por lo demás,
“las mujeres más pobres son las que más se han beneficia-
do con las políticas sociales”, recuerda María José Rosado.
La asignación “Bolsa Familia”, que en Brasil llega a casi
13 millones de hogares, se entrega prioritariamente a las
mujeres. Lo mismo ocurre con el programa de viviendas
populares “Mi Casa, Mi Vida”: el gobierno hace todo lo
posible para que la propiedad esté a nombre de las muje-
res. “Esto les da un poder de negociación más importan-
te frente a los hombres y mejora la situación de la familia,
dado que así pueden privilegiar preocuparse por la salud
y la alimentación de los niños”, señala Rebecca Tavares. Su
llegada masiva al mercado laboral ha cambiado la situa-
ción: según el Banco Mundial, desde 1980, la mano de
obra latinoamericana incorporó a más de 70 millones de
mujeres, pasando de una tasa promedio de participación
del 35% al 53% en 2007, principalmente en el sector servi-
cios. El peso del sector informal, sin embargo, sigue sien-
do significativo: en las ciudades bolivianas, por ejemplo,
la proporción de mujeres que trabajan sin contrato es del
71%, frente al 54% en los hombres (7). “Las violentas crisis
25
económicas de la década de 1990 han demostrado la capa-
cidad de las mujeres para salir adelante, a menudo mejor
que los hombres. Han ganado en confianza y en legitimi-
dad”, recuerda Mario Pecheny.
Las mujeres, activas en el mercado laboral, pero sin dejar
de hacerse cargo de la mayor parte de las tareas no remu-
neradas (limpieza, cuidado de niños y ancianos o discapa-
citados), cuestionan la cultura machista, pero les cuesta
conciliar todo. La brutal caída de la fertilidad en la región,
¿es una simple correlación? En Brasil, la renovación de las
generaciones ya no está asegurada: frente a la masa de tra-
bajo y al costo que implica mantener a una familia –gran
parte de la educación y la salud están privatizadas–, las
mujeres, ya sea de los barrios mejor posicionados o de las
favelas, eligen tener un solo hijo, dos a lo sumo, y a veces
ninguno. Un fenómeno similar se observa en Uruguay,
Costa Rica, Chile y Cuba, con la consecuente aceleración
del envejecimiento de la población, que los presupuestos
nacionales siguen ignorando. “Las mujeres, más autóno-
mas, quieren estudiar, consumir y viajar. No quieren seguir
haciéndose cargo de los demás, afirma
María Flórez-Estrada Pimentel. Esto plantea un proble-
ma social importante para el capitalismo: la división sexual
del trabajo ha cambiado, pero ni los Estados ni las empre-
sas invierten lo suficiente para crear una infraestructura
social adaptada a esta nueva realidad”. u
1. Maria Isabel Baltar da Rocha y Regina Maria Barbosa (dirs.), “Aborto no Brasil e
países do Cone Sul”, San Pablo, Universidad Estatal de Campinas, 2009.
2. Universidad de Brasilia, “Segredo Guardado a sete chaves”, Brasilia, junio de 2010.
3. Véase Sergio González Rodríguez, “Tueurs de femmes à Ciudad
Juárez”, Le Monde Diplomatique, agosto de 2003.
4. Patsilí Toledo, “The Drug-War Femicides”, www.project-syndicate.org, 9-08-11.
5. Citado por Damien Cave, “México’s Drug War, Feminized”, New York Times, 13-08-11.
6. Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, “Human
trafficking: an overview”, Nueva York, 2008.
7. Banco Mundial, “Latin America: 70 Million Additional Women Have Jobs
Following Gender Reforms”, Washington, marzo de 2011.
L.O.
26
El feminismo se renueva
Combatir el silencio
Muy distinta es la situación en Afganistán. Bajo la presi-
dencia de Hamid Karzai, la violencia doméstica, los ase-
sinatos, las violaciones y los ataques con ácido han ido
en constante aumento. Pese a todo, las mujeres no están
sumidas en el silencio. Tienen portavoces, como Malalaï
Joya, que al ser electa para el Parlamento en 2005, a los 27
años, se convirtió en la diputada más joven del hemiciclo.
Joya pasó parte de su infancia y de su juventud en un
campo de refugiados paquistaníes, tras lo cual pudo esco-
larizarse y aprender inglés. Bajo los talibanes, de regreso a
su ciudad natal de Farah, se hizo cargo de un dispensario
y de la organización de cursos de alfabetización clandes-
tinos para las mujeres. Pero “desde sus inicios en política
–cuenta la socióloga Carol Mann–, atrajo sobre sí la ira de
sus colegas parlamentarios, a quienes no dejó de recrimi-
nar su pasado de jefes de guerra, su actividad como trafi-
cantes de droga y como militantes islamistas incondicio-
nales. Incrimina incansablemente la política de Estado
que pisotea los derechos humanos, en particular los de las
mujeres” (2).
Joya escapó a varios intentos de asesinato y sus princi-
pales enemigos son algunos partidos reaccionarios y los
fundamentalistas religiosos. En Kabul fue agredida por
parlamentarios. “Pueden matarme, pero no pueden matar
la voz de las mujeres afganas. No soy la única”, declaró en
2007 (3). Un grupo de mujeres con burka le manifestaron
su apoyo en Farah, Jalalabad y Kabul, enarbolando pan-
cartas. Después fue excluida del Parlamento, a raíz de una
entrevista en la televisión en la que comparó la asamblea
afgana con un zoológico.
Shoukria Haida, presidenta de Negar, una de las aso-
ciaciones de mujeres más importantes del país, teme un
retorno al poder de los talibanes desde que el presidente
Karzai, en el marco de la conferencia de Londres de enero
de 2010, planteó a las potencias occidentales su política
29
de la mano tendida. En esa línea, reunió en junio a mil
seiscientos representantes de las tribus y de la sociedad
civil para una Loya Jirga (Gran Asamblea). Haida temía
que el principio de igualdad entre hombres y mujeres, por
el que había luchado durante dos años tras la caída de los
talibanes, fuera eliminado de la Constitución. Finalmente,
los textos fundamentales no se tocaron, pero como des-
tacó Human Rights Watch, “el gobierno afgano y sus apo-
yos internacionales no tuvieron en cuenta la necesidad de
proteger a las mujeres en los programas de reintegración
de los combatientes rebeldes y omitieron garantizar la
inclusión de sus derechos en las negociaciones potencia-
les con los talibanes” (4).
Medio de consumo
Tercer caso: India. Allí el Estado adoptó el principio de
igualdad entre los sexos e incorporó el concepto de géne-
ro. Urvashi Butalia, que hace más de veinte años lleva
adelante una editorial feminista en Nueva Delhi, expli-
ca: “Actualmente, las indias gozan de excelentes políticas
públicas. Tienen un lugar específico en los planes quin-
quenales. Últimamente, para ayudar a los más desposeí-
dos, y en particular a las mujeres, el Estado indio imple-
mentó un jornal mínimo para trabajos de interés general
como el mantenimiento de las rutas o la limpieza de las
calles”. También se promulgó, en 2005, una ley contra la
violencia doméstica, “una de las mejores del mundo”,
según Butalia.
Este texto permite proteger a las mujeres no sólo de la
violencia de su marido y/o de sus hijos, sino también de
su familia política, con la que cohabitan. No obstante, no
se ha refrenado aún el fenómeno dramático de las dowery
deaths (muertes por dote insuficiente). Según estimacio-
nes extraoficiales, unas veinticinco mil mujeres serían ase-
sinadas anualmente porque su familia no pudo satisfacer
las incesantes demandas de la familia política (5). Aunque
fue prohibida en 1961, la práctica de la dote resurgió con
mayor brío a fines de los años 80. “Hoy en día, no importa
cuál sea la casta o clase social, todo el mundo ofrece dote:
diputados, industriales, periodistas… –explica el investi-
30
gador Max-Jean Zins–. La dote, mal vista en los años 70, se
convirtió en un signo ostentatorio de riqueza y de poder.
Para los más modestos, es el medio más fácil para acceder
al consumo, núcleo del sistema económico y social de la
India moderna. La mujer india se convirtió en un objeto
destinado a acceder a otros objetos. Eso es lo que más la
fragiliza”.
Además, en India faltan cerca de 40 millones de mujeres
(6). Esta cifra es resultado en primer lugar de la práctica
muy desarrollada del feticidio (eliminación de los fetos de
sexo femenino identificados por ecografía), pero también
de una forma de negligencia respecto a las niñas, peor
atendidas que sus hermanos. “Recién a los 34 años las
mujeres alcanzan una esperanza de vida equivalente a la
de los hombres”, señala Zins.
En contrapartida, las mujeres indias son relativamente
poderosas en el plano político. Desde 1992, la democra-
cia más grande del mundo instauró cuotas en las eleccio-
nes municipales. “Esto acarreó cambios profundos a nivel
local. De hecho, después de ese triunfo, los hombres polí-
ticos se niegan a tener un sistema similar para las eleccio-
nes legislativas”, revela Butalia.
C.S.
34
Ecofeminismo
1. Paul Ehrlich, La Bombe P. Sept milliards d’hommes en l’an 2000, Fayard, París, 1972.
2. Rachel Carson, Silent Spring, Houghton Mifflin, Boston, 1962.
3. Donella H. Meadows, Dennis L. Meadows, Jørgen Randers y William W.
Behrens III, The Limits to Growth, Universe Books, Nueva York, 1972.
4. Fritjof Capra, The Turning Point, Simon & Schuster, Nueva York, 1982; Green Politics:
The Global Promise ( junto con Charlene Spretnak), Dutton, Nueva York, 1984.
5. Carol Gilligan, In a Different Voice, Harvard University Press, 1982.
6. Véase Evelyne Pieiller, “Liberté, égalité… ‘care’”, Le Monde diplomatique, París, septiembre de 2010.
7. Mary Daly, Gyn/Ecology: The Metaethics of Radical Feminism, Beacon Press, Boston, 1978.
8. Jodi Jacobson, “Women’s Work”, Third World N° 94/95, McGraw-Hill, Nueva York, enero de 1994.
9. “Gender and the Climate Change Agenda”, www.wen.org.uk, 2010.
10. Shannon Hayes, Radical Homemakers. Reclaiming Domesticity from a Consumer
Culture, Left to Write Press, Richmondville (Estados Unidos), 2010.
11. “Are men to blame for global warming?”, New Scientist, Londres, 10-11-07.
12. Peggy Orenstein, “The Femivore’s Dilemma”, The New York Times, 11-3-10.
J.B.
42
La persistencia de las
desigualdades de género
por Pablo Gentili*
Discriminación y anonimato
El Servicio Diplomático es uno de los ámbitos más sexistas
dentro de la administración pública de cualquier país del
mundo. Las tradiciones corporativas y el espíritu aristo-
crático se combinan haciendo de éste uno de los espacios
menos permeables a la igualdad de género dentro de los
Estados democráticos.
En Argentina, como en muchos otros sitios, el ingre-
so a la carrera diplomática se realiza mediante un com-
plejo proceso selectivo. Desde los años ’60, esta tarea es
ejecutada por el Instituto del Servicio Exterior de la Na-
ción (ISEN), dependiente del Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto. Además de la selección de los nuevos
diplomáticos, el ISEN tiene por función capacitarlos de
manera permanente. El competitivo proceso de selec-
ción se lleva a cabo mediante un conjunto de pruebas de
conocimiento en diversos campos académicos: Derecho
Constitucional e Internacional Público, Historia Política
y Económica Argentina, Historia de las Relaciones Políti-
48
cas y Económicas Internacionales, Economía y Comercio
Internacional, Teoría Política, Cultura General y temas de
actualidad económica internacional. Además, se realizan
pruebas de aptitud diplomática y exámenes psicológicos,
entre otros.
Desde la creación del ISEN, hasta casi mediados de los
‘90, sólo un 15% de las 50 vacantes disponibles para el ac-
ceso a la carrera diplomática eran ocupadas por mujeres.
La “cuota”, aunque no tenía carácter oficial, funcionaba de
manera efectiva. Las pruebas no eran superadas por más
de 5 o 6 mujeres en cada proceso selectivo. Sin embargo,
hace casi 20 años, los exámenes de ingreso al servicio ex-
terior argentino dejaron de ser nominales y pasaron a ser
anónimos. Desde entonces, el acceso a la carrera diplomá-
tica se produce de forma casi equilibrada entre hombres y
mujeres. De los 50 seleccionados en 2010, 23 postulantes
eran de sexo femenino y 24 en el 2011.
Es evidente que el motivo que explica que antes del
anonimato sólo 15% de las vacantes fueran cubiertas por
mujeres, no tenía nada que ver con la capacidad acadé-
mica de las aspirantes ni, mucho menos, con la “voca-
ción” diferenciada entre hombres y mujeres para el ejer-
cicio de la función diplomática. La selección nominal
operaba como un eficiente mecanismo de discriminación
en uno de los primeros países latinoamericanos en que
las mujeres consiguieron transponer las puertas de las
universidades.
Entraban menos mujeres al servicio diplomático porque
los encargados de corregir las pruebas sabían que eran eso:
mujeres. Imagino que algunas razones de peso deberían
tener para considerar que las candidatas de sexo femenino
no tendrían las condiciones suficientes para ejercer el car-
go al que aspiraban. Cuando dejaron de saberlo, algunos
aristócratas de la diplomacia nacional quizás descubrieron
que no es la inteligencia lo que separa a los hombres de las
mujeres en las sociedades democráticas.
Siendo así, una vez superada la barrera de entrada, ¿se
supone que, en los últimos 20 años, el servicio diplomáti-
co argentino, ha vivido una primavera democrática en lo
que respecta a la igualdad de género? No tanto. Al asumir
49
Cristina Fernández de Kirchner, apenas 5% de los emba-
jadores a cargo de representaciones en el exterior eran
mujeres. Algo más que las que había a comienzos del si-
glo XX, es verdad, aunque bastante poco si se consideran
los avances que, en materia democrática, experimentó
la sociedad argentina en los últimos 100 años. De hecho,
desde inicios del siglo XIX hasta la actualidad, sólo una
mujer ha ejercido el cargo de Ministra de Relaciones Ex-
teriores de la Argentina. Y lo ha hecho por menos de dos
meses. Se trató de Susana Ruiz Cerrutti, quien asumió el
cargo mientras concluía el gobierno de Raúl Alfonsín en
medio de una gravísima crisis institucional. Actualmente,
de las 30 embajadas más importantes de la Argentina, sólo
dos son ocupadas por mujeres: la de México y la de Gran
Bretaña. Ninguna de ellas fue alumna del ISEN. Tampoco
ninguno de los más de 70 embajadores que tuvo la Argen-
tina en su principal representación diplomática, la de Es-
tados Unidos, ha sido mujer.
Las desigualdades siempre buscan hacia delante su vía
de escape. Es allí donde se instalan, para permanecer.
Las dificultades para que una mujer llegue a ocupar
el cargo de embajadora por las vías corrientes de la pro-
moción en la carrera diplomática, son enormes en la Ar-
gentina, como en casi todo el mundo. Superado el escollo
del proceso selectivo, las mujeres del servicio diplomáti-
co argentino deben abrirse camino con un monumental
esfuerzo en un universo sexista y discriminador. Algunas
llegan, claro está. Y lo hacen gracias a su sacrificio y a su
extraordinaria capacidad de trabajo. Muchas, con iguales
méritos, sin embargo, van quedando por el camino, en un
país en el que parece ser más fácil que una mujer llegue a
la Presidencia de la República que a la Cancillería.
Las mujeres argentinas han conseguido superar muchas
de las barreras que les impedían ejercer los principales
puestos de comando y de dirección dentro de la sociedad.
Lo han hecho, entre otras razones, gracias a la democrati-
zación del sistema educativo. Falta, sin embargo, un largo
camino por recorrer.
Las desigualdades de género persisten. La lucha por su-
perarlas, también.
50
Malditos mercados
Parece indudable que existe una relación muy estrecha en-
tre las oportunidades que una persona tiene en el sistema
escolar y las que le ofrecerá el mercado de trabajo. A mayor
nivel educativo, mejores niveles de empleo y mejores sa-
larios. Las ventajas en materia de ingresos y la calidad de
los empleos dependen en buena medida del nivel educa-
tivo alcanzado por una persona. Una afirmación que tiene
plena validez en tiempos de prosperidad y que se pone en
evidencia en el contexto de una profunda crisis económica
como la que vive buena parte del mundo actualmente. Los
más “preparados” para evitar los riesgos del desempleo y la
precarización laboral son los que tienen más altos niveles
educativos y han sido educados en las mejores escuelas.
La relación quizás sea obvia. Sin embargo, los vínculos
entre educación, empleo y bienestar son bastante más
complejos que los que enuncian buena parte de los analis-
tas del mercado de trabajo.
De hecho, las mujeres fueron el sector de la población
que más ha mejorado posiciones dentro del sistema esco-
lar. El aumento en las tasas de escolarización femeninas ha
sido extraordinario durante los últimos treinta años, parti-
cularmente en países como Brasil, hoy la sexta economía
del planeta.
Si la relación entre educación y empleo fuera todo lo
efectiva que se afirma que es, las oportunidades laborales
de las mujeres deberían haber aumentado de forma direc-
tamente proporcional a sus logros educativos. Pero no fue
así. El mercado de trabajo es un ámbito mucho más refrac-
tario a la igualdad de género que el sistema educativo. Al
mundo laboral parece costarle trabajo la idea de que hom-
bres y mujeres deben tener los mismos derechos, las mis-
mas oportunidades y el mismo trato.
Aunque las mujeres tienen hoy niveles educativos igua-
les o superiores a los de los hombres, sus empleos siguen
siendo los más precarios; su acceso a los puestos de co-
mando y dirección sigue siendo muy limitado o absoluta-
mente escaso; sus salarios mucho o muchísimo más bajos
que los de los hombres, inclusive cuando ejercen los mis-
mos puestos y poseen los mismos niveles de escolaridad.
51
En varios países latinoamericanos, a mayor escolaridad,
mayor la diferencia salarial entre hombres y mujeres. Las
mujeres con bajos niveles educativos reciben cerca del
70% de la remuneración de los hombres que poseen su
misma trayectoria escolar. Sin embargo, cuando se trata de
mujeres con más de 12 años de escolaridad, sus remunera-
ciones suelen corresponder a menos del 60% que las perci-
bidas por los hombres con la misma formación.
Parecería ser que a las mujeres les va mucho mejor en
la escuela que en el mercado de trabajo. Cuanto más estu-
dian, el mercado despliega su misoginia con sorprendente
eficacia y las recompensa con más desigualdad respecto a
los hombres, no con menos.
En Brasil, el número de jóvenes entre 18 y 24 años cur-
sando estudios universitarios pasó del 22 al 48% en 10
Diferenciales de ingresos y probabilidad de empleo en jóvenes urbanos según niveles
educativos
Nota: USD 1,00 = R$ 1,83. Elaboración propia sobre información disponible en la base de
datos del Espelho de Educação e Renda – Retornos da Educação no Mercado de Trabalho,
Fundação Getúlio Vargas. Sobre microdatos del Censo 2000 / IBGE.
52
años. Los principales beneficiarios de este crecimiento
fueron los sectores tradicionalmente excluidos de las uni-
versidades, como las clases medias emergentes y, dentro
de ellas, las mujeres.
Sin embargo, cuando se comparan los ingresos y las
oportunidades de empleo entre un hombre y una mujer
blancos, ambos con una edad entre 20 y 24 años, que viven
en un centro urbano y que poseen sólo estudios primarios
completos, el hombre tiene un ingreso promedio de USD
203 y una probabilidad de 76% de estar empleado. La mu-
jer, un ingreso de USD 124 y 41% de chances de estar em-
pleada. En Brasil, las diferencias salariales llegan a 40% a
favor de los hombres y las oportunidades de empleo caen
drásticamente cuando las candidatas son mujeres.
Los datos son elocuentes y reafirman que a mayor nivel
educativo mejores salarios. Sin embargo, también ponen en
evidencia algunos de los factores que operan en los proce-
sos de discriminación y segregación en el mercado de traba-
jo que la propia educación no consigue superar o limitar. En
efecto, cuando se compara transversalmente en una misma
categoría los retornos económicos obtenidos por la educa-
ción (por ejemplo, en los hombres blancos), los avances son
progresivos. Mientras tanto, cuando la comparación se rea-
liza entre categorías, las desigualdades son notables. En Bra-
sil, un hombre blanco de 20 a 24 años con escolaridad pri-
maria completa tiene un ingreso superior al de una mujer
negra con nivel universitario incompleto (USD 203 y USD
174, respectivamente). Nótese que, en el cuadro presentado,
la diferencia salarial entre un hombre blanco con estudios
secundarios completos y una mujer negra con curso uni-
versitario de pedagogía completo es sólo de 16% a favor de
la mujer (USD 274 en el hombre, USD 317 en la mujer). O
sea, una mujer negra que ha superado todas las barreras de
la discriminación, abriéndose paso con un enorme esfuerzo
hasta concluir sus estudios universitarios, ganará en prome-
dio USD 43 más que un hombre blanco que ha concluido
sus estudios secundarios. Esto, claro, si la mujer negra con-
sigue un empleo, ya que sus chances de estar empleada
serán menores que las de un hombre blanco con estudios
secundarios. 8 de cada 10 hombres blancos con estudios se-
53
cundarios completos están empleados, mientras que 7 de
cada 10 pedagogas negras lo están.
La educación parece ser una buena inversión si las mu-
jeres negras se comparan consigo mismas en situaciones
de menor escolaridad. Cuando ellas lo hacen con el des-
empeño que tienen los hombres blancos en el mercado de
trabajo, el resultado puede ser un poco desalentador.
Dicho en otros términos, es verdad que para obtener
mejores ingresos en el mercado de trabajo hay que tener
más educación. Sin embargo, si se ha nacido hombre y
de piel blanca, el beneficio económico de la educación es
mucho mayor que cuando se ha nacido mujer y negra. De
manera general, los hombres blancos ganan el doble que
las mujeres negras con los mismos niveles educativos y un
poco menos que el doble que las mujeres blancas. Aunque
las mujeres y la población negra mejoraron significativa-
mente sus posiciones dentro del sistema escolar, los mer-
cados de trabajo se han mantenido tan sexistas y racistas
como lo eran hace algunas décadas atrás.
Por más que las personas mejoren sus posiciones en el
sistema educativo, lo que definirá sus salarios no será sólo
su nivel de conocimientos ni el tipo de escuela en la que
han estudiado, sino, fundamentalmente, el color de su
piel y su género. En otras palabras, más allá de su escola-
rización, cuando las personas llegan al mercado de trabajo
serán clasificadas en virtud de criterios sexistas, racistas y
discriminadores que limitarán de manera clara sus méri-
tos educativos.
La escuela, aún con todos sus problemas, sigue siendo
un lugar bastante más hospitalario que el mercado de tra-
bajo. u
Las notas han sido publicadas en diversas entradas del blog Contrapuntos firmado por el autor en el periódico español
El País: http://blogs.elpais.com/contrapuntos/
P.G.
54
Cine, sexualidad y más...
Maternidad precoz
Afirmar el carácter “subversivo” de la maternidad precoz
implica ocultar la promoción en la cultura popular que
desde hace años se viene realizando en Estados Unidos y,
en una medida apenas menor, en Europa. Tras el filme es-
tadounidense Juno (2007), lo testimonian los programas
emitidos en la televisión francesa **“Teen Mom” y “16 ans
et enceinte”, en MTV, “16 ans et bientôt maman” en M6, o
“Clem Maman trop tôt!” y “Ados et déjà mamans” en TF1.
También en Francia, en 2011, el videoclip de la canción
de Colonel Reyel Aurélie totalizó 23 millones de visitas
en Youtube, con gran deleite de los que luchan contra la
interrupción voluntaria del embarazo (IVG, en francés):
“Aurélie apenas tiene 16 años y espera un hijo / Sus ami-
gas y sus padres le aconsejan que aborte / Ella no está de
acuerdo, ve las cosas de manera diferente / Dice que está
lista para que la llamen ‘mamá’…”.
Con mayor perspectiva, la excitación que rodea la fecun-
didad de las celebridades en las crónicas populares -la me-
nor hinchazón abdominal suscita rumores de embarazo-,
la visión idílica de sus vidas familiares, sostienen la idea de
que para la mujer la maternidad representa la máxima rea-
lización, al mismo tiempo que un largo camino de rosas.
Entonces, ¿por qué no salir por la tangente y aprovechar
ese medio de acceder a un estatus social respetado?
Incluso si, por el momento, este clima cultural inquie-
ta, las cifras siguen siendo estables: en Francia se cuen-
tan por año algunos miles de maternidades adolescentes
-diez veces menos que en Estados Unidos-. Pero consi-
derando toda la franja etaria femenina, el hogar parece
adornado con todos los atractivos, considerando que ellas
figuran en primera fila en el mercado del trabajo, debido
56
a los bajos salarios y los tiempos parciales: para ellas ni
siquiera un empleo representa, como tampoco para las
feministas de los años 1970, una garantía de independen-
cia financiera.
Después de la mamá, la prostituta. En febrero se es-
trenó Elles, de Malgoska Szumowska, película de ficción
sobre la prostitución estudiantil -un fenómeno en expan-
sión, al punto que algunas facultades lanzan campañas de
prevención-. Una de las dos heroínas creció en un HLM
[vivienda de alquiler moderado], cursa estudios pre-uni-
versitarios y carece de tiempo para repasar, porque su tra-
bajo en un fast-food la extenúa; la otra viene de su Polo-
nia natal y descubre el precio de un alojamiento en París.
Por suerte, ambas se dan cuenta de que existen hombres
más o menos ricos que no piden nada mejor que compar-
tir sus ingresos con ellas, a cambio de algunos agradables
momentos de complicidad carnal. Lo que prueba que, en
definitiva, el mundo no está tan mal hecho.
Representaciones misóginas
Las entrevistará una periodista de investigación de la re-
vista Elle (Juliette Binoche), una señora tensionada, llena
de prejuicios compasivos, que ignora la plenitud erótica,
ya que nunca comerció sus encantos. El filme perpetúa las
representaciones misóginas inherentes a la prostitución:
el burgués frustrado -el cliente- es un ser sensible y desdi-
chado, con mente infantil; en cambio, la burguesa frustra-
da es un animal embrutecido, una criatura grotesca. Úni-
ca responsable de su desdicha (no muy grave), no cumple
sobre todo con sus deberes más sagrados. Así, frente a sus
interlocutoras, escribía el crítico de Télérama (1º de febre-
ro de 2012)-, la periodista infiere que “ya no comprende lo
que las jóvenes le cuentan sin dificultad: procurar placer”.
Darlo, habrá que darse cuenta, y no experimentarlo. El fil-
me naturaliza esa subordinación mostrando la prostitu-
ción como la verdad de la sexualidad.
Las escenas con los clientes no son más que conmo-
vedora humanidad, encantadoras travesuras, transgre-
siones atrevidas y canciones de amor con guitarra. Un
cuadro parecido al que esboza el dossier “Call-girls” de
57
L’Express (12 de febrero): “La amazona elegante y liberada
encontró su lugar en el abecedario femenino, al igual que
la obrera que se gana la vida y la madre soltera, como lo
que, por otra parte, ella es a veces, obligada por la escasez
pecuniaria”, escribía el semanario. “Escasez pecuniaria”:
¡qué manera delicada de decir las cosas!
En el mismo momento, la ex prostituta de lujo Zahia
Dehar -quien en 2009, cuando era menor, fue el “regalo
de cumpleaños” del futbolista Franck Ribéry- se lanzaba
a diseñar lencería de lujo y aparecía en la tapa de Next, el
suplemento de moda de Libération (4 de febrero de 2012).
El modisto Karl Lagerfeld señalaba que ella se inscribía “en
la línea de las cortesanas francesas”, una “tradición pura-
mente francesa que el mundo entero admiró y copió”. La
periodista del diario veía su historia como una “inmensa
respiración” en una sociedad “cristalizada en la era de los
herederos”: pero no, el ascenso social no está bloqueado…
Si bien todas las mujeres no se dejan seducir por este
“cuento moderno” (título del retrato de la ex call girl), to-
das son invitadas con especial insistencia a cuidar su di-
mensión de objeto más que de sujeto. A veces, los criterios
estéticos e indumentarios que definen el muy codificado
aspecto sexy que se espera de ellas, se imponen a partir
de temprana edad y a menudo con plena aceptación: la
moda y la belleza representan, al mismo tiempo que un
supuesto boleto para el ascenso social, un pasaje hacia un
universo soñado (2).
Femineidad arcaica
Así, la crisis, la ausencia de perspectivas individuales y
colectivas, parecen reactivar la femineidad más arcaica,
percibida como una ventaja en una sociedad dura, com-
petitiva, impiadosa -sea para recluirse (en el hogar), sea
para hacerse un lugar (en la panoplia de mujer fatal)-.
En tanto madre o prostituta, esta femineidad siempre se
define en función de necesidades y expectativas ajenas.
Las que se adaptan a eso ocultan sus propios deseos, opi-
niones y ambiciones. “Muy lejos de los ideales de las con-
quistadoras de antaño, mujeres libres, intelectuales y con
poder, la femineidad ya no parece responder sino a una
58
única definición -la seducción- y tener tan solo un obje-
tivo -la maternidad-. ¡Primero los hombres y el hijo! (3)”,
escribe Maryse Vaillant, que percibe allí una persistente
censura tanto a la intelectualidad como a la sexualidad
de sus semejantes. En Next, Zahia Dehar contaba que, de
niña en Argelia, era “la primera de su clase”. Le gustaban
las matemáticas y soñaba con ser “piloto de avión”…
Ejercer un oficio que guste, existir socialmente por
competencias distintas a las maternales, sexuales o se-
ductoras, y obtener de ello la independencia financiera
que permite acostarse con quien se desee: cuando se es
mujer, sobre todo si no se nació con cuchara de plata en la
boca, esa nunca fue una partida verdaderamente ganada.
Pero, en la actualidad, parecería que ni siquiera constitu-
ye un objetivo. u
1. “17 filles et pas mal d’objections”, 1-1-12, Péripheries.net
2. Beauté fatale. Les nouveaux visages d’une aliénation féminine, Zones/La Découverte, París, 2012.
3. Maryse Vaillant, Sexy soit-elle. Propos sur la féminité, Les Liens qui libèrent, París, 2012.
Podría lamentarse solamente que a las actuales evoluciones la autora oponga una femineidad
“auténtica” que, aunque más positiva, no por eso deja de mostrar otros clichés.
M.C.
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Libros publicados por la Editorial
Aún Creemos en los Sueños
China
Mapa de los conflictos ambientales
Haciendo camino
Luis Sepúlveda
Eduardo Galeano
Viajes
Clases medias
Un escritor un país
Globalización y medioambiente
Recursos naturales
Las izquierdas en el mundo
Hervé Kempf
Empleo doméstico
Cárceles
¿Un planeta sobrepoblado?
Crónicas de Luis Sepúlveda
Agrobiodiversidad
Ecuador. La revolución ciudadana
CUBA. ¿Hacia dónde va la transición?
Le Monde Diplomatique. Más que un periódico
Política y dinero. En Chile y el mundo
Piñera. Ciudadanía versus gerentes
Democracia electrónica. ¿Qué desafíos para A. Latina?
Luis Sepúlveda. Asalto a mano santa
Epidemias y Pandemias
El Decrecimiento
La identidad judía
La prensa
Extraterrestres
Narcotráfico
El aborto
Las nuevas potencias
Palestina-Israel
La Crisis del Siglo por Ignacio Ramonet
Alimentos y comida chatarra
Pensamiento crítico latinoamericano - Cuadernos CLACSO
El Blog de Luis Sepúlveda
Medicamentos: ¿Derecho o mercancía?
Los calzoncillos de Carolina Huechuraba por Luis Sepúlveda
La condición animal
¿Un mundo sin petróleo?
El Vaticano
El mundo en la Nueva era imperial por Ignacio Ramonet
A treinta años... Aún Creemos en los Sueños
Salvar el Planeta
Porto Alegre: la ciudadanía en marcha