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Bayley, D., Modelos de Actividad Policial. Un Análisis Comparativo Internacional, Ps. 15-100
Bayley, D., Modelos de Actividad Policial. Un Análisis Comparativo Internacional, Ps. 15-100
David H. Bayley
PARTE I
Introducción
CAPÍTULO 1
Hacia una teoría de la actividad policial
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Max Weber dijo que la característica fundamental del Estado moderno es su “monopolio del uso
legítimo de la fuerza física dentro de un territorio dado”, y León Trotsky dijo que “cada Estado está
fundado sobre la fuerza” (Gerth y Mills 1958, p. 78).
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Charles Reith ha descripto de manera llamativa este descuido en The Blind Eye of History (1952),
obra pionera en su campo.
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También el personal militar puede ser objeto de descuido y por las mismas razones (Janowitz
1959, p. 15).
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en escala. Entre las más importantes se encuentran las familias, los clanes,
las tribus, los grupos de interés y las comunidades territoriales. Por ende,
los Estados no constituyen el único tipo de comunidad que puede crear
un cuerpo de policía.
Sin embargo, el fundamento social de la autoridad policial no deter-
mina la forma en que puede estar organizada la autoridad. Por ejemplo:
con frecuencia, la autoridad policial está implementada respecto de ciertas
fronteras territoriales por parte de grupos que no se refieren a un territorio,
como las tribus y las asociaciones que protegen determinados intereses.
Las universidades, las empresas mineras y los ejércitos ejercen la autoridad
policial dentro de ciertas áreas geográficas, aunque la adscripción a dichos
grupos no esté determinada por la residencia. El caso inverso también se
verifica. Es posible que ciertos países ejerzan poder de policía sobre los ha-
bitantes de dichos países aun cuando éstos se encuentren fuera de las fron-
teras de tales países. De modo similar, decir que un grupo social autoriza la
actividad policial no significa que ésta se lleve a cabo de manera unificada.
El poder de policía puede delegarse a otros tipos de entidades sociales –por
ejemplo, la iglesia, las empresas, los sindicatos y las familias– o estar des-
centralizado hacia grupos subordinados del mismo tipo –como en el caso
de los estados a las ciudades, a los condados, a las provincias o a los distri-
tos–. La autorización por parte de una unidad social dada no implica nada
en particular sobre la índole de las directivas impartidas por la comunidad
ni la organización de tales directivas.
Por supuesto, en la práctica se hace con frecuencia dificultoso saber si
las personas que emplean la fuerza dentro de una comunidad han sido au-
torizadas a emplearla. La diferencia que existe entre policías y forajidos es
cuestión de criterio. Se produce confusión cuando hay disputas referidas
a la autoridad y a la autorización. Las guerras civiles constituyen un ejem-
plo claro, al igual que la competencia que se produce entre burocracias
dentro de un estado dado con respecto al empleo de la fuerza. También se
presenta esta situación cuando la lealtad del pueblo cambia de un grupo a
otro, de forma tal que la autoridad de uno queda eclipsada por la autoridad
que se ha depositado en el otro. Las tribus quedan incluidas en los Estados;
los sindicatos, en las municipalidades; las familias, en los grupos económi-
cos de interés; las iglesias, en los Estados; y los clanes, en las tribus. Una ca-
racterística clave del cambio político que se produjo a lo largo de la historia,
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Mi definición de “policía” y la definición de E. Adamson Hoebel de la “ley” giran en torno de la re-
lación que existe entre la autorización que otorga la comunidad y la aplicación de la fuerza física.
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“Una norma social es legal si, cuando no se le presta atención o se la infringe, tal desatención o in-
fracción es siempre contrarrestada, en forma de amenaza o en los hechos, por la aplicación de la
fuerza física por parte de una persona o grupo que posee el privilegio socialmente reconocido de
aplicarla” (Kobber 1969, p. 120).
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autorizadas para resolver las disputas que se suscitaran dentro del grupo,
ni para aplicar la fuerza, ni para ordenar que cesaran las peleas (1940). Si
bien la tribu de los nuer constituyó una asociación involuntaria, contaba
con un mínimo absoluto de autoridad (Nair 1962, cap. 1).
La definición de policía que se ha empleado en esta obra exagera en
cuanto a inclusividad. La ventaja de esta exageración es que permite el es-
tudio comparativo de una amplia gama de instituciones que ejercen la co-
acción dentro de la sociedad. Este aspecto es en particular importante si ha
de abordarse el desarrollo que experimentaron las instituciones policiales
a lo largo del tiempo. Si, por ejemplo, ciertas características policiales sin-
gularmente contemporáneas comienzan a formar parte de la definición de
la policía, entonces queda imposibilitado el análisis histórico. Por otro
lado, la inclusividad que forme parte de una definición genera problemas
de versatilidad. Es posible que se presenten dificultades para rastrear la
evolución de todas las formas de actividad policial. ¿Cómo se procederá en
ese caso?
La solución consiste en seleccionar características de la actividad poli-
cial que sean particularmente importantes o interesantes dentro del
mundo contemporáneo y en examinar su desarrollo. Al mismo tiempo, se
deberán buscar sobre todo los factores que expliquen el surgimiento de
tales características en el marco de la historia. En efecto, esta estrategia im-
plica retroceder en el tiempo tomando como punto de partida las formas
contemporáneas y no examinando las mutaciones históricas que experi-
mentaron todos los tipos de instituciones policiales. Para la mayor parte de
las personas que en la actualidad habitan este mundo, la policía que cuenta
con el mayor respeto y que más se destaca en sus vidas es aquella que es pú-
blica, especializada y profesional. Estas tres características son casi sinó-
nimo de actividad policial moderna, pero hasta cierto punto porque la
actividad policial privada se ha expandido con tanta rapidez que en algu-
nos países los miembros de estos cuerpos privados son tan numerosos
como los de la policía pública. Dado que los atributos mencionados –ser
pública, estar especializada y ser profesional– caracterizan a la policía que
cuenta, en nuestros días, con mayor poder e influencia, ésas son las caracte-
rísticas de la actividad policial que he seleccionado inicialmente para el aná-
lisis que se vuelca en esta obra. Si bien es útil pensar que estas características
presentan dicotomías –pública y privada, especializada y no especializada,
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Figura 1.1
CONCEPTOS BÁSICOS
A. Elementos de la definición
POLICÍA
B. Características modernas
POLICÍA MODERNA
C. Temas de estudio
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el personal del servicio no se preste a colaborar. Al igual que en toda otra bu-
rocracia, las fuerzas policiales sospechan; tienen sus propios intereses que
proteger. Antes de que el acceso se convierta en una interacción significativa,
los oficiales de policía deben aprender a confiar en el investigador científico
y a aceptar la importancia de dicha investigación.
En la parte III se vuelve a los abordajes adoptados en la parte I respecto de
la búsqueda de patrones de relaciones recíprocas entre la policía y la socie-
dad, para luego sugerir enunciados teóricos sobre los factores que brindan
carácter distintivo a esta interacción en cada país. Una vez más, si bien la in-
formación empleada es más abundante que en cualquier otro tratamiento
que se haya hecho sobre la policía, el análisis allí vertido constituye un co-
mienzo informado respecto de la construcción de una teoría más que un en-
sayo concluyente.
La presente obra concluye con un capítulo que versa sobre el futuro de la
actividad policial en el mundo moderno. En él examino las reflexiones rela-
cionadas con el funcionamiento y el desarrollo policial que se consignaron
en capítulos anteriores. A continuación presento un esquema analítico por
el cual delineo las elecciones estratégicas a que se enfrentan los países en
cuanto a control del delito y sugiero las políticas más probables para las dife-
rentes circunstancias sociales.
Una cuestión que mucha gente considera muy importante en el estudio
de la policía es la relativa efectividad de ésta en el cumplimiento de sus res-
ponsabilidades. Si bien éste es un tema crítico y que constituye la preocupa-
ción dominante de los policías en servicio, es imposible determinar las
variaciones en materia de efectividad policial a lo largo del tiempo o del espa-
cio. Los expertos conocen a fondo las razones que explican esta imposibili-
dad, aunque, en general, se haga caso omiso de ellas en la práctica.
En primer lugar, si bien la prevención del delito y la mejora de la seguridad
pública se considera en todo el mundo responsabilidad de la policía, también
hay otros criterios que se consideran importantes; por ejemplo: apego a la ley,
ausencia de conducta inmoral, generación de confianza en los particulares, ex-
hibición de compasión y preocupación, apertura a un escrutinio informado,
capacidad para resolver problemas en general, protección de la integridad de
los procesos políticos y tratamiento equitativo de las personas. Juzgar el des-
empeño policial es un proceso polémico en el que intervienen múltiples varia-
bles, cuyos elementos cambian de un lugar a otro y de una época a otra.
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En 1982, Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Gran Bretaña, Japón, Noruega, Ho-
landa y Estados Unidos. Con frecuencia las muestras de las encuestas no coinciden con las juris-
dicciones policiales.
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PARTE II
Evolución
CAPÍTULO 2
El desarrollo de la policía moderna
La actividad policial del mundo actual está dominada por organismos pú-
blicos, especializados y profesionales. En efecto, en lo que concierne a la
mayor parte de las personas, estas características definen en forma parcial a
la policía y ciertamente facilitan su reconocimiento. Se considera que la po-
licía está formada por empleados del gobierno –que éste selecciona y capa-
cita para que emprendan una carrera profesional en el servicio– cuya
responsabilidad es la de imponer por la fuerza la ley y el orden. Este punto de
vista es restrictivo, tal como se ha mostrado en el capítulo 1. La actividad po-
licial también puede llevarse a cabo de manera privada y sin particular aten-
ción a la racionalidad de su gestión.
En el presente capítulo se examinará el surgimiento de la combinación de
la intervención pública, la especialización relativa y el manejo racional de los
cuerpos de policía del mundo. En cada caso, se describirá la cronología de
desarrollo y se especificarán los factores que parecen haber impulsado tal
desarrollo. Sobre la base de la evidencia disponible, se construirán enuncia-
dos teóricos referidos a la evolución de la policía moderna. Se presentan di-
chos enunciados a fin de estimular todo nuevo estudio al respecto y, sobre
todo, para estimular la puesta a prueba de dichos enunciados.
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No hay que confundir el origen de las órdenes que reciben los policías del lugar en el que se origina
la actividad policial. Los sistemas públicos –pagados por la sociedad, que además imparte las di-
rectivas de trabajo– no son incompatibles con la iniciativa privada de la acción policial. En los
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sistemas modernos, los oficiales rara vez toman medidas por su propia iniciativa, sino que esperan
a que alguien que necesite ayuda los contacte. No es la índole del inicio de la acción policial –pro-
activa o reactiva– lo que diferencia la actividad policial pública de la privada, sino la índole de los
organismos a los que se recurre. Tanto para las fuerzas privadas como para las públicas, la propor-
ción de iniciativas individuales respecto de las oficiales deben determinarse empíricamente.
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Encuéntrese un argumento de signo opuesto en Strayer 1970, pp. 7-8.
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hopi8. Uno de los primeros casos bien documentados del desarrollo de la po-
licía pública se presentó en Roma a partir del año 27 antes de Cristo, cuando
Cayo Octavio se convirtió en princeps (“primer ciudadano”) y tomó el nom-
bre de Augusto. Uno de sus primeros actos fue liberar al Senado de responsa-
bilidad respecto de la administración civil de Roma y asumirla él mismo.
Desde el siglo quinto antes de Cristo, la administración civil había estado en
manos de jueces de diverso grado designados por el Senado, algunos de los
cuales –como el cuestor– tenía poder general reglamentario para mantener
el orden en mercados y en calles públicas. Estos jueces no recibían salario y
se empleaba a sus sirvientes personales como plantel profesional. Augusto se
dio cuenta de que una ciudad en pleno proceso de crecimiento y con cada vez
más habitantes (casi un millón de personas), que observaba una estricta di-
visión de clases y con cierta proclividad a los hábitos violentos necesitaba un
accionar policial más efectivo9. Augusto creó el puesto de preafectus urbi,
cuyos aspirantes eran tomados de los estratos más altos del Senado. La res-
ponsabilidad de estos funcionarios era mantener el orden público desde el
punto de vista ejecutivo y judicial. El personal del preafectus urbi, incluido el
preafectus vigilum –el jefe de la policía– percibía sus salarios de Augusto (Kun-
kel 1973, caps. 1, 3 y 4). Por primera vez Roma tenía una verdadera policía
pública; es decir, agentes ejecutivos de coacción física a los cuales la autori-
dad política suprema les abonaba sus salarios y les impartía las órdenes.
Por las razones conceptuales ya expuestas, constituye un error considerar
que la policía pública desapareció en Europa durante el interregno ocurrido
entre la caída de Roma y el surgimiento de los estados-nación modernos. La
actividad policial se descentralizó en extremo, pero lo mismo sucedió con la
soberanía política y la autoridad legislativa. Poco a poco, se formaron nuevos
reinos de rango superior que delegaron el poder de crear policía, pero que con-
servaron la potestad de crear las leyes. Más tarde, se crearon diversos cargos
8
Schwartz y Miller se sorprenderían ante esta conclusión, pero sólo por motivos terminológicos.
Los criterios que ambos sostenían respecto de la “especialización” son los que yo empleé para “ca-
rácter público”. Si bien ellos definen a la policía como “fuerzas armadas especializadas empleadas
parcial y totalmente para obligar al cumplimiento de las normas”, todo el tiempo dicen que la po-
licía representa una potestad del gobierno formal (1964, p. 161). Ellos confunden “especializa-
ción” con “intervención pública”.
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Michael G. Mulhall (1903, p. 444) dice que la población de Roma en el año 14 después de Cristo
era de unas 900.000 personas.
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siguió siendo un agente ejecutivo de la ley, actuaba en nombre del rey, pero su
salario no provenía de fondos públicos. En 1829, en Londres, se comenzó a
abonar salarios a los constables, lo cual transformó de raíz su carácter, si bien
pasó casi un siglo antes de que dicho cambio se implementara en todo el país.
El moderno police constable (agente de policía de rango inicial) inglés es el
tythingman (el “jefe del tything“) medieval, que aun hoy actúa en virtud de la
autoridad real, pero que percibe sus salarios del erario público y ha elegido
dedicarse a esta profesión.
Dejando de lado la confusión conceptual sobre quién era policía durante
el feudalismo, los únicos agentes de mantenimiento de la ley y el orden que
existían en Inglaterra antes del siglo XVIII que podían considerarse públicos
eran los sheriffs y los trading justices (jueces que ganaban su sustento co-
brando aranceles por sus servicios, sobre todo de excarcelación) londinen-
ses. En 1735 comenzó la primera de una serie de experimentos por los cuales
se habría de nacionalizar la actividad policial. Por ley se concedió autoridad
a dos distritos londinenses para que a los vigías se les abonara salarios a partir
de los impuestos locales (Tobias 1972). Con posterioridad, a mediados de
siglo, John y Henry Fielding, jueces de Bow Street, comenzaron a pagar di-
nero a ciertos hombres para que oficiaran de constables y para que realizaran
rondas nocturnas (Armitage, sin fecha, p. 123). Si bien en apariencia el pago
se hacía en forma privada a través de los Fielding, los gastos que este servicio
ocasionaba se compensaban en parte con subsidios otorgados por el go-
bierno. En 1792, los nuevos jueces a sueldo de Middlesex contaban con potes-
tad para tomar de los fondos públicos los salarios que abonaban a los constables
(Reith 1948, cap. 5). En 1800, la Policía del Río Támesis, financiada en 1798
por los comerciantes de la empresa West Indian, se convirtió en el Estableci-
miento del Río Támesis y estaba solventada por los ingresos del erario pú-
blico (Spitzer y Scull 1977). Hacia 1829, Londres se había convertido en un
mosaico de fuerzas policiales públicas y privadas. La City de Londres tenía
una fuerza policial municipal, mientras que los cuerpos de policía de las
demás jurisdicciones estaban sostenidos por las sacristías, los coadjutores,
los consejos de administración, los miembros de comisión, los distritos, los
jueces y los tribunales feudales (Hart 1951, pp. 26-27). Dado que la experi-
mentación estaba tan difundida y que el concepto de policía pública era toda-
vía tan inestable, rara vez los historiadores se ponen de acuerdo sobre qué
agentes de policía merecen llamarse “la primera policía pública”. Sin embargo,
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el punto que desearía subrayar es que los ingleses desarrollaron con el cons-
table un oficial policial especializado setecientos años antes de que éste se
convirtiera en funcionario público en el sentido de recibir órdenes de origen
público y percibir salarios del mismo origen.
La primera policía pública del Estado francés pudo haber sido el provost
parisino, puesto de trabajo creado por San Luis en el siglo XIII. Con cuartel
central ubicado en el Châtelet –que también era la prisión de la ciudad–, el
provost contaba con la ayuda de los comisionados investigadores y de los
“sargentos” (Stead 1957, cap. 1). Además, el provost comandaba un pequeño
destacamento de tropas militares montadas y un vigía nocturno. La partici-
pación en esta institución era obligatoria para todos los ciudadanos de sexo
masculino (Tuchman 1979, p. 158). Juan II (1350-1364) creó una fuerza mi-
litar más nutrida para que patrullara los caminos y suprimiera las bandas de
merodeadores integradas por caballeros desempleados, mercenarios extran-
jeros y desertores del ejército, que saqueaban las tierras (Tuchman 1979, cap.
10). La responsabilidad de estos agentes creció hasta abarcar la supresión del
delito en general en los caminos del rey10. Tres siglos más tarde, el cardenal
Richelieu (1585-1642) expandió en gran medida la calidad administrativa
del Estado al crear el intendant, un funcionario designado que percibía sala-
rios del rey y cuyas funciones eran las de mantener el orden, administrar jus-
ticia y recaudar impuestos en las treinta y dos provincias francesas (la
generalité). En 1667, se creó en París un funcionario subalterno especializado
en mantener la ley y el orden, el teniente general de policía (Arnold 1969, pp.
12-13; Stead 1957, cap. 1). Este funcionario comandaba la Garde, inicial-
mente compuesta por una tropa montada. Hacia 1699 había tenientes gene-
rales en las principales ciudades.
En Prusia, eje de la unificación alemana de 1871, se desarrolló una buro-
cracia remunerada poco tiempo después de que Federico I, el Gran Elector,
se convirtiera en primus inter pares entre los demás junkers de mediados del
siglo XVII. Los empleados públicos de mayor rango, como el landrat y el steue-
rat, contaban con poder de policía, si bien sólo eran parte de una autoridad
10
William Mildmay (1763, p. 23). Se presentaron en 1356 los doce artículos que instauraban el
marechausée [cuerpo de policía]. Encuéntrese un excelente relato de estas bandas de forajidos en A
Distant Mirror: The Calamitous Fourteenth Century, de Barbara W. Tuchman (Penguin Books, Lon-
dres, 1979, cap. 10).
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Sybille van der Sprenkel 1977. Encuéntrese una descripción de primera mano sobre China del
Sur durante el período de decadencia imperial, 1908, en Singapore: A Police Background, de René
Onraet (Dorothy Crisp and Co. Ltd., Londres, 1945, p. 47).
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de Colorado la tenía, pero que la nación cheyenne no. Dado que Francia e In-
glaterra surgieron de un conjunto de heredades y feudos, el sheriff y el mare-
chausée parecieron ser la primera policía pública. Sin embargo, si no hubiera
tenido lugar esta amalgama, es posible que se hubiera considerado a los tything-
men y a los reeves designados por el condado como la primera policía pública.
En Japón, la soberanía del emperador volvió a tener vigor en 1868, pese a lo
cual no sería enteramente cierto decir que los samuráis que anteriormente ha-
bían mantenido la ley y el orden en nombre del daimyo (soberano feudal japo-
nés) eran policía privada. Los samuráis eran agentes de las únicas unidades de
gobierno efectivas y legítimas que gozaban del reconocimiento del pueblo.
Eran tan públicas para los japoneses como lo eran los sheriffs del rey Juan o los
tenientes generales de la policía de Luis XIV. El accionar policial público sólo
parece un acontecimiento moderno cuando no se le otorga la importancia de-
bida a la vitalidad de los poderes soberanos no contemporáneos.
Además, si bien es cierto que la policía de nuestro tiempo recibe, en general,
su paga y sus órdenes del gobierno de los Estados, sería un error sacar en con-
clusión que el carácter privado de la policía y su actividad decae inevitable-
mente. No existe necesidad histórica en el paso del respaldo privado al público
para la policía. Por ejemplo, con la caída del Imperio Romano quedó desbara-
tado el accionar policial estatal, y el pueblo se vio obligado a recurrir con deses-
peración a los mecanismos privados que les garantizaran la seguridad. Los
vecinos se agruparon en tythings y en hundreds en Inglaterra; desde el clero se
proclamaron días de paz e intentaron liberar ciertos lugares y personas de la
violencia; los lores formaron alianzas transitorias a fin de sojuzgar a los rivales
que quebrantaban la paz; y las Ligas de Paz ganaron la calle contra los nobles
déspotas (Bloch 1961, cap. 30). También hoy en día, el accionar policial pri-
vado crece enormemente, sobre todo en los países industriales desarrollados.
Las formas públicas de la actividad policial no reemplaza de manera perma-
nente las formas de la actividad policial privada; el proceso es reversible.
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La policía especializada
Especialización es un término relativo con el que se hace referencia a la ex-
clusividad en la realización de una tarea. En materia de accionar policial, la
tarea con la que se define el término es la aplicación de fuerza física dentro
de una comunidad dada. Una policía especializada destina toda su atención
a la aplicación de la coacción física; una policía no especializada hace, ade-
más, muchas otras cosas. El intendant francés del siglo XVII era un agente de
policía no especializado; el constable inglés era uno especializado. Hoy en
día, el juez de distrito de Pakistán no está especializado, ya que es responsa-
ble de la realización de tareas administrativas, judiciales y de mantenimiento
de la ley y el orden; el superintendente policial de distrito está especializado.
Dado que la policía rara vez está totalmente especializadas, deben realizarse
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En Japón, por ejemplo, en el reino de Saga (circa 820 después de Cristo), se instaló un departa-
mento de policía en Kyoto para detener delincuentes y llevarlos a juicio. En 1186, Minamoto-no
Yoritomo tomó el título de sotsuihosi, o superitendente en jefe de policía (Ogawa y Tomeoka 1909).
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ocurría con los constables ingleses. Si tal aserto es verdad, el grado de especia-
lización que existía en Europa estaba estratificado por categoría de escala-
fón. En el continente, se consideraba que el accionar policial que tenía
lugar dentro del marco de los Estados emergentes era una parte inseparable
de la administración de la Corona. En su origen, la palabra “policía” deno-
taba todas las funciones administrativas que no eran eclesiásticas. En con-
traste, en Inglaterra, el mantenimiento de la paz del rey constituía una
responsabilidad con entidad en sí misma y precedía el surgimiento de la ca-
lidad administrativa de otras áreas. Resulta curioso que Inglaterra parezca
originalmente haber sido más un estado policial en el sentido especializado
que los demás reinos continentales. La primacía y la temprana especializa-
ción de la imposición de la ley y el orden en Inglaterra dentro de la adminis-
tración del estado pudieron haber actuado, en efecto, como un baluarte
arraigado en la tradición contra el surgimiento de la Polizeistaat de la Europa
continental.
Otra diferencia que se presenta entre el desarrollo verificado en Inglaterra
y en el continente fue la secuencia en que se presentaron el carácter público
y la especialización. Si nos referimos sólo a las instituciones estatales –como
opuestas a las feudales–, la policía inglesa se especializó antes de tornarse pú-
blica; la policía continental se hizo pública antes de hacerse especializada.
Aproximadamente en mitad del siglo XVIII, se habían instaurado oficiales es-
pecializados de la policía real en las grandes ciudades europeas. Copiando la
figura del teniente general de la policía francesa, el zar Pedro I creó el cargo de
jefe de policía en 1718, en San Petersburgo; el emperador Federico II de Ber-
lín hizo lo propio en 1742, y la emperatriz María Teresa de Viena hizo otro
tanto en 1751 (Emerson 1968, pp. 4-5). Si bien estos oficiales contaban con
responsabilidades reglamentarias más amplias que el juez de paz inglés, te-
nían a su cargo la dirección del personal que se especializaba en el patrullaje,
en las detenciones y en las labores de espionaje. En 1760, había en París una
gran cantidad de personal especializado: detectives en cada barrio, vigías
afectados al patrullaje (tanto de a pie como a caballo); escuadrones de sol-
dados que oficiaban como centinelas; y arqueros que libraban las calles de
mendigos y vagos (Radzinowicz 1957, pp. 540-541). El sistema se había
hecho tan complejo que un viajero inglés comentó con ironía que en Fran-
cia, los tenientes generales ordenan, los inspectores informan, los exemts
aprehenden, los arqueros conducen, los commissaires envían a la cárcel, los
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Durante los doscientos años que mediaron entre 1650 y 1850, las revueltas,
las rebeliones y las insurrecciones asolaron los países europeos, y se los comba-
tió con la fuerza militar. El recurso de emplear la fuerza militar funcionaba con
éxito siempre y cuando la violencia estuviera localizada o se expresara en pe-
queña escala, lo cual involucraba cuestiones territoriales vinculadas con la
provisión de alimentos, los precios y el empleo sectorial. Pero habrían de pre-
sentarse enormes cambios sociales que cambiarían el carácter del malestar.
Como resultado de la comercialización de la agricultura y la destrucción de las
industrias hogareñas rurales, la gente se vio forzada a migrar hacia las ciudades.
El control ejercido por las elites terratenientes, basado en el respeto por la per-
tenencia a una clase, se debilitó, y en algunos países se derrocó a las clases he-
reditarias. Las protestas cada vez más incluyeron grandes cantidades de
personas (con frecuencia inducidas a la acción por parte de las muchedum-
bres urbanas) y se dirigieron contra la autoridad política general más que a los
problemas locales (Tilly, Tilly y Tilly 1975). Bajo estas circunstancias, la intro-
ducción de un ejército se convirtió en un acto político; no fue simplemente
una solución técnica al problema de la subversión de la ley y el orden. Además,
las unidades militares –con frecuencia montadas y pertrechadas con sables–
imponían un orden excesivo, ya que mataban y herían indiscriminadamente.
Este accionar creó mártires, y los militares se ganaron el comprensible odio de
la población. En consecuencia, los líderes militares rehusaron actuar en calidad
de policía. Este disgusto se vio reforzado por la preocupación que representaba
la confiabilidad del ejército mismo. Las lealtades de los rangos inferiores –y tam-
bién de los miembros no aristocráticos de los cuerpos de oficiales– estaban, con
frecuencia, con los agitadores. Estas tensiones se agudizaron sobre todo en Eu-
ropa con el surgimiento de los grandes ejércitos de conscriptos durante el siglo
XIX, que incluían a miembros de todos los sectores sociales y reemplazaron a los
ejércitos mercenarios reclutados por los reyes y por los terratenientes. Así, las
exigencias de una mayor participación política y una mayor igualdad econó-
mica amenazó a los ejércitos que apenas podían lidiar con sus propios proble-
mas de movilización masiva. Sin demora, ni los oficiales militares profesionales
ni los políticos (civiles) querían utilizar al ejército como policía, en parte porque
se preocupaban de mantener la integridad de la maquinaria militar, y en parte
porque les preocupaba la legitimidad del gobierno.
Otra fuerza habitualmente empleada en todo Europa para combatir los
brotes de violencia colectiva fue las milicias, fuerzas irregulares de voluntarios
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Cuando fue primer secretario de Irlanda, Peel ya había experimentado con la actividad policial:
en 1814 creó las Fuerzas de Preservación de la Paz. Éstas se convirtieron en la Fuerza de Policía Irlan-
desa y más tarde en la Fuerza de Policía Real Irlandesa. Los “peelers” eran un cuerpo armado que no
estaba estacionado entre la gente, sino que iba de un lugar problemático a otro (Brady 1974, cap. 1).
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Aparece una formulación previa en Bayley 1975.
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El desarrollo de la profesionalización
La profesionalización es con mayor claridad un atributo moderno de la po-
licía que el carácter público o la especialización. También es un atributo más
complejo. La profesionalización connota una atención explícita dada al logro
de calidad en el desempeño. Los indicadores mínimos de que existe una policía
profesional son el reclutamiento regido por estándares específicos, remunera-
ción lo bastante alta para que el servicio se estructure a lo largo de una carrera
profesional, entrenamiento y capacitación formales, y una supervisión siste-
mática por parte de los oficiales superiores. Hasta cierto punto, la palabra “pro-
fesionalización” se ha convertido en un término técnico de los círculos actuales
policiales. Este término abarca características tales como especialización fun-
cional del personal, uso de tecnología moderna, neutralidad en la imposición
de la ley y el orden, uso responsable del criterio, y una dosis de autorregulación
autónoma. Estos elementos son polémicos, son parte del bagaje honorífico del
término, y se hará caso omiso de ellos en este libro.
Determinar la oportunidad en que se confirma la profesionalización de una
fuerza policial es un asunto problemático por diversas razones. La primera:
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la mano de obra calificada, cuestión que cambió hacia 1890 (Martin y Wilson
1969, cap. 2). Hoy en día, los constables de India reciben un sueldo parecido
a los de los peones del gobierno, quienes son mensajeros y empleados de las
reparticiones indias.
Sin dejar de reconocer que asignar una fecha a la existencia de la policía
profesional sería impreciso y sentencioso, podría decirse, sin embargo, que
la gran era de la profesionalización es el siglo XIX. Durante los cien años que
transcurrieron entre 1815 y 1915 se confirmó la profesionalización entre los
principales países en aproximadamente el siguiente orden: Japón, Francia y
Alemania, Gran Bretaña, India, Estados Unidos y Rusia. Este orden no nece-
sariamente es el mismo con que podríamos clasificar a estos países en materia
de calidad de desempeño; sólo indica que se dio tratamiento expreso y reso-
lución a problemas tales como el de reclutamiento, entrenamiento, paga y
supervisión. Se da prioridad a Japón porque no sólo implementó la profesio-
nalización como en los países europeos, sino que también fue un país pio-
nero en la instauración de escuelas de capacitación para policías de todos los
rangos15. La profesionalización tuvo su punto máximo en el siglo XX, pero es
posible que se observe un retroceso. Tal situación puede darse cuando se es-
catiman recursos. También puede ocurrir debido a un cambio en el respaldo
con que cuenta la policía. Por lo general, las fuerzas privadas de seguridad
son menos profesionales que sus pares del ámbito público. La actividad po-
licial de autodefensa, llevada a cabo por organizaciones voluntarias de ciu-
dadanos, también reduce inevitablemente el profesionalismo. Es posible ver
este tipo de actividad entre las asociaciones vecinales de Europa del Este, en
Norteamérica, en China, en Rusia con la “Policía del Pueblo”, en Europa del
Este y en Cuba. El futuro del profesionalismo puede estar menos asegurado
que lo que podría sugerir la experiencia recogida durante el último siglo.
15
En 1880, Tokio contaba con un plan de entrenamiento de tiempo completo para los rangos más
bajos. París no lo tuvo hasta 1883, e incluso entonces sólo era de tiempo parcial, alternado con otras
obligaciones. La Escuela de Entrenamiento Policial de Londres se fundó en 1907 (Stead 1957, p.
139; Fosdick 1915 [1975], pp. 211ff.)
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En Londres, la profesionalización comenzó en 1829, cuando la ciudad tenía una población de
1.800.000 habitantes; en Estocolmo, en 1850, con 92.000 habitantes; en Sydney, en 1862, con
100.000 habitantes; y en Calcuta, en 1864, con 365.000 habitantes (Gurr, Grabosky y Hula 1977,
p. 705). Al mismo tiempo, Eric Monkkonen (1981) sostiene que en las ciudades estadounidenses
se implantó luego de la Guerra Civil una policía uniformada de tiempo completo compuesta de
100.000 oficiales, y las dimensiones de cada cuerpo dependían de la importancia de cada ciudad.
Sugiero que si había cuerpos más o menos nutridos, como dice Monkkonen, éstos dependían de
la opinión local sobre la necesidad de profesionalización.
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se estudió con detalle la experiencia francesa del siglo XVIII. Tanto los británi-
cos como los estadounidenses conocían el desarrollo que se había producido
en el continente europeo e hicieron comentarios críticos sobre la ineficiencia
de la administración que se sufría en sus propios países. Japón tomó prestado
tímidamente de Prusia y Francia, mientras que los poderes europeos expor-
taron profesionalismo a sus colonias. La profesionalización prometía mejo-
rar la efectividad y la confiabilidad más allá de la índole de los sistemas
políticos. Esta característica explica por qué la profesionalización tuvo lugar
durante el siglo XIX en países radicalmente diferentes tanto en lo referido al
carácter de sus regímenes como en cuanto a la organización nacional de la
policía. Estados Unidos, Gran Bretaña, India, Prusia, Suecia, Japón y Ho-
landa lograron niveles mínimos de profesionalismo aproximadamente para
la misma época, pese al hecho de que poco tenían en común en el plano po-
lítico, salvo por la creencia de que el gobierno territorial debía responsabili-
zarse por la ley y el orden.
La presión para mejorar la seguridad con el respaldo del Estado provino de
la clase media, al igual que en Inglaterra, pero también de otros grupos sociales
de influencia, como la aristocracia, el artesanado, los intereses comerciales y el
ejército (Field 1981; Harring 1983; Lofland 1973, p. 65; Weinberger 1981).
La respuesta a esta presión se vio facilitada por las tradiciones de interven-
ción administrativa por parte del gobierno. Los franceses y los prusianos es-
taban acostumbrados a una administración profesional del Estado antes de
que se vieran obligados a implantar tal profesionalidad en la actividad poli-
cial. Los ingleses, por su lado, resistieron esta tendencia porque creían que
la intervención del Estado ponía en peligro la libertad (Langrod 1961, pp.
6-7). El Estado administrativo, cuyo mayor exponente era Francia, era tabú
para los ingleses, quienes se aferraron al amateurismo incluso a expensas de
la seguridad.
Entonces, el aprendizaje entre países no siempre produce imitación. Sin
embargo, una vez que quedaron eliminadas las inhibiciones tradicionales
respecto del papel que debía desempeñar el gobierno en la actividad policial,
el aprendizaje entre países hizo que la profesionalización adoptara una única
forma.
Para finalizar, la profesionalización no se monta sobre las oleadas de deli-
tos o de violencia. Si bien los cambios de cualquier tipo en la actividad poli-
cial se justifican en función de la inseguridad y de la turbulencia, es difícil
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Conclusión
La actividad policial del mundo moderno está dominada por organiza-
ciones públicas, especializadas y profesionales. Lo que es nuevo acerca de la
actividad policial es la combinación de esos atributos más que cualquiera de
los atributos tomados por sí mismos. La intervención pública y la especiali-
zación pueden encontrarse en muchos lugares antes del período moderno;
sólo la profesionalización es infrecuente en períodos anteriores, si bien este
fenómeno tiene precedentes. La evolución hacia esta combinación singular,
que ha sido confirmada en los últimos cien años, tuvo lugar lentamente a lo
largo de varios siglos. La policía especializada se implementó en Inglaterra en
la Edad Media, pero la intervención pública no se hizo característica de la ac-
tividad policial inglesa sino hasta setecientos años más tarde. Francia hizo
que su policía fuese pública en los siglos XVII y XVIII, pero no fueron cuerpos
especializados (como sí lo eran en Inglaterra) hasta el siglo XIX. En Estados
Unidos había policía especializada y pública en el siglo XVII, pero la profesio-
nalización se demoró hasta el siglo XX. Además, el orden en el cual se presen-
taban las tres características variaba de un país a otro, salvo por el hecho de
que la profesionalización, por lo general, llegaba luego de un cambio en el
respaldo público otorgado a la policía. No hay una razón a priori por la cual
un sistema nacional de policía profesional no pueda crearse bajo la tutela pri-
vada, pese a que históricamente tal cosa no ha sucedido.
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CAPÍTULO 3
La estructura de la actividad policial
Toda comunidad que autorice la actividad policial debe organizar una co-
bertura; debe crear una estructura que le permita el ejercicio de la autoridad.
Dado que las comunidades más importantes que hoy en día organizan la ac-
tividad policial son los estados-nación, la descripción y el análisis de la estruc-
tura policial se centrará en los países como unidad del análisis. La exposición
comenzará con un examen de cómo pueden describirse las estructuras na-
cionales y se explorará el rango de variación en el mundo. Luego, se describi-
rán los modelos de la evolución de las estructuras nacionales, con vistas, en
particular, a determinar si pueden discernirse las tendencias de largo al-
cance. Para finalizar, empleando materiales tanto contemporáneos como
históricos, se realizará un intento de individualizar los factores que influyen
de manera crítica en la estructura de la actividad policial pública.
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Italia también cuenta con una policía municipal –los vigili urbani–, responsables sobre todo de
dirigir el tránsito y de hacer cumplir las ordenanzas locales.
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apartaré del criterio jurídico. Por ejemplo, en Noruega, la policía fue nacio-
nalizada en 1936, pero el gobierno central se abstuvo con gran cuidado de
dar órdenes operativas a las cincuenta y cuatro fuerzas distritales (Kosberg
1978). Por lo tanto, se señalará a Noruega como un sistema descentralizado.
Lo mismo sucede con Suecia (Becker ahd Hjelkmo 1976, pp. 75-76; Plantin
1979). En general, sin embargo, la categorización en cuanto a centralización
y descentralización hará gran hincapié en las reglas formales, lo cual elimi-
nará en su mayor parte todo juicio acerca de la práctica.
Tabla 3.1
TIPOLOGÍA DE LAS ESTRUCTURAS POLICIALES
Centralizada Descentralizada
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Los datos de Bélgica corresponden a abril de 1977 (Vincet 1977).
19
Criminal Justice Agencies in Pennsylvania (1970, prefacio), Organismo de Asistencia en la Imposi-
ción de la Ley y el Orden, Ministerio Federal de Justicia. Es posible que veinte mil de ellas fueran
cuerpos policiales locales y comunitarios (Caiden 1977, p. 29).
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es coordinado múltiple cuando una fuerza tiene competencia sobre una zona
dada, aunque haya varias fuerzas en todo el país; un sistema es no coordinado
múltiple cuando más de una fuerza tiene autoridad sobre la misma zona. Por
ejemplo: Francia cuenta con un sistema coordinado múltiple. La Police Na-
tionale abarca pueblos de más de diez mil habitantes y la Gendarmerie se
ocupa del resto (Bramshill Police College 1974). En Finlandia y en Holanda
también hay cuerpos de policía distintos según la zona sea rural o urbana. En
Canadá hay un sistema coordinado múltiple porque en todo lugar determi-
nado la actividad policial es, sobre todo, responsabilidad de una sola fuerza,
si bien esa fuerza puede ser nacional, provincial o municipal (Kelly y Kelly
1976, pp. 32, 35). Cuando en un área se opta por la autoactuación policial se
elimina la cobertura que brinda una fuerza más inclusiva, como la policía
provincial. De manera parecida, cuando las municipalidades o las provincias
alquilan por contrato a la Policía Montada Real de Canadá (la RCMP, según
su sigla en inglés) para que ésta realice actividades policiales, tal cuerpo re-
emplaza a las demás fuerzas y no se les superpone20. El hecho de que la Poli-
cía Montada haya limitado la competencia concurrente en todo Canadá
respecto de las leyes federales constituye una estrategia sobre el cual me ex-
playaré en párrafos siguientes.
Los sistemas no coordinados múltiples se presentan en Italia, España,
Bélgica, Suiza, la Unión Soviética y Estados Unidos. En Italia, los Carabinieri
y la Guardia tienen competencia conjunta en todas partes. En efecto, existe
una intensa competencia entre ambas fuerzas, situación que algunos italia-
nos consideran como una salvaguarda esencial de la libertad (Barzini 1964,
pp. 215-216). Las tres fuerzas policiales paralelas de España son la Guardia
Civil, la Policía Armada y la Policía Municipal. Suiza tiene una policía federal,
una cantonal y una municipal, todas las cuales tienen competencia concu-
rrente (Sherman 1977). En la Unión Soviética se mantienen dos cuerpos po-
liciales, la Militzia y la KGB. El caso más extremo de fuerzas no coordinadas
múltiples es Estados Unidos. Los estadounidenses pueden ser detenidos,
por lo general, por al menos tres organismos policiales diferentes: el FBI, el
sheriff del condado y la policía municipal o departamental. Si a la policía de
un estado determinado se le ha dado autoridad general (es decir, no actúa
principalmente como policía de tránsito), en ese caso se agrega un cuarto
20
En 1972, 162 municipalidades habían actuado de tal manera (Dorey y Swidler 1975, p. 148).
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Bruce Smith, en Police Systems in the United States (1949), identificó cinco niveles de gobierno que
crean autoridades policiales superpuestas: el nivel federal, el estadual, el de condado, el de las ciu-
dades, el de los departamentos y municipios, y el de los pueblos con personería jurídica. En la dé-
cada de 1930, Charles E. Merriam encontró trescientos cincuenta organismos de imposición de la
ley y el orden en Chicago, incluidos los que pertenecían a escuelas, parques y distritos de limpieza.
A través de la encuesta realizada por Bruce Smith en 1932 en la región de Cincinnati se encontraron
ciento cuarenta y siete organismos de imposición de la ley y el orden distribuidos en dos estados y
seis condados (Walker 1977, p. 145).
22
Ciento trece organismos federales tienen poder de imposición de la ley y el orden en Estados Uni-
dos. El FBI es el más importante (Shane 1980, p. 157).
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Se trató de la octava fuerza de policía en cuanto a dimensiones en Estados Unidos, a fines de la dé-
cada de 1960. La fuerza policial del Organismo de Vivienda de Nueva York ocupaba el número
veinticuatro en la escala de dimensión (Berkeley 1969, p. 27).
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Tabla 3.2
CLASIFICACIÓN MUNDIAL DE LOS TIPOS DE ESTRUCTURAS POLICIALES
Centralizada Descentralizada
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Modelos de desarrollo
Las estructuras de los sistemas policiales públicos nacionales exhiben
una llamativa permanencia a lo largo del tiempo. Las características estruc-
turales han permanecido intactas en la mayor parte de los países contempo-
ráneos desde que éstos se volvieron reconocibles como Estados. Francia ha
contado con una actividad policial centralizada desde mediados del siglo
XVII, cuando Luis XIII designó intendants para que administraran las genera-
lités en las que se dividía Francia. En 1667, en las principales ciudades co-
menzaron a designarse lieutenants general de policía, que también eran
empleados del rey. Con la Revolución Francesa se realizaron sólo ajustes téc-
nicos a este sistema centralizado, lo cual transformó al lieutenant general de
París en un prefecto e hizo que, a partir de las generalités, se crearan los depar-
tamentos. Como señaló Tocqueville, la Revolución y el período napoleónico
sólo potenciaron la notoriedad y la eficiencia del Antiguo Régimen (Chap-
man 1953, cap. 1; de Tocqueville 1856 [1955], pp. 57, 195; Payne 1966, pp.
208-288). El sistema policial centralizado soviético surgió de sistemas pre-
cedentes también fundados en el siglo XVII, cuando la administración estaba
en manos de los prikazy, departamentos del ámbito cercano del zar. Pedro I
(1682-1725) ajustó las fronteras administrativas y regularizó el sistema; creó
la figura del capitán de políticas de distrito, subordinado a los gobernadores
provinciales designados desde la centralidad del poder. En 1718, el puesto
de director de la policía se estableció en San Petersburgo. Sus funciones eran
similares a las del teniente general de la policía de Francia. Resulta significa-
tivo que la policía secreta, creada por Nicolás I en 1826, recibiera el nombre
de “Tercer Departamento”, en referencia a su ubicación dentro del plantel
personal del zar. Esta característica indica también cuán cerca estaba el
mando policial de la fuente de autoridad de Rusia. En la década de 1860,
cuando los siervos fueron liberados y se abolieron los poderes de los terrate-
nientes feudales, se hizo el intento de descentralizar la administración. Este
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intento fracasó, como tantos del mismo tipo fallarían una y otra vez en la his-
toria de Rusia: luego de la revolución de 1905; a principios de la década de
1920, luego de la Revolución Bolchevique; y a fines de la década de 1950 y
principios de la década 1960 (Abbott 1972, pp. 238-240; Starr 1970, sec. 4
y conclusión). La tensión experimentada entre la iniciativa local y el control
central de Rusia siempre se resolvió a favor de este último.
En los demás países de Europa, la historia es la misma: persisten las prác-
ticas administrativas establecidas al comienzo del desarrollo histórico de los
Estados, pese a los enormes cambios operados en la estructura social, en las
modalidades económicas y en el carácter político. El sistema policial de Aus-
tria, un sistema centralizado, se remonta a la creación de un Ministerio de Po-
licía por parte de Pergen en 1792 (Emerson 1968, cap. 1). El sistema dual
centralizado de Italia fue establecido luego de la unificación, que se produjo
en 1871, y surgió de las prácticas piamontesas que se originaron en 1814
para los Carabinieri y en 1848 para la Guardia (Fried 1963, pp. 40-41; Gre-
gory 1976). En Gran Bretaña, el mando respecto de la policía ha estado en
manos locales desde las épocas del sistema frankpledge. Evolucionó y se con-
virtió en un sistema de territorios y constables bajo la dirección de los jueces
de paz; luego, se trocó en mandos de los condados y de los municipios; y fi-
nalmente en un sistema controlado por las “autoridades policiales”. Las re-
formas introducidas desde la Edad Media han cambiado las unidades de
organización, pero no han hecho que se centralizara el mando (Webb y Webb
1963).
En Estados Unidos, la tradición de la autonomía local en materia de acti-
vidad policial comenzó con los primeros asentamientos de Virginia y Massa-
chusetts, en el siglo XVII (Zuckerman 1970). Lo único que puede objetarse a
esta tradición fue la toma de control de la actividad policial por parte de los
gobiernos estaduales, hecho ocurrido a mediados del siglo XIX en muchas de
las ciudades más grandes del país. En todos los casos, el experimento fue
temporario (Richardson 1974, p. 172). El control siguió en manos locales,
aun cuando el gobierno estadual y nacional creó en el siglo XX nutridas fuer-
zas policiales que rendían cuentas sólo ante sí mismas (Smith 1949, cap. 6).
Se agregaron nuevos rangos policiales, pero sin menoscabo de la autonomía
local. Existe la tradición opuesta en China, donde la primacía de la autori-
dad central se concede en principio, si bien con frecuencia en la práctica está
controvertida. Pese a que la efectividad del control imperial ha fluctuado
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Tomado de la correspondencia privada de Philip C. Stenning, mayo de 1980. En Canadá se re-
dujo la cantidad de fuerzas, pero no la cantidad de jurisdicciones. Solamente se puede decir que la
centralización aumentó si se juzga cuánto control ejerce el cuartel central de la Policía Montada en
Ottawa sobre las muchas fuerzas que tiene bajo contrato.
25
Los Texas Rangers, fuerza creada en 1853, fue la primera policía estadual. Luego de una prolon-
gada pausa, Pennsylvania creó una similar en 1908, y poco después todas las demás (Walker 1977,
p. 146). Massachusetts fundó su fuerza policial estadual en 1865, pero fue disuelta en 1875 para
crear un escuadrón estadual de detectives.
86
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“The Philippine Criminal Justice System”, por Lilia C. López (1979, pp. 9ff.). Antes había 1467
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28
Según correspondencia privada de la Asociación Internacional de Jefes de Policía, en la mayoría
de los Estados se habían sancionado estándares de algún tipo hacia 1974, pero sólo en cuatro se
había dispuesto la inspección obligatoria y sanciones ante la falta de implementación de estos es-
tándares.
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Determinantes de la estructura
¿Qué factores explican las diferencias en la estructura del mando policial
en cada país? Mi análisis se concentrará en la descentralización del mando
más que en la multiplicidad, porque, si bien la multiplicidad es conceptual-
mente distinta y necesita una descripción adecuada, la centralización deter-
mina en gran medida la multiplicidad de las fuerzas. En efecto, buscaré
factores que influyan críticamente tanto en los casos en que el mando sobre
la policía de un país se ejerza desde un único lugar como en los casos en que
dicho mando esté disperso en jurisdicciones subnacionales autónomas.
El primer factor que se destaca es el de la tradición. La persistencia que
observan a lo largo del tiempo las características estructurales en la mayoría
29
La investigación realizada por Elinor Ostrom y sus colegas en la Universidad de Indiana muestra
que la habitual noción de que las fuerzas muy pequeñas son ineficientes podría ser incorrecta. Por
ejemplo, véase “Police Agency Size: Some Evidence on its Effects”, Police Studies (marzo de 1978:
34-46).
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de los países indica que la tradición tiene un peso inercial que se vuelve cada
vez más limitante cuanto más tiempo el sistema permanezca en su lugar. En
pocas palabras: el grado de centralización depende de las tradiciones estable-
cidas cuando una fuerza policial pública determinada fue instaurada inicial-
mente. Con frecuencia, se considera que apelar a la tradición implica eludir
la cuestión en materia de análisis social. Esta actitud es un error. Es cierto que
invocar la tradición no explica por qué un determinado fenómeno se hizo
permanente. La búsqueda de causas debe ampliarse un paso más. De todas
formas, tiene valor informativo decir que cuanto más dure una estructura
policial, más probable será que se atenúe la influencia de los demás factores.
Si bien la tradición exige una explicación, es un factor formativo por derecho
propio. Haciendo un paralelo con la física, la costumbre actúa como la cons-
tante de una ecuación matemática: desplaza el efecto de los demás factores
en una dirección en particular30.
Los ejemplos más extremos del poder de la tradición burocrática provie-
nen de Alemania y de Japón inmediatamente después de la Segunda Guerra
Mundial. Las fuerzas que ocupaban ambos países introdujeron las estructu-
ras policiales con las cuales dichas fuerzas estaban familiarizadas en su país
de origen. En Alemania, los británicos establecieron en su zona de ocupación
jurisdicciones policiales que eran más pequeñas que los estados alemanes,
pero más grandes que los pueblos, y que estaban dirigidas por cuerpos cole-
giados elegidos por voto; los estadounidenses insistieron en que cada go-
bierno local fuera responsable de mantener y dirigir la actividad policial; los
franceses crearon fuerzas policiales estatales estrechamente controladas y di-
rigidas por administradores civiles con inmediata supervisión a los oficiales
profesionales de la policía; y los rusos crearon una policía centralizada en
toda su zona de ocupación (Goedhard 1954; Jacob 1963, pp. 156-158). En
Japón, MacArthur abolió el antiguo Ministerio del Interior que había dirigido
las operaciones policiales en todo Japón y creó 1605 fuerzas autónomas lo-
cales (Sugai 1957; Comando Supremo de los Poderes Aliados, pp. 107ff.;
Wildes 1953). En ambos países, apenas se retiraron los poderes que los ocu-
paban, reemergieron las estructuras tradicionales. El gobierno alemán recreó
el sistema policial del Segundo Reich (1872-1918) y la república de Weimar
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Max Weber notó el mismo fenómeno y empleó la analogía del dado cargado para describirlo
(Lipet 1963, p. 7).
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La información sobre centralización fue tomada de Dorey y Swidler 1975, 1973, y de los Manua-
les de Área del Ministerio Federal de Defensa de Estados Unidos. Los enunciados sobre autorita-
rismos se tomaron de Raymond D. Gastil (1978), quien clasificó a los países como libres,
parcialmente libres y sin libertad. Yo organicé la variable del carácter político en una dicotomía: cla-
sifiqué a los libres y a los parcialmente libres bajo el rótulo de “no autoritarios”, y a los países sin liber-
tad bajo el rótulo de “autoritarios”. El valor chi cuadrado de la tabla resultante dos por dos fue 8,47,
que es significativo al nivel de 1%. Los cuarenta y ocho países no pueden considerarse una muestra
representativa del mundo.
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Hans Rosenberg dijo: “En ninguna parte la evolución del sistema absoluto involucró un creci-
miento sostenido del centralismo y la burocratización gubernamentales” (1958, p. 168).
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país sea centralizado. Los desafíos a la legitimidad política del gobierno son
los facilitadores más poderosos de la centralización policial.
Ahora podemos explicar la clara contradicción que existe entre las con-
clusiones que indican que tanto autoritarismo como tradición dan forma a
las estructuras policiales. El autoritarismo es más destacado como causa de
la centralización policial en el mundo moderno porque las exigencias de
movilización por parte del Estado son ahora mayores y más ramificadas que
antes. Dado que, hoy en día, el manto de legitimidad debe cubrir un ámbito
más amplio de actividad estatal, las ocasiones de que se oponga resistencia
son más numerosas. Además, la autoridad del Estado es más desembozada
en la actualidad que lo que solía ser cuando estaba sostenida por la autori-
dad colectiva de las instituciones feudales y por las relaciones de reconoci-
miento de clase. La aquiescencia –o más bien el consenso– era más fácil de
asegurar frente a las exigencias de la movilización cuando las clases heredi-
tarias controlaban los recursos. La centralización policial es en nuestros días
parte de un acuerdo político entre una elite bastante homogénea. El autori-
tarismo era más fácil de mantener cuando los Estados tenían menos que
hacer y las poblaciones estaban acostumbradas a ser gobernadas por suce-
dáneos del Estado.
Conclusión
El argumento presentado aquí es el siguiente: las estructuras policiales
dependen de acuerdos políticos y de las tradiciones resultantes, a lo cual se le
agrega el carácter del gobierno. La centralización se explica en función de las
condiciones políticas. Pero ¿es posible invertir el argumento? ¿Es posible que
la centralización policial afecte al gobierno? Es ciertamente claro, a partir de
los casos históricos vistos, que la centralización de la policía es un instru-
mento por el cual los centros políticos imponen acuerdos políticos. Enton-
ces, tal vez la centralización afecte también al carácter del régimen. Esta
posibilidad real e importante se examinará en detalle en el capítulo 8. Por el
momento, que las siguientes conclusiones sean suficientes. Si se emplea el
grado de centralización policial para indicar autoritarismo político, enton-
ces el carácter del régimen y la estructura de la actividad policial nacional es-
tarán relacionados por definición. Por otro lado, si el carácter del régimen y
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