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Coordenação: Cristhian Teófilo da Silva (UnB, Brasil) e Luís Eugênio Campos Muñoz (UAHC, Chile)
La violencia al denominar.
Un estudio sobre la construcción/desconstrucción del sujeto
indígena urbano por el Estado de Chile.
No Indígena 5.853.830
Indígena 191.362
Mapuche 182.963
Aymara 2.743
Quechua 1.599
Likan Antai 1.379
Rapa Nui 1.169
Kaweskar 669
Yámana 548
Colla 292
Puente Alto
Maipú
La Pintana
La Florida
Peñalolén
Cerro Navia
Pudahuel
El Bosque
Lo Prado
La Granja
Estación Central
Siendo en los años 80 muy pocas organizaciones, la lógica estatal que promovía
el reconocimiento, la promulgación de la Ley Indígena 19.253 y la incorporación de una
pregunta étnicamente pertinente en los Censo de 1992 y en el 2002, en conjunto con
políticas de transferencia de recursos vía proyectos a las organizaciones existentes en la
ciudad, todas estas medidas van tener el efecto de multiplicar el número de
organizaciones, sobre todo mapuches, sin que necesariamente ello haya significado un
aumento considerable de la cantidad de personas que se movilizaban. Es más, el amplio
universo que en ese entonces podía identificarse como indígena y que mantenía vínculos
permanentes con sus lugares de origen, en su mayoría seguía y sigue sin participar
activamente en las demandas etnopolíticas de su pueblo, no obstante en los censos
respondan afirmativamente con relación a su sentido de pertenencia.
derivada de los esfuerzos estatales por transferir recursos siguiendo la línea de “un
proyecto” por organización, lo que ha obligado a la fragmentación permanente y
continua, no estimulándose en ningún caso el apoyo a la creación de conglomerados
mayores. Más bien la lucha por escasos recursos ha llevado a la división que incluso en
los organizados ha impedido la manifestación de una cara visible y homogénea dentro
de la ciudad, que pueda aunar ciertos objetivos que permitan modificar la situación no
sólo de los organizados, sino también de aquellos que siendo mayoría, no participan de
las organizaciones.
continuo de raza, color y clase social. (Stavenhagen, 2002). En este sentido los
indígenas tienen tasas de participación en la fuerza de trabajo menores a las observadas
entre los no indígenas y mayores porcentajes de desocupación, no obstante su
participación en la fuerza de trabajo sea mayor. En términos del oficio y de la categoría
ocupacional, los trabajadores no calificados representan el 23,3% de los ocupados.
Oficiales, operarios y artesanos el 20,1% y vendedores de comercio el 13,2%. A lo
anterior se le suma que los ingresos promedio de los trabajadores indígenas son
inferiores a los no indígenas en alrededor de un 30%. La situación previsional indica
que un poco más de la mitad de la población indígena urbana está afiliada a un sistema
previsional. Un tercio está en una AFP, y uno de cada cinco, a pesar de estar afiliado, no
cotiza. (Comisión Indígena Urbana, 2007).
pesar del peso de los datos y por razones más bien políticas, tienden a desmerecer la
situación y a cuestionar el trasfondo posiblemente etnocida de las políticas que se
desarrollarían teniendo estos antecedentes como telón de fondo. Los dardos apuntan a
que la mayor presencia de población urbana, reconocida como sujeto de derecho,
implicaba que hasta el momento se había errado en la aplicación de las políticas
públicas, orientadas fundamentalmente hacia los sectores rurales, en lo concreto, en lo
que respecta al fondo de tierras, la protección legal de la propiedad indígena y el apoyo
en todo término a la población rural. Las suspicacias apuntaban al hecho de que los
mayores conflictos étnicos de los últimos tiempos en Chile precisamente se han dado en
la zona sur del país en donde varias comunidades mapuches se han enfrentado a grandes
terratenientes y a empresas madereras nacionales y transnacionales. En este sentido se
argumenta desde la derecha política vinculada a los capitales propietarios de tierras que
antiguamente eran de los mapuche, que se puede ser indígena en cualquier lugar, que se
debe apoyar las reivindicaciones urbanas, sobre todo pensando que más del 70% de la
población indígena del país vive actualmente en ciudades. Al parecer el esfuerzo de
definir actualmente a los urbanos tendría un trasfondo peligroso que implicaría dejar de
lado las reivindicaciones por las tierras ancestrales y que llevaría a que definitivamente
se descaracterizara aún más la cuestión mapuche.
Lo indígena
ha estado vinculado a
la ruralidad que es
vista además como
cuna de aquello más
tradicional y
distintivo de cada
pueblo. Sin dejar de
reconocer ese
vínculo, creo es
necesario ampliar la
forma en que se
entiende a los descendientes de los pueblos indígenas de manera tal de poder ampliar el
número de personas que son objeto de derechos individuales y colectivos por ser
descendientes de los pueblos originarios. Y esto último sigue siendo quizás uno de los
principales escollos para que desde la política pública se amplíe en justicia este
reconocimiento, ya que de ser así, el número de beneficiarios reales del cumplimiento
de los derechos que se deben garantizar a la población indígena crecería de sobre
manera.
relaciones con ellos. Este discurso estaba claramente presente en líderes indígenas y
llevó a remarcar las diferencias que posteriormente iban a crear un sujeto distinto: el
indígena urbano.
El conjunto de organizaciones
y sus dirigentes imbuidos en estados
debates, sobre todo quieren mantener y
aumentar los recursos de apoyo
conseguidos en la actualidad, dejando
de lado una reflexión que permita
hacer crecer su movimiento y
masificarlo con el aporte de los
indígenas que viven en la ciudad y que
no están organizados. Es más, si en un
primero momento los rurales veían
con desconfianza y sin derechos a los
urbanos, lo mismo se vuelve a repetir
en torno a los urbanos organizados y aquellos que no lo están.
Por otro lado se ha demostrado que los vínculos entre las personas que viven en
la ciudad de Santiago y sus tierras originarias han sido y siguen siendo permanentes y
constantes. Lo anterior cimentado en lazos familiares, congregaciones rituales, apoyo
productivo y de mantención de las comunidades con el envío permanente de insumos,
situación presente también en otros pueblos indígenas en varios países.
Hay mucha gente que teniendo un alto sentido de pertenencia con lo indígena ha
hecho de la ciudad su hábitat de vida permanente, producto de las necesidades y de la
imposición de las condiciones actuales de vida, en donde la población rural, sobre todo
la indígena, se ha visto afectada por la inexistencia de tierras para poder asentar a la
población que se va insertando en el ámbito laboral.
pertenencia que a pesar de los abusos y las negaciones, e incluso de las misma auto-
negación, permanece e incluso se reproduce en las ciudades. Esto no es nada nuevo y
sorpresivo, sin embargo está contrariando una de las bases de los discursos esencialistas
sobre lo indígena, muy imbuido del evolucionismo clásico y de una definición
culturalista de la identidad: en la medida que el indígena se va modernizando y haciendo
el paso de lo rural a lo urbano va perdiendo su calidad y por lo tanto sus derechos.
específicamente a Santiago donde hemos trabajado en los últimos años. Esto quiere
decir que dentro del ámbito de la ciudad existe una cantidad considerable, sobre todo de
mapuche, que ha salido de la vivencia de su etnicidad en el marco de su vida privada e
íntima para pasar a vivirla abiertamente.
Eso pasa además por una política de reconocimiento que desde algunas
perspectivas ha cambiado la visión que se tiene sobre los indígenas. Lo anterior
amparado en la Ley 19.253 y en el accionar de CONADI y de otras dependencias
estatales que se han hecho, sin mucha coordinación entre sí, cargo de lidiar con las
cuestiones indígenas.
Si bien esta relación con los mestizos chilenos en sus barrios no ha dejado de ser
conflictiva, sobre todo por la disputa de recursos comunes, no ha dejado de incidir en
una valoración más positiva de lo indígena, sustentada además en discursos relativos a
lo políticamente correcto que por lo menos a nivel de superficie reconocen su valor y su
presencia.
Sin duda que las organizaciones como sujetos han contribuido a diseñar las
bases de un futuro movimiento social reivindicativo indígena, no obstante la falta de
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apoyo y masividad en sus acciones les resta posibilidad de ser un entre claro de presión
que obligue al estado a ceder en sus puntos de vista.
La cuestión por la tierra debe seguir siendo tema principal del accionar estatal, lo
mismo que el reconocimiento de sujetos colectivos de derechos, más allá de si viven o
no en el mundo rural.
Conlusiones.
llevado apoyar también las política urbanas, que a su vez han generado simpatía en los
sectores de derecha y antipatía en lo grupos y organizaciones más radicales de
mapuches. Desde otros sectores, como el Centro de estudios Públicos, vinculados a la
derecha liberal, se ha argumentado incluso sobre la inutilidad de seguir haciendo
políticas que apuntan a un sujeto inexistente en términos culturales, argumento incluso
levantado por intelectuales de izquierda que todavía manejan el viejo eslogan de que
todo tiene que ver con un problema de clase social y nada más que eso. De todos estos
debates los indígenas han quedado casi siempre fuera o vistos sus argumentos como
chovinismos protonacionalistas que tienden, en conjunto con activistas y antropólogos,
a generar una idea de lo étnico que en realidad ya habría desaparecido hace mucho
tiempo. Lo que he intentado demostrar es que estas elucubraciones arrastran una
violencia sobre los sujetos colectivos en donde cada uno se intenta posicionar de
acuerdo a sus intereses, dejando de lado el principal aspecto de la discusión: al fin y al
cabo, más de 180 mil personas se autoadscriben hoy como pertenecientes al pueblo
mapuche y eso por más muchos lo quieran, no es al parecer en definitiva violentable.
Bibliografía.
Pizarro, Iván; Varas, José. “Santiago una región multicultural: Identidad indígena
urbana, situación demográfica de los indígenas urbanos y políticas públicas hacia este
sector”. EN: Orientaciones para la ejecución de políticas públicas Indígenas.
Programa Asistencia especializada en gestión territorial a representantes indígenas-
Santiago””. CERC-CONADI. Mayo, 2005. Registro Nº 149.275.
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